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¡We have returned!

Durante la pandemia por coronavirus fue muy difícil para Ruth ir al “super”, porque después
de pagar había que empacar todo lo comprado ya que por ser “población de riesgo” se había
suspendido a los adultos mayores que participaban en el empaque de las compras, por lo cual
cada cliente tenía que empacar lo adquirido.

Pero por fin… los adultos mayores ya estaban de vuelta y organizados, en primera línea el
que empacaba y en la segunda línea el que le sustituiría, alternándose y participando
equitativamente para recibir la propina de los clientes. Eso sí, todos equipados con su
cubrebocas y dispuestos al llegar a la mesa de cobro para empacar la mercancía limpiarse las
manos con gel alcoholado.

Cuando Ruth se formó en la caja se dio cuenta de que los sexagenarios ya estaban de regreso,
eso le quito un peso de encima, podría centrar su atención en la cuenta, el cobro y el pago
con su tarjeta de crédito, además aprovecharía para retirar dinero de su tarjeta de crédito.

Al llegar con la cajera y estar al tanto del cobro y los descuentos pudo ver de reojo que la
empacadora que se haría cargo de su mercancía, rondaba fácil más allá de los setenta, quizás
tenía setenta y pico, chaparrita, encorvada y con su cabeza tapizada de canas,

Conchita con los años encima, su corta vista y con sus manos temblorosas batallaba para
abrir la bolsa de plástico y guardar las primeras mercaderías que ya habían sido registradas
por la cajera.

Ante el temblor de manos y la torpeza de Conchita para abrir la bolsa se acercaron dos adultos
mayores formados en la segunda línea de empacadores para ayudarle. Cuando Ruth paso dos
bolsas de tela, para que guardaran parte de su compra, ellos las tomaron para auxiliar a la
septuagenaria que ya estaba muy nerviosa y reflejaba en su rostro una creciente angustia.
Rápidamente los compañeros que le auxiliaban colocaron las bolsas de tela y plástico,
rebosantes de mercaderías en el carrito.

Ruth tomo su carrito del super con las bolsas llenas y pregunto ¿A quién le doy la propina?
Los dos caballeros respondieron en coro ¡a ella!

Y como Ruth había prometido que el día que regresaran las y los empacadores seria dadivosa
en compensación por lo generosa que ha sido la vida con ella, cumplió su promesa, abrió el
monedero y saco el billete de más baja denominación que guardaba su cartera en ese
momento, un billete de 50 pesos, extendió su mano y se lo dio a la afligida mujer mayor.

Con su sonrisa desdentada y ojitos agradecidos le dijo:

-- ¡Gracias, que Dios se lo pague!

Ruth sonrió también y le dijo:


-- No, gracias a usted, a ustedes hablándoles a los 3 adultos mayores ¡qué bueno que
regresaron!

En tanto Cheli, una de las empacadoras que se desocupaba al mismo tiempo que Doña
Conchita, fue a auxiliar a los dos varones para que se incorporaran al trabajo. Llevo a doña
Conchita a la banca de reposo destinada para ellos.

Y le dijo a Conchita:

-- ¡Ya ve, que bien le fue! ¿Cuánto le dieron?

Ella le mostro el billete que sostenía con su mano derecha.

Cheli le dijo

--¡Ah mire son dos billetitos!

Cheli Saco uno de 20 pesos, lo junto con el de 50 que le habían dado de propina a Doña
Conchita, se los entrego y le dijo: ¡Guárdelos bien y ahorita que le toque empacar de nuevo,
yo le ayudo para que llegue sin dificultad a la caja!

Conchita le dijo

--¡Gracias, que Dios te lo pague!

Cheli le contesto:

--¡Sí y hay que agradecerle también que hemos regresado al supermercado para ayudarle a la
gente a empacar sus compras… al menos los que sobrevivimos a la pandemia!

Ovat Said / Verano 2022

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