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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIA POLÍTICA

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

TRABAJO ACADEMICO FINAL

INFORME DE LA POLITICA Y GOBERNABILIDIAD ACTUAL


EN EL PERU

PRESENTADO POR:

MARIN MAMANI, Juangrovert 2018114670

ASIGNATURA:

Políticas públicas y gobernabilidad

DOCENTE RESPONSABLE:

LEONARDO HUMBERTO PENARANDA SADOVA

CICLO:

XI SEMESTRE

SECCION 7

FILIAL-JULIACA-PERU

2023
INFORME La situación actual del Perú en materia política y gobernabilidad

 INDICE
Introducción
El impacto del Coronavirus en la realidad política peruana
La caída de Martin Vizcarra
La envestidura de Francisco Sagasti
Plan Bicentenario hacia el 2021
Un desgobierno de Pedro Castillo
La auto caída de pedro castillo
Desaprobación de la nueva presidenta
Conclusiones
Web grafía y bibliografía

Introduccion

En marzo del 2018 del 2020, el entonces presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski
(PPK), renunció a su cargo. La clase política gobernante y los grupos de poder
económico pensaron que colocando como sucesor a quien era vicepresidente Martin
Vizcarra sorteaban la crisis y aseguraban la continuidad del régimen neoliberal. Pero los
hechos han demostrado lo contrario, ya que el impacto de la pandemia, las fuerzas de
mafias dentro del congreso, la mediocridad del presidente y su entorno abrieron una
nueva temporada de crisis política.

Esta crisis llego a un punto de inflexión en el año 2019 cuando el presidente Martin
Vizcarra disolvió el congreso en setiembre, contando con el apoyo mayoritario de la
población. A pesar de la gravedad del hecho, la constitucionalidad no se rompió puesto
que el país y el gobierno exhibieron continuidad institucional, celebrándose elecciones
para remplazar a los congresistas depuestos. En este nuevo parlamento predominan
pequeñas bancadas tales como PODEMOS Perú, Alianza Para el Progreso (APP),
Acción Popular, Unión por el Perú (UPP). Quedando demostrado que este congreso es
la continuidad del congreso disuelto del 2019 dada la concurrencia de intereses
subalternos, mafiosos y delictivos que no dudan en ocupar la representación.

Francisco Sagasti asumió la presidencia teniendo retos de índoles institucional y


sistémico. Por un lado, la salida institucional a la crisis política relacionada al progresivo
desprestigio de la clase política peruana, debido a las crecientes revelaciones de
corrupción que redujeron un potencial conflicto social con la disolución del congreso. Por
otro lado, la debilidad y flexibilidad del sistema peruano permitió la aparición de un político
independiente, con un liderazgo institucionalista en lugar de uno autoritario para ocupar
el liderazgo del gobierno.

El impacto del Coronavirus en la realidad política peruana

En marzo del 2020 llegó el coronavirus a develar las carencias y déficits de un país
que, pese al crecimiento sostenido del PBI no fue capaz de asegurar la vida de sus
ciudadanos/as. El gobierno de Vizcarra debió enfrentar la pandemia con un sistema de
salud colapsado y una población mayoritariamente en la informalidad, haciendo difícil
garantizar las medidas impuestas en la cuarentena. Por ejemplo, hasta el 13 de enero
del 2021 el número de casos confirmados de coronavirus (COVID-19) en Perú se
encontraba en la quinta posición regional con 1.037.350. Brasil es el país más afectado
por esta pandemia en la región, con 8.195.635. Colombia se ubica en segundo lugar, con
1.816.082. Argentina, por su parte, con 1.744.704 y México ha registrado un total de
1.556.028 casos confirmados. Los mencionados países son los 5 más afectado por el
Covid-19 en América Latina (Statista, 2021).

La caída de Martin Vizcarra

El 9 de noviembre del 2020, el congreso peruano sorprendió votando por la vacancia


del presidente Martin Vizcarra, con 105 votos a favor de un total de 130 congresistas
cuando solo faltaban 5 meses para las elecciones generales. Era el cuarto proceso de
“vacancia por incapacidad moral permanente” en el quinquenio del gobierno iniciado en
2016. La iniciativa fue impulsada por las acusaciones de corrupción por supuestos
hechos acontecidos en su etapa a como gobernador de la región de Moquegua en los
años 2011 y 2014. Vizcarra se mostraba firme y comprometido en la lucha contra la
corrupción a pocos meses de asumir la presidencia y convocó un referéndum para
reformar cuatro capítulos de la constitución incluyendo uno referido a la no reelección de
congresistas y otra tendiente a reformar las normas sobre el financiamiento de partidos
políticos.

Luego de la vacancia de Vizcarra el entonces presidente del Congreso Manuel Merino


asumió la presidencia el 10 de noviembre en medio de protestas multitudinarias y
señalamientos de uso excesivo de la fuerza por la policía en respuesta a estas
manifestaciones. La organización Amnistía Internacional, manifiesta que ha recibido
fotos y videos donde se muestran efectivos de la policía nacional exhibiendo armas de
fuego y disparando gas lacrimógeno y municiones contra manifestantes y periodistas
(Amnistía Internacional, 2020). Asi mismo, Perú atravesó una de las crisis más agudas
de su historia reciente ya que se presenciaron cacerolazos, marchas, protestas, muertes
e incertidumbre, además de una cascada de denuncias en las redes sociales que se
resolvió con la elección de un nuevo presidente.

La envestidura de Francisco Sagasti

Luego de más de 24 horas en el que Perú no tuvo presidente, el intelectual Francisco


Sagasti Hochhausler, del centrista Partido Morando asumió el cargo de manera
transitoria. En su discurso de asunción priorizo la batalla contra la pandemia, la
transparencia en las elecciones presidenciales, la lucha contra la corrupción e impulsar
la recuperación de la educación. Sagasti se enfrenta al desafío de devolver la estabilidad
a un país convulsionado por el rechazo ciudadano a su clase política y su principal
objetivo es garantizar que las elecciones presidenciales pautadas para el 11 de abril se
cumplan en tiempo y forma.

A diferencia a lo que ocurrió con Manuel Merino, los países vecinos tales como
Uruguay, Ecuador, Colombia, Chile y varios organismos internacionales como la Unión
Europea (UE), la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización de
Naciones Unidas (ONU) se pronunciaron rápidamente para reconocerlo como nuevo
mandatario y le ofrecieron todo su apoyo para lograr una “sociedad libre, inclusiva y
democrática” (El Comercio, 2020).

Plan Bicentenario hacia el 2021


El Plan bicentenario hacia el 2021 es el “plan estratégico de desarrollo nacional basado
en el acuerdo nacional y en las 31 políticas de estado que suscribieron las fuerzas
políticas nacionales de desarrollo que debe seguir el país” (MRE, 2021). A modo de
ejemplo, Sagasti debe promover el objetivo nacional 3 que implica lograr que el estado
se oriente al servicio de los ciudadanos y promoción del desarrollo, y que el ejercicio de
la función pública sea eficiente, democrático, transparente, descentralizado y
participativo, en el marco de una ciudadanía ejercida a plenitud por las personas.

Es indispensable relacionar el desarrollo integral y sostenible con la vigencia plena y


efectiva de los derechos fundamentales y la dignidad de las personas. Esto implica que
toda la ciudadanía tenga acceso a una justicia autónoma, confiable y eficiente, y que la
consolidación de la institucionalidad democrática y la participación ciudadana permitan
que, mediante le consenso, se logren reducir las inequidades, la pobreza y la extrema
pobreza.

Es asi que el plan bicentenario fomenta cambios de actitudes en la sociedad, y


considera la defensa y protección de los peruanos como el factor esencial para un
desarrollo humano integral donde todos tengan las mismas oportunidades.

Un desgobierno de Pedro Castillo

El gobierno de Pedro Castillo y su gestión en el ejercicio de la presidencia del Perú


(28/VII/2021-7/XII/2022) se pueden resumir en las palabras con las que el entonces Rey
de España, don Juan Carlos I, en una entrevista otorgada a la revista Newsweek en
1976, definió al presidente del gobierno heredado del franquismo, Carlos Arias Navarro,
como “un desastre sin paliativos”. Desde esta perspectiva, se puede afirmar que Castillo
ha sido un desastre sin paliativos, de principio a fin. Lo fue tanto en su condición de jefe
de Estado como en su frustrado proyecto golpista.

Sólo fue competente como candidato a presidente en la campaña de 2021. En esa


ocasión se aprovechó de la sobreabundancia de candidatos (más de 20) y de la extrema
fragmentación del voto. Por eso, supo sacar partido de las debilidades ajenas y de los
problemas estructurales del colapsado sistema de partidos peruano, beneficiándose de
la endeblez de un centro devaluado y dividido (Julio Guzmán y George Forsyth), de una
derecha fragmentada (Rafael López Aliaga y Daniel Urresti) y de una izquierda
desnortada (Verónika Mendoza y Yonhy Lescano).

De este modo, y con sólo algo más del 19% de los votos, pudo pasar a la segunda
vuelta. Castillo era un candidato débil que podía perder con cualquier otro rival, salvo con
Keiko Fujimori, y eso fue lo que finalmente terminó ocurriendo. En el balotaje, fue capaz
de canalizar a su favor el numeroso, heterogéneo y huérfano voto antifujimorista. Gracias
a él se impuso a la hija del dictador por menos de 50.000 votos.

Una vez en el gobierno, Castillo fue capaz de ejemplificar la nada. Cualquier


comparación con un gobernante medianamente eficaz es inimaginable. El nuevo
presidente fue incapaz de dotar de estabilidad, rumbo y gobernanza a su país. Sin plan
ni agenda, su principal objetivo fue sobrevivir en la Casa de Pizarro, el palacio
presidencial, aprovechándose de la corrupción generalizada de la clase política peruana.
Para ello debió neutralizar la situación de clara minoría en la que se encontraba en el
Parlamento, especialmente después de su ruptura con Vladimir Cerrón, el líder de Perú
Libre, el partido bajo cuyas siglas acudió a la elección. Según Fernando Tuesta
Soldevilla, “teníamos un presidente sin formación ni liderazgo y sujeto de toda sospecha
de corrupción, así como representantes parlamentarios de pésimo desempeño
legislativo, entusiastas del control político y, si la prensa hurgara como lo hace con el
Ejecutivo, encontraríamos en varios congresistas a candidatos a estar tras las rejas.
Pedro Castillo ha sido la mejor constatación de que, en muchas ocasiones, votar por el
mal menor cristaliza en un mal mayor. Los peruanos huyeron en los años 80-90 del siglo
pasado del ajuste neoliberal personificado por Mario Vargas Llosa para caer en los
brazos autocráticos de Alberto Fujimori. Al final, no sólo tuvieron un ajuste muy duro, sino
también, después del autogolpe de 1992, un régimen autoritario que desembocó en una
dictadura feroz y corrupta.

Así, en 2011, 2016 y 2021, para huir del peligro que significaba una vuelta al
fujimorismo, la ciudadanía peruana decidió respaldar a candidatos ubicados en las
antípodas políticas, aunque en todas las ocasiones la victoria sobre Keiko Fujimori se dio
por un margen estrecho de votos. En 2021, también aupado por el extendido
antifujimorismo, se impuso Pedro Castillo, el representante de un partido autodefinido
como marxista-leninista-mariateguista. Por si fuera poco, Castillo carecía de la
experiencia de gestión, de la capacidad política y de las habilidades y herramientas
necesarias para garantizar la gobernabilidad del país. De ahí que, en tan solo 16 meses
en el cargo, Castillo tuvo cinco gabinetes, integrados por más de 70 ministros. Su pirueta
final ha venido a dar la razón a Karl Marx cuando, refiriéndose a otro autogolpista (en
este caso con éxito, como Luis Napoleón Bonaparte en 1851), afirmaba que la historia
se repite, la segunda vez en forma de comedia. El intento de autogolpe de Castillo ha
sido lisa y llanamente una farsa.

La auto caída de pedro castillo

La decisión del presidente de Perú, Pedro Castillo, de decretar un Gobierno de


excepción y disolver el Congreso sumió el miércoles al país en una profunda
incertidumbre. El maestro rural fue destituido y detenido tras perder el apoyo del Ejército.
El Tribunal Constitucional calificó de “golpe de Estado” las medidas anunciadas, que
incluían una reorganización del sistema de justicia y el toque de queda. La vicepresidenta
Dina Boluarte juró el cargo de presidenta por la tarde, convirtiéndose en la primera mujer
en gobernar Perú. El mandato de Castillo, marcado por la inestabilidad, termina así tras
año y medio de promesas incumplidas y escándalos de corrupción. La Fiscalía de la
Nación confirmó por la noche el arresto del político por el presunto delito de rebelión y
conspiración. Castillo fue trasladado en helicóptero al penal de Barbadillo, donde cumple
prisión desde 2007 el expresidente Alberto Fujimori.

Luego de su intento por disolver el Congreso y decretar un Gobierno de excepción.


Dina Boluarte, su relevo constitucional, se ha convertido en la primera mujer en gobernar
Perú. Castillo pasará al menos en detención preliminar mientras se le investiga por el
presunto delito de rebelión, aunque México ya ha iniciado los trámites de asilo después
de la solicitud formal del ahora expresidente.

Pedro Castillo es sólo la punta del iceberg de diversos problemas estructurales que
afectan seriamente al Perú. En este contexto sólo es previsible la imprevisibilidad,
convertida en la nueva norma política. El país carece de un sistema de partidos políticos
capaz de canalizar las demandas ciudadanas. En su lugar se encuentra una clase
política incapaz de ir mucho más allá de sus intereses particulares y de mirar por el
interés general. Los dos anteriores intentos de vacancia que sufrió Castillo fracasaron,
no tanto porque el presidente contara con una mayoría parlamentaria sólida, sino porque
su destitución supondría la convocatoria de elecciones anticipadas y el riesgo para los
diputados, que no pueden ser reelegidos, de perder sus escaños y, por tanto, los ingresos
que hoy en día siguen recibiendo, junto con el acceso al presupuesto y las importantes
prebendas vinculadas a sus cargos.

Desaprobación de la nueva presidenta

Luego de que Dina Boluarte asumiera la presidencia de Perú, en medio de una ola de
protestas que han dejado al menos 26 muertos y cientos de heridos y provocado el cierre
de carreteras, aeropuertos y un estado de emergencia, se mantiene el descontento y la
desaprobación del gobierno. La CIDH ha reportado un incremento de la violencia en las
manifestaciones.

La recién encuesta del Instituto de Estudios Peruanos muestra que solo un 13 % se


muestra a favor de que Dina Boluarte se mantenga hasta 2026, en tanto se estima que
el 83 % de los peruanos señalan que lo más conveniente es adelantar las elecciones
generales. Casi la mitad de los encuestados, el 46 %, consideran que la situación política
con Dina Boluarte como presidenta empeorará, y un 29 % cree que será igual.

Según el reporte del 17 de diciembre del gobierno de Dina Boluarte, la presidenta


reafirmó su decisión de adelantar elecciones e indicó que haría nuevamente cambios en
el gabinete como parte de una estrategia para menguar las protestas. “La movilización
social no es que responda necesariamente a un vínculo, a un partido, o a una figura",
dijo Gil, sino es algo que se ha ido "cuajando, madurando, por una crisis política que ya
tiene tiempo”

También según Gil, en Perú la gente detesta a los políticos y al Congreso. “El nivel de
aprobación en el Congreso es de menos de 10 puntos, según las últimas encuestas.
Entonces en general hay un problema con la representación, con la democracia y con
las instituciones en particular que tenemos que viene de hace varias décadas”.
Conclusiones

La situación actual del Perú plantea retos de indoles institucional y sistémicos. Contar
con una salida institucional a la crisis política luchando contra la corrupción y un sistema
que permita la aparición de un político con un liderazgo institucionalista para ocupar el
liderazgo del gobierno.

Aunque desde la designación de Sagasti, las causas profundas que impulsaron la


reacción de buena parte de la sociedad peruana siguen en pie. El tener un nuevo
presidente no resuelve el problema estructural que sigue siendo una fuente de
inestabilidad para la democracia.

La calle será un reto y un escudo para el presidente de transición, Dina Boluarte, frente
a un congreso aun impredecible. Las autoridades deben poner respeto por los derechos
humanos en el centro de su respuesta inmediata y de sus políticas públicas. Para ello,
se debe enviar un mensaje inequívoco: el rol de las fuerzas de seguridad debe ser el de
proteger a la población, respetando el derecho a la protesta pacífica y el de la justicia
investigar todo acto de violencia y establecer las responsabilidades penales a quienes
correspondan.

Dina Boluarte se enfrenta, así como Castillo, al divisionismo peruano con un sistema
de salud colapsado y una población mayoritariamente en la informalidad, haciendo difícil
garantizar las medidas impuestas a los estados de emergencia anunciada que está en
marcha en varias regiones y provincias del país. Pero la represión policial es imparable
lamentablemente.

Finalmente, Dina boluarte debe garantizar la realización de nuevas elecciones


nacionales que aún siguen debatiendo como plazo hasta el 28 de julio del 2024 que
constituye a mi parecer medio paso esencial para una nueva etapa en la vida democracia
institucional del Perú de paz y tranquilidad. Y si así fuese no cometer otra vez errores
que crean divisionismo nacional.
Bibliografía y Webgrafia

INSITITUTO PERUANO DE ECONOMIA (2022) Economía peruana, Inversión pública,


inversión privada, economía, Víctor Fuentes https://www.ipe.org.pe/portal/economia-
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BNAMERICAS (2023) https://www.bnamericas.com/es/opinion/por-que-peru-no-debe-


adelantar-las-elecciones-para-2023

Guevara, A. (2021). Crisis política en Perú, nueva temporada — CELAG. Retrieved 11


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MRE, 2021. Perú Rumbo Al Bicentenario 2021. [online] Cdn.gob.pe. Available at:
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El Congreso de Perú aprueba adelantar las elecciones para abril de 2024


https://www.rtve.es/noticias/20221221/peru-adelanto-elecciones-abril-
2024/2412486.shtml

INFOBAE (2023) https://www.infobae.com/america/peru/2022/12/13/por-que-las-


elecciones-generales-seran-recien-en-abril-de-2024/

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