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El final de la Edad Media en la Península Ibérica se caracteriza por una intensa actividad
poética favorecida por el desarrollo de la sociedad cortesana. Una consecuencia de esta nueva
sensibilidad hacia la poesía será la recopilación de los textos líricos en los denominados
cancioneros.
Su clasificación obedece a diversos criterios. Así, según los criterios que han intervenido en su
configuración se puede distinguir entre cancioneros de “tradición nuclear” y los que siguen un
criterio “clasificado. Los primeros son colecciones creadas usando materiales y núcleos
poéticos que se tenían a mano, como el Cancionero de Estúñiga. Los segundos son una
recopilación organizada por autores, temas y géneros, de los que es un buen ejemplo el
Cancionero de Baena.
Podemos distinguir también entre los cancioneros impresos y manuscritos. Estos últimos
pueden ser lujosos códices en pergamino, lo que indica su alto destino cortesano, o sencillos
códices en papel, lo que denota un destino menos elevado.
El Cancionero de Palacio, fechado entre 1437 y 1442, que sigue las directrices poéticas de
Castilla y Aragón en los años de su elaboración.
El Cancionero de Estúñiga, fechado entre 1460 y 1463, que refleja la corte italiana de Alfonso V
el Magnánimo.
El Cancionero de Herbera des Essarts, fechado en torno a 1470, obedece a las modas literarias
de la corte navarra.