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En un momento en el que el afán revoltoso —que se exacerbó en el 2018, luego de una seguidilla
intermitente pero interrumpida de procesos coyunturales de oleadas de manifestaciones en
distintos puntos del globo— se encuentra reducido, han aparecido diversas teorías sobre las
causas de este apaciguamiento de fuerzas vitales sociales. Estas teorías siempre se inclinan a una
“infantilización” de los sectores sociales, a una reivindicación del reformismo, y a un estado de
anhelante espera de que este momentito sea sólo una bajada y una espera, para retomar el ímpetu
revolucionario con más fuerzas que antes. A nuestro parecer, uno de los principales errores de
esta postura es creer inicialmente que el 18O fue un hito revolucionario. Otro error remarcable y
que tenemos que evitar es seguir infantilizando a aquellos mismos sectores que enunciamos
querer emancipar, porque ese gesto guarda, en el fondo, la visión de que somos salvadores,
replicando los vicios de los antiguos programas marxistas clásicos, en los que la vanguardia tiene
que liderar a una masa embrutecida e incapaz de ser consciente de sus condiciones de alienación.
Nosotrxs no creemos eso, ni que somos líderes, ni salvadores.
Tampoco podríamos decir que somos “el proletariado”, o “parte de”, porque esas
categorías y dispositivos de subjetividades se encuentran, actualmente, totalmente avasallados
por condiciones materiales totalmente distintas, más tecnologizadas, más complejizadas. Y a
condiciones materiales distintas, subjetividades distintas, y producción de relaciones sociales
distinta. Ya no creemos que existan dos clases, una explotadora y una explotada, y la realidad da
cuenta de ello de manera más lúcida de la que nosotrxs podemos explicar. Sólo podemos apelar a,
mediante una prosa crítica, plasmar esa lucidez de la realidad que parece pasar desapercibida en
tiempos en los que los ánimos están totalmente volcados hacia una espera: la espera de la
subsunción total al reformismo progresista que se ha instalado con la dictadura capitalista “de
izquierda”, o la espera de retomar un proceso que nunca fue revolucionario realmente.
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está alcanzando límites cada vez más destructivos, y ante una indiferencia reformista y cómplice,
nuestra apuesta siempre será la diferencia revolucionaria. Entendiendo que revolucionario es
todo aquello que se niega a perecer a las lógicas que de manera expansiva y espectacular buscan
absorberlo todo, generando un espacio de uniformalización planetaria. Ante el Mundo
capitalista, nuestra técnica es reventar las fronteras inmunitarias mediante la crítica y la acción
colectiva. Nuestro Mundo seguirá siendo su estorbo y su desgracia, porque si en su afán
totalizante, un solo fragmento se resista, su misión estará inacabada.
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Título 1. El reformismo nunca ha hecho revoluciones.
Louis de Saint-Just.
En el actual panorama, posterior al triunfo de la contrainsurgencia que terminó por aplacar todo
ánimo insurreccional, comenzó a escucharse en algunos persistentes, pero minoritarios grupos de
poca relevancia, el llamado a “repetir octubre”. Aquella proclama se demuestra rápidamente en
un ridículo panfletismo escasamente reflexionado. Quiénes lo conjuran lo hacen más por una
tentadora nostalgia por el desenfreno y lo mitificado, que por un deseo sincero de superación del
orden existente. Por el contrario, tal cosa no debería de ser nunca deseable, sobre todo por los
sectores presuntamente más radicales de la izquierda.
El periodo que se dio tras el comienzo de la revuelta trajo consigo una nostalgia
conservadora que incluye en su interior tanto a las filas de la reacción organizada, como del
1
Fascismo y Antifascismo, Jean Barrot (Gilles Dauvé), 1979, p. 2. El colectivo francés Troploin fundado por Karl Nesic
y el mismo Dauvé, diría que: “el fascismo no aplastó el levantamiento proletario; sólo vino a confirmar su derrota.”
Troploin, El timón y los remos, Klinamen Ed, 2012, p. 28.
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movimiento de revuelta, que si bien se encuentra disperso sus intentos por re-articularse
localmente tienen mérito. Para los primeros, la resignificación de los últimos 30 años se convierte
en su bandera de lucha, y la reaparición de discursos autoritarios que parecían superados,
vuelven ahora al interior del aparato democrático. Mientras tanto, en paralelo, la nostalgia
revolucionaria, se remite a viejos hitos de movilización multitudinaria y de éxtasis insurreccional
—que hoy parecen poco probables de repetir. Por lo mismo las imágenes, eslóganes e himnos de
la revuelta parecían devolverse a mucho tiempo atrás, un tiempo previo a la barbarie, un periodo
mitificado e irreal. No se cantaba el derecho de vivir en paz solo porque la canción fuera
contingente, sino porque permitía bajo formas fetichistas de praxis social y estética parecer ser y
creer ser continuación de un proceso interrumpido hace cincuenta años. La revuelta —hoy
ninguneada, negada y revisionada por sus propios sepultureros— fue incapaz de crear formas
propias que significaran una ruptura y superación con las categorías desgastadas de antaño, de
ahí que desde octubre se generalizará una nostalgia —ya presente anteriormente en menor
medida— que trajo de vuelta aparatos culturales del pasado, pero descontextualizados,
desprovistos de cualquier contenido subversivo y en cambio, devenidos en un imagen inversa de
su ser real que permitía su mercantilización en cuanto una estética-chic2, como también la
perpetuación histórica y repetición acrítica de su doble derrota hace medio siglo.
Título 2: Del malestar social a la fractura del sistema; ensayos y errores en veinte años de crisis.
2
Es cosa de mencionar alguna de las figuras del movimiento obrero del siglo pasado como Victor Jara, Allende o
Clotario Blest que hoy reviven bajo la forma-mártir, trastornada y carente de su contexto de origen, usados por la
más extensa variedad de partidos políticos y organizaciones para justificar sus políticas socialdemócratas bajo
pastiche de estéticas pseudo-revolucionarias, entre las que mencionamos al PS; FA; PC; PC(AP); MIR; entre otros.
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La ola de protestas iniciadas en el 2001 dejó una década completa de movilizaciones estudiantiles, que con todas sus
contradicciones terminaría por engendrar tras el 2011 a la nueva clase política (Jackson, Vallejos, Boric, etc.) que hoy
gobierna cómodamente junto a la concertación.
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Es decir, hablamos de la experimentación de dos décadas de crisis periódicas a nivel
global de la que Chile fue parte importante en los enfrentamientos y derrotas del movimiento de
protesta, veinte años que no dieron como resultado ninguna clase de aprendizaje práctico a gran
escala. No se experimentó la germinación y desarrollo del proletariado internacional, sino su
dispersión y reagrupamiento casual; el fracaso en que resultó siempre el re-direccionamiento
institucional de su lucha, sólo terminó por profundizar más aún el proceso de descomposición
global de la democracia liberal4. Mientras, al contrario del optimismo que mantenían ciertas
corrientes de izquierda —que pretenden ser radicales— con respecto a las crisis y revueltas, no se
ha conformado aún un Partido de Vanguardia Revolucionaria, ni consejos obreros, ni mucho
menos ha triunfado la huelga generalizada. Difícilmente siquiera se podría hablar hoy de un
pueblo verdaderamente organizado sin caer en un delirio populista. El entusiasmo en el que se
envolvieron las izquierdas a causa de las multitudinarias protestas y emotivos discursos llevó a
asumir no solo la posibilidad del derrumbe del neoliberalismo, sino que de verla inevitable. La
incapacidad de vislumbrar objetivamente el progreso de la revuelta llevaría a inflar
ingenuamente sus capacidades, cuestión que hasta hoy entorpece la tarea de comprender las
características principales del fenómeno, como insumos en la construcción de “líneas de fuga” al
sistema y hacer que lo que nace de la nada se transformara en todo.
Mientras las minorías revolucionarias vivían en castillos de naipes, las izquierdas que aún
mantenían una fe ciega en las capacidades de la democracia concentraron sus energías en un
proceso constitucional que se desplomó con tal fuerza que cesó casi toda aspiración de cambio.
Buena parte de estos “izquierdismos” frente a la larga crisis estructural del sistema productor de
mercancías sólo vieron una forma de aprovechamiento del capitalismo en beneficio de su “sujeto”
en particular. Este sería el comienzo de un proceso que resultó como la piedra angular de la
reestructuración de la relación social capitalista, pero que ingenuidad creían una oportunidad de
concebir un capitalismo con “rostro humano”, ecológico, feminista… —y así se podría seguir
durante días—, donde se integren formalmente los grupos disidentes del sistema de explotación
(mujeres, indígenas, trabajadores sin contrato, etc).
Sin más, en un retorno imposible a una variante keynesiana del capitalismo, con “un
fuerte papel del Estado y una regulación más severa de la banca y de las finanzas”5, dejando sus
categorías esenciales: valor, mercancía, Estado y trabajo, intactas. Contrario a lo que estos
sectores desearían no existe forma real, de retornar a una forma anterior de administración
capitalista y aunque la vuelta a los “años dorados del capitalismo” fuese posible, no debería de ser
en ningún caso deseable por nada más que por quiénes desean parasitar el sistema hasta el fin de
los tiempos.
De esta manera se podría decir que los “grupos anti”, ya sean “anticapitalistas” o
“antifascistas” lo son, sólo en razón de la variante más salvaje y moderna del capitalismo (el
4
Democracia por llamar de alguna manera a la forma de duopolio que durante cuatro períodos se turnó la
administración del Estado entre la Concertación y la derecha (UDI-RN-Evópoli).
5
Anselm Jappe, Las aventuras de la mercancía, pepitas de calabaza. Ed, 2016.
6
neoliberalismo para uno y los símiles modernos del fascismo para otro). Siendo en general, su
verdadero fin el de un retorno a un estado previo, e idealizado donde el Estado burgués bajo una
administración progresista, atendía las consecuencias de la crisis en la pobreza y las distintas
capas explotadas. Si bien podrá existir una oposición discursiva al capital y sus expresiones más
grotescas, pero en lo sustantivo, en los hechos, incluso en lo programático/ideológico, no existe
una oposición a este en todas sus formas, ni mucho menos en sus formas fundacionales. Por más
contradictorio que pueda parecer, para el anticapitalismo de izquierda es aceptable e incluso
deseable un capitalismo fordista o una derecha no fascista. De lo que parecen no estar al tanto, es
que a estas alturas del capitalismo, es imposible colocar marcha atrás a su desarrollo, y lo que
resta es detenerlo de una vez o esperar a que nos alcance la catástrofe que significará su
derrumbe, mientras tanto: burgueses, obreros y “lumpenproletarios” compiten por apropiarse de
las sobras de la sociedad mercantil, antes de que ésta estalle.
6
Karl Marx, Tesis de Feuerbach, 1845.
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El hito de “la toma del Palacio de Invierno” continúa vivo únicamente en la fantasía
militante, imponer el viejo esquema leninista de la revolución a los movimientos modernos de
revuelta sean en Chile o más actualmente en Francia, no sólo es inútil sino que ya ni siquiera es
deseable por buena parte de las mismas organizaciones que formalmente la defienden. Como lo
han demostrado estas —y en especial las más antiguas— con la facilidad de adaptación en
continuar la revuelta a través de formas institucionales, como la Asamblea Constituyente o la
convención constitucional (como terminó siendo). Sea de una forma u otra, el fin del leninismo
será la mera integración al sistema de las capas que se le oponían y la repartición de las migajas
del sistema de valorización en descomposición.
Mientras tanto los defensores del espontaneísmo repiten el mismo absurdo desde su lado
de la vereda, la forma de partido es descartada por resistencias focalizadas en territorios
históricamente marginados, como en poblaciones o campamentos, la repetición fetichista de la
acción directa y el enfrentamiento dentro de estos sitios limita así mismo las posibilidades de
extender este ánimo fuera estas zonas marginadas por el capital nacional. La revuelta o su ánimo
deviene en movimientos carentes no sólo de autoridad sino también de cualquier forma de
organización, viviendo únicamente de momentos insurreccionales de embriaguez, que son
aplastados con la misma facilidad con la que se apaga una vela. En sus versiones más degradadas
se descarta la misma revolución por una guerra suicida sin cuartel, una suerte de ritual de
sacrificio revolucionario, donde si es que no se encuentra la muerta será la cárcel. La simple
oposición anti-autoritaria o anti-leninista no basta para concebir realmente formas de
organización efectivas con las que hacer estallar al capital y el Estado.
8
desean la insurrección, más por un tema de autosatisfacción y erotización de la destrucción, que
por un intento verdadero por partir en dos la barbarie.
Ante un proceso que se erigía contra todo el sistema institucional democrático liberal
(las encuestas del momento marcaban un desapego por todo lo que estuviera inmerso ahí,
Congreso, Presidente, Partidos, carabineros, etc.) la única respuesta que se dio fue… más
institucionalidad. La convención constituyente surgida en el “acuerdo por la paz” del 15 de
noviembre, donde el oficialismo y la mayoría de partidos de la oposición —a falta sólo en un
principio del PC— se reunieron con el supuesto fin de solucionar los problemas que había
visibilizado la revuelta, pero que, como bien sabemos, no se logró, si es que acaso se intentó.
7
Basta con mencionar que se ha vuelto a proponer en los últimos meses el alza al pasaje del metro.
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Constitucionales anteriores y dejando de lado las diferencias discursivas, se congregan bajo el
estandarte de un delirio democrático que se cree capaz de esta vez de sí influir y “humanizar” el
orden económico8 a través de una “Asamblea Constituyente”, en que participe el pueblo —como
imaginario populista— de maneras directas y sin intervención de los partidos políticos
institucionales, ni de sus “comisiones de expertos”.
A esto se suma un escaso análisis del contexto y la realidad material, donde a nivel
nacional atravesamos momentos en el que la mayoría de la gente está desafectada del proceso
político, mientras quienes no lo están sostienen discursos de odio. La hegemonía política actual
recae en el Partido Republicano (lo cual proyecta un escenario no muy favorable hacía el futuro),
por lo que no solo es ridículo pensar que la Asamblea Constituyente, en un hito
hiper-democrático, permitiría la superación de las formas más salvajes de neoliberalismo en
razón de la creación de una sociedad más igualitaria, sino que también es una torpe jugada
estratégica, seguir en la misma institucionalidad, que sabemos que ganará el Partido
Republicano, es legitimar a este mismo. Se trata de una ingenua perspectiva —presente aún entre
quiénes se hacen llamar comunistas— de sostener las formas esenciales de la sociedad de clases,
pero en una forma más humana, más soportable… como si tal cosa fuese posible. “Los
pro-revolucionarios son llamados utópicos por aquellos que no se atreven a mirar a la realidad a
la cara, y que se aferran a ilusiones en nombre del «realismo»”9.
Anselm Jappe en un artículo del 2008, sostiene con gran ironía, algunos puntos que
creemos buenos mencionar. Peor que un borrego camino al matadero, el votante se trata de un
8
“Con todo, cuando la "gente común" pide más democracia, lo que está realmente haciendo es reconocer en la
práctica la enajenación cotidiana de la que es parte, la falta intolerable de control y decisión sobre sus vidas. Y todo
aquello lo reviste con la imagen mistificada y mitificada de la democracia, la cual en su expresión supuestamente
auténtica garantizaría la posibilidad de expresar sus opiniones y definir el curso de su vida en base al intercambio
libre de las mismas”. Redes por la Autonomía Proletaria (RAP), Sobre las protestas estudiantiles, 2011.
9
Sander, Crisis del Valor, originalmente publicado en Kosmoprolet e International Perspective (IP), 2009.
10
ser irracional que actúa contra sí mismo, un condenado que vota por su verdugo. Pero dentro de
los defensores del electoralismo, hay quiénes son menos irracionales. Jappe agrega, que “el
votante de derechas, sin embargo, no es tan tonto”10, a diferencia del votante que confía en que
con su voto (o la suma de votos) se logre el cambio de un estado de las cosas que se proyecta
como injusto para casi toda capa de la sociedad. El votante de derechas —y especificaríamos
sobre todo que el burgués—, si es capaz de obtener un beneficio. Para él su voto no es
expresamente inútil, sino que es capaz de asegurar más que cualquier otra cosa, una cuota de
poder sobre las riquezas de la sociedad mercantil que están amenazadas a desaparecer.
Las continuas derrotas electorales del progresismos y la rápida difusión de discursos de odio, con
amplia llegada entre las capas medias y bajas de la sociedad, que se han traducido en el avance de
una derecha dura con aspiraciones reales a gobernar, llevan a sostener erróneamente al respecto
que es el resultado de una suerte de “engaño” a las masas explotadas para servir contra sus
propios intereses. Se trataría de miles de pobres “desclasados” que a causa de su ignorancia y
susceptibilidad al espectáculo mediático de des-información, se encuentran conducidos a votar
por x en vez de y. Con tal tesis, los que la sostienen se ubican así mismos en el papel de
“salvadores”, responsables de rasgar los velos ideológicos detrás de los que se esconde la desnuda
verdad. El triunfo sobre las masas de cierta forma de demencia12 conservadora que denominamos
10
Anselm Jappe, Política sin política, 2008.
11
Periódico Gato negro, Botas en la cabeza, votos en las urnas, 13 de agosto del 2023.
Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2023/08/13/botas-en-la-cabeza-votos-en-las-urnas/
12
Durante el texto usamos la expresión demencia en el mismo sentido que la de Bifo Berardi: “[la] separación del
cerebro automatizado del cuerpo viviente, y consiguiente demencia del cuerpo social sin cerebro”. Franco Bifo
Berardi, La segunda venida, 2021.
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como “neorreaccionaria” (al que su manifestación excede los triunfos electorales), no se debe a la
personalidad envolvente de sus dirigentes, ni por sus mecanismos propagandísticos de fake news,
sino a la estructura psicológica de sus filas, la cual no puede describirse como un simple
“ofuscamiento” de su conciencia, sino la defensa consciente de los agentes represivos clásicos del
capitalismo (familia, religión, Estado). Que su propaganda o sus discursos tuvieran mayor o
menor éxito, dependía de si existía una predisposición en las masas para ello.
La paradoja no está en una mentira que se crea verdad, sino en que esto deja de importar.
Independiente de que se sepa falso, se seguirá actuando como que no, la “fantasía ideológica”
dice Zizek: está en que se siga haciendo.14 Algo de cierto dice el autor esloveno: la clase obrera
efectivamente puede desear su propia represión a sabiendas, así como las masas llegaron a desear
alguna vez el fascismo en Italia o en Alemania. Pero esto no solo es en razón de ser determinado
por un contexto coyuntural, como se trataría según quienes hablan de una suerte de un “voto
castigo”; ni tampoco de la evolución de la ideología a partir de una forma básica propia de la
modernidad a una más actual (como sostiene Zizek que cree haber descubierto una nueva
fórmula), sino que más bien, es el resultado lógico de los mecanismos de represión (social y
psicológica) inherentes del capitalismo y sus categorías básicas —comenzando por la familia
como herramienta histórica de represión psicológica— sobre la “producción deseante”, hasta
desfigurarla y producir “las formas más represivas y más mortíferas de la reproducción social"15.
13
Slavoj Zizek, El Sublime Objeto de la Ideología, Siglo veintiuno Ed, 1989, pp.56-57.
14
Ibid, p. 61. “[...] aun cuando no tomemos las cosas en serio, aun cuando mantengamos una distancia irónica, aun así
lo hacemos.”
15
Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Anti-edipo, 1972.
16
Wilhelm Reich, Psicología de masas del Fascismo, Ayuso Ed, 1933. “El psicoanálisis entiende por «identificación»
el hecho de que una persona sienta formar una unidad con otra, que tome de ésta cualidades y actitudes que
anteriormente no tenía, y que pueda ponerse con la imaginación en el lugar del otro; este proceso tiene por
fundamento una transformación efectiva de la persona que se identifica, «recogiendo para sí misma» las cualidades
del modelo.”
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ejercido contra ellos. “Todo lo que pueden pensar, imaginar, querer o hacer se muestra ya bajo la
forma de la mercancía, del dinero, del poder estatal, del derecho”17 y de la nación.
17
Anselm Jappe, Las aventuras de la mercancía, Pepitas de calabaza Ed. 2016. p.144. NT de Jappe: “Con todo, hay que
señalar que la lógica del valor —como ya hemos dicho— no ocupa todo el espacio de la vida; no podría hacerlo
jamás. Incluso en los individuos más socializados por la mercancía queda siempre una parte no formada por ella, por
más que la mercancía trate de corroer esos espacios con la «colonización» de la vida cotidiana y de las estructuras
psíquicas. En cualquier caso, los pensamientos y los deseos no formados por la mercancía no constituyen un sector
no alienado que simplemente pudieran movilizarse contra su lógica; en efecto, a menudo se encuentran en una
posición subordinada y dependiente en relación a la lógica dominante.”
13
irrupción. Es necesario el estudio metódico del enemigo político y de clase, caracterizándolo en
la especificidad del objeto, si recaemos en el clásico discurso antifascista del siglo pasado no
daremos cabida a esto, pues no hablamos del mismo monstruo. Ya decía Gramsci en su mítica
frase “el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en el claroscuro aparecen los
monstruos”, pero tal vez le faltó agregar que mientras sigamos en aquel claroscuro, mientras el
capitalismo aún se mantenga con vida y un mundo post capitalista no sea construido, no solo
aparecerán los viejos monstruos de antaño, ya cansados y ridiculizados, si no que aparecerán
nuevos monstruos, vigorosos, excitados a mantener el claroscuro.
Las filas de lo que fue alguna vez un movimiento de revuelta está hoy paralizado, se
siente espectador pasivo de un escenario de violencia y formas reaparecidas de belicismo, moral
sexual represiva, discursos chovinistas, delirios golpistas y de terrorismo de Estado. Aquí es
donde, en paralelo, algunas minorías “radicalizadas” caen en la misantropía de acciones
individuales de violencia directa contra la población, que contribuyen al revisionismo del 18 de
octubre como “estallido delictual” o bien la separación malintencionada de las “causas justas” de
octubre de los hechos de violencia como cuestiones completamente separadas, condenando
transversalmente el último.
Más que repetir octubre —como se defiende por cierta “ultraizquierda”19—, la solución
parece más cercana a escapar de él y del periodo que dio inicio. Cualquier respuesta que se
18
Rio Mataquito, AIDF, 2016.
19
De manera absurda, grupos como el Movimiento Juvenil Lautaro —y algunos otros pocos que también poseen una
fijación obsesiva por la ambigüedad de “lo popular”— han llegado a decir con su característico vocabulario y
valiéndose del más que ridículo concepto de “octubrismo” que este estaría creciendo a contrapelo de los
desesperados intentos del gobierno de Boric por hacerlo desaparecer. El relato fantástico del Gigante (Popular)
dormido es el ejemplo más grande de la nostalgia por los momentos insurreccionales de la revuelta que corta de raíz
cualquier ánimo serio de continuar avanzando tras 4 años del acontecimiento. Esperar el despertar del “pueblo” es
un símil del determinismo leninista por la revolución, una que sigue sin llegar y que este tipo de organizaciones
suelen volver a invocar al menos una vez al mes (¿Julio mes de la revolución?). Cualquier lectura que parta de tal
base está condenada a no ser más sólida que castillos hechos de naipes.
14
ubique dentro del marco fetichista de la nostalgia insurreccional y del delirio democrático no
podrá ser más que una broma de mal gusto. Ya sea que se trate de un nuevo octubre o una
Asamblea Constituyente, ninguno es más que un eslogan rimbombante detrás del que se esconde
no solo una izquierda infértil y carente de programa político —cosa que parece más que obvia,
sino algo más profundo: la comprensión de que el problema nunca fue que la democracia fuese
“burguesa” o “fallida”, ni mucho menos porque hiciese falta más democracia, más bien era la
democracia en sí el problema, como la forma más adecuada a la sociedad capitalista, la estructura
básica que le sostiene. La preferencia de la democracia liberal sobre el “fascismo”, bajo la lógica
del mal menor sólo es el apoyo a un capitalismo más moderno y prolijo, frente a uno anticuado
con formas militaristas y represivas retornadas a la fuerza pero distintas. La lucha contra el
“fascismo” no puede tener éxito más que en una lucha contra el capitalismo, el Estado y la
democracia; en caso contrario se acabará reforzando lo que se quería combatir.
א
¿Y qué queda para quiénes desean la revolución? Solo la más sincera y crítica reflexión
práctica e intelectual que permita dar cabida a una forma de re-organización y lucha capaz de
dar pie a un movimiento que responda y conecte a las posibilidades reales de cambio actuales, en
pos de construir un camino hacia el derrumbe de este mundo invertido y el recogimiento de uno
nuevo. Abandonar a la derrota apenas la comprendamos, abandonar la insignia del error apenas
la hayamos asimilado, abandonar el pasado nostálgico y construir futuros con la memoria en
nuestras manos.
"¡El orden reina en Berlín!", ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La
revolución, mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y proclamará, para terror
vuestro, entre sonido de trompetas:
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