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FAZEDORES DE DESERTOS

Viajes, guerra y Estado en América Latina

(1864-1902)

by

Javier Uriarte

W
A dissertation submitted in partial fulfillment
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of the requirements for the degree of
EV
Doctor of Philosphy

Department of Spanish and Portuguese Languages and Literatures


PR

New York University

January, 2012

_______________

Mary Louise Pratt


UMI Number: 3502733

All rights reserved

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UMI 3502733
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PR

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© Javier Uriarte

All Rights Reserved, 2012

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Para Cleo, en el comienzo de su viaje

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iii
ACKNOWLEDGMENTS

Este trabajo no es meramente un texto sobre viajes. Es también en sí mismo

el resultado de múltiples desplazamientos hechos en compañía de distintos amigos

y colegas en estos últimos años. Es la conclusión de viajes a través de geografías

cambiantes, pero también de una estimulante aventura intelectual compartida.

Todos los aportes, las lecturas, las sugerencias que he recibido en estos años han

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construido estas páginas, incluso si estos agradecimientos –o las páginas que les

siguen– no darán cuenta de todos los nombres que están realmente aquí.
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Ante todo, agradezco a los miembros del comité de tesis por su tiempo, sus
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lecturas, su entusiasmo. A Mary Louise Pratt, mi directora de tesis, quien me hizo

un seguimiento de cerca y demostró una paciencia increíble, que confió en mi

trabajo pero también supo ponerme límites y hacerme las preguntas que yo no
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quería hacerme. Le doy las gracias por contagiarme su interés por la guerra, por

haberla visto antes que yo en mis propias páginas. Sobre todo, por haber sabido

exigir y esperar. A Sylvia Molloy, por su cariño a la literatura, por enseñarme a

querer los textos, a quedarme cerca de ellos, a tocarlos de nuevas maneras con las

palabras. A Sibylle Fischer, por haberme leido con rigor, y por habérmelo enseñado.

Le agradezco sus lecturas nunca conformistas y su aliento teórico, que me han

iv
ayudado a construir estas páginas. Gabriel Giorgi me trasmite en cada charla

entusiasmo, ganas, pasión. Con él comparto la convicción de la necesidad de un

diálogo más intenso y real entre la América hispana y Brasil. En él, a juzgar por las

horas que dedica a cada estudiante, el tiempo parece multiplicarse hasta el infinito.

Puede que sea obvio, pero acaso él no sepa cuánto cada estudiante se lo agradece.

Hugo Achugar está en estas páginas desde hace más de diez años. Con él descubrí

el siglo XIX y empecé a estudiar los procesos de construcción nacional. A él debo

el estímulo de estudiar en Estados Unidos y específicamente en NYU. Es una

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alegría que pueda estar también en este aterrizaje.

En New York University, partes de este trabajo han sido leídas por otros
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profesores, como Patrick Deer y Marta Peixoto. Agradezco el feedback entusiasta y
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positivo de Patrick, quien incluyó a mi pedido The Purple Land en su curso sobre

“Imperial Modernism”, y el profundo conocimiento de la literatura brasileña de

Marta, quien incluyó Os sertões en su curso para que yo pudiera leerlo en compañía
PR

por primera vez. Otros amigos que conocí en distintos departamentos de New York

University están también presentes aquí: Alexandra Falek, Santiago Deymonnaz,

Christian Gerzso, Marcos Rohena-Madrazo, Claudio Benzecry, Lena Burgos, Aldo

Marchesi, Lina Meruane, Kahlil Chaar, Micaela Kramer, Michiel Bot, Jonathan

Mullins, Katharina Piechocki, David Fonseca, Christopher Van Ginhoven, Claudia

Salazar, Megan Hammond, Paola Bonifazio, Alexandre Bonafos, Steven Crumb,

v
Felipe Martínez. Todos ellos han compartido conmigo, en distintos momentos y

con distinta intensidad, la experiencia sin igual de ser estudiante de doctorado en

Nueva York. Muchos de ellos han leido partes de esta tesis y las han comentado con

rigor, con entusiasmo y con honestidad. El recuerdo del trabajo de estos años, así

como de la superación de los momentos difíciles que aparecieron en este proceso

que hoy acaba, estará ligado a ellos. Ellos me han enseñado que el trabajo

académico no es siempre una forma de la soledad. Gracias.

Quiero dedicar un párrafo a mis amigos fuera de la academia

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estadounidense que han estado cerca, aunque en distintos países, para apoyarme y

distraerme en la cantidad necesaria, para ayudarme a seguir y para traerme aires


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nuevos: Santiago Labat, Mariana Ferreira, Ignacio Zubillaga, Juan Ariel
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Bogliaccini, Juan Cardelino, Leticia Eyheragaray, Pablo Aguirre, Guillermo

Nieves, Federico Kuster, Edgar Ergueta, Sebastián Baña, Martín Solari, Marco

Antônio Sousa Alves, Marco Aurélio Sousa Alves, María José Bruña Bragado,
PR

Marcos Rico, Ximena Espeche, Thiago Lima Nicodemo, Lydia Bellido, Diego

Gianelli. En estos años de viajes y de cambios he llegado a desconcertarlos hasta el

punto de que la primera pregunta que me hacen, antes de “¿Cómo estás?”, es

siempre “¿Dónde estás?”. Muchos de ellos son también viajeros, algunos

comparten la pasión por la literatura, algunos son académicos en otras disciplinas

(otros me protegen contra los excesos académicos), muchos han leido trozos de

vi
esto que hoy presento. A otros, simplemente, les basta con estar. A ellos, gracias por

el desconcierto, por el cariño, por la compañía, acá y allá, antes y ahora.

Muchos profesores y colegas han leido y pensado estas páginas conmigo. Se

han encontrado con distintas versiones de este proyecto, lo han discutido desde

miradas diferentes, lo han moldeado también con sus consejos y sugerencias, a

veces con sus textos, a veces en sus clases. Algunos con todo ello. A Beatriz Vegh,

Roberto Vecchi, Graciela Montaldo, Julio Premat, Élcio Cornelsen, Myriam Ávila,

Fermín Rodríguez, Adriana Amante, Jens Andermann, Berthold Zilly, Eugenia

W
Scarzanella, Julio Prieto, Justin Byrne, Ana Inés Larre Borges, Claudia Torre,

Jennifer French, Luis Paulo Neiva, Jo Labanyi, Leopoldo Bernucci, Leila Gómez,
IE
Emilio Irigoyen, gracias por el tiempo, las charlas y los cafés compartidos, los
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encuentros en distintas ciudades, el entusiasmo, los futuros reencuentros. Gracias

también a Silvia San Martín, que me enseñó que la academia sin la docencia es

vana, que en nuestros estudiantes nos hacemos. Agradezco también a todas las
PR

personas que me ayudaron y facilitaron el trabajo en los lugares donde he

investigado durante los años de este proyecto: el Iberoamerikanisches Institut de

Berlín, la Universidade Federal de Minas Gerais en Belo Horizonte, la Biblioteca

Nacional de Montevideo, el Archivo General de la Nación en Buenos Aires, la

Università degli Studi di Bologna, el Seminario de Li.Ri.Co. en Paris 8.

En fin, gracias a Fernando Loffredo, quien aportó muchísimo de lo que aquí

vii
está, empezando -¿o terminando?- por el epígrafe. Le agradezco que, entre risas y

viajes, haya sabido desafiarme intelectualmente, leerme con dureza, criticarme con

tino y, sobre todo, acompañarme y escucharme cada vez que lo necesité. A mi

abuela Blanca, gracias por su coraje y su sentido de la aventura, que la llevaron a

viajar dos veces a Nueva York en estos años. Volvimos entonces a ir al zoológico

juntos y, entre chocolate y chocolate, recorrimos mis lugares nuevos. A mis

hermanos, Inés e Ignacio, les agradezco ser mis ejemplos en muchas cosas. Sobre

todo, la energía que me dan en cada reencuentro. Sus abrazos, sus consejos, sus

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críticas, me han ayudado a crecer. A pesar de las diferencias, más de una vez ellos

han sabido escucharme y entenderme antes que nadie. Gracias, con admiración y
IE
orgullo, a mis padres, José Ignacio Uriarte y Corina Puppo, que siguen cuidándome
EV
y enseñándome, que me han apoyado siempre de todas las formas que han podido,

que han procurado entender mis viajes y mis elecciones vitales y profesionales, que

han aprendido conmigo a estar cerca en la dolorosa distancia.


PR

viii
ABSTRACT

This dissertation studies the intersection of travel, state formation, and war

in late 19th century Latin America. It studies how the rhetoric of travel introduces

different conceptualizations of space and time in four wars in Argentina, Brazil,

Paraguay, and Uruguay. I suggest that wars waged against “deserts” are actually

means of generating empty spaces, which are the condition for a new foundation. In

the second half of the 19th century, the desert is no longer a fantasy or a fiction, as it

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is in the earlier writings of Latin American intellectuals, but becomes a tragic

reality. War is the key instrument for this desertification, and for the state's
IE
subsequent appropriation of these spaces. While the nineteenth century is
EV
commonly associated with nation building, this study focuses on the processes of

modernization of the state apparatuses, which become increasingly identified with

war.
PR

The first chapter analyzes Richard Burton's Letters From the Battle Fields

of Paraguay (1870), which describes the Paraguayan War (1864-1870), in which

Argentina, Brazil and Uruguay joined their forces against Paraguay. The second

chapter examines William H. Hudson's novel The Purple Land (1885), which

narrates the protagonist's participation in the Uruguayan civil wars of the 1860s.

The third chapter approaches Francisco Moreno's Viaje a la Patagonia austral

ix
(1879) in the context of the “Conquest of the Desert” (1879–1885), the war of

extermination waged against the Patagonian native peoples by the Argentinian

State. Finally, I discuss Euclides da Cunha's Os sertões (1902), which recounts the

Canudos War (1897), a massacre of rural rebellious peoples in the Brazilian sertão.

In these texts I analyze what I call “rhetorics of vanishing”, the oblique ways in

which extermination and destruction are narrated. These travelogues describe

massacres through what is left of them. While war itself remains elusive to

narration, the traveler's gaze focuses on that which is not the battle but still makes it

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present and concrete. I explore the double relationship that ruins bear to war: while

they express death and decay, they are also a form of persistence or resistance
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x
TABLE OF CONTENTS

Dedication Page iii

Acknowledgments iv

Abstract ix

Introducción: Fazedores de desertos 1

Capítulo I. Guerra en terra incognita:

Letters From the Battle Fields of Paraguay, de Richard Burton 48

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Capítulo II. Elogio del desvío:
IE
Imperio, guerra y nomadismo en The Purple Land 104

Capítulo III. La guerra en tres tiempos.


EV
Francisco Moreno y el viaje “tierra adentro” 156

Capítulo IV. O Sertão vai virar mar.

Espacio, movimiento y poder en Euclides da Cunha 225


PR

Epílogo. Lo que queda. 280

Works Cited 286

xi
Introducción: Fazedores de desertos

Auferre trucidare rapere falses nominibus imperium,


atque ubi solitudinem faciunt, pacem appellant
Tacito, Agricola, 30

To ravage, to slaughter, to usurp under false titles, they call empire;


and when they make a desert, they call it peace
The Works of Tacitus: vol 2, Oxford Revised Translation

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Desertificaciones
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¿Cómo se hace un desierto? ¿Cómo se fabrica, de dónde surge? La pregunta

podría parecer curiosa, o acaso absurda. ¿No sería el desierto un espacio natural,
EV
pura geografía? El epígrafe de Tácito apunta sin embargo a describir el desierto

como un resultado, como un producto. El agente desertificador es, para él, la


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conquista imperial. Agricola es su primera obra, publicada en el año 98. Es la

biografía de Gnaeus Iulius Agricola, importante general romano y suegro del

propio Tácito. El texto critica la explotación a que sometía el imperio romano a las

poblaciones conquistadas. El fragmento transcripto, las más famosas líneas del

Agricola, es puesto por Tácito en boca de Calgacus, uno de los jefes del ejército

británico ante la invasión romana, para criticar al propio gobierno imperial. El

1
sustantivo latino solitudo significa, efectivamente, desierto,1 palabra que en

castellano proviene en realidad del participio desertus, que indica abandonado,

solo, vacío. Por eso mismo, el desierto –ya desde su etimología– no siempre estuvo

ahí. Recojo entonces la connotación de resultado, de conclusión que implica el

participio, y que se pierde en la sustantivación. El desierto sería más propiamente el

lugar que quedó desierto. La cita, además, socava el sentido civilizador que el

imperio romano se autoatribuía. El imperio es para Tácito conquista, destrucción,

masacre. Y el resultado de éstas es justamente el desierto, que conduce a la

W
sustitución de un pueblo por otro. Así, el cuestionamiento no es sólo al eufemismo

imperio, sino también a lo que se da en llamar paz. La insistencia del conquistador


IE
en el resultado implica un ocultamiento del proceso destructivo que lleva a aquel.
EV
La cita denuncia, entonces, el discurso por el que la guerra como hacedora de

desiertos se invisibiliza, se civiliza, se disfraza de paz.

En América Latina el desierto ha sido entendido como una soledad


PR

primordial, como un vacío originario.2 Figura empleada con insistencia por los

viajeros extranjeros primero y por los letrados latinoamericanos más adelante, se

1
Otros términos que he podido encontrar como traducción inglesa han sido
wasteland (Benario) o wilderness (Fyfe).
2
Son numerosos los trabajos que se ocupan de estudiar la construcción literaria e
ideológica del espacio latinoamericano. Ver, entre otros, Andermann (2000),
Nouzeilles, comp (2002), Montaldo (1993), Pratt (1992), Keating y Maranhão
(2008), Ileana Rodríguez (2004), Süssekind (1990), Jagoe (2008), Halperín
Donghi (1982), Fermín Rodríguez (2010).

2
trató de una construcción, de una ficción necesaria para la fundación. Esta idea de

América como una tabula rasa en la cual la historia estaba siempre por comenzar, y

debía ser construida, como un espacio virgen a la espera de que todos los proyectos

cobraran realidad, fue una constante en la literatura sobre el continente desde el

descubrimiento hasta la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, el vacío, la

tabula rasa, fue un resultado de prácticas concretas y sistemáticas de exterminio:

esas tierras fueron arrasadas. Las preguntas que intentaré responder en estas

páginas se dirigen precisamente a la concreción de esos planes. Argumentaré que

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en la segunda mitad del siglo XIX el desierto se vuelve concreto, tangible, presente.

Las elites gobernantes construyen ese desierto que habían imaginado en las décadas
IE
anteriores desde la oposición y en el papel. Y es la guerra, precisamente, el
EV
necesario instrumento desertificador.

Al discutir recientemente las construcciones literarias del desierto en

Argentina, Fermín Rodríguez (2010) propone la llamada Conquista del Desierto


PR

(1879 – 1885), la sistemática guerra de exterminio que el gobierno argentino llevó

adelante contra los indígenas de la Pampa y la Patagonia, como “el fin del

desierto”: “El espacio deja de percibirse como un desierto. La exploración del

territorio, sumada a las nuevas técnicas de representación del suelo, transforma el

desierto en un espacio fértil, apto para la colonización y el cultivo” (405). Haría

falta, sin embargo, una precisión: el fin del desierto como representación coincide

3
con la creación del desierto como vacío apropiado por el Estado, como solitudo. Se

trata de la concreción de lo que antes era una expresión de deseo. Sobre ese vacío

ahora indiscutible y objetivo, entonces, se llevará adelante el proceso de

modernización y consolidación de los Estados nacionales. El desierto, en la

segunda mitad del siglo XIX, deja de ser una metáfora o una imagen y adquiere un

carácter trágico y absoluto. Naturalmente, las ideas de modernización, orden y

progreso ocultan –como la idea de paz denunciada por Tácito– el verdadero

carácter destructivo del proceso: como en tiempos del imperio romano, el desierto

W
será el vacío que resulte de la guerra.

El diccionario de la Real Academia Española define el término


IE
“desertificar” como “transformar en desierto amplias extensiones de tierras
EV
fértiles”. De eso mismo se ocupa el ensayo de Euclides da Cunha “Fazedores de

desertos” (1901), incluido en Contrastes e confrontos (1907).3 El mismo constituye

una crítica a las prácticas por las cuales los suelos pierden definitivamente su
PR

fertilidad a manos de los hombres del sertão a través de prácticas que, como la

quema de vegetación, provocan un agotamiento definitivo de los suelos. Estas

formas erradas del manejo de suelos fueron continuadas por el colono, por el

hombre moderno, quien generó así más sequía y más pobreza. Al apropiarme del

título del ensayo para discutir en esta tesis el lugar que la guerra como generadora

3
El artículo se publicó por primera vez en el periódico O Estado de São Paulo el
10 de octubre de 1901.

4
de desiertos ocupa en la mirada de viajeros de la segunda mitad del siglo XIX,

busco dotar de nuevos sentidos a la propia idea de desierto, que leeré como una

fabricación del proceso de consolidación del aparato burocrático y militar del

Estado en la América del Sur de esos años. Euclides en este artículo, preocupado –

casi avant la lettre con respecto al cambio climático– por los efectos en el clima del

modo de producción agrícola y denunciando la precariedad del mismo, llama la

atención sobre la continuidad entre las prácticas del hombre atrasado del sertón y

las de sus contemporáneos. La explotación de la tierra es una forma de la

W
destrucción que identifica a éstos con los supuestamente bárbaros que los

precedieron: “prolongamos ao nosso tempo esse longo traço demolidor, que vimos
IE
no passado” (189). La relación destructiva con respecto al espacio natural asimila
EV
entonces al hombre del sertão al colono que lo ha sustituido. Esta similar lógica

destructiva y bárbara es uno de los elementos que acerca al ejército de la ciudad y a

los rebeldes sertanejos en la mirada del narrador de Os sertões (1902), la obra más
PR

conocida de Euclides da Cunha, que será uno de los focos de mi análisis.4 Aunque

mi tesis no se dedica –al menos no exclusivamente– a pensar formas de explotación

4
También en Os sertões hay varias páginas dedicadas al hombre como agente
geológico. En la primera sección del libro, titulada “A terra”, es posible
encontrar dos secciones sucesivas, tituladas “Como se faz um deserto” (137-
142) y “Como se extingue o deserto” (142-145). De acuerdo al punto de vista
elegido, la guerra ha contribuido simultáneamente a realizar ambas operaciones.
La pregunta que abre esta introducción se inspiró en el título de la primera de
estas secciones.

5
de los suelos, los fazedores de desertos de que hablan estas páginas también

generaron muerte y exclusión en nombre de la modernidad.

Hacer la guerra, hacer el Estado

Esta tesis parte de la convicción de que es necesario pensar en profundidad

la guerra desde el fenómeno cultural. Generalmente, el conflicto bélico ha sido

estudiado en el marco de la historia o de las ciencias políticas, pero no se ha

pensado con frecuencia la relación entre guerra y Estado desde la literatura u otras

W
manifestaciones culturales. Las formas de representar la guerra, de discutir sus

significados y sus consecuencias son un tema casi ausente en el marco de la crítica


IE
cultural, especialmente para el caso latinoamericano (teniendo en cuenta su fuerte
EV
presencia en el proceso político del subcontinente). Antes de discutir algunos

acercamientos a la guerra en América Latina, colocaré en diálogo dos de los

conceptos sobre los que girará mi trabajo: me refiero a las relaciones entre guerra y
PR

Estado. El Estado se define ya desde Max Weber como un sistema de dominación:

“a relation of men dominating men, a relation supported by means of legitimate

(i.e. considered to be legitimate) violence” (14). Para ejercer la dominación, el

Estado debe poseer el monopolio de esa violencia legítima, como clásicamente ha

dicho el propio Weber: “a state is a human community that (successfully) claims

the monopoly of the legitimate use of physical force within a given territory” (13,

6
cursiva en el original). La guerra no es sólo una forma de esa violencia, sino que

constituye también un mecanismo central para obtener su monopolio. La clásica

fórmula propuesta por Charles Tilly en “War Making and State Making as

Organized Crime” (1985), “war makes states” (36), se complementa con la idea de

que, al mismo tiempo, el Estado crea la guerra para legitimarse ante sus ciudadanos

y así consolidar su poder y su máquina institucional: “the threats against which a

given government protects its citizens are imaginary or are consequences of its own

activities” (Tilly 37).5 Esta alimentación recíproca entre la guerra y el Estado tiene

W
un elemento más que aparece como fundamental en el proceso de construcción del

Estado: el modo de producción capitalista. Tilly se refiere a la extracción o cobro


IE
de impuestos como la forma de obtención de los medios para que la guerra y el
EV
Estado puedan surgir (49). El proceso del surgimiento de los Estados europeos se

basa en la interacción entre la guerra, el poder recaudatorio del Estado y la

acumulación capitalista (38). Me pregunto entonces cómo estos factores dialogan


PR

en la segunda mitad del siglo XIX latinoamericano y en qué medida la propuesta de

Tilly sirve para explicar la consolidación del aparato estatal en el sub continente.

Los acercamientos al fenómeno bélico en la región realizados desde la

ciencia política tienden a sugerir ajustes al modelo de Tilly. Miguel Ángel Centeno

5
Tilly también coincide con la afirmación de Weber: “goverments stand out from
other organizations by their tendency to monopolize the concentrated means of
violence” (38).

7
y Cameron Thies se han preguntado acerca de la guerra y la construcción de los

Estados nacionales latinoamericanos. Sus explicaciones, no obstante, dejan de lado

factores cualitativos de importancia y no resultan en este sentido completamente

satisfactorias. Blood and Debt (2002), de Centeno, cuenta con el mérito de ser

probablemente el único libro hasta la fecha dedicado enteramente a la relación entre

el Estado y la Guerra en América Latina.6 La intención por rearticular la fórmula de

Tilly parece clara: “Perhaps we need to rethink the notion that wars makes states

[...] States were not created in war, but emerged from it stronger than before” (276).

W
Esto es sin duda cierto para el período que estudiaré aquí (a grandes rasgos, 1860-

1900), pero me pregunto si la capacidad de hacer la guerra no implica siempre


IE
cierto poder organizacional. El propio Centeno vuelve a decir más adelante que las
EV
guerras “happened at the wrong time (before the consolidation of states)” (279).

Parece haber aqui una contradicción, porque en realidad los momentos de creación

6
Habría que nombrar también el libro de historia Wars of Latin America, 1899-
PR

1941, de René De La Pedraja. Se trata de un texto de carácter general. Como el


artículo de Thies citado, este texto se ocupa de un período posterior al de mi
trabajo. Considero problemático estudiar la guerra en América Latina sin hacer
referencias al siglo XIX, cuando la guerra ocupa un lugar central en la dinámica
estatal y política. Además, De La Pedraja coloca diversos conflictos bajo el
calificativo de guerra, sin distinguirlos en modos adecuados, y explicando que
no es fácil establecer lo que constituye una guerra en América Latina, calificada
como “turbulent region” (1). También Robert L. Scheina dedica dos gruesos
tomos a la guerra en América Latina. El primero de ellos sería pertinente para mi
análisis, y lleva como subtítulo “The Age of the Caudillo, 1791-1899”. Un
importante punto de mi argumentación es que el caudillo pierde su poder (o el
carácter de ese poder se transforma de modo crítico) en la segunda mitad del
siglo. Al respecto, ver la sección “Guerra y modernización” en esta introducción.

8
y consolidación del Estado no coinciden. La guerra crea el Estado no porque éste

no exista antes del conflicto mismo, sino porque contribuye a otorgarle

definitivamente el monopolio de la violencia legítima en todo el territorio. La idea

de Tilly de que la guerra y el Estado se construyen mutuamente sugiere

precisamente un proceso de mutua influencia, de refuerzos o fortalecimientos

continuos entre lo estatal y lo bélico. Centeno parte, sin embargo, de una premisa

que resulta un tanto arbitraria: que los Estados latinoamericanos son deficientes,

incompletos, fallidos. Se pregunta: “why did the Latin American state fail to

W
develop beyond its limited organizational capacity” (261). Esta ansiedad por la

inherente debilidad del Estado latinoamericano en su estudio (el autor habla de “the
IE
inherent weakness of the state”, 263) lo conduce a proponer la fortaleza del Estado
EV
como necesariamente positiva; así, el problema es que las guerras se produjeron en

los momentos “equivocados” porque no acarrearon consecuencias “positivas” (es

decir, el fortalecimiento del Estado): “Wars came at the wrong moments. For all
PR

intents and purposes, the major conflicts essentially preceded the establishment of

nation-states” (270). Cabría observar, sin embargo, que la incapacidad del Estado

de proteger y brindar servicios a su población –la afirmación con la que el libro se

abre y a la que la falta de “timing” de la guerra parecería dar una explicación– no

significa necesariamente ausencia de poder represivo o de la capacidad de ejercerlo.

Crear un Estado moderno y centralizado no significa crear sociedades inclusivas.

9
Se trataría de dos debilidades que no son equivalentes, que no coinciden en todos

los casos. De hecho, y como veremos en mayor profundidad en las páginas que

siguen, el Estado que resulta del impulso modernizador de fines del siglo XIX en

América del Sur no tiene precedentes en cuanto al control sobre el territorio, a su

poder represivo ni a su aparato burocrático y militar. Y, es, al mismo tiempo, un

Estado profundamente oligárquico y conservador, basado en la exclusión.

Una de las afirmaciones centrales de Centeno en este texto –contraria a lo

que podría pensarse intuitivamente– es que las guerras internacionales fueron

W
excepcionalmente infrecuentes en el continente (261). Si el dato puede resultar

sorprendente, la perspectiva cuantitativa deja de lado sin embargo la cuestión


IE
cualitativa. Si no hubo tantas guerras como en otras regiones del planeta (lo que no
EV
significa que hayan sido pocas, naturalmente) el análisis no tiene en cuenta que la

Guerra del Paraguay (1864-1870) no tuvo casi equivalente en su carácter

totalizador y destructivo, incluso si se la compara con guerras del siglo XX.


PR

Centeno enumera continuamente excepciones a las reglas que propone, lo cual

debilita un análisis que se presenta como explicativo de un fenómeno

latinoamericano: en varios momentos Chile constituye una excepción, como

México y Paraguay. Afirmaciones tales como que “control over faraway hinterlands

rarely led to geopolitical conflict” o que “the sheer amassing and control of

territory was not as central for Latin America as it was for Europe” (270)

10
encontrarán incontables evidencias en contra a lo largo de estas páginas. La

segunda mitad del siglo XIX –y acaso todo el siglo– constituyó una constante lucha

por el territorio. Centeno señala como excepciones a esto la guerra de Chile contra

la Confederación Peruano-boliviana, así como la guerra de México contra la

invasión francesa. Sobre esta última, señala, “this war provided the Mexican state

with an ideological and organizational monopoly rare on the continent” (273). La

excepción final sería la dictadura de Gaspar Rodríguez de Francia, que “gave the

Paraguayan state an enviable degree of autonomy” (273). Si, como afirmaré en

W
estas páginas, en Argentina, Brasil y Uruguay el Estado recorre este mismo camino,

el valor de excepción de estos casos se acerca peligrosamente al de regla. El


IE
análisis de Centeno parece desconocer que el Estado latinoamericano se formó
EV
siguiendo el modelo europeo de manera explícita: este fue el reclamo obsesivo de

las elites gobernantes y guerreras. La mirada normativa de este trabajo parece dejar

de lado el valor analítico de cada caso. Tanto Centeno como Thies pierden de vista
PR

los comentarios de Tilly en relación al aparato estatal como detentor del monopolio

de la violencia legítima dentro de un territorio dado y a su poder represivo.

Tampoco parecen otorgar relevancia a la conexión planteada por Tilly entre

consolidación estatal y modo de producción capitalista.

Henri Lefebvre (1974) ha trabajado las formas en que el espacio es

producido y resignificado por diversas prácticas culturales, y ha insistido

11
precisamente en las relaciones entre capitalismo y apropiación de espacios. Según

David Harvey (1989: 226), Lefebvre fue quien primero afirmó la importancia del

control sobre el espacio como fuente de poder social. Las formas de apropiar y

transformar los espacios, así como su uso, son fundamentales en su análisis de las

relaciones sociales. Si bien la guerra ocupa un lugar relativamente marginal en su

análisis, es clara para Lefebvre la importancia de la misma en el surgimiento del

Estado capitalista europeo: “Avec le capitalisme et le marché mondial, la violence

prend un rôle économique dans l'accumulation. [...] l'espace des guerres, pendant

W
des siècles [...] devient le berceau du capitalisme.” (318). Estado, guerra, capital

son elementos que se refuerzan mutuamente en el análisis de Lefebvre, no lejano en


IE
este sentido del de Tilly. La violencia es el origen del Estado: “Il reste que tout État
EV
naît de la violence et que le pouvoir étatique ne persiste que par la violence exercée

sur un espace” (323). Se trata de una violencia contra la propia naturaleza, la que es

transformada de acuerdo a una nueva lógica. Esa violencia “établit une rationalité,
PR

celle de l'accumulation, celle de la bureaucratie et de l'armée; une unité, une

logistique, un opérationalisme, un quantitativisme [...] La violence originelle, la

création continue par la violence, voilà la marque distinctive de l'État” (323). Esta

violencia fundadora está para Lefebvre inextricablemente ligada a la acumulación

de capital.7 Asimismo, esto lo conduce a definir el Estado en términos espaciales.

7
El propio David Harvey es un continuador del pensamiento de Lefebvre en lo

12

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