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Una cena familiar

Julio y Pancho eran amigos de toda la vida. Ambos Vivian en Banfield y se conocían desde la
infancia. Sin embargo, eran muy diferentes el uno del otro. Julio era un chico tranquilo, estudioso
y muy respetuoso. Pancho, por su parte, era todo lo contrario. Además, tenía una mala relación
con su mamá. Ella era una señora grande y necesitaba de muchos cuidados, por lo que Pancho
estaba muy agotado de ella, ya que sentía que lo molestaba constantemente.
Los amigos siempre se juntaban los sábados por la noche para comer un asado y ver algún partido
o película. Uno de esos tantos sábados, Le tocó a Pancho preparar la comida, por lo que Julio solo
tenía que ir a comer. Este llegó a la casa Pancho y se encontró con un banquete enorme. La carne
estaba a punto, tenía un color dorado hermoso y despedía un olor delicioso. Julio estaba
encantado con la comida, pero notó a su amigo algo agotado y tenso, imaginó que era por la labor
de tan magnifica preparación, por lo que decidió no preguntar e ir a acomodar la tele para ver la
película. Julio comenzó a sentirse un poco incómodo por el inquietante silencio que había en el
hogar. Pancho no decía ni una sola palabra; solo le daba los últimos retoques a la mesa. Una vez
preparado todo, ambos muchachos se sentaron en el sillón del living. Pancho estaba un poco raro,
pero la comida era impresionante, por lo que Julio empezó a devorar la carne con gran rapidez. El
sabor era celestial. Pancho solo miraba fijamente el televisor y no decía nada. Julio devoraba y
devoraba y la comida empezaba a terminarse. Lo único que se escuchaba era el sonido de la
película. Pancho solo estaba callado y se lo veía muy tenso. Julio decidió romper el silencio y
decidió hablar con él. Le preguntó -¿dónde está tu mamá? ya que no la he escuchado pedir nada o
quejarse por sus dolores de cintura-. A lo que Pancho, esbozando una sonrisa, respondió – Ahora
mismo, en tu estomago-.

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