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Universidad Complutense de Madrid

La metalurgia de los
reinos cristianos de la
Península Ibérica (711-
1492)

Trabajo Individual – Arqueología Medieval

[Nombre del autor]


Índice

1. - Introducción
................................................................................. .............. 2

2. -
Desarrollo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2

2. 1. - Breve introducción sobre el origen de la metalurgia en la Península Ibérica y


Europa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
2

2. 2. - El estudio de la metalurgia en la Edad


Media. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ............ 3

2. 2. 1. - La historiografía del conflicto bélico medieval a partir de los


años 90
........................................................................................................... 4

2. 3. - La guerra y su influencia en la Edad Media de la Península Ibérica


........................ 5
2. 4. - Las cruzadas
............................................................................................ 5
2. 4. 1. - Cruzada cátara
...................................................................................... 5
2. 4. 2. - Cruzadas
bálticas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
2. 4. 3. - Cruzadas en la reconquista
....................................................................... 7
2. 4. 4. - El ejército cruzado: armas, panoplia y
tácticas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7

2. 4. 5. - Dominum mundi, el papel de la ideología de las Cruzadas


............................... 10

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La metalurgia de los reinos cristianos de la Península Ibérica (711-1492)


3. – Conclusión
............................................................................................... 11
4. – Bibliografía
.............................................................................................. 14

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La metalurgia de los reinos cristianos de la Península Ibérica (711-1492)


1. - Introducción
Para explicar la metalurgia en la época medieval de la Península Ibérica es imprescindible
introducir y desarrollar la guerra. Esta caracteriza prácticamente toda la Edad Media
precisamente desde el año 711. En este trabajo se expondrán diferentes aspectos que abarcan
desde la conquista musulmana de la península hasta el descubrimiento de América,
deteniéndose y poniendo más énfasis en los siglos XI, XII y XIII, años en los que la intensidad
de los conflictos bélicos estaba en su máximo esplendor, poniendo especial énfasis en las
Cruzadas. A través de la historia entenderemos el desarrollo de la metalurgia en la Península
Ibérica, con una breve introducción de su origen en Europa, donde se expondrán sobre todo los
metales relacionados con la guerra: las armas.

Aun queriéndonos centrar en el armamento cristiano, el material más abundante dentro de la


época medieval, la información que encontramos sobre este brilla por su ausencia. La
trascendencia que tuvo el armamento medieval fue indispensable para el transcurso de esta
época, sobre todo el hierro y las aleaciones del cobre, pero la investigación y los restos
materiales que encontramos en la arqueología y son insuficientes para su correcto estudio, y se
le da más prioridad al estudio cerámico. Por ello, he añadido un apartado en este trabajo para
aclarar el papel que tiene la arqueología en la metalurgia de la Edad Media y su “escaso”
análisis.

2. – Desarrollo

2. 1. - Breve introducción sobre el origen de la metalurgia en la Península Ibérica y


Europa
La urgencia de desarrollar la metalurgia en la Península Ibérica llega desde mucho antes de
la aparición de los musulmanes en el 711. Ya en la Edad de los Metales, y con la formación de
las sociedades jerarquizadas adoptadas de Próximo Oriente, se empiezan a especializar en las
distintas técnicas de la fabricación de los metales, como en la Edad del Bronce europea.

Algunos autores relacionan el desarrollo tecnológico de los metales con el desarrollo del
comercio, impulsando los dos a la aparición, y su posterior avance, de las sociedades complejas
(Champion, et al, 1988, p. 283). El contacto entre diferentes culturas y sociedades llevó a los
metales y sus técnicas a la difusión por occidente y Próximo Oriente, como es el caso de la
obsidiana en el entorno del mediterráneo occidental y la posterior aparición de la metalurgia
(Hallam, Warren y Renfrew, 1976, p. 103). No es hasta mediados del tercer milenio a.C. cuando
la metalurgia se acomoda en el sudeste de la Península Ibérica.

Renfrew realizó un estudio sobre el auge de la metalurgia en Europa y sus diferentes


características (1969). En él se puede ver la diferencia de desarrollo con la región anatólica, y
encontramos en Rumanía, Hungría y Yugoslavia los yacimientos más antiguos. Por ejemplo, en
la zona de los Balcanes, la metalurgia se caracteriza por la abundancia en oro, y la rapidez de su
desarrollo es indiscutible (esto último lo sabemos gracias a la variedad de técnicas y diseños que
se encuentran en sus asentamientos). En la Grecia continental, el nacimiento de la metalurgia

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llega en la última etapa del neolítico, destacando el yacimiento de Sitafroi. Con respecto a la
Península Ibérica, los metales y su manejo llegan incluso antes que la aparición de la cerámica
campaniforme. En el yacimiento de Los Millares, muy importante por la investigación que se
realizó en torno a su necrópolis a partir de 1891, se ha realizado otra investigación, por Arribas,
A y Molina F. como directores, de la metalurgia del poblado, en el que se encontraron 24
objetos que analizar, 6 son cobres y 18 son cobres arsenicados, y, por lo que se puede ver, el
cobre artesinado tuvo un fuerte predominio.

3. 2. - El estudio de la metalurgia en la Edad Media


Para principios del siglo XXI, los estudios arqueológicos que se habían realizado sobre la
metalurgia eran muy escasos, como bien explica Álvaro Soler del Campo en la introducción de
su libro La evolución del armamento medieval en el reino Castellano-leones y Al-andalus
(siglos XII-XIV):
«El estudio del armamento castellano-leonés y andalusí durante los siglos XII-XIV, solo
había sido tratado en contadas ocasiones a pesar de la trascendente actividad bélica
desarrollada entre ambos. Su conocimiento está condicionado por la inexistencia de un
conjunto suficientemente amplio de materiales arqueológicos, lo cual supone el tratamiento
conjunto de fuentes iconográficas y literarias que suple tal carencia.» (Soler del Campo,
1993, p. 5)

En este aspecto, la historia nos ha aclarado muchas más dudas que la arqueología. Guillermo
Roselló Bordoy y Manuel Rui Rui, historiadores, presentaron sus reivindicaciones acerca de
este tema en torno a los años 80, y, aun con estas declaraciones, la arqueología no ha tomado
parte en muchas más excavaciones sobre la metalurgia medieval en la Península Ibérica. Por el
contrario, en la Europa occidental, las investigaciones arqueológicas sobre el tema son bastante
numerosas. Es cierto que las espadas son un objeto de estudio básico entre los especialistas en
metalurgia, pero siempre se han detenido en armamentos más “únicos”, como espadas
delicadamente detalladas, y no en armamentos más abundantes y comunes, como los proyectiles
de arco, que, aun siendo más abundantes también nos pueden dar información sobre asedios o
batallas, o el caso de las joyas.

Para empezar, las investigaciones arqueológicas e históricas que se realizan en el ámbito


medieval quedan en un segundo plano si las comparamos con, por ejemplo, las investigaciones
en las épocas más clásicas de la historia de las civilizaciones humanas. Con esto, el desinterés y
la falta de especialistas se incrementa, y uno de los más perjudicados es el estudio metalúrgico
de esta época. E incluso en algunos casos, materiales arqueológicos medievales han sido
catalogados como romanos, como, por ejemplo, los materiales que se encontraron en la
excavación realizada en Cueva Feliciana, por J. M. Luengo. Al haber presencia de cerámica
celtibérica dató a todo el conjunto en esa época, siendo realmente de la época altomedieval. Sin
ir más lejos, en el Museo de León, la colección de metales no está del todo bien situada en el
tiempo ni bien identificados, y muchos ni si quiera han sido estudiados debidamente, aunque se
hayan restaurado para que resalten en las urnas del museo.

Otro de los inconvenientes por lo que no se estudia la metalurgia medieval es por su


“inutilidad” al datar, aun sabiendo que este material puede sobrevivir casi intacto hasta nuestros
días. En cambio, la cerámica es mucho más precisa. Asimismo, estos materiales de metal tienen
varias vidas, es decir, se “reciclan”, y son utilizados para diferentes funciones a lo largo de su

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“vida útil”. Esta es una buena línea de estudio, que ha sido tomada en varias ocasiones por
arqueólogos, como en la investigación que se tomó a cabo en el asentamiento de Rougiers al
analizar dos hoces de la época bajomedieval y que se encontraron con una placa clavada en la
zona fracturada (Démains, 1980, p. 457), o para explicar la extraña desaparición de minas de
estaño y cobre en la época medieval. (Gutiérrez et al., 1993, p. 911). La identificación de piezas
originales a partir de fragmentos encontrados en los asentamientos presenta otro problema por el
que las investigaciones sobre la metalurgia medieval no llegan a un punto suficientemente alto
para un estudio adecuado.

2.2. 1. - La historiografía del conflicto bélico medieval a partir de los años 90


Gracias a la historiografía anglosajona desarrollada en la segunda mitad del siglo XX sobre
el análisis de la guerra y sus formas, el interés sobre el tema se incrementó, influenciando
fuertemente a la producción hispánica y a su estudio de los combates. Uno de sus impulsores
fue Raymond Charles Smail que, gracias a su obra, se pudieron entender, entre otras cosas,
enfrentamientos llevados a cabo en Las Navas de Tolosa, ofreciendo una amplia ventana para
una aplicación más concreta en los asuntos militares medievales. Un buen ejemplo es el empleo
de esta nueva perspectiva en las obras de Don Juan Manuel. Su desarrollo llegó a su punto más
alto a finales de los ochenta, donde las propuestas metodológicas empezaron a florecer de una
forma más rápida y natural, siguiendo la primera estela que dejó Smail y consiguiendo abrir la
ventana de lo concreto. Con esto, la especialización en este campo tomó forma y dejó de
sobrevivir en otros campos para poder convivir con ellos. En el caso ibérico, podemos destacar
algunos trabajos que consiguieron movilizar a los historiadores medievales. Sin ir más lejos,
John Gillingham y sus obras, editadas y publicadas por Matthew Strickland en 1992, sobre
Guillermo el Mariscal, Ricardo Corazón de León y Guillermo el Bastardo fueron suficientes
para que se les concediese el nombre de “paradigma Gillingham”.

A día de hoy, podemos decir que el combate medieval es lo que más llama la atención de
espectadores y medievalistas, y a esto podemos incluir, al igual que en el párrafo anterior, los
trabajos realizados por Martín Alvira Cabrer sobre las estrategias militares de la batalla de Las
Navas de Tolosa, incluyendo nuevos ingredientes al estudio, como es la ideología bélica.
Aprovechando las reuniones científicas que se celebraron en el año 2012 por el octavo
centenario de Las Navas de Tolosa, algunos autores intentaron contribuir en este nuevo campo
un poco más, publicando trabajos de divulgación, citando una vez más a Martín Alvira Cabrer y
a su monografía, la más concreta hasta el momento, de 1212 y la batalla de Las Navas de
Tolosa.

Siguiendo por esta línea, los trabajos de guerras medievales siempre han tendido a seguir por
el camino de las fortificaciones, siendo los restos, más notorios y “fáciles” de encontrar, en
algunas ocasiones. Incluso antes de la renovación de esta historiografía, los estudios sobre
asedios de grandes ciudades ya se habían realizado. No obstante, los estudios se modernizaron
en este sentido, incidiendo y analizando desde perspectivas comparativas y saliéndose de los
cánones antiguos de investigación, es decir, un punto de vista más general. Por ejemplo, el
trabajo que realizó Francisco García Fitz sobre el asedio de Sevilla, en el que no sólo se tratan
los temas más básicos, como la época (1248) o los participantes, sino que este llega a ahondar
más en la investigación, analizando el ejército plenomedieval, las técnicas de combate o el
armamento utilizado. Randall Rogers consiguió contextualizar algunos de los grandes cercos
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hispánicos dentro del mundo mediterráneo, consiguiendo aclarar la información que se tenía de
conquistas hispanas, como la de Tortosa, Mallorca o Lisboa.

Las batallas durante la Edad Media en la actual Europa Occidental dejan ver las asombrosas
tácticas de combate que se desarrollaron a lo largo de estos siglos. Centrándonos un poco más,
en la Península Ibérica se han conseguido estudiar temas tan intangibles como la rapidez de las
batallas o sorprender al enemigo. Los reinos cristianos utilizaron esta táctica en incontables
ocasiones, y se ha conseguido detectar a un personaje famoso por sus conquistas por sorpresa.
Gerardo Sempavor, un militar portugués que consiguió, a mediados del siglo XII, alcanzar a
poseer un señorío territorial, cerca del Tajo y el Guadiana.

2.3. - La guerra y su influencia en la Edad Media de la Península Ibérica

Es un hecho que los conflictos a los que se tuvieron que enfrentar los reinos cristianos con el
mundo islámico marcó un antes y un después en la historia de la Península Ibérica, por lo que,
se podría decir que estas sociedades de la Península Ibérica se han desarrollado gracias, o por
culpa, de la guerra (Lourice, Elena, 1966). En particular, los conflictos en los que estuvo
implicado el ejército castellano-leonés durante los siglos XI y XIII son de gran interés histórica,
a demás de, evidentemente, las guerras contra el Islam. El fuerte desarrollo que sufrieron los
reinos cristianos por la invasión islámica (por lo que la ideología religiosa, la ideología de la
Reconquista, jugó un papel fundamental en estos combates), y los diferentes puntos que se
fortalecieron, como monarquías exquisitamente cuidadas y dotadas de todos los materiales para
defender su territorio y atacar y conquistar a otros, o como, a raíz de esto último, las élites
nobiliarias renacieron, dejando ver su poder contra los musulmanes.

Por ello, vamos a detenernos en este punto y expondré algunas cruzadas que no tuvieron
lugar en Tierra Santa y, tras esto, veremos las diferentes armas que usaron.

2.4. - Las cruzadas


Aunque las cruzadas más famosas ocurrieran en territorio islámico, más concretamente en
Tierra Santa, existieron otras guerras a las que la Iglesia Católica les otorgó la condición de
Cruzada. Durante este capítulo, analizaremos las más significativas, resaltando también los
privilegios concedidos por el Papa al categorizarse como Guerras Santas.

2.4.1. - Cruzada cátara


También conocida como la cruzada albigense, esta guerra antiherética se desarrolló en el sur
de Francia y tenía como objetivo cargar contra la religión cátara y contra sus practicantes
asentados en esa zona. El catarismo fue calificado como herejía por, entre otras cosas, afirmar la
existencia de dos dioses en el cristianismo (un Dios bueno y original y otro malévolo). En 1209
el Papa Inocencio III inició esta guerra que, duró 35 años. Los Estados Pontificios recibieron el
apoyo de los reyes Capetos de Francia, que consiguieron extender sus territorios hacia el sur
gracias a esta cruzada. En su origen, la cruzada albigense (llamada así por la ciudad francesa de
Albi, donde residía uno de los mayores focos de población cátara) tenía intenciones
relativamente pacíficas. El Papa envió al legado Pierre de Castelnau en 1207 a tratar de
establecer la paz en la región del Languedoc, al sur del país europeo. Sin embargo, no todos los
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señores del lugar pudieron aceptar las condiciones impuestas por la Iglesia. Los acuerdos
continuaron tras amenazar en concreto al conde Ramón VI de Tolosa con su excomunión. Las
negociaciones acabaron con el asesinato del propio legado papal, lo que inició en 1209 una
violenta cruzada contra los cátaros en territorio francés.

2.4.2.- Cruzadas bálticas


Continuamos con las cruzadas bálticas, unas guerras iniciadas por los reinos de Dinamarca,
Suecia y Alemania con la intención de terminar con los grupos paganos que residían en el
Báltico. Estas cruzadas, asimismo conocidas como las cruzadas nórdicas, fueron igualmente
persistentes contra algunos pueblos cristianos de la misma zona que eran considerados infieles.
Aunque las cruzadas bálticas comenzaron oficialmente cuando el Papa Celestino III las declaró
en 1193, los reinos cristianos escandinavos y de Alemania ya habían comenzado su propia
empresa de conversión hacia los pueblos vecinos que no compartían sus mismas creencias
religiosas.
Algunas de las cruzadas nórdicas más significativas de la época fueron la cruzada contra los
wendos (conocida también como cruzada sorabia) y la cruzada livonia. La primera fue una parte
de la Segunda Cruzada y se caracterizó por ser una campaña militar bastante veloz. Tuvo lugar
en 1147, cuando el ejército cristiano cargó contra los pueblos eslavos llamados wendos,
ubicados alrededor del río Elba. Aunque las intenciones de conversión de los líderes católicos
durante el siglo XII eran de carácter pacífico, se emitió una bula papal en el contexto de la
Segunda Cruzada para comenzar una cruzada contra estos pueblos paganos. La cruzada sorabia
finalizó rápidamente con la victoria cristiana y se implantaron grandes impuestos a los wendos.
Es digno de mención que, pese a la derrota sufrida, los wendos no se convirtieron al
cristianismo de inmediato, si no que lograron resistir fieles a sus creencias durante bastantes
décadas. Aun así, el resultado de la guerra ayudó a ratificar el control germano en Europa
Central.
En cuanto a la cruzada livonia, fue un conflicto bélico que se desarrolló en el territorio actual
de Letonia y Estonia. De nuevo, el bando católico estaba liderado por el Sacro Imperio Romano
Germánico. Con la ayuda de los daneses y el apoyo de la Iglesia, iniciaron unas guerras que se
extendieron a lo largo de todo el siglo XIII. La cruzada contra los livonios fue declarada en
1198 por Inocencio III, el mismo año en el que fue instituido como Papa. Su predecesor directo
había sido Celestino III, quien había perdido una cruzada contra algunos pueblos paganos de
Europa. En concreto, el pueblo de los livonios había logrado vencer al ejército cristiano en
varias ocasiones. En este trabajo me gustaría destacar la victoria livonia de 1198, en la que el
dirigente militar y obispo Berthold de Hanover fue asesinado por los paganos. Este
acontecimiento desencadenó en la cruzada livonia.
Aunque los livonios fueron eventualmente derrotados, la cruzada se orientó contra otros
pueblos paganos residentes en Europa Septentrional, prolongando estas guerras hasta
aproximadamente el año 1290. Durante este periodo de tiempo, la Iglesia Católica se enfrentó a
estos pueblos, obteniendo mayoritariamente victorias. Me gustaría destacar las guerras contra
los osilianos (guerra de Saaremaa, 1206-1261), contra los estonios (1208-1227), contra los
semigalianos (1219-1290) y contra los curonios (1242-1267). Todas estas tribus paganas se
convirtieron progresivamente al catolicismo y perdieron simultáneamente muchos territorios
durante las campañas bélicas.
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2.4.3.- Cruzadas en la reconquista
Según aseveran los historiadores medievalistas Francisco García Fitz y Feliciano Novoa
Portela en su libro “Cruzados en la Reconquista”, desde la toma de Barbastro en 1064 y hasta el
final de la Reconquista (en la toma de Granada en 1492) hicieron acto de presencia muchos
caballeros cruzados venidos de todos los reinos cristianos de Europa. Participaron en esta guerra
tanto caballeros de paso hacia Tierra Santa como cruzados que viajaron a los reinos hispánicos
expresamente para prestar su ayuda contra los musulmanes. Fue el Papa Alejandro II quien por
primera vez en 1063 calificó la Reconquista de la Península Ibérica como un programa cristiano
de máxima importancia. Un año después, la cruzada en tierras hispánicas contra la ciudad de
Barbastro era una realidad y numerosas tropas de toda Europa asediaron la ciudad hasta
expulsar a los musulmanes que la habitaban.

Otro acontecimiento de la Reconquista que fue declarado una cruzada sucedió entre 1113 y
1115, cuando se llevó a cabo una expedición hacia la taifa musulmana de las Islas Baleares.
Tenían como objetivo conquistar Mallorca, su capital. De nuevo, los cristianos se impusieron a
los musulmanes en una breve guerra en la que ejércitos de la península itálica, así como de
Francia y de algunos lugares de Europa Central y Septentrional socorrieron a las tropas
hispánicas. A su vez, el Papa Pascual II apoyó y financió la expedición, que resultó ser bastante
provechosa para los católicos. Por último, le dedicaré unas líneas a la tan conocida batalla de las
Navas de Tolosa. Esta batalla sucedió en el verano de 1212 y es de interés cultural general que
los reinos cristianos de la península hispánica se unieron dejando de lado su enemistad para
derrotar al ejército musulmán. Se aliaron Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón, Alfonso
VIII de Castilla y Alfonso II de Portugal, logrando así un triunfo de suma importancia en el
contexto de la Reconquista. Sin embargo, lo que mucha gente ignora es que el Papa Inocencio
III había convocado una nueva cruzada contra los seguidores del islam en territorio hispánico y
que muchos caballeros cruzados de todas partes de Europa fueron asimismo partícipes de la
histórica batalla.

Es realmente curioso cómo los pueblos hispánicos describen a estos cruzados europeos,
cuyas costumbres eran muy diferentes. Lo explicó perfectamente un cronista de los Anales
Toledanos I donde los definió como “gientes que non entendíamos”. Estos cruzados, pese a
ignorar la cultura hispánica o su tradición en la guerra, decidieron combatir en ella para ensalzar
a la Iglesia Católica y a su religión frente a los infieles. Fueron los caballeros alemanes quienes
destacaron entre todos ellos. Sin embargo, para los reinos de la península, este auxilio por parte
de cientos de europeos resultó ser más un estorbo, ya que no entendían el estilo de guerrear de
los hispánicos.

2.4.4.- El ejército cruzado: armas, panoplia y tácticas


En las siguientes líneas se tratarán aspectos como determinadas tácticas militares, la panoplia
de los soldados, el tipo de armas que usaban o los diferentes tipos de unidades que participaban
en las batallas. Dado que durante la Edad Media las armas, armaduras y tácticas de combate
sufrieron una gran cantidad de cambios, me centraré en los siglos XII y XIII, ya que es este el
periodo de tiempo en el que se desarrollan la Primera (relamente esta se desarrolló durante el
último lustro del S.XI), Segunda, Tercera, Cuarta y Quinta Cruzada.

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En cuanto a la protección, se debe destacar que el tipo de armadura usado por los soldados
pudientes era la cota de malla, una camisa compuesta por pequeños anillos metálicos
entrelazados entre sí. Realmente, este tipo de armadura fue la imperante durante grandísima
parte de la Edad Media y hay constancias de su uso desde cronologías próximas al cambio de
Era. Consecutivas transformaciones hicieron que la cota de malla derivara (en el S.XII) en un
camisón mucho más largo, extendiendo la protección hasta las pantorrillas y alargándose las
mangas hasta las manos (formando así una especie de guantes protectores). Los soldados que no
podían si quiera permitirse una cota de malla, utilizaban camisones anchos y armaduras de
cuero curtido.

Este tipo de armadura no solo usado por los menos pudientes, sino por los soldados que
precisasen de más movilidad en combate (como arqueros). A parte de la protección del torso
(que era la esencial), los soldados cruzados disponían de protecciones metálicas específicas para
las manos (guanteletes), las piernas (grebas) y, por supuesto, la cabeza (cascos). Por supuesto,
no podemos olvidar el uso de los escudos, los cuales brindaban protección contra todo tipo de
ataques y eran usados por toda la infantería y gran parte de la caballería. Además, el propio
escudo tenía un valor simbólico, ya que su portador se identificaba como fiel defensor de los
cristianos.

En cuanto a las armas ofensivas, se han podido documentar una gran cantidad de armas
usadas por los soldados de la Edad Media. Estas son algunas de ellas: hacha, martillo de guerra,
alabarda, lanzas, espadas, dagas, arcos, ballestas, luceros del alba, porras, mazas, etc. Como se
puede ver, tanto las armas contundentes, como perforantes y cortantes eran usadas por los
caballeros cruzados. Cada una de ellas serviría mejor o peor en determinadas situaciones y por
ello se creaban unidades con funciones específicas, obteniendo así una mayor versatilidad en los
ejércitos para poder tener la capacidad de enfrentarse a cualquier enemigo. Por ejemplo, las
lanzas y unidades de lanceros servían tanto como para mantener la distancia o detener/evitar
ataques de caballería, como para equiparlas en una unidad de caballería y realizar devastadoras
y potentes cargas. Las armas a distancia, por ejemplo, se concentraban en unidades de
ballesteros y arqueros, que eran las que normalmente más bajas realizaban en las batallas. Pero
la gran mayoría de la infantería y por lo que es reconocido el caballero cruzado es por su
espada. Durante la Edad Media (y más durante el periodo de las cruzadas) la espada fue
adquiriendo de manera paulatina un gran valor simbólico. Esta arma se convirtió en un elemento
sagrado y, durante las cruzadas, la espada era un arma sagrada que consagraba en una
ceremonia eclesiástica antes de ser entregada a su portador. Además, su forma de cruz la
convirtió en el arma sagrada perfecta (Waddell, J. y Palermo, B, 2002:106). Incluso algunos
caballeros daban nombre a sus espadas.

En cuanto a las tácticas y las unidades utilizadas, debemos reconocer que durante este
periodo de la Edad Media existía una clara dominancia de la caballería pesada de combate. La
táctica que predominaba era el lanzamiento de potentes cargas de caballería, cuyos soldados
iban bien protegidos y armados con largas lanzas y escudos. Como argumentan varios autores,
este tipo de táctica era muy precipitada: escuadrones en línea compactos de 30 o 20 jinetes,
llamados “conrois” (Waddell, J. y Palermo, B, 2002:106), cargarían de frente contra su
enemigo. Las cargas se harían de manera consecutiva hasta que el enemigo estuviera débil. Esta
táctica podría funcionar bien en Europa, donde los enemigos enfrentados usaban la misma

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táctica. Pero en cambio, los guerreros de Oriente, organizados en formaciones más flexibles,
con unidades de caballería más maniobrables y rápidas y con una panoplia que permitía mayor
movilidad, este tipo de táctica no resultó ser tan efectiva:
«A heavily armored Christian knight would likely defeat a Magyar horseman in close,
head-to-head combat, but such a situation rarely occurred-he was inevitably slower, and
thus vulnerable to an advance-and-retreat, during which his enemy could strike with a well-
aimed arrow, lance, or sword» (Waddell, J. y Palermo, B, 2002:140)

Por esta razón la caballería sola no suponía ninguna amenaza para el enemigo y necesitaba
del continuo apoyo de los proyectiles e infantería aliada hasta que la oportunidad/hueco para
realizar la carga apareciera. De todas formas, una carga bien ejecutada resultaba devastadora
para el enemigo, ya que rompía las filas de infantería, desordenaba a los soldados, dejaba a
muchos fuera de combate y hacía que moral bajase de forma considerable. Además, el fuerte
apogeo de la caballería de la época crea a su vez respuestas contra ella misma que se
materializaron en el uso, cada vez más frecuente, de infantería con largas armas de asta, como
picas o lanzas. Estas eran, sin duda, lo mejor para detener las cargas de caballería ya que un
escuadrón de piqueros o lanceros en formación apuntarían sus armas hacia los caballos
enemigos, manteniendo así una distancia entre ellos. Cuando los caballos efectuasen la
embestida, no cargarían contra los soldados, sino contra un muro de afilados pinchos que
causaría estragos en cualquier caballería. Las empalizadas y barricadas cumplían la misma
función.

Otra de las unidades que se usaron en la guerra contra los infieles fueron los proyectiles. Las
unidades de este tipo de soldados (ya fueran jabalineros, arqueros, ballesteros, escaramuzadores
u honderos) podían ganar batallas prácticamente ellas solas si se les daba un buen uso y se las
protegía como era debido. Durante las cruzadas, grandes cantidades de infantería de proyectiles
fue usada (tenemos como ejemplo los 2000 ballesteros genoveses que Ricardo Corazón de León
tenía a su servicio en la Tercera Cruzada). Se era muy consciente de su potencial.

He aquí un perfecto ejemplo ilustrativo de lo que ha redactado anteriormente. Como vemos


en la imagen, arqueros, caballeros, lanceros y piqueros son los protagonistas de la batalla. El
arte y las representaciones suponen una de las mejores y más completas fuentes de información
para la historia militar y la arqueología del conflicto.

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Imagen extraída de arteguuias.comguerraedadmedia. Fuente original y autor desconocidos.

Por último, en este apartado dedicaré unas breves líneas a analizar los preceptos militares
básicos de los enemigos de los cristianos. Como se ha dicho en párrafos anteriores, los ejércitos
islámicos se diferenciaban a los cristianos en cuanto a tácticas y panoplia. Cabe resaltar que los
soldados orientales sacrificaban protección, decidiendo equiparse con panoplias más ligeras y
menos aparatosas, por velocidad y maniobrabilidad. Estos dos aspectos eran el claro “counter”
de la pesada caballería feudal, como se ha mostrado antes. Sus tácticas de combate, por lo tanto,
no se centrarían en la cargas directas y frontales de caballería ni en mantener a su infantería en
combates largos, porque, en este sentido, tenían desventaja. La configuración de su ejército era
óptima para tácticas de desgaste y remate, intentando evadir el conflicto directo con las potentes
unidades europeas y desgastando su moral poco a poco hasta poder dar el golpe de gracia.

2.4.5.- Dominum mundi, el papel de la ideología de las Cruzadas


Antes de comenzar con las consecuencias directas de esta ideología de dominio universal en
las cruzadas, repasaré el proceso mediante el cual este conflicto se fue configurando. He visto
conveniente “definir” (de una manera simple y breve) el dominium mundi como un conflicto de
larga duración entre el poder político y religioso por el control de Europa. Esta ideología
comienza a estar presente en ambos ámbitos (religioso y político) tan solo cuando el
cristianismo quedó consolidado y unificado en Europa, es decir, en el año 380 d.C. tras la
promulgación del Edicto de Tesalónica. Solo con la unificación de las ideas cristianas el poder
temporal podría rivalizar contra el poder terrenal en la pugna por el control de Europa. Durante
diferentes momentos de la historia, cada uno de los poderes se iba sobreponiendo al otro y no se
llegaba a ninguna solución. Durante los tiempos de la restauración otoniana y el nacimiento del
Sacro Imperio Romano Germánico, el poder imperial estuvo por encima del poder espiritual. Lo
religioso no tenía voz contra la palabra del emperador y los Papas eran marionetas de este. Esto
estuvo presente hasta que se derogó el Privilegium Ottonianum por el Papa Nicolas II en el
Concilio de Letrán de 1059. Pero este hecho solo agudizó los conflictos. Esta abolición significó
una de las razones por las cuales se dio comienzo a la Querella de las Investiduras. Este periodo,
iniciado formalmente en 1073 y concluído en 1122, fue la materialización de continuidad del
conflicto por el dominium mundi. Aunque se supone que se inició por las tensiones creadas por
posesión de bienes y privilegios de la Iglesia (cosa que disgustaba sobremanera a los que
ostentaban de altos niveles de poder político) y por ver quién se quedaba con las prerrogativas
de investidura (que eran un arma muy poderosa ya que permitían colocar en el poder a quien
siguiese tus intereses), el conflicto estaba espoleado por una razón más profunda, la cual es el
tema principal de este apartado. Durante el periodo de la Querella de las Investiduras ambos

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poderes estuvieron permanentemente en conflicto, consiguiendo la Iglesia colocarse por encima
de lo imperial gracias a los Dictatus Papae de Gregorio VII.

Durante la Querella de las Investiduras, la figura del papa Urbano II y la Cruzada toman gran
importancia. Ambos han aparecido ya en este trabajo. Durante plena competencia por el poder
entre iglesia e imperio (finales del S.XI), Urbano II tuvo una idea que podría colocar a la
cristiandad por encima de lo político, un proyecto que haría uso de la religión para obtener
poder: La Cruzada. Como se puede observar, la Cruzada se utilizó como herramienta para
afianzar el cristianismo. Y no solo para afianzarlo y darle prioridad contra la Iglesia Cristiana
Oriental, sino también contra el poder imperial que rivalizaba con el religioso en el control de
Europa. En estos momentos el Papa era un hombre de espíritu y religioso, sí. Pero también era
un hombre de estado. Poseía altas prerrogativas administrativas jurídicas y políticas (superando
la palabra del emperador en algunos casos) y ostentaba una gran riqueza material y un alto
poder adquisitivo (posesión de señoríos). Además, era el líder incuestionable de la religión que,
sin duda, reinaba en Europa en esos momentos. Con todo esto, vemos como el Papa era una
figura de primerísimo orden de poder y tenía la capacidad para llevar a cabo una empresa tan
ambiciosa como lo era la cruzada.

A pesar de lo dicho en el párrafo anterior, creo que la cruzada sirvió como algo más que una
herramienta que permitiese poner el poder espiritual sobre el temporal. Hemos visto que la
cruzada fue una herramienta de doble utilidad. Durante finales del S.XI y comienzos del siglo
XII, el conflicto de la Querella de la Investiduras alcanzó límites (como la marcha militar de
Enrique IV sobre Roma y continua excomunión de emperadores). Una solución iba siendo
necesaria. Calixto II, Papa de 1119 a 1124, “puso fin” al conflicto mediante el Concordato de
Worms en 1122. Aunque este concordato solo solucionó las cosas en el papel, ya que en la
realidad el conflicto continuó. Pero existieron dos aspectos que lo atenuaron durante unos años
hasta hacerlo muy poco notable. El primero es la gran bonanza económica, cultural y social de
la que disfrutaría Europa en los siglos XII y XIII (un ambiente de bienestar siempre anima a
solucionar/atenuar los conflictos de épocas pasadas). El segundo aspecto es el que me interesa
en este trabajo: una necesidad de unidad. El cristianismo, desde su creación, necesitó disputar el
control religioso con muchas otras herejías y religiones. Y en esta época no iba a ser menos. De
hecho, el cristianismo se enfrentaba a un terrible enemigo, tanto en lo religioso como en otros
aspectos, el islam. La necesidad de permanecer unidos frente al islam significó un motivo
poderoso para que los conflictos por el dominium mundi cesaran, al menos por un tiempo. Es en
este contexto donde la cruzada juega un papel tan importante, ya que constituyó una clarísima
forma de unir a toda Europa contra un enemigo común. Fue un instrumento que animó a que se
dejara de lado un conflicto de carácter histórico para participar en una empresa común que
inmiscuía a todos los cristianos.

3.- Conclusión
Con este trabajo hemos podido pasar por la escasa información que encontramos sobre la
metalurgia en la Península Ibérica en la Edad Media. Hemos visto como el interés por los
combates medievales ha empezado hace menos de medio siglo. Los estudios y análisis sobre la

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metalurgia y sus funciones son cada vez más numerosos, pero, como casi todo ámbito
arqueológico, teórico y práctico, el desarrollo es inminente, imprescindible e inevitable.

Al analizar de cerca las Cruzadas en este trabajo, me he percatado de la palpable


desinformación que existe a día de hoy sobre estos importantes acontecimientos medievales.
Esta visión errónea y distorsionada de la historia se debe, en parte, a la cultura audiovisual del
siglo XX, dominada completamente por el mundo occidental. Las campañas contra los
“infieles” de la Iglesia Católica fueron básicamente una campaña publicitaria de los reyes y
emperadores para destacar su virtuosismo religioso ante el Papa. Un claro ejemplo de ello es el
espíritu de la Reconquista en la Península Ibérica, la cual finalizó en 1492 con los Reyes
Católicos. Su famoso sobrenombre se debe precisamente a que lograron expulsar a los
musulmanes de la península, con la intención de demostrar su entrega a Dios y a la Iglesia
Católica. Como ya sabemos, algunas de las contiendas cristianas del final de la Reconquista
fueron catalogadas como Cruzadas por varios Papas desde el siglo XI. A día de hoy, estas
Guerras Santas se han convertido en historias de decoro y valentía, en las que los bravos
caballeros de Occidente se enfrentan a los malvados herejes (en su mayoría musulmanes,
llamados en aquella época moros). La realidad, reflejada en grabados de la época, no podría
alejarse más de esta extendida visión de las Cruzadas.

He intentado tratar en este trabajo temas de interés y encontrar toda la información posible
acerca de la metalurgia, y tratar de explicar a través de momentos importantes de la historia
parte de la información que se tiene.

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