C. ZESATI ESTRADA, “Época de los Patriarcas” y “Época del Éxodo: Sinaí”, en L.
MÁLEK, C. ZESATI ESTRADA, C. JUNCO GARZA, R. DUARTE CASTILLO, El
mundo del Antiguo Testamento (Col. Biblioteca Bíblica Básica = BBB 1; Verbo Divino, Estella-Navarra 2012), pp. 261-269 y pp. 271-284. Esta parte del libro es una exposición histórica de las primeras formas de vida que denominaríamos hoy “civilización”, que implica la exposición paulatina de los avances culturales, arquitectónicos, infraestructura y hasta industria en la extracción de minerales, ubicados precisamente en el medio oriente. Dicha exposición tiene como columna vertebral conducir al lector, en este Capítulo XI, para adentrarse en “la época de los patriarcas”. Mesopotamia: desde los orígenes hasta la historia (-3200). Esta gran civilización humana tiene una época esplendorosa gracias a la cual se tienen con certeza los primeros vestigios y evidencias del avance humana en su proceso de adaptación y supervivencia: desde la evolución de la cerámica hasta las edificaciones/casas de sus habitantes, pasando por los primeros intentos de establecer una escritura pictográfica (valiéndose de imágenes) y las guerras y conquistas de imperios allí descritos en el paso de sus siglos, en la que a partir del III milenio tenemos la Edad de oro en Sumer (2800-2450) cuyas características a nivel de gobierno eran un sistema organizado en ciudades-estado, una teocracia gobernada por “el dios” donde el rey era el representante de este. Los sumerios eran los amos definitivos (al parecer) de Mesopotamia, que ellos crearon con sus metrópolis poderosas; las rivalidades al interno y el sin fin de conflictos con las ciudades circunvecinas minará rápidamente dicho esplendor, que se desarrollará en tres etapas: 1. Los acadios (2450-2285) “Sargón, un oficial de origen oscuro, llega a ser rey, funda en Acad o Agade una dinastía y asegura un imperio”. 2. Los neosumerios (2285-2016). Los acadios tienen que doblegarse ante la invasión. Los sumerios se aprovechan de esta situación para sacudir sus cadenas. Por tener príncipes pacíficos no es de extrañar que Ur tomara de nuevo el mando. Quizá los neosumerios nunca llegaron tan alto ni tan lejos. Los grandes soberanos de la III dinastía de Ur (2060-2016) controlan de nuevo el país. Por todas partes elevan construcciones gigantescas… Esta hegemonía dura tres cuartos de siglo. 3. Los amorreos (2016-1730). El último rey que residió en el palacio de Mari fue Zimri-Lin. Los ejércitos de Hammurabi de Babilonia sometieron el reino de Mari y destruyeron la gran metrópoli. Gracias a numerosas relatos de las tablillas de barro, podemos formarnos idea del reino de Mari: un Estado del s. XVIII a.C., perfectamente ordenado y con una administración ejemplar. Los habitantes de Mari eran amorreos, sedentarios y amantes de la paz. Las actividades más apreciadas por ellos eran las relacionadas con la religión, la cultura, el comercio. Las conquistas, las proezas, el fragor de las armas no les interesaban gran cosa. Como innovadores se apunta “La importancia histórica de los archivos reales de Mari es muy grande, porque las tablillas cuneiformes, contemporáneas de la época patriarcal, arrojan luz especial sobre ciertos episodios bíblicos. Es innegable el parentesco existente entre la onomástica de Mari y la del Antiguo Testamento”. La hegemonía babilónica (1900-1730). Aproximadamente hacia el 1900 a.C., unos semitas fundan una dinastía en Babilonia. Están decididos a apoderarse del país. Hammurabi, reina durante 42 años. Con su genio político, unido a una gran habilidad militar, aplasta a sus vecinos uno tras otro. La más importante de todas las realizaciones de Hammurabi es su famoso código legal, que promulgó al final de su reinado, documento de suma importancia, por la luz que arroja sobre la organización social de aquel tiempo, y por los numerosos paralelos que ofrece con las leyes de Pentateuco. Los Patriarcas (ca. 1900-1650). A la luz de los descubrimientos arqueológicos de Mesopotamia, aparece claro que las narraciones patriarcales de los capítulos 12 a 50 del Génesis encuadran perfectamente en el ambiente de los comienzos del II milenio a.C., entre los s. XX a XVII. Abraham debió pertenecer a esas olas amorreas que, entre el fin de la III dinastía de Ur (s. XXI) y la edad de oro de Mari (s. XVIII), invadieron todo el Fértil Creciente. En el capítulo XII: época del éxodo, se apunta que el Sinaí es la zona desértica de la Tierra Santa. Situado entre Asía y África, sirve de puente entre estos dos continentes. Tiene la forma de un triángulo, proyectado, como una saeta, hacia el sur. Está casi completamente rodeado de agua. Al norte, sus áridas dunas son bañadas por el Mar Mediterráneo. Al sur, sus dos largos costados están cercados por los dos brazos del Mar Rojo: el Golfo de Suez, al oeste, y el Golfo de Elat o Aqaba, al este. Es discutido el origen del nombre Sinaí, siendo casi desconocido. Se explica a menudo por el hebreo seneh, que significa zarza o acacia… el autor del Éxodo escogió este nombre por haberse aparecido Yahvé a Moisés en una zarza sobre el monte Horeb. Sin embargo, el nombre de Sinaí se entiende mejor como adjetivo autóctono, relacionado con el culto de Sin, el dios de la luna, en aquel monte sagrado. Resumen: Con esto se intenta responder a la pregunta ¿Cómo llegaron a habitar a lo que hoy se conoce como tierra santa? Y no es que estuviese inhabitable o carente de comunidades humanas, sino la importancia de cómo se va formando el periodo patriarcal en la historia de la salvación. Después del desarrollo por milenios en tierras vecinas de Mesopotamia, la llamada de Abraham es de vital y profundísima importancia: dejando su estabilidad y/o seguridad en su tierra natal, ahora se aventura, pasando de su fortaleza hogar a una tienda hecha con piel de camello, a la aridez del desierto en la búsqueda de la tierra que Dios le ha prometido. Más adelante, la liberación del exilio de Egipto del pueblo hebreo prisionero allí, se describe su travesía y los lugares geográficos que transitó el pueblo hebreo. Descripción puntual y exhaustiva tanto de la importancia del Sinaí y sus lugares a modo de peregrinación. Juicio sobre la exposición del autor: Los datos presentados en estos capítulos son de importancia para comprender los orígenes de los patriarcas, su establecimiento en la tierra que Dios había prometido y como llega a terminar sometido bajo el yugo egipcio. A su liberación, para comprender la travesía del desierto, el capítulo sobre el Sinaí es de vital importancia, incluso como un texto guía para ir leyendo el libro del éxodo, si se desea ubicar geográficamente los lugares desiertos y próximos a la Tierra Santa. Además, el capítulo sobre la época de los patriarcas no tiene nada que exigir, a propósito de su brevedad, sobre una exposición histórica. Fermín Antonio Villanueva Beltrán
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