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Introducción
La loiasis es una infestación de nematodos desatendida que es endémica en las selvas tropicales
de África occidental y central, desde una latitud de 8-108 N hasta 58 S. La enfermedad es
transmitida al hombre por tábanos del género Chrysops.1 Es especialmente común en Camerún,
la República del Congo, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana,
Gabón, Guinea Ecuatorial y Nigeria.1,2 En una encuesta reciente en la que se utilizó el
procedimiento de evaluación rápida de la loiasis (identificado con el acrónimo RAPLOA), que
combina los antecedentes de gusanos oculares con el nivel de endemicidad de la infección, se
calcula que cerca de 30 millones de personas viven en zonas de riesgo alto o intermedio con una
prevalencia de antecedentes de gusanos oculares superior al 20%.2,3 En la literatura médica, la
loiasis también se denomina "gusano ocular africano" porque una de sus posibles manifestaciones
es la migración patogénica del gusano adulto bajo la conjuntiva. La otra presentación clínica más
común de la loiasis es la aparición intermitente de un edema subcutáneo, sin fóvea y no sensible,
que se localiza frecuentemente en las extremidades; también se conoce como "hinchazón de
Calabar".
Describimos una paciente con loiasis ocular (inmigrante africana). Además, se ofrece una
discusión sobre el manejo clínico de la enfermedad.
2. Métodos
Se recuperaron todos los artículos publicados en la literatura en inglés, francés, alemán, italiano y
español en los últimos 25 años (1986-2011) utilizando PubMed y Scopus. La búsqueda se realizó
utilizando los términos ''Loa loa'' y ''loiasis''. Se identificaron casos adicionales revisando las listas
de referencias de los artículos originales. Se excluyeron los informes de casos individuales
identificados y publicados en países endémicos de loiasis.
A efectos del presente estudio, la paciente se definio como inmigrantes, la cual procedía de un
país endémico y posteriormente residía en un país no endémico. El diagnóstico de loiasis ocular se
basó en la observación del paso del gusano adulto en el párpado o bajo la conjuntiva. La presencia
de microfilarias se determinó examinando frotis de sangre fina y gruesa obtenidos a mediodía y
teñidos con Giemsa.
Se realizó prueba de PCR, amplificando la secuencia de repetición del gen que codifica la
poliproteína especifica de Loa loa. La estimación de la carga de parasitemia circulante se obtuvo
realizando ocho diluciones seriadas de 5 veces a partir de 1 mg de ADN de sangre entera para cada
punto de tiempo.
Paciente 1
Un frotis de sangre periférica extraído a las 2 p.m. fue positivo para la presencia de microfilarias
envainadas de Loa loa(Figura 1B). El examen posterior de una muestra de sangre periférica
húmeda con microscopio de luz confirmó que estos organismos eran viables y móviles. Teniendo
en cuenta el embarazo temprano, decidimos no tratar a la paciente inmediatamente. En su lugar,
revisamos a la paciente a intervalos regulares (19, 24, 27, 31 y 34 semanas de gestación) y en cada
ocasión confirmamos la persistencia de la microfilaremia sanguínea y la eosinofilia. Durante este
tiempo la paciente se quejó de otro episodio de migración de gusanos oculares y de dos episodios
de hinchazón del tobillo derecho. En enero de 2010 tuvo un parto normal y dio a luz a una niña
sana de 3900 g. Los exámenes del cordón umbilical y de la sangre periférica del recién nacido
fueron negativos para la presencia de microfilarias. En cambio, se pudieron observar raras
microfilarias en las lagunas vasculares de la placenta de la madre
Después del parto, la paciente fue tratada dos veces (con un mes de diferencia) con una dosis
única (200 mg/kg) de ivermectina asociada a prednisona, pero esta terapia no tuvo éxito en la
eliminación de las microfilarias en sangre periférica. Cuatro meses después del parto, cuando la
paciente había dejado de amamantar, se intentó el tratamiento con albendazole (Zentel1 ) 400
mg dos veces al día durante 4 semanas, pero tras el final del tratamiento las microfilarias de la
sangre periférica seguían presentes, aunque en una concentración menor, como se evidenció en
una PCR semicuantitativa anidada (Figura 1D). Así pues, obtuvimos dietilcarbamazina (DEC) y
tratamos al paciente en consecuencia (6 mg/kg/día durante 21 días). No se pudo detectar ninguna
microfilaria 3 meses después en una muestra de sangre periférica recogida a mediodía, ni por
examen microscópico directo ni por PCR anidada (Figura 2). Del mismo modo, la hija de la
paciente, de 9 meses de edad, dio un resultado negativo en cuanto a las microfilarias en sangre y a
la presencia de ADN específico de Loa loa. En la última visita de seguimiento, 17 meses después de
finalizar el tratamiento con DEC, no se registraron recidivas y las microfilarias en sangre seguían
siendo indetectables.
Figura 1. (A) Paciente 1: aparición del gusano amarillento migrando bajo la conjuntiva izquierda del
paciente. (B) Microfilaria de Loa loa en el film de la sangre periférica; Giemsa x300. (C) Microfilaria
de Loa loa observada en el espacio intervelloso de la placenta de la paciente 1
4 Revisión de la literatura
En general, ambos sexos estaban igualmente representados, pero con un predominio de mujeres
entre los expatriados/viajeros y de hombres entre los inmigrantes (Tabla 3). La mediana de edad
era de 30 años (rango de 4 a 73 años), sin diferencias entre expatriados/viajeros y inmigrantes
(Tabla 3). En nueve casos no se especificó el país africano de adquisición de la loiasis; El 75% de
las infestaciones fueron adquiridas en los países de Camerún (38/92, 41,3%), Nigeria (19/92,
20,7%) y Gabón (12/92, 13,0%). (incluidos los casos de RP). Para tres pacientes, se había visitado
más de un país (Gabón y Nigeria,56 Camerún y Congo,59 y Camerún, Nigeria y Níger66). La
microfilaremia fue más frecuente en los inmigrantes (78,0%) (incluyendo PR casos) que en
expatriados y viajeros (Tabla 3). En cambio, la eosinofilia en sangre periférica (95,3%) (y PR) y las
hinchazones de Calabar (65.2%) (y PR) se observaron con mayor frecuencia en los
expatriados/viajeros que en los inmigrantes. La migración del gusano ocular se observó en la
misma medida en los inmigrantes (53,7%) (y PR) y en expatriados/viajeros (53,2%) (y PR).
De los pacientes que presentaron loiasis ocular, 21 fueron tratados con terapia médica (15 con
DEC, dos con DEC más mebendazol, dos con albendazol, uno con ivermectina y uno con
ivermectina más DEC) asociada a la extracción quirúrgica del gusano adulto del ojo.
Una hepatitis aguda y una nefropatía con proteinuria y hematuria se precipitaron probablemente
tras el consumo de una dosis única de ivermectina. Dos pacientes desarrollaron encefalitis tras la
administración de DEC: un cuadro grave (con una puntuación de 9 en la escala de coma de
Glasgow) junto con un empeoramiento de la proteinuria en un caso86 y con letargia y signos de
liberación frontal en el otro paciente.22 En este último paciente también se revelaron
microfilarias en el fluidocefalorraquídeo. Ambos se recuperaron sin problemas tras suspender la
DEC y, posteriormente, volvieron a tomar el fármaco sin más problemas. Además, se describió un
caso de encefalopatía con delirio y un caso de meningoen- cefalitis tras el tratamiento con
albendazol y mebendazol.
5. Discusión
En esta revisión hemos analizado 101 casos de loiasis (incluidos los tres que presentamos aquí)
observados fuera de las zonas endémicas y publicados en la literatura en los últimos 25 años.
Aunque posiblemente esté sesgado por el hecho de que el análisis se basó en general en informes
de casos individuales observados en diferentes países durante un largo periodo de tiempo, nos
permitió comparar la presentación clínica entre diferentes poblaciones (es decir,
expatriados/viajeros frente a inmi- grantes) con un tamaño de muestra del mismo orden que los
dos estudios más grandes publicados anteriormente sobre este tema.95,96 Más del 91% de los
casos se observaron en Europa (60,4%) (y PR) y revisión de la literatura confirma que la eosinofilia
en sangre periférica y las hinchazones de Calabar se observan con mucha más frecuencia entre los
expatriados y los viajeros y, por el contrario, que la presencia de micro- filaremia en sangre es más
común entre los inmigrantes.95,96 Sin embargo, en (30,7%).
En nuestra serie de casos, el tiempo transcurrido desde la última exposición potencial hasta el
momento de la aparición de los síntomas clínicos fue una mediana general de 120 semanas (rango
2-864 semanas), con 108 semanas para los expatriados/viajeros (rango 2-576 semanas) y 200
semanas para los inmigrantes (2-864 semanas). En el estudio retrospectivo de Churchill et al., la
mediana del tiempo transcurrido desde la primera exposición hasta la aparición de los síntomas
fue de 15 meses (rango 5-156 meses) para los expatriados y de 276 meses (rango 18-468 meses)
para los inmigrantes.95 Aunque la adopción de la primera o la última exposición potencial a las
zonas de endemicidad para medir la "prepatencia clínica" hizo inviable la comparación de los
resultados del presente estudio con los de Churchill et al. y reconociendo que ambas son variables
imprecisas y sesgadas, es evidente que existe una diferencia en el tiempo de presentación, que es
mucho mayor para los inmigrantes en comparación con los expatriados/viajeros. Así lo confirman
los datos recientes de la Red GeoSentinel, que muestran que la mayoría de los pacientes con
infección por Loa loa habían viajado entre 1 y 6 meses y que el 77% de los pacientes con loiasis
(excluyendo a los amigos y familiares visitantes y a los inmigrantes) se presentaron entre 1 y 6
meses después de su regreso.97 Aunque comúnmente se cree que es necesaria una exposición
prolongada en una zona endémica para la adquisición de la infección por Loa loa, datos más
recientes parecen sugerir que la infección también puede producirse tras periodos cortos de
exposición, como los que se observan habitualmente en los viajeros y, en este sentido, tanto
Moffet et al. como Landry et al. han notificado el desarrollo de loiasis tras una exposición tan
breve como 12 días.44,79 Por lo tanto, es importante tener en cuenta este diagnóstico no sólo en
los inmigrantes y expatriados, sino también en los viajeros que visitan zonas endémicas incluso
durante períodos cortos.
Además de los dos rasgos clínicos característicos y bien conocidos que suelen asociarse a la
infestación por Loa loa, es decir, las hinchazones de Calabar y la migración subconjuntival de los
parásitos adultos, en la presente revisión hemos observado otras manifestaciones que son
bastante inusuales, algunas de las cuales no se mencionan en los libros de texto de medicina
tropical.
En lesiones esplénicas en tres pacientes, dos de los cuales fueron sometidos a una esplenectomía
por un presunto linfoma,66,90 y cuatro pacientes con afectación pulmonar presentando derrame
pleural en dos casos e infiltrados lobulares o intersticiales en los otros dos.63,79 También cinco
mujeres tenían nódulos mamarios (que contenían Loa loa en tres casos), que se revelaron en la
mamografía de control rutinaria o durante la investigación de una lesión mamaria palpable. Cinco
casos de calcificación de la mama atribuidos a Loa loa se han notificado previamente en mujeres
congoleñas, pero también se han observado en asociación con Wuchereria bancrofti. Por último,
tres pacientes con artritis aguda52,54,59 un paciente con vasculitis leucocitoclástica, y dos
pacientes con infertilidad en los que se identificaron Loa loa en el líquido folicular y en los
ovocitos.61,85 Entre las características inusuales citadas, la afectación renal caracterizada por
proteinuria y hematuria es probablemente la más frecuente, siendo observada por Klion et al. en
un porcentaje similar de pacientes de zonas endémicas y no endémicas (22% y 21%,
respectivamente). Aunque se desconoce el mecanismo responsable de la afectación renal, se
observaron complejos inmunes, se observaron en cuatro pacientes y microfilariae67,86 en dos.
Sin embargo, los cuatro pacientes con un síndrome nefrótico tuvieron una remisión completa tras
el tratamiento con DEC o ivermectina. Cabe señalar que se ha descrito un síndrome nefrótico con
glomeruloesclerosis segmentaria focal y microfilarias dentro de las arteriolas glomerulares
aferentes en una mujer congoleña que murió de insuficiencia renal, y se ha notificado otro caso no
probado de glomerulopatía en otro hombre congoleño que también presentaba encefalopatía a
pesar del tratamiento antifilarial.
La afectación pulmonar se describió en el estudio de Klion et al. en sólo dos expatriados (5%), uno
con derrame pleural y el otro con un infiltrado pulmonar.95 Resulta interesante que dos de los
cuatro pacientes con afectación pulmonar revisados aquí tenían derrame pleural y en ambos casos
se identificaron microfilarias en el líquido pleural. Conocemos otro caso de derrame pleural con
microfilarias de Loa loa identificadas en el líquido pleural en un paciente camerunés seropositivo
que fue tratado con éxito con ivermectina.
En cuanto a nuestra serie de casos, ambas mujeres originarias de Camerún llevaban 7 años
viviendo en Italia cuando presentaron la loiasis ocular. Sin embargo, la segunda paciente había
visitado su país de origen un año antes.
Nuestro segundo caso fue notable por el hecho de que a pesar del paso ocular evidente del
gusano adulto, fuimos repetidamente incapaz de demostrar la presencia de microfilaremia, no
sólo por microscopía sino también utilizando una PCR anidada de sangre periférica extraída al
mismo tiempo. Previamente, utilizando el mismo protocolo empleado por nosotros, Toure´ et al.
pudieron demostrar que este ensayo de PCR es 100 % específico y 95 % sensible en la detección de
infecciones ocultas (es decir, pacientes con expulsión de gusanos adultos pero sin microfilarias
circulantes demostrables).
El tercer paciente, un francés que había trabajado en Gabón durante varios meses, desarrolló
loiasis ocular 8 años después de su estancia en África. Curiosamente, las manifestaciones clínicas
coincidieron con una intervención quirúrgica debido a un aneurisma aórtico. Tras un tratamiento
inicial con DEC se sometió a un tratamiento con doxiciclina, que no logró controlar las recaídas de
la enfermedad. La doxiciclina se utiliza generalmente para eliminar las endobacterias Wolbachia
que albergan muchos nematodos filariales.94 Sin embargo, mediante el uso de la microscopía
electrónica, la histología, la inmunohistología y la PCR se ha demostrado que los Loa loa filariae no
albergan las endobacterias Wolbachia en el número requerido ya sea para la transmisión vertical
de la bacteria o para la embriogénesis de las filarias.114 Así pues, estos resultados son contrarios
al uso de la tetraciclina en pacientes con microfilaremia por Loa loa.
La DEC, la ivermectina y el albendazol son los fármacos empleados actualmente para el
tratamiento de la loiasis, pero cada uno de ellos se caracteriza por varias limitaciones.1 La DEC ha
sido durante mucho tiempo el fármaco de elección para el tratamiento de la loiasis, ya que
presenta una actividad micro y macro-filaricida sobre el parásito. Sin embargo, los pacientes con
una alta carga microfilarial inicial (> 8000 mff/ml) corren el riesgo de desarrollar reacciones graves
-que pueden ser letales- como la encefalopatía.115 Otra limitación del tratamiento con DEC es
la necesidad de realizar varios cursos de terapia para lograr la curación clínica y parasitológica,
como se demostró en un estudio realizado en expatriados a los que se hizo un seguimiento
durante largos periodos de tiempo.116 Una tercera posible limitación en el uso de la DEC, como se
puso de manifiesto en los dos casos observados en Italia, es la dificultad para obtener el
fármaco; de hecho, la DEC ya no se comercializa en Europa y sólo está disponible en los Estados
Unidos a través de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Se ha afirmado que la ivermectina tiene un marcado efecto microfilaricida contra Loa loa que dura
al menos 1 año después de una dosis única de 150/mg.117 Sin embargo, no tiene efecto
macrofilaricida y también se ha reconocido una encefalopatía grave después de la administración
de este fármaco en pacientes con una alta carga de microfilarias.118 En la presente revisión se
registró un caso de hepatitis y uno de nefropatía después del tratamiento con ivermectina.35,67 El
fármaco generalmente no se recomienda en mujeres embarazadas y lactantes, pero varios
estudios han sugerido que el riesgo de malformación congénita o aborto no es mayor cuando el
medicamento se usa inadvertidamente en mujeres embarazadas.119 Basado en el hecho de que
los niveles de ivermectina en la leche materna humana son bajos120 y en las recomendaciones
recientes del Comité de Expertos de Mectizan, usamos ivermectina (aunque sin éxito) para el
tratamiento de nuestra primera paciente cuando estaba lactando. Finalmente, se ha demostrado
que el albendazol (en dosis de 200 mg dos veces al día durante 3 semanas) disminuye las cargas de
microfilarias de manera progresiva y lenta como consecuencia de una actividad embriotóxica
primaria.123 En este sentido, se ha propuesto que el albendazol se use en forma secuencial -
tratamiento escalonado (antes de DEC o ivermectina) para pacientes con un alto nivel de
microfilaremia para evitar efectos adversos graves.
Otras dos cuestiones -la aféresis para reducir la microfilaremia de alto nivel y la cirugía ocular para
eliminar el gusano adulto- son controvertidas y merecen algún comentario.
A mediados de la década de 1980, varios informes de casos abogaban por el uso de la aféresis para
reducir la microfilaremia antes de iniciar la terapia DEC.8,48,124 Sin embargo, en una revisión
reciente basada en las directrices de la Sociedad Americana de Aféresis, la loiasis no se menciona
entre las enfermedades infecciosas que pueden tratarse con este procedimiento.125 En cuanto a
la necesidad de extraer quirúrgicamente el gusano adulto del ojo durante su paso ocular, de
nuestra revisión se desprende que esta terapia se emplea con frecuencia (es decir, 31/52, el
59,6%) y en aproximadamente el 17% de los casos éste fue el único tratamiento realizado en los
pacientes con la enfermedad. Cabe prever que, cuando los pacientes son atendidos por pr i m e r a
v e z por los oftalmólogos, ésta sea la norma.
Sin embargo, creemos que la extracción quirúrgica es generalmente innecesaria (como se ha visto
en nuestros pacientes), y como sugirió con más autoridad el difunto Sir Patrick Manson hace un
siglo porque: ''es seguro concluir que el loa particular que puede mostrarse sobre el ojo o en otro
lugar es sólo uno de muchos''.126 Como estamos de acuerdo con esta afirmación, tanto si se
extrae el gusano como si no, es esencial tratar al paciente con un fármaco sistémicamente activo.