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Entre la nostalgia revolucionaria y la nostalgia reaccionaria:

Comentarios sobre el actual proceso de modernización del Capital.


*

Jesús Díaz Molina

Bastián Venegas Ortiz.


Prólogo por Colapso y Desvío

En un momento en el que el afán revoltoso —que se exacerbó en el 2018, luego de una seguidilla
intermitente pero interrumpida de procesos coyunturales de oleadas de manifestaciones en
distintos puntos del globo— se encuentra reducido, han aparecido diversas teorías sobre las
causas de este apaciguamiento de fuerzas vitales sociales. Estas teorías siempre se inclinan a una
“infantilización” de los sectores sociales, a una reivindicación del reformismo, y a un estado de
anhelante espera de que este momentito sea sólo una bajada y una espera, para retomar el ímpetu
revolucionario con más fuerzas que antes. A nuestro parecer, uno de los principales errores de
esta postura es creer inicialmente que el 18O fue un hito revolucionario. Otro error remarcable y
que tenemos que evitar es seguir infantilizando a aquellos mismos sectores que enunciamos
querer emancipar, porque ese gesto guarda, en el fondo, la visión de que somos salvadores,
replicando los vicios de los antiguos programas marxistas clásicos, en los que la vanguardia tiene
que liderar a una masa embrutecida e incapaz de ser consciente de sus condiciones de alienación.
Nosotrxs no creemos eso, ni que somos líderes, ni salvadores.

Tampoco podríamos decir que somos “el proletariado”, o “parte de”, porque esas
categorías y dispositivos de subjetividades se encuentran, actualmente, totalmente avasallados
por condiciones materiales totalmente distintas, más tecnologizadas, más complejizadas. Y a
condiciones materiales distintas, subjetividades distintas, y producción de relaciones sociales
distinta. Ya no creemos que existan dos clases, una explotadora y una explotada, y la realidad da
cuenta de ello de manera más lúcida de la que nosotrxs podemos explicar. Sólo podemos apelar a,
mediante una prosa crítica, plasmar esa lucidez de la realidad que parece pasar desapercibida en
tiempos en los que los ánimos están totalmente volcados hacia una espera: la espera de la
subsunción total al reformismo progresista que se ha instalado con la dictadura capitalista “de
izquierda”, o la espera de retomar un proceso que nunca fue revolucionario realmente.

Ante un escenario de espera que se expande e inmoviliza de manera masiva, sólo


podemos recuperar pistas de este fracaso, y reciclarlas para nuestra propia espera. A la espera de
que si en alguna instancia de lo que queda de nuestras vidas tenemos nuevamente la oportunidad
de abolir todo, ahora sí contamos con las herramientas. Y esas herramientas serán resultado nada
más y nada menos que de analizar rigurosamente la historia. Nuestra historia, aquella que
intentan arrebatarnos y convertirla en institucionalidad, pero que nunca podrán hacerlo del
todo. La historia no es nuestra, nosotrxs somos parte de una historia que, antropocéntricamente,
lleva siglos en un curso inagotable, en el que abundan más los espacios de desencuentro que los
de encuentro y comunidad, pese a nuestras buenas intenciones. Y bien, quizás sea momento de
detenernos una vez más, o, más bien, de continuar en este detenimiento, y enfocarnos en
distintos puntos e hitos que sostienen este standby. Sea o no sea renovación de fuerzas, si
tenemos claro que la crisis planetaria que comenzó su curso hace ya varias décadas, producto de
un modo de producción que es simplemente incompatible con toda forma de vida simpoiética,

2
está alcanzando límites cada vez más destructivos, y ante una indiferencia reformista y cómplice,
nuestra apuesta siempre será la diferencia revolucionaria. Entendiendo que revolucionario es
todo aquello que se niega a perecer a las lógicas que de manera expansiva y espectacular buscan
absorberlo todo, generando un espacio de uniformalización planetaria. Ante el Mundo
capitalista, nuestra técnica es reventar las fronteras inmunitarias mediante la crítica y la acción
colectiva. Nuestro Mundo seguirá siendo su estorbo y su desgracia, porque si en su afán
totalizante, un solo fragmento se resista, su misión estará inacabada.

No queremos repetir Octubre


Queremos revolucionar nuestras vidas

3
Título 1. El reformismo nunca ha hecho revoluciones.

“Quienes hacen revoluciones a medias cavan su propia tumba”

Louis de Saint-Just.

«Todo el mundo habla de democracia. ¡Nosotros, no!».

O. Scalzone y P. Persichetti, en La Révolution et l’Etat.

En el actual panorama, posterior al triunfo de la contrainsurgencia que terminó por aplacar todo
ánimo insurreccional, comenzó a escucharse en algunos persistentes, pero minoritarios grupos de
poca relevancia, el llamado a “repetir octubre”. Aquella proclama se demuestra rápidamente en
un ridículo panfletismo escasamente reflexionado. Quiénes lo conjuran lo hacen más por una
tentadora nostalgia por el desenfreno y lo mitificado, que por un deseo sincero de superación del
orden existente. Por el contrario, tal cosa no debería de ser nunca deseable, sobre todo por los
sectores presuntamente más radicales de la izquierda.

Repetir el 18 de octubre no significa más que repetir el triunfo de la contrarrevolución,


asistir nuevamente a la restauración de las fuerzas del capitalismo. Repetir octubre es repetir la
derrota, el simulacro de revolución infértil. La dimensión una vez emancipadora de la revuelta
hoy se encuentra sepultada varios metros por debajo, si es que llegó a existir aquella dimensión, y
lo que resta es una nostalgia conservadora a la que se huye, vistos los fracasos de un gobierno que
re-escribe su programa sobre la marcha, y un proceso Constitucional del que ya nadie está
pendiente. Si el temprano aborto de los potenciales de la revuelta sepultó momentáneamente el
ánimo de superación del estado de las cosas, el nuevo proceso constituyente y el gobierno
acabarán por decepcionar todas las expectativas de transformación social profunda dentro del
marco institucional, situación que tampoco vemos con optimismo. Históricamente este doble
fracaso siempre ha antecedido a la barbarie, uno del que un futuro triunfo electoral de la nueva
derecha es tan solo secundario, un epifenómeno del avance progresivo de formas represivas
superiores. Como sostiene Jean Barrot (Dauve): “el fascismo fue el producto de un doble fracaso:
la derrota de los revolucionarios, que fueron aplastados por los socialdemócratas y sus aliados
liberales, seguida del fracaso de los liberales y socialdemócratas para gestionar el capital
eficazmente”1.

El periodo que se dio tras el comienzo de la revuelta trajo consigo una nostalgia
conservadora que incluye en su interior tanto a las filas de la reacción organizada, como del

1
Fascismo y Antifascismo, Jean Barrot (Gilles Dauvé), 1979, p. 2. El colectivo francés Troploin fundado por Karl Nesic
y el mismo Dauvé, diría que: “el fascismo no aplastó el levantamiento proletario; sólo vino a confirmar su derrota.”
Troploin, El timón y los remos, Klinamen Ed, 2012, p. 28.

4
movimiento de revuelta, que si bien se encuentra disperso sus intentos por re-articularse
localmente tienen mérito. Para los primeros, la resignificación de los últimos 30 años se convierte
en su bandera de lucha, y la reaparición de discursos autoritarios que parecían superados,
vuelven ahora al interior del aparato democrático. Mientras tanto, en paralelo, la nostalgia
revolucionaria, se remite a viejos hitos de movilización multitudinaria y de éxtasis insurreccional
—que hoy parecen poco probables de repetir. Por lo mismo las imágenes, eslóganes e himnos de
la revuelta parecían devolverse a mucho tiempo atrás, un tiempo previo a la barbarie, un periodo
mitificado e irreal. No se cantaba el derecho de vivir en paz solo porque la canción fuera
contingente, sino porque permitía bajo formas fetichistas de praxis social y estética parecer ser y
creer ser continuación de un proceso interrumpido hace cincuenta años. La revuelta —hoy
ninguneada, negada y revisionada por sus propios sepultureros— fue incapaz de crear formas
propias que significaran una ruptura y superación con las categorías desgastadas de antaño, de
ahí que desde octubre se generalizará una nostalgia —ya presente anteriormente en menor
medida— que trajo de vuelta aparatos culturales del pasado, pero descontextualizados,
desprovistos de cualquier contenido subversivo y en cambio, devenidos en un imagen inversa de
su ser real que permitía su mercantilización en cuanto una estética-chic2, como también la
perpetuación histórica y repetición acrítica de su doble derrota hace medio siglo.

Título 2: Del malestar social a la fractura del sistema; ensayos y errores en veinte años de crisis.

La revuelta de octubre se enmarca socio-históricamente en un contexto en el que el malestar


social y la descomposición de las instituciones democrático-liberales a nivel global se volvían
imposibles de negar, sumando a Chile a un proceso histórico de fractura de la forma social
capitalista, a la que le siguió su modernización y restauración. Este período, que comenzó entre
finales de 2018 y mediados de 2019, se dio paralelamente en países como Ecuador, Perú, Francia y
Estados Unidos. Puede comprenderse como una profundización y continuación de las primeras
olas de protestas por las manifestaciones periódicas del declive del capitalismo global. Hablamos
de una relación no coincidente de las presentes crisis del Capital con las de comienzos de
milenio: El Estallido del 2001 en Argentina, el “Mochilazo” en Chile durante el mismo año y la
crisis financiera subprime del 2008, reconocida globalmente como de “Los Indignados”, donde el
movimiento estudiantil chileno del 2006 y 20113 se enmarca en conjunto con la Revuelta en
Grecia del 2008, la Primavera Arabe del 2010 y el movimiento Occupy de EEUU en 2011 como
manifestaciones locales de la crisis global de las relaciones de producción del capital.

2
Es cosa de mencionar alguna de las figuras del movimiento obrero del siglo pasado como Victor Jara, Allende o
Clotario Blest que hoy reviven bajo la forma-mártir, trastornada y carente de su contexto de origen, usados por la
más extensa variedad de partidos políticos y organizaciones para justificar sus políticas socialdemócratas bajo
pastiche de estéticas pseudo-revolucionarias, entre las que mencionamos al PS; FA; PC; PC(AP); MIR; entre otros.
3
La ola de protestas iniciadas en el 2001 dejó una década completa de movilizaciones estudiantiles, que con todas sus
contradicciones terminaría por engendrar tras el 2011 a la nueva clase política (Jackson, Vallejos, Boric, etc.) que hoy
gobierna cómodamente junto a la concertación.

5
Es decir, hablamos de la experimentación de dos décadas de crisis periódicas a nivel
global de la que Chile fue parte importante en los enfrentamientos y derrotas del movimiento de
protesta, veinte años que no dieron como resultado ninguna clase de aprendizaje práctico a gran
escala. No se experimentó la germinación y desarrollo del proletariado internacional, sino su
dispersión y reagrupamiento casual; el fracaso en que resultó siempre el re-direccionamiento
institucional de su lucha, sólo terminó por profundizar más aún el proceso de descomposición
global de la democracia liberal4. Mientras, al contrario del optimismo que mantenían ciertas
corrientes de izquierda —que pretenden ser radicales— con respecto a las crisis y revueltas, no se
ha conformado aún un Partido de Vanguardia Revolucionaria, ni consejos obreros, ni mucho
menos ha triunfado la huelga generalizada. Difícilmente siquiera se podría hablar hoy de un
pueblo verdaderamente organizado sin caer en un delirio populista. El entusiasmo en el que se
envolvieron las izquierdas a causa de las multitudinarias protestas y emotivos discursos llevó a
asumir no solo la posibilidad del derrumbe del neoliberalismo, sino que de verla inevitable. La
incapacidad de vislumbrar objetivamente el progreso de la revuelta llevaría a inflar
ingenuamente sus capacidades, cuestión que hasta hoy entorpece la tarea de comprender las
características principales del fenómeno, como insumos en la construcción de “líneas de fuga” al
sistema y hacer que lo que nace de la nada se transformara en todo.

Mientras las minorías revolucionarias vivían en castillos de naipes, las izquierdas que aún
mantenían una fe ciega en las capacidades de la democracia concentraron sus energías en un
proceso constitucional que se desplomó con tal fuerza que cesó casi toda aspiración de cambio.
Buena parte de estos “izquierdismos” frente a la larga crisis estructural del sistema productor de
mercancías sólo vieron una forma de aprovechamiento del capitalismo en beneficio de su “sujeto”
en particular. Este sería el comienzo de un proceso que resultó como la piedra angular de la
reestructuración de la relación social capitalista, pero que ingenuidad creían una oportunidad de
concebir un capitalismo con “rostro humano”, ecológico, feminista… —y así se podría seguir
durante días—, donde se integren formalmente los grupos disidentes del sistema de explotación
(mujeres, indígenas, trabajadores sin contrato, etc).

Sin más, en un retorno imposible a una variante keynesiana del capitalismo, con “un
fuerte papel del Estado y una regulación más severa de la banca y de las finanzas”5, dejando sus
categorías esenciales: valor, mercancía, Estado y trabajo, intactas. Contrario a lo que estos
sectores desearían no existe forma real, de retornar a una forma anterior de administración
capitalista y aunque la vuelta a los “años dorados del capitalismo” fuese posible, no debería de ser
en ningún caso deseable por nada más que por quiénes desean parasitar el sistema hasta el fin de
los tiempos.

De esta manera se podría decir que los “grupos anti”, ya sean “anticapitalistas” o
“antifascistas” lo son, sólo en razón de la variante más salvaje y moderna del capitalismo (el

4
Democracia por llamar de alguna manera a la forma de duopolio que durante cuatro períodos se turnó la
administración del Estado entre la Concertación y la derecha (UDI-RN-Evópoli).
5
Anselm Jappe, Las aventuras de la mercancía, pepitas de calabaza. Ed, 2016.

6
neoliberalismo para uno y los símiles modernos del fascismo para otro). Siendo en general, su
verdadero fin el de un retorno a un estado previo, e idealizado donde el Estado burgués bajo una
administración progresista, atendía las consecuencias de la crisis en la pobreza y las distintas
capas explotadas. Si bien podrá existir una oposición discursiva al capital y sus expresiones más
grotescas, pero en lo sustantivo, en los hechos, incluso en lo programático/ideológico, no existe
una oposición a este en todas sus formas, ni mucho menos en sus formas fundacionales. Por más
contradictorio que pueda parecer, para el anticapitalismo de izquierda es aceptable e incluso
deseable un capitalismo fordista o una derecha no fascista. De lo que parecen no estar al tanto, es
que a estas alturas del capitalismo, es imposible colocar marcha atrás a su desarrollo, y lo que
resta es detenerlo de una vez o esperar a que nos alcance la catástrofe que significará su
derrumbe, mientras tanto: burgueses, obreros y “lumpenproletarios” compiten por apropiarse de
las sobras de la sociedad mercantil, antes de que ésta estalle.

Título 3: El catecismo revolucionario o la ideología de la contrarrevolución.

Tras cuatro años de la revuelta, el trabajo de analizarla se ha visto rápidamente convertido en


terreno estéril. A causa de las elucubraciones intelectuales y/o militantes para justificar su
concepción de la revolución y como se debe de hacer esta. La defensa religiosa de su credo
revolucionario, sea este leninista o anarquista, demuestra consigo su incapacidad para no solo
comprender el mundo sino que cambiarlo, como dice la máxima de Marx: “Los filósofos se han
encargado de interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”6.

De esta forma se tiende a ningunear o inflar a la revuelta dependiendo únicamente de sus


intereses particulares por argumentar a favor de cierta forma en concreto, este ha sido sobre
todo el trabajo del que se han encargado historiadores, cientistas políticos y periodistas, pero el
papel de ciertas organizaciones militantes no ha sido tampoco menor, este es el caso sobre todo
de aquellas que adhieren al leninismo, en cualquiera de sus formas: estalinista, trotskista o
guevarista. La mayoría de las tesis que surgieron al interior de sus partidos (sean estos legalizados
o no), adjudican el fracaso de la revuelta (o estallido si es que se le negase también la categoría de
revuelta), a la falta de organización y disciplina propia del espontaneísmo y la ausencia de una
vanguardia que dirija a las masas y le eduque.

La “ideología leninista” en tanto ideología, no concibe la posibilidad de una renovación


—y negación— de las formas revolucionarias actuales con respecto a las del pasado, su teoría de
la revolución deviene en tan solo una receta para el “golpe de Estado”, a la que se le escapan los
momentos de genialidad del movimiento de revuelta que les convierte fugazmente en una
verdadera amenaza para el orden de la sociedad mercantil. Esta incapacidad del leninismo, les
condena en lo inmediato a que sus esfuerzos contra el sistema, aunque fuesen sinceros solo sirvan
para perpetuarlo.

6
Karl Marx, Tesis de Feuerbach, 1845.

7
El hito de “la toma del Palacio de Invierno” continúa vivo únicamente en la fantasía
militante, imponer el viejo esquema leninista de la revolución a los movimientos modernos de
revuelta sean en Chile o más actualmente en Francia, no sólo es inútil sino que ya ni siquiera es
deseable por buena parte de las mismas organizaciones que formalmente la defienden. Como lo
han demostrado estas —y en especial las más antiguas— con la facilidad de adaptación en
continuar la revuelta a través de formas institucionales, como la Asamblea Constituyente o la
convención constitucional (como terminó siendo). Sea de una forma u otra, el fin del leninismo
será la mera integración al sistema de las capas que se le oponían y la repartición de las migajas
del sistema de valorización en descomposición.

El absurdo del esquema leninista de la revolución, se demuestra cuando aun en el


momento de un apoyo más transversal a la revuelta en el 25 de octubre de 2019, con una marcha
que congregó a más de 1 millón de personas (según las estimaciones oficiales), la ideación de la
toma de poder o bien del palacio de La Moneda (cosa más que posible), no significaría ni en la
apuesta más aventurada el derrumbe del gobierno ni mucho menos del capitalismo. Siquiera
sostener esta idea habla de una ingenuidad enorme respecto a cómo ha operado y opera el poder
en tiempos de extremada digitalización. El poder, el sistema neoliberal en Chile, podrá
materializarse en la imagen del ex-presidente Sebastián Piñera y su gobierno o bien hoy en la de
Gabriel Boric, pero no se encuentra a cabalidad ahí. El capitalismo se revela más que la dictadura
de una clase social sobre otra, a una compleja relación social, donde la posibilidad de la toma del
palacio no habría sido más que un golpe al gobierno como individualidades que operan dentro
del entramado de redes que es el poder político-económico en Chile. El neoliberalismo no está
arraigado a una persona o grupo de personas, por más que se quiera hacer ver que sí, ni siquiera a
un lugar en concreto. Habría de tomarse cien palacios de invierno y ejecutar mil familias
Romanov para siquiera tocar parte de quienes ostentan el poder en este país.

Mientras tanto los defensores del espontaneísmo repiten el mismo absurdo desde su lado
de la vereda, la forma de partido es descartada por resistencias focalizadas en territorios
históricamente marginados, como en poblaciones o campamentos, la repetición fetichista de la
acción directa y el enfrentamiento dentro de estos sitios limita así mismo las posibilidades de
extender este ánimo fuera estas zonas marginadas por el capital nacional. La revuelta o su ánimo
deviene en movimientos carentes no sólo de autoridad sino también de cualquier forma de
organización, viviendo únicamente de momentos insurreccionales de embriaguez, que son
aplastados con la misma facilidad con la que se apaga una vela. En sus versiones más degradadas
se descarta la misma revolución por una guerra suicida sin cuartel, una suerte de ritual de
sacrificio revolucionario, donde si es que no se encuentra la muerta será la cárcel. La simple
oposición anti-autoritaria o anti-leninista no basta para concebir realmente formas de
organización efectivas con las que hacer estallar al capital y el Estado.

Esta dinámica suicida de automartirización es expresamente masculina y conservadora,


es una deriva reaccionaria que tiene bastante que ver con su incapacidad de ver e imaginar más
allá del capitalismo. Una tendencia nihilista en el peor de los sentidos, que embriaga a quiénes

8
desean la insurrección, más por un tema de autosatisfacción y erotización de la destrucción, que
por un intento verdadero por partir en dos la barbarie.

Título 4: Contra el Asambleísmo.

Ante un proceso que se erigía contra todo el sistema institucional democrático liberal
(las encuestas del momento marcaban un desapego por todo lo que estuviera inmerso ahí,
Congreso, Presidente, Partidos, carabineros, etc.) la única respuesta que se dio fue… más
institucionalidad. La convención constituyente surgida en el “acuerdo por la paz” del 15 de
noviembre, donde el oficialismo y la mayoría de partidos de la oposición —a falta sólo en un
principio del PC— se reunieron con el supuesto fin de solucionar los problemas que había
visibilizado la revuelta, pero que, como bien sabemos, no se logró, si es que acaso se intentó.

Más bien, su éxito fue en no hacer “deseable” el cambio, concretamente en haber


fracasado formalmente; a 4 años de la revuelta las situaciones que visibilizó no son las mismas,
sino que peores7. Existe una incapacidad de parte de los sectores democráticos en comprender el
problema a cabalidad, incapacidad que perfectamente puede ser conocida pero a la vez negada,
pues aceptar que dentro de los márgenes del liberalismo y el capitalismo no se puede dar
solución es aceptar que urge la superación ambos en pos de un mundo más allá del Estado y el
mercado. Sumado a que reabre la vieja herida de la izquierda de preguntarse si hay que seguir en
la vía democrática o apuntalar a formas revolucionarias, debate cuyo momento culmine se dio en
durante la Unidad Popular y su fragmentación interna entre el PC-PR-Allende y el polo
izquierdista del reformismo MIR-PS Altamirano-MAPU-OS.

Lo cierto es que quienes constituyeron la revuelta de octubre, tanto en su dimensión


positiva como en la más reaccionaria y legitimadora del orden existente, se encuentran
igualmente paralizados, si no es en la nostalgia por momentos de exceso y rebeldía, es en el
absurdo democractico-constitucional. El virulento germen del asambleísmo que se incrustó
progresivamente en buena parte del sector movilizado desde hace más de una década (ya
presente con los pingüinos), creó una aspiración irreal hacia las posibilidades de transformación
del orden social capitalista que permitiría un presunto cambio en la Constitución, la cual tal y
como parece no ocurrirá, tras ya fracasado un primer proceso y simbólicamente deslegitimado
un segundo.

En respuesta, la mayoría de las organizaciones tradicionales de la “izquierda


revolucionaria” de añeja herencia leninista (donde incluimos a: miristas, rodriguistas, trotskistas
y estalinistas), coinciden —de cierta manera irónica— con movimientos sociales de un difuso
discurso “antipartidista” y antifascista pero de una ideología y praxis social profundamente
socialdemócratas. Sin lograr conformar parte de la gestión del Estado, ni de los procesos

7
Basta con mencionar que se ha vuelto a proponer en los últimos meses el alza al pasaje del metro.

9
Constitucionales anteriores y dejando de lado las diferencias discursivas, se congregan bajo el
estandarte de un delirio democrático que se cree capaz de esta vez de sí influir y “humanizar” el
orden económico8 a través de una “Asamblea Constituyente”, en que participe el pueblo —como
imaginario populista— de maneras directas y sin intervención de los partidos políticos
institucionales, ni de sus “comisiones de expertos”.

A esto se suma un escaso análisis del contexto y la realidad material, donde a nivel
nacional atravesamos momentos en el que la mayoría de la gente está desafectada del proceso
político, mientras quienes no lo están sostienen discursos de odio. La hegemonía política actual
recae en el Partido Republicano (lo cual proyecta un escenario no muy favorable hacía el futuro),
por lo que no solo es ridículo pensar que la Asamblea Constituyente, en un hito
hiper-democrático, permitiría la superación de las formas más salvajes de neoliberalismo en
razón de la creación de una sociedad más igualitaria, sino que también es una torpe jugada
estratégica, seguir en la misma institucionalidad, que sabemos que ganará el Partido
Republicano, es legitimar a este mismo. Se trata de una ingenua perspectiva —presente aún entre
quiénes se hacen llamar comunistas— de sostener las formas esenciales de la sociedad de clases,
pero en una forma más humana, más soportable… como si tal cosa fuese posible. “Los
pro-revolucionarios son llamados utópicos por aquellos que no se atreven a mirar a la realidad a
la cara, y que se aferran a ilusiones en nombre del «realismo»”9.

Título 5. La psicología del votante moderno.

La posibilidad real en Argentina de que triunfe Milei y la proximidad de las elecciones en


nuestro país, reavivan el discurso respecto del voto. Donde los gestores del sistema espectacular
con sus cantos de sirenas, vuelven a prometernos los mismos programas, una vez más. Dentro de
las organizaciones comienza la misma deriva de cada 4 años, la fracción en favor de votar por el
mal menor y la crítica al voto que es tratada cuanto menos de infantilista. ¿Pero qué tan bien
resultó esto en Chile la última vez?

Es cosa de observar el despliegue durante el actual gobierno de la represión sistemática


en las formas más sofisticadas. La continuación con este, de todos los gobiernos desde la
dictadura cívico-militar en la implementación sin la mínima resistencia, de leyes que atentan
directamente en contra nuestro. Véanse hoy la ley anti-tomas, la ley Naín retamal y la
militarización del Wallmapu que no ha parado un solo día.

Anselm Jappe en un artículo del 2008, sostiene con gran ironía, algunos puntos que
creemos buenos mencionar. Peor que un borrego camino al matadero, el votante se trata de un

8
“Con todo, cuando la "gente común" pide más democracia, lo que está realmente haciendo es reconocer en la
práctica la enajenación cotidiana de la que es parte, la falta intolerable de control y decisión sobre sus vidas. Y todo
aquello lo reviste con la imagen mistificada y mitificada de la democracia, la cual en su expresión supuestamente
auténtica garantizaría la posibilidad de expresar sus opiniones y definir el curso de su vida en base al intercambio
libre de las mismas”. Redes por la Autonomía Proletaria (RAP), Sobre las protestas estudiantiles, 2011.
9
Sander, Crisis del Valor, originalmente publicado en Kosmoprolet e International Perspective (IP), 2009.

10
ser irracional que actúa contra sí mismo, un condenado que vota por su verdugo. Pero dentro de
los defensores del electoralismo, hay quiénes son menos irracionales. Jappe agrega, que “el
votante de derechas, sin embargo, no es tan tonto”10, a diferencia del votante que confía en que
con su voto (o la suma de votos) se logre el cambio de un estado de las cosas que se proyecta
como injusto para casi toda capa de la sociedad. El votante de derechas —y especificaríamos
sobre todo que el burgués—, si es capaz de obtener un beneficio. Para él su voto no es
expresamente inútil, sino que es capaz de asegurar más que cualquier otra cosa, una cuota de
poder sobre las riquezas de la sociedad mercantil que están amenazadas a desaparecer.

El que el votante de izquierda continúe ininterrumpidamente votando sin obtener nada


es patológico, sobre todo en el caso de quiénes su voto no les asegura una ventaja en la disputa
por la administración del sistema. El punto central que rescatamos de Jappe, más allá de la
clásica crítica a la democracia representativa que puede ser compartida por sectores de un
izquierdismo o ultraizquierdismo igual de delirante, es comprender la psicología del votante de
derechas, del votante de Milei, Bolsonaro o Kast. No como alguien controlado, embaucado o un
imbécil útil, sino que como un fenómeno mucho más oscuro, que tiene más que ver con las
lógicas del capital que en una falta de educación cívica.

Mientras se hace urgente la ruptura radical con cualquier forma de ritualistica


institucional, el ciudadano ilustre continuará aportando con su esforzado voto. Solo nos queda
decir —tomando las palabras de compañerxs argentinos—: “La democracia un día te mata y al
otro te pide que la votes. Un día te da un derecho, al otro te lo quita. ¿Qué se le va a hacer? Nadie
es perfecto”11

Título 6. La lógica demente del capital: El ascenso de la Neorreacción.

Las continuas derrotas electorales del progresismos y la rápida difusión de discursos de odio, con
amplia llegada entre las capas medias y bajas de la sociedad, que se han traducido en el avance de
una derecha dura con aspiraciones reales a gobernar, llevan a sostener erróneamente al respecto
que es el resultado de una suerte de “engaño” a las masas explotadas para servir contra sus
propios intereses. Se trataría de miles de pobres “desclasados” que a causa de su ignorancia y
susceptibilidad al espectáculo mediático de des-información, se encuentran conducidos a votar
por x en vez de y. Con tal tesis, los que la sostienen se ubican así mismos en el papel de
“salvadores”, responsables de rasgar los velos ideológicos detrás de los que se esconde la desnuda
verdad. El triunfo sobre las masas de cierta forma de demencia12 conservadora que denominamos

10
Anselm Jappe, Política sin política, 2008.
11
Periódico Gato negro, Botas en la cabeza, votos en las urnas, 13 de agosto del 2023.
Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2023/08/13/botas-en-la-cabeza-votos-en-las-urnas/
12
Durante el texto usamos la expresión demencia en el mismo sentido que la de Bifo Berardi: “[la] separación del
cerebro automatizado del cuerpo viviente, y consiguiente demencia del cuerpo social sin cerebro”. Franco Bifo
Berardi, La segunda venida, 2021.

11
como “neorreaccionaria” (al que su manifestación excede los triunfos electorales), no se debe a la
personalidad envolvente de sus dirigentes, ni por sus mecanismos propagandísticos de fake news,
sino a la estructura psicológica de sus filas, la cual no puede describirse como un simple
“ofuscamiento” de su conciencia, sino la defensa consciente de los agentes represivos clásicos del
capitalismo (familia, religión, Estado). Que su propaganda o sus discursos tuvieran mayor o
menor éxito, dependía de si existía una predisposición en las masas para ello.

Para referirnos a la estructura psicológica de las masas receptivas a un discurso


reaccionario, no se aplica la clásica fórmula bíblica que parafrasea Marx en El Capital, con la que
se suele explicar la ideología: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”, sino que por el
contrario, estas lo saben perfectamente. No basta con revelarles la verdad, el engaño no acaba
rasgando un velo. Zizek a partir de la Crítica de la razón cínica de Sloterdijk, definiría al individuo
como cínico, en tanto este “está al tanto de la distancia entre la máscara ideológica y la realidad
social, pero pese a ello insiste en la máscara” “[...] La máscara no encubre el estado real de las
cosas; la distorsión ideológica está inscrita en su esencia misma”13.

La paradoja no está en una mentira que se crea verdad, sino en que esto deja de importar.
Independiente de que se sepa falso, se seguirá actuando como que no, la “fantasía ideológica”
dice Zizek: está en que se siga haciendo.14 Algo de cierto dice el autor esloveno: la clase obrera
efectivamente puede desear su propia represión a sabiendas, así como las masas llegaron a desear
alguna vez el fascismo en Italia o en Alemania. Pero esto no solo es en razón de ser determinado
por un contexto coyuntural, como se trataría según quienes hablan de una suerte de un “voto
castigo”; ni tampoco de la evolución de la ideología a partir de una forma básica propia de la
modernidad a una más actual (como sostiene Zizek que cree haber descubierto una nueva
fórmula), sino que más bien, es el resultado lógico de los mecanismos de represión (social y
psicológica) inherentes del capitalismo y sus categorías básicas —comenzando por la familia
como herramienta histórica de represión psicológica— sobre la “producción deseante”, hasta
desfigurarla y producir “las formas más represivas y más mortíferas de la reproducción social"15.

La identificación del individuo —perteneciente a las capas bajas o medias de la


sociedad— con la figura de la autoridad (de la que sufre también su represión) sea esta el Estado,
la nación o empresa, en ausencia de una conciencia por formas de comunidad humana no
jerárquicas y libres, deviene en forma de ejecutor de la lógica del capital y su completa
identificación con el poder16, en el deseo de ejercerlo así como le fue ejercido —y sigue siendo

13
Slavoj Zizek, El Sublime Objeto de la Ideología, Siglo veintiuno Ed, 1989, pp.56-57.
14
Ibid, p. 61. “[...] aun cuando no tomemos las cosas en serio, aun cuando mantengamos una distancia irónica, aun así
lo hacemos.”
15
Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Anti-edipo, 1972.
16
Wilhelm Reich, Psicología de masas del Fascismo, Ayuso Ed, 1933. “El psicoanálisis entiende por «identificación»
el hecho de que una persona sienta formar una unidad con otra, que tome de ésta cualidades y actitudes que
anteriormente no tenía, y que pueda ponerse con la imaginación en el lugar del otro; este proceso tiene por
fundamento una transformación efectiva de la persona que se identifica, «recogiendo para sí misma» las cualidades
del modelo.”

12
ejercido contra ellos. “Todo lo que pueden pensar, imaginar, querer o hacer se muestra ya bajo la
forma de la mercancía, del dinero, del poder estatal, del derecho”17 y de la nación.

Derrumbada ya la tesis de las masas ingenuas, lo que definimos como neorreaccionarios y


que distinguimos de un supuesto retorno del fascismo histórico —aunque sí se componga por
grupos que le actualizan bajo nuevas formas—, se distancia también de lo que podemos
considerar la derecha clásica, pero que se hace de un punto de encuentro con la figura de Kast y
el Partido Republicano, como un reordenamiento de la derecha chilena (UDI-RN) que se ve
obligada a ser capitaneada por el Partido de Kast, tras su triunfo en el actual proceso
constituyente y siendo Kast la única carta viable de la derecha a ganar en las siguientes
elecciones. La actual ola neorreacionaria que envuelve tanto a Chile como Argentina o Brasil,
aparece bajo una apariencia distinta al de las derechas, no tiene la necesidad de definirse siquiera
como tal.

La retórica populista que le caracteriza, el contexto nacional une a una pequeña


burguesía urbana resentida aún por el 18-O; a jóvenes libertarios de clase media que quieren
retornar a una fantasía masculina de poder; a pseudo intelectuales de derecha alternativa o
posfascistas renovados; importantes gremios de transporte; terratenientes pinochetistas y clase
media rural anti-indigenista (Apra-Chile); pequeñas y delirantes organizaciones patriotas (MSP,
Capitalismo revolucionario); partidos de todo un poco (PDG) y; hasta rojipardos duguinistas
(Praxis Patria).

Su discurso —diferenciándolos de la derecha clásica— no se sostiene en base a


argumentos, ni siquiera en unos mal elaborados, ni tampoco en un programa político concreto
—de ahí que puedan converger contradictoriamente los delirios neoliberales y el neofascismo—,
sino más bien en un llamado a un objetivo ambiguo, sin especificar los medios por los que
alcanzarlo, pero identificando a los miembros de un grupo en específico (casta política,
inmigrantes, indígenas, disidencias sexuales, comunistas, etc.) como partícipes de una peligrosa
conspiración que atenta contra sus valores y obstaculiza sus metas. Contrario a lo que se podría
pensar, en la vaciedad de su discurso es donde se halla su mayor fuerza, así como alguna vez
también lo fue del fascismo, guardando las distancias.

No se le puede abordar en el terreno intelectual, los argumentos no le son efectivos ya


que carecen a conciencia de cualquiera. Todo intercambio verbal es beneficioso para ellos,
cualquier debate es contraproducente. Se les debe de estudiar, comprender sus formas y causas,
pero sobre todo enfrentar de manera efectiva dentro de los espacios que amenazan con su

17
Anselm Jappe, Las aventuras de la mercancía, Pepitas de calabaza Ed. 2016. p.144. NT de Jappe: “Con todo, hay que
señalar que la lógica del valor —como ya hemos dicho— no ocupa todo el espacio de la vida; no podría hacerlo
jamás. Incluso en los individuos más socializados por la mercancía queda siempre una parte no formada por ella, por
más que la mercancía trate de corroer esos espacios con la «colonización» de la vida cotidiana y de las estructuras
psíquicas. En cualquier caso, los pensamientos y los deseos no formados por la mercancía no constituyen un sector
no alienado que simplemente pudieran movilizarse contra su lógica; en efecto, a menudo se encuentran en una
posición subordinada y dependiente en relación a la lógica dominante.”

13
irrupción. Es necesario el estudio metódico del enemigo político y de clase, caracterizándolo en
la especificidad del objeto, si recaemos en el clásico discurso antifascista del siglo pasado no
daremos cabida a esto, pues no hablamos del mismo monstruo. Ya decía Gramsci en su mítica
frase “el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en el claroscuro aparecen los
monstruos”, pero tal vez le faltó agregar que mientras sigamos en aquel claroscuro, mientras el
capitalismo aún se mantenga con vida y un mundo post capitalista no sea construido, no solo
aparecerán los viejos monstruos de antaño, ya cansados y ridiculizados, si no que aparecerán
nuevos monstruos, vigorosos, excitados a mantener el claroscuro.

Título 6. “Comprender la derrota/ Volverse hacía dentro/ a donde nace la montaña”18.

La continuación de la lucha bajo el marco del interés: la incorporación de reformas en el


sistema y de reivindicaciones inherentes a la lógica mercantil, que son incapaces de asestar un
golpe real al orden capitalista, sólo podrá resultar en la legitimación de políticas autoritarias y
represivas, ya en el corazón de la democracia liberal —y puestas en marchas por administraciones
progresista. Formas que no sólo no son incoherentes con el “Estado de Derecho”, sino que
resultan indistintas de este, como diría Dauve: no es Fascismo o Democracia sino Fascismo y
Democracia. Las manifestaciones visibles del colapso del Capital —proceso de descomposición
que lleva décadas—, constituyen no sólo períodos de inestabilidad económica y
desencantamiento con el orden, sino que reacciones violentas a gran escala, donde se presumen
las reapariciones de figuras anticuadas de formas de barbarie y así mismo su incorporación,
defensa y propagación por los aparatos del Estado y privados.

Las filas de lo que fue alguna vez un movimiento de revuelta está hoy paralizado, se
siente espectador pasivo de un escenario de violencia y formas reaparecidas de belicismo, moral
sexual represiva, discursos chovinistas, delirios golpistas y de terrorismo de Estado. Aquí es
donde, en paralelo, algunas minorías “radicalizadas” caen en la misantropía de acciones
individuales de violencia directa contra la población, que contribuyen al revisionismo del 18 de
octubre como “estallido delictual” o bien la separación malintencionada de las “causas justas” de
octubre de los hechos de violencia como cuestiones completamente separadas, condenando
transversalmente el último.

Más que repetir octubre —como se defiende por cierta “ultraizquierda”19—, la solución
parece más cercana a escapar de él y del periodo que dio inicio. Cualquier respuesta que se

18
Rio Mataquito, AIDF, 2016.
19
De manera absurda, grupos como el Movimiento Juvenil Lautaro —y algunos otros pocos que también poseen una
fijación obsesiva por la ambigüedad de “lo popular”— han llegado a decir con su característico vocabulario y
valiéndose del más que ridículo concepto de “octubrismo” que este estaría creciendo a contrapelo de los
desesperados intentos del gobierno de Boric por hacerlo desaparecer. El relato fantástico del Gigante (Popular)
dormido es el ejemplo más grande de la nostalgia por los momentos insurreccionales de la revuelta que corta de raíz
cualquier ánimo serio de continuar avanzando tras 4 años del acontecimiento. Esperar el despertar del “pueblo” es
un símil del determinismo leninista por la revolución, una que sigue sin llegar y que este tipo de organizaciones
suelen volver a invocar al menos una vez al mes (¿Julio mes de la revolución?). Cualquier lectura que parta de tal
base está condenada a no ser más sólida que castillos hechos de naipes.

14
ubique dentro del marco fetichista de la nostalgia insurreccional y del delirio democrático no
podrá ser más que una broma de mal gusto. Ya sea que se trate de un nuevo octubre o una
Asamblea Constituyente, ninguno es más que un eslogan rimbombante detrás del que se esconde
no solo una izquierda infértil y carente de programa político —cosa que parece más que obvia,
sino algo más profundo: la comprensión de que el problema nunca fue que la democracia fuese
“burguesa” o “fallida”, ni mucho menos porque hiciese falta más democracia, más bien era la
democracia en sí el problema, como la forma más adecuada a la sociedad capitalista, la estructura
básica que le sostiene. La preferencia de la democracia liberal sobre el “fascismo”, bajo la lógica
del mal menor sólo es el apoyo a un capitalismo más moderno y prolijo, frente a uno anticuado
con formas militaristas y represivas retornadas a la fuerza pero distintas. La lucha contra el
“fascismo” no puede tener éxito más que en una lucha contra el capitalismo, el Estado y la
democracia; en caso contrario se acabará reforzando lo que se quería combatir.

‫א‬
¿Y qué queda para quiénes desean la revolución? Solo la más sincera y crítica reflexión
práctica e intelectual que permita dar cabida a una forma de re-organización y lucha capaz de
dar pie a un movimiento que responda y conecte a las posibilidades reales de cambio actuales, en
pos de construir un camino hacia el derrumbe de este mundo invertido y el recogimiento de uno
nuevo. Abandonar a la derrota apenas la comprendamos, abandonar la insignia del error apenas
la hayamos asimilado, abandonar el pasado nostálgico y construir futuros con la memoria en
nuestras manos.

No basta con comprender nuestra derrota, debemos de burlarla. Construir nuevos


caminos a partir de los interrumpidos, continuar luchando una y otra vez. Rearticularnos en
torno a la defensa y contraofensiva, engañar al avasallador avance de la reacción.

“la revolución es la única forma de guerra en la que la victoria final es la consecuencia de


una serie de derrotas”.

Los incontrolados; Crónicas de una españa salvaje (1976-1981)

"¡El orden reina en Berlín!", ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La
revolución, mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y proclamará, para terror
vuestro, entre sonido de trompetas:

¡Fui, soy y seré!

Rosa Luxemburgo, 1919.

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