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AMOR Y MUERTE

2ª Edición Reeditada Abril 2019

Margotte Channing

www.margottechanning.com
Título Original: Amor y Muerte
Segunda edición publicada en España 2019

Publicada por: Margotte Channing

Copyright © Edición Original por Margotte Channing


Todos los derechos están reservados.

Producción Editorial: Margotte Channing


ÍNDICE
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
EPÍLOGO
UNO

Año 1226, Salisbury, Inglaterra.

El posadero y su mujer se movían lo más deprisa que podían atendiendo a


los comensales que acababan de entrar en el mesón. Uno de los escoceses,
que dijo ser el padre de la novia, había dejado en manos del dueño del
establecimiento dos monedas de oro pidiéndole que sirvieran todo lo que
quisieran a los invitados. Estaba siendo un día sorprendente para el mesonero
que nunca había visto una moneda de oro, ni una boda en la que la mitad de
los asistentes fueran escoceses y la otra mitad, vikingos.
Rosslyn, por fin casada, miraba a su alrededor sonriente, escuchando los
gritos de los hombres y los golpes que daban en las mesas cuando festejaban
los brindis. Estaba sentada entre su hermano Ricardo y Gunnar, su reciente
marido y al otro lado de éste se encontraba Ari, el hijo que había llegado a
ella por medio del matrimonio. Un muchacho de dieciséis años, afable y muy
inteligente que no había permitido que la invalidez, con la que había nacido,
agriara su carácter.
Gunnar le había fabricado una silla de madera para que pudiera
desplazarse y había estado perfeccionándola durante meses. Antes de ese
viaje, le había incorporado un par de ruedas copiando el diseño de un papiro
de 200 años de antigüedad que había caído en sus manos por casualidad. En
cuanto vio el pergamino, se dio cuenta de la importancia que aquel artefacto
podría tener en la vida de su hijo.
En el documento aparecía dibujado un general del ejército chino que
estaba ante sus tropas, sentado en una silla de ruedas. Gunnar estuvo
estudiándola durante días, aunque no creía poder construir una igual y por ese
motivo, no le dijo nada a Ari hasta que consiguió terminarla y que
funcionara. Después de semanas de trabajo terminó una que se movía, pero
las ruedas, incluso con la silla vacía, se salían constantemente o se rompían.
Tardó un mes más en conseguir que la silla pudiera rodar llevando a alguien
encima sin contratiempos y, entonces, se la entregó a Ari para que la probara.
Éste, cuando la vio, se echó a llorar haciendo que su padre fuera aún más
consciente de lo dura que era la vida de su hijo.
Y cuando Ari se sentó en ella, por primera vez en su vida, pudo moverse
sin depender de nadie. Era algo que deseaba desde hacía mucho tiempo, que
no lo siguieran llevando en brazos como si fuera un niño.
El padre de Rosslyn, William Douglas, había cedido el lugar que le
correspondía junto a su hija para que su recién descubierto medio hermano,
Ricardo “Corazón de León”, lo hiciera a su lado. Al día siguiente volvía a las
cruzadas y era la única ocasión en la que podían pasar algo de tiempo juntos.
Rosslyn se giró hacia Ricardo con un suspiro, era injusto que le
presentaran a su madre y a uno de sus hermanos el mismo día, y solo pudiera
disfrutar de ellos durante un rato.
—Ricardo —el insigne caballero se volvió hacia ella sonriendo después
de pedir disculpas a William Douglas con el que había estado hablando.
—Dime, hermana —ella admiró su sonrisa, sin darse cuenta de que era
igual que la suya.
—Me gustaría que nos conociéramos un poco mejor ¿No sería posible
que te quedaras unos días más?
—No, querida, lo siento mucho. Mis soldados me esperan hace días, ya
he retrasado la partida por tu boda. Tampoco puedo acompañarte parte del
viaje, porque vamos en direcciones contrarias —sonrió con tristeza.
—Siento que hayas cambiado tus planes por mí —él levantó la mano para
que no siguiera hablando.
—Me ha alegrado mucho conocerte. Pero, además, madre no me habría
perdonado que no lo hubiera hecho—todavía le parecía mentira que su madre
fuera Leonor de Aquitania, la reina de Inglaterra.
—¿Es muy mandona? —preguntó curiosa.
—¡Terriblemente! —bromeó— ahora en serio, nuestra madre es una
mujer admirable y no creo que haya otra como ella. Si te soy sincero, en el
fondo creo que permanece presa porque quiere.
—No puedo creer que nadie quiera estar encarcelado— estaba muy
sorprendida por su comentario.
—Es complicado— suspiró y bajó la mirada hacia su comida, que estaba
prácticamente sin tocar— como sabes, es una prisionera de su marido, mi
padre, el rey de Inglaterra —se quedó un momento pensativo buscando las
palabras adecuadas y, después, continuó.
—Hace tres años, mi madre, tres de mis hermanos y yo, nos enfrentamos
a él intentando quitarle la corona y perdimos. Y esa es su excusa para
mantener prisionera a mi madre. Ella cree que si volviéramos a intentarlo
pasaría lo mismo, pero yo no. Ahora las cosas son muy distintas. A pesar de
eso, ella se niega a considerarlo y por eso creo que no quiere volver a la
corte.
—¿Qué os impulsó a luchar contra vuestro propio padre? —ella siempre
había añorado tener una familia propia y no podía entender algo así.
—Mi padre acostumbraba a llevar a sus amantes a la corte, sin respeto
ninguno por nuestra madre, la reina —de repente, la cara tranquila de su
hermano se transformó en una máscara de furia, al recordar los desprecios
que su madre había tenido que soportar— en una ocasión tuvo en palacio a
dos amantes a la vez e incluso teníamos que comer con ellas— Rosslyn abrió
los ojos como platos provocando una sonrisa sardónica en su hermano.
—Una noche, cuando nuestra madre bajó a cenar, vio que la amante
favorita de mi padre estaba sentada en su asiento. En ese momento decidió
divorciarse, pero él se negó a hacerlo, por supuesto, porque el bocado del
patrimonio de nuestra madre es demasiado suculento; no solo posee los
territorios de Aquitania y Gascuña, sino que también es dueña de su propio
ejército. Para que te hagas una idea Rosslyn, nuestra madre tiene más
ingresos al año provenientes de sus tierras que los que recibe la Corona de
Inglaterra. Y esa es la razón por la que soporta su encierro, porque no quiere
privarnos de nuestra herencia. No solo por lo que vamos a heredar de ella,
también porque uno de nosotros tiene que ser, algún día, el rey de Inglaterra.
—¿Pero no podemos hacer nada para sacarla de ahí? No creo que todo el
dinero del mundo o el privilegio de llevar la corona compense el que no
pueda estar con su familia nunca —Ricardo la miraba, sorprendido por la
candidez de su recién descubierta hermana, pero no quiso llevarle la
contraria.
—Puede que tengas razón— ella asintió y desvió la mirada hacia el
segundo de Gunnar, Starkad, que discutía con uno de los soldados escoceses
de su padre, parecían a punto de llegar a las manos. Y avisó a su marido,
—Gunnar —él llamó a Starkad y le hizo un gesto para que se
tranquilizara, luego, se explicó.
—Son hombres rudos. Lo raro sería que, dentro de un rato, con todo lo
que han bebido, no tuvieran una buena pelea —ella lo observó con el ceño
fruncido y él cogió su mano y la besó— dejémosles disfrutar. Starkad tendrá
en cuenta tus deseos— ella se volvió de nuevo hacia su hermano, que había
observado el intercambio con una sonrisa.
—Ya veo que William tiene razón.
—¿A qué te refieres?
—Tienes la misma mano para manejar a los hombres que nuestra madre.
En su juventud, incluso ahora, es capaz de enamorarlos solo con su presencia
y, si a su enorme belleza, le añades el encanto que es capaz de derrochar… —
se encogió de hombros— ninguno se puede resistir. Creo que tú eres la que
más te pareces a ella.
—¿Yo? —se ruborizó— ¡te equivocas!, ¡pero si me da vergüenza hablar
con los hombres que no conozco! —se encogió de hombros— debe de ser por
la manera en la que me han educado. Como te imaginarás, en el convento
donde crecí, nunca veíamos a ningún hombre, exceptuando al padre
O’Malley— sonrió haciendo que se marcaran sus hoyuelos.
—Me atrevo a vaticinar que pronto superarás esa vergüenza, hermanita,
pero come algo, por favor. Tenéis una semana de camino antes de llegar a
vuestro destino y tienes que estar fuerte.
—Tú también —señaló el plato intacto de su hermano.
—Es cierto. Entonces, comamos los dos —rieron juntos y Gunnar añadió,
susurrando en su oído,
—Además, en tus circunstancias, debes alimentarte mejor —ella lo miró
para que no dijera nada, no quería que empezaran a prohibirle cosas, solo por
estar embarazada— pero su marido la conocía muy bien.
—No diré nada, pero come —insistió. Ella se prometió en silencio que,
cuando estuvieran solos, tendrían unas palabritas— por favor, min elskede —
después de esas palabras que conocía muy bien, cogió el tenedor pensando
que su marido también sabía cómo manejarla a ella. Gunnar Amundsen, su
ahora cariñoso marido, había cambiado mucho en muy poco tiempo. Sólo
unos meses atrás, la había secuestrado por venganza, para convertirla en su
esclava creyendo, equivocadamente, que era hija de Isgerdur, su antigua
prometida.
Cuando tenía quince años la mujer con la que se iba a casar lo traicionó
con su mejor amigo, atacándolo salvajemente con un cuchillo y abandonando
su cuerpo en el mar después de darlo por muerto; afortunadamente no lo
estaba y, gracias a la ayuda de la anciana que lo recogió, Helga, consiguió
sobrevivir, aunque ya no volvió a ser el mismo chico alegre y despreocupado.
Su corazón había desaparecido debajo de una capa enorme de hielo que le
aseguraba que nadie, nunca más, le haría daño. Pero la llegada de Rosslyn
había obrado el milagro, con su dulzura había conseguido que el hielo se
fuera resquebrajando, poco a poco, hasta que consiguió que se volviera a
sentir como un hombre normal.
Ahora la observaba hablar con su hermano, sabiendo cuánto significaba
aquello para ella. Miró a William, el padre de Rosslyn, que lo estaba
llamando para que lo acompañara fuera. Avisó a Rosslyn, y siguió al laird de
los Douglas a la calle. Anduvieron hasta estar un poco apartados porque
William no quería que nadie escuchara la conversación.
—Gunnar, hay algo que tienes que saber. Mi mujer, Aileen, que iba a
pasar seis meses en casa de una hermana, ha vuelto al castillo. Ayer me llegó
un mensajero de casa, me lo envió Aidan para que estuviera preparado.
Afortunadamente, lo dejé a él allí, cuidando de todo.
—¿No quieres que vayamos, entonces? —la mujer de William debía
odiar a Rosslyn, porque ella no había podido tener hijos.
La esposa de Gunnar era hija de William Douglas y de Leonor de
Aquitania, la actual reina de Inglaterra, y la única mujer a la que el laird
escocés había querido. Por eso había intentado protegerla escondiéndola,
siendo una niña, en un convento de monjas que estaba en la lejana isla de
Iona.
—¡Por supuesto que sí! —pareció ofendido por la pregunta —pero hay
que tener cuidado. No quiero que se entere de que Rosslyn es hija mía y de
Leonor, sino, le haría la vida imposible. Mi mujer es peligrosa, tiene una
lengua temible, y…—Gunnar no dejó que terminara, preocupado por lo que
había dicho.
—¿Rosslyn corre peligro? ¡Porque si es así nos volvemos a casa! Y me da
igual que quieras pasar el verano junto a ella, siempre puedes venir tú a verla
— Gunnar no consentiría que nada amenazara a su mujer, aunque ella se
enfadara porque volvieran a su granja de Bergen, en Noruega, sin conocer el
castillo y las tierras de sus antepasados.
—Cálmate Gunnar, no he dicho eso —William se estaba enfadando y no
se daba cuenta de que el vikingo era tan poderoso como él y que, a diferencia
de los miembros de su clan, no estaba obligado a obedecerlo —Gunnar había
cruzado los brazos y lo miraba con ferocidad. Su voluntad no estaba
acostumbrada a plegarse a la de los demás y solo cedía, en ocasiones, ante su
mujer— nunca dejaría que mi hija corriera peligro, solo intento que mi mujer
no la moleste en ningún sentido —frustrado, se pasó la mano por la melena
negra que era exactamente igual que la de su hija, aunque llevaba el pelo más
corto.
—Me aseguré de dejar todo dispuesto para que Aileen pasara el verano en
Francia en casa de su hermana, pero en cuanto se ha enterado que yo he
salido de viaje, ha vuelto al castillo. Hablaré con ella para intentar que se
vaya, pero no albergo esperanzas —encajó la mandíbula como muestra de su
malhumor— desde hace años su único propósito es hacerme la vida
imposible —movió la cabeza, apesadumbrado, sin querer decir nada más,
aunque no hizo falta. Gunnar también había vivido con una mujer que solo le
había aportado infelicidad, hasta que conoció a Rosslyn. Por eso decidió
echarle una mano.
—Está bien. De cualquier manera, siempre estamos juntos, así que no me
costará ningún trabajo protegerla.
—Ya me lo imagino —los feroces ojos azules de Gunnar se enfrentaron a
los verdes de William tan parecidos a los de su esposa.
Gunnar, con la barba crecida y el pelo rubio rozando sus anchos hombros,
parecía uno de aquellos formidables vikingos que habían invadido Escocia
siglos antes y William supo entonces, con seguridad, lo que ya intuía. Que
ese hombre moriría antes de dejar que nadie dañara a su mujer, entonces, le
dio una palmada cariñosa en la espalda que a cualquier otro le hubiera hecho
tropezar, pero Gunnar no se movió del sitio ni un centímetro.
—Volvamos a la mesa, Rosslyn te echará de menos.
—No creo, está encantada hablando con su hermano.
La celebración se alargó hasta la noche, aunque Ricardo se marchó por la
tarde ya que quería aprovechar lo que quedaba de día, para iniciar la travesía
que lo llevaría a las Cruzadas. Rosslyn se despidió de él arrancándole la
promesa de que la escribiría regularmente. El resto de la comitiva durmió esa
noche en la posada, decididos a salir temprano a la mañana siguiente. Poco
antes de irse a dormir, Rosslyn pudo hablar unos minutos con su padre,
aprovechando que Gunnar había salido con sus hombres.
—William —habían quedado en que lo llamaría así, de momento, para
evitar problemas. Aunque la similitud en su color de pelo y de sus ojos,
hacían difícil ocultar el parentesco.
—Si, dime —esperó sonriente.
—¿Está Amy aun viviendo entre vosotros o se ha marchado al norte? —
en el poco tiempo que habían pasado juntas en Bergen se habían hecho
amigas y, además, le había salvado la vida a Rosslyn y gracias a ella había
conocido a su familia.
—Sigue allí, aunque creo que se quiere ir en unos días a España.
—¿Y Aidan, ¿cómo está? —si no había entendido mal, estaban
enamorados desde hacía tiempo, a pesar de que ella se había casado con otro
hombre, un vikingo
—Enfadado —resopló— no sé qué les pasa, pero no hay manera de que
entren en razón —se encogió de hombros —se quieren, cualquiera puede
verlo, pero es como si no pudieran estar juntos sin discutir.
—Es una lástima, pensé que ya estarían casados.
—¡Qué va!, aunque a todos nos gustaría que eso ocurriera. Cuando
estaban prometidos, antes de que ocurriera aquella historia con la prima de
Amy, no había pareja que se quisiera más —sonrió orgulloso— excepto mi
Leonor y yo —Rosslyn sonrió, algo avergonzada por escucharle hablar así de
una mujer que no era la suya, aunque fuera su madre. Por eso decidió
cambiar de tema.
—Me gusta Amy, es una buena chica y le estoy muy agradecida —
suspiró— ¡ojalá pudiera ayudarlos!
—Es mejor no meterse en esos líos, hija. Por cierto, ¿no hay nada que
debas contarme? A mi parecer, tu marido es excesivamente cuidadoso
contigo… —Rosslyn sonrió echando su pelo hacia atrás. Normalmente lo
llevaba recogido en una trenza, pero su marido la había convencido para que,
durante su boda, lo llevara suelto. A él le gustaba mucho cuando lo llevaba
así.
—No sé a qué te refieres —intentó aparentar inocencia.
—Soy el abuelo de la criatura. Tengo derecho a saberlo —ya se había
dado cuenta de que su padre era muy testarudo— ¿estás embarazada o no?
—Sí— susurró para asegurarse de que nadie más la escuchara— pero de
momento, no se lo voy a decir a nadie. La gente se pone muy pesada con las
embarazadas ¿Por qué insistes tanto? ¿Todavía no tienes nietos?
—Tus seis hermanos son varones y no hay manera de que se casen, a
pesar de que son mayores que tú —bufó— ¡son unos mujeriegos! ¡Ni te
imaginas la de problemas que me dan!
—¡Qué ganas tengo de conocerlos! ¡y yo que creía que no tenía familia!
—Los conocerás, no te preocupes, pero todos ellos viven con sus madres.
Por mi esposa sería imposible que lo hicieran conmigo, por cierto, que —bajó
el tono de voz— Aileen ha vuelto inesperadamente al castillo, pero no te
preocupes, le diremos que venís a pasar unos días como invitados del rey de
Escocia, Alejandro, que es un buen amigo.
—No se lo va a creer, no hay más que vernos a ti y a mí juntos —su padre
la miró. A pesar de conocerse desde hacía unos meses y de haber estado muy
poco tiempo juntos, se entendían bastante bien.
—Esperemos que adivinar nuestra relación no sea tan sencillo. De mis
hombres solo lo sabe Aidan, bueno —rectificó— Amy también, claro.
Gunnar los miraba desde la entrada esperando pacientemente, cosa
extraña en él, a que terminaran de hablar para que su mujer y él pudieran irse
a dormir.
Salieron al amanecer. Todos montaban a caballo excepto Ari, que iba
cómodamente sentado en el carromato donde iba el equipaje de los visitantes,
William lo había traído de sus tierras, así como los caballos. Gunnar le había
pedido a Rosslyn que se sentara junto a Ari para que fuera más cómoda, pero
ella le había contestado que lo haría más tarde porque antes quería cabalgar.
Desde que Gunnar le había enseñado a hacerlo montaba junto a él un rato
todas las mañanas. Pero solo pudo hacerlo ese día que había un sol radiante
porque el resto de la semana llovió, lo que hizo que el viaje se les hiciera más
pesado, aunque ella iba charlando en el carro con Ari.
Tardaron ocho días en llegar a su destino después de atravesar Inglaterra
y Escocia, de sur a norte hasta llegar a la Bahía de Oban, donde se situaba la
fortaleza de los Douglas. Su padre los hizo parar sobre una colina, poco antes
de llegar, para que pudieran admirar su castillo. Ella bajó encantada de volver
a Escocia, al fin y al cabo, había vivido siempre en ese país, aunque la isla de
Iona estaba bastante lejos de allí.
El paisaje parecía el de un cuento de hadas y en un pequeño islote, en
medio de un lago resplandeciente rodeado por majestuosas montañas, se
erguía el castillo de los Douglas frente a una serie de casas de diferentes
tamaños que formaban un pequeño pueblo. Todo el conjunto estaba protegido
por una alta empalizada de piedra, siendo el castillo el centro de la vida de la
villa.
William le explicó que sólo se podía llegar hasta allí cruzando un
estrecho puente de piedra o por barco y que parte del clan vivía en el pueblo,
dentro de la empalizada, y el resto lo hacía fuera, en el bosque o en los
campos.
Cuando terminó su explicación, todos miraron el paisaje, mudos ante la
belleza que había ante sus ojos. En ese momento, el sol se abrió paso entre las
nubes y tímidamente alumbró el castillo, resaltando el color anaranjado de
sus piedras que contrastaban con el verde esmeralda del agua del lago, que se
unía al fondo con el Océano Atlántico. Rosslyn miró a su padre
comprendiendo su amor por ese lugar.
—Es precioso —él asintió, sin poder hablar. Le emocionaba que su hija, a
quien había reencontrado después de tantos años, compartiera sus
sentimientos por la tierra de sus antepasados.
—Vamos, estoy deseando enseñarte todo.
Habían llegado a casa.
DOS

Media hora después, la columna de caballos atravesaba el portón de la


empalizada accediendo a los terrenos de los Douglas. Rosslyn montaba junto
a su esposo y ambos lo hacían detrás de su padre. Hicieron los pocos metros
hasta el castillo en un silencio ensordecedor, solo roto por el ruido rítmico de
los cascos de los caballos. Los habitantes de la fortaleza habían salido de sus
casas para observar a los visitantes y Gunnar acercó su caballo más al de su
mujer, en una postura claramente protectora. Rosslyn, al verlo, sonrió para
que viera que estaba tranquila.
William bajó el primero, sin embargo, Rosslyn esperó a que su marido la
ayudara a hacerlo, y él la cogió por la cintura dejándola con cuidado en el
suelo. Entonces vieron a Amy y Gunnar la dejó con ella, y fue al carruaje
para ayudar a su hijo.
—¡Rosslyn! —la muchacha se acercó sonriente y se abrazaron. Llevaba
el pelo castaño peinado en dos trenzas y sus ojos dorados se iluminaron al
verla.
—¡Amy! ¡qué ganas tenía de verte! —se echó hacia atrás para observar
mejor a su amiga que tenía unas grandes ojeras, como si estuviera enferma—
¿no te encuentras bien?
—Sí. No te preocupes, es solo que ha ocurrido algo de lo que me he
tenido que ocupar y no he podido dormir— hizo un gesto con la mano, para
que no se preocupara— pero no es nada, solo necesito descansar. Sin
embargo, tú estás muy bien y Gunnar también— desvió la mirada hacia el
vikingo, que, junto a su hijo, hablaba con William, aunque no perdía de vista
a su mujer. Precisamente, en ese momento, le hizo un gesto mientras
empujaba la silla de Ari, para avisarla de que entraba en la casa. Rosslyn
apretó con cariño el brazo de Amy y se marchó para seguir a su esposo, no
sin antes decir a su amiga:
—¿Hablamos más tarde? —la muchacha asintió sonriente, pero su sonrisa
se borró al ver a Aidan que había conseguido que William se apartara de sus
invitados un momento, para contarle lo ocurrido. Ella, agotada, decidió
volver a su cabaña, solo se había quedado para saludar a Rosslyn, si no, hacía
horas que se hubiera ido a acostar. Llevaba toda la noche sin dormir.
Cuando iba camino de su caballo, alguien la cogió por la muñeca, se giró
frunciendo el ceño porque sabía quién era.
—Tenemos que hablar.
Aidan era incansable. Si tenía una idea en la cabeza, lo demás no le
importaba, pero ella estaba demasiado cansada para seguirle el juego y
retorció el brazo para soltarse. No podía discutir de nuevo sobre lo mismo.
Hoy no.
—Suéltame Aidan, por favor —él apretó la mandíbula, pero no tuvo más
remedio que hacerlo, ya que había varios miembros del clan mirándolos.
—Iré a verte más tarde —susurró.
—¡Ni se te ocurra! —siseó furiosa antes de seguir su camino, provocando
que él la mirara enfadado.
No podía ir detrás de ella en ese momento ya que tenía que ir a ver a
William, pero no iba a dejar las cosas así. Dejó que se fuera convencido de
que lo solucionaría más tarde.
William enseñó a su hija las dos habitaciones que les habían destinado en
la tercera planta de la Torre del Homenaje, donde vivía la familia. Eran
contiguas a las suyas, una era para los recién casados y otra para Ari.
Su propia esposa, dormía en la otra punta de la planta, aunque,
afortunadamente, todavía no se había dejado ver y esperaba que los dejara
tranquilos, por lo menos ese día. Con un suspiro, se dirigió a su habitación
esperando poder descansar un poco, pero no tuvo suerte porque en el pasillo
se encontró a Aileen. William pasó a su dormitorio intentando, por lo menos,
tener un poco de intimidad; ella entró sin hablar y, mientras él cerraba la
puerta, se colocó en el centro de la habitación. Durante unos segundos la
observó sorprendido porque una mujer de tal belleza, le fuera completamente
indiferente. En realidad, esa afirmación no era exacta, ya que no era
indiferencia lo que sentía de verdad hacia su esposa, sino que le gustaría no
volver a verla en su vida.
Aileen era una mujer delicada, de baja estatura y con una cara preciosa
enmarcada por unos esponjosos rizos rubios y un par de ojos azules,
aparentemente inocentes. En ese momento lo miraba sonriente y William, que
la conocía bien, disimuló su inquietud sabiendo que tramaba algo.
—Así que te has atrevido a traer a nuestra casa a una de tus putas —él la
miró sorprendido, sin saber a quién se refería, hasta que se acordó de
Rosslyn.
—Tus celos te impiden pensar con claridad Aileen. Gunnar es amigo de
Alejandro, nuestro rey, quien me pidió que lo invitara a pasar una temporada
al castillo, y Rosslyn es su mujer. Se han casado recientemente. Como ves,
vuelves a equivocarte— intentó mantener la calma porque no quería que su
hija los escuchara, pero ella lo miraba entrecerrando los ojos sin creer lo que
le habían dicho.
—No tengo celos, ya no ¡Pero no consentiré que nadie me humille en mi
propia casa! —casi gritó la última frase.
—Aileen, ¿te recuerdo el pacto al que llegamos hace tiempo, a cambio de
no volver a llevarte a Bedlam? —sin esperar su aprobación, empezó a
enumerar dichas condiciones, puntualizando cada una con los dedos de la
mano:
—Primera, no volverías a gritar ni a ponerte como una loca para evitar
que te traten como tal.
—Segunda, la mayor parte del tiempo la pasarías en tus habitaciones.
—Tercera y más importante, vivirías seis meses en casa de tu hermana y
seis meses aquí— observó cómo se iba poniendo colorada poco a poco,
aunque consiguió controlarse para no explotar. Él siguió hablando en el
mismo tono bajo, pero amenazante, porque no iba a permitir que le fastidiara
el viaje a su hija.
—No voy a tolerar más escenas como las que sueles montar. Estoy harto
de ti, Aileen. Respeta nuestro acuerdo y todo irá bien— ella se mordió los
labios, evidentemente deseaba contestarle, pero temía las consecuencias,
repentinamente, salió de la habitación dando un portazo y se fue a su
habitación.
Aidan debía de estar esperando en las escaleras ya que llamó a la puerta
enseguida. Lo hizo pasar mientras se contenía para no ir detrás de su mujer
para estrangularla.
—¡Pensaba que no volvería a ver a Aileen en meses!
—Lo sé. William, tenemos que hablar— Aidan era uno de los hombres
más tranquilos y firmes que había conocido nunca y, al ver su expresión, los
pelos de la nuca se le erizaron.
—Dime— preguntó, preparado para lo peor.
—Ayer apareció muerto el boticario—William lo miró extrañado —lo
han asesinado.
—¿Cómo? —nunca había pasado algo así.
—Envenenado. Amy y el médico han examinado el cadáver. Están
intentando averiguar qué es lo que le dieron.
—¿Alguna idea de quién ha sido? —Aidan negó con la cabeza.
—No. Estoy preguntando a todos por si alguien vio algo, pero de
momento, no he sacado nada en claro. Además, no se me ocurre qué puede
haber pasado, ya sabes que Archibald no tenía enemigos.
—Que sepamos— añadió y Aidan asintió.
—Sí, hay una cosa que debes decidir. Anice Crane dice que, si pudiera
hacerle la autopsia, nos podría asegurar qué veneno han utilizado.
—¿Autopsia? ¿qué es eso?
—Según dice, tiene que…bueno… que abrir el cuerpo— el pelirrojo
titubeó al explicarlo y William lo miró como si estuviera loco— mira, mejor
habla con él y que te lo explique. Parece muy desagradable, pero si nos puede
servir de ayuda, creo que debemos dejar que lo haga. El pobre Archibald ya
no va a sentir nada.
—¿Tiene que rajar al muerto? ¡Eso es asqueroso!
—Sí, pero si es la única manera de que sepamos qué ha pasado… —se
encogió de hombros sin terminar la frase.
—¿Lidoine no sabe nada? —Lidoine era la viuda de Archie, el muerto.
—Está en casa de su hija porque acababan de ser abuelos. Le he mandado
aviso hoy y me imagino que llegará mañana.
—¡Tenía que pasar precisamente ahora que está aquí mi hija! Y, además,
está embarazada —se quedó pensativo unos segundos— Aidan, quiero que
soluciones esto lo más rápidamente posible. Si tenemos un asesino suelto por
ahí, sin control, no puedo dejar que mi hija se quede aquí —Aidan ya sabía
que, como segundo al mando de William, iba a ser el encargado de aclararlo
todo. Su laird organizó todo enseguida.
—Habla con todos los que hayan tenido relación con Archie últimamente
y entérate de si alguien notó algo raro esos días —movió la mano sin querer
explicarse más—, tú sabes mejor que yo lo que hay que hacer, haz lo mismo
que haces cuando investigas los robos. Y, cuando te enteres de algo, me lo
cuentas. Es nuestra responsabilidad descubrir cuanto antes al asesino y,
después, juzgarlo— volvió a quedarse un momento pensativo— esto no me
gusta nada Aidan. Archie era un buen hombre. En fin, necesito descansar un
poco, nos vemos dentro de un par de horas, en la cena —Aidan se tranquilizó
porque tenía ese tiempo para ir a ver a Amy. Si se daba prisa, estaría allí en
quince minutos.
Salió de la habitación de William e hizo que su corpachón de dos metros
volara por las escaleras. Al salir de la torre, giró a la izquierda, bordeó el
edificio de la cocina y se dirigió a los establos. Una vez allí, saludó a Scott, el
mozo, y fue a por Antares, lo acarició para saludarlo como hacía siempre y
luego lo montó, dirigiéndose a la cabaña de Amy. Estaba avisada desde hacía
meses de que se le estaba acabando la paciencia, pero seguía rechazándolo.
Era muy tozuda, pero él lo era más. Sin embargo, durante los veinte minutos
de camino hasta su casa, no pensó en ella sino en el asesinato porque, a pesar
de conocer muy bien a todos los que vivían dentro de la empalizada, no se
imaginaba quién podía haberlo envenenado.
Amy se estaba bañando en el río que había junto a su cabaña encantada
porque lo que más le gustaba de ese lugar era, precisamente, su
independencia. Por estar en medio del bosque y por su cercanía al río, había
muchos días en los que no necesitaba salir de allí. Era una de las cosas que
más había echado de menos mientras había estado viviendo en Noruega.
Se dio la vuelta porque sintió que la observaban y descubrió a Aidan
sentando en una roca mirándola. Le dio la espalda enseguida porque donde
estaba, el agua no la cubría y se le veían los pechos.
—¡Amy, no seas tonta! ¿Cuántas veces te he visto desnuda?
Encima parecía enfadado ¡Sería imbécil! ¡Si se creía que iba a salir
mientras él miraba, estaba loco!
—¿Qué quieres? —no tenía paciencia para esto. Después de la noche que
había pasado, no.
—¡Amy no me cabrees más! —ella decidió no hacerle caso y comenzó a
lavarse el pelo tranquilamente, pero escuchó un chapoteo a su lado, era Aidan
que se había metido en el agua y se dirigía hacia ella. Lo miró indignada.
—¡Ni se te ocurra acercarte! ¡Vete de aquí y déjame en paz! —él siguió
caminando hasta ella y la cogió por la cintura y, aunque intentó soltarse con
todas sus fuerzas, no pudo mover su cuerpo ni un centímetro, era demasiado
grande.
—¡Vete! —le aporreó el pecho, pero él no se defendía solo la mantenía
abrazada— ¡no tienes derecho! ¡no eres nada mío! —Amy siguió intentando
soltarse un rato más hasta que se rindió agotada. Entonces, él cogió el jabón y
comenzó a lavarle el pelo y ella se dejó hacer porque ya no tenía fuerzas para
oponerse.
—Siento mucho la muerte de Archibald, sé que para ti era como de tu
familia.
Ella no lo miró, no podía, solo movió la cabeza intentando negar, en
vano, su presencia. No quería llorar. Había conseguido evitar las lágrimas
desde el día anterior, pero en ese momento todos los sentimientos que tenía
dentro de ella crecieron sin control formando un nudo en su garganta.
Levantó la cara hacia él para pedirle, por última vez, que la dejara sola, pero
la ternura que vio en sus ojos hizo que explotara y las lágrimas empezaron a
caer por sus mejillas sin que pudiera hacer nada por detenerlas. Por eso
quería estar sola, porque no le gustaba que nadie la viera así. Ni siquiera
Aidan. Quizás él menos que nadie.
—Tranquila, cariño. Déjame que te ayude a aclararte el pelo—le hizo
inclinar la cabeza hacia atrás, para enjuagárselo en el río y, luego, la cogió en
brazos y la llevó hasta la orilla. Allí estaba la toalla que Amy había dejado
para secarse, la envolvió en ella con rapidez para que no cogiera frío y la
llevó a la cabaña. La sentó en el sillón de la abuela, que estaba junto al fuego
y salió a recoger la ropa de los dos. Mientras, Amy terminó de secarse
intentando contener los sollozos, y cuando él le entregó su falda y su camisa,
se vistió deprisa, un poco más tranquila.
Aidan la observaba sentado en una silla, algo alejado. Él, al contrario que
ella, estaba muy tranquilo, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Cuando terminó de vestirse, se quedó sentada sin saber qué hacer.
Esperaba que él se marchara, pero seguía allí, mirándola más serio que nunca,
como si estuviera resolviendo algún problema muy complicado. Era uno de
los hombres más tozudos que había conocido. Solía conseguir todo lo que
quería gracias a su insistencia y eso le preocupaba mucho a Amy, porque no
se sentía con fuerzas para seguir resistiendo.
—Aidan, por favor, no estoy en condiciones de discutir. Necesito
descansar, estoy agotada —él pareció tomar una decisión después de los
minutos que había pasado mirándola y pensando.
—Está bien, hablaremos en otro momento. De eso que te da tanto miedo
—ella apartó la mirada al escuchar la última frase—pero tengo que
preguntarte si ya sabes con qué han envenenado a Archibald.
—Creo que sí, pero deberíamos comprobar si falta alguno de los venenos
que tenía guardados en la botica.
—Nunca he entendido la necesidad de tener venenos ¿No hay suficientes
plantas, que no sean venenosas, que se puedan utilizar como remedios?
—Aidan— ya lo habían discutido muchas veces en el pasado— esas
plantas sirven para curar enfermedades que otras no pueden. Si no fuera así,
ningún boticario las tendría.
—Está bien, no te enfades —hizo una mueca— ahora eres la que más
sabe de hierbas de todo el clan. Podemos ir luego a la botica para comprobar
si falta algo
—Estoy demasiado cansada hasta para pensar, pero ayudaré en lo que
pueda, por supuesto —decidió comentarle lo que había averiguado—. Ya
sabes que he examinado su cadáver anoche y sé que veneno utilizaron, pero
me gustaría ver el libro de Archie. Él tenía siempre apuntados los venenos
que guardaba bajo llave.
—¿Qué usaron?
—Cicuta. Archie siempre guardaba un poco en la botica bajo llave. Por
eso creo que lo primero que hay que comprobar es si ese frasco sigue allí.
—De acuerdo, pero tengo que volver en una hora y media al castillo.
—Yo dormiré un rato y en un par de horas estaré allí. Y, cuando haya
revisado la casa de Archie, te contaré lo que haya encontrado.
—De eso nada, no te voy a dejar aquí, tan aislada, con un asesino suelto
—se levantó— vamos a acostarnos un poco, yo tampoco he dormido esta
noche.
—No puedes acostarte aquí, así no voy a poder dormir nada —también se
levantó sintiendo que el corazón se le aceleraba.
—Ya verás como sí, ven —la cogió de la mano para llevarla a la
habitación y, cuando la tuvo allí, la acostó y la arropó. Luego se tumbó tras
ella abrazándola por la cintura y Amy se quedó rígida, segura de que no iba a
poder dormir con él pegado a su cuerpo.
—Duerme mo chridhe, descansa, conmigo estás a salvo. Resolveremos lo
demás más tarde —ella notó un ligero beso en la coronilla antes de dormirse
profundamente.
TRES

El cadáver de Archibald lo habían dejado de momento en el sótano de la


Torre, en una de las mazmorras. Estaba tumbado boca arriba sobre una mesa
y Anice Crane, el médico, estaba examinándolo desde hacía rato.
Amy estaba a los pies del muerto con las manos entrelazadas como si
estuviera rezando, aunque lo que hacía era observar la cara de su viejo amigo
y recordar algunos de los momentos que había compartido con él ¡Cuánto la
había enseñado y qué paciencia había tenido con ella!
Alejando esos pensamientos, se acercó al médico para contarle lo que
había descubierto
—Anice ¿has olido su boca? —el medico negó con la cabeza y, al ver
cómo lo miraba Amy, lo hizo.
—Me suena el olor, pero no consigo recordar…— hizo memoria
intentando averiguar a qué correspondía ese olor tan característico, pero ella
se anticipó.
—Cicuta— aseguró.
Era una hierba muy venenosa que se utilizaba en bajas proporciones,
como remedio para aliviar ciertos males. Habitualmente, la utilizaban más los
boticarios y curanderos, como Archie o su abuela, que los médicos. Aunque
también había visto a algún médico usarla.
Anice se sobresaltó al escucharla, al igual que William y Aidan, que se
habían acercado a ellos sin que se dieran cuenta.
—¿Estás segura? —al ver que ella asentía, William carraspeó antes de
hacer la siguiente pregunta— todos sabemos que Archie era un buen
boticario, Amy, ¿pero es posible que la tomara por error?
La muchacha iba a darle una mala contestación, pero observó la mirada
de Aidan y se contuvo a tiempo.
—Es imposible, Archie era muy cuidadoso con los venenos. Estaban en la
trastienda, dentro de una caja con cerradura y la llave siempre estaba colgada
de su cuello— el médico levantó la sábana para que todos pudieran ver la
garganta del muerto y allí no había nada.
—Parece la prueba definitiva de que fue otra persona. Si no, seguiría
teniendo la llave— Aidan se dirigió a William que asintió preocupado.
Transcurrieron unos minutos hasta que el laird habló.
—Todo indica que lo ha asesinado alguien del clan. Es imposible que un
extraño se metiera en la botica, localizara los venenos, y lo envenenara.
Tampoco creo que Archie bebiera algo que le diera un extraño.
Aidan necesitaba aclarar las cosas aún más.
—¿Alguno de vosotros no cree que haya sido un asesinato? —Aidan se
dirigió a todos, pero nadie contestó— entonces, tenemos que ponernos cuanto
antes a hablar con todos para ver si alguien sabe algo.
—Te encargas tú Aidan, ya te lo he dicho. Hasta que esto se solucione,
dile a Connor que se ocupe de lo que tú haces habitualmente— Aidan lo miró
y Amy notó algún tipo de lucha silenciosa entre los dos, como si Aidan no
quisiera hacer lo que le pedía el laird. Únicamente el gran respeto que sentía
por William hizo que asintiera sin protestar— resuélvelo lo antes posible y
dime si necesitas a alguien más para que te ayude.
—Amy —William, que iba a subir por las escaleras para hablar con su
hija, se giró sorprendido— necesito que me ayude Amy— esta se acercó
enfadada.
—¡De eso nada! ¡Sabes que me voy a España en unos días! —al ver que
había empezado a gritar, bajó el tono de voz—¡no vas a conseguir que me
quede! Te puede ayudar cualquier otro— siseó hacia Aidan, aunque él no
movió ni un músculo.
Afortunadamente el médico había decidido hacerse el sordo y seguir
examinando el cadáver.
—Amy, que yo recuerde todavía eres un miembro de este clan. No me
parece pedirte mucho que ayudes a Aidan con este problema, y más teniendo
en cuenta que Archie y tú casi erais familia— Aidan no se extrañó al
escuchar a William porque era el hombre más manipulador que conocía. En
otro momento se habría enfrentado a él por hacerle eso a Amy, pero ahora se
mantuvo prudentemente callado. Le venía muy bien para sus planes, claro
que Amy no pensaba lo mismo y contestó enfadada.
—Está bien, ayudaré en lo que pueda —William se fue, dejando a Amy
mirándose las sandalias y planeando cómo se vengaría de Aidan.
—¿Qué quieres que haga? —Aidan no la contestó, sino que se dirigió al
médico que esperaba con los brazos cruzados.
—Anice, si te dejamos que le hagas la autopsia, en el entierro su familia
no notaría nada, ¿no es así?
—Eso es. Únicamente habría que vestirle para que no se vieran las
heridas— el médico los miró a los ojos— hace mucho que hice mi última
autopsia, fue en Paris. Pero me he seguido manteniendo al día con los libros
—sonrió deseando explicar lo que iba a hacer—al morir, quedan restos en el
interior del cuerpo que tengo que ver para…—pero Aidan levantó la mano
para que se lo ahorrara.
—No quiero saberlo Anice, gracias— ya se lo había contado el día
anterior y le parecía asqueroso— ¿quieres que alguien te ayude?
—No, solamente necesito recoger unos instrumentos de mi casa.
—Si necesitas lo que sea, dímelo y te lo conseguiremos. Otra cosa, tienes
que darte prisa porque mañana llegará su mujer y quiero que hayas terminado
cuando ella llegue— Anice aceptó y se fue a su casa a por lo que necesitaba y
Aidan pensó que, a pesar de tener ya cuarenta y tantos años, aún se movía
rápido.
—¿Por qué no estaba aquí Lidoine? —Amy no sabía que la mujer de
Archie no estaba en el pueblo, hasta que había ocurrido todo esto.
—Su nieto nació hace dos semanas y ella se había marchado a visitar a su
hija. Ayer les mandé aviso de lo ocurrido— Aida se acercó al muerto y
volvió a cubrirlo con la sábana, luego tomó a Amy de la mano y tiró de ella
hacia la escalera, pero una vez allí lo pensó mejor y se dirigió hacia el
almacén, que estaba al lado de las mazmorras.
Cerró la puerta tras ellos y la llevó hasta el final de la larga estancia
donde se guardaba la comida y la bebida del castillo. Todavía era de día, y
entraba algo de luz por las dos ventanas que estaban por encima de sus
cabezas, entonces la soltó y, sin que fuera necesario decir nada, cada uno se
sentó en un tonel de vino. Él se quedó mirando hacia la pared que ambos
tenían enfrente y Amy se mantuvo callada porque sabía que estaba pensando
a toda velocidad y, cuando eso le ocurría, necesitaba tranquilidad y silencio.
— Estaba pensando qué decirle a la gente cuando hablemos con ellos,
pero creo que es mejor no dar demasiadas explicaciones ¿Vamos a casa de
Archie lo primero, para que eches un vistazo?
— Sí, creo que es lo mejor.
— Está bien. He pensado que podemos pensar unas preguntas para
hacerles a todos, y tú puedes ir anotando las respuestas de cada uno de ellos.
Así, más tarde, podemos volver a leer lo que tengas anotado.
—Por mí no hay problema. ¿Vamos? —él la siguió rumbo a las escaleras.

William encontró sola a su hija en su habitación, con la puerta abierta. Se


quedó en el umbral mirándola sonriente porque le recordaba mucho a Leonor,
el gran amor de su vida. Cierto que era morena y con los ojos verdes como él,
pero, su manera de moverse y su sonrisa eran iguales que las de su madre.
Ella notó su presencia y esperó a que entrara, después de cerrar el libro que
estaba leyendo.
—Hola, William—entró y cerró la puerta
—Buenos días Rosslyn, ha ocurrido algo que tengo que contaros. ¿Dónde
está Gunnar?
—Con Ari, pero puedes decírmelo a mí —se sentó junto a ella, bajo la
alargada ventana que hacía que esa habitación fuera la más luminosa de
todas.
—Me gustaría que, cuando estemos a solas, me llamaras padre —lo miró,
sorprendida, porque no era en lo que habían quedado.
—Lo intentaré, pero no estoy acostumbrada— William lo entendía, por
supuesto, y le daría el tiempo que necesitara.
—Mientras he estado fuera, ha ocurrido algo. Han asesinado a uno de los
nuestros, Archibald— Rosslyn lo miró incrédula y esperó a que le diera más
información.
—Era el boticario, lo han envenenado— Rosslyn tenía la boca abierta—
tenemos que averiguar quién lo hizo. Hacer justicia es mi responsabilidad.
—¡Dios mío! Y ¿cómo lo vais a averiguar?
—Se van a encargar de hacerlo Aidan y Amy, creo que son los mejores
para ese trabajo. Son muy listos y ella, como sabes, entiende de venenos y de
hierbas.
—Claro que lo sé. Gracias a ella estoy viva —los dos miraron hacia la
puerta por donde entraba Gunnar, y Rosslyn decidió ser ella la que le diera la
noticia porque no sabía cómo reaccionaría.

Amy estaba subida en la escalera de la botica repasando los frascos que


había en balda de arriba de la estantería. Después de revisar la caja de los
venenos, según el libro Archie, solamente faltaba la cicuta. Pero ella había
decidido comprobar todos los frascos, por si estuviera mal colocada en algún
estante, lo que le parecía improbable.
Mientras, Aidan, que estaba de pie junto a la puerta para asegurarse de
que no entraba nadie, contemplaba disimuladamente sus piernas, asombrado
de la suerte que tenía por haberse colocado en ese sitio. Aunque, si ella
supiera lo que estaba mirando, ya podía salir corriendo.
—¿Hay algo raro? —ella tardó unos segundos en responder.
—De momento no—suspiró, parando un momento de mirar los frascos—
pero hay demasiados frascos y puede que se me esté pasando algo por alto.
Además, hace demasiado que no miraba los frascos con Archie. Desde luego,
la cicuta no está, pero no puedo asegurar si falta algún veneno más— miró
pensativa los cientos de frascos de barro, cada uno con una etiqueta
rudimentaria colgando, en la que Archie tenía apuntado lo que había en su
interior— La persona que se lo llevó sabía que, los más peligrosos, los
guardaba en la caja de atrás. Aquí también hay medicamentos que pueden
matar, pero haría falta mucha más cantidad. No creo que podamos saber si
aquí falta algo— como Aidan no contestó, continuó hablando, mientras
volvía a mirar los frascos uno a uno.
—He estado pensando y creo que antes de que hablemos con la gente,
William tendría que avisarlos para que estén preparados ¿no te parece? Si no,
corremos el riesgo de que no nos tomen en serio —se dio la vuelta porque
Aidan no decía nada desde hacía rato y lo pilló mirándola fijamente, como si
estuviera ido.
—¡Aidan! ¿Se puede saber qué te pasa? —él pegó un respingo porque le
había descubierto. Aunque, por su expresión, no creía que supiera que le
estaba mirando el culo y las piernas. Afortunadamente.
—Perdona, estaba distraído— disimuló como pudo— me parece bien.
Cuando termines, se lo diremos a William —ella lo miró entrecerrando los
ojos, sorprendida porque todo lo que decía le pareciera bien ¿Es que estaba
tomándole el pelo? Con un resoplido se dio la vuelta, pero se dio cuenta de
que le era imposible seguir.
—Ya casi no hay luz, no veo lo que pone en las etiquetas— miró por el
ventanuco que había en la fachada y vio que se acababa de nublar.
—Si quieres encendemos un par de velas para que puedas seguir un rato
más —se acercó a ella, pero no hizo falta que la ayudara a bajar.
—No, es una locura. Tendría que subirme a la escalera con una vela y no
podría sujetarme bien—se encogió de hombros—es solo que quería hacerlo
antes de que llegara Lidoine, pero ella lo entenderá —se quedó cabizbaja,
volviendo a pensar en la muerte de Archie.
—Acabo de darme cuenta de que tendrán que nombrar a otro boticario—
Aidan miró a su alrededor apenado. Él también tenía cariño a Archie, sobre
todo desde que Amy había empezado a venir a la botica para aprender el
oficio.
La abuela de Amy le había enseñado todo lo que sabía sobre plantas, y
cuando vio que se había hecho mayor y que no podía seguir viviendo sola, se
volvió a vivir con su antiguo clan, los Cameron. Pero, antes de irse, habló con
su amigo el boticario y le convenció para que continuara enseñando a Amy
en su lugar. Desde entonces Aidan, que por entonces trabajaba en los
establos, siempre iba a la botica a buscarla al terminar el trabajo.
Actualmente, Amy no tenía a nadie de su familia viviendo en tierra de los
Douglas ya que sus padres se habían marchado a pasar una temporada con su
abuela.
—Aidan, ¿no podrían esperar un poco de tiempo antes de nombrar un
nuevo boticario? —él vio el dolor en su expresión e hizo un esfuerzo para no
acercarse a consolarla—Lidoine tiene que buscar otro sitio dónde vivir y va a
ser muy duro para ella.
—Haré lo que pueda para retrasarlo, pero sabes lo importante que es tener
un boticario en un lugar como este. William querrá que lo sustituyamos
cuanto antes. Y es posible que haya que buscar a alguien de fuera, porque
aquí no hay nadie más que pueda llevar esto—hizo un gesto para señalar los
cientos de remedios que les rodeaban— excepto tú, claro —la miró
intensamente, para observar cómo reaccionaba a sus últimas palabras.
Amy lo miró boquiabierta porque no lo había pensado hasta ahora. Y por
primera vez se dio cuenta de que la muerte de Archie podía significar que
tenía un trabajo que le gustaba dentro del clan.
—¿Qué te parece?
—No sé qué decir Aidan, pero antes de pensar en ello prefiero saber si a
William le gusta la idea —él estaba eufórico. Había encontrado la manera de
que abandonara sus planes de irse a recorrer España.
—William me preguntará si te gustaría el trabajo. Ya sabes que no se le
escapa nada y enseguida se dará cuenta de la necesidad de sustituir a Archie.
Y creo que pensará en ti antes que en nadie. Es lo que tú querías —la miró
astutamente— por lo menos, antes.
—Aidan, por favor, dame un par de días para pensarlo. Si William te dice
algo, dile que me lo dirás y así ganamos tiempo.
—De acuerdo. Vámonos ya que no podemos hacer nada más aquí—al
salir, cerró con la llave y luego se la guardó en el zurrón.
William estaba en el salón porque la cena se serviría pocos minutos
después. Cuando iban a hablar con él, se toparon con Gunnar que empujaba
la silla de Ari, después de haberle bajado por las escaleras y vieron cómo el
chico le decía a su padre que no lo empujara. Entonces, impulsando las
ruedas con sus manos, consiguió moverse los últimos metros sin su ayuda.
Luego, miró a su padre orgulloso y sonriendo, fueron a acompañar a Rosslyn
que los esperaba dentro.
—Es increíble lo de ese chico, otro estaría tirado en la cama sin hacer
nada —Aidan lo seguía mirando, pensando en la fuerza que tenía que tener
en los brazos para poder mover la silla, estando él sentado en ella.
—Sí— Amy parecía distraída— ¿sabes en quién estoy pensando? —él
negó con la cabeza— en el hermano de Roy y Blair, los labradores. Ahora no
me acuerdo de su nombre —se mordió el labio, pensativa.
—¿Adais? —aventuró ¿A qué venía eso ahora?
—Sí ¿Sabías que sus dos hermanos quieren casarse con las hortelanas, y
que no se deciden a hacerlo porque ninguno quiere quedarse con Adais?
—No tenía ni idea— Adais era sordomudo, pero Aidan estaba seguro de
que nunca había dado problemas a su familia.
—Sí, me lo contó Roy.
—Pero ese chico es muy tranquilo ¿Qué les pasa a esos dos?
—Hay mucha gente que se ríe de él Aidan. Ya lo sabes.
—Sí, los estúpidos ¿Qué se te ha ocurrido?
—Parece un chico fuerte, puede que fuera una buena compañía para Ari
—se encogió de hombros —le podría ayudar con su silla y así Gunnar no
tendría que estar siempre pendiente de sus necesidades. Por otro lado, Adais
estaría ocupado y sus hermanos podrían casarse.
—Esas hortelanas deben de ser un poco brujas— parecía enfadado.
—Y ellos unos calzonazos —se encaró con él, indignada—¿Es que la
culpa de todo siempre la tenemos las mujeres?
—No. Tienes razón— aceptó conciliador, consiguiendo que ella se
tranquilizara— mañana, si quieres, podemos ir a hablar con ellos.
—Sí, pero antes déjame que hable con Rosslyn, es posible que a Gunnar
no le guste la idea.
—Claro —la cogió por el codo para acompañarla hasta William y su
familia que estaban charlando tranquilamente esperando que fuera la hora de
la cena.
Rosslyn, al verla, le hizo un gesto para que se sentara junto a ella.
—¡Amy!, tenía muchas ganas de hablar contigo ¿cómo va todo? —miró
hacia Aidan que se había sentado junto a Gunnar y el laird y Ari estaba
distraído leyendo un libro que le había dejado William.
—Muy bien ¿y a ti te gusta nuestra tierra? —Rosslyn parecía tan feliz,
como una chiquilla.
—¡Me encanta! Cuando vi el castillo rodeado de agua, me pareció de
cuento de hadas ¡Y qué colores, Amy!, ¡no había visto tantos tonos de verde
en mi vida! La Isla de Iona, donde crecí, no era tan bonita como todo esto —
bajó la mirada algo avergonzada— perdona, cuando me emociono me pongo
muy charlatana.
—No te preocupes, estoy de acuerdo contigo. Yo también creo que éste
es el sitio más bonito del mundo. Me gustaría que vieras la cabaña de mi
abuela, donde vivo ahora. Está en el bosque, junto al río.
—¡Claro que sí, iré encantada! —su amiga le sonrió y se inclinó para
cogerle de la mano.
—Rosslyn, quería preguntarte algo. Es sobre Ari.
—Claro, pregunta lo que quieras.
—¿Tú crees que le vendría bien que un chico del clan lo ayudara? Es
más, o menos de su edad, pero es sordomudo. No sé si eso será un problema.
—No lo sé—se mordió el labio, dudando—lo cierto es que habíamos
pensado buscar a alguien cuando volviéramos a casa, no solo para que le
ayude a bañarse y a vestirse, también para que no esté solo. Pero, si no te
importa, primero tengo que hablar con él.
—¿No tienes que decírselo primero a Gunnar? —Rosslyn sonrió
negando.
—¡Que va! Ari es muy adulto y es el que toma ese tipo de decisiones.
Primero se lo preguntamos a él y, si dice que sí, hablamos con Gunnar —
llamó a Ari y el chico dejó el libro al lado de su cadera y movió la silla hacia
ellas.
—Ari, no sé si te acuerdas de Amy. Quería comentarte algo que se le ha
ocurrido.
—Sí, me acuerdo de ti. Hola, Amy— Ari era una versión más joven de
Gunnar, pero sin la dureza de su padre.
—Hola— respiró hondo y miró a Rosslyn, que la animó a seguir— hay
un chico en el clan que tiene problemas porque es sordo. Creo que es listo,
sólo que a la gente no le gusta porque es diferente, pero es fuerte y servicial,
solo necesita un amigo y ser útil a alguien—pero no pudo explicarse porque
Ari la interrumpió.
—Amy, yo…no entiendo lo que quieres— Rosslyn decidió intervenir.
—¿Recuerdas que habíamos hablado de buscar a alguien para que se
ocupara de ayudarte y de estar contigo? Tú me dijiste que te gustaría que
fuera un chico de tu edad…—Ari asintió, entendiendo y se volvió hacia
Amy, incrédulo.
—¿De verdad que tiene problemas por ser sordo? —Rosslyn lo miró
orgullosa sabiendo desde el principio cómo iba a reaccionar.
—Sí, no creo que nunca haya tenido ningún amigo.
—No quiero que mi padre tenga que estar siempre pendiente de mí —se
encogió de hombros algo abochornado por lo que iba a confesar—y… me
gustaría poder tener un amigo de mi edad—se disculpó ante Rosslyn—ya sé
que tú eres mi amiga, pero eres muy mayor —las dos mujeres sonrieron
divertidas porque Rosslyn tenía diecinueve años.
—No te preocupes, lo entiendo perfectamente— Rosslyn le dio un beso
en la mejilla y luego se dirigió a su amiga— Amy ¿cuándo puedes traerle?
Antes que nada, tienen que conocerse.
—Aidan y yo vamos a ir mañana a hablar con sus hermanos e
intentaremos explicárselo. Ari, recuerda que no oye nada, tendréis que buscar
una forma de entenderos. Su madre y él se hablaban con gestos de las manos.
—¿No sabe leer ni escribir? —Amy miró a Rosslyn sobresaltada y ella
miró apenada al muchacho.
—Ari, la mayoría de los chicos no saben leer ni escribir. Tú tienes suerte,
tu padre se ha preocupado de que estudiaras contratando a profesores para
que te dieran clase en casa —él bajó la cara algo avergonzado, ya que
siempre le había parecido que todo el mundo que quisiera podría estudiar. Era
un ignorante, al contrario de lo que todos pensaban.
—Amy, me gustaría mucho conocerle. Por favor— contestó
humildemente.
—Claro que sí. Mañana te lo traeré, a ver si os caéis bien. Disculpadme,
pero tenemos que hablar con William —se levantó para acercarse al círculo
que habían formado los hombres, junto a la cristalera de colores del ventanal
grande. Se habían levantado hacía un rato para hablar en susurros y se
callaron al verla acercarse, hasta que William dijo:
—De acuerdo. Mañana reuniré a todo el clan y hablaré con ellos ¿Eso es
lo que necesitáis? —Aidan y Amy asintieron.
Gunnar los miraba fijamente. Era más alto que William e igual de
intimidante y, además, parecía cabreado. Amy imaginó que sería por la
posibilidad de que su mujer y su hijo estuvieran en peligro.
—Gracias William, os dejamos tranquilos para que cenéis en familia.
Mientras salían del salón, Amy se dio cuenta de que Gunnar se había
sentado junto a Rosslyn, seguramente para preguntarle por lo que habían
hablado.
—Les ha parecido bien lo de Adais y les he dicho que mañana iríamos a
verlo.
—Estupendo.
—Si te parece bien, podemos ir a mi casa, allí no nos molestará nadie —
él le echó una mirada extrañado, pero no dijo nada y se dirigieron a los
establos para recoger dos monturas.
Amy insistió en llevar un caballo propio, aunque Antares podía con los
dos perfectamente.
CUATRO

La cabaña transmitía una sensación de paz a cualquiera que entrara en


ella, siempre había ocurrido así. Amy de pequeña pensaba que su abuela
había hechizado las paredes para que, al entrar, todos se sintieran como en
casa. Dejó su capa colgada en la entrada y se volvió hacia Aidan que la
seguía.
—¿Tienes hambre? Tengo algo de sopa— Aidan aceptó y despejó la
mesa de los libros de Amy mientras ella calentaba la comida en la chimenea.
Él sabía dónde estaba todo. Había comido allí en muchas ocasiones
cuando las cosas todavía funcionaban entre ellos. Comieron en silencio, Amy
repasando mentalmente las existencias que había visto en la botica. Pero
necesitaba distraerse porque se estaba volviendo loca, intentando imaginar
quién había sido capaz de matarle.
—Quizás deberíamos ponernos enseguida con las preguntas, ¿no te
parece? —se estaban comiendo un par de manzanas que había encontrado en
la fresquera. No tenía más comida, sabía que no era muy buena ama de casa.
—Está bien. Después hablaremos— aseveró.
Amy hizo como si no hubiera escuchado nada, aunque sabía
perfectamente a qué se refería. Aidan era como un perro tras un hueso y, si
discutía con él, saldría perdiendo. Era mejor intentar desviar su atención.
Sentados a la mesa estuvieron decidiendo qué preguntas hacer a todos y
ella las iba anotando. Era algo tan nuevo para ellos, que no sabían si
funcionaría o no.
—Yo creo que ya hay bastantes. Si no conseguimos nada con ellas,
mañana pensamos otras— Aidan estuvo repasando las preguntas y luego se
levantó.
—Ahora vuelvo, salgo un momento a ver a Antares. No me importaría
beber algo de whisky, si tienes.
—Sabes que sí tengo. Cuando vengas te sirves lo que quieras —se estiró
cuando él estuvo fuera.
Seguía muy cansada, necesitaba dormir como fuera porque la siesta de
antes no había sido suficiente. Se sentó frente a la chimenea, en el sillón de su
abuela. Estaba molesta porque hasta que él no se fuera no podía acostarse,
pero decidió cerrar los ojos un segundo mientras esperaba a que volviera.
Soñó con una tierra llena de gigantes y que uno de ellos, con mucho
cuidado, la llevaba en brazos a la cama, luego la desnudó y la acostó bajo las
sábanas. Ella siguió durmiendo y soñando. Momentos después, el gigante
besaba sus labios, sus ojos y toda su cara. Eran besos ligeros, como caricias
de mariposa y Amy sonrió mientras seguía soñando. Estiró la mano para
tocar la cara del gigante y recibió un beso en la palma, entonces ella cerró el
puño para guardarlo y siguió sonriendo.
Y el gigante continuó dejando una estela de besos y caricias por todo su
cuerpo, hasta que ella accedió a ser uno con él, aunque sabía que no había
futuro entre un gigante y una humana.
Cuando todo terminó, ella suspiró sabiendo que había sido un gran error y
giró la cara hacia la pared, pero Aidan no se lo permitió, sino que la tomó
suavemente de la mandíbula e hizo que sus miradas se encontraran. Entonces
besó sus mejillas y sus tristes ojos.
—No llores amor mío, yo solo quiero hacerte feliz. Te lo juro por mi vida
— entonces, se tumbó a su lado para abrazarla y consiguió que, poco a poco,
se tranquilizara y se durmiera. Pero él siguió acariciando su espalda
suavemente, mientras pensaba en cómo podría conseguir que Amy volviera a
confiar en él como antes.
Se despertó después de que amaneciera, lo que era normal teniendo en
cuenta que había tardado mucho en dormirse. Bostezó mientras se levantaba
y salió de la casa esperando que Amy no se hubiera marchado sin él,
entonces, la vio volver del río secándose la cara. Esperó a que se acercara
observando cómo el sol hacía brillar su pelo castaño, y sonrió al recordar
cómo lo odiaba ella, cuando eran adolescentes.
—¿Por qué sonríes? —por lo menos no parecía estar triste.
—Estaba recordando cuando decías que tu pelo era del mismo color que
el de los ratones— ella sonrió.
—Sí, por aquella época lo odiaba —se encogió de hombros, algo
avergonzada por esa niñería— rodeada de pelirrojos y rubios toda la vida, mi
pelo era el más soso de todo el clan. Me hubiera encantado que fuera como el
de los demás, pero ya me he reconciliado con este color, estoy acostumbrada.
—No lo ves como yo. Mira— cogió su melena, que estaba suelta porque
aún no se había hecho la trenza, y la levantó para que el sol la iluminara,
entonces, la luz descubrió los diferentes colores que había ocultos en el tono
castaño: rubio, color cobre e incluso rojo oscuro. Después, Aidan acercó un
mechón a su boca y lo besó y ella dio un respingo al verlo, poco
acostumbrada a sus mimos. Nunca había sido un hombre cariñoso.
—Si, sé lo que estás pensando y tienes razón. He cambiado. Pensabas que
no podía hacerlo, pero eso fue antes de que te perdiera. Solo te pido que me
dejes demostrártelo.
Lo miró fijamente, intentando ver cuánto había de verdad en lo que había
dicho porque, en lo más profundo de sí, escondía una verdad que no se había
atrevido a confesarse ni a sí misma. Que seguía amándolo, como siempre.
Había sido infeliz desde que lo había alejado de su lado, pero, también sabía
que, si la volvía a traicionar, esta vez no podría sobrevivir.
Él observaba su indecisión con una mirada gris llena de seriedad. Era un
hombre enorme, con el pelo rojo peinado en dos trenzas que le llegaban a los
hombros y que rodeaban su cara salpicada de pecas. Cuando eran niños, a ella
le encantaba contar sus pecas y ver cómo se hacían más visibles en cuanto se
doraban un poco con el sol.
Volvió a la realidad con brusquedad, al darse cuenta de que lo miraba
embobada.
—Deberíamos ponernos en marcha ¿Has desayunado? —lo sorteó para
entrar en la cabaña y escuchó sus pisadas siguiéndola.
—Amy, no puedes posponerlo para siempre. En alguna ocasión
tendremos que hablar.
—Estoy harta de discutir. No sirve para nada— afortunadamente, había
encontrado algo de avena y no tendrían que marcharse con el estómago vacío
—la preparó y la puso sobre la mesa— es todo lo que tengo.
—No te preocupes, luego tomaré algo en la cocina del castillo— ella
comenzó a desayunar y Aidan salió para preparar los caballos.
Cuando volvió, ella ya había terminado.
—¿Vamos a ir ahora a ver a Adais? —él asintió, porque estaban cerca de
la casa de los labradores.
El chico estaba sentado sobre una piedra mirando el camino, aunque
seguro que hacía días que no pasaba nadie por allí. Ellos desmontaron cerca
de él, dejando los caballos atados a un árbol y, aunque no estaban junto a la
casa, podían oír los gritos de sus hermanos peleándose dentro.
—Quédate con Adais mientras veo qué pasa— Aidan parecía enfadado.
—Claro —se acercó al chico, haciéndole un gesto de saludo.
Aidan entró en la casa sin llamar, porque, aunque lo hubiera hecho, no le
habrían escuchado. Roy y Blair discutían a gritos sin que nadie pudiera
entender lo que decían.
—Buenos días, chicos…— ellos siguieron gritando sin hacerle caso,
entonces, pegó uno de los gritos que le habían hecho famoso en el clan con
los que siempre conseguía que le prestaran atención —¡Chicos! —los dos
hermanos, que eran muy altos y delgados y tenían el pelo de un intenso color
zanahoria, lo miraron sobresaltados. Ni se habían enterado de que estaba allí.
—¡Aidan! hola, ¿qué haces aquí? —Roy miró a su hermano algo
asustado.
Aidan era el segundo de William Douglas y tenía fama de ser el más duro
de su guardia. No podía ser bueno que hubiera ido a verlos, seguramente les
iba a caer una buena.
—Tenemos que hablar algo con vosotros. Por lo que veo, seguís sin
cuidar bien de vuestro hermano —señaló con el dedo hacia afuera.
—Sí, bueno… no— no sabían cómo contestar recordando la última vez
que Aidan los había regañado…
—¿Adais os ayuda en el campo? —le había parecido verlo arando alguna
vez.
—Sí—el tonto de Roy sonreía— es muy fuerte y no se cansa nunca. Es
un buen chico, pero no oye nada y hace unos ruidos muy raros cuando intenta
hablar, y a nuestras novias les da miedo— Aidan decidió que los dos eran
imbéciles y que, seguramente, el más listo de los tres era Adais.
—Creía que era mudo, que no podía usar la voz —se sorprendió— y ¿no
habéis podido enseñarle a hablar?
—Bueno—los dos se miraron —mi madre usaba una serie de gestos para
hablar con él y así nos entendemos. Pero últimamente, me parece que está
empezando a entender lo que hablamos, si nos ve la boca, pero hay que
hablar despacio claro, no es demasiado listo— soltó una risita.
—Creo que queréis casaros— iría al grano, porque si no, se liaría a golpes
con los dos y después se llevaría al hermano. Vaya dos idiotas.
—Si, bueno… —los hermanos volvieron a parecer enfadados, como si
hubieran recordado cuál era el motivo de su discusión.
—¿De verdad que no os casáis porque ninguno de los dos queréis
quedaros con vuestro hermano? —Aidan los observaba indignado.
Los padres de Aidan habían muerto cuando se incendió su cabaña, siendo
él todavía un niño, entonces William se lo había llevado a vivir a la torre y, a
pesar de que no estaba obligado, lo mantuvo allí mientras crecía. Por eso no
podía entender que alguien no valorara a su familia.
—Escuchad, hemos encontrado un trabajo que Adais podría hacer en el
castillo, por eso lo vamos a llevar ahora para allá. Si todo sale bien, os
mandaré aviso para que vayáis mañana, a enseñar a la familia con la que va a
vivir los gestos que utilizáis con él ¿De acuerdo?
—¿Cuánto nos van a pagar? —Amy entró a tiempo de escuchar la
pregunta. Había decidido hacerlo porque, por el tono de voz de Aidan, había
notado que estaba perdiendo la paciencia.
—Lo que le paguen es para él, no para vosotros—Amy no pudo evitar
contestar al tonto de Roy.
—¡Nosotros lo hemos tenido aquí desde que murió nuestra madre! ¡No
hay derecho! —Aidan se adelantó hacia el hermano que se había atrevido a
gritar a Amy, pero ella le puso una mano en el brazo para que no le hiciera
nada.
—Más vale que te calles Roy. Estás hablando con mi prometida y no
permito que nadie la grite —la voz de Aidan fue tan solo un susurro, pero
consiguió que se hiciera un silencio sepulcral en la cabaña.
Amy decidió que, si no decía lo que pensaba, reventaría.
—Me imagino lo que habrá sufrido Adais por vivir con vosotros. Ya que
solo queréis saber lo que salís ganando con esta solución, pensad que, si
vuestro hermano consigue el trabajo, os podréis casar sin que os moleste su
presencia—los miró de arriba abajo—desde luego, si fuerais de mi familia, os
habría dado de collejas. Vamos Aidan— salió con un revoloteo de su capa y
él la siguió, después de lanzar a los dos hermanos una última mirada
amenazante.
Amy de detuvo a pocos pasos de Adais, y se quedó mirándolo.
—No soporto a la gente tan cruel —él notaba su tristeza—míralo,
seguramente está acostumbrado a estar siempre aquí fuera, como si fuera un
animal.
—Lo sé —la cogió la mano y le besó los nudillos— piensa que, gracias a
ti, su vida va a cambiar, àlainn —se dio la vuelta y pegó un grito a los dos
hermanos— ¡Salid un momento, necesitamos que expliquéis a Adais que
tiene que venir con nosotros!
Salió uno de ellos, el que parecía más tranquilo. Amy hizo memoria, y
recordó que se llamaba Blair. Estuvo haciendo gestos a Adais, que, al
comprender lo que le decía, los miró asustado y cogiendo a su hermano por el
brazo, negó repetidas veces con la cabeza. Entonces, empezó a llorar y Amy
se acercó a él. Adais y ella se habían visto algunas veces, cuando su madre lo
había llevado a la rebotica para buscar algún remedio.
—Blair, dile que yo voy a estar allí, con él— eso hizo que se tranquilizara
un poco, aunque no dejó de llorar. Amy le señaló los caballos para que
entendiera que había que montar y, entonces, la mirada de Adais se iluminó.
—Le gustan mucho los caballos— Blair justificó así el cambio de actitud
de su hermano.
—¿Sabe montar? —Aidan no lo había visto nunca sobre un caballo.
—No, a mi madre siempre le dio miedo que montara, por si se caía.
El otro hermano salió con un hatillo de tela, en el que parecía haber muy
poco dentro.
—Son sus cosas— Aidan lo cogió ceñudo, decidiendo en ese momento
que, si el muchacho no se quedaba con Ari, se quedaría con él. No permitiría
que volviera con ellos.
—Vamos, Amy— ella cogió de la mano a Adais para acercarlo a su
caballo y él la miró sonriente, siguiéndola sin temor. Lo hizo acariciar la
cabeza del caballo y el chico rio de felicidad. Su risa sonaba como la de un
niño y consiguió que Aidan y ella, se miraran y sonrieran.
—Amy, mi caballo es más fuerte, que monte conmigo
—De acuerdo, monta y lo ayudaré a subir detrás de ti —los dos hermanos
miraron a Adais, cuando subió tras Aidan, con cara de envidia.

Dejaron los caballos con Scott, el mozo, que miraba a Adais con los ojos
como platos y subieron a las habitaciones de Rosslyn. Les abrió la puerta
enseguida.
—¡Hola! Gunnar quiere conocer al chico antes de que se lo llevemos a
Ari— estaba un poco nerviosa, ya que su marido podía parecer terriblemente
serio y duro. El vikingo estaba de pie, esperando y se acercó a ella para
tranquilizarla.
—Tranquila Rosslyn, no me lo voy a comer. Ya he desayunado— Aidan
sonrió, pero a Amy no le hizo ninguna gracia y entendía a Rosslyn, que había
fruncido el ceño y se había acercado junto a su marido para decirle algo en
voz baja. Él le contestó con otro susurro, y después le dio un ligero beso en
los labios.
Gunnar hizo un gesto al chico que estaba junto a Amy, para que se
acercara a él y Adais lo hizo; entonces, el vikingo le ofreció su mano derecha
con la palma hacia arriba y el muchacho, después de dudar unos segundos,
puso la suya encima y Gunnar estrechó su mano mirándolo a los ojos.
Después de unos segundos, soltó su mano y lo cogió por el hombro. Adais
sonreía.
—Venid, vamos a ver a mi hijo.
Ari había estado toda la noche despierto, pensando en lo que iba a ocurrir
y algo preocupado, porque no sabía cómo iba a entenderse con alguien que
no oía nada. Por fin, tras mucho discurrir, esa mañana se le había ocurrido
una idea, pero tenía que ver si funcionaba.
Lo encontraron en medio de la habitación, sentado en su silla de ruedas.
Se giró para estar frente a ellos, con unas láminas encima de sus piernas.
Gunnar, acompañó a Adais hasta su hijo.
—Ari, este es Adais, espero que os llevéis bien.
—Sí, padre.
—Pon la palma derecha de la mano hacia arriba, para que os saludéis—
su hijo lo hizo y Adais imitó el gesto— ahora, estréchale la mano mirándolo a
los ojos.
—¿Qué es eso que tienes encima de las piernas Ari? —Amy creía saber
lo que iba a intentar y le parecía muy buena idea.
—He dibujado algunas cosas poniendo su nombre al lado—les enseñó
una de las hojas—aquí hay una mesa, una cama, y una silla. Si aprende a leer
y a escribir podremos comunicarnos, aunque sea sordomudo.
—No es mudo— a Aidan le pareció importante que lo supiera.
—¿Cómo? —todos se giraron a mirarlo.
—Que puede hablar, pero no le han enseñado a hacerlo. Debe de ser
difícil enseñar a un sordo a hablar.
Ari se quedó pensativo un momento antes de decir:
—Padre, yo creo que es mejor que me dejéis a solas con él. Así estaremos
más tranquilos.
—Si estás seguro…— miró a su hijo algo preocupado— Ari, si notas algo
raro llámame por favor, esperaremos en nuestra habitación.
—Sí, padre, pero no te preocupes. No pasará nada—hizo un gesto para
que se fueran provocando que Adais, que estaba pendiente de lo que hacía,
riera y, cuando lo escucharon, los demás sonrieron— ¡venga iros!
Aidan y Amy aprovecharon para ir en busca de William a quien
encontraron en el salón. Estaba sentado en su sillón, bebiendo cerveza y con
cara de cansado.
—Ya estáis aquí, ¡menos mal! Ya he hablado con todos los que viven en
el pueblo. Creo que la mayoría lo ha entendido y no os darán problemas. Si
alguno no quiere contestaros, decídmelo, aunque yendo Aidan—miró con una
sonrisa sarcástica la altura de su segundo— no creo que nadie se atreva. Me
voy, tenía que haber salido hace un par de horas, pero os he estado esperando.
—Hemos ido a por Adais, y ya está con Ari— Amy se justificó enseguida
por miedo a que la tomara con Aidan.
William solía ser justo, pero tenía muy mal carácter y nunca se sabía
cuándo le iba a dar uno de sus arranques.
—Espero que esos dos se entiendan, sería estupendo. Me voy ya —se
levantó, despidiéndose de Amy— Aidan, acompáñame hasta la calle, tengo
que decirte varias cosas. Seguramente no volveré hasta mañana —se
dirigieron al pasillo hablando en voz baja, Aidan inclinaba la cabeza hacia
William, mucho más bajo para escuchar bien lo que decía.
El laird esperó hasta que no pudieran escucharlos, entonces se detuvo,
miró fijamente a Aidan y le dijo:
—Confío plenamente en ti, lo sabes, pero esto hay que solucionarlo
deprisa. La gente está muy nerviosa y no puedo permitir que haya un asesino
entre nosotros que puede seguir matando.
—Ahora mismo vamos a empezar los interrogatorios. Daremos con él, no
te preocupes— William asintió algo más calmado.
Si había alguien que pudiera averiguar lo ocurrido, ese era Aidan. Le dio
una palmada en un hombro y se fue a por su caballo.
CINCO

Aidan volvió pensativo al salón y no escuchó la pregunta de Amy


—¿Qué cómo lo vamos a hacer? —él estaba despistado —los
interrogatorios…
—¡Ah! No lo sé, si quieres podemos empezar por los sitios de trabajo y,
dependiendo de lo que vayamos descubriendo, elegiremos con quien hablar a
continuación. Creo que es mejor que lo decidamos sobre la marcha.
Amy estuvo de acuerdo y salieron a la calle. A su izquierda estaba la
cabaña que hacía las veces de cocina, a donde se dirigieron después de una
rápida mirada entre ellos. Era el edificio más cercano a la torre, parecía un
buen sitio por dónde empezar.
La señora Craven, el ama de llaves también estaba allí. Hablaba con la
cocinera, por algo relativo a la comida, ellas dos y Clarine, la ayudante, se los
quedaron mirando boquiabiertas cuando los vieron entrar.
—Buenos días —Amy decidió empezar— creo que William os ha
avisado de que íbamos a hablar con vosotras— ellas murmuraron que sí—
¿Hay algún sitio donde nos podamos sentar para hablar con tranquilidad? —
Beth, la cocinera señaló la mesa que había en la habitación de al lado.
Allí comían los trabajadores que no tenían casa en las tierras. Y no solo
ellos, Aidan y Amy también lo habían hecho muchas veces, por ejemplo.
—Bien —Aidan se adelantó— señora Craven, ¿le parece que empecemos
por usted? —la aludida aceptó devolviéndole una mirada perspicaz. Siempre
que la veía, Aidan recordaba cuando le había pillado de pequeño haciendo
alguna trastada, y la bronca y el castigo correspondiente.
Amy le hizo un gesto a Aidan para que la dejara empezar a ella. Él se
quedó de pie, ya que le resultaba difícil sentarse a esa mesa, que para él era
casi de juguete. No tenía donde meter las piernas, de hecho, cuando comía
allí, solía sentarse de lado.
—Señora Craven, tenemos que hacerle algunas preguntas siguiendo
órdenes de William, ¿lo entiende?
—Por supuesto —la anciana juntó sus manos, como si fuera a rezar.
—Bien, a ver —cogió la lista de preguntas y, cuando vio que la otra
mujer intentaba leerlas, Amy la colocó de manera que no pudiera hacerlo —
¿cuándo fue la última vez que vio a Archibald, el boticario?
—No lo sé. Seguramente el fin de semana, cuando vino el cura a decir
misa. Esta semana no había necesitado nada de la botica.
—Y ese día ¿habló con él o se fijó en algo raro?
—No hablé con él, aunque los saludé a él y a Lidoine al salir de la iglesia,
pero ¿en qué me iba a fijar muchacha? —le miró como si estuviera loca
—Si le vio normal o parecía enfermo…, por ejemplo.
—¡Ah, ahora te entiendo! No, no recuerdo haberle visto diferente a otras
veces —abrió mucho los ojos—. ¡Espera! sí que fui a por algo a la botica,
hace tres o cuatro días. A recoger los polvos de la señora.
—¿De la señora? —Amy sintió que la recorría un escalofrío.
—Sí, de Aileen. Desde que volvió de …ya sabéis… de ese sitio, Archie le
hacía unos polvos para que tomara cuando le daban uno de sus ataques —
Amy miró a Aidan porque no sabía a qué se refería y él se lo explicó en una
sola frase.
—Aileen estuvo durante un tiempo internada en Bedlam—Bedlam era
una famosa institución psiquiátrica y Amy continuó después de escucharlo.
—¿Sabe de qué son esos polvos?
—No. Yo solo le decía a Archie que iba a por lo de la señora y él me lo
daba.
—Una última cosa señora Craven ¿Hay alguna persona, que usted
recuerde, que discutiera con el boticario o con quien se llevara mal?
—Archie era muy buena persona y todos lo queríamos mucho. Con el
único que discutía era con el médico, pero lo hacían por cosas de su trabajo.
El médico siempre estaba diciendo que los boticarios no eran necesarios y
cosas así.
—¿Recuerda alguna cosa más que usted crea que nos puede servir para
descubrir quién lo mató? —la anciana lo pensó durante un par de minutos,
antes de negar con la cabeza.
—No, y me gustaría poder ayudar más porque siento mucho lo ocurrido.
Repito que era un buen hombre.
Cuando Amy le dijo que habían terminado, la señora Craven se fue y, a
continuación, se sentó ante ellos Beth, la cocinera. Era una mujer muy
afectuosa, a la que le encantaban los niños. Aidan se sentó junto a Amy, que
le pasó la lista con las preguntas.
—¿Cuándo viste por última vez a Archie?
—Hace un par de días, Clarine se cortó pelando patatas y la llevé a que
Archie la viera. La cosió sin que ella lo notara, tenía muy buena mano para
esas cosas. Para que se distrajera, le estuvo contando historias de su juventud,
consiguiendo que no parara de reír. Era un hombre encantador. Cuando no
estaba su mujer en casa, comía siempre aquí.
—¿Es normal que, si os cortáis, vayáis al boticario? Yo hubiera ido al
médico ¿no? —Aidan parecía extrañado. Amy, sin embargo, sabía cómo
pensaban todos en el pueblo.
—Es que Archie era tan agradable que…—se encogió de hombros
echando una mirada rápida a Amy, que entendió lo que quería decir—
cuando era algo que él podía curar, preferíamos ir a la botica. No creo que
haya nadie en todo el clan, a quien no le gustara Archie.
—Comprendo —Aidan miró a Amy, que se sintió en la obligación de
aclarárselo.
—Anice Crane es un sassenach y su carácter no ayuda…—el médico era
inglés.
—Pero ¡si lleva aquí diez años! —Amy estaba asombrada de lo ciegos
que eran los hombres para algunas cosas—William no sabe nada de esto, os
lo aseguro. Contrató a Anice para mejorar la salud de todos los del clan, y no
creo que a William le guste que nadie vaya a verle porque no sea de por aquí.
—¡Vamos Aidan, no exageres! Estamos diciendo que eso ocurre cuando
son curas pequeñas. Para enfermedades graves, todos van al médico, pero se
sienten—se dio cuenta de que estaba hablando de Archie como si todavía
estuviera vivo y rectificó—bueno… se sentían, más cómodos con Archie. Por
eso la mayoría de la gente prefería que él los atendiera.
—Me acuerdo cuando Amy empezó a trabajar con él— Beth miró a
Aidan, divertida— muchos chicos del clan iban continuamente para que ella
les curara algunos dolores imaginarios de la espalda, el cuello o de una
mano… Archie siempre contaba riendo que nunca había tenido tantos
jóvenes enfermos haciendo cola, y que, además, ninguno quería que él los
atendiera. Todos preferían a Amy— Beth rio encantada al ver la cara de Amy
y de Aidan. Ella parecía algo avergonzada, y él con ganas de matar a alguien,
entonces se levantó y salió dejándolos solos. Les dejaría cinco minutos para
tragar esa píldora, todos sabían que esos dos necesitaban un buen empujón.
—¡No me habías dicho nada! —Aidan parecía a punto de explotar y,
como todos los pelirrojos, se ponía muy rojo al enfadarse.
—¿Qué querías que te dijera? —ella bajó la voz adrede. Estaba segura de
que, en la cocina, que era la habitación de al lado, las tres mujeres estaban
atentas a la menor sílaba.
—Que te acosaban todos los chicos del clan.
—¡Venga ya Aidan! Eran unos niños, nunca pasó nada— siseó entre
dientes.
—Ya —levantó la voz— ¡Clarine! ¿puedes venir? —Aidan se había
enfadado y cuando estaba así, todavía se ponía más burro. Amy esperaba
tener suficiente paciencia para poder pasar el día sin discutir con él, aunque lo
dudaba.
Después de Clarine, que no dijo nada interesante, las siguientes en ser
interrogadas fueron Lowena y Effie, las chicas que trabajaban en el lavadero
que era el edificio más cercano a la cocina y junto al que estaba el pozo, del
que se encargaba Lowena.
Ninguna de las dos reconoció haber visto a Archie recientemente, pero
Lowena les dijo que hablaran con Scott, su novio. Esa semana había ido a la
botica porque uno de los caballos le había hecho daño en un pie de un
pisotón. Aidan comenzaba a sentir que la cabeza le daba vueltas,
afortunadamente Amy era la encargada de apuntar todo porque era mucho
más rápida que él escribiendo. Al lado de las preguntas que llevaban escritas
apuntaban el nombre del que contestaba y, a continuación, las respuestas.
Cerca del pozo, estaban los establos, donde trabajaban James Blair, al que
llamaban Jamie, y Scott, su ayudante. Allí no había ningún sitio donde
pudieran sentarse, así que fueron con Scott al fondo del cobertizo para tener
algo más de intimidad. En un par de ocasiones habían visto a varias personas
intentando escuchar lo que hablaban, por lo que procuraban que no se los
viera y oyera desde la calle.
Scott era un chico moreno, alto, con grandes ojos marrones. Desde el
principio de la conversación hablaba a Amy con un tono extraño, como si se
estuviera insinuando y Aidan empezó a cabrearse. Sabía que era un gallito,
pero él no tenía problema en enseñarle modales, entonces se acercó a él
dejando pocos centímetros entre los dos.
Scott era tan alto como él mismo, pero se podían hacer tres como él, con
los músculos de Aidan. Amy giró la cabeza para que no vieran su sonrisa.
Ella no se sentía amenazada por un chico como Scott, pero Aidan no
consentiría que nadie la faltara al respeto. Eso era cierto.
—¿Notaste algo raro cuando fuiste a ver a Archie? —le echó la mirada
especial que guardaba para sus hombres cuando le cabreaban, y que todos
temían.
—Sí, la señora Craven, esa vieja bruja, estaba discutiendo con él. Era
sobre algo de la medicina de Aileen— Amy lo miró fijamente, pero el chico
no se inmutó. No era muy inteligente, pensó Aidan, que sonrió relajado
porque sabía que Amy le daría lo suyo enseguida.
—¿Esa vieja bruja? Me imagino que la llamas así, porque te ha
encontrado en alguna ocasión haciendo algo que no debías— Aidan la miró
sorprendido por su suposición, pero el chico se puso rojo y empezó a
tartamudear. Entonces ella entrecerró los ojos y luego miró a Aidan, pero
decidió dejarlo y volver cuando tuvieran más información.
James Blair les dijo que Scott era algo tonto, pero que no creía que fuera
capaz de hacer daño a nadie. Aunque reconocía que tenía que estar siempre
detrás de él, porque se distraía mucho con las chicas. Al salir de allí vieron a
Lidoine que se dirigía a la botica, acompañada de una chica con un bebé en
brazos, que debía de ser su hija. La botica estaba justo enfrente de los
establos, por lo que iban a pasar ante ellos. Pero Amy no esperó, anduvo
hacia ellas y, cuando llegó a su lado, se abrazó a Lidoine.
Una hora después, las dejaron en la botica para que descansaran y Amy
aseguró a Lidoine que volverían al día siguiente para hablar. Pero, antes de
irse, la mujer pidió a Aidan hablar con él a solas, mientras, Amy se quedó
haciendo carantoñas al bebé, que seguía en brazos de su madre.
—¿Sí señora…? —la mujer, con las huellas de las lágrimas todavía en sus
mejillas, lo miró con la mayor dignidad.
—Nada de señora, Aidan. Te conozco desde que no levantabas un palmo
del suelo. Todos los que me he encontrado desde que he llegado me han
dicho que eres el encargado de que se haga justicia con mi Archie. Espero
que encuentres al mal bicho que ha matado al mejor hombre del mundo, y
que lo pague.
—Sí Lidoine, haré todo lo posible. Te lo prometo.
—Y otra cosa —lo señaló con el índice— más vale que ahora te portes
bien con nuestra Amy, si no, haré lo que tenía que haber hecho su familia
contigo. Te castraré. Me da igual que seas el segundo de William o no. ¡Haz
feliz a esa chica y déjate de tonterías, no vas a encontrar otra igual!
—Lo sé, Lidoine— Amy se había acercado y los miraba aterrada.
—Por favor Lidoine, déjalo. Puedo defenderme sola— estaba
avergonzada.
—Hago lo que haría tu madre si estuviera aquí, y ahora iros por favor.
Tengo que descansar, siento que la cabeza me va a estallar. Amy ¿te importa?
—pidió, Amy la entendió sin que le dijera nada más.
—Claro —se dirigió al mostrador y, de la parte de abajo, sacó un frasco
que le dio a Lidoine, luego besó su mejilla— mañana vendré a verte, ya
sabes, toma solo una cucharada. Solo queda ese frasco, si quieres, mañana te
haré más.
—Gracias, hija. Hasta mañana
Volvieron a la torre porque Amy quería ver qué tal iba todo con Adais.
Los dos estaban de acuerdo en que, si las cosas con el hijo de Gunnar no
funcionaban, no lo devolverían con sus hermanos, encargándose de él.
Subieron a las habitaciones de Gunnar y Rosslyn, pero al llamar, no contestó
nadie, por lo que llamaron a la habitación de enfrente y al entrar, se quedaron
sorprendidos, al escuchar las risas de todos.
Estaban sentados alrededor de una mesa, junto a la ventana. Ari, en la
silla de ruedas, estaba junto a Adais, y su padre y Rosslyn estaban cada uno a
un lado de la mesa. Y parecían estar pasándolo muy bien.
—Hola— Gunnar los vio enseguida y se levantó a saludarlos, muy
sonriente.
Adais, al notar que todos miraban detrás de él, se volvió, y se levantó
detrás de Gunnar, parándose ante Amy. Extendió su mano con la palma boca
arriba y esperó, ella puso la suya sobre la del chico, y le dio un apretón
cariñoso, y él le estrechó la mano como le había enseñado Gunnar. Luego se
volvió hacia Aidan e hizo lo mismo.
Rosslyn se acercó a ellos, abrazando a su marido por la cintura. No podía
estar más orgullosa.
—¡Qué gran idea Amy! Ari y él están muy a gusto juntos. Es un buen
chico— Amy observó que Adais volvía a sentarse junto a Ari y seguía
mirando las láminas que el otro le enseñaba.
—Menos mal, pensaba que a lo mejor tendría que llevármelo a mi casa.
Lo que faltaba para empeorar el carácter de Aidan— el aludido sonreía por la
broma, pero no contestó y se acercaron a la mesa.
—Ari ha hecho unos dibujos básicos y parece que, gracias a eso,
consiguen entenderse— Gunnar estaba muy orgulloso y no intentaba
disimularlo.
—Tienes un hijo increíble Gunnar —se apartaron un poco para no
molestar a Ari y su nuevo amigo que seguían con las láminas.
—Lo sé. Y una mujer más increíble aún, si no fuera por ella no sabría
cuánto vale mi hijo— vieron en su cara una expresión fugaz de
arrepentimiento —lo he querido desde que nació, pero no me acercaba a él
por miedo. Me dijeron que viviría poco tiempo y no quería encariñarme
demasiado con él— suspiró— ¡qué estupidez, como si se pudiera evitar
querer a un hijo! Desde que nació lo quise— Gunnar tenía la voz ronca y
Rosslyn le acarició la mejilla de la cicatriz con la palma de su mano y se
cogió de su brazo, feliz.
Amy, después de verlos, no tenía ninguna duda de que existían los
milagros. Gunnar el terrible, el cruel vikingo que había secuestrado a
Rosslyn, se había convertido en un gatito entre sus manos. Aidan también se
había dado cuenta de cuánto habían cambiado las cosas en esta familia.
—De todas maneras, hemos quedado con sus hermanos en que los
traeríamos mañana, para que os enseñen los gestos con los que se comunican
con él. Nos ha parecido que os podría servir de ayuda.
—Por supuesto, traedlos. Muchas gracias a los dos.
—De nada Gunnar, nos alegramos de que todo haya salido bien. Mañana
vendremos y…— no pudo seguir hablando porque la puerta se abrió de
repente y todos se giraron sobresaltados. En el umbral estaba Connor, uno de
los soldados de la guardia permanente de William.
Aidan se acercó a él. Parecía asustado, con calma, le puso la mano en el
hombro para intentar tranquilizarle.
—Cálmate Connor y dime qué pasa.
—¡Hay otro cadáver! Es Lowena, la chica encargada del pozo. ¡La han
tirado dentro! Erick y Adam están intentando sacarla. Yo he venido corriendo
a avisarte.
—¡Vamos! —se volvió hacia Amy— quédate aquí—dijo, y salió
corriendo con Connor.
Amy se quedó durante unos segundos pensativa, pensando si tenía que
obedecerle, pero decidió que no iba a empezar a hacerlo a estas alturas y salió
corriendo detrás de ellos, despidiéndose con un grito de todos los demás que
los miraban asombrados.
SEIS

Los hombres de William estaban intentando apartar a los que se habían


congregado alrededor del pozo. Había tanta gente que Amy ni siquiera se
podía acercar. Aidan, al ver que no conseguía que la gente volviera a sus
ocupaciones, había colocado a Connor, Erick y Adam formando una cadena
para que nadie se acercara a Lowena. Estaban acostumbrados a las peleas y a
la sangre, pero no a encontrar el cadáver de una chica a la que veían todos los
días, y estaban bastante impresionados, pero consiguieron retrasar a los
vecinos y dejar el espacio suficiente alrededor del cuerpo.
Entonces, dejaron pasar a Amy que enseguida vio a Effie, la otra chica
que trabajaba en el lavadero, junto a Lowena. Aidan intentaba hablar con ella,
pero no parecía capaz de responder a nada, sólo gritaba y lloraba como una
histérica mientras miraba el cadáver de su amiga.
Amy se acercó al pozo y observó el suelo. La tierra estaba húmeda y pudo
distinguir las huellas que habían dejado varios tipos de pies, además, el borde
del pozo y parte del suelo estaban manchados de sangre. Dejó que Aidan
intentara tranquilizar a Effie, mientras ella se arrodillaba junto a Lowena.
Debajo del corazón asomaba el mango de una daga que no tenía ninguna
marca especial. Casi no había sangrado por la herida, la muerte tenía que
haber sido muy rápida.
No la conocía bien, ya que era bastante más joven que ella, y
precisamente por su juventud, sintió una gran tristeza al cerrarle los ojos que
parecían tener una mirada de sorpresa. Con la luz del sol, brilló algo en su
cuello y apartó un poco la blusa para ver qué era. Se sorprendió al ver una
cadena de oro bastante ancha, no creía que con el trabajo de lavandera se
pudiera comprar ese tipo de joyas.
—Amy. Apártate, por favor— Anice Crane había llegado y se levantó
para dejarle sitio.
El médico parecía más afectado por la muerte de Lowena que por la de
Archie, quizás porque era muy joven. Lo dejó en cuclillas al lado de la
muerta y decidió ayudar a Aidan que parecía no haber avanzado nada con la
chica.
—Effie ¿quieres tomar un té? —Aidan la miró con cara de desesperación
— ven, vamos a la cocina —la cogió por la cintura, mientras que Aidan se
quedaba allí para dar instrucciones a los guardias. Los vecinos seguían sin
moverse intentando satisfacer su curiosidad.
Beth hizo té para las dos y se sentaron en el comedor. Effie se había
calmado un poco y bebía despacio de su taza, mientras se secaba las lágrimas
con un pañuelo que Beth le había dado.
—Effie, ¿crees que puedes hablar ahora? –susurró un sí— está bien, pues
dime cuando fue la última vez que viste a Lowena—la muchacha retorció el
pañuelo entre las manos, poniéndose nerviosa con la pregunta. Bebió otro
sorbo de té antes de hablar.
—Cuando habéis salido antes de aquí, ella os ha seguido. Al cabo de unos
minutos ha vuelto y me ha dicho que no dijera nada, pero que iba a hablar
con Scott. Estaba muy enfadada con él y ya no la he vuelto a ver— volvió a
llorar, esta vez silenciosamente.
—¿Sabes por qué nos ha seguido? —Effie se mordió el labio
—Creo que…quería saber con quién hablabais.
—Ya, ¿y por eso estaba enfadada? ¿por algo que nos ha dicho Scott?
—No lo sé—volvía a retorcer el pañuelo y parecía a punto de ponerse
histérica.
—¿No te ha extrañado que no volviera?
—No. Cuando iba a ver a Scott, muchas veces aprovechaban para…— no
se atrevió a explicarse con claridad— bueno…quiero decir que…tardaba
bastante en volver. Así que no me he preocupado, además, si discutían
entonces tardaba mucho más.
—¿Discutían mucho?
—Sí. Lowena era muy celosa, ella siempre decía que era asó porque él le
daba motivos. Pensaba que tenía algún lío por ahí, pero, cuando lo acusaba de
engañarla, él se carcajeaba en su cara
Amy sintió algo y volvió la cabeza. Aidan estaba apoyado en la puerta
cruzado de brazos y lo miró negando con la cabeza, porque no creía que
sacaran mucho más de ella. Por lo menos hoy.
—¿Has terminado?
—Creo que sí.
Beth apareció para hacerse cargo de la chica y se sentó junto a ella,
haciéndole un gesto a Amy para que se fuera. Ella salió acompañada por
Aidan y le susurró:
—Esta chica es agotadora.
—Si. He oído la mayor parte de la conversación. Scott, con el que
tendríamos que hablar ahora, ha salido a entrenar un caballo, dice James que
no volverá hasta dentro de un par de horas ¿Quieres que comamos aquí?
Amy miró hacia el pozo donde ya no estaba el cadáver de Lowena y los
curiosos se habían marchado. Aidan también miró hacia allí y ella notó su
preocupación.
—Vámonos a mi casa, nos vendrá bien salir de aquí un rato. Pero
recuerda que no hay comida.
—Está bien. Espera un momento.
Volvió a entrar en las cocinas y salió minutos después con una cesta que
le había preparado Beth, luego, se dirigieron a los establos. Al recoger los
caballos, James preguntó algo sobre la muerte de Lowena, pero Aidan le
contestó que no le podía decir nada.
Hasta que no salieron de la empalizada, no respiró tranquila. Mientras
recorría el estrecho puente que unía la fortaleza con la tierra, observó con
detalle los diferentes tonos de verdes, azules y marrones que los rodeaban, tal
y como le había enseñado su abuela que hiciera cuando tenía una
preocupación. Y nunca fallaba, si observaba con detalle la naturaleza,
siempre se tranquilizaba. Cuando llegaron al final del puente, Aidan puso a
Antares a un trote suave y ella lo imitó.
—¿Quieres que vayamos a Arkaig? —tuvo que gritar para que ella lo
escuchara, a pesar del ruido de los cascos.
—¡Me encantaría!, pero está demasiado lejos.
Recordó con cariño aquel rincón del bosque donde solían ir, junto a un
lago lleno de patos.
—Vamos a la cabaña, por favor Aidan —él frunció el ceño, disgustado al
notar la tristeza en su voz y no tener más tiempo para estar juntos, como le
gustaría.
Dejaron sueltos a los caballos para que pudieran comer hierba y moverse
un poco y Aidan cogió la cesta para meterla en la cabaña, pero Amy se
dirigió al río. Él la miró extrañado, al ver cómo se quedaba en ropa interior, y
que luego se metía en el río nadando hacia la poza, su lugar preferido. Él
entró en la cabaña dejando la comida y cogió la manta que había tejido la
abuela de Amy con los colores del clan, y que siempre estaba sobre la cama.
Luego, fue a la orilla a esperarla, ella se sumergió varias veces y, después,
nadó hacia él. Cuando salió, la abrigó con la manta y la estrechó con fuerza
contra él, luego le dio un beso en la frente. La cogió en brazos y la llevó a la
cabaña y se sentó en el sillón de la abuela, colocándola sobre su regazo.
—¡Maldita sea Amy! Tienes los labios azules— no le gustaba verla así.
—Es que el agua estaba helada— temblaba
—Voy a encender el fuego.
—¡No!, no merece la pena. Tenemos que volver enseguida
Ella se quedó de pie abrazándose a la manta, le empezaban a castañetear
los dientes.
—No te preocupes, lo apagaré antes de irnos, pero no quiero que te
enfríes.
—Lo siento Aidan, no he podido evitar meterme en el río. No sé qué me
ha pasado.
—Que no estás acostumbrada a ver muerta a gente que conoces. Ya
estabas mal desde que viste a Archie y ahora, esto. Y lo peor es que sabemos
que el asesino es alguien del clan.
Encendió el fuego y volvió a sentarse con ella encima.
—Es difícil aceptar que alguien, al que conocemos de toda la vida, es
capaz de hacer algo así —se recostó sobre Aidan, mientras él acariciaba su
espalda con suavidad.
—¿No quieres acostarte un poco?
—No—él echó una última mirada a sus ojeras, pero se mordió la lengua
para no decir nada.
—Entonces comeremos en cuanto entres en calor. Recuerdo muy bien lo
insoportable que te pones cuando estás hambrienta —se sintió un poco más
tranquilo al escucharla refunfuñar, aunque siguieron en la misma posición
unos minutos más, mirando el fuego.
—¿Comemos? —Amy tenía la voz ronca y él la ayudó a levantarse y se
fue a su habitación para vestirse. Mientras, él, comenzó a sacar la comida de
la cesta.
Cuando terminaron de comer, estuvieron unos minutos sentados en las
escaleras de la cabaña observando correr el agua del río.
—Tendríamos que haber ido a recoger a Roy o a su hermano, para
llevarlos al castillo—Aidan se frotó la nuca, disgustado—se me ha olvidado
por completa con lo de Lowena.
—¿Quieres que vayamos ahora?
—No, volvamos y enviaré a uno de mis hombres para que lo haga.
—Va a anochecer enseguida, ¿no es mejor que vayan mañana por la
mañana?
—Sí, puede que tengas razón— Aidan se levantó y la ayudó a hacer lo
mismo. Había que volver.

Scott ya estaba en el establo cepillando un caballo, estuvieron observando


cómo trabajaba durante unos segundos.
—No parece muy apenado después de perder a su novia— susurró Aidan.
—La verdad es que no— más bien parecía enfadado. Trataba bien al
caballo, pero su expresión era tirante.
Aidan se adelantó para hablarle.
—Buenas tardes, Scott— el chico le miró, parecía asustado
—Hola— inclinó la cabeza como si intentara mostrar respeto en una
actitud totalmente diferente a la de esa misma mañana.
A Amy no le gustó. Ese chico ocultaba algo.
—Queríamos preguntarte por Lowena, nos han dicho que habíais
discutido ¿es cierto? ¿hay algo que tengas que contarnos? —el chico lo negó
volviéndose hacia ellos con el cepillo en la mano.
—¡No!¡Yo la quería!, no sé lo que ha pasado. Seguramente se ha caído y
se ha dado en la cabeza, era un poco torpona— miró a Amy y la sonrió
temblorosamente, pensando que sería más fácil ganársela a ella. Ella lo
observó y realmente no parecía saber la causa de la muerte de su novia.
—Scott, ¡escucha! —Aidan se acercó más a él, intimidándole con su
tamaño— dime si discutisteis y sobre qué— el muchacho parecía a punto de
llorar. Debía tener unos 20 años, pero en ese momento era como un niño.
—¡Sí, es verdad!, discutimos, ¡estaba como loca porque pensaba que la
engañaba! —se limpió las lágrimas de un manotazo— pero cuando la dejé
junto al pozo, estaba bien ¡Lo juro! —respiró hondo intentando no llorar —
luego, vine a por el caballo y lo saqué al campo. No podía aguantarla cuando
se ponía así, pero nunca le habría hecho daño y no sé qué le pasó, ¡de verdad
que no! —entonces, rompió a sollozar sin control cayendo de rodillas en el
heno, junto a las patas del caballo. El animal permanecía tranquilo, a la
espera de que terminaran de cepillarlo.
Amy giró la cabeza hacia la entrada, donde se escuchaban varias voces.
Algunos de los vecinos estaban discutiendo con James porque querían entrar
a por Scott, convencidos de que era el asesino.
—Aidan—se acercó a él— escucha a la gente, creen que ha sido él.
—¡No!, no les dejéis que me cojan ¡por favor! ¡me matarán!, sabéis que
lo harán. Es lo que hacen a los asesinos de mujeres ¡pero yo no he hecho
nada!
—Cálmate Scott, nadie va a hacerte nada. Por lo menos esta noche —lo
cogió del hombro, para que lo acompañara— Amy, ponte detrás de mí y no
digas nada— ella asintió, empezando a asustarse.
Cuando los vieron, los hombres avanzaron hacia ellos como uno solo.
—¡Déjanoslo Aidan!, todos sabemos que ha sido él, ¡no dejaremos que
siga vivo después de matar a una pobre chica! —era Bean, el herrero. Aidan
se prometió que ya hablaría con él, a solas, y le explicaría que así no se
hacían las cosas.
—¡Cállate, Bean! —siguió avanzando con Scott cogido por la camisa y,
al llegar junto a ellos, siguió andando, obligándolos a quitarse de en medio o
los atropellaría. Todos se apartaron de su camino al ver que no lo
intimidaban. Amy lo seguía, muda.
Cuando llegaron a la puerta del castillo, Aidan se dio la vuelta y les dijo:
—¡Iros a casa o a trabajar! Volveré dentro de un rato y el que siga aquí,
se las verá conmigo —la amenaza fue suficiente para que se dispersaran
porque todos conocían su genio. Amy nunca había sido consciente de la
autoridad que era capaz de transmitir. Bajaron por las escaleras, hacia las
mazmorras y Connor apareció ante ellos de la nada, como si hubiera leído la
mente de su jefe.
—Mételo en una celda.
—¡No he hecho nada! —Scott comenzaba a darse cuenta de su situación
y empezó a gimotear, pero Aidan ya se había cansado de sus quejas, además
de que al igual que Amy, sabía que les ocultaba algo.
—¡Cierra el pico! El único motivo de que estés aquí, de momento, es para
que no te asesinen esta noche en la cama, pero si tienes una idea mejor,
dímela, que estaré encantado de escucharla— Connor abrió la última celda,
en la primera estaban Archie y Lowena, y metió allí a Scott, encerrándolo
dentro. Él se sentó en el camastro tapándose la cara con las manos. Amy se
acercó para hablar con él,
—Scott, si sabes algo que no nos has contado, es el momento de
decírnoslo. Piensa que, cuanto antes encontremos al asesino, antes estarás a
salvo —el chico desvió la mirada y ella dijo una palabrota por lo bajo, pero
no podía obligarlo a hablar.
Al darse la vuelta se topó con Aidan.
—¿Quién es el siguiente? —lo miró sin entender la pregunta— Amy, ¿a
quién teníamos apuntado para visitar ahora?
—¡Ah, sí! —miró su lista—a Aodaghan, el panadero.
—Pues vamos a verle, así daremos un paseo. Además, quiero asegurarme
de que la gente está más tranquila.
Mientras caminaban por el sendero que recorría el pueblo, Amy sentía las
miradas de los miembros del clan. Se encontraron varios corros de hombres y
mujeres hablando entre ellos que callaban cuando se acercaban.
Aodaghan y Ness, el matrimonio que llevaba la panadería del pueblo,
estaban encantados de que hubieran ido a verlos, sobre todo Ness. Les ofreció
una hogaza recién hecha de pan de nueces, junto con un vaso de leche.
Decidieron charlar de otras cosas un rato para intentar relajar un poco el
ambiente. Cuando terminaron de comer, Aidan comenzó a hablar:
—Ya sabéis que hemos venido a haceros unas preguntas
Habían cerrado la puerta de la panadería para evitar que la gente siguiera
entrando, como si necesitaran pan, cuando lo que quería era cotillear.
—Empecemos— miró las notas— ¿cuánto hacía que no veíais a Archie?
—Lo veíamos todos los días, pobrecillo— Aodaghan ni siquiera abrió la
boca y Amy sabía que no lo haría durante toda la conversación. Su mujer
siempre llevaba la voz cantante —ten en cuenta de que, desde nuestra puerta,
se ve la botica perfectamente.
—Entiendo, ¿y habéis notado algo extraño en Archie en estos últimos
días? —Aidan se dirigió a Aodaghan para intentar conocer su opinión
—No, nada— Ness no había dado tiempo a su marido a contestar. Amy
volvió a mirar su hoja para disimular, pero en realidad estaba intentando
tranquilizarse porque nunca había aguantado a Ness.
—Y ¿nos podéis decir algo sobre la relación entre Lowena y Scott, ¿por
ejemplo si solían discutir? Como sois los que estáis más cerca de los establos,
seguramente los veríais juntos alguna vez…
—¡Sí, por supuesto, muchas veces! —Aodaghan seguía mudo y Amy
tenía ganas de pellizcarlo para comprobar si seguía vivo— si te digo la
verdad, siempre hemos pensado que esos dos son tal para cual. A él le gustan
mucho las chicas y ella era muy celosa. Estaban siempre discutiendo, bueno y
acostándose en el establo. En cuanto que Jamie salía a algo, aprovechaban
para verse ahí dentro. Vete tú a saber la cantidad de guarrerías que habrán
hecho en ese lugar, rodeados de animales— Aidan tuvo que agachar la
cabeza para que no lo viera sonreír.
—¿Recordáis cuándo fue la última vez que los oísteis discutir? —ella
hizo memoria un momento, antes de contestar.
—Creo que fue hace cuatro o cinco días. Estuvieron gritándose al lado de
nuestra puerta. James debía de estar en el establo y salieron a la calle. Se les
oía perfectamente.
—Mujer ¡no dejas parar nunca la lengua! —por lo menos, el panadero
seguía vivo.
—Aodaghan, deja hablar a tu mujer— Aidan no necesitó decir más para
que el hombre se callara.
—Sí— Ness continuó enseguida, seguramente estaba acostumbrada a no
hacer ni caso a su marido cuando gruñía— pues ella le estaba echando en
cara que estaba liado con otra, por supuesto, él lo negaba como hacía
siempre. Pero Lowena parecía muy enfadada, incluso decía saber quién era la
amante de Scott, desgraciadamente, no dijo el nombre en ningún momento—
Ness se quedó pensativa y, entonces, Amy se quedó sorprendida al escuchar a
Aodaghan.
—Lowena no parecía enfadada, sino asustada.
—¿Asustada? — Amy lo preguntó antes de que pudiera hacerlo Aidan,
porque le parecía un comentario muy interesante—¿estás seguro?
—Sí.
—¿Y no sabéis a quién se referían?
—No, además, la discusión duró poco tiempo —se encogió de hombros
— escuchamos la voz de Jamie buscando a Scott, Lowena se fue, y el
muchacho volvió a los establos.
Después de responder que no habían visto nada más que les llamara la
atención, Aidan y Amy se marcharon.
En el pueblo, todos parecían haber vuelto a sus quehaceres normales, y
ellos volvieron a los establos para hablar con Jamie. Tenían que confirmar lo
que les acababan de contar.
—¡Jamie! —Aidan levantó la voz, porque no estaba a la vista.
—¡Estoy al fondo! —siguieron la voz hasta encontrarse con él, que estaba
cepillando uno de los caballos.
—Hola Jamie.
—¡Hola Jamie! —el anciano se burló de él sin dejar de hacer su trabajo—
no sé cómo tienes la cara de presentarte aquí, Aidan.
—Pero ¿qué te pasa? —Jamie y él siempre se habían llevado bien.
—¿Cómo se te ocurre encerrar a mi ayudante? Ahora tengo que ocuparme
de veinte caballos yo solo. A menos que hayáis venido a ayudarme, claro—
ironizó.
Aidan miró a Amy, y ella entendió lo que quería y empezó a preguntar.
—Jamie, sentimos que tengas más trabajo, pero sabes lo que le pasaría si
Aidan no lo hubiera encerrado— Jamie, enfurruñado, no contestó.
—Tenemos que preguntarte si sabes con quién está liado Scott. Una
mujer que hacía que Lowena estuviera asustada.
—Ese chico está con una mujer distinta cada día de la semana. Ya le
prohibí que su novia viniera a verlo, porque estaban todo el rato discutiendo y
Scott no trabajaba. Y también le avisé de que, si los encontraba alguna vez
retozando en el establo, lo echaría de aquí— dejó el cepillado para mirar
fijamente a Aidan— pero te aseguro una cosa: Scott tiene menos cerebro que
una mosca, pero no es capaz de matar a nadie— cogió al caballo por la brida
para devolverlo a su lugar, pero Amy insistió:
—¿No conoces a ninguna chica con la que estuviera manteniendo una
relación, además de Lowena? —él meneó la cabeza, negándolo.
—No, aquí se cuidaba mucho de hacer el tonto, ya os he dicho que se lo
había avisado.
—Gracias, Jamie.
—¿Cuándo soltaréis a Scott para que vuelva al trabajo? —Aidan decidió
que sería mejor para todos, no contestar.
Se quedaron en la calle unos momentos pensando en lo poco que les
había dicho Jamie.
—Se me hace difícil creer que la muerte de Archie y la de Lowena estén
relacionadas—Aidan se quedó pensativo—pero está claro que hay algo que
se nos escapa—ella asintió mirando el cielo.
—Está anocheciendo y no hemos aclarado nada—Aidan la miró con una
mueca, Amy siempre había sido muy impaciente.
—Volvamos a ver a Scott, quiero hablar con él. Ese chico no nos ha
contado todo lo que sabe
—Sí, estamos de acuerdo.
Bajaron a la celda. Scott se había levantado y estaba pegado a los barrotes
esperándolos y parecía muy nervioso.
—¡Aidan! ¿sabéis ya quién ha sido? —a Amy le dio pena de él.
Sinceramente, creía que se veía en esa situación por su mala cabeza, pero no
creía que tuviera nada que ver en los asesinatos.
—No Scott, todavía no, pero, si estás tan interesado en que lo
descubramos, sé sincero con nosotros —lo encaró con firmeza —¿quién era
la mujer con la que andabas a espaldas de tu novia? ¿esa por la que discutiste
con Lowena?
El chico encajó la mandíbula, sin contestar. Amy, que veía que eran igual
de testarudos, decidió intervenir.
—Scott, es muy importante que nos lo digas, sobre todo por tu seguridad,
y, además, para que podamos descubrir al asesino de Lowena— Amy se calló
al escuchar las voces que bajaban por las escaleras y, tanto ella como Aidan,
se volvieron hacia ellas.
Eran William y Gunnar, que no parecían saber que estaban allí. El laird se
acercó a ellos al verlos.
—¡Aidan! Acabo de llegar, ¿cómo va todo?
Aidan se apartó para comentarles a él y a Gunnar, que estaba delante, lo
ocurrido con Lowena y porqué estaba Scott en la celda. Amy siguió
intentando que el muchacho respondiera a sus preguntas, pero se negó a
hacerlo y se sentó en el camastro que había al fondo de la celda. Parecía muy
asustado.
Aidan volvió junto a ella.
—William quiere que vayamos a la cena que da en honor de sus invitados
— tenían instrucciones de no comentar que Rosslyn era su hija, por si alguien
los escuchaba— tendremos que cambiarnos.
—No tengo ganas Aidan, prefiero irme a casa—susurró—¿por qué no vas
tú solo?
—William ha dicho que quiere verte allí.
—Está bien —lo miró enfurruñada porque, si era así, no tenía más
remedio que ir.
—Vamos. Tenemos el tiempo justo para cambiarnos.
Los cuatro subieron por las escaleras dejando a Scott encerrado en la
celda.
SIETE

La cena transcurría ruidosamente en el gran salón, aunque había alguien


no participaba de la algarabía. Aileen, la mujer de William, se había sentado
al lado de éste y permanecía allí, observando a todos, a pesar de que no
hablaba con nadie. El resto de los comensales actuaban con normalidad y
comían y hablaban entre ellos.
Para la mayoría, Rosslyn, Gunnar y su hijo Ari, eran unos amigos del rey
de Escocia, que iban a pasar unas semanas como invitados en el castillo.
William, además, estaba teniendo mucho cuidado en la forma de tratar a su
hija, para que no fuera el próximo objetivo de su mujer.
Amy observó cómo se habían sentado los comensales. William y Aileen
estaban juntos en la misma mesa que los tres invitados, Gunnar, Rosslyn y
Ari; a continuación, estaban Aidan y ella misma y el resto de la guardia
personal del laird.
Se extrañó al ver también a Connor y se volvió hacia Aidan, que estaba
bebiendo un sorbo de vino, para preguntarle:
—¿Connor no estaba vigilando a Scott?
Aidan también pensaba que estaría en las mazmorras, pero Connor
acababa de aparecer para tocar la gaita acompañando a Erick, que iba a cantar
para amenizar la cena. A William le gustaba oír música durante las comidas,
aunque Aidan creía que era para no tener que hablar con su mujer.
—Imagino que William lo habrá mandado llamar para que acompañe a
Erick.
Amy asintió distraída porque estaba observando a Aileen que había fijado
su mirada en Rosslyn con los ojos entrecerrados y, al ver su mirada, se le
erizaron los vellos de la nuca. Entonces, comparó a William con Rosslyn y
supo que, cualquiera que los viera juntos, se daría cuenta de que eran padre e
hija. Ella misma, cuando conoció a Rosslyn en Noruega, lo había adivinado.
—Aidan, no me gusta como mira Aileen a Rosslyn —él se inclinó para
entender su susurro y, luego, frunciendo el ceño miró a la mujer del laird.
—A mí tampoco y se lo diré a William. Come Amy, no has comido casi
nada —su plato estaba intacto, solo había ido apartando la carne a los lados.
Era un recurso que utilizaba habitualmente, pero que él conocía muy bien.
—No tengo hambre…— comenzó.
—Come Amy— ordenó, sacando su voz de jefe, lo que hizo que ella se
empecinara más en no comer. Dejó el cubierto sobre el plato para demostrarle
que él no mandaba sobre ella. Y él se enfadó.
—Eres como una niña— era lo que le faltaba por escuchar. Se levantó
para dar una vuelta porque en ese momento no quería estar a su lado. Aidan
se levantó también, pero se volvió rápidamente y le susurró:
—¡Ni se te ocurra seguirme! ¡Quiero estar un rato sola! —al ver su
expresión, él volvió a sentarse.
—Está bien.
Ella sabía que había reaccionado exageradamente, pero estaba muy
nerviosa. Deambuló por los pasillos de la torre durante bastante rato, hasta
que se decidió a bajar a las mazmorras. En el fondo sabía que lo que quería
era volver a ver el cadáver de Lowena, porque casi no había tenido tiempo de
examinarlo. A ella nunca le habían dado miedo los muertos y Archie le había
enseñado lo que tenía que observar, para saber de qué había muerto cada
persona. Y, aunque, en este caso estaba claro que Lowena había muerto por
la herida de la daga, había algo que no le gustaba.
No avisó a nadie de que bajaba, ya que prefería hacerlo sola. Pasó ante la
mazmorra de Scott, echándole un leve vistazo al pasar, pero se había quedado
dormido en el camastro, de cara a la pared. Siguió hasta el final, donde solo
quedaba el cuerpo de Lowena porque al día siguiente enterrarían a Archie, y
su mujer y su hija habían pedido que lo llevaran a su casa, para velarlo esa
noche.
Destapó a la muchacha que estaba desnuda y observó la herida. Habían
retirado la daga, imaginaba que había sido Anice, ya que le haría la autopsia
al día siguiente. La herida estaba bajo el corazón, como ella recordaba. Nunca
había pensado demasiado sobre eso, pero la daga parecía haber entrado recta
y, para que eso ocurriera, a ella le parecía que el asesino tenía que ser de la
misma estatura que la muerta.
Lowena no era una mujer alta, puede que midiera un metro sesenta. Y si,
por ejemplo, la hubiera apuñalado un hombre de la estatura de Aidan, la
herida sería de arriba a abajo. Tendría que hacer la prueba con Aidan, y
también le pediría que viera la herida para saber qué opinaba, él sabía mucho
más que ella sobre estas cosas.
El collar ya no estaba, y no había rastros de pelea en todo su cuerpo, por
lo menos, que ella pudiera ver. Así que el asesino tenía que ser conocido por
ella. Lowena confiaba en esa persona y no se esperaba el ataque. Eso
confirmaba lo que todos pensaban, que tenía que ser alguien del clan.
Se irguió extrañada al escuchar un sonido extraño, como si alguien se
estuviera ahogando y salió corriendo al pasillo, luego siguió hacia la celda de
Scott porque le parecía que el ruido venía de allí. El muchacho, de pie en
medio de la celda la miró intentando decirle algo, pero no pudo. Se rodeaba
el cuello con las manos como si intentara que le entrara el aire, sin
conseguirlo, y su cara se iba poniendo cada vez más roja mientras un sonido
espeluznante salía de su boca,
—¡¡¡Aghhhh!!!
Amy, como loca, buscó la llave de la celda, pero no estaba colgada en el
gancho donde tenía que estar.
—¡Aguanta Scott! —subió corriendo hacia el salón y fue directamente
hacia Aidan que estaba de pie hablando con William, pero se acercaron a ella
al verla.
—¡Amy! ¿qué te pasa? —Aidan se asustó al ver cómo estaba.
—¡La llave de la celda! ¿quién la tiene?¡algo le pasa a Scott y no
encuentro la llave! —Aidan miró a Connor, que seguía tocando la gaita, se
acercó a él en unas zancadas y se la pidió. Cuando la tuvo en su poder,
bajaron corriendo por las escaleras y Aidan abrió la celda y entró. Lo
siguieron William, Gunnar y Amy
Scott estaba caído en el suelo, boca arriba. Amy se arrodilló a su lado y
comprobó que no respiraba, entonces miró a Aidan asustada. Realmente
asustada. El asesino estaba desesperado y había actuado en un momento en el
que estaban todos distraídos.
Aidan se dirigió a los tres guardias que los habían seguido y esperaban
órdenes.
—Quiero saber quién ha venido de visita hoy a la torre y también los
nombres de todos los que han estado en las mazmorras ¡Ahora!
Los tres soldados se fueron corriendo y William y Gunnar se apartaron
para hablar en privado. Gunnar, parecía decirle algo a William, a lo que este
se negaba.
Amy, mientras, observó los signos que había dejado la muerte en el
cuerpo del pobre Scott. Había una copa en el suelo junto a la cama que estaba
vacía, seguramente se había bebido su contenido y, después, había vomitado.
Le miró las pupilas y estaban dilatadas. Aparentemente, lo habían
envenenado. Olió su boca. Cicuta. Entonces se levantó, Aidan estaba
esperando a su lado, para escuchar lo que tenía que decir.
—Cicuta— susurró— Aidan asintió, y le dio un apretón en la mano.
Aidan recogió la copa y se la dio a Amy, ella la olió y asintió. Pero él no
vio su gesto porque estaba mirando la copa detenidamente, muy concentrado.
—¿Qué pasa Aidan? —él, sin responder, miró a William que también
estaba observando la copa fijamente. Aidan se acercó a él y se la entregó. Y
William confirmó lo que pensaba su segundo.
—Sí, es la mía, la copa del laird, que pasa de padres a hijos.
Gunnar observaba la escena con gesto de sorpresa. Acababa de decirle a
William que no iba a consentir que su mujer embarazada y su hijo siguieran
allí, cuando no dejaban de aparecer cadáveres. Pero sabía que Rosslyn, ahora,
no se querría ir hasta estar segura de que su padre estaba fuera de peligro.
Amy no sabía qué decir, solo sabía que tenían que descubrir al asesino lo
antes posible, aunque todavía no tenía ni idea de quién podía ser. William les
pidió que fueran discretos:
—Es mejor que no digáis nada de la copa, de momento— Aidan y Amy
asintieron, aún aturdidos. William, al ver su expresión, prefirió explicarse
para evitarles el mal rato de tener que preguntarle —desde que he vuelto, he
estado siempre con más personas, podéis comprobarlo. Yo no he podido
envenenar a este muchacho, además de que no tenía ninguna razón para
hacerlo.
Amy agachó la mirada hacia Scott, para que no vieran su expresión.
Estaba muy preocupada.
Aidan escuchó ruido en las escaleras y eso le hizo reaccionar.
—William, todavía queda mucha gente en el salón. Es tarde y todos
estamos cansados, es mejor que mañana hablemos sobre esto. De momento,
cuanta menos gente sepa lo que le ha ocurrido a Scott, mejor. Si lo dijéramos,
solo conseguiríamos que se asustaran y la gente asustada comete muchas
locuras. Subamos— cerró la puerta de la celda donde estaba el cuerpo de
Scott y se guardó la llave en el morral— mañana avisaremos a Anice Crane
para que vea el cadáver—suspiró—y, además, tenemos que enterrar a Archie.
Va a ser un día complicado.
Connor, Erick y Adam esperaban instrucciones.
—Connor, que nadie baje a las mazmorras. Turnaros para hacer guardia
durante la noche— inmediatamente, los soldados empezaron a repartirse los
turnos.
William y Gunnar parecían haber llegado a un acuerdo mediante susurros.
Aidan lanzó a su jefe y amigo una última mirada, y luego se dirigió a Amy.
—Amy y yo nos vamos y volveremos al amanecer. Y tendremos que
hablar, William— el otro hombre entendió que, a pesar de ser su laird, al día
siguiente lo interrogarían. Y tendría que contarles con quién había estado y lo
que había hecho durante el día.
Amy pensaba mientras subía las escaleras, sabía cuánto quería y
respetaba Aidan a William y se imaginaba cómo se sentiría. Salieron en
silencio a buscar los caballos. Jamie los vio, pero no volvió a preguntar
cuándo volvería Scott, afortunadamente. Hicieron el camino en silencio, ella
se sentía extraña, Aidan siempre había sido el que la pinchaba para sacarla de
sus casillas y le parecía raro verle así. Aidan estaba triste, apagado. Lo había
visto tranquilo y sonriente o furioso y con ganas de matar a alguien, pero
nunca así.
Al llegar, encendió el fuego, y se quedó sentado mirándolo, pensando en
lo ocurrido. Amy sirvió algo de whisky y le dio un vaso. Al ver que se lo
bebía de un trago, le puso otro par de dedos y se sentó a su lado.
—Deberíamos hablar sobre los asesinatos, para comparar lo que
pensamos —él asintió, antes de beber otro sorbo.
—Evidentemente, si fuera cualquier otra persona y no William,
estaríamos pensando que el dueño de la copa probablemente sería el asesino
— Amy prefería dejar claro lo que pensaba.
—Es posible, pero también puede ser que alguien lo odie y que, esa
persona, le diera a beber el veneno al chico en la copa de William,
precisamente para que lo pensemos— Amy lo pensó, y no le pareció una
mala idea.
—Tienes razón. Tú eres el que más lo conoces… ¿Lo crees capaz de algo
así? —Aidan negó con la cabeza.
—Amy, tú mejor que nadie, sabes que ha sido como un padre para mí. No
puedo ser neutral, pero no creo que William sea capaz de asesinar a nadie a
sangre fría— agachó la cabeza mirando fijamente el fuego— no, no lo creo y
haré lo que sea para demostrar que él no ha sido—entonces, la miró con una
súplica en los ojos—tenemos que descubrir al culpable. Le dio un apretón en
la mano.
—Estoy segura de que lo conseguiremos. Pero creo que no hemos estado
haciendo bien el trabajo, nos hemos dejado llevar por los acontecimientos.
Pensemos un momento. Aún no hemos descubierto quién mató a Archie ni a
Lowena y, si es cierto que los tres han muerto por la misma mano…
—Y descubrimos quién envenenó a cualquiera de ellos…— Amy terminó
la frase.
—Sabremos quién es el asesino de todos.
Aidan asintió satisfecho.
—Comencemos por Scott. Tiene que ser alguien del castillo porque no ha
podido entrar nadie de la calle, sin que lo hayamos visto.
—Exacto. Cuando mañana hagamos las preguntas, tendremos que incluir
a los criados que hayan estado trabajando esta noche en la torre.
Aidan asintió y cogió su mano.
—Pero, antes de hablar con ellos…
—¿Sí? —ella notó como su corazón se aceleraba— Aidan la miraba de
una manera, que Amy sintió que estaba a punto de pasar algo muy
importante.
—Creo que ha llegado el momento de que hablemos.
—De acuerdo— el asombro asomó al rostro del hombre durante un
momento, pero él lo hizo desaparecer enseguida.
—Bien, siéntate aquí—entonces, palmeó sus piernas. No era la mejor idea
del mundo, sobre todo si quería mantener la mente clara, pero ella, no supo
por qué, no pudo negarse.
Se sentó de lado sobre él y dejó que la abrazara por la cintura, ella
mantuvo las manos en el regazo sintiéndose muy nerviosa.
—¿Quién empieza? —ella contestó enseguida.
—Yo —él asintió— pero tienes que dejarme que me explique ¿de
acuerdo?
—Está bien— aseguró él, manteniéndola abrazada.
Amy intentó poner en orden sus pensamientos, para explicarse con
claridad.
—Ya te he dicho cómo me sentí cuando ocurrió…aquello. Ahora estoy
convencida, porque he tenido mucho tiempo para pensarlo, de que mi prima
te estuvo observando hasta te vio borracho y consiguió que hicieras el amor
con ella. Sigo dolida, pero ahora entiendo que no fue culpa tuya.
Miró su cara un momento y, enseguida, volvió a mirar el fuego, sería más
fácil así.
—Cuando rompí el compromiso, estaba convencida de que nunca sería
capaz de perdonarte. Y hace unos meses, cuando volví y te vi por primera
vez, seguía pensando lo mismo— suspiró profundamente porque había
llegado la hora de la verdad —hay algo que tengo que decirte, pero no sé
cómo te lo vas a tomar— contuvo la respiración cuando susurró— en
realidad no me casé—él no pudo seguir callado.
—¡Pero si yo he visto a tu marido, Aagen! ¡Estuvisteis una semana con
tus padres y tu abuela, cuando todavía vivían aquí! —parecía totalmente
desconcertado y estaba empezando a enfadarse.
— Aagen Rybak es una gran persona y un gran amigo, pero sus gustos no
van dirigidos hacia las mujeres. Él necesitaba una mujer que consiguiera que
no siguieran hablando sobre su soltería, y yo un hombre que me protegiera
durante el viaje. Sólo somos amigos, es lo que hemos sido siempre.
—¡No me lo puedo creer! ¡Levántate ahora mismo de mis piernas! —
retiró los brazos de su cintura, pero ella se agarró fuertemente a su cuello
negándose a moverse, intentando no sonreír al ver su enfado. Entonces,
comenzó a besar sus pecas, como hacía cuando aún estaban prometidos.
Habían descubierto el amor los dos juntos y ella siempre había sabido que
sería el único hombre al que querría. Había intentado dejarse tentar por otros
hombres, pero había sido imposible, porque nunca había conseguido
olvidarlo. Aidan apartó la cara para no verla, y ella se inclinó y cogió el
lóbulo de su oreja entre los dientes, y comenzó a apretar notando que su
cuerpo se ponía rígido. Se daba cuenta de los esfuerzos que estaba haciendo
él por no excitarse, entonces, ella soltó el lóbulo y lo chupó, y él volvió a
poner las manos en su cintura, como si no pudiera evitarlo.
—Amy, por Dios— susurró entre dientes.
—Dime, Aidan —él la miró, aún enfurruñado.
—Eres una bruja— ella sonrió y lo besó y, aunque él siguió sin
responder, sabía que no aguantaría mucho. Se levantó de su regazo y, ante el
fuego, se quitó el vestido quedándose en camisa. Observó cómo la miraba,
los ojos le brillaban como antes.
Cuando Amy se fue, no quiso reconocer que le había destrozado la vida y
siguió adelante intentando aparentar que no había pasado nada. Sus amigos le
decían que se buscara otra novia, incluso le presentaron a otras chicas. Y él lo
intentó, sobre todo para vengarse de ella por haberlo abandonado con tanta
facilidad, pero con ninguna había conseguido llegar a la cama. La cara de ella
se le aparecía siempre, como si la estuviera engañando. Meses atrás, había
llegado a la conclusión de que le era imposible olvidarla y decidió que iría a
buscarla a Noruega.
Fue entonces cuando ella apareció de nuevo en el clan, para avisarles de
que había encontrado a la hija de William. Una chica que el laird había
dejado, cuando era solo una niña, al cuidado de unas monjas de la isla de
Iona. Un abandono inexplicable conociendo a William, a menos que lo
hiciera por protegerla, como le explicó a Aidan. Rosslyn era hija de William
y de Leonor de Aquitania y, como su madre no podía cuidarla, era el único
responsable de hacerlo. Y Aileen era capaz de hacer daño a cualquiera de los
hijos de William por ser estéril, siempre habían sabido que era una mujer
muy peligrosa.
Aidan se irguió en la silla con la mente totalmente despejada y pensando
cómo era posible que hubiera sido tan estúpido. Sujetó a Amy por los brazos
para que le prestara atención.
—¡No hemos pensado en Aileen!, ¡y ya sabes cómo es!
—Sí, es una bruja, pero no veo qué puede tener que ver en todo esto.
Aidan se levantó y comenzó a pasearse por la cabaña,
—Hay cosas que no sabes sobre ella. Hace tres o cuatro años,
descubrimos que se había liado con dos chicos muy jóvenes a los que hacía
regalos muy caros. William habló con las familias para arreglarlo y después
con su mujer, pero era imposible razonar con ella, se ponía muy agresiva.
Una noche entró en la habitación de William e intentó asesinarlo con un
puñal, entonces, él llamó a un médico de Londres para que la viera, y le dijo
que tenía que internarla durante un tiempo en un hospital para enfermos
mentales. Estuvo allí durante unos meses y volvió más tranquila, claro que yo
siempre he pensado que eso era gracias a los polvos que le preparaba Archie,
siguiendo la receta del hospital.
—¿Crees que es la asesina?
—No lo sé. Pero no entiendo cómo no se me había ocurrido antes que
podía ser ella. William siempre me dice que no me imagino lo peligrosa que
es ¿No se lo has oído decir nunca?
—Sí, es cierto— Amy asintió pensativa— entonces, puede que haya
matado a Scott porque estaban liados, si pensara que lo iba a contar y a
Lowena por lo mismo o por celos— siguió pensando en voz alta— ¿y si el
collar de oro que llevaba Lowena se lo había dado Aileen, para que no dijera
nada?
—Es posible.
—Pero no entiendo qué motivo podía tener para matar a Archie —Aidan
se encogió de hombros, porque tampoco lo sabía. Entonces, a ella se le
ocurrió,
—¡Espera! ¡Nos dijeron que habían ido a recoger unos polvos para ella el
día anterior a la muerte de Archie! Lo tengo apuntado, espera que lo busco—
buscó entre sus notas el trozo que necesitaba recordar.
—La señora Craven nos dijo lo siguiente: “que tres o cuatro días antes
había visto a Archie cuando fue a recoger los polvos para la señora” —
levantó la vista de lo que había escrito, sorprendida—Aidan, hay una
conexión entre Aileen y Archie. La asesina podría ser ella.
—Mañana, en cuanto lleguemos, hablaré con William para decirle que
queremos interrogar a Aileen antes que a nadie— pero ella seguía rebuscando
entre sus papeles.
—Tenemos que saber de qué están hechos esos polvos, pero eso no será
difícil porque Archie siempre tenía anotados los remedios habituales de los
clientes— no se había dado cuenta de que Aidan se había levantado tras ella,
hasta que le quitó los papeles y los tiró encima de la mesa.
—¡Ehhhhhhhhhhh! ¿qué haces? —él enmarcó su cara con sus manos y la
besó apasionadamente. Pero tuvieron que separarse poco después porque el
amor estaba muy bien, pero había que respirar de vez en cuando.
—Mañana seguiremos con eso— volvió a besarla, cogiéndola en brazos
para llevarla a la cama.
Todo lo demás tendría que esperar hasta el día siguiente porque él ya no
podía más.
OCHO

Sólo hacía media hora que había amanecido y ya estaban en la botica


leyendo el libro de remedios de Archie y, cuando Amy descifró los
componentes de la receta de Aileen, levantó la cara con sorpresa y se quedó
pensativa. Aidan esperó a que le explicara qué había visto, pero como no lo
hacía, cogió el libro para verlo por sí mismo.
—Aquí pone que los famosos polvos de Aileen llevan cicuta y, según
esto, son para los nervios.
—Sí, la cicuta es muy peligrosa, pero en pequeñas cantidades se utiliza en
muchos remedios —volvió a coger el libro y a leer las anotaciones de Archie.
Como siempre, había descrito claramente la cantidad de cada uno de los
componentes del remedio, incluso cada cuánto se lo dispensaba. —Aileen
lleva tres años tomando esta medicación, pero eso no tiene sentido.
—Amy, esa mujer está loca, es imposible que entendamos lo que tiene en
la cabeza.
Se escucharon los pasos de Lidoine que bajaba las escaleras. Amy ya le
había avisado de que estaban en la botica buscando algo, para que no se
asustara cuando escuchara ruido. Sentía haberla despertado, pero aquello era
muy importante.
—Buenos días Aidan —la viuda de Archie estaba vestida toda de negro y
tenía grandes ojeras. Amy se acercó a abrazarla.
—Siento haberte despertado.
—No te preocupes, quería levantarme pronto —cogió las manos de la
muchacha a la que consideraba casi como una hija— escucha Amy, he
pensado que ahora tendrán que buscar otro boticario. Yo ya he hablado con
mi hija y me iré a vivir con ella enseguida, después del entierro. Y a Archie le
hubiera encantado que tú fueras la nueva boticaria —se acercó a Aidan.
—Y no sé qué hacéis que no se lo ofrecéis —Aidan se encogió de
hombros, pero ese sapo no se lo iba a tragar él solo.
—A mí no me mires, porque yo ya se lo he ofrecido —Lidoine,
asombrada, volvió a mirar a Amy.
—No me mires así, por favor, Lidoine. Lo estoy pensando, ¿de acuerdo?
—No creo que tengas mucho que pensar, la verdad —Amy volvió a meter
la nariz en el libro con la esperanza de que la dejaran en paz, y Lidoine se fue
a la cocina. Aunque gruño por el camino.
En cuanto se marchó, Amy se volvió hacia Aidan
—¿Por qué le has dicho que me lo habías ofrecido? —Aidan sonrió
burlón y ella gimió por dentro porque volvía a ser él, y ahora sería más difícil
poner límites en su relación. Encajó la mandíbula decidida a ser la dueña de
su destino ¡Ya no era una niña! Era posible que terminaran casándose, pero
ella pondría las reglas… ¡o no habría boda!
Se llevaron el libro y avisaron a Lidoine para que no dijera nada a nadie y
fueron a los establos para hablar con Jamie.
Estaba en la entrada solo, sentado en su tocón de madera, fumando en
pipa. Miró a Aidan con aspecto de tener ganas de discutir, pero se debió de
morder la lengua.
—Hola chicos, hoy habéis madrugado.
—Hola Jamie, tenemos que preguntarte una cosa —el anciano los
observó tranquilo, mientras echaba humo por la boca— ¿sabes si Scott se
llevaba bien con Aileen? —el anciano se sobresaltó y empezó a toser.
Cuando se le pasó el ataque de tos, se quitó la pipa de la boca y la vació
golpeándola suavemente contra la madera en la que estaba sentado. Amy
tenía la sensación de que intentaba ganar tiempo.
—Jamie, es una pregunta sencilla.
—No tengo ganas de líos, muchacho— inspiró profundamente y miró a
los lados de la calle antes de seguir hablando— ya avisé al chico de que, si
volvía a verlos, se lo diría al laird. A mí nunca me han gustado esas cosas.
Aidan, en ese momento, supo cómo se sentían los perros cuando
encontraban el rastro de una pieza de caza.
—¿Los pillaste aquí alguna vez?
—No, aquí les podría haber visto cualquiera, pero Scott es tan
descerebrado, que se fue a mi casa. No sé si sabéis que tengo una casa fuera
de la empalizada, a mí nunca me ha gustado vivir con tanta gente —se
encogió de hombros— si se me hace muy tarde o estoy muy cansado, algunos
días duermo en la casa de los criados, pero tengo mi propia casa, y el
muchacho se la debió llevar allí varias veces —movió la cabeza, incrédulo al
recordar lo que vio— un día volví a casa antes de tiempo. Me dolía una
muela y Archie me había dado un brebaje asqueroso, avisándome de que me
fuera a casa porque seguramente me marearía. Scott tendría que haber estado
ejercitando un caballo, pero estaba ejercitando otra cosa.
—¿No tienes dudas de lo que viste?
—Tal cual —sonrió enseñando varios huecos en su dentadura— Scott
enseñando el culo y la señora en pelotas intentando taparse con una sábana.
Ella se fue enseguida y a él le eché un buen rapapolvo.
Amy todavía intentaba asumir lo que estaba escuchando admirada al ver
que Aidan parecía que estaba hablando del tiempo.
—Jamie, gracias por contarnos la verdad. No voy a decirte que no hables
sobre esto porque veo que no tienes ninguna intención de hacerlo.
—¿Estás loco? Ya te he dicho que no tengo ganas de líos. Una cosa es
saber que William y su mujer no se pueden ni ver y otra ir diciendo que ella
le ha adornado la frente ¡Me gustaría vivir algo más, gracias!
—Está bien, entonces, luego nos vemos.
—¡Oye, oye!, ¡no te vayas sin decirme cuando me vas a volver a mandar
al chico! —Aidan se dio la vuelta e hizo un gesto a Amy para que lo
acompañara. Tenían que ir al castillo porque casi era la hora del entierro de
Archie.
—Luego vendré para hablar contigo—todavía no quería decir nada sobre
lo de Scott.

Aidan y algunos soldados más, ya que no había hombres en la familia del


boticario, llevarían su cadáver al cementerio que estaba situado al otro lado
de la empalizada, frente al portón. Cuando llegaron, ya estaba todo preparado
porque los entierros solían ser muy temprano, casi al amanecer. Aidan ocupó
su puesto y, entre los cuatro integrantes de la guardia personal de William,
llevaron el cadáver.
Para despedir a Archie se había reunido todo el clan en el camposanto.
Habían venido hasta los labradores, con sus recientes prometidas. También
estaba Anice Crane, el médico, con el que no había vuelto a hablar y Beth
con Effie, que seguía llorando, aquella chica era incansable. Y Lidoine, por
supuesto, acompañada por su hija. Jamie, Aodaghan, el panadero y Ness, su
mujer. El cura, que había venido de Kirkcaldy, el pueblo más cercano y
William por supuesto. Y aunque no esperaba que fueran, también estaban
Rosslyn con Gunnar, su marido, aunque faltaba Ari, su hijo.
Aileen no estaba, pero era normal porque no solía participar en la vida del
clan. Sólo aparecía en algunas comidas cuando se juntaban todos, aunque
normalmente le llevaban una bandeja a su habitación. Lo que sí solía hacer
era salir a menudo a montar a caballo y, hasta ahora, Aidan no había
encontrado nada extraño en esas salidas.
Esperaron a que el cura terminara el responso y a que se fuera todo el
mundo. William, le había dicho a su hija que se adelantara con Gunnar y que
él los seguiría después. Connor, Erick y Adam esperaban para acompañar a
William, pero se habían apartado un poco.
William observó a Aidan con preocupación.
—¿Qué pasa?
—William, creemos que la asesina puede ser Aileen—miró a los guardias
que vigilaban que nadie entrara en el cementerio— te diría que nos fuéramos
a la torre para hablar, pero creo que es mejor que lo hagamos aquí— William
asintió y se cruzó de brazos, como hacía siempre que se resistía a creer algo.
—¿Estás seguro Aidan? Sé perfectamente cómo es Aileen, pero asesinar a
sangre fría a alguien… —movió la cabeza, dudando.
—No hubiera sido un asesinato a sangre fría, sino porque se sentía
acorralada —Amy le hizo un gesto para que la dejara hablar, creía que a ella
le sería más fácil decírselo.
—William, perdona que te diga esto, pero creemos que Aileen tenía una
relación con… —no conocía una forma más suave de decirlo— con Scott.
—¿Con ese muchacho? ¡Pero si era un niño! —miró, incrédulo, a Aidan
—Es cierto William —mientras pudiera evitarlo, no nombraría a Jamie
como testigo para que no tuviera problemas— pensamos que es posible que
Aileen matara a Lowena porque le estaba haciendo chantaje, a cambio de no
contarte el lío que tenía su novio con tu mujer. De hecho, la chica llevaba
cuando murió un collar de oro que era imposible que ella se hubiera
comprado—William había agachado la cabeza mientras escuchaba —luego,
Aileen, en un acto desesperado, envenenó a Scott mientras estaba en la celda.
Lo metí allí intentando protegerlo y lo que hice fue servírselo en bandeja—
siempre se sentiría responsable por eso— Aileen tenía que evitar que
confesara. Aunque no parecía demasiado listo, con el tiempo se habría dado
cuenta de que ella había matado a su novia— el laird se quedó mirando el
lago y las montañas que los rodeaban y Aidan continuó— cuando bajaste
ayer a las mazmorras mientras estábamos hablando con Scott, se asustó al
verte. En ese momento, me pareció normal porque estaba muy nervioso, pero
no lo era. Se puso así porque le estábamos preguntando con quién estaba
liado y no podía decirlo delante de ti. Desde que te vio, no quiso hablar más.
—Lo que no sabemos todavía —Amy continuó— es qué motivo podía
tener Aileen para matar a Archie—William por fin fue capaz de hablar.
—Me imagino que necesitáis hablar con ella y queréis mi permiso ¿no?
—Sí— esta vez contestó Aidan—y creo que es conveniente, además, que
tú estés delante. Por lo que pueda ocurrir— William se quedó mirando la
tumba de Archie, asombrado del desastre que había sido su matrimonio. Lo
habían concertado sus padres, pero nunca había funcionado. Suspiró antes de
añadir:
—De acuerdo, venid conmigo. Vamos a verla.
Se dirigieron a la casa. Con motivo del entierro de Archie, habían puesto
un desayuno en el gran salón para todos los que quisieran acercarse. Era la
costumbre en el clan cuando había una muerte, se reunían después del
entierro, para hablar de la persona que faltaba. William hizo un gesto para
que su guardia se quedara en el salón y él, seguido por Aidan y Amy,
subieron las escaleras hacia las habitaciones de la familia. Llamó a la puerta,
pero Aileen no contestó y volvió a hacerlo con más fuerza, pero no parecía
haber nadie en la habitación.
A Aidan se le ocurrió que pudo haber escapado.
—Es posible que haya salido —pero William negó con la cabeza.
—He dado instrucciones para que no la dejen hacerlo, a menos que yo lo
autorice— entonces, abrió la puerta y la vieron enseguida, estaba tumbada
sobre la cama.
Los tres se acercaron a ella sabiendo que Aileen ya no podía contestar a
sus preguntas. William se inclinó y le cerró los ojos, luego se la quedó
mirando incrédulo porque la mujer que sido un dolor continuo en su vida,
desde que se habían casado, hubiera desaparecido de ella, de repente. Miró a
Amy.
—¿La han asesinado? —Amy se acercó a la mesita que había junto a la
cama, donde estaba la caja con los polvos que utilizaba para los nervios y de
los que había tomado una dosis letal.
—Es posible que lo tomara ella —en la copa quedaban restos de alguna
bebida. Amy la olió, pero solo consiguió distinguir el olor del vino— puede
que supiera que la íbamos a descubrir y que no tuviera valor para afrontar lo
que había hecho —se quedaron mirando un momento el cadáver, hasta que
Aidan reaccionó y comenzó a moverse. Fue a buscar a sus hombres para que
bajaran el cadáver a las mazmorras y Amy los acompañó. Allí encontraron a
Anice Crane hurgando dentro del pobre Scott.
Ella que estaba acostumbrada a todo tipo de heridas y a coserlas, sintió
que, si no salía de allí, vomitaría. Subió deprisa las escaleras, saliendo de la
casa. Necesitaba respirar aire puro. Se apoyó en el muro de la torre
observando a la gente que entraba o salía del pueblo, siempre había mucho
movimiento. La vida continuaba, a pesar de los muertos. Entonces, decidió
dar un paseo para distraerse y que se calmara su estómago.
Vio a Jamie cambiando el heno a los caballos y se dio cuenta de que
aquello era demasiado trabajo para él, y de que tendrían que buscar a alguien
lo antes posible para que lo ayudara. El anciano la vio y la saludó con la
mano, pero al ver su expresión, dejó la horca apoyada en la pared y se acercó
a ella.
—¿Qué ocurre, muchacha? —no sabía si por eso estaba allí, pero tenía
que decirle la verdad.
—Scott está muerto Jamie. Lo han asesinado.
—¿Igual que a su novia?
—Bueno, no exactamente, a él lo han envenenado— el anciano retrocedió
hasta sentarse en su banqueta. Y, de repente, aparentaba su verdadera edad.
—Era un chico tonto. Pero, a pesar de eso, yo lo quería —gimoteó, y
Amy observó angustiada sus lágrimas. Nunca hubiera imaginado que vería a
Jamie llorar— llevaba conmigo cinco años. Cuando sus padres murieron, me
lo trajo William y me dijo que le enseñara. Tenía buena mano con los
caballos— sacó un pañuelo y se sonó fuerte. Amy se acercó a él, aunque se
temía que, de un momento a otro, ella también se echaría a llorar. Tenía
demasiados sentimientos burbujeando dentro de ella.
—Jamie, lo siento —le apretó el hombro y le dio un beso en la mejilla. El
hombre asintió y se limpió los ojos, avergonzado. Entonces, decidió dejarlo
solo, para que se desahogara más a gusto— luego nos vemos.
Salió de los establos y siguió el camino de tierra pasando ante la
panadería y la guarnicionería. Cameron, el guarnicionero, todavía no había
vuelto de visitar a su familia. Era inglés e iba a estar varios meses fuera. A
continuación, girando a la derecha estaba la casa del médico y observó
atónita la larga cola de gente que esperaban para que los atendiera. En ese
momento llegaba Anice Crane que venía casi corriendo desde el castillo para
abrir su consulta, desgraciadamente, se le acumulaba el trabajo en las
mazmorras. Ella siguió andando por el camino, que la hizo torcer de nuevo a
la derecha, pasando ante el herrero y un poco más adelante de la botica. A su
izquierda volvió a ver las casas de los criados y el castillo, y ya estaba más
tranquila, así que decidió volver a entrar. Inconscientemente, había tomado
una decisión y sentía la necesidad de comunicársela a Aidan cuanto antes.
Le dijeron que estaba arriba hablando con William y decidió esperarlo en
el salón. Rosslyn estaba sentada junto a la chimenea que ya estaba encendida
y se levantó para saludar a Amy con un beso. Por su expresión ya estaba
enterada de todo.
Amy se dejó caer con un suspiro en la silla que había frente a la hija de
William.
—¿Cómo estás? Me ha dicho mi padre que tú y Aidan os estáis
encargando de todo —la miró con cariño— pareces cansada.
—Esto se ha complicado mucho ¿Y tú cómo estás?
—Yo bien, pero me preocupa mi padre. Se ha tomado muy mal lo de su
mujer. A pesar de lo que decía de ella, yo creo que le tenía cariño.
—Es posible.
—¿Recuerdas cuando me dijiste que conocías a mi padre? yo no me lo
podía creer. En ese momento, era una esclava más en casa de Gunnar.
—Nunca fuiste una esclava más para él. Independientemente de la razón
por la que te secuestró, la venganza, creo que se enamoró de ti nada más
verte. Y no recuerdo haber visto nunca a un hombre más enamorado de su
mujer, que tu marido de ti.
—Sí, he sido muy afortunada y no solo por él, también por haber
descubierto a mis padres, gracias a ti. ¡Y todavía tengo que conocer a un
montón de hermanos! —su sonrisa se borró al ver la cara de Amy— perdona.
Me imagino que estás viendo cosas horribles que hacen que te sientas fatal. Y
yo aquí, como una tonta, hablando de lo feliz que soy ¿Cómo estáis Aidan y
tú?
—Mejor. Pero tenemos tanto genio los dos, que no sé lo que duraremos
juntos— sonrió irónicamente.
—Toda la vida. Me he fijado en cómo te mira, sobre todo, cuando no le
ves.
—¡Ah! ¿sí?
—Sí, es como si se le fuera la vida por los ojos, al posarlos sobre ti.
Escucharon voces y Amy se giró en la silla. William y Aidan bajaban por
las escaleras seguidos de Gunnar y Ari. Ella se levantó para hablar con Aidan
y él la cogió de la mano para apartarse del resto,
—¿Dónde estabas? —susurró, preocupado—iba a salir a buscarte.
—Estaba dando un paseo. De todas maneras, ya se ha acabado todo ¿no?
Se mordió la lengua porque no estaba seguro de que todo hubiera
terminado, pero todavía no iba a decir nada. Él no tenía claro que lo de
Aileen hubiera sido un suicidio, nunca le había parecido la típica mujer que
se quitara de en medio, era demasiado egoísta para eso.
Amy lo apartó de sus pensamientos,
—Tengo que decirte algo —Aidan esperó, casi sin respirar.
—He decidido aceptar.
—¿El qué? —su corazón se saltó un par de latidos, pero tenía que estar
seguro.
—Quiero ser la próxima boticaria.
Aidan se obligó a sonreír, aunque estaba algo decepcionado porque, por
un momento, había creído que aceptaba ser su mujer. No era lo que llevaba
esperando durante tanto tiempo, pero, era un primer paso. Le dio un rápido
abrazo y se acercaron para comunicárselo a William. Posiblemente no era el
día más adecuado para hacerlo, pero el clan no podía estar sin boticario.
NUEVE

William recibió la noticia sin sorprenderse y pidió a Amy que se instalara


cuanto antes; ella aceptó y se fue a la botica para hablar con Lidoine.
La viuda estaba recogiendo sus cosas, pero cuando vio a Amy, dejó que
su hija siguiera guardándolo todo y se acercó a ella.
—Hola Amy —saludó a la anciana con un beso en la mejilla.
—Hola Lidoine ¿Cómo te encuentras?
—Estoy bien, hija, no te preocupes. Aunque algo cansada porque no
duermo bien. Hoy me marcho a casa de mi Jenny —la muchacha levantó la
mirada y sonrió, mientras seguía colocando las cosas de su madre en un par
de cestas grandes.
—¿Por qué te vas tan pronto? —a ella no le estorbaría si seguía viviendo
allí durante un tiempo, ella podía seguir yendo a su cabaña a dormir por las
noches.
—Porque el siguiente boticario necesitará la casa, ¿no es verdad, cariño?
—Amy bajó la vista avergonzada, pero la anciana levantó su barbilla con
suavidad para que la mirara.
—Archie siempre me dijo que tú volverías y serías el siguiente boticario.
Decía que le hubiera gustado tener una hija como tú. Él adoraba a nuestras
hijas, pero le daba pena que ninguna de las dos siguiera sus pasos —suspiró
— le encantaba enseñarte. Decía que tenías un don, y que el clan sería muy
afortunado si, cuando él muriera, fueras su sustituta.
Las dos terminaron llorando, recordando a aquel hombre encantador,
cariñoso, y a la vez cascarrabias.
—Me imagino que Anice Crane también lo echará de menos— Amy se
extrañó al escuchar el comentario.
—¿Y eso? Creía que no se llevaban bien —mientras ella estuvo con
Archie, no se soportaban. Y sus discusiones en público, sobre cualquier
enfermedad, se recordaban durante años.
—Últimamente habían hecho amistad. Casi todas las tardes jugaban un
rato al ajedrez.
—No tenía ni idea —Lidoine sonrió distraída, Amy notó que quería
seguir recogiendo.
—Me voy ya Lidoine. Por favor, llámame si necesitas ayuda—Lidoine
cogió sus manos con fuerza y se despidió con un beso.
—Lo mejor que puedes hacer por mí es ser feliz. Archie también querría
que lo fueras.
Amy se despidió con un murmullo triste y salió de la casa. Cuando estuvo
fuera, miró la que sería su nueva residencia de ahora en adelante. Hasta ahora
no había pensado en cómo se sentiría al vivir allí, y no sabía si acabaría
considerándola su hogar. Esperaba que sí. Caminó hacia el castillo
sorprendida por el misterioso silencio que había en la calle, el pueblo estaba
extrañamente tranquilo. Parecía que, por fin, todo había terminado.

Al día siguiente, comenzó a organizar la botica a su gusto, aunque no le


dejaron mucho tiempo para hacerlo. A las nueve, ya había personas en su
puerta esperando, en cuanto se dio cuenta, abrió para que pudieran entrar y se
colocó tras la mesa para atenderlos, como hacía siempre Archie.
La primera fue Ness, la panadera, luego esperaban la señora Craven, el
ama de llaves y Beth, la cocinera. Amy las saludó, segura de que se habían
puesto de acuerdo, para llegar las primeras.
—Buenos días a todas ¿en qué os puedo ayudar? —las tres se quedaron
mudas, evidentemente esa parte no la habían preparado. Beth fue la más
rápida,
—Yo llevo un par de noches que no duermo bien —la mezcla de hierbas
que hacía Archie para poder dormir era conocida en toda la región, y era lo
que más se vendía en la botica. Amy, afortunadamente, conocía sus
ingredientes, al igual que los del resto de sus remedios.
Fue al cajón de madera donde estaba la mezcla y se dio cuenta de que no
quedaba mucha cantidad, quizás para un par de días. Las hierbas para hacer
más estarían secándose en el sótano, pero tendría que esperar para bajar a por
ellas.
Entregó a Beth una dosis suficiente para un par de semanas, que era lo
máximo que Archie vendía de una vez. Ness y la señora Craven le pidieron,
cada una, un frasco de ungüento para los golpes.
—Hemos venido las primeras porque queremos desearte que tengas
mucha suerte, aunque estamos seguras de que no te hace falta.
—Lo harás muy bien Amy. Archie siempre decía que sabías tanto como
él— puntualizó Beth
—¡Es verdad! —incluso Ness parecía haber dejado, por unos minutos, su
afición al cotilleo.
Amy se limpió discretamente los ojos antes de contestar.
—Muchas gracias a todas.
—De nada. Y ya que estamos aquí—la señora Craven carraspeó— nos
gustaría decirte que, en nuestra opinión, deberías dejar de hacer sufrir a Aidan
—Amy sintió cómo se ruborizaba.
—Te ha sido completamente fiel, algo increíble en mi opinión, porque ha
tenido muchas oportunidades—Beth hizo su contribución y Ness terminó su
frase:
—Sobre todo, en las fiestas. Ya sabes que siempre vienen chicas de otros
clanes y a Aidan nunca lo dejan en paz. Claro que, ¡con ese cuerpo que tiene,
no es de extrañar!
La señora Craven y Beth, que tenían más cerebro que su amiga, se
despidieron tirando de la panadera, para sacarla a la calle. Pero, al contrario
de lo que pudiera parecer, el comentario no había hecho que se enfadara, sino
que la había dejado pensativa.
Si era sincera, solo pensar que a su vuelta Aidan podría haber estado con
otra mujer, hacía que se le revolviera el estómago. Decidida, se prometió a sí
misma que solucionaría definitivamente sus problemas con él. La vida, según
había comprobado esos días, era demasiado corta.
Siguió limpiando los estantes y tirando las hierbas o remedios que estaban
pasados. Tenía mucho trabajo por delante hasta conseguir dejarlo todo como
le gustaría, pero se volvió al escuchar unos pasos. Era Anice Crane, sonreía,
aunque también parecía cansado. Lo último que le había dicho Aidan, era que
estaba acabando las autopsias. William había insistido en que lo hiciera. Se
acercó a él para recibirlo.
—Buenos días Amy. Quería darte la bienvenida como vecina y decirte
que, si necesitas lo que sea, por favor pasa a cualquier hora por mi casa.
—Te lo agradezco mucho.
—Aidan acaba de decirme que ibas a ocupar el puesto de Archie, y me ha
pedido que te echara una mano si lo necesitabas. No hace falta decir que,
aunque no me lo hubiera pedido, habría venido.
Aidan era increíble. ¡Con todo lo que tenía que hacer esos días, se había
preocupado de hablar con Anice!
—Veo que estás instalándote. Es posible que te falten algunas cosas, y ya
sabes que yo también suelo tener remedios naturales. Si necesitas algo, por
supuesto estoy a tu disposición.
—Solo echo en falta ciertas hierbas, pero todavía tengo que mirar en el
sótano. Gracias de nuevo, Anice— el hombre asintió sonriente y luego, con
un gesto de la mano como despedida, se fue.
Volvió a quedarse sola. Excepto por algún mirón que entró para cotillear,
el resto del tiempo estuvo trabajando. No se había dado cuenta de la hora que
era, hasta que escuchó una voz.
—¡Sabía que te pasaría esto! —Aidan se acercó a ella, que estaba
limpiando uno de los cajones, y le plantó un beso rápido en la boca.
—¿El qué? —siguió ordenando los frascos que había limpiado
previamente. Tenía tanto que hacer que le daba vueltas la cabeza.
—Que te olvidarías de la hora. William quiere que comamos con él.
Además, luego, tenemos que contarle todo lo que hayamos descubierto sobre
las muertes —Amy se estiró sujetándose la espalda, le dolía un montón por
estar tanto tiempo inclinada.
—Espera que me lave la cara y las manos, por lo menos. Estoy llena de
polvo ¡Lo que daría por meterme en el río! —utilizó el cubo que había
siempre en la cocina mientras escuchaba la respuesta de Aidan.
—Esta noche nos bañaremos allí, luego, cena y cama. No existe mejor
plan en el mundo —afirmó.
Cuando se acercó de nuevo a él, recordó el comentario de Ness sobre las
otras chicas y lo besó apasionadamente y, aunque respondió con entusiasmo,
cuando se separaron, él la miraba con los ojos entrecerrados.
—¿Y esto a que viene?
—Solo a que te quiero.
Salieron cogidos de la mano con la misma expresión que tenían cuando
eran dos adolescentes.
Subieron a la habitación de William que quería que comieran allí para
tener más intimidad y que había ordenado que prepararan la mesa para los
tres. Aidan la acompañó y separó una silla para que ella se sentara, como un
auténtico caballero. Amy estaba asombrada por su comportamiento. Le
quería, no servía de nada negarlo a estas alturas, pero, en ocasiones, le
parecía un hombre distinto al que ella había conocido. Parecía estar
esforzándose porque ella mejorara su opinión sobre él.
—Gracias, Aidan —a nadie le amarga un dulce, así que le sonrió para
indicarle que iba por buen camino.
William tomó la palabra a continuación, tenía mucho que decir.
—Muchas gracias a los dos por venir. He pensado mucho en el trabajo
que habéis estado haciendo y me gustaría pediros que sigáis haciéndolo,
cuando sea necesario.
—¿Qué? —era evidente que Aidan no sabía nada de la propuesta de
William.
—Tranquilo, Aidan, sería solo en ciertos momentos. Me he dado cuenta y
creo que vosotros también, de que esto os gusta y se os da bien. Los dos sois
listos y trabajáis bien juntos.
—¿Te refieres a si vuelve a haber un asesino por aquí? —Amy no
entendía lo que quería de ellos.
—Para cualquier acción que se cometa contra nuestra ley. Se trata de
hacer justicia, algo que muchas veces no podemos hacer porque no sabemos
quién es el culpable. Por supuesto, el castigo, una vez conocido todo lo
ocurrido, lo decidiré yo.
—No sé, William. Déjanos algo de tiempo para pensarlo—Aidan no
estaba contento, no le gustaba la idea de que Amy estuviera siempre metida
en esos líos. Solían ser peligrosos.
—Por supuesto, esto sería aparte de vuestros trabajos. No quiero que
Aidan deje su labor conmigo, ni que tú —la miró fijamente— dejes la tuya de
boticaria. Y aprovecho para darte las gracias por haberlo aceptado, sé que
serás una digna sucesora de Archie
—Eso espero —susurró.
—Dicho esto. Contadme lo que habéis descubierto durante estos días.
Aidan se lo explicó, tal y como habían quedado.
—Sabemos que Scott y Aileen estuvieron juntos durante varios meses,
eso está confirmado. Hay un testigo que los vio, pero antes de que me
preguntes quién es, preferiría no decirte su nombre —William, aunque puso
cara de que no le gustaba su negativa, no protestó. Respetaba demasiado a
Aidan para hacerlo— creemos que Scott era algo alocado y no midió las
consecuencias de sus actos. En algún momento Lowena debió de verlos
juntos o él mismo le dijo con quien la engañaba —Aidan se encogió de
hombros— en realidad no podemos saber cómo se enteró ella, pero el
resultado fue que, Lowena, que tampoco era muy lista, debió de amenazar a
Aileen con contártelo a ti —Amy intervino a una seña de Aidan.
—Aileen ya había matado a Archie, aunque todavía no sabemos por qué.
Y es la muerte que nos provoca más dudas, quiero decir pensando que la
asesina es Aileen.
—Sí, parece raro —confirmó William— no me imagino a Aileen
echándole veneno en la bebida al boticario. Archie no era como Scott, era un
hombre inteligente y con experiencia.
—Pudo ser un acto a la desesperada —opinó Amy y Aidan continuó con
su explicación.
—Después de Archie, decide matar a Lowena. Seguramente había
quedado con ella para darle algo, puede que otra joya, porque el collar de oro
se lo había dado antes. El lugar del asesinato, el pozo, está muy bien elegido
porque hay un grupo de árboles que las ocultaban de la vista del resto del
pueblo. Y por eso nadie la vio clavarle el puñal bajo el corazón, la pobre
muchacha no tuvo tiempo ni de gritar. Ayer estuvimos haciendo la prueba en
casa de Amy y, si alguien más alto que Aileen fuera el asesino, la herida
estará más arriba.
—¿Cómo hicisteis la prueba? —William estaba asombrado porque nunca
había oído nada parecido.
—Pues nos pusimos de pie, frente a frente, e intenté apuñalarla.
—¿Podríais repetirlo?, me gustaría verlo… —parecía muy interesado.
—Por supuesto —se levantaron y se colocaron en posición y, en cuanto
Aidan levantó la mano aparentando llevar un puñal, William entendió lo que
quería decir.
—¡Pues claro! ¡Nunca se me hubiera ocurrido! ¡Qué claro parece ahora!
—se levantó para probar él y, a pesar de ser más bajo que Aidan, también le
costaría clavarle un puñal a Amy en el corazón. Sin embargo, podría
degollarla sin dificultad.
Se volvieron a sentar y Amy continuó hablando
—Por eso pensamos que el asesino tenía que ser alguien de la misma
altura, aproximadamente, que la víctima. Sigo con lo que creemos que
ocurrió: mientras todos estábamos cenando en el salón, Aileen bajó a las
mazmorras para asesinar a Scott con el vino envenenado que le llevó en tu
copa —miró a William—no olvidemos que Connor, que tenía que estar
vigilándolo, había subido a tocar la gaita. Scott estaba muy asustado, pero
debió de tranquilizarlo lo suficiente para que bebiera.
—¿Era tan simple que no pensó que ella podía ser la asesina de su novia?
—William comenzaba a entenderlo.
—Eso creemos.
Y no quedaba nada por añadir, aunque todavía había algunos detalles que
Amy y él pensaban que nunca descubrirían.
—Si hubiera sido un poco más listo, quizás se hubiera salvado —los
hombres miraron a Amy y ella intentó explicarse— cuando pregunté a Scott
quién era la mujer con la que estaba liado, estuvo a punto de decírmelo,
entonces aparecisteis tú y Gunnar y se volvió a sentar con cara de susto. Le
daba un miedo terrible que tú te enteraras, pero si lo hubiera confesado,
seguiría vivo —se quedaron unos momentos en silencio hasta que William
asintió, convencido.
—Gracias a los dos. Antes de que os vayáis, quiero pediros un último
favor.
—Por supuesto —Aidan contestó por los dos.
—Como me imagino que habrá boda, me gustaría mucho ser el padrino
—Amy se puso colorada y Aidan se rio a carcajadas, aunque un rubor
sospechoso comenzó también a subir por su cara.
Al salir, se encaminaron directamente a la botica.
—Me apetece irme a la cabaña, pero más tarde tengo que abrir, por lo
menos un rato —lo miró, algo traviesa— ¿qué tal si nos echamos la siesta?
—él sonrió con picardía.
—Vamos— tiró de ella, para que se diera prisa, haciéndola reír.
Poco después entraban en la botica y, entre risas, Aidan le dijo
—¿No habías cerrado con llave? —ella estaba ocupada intentando que
bajara la cabeza para besarlo en condiciones, pero se puso seria durante un
momento.
—Es verdad —confirmó— he olvidado echarla. Bueno, hagámoslo ahora.
No queremos que nos interrumpan, ¿no?
—Eso es —él se ocupó de hacerlo y después, se echó al hombro el cuerpo
de Amy como si fuera un saco de patatas, y subió de ese modo las escaleras
hacia la habitación. Amy estuvo todo el camino intentando protestar sin
conseguirlo, ya que la risa la dejaba sin fuerzas.
Bastante rato después, cuando pudieron volver a hablar con tranquilidad,
ella decidió sincerarse…
—¡Dios Aidan!, esto ha sido maravilloso. No puedo esperar a que nos
casemos.
—Pues yo no estoy seguro de que seas la mujer adecuada, puede que
tengamos que esperar —bromeó y ella le pegó un tirón en las trenzas que lo
hizo sonreír.
—¿Estás seguro? —él sonrió de una manera que lo hacía parecer mucho
más joven— muy bien, por mí no hay problema. Te doy exactamente cinco
minutos para decidirte, lo que tardo en bajar a por agua a la cocina.
—Bajo yo —hizo intención de levantarse, pero ella lo empujó con la
palma de la mano en el pecho, para que no se moviera
—No, tú te quedas aquí tranquilito, decidiendo cuándo quieres que nos
casemos.
—Bueno, bueno ¡Mandona! —se giró de costado poniendo la cabeza
sobre su brazo izquierdo, para no perderla de vista mientras salía.
Amy bajó las escaleras y fue a la cocina, donde había un cubo con agua
que se cambiaba todos los días, como en todas las casas. Cogió el cucharón
para beber directamente, pero algo le llamó la atención, la puerta del sótano
estaba abierta. Se extrañó porque estaba segura de que estaba cerrada cuando
se fue y cogió un candil para echar un vistazo. No creía que nadie hubiera
bajado al sótano, pero nunca se sabía. Y las hierbas que tenía Archie
guardadas, tenían mucho valor para ella.
Bajó los dos primeros escalones, pero no vio nada y tuvo un mal
presentimiento, entonces decidió bajar otros dos y, si seguía sin ver nada,
subiría a por Aidan para que la acompañara. Pero en el tercer escalón tropezó
y voló sobre las escaleras cayendo en el duro suelo del sótano, parando el
golpe con la cabeza. Permaneció unos segundos despierta, lo suficiente para
ver cómo se apagaba el candil, luego, se sumergió en la oscuridad.
DIEZ

Aidan escuchó un ruido desde la cama y, sin ponerse nada encima, corrió
hacia la cocina llamándola, pero al ver que Amy no estaba allí y que la puerta
del sótano estaba abierta, cogió la antorcha que había junto a la entrada y que
permanecía encendida por la noche, y bajó las escaleras de la bodega muy
nervioso porque no contestaba. Cuando llegó al final de los escalones,
levantó la antorcha y pudo ver su cuerpo caído boca abajo en medio de la
habitación.
Se arrodilló a su lado, estremecido, y dejó la antorcha en el suelo,
respirando hondo para tranquilizarse. La dio la vuelta con cuidado y se le
escapó una maldición al ver su cara, estaba sucia, llena de tierra y de sangre,
pero aún respiraba. Palpó con cuidado su cuerpo, pero no parecía haber nada
roto. Entonces, la cogió en brazos con suavidad, para llevarla a la habitación.
Cuando la dejara allí, iría corriendo a buscar a Anice, pero al tumbarla sobre
la cama Amy abrió los ojos.
—¡Gracias a Dios! —tenía que darse prisa porque la herida de la cabeza
seguía sangrando— escúchame, no te muevas. Voy a buscar a Anice, pero
vuelvo enseguida —ella levantó una mano intentando cogerle una de las
suyas, pero estaba tan débil que la dejó caer de nuevo sobre la cama.
—No veo bien por el ojo derecho ¿Qué me pasa? —se inclinó para verla
más de cerca a la luz de la vela.
—Te has caído en el sótano y tienes una herida en la cabeza. Has
sangrado bastante y parte de la sangre te ha entrado en el ojo —al ver su cara
de extrañeza, preguntó— ¿no lo recuerdas? —ella negó con la cabeza—
espera, te limpiaré la cara y el ojo y luego iré a buscar al médico.
—Sí, por favor, me escuece bastante.
Voló por la escalera para coger lo necesario de la cocina y volvió a subir
a la habitación. Limpió su cara lo mejor que pudo y, después, siguiendo las
indicaciones de Amy, con la ayuda de un trapo le echó agua en el ojo. Había
visto la herida en la cabeza, pero no se había atrevido a tocarla solo la había
limpiado con agua.
—¿Mejor? —ella asintió.
—Dame un poco de agua Aidan, por favor —bebió un par de sorbos y,
cuando volvió a apoyar la cabeza en la cama, hizo un gesto de dolor.
Después, mantuvo los ojos cerrados unos segundos, intentando que se le
pasaran las ganas de vomitar. Cuando lo consiguió, le susurró:
—Aidan, escucha atentamente, no avises a Anice. No ha sido un
accidente, había algo en las escaleras para que me tropezara y no me fío de
nadie. Quiero que traigas a mi abuela.
—Pero tu abuela está en el clan de los Cameron. No podemos esperar a
que Connor, o cualquier otro la traiga. Tienen que curarte ya.
—¡No! —le sorprendió ver el miedo en los ojos de Amy— no se lo digas
a nadie, coge a Antares y ve tú a buscarla. Dile a Jamie que no le diga a nadie
que te vas ¿Cuánto tiempo tardarías en llegar?
—Una hora más o menos.
—Está bien, puedo esperar. Por favor Aidan, trae a mi abuela. La necesito
—volvió a cerrar los ojos porque le dolía tanto la cabeza que le costaba
mantenerlos abiertos.
—Amy, sabes que tu abuela no me puede ni ver desde que rompimos. No
querrá venir.
—Vendrá. Te lo aseguro —su abuela y ella siempre habían tenido una
conexión especial. Vendría.
—Amor mío, no me pidas eso. No te puedo dejar sola tres horas con esa
herida en la cabeza. Déjame que vaya a buscar a Anice —ella le contestó con
los ojos cerrados.
—Aidan por favor, no discutas—al ver su expresión, intentó
tranquilizarlo—no te preocupes, no me duele mucho
—No mientas, amor mío —apretó su mano— ¿te puedo dar algo para el
dolor?
—Sí, ¿puedes mirar si sigue sangrando? —él retiró el paño húmedo que
había puesto sobre la herida.
—Parece que no —volvió a dejar con cuidado el paño en su sitio.
—Entonces puedo tomar una infusión. La mezcla está en la balda de
abajo en un frasco de cristal, en la etiqueta pone dolores. Debes hervir un
poco con agua y luego que repose cinco minutos.
Cuando se tomó la bebida, Amy se el paño de la cabeza, luego, cogió a
Aidan de las manos.
—Aidan, es muy importante lo que te he dicho. No se lo digas a nadie.
Cierra la puerta con llave cuando te vayas y llévatela, para que no puedan
entrar.
—No puedo irme dejándote así ¿no lo entiendes? —besó su mano
ardorosamente— deja que vaya a la torre a avisar a William. Sólo se lo diré a
él.
—Aidan, confía en mí y no discutas, por favor. Enseguida se me pasará el
dolor y aprovecharé el tiempo para pensar.
—Sabía que me mentías. Te duele mucho, se te nota en la cara —ella
sonrió y él se desesperó porque sabía, desde el principio, que haría lo que ella
le pedía— está bien, echaré la llave y volveré lo antes posible.
—Nos vemos en un rato —volvió a cerrar los ojos respirando
profundamente.
Él dejó el candil encendido para que tuviera luz y se fue. Era muy raro
que Amy no quisiera que llamara a nadie, pero era muy lista. Seguramente se
había dado cuenta de algo que le hacía desconfiar de todo el mundo.
Antares lo esperaba despierto, con ojos amistosos y estaba extrañamente
tranquilo, aunque normalmente montaba mucho alboroto al oírle llegar.
—No hagas ruido amigo —escuchó unos pasos y al darse la vuelta vio a
Jamie que lo miraba muy sorprendido.
—¿Qué ocurre Aidan? —se acercó a él con cara de preocupación.
—Jamie, no digas a nadie que me has visto salir.
—Entiendo. Ya me parecía a mí muy traído de los pelos todo eso de que
Aileen se había vuelto loca y había matado a todos —Aidan lo miró
estupefacto porque a él le había parecido creíble. Aún se lo parecía.
—No te preocupes muchacho, no diré nada. Estaba echando una cabezada
porque por la noche no he pegado ojo.
—¿Y por qué estas durmiendo aquí, Jamie? —Aidan seguía preparando a
Antares mientras hablaba.
—Mientras tenga caballos a mi cargo, no voy a consentir que les pase
nada. El loco que ha asesinado a toda esa gente podría darle por matar a
alguno de estos animales. Por eso he decidido dormir aquí, de momento.
Tengo el oído muy fino y si alguien viene para hacerles daño… —sacó la
daga que guardaba en la espalda y se la enseñó. Jamie esperaba que no se
hiriera con ella sin querer, Jamie ya estaba muy mayor para esas aventuras.
Subió de un salto sobre Antares y luego le palmeó el cuello.
—Ten cuidado Aidan. Antares puede tropezar igual que los demás
caballos.
—Lo sé. Adiós Jamie. Recuerda, no me has visto.
—Tranquilo —se quedó mirando como galopaba hacia el camino que lo
llevaría fuera del pueblo.

El viaje hasta el clan de los Cameron fue angustioso. Cada cinco minutos
tenía que luchar contra las ganas de volver para comprobar que Amy seguía
bien, pero se obligaba a seguir recordando su promesa de llevar de vuelta a su
abuela.
Como esperaba, había un par de vigilantes en el portón de entrada de la
aldea de los Cameron. Los conocía y uno de ellos lo acompañó a la casa de
Sine, la abuela de Amy. En cuanto llamó a la puerta, la anciana abrió y se
quedó mirándolo, vestida para salir y con una bolsa de cuero en la mano.
—¡Ya era hora muchacho! ¡sí que has tardado en llegar! —el Cameron
que lo había acompañado se batió en retirada. Todos conocían a aquella
anciana y nadie quería ser el objetivo de su lengua.
Aidan estaba asombrado al darse cuenta de que lo esperaba.
—Amy siempre me había dicho que tenías el don, pero no lo había creído
hasta ahora —volvió a sorprenderle al hablarle con normalidad.
—Hace horas que te espero. Vámonos, muchacho, quiero ver a mi nieta
cuanto antes —él cogió su bolsa, y la colgó de la silla de Antares. El caballo
miraba a la anciana como si no supiera qué pensar sobre ella. Entonces, ella
se acercó al caballo y le acarició el morro.
—Eres muy bonito —canturreó— necesitamos que nos lleves de vuelta
muy deprisa ¿verdad que lo harás? —el caballo asintió, dejando boquiabierto
a su dueño.
—Aidan, cierra la boca y súbeme sobre este animal tan bueno —él lo
hizo, sin saber si estaba más sorprendido por la actitud de la anciana, o del
caballo.
Casi una hora después, entraban en el dormitorio de Amy que los miró
con los ojos entrecerrados. La habían despertado.
—¡Abuela! Gracias por venir—susurró, aún estaba medio dormida.
—¡Mi niña! ¡Te he dicho muchas veces que eres muy confiada! —antes
que nada, se inclinó para ver la herida y se quedó callada unos minutos hasta
que Aidan no aguantó más.
—Bueno ¿cómo está?
—Me imaginaba que estaría peor ¿Te duele la cabeza?
—Me dolía, pero Aidan me ha dado una infusión de corteza de sauce.
—Muy bien, creo que lo mejor es echarte en la herida aceite de hipérico,
eso te irá muy bien. He traído en mi bolsa, por si acaso. La visión no ha sido
clara sobre lo que te ocurría, sólo que me necesitabas y que mandarías a
buscarme.
—Sabía que estarías preparada —sonrió— ¿y mis padres?
—Durmiendo a pierna suelta ¡ya sabes cómo son! —para Sine siempre
había sido muy triste que su hija no hubiera sacado ninguno de sus dones.
Amy, sin embargo, desde que era una niña, había dado muestras de que le
entusiasmaba todo lo relacionado con la curación. Quizás por esa afinidad
entre las dos, ambas eran capaces de comunicarse de una manera que nadie,
aparte de ellas, podía entender.
Después de curar su herida, su abuela se atrevió a darle un beso en la
frente y Aidan sintió que podía volver a respirar con normalidad y se sentó en
el taburete que había junto a la pared, observando el profundo amor que la
anciana sentía hacia su nieta.
—Abuelita, qué ganas tenía de verte.
—Podías haber ido a vivir conmigo en lugar de venir a este lugar para
meterte en la boca del lobo —movió la cabeza con desaprobación— ¡a quién
se le ocurre ponerte a averiguar quién ha matado a toda esa gente! —Amy
miró a Aidan extrañada porque se lo hubiera contado.
—No, no lo mires a él, que no me ha dicho nada, pero las noticias de lo
que ocurría han llegado a los Cameron. En la reunión de clanes a la que
William fue el otro día, se lo dijo en confianza al laird Cameron, que se lo
contó en confianza a un miembro de su familia…, y así se fue corriendo la
noticia por todo el clan. Cuando me enteré, por fin entendí por qué llevaba
varios días preocupada. Hace unas horas he sentido que me llamabas,
entonces, me he vestido para salir y he esperado junto a la puerta, hasta que
ha venido Aidan a buscarme —suspiró sentándose en la cama y mirando
fijamente a Amy— ahora cuéntame qué ha pasado exactamente.
—No lo sé, pero no me he mareado, ni se me ha torcido el pie, ni nada
parecido —miró a Aidan—por favor, quiero que vayas al sótano y mires
detenidamente los escalones. Creo que alguien ha puesto algo allí para que yo
me cayera.
—Bajo ahora mismo —Aidan salió de la habitación antes de que se
dieran cuenta, a pesar de Amy que le dijo:
—¡Espera a que sea de día! —como se imaginaba, no le hizo ni caso.
—Déjalo, necesita hacer algo, no puede estar con los brazos cruzados, sin
hacer nada. Es un buen hombre
—Lo sé, abuelita y me alegro de que ya no estés enfadada con él.
—En realidad, hay algo que tengo que decirte —Amy la miró extrañada
al ver que la anciana apartaba la cara.
—¿Qué pasa, abuela? —Sine echó una mirada a la puerta antes de
contestar.
—Es mejor que te lo diga antes de que él suba —susurró— la verdad es
que no se acostó con tu prima.
—¿Qué? —no pudo evitar levantar la voz, lo que provocó que le volviera
a doler la cabeza— ¿lo dices en serio? —su abuela asintió, con cara de estar
muy arrepentida— ¿Y cómo lo sabes? ¿has tenido una visión? —era raro, que
tanto tiempo después la hubiera tenido, pero podía ocurrir.
—No hija, no es eso. Hace unos días, tu prima vino a verme. Ya sabes
que, desde entonces, no he vuelto a recibirla en casa ni he vuelto a decir su
nombre. Pero el otro día me suplicó que la dejara entrar para explicarme lo
que había pasado —Amy la miraba boquiabierta.
—Dijo que siempre había estado enamorada de Aidan, aunque yo creo
que te tenía envidia, siempre te la ha tenido. Que una noche se lo encontró
borracho e intentó que se acostara con ella, pero que él no quiso. Incluso en
ese estado, le dijo que era tu novio y que solo quería estar contigo. Cuando
les pillaste en la cama, él se había dormido y ella te mintió; como él no se
acordaba de nada, no pudo negarlo. Me pidió que te lo contara y que te
pidiera perdón. Dice que está muy arrepentida, además de que nadie de la
familia le dirige la palabra —Amy no sabía si reír o llorar ¡Qué fácil le era a
su prima pedir perdón después de destrozar la vida de dos personas!
—Ya me parecía a mí que era muy raro que no me acordara de nada —
¡Dios, Aidan lo había oído todo! Estaba de pie en el umbral con algo en la
mano. Amy decidió disimular porque todavía no estaba preparada para hablar
sobre lo que le había contado su abuela.
—¿Qué has encontrado? —él le echó una mirada que significaba que más
tarde hablarían sobre lo de su prima, antes de contestar.
—Un cordel que estaba sujeto con clavos a la altura del tercer escalón, era
imposible no tropezar con él al bajar. Se ha roto cuando has tropezado con él,
pero había un trozo a cada lado —Sine se levantó a tocarlo, era un cordel
normal.
—Es raro ¿Quién podía saber que ibas a bajar al sótano?
—Hay alguien que lo sabía —miró a Aidan y después a su abuela, los dos
la miraban expectantes, de modo que se explicó.

La mañana había traído una nueva e increíble tragedia que ya comentaban


todos los vecinos. En un tonto accidente bajando al sótano de la botica, Amy
había tropezado golpeándose en la cabeza y había muerto. Su cuerpo estaba
en las mazmorras, como habían estado antes los de los asesinados y el de
Aileen, la suicida, antes de su entierro.
Anice, el médico, estaba hablando con William que le preguntaba si
podría ejercer, desde ese momento, las funciones de boticario y de médico.
La botica era mucho mayor que su actual vivienda y, aunque al principio dijo
que no, terminó aceptando ante la insistencia de William que le decía que no
quería tener que buscar otro boticario durante una temporada, debido a lo
ocurrido con los dos últimos.
No se veía a Aidan por ninguna parte, pero todos entendían que quisiera
estar solo. Anice comentó a William que se mudaría en unos días a la botica
y el laird estuvo de acuerdo, pero le pidió que, mientras tanto, hiciera un
recuento de las hierbas y los remedios que había para reponer lo que hiciera
falta, ya que Amy estaba haciéndolo cuando había tenido el accidente. El
médico asintió con expresión triste y aceptó ir enseguida a terminar la tarea.
Cogió la llave que le entregó William y se dirigió a la botica, después de
entrar y cerrar la puerta, cogió el candil que había sobre la mesa que servía
para atender a los clientes y bajó al sótano. Dejó el candil en el segundo
escalón y se agachó para buscar el cordel en el tercero cuando, de repente,
una enorme mano salió de la oscuridad enseñándoselo, partido en dos trozos.
Entonces, una voz le preguntó:
—¿Buscas esto? —Anice miró a Aidan con los ojos saliéndosele de las
órbitas y salió corriendo como nunca lo había hecho. Pero, cuando llegó a la
calle se detuvo bruscamente ya que todo el clan lo esperaba, en silencio,
mientras lo miraban fijamente.
Aidan salió tras él y lo empujó, haciendo que cayera de rodillas ante
William, pero éste se apartó y unas piernas de mujer aparecieron frente a
Anice Crane.
—Te lo dije Aidan— el médico miró hacia arriba y miró asombrado a
Amy —él mató a Archie, pero no a Lowena. Desde el principio me
sorprendió que pareciera tan afectado por el asesinato de Lowena. Pero no
estaba afectado, sino sorprendido, porque él no había sido ¿No es cierto,
Anice? —todos los vecinos la miraban como si estuvieran hipnotizados. El
médico gimoteaba sin contestar, sabiendo que lo habían descubierto y el
destino que le esperaba.
—Cuando Aileen mató a Scott, te vino muy bien. Entonces, decidiste
asesinarla para cargarle el muerto de Archie, pero a nosotros no nos cuadraba
porque no encontrábamos ningún motivo para ese asesinato. Pero Anice tenía
un motivo para matarlo, el peor de todos: —Aidan estaba tan sorprendido
como todos los demás, observando cómo Amy lo explicaba todo— la
envidia. Archie siempre tenía mucha gente en la botica y sin embargo él, que
era médico y siempre se ha considerado superior a un boticario, no tenía casi
clientes. Solo cuando estaban muy graves acudían a él, casi cuando no se
podía hacer nada por ellos.
—¡Era injusto! ¡llevo aquí un montón de años y nadie venía a verme a
menos que estuviera obligado! Yo era siempre el extranjero. Y Archie, que
era un ignorante a mi lado, tenía la botica llena de gente ¡Además, yo quería
practicar una autopsia sobre alguien que hubiera sido envenenado! ¡había
estado repasando los efectos que el veneno tendría sobre los órganos
internos! —había comenzado a balbucear soltando toda la porquería que
llevaba dentro. Amy lo miraba incrédula, como todos los demás— pero me di
cuenta de que nunca podría hacer una a menos que tomara cartas en el asunto
y, lo odiaba tanto, que disfruté envenenándolo y luego abriéndolo para ver
cómo había actuado el veneno.
—Bueno, ya está bien, ya nos enteraremos de lo demás. ¡Lleváoslo a la
mazmorra! —a la orden de Aidan, los guardias se lo llevaron pataleando.
Amy, todavía débil por la caída, se acercó a Aidan y le dijo.
—Creo que había vaciado el cajón de hierbas para dormir, así se
aseguraba de que bajaría al sótano a por más. No quería otro boticario —se
tambaleó, pero él la cogió en brazos.
—Te llevo a casa —Amy cabeceó y se abrazó a su cuello agotada, pero
tranquila. Por fin había pasado todo y podrían comenzar su nueva vida.
EPÍLOGO

El salón del castillo estaba repleto porque todos habían acudido a celebrar
la boda de Aidan y Amy. Se habían casado hacía unos días, en una ceremonia
a la que solo habían asistido los dos. Aidan ese día se había levantado
negándose a esperar más, y se la había llevado a la iglesia de Kirkcaldy
donde tuvo que presionar un poco al cura, pero consiguió que los casara, y
durante dos días habían estado desaparecidos, aunque mandaron un mensaje a
William avisándole de que se habían casado y cuándo volverían.
Rosslyn los miraba encantada de verlos tan felices antes de marcharse. En
pocos días tenía que volver, con su familia, a su nueva vida entre los que ya
se encontraba Adais, que se había convertido en el mejor amigo del hijo de
Gunnar, Aris.
Comenzó la música y los recién casados salieron a bailar. Amy reía en
brazos de su amante marido más feliz como nunca.
—Menos mal que no te habías casado con ninguna otra.
—No me conoces todavía, si así fuera, sabrías lo que pensé cuando dijiste
que no volverías nunca.
—¿Qué pensaste? —preguntó, coqueta.
—Que te esperaría —sonrió pícaro.
Ella volvió a reír a carcajadas mientras daban vueltas al compás de la
música y de las palmas de los que los observaban, sonriendo.

FIN
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Margotte Channing
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