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TOM EN LA GRANJA

MATERIAL DE AUDICIÓN

TOM: ¡El éxtasis! ¡Ha sido el éxtasis! ¡Hemos ayudado a una vaca a parir! ¡Hemos dado la vida!
Ha sido muy fuerte. Sólo tengo ganas de salir corriendo por el campo y gritar: “!He dado la
vida! ¡Hey, coyotes! ¡He dado la vida!”. De acuerdo, no he podido hacer gran cosa por culpa de
mis muñecas, pero he mirado a Francis mientras lo hacía. Le he animado hasta que me pidió
que cerrara la boca. Se ha puesto unos enormes guantes de plástico. Ha metido su brazo
dentro de la vaca, en el útero de la vaca, para agarrar las patas del ternero, las patas
delanteras. Las ha atado con una cuerda. Y entonces, ha tirado, tirado. Por lo menos durante
una hora. A cada contracción de la vaca tiraba. A cada contracción yo le animaba. Y la cabeza

A
del ternero apareció. Justo en ese momento me pidió que me callara. Más contracciones.

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Después, casi de un golpe, cayó todo el cuerpo. ¡Grité!

A N
FRANCIS: El chico con sus pantalones blancos y su camiseta verde se me acercó con

R
ojos raros; “Tengo que hablarte de tu hermano. Es delicado.” Mi hermano pequeño nos
miraba de lejos, inquieto. Le hice repetir a ese pendejo “Tu hermano pequeño. Es

A G Á N
delicado.” Entonces comprendí de qué quería hablar. Yo lo sabía por los dibujos y
poemas que estaban debajo de su cama, pero ¿cómo podía saberlo él? ¿Quería decir

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eso que todo el mundo lo sabía? ¿Eso quería decir que todo el mundo se reía de

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nosotros? Esto es un pueblo diminuto y todo lo que no es normal se multiplica por

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E ÉM
veinte. “Tu hermano pequeño. ¡Es delicado!.” ¡Fue como un mazazo en la frente!. Se
me pusieron los ojos en blanco, como los de una vaca apaleada. Sólo recuerdo mis
manos dentro de su boca. Un sonido que subía del fondo de su garganta. Huesos que

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se rompían dentro de su garganta.

T O JO
AGATHA: El día que se marchó los puso encima de mi cama. Supe que los había

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dejado para que los leyera. Me impuse el deber de no tocarlos. Si mi niño no es capaz

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de decirme a la cara lo que tenga que decirme, que se lo guarde para él. Si mi niño se

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va sin decirme por qué, no es en un cuaderno donde voy a entender el por qué. Todas

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las excusas que me he inventado para no abrirlos. Esta noche he leído los tres
cuadernos de la misma manera en que uno lee las santas escrituras en busca de la
verdad. En el primero: “No en el bosque. Peligroso. – Nada de chaleco demasiado
claro. Peligroso.En el segundo cuaderno: “Bañarse en el agua fresca hasta que nos
lleve la corriente. – Mirar al sol hasta que nuestros ojos quemen. – Pisar el primer hielo
hasta que se rompa bajo nuestras pisadas – Nos volvemos a encontrar en la parte alta
del campo – Te quiero, Paul.” En su último cuaderno: “Esta noche, en el bar, mi
hermano, a quien quiero por encima de todo, ha destrozado, delante de mi, la cara de
Paul. Paul, al que quiero por encima de todo. Paul, que quería hablarle de nosotros a
mi hermano... al que quería por encima de todo.”

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