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Las sombras y su uso matemático

Eunice Hernández. Febrero 9, 2018

Las sombras nos persiguen todo el tiempo. Han consternado a poetas, escritores, artistas,
científicos y a personajes de ficción. Para algunos, las sombras representan deseos
inconscientes; para otros, la sabia conjunción de éstas con la luz es lo que da equilibrio al
alma y al lienzo; para algunos más, la sombra es una juguetona silueta que demanda el
ejercicio de su libre albedrío y, finalmente, para unos cuantos, las sombras son elementos
para medir al mundo, para conocer algo más de él.

Un ejemplo del último caso es el de Tales de Mileto (ca. 624-546 a.C.), filósofo y
matemático originario de la actual Turquía, quien en uno de sus viajes al majestuoso Egipto
sorprendió al faraón Amasis y a todo su séquito gracias a este designio de la oscuridad.

A pleno sol

La leyenda cuenta que el sabio de Grecia fue desafiado a medir la Gran Pirámide de Keops
en un solo día y sin la ayuda de instrumentos complejos. Ingenioso y gran observador como
era, se le ocurrió una solución: si en algún momento del día su sombra tenía la misma
longitud que él, entonces, en ese mismo instante, también la sombra de la pirámide sería
igual a su altura y así sería posible medirla.

En teoría, la solución parecía fácil, pero llevarla a la práctica supondría un pequeño


obstáculo: ¿cómo medir la propia sombra sin que ésta se moviera, perseguida por su propio
eje como si fuera la traviesa sombra de Peter Pan? ¿Cómo saber el momento exacto en
que tu sombra es igual a tu altura si cualquiera se da cuenta de que las sombras cambian
con la hora del día?

Bueno, para Tales este obstáculo era «pan comido». Tendido sobre la arena marcó un
círculo con un radio igual a su propia estatura y, de pie, se colocó en el centro a esperar a
que los rayos de sol proyectaran la sombra ideal. Cuando ésta por fin tocó la circunferencia
del círculo —y por ende, la longitud de la sombra era igual a su estatura— corrió a la Gran
Pirámide para medir con una cuerda bien tensa la distancia existente entre la punta de la
sombra y su base. Así, para sorpresa del pueblo egipcio, se conoció la altura exacta de la
Gran Pirámide.

Pero Tales de Mileto no fue el único en aprovechar las sombras para fines científicos.
Eratóstenes de Cirene (ca. 276-194 a.C.), gran geógrafo y tercer director de la Biblioteca de
Alejandría —puesto que ocupó durante 41 años—, también lo haría para medir, nada más y
nada menos, que la circunferencia de la Tierra.

Medirse con la Tierra

Aunque varios filósofos, escolásticos y navegantes europeos del siglo XV sabían que la
Tierra era redonda —al contrario de la idea que se tiene del pensamiento medieval—, el
misterio radicaba en desentrañar el tamaño real del planeta —Cristóbal Colón intentó
convencer en vano a los cartógrafos de Isabel «La Católica» de que las medidas de los
griegos eran incorrectas— y en qué tan habitables serían otras latitudes. De ahí que no se
aventuraran a explorar otros territorios, pues su temor no era producido por el «fin del
mundo» que suponía una «Tierra plana», sino por mitos como el de la zona perusta de
Aristóteles, quien consideraba que más allá del ecuador el ambiente era tan seco y caluroso
que cualquier tripulación moriría calcinada por el ardor del sol. Para entender el «sombrío»
juego de Eratóstenes, es preciso remontarse a la antigua ciudad egipcia de Siena —hoy
conocida como Asuán—, en el año 236 a.C. En cierto día del año, justo en el solsticio de
verano, en esta localidad se daba un fenómeno peculiar: al mediodía, ni los obeliscos, ni las
columnas, ni las varas clavadas sobre la tierra producían sombras. Eratóstenes se dio
cuenta de que el mismo día en que las sombras eran inexistentes en Siena, en Alejandría
se mostraban largas y marcadas. De este modo llegó a una primera conclusión: si la Tierra
fuera plana y considerando que el Sol estuviera lo suficientemente lejos para que sus rayos
cayeran de forma paralela sobre el planeta, las sombras se proyectarían de la misma forma
en todos lados. Pero como no sucedía así, pensó que entonces la Tierra debía ser redonda,
y que entre más curva fuera cada zona, mayores serían las diferencias entre las sombras
de un lugar a otro.

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