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Karma

“Vincenzo”
Las pequeñas luces fluorescentes de su techo no ayudaban a distraer su inquietante
corazón. Había cumplido con su venganza pero aún así no se sentía tranquilo. Deseaba
convencerse de que ese sentimiento era a causa de que aún no había acabado con Babel
pero en el fondo; sabía que no era así.
La imagen de Hwan Min Seong, con los ojos tristes y su rostro asustado, persistía en su
mente y le encogía el corazón. No había dejado de pensarlo desde aquel día, aunque
podía mantenerse sereno hasta el grado de seguir con su guerra contra Babel. En las
noches cuando se daba el lujo de descansar, el recuerdo de aquel hombre regresaba a su
mente.
Por qué, no dejaba de preguntarse. Aquel chico se lo merecía, estaba donde debía estar,
él era un abusivo criminal. El lugar al que pertenecía era la prisión, además estaba
seguro que con el dinero de su familia, la cárcel para sería como un hotel, simplemente
lo había privado de su libertad.

Había pasado un mes y se sentía demasiado frustrado, seguramente ese sentimiento


había guiado nuevamente sus pasos allí, a la prisión donde estaba aquel joven de ojos
negros que hasta hacía poco lo miraba con amor. Era la tercera vez que venía y por fin
decidido a cerrar ese ciclo, quizo verlo.
Se sentó detrás del cristal esperando paciente, no estaba seguro de si él aceptaría estar
allí menos sabiendo quien le visitaba y aún así permanecía ahí, impávido.

El chico cruzó la puerta, tenía un golpe en la cara y el rostro cabizbajo, verlo así causo
un sentimiento de enojo en su corazón.
Min Seong debía estar bien y como un rey. Porqué su rostro está así; que pasaba con su
familia; acaso su madre le había dado la espalda; se cuestionaba pero sin verbalizarlo.

— ¿Qué haces aquí Tae-Ho o debería llamarte Vincenzo? — su voz sonaba


molesta, aquel muchacho tras las rejas había tenido un mes para analizarlo todo
y convencerse por fin de que había sido un completo idiota que se dejó engañar
por una cara bonita.
— No lo sé —estaba siendo sincero. —quería ver como estabas — su corazón se lo
exigía aunque su mente le dijera que no.
— Querías asegurarte de que estoy cumpliendo condena —respondió mordaz —
tómalo con calma, mi madre se siente tan avergonzada, que no le importó que
sea su único hijo para darme la espalda.

La conversación no siguió a más. Vincenzo enojado consigo mismo se levantó de esa


silla y se marchó de allí. Pero no se sentía más tranquilo que antes, por el contrario. Min
Seong permanecía en sus pensamientos. Se había hecho casa allí y se negaba
rotundamente a irse.

Las visitas continuaron, cada vez hablaban un poco más y Min se mostraba más afable
como antes de que Vincenzo lo encerrará en aquel lugar y entonces tuvieron su primera
visita en una habitación particular.
Ambos sentados en un extremo diferente de la cama, Vincenzo no sabía por que había
solicitado esta visita o por que Min la había aceptado pero allí estaban.
El primero en reaccionar levantándose bruscamente de la cama fue Vincenzo, le miró a
la cara y tiró de él hacia si, tomando sus labios en un beso.

Min al principio no le correspondió sorprendido de las acciones de quien creía su


enemigo, desde que empezó a visitarlo él creyó que este sólo venía con la intención de
sacarle información.

— ¿Por qué? — fue lo único que salió de sus rosados labios, después de haber sido
besado por Vincenzo
— ¿Es que ya no te gusto? —fue la única respuesta que recibió de este

Otro beso llegó a sus labios y esta vez aunque confundido lo correspondió, aquel
hombre seguía gustándole aún cuando había sido traicionado y usado por este. En esa
visita no pasó más que algunos besos y caricias. Las manos del abogado se habían dado
el gusto de acariciar la piel del ex empresario, había recorrido su espalda y sus labios
habían paseado por el cuello, hombros y pecho del presidiario. Min Seong se había
dedicado a disfrutar de las acciones del mayor.
El tiempo terminó pronto y Vincenzo salió de allí, entendiendo mejor sus propios
sentimientos pero aún sin aceptarlos. Había caído en su propia trampa y estaba
enamorado de aquel que había sido su enemigo. Pero no dejaría que algo así le pasará y
por un mes se enfocó totalmente en su guerra contra Babel y sacar el oro del edificio.

Aún así y por más empeño que puso en centrarse en su venganza, los rosados labios de
Min respirando entrecortado, su piel descubierta con las marcas de sus besos, eran
imágenes que no salían de su mente y le motivaban a repetirlo; a volverlo hacer.
Anciaba verlo nuevamente en ese estado vulnerable rendido a él; así que había vuelto
allí, a aquel gris y oscuro lugar donde el mismo había enviado a la persona que ocupaba
su corazón.

— ¿Qué pretendes? —fue lo que preguntó el presidario esta vez.

Vincenzo respondió besándolo pero el mas bajo lo aparto de si.

— Por que insiste en confundirme, pensé que desististe después de ver que no
viniste en todo un mes
— Sabes que mi guerra contra Babel aún no termina, mataron a mi madre y si saben
que tengo alguna otra debilidad.
— Qué — Min empezó a reírse — ¿no te es suficiente con haberme encerrado
aquí? —preguntó enojado — ¿pretendes que me maten a mi como venganza a tu
madre? ¿por eso estas aquí?
— No, Min…

No supo continuar, no entendía por que no sabía que decir, no admitiría que le deseaba
que se había alejado por que se negaba a ese sentimiento y que había vuelto
simplemente por que no podía sacárselo de su cabeza y con lo único que soñaba era con
tenerlo entre sus brazos.
Lo abrazó desesperado y susurró su nombre en su oído haciendo que el mas bajito se
estremeciera entre sus brazos, sus labios volvieron a encontrase y aunque Min al
principio lo rechaza terminó cediendo a sus deseos. Pues él también deseaba a aquel
guapo y astuto mafioso.

— Min —susurraba mientras llenaba aquel cuello blanco de besos


— Vin.. — las palabras se quedaban ahogadas en su boca debido a los suspiros de
placer que provocaban los besos del abogado

Min tomó acción, si las cosas serían así tomaría provecho, pues él había deseado a ese
hombre desde que le conoció. Llevó sus manos al rostro del abogado y tomó sus labios
en un beso sucio e intenso, mordiéndolos. Le sonrió al separarse y siguió el recorrido
dejando besos en sus pectorales mientras iba abriendo poco a poco su camisa.
El mafioso sólo se dejó hacer mirando con gusto, pasión y deseo al antiguo empresario.
Se sintió gratamente sorprendido al ser empujado a la cama y ver como el menor
manejaba por completo la situación.
La habitación prontamente fue inundada por los gemidos de ambos. Dos cuerpos
sudorosos que se alimentaban del placer provocado por sus acciones.

— No hace falta que digas nada. — dijo Min Seong mientras se abrochaba
nuevamente sus ropas.

No bien habían terminado, este se levantó de la cama y empezó a vestirse, jamás se


permitiría a si mismo sentirse usado. Esto había pasado por que él quería, por que así lo
había deseado.

— Min —escuchó que decía el abogado a su espalda


— Te dije que no tenías que decir nada, sea lo que sea que quieras de mi, no tendrás
más que esto

El mafioso se acercó a él por la espalda y besó su hombro aún descubierto.

— No quería nada más tampoco —dijo con sinceridad.

Después de aquel día, Min Seong no volvió a ver a Vincenzo, se había enterado por las
noticias que Babel había caído y ambos hermanos habían muerto. Vincenzo era uno de
los principales sospechosos y buscado por la justicia, así que seguramente se había ido
del país.

Su condena se había cumplido y saldría por fin de prisión, pensaba que su madre lo
esperaría fuera pero en vez de eso había una camioneta negra y unos hombres que lo
amordazaron y cubrieron su rostro con una tela negra.

Sentía el auto moverse pero no podía ver ni oír nada. Las personas que lo metieron al
auto no emitían ruido alguno más que el de los cambios y el tráfico que cada vez era
menos bullicioso.

— ¿A donde me llevan? ¿Qué quieren de mi? — les preguntó pero estos no


hablaban ni para mandarle a callar.
Rato después lo bajaron del auto y le quitaron la tela de la cabeza. Frente a él estaba
Vincenzo y varios hombres vestidos de negro. Estaban en una pista de aterrizaje y todo
parecía preparado para salir del país.

— ¿Qué quieres? — no le había contactado desde aquella visita en prisión y ahora


aparecía nuevamente. No podía fiarse de la intenciones del mafioso.
— Vine por ti.
— ¿Quién te dijo que iría contigo?
— Desde que caíste en prisión…
— Me mandaste —le corrigió
— Desde que te envié —rectificó — a prisión sólo he estado yo a tu lado. Tu madre
se olvidó de ti —no pretendía lastimarlo con sus palabras —porque lo único que
le interesa es el banco y lo sabes.
— ¿Y? —era cierto y eso que, no olvidaba que Vincenzo había sido él que le había
traicionado — acaso crees que eres mejor que ella.
— No soy mejor —dijo acercándose a el —pero yo si te amo —admitió por fin
frente a sus labios antes de besarlo.
— Pero yo a ti no — le dijo
— Yo se que sí —dijo con una sonrisa —así que no patalees por que igual te vas
conmigo.

Le tomó en sus brazos aún con su insistentes gritos de que le dejara. Lo subió al
helicóptero y una horas después aterrizaron en un pequeña cuidad costera.

— En todo caso estas no son decisiones que debías consultarme — preguntó Min
resignado
— No es que tengamos demasiadas opciones —le dijo el abogado.
— Y que pretendes, que vivamos felices aquí —continuó su cuestionario
— No pretendo nada, ni siquiera lo pensé demasiado — dijo soltándole las
mordazas que aún tenía —sólo te echaba de menos y quería verte con locura.
Desde esa ocasión en que te tuve entre mis brazos no he deseado nada más que
estar contigo.
— Has preguntado si ese es mi deseo también
— Acaso no lo es — no estaba en sus planes obligarlo —entonces puedes regresar.

Min Seong lo miró enojado, tiró de el hacia si y le besó. Sintió las manos de su
compañero yendo a su cuello y subió las propias enredándolas en el cuello del abogado.

— ¿Acaso no planeabas pelear por mi? ¿Qué tan difícil puede ser pedir una
disculpas?

Vincenzo rió al escucharle y volvió a besarlo. Su vida en ese isla sería para eso. Su
karma no le parecía tan malo al ver que Min estaba enamorado de él también. No es
como que el fuera mejor y lo sabía.
Enamorarse de un mafioso que le traicionó había sido el karma de Min Seong,
corresponderle a la persona que le daño la vida a su madre fue el de Vincenzo. Vivir su
amor superando el rencor era la tarea ahora.

— ¡Ah! lo siento, interrumpo —dijo un guapo, alto y sonriente chico de cabellos


negros
— Han Seo — expresó Min sorprendido, puesto que en las noticias lo habían dado
por muerto.
— Hyung que bueno que ya has vuelto — saludó sonriente Cha Yeong, la amiga
incondicional del abogado.

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