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Nº 2

OFICINA
DE
PUBLICA
CIONES
Riobamba 985

Guy Debord
Hacia una Internacional Situacionista
1957
Hacia una Internacional Situacionista

Nuestra idea central es la de la construcción de situaciones, esto es, la construcción


concreta de ambientes momentáneos de vida y su transformación en una cualidad
pasional superior. Debemos desarrollar una intervención metódica basada en los
factores complejos de dos grandes componentes en interacción perpetua: el entorno
material de la vida y los comportamientos que él entraña y que lo transforman.
Nuestras perspectivas de acción sobre el entorno, finalmente, nos llevan a la concepción
de un urbanismo unitario. El urbanismo unitario se define primero que nada por el uso
del conjunto de artes y técnicas como medios que contribuyen a la composición integral
del entorno. Es necesario imaginar este conjunto como de un alcance infinitamente
mayor que el antiguo imperio de la arquitectura por sobre las artes tradicionales, o que
la actual aplicación ocasional de técnicas especializadas en el urbanismo anárquico o de
investigaciones científicas como la ecología. El urbanismo unitario debe, por ejemplo,
dominar el entorno acústico así como la distribución de las distintas variedades de
comida y bebida. Debe incluir la creación de formas nuevas y el détournement de
formas conocidas de arquitectura y urbanismo, así como de las viejas formas de poesía
y cine. El arte integral, del cual se ha hablado tanto, sólo puede realizarse al nivel del
urbanismo. Pero ya no puede corresponder a ninguna de las categorías estéticas
tradicionales. En cada una de sus ciudades experimentales, el urbanismo unitario
actuará por medio de un cierto número de campos de fuerza, los cuales podemos
designar temporalmente con el término clásico de barrio. Cada barrio podrá tender hacia
una armonía específica, en conflicto con las armonías vecinas, o bien puede jugar sobre
un máximo de conflicto sobre su propia armonía interna.
En segundo lugar, el urbanismo unitario es dinámico, es decir, está vinculado
estrechamente a los estilos de comportamiento. La unidad más elemental de urbanismo
unitario no es la casa, sino el complejo arquitectónico, el cual combina todos los
factores que condicionan un ambiente, o una serie de ambientes en pugna, a la escala de
la situación construida. El desarrollo espacial debe tomar en cuenta las realidades
afectivas que la ciudad experimental va a determinar. Uno de nuestros camaradas ha
presentado una teoría de barrios de estados de ánimo, según la cual cada barrio de una
ciudad estaría designado para provocar un sentimiento básico específico al cual el sujeto
intencionalmente se expondría. Parece que tal proyecto nos otorga conclusiones
oportunas acerca de la tendencia actual hacia la depreciación de los sentimientos
primarios accidentales, y que su realización podría contribuir a acelerar dicha tendencia.
Los camaradas que reclaman una arquitectura nueva, una arquitectura libre, deben
entender que esta nueva arquitectura estará basada principalmente no en líneas y formas
libres y poéticas –en el sentido que usa esos términos la llamada pintura “abstracta
lírica” de hoy en día—sino más bien en los efectos atmosféricos de las recámaras, los
pasillos, las calles, atmósferas ligadas a los gestos que contienen. La arquitectura debe
avanzar tomando como materia situaciones –más que formas-conmovedoras. Y las
experiencias generadas a partir de este material conducirán a formas desconocidas. La
investigación psicogeográfica -“el estudio de las leyes exactas y de los efectos precisos
del entorno geográfico, conscientemente organizado o no, sobre el comportamiento
afectivo de los individuos”- por lo tanto, adquiere un doble significado: la observación
activa de las aglomeraciones urbanas actuales y el desarrollo de hipótesis para la
estructura de una ciudad situacionista. El progreso de la psicogeografía depende a
grandes rasgos de la extensión estadística de sus métodos de observación, pero
principalmente de la experimentación por medio de intervenciones concretas en el
urbanismo. Antes de lograr esta fase no podemos estar seguros de la verdad objetiva de
los primeros descubrimientos psicogeográficos. Pero, aun cuando estos descubrimientos
llegaran a ser falsos, seguirían siendo soluciones falsas para lo que es ciertamente un
verdadero problema.
Nuestra acción sobre el comportamiento, ligada a otros aspectos deseables de una
revolución de las costumbres, puede definirse brevemente como la invención de un
juego esencialmente nuevo. La meta más general debe ser la de extender la parte no-
mediocre de la vida, y de reducir los momentos vacíos de la vida lo más que se pueda.
Uno, por lo tanto, podría hablar de nuestra acción como una iniciativa de incremento
cuantitativo de la vida humana, una empresa más seria que los métodos biológicos que
actualmente se investigan. Esto implica automáticamente un incremento cualitativo
cuyos desarrollos son impredecibles. El juego situacionista se distingue de la
concepción clásica del juego por su negación radical del elemento de competencia y de
la separación de la vida cotidiana. El juego situacionista no es distinto de una opción
moral, que es el punto de partida que asegurará el dominio futuro de la libertad y el
juego. Esta perspectiva está obviamente ligada al incremento inevitable, continuo y
rápido del tiempo de ocio que resulta del nivel de las fuerzas productivas que ha logrado
nuestra era. También está ligado al reconocimiento del hecho de que una lucha por el
ocio está ocurriendo frente a nuestros ojos, cuya importancia en la lucha de clases no ha
sido analizada suficientemente. Hasta ahora, la clase dominante ha triunfado al usar el
tiempo libre que el proletariado revolucionario le arrancó, al desarrollar un vasto sector
industrial de actividades de ocio que es un instrumento incomparable para hipnotizar al
proletariado con subproductos de ideología mistificadora y gustos burgueses. La
abundancia de imbecilidades televisadas es probablemente una de las razones de la
inhabilidad de la clase trabajadora estadounidense para desarrollar una conciencia
política. Al obtener, por medio de la presión colectiva, una ligera elevación en el precio
de su trabajo por encima del mínimo necesario para la producción de dicho trabajo, el
proletariado no sólo extiende su poder de lucha, también extiende el territorio de la
lucha. Así, surgen nuevas formas de esta lucha, paralelas a los conflictos puramente
económicos o políticos. Se puede decir que la propaganda revolucionaria ha estado,
hasta ahora, constantemente dominada por esas formas de lucha, en todos los países
donde se ha introducido un desarrollo industrial avanzado. Que el cambio necesario de
la infraestructura puede retrasarse por errores y debilidades en el nivel de las
superestructuras, desafortunadamente, ha sido demostrado por diversas experiencias del
siglo XX. Es necesario arrojar nuevas fuerzas en el combate contra el ocio, y nosotros
tomaremos nuestra posición en ese sitio.
Un primer ensayo de un nuevo modo de comportamiento ya se ha logrado a través de lo
que nosotros hemos denominado la dérive. La deriva es la práctica de un dépaysement
(exilio, despiste, viaje fuera de las coordenadas ordinarias) pasional, a través de un
cambio rápido de ambientes, así como también un medio de estudio de la psicogeografía
y de la psicología situacionista. Pero la aplicación de esta voluntad de creación lúdica
debe extenderse a todas las formas conocidas de relaciones humanas, de manera que se
influya, por ejemplo, en la evolución histórica de sentimientos como la amistad y el
amor. Todo conduce a creer que lo esencial de nuestra investigación se juega alrededor
de la hipótesis de las construcciones de situaciones.
La vida de una persona es una sucesión de situaciones fortuitas, y aun si ninguna de
estas es exactamente igual a las otras, la inmensa mayoría son tan indiferenciadas y tan
aburridas que nos dan una impresión perfecta de similitud. El corolario de este estado de
cosas es que las situaciones raramente agradables que encontramos en la vida confinan
y limitan estrictamente dicha vida. Debemos tratar de construir situaciones, esto es,
ambientes colectivos, conjuntos de impresiones que determinen la calidad de un
momento. Si tomamos el ejemplo sencillo del encuentro de un grupo de individuos
durante un tiempo determinado, sería necesario estudiar, teniendo en cuenta los
conocimientos y los medios materiales de que disponemos, qué organización de lugar,
qué selección de participantes y qué provocación de eventos son convenientes para
lograr el ambiente deseado. Ciertamente, los poderes de una situación se expandirán
considerablemente en el espacio y en el tiempo con la realización de un urbanismo
unitario o la educación de una generación situacionista. La construcción de situaciones
comienza sobre las ruinas del espectáculo moderno. Es fácil ver hasta qué punto el
principio mismo del espectáculo –la no-intervención—está ligada a la alienación del
viejo mundo. Vemos, a la inversa, cómo las búsquedas revolucionarias más valiosas en
la cultura han procurado la identificación psicológica del espectador con el héroe, como
una manera de llevarlo hacia la actividad, de provocar sus capacidades para
revolucionar su propia vida. La situación, por lo tanto, está hecha para ser vivida por sus
constructores. El rol del “público” –pasivo, o por lo menos accesorio- debe disminuir
constantemente, a la par que debe aumentar el papel jugado por aquellos que ya no
pueden ser llamados actores, sino viveurs (aquellos que viven).
Digamos que hace falta multiplicar los objetos y los sujetos poéticos –los cuales hoy
son desafortunadamente tan raros que los más mínimos toman una importancia
emocional exagerada—y organizar los juegos de estos sujetos poéticos entre estos
objetos poéticos. He aquí todo nuestro programa, que es esencialmente transitorio.
Nuestras situaciones serán efímeras, sin un futuro, serán lugares de pasaje. El carácter
inmutable del arte, o de cualquier otra cosa, no entra en nuestras consideraciones, que
son serias. La idea de eternidad es la más burda que una persona puede atribuirle a sus
propios actos.
Las técnicas situacionistas todavía deben ser inventadas. Pero sabemos que una meta no
se presenta sino allí donde las condiciones materiales necesarias para su realización ya
existen, o al menos están en proceso de formación. Debemos comenzar por una fase
experimental reducida. Es necesario, sin duda, preparar planes de situaciones, al modo
de escenarios, a pesar de su inevitable insuficiencia al comienzo. Será necesario
asimismo desarrollar un sistema de notaciones, en la cual la precisión aumentará a
medida que aprendamos de las experiencias de construcción. Será necesario encontrar o
verificar leyes, como aquella que hace depender la emoción situacionista de una
concentración extrema o de una extrema dispersión de los gestos (la tragedia clásica da
una imagen aproximada del primer caso, y la deriva del segundo). Sobre la mayoría de
los medios directos, usados para fines precisos, la construcción de situaciones requerirá,
en su fase de afirmación, una nueva aplicación de las técnicas de reproducción.
Podemos concebir, por ejemplo, una televisión proyectando, e directo, algunos aspectos
de una situación dentro de otra, sufriendo asimismo modificaciones e interferencias.
Pero, más simplemente, el cine llamado de actualidades podría comenzar a merecer ese
nombre formando una nueva escuela de documental, comprometido a fijar, para los
archivos situacionistas, los instantes más significativos de una situación, antes de que la
evolución de sus elementos entrañen una situación diferente. Si la construcción
sistemática de situaciones debe producir sentimientos inexistentes anteriormente, el cine
encontrará un gran rol pedagógico en la difusión de esas nuevas pasiones.
La teoría situacionista sostiene resueltamente una concepción no continua de la vida. La
noción de unidad debe ser desplazada desde la perspectiva de una vida entera –donde
dicha noción es una mistificación reaccionaria fundada sobre la creencia de un alma
inmortal y, en ultimo termino, sobre la división del trabajo- hacia una perspectiva de
instantes aislados de la vida, y de la construcción de cada instante por medio de un
empleo unitario de medios situacionistas. En una sociedad sin clases, podemos decir, no
habrá más pintores sino situacionistas que, entre otras cosas, harán pinturas.
El principal drama afectivo de la vida, después del conflicto perpetuo entre el deseo y la
realidad que es hostil al deseo, parece ser la sensación del paso del tiempo. La actitud
situacionista consiste en confiar en la fuga del tiempo, contrariamente a los
procedimientos estéticos que tienden a la fijación de una emoción. El desafío
situacionista hacia el pasaje de las emociones y del tiempo apuesta a ganar siempre
sobre el cambio, yendo continuamente más allá en el juego y la multiplicación de
periodos emotivos. Evidentemente, no es fácil para nosotros, en este momento, hacer
una apuesta tal. Entretanto, discutamos mil veces la pérdida: no tenemos otra opción de
actitud progresiva.
La minoría situacionista se constituyó primero como tendencia en la izquierda letrista,
luego en la Internacional letrista que ella acabó controlando. El mismo movimiento
objetivo ha llevado a varios grupos de vanguardia del periodo reciente a conclusiones
similares. Juntos debemos eliminar todas las reliquias del pasado reciente. Hoy
consideramos que un acuerdo para una acción unida de la vanguardia revolucionaria en
la cultura debe construirse sobre dicho programa. No tenemos ni recetas ni resultados
definitivos. Sólo proponemos una investigación experimental para ser conducida
colectivamente en algunas direcciones que actualmente estamos definiendo, y en torno a
otras direcciones que aun están por definirse. La dificultad misma de llevar
exitosamente los primeros proyectos situacionistas es una prueba de la novedad del
dominio que estamos penetrando. Aquello que modifica nuestra manera de ver las calles
es más importante que aquello que modifica nuestra manera de ver una pintura.
Nuestras hipótesis de trabajo serán reexaminadas en cada conmoción futura, donde sea
que ésta surja.
Podrán decirnos, principalmente los intelectuales y los artistas revolucionarios, quienes
-por cuestiones de gusto- se acomodan a una cierta impotencia, que este
“situacionismo” es displacentero, que no hemos hecho nada bueno, que haríamos mejor
en hablar de Gide, y que nadie se va a interesar por nosotros. (…) Nosotros
respondemos: no se trata de saber si esto les interesa a ustedes, sino de si ustedes
pueden volverse interesantes a partir de nuevas condiciones de creación cultural. (…)
Tomado de: “Rapport sur la construction des situations et sur les conditions de
l´organisation et de l´action de la tendance situationnista internationale”. Conferencia
fundacional de la Internacional Situacionista de Coscio d´Arroscia en julio de 1957.
Publicado en Internationale Situationniste. París: Librairie Artheme Fayard, 1997.
Traducción: Valeria González.

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