Está en la página 1de 53

En la obra, el autor nos muestra la visión

de un país multiétnico y pluricultural


como es el Perú, a través del género
épico-ético, trazando un fresco verídico
de la sociedad peruana en una época de
crisis.[3] ​[4] [5]
​ ​

El título de la novela expresa


precisamente la variedad étnica, regional
y cultural del Perú, en el que «todas las
sangres» se entremezclan y rivalizan
duramente. Y en esa lucha interviene
también un poder imperialista que
pretende controlar el país. El autor
intenta ofrecer un retrato global del Perú,
aunque el foco narrativo se sitúa en la
sierra.[3] [6]
​ ​La expresión de «todas las
Argumento
La novela empieza con la rivalidad de
dos terratenientes de la sierra peruana,
que son hermanos y cuyo padre acaba
de fallecer: Fermín y Bruno Aragón de
Peralta. El conflicto surge con el
descubrimiento de la mina de plata de
Aparcora. Fermín, que aspira a ser un
importante hombre de negocios ligado al
capitalismo nacional, quiere explotar la
mina y traer el progreso a la región. A ello
se opone su hermano Bruno, que es un
latifundista tradicional que se sostiene
del trabajo servil de los indios.[3] [9]
​ ​

Pero Fermín, al carecer de fondos


necesarios para desarrollar su proyecto,
se ve obligado a vender su mina a un
gigantesco consorcio internacional, la
Wisther-Bozart. Empieza así los
problemas que conllevan la penetración
del capitalismo imperialista. Ante la
necesidad de abundante agua para el
trabajo de la mina, la compañía obliga a
los comuneros que vendan sus tierras a
precios irrisorios. Se inicia entonces un
proceso de convulsión social que lleva a
la movilización del campesinado liderado
por Demetrio Rendón Willka, un
comunero indígena que ha vivido y
estudiado en Lima. Bajo sus órdenes
estallan levantamientos que son
reprimidos sangrientamente por las
fuerzas gobiernistas, pero que son el
anuncio de la rebelión final.[3] ​

Personajes

Principales

Don Andrés Aragón de Peralta es el


viejo mencionado al inicio del relato.
Es el jefe de la familia más poderosa
de la villa de San Pedro de
Lahuaymarca, región típicamente
feudal de la serranía peruana. En su
mejor momento, Andrés acapara
muchas tierras desplazando a otros
latifundistas o señores feudales, así
como a los comuneros indios. Luego
se vuelve alcohólico y su entorno
familiar se disgrega: sus hijos se
pelean entre ellos y su esposa también
empieza a beber, decepcionada de su
familia. Antes de suicidarse ingiriendo
veneno, don Andrés maldice a sus dos
hijos, Fermín y Bruno, a quienes acusa
de apropiarse ilegítimamente de sus
propiedades, y lega por testamento
sus últimos bienes a los indios.[10] ​
Don Fermín Aragón de Peralta es un
insensible hombre de negocios,
representante del capitalismo
nacional. Ambicioso, aspira llevar el
progreso económico a su provincia,
para lo cual cree que es necesario
romper con el orden tradicional. Cree
que la modernización es necesaria
para lograr un cambio en el Perú, pero
con una dosis de nacionalismo.[11] ​Sin
embargo, no puede competir con una
trasnacional minera a quien vende su
mina de plata; con el dinero obtenido
incursiona en la industria pesquera,
comprando fábricas de harina y
conservas de pescado en el puerto de
Supe; asimismo decide ampliar y
modernizar su hacienda serrana de La
Esperanza. Al final de la novela será
herido de bala por su propio hermano,
don Bruno.[3] ​
Don Bruno Aragón de Peralta es el
terrateniente de la hacienda La
Providencia, donde tiene sus colonos o
siervos indios. Es violento con sus
trabajadores a quienes golpea y azota
sin piedad, y abusa sexualmente de las
mujeres, siendo esto último su deporte
preferido. Ante la llegada de la
modernización, defiende el
mantenimiento del sistema feudal,
pues cree que sólo este asegura que
sus indios se sigan manteniendo
«puros», lejos de la corrupción del
dinero, posición que lo enfrenta con su
hermano mayor, don Fermín. Es
también un fanático religioso pues
considera que la preservación de dicho
sistema tradicional es un mandato
divino que debe cumplir. A la mitad de
la novela, y luego de conocer y
embarazar a una mestiza llamada
Vicenta, se produce un cambio en su
conducta: se dedica a hacer el bien,
distribuyendo sus tierras a los
indígenas y ayudando a otros
comuneros en sus luchas contra los
gamonales. Termina como justiciero,
ejecutando al malvado gamonal don
Lucas e intentando asesinar a su
hermano, lo que le acarreará la
prisión.[3] ​
Demetrio Rendón Willka es un indio o
comunero libre de Lahuaymarca. Es un
hombre sereno, sabio, paciente, lúcido,
valiente, astuto, heroico y casto. Es
representante de la nueva conciencia
de los indios, aquella que pretende
romper con la anticuada estructura
social, pero preservando sus aspectos
más positivos, como la comunidad
social, a fin de contrarrestar los
efectos nocivos de la inminente
modernización. Representa pues, una
opción de desarrollo en contraste con
el proyecto de modernización de don
Fermín y la defensa del viejo sistema
feudal de don Bruno. Rendón Willka es
el primer hijo de comuneros que llega
a Lima, donde vive durante ocho años
en barriadas, trabajando como
barrendero, sirviente, obrero textil y de
construcción. Aprende a leer en una
escuela nocturna y pasa por la cárcel,
donde tiene una toma de conciencia
político-religiosa. Toda esa experiencia
lo hace sentir un hombre renovado y
regresa a su tierra decidido a
encabezar la lucha por la liberación de
los indios. Llega al pueblo poco
después de la muerte de don Andrés y
se pone al servicio de don Fermín
como capataz de la mina. Luego don
Bruno lo nombra administrador de su
hacienda La Providencia. Encabeza
finalmente el alzamiento de los indios
y su fin es heroico pues muere fusilado
por las fuerzas del orden.[12] [13]
​ ​

Secundarios

La kurku Gertrudis, una jorobadita


enana que es violada por don Bruno,
fruto de lo cual aborta un feto con
cerdas.
Vicenta, la mujer de don Bruno, de
quien tiene un hijo, el niño Alberto.
Matilde, la rubia esposa de don Fermín,
una señora «linda y dulce».
Nemesio Carhuamayo, primer mandón
o capataz de los indios de la hacienda
«La Providencia» de don Bruno.
Policarpo Coello, segundo mandón o
capataz de los indios «La
Providencia».
Adrián K’oto, primer cabecilla de los
siervos indios de «La Providencia».
Santos K’oyowasi, segundo cabecilla
de los siervos indios de «La
Providencia».
Justo Pariona, indio perforador de la
mina.
Anto, criado de don Andrés. Su patrón
le regala un terreno en La Esmeralda,
donde eleva su casa. Cuando la
compañía minera expropia el terreno,
no quiere abandonar su propiedad y se
vuela con dinamita junto con las
máquinas aplanadoras de terreno.[14] ​
Hernán Cabrejos Seminario, costeño
piurano, ingeniero jefe de la mina de
Apar’cora. Es un agente encubierto de
la Wisther-Bozart. Cuando esta
transnacional se adueña de la mina
(que adopta el nombre de compañía
minera Aparcora) es nombrado como
su gerente. Muere asesinado a manos
de Asunta de la Torre.
Gregorio, mestizo, chofer del ingeniero
Cabrejos y a la vez músico tocador de
charango, que se enamora de Asunta
de La Torre. Muere en una explosión
que ocurre dentro de la mina.
Perico Bellido, joven contador al
servicio de don Fermín.
Don Alberto Camargo, capitán de la
mina de don Fermín.
Felipe Maywa, alcalde varayok de la
comunidad indígena de Lahuaymarca.
El alcalde de San Pedro, Ricardo de La
Torre.
Asunta de La Torre, una joven de
familia aristocrática del pueblo de San
Pedro, hija del alcalde. Tiene unos 35
años de edad y una fisonomía
española. Es pretendida por don
Bruno, a quien rechaza. Simboliza la
virtud y la pureza. Asesina al ingeniero
Cabrejos, vengándose así del mal que
este ocasionara al pueblo.[15] ​
El subprefecto Llerena, mestizo, a
sueldo de la compañía Wisther-Bozart.
Don Adalberto Cisneros, «el cholo»,
indio, señor de Parquiña, es la
encarnación del latifundista malvado,
que tortura a sus peones y viola a las
mujeres, sin distinción de edad.
Arrebata las tierras de los indios
comuneros de Paraybamba y rivaliza
con don Bruno.[16] ​
Don Aquiles Monteagudo Ganosa,
joven de familia blanca, de
hacendados, viaja por Europa y retorna
para vender sus dos haciendas a don
Adalberto.
Don Lucas, es otro gamonal
desalmado, que no paga jornales a sus
trabajadores y mantiene a sus indios
hambrientos y harapientos. Es
asesinado por don Bruno.[17] ​
El Zar, es el apodo del presidente de la
compañía minera Aparcora. Es
malvado y homosexual.[18] ​
Palalo, fiel servidor y compañero
íntimo de El Zar.[19] ​
El ingeniero Velazco, otro empleado de
la compañía minera Aparcora, que
amenaza a los que no cumplen con su
trabajo con enviarles al penal El Sexto
de Lima, para que sean violados por
veinte zambos.[16] ​
Don Jorge Hidalgo Larrabure, ingeniero
que renuncia de la compañía Aparcora
pues no está de acuerdo con sus
métodos.

Resumen
La novela empieza con la aparición de
don Andrés Aragón de Peralta, jefe de la
familia más poderosa de la villa de San
Pedro de Lahuaymarca, en la sierra del
Perú. Don Andrés, ya viejo, se sube al
campanario de la iglesia del pueblo y
desde allí maldice a sus dos hijos, don
Fermín y don Bruno, a quienes acusa de
apropiarse de sus tierras; asimismo,
anuncia su suicidio, dejando en herencia
a los indios todos los bienes que aún
conservaba. En efecto, se retira a su casa
e ingiere veneno.[10] ​

Los dos hijos de don Andrés, don Fermín


y don Bruno, viven en perpetua discordia.
Don Bruno es dueño de la hacienda La
Providencia, donde viven varios
centenares de indios como colonos o
siervos. Es un católico tradicional y
fanático, que se opone a que el progreso
llegue a sus tierras pues cree que eso
corromperá inevitablemente a sus indios,
al inoculárseles el llamado veneno del
lucro. Un rasgo característico de don
Bruno es su ardor sexual desenfrenado
que lo lleva a poseer y violar a muchas
mujeres.[10] [15]
​ ​

Por su parte, don Fermín es el propietario


de la mina Aparcora, que trata de
explotarla al margen de la voracidad de
las empresas transnacionales. Don
Fermín representa al capitalismo
nacional y desea que el progreso y la
modernidad lleguen a la región,
oponiéndose así a su hermano. Pero
para explorar la mina necesita como
trabajadores a los indios de Bruno, quien
acepta entregárselos, a condición de que
lo deje vivir en paz en sus tierras.[20] ​

Es entonces cuando entra en escena


Rendón Willka, un «ex indio», es decir un
nativo transculturado, que ha vivido
varios años en Lima y que ha perdido
parte de su herencia cultural, pero que ha
conservado sus valores tradicionales
más valiosos. Rendón Willka es
contratado como capataz de la mina,
pero tiene ya el soterrado propósito de
encabezar la lucha por la liberación de
sus hermanos de raza y
cultura.[21] [22]
​ [13] ​

Don Fermín empieza a explorar la mina


Aparcora en busca de la veta principal,
para lo cual empieza a usar la mano de
obra de unos 500 indios enviados por
don Bruno. El sistema de trabajo que
impone es el de la mita, es decir por
turnos, pero los indios no reciben jornal y
solo se les da alimentos. Para continuar
su proyecto, don Fermín calcula que
necesitará más suelos con agua, por lo
que enfoca su interés en las tierras de su
hermano y en las de los vecinos de San
Pedro. Empieza por comprar tierras de
algunos de estos vecinos.[21] ​
Pero el consorcio internacional Wisther-
Bozart, que ha puesto sus miras en la
mina, infiltra en ella al ingeniero Cabrejos
para que boicotee las labores y haga
fracasar la exploración; de esa manera
don Fermín se vería obligado a vender la
mina al consorcio. Cabrejos logra su
objetivo con la ayuda de un músico
llamado Gregorio, quien se adentra en el
interior de la mina y da aullidos
simulando al Amaru, la serpiente mítica,
a fin de asustar a los indios, algunos de
los cuales efectivamente se espantan.
Pero ocurre una explosión dentro de la
mina y Gregorio muere despedazado.[21] ​
Entretanto, don Bruno sufre una
transformación milagrosa. Abandona la
vida lujuriosa, uniéndose definitivamente
a una mestiza, Vicenta, de quien espera
un hijo. Redimido por el amor, Bruno
visita a los comuneros de Paraybamba, a
quienes les brinda su apoyo.[23] ​Allí
también promueve el castigo al cholo
Adalberto Cisneros, un hacendado cruel
y abusivo, que es azotado y paseado
desnudo por las calles. Don Bruno se
despide de Paraybamba aclamado por
los indios, mientras que Cisneros jura
vengarse.[24] ​

Volviendo a la mina, al fin se encuentra la


veta del metal argentífero y don Fermín
viaja a Lima para tratar de formar una
sociedad con capitales peruanos, ya que
se había quedado descapitalizado. Sin
embargo, la Whistert-Bozart tiene mucho
poder e influencias y obliga a don Fermín
a que le venda la mina. La empresa le
reconoce un porcentaje de las acciones
de la mina y le cancela los gastos
iniciales de la exploración. Don Fermín
decide invertir este dinero en la industria
pesquera, adquiriendo fábricas de harina
y conservas de pescado en Supe, de la
que se encargará administrar su cuñado,
mientras que él vuelve a San Pedro,
dispuesto a ampliar y modernizar su
hacienda La Esperanza.[17] ​
Mientras tanto, la compañía minera
necesita agua para represarlas en
beneficio de la mina y a fin de ello
consigue una orden judicial que obliga a
los propietarios de San Pedro a vender
sus tierras de labranza de la hacienda La
Esmeralda. Los vecinos se niegan a
hacerlo y deciden quemar su pueblo y
marcharse a otro lugar. Son acogidos
temporalmente por una de las
comunidades indígenas. Mientras tanto,
llegan las maquinarias pesadas de la
compañía y cientos de indios como
jornaleros. Empieza también a proliferar
en la región los locales de vicios
citadinos (bares y burdeles).[14] ​
Don Bruno retorna a San Pedro y se
apena sobre todo por la destrucción de
la iglesia. También llega don Fermín,
trayendo todo lo necesario para
modernizar su hacienda La Esperanza y
prometiendo que el pueblo volvería a
renacer con su ayuda. Se anuncia
también la llegada del hacendado
Cisneros, quien quería vengarse de don
Bruno, pero su plan es desbaratado.

La empresa minera, continuando con la


expropiación de la hacienda La
Esmeralda, comienza a aplanar la pampa
con máquinas bulldozer. Pero uno de los
residentes, de nombre Anto, se niega
abandonar su propiedad y cuando una de
las máquinas ya se acercaba a
derrumbar su casa, se tira contra ella con
varios cartuchos de dinamita en la mano,
volando en pedazos con todo.[14] ​

Don Bruno se culpa de todas esas


desgracias por haber contribuido con la
explotación minera, y decide purificar el
mundo acabando con los responsables.
Coge sus armas y se dirige a la hacienda
de don Lucas, gamonal cruel y abusivo, a
quien mata, ante el regocijo de los indios.
Luego se dirige a la hacienda La
Esperanza de su hermano don Fermín, a
quien acusa de ser responsable de todas
las desgracias del pueblo y le dispara,
hiriéndole en las piernas. Pero de pronto,
don Bruno se arrepiente de lo que ha
hecho y se echa a llorar. Don Fermín es
trasladado a Lima para ser atendido de
sus heridas, mientras que don Bruno es
encarcelado en la capital de la
provincia.[25] ​

Ante tal situación, Demetrio Rendón


Willka se proclama administrador de la
hacienda La Providencia. Los colonos
trabajarían en adelante para ellos
mismos, sin patrones. Esto significa una
revolución, por lo que el gobierno envía a
los guardias civiles a sofocar la revuelta
que considera de inspiración comunista.
Mientras algunos huyen, Demetrio se
queda alentando a los indios a resistir.
Los guardias irrumpen a sangre y fuego,
capturan a Demetrio Rendón Willka y lo
fusilan junto con otros indios. Pero
Demetrio ha cumplido la misión de
despertar la conciencia de sus hermanos
de raza dejando abierto el camino para la
liberación.[21] [26]
​ [13]
​ ​

Resumen por capítulos


La novela se divide en 14 capítulos
numerados con dígitos romanos; no
llevan título.

Capítulo 1
Se inicia con la presencia del viejo don
Andrés de Aragón y Peralta, quien
anuncia su suicidio desde la torre de la
Iglesia del pueblo de San Pedro de
Lahuaymarca. Califica de ladrones a sus
hijos, don Fermín y don Bruno, por
apoderarse de sus tierras. Regresa a su
casa y cumple su amenaza: se envenena
y muere. Don Fermín y don Bruno se
odian mutuamente; el primero tiene una
mina llamada Aparcora, y el segundo es
dueño de la hacienda La Providencia, que
hace trabajar a indios siervos. Aparece
también en escena Rendón Wilka, un
indio comunero que ha vivido en Lima
donde asimiló ideas nuevas.[10] [27]
​ [28]

Capítulo 2

Don Fermín quiere explotar su mina y


solicita a su hermano don Bruno que le
conceda sus indios. Don Bruno acepta y
llama al primer capataz, don Nemesio
Carhuamayo, para que reúna a todos los
indios. Demetrio Rendón Wilka empieza
a trabajar como capataz de la mina de
don Fermín, haciéndose su hombre de
confianza. Se relata la vida de Demetrio,
quien siendo un indio comunero de
Lahuaymarca pasó a Lima, donde trabajó
en diversos oficios, vivió en barriadas y
aprendió a leer y escribir;
intelectualmente asimiló las ideologías
revolucionarias, aunque sin renunciar a
su identidad andina.[29] [22] [13]
​ ​

Capítulo 3

Hernán Cabrejos es el ingeniero jefe de la


mina de Aparcora, pero actúa como
agente encubierto del consorcio
internacional Wisther-Bozart para
boicotear las labores y obligar así a que
don Fermín venda la mina a dicho
consorcio. Cabrejos habla secretamente
con Demetrio confiándole sus planes y
pidiéndole que se sume a él, pero
Rendón no acepta. Cabrejos es llevado
por su chofer Gregorio al pueblo para que
visite a la joven Asunta de La Torre a
quien la describe como una aventurera,
pero Cabrejos descubre que Asunta es
virtuosa y se da cuenta de que Gregorio
está enamorado de ella. Cabrejos
promete a Gregorio ayudarlo a
conquistar a la joven, pero a cambio le
pide sumarse a sus planes para
boicotear las labores de la mina.
Gregorio acepta.[30] [25]
​ ​

Capítulo 4

Los quinientos indios de don Bruno


empiezan a laborar en la mina de don
Fermín, con el propósito de llegar a la
veta principal. Don Bruno visita a su
hermano don Fermín y a su cuñada
Matilde; conversa también con Demetrio,
a quien pide que cuide a sus indios.
Mientras tanto, Gregorio, en conveniencia
con Cabrejos, ingresa al fondo de la
mina, desde donde hace ruidos
simulando al Amaru o serpiente de la
mitología andina; lo hace para ahuyentar
a los trabajadores indios y de esa
manera hacer fracasar las labores. Pero
solo unos pocos se asustan; para
desgracia de Gregorio, justo en ese
momento explota una carga de dinamita
dentro de la mina y muere despedazado.
Sus restos son sepultados, mientras
Demetrio sospecha del ingeniero
Cabrejos como promotor de la
muerte.[31] [25]
​ ​
Capítulo 5

Los vecinos del pueblo de San Pedro se


reúnen en cabildo presididos por el
alcalde; en esa reunión la señora
Adelaida pide a los propietarios que no
vendan más tierras a don Fermín, que las
necesitaba para la explotación de su
mina. Una de las participantes del
cabildo, la joven Asunta de La Torre
recibe un papelito donde alguien
secretamente le informa que el ingeniero
Cabrejos es responsable de la muerte del
músico Gregorio. Mientras tanto, luego
del entierro de Gregorio, Cabrejos
acompaña a don Fermín y doña Matilde
hasta la casa patronal; allí don Fermín
interroga a Cabrejos y le pide que
confiese que envió a Gregorio a la mina
para simular al Amaru; le pregunta
también bajo qué intereses actuaba.
Cabrejos se muestra burlón y evasivo, y
entonces don Fermín llama a Demetrio,
quien informa todo lo que sabe. Cabrejos
admite finalmente estar al servicio de un
consorcio internacional, la Whistert-
Bozart, y le informa a don Fermín que
dicho consorcio compraría el 80 % de la
mina dejándolo solo el resto; que ya todo
estaba planificado, pues don Fermín no
llegaría a reunir jamás el dinero
necesario para explotar la mina
industrialmente. Don Fermín no acepta
su situación y cree poder reunir el dinero
necesario. Por intermedio de Demetrio,
don Bruno se entera de todo lo sucedido
en la mina.[32] [25] ​

Capítulo 6

Don Bruno recibe la visita de tres


hacendados: don Adalberto Cisneros, de
origen indio; don Aquiles Monteagudo y
Ganosa, blanco pero de familia
empobrecida; y don Lucas, abusivo
propietario que tenía a sus indios
hambrientos y famélicos. Estos patrones
reclaman a Bruno el haber comerciado
con los colonos indios de sus haciendas.
Don Bruno les responde diciéndoles que
cada señor es libre de hacer lo que
quiera y que no haría nada para variar la
situación. Los visitantes se sienten
ofendidos ante tal respuesta y amenazan
desatar una guerra de hacendados;
entonces don Bruno los expulsa de su
hacienda. Dichos hacendados estaban al
tanto de la situación de los hermanos
Aragón y confían en que don Bruno
sucumba absorbido por la voracidad del
consorcio que explotaría la mina. En otra
escena aparece la Vicenta, una mestiza
amante de don Bruno que espera un hijo
suyo; pero otra amante del patrón, Felisa,
llena de celos ataca a Vicenta con un
cuchillo, ante lo cual don Bruno la
dispara, matándola. A partir de entonces
don Bruno cambiará, dejando de lado su
vida disipada y procurando ayudar a los
indios.[23] [25]
​ ​

Capítulo 7

Fallece la madre de los hermanos Aragón


y ningún vecino de San Pedro asiste a los
funerales; solo lo hace la señorita Asunta
de La Torre. Los indios, encabezados por
Demetrio, entierran a la señora. Un
antiguo empleado de los Aragón, el indio
Anto, ocupa un terreno que le cediera el
viejo don Andrés; don Fermín le ofrece
cambiarlo por otro terreno, a lo que se
opone tenazmente Anto, a pesar de ser
amenazado con una pistola; finalmente
don Fermín, maliciosamente, felicita a
Anto por su valentía y le regala dos
vacas. El mismo Fermín le regala a
Asunta un brillante; todo lo hace para
ganarse aliados en su lucha contra el
consorcio. En el trayecto de vuelta a su
casa, don Fermín le expone a Matilde la
situación en la mina y dice saber quienes
son sus amigos y enemigos.[33] [25]
​ ​

Capítulo 8

El ingeniero Cabrejos es despedido de la


mina, pero promete volver con el
consorcio. Don Fermín se entera de que
el cholo Cisneros ha adquirido la
hacienda de don Aquiles y le propone
hacerlo socio de la mina con un 40 % de
acciones a cambio de un aporte de diez
millones de soles, pero Cisneros se niega
a participar de ese negocio. Mientras
tanto, don Bruno visita a los comuneros
de Paraybamba, que se hallaban
empobrecidos por culpa de la ambición
desmedida del hacendado Cisneros; don
Bruno les ayuda a elegir sus autoridades
y es testigo de la humillación pública que
recibe dicho hacendado, que es azotado
y paseado desnudo, y su mula volada
con dinamita. Cisneros se va,
amenazando volver para vengarse. Don
Bruno regresa a su hacienda siendo
aclamado por los indios de
Paraybamba.[24] [25]
​ ​
Capítulo 9

Al fin se encuentra la veta principal en la


mina y don Fermín viaja a Lima para
tratar de formar una sociedad con
capitales peruanos, ya que se había
quedado descapitalizado. Se aloja en el
hotel Crillón y su esposa le pide radicar
definitivamente en Lima, a lo que accede,
adquiriendo para ella una magnífica
propiedad. Mientras tanto, en
Paraybamba, el incidente con Cisneros
origina que el alcalde y los regidores de
dicho pueblo sean arrestados, y que el
mismo don Bruno sea denunciado por
Cisneros. Don Bruno marcha a la capital
de la provincia, pero antes, ante el riesgo
de ser arrestado, nombra como su
albacea a Demetrio para que proteja a su
mujer Vicenta, su pequeño hijo y
administre su hacienda. Pero don Bruno,
ya ante las autoridades y frente a
Cisneros que lo acusa, se defiende y no
es arrestado. Cisneros se marcha
jurando vengarse. Al mismo tiempo, en la
plaza principal de Paraybamba se
producen incidentes sangrientos entre la
policía y los pobladores.[25] ​

Capítulo 10

El consorcio internacional Whistert-


Bozart tiene mucho poder e influencias y
logra finalmente que don Fermín le venda
la mina. El directorio de la Wisthert
nombra a Cabrejos como gerente de la
mina, con un excelente sueldo. Don
Fermín terminar por ceder pues no puede
competir con la gigantesca empresa
transnacional. Esta le reconoce un
porcentaje de las acciones de la mina y
le cancela los gastos iniciales de la
exploración. Don Fermín decide invertir
ese dinero en la industria pesquera,
adquiriendo fábricas de harina y
conservas de pescado en Supe, de la que
se encargará administrar su cuñado,
mientras que él vuelve a San Pedro,
dispuesto a ampliar y modernizar su
hacienda «La Esperanza».[25] ​
Capítulo 11

La compañía minera, que adopta el


nombre de Aparcora, ante la necesidad
de agua para el trabajo de la mina
consigue una orden judicial que obliga a
los propietarios de San Pedro a vender
sus tierras de la hacienda «La
Esmeralda» a precio irrisorio. Los
vecinos se niegan a hacerlo, y en cabildo
acuerdan defender su propiedad. El
alcalde emprende viaje para
entrevistarse con el subprefecto, a fin de
saber la verdad, pero en el camino se
encuentra con el mismo subprefecto, que
encabeza con el juez la comitiva de
policías que se dirigía a cumplir la orden
de desalojo. Entretanto, la señorita
Asunta visita al ingeniero Cabrejos y le
dispara tres tiros con un revólver,
matándolo, como venganza por vender
su pueblo a la mina y por causar la
muerte a Gregorio, un ser inocente.
Asunta es apresada y trasladada a Lima.
Un nuevo cabildo de vecinos de San
Pedro decide abandonar el pueblo, pero
no sin antes dejarla presa del fuego,
comenzando por la iglesia. Mientras
tanto llegan las maquinarias pesadas de
la compañía y unos 1500 indios como
jornaleros. Los representantes indígenas
que reclaman un aumento de sueldo son
enviados presos a la capital de provincia,
acusados de comunistas. Los bares y las
casas de prostitución amplían su
negocio.[25] ​

Capítulo 12

Don Bruno, de vuelta en San Pedro,


encuentra destruida la iglesia. Ordena a
Demetrio que toque las campanas. Se
reúnen la señora Adelaida, el alcalde La
Torre, los alcaldes indígena y los
regidores, quienes acuerdan reconstruir
la iglesia. También llega don Fermín,
trayendo todo lo necesario para
modernizar su hacienda «La Esperanza»
(ganado importado, semillas, etc.) y
promete igualmente ayudar con el
renacimiento del pueblo. Se anuncia
también la llegada del hacendado
Cisneros, quien quiere vengarse de don
Bruno, para lo cual se entrevista con el
subprefecto. Este se ofrece para matar a
don Bruno a cambio de dinero, pero en
ese momento llega una orden de Lima
ordenando el arresto del subprefecto, por
lo que el plan se desbarata. Entretanto, el
ingeniero Jorge Hidalgo, que no está de
acuerdo con los manejos de la compañía
minera, decide renunciar a esta y
emplearse con don Fermín.[25] ​

Capítulo 13

Los diarios de Lima informan sobre el


incendio de la iglesia del pueblo de San
Pedro de Lahuaymarca, hecha por
manos «ateas comunistas» así como el
asesinato del ingeniero Cabrejos a
manos de una «criminal fría y
desalmada». La empresa minera,
continuando con la expropiación de los
terrenos de «La Esperanza», aplana la
pampa con máquinas bulldozer. Pero
uno de los residentes de esa zona, el
indio Anto, se niega a abandonar su
propiedad y se vuela con dinamita junto
con las máquinas que ya tumbaban su
casa. Don Bruno se culpa de todas esas
desgracias y decide purificar el mundo
acabando con los responsables.
Encomienda a su hijo y a su mujer
Vicenta a Demetrio Rendón Willka; luego
coge sus armas y parte acompañado de
un indio. Se dirige a la hacienda de don
Lucas, el gamonal cruel y abusivo, a
quien mata ante el regocijo de los indios;
luego se dirige a la hacienda «La
Esperanza» de su hermano don Fermín, a
quien encuentra conversando con el
ingeniero Hidalgo. Don Bruno acusa a su
hermano de ser responsable de todas las
desgracias del pueblo y le apunta con su
revólver; al verse amenazado, don Fermín
corre pero recibe disparos en las piernas.
Al ver lo que ha hecho, don Bruno se
derrumba y llora, pidiendo al ingeniero
Hidalgo que lo lleve a la cárcel.[25] ​

Capítulo 14
Don Fermín es operado en la mina,
extrayéndosele tres balas, y luego es
trasladado a Lima en avión, donde se
recupera. Mientras que don Bruno es
encarcelado en la capital de la provincia.
En la hacienda de La Providencia,
Demetrio Rendón Willka se entera de la
prisión de don Bruno y la probable
muerte de don Fermín; entonces, con la
aprobación de Vicenta, la mujer de don
Bruno, se proclama administrador de la
hacienda, albacea guardador y protector
del niño Alberto, el hijo del patrón. En
adelante los colonos indios trabajarían
para ellos mismos, sin patrones, lo que
significaba ya una revolución. El gobierno
envía entonces a los guardias civiles a
sofocar la revuelta. Vicenta y su hijo se
esconden en la comunidad de
Lahuaymarca. Mientras que Demetrio se
queda alentando a los indios a resistir.
Los guardias irrumpen e inician una
despiadada cacería. Demetrio es
fusilado junto con otros indios. Pero este
episodio luctuoso solo es el inicio del
camino de la liberación.[26] [13]
​ ​

Análisis temático
La novela expone el peligro de la
penetración imperialista, pero
principalmente, el problema de la
modernización de la cultura andina, que
se expresa en la lucha entre la tradición y
la modernidad.[3] [34]
​ ​

La gran pregunta es si se puede lograr un


desarrollo genuinamente nacional una
vez destruido el viejo orden feudal. Las
alternativas son: el proyecto de
penetración imperialista, representada
por las grandes empresas
trasnacionales; un capitalismo nacional,
que plantea don Fermín para llevar el
progreso a los pueblos andinos; y un
regreso al orden feudal, imaginado por
don Bruno, para salvaguardar los valores
morales. Para el autor, todas estas
opciones son
validas.[35] ​
También considera que el pensamiento
armónico con la naturaleza, que algunos
equivocadamente llaman «arcaico» o
«mítico», es válido, potencialmente, para
desarrollar una mentalidad
revolucionaria que proyecte un futuro de
bienestar y libertad.[3] ​El ideal de nación
es el de un Perú multivariado, con
diversidad multicultural y plurilingüe.

Al respecto, diversos analistas


sociológicos coinciden en que, hasta el
momento, no existe una nación peruana
ni un proyecto nacional; puede decirse
que hay varios núcleos nacionales, pero
no ubicables geográficamente. En el
submundo intelectual del Perú, ligado al

También podría gustarte