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Funcionarios de una línea aérea


hicieron video mofándose de
algunos errores

Neurocientífico explica por qué


es un mal chiste burlarse de los
pasajeros de un avión
Operarios viralizaron en TikTok un
chiste sobre quienes llegan con
equipaje equivocado o atrasados. "No
somos tontos por eso, a todos nos
pasa", enseña Pedro Maldonado.

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H ace un par de semanas, la


cantante española Rosalía subió un
video en redes sociales donde
aparece mascando chicle
gesticulando aparatosamente,
mirando de arriba abajo con
despectiva altivez y con una de sus
canciones de fondo, “Bizcochito”.

Vaya a saber uno por qué, el video


tuvo una onda expansiva atómica,
al punto que comenzaron a
aparecer versiones locales. Una de
ellas la protagonizan empleados de
una empresa que presenta
servicios a una aerolínea en el
Aeropuerto de Santiago.

Con “Bizcochito” de fondo, los


trabajadores mascan chicle a lo
Rosalía para graficar errores
supuestamente garrafales que
suelen cometer los pasajeros al
momento de abordar un avión.

Uno de ellos tiene que ver con


hacer pasar un equipaje de mano
cuando debiera ir en la bodega del
avión. En la imagen aparece una
maleta gigante con el mensaje
“Pero si es una maleta de mano”.

El segundo caso muestra un avión


a punto de despegar y el mensaje
“Pare el avión, el piloto me está
esperando”.

Y otro error que aparece es


preguntar lo evidente. En el video
se ve un tremendo letrero que dice
Latam y un mensaje abajo que dice
“Mijito, ¿usted es de Jetsmart?”.

De seguro el video estuvo pensado


para ser compartido solo entre los
empleados, pero mirado desde el
punto de vista de los pasajeros no
se ve muy respetuoso que
digamos.

No somos tontos

El neurocientífico y académico de
la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile Pedro
Maldonado dice que hay que tener
cuidado para calificar los errores,
sobre todo en situaciones de
estrés.

“Viajar, en general, es una situación


de estrés porque implica la
incertidumbre, y viajar en avión es
aún más incierto porque hay que
estar pendiente de muchas cosas a
la vez”, dice. “El problema”, agrega,
“es que el cerebro tiene
limitaciones para procesar todas las
cosas que ocurren en el mundo”.

“En sicología hay un fenómeno que


se llama ceguera atencional, y es
que cuando uno está muy enfocado
y preocupado en algo, tiende a
reducir el procesamiento del resto
de las cosas”, dice.

Luego, en los viajes en avión están


las maletas, los pasajes, los
pasaportes, el PCR, las filas de
embarque, los cabros chicos que
se largan a correr y está el tiempo
que avanza.

“En estas situaciones de alta


demanda atencional, donde uno
está preocupado de varias cosas a
la vez, le pone mucha atención a
algo y le deja de poner atención al
resto. Entonces, ahí uno comete
errores. Y se mete a la fila que no
corresponde, mete la maleta
equivocada, no recuerda donde
dejó el carnet... En fin. Y eso no
significa que seamos tontos. Nos
pasa a todos. A mí mismo me ha
pasado”, dice Maldonado.

Habilidades sociales

Por lo mismo, Regina Funk,


sicóloga organizacional y
académica de la Escuela de
Sicología de la Universidad
Católica, dice que los empleados
que atienden público debieran
tener ciertas habilidades sociales.

“Si bien es cierto que el perfil de un


trabajador que atiende público será
totalmente distinto dependiendo de
qué tipo de empresa y qué tipo de
público atiende, debe ser alguien
capaz de relacionarse
positivamente con un otro”, dice.
“Eso significa comunicarte con otro,
escucharlo y que te interese lo que
dice esa persona. Hay personas,
en cambio, que sufren atendiendo
gente”.

Lo otro importante, agrega Funk,


“es no prejuzgar a nadie”, porque
“uno no sabe cuál es la historia con
la que viene esa persona que viene
a atenderse”.

Funk da un ejemplo: “Una persona


va a un banco equis, pero tiene un
montón de problemas y por lo tanto
camina cabizbajo, sumido en sus
pensamientos, sin mirar al frente,
sin estar alerta. Ese tipo de
personas son las que a veces le
preguntan a alguien dónde está el
banco equis, cuando hay un letrero
gigante arriba con el nombre del
banco. No hay necesidad de
responderle mal. Esa persona
arrastra un mundo que
desconocemos”.

El problema de las maletas

Roberto Vargas es jefe de


instrucción de Cenofam (Centro de
Instrucción de Aeronáutica Civil),
uno de los pocos institutos que
imparte el curso de Agente de
Servicio Aerocomercial, que son,
precisamente, los trabajadores
encargados de ingresar las maletas
a un avión. Dice que el error más
frecuente, por lejos, es tratar de
hacer pasar una maleta de bodega
por una de mano.

“Algunas veces esto puede ser por


un error, sobre todo en personas
que no viajan mucho, pero otras
veces esto lo cometen pasajeros
frecuentes que saben al dedillo las
reglas del juego. Simplemente
quieren pagar menos”, dice.

De todas maneras, el asunto de las


maletas contiene enredos difíciles
de asimilar. Es algo que tiene que
ver con los límites.

En la página de Latam se explica


que el equipaje de bodega se mide
en kilos, no en centímetros.
Máximo 23 kilos, para ser precisos.
Para el equipaje de mano, en
cambio, se habla de dimensiones
máximas: 55 cm de alto, 35 cm de
ancho y 25 cm de largo. Y está
también el bolso pequeño o
mochila, que va bajo el asiento, y
cuyas dimensiones máximas son
45 cm de alto, 35 cm de ancho y 20
de largo.

Rafael Gumucio

El lujito de volar
Subirse a un avión antes era un
premio, que implicaba también un
riesgo. Hoy es poco menos que un
crimen.

S oy tan viejo que conocí la época


en que uno se vestía
elegantemente para volar. Se
perfumaba y ponía corbata, como
quien va a una fiesta. El personal
de cabina, los pilotos, el personal
en tierra, estaban a la altura de esa
elegancia. Todos eran pacientes y
amables porque volar era un lujo y
un premio.

Pero más allá de ese lujo, había


entre quienes volaban y quienes lo
ayudaban a uno a volar, un pacto.
Lo que estábamos haciendo era
arriesgado. Porque vlar no es
propiamente humano y hacerlo pide
un equipo técnico y humano
gigantesco.

El que se sube a un avión también


arriesga la vida. Y antes había
conciencia de ese riesgo y de los
nervios que conlleva. Todo era
parte del juego y todos lo
jugábamos tomando en cuenta el
peligro, el placer, el riesgo de
sobrepasar los límites y sobreponer
las fronteras.

Todo eso es desgraciadamente


pasado. Volar es poco menos que
un crimen. Hay que declarar todo,
dar test de cualquier cosa y
soportar las burlas de quienes
imponen reglas siempre
cambiantes. Todo porque son su
único espacio de poder.

© LUN

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