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La Revolución de 1955 triunfó debido a una serie de factores que fueron resquebrajando el

segundo gobierno de Perón. Uno de los factores que marcó el comienzo del fin fue la muerte
de Eva Perón, figura muy importante en la dinámica de gobierno ya que no sólo era la
interlocutora entre el presidente y las clases dirigentes de organizaciones como la CGT y los
sindicatos, sino que era sumamente adorada por los sectores populares. Esto último también
se relaciona con el comienzo del conflicto con la Iglesia, ya que con la (breve) reforma
educativa de la primera mitad de los 50 los planes de estudios de las escuelas habían
empezado a incluir literatura fuertemente adoctrinante en la cual ciertos elementos del
ideario católico estaban siendo reemplazados por símbolos peronistas, entre ellos, la imagen
de Eva Perón como una santa. Ya hacia fines de su gobierno, Perón empieza a hacer público
cada vez más su desagrado hacia la “hipocresía” de la institución, echando leña al conflicto que
culminaría en junio de 1955 con la Quema de Iglesias. La muerte de Eva comenzó a minar un
gobierno que ya venía en decadencia debido a la crisis económica, situación a la cual se le
sumó la creación de un conflicto con uno de los sectores más importantes de la sociedad, la
Iglesia, la cual comenzó a aliarse con las Fuerzas Armadas no casualmente.

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