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Cuando la gente se preguntaba sobre el origen de Kratos, la
verdadera historia nunca se dio a conocer. La verdad es que
Kratos como cualquier hombre comenzó su vida como un
niño.

Nacido fuera del matrimonio, Kratos era el hijo bastardo de


una mujer repudiada, había rumores sobre la identidad del
padre, rumores que se hacían más y más ridículos.

Hasta que la mujer abandono la pequeña aldea y juro que


formaría una nueva vida en Esparta. Kratos nunca conocería
la verdad, nunca sabría quién era su verdadero padre.

Pero la infancia en Esparta era una existencia brutal, a los


niños fuertes y agiles se les entrenaba para ser guerreros,
los protectores de Esparta. Los niños más débiles eran
enjaulados y llevados a las montañas donde se les
abandonaban, nadie esperaba que sobrevivieran.

Y mientras Kratos escapo al destino de los niños débiles, su


hermano Deimos no tuvo tanta suerte. Los dos hermanos
entrenaron con el sueño de unir sus fuerzas en el gran
ejercito espartano. Entrenaban juntos diariamente para
perseguir su gran sueño.

Pero eso nunca ocurriría….

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Tras la gran guerra con los titanes, el Oráculo había
profetizado la caída de los dioses olímpicos y la
destrucción del Olimpo. Vio que su final no llegaría a manos
de los titanes, quienes estaban sedientos de venganza. Sino
a manos de un mortal, un guerrero marcado.

Quien controlase al guerrero marcado, controlaría el


destino del Olimpo

Ese día Esparta ardía en llamas, cuando de pronto Kratos


observo que dos personas se asomaban hacia su hogar,
alzaron a su hermano y se lo llevaron, cuando Kratos vio
que se lo llevaban, enojado, hizo todo lo posible para que
suelten a su hermano, pero se le hizo imposible.

Sin que Kratos sepa quiénes eran los dos que se llevaban a
su hermano, juro recuperarlo. Esas dos personas eran Ares,
dios de la guerra y Atenea, diosa de la sabiduría

Kratos no entendía nada de lo que pasaba. Atenea antes de


marcharse con Ares y su hermano Deimos, le dijo:
“perdóname”.

Vinieron a por el guerrero marcado, una marca que vieron


en el cuerpo de Deimos, éste

desconocía el destino que le aguardaba cuando se lo


llevaron ante los ojos de su hermano.

Ares lo llevaría a los dominios de la muerte, el reino de


Tánatos.

Un lugar en el que ningún mortal se ha atrevido a entrar, allí


permanecería atrapado y sin esperanzas de escapar, sufriría
años de castigos y tormentos del dios de la muerte.

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Al principio la creencia que su hermano Kratos iría a salvarlo era
lo que lo mantenía con vida, pero con el paso de los

años, Deimos perdió toda esperanza y con ella todo rastro de


humanidad. La ira y la bullían en su interior durante
permanecieron latentes durante décadas.

Tras perder prácticamente toda cordura, fue esa ira la que le


permitió resistir, con la creencia que un día volvería a
encontrarse con el hermano que lo abandono.

Este pequeño suceso cambiar para siempre la vida de Kratos, la


rueda de su destino, de su signo maldito, había empezado a
girar. La pérdida de su hermano le dejaría una marca indeleble,
un recuerdo que no podía olvidar.

Kratos que había jurado no dudar nunca, se hizo un tatuaje rojo


en su cuerpo en honor de Deimos, un tatuaje que era idéntico a
la marca de nacimiento de su hermano.

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Kratos inicio su mando como comandante del ejército, con tan
solo cincuenta soldados, pero pronto ese número ascendió a
miles. Sus tácticas eran crueles, pero eficaces.

Embriagado de poder era temido por todos, excepto por una


persona, su mujer, llamada Lysandra, ella era la única con el
valor para hacer frente a su furia:

-Lysandra: ¿Cuándo tendrás suficiente Kratos? ¿Cuándo


acabara?

-Kratos: Cuando la gloria de Esparta sea conocida en todo el


mundo.

-Lysandra: ¿La gloria de Esparta?, lo haces por ti, no por Esparta.

Sus deseos de conquista no tenían limites…. Hasta aquel día.

Los barbaros del Este, comandando por el rey bárbaro, Alrik, se


contaban en miles y cayeron sobre los espartanos, sin piedad.

La batalla duro apenas unas horas, espartanos mutilados,


degollados. La disciplina y el entrenamiento de los espartanos
apenas pudo detener la embestida de los despiadados barbaros,
los soldados se enfrentaron a una masacre.

Mientras su joven capitán afrontaba el final de su brillante


carrera y de su vida.

Pero para Kratos la victoria debía obtenerse a cualquier precio,


aunque ese precio fuera su alma.

El rey bárbaro, Alrik acorralo a el capitán espartano, Kratos


encima de un montón de cadáveres de espartanos.

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Kratos siendo capaz de todo por la victoria, pide ayuda al Ares, el
dios de la guerra, y desde su estado grito, implorando a Ares:”
Ares destruye a mis enemigos y mi vida… será tuya”.

Esa desesperada petición de ayuda, atormentaría a Kratos


durante el resto de su vida. El cielo se dividió en dos y surgió el
dios de la guerra, descendiendo del Olimpo vio los rasgos de un
dios, en un simple mortal.

Ares salvaría a Kratos, le convertiría en el guerrero perfecto, su


siervo en la tierra. Aunque se le exigió una pequeña prueba de
lealtad. Kratos arrodillado ante él, le dijo: “Mi vida es tuya, Ares.
A partir de hoy cumpliré tu voluntad”.

Y su destino quedo sellado, como prometió, Ares rescató a su


discípulo, otorgándole el poder de un dios para aquellos que
iban a masacrar a Kratos y sus hombres.

Barbaros auto mutilándose, barbaros prendidos en llamas,


suicidándose. En cuanto a Kratos una espada y escudos
normales, no eran apropiados para el nuevo siervo de el dios de
la guerra.

Las espadas de Caos, forjadas en las nauseabundas


profundidades de Ares, una vez sujetas, las cadenas
permanecieron hay, unidas y fundidas con la carne como un
miembro más del cuerpo del portador, un recuerdo permanente
de la promesa de kratos, a cambio... el poder definitivo.

Degollando al rey de los barbaros con sus espadas, la ira de Ares


exploto en su interior, pero pronto descubriría el verdadero
precio de tal poder. Un precio demasiado alto, incluso para
Kratos.

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Los espartanos sobrando pocos hombres, ganaron la batalla,
gracias a la ayuda de Ares contra Kratos, pero pronto ese tal
poder, sería el comienzo de Kratos ante una suma de
lamentados y visiones.

Recuerdos de lo que había hecho en nombre de Ares, recuerdos


de como se había convertido en un siervo de el dios de la guerra,
en una bestia, su humanidad arrebatada y sustituida con la
voluntad de asesinar.

Nadie estaba a salvo, ejércitos enteros cayeron ante Kratos y los


soldados que le siguieron en su interminable camino de
conquista, todos en el nombre de si Dios.

Aquellos que ofrecían resistencia eran asesinados con rapidez

Hasta la llegada a una aldea misteriosa, antes de atacar contra la


aldea Kratos le dijo a sus soldados: “Han construido un templo
para ofrecer sus oraciones a Atenea, todo este pueblo supone
una farsa al gran Ares, quemad el pueblo, arrasad con todo”.

Engravecido por el dios de la guerra, el ejército de Kratos era


despiadado, temido en todo el mundo por su crueldad, solo les
importaba la conquista en nombre de Kratos, su gran líder, que
se había vuelto casi invencible.

El no temía nada, pero notaba algo distinto en este templo,


algo prohibido, todos sus instintos le decían que nunca
hubiera cruzado su aldea, que nunca hubiera entrado.

El oráculo del pueblo antes que entre al templo le dijo: “Ten


cuidado Kratos, los peligros del templo son mayores de lo que
crees”.

Pero Kratos no hizo caso a la advertencia del Oráculo del


pueblo, no refrenaría su ambición.

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Aquellos que se le opusieran morirían, al final del
templo, entre la niebla, asesino a las ultimas personas
que quedaban en el templo, al irse la niebla, había
asesinado a su mujer Lysandra y a su hija Calíope.

En ese instante, la gloria de la que había disfrutado se convirtió en


horror, la imagen de sus dos últimas víctimas le acompañaría el
resto de sus días, con ese acto, Kratos supo que ya no podía seguir
sirviendo a su maestro.

Porque como era posible, olvidar el haber derramado la sangre de


su propia familia, un destino cruel, protestado por el dios de la
guerra.

Kratos cargo en brazos a su esposa y dijo: “Mi mujer, mi hija,


¿cómo puede ser? Los había dejado en Esparta”. De pronto de
una llama, apareció el rostro del dios de la guerra, y dijo: “Te estas
convirtiendo en todo aquello que esperara que fueras Kratos,
ahora con tu mujer e hijo muertos, nada te detendrá, te harás más
fuerte, te convertirás en la misma muerte”.

Pero al tiempo que las llamas consumían el templo, Kratos se dio


cuenta que su verdadero enemigo era el dios que una vez le salvo
la vida, el mismo dios que le había arrebatado todo lo que tenía.

Al salir del templo, se encontró con el Oráculo, que le dijo: “A


partir de ahora, la marca de tan terrible acto será visible para
todos, las cenizas de tu mujer e hijo permanecerán pegadas a tu
piel y nunca te las podrás quitar”.

Y con esa maldición todos lo conocerían por la bestia que se


habían convertido, con su piel blanca por las cenizas de su familia
muerta, acababa de nacer el “fantasma de Esparta” ….

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Kratos, destrozado por la muerte de su familia, vuelve a su hogar
donde vivía con ellos, comienza a recordar todo lo que paso con
su mujer e hija, a Kratos dentro de su casa se le aparece Orkos y le
dice:

-Orkos: Estas confuso… pero tu habilidad, no tiene igual.

Kratos enojado y con ganas de acabar con él, le dice:

-Kratos: ¿Quieres algo de mí?

-Orkos: Si, pero este no es el modo de discutirlo.

-Kratos: No veo otro modo.

-Orkos: No hay razón para confiar en mí, espartano, solo pido que
lo intentes

Mientras Orkos le dice eso, detrás de él aparece Lysandra, su


mujer, y sale de la casa, Kratos la sigue. Al salir observa que no hay
nadie.

Orkos lo observa y le dice: “Tu mente esta confusa, pero puedo


ayudarte, creo que esto te pertenece (le entrega un brazalete),
usa estos objetos para apaciguar tu mente Kratos, que no te
engañen las ilusiones”.

La visión de Kratos vuelve a la normalidad, se da cuenta que todo


a su alrededor estaba destruido, Orkos le dice:

-Orkos: ¿Han cesado las visiones?

-Kratos: Solo te veo a ti.

-Orkos: Bien, necesitaras esta habilidad por lo que te aguarda

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-Kratos: ¿Y qué me aguarda?

-Orkos: El camino a la libertad, Kratos.

-Kratos: ¿Libertad?

-Orkos: Si, libertad, liberarte de las furias que te persiguen sin


piedad en nombre de Ares, y por fin… romper tu vínculo con el
mismísimo dios de la guerra.

-Kratos: ¿Romper un juramento a un dios? (burla), hablando de


mentes la mía, perece la menos preocupante.

Orkos desaparece y Kratos ve a su mujer afuera de su casa de nuevo


y corre hacia ella, buscándola y se le aparece de nuevo Orkos y le
dice:

-Orkos: Por su culpa, pasas de la realidad a la ilusión en un instante


¿Es esa vida para un gran guerrero? Las furias están cerca, no deben
saber que hemos hablado.

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