Está en la página 1de 77

Rey,

Clara Fabiana

Justicia de oídos sordos: el caso


de Herminia

Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en


Historia

Directora: Valobra, Adriana María

Rey, C. (2021). Justicia de oídos sordos: el caso de Herminia. Tesis de grado. Universidad
Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria
Académica. Disponible en:
https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.2209/te.2209.pdf

Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/
Facultad de Humanidades y Ciencias de
la Educación

Departamento de Historia

Justicia de oídos sordos: el caso de Herminia

Clara Fabiana Rey

Directora: Dra. Adriana Valobra

Tesis para optar por el grado de Licenciatura en Historia

Ensenada, 9 de Noviembre de 2021


Índice

Agradecimientos………………………………………………..………………3

Introducción……………………………………………………………….……4

Capítulo 1

La Justicia……………………………………………………………………...12

1.1 La organización de la justicia bonaerense………………………………….13


1.2 El Departamento judicial de Mercedes………………………......................17
1.3 La figura del Juez……………………………………………………………23
1.4 Consideraciones finales…………………………………………………..…27

Capítulo 2

Delito de adulterio……………………………………………….…………….29

2. 1. El Estado y la normalización de las relaciones de género………………..30

2. 2. El matrimonio como inferioridad jurídica de las mujeres………………...33

2. 3. Delito de adulterio…..……………………………………………………..36

Consideraciones finales…………………………………………………………40

Capítulo 3

De adultera a Homicida………………………………………………………...42

3. 1. Agravantes y atenuantes de género en el castigo femenino………………..43

3. 2. Herminia, de adúltera a homicida……………………………………….…47

Consideraciones finales………………………………………………………..…57

Conclusiones……………………………………………………………………..59

Bibliografía………………………………………………………………………71

2
Agradecimientos

Para poder escribir esta tesina, he recibido muchísimo apoyo. Este ha sido el
comienzo de un camino que espero poder seguir recorriendo y me sorprendí gratamente
de que tanta gente muy ocupada en sus tareas, haya dedicado su tiempo para colaborar
con mi trabajo.

Por eso, quiero agradecer a la Betina Riva, a María Angélica Corva, a Florencia
Castells y a Federico Belzunces, por sus sugerencias y aportes.

También, quiero agradecer al personal del Archivo Histórico y Museo del


Servicio Penitenciario, mis compañeros de tantos años, por su colaboración en el trabajo
de archivo, tan necesario para nosotros. No quiero dejar de mencionar a Ayelén
Latrónico de la Biblioteca Popular Domingo Sarmiento de Mercedes que, a pesar de la
pandemia, ella se encargó de buscar información en los periódicos y enviármela para
que pudiera iniciar el trabajo que, luego, completé de manera presencial. Fue una suerte
conocerla cuando pude viajar y trabajar allá.

Pertenecer a un grupo con compañeras y compañeros que se apoyan en esta tarea


de escribir tiene un gran valor. Ellos, mucho más avanzados que yo, dedicaron tiempo a
leer mi trabajo y aportar con sugerencias. Gracias a Gisela Manzoni, Santiago
Lamboglia, Esteban Barroso, Lucas Bruschetti, Milagros Rocha, Rosario Gómez Molla
y Aillin Basilio Fabris.

Inevitablemente, esta tarea que nos da tanta satisfacción, también nos quita
tiempo para dedicarle a la familia. Es indispensable la ayuda y la comprensión. Por eso,
agradezco a mi marido, mis hijos, mi yerno y mis nietos, que además me escucharon
una y otra vez relatarle los avances de mi trabajo.

Y a Adriana Valobra, por su dirección, acompañamiento, su vocación y


amistad.

3
Introducción

No teniendo nada grande que decir, me


aficioné a lo pequeño y en el trato con lo
que carece de relieve, y aún con lo
diminuto, he aprendido a encontrar
placer y consuelo.
Una biografía de la lluvia
Santiago Kovadloff

Hoy es un día especial, no es un día cualquiera. Sentada frente a la computadora


con la página en blanco intento terminar la tesina para la licenciatura en historia que
representa mucho más que un título para mí. Es el punto de llegada, es la culminación
de un objetivo que me propuse hace varios años porque en el momento en que decidí
estudiar historia lo hice con el propósito de poner mi mente a trabajar, confiando en que
ese trabajo sería sanador. Sentada cerca de una calesita, mientras mis hijos jugaban y
pensando justamente en poner mi cabeza en otro lugar, vino a mí la idea de estudiar
historia. Nunca supe por qué, jamás lo había pensado antes como mi vocación. Sin
embargo, esta idea surgida no sé de dónde, cambió mi vida. No solo descubrí que el
estudio de la historia era realmente mi vocación, también me dio momentos
maravillosos en la facultad, me dio amigos, y sobre todo me dio la posibilidad de
pensar, de ver la vida de otra manera. Y este camino de la historia vino acompañado con
otra afición: la lectura de ficción, sobre todo, de novelas y cuentos. Y así, de alguna
forma, reescribí mi propia historia, reflexionando sobre quién había sido e imaginando
quién quería ser.

Y, tal vez, por eso me parece que la historia y la ficción conforman una
amalgama ideal. La ficción nos proporciona el desarrollo de la imaginación tan
necesario a la hora de darle cohesión y claridad a los datos duros que nos proveen las
fuentes. Personalmente, creo que la literatura nos aporta mucho a la hora de historiar,
nos aporta colores, formas, imágenes que enriquecen nuestro trabajo. La escritora
española Rosa Montero1, a la que sigo hace muchos años y considero una de las mejores

1
Montero Rosa, nació en Madrid y estudió periodismo y psicología. Ganó numerosos premios (Premio
Mundo de Entrevistas, Premio Nacional de Periodismo para reportajes y artículos literarios y Premio de la
Asociación de la Prensa de Madrid a toda una vida profesional y Premio Nacional de las Letras) y ha sido

4
autoras contemporánea de novela, tuvo la gentileza de responder a una pregunta que le
hice con relación a este tema de la vinculación literatura-historia:

―Las novelas son material para la historia sin duda, lo que no hay que
tomarlo literalmente en el sentido de un hecho factual, pero sí de lo que
estaba pasando en esa época. Hablan de una manera simbólica de la época‖.

La historia y la literatura cumplieron con creces el objetivo sanador con el que


las pensé. Durante ese tiempo de historia y literatura colándose por las hendijas de mi
vida, trabajé durante treinta años en el Servicio Penitenciario de la provincia de Buenos
Aires. Fue una gran experiencia, difícil por momentos, y traté de aprender de ese
trabajo. Los últimos años fui trasladada a trabajar en el Archivo Histórico y Museo del
Servicio Penitenciario, un paraíso para quienes tenemos vocación detectivesca. En este
archivo exploré, durante años, legajos de mujeres que, por una razón u otra, ingresaron a
la cárcel de la ciudad de La Plata entre 1906 y 1972. Al leer esas historias, no encontré
sólo delitos, encontré mujeres con vidas muchas veces plagadas de injusticia, malos
tratos, carencias y, sobre todo, el peso de vivir en una sociedad plenamente patriarcal,
donde sus derechos eran prácticamente nulos.

Esos archivos son un universo de historias que merecen atención. La lectura de


documentos como los legajos permite reconstruir una parte de la vida de las mujeres que
pasaron por la cárcel. Contienen una ficha de entrada donde se describen, entre otras
cosas, sus características físicas, su educación, su nacionalidad. Podemos hasta
imaginarnos su aspecto y, también, su condición social. Estos legajos, además,
contienen documentación sobre el tránsito de su vida como ―interna‖ en ese paso
institucional: traslados de cárcel, convocadas a comparecer en los juzgados que llevan
adelante sus causas... Además, en algunos de los legajos se encuentran los testimonios
de sentencias o las descripciones de los hechos narradas por la policía. Desde que tuve
contacto con estas fuentes, me llamó la atención el lenguaje utilizado por los
funcionarios judiciales a la hora de juzgar a las mujeres, muy diferentes al de los
varones que eran acusados por distintos delitos. Como afirma Lila Caimari (2017),
cuando nos habla de la vida en los archivos, por distintas razones, alguna de las piezas
documentales que encontramos resulta irresistible. Eso es lo que me pasó con muchos
casos, y uno de ellos, en particular: el caso de Herminia me resultó irresistible. Y fue

reconocida por el ámbito académico con títulos honoríficos. Su obra está traducida a más de veinte
idiomas.

5
irresistible con fundamento porque cuando leí sobre Herminia, además de haber
conocido de cerca la cruda realidad de la vida en la cárcel, de haberme sensibilizado con
las historias de las mujeres de carne y hueso que había conocido en el penal o en los
expedientes, también me había acercado a la historia de las mujeres y a la perspectiva de
género, a partir de un Seminario que dictó la profesora Adriana Valobra, a la que
agradezco el haberme introducido en este camino. A partir de ahí creció mi interés por
estudiar a las mujeres y, particularmente, a aquellas a las que la vida las llevó a
delinquir.

Lamentablemente, el virus del Covid 19, que tanta tragedia y tristeza instaló en
el mundo entero, es el telón de fondo de la escritura de mi tesis. Readapté mi proyecto
original a las circunstancias que impuso el momento. Aspiro en este trabajo a hacer un
análisis micro histórico, a ver el caso de Herminia y Domingo a través de un
microscopio social, metafóricamente hablando. Mi intención es trasladar esta mirada
pequeña a problemas generales, en este caso a la construcción del modelo de mujer en
esta sociedad y su implicancia en las sentencias judiciales. Sobre la microhistoria como
referente teórico metodológico, Ronen Man (Man 2013) nos dice:

―Si bien la microhistoria toma lo particular como punto de partida, es


importante destacar que ese particular es además y muy a menudo,
altamente específico e individual. Este sería imposible de clasificar como un
caso típico y se procede a identificar su significado en base a su contexto de
procedencia. Los microhistoriadores admiten un valor explicativo y
significativo muy especial en el contexto. Si es que se dedican a cosas
pequeñas, lo hacen ubicándolas en el tiempo y en el espacio
correspondiente‖.

Y es en esa línea que Justo Serna y Anaclet Pons (Serna y Pons 2019)
consideran, y yo coincido, que podemos ocuparnos de cosas pequeñas, prácticamente
invisibles o presuntamente irrelevantes, pero debemos hacerlo para exhumar lo
imperceptible o desconocido. De eso tan minúsculo habrá que sacar lección y
consecuencia.

Entonces, mi trabajo estará centrado en un caso en particular, de delito de


homicidio cometido por una mujer a un varón, con el que tenía una relación de pareja.
El homicidio fue en el año 1901, por eso, este trabajo estará centrado específicamente
en ese año, inscribiéndolo en el período que corre entre 1886 -cuando se sanciona el
6
primer Código Penal de la Nación Argentina, vigente en el momento del crimen—; y
1910 –año en que Herminia recobra la libertad. Ese lapso coincide con el auge de las
teorías positivistas con respecto a la criminalidad en la Argentina. El objetivo es
analizar cómo, en el momento de ser juzgada una mujer, el modelo que de ella se había
construido se trasladaba a la sentencia y era el juez quien dejaba plasmados los valores
patriarcales en los papeles que decidían el destino de ella y de las mujeres que
delinquían, en general. El delito cometido por mujeres está atravesado por la
construcción del modelo imperante de mujer.

Hasta hace un tiempo atrás, reconstruir historias de delitos, criminales y castigos


no parecía ser una tarea de gran relevancia o, al menos, una no demasiado practicada
(Candioti 2009). Eso cambió y el delito es un tema investigado por abundantes
producciones en los últimos años en relación con la sujeción, el castigo y el encierro,
aunque todavía se necesita más investigación para comprender el delito de homicidio en
su singularidad y caracteres sociales. El estudio de la delincuencia femenina emergió al
calor de la intersección entre, por un lado, la historia de las mujeres y los estudios de
género, y por otro, la historia social del delito. Durante el último cuarto del siglo XX en
América Latina, se asistió a una renovación historiográfica acerca de la justicia, el delito
y el control social a la que se relacionó, principalmente, con el retorno democrático
(Calandria 2019).

El delito cometido por mujeres en el período bajo estudio está atravesado por la
construcción del modelo de mujer imperante que lo podemos observar tanto desde la
producción bibliográfica científica, como también desde la posición del estado. En las
páginas que siguen intentaré armar ese modelo para comprender cómo se refleja y deja
su huella en los papeles que conforman los expedientes escritos por funcionarios
policiales y judiciales que tienen en sus manos la tarea de juzgar a las mujeres que han
delinquido. Para este período, tanto desde el Estado como desde la ciencia, se construye
un modelo de mujer que está inmersa en la esfera privada, siendo su rol principal la
maternidad, el cuidado de los hijos y del esposo. Una mujer que se dedica al hogar,
privada de derechos civiles y que debe estar subordinada al varón, primero al padre y
luego al marido. En esta construcción, la mujer que comete un delito era considerada
como desviada o descarriada de ese modelo, por lo que era necesario encarrilarla y
volver a colocarla en el rol asignado para su género.

7
Una lectura minuciosa de las sentencias judiciales y del legajo de quienes
delinquieron, especialmente en el caso de las mujeres, me permitirá observar la
presencia o ausencia de una serie de elementos y términos utilizados a la hora de
juzgarlas como son el honor, la clase social, su estado civil, etc. La existencia de estos
elementos puestos en juego resultará, a veces, a favor; y a veces, en contra de la
cantidad de años de condena que finalmente se aplique.

Una revisión bibliográfica para desarrollar el problema planteado demuestra, en


principio, que la mayoría de los trabajos de investigación que abordan el tema del delito
lo hacen principalmente ocupándose de los varones. Para este estudio es necesario un
análisis de género, de manera que una descripción del término es indispensable. Joan
Scott (1986) define conceptualmente al género como el elemento constitutivo de las
relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos. Scott considera
que es necesario cambiar ciertas preguntas que le hacemos al pasado y examinar
nuestros métodos de análisis, clarificar nuestras hipótesis de trabajo y explicar cómo
creemos que tienen lugar los cambios.

El problema que representa el significado de las relaciones entre los sexos fue
tardíamente descubierto por el trabajo historiográfico y esto socavó algunos
presupuestos de la historia como disciplina. La historia no ignoró a las mujeres, sino
que apenas se visibilizó su participación en los círculos domésticos y en la esfera de la
intimidad, atribuyéndoles a las mujeres debilidad física, intelectual y moral (Dora
Barrancos, 2007). Desde una perspectiva de investigación sobre encierros y sujeciones,
un estudio sobre el destino de los entonces denominados ―menores‖ abandonados en la
ciudad de Buenos Aires, en la primera mitad del siglo XX, se centra en las niñas
abandonadas y cómo terminan siendo criminalizadas al ser alojadas en cárceles de
mujeres (Guy, 2000). Durante este periodo, el estado, salvo algunas efímeras iniciativas,
no se preocupó por solucionar el problema y las niñas abandonadas eran encarceladas
junto con las delincuentes adultas en la Casa Correccional de Mujeres a cargo de
órdenes religiosas. Guy afirma que existía la diferenciación de género en cuanto a que a
las mujeres no deberían brindarles formación profesional como a los varones, sino
prepararlas para las tareas del hogar, considerado su lugar de regeneración. En relación
al análisis de los procesos judiciales como fuentes primarias, un texto estudia desde una
perspectiva de género la relación entre la justicia y el delito en Tucumán a finales del
siglo XIX, a través del análisis de expedientes judiciales que involucran a mujeres de

8
los sectores populares, fundamentalmente como acusadas. El análisis de estas fuentes
permite ver la relación de los grupos subalternos con la ley para reconstruir las
asimetrías que la aplicación de la justicia generaba, profundizando la inferioridad
jurídica femenina (Hernández y Brizuela, 2007).

Otra rama importante para alcanzar el objetivo de esta investigación es la


lectura de la bibliografía científica contemporánea que contribuyó a la construcción del
modelo de mujer y de su criminalización. Por ejemplo, el pensamiento eugenésico en la
Argentina de la década de 1930, que parte de un descenso demográfico en esa década a
raíz de un aumento de las tasas de mortalidad infantil y de la existencia de
enfermedades que debilitaban el organismo. A partir de ese problema nacional, el
Estado comienza a aplicar distintas políticas que, para Yolanda Eraso (2007), solapaban
el pensamiento eugenésico, cuyo fin era alterar el desarrollo humano para obtener así un
capital genético óptimo para las futuras generaciones. Para el pensamiento de la época,
la mujer era la responsable de la salud corporal y espiritual del pueblo. Siguiendo en la
línea de los estudios médicos, pero en este caso en relación a la sexualidad, existió un
discurso médico- psicológico sobre el lesbianismo que también preocupaba, debido a
que la heterosexualidad y la maternidad representan las conductas naturales de las
mujeres, imponiéndoles a ellas la idea de la existencia de un instinto de hembra
encargada de la reproducción de la especie (Ramacciotti, Valobra y Riva, 2006). En mi
proyecto voy a utilizar procesos judiciales por asesinato de parejas y/o amantes, no de
sus hijos, aunque considero útil también introducir la idea de que el modelo de mujer se
asociaba a la maternidad (Gabriela Ini, 2000; Di Corleto, 2017; Calandria, 2019). A
través de causas judiciales, Ini sostiene que, en el discurso de la justicia, la maternidad
es un hecho biológico y natural al que las mujeres no pueden renunciar tan fácilmente.

Los sujetos de esta investigación cometieron delito de homicidio. Florencia


Castells (2018) analiza delitos cometidos por mujeres considerados violentos, tales
como lesiones, agresiones y riñas. Son producidos por mujeres en contra de varones
adultos, haciendo hincapié en las construcciones históricas sobre las moralidades de las
mujeres y el significado de los delitos mencionados en las primeras dos décadas del
siglo XX. Castells pone la mirada en la visión y en las decisiones de los funcionarios
judiciales de la época.

Por último, las mujeres de mi investigación terminan cumpliendo la pena


impuesta por su delito en Instituciones Carcelarias. En este caso, me ocuparé

9
especialmente de la que está ubicada en la ciudad de La Plata. Lila Caimari (2007), al
referirse a la cuestión carcelaria femenina, consigna la influencia del positivismo en la
criminología argentina y reflexiona sobre la Congregación religiosa Orden del Buen
Pastor que debía hacerse cargo de las instituciones de corrección femeninas de la
provincia de Buenos Aires.

Como dije anteriormente, la pandemia dificultó realizar el trabajo de archivo y


pude realizarlo en un intermedio entre las distintas olas virales que padecimos y cuando
la restricción se suavizó un poco, fui a consultar al Archivo del Servicio Penitenciario,
con muchos recaudos porque padezco comorbilidades. Con todas las limitaciones que el
protocolo impone, entre ellas la del tiempo que una puede permanecer en el archivo,
encontré en una caja el legajo de Herminia. Su caso me llamó la atención y,
rápidamente, tomé fotos a todo su expediente que estaba guardado y conservado desde
1901, año en que ella cometió el delito de homicidio de su pareja. Herminia era una
mujer de 26 años que vivía en Mercedes, provincia de Buenos Aires. Ella estaba en una
relación de concubinato con Domingo, un inmigrante italiano de 42 años. Herminia
tenía tres niños, que al momento del homicidio tenían un año, dos años y medio y cuatro
años. La pareja vivía en lo que en ese año de 1901 eran las afueras de la ciudad. La
actual ciudad de Mercedes fue declarada como tal en 1865 y se llamaba en ese entonces
Villa de Mercedes. Por lo tanto, en 1901, era una ciudad de pocos años y se encontraba
en pleno crecimiento. Una noche, del mes de enero de 1901, Domingo se acostó a
dormir, pero antes, amenazó a Herminia diciéndole que cuando se levantara la iba a
matar a ella y a sus hijos con una cuchilla, la que colocó debajo de su almohada para
tenerla a mano. Ante esta amenaza, que ella indica que no era la primera, Herminia
decide matar a Domingo mientras dormía. Después de cometer el hecho, levanta a sus
hijos y va con ellos a la comisaría donde relata los hechos y se entrega asumiendo su
culpabilidad.

A partir de conocer la historia de Herminia, entiendo que será posible conocer el


universo de las relaciones de género en el periodo bajo estudio. Lo hemos pensado
como un primer ejercicio para, a futuro, avanzar en la comparación de distintos casos
del delito de homicidio cometido por mujeres contra varones con los que tenían una
relación de pareja heterosexual y, también, en los cometidos por varones contra sus
parejas mujeres. Ello puede ayudar a testear la hipótesis de la doble moral en este tipo
de juicios de los que el caso de Herminia ayudará a vislumbrar.

10
Esta tesina está estructurada en tres capítulos, la presente introducción y las
conclusiones finales. En el capítulo 1, analizaré el estado de la justicia en los primeros
años del siglo XX, período en que sucede el caso analizado en este trabajo y la creación
de los departamentos judiciales. Además, se describe la ciudad de Mercedes,
específicamente el barrio en el que la pareja vivía, con el objetivo de ubicarla en su
contexto.

En el capítulo 2, bosquejo el modelo de mujer que sostenían la sociedad


bonaerense y el estado en este periodo. Realizo, asimismo, un recorrido por las leyes
civiles que regularon la vida de las mujeres en el espacio doméstico y de la familia. Ello
en virtud de que para el caso resulta fundamental el hecho de la condición civil de
Domingo y Herminia. Además, en el capítulo se puntualizan algunas cuestiones
vinculadas a la violencia familiar denunciadas por Herminia.

En el capítulo 3, analizaré el caso a partir de la fuente judicial y las fuentes


periodísticas de Mercedes. Las palabras que utilizan los funcionarios policiales y el juez
se condicen con lo que se espera y lo que no se espera de una mujer. El modelo
construido para las mujeres se corresponde con el modelo de castigo femenino. El
Estado, apoyado en la ciencia, establece cómo y por qué las mujeres cometen delito
diferenciándose del varón delincuente. De esta manera, a la hora de juzgar a una mujer
se tenían en cuenta elementos de distinta índole que no se consideraban en los casos de
varones delincuentes. Sobre esto trabajaremos en la tesina con la expectativa de
contribuir a abrir una línea de investigación en torno a la cuestión de los homicidios
dentro del vasto campo de la historia de la justicia, la historia del delito y de la política
carcelaria.

11
Capítulo 1

La Justicia

“Se ha demostrado que,


sobre todo gracias a las
fuentes judiciales, son
posibles análisis cualitativos
trabajando ya sobre actas de
procesos, ya, de ser
necesario, sobre sus
reelaboraciones literarias”.
Carlo Ginzburg, El Juez y el
historiador, pág. 109

La frase del epígrafe expresa la idea principal del objetivo de este capítulo
porque con la fuente judicial con la que trabajo para recrear el caso de Herminia y con
la ayuda de la bibliografía sobre el tema intento reconstruir el funcionamiento de la
justicia en la provincia de Buenos Aires, haciendo hincapié fundamentalmente en la
ciudad de Mercedes donde Herminia termino asesinando a Domingo. Creo que las
fuentes que utilizo -en este caso, la sentencia judicial, las planillas de ingreso a la cárcel
y los diarios de la época- me brindan la posibilidad de analizar el entorno de los
protagonistas de este hecho, los funcionarios judiciales que intervienen en el juicio, su
entrada a la cárcel y hasta una descripción de su imagen física. Además, la referencia a
una reelaboración literaria que hace Ginzburg me pareció bella, ya que aspiro a conjugar
con esta tarea investigativa, una sensibilidad estética.

Por lo tanto, este capítulo tiene como objetivo describir el estado de la justicia en
la provincia de Buenos Aires para contextualizar el juicio a Herminia en el año 1901 y
la conformación de la ciudad de Mercedes como Departamento judicial. El estudio de la
estructura, la organización y el funcionamiento del sistema judicial tiene un valor en sí
mismo, determinado por la necesidad de descubrir quiénes administraban justicia, de
qué manera lo hacían y con qué resultados (Corva 2012).

También, presentaré un panorama de cómo era la ciudad de Mercedes en ese


año, para tener una idea de dónde y qué condiciones socio-económicas tenía el lugar
donde vivían Herminia y Domingo.

12
1. 1. La organización de la Justicia bonaerense

El estudio de la estructura, la organización y el funcionamiento del sistema


judicial tienen un valor en sí mismo, determinado por la necesidad de descubrir quiénes
administraban justicia, de qué manera lo hacían y con qué resultados (Corva 2012).

Después de un largo proceso, el 6 de diciembre de 1880 se promulgó la Ley


1029 que declaró oficialmente a la ciudad de Buenos Aires como capital de la República
Argentina. Así, bajo la presidencia de Julio Argentino Roca quedó oficializada la sede
del gobierno de la Nación en la ciudad de Buenos Aires. La provincia aprobó,
posteriormente, la construcción de la ciudad de La Plata en la Ensenada y finaliza, así,
una de las cuestiones políticas más simbólicas sobre la consolidación del Estado
nacional.

En 1880, no solo la organización administrativa sino la vida política, cultural,


urbana, fiscal, financiera y comercial de la provincia deben replantearse su futuro y su
relación con el destino de una nación que hasta entonces identificaba con el propio
(Palacio, 2013). Tras el desmembramiento que significó la federalización de Buenos
Aires y durante los próximos diez años, la provincia comenzaba la búsqueda de la
organización y el camino histórico de desenvolvimiento de poder del Estado y de un
orden legal para el proyecto liberal basado en la codificación y la construcción de un
nuevo sistema judicial (Corva, 2012). De esta manera, el año 1881 nos encuentra con un
Poder Judicial que había sufrido una importante reducción tras el desmembramiento que
significó la federalización de Buenos Aires, lo que produjo, por un lado, la búsqueda de
una nueva organización política provincial y, por otro, el desenvolvimiento del poder
estatal y de un orden legal para el proyecto liberal (Corva, 2012). A partir de estos
acontecimientos, la justicia irá tomando nuevas formas en función de las necesidades y
las decisiones políticas provinciales (Calandria, 2016).

En el contexto de la llamada ―cuestión social‖ (1880-1914), se planteó la


necesidad de un endurecimiento de las disposiciones del Código. La situación política
de huelgas y violencia junto a la percepción de una ―descontrolada‖ inmigración
indeseable en un doble sentido: activistas políticos socialistas, comunistas o anarquistas
al mismo tiempo que viciosos (especialmente, homosexuales o ebrios) y pobres que se
quedaban en la ciudad de Buenos Aires en lugar de continuar su camino hacia colonias
agrícolas o dedicarse al trabajo rural.

13
Para Betina Riva (2017, p. 11) esta percepción, junto a algunos sonados casos
como el del asesinato de Livingston, daría lugar a la reforma del año 1903, considerada
fuertemente represiva y discutida por algunos juristas en la época. Esta endurecía las
penas para la mayoría de los delitos, al mismo tiempo que agregaba las disposiciones de
la llamada ―ley de defensa social‖.

Desde 1877, en la provincia de Buenos Aires, tenía vigencia el Código Penal


elaborado por Carlos Tejedor. Este Código había sido encomendado, en 1864, por el
presidente Mitre a Carlos Tejedor, de destacada actuación política y distinguido jurista.
Tomó como modelo principal el código de Baviera de 1813, por lo cual, sus principios
no podían, sin una debida adecuación, aplicarse a un país dotado de características muy
diferentes (Díaz Couselo, 2000).

La necesidad de uniformar las prácticas jurídicas en materia criminal a nivel


nacional puso en primer lugar de la agenda de gobierno de la República la prioridad de
sancionar un único código penal para todo el territorio (Sedeillan, 2012).

A partir del 1 de febrero de 1887, entró a regir el primer Código Penal para la
Nación Argentina (Ley 1920, del 7 de diciembre de 1886), basado en el proyecto de
Tejedor. A través de la codificación de la legislación y de las instituciones judiciales, las
autoridades provinciales persiguieron brindar un derecho más racional, predecible y
uniforme (Sedeillan 2013).

El nuevo código nacional aumentó las penas e incrementó el tiempo de


prescripción de los delitos, pero al mismo tiempo ampliaba la escala entre la pena
máxima y la mínima, lo que le daba la posibilidad al juez de una mayor flexibilidad para
aplicarla según los atenuantes o agravantes.

En el Código Penal que tiene vigencia a partir de 1887, queda establecida la


pena para el delito de homicidio en el apartado de delitos contra las personas. En el
artículo 94, se establece que

―quien a sabiendas mata a su padre, madre, hijo legitimo o natural o a


cualquier otra ascendiente, descendiente o a su conyugue, será castigado: 1º)
con la pena de muerte, sino concurre circunstancia atenuante alguna; 2º) con
presidio por tiempo indeterminado, si hubiese una o más circunstancias
atenuantes‖.

14
En el artículo 95, se establecían las penas por homicidio que iban de entre tres y seis
años de presidio si existía una circunstancia atenuante, cambiando a penitenciaria si
hubiera más de una:

―Artículo 95: El que mata a otro, no estando comprendido en el artículo


anterior será castigado:

1º) Con la pena de muerte, si el homicidio se perpetra por precio o con


alevosía, o por medio de veneno, incendio, o descarrilamiento siempre que
no haya circunstancia atenuante alguna.

2º) Con la pena de presidio por tiempo indeterminado, si hubiera una


circunstancia atenuante.

3º) Con presidio de diez a quince años, si concurriesen dos o más


circunstancias atenuantes‖.2

Como vemos, las penas por homicidio iban de entre tres y seis años de presidio si
existía una circunstancia atenuante, cambiando a penitenciaria si hubiera más de una.

A diferencia del código anterior, este solo fijaba la pena en tres años de prisión si el
muerto hubiera provocado el acto de injurias graves e ilícitas.

En caso de no existir atenuantes ni agravantes, la pena podía variar de entre seis y diez
años de presidio; de existir solo agravantes, podía subir hasta la pena de muerte
(Sedeillan, 2012).

2
Artículo 96: En los demás casos no comprendidos en los dos artículos anteriores, el homicidio será
castigado: 1º) Con presidio de diez años hasta por tiempo indeterminado, si hay una o más circunstancias
agravantes. 2º) Con presidio por seis a diez años, si no hubiese circunstancia agravante alguna. 3º) Con
presidio por tres a seis años, si hubiese una solo circunstancia atenuante. 4º) Con penitenciaria por tres a
seis años si concurriesen dos o más circunstancias atenuantes.
Artículo 97: La pena será de tres años de prisión, si la víctima misma provocó el acto homicida con
ofensas o injurias ilícitas y graves.
Artículo 98: Cuando en riña o pelea en que toman parte más de dos personas resultasen uno o más
muertos, se observaran las disposiciones siguientes: 1º) si constase quien o quienes dieron la muerte, solo
él o ellos serán castigados como homicidas; y como cómplices los otros que estuvieron de su parte. 2º) si
la muerte se produjese por el número de las heridas, no siendo mortal alguna de ellas, todos los autores de
las heridas serán castigados como homicidas con el mínimum de la pena señalada para este delito. 3º) Si
no constase quien o quienes infirieron las heridas, todos serán castigados con prisión de uno a tres años.
Artículo 99: El acto de disparar intencionalmente un arma de fuego contra una persona sin herirla, será
penado con uno a tres años de prisión. Esta pena se aplicará, aunque se cause herida á que la ley señale
pena menor siempre que el hecho no importe delito mayor.

15
La pena de muerte era para los casos donde el homicidio se había perpetrado con
alevosía y sin atenuante. También, se consignaban los atenuantes3 y agravantes de las
penas.4 Si bien algunos intelectuales vinculados a la criminología positivista
participaron activamente de diversas comisiones de reformas del Código Penal de 1886
–elaborado a su vez sobre la base de los preceptos del liberalismo penal- no lograron
introducir reformas estructurales que consagraran las ideas positivistas, sino que
colonizaron algunas reglas en el Código Penal de 1921.

Por otro lado, desde fines de 1880 fue extraordinariamente importante la


presencia de los criminólogos positivistas de formación médica en el funcionamiento de

3
De la atenuación de las penas. Artículo 83: Son circunstancias atenuantes: 1º) las expresadas en el titulo
anterior, cuando no concurran todos los requisitos necesarios para eximir de responsabilidad criminal en
los respectivos casos. 2º) Ser menos de diez y ocho años o mayor de setenta. 3º) No haber tenido, el
delincuente, intención de causar todo el mal que produjo. 4º) Haber precedido provocación, amenaza u
ofensa por parte del ofendido. 5º) Haber procurado con celo reparar el mal causado o impedir su
consumación. 6º) El estado de irritación o furor sin culpa del autor del delito, cuando no le ha hecho
perder del todo la conciencia de lo que hace. 7º) Cualquiera otra circunstancia análoga a las anteriores. 8º)
En los delitos que merezcan pena capital, cuando la causa dure más de dos años, sin culpa del procesado o
su defensor. 9º) Haber corrido la mitad del tiempo necesario para la prescripción del delito.
4
De la agravación de las penas. Artículo 84: Son circunstancias agravantes, salvo disposiciones
especiales: 1º) Ser el agraviado ascendiente, descendiente, cónyuge, hermano o afín en los mismos grados
del ofensor, estar este obligado a un respeto particular hacia aquel, por ser su tutor, superior, maestro, etc.
2º) Ejecutar el hecho con alevosía entendiéndose que la hay cuando se obra a traición o sin peligro para el
agresor. 3º) Aumentar deliberadamente el mal, causando otros innecesarios para la ejecución. 4º) Obrar
con premeditación. 5º) Emplear astucia, fraude o disfraz. 6º) Obrar con abuso de confianza. 7º) Cometer
el delito por precio, promesa o recompensa. 8º) Ejecutarlo por medio de veneno, incendio, inundación,
descarrilamiento, explosión u otros medios que puedan ocasionar mayores estragos o daños sea a la
persona objeto de delitos o a otras. 9º) Cometer el delito con ocasión de incendio, naufragio u otros
acontecimientos semejantes. 10º) Abusar de la superioridad por edad, fuerza o sexo. 11º) Prevalerse del
carácter público que se inviste. 12º) Ejecutar el hecho con auxilio de gente armada, o de personas que
faciliten o proporcione la impunidad. 13º) Cuando se produce mayor alarma, por haberse cometido el
delito de noche o en despoblado. 14º) Cometerlo en cuadrilla, con violación del domicilio u otra
circunstancia semejante. 15º) Ejecutarlo en personas que ejerzan autoridad pública o en lugares en que
estén ejerciendo sus funciones. 16º) Verificarlo en la persona o en desprecio de los ministros de una
religión o en lugares destinados al culto. 17º) Ejecutarlo con fractura o escalamiento de lugar cerrado.
18º) Ejecutarlo haciendo uso de armas prohibidas por los reglamentos. 19º) Haber sido el culpable
castigado anteriormente por delito a que la ley señale igual o mayor pena. 20º) Ser reincidente de delitos
de la misma especie.
Artículo 85: Si se ha reiterado el mismo delito contra varia personas o cosas, o si el mismo malhechor
comete delito d diferente especie por otras tantas acciones, la pena del unió se agregará a la del otro; pero
si esta reunión fuese imposible por la naturaleza de las penas o por exceder del máximun legal la suma
resultante de la acumulación, se aplicará la del delito mayor, agravándola con las adicionales que fuese
posible. Si no fuese posible acumulación alguna por la diversa clase de las penas, el delito menos grave
será circunstancia agravante del más grave.
Artículo 86: Si un delito de la misma especie se comete varias veces contra una misma persona o casa, se
castigará el acto más grave y los otros se considerarán circunstancia agravante.
Artículo 87: Si el mismo culpable con ocasión de la ejecución del delito que se propone cometer,
perpetrase otros, se le aplicara la pena del más grave y los otros se consideraran circunstancia agravante.
Artículo 88: Los tribunales tomaran en cuenta las circunstancias expresadas en el artículo 84, teniendo en
consideración la naturaleza y accidentes del delito.

16
la justicia penal como peritos, especialmente en las consideradas ―causas célebres‖
(Sozzo, 2011, pág.3-34).

En 1896, se sancionó el código procesal que se constituyó en una herramienta


importante de control social. Este código era prácticamente el mismo que regía para los
Tribunales nacionales desde 1888, salvo algunas pequeñas modificaciones (Sedeillan,
2013). La sanción de este código tiene estrecha relación con un problema que se
evidenciaba en la lentitud de los procedimientos judiciales. Este nuevo corpus fijaba un
proceso verbal que creían que sería más ágil. Pero, como explica Sedeillan, esto fue
difícil de implementar en la práctica porque era dificultoso reunir a las partes en una
audiencia en común. Se sumaba a esto que la nueva ley, con el objeto de darle mayor
garantía al imputado, exigía cumplir con un mayor formulismo que retrasaba aún más el
proceso. Esta demora en los procesos judiciales junto con un incremento de la
criminalidad provocaba la saturación de los establecimientos carcelarios. A partir de
entonces, se realizaron distintos proyectos y reformas con el fin de alivianar esta
situación.

En el transcurso de la década de 1880, en la práctica jurídica se uniformo el


criterio de como leer los agravantes, atenuantes y eximentes y también la manera de
valorar las pruebas (Sedeillan 2012).

1. 2. El Departamento Judicial de Mercedes

La organización de la justicia penal en la provincia de Buenos Aires fue


consolidándose y modificándose al mismo tiempo que fue dependiendo del crecimiento
poblacional que, como sabemos, en esta época fue elevado debido al fenómeno de
inmigración a gran escala. Gran cantidad de habitantes se concentraron en los centros
urbanos donde la criminalidad fue en ascenso como una manifestación de las
desigualdades socioeconómicas que caracterizaron el modelo agroexportador. Alrededor
de seis millones de europeos arribaron, entre 1870 y 1914, atraídos por el boom
agroexportador. Buenos Aires pasó de tener 187.000 habitantes, en 1869; a 1.575.000,
en 1914, instalados principalmente en las grandes ciudades. Las estadísticas policiales,
que engrosaban la ola de representaciones estatales de los problemas sociales,
reforzaban los alarmados diagnósticos impresionistas (Caimari, 2012). Lila Caimari nos
explica que el crimen era apenas un síntoma más de las asombrosas transformaciones de

17
la sociedad porteña del fin de siglo, quizás el capítulo más espectacular de un ciclo de
crecimiento urbano que afectó a muchas capitales y puertos latinoamericanos (Caimari,
2012).

La legislatura de Buenos Aires estableció los tribunales departamentales,


dictando la ley de fecha 28 de noviembre de 1853 (Roncoroni, 1953). En el artículo 1º,
la ley establece:

―la jurisdicción de los actuales Juzgados de Primera Instancia en lo


Criminal de la Capital se extenderá solamente hasta un radio que abrace los
partidos de Ensenada, San Vicente, Cañuelas, Villa de Lujan, Pilar y Capilla
del Señor‖.

En el art 2º:

―Los partidos de Monte, Las Flores, Chivilcoy, Bragado y todos los que
quedan al norte de ellos compondrán un departamento cuya jurisdicción en
lo Criminal se denominará de Norte. Todos los restantes, con la excepción
de la Magdalena, que pertenecerá a la jurisdicción de la Capital,
compondrán otro que se denominará del Sud‖.

Además, en esta Ley se establece que el asiento del Juzgado en el Departamento


del Norte será Arrecife (aunque, en realidad, funcionó en San Nicolás) y el del Sud
funcionará en Dolores. En 1856, mediante ley sancionada el 21 de octubre, Mercedes
(que desde 1854 era Villa Mercedes) es ratificada como cabecera departamental y, por
ello, allí se instalan los tribunales correspondientes (Servicio Penitenciario, 2006).

La sanción de la primera Ley Orgánica del Poder Judicial de la provincia de


Buenos Aires, en 1881, intentó uniformar y centralizar la administración de justicia,
más allá de los poderes locales (Calandria, 2019). Esta ley, sancionada en octubre de
1881 y que llevó el número 1431, estableció cuatro departamentos judiciales:

―uno de la capital, con asiento en la ciudad, y en la ciudad de Buenos Aires,


mientras no se trasladen a la capital de la provincia sus poderes públicos.
Uno del Norte, con asiento en la ciudad de San Nicolás, de los Arroyos; uno
del Centro con asiento en la ciudad de Mercedes, y otro del Sud con asiento
en la ciudad de Dolores‖.

18
Veintiún años después, con la sanción de la ley 2795, acudimos a una
reestructuración de la organización del Poder Judicial con la implementación del
departamento costa sud. El proyecto para su creación ingresó a la Cámara de Diputados
en el año 1901, donde se consideró el estudio realizado previamente por los diputados
Gnecco y Machado (Calandria, 2016). Esta ley crea el Departamento Judicial de Costa
Sud con sede en la ciudad de Bahía Blanca. En 1915, por Ley 3617, se creó el
Departamento Judicial del Sud Oeste, con sede en la ciudad de Azul.

Ese es el telón de fondo en el que se desenvuelve el caso que me ocupa en este


trabajo. Por ello, es necesario en este apartado ubicar a Herminia en el lugar donde vivía
con Domingo, no solamente geográficamente. Trataré de pintar un marco
socioeconómico en que esta pareja desarrollaba sus actividades, formaba su familia y
pasaba sus días. Para poder ubicarnos en tiempo y espacio es necesario trasladarnos a la
ciudad de Mercedes. En esta pintura de la ciudad están presentes las instituciones que
juzgan a Herminia, la policía que la recibe cuando decide entregarse y la cárcel que la
alojará por tres años.

Los orígenes de Mercedes se remontan a 1745, con la construcción del fuerte en


la frontera de Luján por Juan de San Martín y que constituyó el origen de la Guardia de
Luján. El maestre de campo Juan de San Martín procedió entonces a organizar la
construcción de los también llamados "fuertes de estacada" (Municipalidad de Mercedes
2021). La Guardia de Luján era la capital militar de la frontera bonaerense. En 1752, y
debido a que los milicianos desertaban del servicio, se creó el primer regimiento de
caballería con un sueldo a los que se llamó ―Blandengues de Frontera‖. En 1779, el
fuerte se trasladó a lo que es hoy el edificio de la Municipalidad de Mercedes.

En el año 1812, se creó el Partido de la Guardia de Luján y, hacia el año 1822,


ya suprimidos los Cabildos y Alcaldes de Hermandad, un 22 de enero, Víctor Barrancos
fue designado primer Juez de Paz del partido de la Guardia de Luján. Llegaría en 1831
el trazado del pueblo y la declaración de la Guardia como Villa Mercedes, honrando a la
lugareña Virgen de la Merced, pese a figurar en los documentos oficiales como Guardia
de Luján hasta 1854 (Municipalidad de Mercedes, 2021). Con los años, la Villa de
Mercedes fue atravesando una metamorfosis tal que la llevaría a paso firme a ser un
núcleo urbano de referencia en el ámbito provincial, es por eso que el Gobernador
Mariano Saavedra, en 1865, decreta su ascenso a la jerarquía de ciudad. Orgullosos de
su pago, los mercedinos deciden levantar el edificio de la Municipalidad con una notoria

19
intención de asemejarlo con la estética del Cabildo porteño; su inauguración se da en
1868, siendo no solo la sede de las autoridades políticas sino también el sitio donde se
ubicaron el Juzgado del Crimen y la Cárcel Publica, que venía a reemplazar a la vieja, y
desde hacía un buen rato, ineficiente, que funcionaba en la Alcaidía (Servicio
Penitenciario Bonaerense, 2006). Desde el 1 de marzo de 1865, llegaba la línea del
Ferrocarril Oeste a la Vila de Mercedes, otro dato que mostraba la integración regional
en el contexto de expansión agroexportador.

En 1869, según el primer censo, habitaban en Mercedes aproximadamente unos


8200 habitantes. En 1894, la población de la ciudad registra 18.068 habitantes,
incrementándose esta cifra en 28.022 habitantes, en 1914, transformando a la ciudad en
la decimoctava del país según el tamaño de población (Belzunce, 2020). En 1901, se
contrata a un artista italiano llamado Luis Colombo para pintar el frente exterior y los
cuadrantes del reloj de un color rosa. También en ese año comienza a instalarse el
alumbrado eléctrico. La estética y avance tecnológico comenzaban a formar parte del
diseño urbanístico de la ciudad. No obstante, ese crecimiento era, como veremos,
cualitativamente segmentado. Además de su carácter militar, desde fines del período
colonial, la economía de Mercedes se perfilaba como agropecuaria, ganadera y
mercantil. A mediados del siglo XIX, la expansión del lanar y el crecimiento del pueblo
impulsaron las actividades comerciales, entre las que se destacaron las relacionadas con
los alimentos (Belzunces, 2020).

En el año en que Herminia mata a Domingo, la ciudad estaba en pleno


crecimiento y desarrollo urbano, pero es importante tener en cuenta que estos progresos
sucedían en el casco de la ciudad. La vivienda de Herminia estaba ubicada en las
afueras de este lugar central. El barrio en el que vivía con Domingo, actualmente, se
llama Roberto Payró, pero en 1901, tenía el nombre de ―Del Sapo‖. Hay distintas
versiones de por qué este barrio se llama ―Del sapo‖.5 Abarcaba desde la calle 10 a la 26

5
Una de las versiones es que, en épocas de lluvias, este barrio se llenaba de sapos que aparecían a miles y
dificultaban la circulación por las calles. Esto podía deberse a las zanjas que se encontraban llenas de
agua y maleza y que hacían un ambiente propicio para que los sapos se multiplicaran. Otra explicación
tiene relación con una enfermedad que azotó a la población de este lugar. Esta enfermedad afectaba a la
piel y se extendía por todo el cuerpo. Se la llamó ―sarpullido‖ y se cree que fue lo que se conoció
posteriormente como varicela. La gente estaba muy asustada porque ya había padecido la viruela que
provocó la muerte de muchos pobladores. Una curandera de la zona, que tenía mucho prestigio, sugirió
para la curación que los enfermos se colgaran del cuello o de la cintura un sapo. Ver gente caminando con
un sapo colgando en su cuerpo era un espectáculo para las personas del centro de la Villa. Era común ir al
barrio a ver esta rareza, a ver al ―barrio del sapo‖. Y de ahí, posiblemente, su nombre (De Garcerón
Ignacio Víctor, Mercedes 1996).

20
y de la 33 a la 49. Fue una zona muy poblada, aunque en las epidemias de cólera, en
1868, y de viruela, en 1895, se perdieron muchas vidas. A la calle 10 (donde vivía
Herminia) se la llamó ―calle del cólera‖, por la gran mortandad sufrida por esta
enfermedad. La higiene estaba descuidada y era un gran problema el de las aguas
servidas que corrían por las zanjas cercanas a las viviendas. Sus calles eran de tierra y
las viviendas eran predominantemente ranchos, recién en la década de 1920 se
construyeron dos casas de material que fueron destinadas a prostíbulos (Garcerón,
1996). El barrio aumentaba notablemente su población con gente que llegaba de otros
lugares, en su gran mayoría buscando refugio y huyendo de la policía (Garcerón, 1996).
Por lo que relatan las historias mercedinas, era un barrio de matones, cuchilleros y
cafishios que cuidaban sus prostíbulos. Además, existían en el barrio varios curanderos
a los que acudían, desde el centro, caballeros y señoras en elegantes carruajes a
consultarlos por sus dolencias.

Este barrio fue muy resistido por la población del centro, que pretendía
mantenerlo alejado y aislado. Cuando la gente de este barrio hacía su entrada a las calles
céntricas, se la consideraba como una intrusa y se apelaba a todos los medios posibles
para que retornara a su barriada, con una intervención activa de la policía. Pero en el
barrio ―Del Sapo‖ no todos eran matones, proxenetas o vagos, había también gente
trabajadora y decente, según los términos de los testimonios (Garcerón, 1996). La caña,
el vino, las mujeres y el empaque orillero resultaron allí el caldo de cultivo de hechos,
que o se decidieron ahí, en otras esquinas de la barriada o en las calles centrales de la
ciudad (Ortelli y Ungaro, 1970).

Como mencioné anteriormente, el origen del Departamento Judicial de


Mercedes se remonta a 1854. El 29 de noviembre de 1853, el gobernador de Buenos
Aires, Dr. Pastor Obligado, promulgó la ley de descentralización judicial que, a
iniciativa del diputado Valentín Alsina acababa de sancionar la Sala de Representantes
veinticuatro horas antes (Molle, 1986). Esta ley estableció dos departamentos judiciales:
el del Norte con sede en San Nicolás; y el del Sur, con sede en Dolores. A cada uno de
estos Departamentos se le asignó un juez del fuero criminal y un ordenanza de a caballo
y el ministerio público, compuesto por un agente fiscal y un defensor de pobres. El juez
designado para el departamento del Sur, Dr. José María Juan Climaco de Irigoyen, se
instaló en Mercedes por indicación del gobierno de la provincia de Buenos Aires:

21
―…mientras se resuelva la instalación del Juzgado en aquella
ciudad (Arrecifes), y se designe su titular, se traslade a la
Guardia de Lujan y establezca allí su tribunal…‖.6

El Dr. Irigoyen reclama al gobierno de la provincia de Buenos Aires la


necesidad de la instalación de una cárcel de la Villa de Mercedes para el nuevo
organismo judicial. El 21 de Julio de 1854, el ministro de gobierno, Irineo Portela,
dispone la creación de la cárcel y la ubica en los fondos del predio perteneciente al
Juzgado de paz, sito en el actual Palacio Municipal de Mercedes.

El historiador Federico Belzunces (2020) identifica esta cárcel en una acuarela


de 1858 y la describe como una cárcel colonial tradicional, que contaba seguramente
con una ventana con rejas que daba a la calle. Además, Belzunces nos dice que –según
los historiadores locales— en este mismo sitio funcionó el juzgado de paz, la comisaría
y la cárcel hasta 1867.

Como dije anteriormente, el edificio Municipal comienza a reformarse


ediliciamente en 1867, por lo que fue necesario trasladar la cárcel de ese lugar que se
encontraba en obra. El destino fue una casona en la actual esquina de la calle 29 y 26 de
la ciudad de Mercedes, propiedad de Don Fernando Mones, en concepto de alquiler
(Belzunces, 2020).

El 21 de agosto de 1867, el Superior Gobierno autoriza a la Municipalidad de


Mercedes al traslado de la cárcel a la casona propuesta, pero las autoridades de
Mercedes sostienen que ese edificio no reúne las condiciones de seguridad
indispensables:

―…no tienen las condiciones de seguridad necesarias para alojar


los cuarenta y dos presos que tiene actualmente esta cárcel y
siete más que se espera que lleguen de golpe, procedentes del
Bragado; y para proporcionar la separación de mujeres,
incomunicándolos y cuerpo de guardia, que en toda cárcel se
hace necesario: que los datos que este juzgado tiene recogidos,
está convencido que en esta ciudad no hay edificio a propósito

Diario ―La Hora‖, 24/09/1965, citado en: Alejandro Molle Gonzales, Historia del Departamento Judicial
6

Mercedes desde sus orígenes, diario El Oeste, agosto 1979.

22
para servir de cárcel pública, á escepción (sic) del Colegio de
Niños, único que ofrece garantías de comodidad y seguridad‖7.

Los reclamos de las autoridades locales llegaron hasta el Ministro de Gobierno


de Nicolás Avellaneda y, el 12 de septiembre, al Tribunal Superior de Justicia. El
máximo organismo de justicia resuelve nombrar un perito para supervisar la casona.
Finalmente, el 16 de septiembre de 1867, autoriza el traslado de los presos a la nueva
cárcel a pesar de que las sugerencias de las autoridades de Mercedes que consideran a
esta casa destinada a cárcel totalmente insegura para ese fin (Belzunces, 2020).

Esta cárcel, que se denominaba ―La casona‖, funcionó como tal hasta que,
finalmente, el 24 de febrero del año 1877 se inaugura la nueva cárcel de Mercedes
(actual Unidad Penal N° 5 de Mercedes, perteneciente a la Provincia de Buenos Aires).
Era un edificio moderno en consonancia con el proyecto civilizatorio de la élite que
gobernaba en ese entonces. Tal es así que la inauguración estuvo a cargo del presidente
Nicolás Avellaneda y un conjunto de asesores que se trasladaron en tren desde Buenos
Aires y se dirigieron en carruaje hasta la cárcel (Servicio Penitenciario Bonaerense,
2006). Entre comilonas, paseos y relaciones públicas, la cárcel marchaba en un moderno
edificio ―que al poco tiempo se conoció popularmente como La Blanqueada, debido a
que la remozaban periódicamente con cal, con el doble propósito de mantenimiento y
desinfección" (Servicio Penitenciario Bonaerense, 2006).

Este era un nuevo edificio, mantenido de un color blanco impoluto, y que


representaba un adelanto en el desarrollo de las instituciones en nuestro país, pero no
debemos olvidar que esta gestado y pensado como un organismo de encierro con la
connotación de tristeza que no se trasunta en la arquitectura. Sobre esta cárcel me
explayaré más adelante, ya que es el lugar que recibió y alojó a Herminia durante los
primeros tres años de su paso por la vida de encierro desde que fue condenada en 1901.
Aquí, apenas la imagino mirando esa estructura tan blanca por fuera y me pregunto qué
habrá pensado, qué habrá sentido.

1. 3. La figura del Juez

7
Sección Histórica Judicial de Mercedes, juzgado de paz, Carpeta de 1867.

23
Le dedico a la figura del juez este apartado porque creo que en este caso que
ocupa mi trabajo es un protagonista insoslayable, aunque en un proceso judicial hay
distintos actores intervinientes. Como dije anteriormente, mi objetivo es acercarme a
mostrar cómo la justicia reproducía el modelo de mujer construido en esta sociedad de
1901, específicamente en la provincia de Buenos Aires. No porque este modelo sea
distinto en otros lugares, sino porque el caso de Herminia ocurrió en este marco
geográfico. Por lo tanto, el juez del Crimen del departamento judicial de Mercedes, en
1901, es blanco de observación porque a través de su sentencia escrita podemos
escucharlo hablar de lo que se esperaba de la mujer.

El juez, Dr. Anacleto Llosa, fue quien tuvo en sus manos el destino de Herminia
y terminó condenándola a la pena de penitenciaria por tiempo indeterminado, en abril de
1902, más de un año después del homicidio. En la Sentencia que utilizo como fuente
para este trabajo se ve el sello del Secretario del Juzgado de nombre Enrique J. Risso.
Aparentemente, el Dr. Anacleto Llosa estuvo poco tiempo más a cargo del Juzgado del
Crimen de Mercedes ya que cuando se creó la primera Cámara de Apelaciones del
departamento de Bahía Blanca, en 1902, es integrante de la misma junto con los
doctores Ramón S. Castillo y Manuel F. Escobar (Roncoroni, 1953).

Aunque para el trabajo histórico es importante saber el nombre del juez, no es


relevante para lo que propongo analizar en este trabajo. La tensión entre la construcción
social y el discurso jurídico es independiente de un nombre en particular. El tema
medular es tratar de leer cómo el juez, cómo un varón con poder, produce la sentencia.
Kimmel (1997) desarrolla este tema partiendo de la que la definición de virilidad
hegemónica es ―un hombre en el poder, un hombre con poder y un hombre en el poder‖.
En nuestra cultura, la definición de virilidad que se perpetuó en el tiempo, es la relación
que unos hombres tiene sobre otros y que los hombres tienen sobre las mujeres. No solo
se atiene al Código y a las leyes, sino que, además, su sentencia se inscribe en algo
mayor que es el universo patriarcal. Las relaciones de género son un componente
esencial en la estructura social considerada como un todo (Connell, 1997). Por ello, es
útil para pensar la figura del juez el concepto de masculinidad hegemónica que
describió Connell como la configuración de práctica genérica que encarna la respuesta
corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza
(o se toma para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de
las mujeres. La masculinidad dominante o hegemónica se caracteriza principalmente

24
por la heterosexualidad, como un mandato, junto con otras condiciones que el varón
debía reunir como la dominación, el poder, la fuerza, el coraje y la virilidad. Estas
prácticas debían ser aceptadas y legitimadas por el resto de los varones y mujeres
(Kaufman, 1997). Es decir, la masculinidad no puede dejar de analizarse dentro de una
estructura más amplia.

En la introducción se dejó planteado como objetivo a futuro la comparación de


un determinado número de sentencias de casos de homicidio cometido por mujeres
contraponiéndolos con sentencias de casos de homicidios cometidos por varones. La
comparación tenía como fin encontrar la influencia que la diferenciación de las
relaciones de género tenía a la hora de juzgar a estos sujetos. Aunque el trabajo
comparativo de un análisis de una mayor muestra de casos quedara para más adelante,
aquí puedo realizar una comparación del caso de Herminia con un caso de homicidio
donde el asesino es un varón y donde también intervino el Juez Llosa.

En 1901, Marcelino es condenado por homicidio de Daniel por el juez Anacleto


Llosa y el Dr. Enrique Risso como secretario del Juzgado. Marcelino y Daniel se
encontraban bebiendo en un ―negocio‖ en la localidad de Lincoln, ambos en estado de
ebriedad, cuando Daniel lo desafía a Marcelino a salir afuera a pelear. En esta riña,
Marcelino termina apuñalando a Daniel que fallece unas horas después. Lo interesante
en esta sentencia es que se hace una descripción de los hechos con el aporte de los
testimonios de testigo y del informe médico; se observa a la defensa tratando de
encontrar atenuantes en el estado de ebriedad de Marcelino para que la condena sea la
mínima para estos casos. Uno de los principales cambios que introdujo el código penal
nacional fue reconocer la ebriedad como un atenuante de la penalidad en el delito de
homicidio, en consonancia con los códigos más modernos en los que había triunfado la
idea de atenuación (Sedeillan, 2012, pág.117). Es interesante mencionar que, si bien el
estado de ebriedad no es privativo de los varones, eran éstos los que solían tenerlo al
tener en la bebida una forma de sociabilidad propia (Gayol, 2000, pág.149-157) En ese
sentido, el Código introducía una clara cuestión de género a la hora considerar los
atenuantes puesto que las riñas en estado de ebriedad eran habituales. Si bien Sedeillán
ha marcado el grado de libertad que quedó a los jueces y de qué modo su interpretación
antepuso otras cuestiones al entender la ebriedad como un vicio y no como una
patología (Sedeillan, 2008); en el caso al que nos referimos, Llosa entendió que el
acusado bebía por vicio y, por ello, su ebriedad es voluntaria. Pero según testigos,

25
cuando bebe y se embriaga, es provocador. Por lo tanto, Llosa entiende que el estado de
ebriedad explica el conflicto y por ello, falló aplicando una atenuación parcial (aunque
el caso fue apelado y la pena fue reducida por el Tribunal). De todos modos, en ningún
momento, aparece ninguna referencia al estado civil de Marcelino ni de Daniel, la
víctima, ni opiniones sobre la moralidad de sus personas, ni adjetivaciones que tengan
que ver con su comportamiento o personalidad. Es evidente que el caso de Marcelino se
juzga ateniéndose a lo que establece el Código Penal, atenuando su pena porque el
mismo estado de ebriedad que lo orilla al crimen es, también, el que justifica su
mengua, incluso aunque sea ebriedad parcial y no absoluta. De ese modo, no es juzgado
por otras circunstancias como veremos que sucede con Herminia con más profundidad.

Teniendo en cuenta la definición de la palabra, un juez es una persona que tiene


autoridad para juzgar y sentenciar y es responsable de la aplicación de las leyes; es la
persona que soluciona los conflictos judiciales mediante la aplicación del derecho; es
una figura imparcial en el problema a resolver; a su vez, el juez también es responsable
y debe ser independiente de las presiones de la sociedad. Esa expectativa social sobre la
figura del juez ha sido revisada por otros estudios señalando que la imparcialidad debía
ser examinada en función de los mandatos culturales. En todo caso, esta imparcialidad
estaba inmersa en el marco general de un patriarcado que cubría como un manto esa
sociedad a la que Herminia y Domingo pertenecían.

Carlo Ginzburg analiza en su libro El juez y el historiador, un caso que lo afecta


de manera cercana, ya que se trata de un amigo a que a su criterio acusan injustamente
de un delito. El autor, así, nos insta a pensar en la relación entre el oficio del historiador
y el trabajo del juez. Ginzburg compara los juicios inquisitoriales que ha leído
profundamente para sus trabajos de investigación con el proceso contemporáneo en el
que está siendo juzgado su amigo y encuentra algunas analogías. Dice que varias veces
estas actas lo han situado en ―relaciones intrincadas‖ entre él como historiador y el juez.
Dice el autor: ―me ha parecido inevitable una confrontación más profunda. Lo que hasta
el momento queda claro es que encontrar pruebas o descubrimientos objetivos es una
operación común no solo a los inquisidores de hace trescientos cincuenta años y a los
jueces de hoy, sino también a los historiadores de hoy y a los inquisidores y jueces‖
(Ginzburg, 1993). Además, nos dice Ginzburg que la fuente histórica tiende a ser
examinada exclusivamente en tanto que fuente de sí misma (según el modo en que ha
sido construida) y no de aquello de lo que se habla. Para decirlo con otras palabras, se

26
analizan las fuentes (escritas, en imágenes, etc.) en tanto que testimonios de
―representaciones‖ sociales; pero al mismo tiempo se rechaza, como una imperdonable
ingenuidad positivista, la posibilidad de analizar las relaciones existentes entre estos
testimonios y la realidad por ellos designada o representada.

Las nociones de ―prueba‖ y de ―verdad‖ son parte constitutiva del oficio de


historiar‖ (Ginzburg, 1993).

Consideraciones Finales

Este capítulo se propuso presentar el escenario donde se inscriben las personas y


prácticas bajo estudio. Un escenario no meramente contextual, sino constitutivo. La
historia de la organización del Poder Judicial en la provincia de Buenos Aires hasta
1901, ubica dentro del entramado de la organización judicial al juez que actúa en este
proceso y que es una figura relevante para el objetivo de este trabajo. Su sentencia,
como veremos, no sólo aplica el código, sino que imparte los valores que la sociedad
determinaba debía poseer una mujer. Lo que nos proponemos analizar es el modo en
que sobre Herminia recaen más de un juicio: como homicida y como mujer que no
cumplía muchos de los mandatos sociales para su género.

En el próximo capítulo, mi objetivo es poder leer la fuente histórica donde se


juzga a Herminia de la manera en que sugiere Ginzburg: analizando las relaciones entre
los testimonios, la voz del juez y la realidad o más bien el contexto en el que todos estos
actores operaban. No puedo evitar sentir una gran discordancia entre mis sentimientos y
las palabras del juez. ¿Es mi mirada del siglo XXI la que está operando aquí? En cierto
modo, puede ser. Sin embargo, también he observado cómo las fuentes históricas del
período desarrollaban críticas vinculadas a los atravesamientos de género en la justicia
y, en particular, en los jueces. Me interesa, en ese caso, un artículo de la revista
Nosotras del año 1903, editada en la ciudad de La Plata, nos da una muestra de que
había otras miradas sobre la justicia y que algunas voces, sobre todo como en este caso
la voz femenina, estaban cuestionando el accionar de los jueces. Con el título ―Los
asesinatos de mujeres‖8 el artículo de la mencionada revista, habla sobre ―la blandura
de los jueces para con los asesinos cuando la víctima es mujer‖. Se cita el caso de un

8 Rev. Nosotras Año 1 N°28 5.5.1903

27
homicidio donde un hombre mató a su novia y solo se lo condena a tres años de prisión,
el mínimo de la pena:

―Es claro, se trata de una mujer y en esta sociedad creada y


gobernada mirando solo los derechos del hombre, la vida de una
mujer está poco más o menos tan garantida como la de una
gallina.

El asesino dijo que le había cegado el furor y su palabra es un


artículo de fé (sic): sin duda cuando se proveyó del revólver, lo
cargó y fue en busca de su inocente víctima, ya pensaba lo que
iba a decir y la importancia con que los jueces acatarían su
declaración‖.

En otro artículo de la misma revista cuyo título es ―Asesinar a una mujer no es


delito‖9, donde se hace una analogía entre la mujer casada y la esclavitud, dice lo
siguiente con respecto a la justicia:

―Lo que defienden los jueces pues, es el derecho de propiedad


material del marido sobre su mujer mucho más que una
pretendida moralidad –derecho de usar y abusar- ¿No es
bastante repugnante?‖.

Si bien estas son voces marginales en el espacio público, me permiten


comprender que la pregunta por el género no es un anacronismo; aunque debo tratar de
interpretarlo trasladándome a su tiempo histórico, donde imperaba un modelo
construido para que las mujeres se sujetaran a él, y ese es mi objetivo. Ello en función
que, como Ginzburg, creo que un historiador tiene derecho a distinguir un problema allí
donde un juez decidiría un ―no ha lugar‖.

9 Nosotras Año 3 n° 64 1 y 15.8.1904

28
Capítulo 2

Delito de adulterio

“[…] las mujeres tienen muchos


rasgos en común con los niños,
[…] su sentido moral es
deficiente, […] son resentidas,
celosas e inclinadas a venganzas
de crueldad refinada.
La donna delinquente

César Lombroso y Guillermo Ferrero (1973).

En el presente capítulo, con la ayuda de la bibliografía disponible, se delineará el


modelo de mujer que la sociedad bonaerense alentaba en el periodo de tiempo en el que
se desarrolla este trabajo.

Por eso, este capítulo recorre nociones sobre leyes civiles respecto de las
mujeres que normalizaron las pautas de convivencia dentro del espacio doméstico. La
familia y el tipo de vínculos entre sus miembros devinieron una cuestión de interés
público y se intentó, de diversos modos, regular las relaciones íntimas y la reproducción
legítima en torno al modelo de familia patriarcal (De Paz Trueba, 2010).

Como nos explica Scott (Scott, 1986), el género es una categoría útil para el
análisis histórico porque nos ayuda a comprender esta relación social. El género queda
implicado en la concepción y construcción del poder en sí mismo, en la medida en que
tales referencias establecen unas determinadas distribuciones de poder (el control
diferencial sobre los recursos materiales o simbólicos y el acceso a ellos).

Esta presentación es indispensable para entender el lugar que se esperaba que


Herminia ocupara en esta sociedad y cuál era el deber ser que quebró no sólo en
términos penales sino, también, en términos civiles y que significó un doble juicio sobre
ella. En efecto, como veremos, Herminia fue juzgada tanto por el delito de homicidio
como por su condición civil, también considerada un delito: el concubinato, es decir, un
atentado contra el contrato del matrimonio.

29
2. 1. El Estado y la normalización de las relaciones de género

A partir de 1880, Argentina fue gobernada por una elite conservadora


representada por el partido Autonomista Nacional. Esta generación de políticos
abrazaba el ideal positivista, que depositaba su fe en ―el orden y el progreso‖. Si bien
muchos tenían posiciones clericales, muchos representantes de estos grupos buscaron
minimizar el poder de la Iglesia sobre el Estado a través de leyes modernas sobre
matrimonio, el Registro civil y la enseñanza primaria pública, obligatoria, gratuita y
laica. Además, desde fines del siglo XIX, la necesidad de contar con un registro
adecuado y autónomo de otras instituciones (en especial, de la Iglesia Católica) para los
nacimientos, matrimonios y defunciones, condujo al gobierno nacional a la creación de
un sistema de registros de personas que, en 1886, comenzó a funcionar en Capital
Federal y territorios nacionales. Junto a las leyes de matrimonio civil y educación
común, la organización de tales registros formó parte de la secularización emprendida
por el Estado nacional (Nari, 2004).

Entendían esas acciones como las que permitirían ―civilizar el país‖. En este
proceso modernizador, se avanzaba en la consolidación del Estado y, también, se
garantizaban las condiciones de recepción de mano de obra para insertarse en el
mercado laboral. La inmigración masiva transformó el mundo laboral y social tal como
se había conocido hasta entonces, pero la distancia entre las promesas y la realidad,
conllevaron una serie de dificultades que se manifestaron en disturbios sociales que
fueron incrementándose para fines del siglo XIX. El Estado encontró como respuesta a
esta problemática la implementación de medidas coercitivas, para contener posibles
tensiones sociales. Los discursos de los médicos higienistas, positivistas y
moralizadores pretendían aplicar correctivos sociales a sectores populares y,
particularmente inmigrantes, que eran considerados los más vulnerables a las
enfermedades físicas y también a las que afectaban el cuerpo social, como la
delincuencia y la agitación anarquista (De Paz Trueba, 2010).

El positivismo fue la concepción filosófica dominante de las clases dirigentes


argentinas en este periodo y consideraba el delito como una enfermedad de carácter
social y el comportamiento de la gente estaba relacionado tanto con el ambiente como
con factores psicobiológicos. Esta corriente suponía que el niño y la mujer eran dos
seres de psicología inferior a los que había que controlar y encauzar (De Paz Trueba,
2010).

30
La mujer fuera del hogar era una amenaza y un riesgo para la familia ya que no
cumplía en esta sociedad patriarcal con el estereotipo de mujer sujeta al hogar. El
discurso liberal desde el Estado responsabilizaba a las mujeres de la educación y el
cuidado de la salud de los ciudadanos de la Nación y, como consecuencia, la maternidad
resultaba un tema de mucho valor para la élite gobernante (Lionetti, 2001, pp. 221-260).
También, desde la ciencia médica se elaboró una concepción de la maternidad como un
valor femenino que la naturaleza otorgó a las mujeres y estableció casi como una
obligación, las mujeres debían ser madres. En caso contrario, si decidían no serlo, era
visto como algo anti natural (Ben, 2000). Marcela Nari describió el modelo de familia
en el que el rol de la mujer estaba firmemente establecido:

―Un modelo que se fue construyendo desde el derecho, la


medicina, la economía doméstica y las prácticas sociales:
nuclear, patriarcal, legitimado y legalizado por las leyes, cuyo
padre detentaba el poder y era el proveedor material, vertebrado
en la relación madre-niño, una madre ama de la casa con poder
moral sobre su esposo y su hijo, un hijo que adquiría una
importancia capital para la sociedad, el Estado y la raza y a cuyo
cuidado y crianza quedaba dedicada la vida de la madre‖ (Nari,
2012, pág.62).

Además, desde el estado se hacía hincapié en el cuerpo femenino. Como señala


Pablo Ben, en este periodo, la medicina ocupó un lugar destacado en esas políticas de
Estado y construyó una concepción particular con respecto a las mujeres: describió el
cuerpo femenino y estableció cuáles eran las anomalías, así como también los elementos
considerados imprescindibles para distinguir un varón de una mujer. Este patrón
femenino se mostró a la sociedad a través de manuales, de libros informativos, de
publicaciones periódicas que de manera hegemónica establecía no solamente como
debía ser anatómicamente una mujer, sino también cuál era la manera correcta en que
debían comportarse. Según Ben, el saber médico no circunscribía su incumbencia a los
procesos biológicos, sino que también agrupaba aspectos comportamentales, desde la
cuestión de la maternidad o el trabajo femenino hasta el tipo de vestidos más
convenientes según la Higiene. Se consideraba que el cerebro de la mujer era más
pequeño que el de varón y por lo tanto esto hacía que ellas tuvi4eran características
propias como por ejemplo la sensibilidad extrema, atención y reflexión más constante y

31
menos profunda y un juicio guiado por la sensibilidad y no por la razón. En la mujer, el
amor, las facultades afectivas y la abnegación estaban más desarrolladas que en el
varón; en cambio las facultades morales eran menores al igual que la ambición (Ben,
2000, pág. 254).

La prensa fue un medio que reforzó el modelo de mujer construido desde el


estado y, desde allí, lo divulgó entre la población. Lucía Bracamonte estudia la
intervención ideológica que los católicos realizan a través de la prensa de Bahía Blanca.
La iglesia tiene el objetivo de insertarse en la prensa local con el fin de polemizar sobre
la cuestión femenina y, en especial, en relación con el trabajo de la mujer. El
periodismo, en general; y el de orientación católica, en particular, en su carácter de
medio de comunicación masiva, asume el rol de configurador y difusor de
representaciones de género, en virtud de lo cual influye en la vida social, sometiendo a
discusión lo legítimo y lo ilegítimo dentro del sistema de sexo/género imperante
Bracamonte, 2009). Es así como, a través de la prensa de Bahía Blanca, la iglesia
definía su visión acerca de las relaciones de género y, en especial, transmitían su
pensamiento en relación al modelo al que las mujeres debían ajustarse. La incorporación
simbólica de la mujer como madre de la patria ocurrió a través de la tematización de las
mismas, especialmente en los periódicos. No obstante, también, las paradojas no
estuvieron ausentes en esas consideraciones, y con la consolidación de un mercado
interno, se percibió que los temas femeninos podían atraer potenciales consumidoras y
suscriptoras, corriéndose de los lugares pasivos asignados (Giordano, 2004), aunque
reforzándose cierta idea de manipulación direccionada hacia el consumo, que debió
instalarse sobre el deslizamiento de un modelo de mujer distinto de la que producía en
el hogar los bienes para satisfacer sus necesidades y, asimismo, tuvo que contemplarse,
ya hacia comienzos del siglo XX, el ocio. En esa línea, algunas autoras han señalado
que, incluso ocupando lugares supuestamente tradicionales, las mujeres se deslizaron de
ciertos roles. Yolanda de Paz Trueba encuentra que –en Tandil, Tres Arroyos, Olavarría
y Azul, provincia de Buenos Aires— las mujeres tuvieron una presencia pública
importante, sobre todo en el ejercicio de la beneficencia. Pero para los liberales de la
época, esas mujeres y la educación religiosa significaban un obstáculo para la
modernidad (De Paz Trueba, 2010).

Esas tensiones, con todo, se resolvían, en general, con los refuerzos de


estereotipos donde las mujeres debían apegarse, cualquiera fuera su posición, a la

32
sumisión respecto del poder masculino. En ese sentido, ese poder adoptaba una forma
muy precisa en relación con la condición civil.

2. 2. El matrimonio como inferioridad jurídica de las mujeres

Dora Barrancos, señala que la sociedad moderna argentina coincidió con la


minusvalía jurídica del sexo femenino, tal vez incitada por considerar a la mujer
ingobernable y la certeza de su inferioridad biológica (Barrancos, 2000). La normativa
aumentaba la capacidad de los varones y disminuía la de las mujeres. Por ejemplo, el
Código Civil de Vélez Sarsfield, sancionado en 1869, agravó la inferioridad femenina; y
la Ley de Matrimonio Civil incorporada al código en 1882, fue la piedra angular de la
secularización social, pero no modificó, sino que más bien profundizó aquella cuestión
(Barrancos, 2000). El Código fue aprobado por el Congreso inmediatamente después
de su presentación y sin que hubiera habido un debate, ni siquiera una lectura detallada,
por parte de los senadores (Giordano, 2004). El artículo 55 del Código declaraba la
incapacidad relativa de la mujer casada y el artículo 57 inciso 4, la ponía bajo la
representación necesaria del marido. Por lo tanto, la mujer casada no podía realizar
contratos sin la autorización del esposo, ni decidir sobre su trabajo, ni tampoco disponer
de los bienes que fueran de ella anteriormente o que los haya adquirido con su trabajo,
estaba sujeta completamente a la decisión del marido. Por su parte, la mujer soltera
mayor de edad era plenamente capaz de hecho, pero estaba afectada por algunas
incapacidades de derecho. No podía ser ni tutora, ni curadora, ni testigo (Giordano,
2004, pág.14).

En el sistema estructurado sobre la base de la autoridad marital, y en vista al


régimen de la capacidad de la mujer casada, el marido era el administrador legitimo de
todos los bienes propios o gananciales de la cónyuge (art. 1276), con excepción de los
propios de ésta cuya administración se hubiera reservado en las convenciones
matrimoniales (art.1217 inc. 2º), pero como las referidas convenciones no estaban- ni
están incluidas- en las costumbres argentinas, en la práctica, el marido administraba la
totalidad de los bienes del matrimonio, sin excepción alguna (Almeida-Martínez,
1996).

Las casadas no podían intervenir en un juicio sin que el marido la autorizara, por
lo tanto, sería imposible pensar en la posibilidad de que la mujer enjuiciara al marido,

33
sobre todo si no tenía padres o hermanos con una situación económica que permitiera
socorrerla, excepto que no se cumplieran los deberes de los esposos como proveedores.
Un elevado número de juicios encabezados por mujeres cuando se trata de causas
domésticas expresa bien las situaciones de violencia y opresión a las que estaban
sometidas, fenómenos que no eran otra cosa que consecuencias de la misma ley
(Barrancos, 2000).

Terminando el siglo XIX, hubo quienes cuestionaron esta inferioridad jurídica


de la mujer en el momento mismo de asumir nupcias pues, en efecto, eran mayores las
desventajas que la ley de matrimonio representaba para las mujeres y el beneficio
explícito que otorgaba a los varones. Algunos referentes del derecho como el doctor
José Olegario Machado se pronunciaron en contra de estas medidas tan injustas para las
mujeres:

―ya es tiempo que nuestra legislación, dándose cuenta del adelanto


intelectual de la mujer, la liberte de la perpetua tutela que la ha
sujetado, y que reduzca el poder marital a todo aquello que sea de
absoluta necesidad para la dirección de los negocios de la comunidad‖.
(Barrancos, 2000, pág.6)

De esta manera, el reclamo por los derechos civiles de la mujer se hacía público.
Para Verónica Giordano, entre 1870-1900, la mujer ya había adquirido cierta visibilidad
en la esfera pública, pero todavía no disputaba cuotas de poder para imponer demandas
propias en el seno del Estado. En general, se trataba de hombres que pensaban a las
mujeres o de mujeres que se pensaban a sí mismas a través de la escritura. En este
sentido, éstas no superaban el status de objeto (Giordano, 2004).

El 20 de junio de 1902, el diputado Luis María Drago presentó un proyecto


referido al régimen de los bienes matrimoniales. En este proyecto, las mujeres podían
disponer y administrar los bienes que ganaran con su trabajo sin necesidad de ser
autorizada por el marido, es más, podía hacer uso de ellos, aunque el cónyuge estuviera
en contra. A partir de ahí, varios proyectos del mismo tenor fueron presentados, pero
fue recién en 1926, con la sanción de la ley 11.357, que se modificó la situación de la
mujer casada, pero no le otorgó la igualdad civil plena. La ley estipuló algunas
ampliaciones para las mujeres casadas (art. 3): patria potestad sobre hijos de un
matrimonio anterior, ejercicio de profesión, oficio, empleo o industria ―honestos‖ sin
necesidad de autorización marital o judicial, administrando y disponiendo libremente
34
del producto de esas ocupaciones, adquisición de toda clase de bienes con el producto
de su profesión, oficio, empleo, comercio o industria, pudiendo administrar y disponer
de estos bienes libremente, entre otros. Pero no consagró la capacidad civil plena. Las
mujeres casadas seguirían siendo consideradas sujetos con incapacidad jurídica,
subordinadas a la representación legal del marido (Giordano, 2004).

El Código Civil, no solo determinó y estableció normas con respecto a la


incapacidad de las mujeres o las referidas al matrimonio, sino que también instituía
otras piezas de este modelo de mujer que estaba en plena construcción. Por ejemplo, en
lo referente al nombre de la mujer casada, el Código Civil original no tenía ningún
articulado relativo al tema del nombre de las personas físicas. Tampoco la ley 2393 de
matrimonio Civil tiene regulación alguna al respecto. El agregado del apellido del
marido al de la mujer, unido por la preposición ―de‖ derivaba de una costumbre
española. La justicia optaba por diferentes posturas; algunas veces consideraba que era
una elección de la mujer utilizar el apellido del marido y, otras veces, consideraba que
la negativa a usarlo constituía una injuria grave.10 Otra pieza de este modelo la
constituía la obligación de la cohabitación para ambos cónyuges, pero, como no podía
ser de otra manera, las condiciones eran diferenciales: solo el marido tenía el derecho de
fijar el domicilio del matrimonio.11

Las normas que establecía el Código Civil con respecto a las mujeres también se
espejaban en el derecho punitivo. La discriminación de género se veía, por ejemplo, en
la evaluación del delito de adulterio. Si la mujer adúltera era sorprendida in fraganti por
el cónyuge y éste la mataba, esa circunstancia obraba como atenuante; pero si sucedía lo
contrario y la mujer mataba al marido, el vínculo establecía un agravante. Acá se ponía
en juego el honor que en esta sociedad patriarcal era inherente a la identidad viril y
muchos jueces asieron este concepto del honor para dejar maridos asesinos en libertad
(Barrancos, 2007).

En este sentido, resulta interesante introducir la idea de Rita Segato sobre la


violencia como un fenómeno ―normativo‖ que naturaliza el maltrato, lo que muestra
claramente el carácter digerible del fenómeno, percibido y asimilado como parte de la

10 En el año 1969, el decreto ley 18.248 estableció la obligación de que la mujer añada a su apellido
el del marido unido por la palabra “de”. Recién en el año 1987, por ley 23.515 se otorgó a la mujer la
libertad de utilizar o no el apellido marital (Almeida y Martínez, 1996).
11
Como en el caso del nombre, esto recién cambio en el año 1987 cuando la ley 23.515 estableció que la
decisión de donde sería establecido el domicilio debía ser de común acuerdo.

35
―normalidad‖ o, lo que sería peor, como un fenómeno ―normativo‖, es decir, que
participaría del conjunto de las reglas que crean y recrean esa normalidad (Segato,
2003). Además, la autora considera que en los fenómenos de violencia se revela el
carácter coercitivo e intimidador de las relaciones de género ―normales‖.

Por lo tanto, Herminia vivía en una sociedad patriarcal, con valores que hacían
de la mujer una madre y esposa fiel y cuidadora, pero al mismo tiempo, incapaz (como
lo establecía el Código Civil) para administrar bienes o dinero. El hogar era su reino,
donde en realidad, estaban recluidas, en encierro. A esto se sumaba la concepción de
sensibilidad que era propia de las mujeres, la obediencia, la sumisión, piezas del modelo
construido para la mujer y, si no se cumplían, resultaban agravantes, como veremos lo
fueron para el juez que dictó la condena de Herminia.

2. 3. Delito de adulterio

El primer delito que el expediente de Herminia consigna no es el de homicidio.


La carátula nos advierte que Herminia era delincuente antes de ser homicida. Su primer
delito fue el de ser adúltera. En efecto, Herminia había estado casada en lo civil, pero,
según se dice en el testimonio, abandonó a su marido por no querer casarse por Iglesia.
Luego, mantuvo una relación de concubinato con Domingo con quien tuvo tres hijos.
Nada se dice de Domingo. El diario El Orden nos ayuda a representarnos una imagen de
Domingo. Tenía 42 años, algo entrado en canas, de regular estatura, usaba bigote y pera
(haciendo alusión a una barba que solo abarcaba esa parte del rostro). Era de
nacionalidad italiana al igual que Herminia. Por el censo nacional de 1895, se pudo
establecer que su ocupación era Comerciante, que poseía una propiedad y que sabía leer
y escribir. Por entonces, vivía junto a su padre y su hermano, ambos viudos, y con un
sobrino pequeño, hijo de su hermano. En ese mismo Censo, Domingo figuraba como
casado, pero no había sido censada su mujer en esa misma propiedad, desconociéndose
las causas (Argentina, Censo nacional, 1895) Según el diario El Orden de Mercedes,
Domingo era viudo. Pero este no era un dato de importancia para el juez, ya que no
aparece en ningún momento en el Testimonio (diario El Orden, Mercedes, 30 de enero
de 1901).

Es evidente es que la condición civil es un elemento que sólo se utiliza para


profundizar la carga del delito en Herminia. En varias ocasiones, a lo largo de la

36
sentencia, el juez se refiere a Domingo como el ―cómplice de adulterio‖ de Herminia,
resaltando de esta manera que ella ya se encontraba transgrediendo las normas antes de
cometer el homicidio. Es decir, Herminia ya estaba siendo juzgada por dos delitos. A
partir de la confesión de Herminia ante las autoridades policiales, se elaboró un informe
que el juez tiene en cuenta, pero utiliza en un sentido contrario al contenido del mismo.
En el informe dice que Herminia era: ―buena y débil, compañera, obediente y sumisa,
madre amorosa‖. Elementos que se condicen con los necesarios para atenerse al modelo
de mujer construido en esta época. Pero el Juez, no los toma para preguntarse por las
razones por las que una persona así caracterizada cometió un asesinato.

Como dije anteriormente, en el Código Civil redactado por Dalmacio Vélez


Sarsfield se reafirmaba la incapacidad jurídica de las casadas, estableciendo que los
maridos eran los administradores de los bienes matrimoniales en las llamadas
sociedades conyugales, y los representantes legales. De esta manera, el matrimonio civil
organizaba el orden social, reforzando la subordinación de las mujeres a la familia y a la
autoridad exclusiva de los varones. Florencia Castells (2020), retomando a Carole
Pateman, considera que el código establecía el matrimonio como un contrato social en
el cual, aunque las mujeres eran sujetos de derecho quedaban subordinadas en razón de
la potestad marital y del matrimonio, ha llamado ―contrato sexual de sujeción‖. Pero
Herminia, había vituperado el matrimonio civil y sobreestimado el religioso al punto de
no querer mantener una relación si el primero se daba sin el segundo. Si bien esa
situación pudo haber sido recreada por el defensor de Herminia para presentarla como
una mujer que había sido engañada en sus sueños de formar un hogar instituido por el
sacramento eclesiástico, para el juez, ese era el primer acto de rebeldía de Herminia
pues había desafiado a su primer esposo sin someterse a su decisión de casarse sólo por
civil. En efecto, la considera díscola a las imposiciones de género utilizando otras
consideraciones para indicar que no se condice con lo que se espera de una mujer
porque abandonó a su primer marido. El juez afirma que esta mujer había contraído
matrimonio con un hombre apellidado Ingrato y que, al no querer este último casarse
por iglesia, ella lo abandonó. Esto es utilizado para contrarrestar el informe médico.
Para el juez, esta acción no refleja ni sumisión ni debilidad, sino que es un pretexto por
la ausencia de sentimientos que utiliza para justificar la vida de adulterio que vivió
posteriormente.

37
Pero no quedaba allí la cuestión. Además, Herminia no sólo no vivía con su
esposo en el domicilio fijado por este, como la ley civil mandaba, sino que se había
vinculado a otro hombre, Domingo, con quien vivía en concubinato. Esa relación, por lo
tanto, se enmarcaba en la figura del adulterio. El adulterio era considerado un delito que
se penaba de manera diferencial según lo cometiera un varón o una mujer. Se tipificaba
entre los delitos contra la honestidad. Con respecto al adulterio, en el Código Penal
vigente al momento de que Herminia mató a Domingo, la figura se encuentra en el
artículo 122. En ese artículo se pena a la mujer adúltera con prisión de un mes a un año
y si el adúltero era el marido se lo condenaba cuando éste tuviere manceba dentro o
fuera de la casa conyugal. En efecto, desde el siglo XIII, las Siete partidas fijó las bases
de la institución matrimonial de larga perdurabilidad. La monogamia quedó afirmada y
la figura del adulterio tuvo el carácter diferencial que perduró largamente en el derecho
durante gran parte del siglo XX (Barrancos, 2007, pág.44). En la misma época que el
derecho canónico condenaba (con excomunión) al marido y a la mujer infieles como
igualmente adúlteros en virtud del principio ―la misma ley para los hombres y para las
mujeres‖, el derecho secular no consideraba delito la infidelidad del marido. La
sociedad de entonces practicaba una doble moral. Mientras que el varón tenía un amplio
margen para satisfacer su apetito sexual el de la mujer era restringido en nombre del
honor del marido. La falta de la mujer merecía ser castigada siempre, la del marido no
(Levaggi, 2012, pág.87).

Como señalan Giordano y Valobra, la indisolubilidad en el vínculo fue, incluso,


muy renuente en la codificación civil local. El divorcio vincular apareció tarde en el
siglo XX en nuestro país, pero ello no significaba que no se formaran nuevas parejas,
aunque no pudieran lograr una nueva aptitud nupcial tras conseguir, si lo conseguían o
incluso lo gestionaban, la separación de cuerpos. Ésta era la única instancia que podía
solicitarse según la codificación local. Las causales graves de separación de cuerpos
según la ley de matrimonio civil. En efecto, según Giordano y Valobra (2014, pág. 58),

―Las causales de separación estaban tipificadas en el artículo 67 de la


mencionada ley. Las mismas eran: 1. adulterio de la mujer o del
marido; 2. tentativa de uno de los cónyuges contra la vida del otro
(como actor principal o como cómplice); 3. la provocación de uno de
los cónyuges al otro a cometer adulterio u otros delitos; 4. la sevicia; 5.
las injurias graves; 6. Los malos tratamientos, aunque no sean graves,

38
cuando sean tan frecuentes que hagan intolerable la vida conyugal; 7. y
el abandono voluntario y malicioso‖.

Los malos tratos que llegaban a un límite extremo podían considerarse -incluso-
sevicia y resultar en el inicio de una causa penal.

Si bien no existía en Argentina el divorcio vincular, es decir, ninguna causal


justificaba la ruptura del vínculo ni la adquisición de nueva aptitud nupcial; estas
causales permitían la separación de cuerpos, es decir, que esposo y esposa vivieran en
distintos domicilios, manteniendo el primero la obligación de proveer y velar por la
esposa en su rol asignado de proveedor del hogar (Giordano y Valobra, 2014).

Muchas parejas volvían a formar un nuevo vínculo de hecho por lo que, al no


disolverse por imperio de la ley el anterior, el adulterio era un fenómeno extendido.
Muchas veces, las parejas que tenían posibilidades de hacerlo, buscaban un
reconocimiento del nuevo vínculo en países que admitían la nueva aptitud nupcial. Ya
en los años 30 era tan extendido este fenómeno, que se habían originado tratados
interamericanos que, para no castigar la bigamia, dieron por nulo el segundo
matrimonio, inadmisible en la legislación argentina (Barrancos, 2014).

Sin embargo, cuando el adulterio llegaba a la justicia, el Estado era partícipe


necesario de la violencia de género. Según Barrancos, hasta 1921, el Estado argentino,
los códigos penales, el orden jurídico internacional inclusive, admitían que el individuo
era afectado en su honor: la circunstancia de que una mujer infringía la norma moral
establecida, significaba que el varón la podía matar, y era un menguante para la pena, la
disminuía (Barrancos, 2019).

En la sentencia no aparecen declaraciones de testigos, tal vez no fueron


realizadas o simplemente el juez no las consideró a la hora de reunir los elementos
necesarios para juzgar a Herminia, algo que vimos que se desconsideró en otros casos.

La defensa intentó sostener la irresponsabilidad de la acusada haciendo hincapié


en el informe médico legal que, aunque no consideró insania, caracterizaba a Herminia
como una buena madre. Pero el juez decidió descartar esa posición. La osadía de
Herminia era flagrante y llegaba a tal punto que, en esa relación fuera de toda ley, había
tenido tres hijos con Domingo.

39
Consideraciones finales

Para cerrar este capítulo trataré de recapitular los temas principales que me
interesaba que estuvieran claros en este apartado. Mi idea fue realizar una pintura para
ubicar a Herminia en este paisaje donde ella y todos los sujetos del género femenino
estaban viviendo.

La vida de las mujeres debía ajustarse a un modelo. Este modelo fue construido
desde el Estado, pero con la colaboración de la medicina (que determinaba como debía
ser el cuerpo de la mujer), de la educación, de la prensa (que divulgaba este modelo).
Pero, además, en esta transmisión a la sociedad de cómo debía ser y como debía
comportarse se facultaba al hombre no solo del control de las mujeres sino también le
otorgaba la responsabilidad de la corrección en el caso de que ellas desviaran su
conducta. Y en esta facultad de corrección de las mujeres que la sociedad patriarcal le
otorgaba se encontraba el germen de la violencia en las familias y en especial a las
mujeres.

Parece inherente al proceso de juzgar a una mujer escuchar algunas cosas y


otras, no. Herminia no merecía ser escuchada porque no era una mujer que se adaptara a
los cánones sociales. Había burlado el pilar de la sociedad con la que el Estado
garantizaba la armonía de género: el matrimonio heterosexual que suponía la
subordinación de las mujeres a los varones. Además, no conforme con eso, había
mantenido una relación fuera del matrimonio incluyendo hijos, todos ilegítimos según
se entendía en esa época.

Segato encuentra el origen de esta violencia en una tensión entre este contrato
sexual y el sistema de status, ambos interrelacionados en la larga prehistoria patriarcal
de la humanidad. El sistema de status se basa en la usurpación o exacción del poder
femenino por parte de los hombres. Esa exacción garantiza el tributo de sumisión,
domesticidad, moralidad y honor que reproduce el orden de estatus, en el cual el hombre
debe ejercer su dominio y lucir su prestigio ante sus pares. Ser capaz de realizar esa
exacción de tributo es el prerrequisito imprescindible para participar de la competición
entre iguales con que se diseña el mundo de la masculinidad (Segato, 2003).

En ese sentido, la sentencia de Herminia parecía tener, antes de la de homicidio,


una doble moral. Juzgaba a Herminia como concubina, y con ese delito, ya sentaba las
bases confirmatorias del siguiente: el de homicidio. Sin duda, no puede afirmarse que

40
Herminia no cometió un delito, pero tampoco puede omitirse que ese acto debe
comprenderse en un contexto y el mismo estaba cargado de una carga por su condición
civil que la condena de antemano.

41
Capítulo 3

De adúltera a homicida

“Porque hay una historia


que no está en la historia y
que solo se puede rescatar
aguzando el oído y
escuchando los susurros de
las mujeres”.
Historias de Mujeres
Rosa Montero

En este capítulo analizaré la condena por homicidio que concluyó la primera


instancia del proceso de Herminia. El objetivo es interpretar lo que dicen las palabras
del juez y cómo lo que silencian, pesa de igual manera en la sentencia. Es, asimismo,
importante tratar de conocer, aún en las hendijas pequeñas por las que se cuela, el
testimonio de Herminia.

Para comprender la sentencia, es necesario que me explaye, primero, y a partir


de la legislación, en cómo se concibió el castigo femenino en la provincia de Buenos
Aires en el período bajo estudio, y también, en la casuística de otros crímenes
perpetrados por mujeres para poner en perspectiva el caso de Herminia.

La fuente principal con la que cuento para este capítulo es la sentencia


conservada en el legajo penitenciario de Herminia. Además, utilizaré prensa de la
ciudad de Mercedes como el diario El Orden que me proporciona información que
utilizaré para complementar lo que se describe en el Testimonio de Sentencia y que me
ayudan a reconstruir cómo fue el hecho y qué repercusión tuvo para una ciudad como
Mercedes que, si bien estaba en pleno crecimiento, recordemos que todavía era una
ciudad pequeña.

42
3. 1. Agravantes y atenuantes de género en el castigo femenino

Este apartado tiene una relación estrecha con la descripción que hice anteriormente de la
construcción del modelo de mujer cimentada desde el Estado. Esta relación está basada
en una ecuación lógica para el pensamiento de la elite intelectual y dirigente de la
época. La ecuación era la siguiente: si la mujer se apartaba de ese modelo, ello
implicaba un castigo. Si significaba cometer un delito, el castigo estaba establecido por
los teóricos de la época y reflejado en la legislación.

En la teoría criminológica, el análisis del delito y del castigo se vinculó durante


mucho tiempo solo a la figura del varón. La bibliografía se refería especialmente a la
relación entre éste y el delito llevando, omitiendo referencias a la mujer en las
investigaciones criminológicas (Cesano-Dovio, 2009).

Sin embargo, durante el último cuarto del siglo XIX, muchos sociólogos y
escritores, médicos y psicólogos, mostraron su preocupación y sus temores ante la
degeneración física y mental que advertían en muchas zonas urbanas de Europa. Desde
la medicina y la psiquiatría, se realizó una clasificación y catalogación de una serie de
desórdenes mentales y patologías sexuales que sirvieron para presentar evidencias del
deterioro de la salud mental, moral y física y en la estabilidad fe las poblaciones en las
naciones europeas (Cesano- Dovio, 2009). El sociólogo francés Gustave Le Bon (1841-
1931) y Max Nordau –médico, sociólogo y escritor francés (1849-1923)— describieron
como características femeninas y que representaban signos de degeneración el
nerviosismo, la neurastenia y el exceso de emoción e histeria (Cesano-Dovio, 2009,
pág.43). Se hablaba de una criminalidad específica de la mujer que se diferenciaba
naturalmente de la del hombre. La escuela positivista fue fundada por Cesare Lombroso,
un criminólogo y médico italiano que ideó métodos científicos para explicar la
delincuencia considerándola determinada por la naturaleza. Para Lombroso, las causas
de la criminalidad estaban relacionadas con la forma del cráneo, los rasgos de la cara,
causas físicas y biológicas. Hablaba de una criminalidad específica de la mujer
basándose, por ejemplo, en que para concebir un asesinato es necesario no solamente
contar con fuerza física

―sino también cierta energía y complicación en las funciones


intelectuales. Tal grado de desarrollo físico y mental falta siempre en la
mujer, en comparación con el hombre‖ (Cesano-Dovio, 2009).

43
Tanto Lombroso como otros autores de esta corriente positivista consideraban
que esta característica hacía que, en términos cuantitativos, las mujeres cometieran
menos delitos en comparación con los varones.

En el contexto de la sociedad argentina de este periodo, como vimos, la clase


dirigente buscaba soluciones para la denominada ―cuestión social‖. Allí emergió la
criminología positivista influida por la medicina. Esta representó a la sociedad como
organismo y las soluciones a la cuestión del crimen partieron de considerarlo una
patología. La prisión, transformada en laboratorio humano con inagotables repertorios
de patologías criminales se convirtió en el lugar ideal para desarrollar los nuevos
estudios (Caimari, 2001). Cesano y Dovio consideran que, en la Argentina, las ideas de
la escuela positivista fueron recibidas, pero al mismo tiempo, criticadas. Por ejemplo,
Cornelio Moyano Gacitúa, doctor en leyes y seguidor de los postulados del positivismo
penal, apreciaba la obra de Cesar Lombroso, pero explicaba que la criminalidad
femenina resultaba menos significativa ―porque las condiciones de su sexo la enclavan
más dentro del hogar‖ (Cesano-Dovio, 2009, pág. 69).

Los criminólogos argentinos de fines del siglo XIX y principios del siglo XX
consideraban que las mujeres eran menos criminales que los varones y se consideraban
crímenes femeninos los hurtos domésticos, los homicidios por envenenamientos, los
encubrimientos o los delitos que involucraban infantes o aquellos que no utilizaban
violencia física. Los delitos pasionales, en general, eran considerados típicamente
femeninos. Como establece Julieta Di Corleto, ―las mujeres que escapaban de sus roles
domésticos eran equiparadas por los observadores sociales del período a las que habían
escogido el camino del delito‖. Así, la figura de la mujer criminal fue construida como
la antítesis de la mujer-esposa-madre dedicada al cuidado del hogar (Castells, 2019).
Producto de excitaciones nerviosas irresistibles, de huracanes psicológicos, el crimen
pasional llevaba al uso de armas inadecuadas. La naturaleza emotiva de las mujeres, su
tendencia a actuar sin pensar, las inclinaba más fácilmente a perder el dominio de sus
acciones (Di Corleto,2010).

Entre estos crímenes se encontraba el infanticidio. El Código Penal de 1886


configuro a este tipo delictivo y estimaba una pena considerablemente menor para las
mujeres solteras que para ―ocultar su deshonra‖ mataban a sus hijos recién nacidos o
hasta los tres días después de su nacimiento y para los abuelos maternos que cometieran
el mismo delito para ocultar la deshonra de su hija. Sol Calandria (2019) considera que

44
―el infanticidio fue una práctica que desafió las representaciones hegemónicas de la
maternidad‖ (Calandria, 2019). José Ingenieros desarrolló numerosos trabajos en el
campo de la psiquiatría y la criminología.12 Para Ingenieros, los factores que
determinaban la criminalidad en el delincuente podían distinguirse entre factores
―endógenos‖ y factores ―exógenos‖. Los primeros eran de carácter biológico, propio de
la constitución físico-psíquica de los delincuentes, mientras que los segundos se
relacionan con las condiciones del ambiente físico o social (Ascaini, 2015). Consideró a
la infanticida como una loca moral13, un crimen que llevaban a cabo las mujeres con
exclusividad y, desde el punto de vista del Estado, era una forma de dejar de contribuir a
la reproducción de la sociedad, además de una manera de escapar del natural control
que los hombres debían ejercer sobre las mujeres. Las mujeres eran consideradas
inestables, sobre todo en la época del nacimiento de un hijo. El argumento era que el
saber médico era mejor para juzgar la vida de las mujeres con sus ciclos menstruales,
embarazos, menopausias y partos (Ini, 2000). La ley juzgaba a las infanticidas
utilizando el discurso médico de la demencia porque era inconcebible que no siguieran
los designios naturales.

Lila Caimari (2004) se pregunta en qué medida las ideas de la criminología


positivista tuvieron una traducción en la ley. Para la autora, en la primera mitad del
siglo, la desconexión entre ambas esferas fue muy grande. El positivismo tenía una idea
utilitaria del castigo, de ahí la analogía de las cárceles con las fábricas. Aislamiento
silencioso nocturno, disciplina y trabajo diurnos en talleres, instrucción sistema de
premios y castigos; el fin era acercar al transgresor a un modelo de ciudadano
industrioso. La lista de castigos posibles en el primer Código Penal sancionado a nivel
nacional en 1887 estaba lejos de un encierro productivo (Caimari, 2004). La pena mayor
en este Código era la de muerte que siguió vigente hasta 1921, cuando se sancionó el
nuevo Código Penal. El artículo 54 del Código Penal de la Nación Argentina establecía
como penas:

12 Nació en Italia el 24 de abril de 1877. Fue un médico, psiquiatra, psicólogo, criminólogo, farmacéutico,
sociólogo, filósofo y un importante referente intelectual de su tiempo en los campos de la filosofía y la
psicología y un gran divulgador de los más grandes pensadores argentinos. Entre 1902-1913 dirigió los
archivos de Psiquiatría y Criminología y se hizo cargo del Instituto de Criminología de la Penitenciaría
Nacional de Buenos Aires, alternando su trabajo con conferencias en universidades europeas (Ascaini,
2015).
13
En el año 1907, analizó el caso de una mujer de 23 años procesada por haber cometido el acto
infanticida. Tituló ese estudio: Loca moral infanticida. Ubicó al caso de esta mujer dentro de la categoría
de Delincuentes por Anomalías Morales y explicó que existían individuos que nacían degenerados,
destacando el papel de la herencia y su incidencia en la personalidad (Ascaini, 2015).

45
1.- Muerte

2.- Presidio por tiempo indeterminado

3.- Presidio desde tres a quince años

4.- Penitenciaria por tiempo indeterminado

5.- Penitenciaria desde tres a quince años

6.- Prisión de uno a tres años

7.- Arresto de un mes a un año

8.- Destierro de uno a seis años

9.- Inhabilitación absoluta, perpetua y temporal

10.- Especial, perpetua y temporal

11.- Multa

La pena de presidio implicaba trabajos forzados a la vista del público y


exhibiendo cadenas. Las penas de penitenciaria y prisión –encierro más trabajo,
cumplidos tras los muros de la prisión- eran las que mejor se ajustaban al estado del
debate teórico (Caimari, 2004).

El código mantuvo la pena de muerte casi en los mismos términos que el


proyecto de Tejedor. Los cambios que introdujo fueron: en ver de ser ―siempre
pública‖, como disponía el proyecto, pasar a ser ―dentro del establecimiento en que se
encuentre el condenado‖ y que los eximidos-además de las mujeres y los mayores de
setenta años- fueran los menores de edad, que entonces eran los veintidós años, en vez
de los menores de dieciocho (Levaggi, 2012).

Es paradójico que, como describí en el capítulo 2, mientras el Código Civil


establecía la idea de incapacidad de las mujeres, en la legislación penal de 1886
prevalecía la idea de que la mujer era igualmente responsable que el varón. En los
términos de la época, la noción de igual peligrosidad marcaba un quiebre con la
desigualdad jurídica en las otras esferas del derecho. En el derecho penal, la única
salvedad –y no era una salvedad menor, por cierto— era que las mujeres, como los
menores de edad y los mayores de setenta años, no podían ser condenadas a muerte (Di
Corleto, 2010).

46
Esa excepción en el caso de las mujeres parece tener su origen en debates
anteriores. María Angélica Corva (2014) analiza la pena de muerte a partir del crimen
de Vicente Fiorino en 1856. A todas las personas que se halló culpables se las condenó
a la pena de muerte. Entre ellas estaba la esposa de Fiorino, Clorinda Sarracán. Una
petición a las Cámaras con infinidad de firmas, que incluían a las señoras de la Sociedad
de Beneficencia, solicitó que ella no sufriera esa pena. En respuesta a este reclamo, la
Legislatura en Asamblea Extraordinaria en sesión de 29 de noviembre resolvió ―en
nombre del sentimiento público‖ suspender los efectos de la sentencia pronunciada
contra Clorinda Sarracán como también contra Remigio y Crispín Gutiérrez, ―hasta la
resolución que adopte sobre las peticiones que le han sido dirigidas‖ (Corva, 2012, pág.
315). Comenzaron, así, largos debates legislativos sobre la pena de muerte, el derecho a
conmutar y el papel de los poderes del estado en este tema. Finalmente, a Clorinda le
fue conmutada la pena y, en la provincia de Buenos Aires, siguió discutiéndose si se
mantenía o no esta pena en la legislación. En el Código Penal de 1886, publicado en
1887, la pena de muerte seguía existiendo, pero ya no para mujeres, menores y personas
mayores de setenta años. Cabe preguntarse, como agenda abierta, si la concepción civil
de las mujeres no se acomodaba mejor a esta decisión que la anterior en la que la
condena podía ser la misma.

3. 2. Herminia, de adúltera a homicida

Sumisión, debilidad, buena, madre amorosa, obediente, de limitadísimo alcance


moral e intelectual, adúltera. Estas son algunas de las palabras con las que se describe a
Herminia en el informe policial y están basadas en las declaraciones de la propia
acusada. Palabras que pre-significan, que encorsetan y enclaustran. Todas estas palabras
o construcciones son la contracara de lo que se esperaba fuera una mujer y, en algunos
casos, resultan en signo positivo cuando ella las cumple (como la bondad y amorosidad
maternal, la obediencia).

El delito que cometió Herminia fue considerado un punto de llegada después de


un largo camino recorrido de delitos menores que desembocaron en este trágico final. El
hecho de haber dejado a su primer marido, para el juez y para la sociedad de esta época,
hacía de Herminia una mujer que había perdido valores como la sumisión, la
obediencia, la fidelidad. El estado de adulterio en el que vivió con su nueva pareja
constituía un agravante a la hora de juzgarla por el homicidio de Domingo.
47
En este apartado me interesa describir minuciosamente la sentencia penal sobre
Herminia, cuáles fueron los términos utilizados y a que artículos del Código Penal apeló
el juez para llegar a una condena definitiva. También, se observa la intención de
encontrar algún atenuante que el juez descarta por completo. Las teorías positivistas en
relación con la criminalidad de principios de siglo XX, cobraron sentido en las palabras
del juez. Intentaré hacer esta relación entre estas teorías y los artículos escritos por los
pensadores positivistas y las palabras utilizadas por el juez para expresar que Herminia
debía ser condenada con la pena máxima.

“Testimonio: Mercedes, abril, primero de mil novecientos dos”. Así comienza el


testimonio de Sentencia que condenó a Herminia a la pena máxima que podía recaer
sobre una mujer: la de penitenciaria por tiempo indeterminado. El 29 de enero de 1901,
a la 1 a.m., en la casa que habitaba Herminia, dio muerte a su cómplice de adulterio
Domingo, infiriéndole en el cuello dos heridas que seccionaron completamente los
tejidos de la región separando el cráneo de la columna vertebral. Para cometer el
homicidio, Herminia utilizó un hacha, dándoles dos golpes en el cuello de Domingo
mientras dormía. Después de esto, Herminia levantó a los tres hijos de la pareja, cerró
con llave la puerta de la habitación y se presentó a la Comisaría de Policía dando cuenta
de lo ocurrido. Le dijo al comisario que ella había matado a su pareja por:

―mal tratamiento de Pepe y por amenazas de muerte


proferidas por este contra ella y sus hijos desde tiempo
atrás al homicidio y esta noche misma en que lo cometió
habiéndose acostado con una cuchilla bajo de la almohada
destinada a sacrificarla junto con los niños, lo que sobre el
arma juró, al recogerse, que cumpliría‖.

Y siguió relatando cómo fueron sucediéndose los hechos. Cuando Domingo se


durmió, ella salió de la habitación para preparar alimento para uno de sus hijos. Dos
veces salió de la habitación y, cuando regresaba por segunda vez, pensó en que no sabía
qué iba a hacer ante las amenazas de Domingo.

Según el documento, después de escuchar estas amenazas y de ver preparar el


arma con la que Domingo la intimidó, Herminia no pudo dormir. Alimentó a uno de sus
hijos. Cuando salió de la habitación, ella declaró haber pensado ―qué voy a hacer
ahora‖. En ese momento, tomó la decisión de asesinar a su pareja.

48
Sin embargo, el juez considera que este escenario de riesgo no es excusa que
justifique el homicidio. En varias oportunidades utiliza la palabra miedo para referirse a
la sensación por la estaría atravesando esta mujer amenazada, aunque para él el miedo
no existió en esta oportunidad. El magistrado supone que si Herminia tuvo miedo
tendría que haber recurrido a la policía a pedir ayuda o a sus vecinos antes de optar por
matar a Domingo. El contexto donde todo esto estaba sucediendo era el Barrio del Sapo,
cuya descripción realizamos en el Capítulo 1, y aunque pudiéramos considerar que
algunos testimonios eran magnificados por quienes los elaboraban, resulta convincente
que era un espacio que por sus características socioeconómicas se ubicaba en una zona
marginal donde se expresaban problemas vinculados al delito. Al menos, no parecía un
territorio sensible a las situaciones de violencia contra las mujeres que pudiera contener
a Herminia frente a su problema.

¿Domingo era uno de esos personajes del barrio, como insinúa el defensor de
Herminia? Es posible que el defensor quisiera subrayar la posibilidad de que Domingo
era capaz de realizar sus amenazas. Su objetivo pudo ser echar una duda sobre Domingo
que explicara, a su vez, los dichos de Herminia, pero el juez no lo tomó en
consideración a pesar de las pruebas presentadas por la defensa:

―es de todo punto ineficioso la prueba presentada por la defensa para


establecer el mal carácter de Pepe, sus malos tratamientos a la
Angeloni, sus amenazas de muerte y su aptitud moral como para
cumplirlas‖.

Por otro lado, tampoco el juez considera lo suficientemente grave la violencia


psicológica como causal del miedo de Herminia. Analizaremos la cuestión del miedo en
el siguiente capítulo. Aquí interesa centrarse en el tema de la violencia descripta que se
despliega, fundamentalmente, en el seno del hogar de Domingo y Herminia. Por eso es
importante pensar a la mujer en el interior de la familia del periodo que me ocupa. El
papel de la mujer y de la familia ya fue señalado anteriormente, y sabemos que para el
Estado fue un tema que se atendía con preocupación, ya que el orden en la familia
significaba el orden social. Se focalizó en la familia como el ámbito y la institución
sobre la que se cimentaría la esperada estabilidad y el orden proyectado (De Paz Trueba,
2010, pág. 108).

Desde los discursos estatales, médicos, educativos, se materializaron las


prácticas en diferentes instituciones, entre ellas también en el judicial. Esto apunto a
49
normalizar las pautas de convivencia dentro del espacio doméstico. La familia y el tipo
de vínculos entre sus miembros devinieron una cuestión de interés público y se intentó
de diversos modos, regular las relaciones íntimas y la reproducción legítima en torno al
modelo familiar patriarcal (De Paz Trueba, 2010, pág. 108). Eran los hombres, padres o
maridos, los responsables de proteger a las mujeres y restringir sus acciones y para esto
estaba contemplada la utilización del castigo físico como una herramienta para la
corrección de las desviaciones femeninas (De Paz Trueba, 2010, pág. 110). La
violencia que se ejercía contra las mujeres en el seno de la familia tenía una relación
estrecha con el honor, que era un elemento de gran peso en esta sociedad. El honor
formaba parte del capital masculino, de su patrimonio, hecho ratificado por el Código
Civil. Por ende, la conducta de las mujeres remitía al honor del hombre, hablaba de su
virilidad y masculinidad (De Paz Trueba, 2010, pág. 153).

Los informes médicos jugaban un papel relevante en los procesos judiciales,


aunque, sin duda, también podían ser refutados por el propio juez o por otros actores del
proceso. Julieta Di Corleto narra el caso de Carmen Guillot, condenada a la pena de
penitenciaria por tiempo indeterminado por la muerte de su marido Francisco Carlos
Livingston. Ello en tanto se había demostrado que ella había organizado junto a su
―sirvienta‖ –según la terminología de la época— el asesinato contratando a sueldo a tres
hombres quienes, el 19 de julio de 1914, lo asesinaron de 38 puñaladas. Dos de los
matones fueron condenados a la pena de muerte por ese delito, la última ejecutada en el
país, el 22 de junio de 1916 (Di Corleto, 2010). Cuando se discutió la responsabilidad
de Guillot en el crimen, se informó que ella padecía la enfermedad de Basedow, que
provoca un tipo de hipertiroidismo y puede generar, sin tratamiento adecuado,
trastornos mentales como trastornos de ansiedad, psicóticos, entre otros (Bestard, 2003).
Guillot no era una delincuente nata o una delincuente pasional. Su enfermedad fue
vinculada a la fuga de su hogar paterno a los dieciocho años, para unirse libremente a
Livingston quien durante años ejerció violencia sobre su alma y su cuerpo. Esta
situación no resultó un atenuante, pero el segundo informe médico realizado por el
perito propuesto por la defensa llegó a la conclusión de que la enfermedad de Basedow
había provocado la locura moral de la acusada. La fuerza de estos informes médicos fue
contrarrestada por la acusación particular llevada adelante por Tomás De Veyga. Con
una clara influencia positivista, De Veyga hizo hincapié en que, en la acusada, la forma
de sus labios, sus arrugas cínicas, su sonrisa fría y siniestra, evocaban a las brujas, y

50
eran claros estigmas de su criminalidad (Di Corleto, 2010). También, se prestó atención
al desorden que había en la casa de Carmen y se dijo que había descuidado a los hijos.
Además, se le daba mucha importancia a la sexualidad previa al matrimonio que se
asociaba con la prostitución lo cual no le permitió formar un hogar con los valores de
virtud. Carmen había declarado que Livingston abandonaba el hogar porque tenía otros
vínculos afectivos. Con el objetivo de lograr una declaración de irresponsabilidad, la
defensa intentó enmarcar como locura aquello que la acusación denunciaba como
anomalía moral. Los resultados de las pericias médicas no favorecieron a la acusada ya
que, según el juez de la causa, la interpretación del artículo 81 del Código Penal de 1886
— que establecía que un ―estado de locura‖ o una ―perturbación cualquiera de los
sentidos y de la inteligencia no imputable al agente‖ eximía de pena—, no beneficiaba a
delitos como el de Carmen Guillot (Di Corleto, 2010).

Guillot no se entregó como hizo Herminia tras el crimen ni se consideró ninguna


enfermedad como explicación para un ―estado de locura‖ que atenuara la pena y, más
aún, tuvo una mejor resolución su caso comparado con el destino de los últimos
ejecutados bajo pena de muerte, es posible consignar que su propio abogado defensor
no recogió las pruebas del adulterio, y tampoco del maltrato denunciado por Guillot, a
pesar de que eran hechos comprobables.

Aunque no se trata de un asesinato, la denuncia realizada por Amalia Pelliza


contra el eminente médico Carlos Durand para solicitar su separación, presenta rasgos
comunes a los descriptos. Son absolutamente desconsiderados los dichos de la esposa de
los actos insultantes y humillaciones que realizaba su marido, así como de la privación
de la libertad a la que la sometía y la avaricia con la que gobernaba su hogar. Todo lo
cual es, finalmente, demostrado tras la muerte del médico y permite a Amalia recuperar
una reparación económica tras haber huido de ese vínculo matrimonial ante la falta de
aplicación de la ley que enmarcaba y tipificaba esas faltas al instituto civil que los unía
(Barrancos, 2000).

Otro aspecto que resulta interesante mencionar es otro argumento en el que se


apoya la defensa. Según el informe médico, y en eso se apoya la defensa, Herminia
tenía: ―limitadísimo alcance moral e intelectual‖. ¿Querían con ello exceptuar a
Herminia de la pena máxima dando a entender que su capacidad moral e intelectual
debía considerarse frente a los hechos como un atenuante? El juez así lo entiende, pero

51
desconsidera cualquier atenuante porque desestima ese informe al considerar que sólo
se basa en los dichos de Herminia.

Estos elementos, con todo, contrastan con otros documentos. En la descripción


que hace el diario El Orden –donde se la llama Arminia a Herminia, confundiendo el
nombre—brinda datos que me permiten acercarme un poco más a ella ya que la describe
físicamente y es un dato que no se obtiene con las fuentes judiciales. El diario nos dice
que Herminia era: ―blanca, rosada, regular estatura, algo delgada y de simpático
aspecto‖. Tenía en ese momento 26 años y era de nacionalidad italiana. ¿Por qué el
diario calificaba a la asesina de ―simpático aspecto‖?

Como en el caso de Carmen, el juez desoye por completo el informe médico y lo


considera, en cierto modo, condescendiente. Según el juez, Herminia no tiene ninguna
limitación intelectual y al ser una buena madre, se descarta la limitación moral. Ser una
buena madre, entonces, no la exculpa de querer proteger a sus hijos. Para el juez,
decididamente, la inculpa pues sabía obrar bien. Es interesante este análisis porque la
pregunta que sobrevuela es, si hubiera sido una mala madre, ¿eso la habría exculpado o,
por el contrario, la había inculpado aún más? Es evidente que lo buena o lo mala madre
intentaba reforzar su culpa en todos los casos.

Según el informe policial en el caso de Herminia, ―obedeció a su ímpetu de


rabia y procedió en la forma que ha declarado”. Luego del crimen, Herminia cubrió el
cadáver con la ropa de cama para que los niños no lo vieran y se dirigió a la Comisaría
para denunciar su acto. Es interesante mencionar que esa evaluación omite un aspecto
importante del acto de declaración que realizó Herminia. El Código Penal consignaba
que si alguien, en legítima defensa, hubiera matado a otra persona, tenía ―la obligación
de dar aviso del suceso tan pronto‖ como le fuera posible, a la autoridad inmediata. Si
no lo hiciera o tratara de ocultar el hecho, recibiría una condena por ello, incluso si el
proceso demostrara que podía ser absuelta por el homicidio. Es improbable que
Herminia conociera el Código Penal en este nivel de detalle, al menos, pero es probable
que se hubiera presentado ante la policía en el entendimiento de que había cometido un
crimen y que, tal como ella lo expone la propia sentencia con base en el informe
policial, había actuado en legítima defensa ante las amenazas de Domingo. Nada de esto
es considerado en la sentencia.

El Ministerio fiscal dará lugar a este Informe en sus fundamentos al retomar los
dichos de éste y corroborará: ―No concurre (…) en favor de la procesada ninguna
52
circunstancia atenuante‖. Estos informes que realizaba la policía tenían, entonces,
supuestos fuertes tal y como ha consignado, para otros casos, Florencia Castells.
Andrea, de treinta y siete años, dedicada a los ―quehaceres domésticos‖. En 1904, fue
acusada de asesinar a su esposo con tres disparos de arma de fuego en un paraje cercano
a Necochea. En su declaración, Andrea afirmaba que el día de los sucesos una persona
empezó a golpear con violencia puertas y ventanas, ante lo cual, ―temiendo la
interrogada que se tratara de algún hecho que ponía en peligro su vida‖, produjo un
disparo sin saber que se trataba de su marido. Cuando ella había preguntado quién se
encontraba junto a la puerta, el varón no había respondido, queriendo entrar de manera
violenta a la pieza donde ella se encontraba (Castells, 2020, pág.151-180). En el caso de
Andrea, el informe que realizó la policía estaba construido en base a presupuestos de
infidelidad por parte de ella por lo que los agentes policiales consideraban que su
esposo estaba celoso. Aunque Andrea fue sobreseída por considerarse la muerte un
accidente, la policía había estimado que el temor a la pérdida de la honorabilidad
justificaba al marido en el ejercicio de violencia contra la esposa infiel, lo que la
inculpaba14.

En el informe del Comisario Instructor, luego de evaluar las facultades mentales


de Herminia, afirma que el caso

―no requiere la intervención del médico, que su solución


corresponde al filósofo y al legista; que los factores del
delito han sido de índole social y moral únicamente y
concretando las conclusiones las refiere a las buenas
condiciones del carácter de madre, etc. Y que cometió el
crimen bajo el influjo y la sugestión de las escenas del
juramento hecho por Domingo...‖.

En el informe que realizó el comisario instructor termina diciendo que Herminia


cometió el crimen ―bajo el influjo y la sugestión de las escenas del juramento hecho por
Domingo‖. Este funcionario se refería a que la mujer se auto convenció de que su pareja
iba a llevar a cabo la amenaza de matar a ella y a sus hijos que hizo antes de acostarse.
Aparentemente, las amenazas que Domingo verbalizó a Herminia debía considerarlas

14
Sobre la pérdida de honorabilidad del marido ante la infidelidad, Cfr. Ben, 2014. Sobre el honor
masculino, Cfr. Gayol, 2000.

53
como una situación normal y que nunca iban a concretarse. Esta presunción del
comisario tenía relación con las teorías sobre criminología de esta época.

El influjo y la sugestión son problemas que fueron consideradas desviaciones


femeninas y eran temas que preocupaban a los criminólogos. José Ingenieros publicaría,
posteriormente, en 1904, el libro Los accidentes histéricos y las sugestiones
terapéuticas: la sugestión se encontraba relacionada con la problemática de la histeria,
debido a que los llamados ―accidentes histéricos‖ podían producirse por una
―autosugestión‖. Esta problemática, que se asomaba en escasos artículos en la revista
Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría creada por Ingenieros, iba a ser
desarrollada profundamente y asociada directamente a ―lo femenino‖ ya entrado el siglo
XX (Castells, 2019).

Para el juez, Herminia había matado a su pareja impulsada por la sugestión o la


influencia de las amenazas que hizo Domingo de matarla a ella y a los hijos. Esta
cuestión de interpretar mal y creer cosas que no se condicen con la realidad
(autosugestionarse), anulaba su voluntad y la llevo a obrar de esta forma. Esta condición
anómala se consideraba propia del género femenino.

La inspección ocular realizada en el lugar del hecho confirmaba que no había


habido ninguna lucha. ¿Podía haberla dado Herminia de estar despierto Domingo o de
despertarse en el momento en que ella entró al cuarto decidida a matarlo? Por otro lado,
es llamativo que en ningún momento la sentencia reproduce información sobre la
cuchilla que Herminia denunciaba que Domingo había blandido para amenazarla y
había ocultado bajo la almohada.

El informe policial describe, sí, con especial detenimiento, el hecho que condujo
a la muerte de la víctima:

―tomó una (sic) hacha grande y penetrando con ella en la


pieza, vio a Domingo que dormía de espaldas a la puerta
de entrada y le asestó un golpe en un costado del cuello el
que le produjo la muerte pues ella sintió un suspiro, que en
seguida le descargó otro golpe en el cuello...‖.

Según el juez, Herminia supo por ese suspiro que había matado a Domingo con
el primer golpe e, igualmente, le asestó un segundo. El informe fue utilizado por el juez
para afirmar:

54
―que este es un homicidio cometido con alevosía,
entendiéndose por tal, dar una muerte segura fuera de
peleas o riña de improviso y con cautela, tomándolo
desprevenido a la víctima‖.

Se insiste en la alevosía y en el ensañamiento describiendo el hecho como


tenebroso y con evidente ―falta de fe religiosa‖. Aquí, una vez más, aparece un nuevo
elemento de juicio condenatorio, inexistente en el código penal como tipificación de
ningún tipo. Ya el juez había consignado que Herminia no tenía ninguna afinidad
religiosa al descreer que la falta de la ceremonia eclesiástica había sido la causal para
separarse de su primera pareja. Ahora, con esa caracterización, reforzaba la
criminalización de Herminia.

Otro aspecto que el letrado defensor de Herminia, así como ella misma había
atestiguado en su declaración, es la sensación de vulnerabilidad que sintió la mujer
frente a una situación de peligro, no solamente para ella sino también para sus criaturas
que, por su edad, estaban indefensas. Los hijos eran pequeños: tenían cuatros, dos y un
año, aparentemente, el último era amamantado todavía. El código penal establecía, de
hecho, como ya mencionamos, que se consideraba legítima defensa si la persona
actuaba por sí o por sus descendientes si había una agresión ilegítima, necesidad de
impedir la agresión y no haberla provocado.

Como señalamos, el juez creyó que, si Herminia hubiera tenido miedo de su


amenazante verdugo, debería haber recurrido a sus vecinos o a la policía para pedir
ayuda en lugar de asesinarlo mientras dormía y con el ensañamiento con el que lo llevó
a cabo. Es interesante mencionar aquí que, para el Juez, la alevosía y ensañamiento para
con Domingo lejos de explicar el miedo a éste, lo anulan. Sin embargo, aunque apenas
mencionado en la sentencia, como dijimos, Herminia manifestó sentir miedo y explicó
que las amenazas habían antecedido al hecho.

La historiadora Gisela Sedeillan (2012), en cuanto al tema de la legítima


defensa, cita un fallo de noviembre de 1889 que creo sirve como ejemplo para explicar
como el miedo tenía relación con la legítima defensa en respuesta a una agresión. Un
juez de la Cámara decía: ―el miedo nos hace obrar a veces, como dice Pacheco, de

55
distinto modo del que quisiéramos, el miedo nos fuerza, y por tanto, el miedo nos
justifica‖15.

¿Es posible que al no cumplir Herminia con los preceptos establecidos para un
modelo de mujer significaba que tampoco tenía la sensibilidad característica de las
mujeres ―normales‖ y, por eso, no podía sentir miedo? Este es un interrogante difícil de
resolver, pero probablemente el juez haya considerado de antemano que Herminia no
sintió miedo esa noche fatal.

La historia cultural de las emociones y de los sentimientos convergen, en


ocasiones, con la historia de género (Garrido Otoya, 2020). El miedo es una experiencia
que genera un efecto emocional variable debido a la interpretación de una vivencia,
objeto o situación como potencialmente peligroso, cuando su control o anulación es
incierta. Con ello, se relevan elementos constitutivos como la emoción, interpretación,
peligro o amenaza, dolor, control o salida y transcurso del tiempo, lo que permite
analizarlo historiográficamente y determinar sus dinámicas. Simplificando lo anterior,
su elemento central es la experimentación de una situación de inseguridad, por lo que su
desarrollo temporal transitará hacia la búsqueda de un contexto de seguridad
(Timmermann López, 2015).

El miedo fue una experiencia que vivió Herminia, que produjo en ella un efecto
emocional relacionado con su vivencia. Este efecto emocional interpretado como el
peligro o amenaza, produjo en ella un estado de inseguridad y la decisión de asesinar a
Domingo fue la salida que encontró para sentirse en un contexto de seguridad. La
sentencia no retoma más que para cuestionar su miedo y, asimismo, asociar su accionar
a una falta de fe religiosa que le viene dada a Herminia por no haber mantenido los
preceptos del matrimonio -ni legal, ni religioso-. Incluso, la propia idea de
autosugestión que el Comisario Instructor consigna en su informe podrían apoyar la
idea del miedo que sintió Herminia, pero son desconsideradas. Esto es así, incluso,
cuando se da por cierto que Domingo la había amenazado, pero que la autosugestión de
Herminia fue creer que realizaría su amenaza. El juez, por tanto, oye, pero no escucha
las razones de Herminia. Según el juez, por lo tanto, el miedo no existió en ella, aunque
la situación hubiera sido peligrosa y aunque las emociones correspondieran a un sentir
propio de lo que cada una de las personas siente como amenaza.

15Fallo C.A. 19 de noviembre de 1889 (t.3, Libros VII a IX. 1886-1892) pp. 404 y 405, citado por
Sedeillan, 2012.

56
Sin duda, Herminia había cometido un crimen y le correspondía una pena. Pero
no había habido un recorrido para comprender las circunstancias ni, tampoco, se había
profundizado en los pocos elementos que mencionaba Herminia. A lo largo del
Testimonio de Sentencia no hay ninguna referencia que cuestione a Domingo, no se
habla en ningún momento, salvo cuando lo hace Herminia, de su carácter violento, de
las amenazas con que sometía a su mujer. Tampoco queda claro, como mencionamos, si
se encontró la cuchilla que, según el relato de Herminia, Domingo puso debajo de su
almohada antes de dormirse y con la que iba a matar a ella y a sus hijos. Es curioso que
el juez no le diera ninguna importancia al hecho de que Domingo se acostara con la
cuchilla debajo de su almohada, como si esto fuera una situación cotidiana y normal.

Herminia fue condenada en junio de 1902 a penitenciaria por tiempo


indeterminado. Ni las amenazas, ni el miedo fueron circunstancia atenuantes para el
juez, al contario los atenuantes quedan neutralizados por la concurrencia del agravante
del ensañamiento (art. 84 inc. 2 del Código Penal). El juez deja claro que, por el tipo de
delito, le correspondería la pena de muerte, pero como establece el artículo 59 del
Código Penal, no se impondrá la pena de muerte a las mujeres, a los menores de edad y
a los mayores de setenta años.

Consideraciones Finales

El castigo femenino al igual que el modelo de mujer fue construido desde el


Estado y apoyado por teóricos de distintas disciplinas, en especial desde la medicina, la
psicología y el derecho. Las diferencias entre varones y mujeres aparecían como
sinónimos de desigualdad, otorgándole sentidos y significados a los cuerpos y las
psiquis femeninas. Ellas eran interpretadas desde una óptica dualista y esencialista,
como irracionales, emocionales y pasivas, situando a los varones del lado de la razón y
de la salud mental (Castells, 2019). El tratamiento de esta problemática se vió reflejado
en el país a través de las distintas publicaciones especializadas que contenían artículos
escritos por profesionales que adoptaron las ideas de la teoría positivista sobre lo
criminal. Estos trabajos tuvieron influencia de la corriente de pensamiento del médico y
criminólogo italiano Césare Lombroso. En Argentina, fue José Ingenieros, a principios
del siglo XX, quién les otorgó una dimensión propia y novedosa a las ideas que se
venían desarrollando desde la década de 1880. Durante los años de Criminología
Moderna, fue gestando las ideas de su proyecto de investigación sobre la
57
psicopatología, las cuales fueron presentadas en el artículo ―Criterios generales que
orientan el estudio de los locos delincuentes‖, en febrero de 1900 y, en 1902, cuando
apareció la publicación Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría
(Castells, 2019).

Los artículos sobre criminalidad femenina fueron escritos desde una mirada
médico legal y asociaban al delito cometido por mujeres con problemas morales y
sociales. Por ejemplo, se tiene en cuenta a la hora de analizar los delitos la falta de
atributos de la maternidad y la domesticidad de las mujeres que habían delinquido.

En el Testimonio de Sentencia de Herminia se ve moldeada esta corriente de


pensamiento sobre la criminalidad femenina. En reiteradas oportunidades, el juez utiliza
un lenguaje que se condice con estas ideas. No solamente en los conceptos, sino que en
algunos casos las palabras utilizadas son exactamente las mismas que utilizan los
científicos que fueron construyendo las teorías en boga en este momento.

Una mujer que abandonaba a su marido como hizo Herminia con Ingrato, su
primer esposo, no es ni sumisa ni obediente según el enfoque del juez. A pesar de que
se la considera una madre amorosa, también se la califica como de un ―limitadísimo
alcance moral e intelectual‖. Esta desviación en el carácter de Herminia era vista desde
las disciplinas científicas como una patología y el delito cometido por ella tenía estrecha
relación con esta enfermedad. La desobediencia, la falta de sumisión, el adulterio, todos
eran síntomas de esta patología.

El concepto de ―sugestión‖ que describe Ingenieros en sus artículos como una


particularidad exclusivamente femenina, es mencionado por el juez para justificar su
posición con respecto al miedo que Herminia dice haber sentido debido a las amenazas
de muerte manifestadas por Domingo. Para el magistrado, el hecho de que Herminia no
avisara a sus vecinos o a la policía de que estaba en peligro y decidiera matar a su pareja
era razón suficiente para entender que ella no había sentido miedo. Concluye que esta
mujer mato a su concubino debido a la ―sugestión‖ que las amenazas provocaron en su
mente. Para decirlo claro, el juez considera que Herminia creo en su cabeza la
posibilidad de que Domingo matara a ella y a sus hijos y esto debido a la patología de la
―sugestión‖. Solo eran amenazas que seguramente Domingo no las llevaría a cabo, el
resto fue solo imaginación de la acusada. El cansancio por los malos tratos, la cuchilla
bajo la almohada, el miedo, el mal carácter de Domingo (como figura en el Testimonio),
no fueron elementos considerados a la hora de juzgar a Herminia.
58
Conclusiones

Art. 18: Las cárceles de la


Nación serán sanas y
limpias, para seguridad y no
para castigo de los reos
detenidos en ellas, y toda
medida que a pretexto de
precaución conduzca a
mortificarlos más allá de lo
que aquella exija, hará
responsable al juez que la
autorice.
Constitución de la Nación
Argentina

En la segunda mitad del siglo XIX, la provincia de Buenos Aires atravesó un


proceso de consolidación y reorganización, al mismo tiempo que el Estado nacional
definía sus ámbitos de injerencia. El evento central de esos años lo constituyó la
nacionalización de la Capital Federal, que en materia penitenciaria significó un saldo
negativo para la provincia, ya que implicó la pérdida del principal establecimiento
carcelario del país, la penitenciaría de Buenos Aires, inaugurada en 1877. Sin dudas, la
provincia no debía empezar de cero, pues a medida que avanzaba la consolidación de la
frontera diseñó y construyó diferentes establecimientos: las cárceles departamentales de
Dolores, Mercedes, Bahía Blanca, La Plata y San Nicolás, los establecimientos
platenses y, en 1882, el presidio de Sierra Chica, que se erigió para reemplazar la
penitenciaría de Buenos Aires (Araujo y Silva, 2021).

La cárcel de Mercedes se había inaugurado el 24 de febrero de 1877 con un acto


presidido por el Dr. Nicolás Avellaneda, por entonces, presidente de la Nación. La
nueva cárcel era un edificio que materializaba el proyecto modernizador.

59
Imagen 1 Penitenciaria de Mercedes, c. 1900

Fuente: Archivo Histórico y Museo, Servicio Penitenciario de la provincia de Buenos Aires

La nueva cárcel se construyó en las afueras de la ciudad, cerca del río Luján y
lejos de los pobladores. La impronta civilizatoria de la elite liberal materializaba su
entusiasmo reformista en las nuevas prisiones inauguradas ese mismo año, como la
Penitenciaría de Buenos Aires, la cárcel de Dolores, San Nicolás y, finalmente, la de
Mercedes (Belzunces, 2020, pág.58).

60
Imagen 2. Guardianes de Cárceles. Penitenciaria de Mercedes

Fuente: I Archivo Histórico y Museo, Servicio Penitenciario de la provincia de Buenos Aires

El edificio contaba con dos pisos con pabellones en forma de ―T‖ que daban a
un patio interno. En esta distribución, localizadas hacia la izquierda de la entrada
principal, se distinguían nueve celdas destinadas a las mujeres; donde existía un
calabozo de castigo, baños y una cocina (Rodríguez Méndez, 1989).

61
Imagen 3. Plano actual de la Unidad 5 de Mercedes que conserva el edificio primitivo

Fuente: Rodríguez Méndez, Lydia Susana, Historia de la cárcel de Mercedes, desde sus orígenes hasta 1900, Bs. As. 1989, pág. 71

Aunque no puedo asegurar que Herminia haya estado detenida en la cárcel de


Mercedes, es muy probable que haya sido así teniendo en cuenta que pasaron cuatro
años hasta que fue trasladada a la Penitenciaria de La Plata y que era algo que podían
solicitar ya que la propia sentencia lo comunica en caso de que obtuviera:

―la gracia que el articulo 73 le reconoce derecho a pedir


fijarse en tres años el tiempo que estará sujeta a la
vigilancia de la policía‖.

No es factible que ese tiempo demasiado extenso haya sido en la Comisaría, ya


que generalmente eran lugares transitorios de alojamiento pues su infraestructura no los
hacía aptos para una permanencia más duradera y además tenían capacidad para pocos
reos. En cambio, la cárcel de Mercedes contaba con un pabellón específico para
mujeres. Por lo tanto, si bien no se conserva ningún documento sobre el paso de
Herminia, es muy probable que haya pasado allí estos años, antes de ser trasladada a La
Plata.

62
Imagen 4. Detalle del Pabellón de mujeres- Penitenciaria de Mercedes

Fuente: Rodríguez Méndez, Lydia Susana, Historia de la cárcel de Mercedes, desde sus orígenes hasta 1900, Bs. As. 1989, pág. 71

Ese traslado se dio, aparentemente en 1905. El 14 de noviembre de 1905, desde


la Alcaidía de Policía de La Plata una nota dirigida al Alcaide del ―Depósito de
Detenidos‖, informaba que se había remitido a ese Establecimiento a la condenada
Herminia. Después de casi cinco años de estar detenida en Mercedes, llegaba a la
Penitenciaria, Cárcel de Mujeres y Depósito de Menores de la ciudad de La Plata.

Esta cárcel de mujeres fue la primera en la ciudad de La Plata y funcionaba en la


ex Escuela Mecánica, construida en 1886 y ubicada en la actual calle 70 y 151 de Los
Hornos, en la ciudad de La Plata. De ahí que se la llamaba popularmente como ―La
Mecánica‖. En octubre de 1904, se sancionó una ley que otorgó a la Conferencia de
Señoras de San Vicente de Paúl, la suma de ocho mil pesos para la habilitación de la
Casa de Correccional de Mujeres en La Plata. Esta cárcel comenzará a funcionar en lo
que, hasta ese momento, era la Penitenciaría y Depósito para menores. A partir de
entonces, adoptó el nombre de ―Penitenciaría y Cárcel de Mujeres y Depósito de
Menores‖. Contaba con once pabellones con capacidad para 158 detenidos. Según
Tomás Jofré (1916, pág. 49), alojaba en ese momento a ciento setenta y ocho internas.
Contaba con dos talleres de zapatería y de carpintería y, además, funcionaba una fábrica
de fideos que surtía a otras cárceles y asilos. Tenía asistencia sanitaria a cargo de un

63
médico que concurría semanalmente a la cárcel, mientras que los casos de mayor
gravedad se trasladaban a los hospitales.

En la Cárcel se habían dispuesto los locales para la instalación de los talleres


donde debería trabajar un buen número de ―detenidos y detenidas‖ en los ramos de
escobaría, alpargaterías y confección de ropa. Entre los trabajos realizados en la cárcel
se referían a una escuela para las detenidas, donde asistían diariamente de veintiocho a
treinta y cinco; y otra para los menores, con una asistencia hasta de cuarenta, siendo
atendidas por una Señorita y un Caballero, ambos designados por el Consejo Escolar16.

En 1908, tras una reforma, se hizo construir un muro de seis metros de alto, que
circundaba parte del establecimiento y se ensanchó uno de los pabellones de mujeres de
manera que pudo lograr la separación de penadas y encausados17.

Las dos tienen un origen totalmente distinto. La cárcel de la ciudad de Mercedes


nace como un emblema de la modernización, así como lo fue la Penitenciaría de Buenos
Aires posteriormente. Fue erigida como cárcel, es decir, su edificio fue diseñado para
ese fin cumpliendo así con las ideas punitivas de la época. En cambio, la Penitenciaría,
cárcel de mujeres y depósito de menores de la ciudad de La Plata fue instalada en un
edificio que había pertenecido a una escuela de mecánica, por lo tanto, poco apropiado a
las necesidades de una cárcel. Este establecimiento nació por la necesidad de contar con
un lugar para alojar a las mujeres detenidas de la provincia de Buenos Aires. Aunque en
las demás cárceles existían pabellones para mujeres, la provincia no contaba con una
cárcel específicamente para ellas como fue esta, creada en 1904, aunque era compartida
con menores de edad con causas penales.

En ambos espacios transcurrió el tiempo de Herminia durante su presidio, hasta


que su vida dio un giro inesperado, pero seguramente deseado.

La Convención Constituyente para la reforma de la Constitución de la provincia


de Buenos Aires de 1873, colocó entre las facultades del Poder Ejecutivo provincial la
de perdonar a las personas en situación de encierro por delitos diversos. Durante la
discusión, los convencionales que la defendían hacían referencia indistintamente al
16
Nota del 10 de abril de 1908, el Alcaide de la Penitenciaria, cárcel de mujeres y Depósito de Menores,
de apellido Ricart, al Ministro de Gobierno Dr. Emilio Carranza [detallando el movimiento habido en el
transcurso de ese año en el establecimiento].
17
Ministerio de Gobierno, Penitenciaria de Mujeres y Depósito de Menores, Expediente 1910 1401454.
Santiago García da cuenta de su actuación como alcaide de la cárcel de mujeres. La Plata, septiembre 17
de 1909.

64
derecho de gracia o a la facultad de perdonar, que permitía al soberano suprimir y
aplazar o aminorar la aplicación de la pena (Corva 2016). El gobernador no utilizaría la
potestad de conmutar la pena con arreglo a la ley no con los principios jurídicos, sino
atendiendo a otras circunstancias como, por ejemplo, ciertas condiciones
extraordinarias, que podía apreciar mejor que ningún otro18.

Finalmente, el artículo fue aprobado y en la Constitución de la provincia de


Buenos Aires de 1873 se establece:

―Art. 142 — El Gobernador es el Jefe de la


Administración de la Provincia y tiene las siguientes
atribuciones:
1º. — Promulgar y hacer ejecutar las leyes de la Provincia,
facilitando su ejecución por reglamentos y disposiciones
especiales que no alteren su espíritu.
2º. — Participar de la formación de las leyes con arreglo á
la Constitución, teniendo el derecho de iniciarlas por
proyectos presentados á las Cámaras, y de tomar parte en
su discusión por medio de los Ministros.
3º. — El Gobernador podrá conmutar las penas impuestas
por, delitos sujetos á la jurisdicción provincial, previo
informe motivado del Tribunal Superior correspondiente,
sobre la oportunidad y conveniencia de la conmutación, y
con arreglo á la ley reglamentaria que determinará los
casos y la forma en que pueda solicitarse, debiendo
ponerse en conocimiento de la Asamblea Legislativa las
razones que hayan motivado en cada caso la conmutación
de la pena. El Gobernador no podrá ejercer esta atribución
cuando se trate de delitos en que el Senado conoce como
Juez, y de aquellos cometidos por funcionarios públicos en
el ejercicio de sus funciones‖.

18
La Comisión Poder Ejecutivo presentó en el proyecto un artículo que establecía que el Gobernador era
el Jefe Superior de la Administración de la Provincia y entre sus atribuciones, le otorgaba la facultad de
conmutar las penas. El Gobernador no podía ejercer esta atribución cuando se tratara de delitos en que el
Senado conoce como Juez, y de aquellos cometidos por funcionarios públicos en el ejercicio de sus
funciones (Corva, 2016, pág. 31).

65
El 16 de octubre de 1877, finalmente, se sancionó la ley Nº 1134 que reglamentó
la conmutación de pena. Este hecho jurídico habilitó lo que, sin duda, sería otro hecho
bisagra en la historia de Herminia.

El 12 de octubre de 1909, Herminia fue conducida al Departamento General de


Policía para una diligencia. El 15 de octubre del mismo año, vuelve Herminia luego de
haber terminado los trámites en ese Departamento de Policía. Es posible que estas
diligencias tuvieran que ver con audiencias con la justicia, entrevistas que serían
necesarias para lo que se va a concretar, finalmente, en el año 1910: la libertad de
Herminia por conmutación de la pena. Precisamente, el último texto en legajo carcelario
de Herminia es una nota firmada por el entonces ministro de gobierno de la provincia de
Buenos Aires, Dr. Emilio Carranza, dirigida al señor Alcaide de la cárcel de mujeres
donde le solicita disponer de la inmediata libertad de Herminia ya que, en esa fecha, el
Poder Ejecutivo resolvió conmutar la pena de penitenciaria por tiempo indeterminado.

¿Acaso Herminia pudo explicar al gobernador cuál había sido su miedo aquella
noche en que asesinó a Domingo? ¿Acaso algunos elementos de juicio que el juez
desconsideró, fueron claves para mostrar otra interpretación? ¿Entendió el gobernador
que tal vez Herminia había tenido una historia de violencias previas y entendió que
podían ser un atenuante de un crimen cuya responsabilidad ella había asumido? ¿Pudo
haber sido, tal vez, que su comportamiento mientras cumplió presidio fuera evidencia de
que podía reinsertarse en la sociedad sin perjuicio? ¿Tal vez algún hecho relacionado
con sus hijas e hijos podría haber sido interpuesto para que se diera curso a su libertad?

Tal vez, incluso, nada vinculado con Herminia haya motivado la decisión y haya
sido la aplicación de una de las herramientas que el Poder Ejecutivo utilizaba para
disminuir el número de presos en las cárceles que generalmente tenían un exceso de
población.

Es posible, también, que la conmutación de pena con la que se benefició a


Herminia estuviera enmarcada en un proyecto presentado en la legislatura en el año
1909. Este proyecto presentado por el senador Liborio Luna, en octubre de 1909,
solicitó que el Poder Ejecutivo le pidiera a la Suprema Corte que le fueran remitidos
antes del mes de mayo del año siguiente un informe de los penados que se encontraban
en las cárceles de la provincia de Buenos Aires y que estuvieran en condiciones de
gozar de los beneficios de la conmutación de pena. La intención de este proyecto era
que, para el 25 de mayo de 1910, cuando se celebrara el primer centenario de la
66
Revolución de Mayo, se decretara la libertad del mayor número de presos que fuera
posible. En defensa de este proyecto, el senador Luna afirma:

―Ese acontecimiento reviste tanta trascendencia e


importancia que bien puede afirmarse con verdad: que la
mayoría de los que formamos parte de la actual
generación, solo podremos presenciarlo por primera y
última vez. Y siendo eso así, es necesario, señor
Presidente, que todos, gobierno, cámara, jueces y pueblo,
propendan por todos los medios a su alcance, dentro de la
esfera de su acción, a producir el mayor número de actos
elevados, nobles y generosos, tendientes a glorificar más y
más ese gran acontecimiento a fin de que podamos
presentar a nuestra joven República a la consideración del
mundo civilizado, cubiertas las páginas de su brillante
historia con hechos gloriosos, que constituirán en el futuro
la base de su poder y grandeza‖ (Cámara de Senadores de
la provincia de Buenos Aires, Diario de sesiones, 1909).

En el diario de sesiones de 1910, en el mes de agosto, se discutió este proyecto


y se aprobó la conmutación de pena a un grupo de condenados. La comisión especial de
conmutación de penas recibió de la Suprema Corte de Justicia cuatro planillas con un
listado de presos en condiciones de recibir el beneficio. Cada lista estaba confeccionada
en base al tiempo cumplido de la condena. En la Cámara de diputados, después de una
discusión sobre a quién le correspondía el beneficio, se cerró la sesión por falta de
número de diputados en el recinto.

No sabemos a cuántos de estos presos se dejó en libertad luego de conmutarles


la pena. De todos modos, Herminia no estaba en esta lista. Ella había recibido la
conmutación de pena en abril de 1910. Por las notas que se encuentran en el legajo, se
puede conjeturar que estaba en estudio otorgarle este beneficio desde 1909, ya que las
notas indican que la policía la llevó a comparecer frente al juez. Tal vez, y en
consonancia con el proyecto presentado en 1909 sobre beneficiar a condenados con la
conmutación de pena en el año del centenario de la revolución de mayo, Herminia
obtuvo su libertad en este contexto.

67
Desconocemos, por lo tanto, si Herminia fue escuchada en esta instancia para
decidir sobre su situación. Según demostramos, tampoco fue escuchada antes. Tanto el
caso de Herminia, protagonista de este trabajo, como en el caso de Marcelino fueron
juzgados por Anacleto Llosa, juez del crimen de Mercedes. En la comparación de
ambas sentencias se puede apreciar la diferenciación de género que existía a la hora de
juzgar a un varón y a una mujer. A pesar de que el juez ha sido estricto en ambos casos,
en el caso de Herminia aparecen las palabras a las que me referí anteriormente que
adjetivaban a esta mujer. Se cuestionó si era sumisa, si era obediente, si era buena o
mala madre, si era adúltera. Si a Marcelino se le atenuó la pena por su ebriedad, la que
lo hacía agresivo, e incluso cuando hubo dudas sobre el modo en que asumió su
culpabilidad; a Herminia no se le consideró haberse entregado sin querer huir o encubrir
el hecho, ni siquiera se hicieron observaciones sobre los elementos que ella misma
aportó para corroborar las amenazas. Pero, además de estos cuestionamientos y
valoraciones, esta ―justicia de oídos sordos‖ no escuchó a Herminia cuando ella expresó
su miedo justificado en las amenazas que recibía. Según lo expuso, Domingo, no solo
amenazó con matarla a ella sino también a sus hijos. En cambio, en el caso de
Marcelino, no aparecen las palabras que adjetivan. No sabemos si tanto víctima como
victimario eran casados, concubinos, solteros. Acá no interesaba su estado civil ni se
consideraba que el adulterio era otro delito a juzgar. No sabemos si eran obedientes, si
eran buenos o malos padres, ni siquiera sabemos si eran hijos. Marcelino no fue juzgado
por otro delito que no fuera el de homicidio. En el de Herminia hasta se desestimó lo
que el informe médico consignaba. Herminia fue considerada rebelde, falta de
religiosidad y adúltera todo lo cual evidenciaban no había ningún atenuante, que su
homicidio era con alevosía y, por ello, recibió la máxima pena que podía recibir una
mujer en ese momento.

A lo largo de todo el siglo XIX y hasta la actualidad, las disposiciones del


artículo 18 de la Constitución Nacional que establece que las cárceles serán para
seguridad y no para castigo de los ―reos‖, como se denominaban entonces, no se
cumple; porque sí sé y sabemos que la discusión sobre el sistema penitenciario así como
el estado de las cárceles atraviesa la historia de estas instituciones a lo largo del siglo
XIX y hasta el XXI en la provincia de Buenos Aires: obras que comienzan y no se
terminan, denuncias sobre un exceso en el cupo establecido para determinada cárcel,
quejas por la calidad y cantidad de la alimentación, incluyendo el mal trato tanto de

68
otras personas condenadas como del personal penitenciario, son algunas de las
demandas que se repiten y llegan, incluso, hasta nuestro presente. Esto hace que, aunque
la finalidad de encerrar a una persona en una cárcel sea la de custodia y rehabilitación a
través del trabajo y la educación, termina convirtiéndose en un castigo. Michel Foucault
definió la prisión como ―un cuartel un tanto estricto, una escuela sin indulgencia, un
taller sombrío; pero, en el límite, nada de cualitativamente distinto‖ (Foucault, 1976).
La imposición de restricciones violentas contra los ―internos‖ no contribuye a los fines
declarados por el sistema. Se supone que se debe aplicar la ley para enseñar el respeto
por ella, pero todo su funcionamiento opera en la forma de un abuso de poder: el poder
arbitrario de la administración (Foulcault, 1976, pág. 266).

Yo no sé cómo fueron esos años, de qué modo la cambiaron. Cómo volvió a


caminar por las calles aquella Herminia que recorrió las 25 cuadras que mediaban entre
su casa y la comisaría, cargando a sus criaturas, tal vez, cavilando sobre sus infortunios,
pero decidida a confesar su culpa. Acaso se repuso de aquel crimen, acaso pensó de
alguna forma en Domingo, quiso volver en el tiempo y cambiar aquella noche, acaso la
muerte física de Domingo implicó que otro tormento comenzara…

Domingo no está ausente de mis preguntas, es el interrogante primero. Tampoco


sé mucho más de él que lo que sé de Herminia. Pero es su muerte, su silencio final, el
punto de partida, el que origina habernos encontrado con Herminia en estas
circunstancias y no en otras. Cuáles hubieran podido ser otras circunstancias. Acaso hay
una Herminia y un Domingo que pudieron seguir en pareja, criando de alguna forma a
aquellas pequeñas almas que engendraron. No lo sé. Es donde la fantasía literaria me
ayuda a pensar otros mundos posibles, no necesariamente más felices, porque la
infelicidad tal vez era parte de la relación de esta pareja.

Acaso Herminia se reencontró con sus hijos e hijas, se reconocieron si volvieron


a hacerlo luego de tantos años sin verse, acaso sabían que ella había matado a su padre,
acaso la culpaban, acaso la perdonaban, acaso le temieran a ella...

¿Supo la familia de Domingo que Herminia estaba en libertad? ¿Cómo


reaccionaron a ello? ¿Temieron a Herminia una vez que estuvo en libertad? ¿Qué
sintieron si volvieron a verla?

Me pregunto, también, cómo era la libertad de una mujer cuando Herminia salió
de la cárcel. Cómo vivió, en todo caso, una mujer, cuyos derechos civiles estaban por la

69
propia ley menguados, luego de haber cometido un crimen. Cuáles de sus derechos
menguados fueron reconocidos cuando salió de la prisión. Cuáles tuvo mientras estaba
en ella. Me pregunto, una y otra vez, sobre todo, cuántas Herminias hay en este mundo,
me pregunto cuántas Herminias hay en nuestra propia vida.

Quiero pensar que algo de aquella dramática decisión que torció su vida, pudo
tal vez no mancillar a aquella simpática mujer, buena como madre, como la describían
los documentos, como la imagino en su menuda existencia, en su juventud encerrada en
aquel drama. Si la cárcel no fue un castigo, sino custodia y rehabilitación, quiero pensar
que sí, que Herminia pudo escribir nuevas páginas para su historia, aunque estén
vedadas para la historia.

70
Bibliografía

Almeida Susana y Martínez Adriana, La mujer y el derecho de familia, La Aljaba,


Revista de Estudios de la Mujer, Vol.1, 1996.

Ignacio Araujo y Jeremías Silva, Itinerarios de la reforma penitenciaria bonaerense:


debates, proyectos y políticas en la primera mitad del siglo XX, Dossier: ―Pensar
las cárceles de la provincia de Buenos Aires: aportes interdisciplinarios para una
agenda de investigación‖, Revista Practicas de Oficio, Investigación y reflexión
en ciencias sociales,vol.1
2021.http://revistas.ungs.edu.ar/index.php/po/article/view/54

Archivo Histórico y Museo S.P.B, Área Investigación y Asuntos Históricos, Primeras


Cárceles de la ciudad de La Plata, 1882-1939, 2015.

Ascaini Irene, José Ingenieros y su análisis sobre un caso de infanticidio en la Argentina


a principios del siglo XX, Facultad de Psicología, UNLP

Barrancos Dora, Mujeres en la sociedad argentina, Una historia de cinco siglos,


Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2007.

Barrancos Dora, Casamiento Oriental. Matrimonios de argentinos y de residentes en la


Argentina en la República Oriental del Uruguay en las décadas 1920 y 1930. En
Barrancos Dora, Guy Donna, Valobra Adriana (editoras), Moralidades y
comportamientos sexuales, Argentina 1880-2011, Editorial Biblos, Buenos Aires
2014.

Entrevista a Dora Barrancos, ―Estudiábamos el mundo y sus alrededores, pero no


estudiábamos las agresiones internas‖, Conicet-Rosario, 2019.

Barreneche Osvaldo, Dentro de la ley todo, la justicia criminal de Buenos Aires en la


etapa formativa del sistema penal moderno de la Argentina, Colección Éntasis,
La Plata 2001.

Belzunces Gustavo Federico, Transiciones hacia el encierro. Espacios y prácticas de la


prisión en la historia de la cárcel de Mercedes (1854-1882), Revista de Historia
de las Prisiones nº10 (Enero-Junio 2020).

Ben Pablo, ―Cuerpos femeninos y cuerpos abyectos. La construcción anatómica de la


feminidad en la medicina argentina‖ en Gil Lozano et alii. Historia de las
Mujeres en la Argentina, Buenos Aires, Taurus, 2000

71
Ben Pablo, ―La ciudad del pecado: moral sexual de las clases populares en la Buenos
Aires del 900‖, Moralidades y comportamientos sexuales. Argentina, 1880-
2011, eds. Dora Barrancos, Donna Guy y Adriana Valobra (Buenos Aires:
Biblos, 2014); Sandra Gayol, Sociabilidad en Buenos Aires. Hombres, honor y
cafés 1862-1910 Buenos Aires: Ediciones del Signo, 2000)

Bracamonte Lucia, Catolicismo y trabajo femenino. Representaciones de género en la


prensa de Bahía Blanca durante las tres primeras décadas del siglo XX, Mabel
Cernadas y José Marcilese (Editores).

Caimari Lila, La Vida en el archivo, goces, tedios y desvíos en el oficio de la historia,


Siglo Veintiuno Editores, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2017

Caimari Lila, Apenas un delincuente, crimen castigo y cultura en la Argentina 1880-


1955, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 2012.

Caimari Lila, Ciencia y sistema penitenciario, Nueva Historia de la Nación Argentina,


Academia Nacional de la Historia, tomo 8, Editorial Planeta, Buenos Aires,
2001.

Lila Caimari, ―Entre la celda y el hogar, dilemas estatales del castigo femenino (Buenos
Aires, 1890-1940)‖, en Nueva Doctrina Penal, 2007.

Calandria Sol, Matar a la madre. Infanticidios, honor y género en la provincia de


Buenos Aires (1886-1921), Universidad Nacional de La Plata, Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, Secretaría de Posgrado, La Plata,
2019.

Calandria, Sol, En busca de un nuevo orden provincial: el poder judicial y el fuero penal
en la provincia de Buenos Aires (1881-1915), Revista de Historia del Derecho
N° 51, INHIDE, Buenos Aires, enero-junio.

Candioti Magdalena, Historia y cuestión criminal. Notas sobre el despliegue de una


curiosidad, en Historias de la cuestión criminal en la Argentina, Máximo Sozzo
(coordinador), Editores del Puerto, Buenos Aires, 2009.

Castells Florencia Claudia, ―Violencia conyugal y mujeres acusadas en la provincia de


Buenos Aires, Argentina (fines del siglo XIX-principios del siglo XX)‖, Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 2020.

72
Castells Florencia Claudia, Criminología Moderna: saberes intelectuales y miradas
finiseculares sobre crímenes y mujeres (Buenos Aires, 1898-1901), Revista
Historia y Justicia 12, 2019

Cesano José Daniel, Mariana Ángela Dovio, La criminalidad argentina en el discurso


del positivismo criminológico argentino, Editorial Brujas, Córdoba, 2009.

Connell, Raewyn (1997). ―La organización social de la masculinidad‖ en Valdés, T. y


Olavarría, J. (Comps.) Masculinidad/es. Poder y crisis. Ediciones de las Mujeres,
n* 24, Isis Internacional, Santiago, Chile.

Corva, María Angélica Constituir el gobierno, afianzar la justicia: el Poder Judicial de la


provincia de Buenos Aires 1853-1881. Rosario: Prohistoria Ediciones; Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de Historia del
Derecho, 2014.

Corva, María Angélica. ―La facultad de perdonar: conmutación de penas y división de


poderes‖ [en línea], Temas de Historia Argentina y Americana 24 (2016).
Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/facultad-
perdonar-conmutacion-penas.pdf

De Paz Trueba Yolanda, Mujeres y esfera pública, La campaña bonaerense entre 1880 y
1910, Ediciones Prohistoria, Rosario 2010

Díaz Couselo José María, Pensamiento Jurídico y renovación legislativa, Nueva


Historia de la Nación Argentina, Tomo V, Academia Nacional de la Historia,
Editorial Planeta, Buenos Aires, 2000.

Di Corleto Julieta, Los crímenes de las mujeres en el positivismo: El caso de Carmen


Guillot (Buenos Aires, 1914), 2010

Eraso Yolanda, ―Genero y eugenesia. Hacia una taxonomía médico-social de las


mujeres-madres en la década de 1930‖, en Historias de Luchas y
representaciones, Mujeres en la Argentina, siglos XIX y XX, pp. 361-390 Ed.
Edunt, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2007

Foucault Michel, Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión, Siglo veintiuno editores,


1975.

Garcerón Ignacio Víctor, Mercedes 1996

73
Garrido Otoya, Margarita. ―Historia de las emociones y los sentimientos: aprendizajes y
preguntas desde América Latina‖. Historia Crítica, n.° 78(2020):9-23, doi:
https://doi.org/10.7440/histcrit78.2020.02

Gayol Sandra y Kessler (compiladores), Violencias, delitos y Justicias en la Argentina,


Manantial, Buenos Aires, 2002.

Ginzburg Carlo, El Juez y el historiador, Consideraciones al margen del proceso Sofri,


Madrid 1993

Giordano Verónica, Evolución de los derechos civiles de la mujer. Argentina siglo XX.
VI Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires, 2004.

Giordano Verónica, De ―ciudadanas incapaces‖ a sujetos de ―igualdad de derechos‖.


Las transformaciones de los derechos civiles de las mujeres y del matrimonio en
Argentina

Giordano, V. y Valobra, A. M. (2014). Una ley de corta vida en una historia de largo
aliento: de la ausencia con presunción de fallecimiento al divorcio vincular. En
Contigo ni pan ni cebolla, Debates y prácticas sobre el divorcio vincular en
Argentina, 1932-1968, Editorial Biblos, Buenos Aires.

Guy Donna, ―Niñas en la cárcel. La casa correccional de mujeres como instituto de


socorro infantil‖, en Historia de las mujeres en la Argentina, siglo XX, Tomo II,
pp. 25-45, Ed. Taurus, Buenos Aires, 2000.

Hernández Pablo y Brizuela Sofía ―Mujeres en el banquillo: justicia, género y delito en


Tucumán a finales del siglo XIX‖, en Historias de Luchas y representaciones,
Mujeres en la Argentina, siglos XIX y XX, pp. 185-210 Ed. Edunt, Universidad
Nacional de Tucumán, Tucumán, 2007

Ini María Gabriela, Infanticidios, Construcción de la verdad y control de género en el


discurso judicial, Historia de las mujeres en la Argentina, Tomo I, Editorial
Taurus, 2000

Dr. Tomas Jofré. ―Delincuencia y Cárceles en la Provincia de Buenos Aires‖. Revista de


Criminología. N* 3. 1916.

Kaufman Michael (1997). ―Las experiencias contradictorias del poder entre los
hombres‖ en http://www.michaelkaufman.com/wp-content/uploads/2008/12/los-

74
hombres-el-feminismo-y-las-experiences-contradictorias-del-poder-entre-los-
hombres.pdf

Levaggi Abelardo, El derecho penal argentino en la historia, Facultad de derecho,


Universidad de Buenos Aires, Eudeba 2012

Lionetti, Lucía Ciudadanas útiles para la Patria. La educación de las 'hijas del pueblo' en
Argentina (1884-1916). The Americas. Volume 58, Number 2, October 2001 pp.
221-260 10.1353/tam.2001.0105

Molle Alejandro, El origen del Departamento judicial de Mercedes a través de algunos


antecedentes, Revista jurídica del Colegio de Abogados del Departamento
Judicial de Mercedes, 1986

Municipalidad de Mercedes, http://nw.mercedes.gob.ar/ciudad/nuestra-ciudad, 2021

Nari Marcela, Políticas de maternidad y maternalismo político, Buenos Aires 1890-


1940, Editorial Biblos, 2004

Ortelli Raúl y Ungaro Albor, La sangre en las esquinas, Las esquinas en el barrio de los
sapos, Ed. 1970

Palacio Juan Manuel, Historia de la provincia de Buenos Aires, de la federalización de


Buenos Aires al advenimiento del peronismo (1880-1943), Tomo 4, Buenos
Aires, Edhasa, UNIPE: Editorial Universitaria, 2013

Pateman Carole, El contrato sexual, Barcelona: Editorial Anthropos, 1995.

Riva Betina, Sexo y justicia: las construcciones jurídicas y médico-legales de los delitos
sexuales en Buenos Aires (1863-1921), Universidad Nacional de La Plata, 2017

Rodriguez Mendez, Lydia Susana, Historia de la cárcel de Mercedes, desde sus orígenes
hasta 1900, Bs. As. 1989

Roncoroni Atilio, Centenario de la creación de los Tribunales del Departamento Judicial


del Sud, (Dolores-Buenos Aires), Bs As., 1953.

Ronen Man, La microhistoria como referente teórico-metodológico. Un recorrido por


sus vertientes y debates conceptuales, Universidad Nacional de Rosario,
Argentina, 2013.

Sedeillan Gisela, Procedimiento judicial y prisión preventiva: proyectos de reforma en


la provincia de Buenos Aires ante la sobrepoblación carcelaria (1903-1915), en

75
Salvatore Ricardo y Barreneche Osvaldo (editores), El delito y el orden en
perspectiva histórica, Prohistoria Ediciones, Rosario 2013.

Sedeillan Gisela, La justicia penal en la provincia de Buenos Aires, Instituciones,


prácticas y codificación del derecho (1877-1906), Editorial Biblos, 2012.

Segato Rita, Las estructuras elementales de la violencia: contrato y estatus en la


etiología de la violencia, en Las estructuras elementales de la violencia, capitulo
5, Universidad Nacional de Quilmes, 2003

Salvatore Ricardo y Barreneche Osvaldo editores, El delito y el orden en perspectiva


histórica, Prohistoria ediciones, Rosario 2013.

Scott Joan, ―El Género, una categoría útil para el análisis histórico‖, American
Historical Review, N° 91, 1986.

Serna Justo y Pons Anaclet, Microhistoria, las narraciones de Carlo Ginzburg, Comares
Historia, Granada 2019.

Servicio Penitenciario Bonaerense, Historia Institucional, Tomo I, desde sus orígenes


hasta la imposición del penitenciarismo, Ministerio de Justicia, Gobierno de la
Provincia de Buenos Aires, 2006.

Sozzo Máximo (coordinador), Historias de la cuestión criminal en la Argentina, Del


Puerto, Ciudad autónoma de Buenos Aires, 2009.

Timmermann López Freddy, Miedo, emoción e historiografía, Departamento de


Historia Universidad de Santiago de Chile Revista de Historia Social y de las
Mentalidades Volumen 19, Nº 1, 2015: 159-177.

76

También podría gustarte