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Trastornos del contenido del pensamiento

Chapter · December 2004

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3 authors, including:

Pedro M Sanchez Gomez Eduardo Ruiz-Parra


Hospital Psiquiátrico de Álava Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
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TRASTORNOS DEL CONTENIDO DEL PENSAMIENTO

1. CONCEPTO DE PENSAMIENTO

Si acudimos al Diccionario de Uso del Español (María Moliner) y buscamos la


definición de la palabra PENSAMIENTO encontraremos lo siguiente: 1. Acción o
efecto de pensar: ejercicio de la mente. 2. Asiento de las ideas = inteligencia, mente. 3.
Cosa que se piensa. 4. Cosa que se trata especialmente de desarrollar o demostrar en
una exposición ,discurso u obra literaria = idea. 5. Intención o proyecto. 6. Frase que
contiene una apreciación profunda de la vida, o un consejo.
Asimismo, se define PENSAR como: 1. Formar y relacionar ideas * Tener una
cosa en mente y formando ideas a propósito de ella * Dedicar la mente al examen de
una cuestión para formar una opinión o tomar una resolución = considerar, examinar,
reflexionar * Reflexionar una cosa antes de hacerla o decidirla. 2. Decidir una cosa
como consecuencia de haber pensado sobre el asunto. 3. Crear una opinión sobre cierta
cosa. 4. Tener intención de hacer cierta cosa. 5. Inventar, concebir o encontrar un plan,
procedimiento o medio para algo. 6. Tener presente u ocurrírsele a alguien hacer cierta
cosa en el momento oportuno. 7. Aspirar a cierta cosa.
Así pues, ya desde el principio apreciamos como bajo significantes como
pensamiento o pensar subyacen múltiples significados. En la definición expuesta vemos
el pensamiento como acción y efecto, como emplazamiento o como objeto de la acción.
Como elemento dinámico o como elemento estático. Como función o como estructura.
Como un elemento simple o como una composición dinámica de elementos. Como
suceso presente o como prospección de futuro. Pensar se entiende, asimismo, como
formar (ideas) y relacionar (ideas), reflexionar, examinar cuestiones, decidir, creer,
opinar, tener intención de, tener presente, aspirar, formar ideas a propósito de algo e
inventar, concebir, encontrar un medio.
Para complicar aún más las cosas, los autores que han intentado definir este
concepto se han aproximado al mismo desde distintas ópticas, distintos paradigmas. De
este modo, en ocasiones han surgido “enfoques complejos, poco operativos, cuya
misión es orientar y dar forma a toda una orientación filosófica” (47).
Especial utilidad tendrán para nosotros las definiciones aportadas por autores
interesados por la psicopatología del pensamiento.
Asi, Kaplan y Sadock (28) definen el pensamiento como el “flujo de ideas,
símbolos y asociaciones dirigido a metas, iniciado por un problema o tarea y
dirigiéndose hacia una conclusión orientada en la realidad”. Añaden también como “el
pensamiento es normal cuando ocurre una secuencia lógica”. Incluirían, no obstante, la
parapraxis (error de la lógica motivado inconscientemente o desliz freudiano) como
parte del pensamiento normal.
Lopez e Higueras (34) citan a Cohen (11), que refiere como mientras para los
psicólogos “los estudios del pensamiento tienden a limitarse al razonamiento dirigido
hacia metas, la solución de problemas y los procesos de categorización, con ello se
excluyen muchos tipos de actividades mentales que tienen lugar sin entradas ni salidas
identificables, tales como las creencias, la reflexión, la meditación y la imaginación”.
Scharfetter (44) define así pensar como “ mantenerse abierto a cuestiones, a
información, comprender, hacer presente, entender significación, conectar entre sí y
dotar de sentido; tambien supone explicación de causas y reflexión preparatoria de
actividades, así como adoptar decisiones, establecer juicios. En resumen: ordenar
hechos materiales e inmateriales relativos a nosotros mismos y a nuestro mundo”. Ya
Craik hace referencia a la función del pensamiento de “crear y mantener un modelo de
realidad mediante el simbolismo interno” (34).
Serrallonga (47) define el pensamiento como “una estructura general del
psiquismo humano, que consiste en enlazar percepciones, representaciones, evocaciones
y afectos, y encaminarlos a una finalidad determinada”. Este proceso psíquico puede
estar vertebrado de forma consciente e inconsciente.
Lopez e Higueras (34) hacen hincapié en el “carácter de función asociativa” del
pensamiento, carácter que lo distingue, “equidistante de funciones psíquicas que
denominamos memoria, inteligencia y lenguaje, a los que liga y a los que hace depender
estrechamente de su propia actividad”. Evocan, en este sentido, definiciones como la de
Littré: “lo que la mente combina o imagina”, o, en palabras de los autores “cualquier
otra que haga referencia a la asociación de representaciones y la consecuente
elaboración de conceptos y juicios”.
De este modo podemos apreciar como los distintos autores se mueven entre las
definiciones más reduccionistas (28) y aquellas que tratan de incluir toda la complejidad
inherente al proceso de pensar (11, 44).

2. PENSAMIENTO MÁGICO Y PENSAMIENTO LÓGICO

En el pasado se trato de identificar un tipo de pensamiento llamado mágico con


la forma de procesar la realidad que tendrían formas culturales “menos evolucionadas”.
Se entendía de esta forma que nuestra propia cultura era fruto de una evolución desde
formas de pensamiento mágico hasta formas de pensamiento lógico, y que el estudio de
los pueblos llamados por aquel entonces “primitivos” sería una ventana abierta a formas
prelógicas (mágicas) de funcionamiento de nuestra propia civilización en el pasado. La
evidencia de formas de pensamiento mágico tanto en los infantes como en el ser
humano adulto de nuestra própia civilización se explicó a través de un recurso que
explicaba que estas formas evolutivas menos maduras de pensamiento, jerarquizadas a
un nivel inferior, reproducían en el desarrollo del própio individuo el desarrollo de la
especie (ley de Haeckel).
Con el mayor conocimiento de otras culturas y otros pueblos, y aplicando una
visión de los mismos menos prejuiciosa y peyoratíva, estas teorías se han mostrado
obsoletas en su conjunto. Hoy se sabe que, en los individuos pertenecientes a culturas
con un escasísimo desarrollo tecnológico, cohexisten de forma compleja, al igual que en
los individuos pertenecientes a nuestra cultura occidental, formas de pensamiento
mágico y lógico.
Si parece apropiado, sin embargo, tener en cuenta que, en el desarrollo de cada
individuo, el tipo de pensamiento mágico aparece evolutivamente primero, y que es
solo gracias a la progresiva incorporacion de la capacidad para comprender las leyes o
pricipios del pensamiento lógico, cuando se accede a la capacidad de pensar
logicamente.
El pensamiento mágico no sería lo contrario que el pensamiento lógico. Ambos
serían dos medios distintos de conocer, pues “no todo conocer es lógico” (9). Ortega y
Gaset señala incluso que el pensamiento lógico resulta “mucho más ilógico de los que
sospechábamos” y que “se ha descubierto, con espanto, que no hay concepto último y
rigurosamente identico, que no hay juicio del que se pueda aseverar que no implica
contradicción, que hay juicios los cuales no son ni verdaderos ni falsos, que hay
verdades de las cuales se puede demostrar que son indemostrables, por lo tanto, que hay
verdades ilógicas”.
El pensamiento mágico es una forma de pensamiento en el cual pensamientos,
palabras o acciones tanto nuestros como externos a nosotros adquieren el poder de
causar o prevenir eventos sin que medien acciones físicas entre los elementos descritos
y el evento (28). Así, el pensamiento es omnipotente.Por lo tanto, en dicha forma de
pensamiento no es preciso que se cumplan las leyes y principios del pensamiento lógico
(principio de contradicción, ley de causalidad, conceptos de espacio, impenetrabilidad y
tiempo), que desarrollaremos más adelante.
La incapacidad para explicarse satisfactoriamente los fenómenos de la naturaleza
puede hacer que, por multiples motivos, el ser humano proyecte “multitud de
potenciales anímicos y espirituales sobre el mundo inanimado, creando símbolos e
inundando de poderes extraños y omnitodos (que ademas entendería como el origen de
todos los hechos) el mundo real” (9). Este proceso esta vinculado con el concepto de
antropomorfización de Taylor (43), esto es, la interpretación por analogía con el propio
ser.
Para Cabaleiro (9) la diferencia entre el pensamiento mágico y el lógico radica
en que parten de supuestos distintos.En el pensamiento mágico todo lo que sucede de
forma extraordinaria descansa en lo sobrenatural (sin embargo, pertenecíendo al mundo
experimentable). Como una necesidad de dominar esas fuerzas que angustian al
individuo surge la magia.
Jenike (27) señala como en los “pueblos primitivos” se temerían los
pensamientos malignos y se protejerían de los mismos a través de encantamientos y
rituales. También la magia influiría sobre las fuerzas naturales modulandolas por
procesos no lógicos. La magia es el instrumento por medio del cual el individuo trata de
controlar las fuerzas naturales, cambiar las acciones de los espíritus o demonios, de los
jefes o de los muertos y condenar aquellos deseos cuya simple formulación está
prohibida por la ley.
Así, cuando el individuo, partiendo del supuesto mágico, interpreta su conducta,
los acontecimientos del mundo y los que ocurrían en su propia personalidad. Los
supuestos en los que basa su pensamiento dan lugar a ideas sobre la contigüidad y la
semejanza, influyendo estas en el modo de pensar, y cerrando así un círculo vicioso.
Surgen así las leyes que se erigen en el eje en el modo de pensar e interpretar los
hechos, en el pensamiento mágico. Cabaleiro describe dos: la ley de contigüidad: “dos
cosas próximas entre si se intercambian sus propiedades; la ley de semejanza: dos cosas
semejantes entre sí tienen identicas propiedades” (9). Serrallonga (47) describe tres, a
modo de formulaciones generales: la primera sería la ley de la contigüidad, las otras dos
serían la de que “todo objeto y toda fuerza tienen la facultad de producir la misma
situación que cuando fueron observados por primera vez”; y la de que “cada objeto es
multívoco”, significa muchas cosas.
El pensamiento mágico está presente con mayor fuerza en determinados tipos de
patologías mentales, como la neurosis obsesiva y las psicosis.
Las leyes o principios que rigen el pensamiento lógico son: la ley o principio de
la contradicción, que se puede formular diciendo: si A es A, no puede ser B. A partir de
este principio surgen los conceptos de espacio, como factor a tener en cuenta entre los
objetos, que lleva inmediatamente a establecer el concepto de impenetrabilidad y,
posteriormente, el de tiempo. Estos conceptos conducen, finalmente, al de causalidad,
para la ordenación temporal y espacial. El principio de causalidad se ha definido como
“a toda causa le corresponde un efecto” y fue el fundamento sobre el que se elaborò
todo el pensamiento científico. Hoy en día se tiende a preferir denominarlo, más que
principio, ley de la causalidad (9).
El pensamiento humano es el resultado del la integración de ingredientes
mágicos e ingredientes lógicos, en una proporción condicionada por múltiples factores.
Para Cabaleiro (9) los factores intelectivos y los culturales serían los más importantes.
La “tercera etapa del pensamiento”, la de la lógica sintética o lógica
paradójica, es aquella en la que, a partir de un nuevo “punto de vista” o “creación”, se
demuestran relaciones intimas entre las situaciones contrarias desde el punto de vista de
la lógica tradicional. “La intuición de nuevos enfoques sintéticos como acto creativo
conduce la lógica paradójica a la superación de los opuestos”. Se abandona el “contacto
fenomenológico” y aparece el “sistema” (47).

3.-DELIRIO (Ideas delirantes)

3.1. Concepto

El delirio ha sido desde siempre el eje de la investigación psicopatológica. De


hecho, el concepto de delirio va indisolublemente unido al de enfermedad mental: una
persona que delira es para el común de las personas un “loco”. Sin embargo, el
concepto de delirio también ha sido tradicionalmente una materia resbaladiza cuando se
ha intentado precisar su definición.
Etimológicamente, delirio procede del latín “delirare” que significa “fuera del
surco”, del surco que queda en el campo al labrarlo. En este sentido, y al aplicarlo al
pensamiento humano, se refiere a aquel pensamiento que sale fuera del surco normal. El
concepto de delirio en la psiquiatría alemana (wahn) y anglosajona (delusion) hace
referencia a una creencia falsa sin más, centrándose en el aspecto puramente
cognoscitivo de una creencia errónea. En la psiquiatría española y francesa (délire), el
concepto de delirio es más amplio, implicando a los aspectos emocionales con los que
la convicción delirante se acompaña en quien la sufre.
A lo largo de esta sección vamos a pasar por variados aspectos del concepto e
delirio. Por eso es conveniente dar una primera aproximación al delirio y ofrecer una
definición concreta. Recogemos la definición de dos psicopatólogos ingleses (Fish y
Sims): “un delirio es una idea o creencia falsa, incorregible que no está en
consonancia con la procedencia social y cultural del paciente y que es sostenida con
una convicción extraordinaria y certeza subjetiva”.
Desde este momento aparecen ya las primeras objeciones. Parece razonable pensar que
un estudiante de Ingeniería superior pueda estar delirando si, siendo de siempre una
persona escéptica, un día expresa su convicción de mantener contactos con
extraterrestres de Andrómeda. Sin embargo, ¿es siempre un delirio la creencia de
muchas personas en la existencia de extraterrestres procedentes de Andrómeda?
Evidentemente no. Por otro lado, todo ser humano ha sostenido con mayor o menor
convicción en algún momento de su vida ideas que resultaron erróneas, sin que ello
signifique que estén sufriendo un delirio. Para resolver esta primera dificultad, será
necesario que sigamos adelante.
Jaspers trató de delimitar el concepto de idea delirante definiendo unas
características para este término. Como más adelante vamos a recoger otra serie de
características para tipos de delirios concretos, denominaremos a éstas características
externas de toda idea delirante.
Así completamos la definición anterior que, como habíamos visto, se nos había
quedado incompleta, afirmando que para que una convicción personal pueda ser
entendida como un delirio debe cumplir las siguientes características: “a) la convicción
extraordinaria con que se afirma uno en ellas, la certeza subjetiva incomparable, b) la
condición de no ser influenciables por la experiencia y por las evidencias empíricas y
c) la imposibilidad del contenido”.
De esta manera hemos resuelto las dificultades el caso anterior ya que dentro de
estas características encaja perfectamente el caso del estudiante de Ingeniería que un día
cree mantener contactos con extraterrestres. No obstante el lector habrá observado que
siguen apareciendo dificultades, pues muchos pacientes toman como contenido de sus
delirios temas cuyo contenido no solamente es posible sino que, en ocasiones, llega a
cumplirse: tal es el caso de los delirios de celos que con el tiempo llegan a ver cumplida
su profecía. Seguimos, entonces teniendo problemas a la hora de distinguir una creencia
normal de una idea delirante. ¿Cómo sabremos pues cuándo el paciente sostiene una
idea que es patológica de otra normal? Para eso quizá haya que seguir profundizando un
poco más en lo que distintos autores han propuesto para entender lo que son los delirios.
Aunque hasta ahora hemos hablado idea delirante o delirio (palabras que
indistintamente utilizaremos a lo largo del capítulo), en clínica siempre especificamos
entre distintas variedades de idea delirante. A veces se hablará de delirio esquizofrénico
o depresivo, o de ideas de perjuicio o megalomaníacas. Ahora nos vamos a detener en
cada una de estos tipos. Para cada tipo ofreceremos una serie de características que
creemos que serán de utilidad para entender lo que nos dice el paciente y saber si se
trata exactamente de una idea delirante y de qué tipo.
Tradicionalmente se han descrito varios tipos de delirio. El gran número de
clasificaciones dificulta en ocasiones la comprensión de este fenómeno psicopatológico.
Nuestro propósito es reordenar la información para hacerla asequible al lector, lo que
conlleva irremediablemente su simplificación. Por eso invitamos al lector a acudir a las
fuentes originales para profundizar en este apasionante apartado de la psicopatología.
Estructuraremos la clasificación siguiendo dos criterios: en primer lugar vamos a seguir
una clasificación del delirio atendiendo su estructura formal, es decir, como varía la
forma de la idea delirante en función de la patología psiquiátrica concreta en la que
aparece. En segundo lugar, seguiremos una clasificación en función del contenido del
delirio.

3.2. ETIOPATOGENIA DEL DELIRIO

Manschreck (38), ampliando la división bicategorial (motivación y defecto) de


Winters y Neale, clasificaron las hipótesis sobre el delirio en tres categorías generales:
las que implican un patrón de motivación desviada (modelo psicodinámico); las que
implican un defecto cognitivo fundamental que daña la capacidad del paciente para
extraer conclusiones validas sobre la evidencia (modelo cognitivo); y, por ultimo, las
que implican actividades cognitivas normales que intentan explicar experiencias
anormales (modelo psicobiológico). En este apartado seguiremos esta secuencia a la
hora de explicar las diferentes hipótesis.
En la visión recibida de la psicopatología descriptiva se considera que los
delirios participan de la misma estructura y red contextual que las creencias normales y
otras proposiciones, concediéndose la única diferencia con las mismas al valor de
verdad de su contenido (5). También hablaremos aquí de una forma de entender el
delirio que se aparta de los presupuestos de la definición clásica del delirio para
adentrarse en la concepción del mismo, nacida de la aplicación de la pragmática a la
psicopatología, como un "acto de habla vacío" (6).

3.2.1. Modelo psicodinámico

Freud (21) propuso como origen del delirio los impulsos homosexuales
inconscientes reprimidos. La formación del mismo pasaría a través de la negación,
contradicción y proyección de dichos impulsos.
La proyección seria el mecanismo fundamental en la génesis del delirio. Freud la
concibió como un mecanismo de defensa (del yo) contra los contenidos (pulsiones del
Ello) no admitidos por el Supeyó y no asimilables por el Yo y que desplaza deseos,
tendencias, pulsiones sobre personas o cosas del mundo exterior. Así se puede evitar el
displacer y la angustia.
El delirio surgiría de una combinación de elementos motivacionales
inconscientes (presiones pulsionales del Ello e intolerabilidad de las mismas por el
Superyo) y formas de transformación de estos elementos (mecanismos de defensa del
yo) que actúan en un intento de atenuar la frustración generada por el conflicto entre los
distintos componentes motivacionales. Las diferentes formas del delirio podrían ser
representadas como contradicciones de una proposición básica: "Yo (un hombre) le amo
a él (un hombre)" (38). Así lo vemos en cada forma de delirio:

Delirio de Persecución:
La contradicción es: "yo no le amo a él, yo le odio".
El odio, que seria inaceptable en el ámbito consciente, es así transformado y se
convierte en "él me odia (me persigue) a mí"; el paciente puede así racionalizar sus
sentimientos de enfado y odiar conscientemente a alguien que percibe que le odia.

Delirio de amor (erotomanía):


La contradicción es: "yo no le amo a él, yo la amo a ella"
La proposición es transformada por proyección en "ella me ama a mí", por lo
tanto "yo la amo a ella".

Celos delirantes:
La contradicción es "yo no lo amo a él, ella lo ama".

Delirio de grandiosidad (megalomanía):


La contradicción es: "yo no le amo a él, me amo a mí mismo".
Freud adoptó la actitud de Abraham respecto a la megalomanía. Este la
consideraba una retirada de la libido desde el mundo exterior hacia el Yo, dando lugar a
una inflación de este ultimo.

Habría que tener en cuenta, además, que las dinámicas de la homosexualidad


inconsciente, en la teoría clásica, son similares para ambos sexos.

Otros teóricos se han unido a esta visión, fundamentalmente desde la base de la


comprensión de los factores de personalidad. Para algunos parte de la vulnerabilidad
para el desarrollo del delirio podría deberse a una confianza deficientemente
desarrollada, a unas dinámicas narcisistas o a rasgos exagerados como susceptibilidad
alta (38).

3.2.2. Modelos cognitivos

3.2.2.1. Alteración de los procesos de razonamiento formal

La hipótesis de que el delirio se origina en una alteración de los procesos de


razonamiento formal es originaria de Von Domarus (49), quien postuló como alteración
básica la proporcionada por su principio de identidad. El principio de identidad
consistiría en la asunción por parte del paciente de la identidad de dos sujetos sobre la
base de idénticos predicados. Por ejemplo: si Jesucristo era carpintero y mi padre era
carpintero entonces mi padre era Jesucristo.
Posteriormente Spitzer implico otros errores lógicos, aparte del ya mencionado,
en la génesis del delirio (38).
Tras observarse que los problemas lógicos implicados se encuentran también en
población normal (37) y tras la publicación del estudio de un caso clínico de
esquizofrenia por De Bonis (16) se ha sugerido que un defecto lógico formal presente en
los delirantes y ausente en la población normal no esta en la base de la formación del
delirio.

3.2.2.2.Alteración en los procesos de razonamiento bayesiano (teorías


probabilísticas)

Los modelos contemporáneos sobre razonamiento humano actualmente no usan


los principios de la inferencia silogística (razonamiento formal) como descripción
adecuada de cómo el ser humano desarrolla creencias, realiza elecciones y toma
conclusiones. El énfasis se ha desplazado a los modelos de razonamiento bayesiano (26).
El modelo de procesos bayesianos postula que los individuos aprehenden
eventos y proposiciones y después asignan, implícita o explícitamente, probabilidades
sobre su realidad. Los procedimientos bayesianos implican la existencia de una serie de
pasos cuya vía final es la formación de asignaciones de probabilidad.
Hemsley y Garety (22, 25) sugirieron que los delirios resultaban de defectos en la
habilidad de sopesar la evidencia dentro de líneas bayesianas. Por decirlo de otro modo,
el paciente delirante aceptaría conclusiones a niveles de probabilidad demasiado bajos
para ser aceptados por personas normales.

3.2.2.3. Alteración en los procesos de atribución


El modelo atribucional combina, en la génesis del delirio, dificultades
motivacionales y del razonamiento (38).
La teoría atribucional es un conjunto de hipótesis sobre como perciben las
personas las causas de las conductas de los demás o de sí mismos. Así, el modo como
una persona se comporta puede depender tanto de la situación especifica en la que se
produce la conducta (causas situacionales, condicionantes, externas o extrínsecas de la
conducta), como de características particulares de la persona (rasgos de personalidad o
causas disposicionales, internas o intrínsecas).
Respecto a la conducta del otro es típico suponer que esta es causada
principalmente por factores personales, en vez de por factores específicos de la
situación. Sin embargo, cuando lo que valoramos es nuestra propia conducta tendemos
a atribuir nuestras conductas buenas a nuestras propias personalidades virtuosas, y
nuestra mala conducta a la situación (31).
A pesar de que el ser humano varía en su capacidad atributiva, la información
compartida y las reglas sociales producen una uniformidad sorprendente (uniformidad
atributiva). Ocasionalmente se encuentra, sin embargo, cierta dosis de excentricidad y
divergencia, cuyas causas irían desde lo patológico hasta las desviaciones voluntarias
(6).
Basándose en la hipótesis de que muchos de los delirios encontrados en la
clínica tengan una fuerte dirección social (esto se ve especialmente en los delirios
paranoides), Bentall (3) ha explorado su proceso atributivo en términos del modelo que
propone como error atribucional universal la tendencia a adscribir la conducta de la otra
persona a las características de la persona implicada, a pesar de las circunstancias
presentes en el momento dado.
Así, Bentall trata de explicar el delirio analizando el papel de los sesgos
cognitivos en la etiología y el mantenimiento de las creencias anormales. En el estilo
atribucional de los delirantes se encontrarían sesgos acerca de la intencionalidad de los
otros, atribuyendo a los demás intenciones negativas, que reflejan un procesamiento
negativo de la información. Alcanzan rápidamente conclusiones a partir de realizar
atribuciones externas para acontecimientos negativos. El sesgo cognitivo les llevaría a
sopesar la evidencia de forma diferente a los sujetos normales, en un intento de
protección contra sentimientos crónicos de baja autoestima, y explicaría la poca
disposición para contemplar la posibilidad de estar equivocado (3, 4).
En resumen, el desarrollo de las creencias delirantes podría ser entendido en términos
de procesos de atribución social. Específicamente, los delirios de persecución podrían
estar asociados con un estilo particular de atribución social.

3.2.3. Mecanismo Psicobiológico

De Clerambault (17) propuso que los delirios crónicos resultaban de


acontecimientos neurológicos anormales, que incluían infecciones, lesiones,
intoxicaciones y otras formas de daño, que producían automatismos -alucinaciones,
perdida de memoria, sentimientos de familiaridad, falsos reconocimientos, robo del
pensamiento, alteraciones de la atención, sensaciones táctiles bizarras y sensaciones
quinestésicas - que confundían y molestaban al paciente inicialmente, y que
eventualmente demandaban alguna clase de explicación, que tomaba la forma de
delirios.

3.2.4. Modelos basados en la experiencia anómala


Según estos modelos los delirios serían interpretaciones racionales de
experiencias anómalas, siendo normal el razonamiento de los enfermos (6). Es decir, los
delirios se generarían en un intento de "explicar", por procesos normales de
razonamiento, experiencias insólitas y perturbadoras.
Los autores afines a este modelo proponen como ocurriría de forma universal que
cuando la naturaleza nos confronta con nuevos acontecimientos nos ponemos en un
estado de tensión hasta hallar una explicación a los mismos. A través del proceso
cognitivo normal surgirían miniteorías con la finalidad de dar sentido y ordenar los
datos observados. Elaborada una explicación la tensión se alivia y reduce. Los datos que
no encajan serian ignorados y reinterpretados. La teoría no se abandonaría hasta que se
reemplazara por otra que explique mejor las experiencias. Sin embargo es de notar que
existe una reticencia al abandono de la misma (35, 36, 37).
En el caso del delirio el proceso sería idéntico, pero la experiencia inicial, que
habría que explicar, sería de carácter anómalo, surgiendo así una teoría explicativa de la
misma que sería el delirio.

3.2.5. Otras fuentes de experiencia anómala y formación de delirio

3.2.5.1. Experiencia alterada del tiempo

Binswanger y Minkowski proponen que los pacientes esquizofrénicos sufren de


experiencias desordenadas del espacio y del tiempo que les llevan a sentirse prisioneros
y controlados (38).
Melges y Freeman (41), en su modelo cibernético de formación de delirios,
asumen como causa primaria del delirio una alteración temporal del pensamiento
formal. Así, la desintegración de la secuencia temporal del pensamiento seria
experimentada por el paciente como perdida de control, lo cual, en varios estadios,
llevaría a la formación de delirios.

3.2.5.2. Delirio con relación a una alteración atencional

El déficit atencional podría alterar el contenido del conocimiento, intensificar la


conciencia, o producir un enfoque sobre detalles particulares del ambiente.
Vinogradow y cols. han creado un modelo que une características atencionales y
pensamiento delusorio basado en alteraciones de los mecanismos asociativos (38).

3.2.5.3. Teoría de las ideas irrelevantes

Paulov propuso que una ausencia patológica de actividad en las células del
cortex sensorial y una activación patológica de otras células producía que ideas
irrelevantes se introdujeran en la conciencia. El delirio consistiría en reflejos acerca de
estas ideas irrelevantes (38).

3.2.5.4. Relación entre delirios y déficits sensoriales

Ya Kraepelin refería una conexión entre déficits auditivos y delirios.


Los estudios empíricos han mostrado mayor frecuencia de delirios en pacientes
con déficits auditivos y mayor numero de déficits auditivos en pacientes con
esquizofrenia paranoide (38).
También se han apreciado más frecuentemente alteraciones visuales en pacientes
paranoides (13).
Comparando pacientes paranoides con pacientes con trastornos del humor se ha
demostrado una incidencia mucho mayor de alteraciones visuales y auditivas en el
primer grupo (13).
Además, la perdida auditiva inducida en sujetos normales lleva a mayores
puntuaciones en la escala de paranoia del MMPI (51).

3.2.6. Teorías Neurobiológicas

Las tendencias organodinamistas, representadas en el modelo de H. Ey, basado


en la concepción de la neurología de Jackson, aplican su modelo de enfermedad mental
a la explicación del delirio.
En el modelo de Ey sobre la enfermedad mental la organización psíquica se
estructura en función de un armazón dinámico y jerarquizado, resultante de la
maduración e integración de las diferentes funciones nerviosas, de la conciencia y de la
persona. La enfermedad mental es una consecuencia de la desorganización de la
estructura psíquica o de anomalías en el desarrollo o conformación de la misma. El
proceso orgánico es el agente del caos psíquico produciendo una acción destructora o
negativa. Con la perdida de la organización superior se produce una regresión psíquica
en la que las fuerzas primitivas se reorganizan a un nivel inferior (organización
positiva) y confieren al cuadro su fisionomía característica (19).
De este modo la insania podría ser siempre entendida como el resultado de la
interacción de dos procesos, cada uno de los cuales tiene un correlato a través de
determinados síntomas, a saber: la disrupción y perdida de la función; y la desinhibición
de conductas de áreas no dañadas que generaran síntomas nuevos (síntomas positivos).
Otros factores, la personalidad y la experiencia influencian el carácter de estos nuevos
síntomas (38).
Así, según este modelo, el delirio no es en sí mismo una manifestación de tejido
cerebral enfermo, sino la expresión de tejido cerebral sano liberado por la abolición de
la función en algún centro más elevado. Surge de la reorganización a niveles más
inferiores, como producto de la desinhibición de ares no dañadas.
En los últimos años se han hecho intentos para identificar una base neurológica
para el pensamiento delirante. Se ha intentado evaluar la psicopatología asociada con
trastornos neurológicos específicos.
Así se ve que una amplia variedad de condiciones puede inducir psicosis, pero
fundamentalmente las que afectan al sistema límbico y especialmente dentro del mismo,
al lóbulo temporal y al núcleo caudado. Alteraciones en estas estructuras tienen mayor
probabilidad de estar asociadas a la formación de delirios (40).
Parece que en las condiciones asociadas con afectación bilateral hay una mayor
frecuencia de psicosis.
Se ha reconocido que el exceso dopaminérgico o la actividad colinérgica
reducida pueden también predisponer a psicosis (38).
Los focos epilépticos izquierdos están asociados a síntomas schneiderianos de
primer rango, sugiriendo una influencia de la lateralización en la formación de la
experiencia delirante (39).
Parece, además, que la psicosis es independiente de la severidad de los déficits
intelectuales que ocurren en los pacientes neurológicos. Este dato, sumado al de que
parece que las ideas delirantes no se correlacionan con anormalidades en ningún
dominio neurológico especifico, sugiere que el defecto cognitivo no es la fuente de los
delirios (38).
En esta línea, Cummings (15) sugiere como hipótesis para explicar la formación
de delirios que la disfunción límbica, el loci común, lleva a malinterpretaciones del
ambiente, y estas se acompañan de una percepción inapropiada de amenaza. Esto lleva a
la formación de la creencia paranoide. Factores relacionados con el paciente y con el
trastorno también influencian el contenido, la complejidad y la coordinación de la
formación del delirio.

3.2.7. Delirios producidos por drogas psicodelicas

Estos síndromes delirantes abren una perspectiva experimental a la etiopatogenia


de los delirios. El cuadro psíquico originado por estos fármacos no es en absoluto
superponible a las psicosis esquizofrénicas, pero recuerda a las psicosis tóxicas, que
cursan con delirios de tipo onírico u oniroide. A través de estos datos podemos postular
que el trastorno del nivel de conciencia no es suficiente para la aparición del delirio en
los enfermos psíquicos, debiendo, por tanto, referirlo a otros mecanismos más
específicos y sutiles (47).

3.2.8. El delirio como acto de habla vacio

El modelo de formación del delirio de Berrios y Fuentenebro (6) parte de la


presuposición de que el delirio, como hasta ahora se había considerado, no comparte su
estructura con las creencias diferenciándose de estas por la falta de veracidad de sus
contenidos. En una nueva conceptualización del delirio, apoyada en la ciencia de la
pragmática, presentan este como un acto de habla vacío.
En este modelo se plantea la hipótesis de que un locus cerebral perturbado emite
una serie de señales neurobiológicas que, en el caso de la formación del delirio,
penetran en la conciencia dando lugar a un tipo de experiencia que, por su falta de
forma concreta, denominan magma primordial. Esta experiencia, en el caso que nos
ocupa, es lo que se ha venido calificando como estado predelirante. El magma
primordial, en el cual esta "anclado" el estado predelirante, es un “material precognitivo
experiencial no procesado o conceptualizado” por el paciente y de su estudio exhaustivo
teóricamente podríamos extraer relaciones directas con el locus cerebral implicado en su
formación. Desde la presencia del estado predelirante se produce en el sujeto una
“activación de los procesos de reconocimiento y construcción que devienen en un
concepto y ulteriormente en un acto de habla o conducta”. Así, el delirio, como acto de
habla generado en este proceso, tiene un contenido que incluye únicamente códigos
personales y culturales. Una vez formado el delirio esta “enucleado”, desprovisto, de la
información correspondiente al locus cerebral que promovió su formación inicialmente.
4. CLASIFICACIÓN DE LOS DELIRIOS DE ACUERDO A SU ESTRUCTURA
FORMAL

Este modelo de clasificación trata de seguir el modelo conceptual del propio


Jaspers que distinguió entre forma y contenido del delirio. Este autor señaló que no eran
los contenidos del delirio los que iban a ayudar en el diagnóstico diferencial de las
enfermedades psiquiátricas. En efecto, la temática, por ejemplo, de perjuicio aparece
como contenido del delirio en múltiples alteraciones psiquiátricas. Sin embargo,
cualquier clínico se da cuenta de que no es lo mismo escuchar a un esquizofrénico
relatar como se siente perseguido que cuando lo hace un paranoico o un anciano afecto
de un delirium. Lo que hace aparecer distinto al delirio en unos pacientes u otros es su
estructura formal, no la temática o su contenido.
Por eso vamos a intentar describir los cuatro grandes tipos de delirio en función
de la patología que la hace aparecer (esquizofrenia, paranoia, psicosis maníaco-
depresiva y trastornos cerebrales orgánicos).

4.1. El delirio esquizofrénico

El delirio que aparece en la esquizofrenia es sin duda el que más ríos de tinta ha
derrochado. El análisis formal de este delirio ha sido tratado por todos los autores que
han escrito sobre psicopatología. Esto va a hacer que su tratamiento sea
desproporcionado en comparación con el resto de los delirios y ocupe buena parte de
nuestro capítulo.
El delirio esquizofrénico es el tipo de delirio que Jaspers denomina “procesal” o
“primario”. Para este autor es el único delirio auténtico y aparece exclusivamente en la
esquizofrenia. En su definición, Jaspers trata de diferenciarlo frente a otro tipo de
creencias normales o patológicas a las que Jaspers niega la condición de auténtico
delirio.
¿Cómo podemos distinguir el delirio que aparece en un paciente esquizofrénico
del que se observa en otros trastornos psiquiátricos? En primer lugar deberemos tener
claro que se trata de una idea delirante y no de una idea normal o una sobrevalorada.
Para ello hay que tener en cuenta la definición de delirio y las denominadas
“características externas” que hemos citado arriba. En segundo lugar, cuando
escuchamos al paciente deberemos considerar las características que Cabaleiro propone
y que nos ayudarán a delimitar el posible origen esquizofrénico de un delirio.

El delirio esquizofrénico tiene carácter centrípeto y autorreferencial: El


esquizofrénico vive la realidad como si todo le viniera de fuera (es centrípeto respecto
al Yo) y todo se dirige y tiene relación con él (autorreferencial). El mundo del
esquizofrénico sufre una mutación, en un fenómeno que en otro capítulo de este texto
hemos denominado desrealización. La realidad se le aparece cambiada, distinta a la que
previamente conocía. Ésta es ahora nueva, cargada de extrañas simbolizaciones y
significados mágicos y generalmente hostil y amenazante y además invade su
personalidad. Simultáneamente se produce otro fenómeno, que es el de la
despersonalización: el esquizofrénico se ve a sí mismo también nuevo, extraño, distinto
al que antes era. En esta nueva situación vivencial, el paciente se sitúa en un punto
central del mundo: éste existe en la medida que lo hace para él, toda la realidad se dirige
y se refiere a él.
El delirio esquizofrénico tiene carácter de vivencia impuesta: a la hora de
valorar las vivencias esquizofrénicas (sus pensamientos, creencias, emociones,
recuerdos, percepciones, etc.) hemos de tener en cuenta una característica
específicamente esquizofrénica y que distingue a estos fenómenos del resto de las
personas: es lo que López Ibor denominó “la inversión de la flecha intencional”. Para la
persona normal todos sus actos psíquicos son vividos con una conciencia clara de que
proceden de él mismo, sus intenciones proceden de su interior y son dirigidos hacia
fuera. Sin embargo, en el esquizofrénico se produce una inversión en la dirección de sus
actos psíquicos. Las intenciones proceden de fuera y se dirigen hacia él. Sus
pensamientos (y por tanto los delirios), sus actos, sus emociones y deseos, no son
vividos como productos de su interior sino que vienen de fuera. En palabras de
Cabaleiro, son “impuestos”, “hechos” o “fabricados”. Por lo tanto nos vamos a
encontrar que el esquizofrénico vive sus pensamientos, no como productos de sí mismo
(al igual que el resto de las personas) sino como pensamientos inspirados o vivencias
impuestas en una especie de revelación que, según Alonso-Fernández, “domina y
subyuga al yo”. Esta característica de revelación que posee el delirio esquizofrénico es
el carácter de “numinoso” que Kurt Schneider otorgaba a este tipo de delirio.

El delirio esquizofrénico tiene carácter disgregado: A diferencia de otro tipo


de delirios (principalmente el que se da en los desarrollos paranoides), en la escucha de
los relatos delirantes de los esquizofrénicos observamos que el delirio esta plagado de
contradicciones internas que aparentemente no mueven un ápice la convicción con que
el paciente sostiene su delirio. En él se mezclan contenidos reales e irreales, ideas o
sentimientos contradictorios entre sí, llegando en ocasiones a dificultar de manera
importante la comprensión del contenido del delirio. El resultado es un delirio
deficientemente sistematizado.
Este carácter disgregado del delirio es fruto de una alteración típica que afecta al
pensamiento de los esquizofrénicos y más concretamente al curso del pensamiento, y es
la disgregación de este último (sobre esto hablaremos más abajo). Esta disgregación
afecta a toda la personalidad y, aun en los casos en que la personalidad está más
conservada como en las esquizofrenia paranoide, siempre vamos a encontrar algo de
este carácter disgregado del pensamiento esquizofrénico.

El delirio esquizofrénico se va incorporando en la vida del pacientede


manera progresiva: A la aparición del delirio suele preceder un estado anímico
especial de vagas sospechas, temores y sensación de que algo terrible va a suceder que
provoca gran angustia a quien la padece. Por eso, cuando se estructura el delirio, el
paciente se entrega entusiásticamente a él, pues se resuelven las dudas y temores
iniciales, el contenido del delirio lo explica ahora todo y el esquizofrénico se siente
aliviado. Con el tiempo, sin embargo, llama la atención el escaso correlato afectivo que
el paciente manifiesta en relación a los contenidos que narra, por muy terribles que sean
éstos(llegando en ocasiones a la indiferencia ).
Sin embargo, esta indiferencia afectiva con respecto al contenido del delirio no
siempre se da, ocurriendo en ocasiones que el delirio sorprende y aterroriza al enfermo.
Aún así, conforme avanza el proceso esquizofrénico, el delirio se va haciendo cada vez
más subjetivo, siendo el enfermo reticente a comentarlo y aprendiendo a convivir con
él. Así, es capaz de mantener el contacto con la realidad pudiendo mantener una vida
“casi” normal, mientras que sigue sosteniendo su delirio y vive con él. Es ésta la “doble
contabilidad” de que hablaba Bleuler cuando el delirio pierde su fuerza. Doble
contabilidad, y simultánea, que el esquizofrénico mantiene con sus vivencias delirantes
y con la realidad.
Una vez descritas una serie de características formales que nos ayudan a
distinguir el delirio esquizofrénico del resto de los delirios, nos gustaría seguir
profundizando en el análisis formal de este tipo de delirios. No obstante lo que viene a
continuación es altamente especulativo y probablemente solo interesará al clínico
preocupado por este tema.
Como ya hemos señalado, Jaspers tuvo una especial preocupación en delimitar
el concepto de delirio procesal o primario. En su opinión era el delirio “princeps” y
característico del proceso esquizofrénico. Los demás tipos de delirio solo pueden ser
denominados así por analogía con el delirio procesal. Al primero lo denominó
“primario” por que procede directamente del proceso esquizofrénico y, en
consecuencia, es incomprensible. En cambio, al resto de las ideas delirantes las
denominó ideas deliroides (y que autores posteriores las recalificaron como
secundarias) porque son psicológicamente comprensibles a partir de otros fenómenos.
Son secundarias a estos fenómenos de los que derivan. Así el delirio persecutorio de un
paranoico es comprensible a partir de la personalidad previa del sujeto que lo padece.
En apartados anteriores hemos visto las llamadas “características externas” del
delirio en general. Sin embargo, Jaspers consideró una serie de características que
podríamos aquí denominar como “internas” y que definitivamente distinguen a este tipo
de creencias de otras como son las creencias normales, las ideas sobrevaloradas y las
ideas delirantes secundarias. Walker, basándose en Jaspers, delimita estas características
en cuatro:
El delirio primario es un fenómeno directo e inmediato: Jaspers consideraba
que el delirio primario surge en la conciencia del paciente de una manera directa, sin ser
un fenómeno fruto de la reflexión o que emerja comprensiblemente de otros fenómenos
psíquicos como ideas, creencias o emociones. No es un fenómeno mediado por la
reflexión como sucede con el resto de las creencias (ideas normales, sobrevaloradas y
delirios secundarios).
El delirio primario es un fenómeno de dos partes: Jaspers opinaba que todo
material que aparece en la conciencia tiene una estructura bimembre: por un lado está el
material sensorial que procede del exterior (la parte objetiva) y, por otro, está la
significación o sentido que nosotros otorgamos a lo anterior. En las creencias no
procesales este segundo miembro es comprensible si tenemos en cuenta la personalidad
de quien sostiene la creencia, sus circunstancias y su desarrollo biográfico.
Sin embargo, en el esquizofrénico, la vivencia delirante primaria otorga un sentido
nuevo (e incomprensible para el espectador) a todo el material que surge en la
conciencia. En este sentido podemos hablar de percepción delirante, ocurrencia
delirante, memoria delirante, humor o atmósfera delirante, etc. en función de si el
primer miembro es una percepción, un recuerdo, un estado afectivo al que se ha unido
la nueva significación delirante e incomprensible.
El delirio primario es incomprensible: El auténtico delirio siempre resulta
incomprensible para quien lo escucha, tanto en lo que se refiere a su contenido (ya que
es un fenómeno inaccesible a cualquier recreación empática en el observador) como a
su origen pues no podemos comprenderlo empáticamente como consecuencia de ningún
fenómeno anterior de la vida del paciente (idea, emoción o estado afectivo, fenómeno
psicopatológico: alucinación, otros delirios primarios, etc.). Es, como se le ha definido,
irreductible psicológicamente.
El delirio primario implica un cambio en la personalidad: Hemos de tener en
cuenta que el concepto jasperiano de “personalidad” es distinto al que nosotros solemos
manejar. Él concebía la personalidad como “la totalidad de las relaciones
comprensibles”, es decir, la personalidad es el conjunto o la totalidad de significaciones
o sentidos con que yo construyo y concibo el mundo. Como hemos dicho arriba, para
Jaspers cada objeto, idea, memoria, vivencia, etc. evoca en mí un sentido que es
comprensible si se toma en cuenta el resto de sentidos o significados de los objetos,
ideas, sentimientos y vivencias que forman parte de mi mundo. El conjunto de estos
sentidos o significados es lo que conforman la personalidad y están comprensiblemente
interelacionados entre ellos. Este conjunto que define la personalidad es particular y
único de cada persona.
Pues bien, así como las creencias normales, las sobrevaloradas y los delirios
secundarios surgen comprensiblemente del resto de sentidos o significados que
conforman la personalidad (en el caso de los dos últimos, de personalidades
patológicas), el delirio procesal no surge comprensiblemente de la personalidad. Es, por
tanto, primario e incomprensible y, además, una vez que se inserta en la personalidad
con sus características de “invasor”, obliga al resto de sentidos o significaciones
preexistentes a modificarse en función y en torno a la nueva significación delirante. De
esta manera, al alterar el conjunto de las relaciones de sentido preexistentes, se altera
de manera permanente la personalidad (tomada ésta en su sentido jasperiano).
Éstas son las características del delirio primario según Jaspers. Este tipo de
delirio, que es exclusivamente procesal o esquizofrénico, es difícil de observar en la
práctica clínica pues se manifiesta generalmente en los estadios incipientes de la
esquizofrenia. No quiere decir esto que el paciente esquizofrénico deje de delirar
después, sino que posteriormente, a través de lo que el propio Japers denominó “trabajo
o sistematización delirante” se gestan otro tipo de delirios que él denominó ideas
deliroides (o secundarias).
No obstante, volvemos a insistir en que para Jaspers, delirio auténtico sólo es el
primario o procesal. Los demás sólo pueden ser llamados delirios por analogía. Para
aclarar esto, si un esquizofrénico nos dice que tiene un “chip” en el cerebro, habremos
de entender esta vivencia como una idea delirante secundaria o deliroide, ya que es
comprensible a partir de la elaboración o sistematización que el paciente realiza a través
de experiencias psicopatológicas previas: alucinaciones auditivas y cenestésicas,
fenómenos de alienación del propio pensamiento, ideas delirantes primarias, etc. Por lo
tanto, no toda idea delirante que aparece en un esquizofrénico puede ser calificada
automáticamente como procesal o primaria.
En consecuencia, según el criterio de Jaspers, a partir de las experiencias
delirantes primarias, las reflexiones que sobre ellas se realizan, las percepciones reales,
la propia personalidad y el nivel de inteligencia, se produciría una sistematización y
elaboración del delirio, fruto del cual serían las ideas deliroides. A este proceso, Jaspers
lo denomina “trabajo delirante”.
Cabaleiro aclara, que la captación por parte del clínico de las ideas delirantes
primarias es factible en los estados incipientes de la esquizofrenia. Cuando nos topamos
con el delirio ya constituido, es ya demasiado tarde y no es posible determinar estas
características internas del delirio procesal. En ese momento sólo se pueden observar
ideas deliroides, producto del trabajo delirante.
En las clasificaciones diagnósticas actuales (CIE 10, DSM IV R) la distinción
entre delirio primario y delirio secundario carece de relevancia (2).
4.1.1. Clasificación del delirio esquizofrénico

Distintos autores desde la época de Jaspers (el mismo Jaspers, Gruhle, Kurt
Schneider, López Ibor) han ido proponiendo una serie de formas según las cuales el
delirio primario, procesal o esquizofrénico se iría manifestando. La diferencia entre
estas clasificaciones es, según nuestra, opinión anodina pues aporta poca información.
Sin embargo estos términos todavía son utilizados y forman parte fundamental de lo
que Kurt Schneider consideró síntomas fundamentales de la esquizofrenia y que durante
muchos años fueron utilizados como criterios diagnósticos para esta enfermedad.
El primer tipo de vivencia delirante es la percepción delirante. De acuerdo a
las concepciones psicológicas que manejaron estos autores, toda percepción en un sujeto
normal adquiere un significado para quien lo percibe que está de acuerdo con las
experiencias, emociones, recuerdos y su propia personalidad. Es decir, para un
observador externo, la significación que lo percibido tiene para esa persona es
psicológicamente comprensible si se tiene en cuenta el contexto que le rodea. Sin
embargo, en la esquizofrenia algo percibido, de repente es investido por una
significación nueva, delirante. Así, la visión de un coche rojo que pasa por la calle es
vivido por el paciente como la señal de que sus intestinos se están descomponiendo.
Este significado vinculado a la percepción del coche rojo es incomprensible para quien
conozca al paciente por mucho que se tenga en cuenta su contexto vital. Es, por tanto,
una vivencia delirante primaria, psicológicamente irreductible: una percepción
delirante. La percepción delirante es, en consecuencia, un fenómeno bimembre: por un
lado está la percepción y por otro la significación delirante que le es añadida.
Hay que tener en cuenta que lo que hace primario a este delirio no es que se le
añada una significación delirante a una percepción sino que esa significación sea
psicológicamente incomprensible de acuerdo al contexto vital del paciente. Así, por
ejemplo, que un paranoico viva una ventana abierta como señal de alguien ha entrado
en su casa para ponerle micrófonos no se trata de una percepción delirante ya que la
significación delirante añadida a la percepción es comprensible si se tiene en cuenta la
manera con que el paranoico vive su realidad y el de lirio persecutorio que
habitualmente sostiene. Se trataría en este caso de la interpretación delirante de una
percepción y no de un delirio primario sino secundario.
Otro tipo de vivencia delirante primaria sería la intuición u ocurrencia
delirante. Se trata de una idea, ocurrencia o intuición que aparece de manera súbita en
la conciencia del paciente y que no puede ser derivada de ningún pensamiento, emoción
o vivencia anterior. Así, de repente, un paciente puede estar convencido de que ha sido
designado para una misión redentora del mundo. Se trata de un fenómeno con unos
límites conceptuales no bien delimitados que propuso Jaspers y que más tarde K.
Schneider le restó validez. Tendría, a diferencia de la percepción delirante, una
estructura unimembre.
El tercer tipo de vivencia delirante se trata del humor delirante. No consiste en
una idea, una representación o una percepción, sino de un estado afectivo o vivencia
especial y, podríamos decir, específica de la esquizofrenia. En él, el paciente de repente
siente que el mundo es distinto (desrealización), las cosas han dejado de tener el
significado y la familiaridad que antes tenían. De repente, todas esas cosas comienzan a
cargarse de nueva significaciones que al principio son misteriosas. El estado de ánimo
del paciente es variable: a veces de terror por estos cambios inexplicables, otras de
excitación ante la perspectiva de que algo extraordinario va a sucederle, otras de
desánimo y desesperanza. Se encuentra temeroso, aprensivo pues intuye que algo va a
sucederle. A veces puede permanecer en un estado de absoluta perplejidad. Poco a poco
las cosas, que habían perdido su significado, van empezando a cobrar sentido y
generalmente un sentido que tiene relación con él. Al final, aparece el delirio en esta
atmósfera de incertidumbre, un delirio que explica lo que hasta entonces no tenía
sentido y el paciente se siente entonces aliviado.

4.2 El delirio parafrénico


Al hablar sobre la estructura formal del delirio y específicamente sobre lo que
Jaspers denominaba delirio primario o procesal, veíamos que restringía este concepto al
tipo de delirio que surge de los procesos esquizofrénicos. Dentro de este grupo hemos
de incluir al delirio que aparece en una entidad antiguamente llamada parafrenia.
La parafrenia consiste en un trastorno que Kraepelin desgajó de la Demencia
precoz (esquizofrenia) y a la que denominó Psicosis parafrénica. Esta nueva entidad se
caracterizaba por un productivo “trabajo” delirante en el que se entremezclaban
actividades alucinatorias y fabulatorias para dar como producto final un delirio muy
rico y exuberante. Otra característia es que no se producía un gran deterioro final en la
personalidad del paciente como el que se observaba en la esquizofrenia. Posteriormente,
se ha visto que la evolución final de los pacientes parafrénicos era hacia el deterioro, al
igual que lo hace la esquizofrenia. Por esta razón, hoy en día se tiende a incluir la
parafrenia dentro del grupo de las esquizofrenias.
No obstante, el delirio parafrénico ha sido clásicamente descrito con unas
carcterísticas propias y que lo distingue del delirio esquizofrénico. Para explicar este
tipo de delirio vamos a basarnos en las descripciones que realiza Ey con las
matizaciones de Cabaleiro.

El delirio parafrénico se caracteriza por el carácter fantástico de los temas


delirante El pensamiento de los parafrénicos se acerca en su similitud al pensamiento
mágico de las culturas primitivas en el que las categorías lógicas que usualmente rigen
nuestro pensamiento quedan abolidas. En el mundo de los parafrénicos importan
bastante poco las relaciones causa-efecto, las categorías espaciales y temporales. Todo
es flexible y se acomoda al desarrollo de las fantasías. Es el tipo de pensamiento al que
Ey denomina paralógico. Pero además, el pensamiento mágico en estos pacientes está
completamente desbocado, dando rienda suelta a las fantasías que se extienden en sus
contenidos sin límite alguno.
En opinión de Ey muchos de los temas adoptados se repiten constantemente y se
asemejan a las producciones míticas tradicionales y a las creaciones surrealistas del arte
de nuestro siglo, dando ese aspecto extraordinariamente estético que tiene lo que
cuentan los pacientes. En este sentido, cita Ey los temas míticos que fundamentan
muchos de estos delirios: las fabulosas maternidades, la palingenesia (el renacimiento
de los seres), los mitos de la creación, las metamorfosis corporales o cósmicas...

El delirio parafrénico se caracteriza por su riqueza imaginativa: Sea cual


sea la temática adoptada, uno de los denominadores comunes va a ser el componente
megalomaníaco del delirio. Así, el parafrénico se va a sentir el protagonista o
instrumento de grandes combates por una suerte de participación infinita en los grandes
acontecimientos históricos, ya sea en nuestro mundo o en el espacio cósmico. Los temas
pueden ser de influencia (fenómenos parapsicológicos o experimentos científicos); de
persecución (conspiraciones políticas misteriosas, o complots de fuerzas
sobrenaturales...); temas de envenenamiento, de embarazos fantásticos, transformación
de órganos, temas de grandeza (filiación a históricos y reales linajes, identificación con
profetas o el mismo Dios, etc.).

El delirio parafrénico es de tipo sensorioperceptivo: Ey niega la categoría de


procesal a este delirio al concebirlo como secundario a la aparición de las alteraciones
sensoperceptivas. En su opinión es a partir de voces, revelaciones, comunicaciones
telepáticas, visiones o éxtasis como el parafrénico elabora su universo fantástico. Sin
embargo, remarca Ey, la fabulación se hace autónoma en su desarrollo borrando al final
toda referencia del enfermo a sus alucinaciones a medida que éstas son puestas en
segundo término por las fabulaciones.
Esta génesis secundaria del delirio a partir de la experiencia alucinatoria no es
una opinión compartida por Cabaleiro quien sitúa este delirio dentro de los delirios
procesales con las características jasperianas que arriba citamos. Para este autor, el
intenso componente imaginativo de este delirio coloca a quien lo sufre en una posición
propicia para la aparición del fenómeno alucinatorio. La alucinación, por tanto, no
precede a la aparición del delirio sino que le acompaña. Es más, en palabras de
Cabaleiro, la alucinación surge como una forma de expresión del propio delirio.
Por esta característica del delirio parafrénico (el estar integrado por imágenes, al
igual que el pensamiento de estos enfermos) Cabaleiro lo califica como de tipo
sensorioperceptivo, en oposición al delirio del esquizofrénico paranoide que es de tipo
interpretativo.

El delirio parafrénico está pobremente sistematizado: Esta característica es


común con el delirio esquizofrénico. La comprensión de los contenidos narrados por
estos pacientes nos resulta dificultosa y su discurso lleno de contradicciones internas, no
solamente por las características del pensamiento mágico-arcaico que ya hemos citado,
sino por la misma disgregación del curso de las asociaciones (de la que hablaremos
más adelante en este capítulo).

La realidad delirante convive con la realidad objetiva: En la observación de


estos enfermos, llama la atención la integridad paradójica que es capaz de mantener el
paciente entre los fantásticos e increíbles contenidos de sus delirios y la aceptable
inserción en la realidad de su vida cotidiana. En este sentido llama Ey diplopía a esta
situación en la que el paciente integra la visión de sí mismo dentro de su biografía
personal histórica, con la visión delirante de sí mismo metamorfoseado.

4.3. El delirio de los desarrollos paranoides.

El desarrollo paranoide se entronca nosológicamente con la Paranoia que


Kraepelin estableció y que en la Psiquiatría francesa incluyó dentro de las Psicosis
delirantes crónicas. En los actuales sistemas nosológicos se inscribe dentro del grupo de
los “Trastornos delirantes” (DSM IV) o de los “Trastornos por ideas delirantes
persistentes” (CIE 10). Para entender la explicación de esta nueva forma de delirio,
hemos de acudir al concepto jasperiano de “ desarrollo paranoide “ por lo que allí
remitimos al lector.
En este apartado vamos a ceñirnos a la descripción que Cabaleiro realiza de este
tipo de delirio y que a su vez bebe en las fuentes de Henry Ey.
El delirio del desarrollo paranoide tiene carácter constitucional: Con esta
definición queremos indicar que el delirio no surge aquí como algo “nuevo” que
irrumpe en la personalidad marcando una ruptura en su biografía. La personalidad del
paciente ya daba muestras de rasgos que posteriormente se hipertrofian, cuando el
delirio se muestra ante el explorador en su forma más florida.
En este sentido, autores como Mackinon, Bulbena y otros, describen la
personalidad (o constitución) paranoide con los rasgos de “desconfianza y suspicacia,
rigidez, egocentrismo, tendente a realizar juicios erróneos motivados por una fuerte
carga de afectividad y pasión, cegados por una rígida e inflexible tendencia a las normas
y búsqueda de la justicia en causas en las que se ven perjudicados y con una
personalidad que hace uso de mecanismos de defensa típicamente psicóticos: negación,
proyección y formación reactiva”.
Otros autores han descrito otros rasgos de personalidad previos que en ocasiones
evolucionan en un desarrollo paranoide. Por ejemplo, Kretschmer habla de las
personalidades sensitivas como personas tímidas, sensibles, ansiosos, escrupulosos e
indecisos (terreno abonado donde surgen los pensamientos obsesivos), inclinados a las
luchas de conciencia y muy sensibles a las reacciones de los demás. Según Ey, inhiben
constantemente sus pulsiones y están permanentemente insatisfechos. Kurt Schneider
incluye estas personalidades dentro del grupo de las personalidades inseguras de sí
mismas.
Vemos, en consecuencia, que existe una continuidad entre la personalidad del
paranoico y el mismo delirio. En opinión de Cabaleiro, el delirio aparece como
resultado de un choque entre la personalidad y un acontecimiento vital conmocionante
por el significado impactante que este hecho tiene en la especial personalidad del
delirante.
Una vez que esto sucede, se pone en marcha la estructuración del delirio y, en
palabras de Cabaleiro, es la propia personalidad la que se hace delirante. En los cuadros
procesales, en cambio, es el propio proceso el que hace delirante a la personalidad por
la grave transformación que en ella produce.
Sin embargo, y siguiendo a Cabaleiro, el desarrollo paranoide no es una simple
reacción de la personalidad frente a una situación vital propiciatoria del delirio. Es algo
más que una reacción, es una movilización, un despliegue o desarrollo de todo lo
anómalo que la personalidad lleva en sí. Podemos decir entonces que el delirio emana
de la personalidad del paranoico y que florece a partir de ella.
Redundando más en este aspecto, hemos de insistir que, salvando los contenidos
delirantes, la personalidad del delirante se mantiene intacta y preservada (al contrario
que en los cuadros procesales en que el mismo proceso la altera sustancialmente) y que
ésta, con todas sus potencialidades, se pone al servicio del delirio.

• El delirio del desarrollo paranoide tiene una estructura afectiva: El delirio


en general (y especialmente el de los desarrollos paranoides) no es sólo una idea errónea
sostenida con convicción extraordinaria, sino una idea que además se vive con una alta
carga de afectividad.
Veíamos que, en la esquizofrenia, los contenidos del delirio se vivían en un
principio con una alta carga de afectividad que progresivamente decrecía a medida que
evolucionaba el cuadro procesal. Llegado un punto, el esquizofrénico vive los
contenidos del delirio con una indiferencia afectiva llamativa, indiferencia que según el
paciente le permitía mantener una “doble contabilidad” entre su delirio y la realidad.
Esto no sucede así con los desarrollos paranoides. Los contenidos del delirio se
viven con una alta carga de afectividad y pasión. No existe una progresiva
“desensibilización” afectiva como en la esquizofrenia sino más bien al contrario. Esto
hace que, junto con la preservación de la personalidad propia del paranoico, éste se vea
motivado a la acción según el contenido específico de su delirio. Así el delirante
hipocondríaco acudirá de médico en médico buscando la causa y el reconocimiento de
los médicos de su “enfermedad”, el delirante que se siente envenenado por sus vecinos
presentará continuas denuncias a la policía pudiendo llegar hasta el homicidio para
defenderse de sus atacantes, y el celotípico tendrá a su cónyuge atormentado por sus
continuas dudas respecto a su fidelidad. Este aspecto se ve con menos frecuencia en el
delirante esquizofrénico.
• El delirio de los desarrollos paranoides es de carácter secundario: Esta
característica es la consecuencia lógica de las dos anteriores. Atendiendo al criterio de
“comprensibilidad” jasperiano, el delirio de los desarrollos paranoides es comprensible
si tenemos en cuenta las características de la personalidad previa del paranoico y de
cómo el delirio emana y se estructura paulatinamente a partir de estos rasgos de su
personalidad así como los posibles sucesos vitales conmocionantes (si es que son
identificables).
En este sentido, al no ser un delirio procesal o primario, Jaspers no lo considera
como auténtico delirio sino como idea deliroide. No obstante cumple plenamente las
“características externas” de lo que usualmente denominamos “delirio”.

El delirio de los desarrollos paranoides está sistematizado: Es una de las


características principales de este tipo de delirio y que nos permite distinguirlo respecto
del delirio esquizofrénico y de las parafrenias donde el cuadro procesal, que afecta a
todos los aspectos de la personalidad, hace que el delirio aparezca ante el observador
con una estructura disgregada y paralógica. Esto impide que los contenidos de los
delirios se hagan creíbles para quien los escucha en estas dos enferemedades.
Sin embargo, el paranoico tiene preservado el curso de su pensamiento (al igual que el
resto de su personalidad). De esta manera el delirio se presenta ante el observador de
manera coherente, sin saltos lógicos o asociativos, siendo difícil encontrar
contradicciones internas en el relato que permitan diferenciarlo de un hecho real. Esta
coherencia, unida a la alta carga de afectividad de quien lo narra (además de la
preservación de la personalidad que le permite establecer relaciones empáticas con
quienes le rodean), hacen que el delirio pueda ser transmitido en ocasiones a personas
sanas, como se ve en las folie a deux. Es esta característica la que ha llevado a dos
clínicos franceses (Serieux y Capgras) a denominar esta enfermedad como la “psicosis
persuasiva”. Así, el delirante prescindirá de todos los datos que contradigan sus
creencias delirantes o, lo que también suele suceder, utilice todos los argumentos que
tiene en su mano para transformarlos de manera que le confirmen aún más en su delirio.
No sin acierto, los psiquiatras franceses han denominado a esta psicosis como la locura
razonante.

El delirio hace uso de la interpretación errónea para su progresión: El


delirio, que comienza como una idea sobrevalorada va adquiriendo la consistencia y la
intensidad del delirio típico haciendo uso de interpretaciones patológicas que tratan de
justifica a la temática central que centra el delirio. De esta manera el delirio progresa y
se organiza lenta pero inexorablemente, extendiéndose por continuidad, contigüidad y
semejanza al resto de situaciones, lugares y personas que inicialmente habían
permanecido preservadas de ser incluidas en el delirio. Por esta razón se le ha
denominado delirio de relación social.

El delirio de los desarrollos paranoides tiene también carácter centrípeto y


autorreferencial: Es ésta una característica que comparte con el delirio del
esquizofrénico paranoide. El delirante paranoico se siente “el ombligo del mundo” (en
palabras de Ey) en su manera de contemplar la realidad y relacionarse con ella. Tanto lo
que ve como lo que no puede ver sirve para contribuir a argumentar en favor de su
delirio, además de interpretarlo autorreferencialmente.
Sin embargo, aunque similar en este aspecto con los esquizofrénicos, Cabaleiro destaca
que, aunque ambos tipos de enfermos se convierten en el centro del mundo. El
esquizofrénico es incapaz de trascendencia (en palabras de Conrad) mientras que el
paranoico sí lo es. Recordamos que para Conrad, trascender significa cambiar “el
sistema de referencias”, es decir de vernos a nosotros mismos e incluso nuestra manera
de contemplar el mundo desde otro punto de vista o desde la “óptica” de otra persona.

• El delirio de los desarrollos paranoides carece del carácter de vivencia


impuesta: esta característica le diferencia del deliro esquizofrénico. El paranoico, al
igual que el resto de las personas vive todos sus actos psíquicos (pensamientos,
sentimientos, etc...) como propios.

• El tema común a todos los contenidos delirantes es el persecutorio: Para Ey


todos los temas delirantes son reductibles a una sola fórmula fundamental: el tema de
persecución. Aunque esto es claro en muchos de los contenidos delirantes que el
paranoico puede adoptar, puede ser contradictorio en algunas ocasiones, como es el
caso de los delirios de contenido megalomaníaco.
En estos casos creen Ey y Cabaleiro que a pesar de la temática grandiosa, siempre
estarán contenidos delirantes de persecución más o menos manifiestos: El delirante se
sentirá envidiado, o se verá obligado a demostrar su valía frente a una cohorte de
enemigos que tratarán de difamarle.

4.4. El delirio de los trastornos orgánicos

No podemos hablar de un tipo específico de delirio en los trastornos orgánicos.


De hecho, en muchas ocasiones un problema orgánico pasa desapercibido porque su
psicopatología simula de tal manera a un trastorno psiquiátrico primario que pasa sin
diagnosticar. Sin embargo, dentro de los llamados trastornos orgánicos hay un cuadro
cuyo tipo de delirio presenta unas características peculiares. Se trata del delirium o
episodio confusional agudo. No hay que confundir delirium que se refiere a un trastorno
psiquiátrico caracterizado por una alteración global de la fisiología cerebral y que
desencadena una variada muestra de síntomas psicopatológicos con la palabra delirio (o
idea delirante) que se refiere aun síntoma psicopatológico concreto. A continuación
ofrecemos una serie de características que pueden ayudar a diferenciar este tipo
concreto de delirio.

Las ideas delirantes en el delirium vienen marcadas por las alteraciones


formales del pensamiento: Típicamente, el pensamiento del paciente en estado de
delirium se caracteriza por una desorganización y deterioro de todos los procesos
cognoscitivos. El paciente es incapaz de organizar su pensamiento siguiendo un hilo
coherente. Su memoria, por otra parte también se ve afectada, de manera que no puede
contrastar el presente con experiencias pasadas. El resultado final es que se ve
imposibilitado para analizar la realidad y extraer conclusiones que le sirvan para
desenvolverse de manera adaptativa en su medio. Podemos decir, en consecuencia, que
las ideas delirantes que aparecen en el delirium están desorganizadas en su lógica
interna y son inconsistentes en el tiempo, apareciendo y desapareciendo en breves
instantes.

El contenido de las ideas delirantes oscila entre dos extremos: Por un lado
hay pacientes en los que los delirios que expresan están empobrecidos con unas pocas
ideas y desestructuradas que a duras penas componen una idea difícilmente
comprensible. En otros casos, el pensamiento es extremadamente rico en imaginación,
recuerdos y fantasías. Adquiere un aspecto onírico. Parece que el paciente está soñando
despierto y éste se ve con dificultades de separar la realidad del mundo onírico que está
viviendo. Como señala Lipowski, esta actividad del pensamiento suele reflejar la vida
pasada del paciente, sus temores y deseos, los conflictos, preocupaciones y recuerdos.
No obstante, en la mayoría de los casos el contenido de las ideas delirantes suele ser
persecutorio y de perjuicio. El paciente se haya en un estado de suspicacia e interpreta
la realidad de manera errónea. No reconoce a las personas cercanas o al personal
sanitario, a quienes identifica falsamente con personas que le van a hacer daño. Es
típico aunque no frecuente observar como algunos pacientes en estado de delirium
comienzan a actuar (hablando y actuando) como si estuvieran desempeñando
actividades cotidianas del pasado que generalmente tienen que ver con su ocupación
laboral. A este tipo de fenómeno se la ha denominado tradicionalmente delirio
ocupacional.

En el delirium, las ideas delirantes se entremezclan con la actividad


alucinatoria: Como ya hemos señalado, las ideas delirantes en este trastorno son
típicamente desestructuradas, fluctuantes en el tiempo y sin sistematizar. Son
desencadenadas y modificadas por estímulos externos. Estas ideas delirantes tienden a
mezclarse imperceptiblemente con las ilusiones y alucinaciones tan frecuentes en este
trastorno. Llega un momento en que es difícil saber qué es alucinación y qué delirio.
Como señala Lipowski, el delirio más frecuente en el delirium es creer que lo que el
paciente alucina es real.

4.5. El delirio de los trastornos afectivos

Hace algunas décadas existía la convicción de que existían unos tipos de delirio
que eran, digamos, patognomónicos de un tipo específico de trastorno psiquiátrico.
Esto, en parte, estaba basado en las propuestas de Kurt Schneider acerca de los síntomas
de primer rango para la esquizofrenia. Esta concepción ha sido hoy rechazada y se
acepta casi unánimente que cierto tipo de delirios que antes se consideraban específicos
de la esquizofrenia hoy puedan aparecer en trastornos afectivos como la depresión o la
manía. Otra de las discusiones históricas es acerca de la comprensibilidad de los
delirios. Según Jaspers, el hecho de que los delirios sean comprensibles a partir del
estado de ánimo en el que han aparecido les diferencia de las ideas delirantes primarias
o procesales. Serían, en consecuencia, ideas delirantes secundarias o ideas deliroides.
Otros autores han negado que la aparición del delirio sea psicológicamente
comprensible por mucho que se tenga en cuenta el estado de ánimo por lo que los han
considerado también ideas delirantes primarias. Nosotros no vamos a entrar en esta
discusión refiriéndonos a ellos simplemente como delirios
No obstante, todavía se considera que ciertas características del delirio orientan
hacia una enfermedad de las consideradas del grupo de los trastornos afectivos. Son
estas características las que a continuación citamos.

El delirio en los transtornos afectivos está marcado por una alteración


formal del pensamiento correspondiente: Así en la manía el paciente narrará sus
convicciones delirantes con el pensamiento típico de estos casos. Dependiendo de la
gravedad de su estado, simplemente aumentará la velocidad de su discurso o podrá
llegar a un pensamiento tangencial con fuga de ideas. En la depresión, en cambio, el
discurso del paciente se enlentecerá, se hará monótono, los pensamientos volverán una
y otra vez a la conciencia del sujeto de manera que parecerá que los está rumiando.
El delirio está en relación con el humor de base: Los delirios están en relación
con el estado afectivo de base tanto en relación a su contenido como a su intensidad. La
euforia o la irritabilidad del maníaco determinarán los temas que aparecerá como
contenido de sus creencias delirantes. La tristeza y la angustia del melancólico harán
otro tanto. Además la magnitud o severidad del estado afectivo determinarán
igualmente la intensidad y complejidad del delirio. Así, en una melancolía leve las
creencias delirantes podrán llegar a ser rebatidos por un interlocutor mientras que en
estados severos, los delirios y la angustia que le acompañan serán incorregibles. Es
decir, la severidad de los delirios se inflará y desinflará en función de la magnitud de la
depresión o la manía y desaparecerán completamente cuando el trastorno afectivo que
los originó también desaparezca.

En los trastornos afectivos los temas delirantes se corresponden con el


humor: En la depresión melancólica los temas del delirio suelen centrarse en tres: la
culpa, la enfermedad y la ruina. El paciente deprimido, que tiene su mirada puesta en el
pasado, se considerará culpable por hechos cometidos en el pasado o que ni siquiera
cometió pero de los que se apropia. La culpa le hará merecedor de la condenación más
absoluta por parte de la sociedad, la divinidad o él mismo, lo que a veces le abocará al
suicidio. Por otra parte, puede que considere que padece una enfermedad e interprete
todos los signos corporales y externos como la confirmación de esa enfermedad al igual
que lo haría un hipocondríaco. Cuando estos temores llegan a un extremo llegará a
pensar que partes de su cuerpo han desaparecido o que incluso todo el cuerpo ha dejado
de existir. Se trata del delirio de negación de Cotard. El tercer tema al que suelen
recurrir los melancólicos es a los temores de ruina. Injustificadamente creen que han
perdido su soporte económico, que ya no tienen dinero y que tanto él y su familia irán a
la calle o que sus bienes han sido robados.
Estos tres temas que casi siempre aparecen en las depresiones melancólicas tiene
que ver con las angustias primordiales del hombre tal como señaló Kurt Schneider: la
salud del alma (culpa y condenación), la salud del cuerpo (enfermedad y muerte) y las
necesidades materiales para la supervivencia (ruina). Cabaleiro cree que hay un
trasfondo paranoico en estas temáticas ya que el melancólico se siente constantemente
perseguido: perseguido por su conciencia moral (culpa), perseguido por la enfermedad
y la muerte (enfermedad) o perseguido por la pérdida de sus bienes materiales (ruina y
robo).
En la manía se produce el fenómeno inverso. Si el maníaco se encuentra
eufórico, se considerará provisto de grandes facultades, llamado a emprender grandes
empresas, dotado de una voluntad sin límites, en definitiva, casi omnipotente. Su vista
puesta en el futuro le impedirá recordar nada del pasado que se interponga en su
camino: los sentimientos de culpa desaparecerán de su horizonte. Se creerá incluso
dotado de grandes bienes materiales o en condiciones de lograrlos, mostrándose de esta
manera pródigo en sus gastos consigo mismo o con los demás. En el caso del maníaco
en el que predomina un humor irritable, sus creencias tenderán a ser del tipo
autorreferenciales, de perjuicio y persecutorias.

En el delirio del trastorno afectivo existe una dimensión temporal En la


depresión melancólica, el paciente vive con su mirada continuamente puesta en el
pasado. Ni el presente ni el futuro son considerados por él. De esta manera, este mirar al
pasado explica porqué sus pensamientos se centran en errores cometidos tiempo atrás y
que ahora son sobrevalorados por la óptica depresiva. Por el contrario, el maníaco
prescinde del presente y del pasado teniendo su horizonte situado constantemente en el
futuro.

5. CONTENIDO DE LOS DELIRIOS DE ACUERDO A SU CONTENIDO

Al hablar de los distintos tipos de delirios, ya hemos señalado algunos


contenidos. A la hora de enfrentarse al contenido de las ideas delirantes hay que
subrayar que no existe ningún contenido específico de ninguna enfermedad. Aunque es
verdad que algunos tipos de contenidos tienden a presentarse más en unos trastornos
que en otros (el delirio de ruina en la melancolía y el de difusión del pensamiento en la
esquizofrenia), cualquiera de ellos puede presentarse en cualquier enfermedad.

Delirios de perjuicio

Es quizá el tipo de delirio más frecuente. No hace falta detenerse mucho en su


contenido pues es claro: quien lo padece cree que alguna persona en concreto, un grupo
o todo el mundo tienen alguna intención de perjudicarle de algún modo. La complejidad
del delirio (su estructuración) dependerá del paciente y de la enfermedad de la que nace
la idea. Puede variar desde un simple temor o presentimiento de que algo malo va a
sucederlo como sucede en los delirium o la esquizofrenia a una idea muy elaborada y
sofisticada como sucede en los trastornos delirantes.
Una variante de este tipo son los delirios de persecución en los que el paciente se
sigue observado y vigilado por una persona o un grupo con intenciones de perjudicarle.

Delirios de referencia o autorreferenciales

Es éste un caso muy especial. Más que un delirio es sí, se trata de una
interpretación delirante de una sensación extraña para el paciente. Esta sensación
consiste en una incomodidad por percibir que objetos o hechos del perimundo del
paciente, que en condiciones normales serían neutros para él (es decir, pasarían
desapercibidos), adquieren una significación nueva en el sentido que parecen estar en
relación con él. Como en el caso anterior, la elaboración del delirio varía de unos casos
a otros. En algunos existe simplemente una vaga sensación de que lo que sucede
alrededor del paciente tiene relación con él. En otros, el paciente puede interpretar los
gestos, las miradas, o acciones de la gente de la calle y de su alrededor como con un
significado concreto: le están mirando, o le vigilan, o le quieren transmitir algún
mensaje o es signo de que algo le va ser revelado. En ocasiones estas ideas de referencia
pueden estar en relación con los medios de comunicación, y creer el paciente que recibe
mensajes a través de la TV o que lo que hablan puede tener relación con él.

Delirios de celos o celotípicos

Se trata de la convicción delirante de que la pareja del paciente le está siendo


infiel. Habitualmente la persona con quien la pareja comete adulterio está un escalón
por encima de la percepción que el paciente tiene de sí mismo: o es más joven y
apuesto, o es una persona en una posición social superior, etc.
En la evaluación fenomenológica del delirio hay que ser cautos pues en
ocasiones es difícil distinguir la realidad de la ficción. En muchas ocasiones, además la
profecía se hace realidad a sí misma. No hay que olvidar que lo que hace patológico a
una convicción no es la falsedad o inverosimilitud del contenido sino su forma.
Conviene tener presente la posibilidad de lo que se ha llamado delirios cum materia.

Delirios erotomaníacos

Este delirio también ha sido denominado como síndrome o delirio de de


Clérambault. En él, el paciente cree que una persona del sexo opuesto y habitualmente
de una posición social superior están enamorados de él. En ocasiones puede ser una
persona conocida para el paciente pero no tiene porqué y puede que nunca haya tenido
contacto personal de ningún tipo con la persona supuestamente enamorada del paciente.
El paciente interpreta todo lo que esa persona hace o dice o lo que deja de hacer
o decir como signos irrevocables de su amor por él. Puede que se considere como el
único merecedor de las atenciones de esa persona lo que desencadena raptus de celos e
iras si, por algún gesto de la víctima, se considera traicionado. Esto puede traer consigo
actos peligrosos contra la propia víctima.

Delirios megalomaníacos

En este caso, el paciente se cree poseedor de facultades extraordinarias, o


pertenecer a algún noble linaje, o sentirse protagonista de una misión especial. Una
variante de este tipo de delirios son los delirios religiosos o místicos en los que el
paciente cree tener una vinculación especial con la divinidad o con algún poder
extranatural.

Delirios de culpa y condenación

Aquí los pacientes están convencidos de haber hecho algún mal o pecado y en
unos casos se creen acreedores de un castigo o temen recibir alguno. Por esta razón
interpretan todo lo que les rodea como señal de esa penitencia que les va a llegar.

Delirios hipocondríacos

En este caso el paciente está delirantemente convencido de sufrir una


enfermedad e interpreta los signos corporales normales de acuerdo a esta creencia. Aquí
es difícil discernir en ocasiones cuándo nos hallamos frente a una idea delirante de
sufrir una enfermedad, lo que nos situaría frente a un trastorno psicótico, o frente
simplemente una idea sobrevalorada lo que nos colocaría entonces frente a otros
trastornos (por ej. un trastorno hipocondríaco). Un delirio relacionado con este es el
delirio dismorfofóbico según el cual la persona que lo sostiene está convencida de que
alguna parte de su físico es fea o desproporcionada. En este caso sucede lo mismo que
en el caso anterior: no siempre va a ser sencillo distinguir la auténtica idea delirante de
una idea sobrevalorada.

Delirios de pobreza y ruina


El paciente cree haber perdido sus posesiones, o estar a punto de ello. Junto a
esta creencia se acompañan sentimientos de temor y, a veces, de culpa por haber dejado
a familiares en la ruina.

Delirios de negación o nihilísticos

Se tata de una temática infrecuente por la que el paciente cree que partes de su
organismo o funciones fisiológicas del mismo han desaparecido. Estos cambios no
operan solo en su interior sino que el mundo que le rodea se torna extraño, pierde la
familiaridad cotidiana que hasta entonces había tenido para el paciente y llega un
momento que hasta llega a desaparecer completamente. Al final el paciente niega la
existencia de todo: de su cuerpo, del mundo real, de sus personas cercanas, de su
biografía y hasta de él mismo. Recibió el nombre (delirio de negación de Cotard) de un
psiquiatra francés que lo popularizó (Cotard) aunque ya antes Griesinger lo había
descrito.

Delirios de infestación
En este tipo de delirio el paciente cree estar infestado por parásitos que
habitualmente suelen ser pequeños pero visibles para él. El paciente siente a los insectos
correr por su piel y afirma verlos en ocasiones. Este delirio ha sido denominado
síndrome de Ekbom y también síndrome de la caja de cerillas ya que los pacientes
acaban presentándose frente a su médico con una caja de cerillas o con ceniceros donde
aseguran tener atrapados algunos de los insectos. Habitualmente no hay nada o, de
haber algo, migas de pan o granos de arroz que el propio paciente ha introducido y los
considera como insectos.

Falsas identificaciones

Los delirios consistentes en falsas identificaciones son infrecuentes aunque muy


llamativos. El más conocido es el síndrome de Capgras que recibe el nombre de uno de
los psiquiatras que lo describieron. En este caso, el paciente cree que alguna persona
próxima a él ha sido reemplazado por un impostor que pretende pasar por esa persona.
Los pacientes no son capaces de describir ninguna diferencia física entre el impostor y
la persona a la que sustituyen pero están convencidos del engaño.
Otra variedad se trata del síndrome de Frégoli según el cual, el paciente identifica
falsamente personas conocidas en desconocidos.

Delirios de alienación del pensamiento

Se trata de un conjunto de fenómenos de difícil adscripción fenomenológica. No


son exactamente delirios aunque habitualmente el paciente acaba englobando estas
vivencias particulares en su sistematización delirante.
Lo que une a estos fenómenos es la pérdida de familiaridad que todos nuestros
pensamientos y actividad psíquica tienen para nosotros. Nuestros pensamientos se van
produciendo automáticamente con una sensación de familiaridad, nos parecen
“nuestros”, y además privados, cosa que parece una verdad de perogrullo pero no
siempre es así como vamos a ver.
En algunos pacientes, sus pensamientos, su actividad psíquica, e incluso la
actividad sobre su propio cuerpo pierde esa familiaridad, al principio le comienzan a
resultar raros, distintos, como si no hubieran partido de él. Esa sensación puede ir en
aumento hasta resultarle completamente ajenos al paciente. Se produce una curiosa
paradoja: el paciente tiene la conciencia de estar produciendo pensamientos, emociones,
actividad motora sobre su organismo que no considera como propios.
Estamos hablando de sensaciones, no de actividad cognoscitiva. Es una
sensación inefable pero que resulta tremendamente incómoda para quien la padece.
Pronto se intentará poner palabras a esto, y al intentar explicarlo delirantemente es
cuando aparecen los distintos delirios que vamos a explicar.
En algunos casos el paciente puede experimentar un pensamiento propio como
ajeno a él. En ese caso intentará explicarlo como que una persona se lo ha insertado en
su cabeza (el medio para conseguir tan extraordinario hecho dependerá de la capacidad
de elaborar el delirio que tenga el paciente). A este fenómeno se le denomina inserción
del pensamiento.
Cuando el paciente siente que sus pensamientos le han sido retirados de su
mente por alguien del exterior, nos hallamos frente al fenómeno de robo del
pensamiento. Puede que vaya a más y sienta que sus pensamientos ya nos son
exclusivamente suyos sino que están expuestos a todo el mundo, son transparentes.
Puede sentir que sus pensamientos son escrutados, leídos en su mente según se van
produciendo: a este fenómeno se le llama lectura del pensamiento. Si esta pérdida de la
privacidad va más allá, el paciente llega a pensar que sus pensamientos están saliendo
de su mente, de su cabeza y están expuestos al público dominio. Se trata del fenómeno
de difusión o irradiación del pensamiento. Cuando esta falta de privacidad llega a su
extremo y los pensamientos dejan de sentirse como propios, el paciente llegará a oir sus
propios pensamientos en alto, antes o después de haberlos pensado conformando una
alucinación auditiva. Se trata de la sonorización del pensamiento. Cuando el paciente
tiene la sensación de que no es él quien produce sus propios pensamientos sino que
están controlados por otro, estamos ante una fenómeno de control del pensamiento.
A veces esta experiencia de haber perdido el control sobre uno mismo y ser sujeto al
control de estas personas no solo se produce en la esfera de las cogniciones. Algunas
personas pueden experimentar que sus propias decisiones están controladas desde fuera,
o que sus movimientos corporales son decididos por otras personas.

6. IDEAS SOBREVALORADAS

Hemos visto detalladamente en qué consiste un delirio y las características de


cada uno de ellos. Algunos pacientes relatan una serie de ideas que siguen
pareciéndonos anómalas por la intensidad con que se sostienen o por lo alejadas que
están de la realidad. Sin embrago, estas ideas no llegan a conformar auténticas ideas
delirantes pero tampoco pueden ser consideradas ideas normales. Están, pues, a medio
camino entre la normalidad y el delirio. Se trata de las ideas sobrevaloradas.
La idea sobrevalorada hace referencia a una idea comprensible y aceptable
(teniendo en cuenta la procedencia social, cultural y educacional de la persona) que es
sostenida por ella con una convicción más allá de lo razonable a pesar de que la realidad
objetiva incline a pensar lo contrario. Las ideas sobrevaloradas suelen emerger en el
contexto de una intensa sobrecarga emocional (ira, depresión, ansiedad) y suelen
aparecer en personas con personalidades anormales o con déficits intelectuales, pero
también pueden surgir en personas sin patología psiquiátrica que pasan por momentos
emocionales intensos. Una idea sobrevalorada es el caso del joven que, tras una
discusión con su pareja, llega a expresar dudas exageradas acerca de la fidelidad de ésta
o el caso de la persona con retraso mental que está convencido de que su profesora le
odia porque un día le puso en evidencia delante de toda la clase, o del hipocondríaco
que considera que un dolor de estómago es el signo inicial de un cáncer de estómago.
Se han descrito una serie de trastornos en el que es fácil que emerjan este tipo de ideas:
Estados paranoides de tipo querulante o litigante, celos patológicos, hipocondriasis,
dismorfofobia, parasitofobia (S. De Ekbom), anorexia nerviosa, transexualismo..etc.
(McKenna, 1984).
La idea sobrevalorada puede distinguirse de la delirante por la intensidad con
que es sostenida. En muchos casos, tras una entrevista la convicción del paciente puede
empezar a tambalearse. Por otro lado, el contenido de la idea sobrevalorada es
comprensible si se tiene en cuenta la biografía del paciente y la situación vital por la
que atraviesa en el momento en que la idea aparece. Por último, la idea sobrevalorada
cederá cuando la situación emocional del paciente vuelva a la normalidad. Pero habrá
casos en que las características de la idea delirante serán tales que impidan su distinción
clara del delirio.
En este sentido, pueden considerarse como ideas sobrevaloras las convicciones
exageradas que algunos pacientes expresan en ciertos trastornos (como una depresión,
una manía, un trastorno de personalidad) y que no llegan a alcanzar la severidad de una
auténtica idea delirante.
Algunos clínicos han llegado a denominar a las ideas sobrevaloradas como ideas
deliroides por su proximidad al delirio. No obstante, nosotros recomendamos evitar esta
última denominación ya que idea deliroide, en la psicopatología clásica jasperiana, se
considerana a todo delirio que no cumplía los requisitos del delirio primario o procesal,
es decir, a toda idea delirante secundaria. El uso del término idea deliroide en la
práctica clínica hoy en día solo puede llevar a la confusión.
Hay que distinguir también la idea sobrevalorada de la idea o creencia normal.
Esta última pertenece al conjunto de ideas y creencias de una persona. Es comprendida
siempre dentro de este conjunto y teniendo en cuenta el contexto biográfico, vital y de
personalidad de la persona. Por supuesto, no son fruto de un estado emocional intenso y
perdura a pesar de las variaciones emocionales por las que atraviese esa persona.

7. IDEAS OBSESIVAS

Hay una serie de ideas que, en algunas personas, aparecen en su conciencia de


manera repetitiva, imperativa, sin que el paciente pueda evitarlo, o cuando se resiste
sufre una gran ansiedad que le obliga a ceder a la idea. A lo largo de la historia de la
psiquiatría, la filiación psicopatológica de este fenómeno ha sido problemática. Algunas
escuelas, como la francesa lo ha considerado más como un problema emocional,
mientras que la alemana, la inglesa, o la escuela cognitiva lo han considerado como un
trastorno del pensamiento. En realidad está a caballo de ambos grupos. Además no
siempre se trata de un pensamiento. Puede ser también una imagen, una melodía, un
impulso, etc.
Para empezar, podemos definir una obsesión como una idea o un grupo de ideas,
una acción, una imagen, una melodía, un impulso o un temor a ceder a un impulso que
aparecen en la conciencia del paciente de manera reiterativa y que es experimentado por
el paciente como algo inadecuado ya sea por el contenido de lo que experimenta o por
la frecuencia desproporcionada con que le aparece. El paciente puede resistirse y hacer
esfuerzos por evitar que la obsesión aparezca en su mente, pero esta resistencia sólo
genera una intensa ansiedad por lo que acabará cediendo a la obsesión. En ocasiones,
intentará reprimir estas obsesiones realizando actos o pensamientos que, en su opinión
neutralicen dichas obsesiones. En la mayor parte de las ocasiones, estos actos o
pensamientos guardan escasa o nula relación lógica con lo que se intenta neutralizar.
Cabaleiro ha propuesto una serie de características que definen una obsesión:

Las obsesiones son fenómenos que emanan del propio yo: El paciente vive la
obsesión como algo que procede de sí mismo. En ningún momento experimentará el
fenómeno como impuesto del exterior como en un delirio de inserción del pensamiento.
Esta idea ha sido, en ocasiones discutida, pues para muchos pacientes, la obsesión le
resulta extraña, ajena. No obstante, a diferencia del delirio, nunca será experimentado
como algo impuesto en su mente por una persona o fuerza extraña.

Las obsesiones son vividas como una imposición: Las obsesiones son para el
paciente un fenómeno que vive como una imposición. No puede escoger pensarlas o no,
simplemente aparecen en su conciencia y tiene que ceder ante ellas.

El paciente desarrolla una lucha interna contra las obsesiones: Estos


fenómenos aparecen contra la voluntad del paciente, son reconocidas como contrarias a
su voluntad y molestas. Por ello el paciente trata de librarse de ellas, a veces
resistiéndose a ellas. Pero todo intento de resistirse, de evitarlas genera una gran
ansiedad por lo que el paciente acaba cediendo en segundos o minutos. Con el tiempo,
esta resistencia va cediendo y el paciente acaba incorporando las obsesiones en su vida
como algo propio.

Sensación de anormalidad de las obsesiones: El paciente reconoce que estos


fenómenos que está experimentando son anormales. A veces le resultarán absurdas por
la falta de sentido o lo ilógico de los contenidos. Otras veces, los contenidos pueden ser
normales (como una melodía o una preocupación razonable) pero se dará cuenta de lo
anormal de sus obsesiones por la frecuencia exagerada con que aparecen en su
conciencia, o por la imposibilidad de librarse de ellas. Esta característica es esencial y
ayudará a diferenciarlas de otros fenómenos psicopatológicos próximos tales como las
ideas delirantes.

Reiteración: Otra de las características propias de las obsesiones es la continua


repetición de las obsesiones y la manera reiterativa con que aparecen en su conciencia.

Ansiedad: Los actos obsesivos siempre están relacionados con la ansiedad. A


veces porque ésta contribuye a exacerbarlos. Otras veces porque su ejecución se
acompaña de un sentimiento de ansiedad. En otros porque los intentos de resistirse a la
obsesión genera una ansiedad que convierte a la obsesión en irresistible.

Estas son las características comunes a todo fenómeno obsesivo. La manera con
que la obsesión aparezca es variada como ya hemos citado: una idea, un impulso, una
melodía, etc. A continuación citaremos los tipos de obsesiones más frecuentes:

Idea o pensamiento: Se trata probablemente de la forma más frecuente de


presentación. En este caso, un pensamiento aparece en la conciencia del paciente con las
características que hemos citado. A veces se trata de una idea simple, como una palabra,
una oración, un rezo. Otras pueden ser un conjunto de ideas que sobre las que el
paciente no puede dejar de reflexionar como ciertas reflexiones pseudofilosóficas que
aparecen en la conciencia del paciente de manera reiterativa.
En ocasiones estos pensamientos aparecen de manera simple en el paciente y
este no puede resistirse a ellos más que experimentando una intensa ansiedad (ideas
obsesivas primarias). En otras, estas ideas surgen como la necesidad de pensarlas en
respuesta a otra idea obsesiva para neutralizarla o por seguir un orden determinado que,
de no cumplirse, puede traer consecuencias terribles (ideas obsesivas secundarias). Es el
caso de la persona que tiene que recitar una oración cuando una tentación carnal aparece
en su conciencia (si no lo realiza podría quedar eternamente condenado), o la necesidad
de pensar ciertas palabras cuando aparece un objeto que se considera que traerá mala
suerte. El pensamiento con que se trata de neutralizar el otro pensamiento o suceso no
guarda una conexión lógica con la acción que trata de desempeñar y suele estar
impregnado de lo que se llama pensamiento mágico. Estos fenómenos subyacen en
muchas obsesiones.

Melodía o canción: a veces, lo que aparece como una obsesión es una melodía
o canción de la que la persona no puede desprenderse y se ve obligado a recitar
constantemente. También aparece en personas sanas, especialmente en momentos de
cansancio. Hay ciertas melodías que tienen especiales cualidades para convertirse en el
contenido de una obsesión.

Representaciones o recuerdos: relacionados con las ideas obsesivas, a veces el


contenido de las obsesiones puede estar formados por recuerdos o memorias del pasado
con alguna significación especial para el paciente.

Temor a impulsos: Muchas obsesiones se caracterizan por el temor a perder el


control y sufrir un impulso. Estos impulsos suelen ser casi siempre absurdo y de
contenido agresivo. Generalmente tienen una conexión directa con la vida del paciente.
Así muchas madres se angustian ante la idea de agredir o matar a sus hijos con la
consiguiente angustia y vivencia de culpa, personas religiosas temen pensar un acto
sacrílego en el momento de la consagración eucarística, otras personas ante la visión de
objetos punzantes, temen clavárselos a alguien y el fóbico a las alturas teme querer
arrojarse por la ventana cuando ve una de ellas. Este fenómeno ha sido tradicionalmente
denominado fobia de impulsión y es un auténtico fenómeno obsesivo. Se diferencia de
las fobias por las características propias de la obsesión (reiteración, imposición,
absurdidad, etc.) y de los impulsos en que no se trata de un impulso sino del temor a
realizarlo.

Actos obsesivos: Cuando el contenido de la obsesión es una acción en forma


de conducta observable (ordenar los armarios, lavarse las manos, pisar las baldosas con
un orden determinado, etc.) o un acto mental (contar las matrículas de los coches, leer
todo lo que se pone ante la vista, etc.) estamos ante actos obsesivos. A este tipo de
obsesiones también se le ha denominado rituales obsesivos ya que en muchos casos los
pacientes realizan los actos siguiendo un determinado orden que suele se muy estricto y
del que no se pueden librar.
En este caso hay que aplicar la clasificación que hemos determinado para las
ideas obsesivas. Cuando la necesidad de realizar un acto concreto aparece sin más,
hablaremos de un acto obsesivo primario (la necesidad de no pisar las juntas de las
baldosas al caminar). En otras ocasiones, el acto se realiza con la finalidad de
neutralizar otra idea obsesiva o situación siendo un acto obsesivo secundario. Se trata
del caso de la persona que no puede resistirse a lavarse las manos cuando toca algo por
temor a contaminarse, o la persona que tiene que revisar el gas varias veces antes de
acostarse por un temor constante a que se asfixie por la noche, o de la persona que tiene
que contar todos los números impares hasta 31 cada vez que ve el número cinco en un
coche por temor a que pueda fallecer de un infarto si no lo hace. Aquí la relación del
acto con lo que se intenta neutralizar guarda también poco contenido lógico y está
regido por las leyes del pensamiento mágico.
Aunque estos comportamientos, al principio son reconocidos como absurdos y el
paciente trata de librase de ellos, con el paso de los años la resistencia también
desaparece y el paciente incorpora el ritual a su vida cotidiana sin cuestionárselo.
Por último, hay que reseñar un problema terminológico que solo crea confusión
y no aporta ninguna información nueva. Se trata de la eterna discusión entre obsesión y
compulsión. El término compulsión ha sido empleado por diversos autores para
designar cosas que nada tenían que ver con fenómenos obsesivos. Otros autores se
limitan a designar como compulsión a toda obsesión en forma de acto obsesivo. Otros
autores denominan compulsión a toda obsesión (ya sea acto mental o pensamiento) que
una persona se sienta obligada a realizar en respuesta a otra idea obsesiva o situación o
de acuerdo a normas que deban ser aplicadas rígidamente . Otros autores utilizan el
término compulsión para definir la sensación subjetiva de estar obligados a realizar el
acto obsesivo que tienen los pacientes (Sims, Cabaleiro).
Nuestra opción es la de intentar evitar el término para no crear más confusión de la que
ya hay.

8. FOBIAS

Aunque en las clasificaciones actuales se incluyan las fobias dentro de los


trastornos de ansiedad, desde el punto de vista psicopatológico se trataría de un
trastorno del contenido del pensamiento, motivo por el que las incluimos en este
apartado.
La palabra fobia deriva del griego “phobos” que significa temor. A lo largo de la
historia ha existido un gran interés en la descripción de los miedos irracionales, de
forma que ya tanto en la antigua Grecia como en Egipto son diversas las atribuciones a
este concepto. Es Celso quien utiliza por primera vez el término en el campo de la salud
haciendo alusión a la hidrofobia como síntoma significativo en la rabia. Posteriormnete
han sido numerosos los autores que han desarrollado este concepto: Westphal (1871)
describió la agorafobia, diferenciándola de los fenómenos obsesivos, en la que los
pacientes parecían estar asustados al entrar en lugares públicos, sin la compañía de
familiares o amigos. Freud en 1925, describió la neurosis fóbica bajo la denominación
de histeria de angustia, entendiéndola como una modalidad de psiconeurosis distinta a
la histeria de conversión y a la neurosis obsesiva, aunque reposa sobre la misma
estructura psicodinámica que la neurosis histérica.
Clasícamnete, habría que distinguir entre fobia, angustia difusa y miedo. La
angustia difusa no se refiere ni a un objeto ni a una situación particular; el miedo
responde a la percepción de un peligro real, a situaciones dadas o a la previsión de un
peligro posible que provenga del exterior. La fobia será completamente distinta según
se considere como una reacción de miedo condicionado, o como el desplazamiento del
miedo a un objeto o a una situación especifica hacia otra situación más inofensiva, o
como la concretización de situaciones generales, productoras de ansiedad. No obstante,
autores más recientes (Gossop,1981), señalan que desde el punto de vista
psicopatológico, la separación entre miedo y ansiedad resulta más ficticia que real.
En la actualidad entendemos por fobia a un miedo irracional que conlleva una
evitación consciente del objeto, actividad o situación temida. A destacar que en estos
casos, al igual que ocurría en las obsesiones, que el paciente acepta la irracionabilidad
de la idea, permaneciendo el juicio de realidad inalterado, reconociendo la reacción
como desproporcionada. Tanto la presencia como la anticipación de la entidad fóbica,
conllevan un estado de ansiedad asociado, que interferirá acusadamente con su vida
habitual, pudiéndose alcanzar niveles de incapacitación severos.
La DSM IV clasifica las fobias en: Agorafobia, fobia específica y fobia social.
1.- Agorafobia: Se caracteriza por la presencia de ansiedad o comportamientos
de evitación en lugares o situaciones donde pueda resultar dificil o embarazoso escapar
de ellas, o bien sea imposible encontrar ayuda en el caso que aparezca en ese momento
una crisis de angustia.. Habitualmente se asocia a crisis de angustia.
2.- Fobia específica: Se caracteriza por la presencia de ansiedad clínicamnete
significativa como respuesta a la exposición a situaciones u objetos específicos temidos,
lo que da lugar a comportamientos de evitación.
3.- Fobia social: Se caracteriza por la presencia de ansiedad clínicamente
significativa como respuesta a ciertas situaciones sociales o actuaciones en público del
propio individuo, lo que suele dar lugar a comportamientos de evitación.

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