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Hola chicos, en este punto vamos a profundizar en la

ley de la correspondencia. Lo que te voy a compartir


MÓDULO 3.3 el día de hoy es mi propio entendimiento de esta ley.
La ley de la
correspondencia Este concepto lo aprendí del filósofo y maestro
espiritual Gerardo Schmedling, el fundador de la
Escuela de Magia del Amor. Entonces, esto que vas
a leer aquí es mi propia interpretación de lo que yo
aprendí.

Hemos visto que para poder fluir con el Universo


tenemos que aprender cómo funciona y para poder
saber cómo funciona, necesitamos conocer las leyes
que lo rigen.

Hay 7 leyes universales, pero no lo vamos a cubrir


todo durante este curso de abundancia, sin embargo
les quiero compartir esta descripción de esta ley
porque para mí es lo que más fácil nos va a ayudar a
liberarnos del sufrimiento y poder usar esos valores
incondicionales que les presenté en los primeros
módulos de este curso para abrir las puertas a la
abundancia.

Para mí el poder comprender este concepto es básico


y muy importante para que dejemos de luchar y
para que podamos sacar estos valores internos que
mencionamos anteriormente.

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Entonces, la ley de la correspondencia es una ley universal.

Como les comenté anteriormente, una ley es


verificable y siempre va a tener el mismo resultado.
Por tanto, cuando tú te apegas con esta ley, fluyes
con esta ley, vas a poder replicar los resultados una
y otra vez.

Cuando tú sabes usar una ley, por ejemplo, cuando tú


sabes cómo funciona una ley, cuando tú sabes cómo ser
abundante, tú puedes hacerte abundante cada vez que lo
requieras. Si por algún motivo, lo perdieras todo de la noche
a la mañana, cuando tú sabes cómo algo funciona, puedes
volver a replicarlo, puedes volver a ser abundante, puedes
volver a hacer relaciones armoniosas. Eso es importante que
lo comprendas porque aquí la clave es que no creas nada.

La idea no es llenarnos de más creencias


en nuestro sistema de creencias, la idea
es escuchar la información, aplicarla y
verificarla para que se pueda convertir
una comprensión en sabiduría. Esa es la
diferencia entre teoría y sabiduría.

La ley de la correspondencia es la que determina el cuerpo, la


forma, los lugares, los sucesos y las características específicas

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de cada experiencia que necesitamos para que nos lleve al
aprendizaje que nos va a llevar a la comprensión del Universo
en sus procesos. ¿Te acuerdas que habíamos hablado
anteriormente?

Que nosotros en compañía de nuestros maestros de


ley hacemos nuestro diseño pedagógico de lo que
venimos a experimentar en nuestra experiencia con
el objetivo de ir vaciando el archivo de ignorancia y
completando el archivo de sabiduría.

Entonces esta es la ley que determina cuál va a ser el cuerpo


que necesitamos en esta experiencia, la forma, en qué lugar
debo de vivir, cuáles son los sucesos y las características que
yo necesito para poder completar ese aprendizaje, para
poder yo completar mi proceso de evolución.

Esta ley lo que nos dice, es que


en cada lugar existe y sucede
sólo lo que tiene que existir
y suceder y a nadie le sucede
nada que no le corresponda, a
nadie le sucede nada que no
necesite.

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Entonces podemos reconocer esta ley en acción si podemos
observar que en cada lugar del planeta hay diferentes
climas, diferentes distribuciones de riqueza, diferencias
sociales, diferentes niveles tecnológicos, etc. Todo eso no es
casualidad, todo eso está regido por una ley.

Por tanto, cada cosa que sucede en un lugar específico es


porque corresponde con el lugar, las personas y los seres
que ahí habitan. Todos esos seres que habitan en un lugar
específico necesitan de ese lugar y de esas experiencias que
se dan en ese plano, en ese lugar para aprender algo que
tienen en común.

Ya hablamos del diseño pedagógico que hacemos con


nuestros maestros al venir a este planeta y recuerda que ese
diseño es diseñado para que podamos tener las experiencias
necesarias para que podamos continuar con ese proceso de
evolución.

La ley de la correspondencia es la que se


encarga de diseñar y regir todo ese proceso
para que todo fluya, no hay errores, no hay
equivocaciones.

Entonces, antes de nacer en conjunto con nuestros maestros


de ley se determina la raza, los padres, la nacionalidad, la
región, la función y todas las experiencias necesarias asociadas
al destino y a la misión que corresponde exactamente con la
conciencia que viene a tomar ese cuerpo físico. Eso quiere
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decir que nosotros en conjunto con nuestros maestros
decidimos qué raza necesitamos, cuáles son los padres que
necesitamos, cuál es el cuerpo, cuál es la función, etc.

¿Te acuerdas que ya hablamos de la función, la misión y el


destino?

El destino es lo que venimos a aprender, todo lo que se nos


hace difícil, todo lo que no sabemos, todo lo que nos contrasta,
todo lo que nos genera conflicto, eso que venimos a aprender
es el destino, eso que nos falta completar. La misión es lo
que ya sabemos, lo que se nos hace fácil, lo que venimos a
enseñar y la función es lo que venimos a desempeñar para
ganarnos el sustento. Todo eso ya ha sido determinado por
nuestros maestros de ley antes de venir a este planeta porque
todo eso corresponde con las experiencias que necesitamos
para poder continuar con este proceso de evolución.

Cuando comprendemos esto, podemos dejar de quejarnos


de nuestros papás, de la raza, del lugar en donde nacimos,
de la función que tenemos, del destino, de la misión, etc. Nos
podemos dejar de quejar porque ya sabemos que todo eso
fue escogido y diseñado por nosotros mismos y por nuestros
maestros y es exactamente lo que nos corresponde para
aprender.

Entonces, una vez que nuestros guías determinan qué


experiencia necesitamos, en qué lugares necesitamos vivir
para tener esas experiencias y las características de las
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funciones que necesitamos desempeñar para tener esas
experiencias, esta ley crea todas las circunstancias para que
se manifieste sólo lo que es correspondiente con el lugar.
Por tanto, el Universo no comete errores, más bien somos
nosotros lo que nos bloqueamos.

Cuando comprendemos cómo funciona esta ley,


podemos liberarnos de toda limitación, de todos
los miedos, de todas las creencias de lo bueno, de
lo malo, de la justicia, de la injusticia, del deseo de
venganza, de la culpa, del rencor, del resentimiento,
de la baja autoestima, etc.

Por ejemplo, podemos dejar de querer vengarnos de las


personas que están a nuestro alrededor porque creemos
que nos hicieron algo malo porque ahora podemos
comprender que esas personas con las que convivimos son
correspondientes con nuestra experiencia, necesitamos
a esas personas que nos confrontan, con las que tenemos
conflicto, para que podamos aprender algo acerca a nosotros
mismos que nos va a ayudar a completar nuestro proceso de
evolución.

Entonces cuando yo comprendo esto, puedo dejar de culpar,


de sentir rencor, de sentir resentimiento, de ponerme a
pensar porqué me tocó este papá, esta mamá, este marido
o estos hijos. Nos tocaron exactamente las personas que
nosotros necesitamos y las personas que corresponden a
nuestra experiencia.
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Por tanto, con esta información podemos dejar de sentirnos
con miedo. Es inútil tener miedo porque nunca nos va a
suceder algo que no nos corresponde.

La ley de la correspondencia también


determina cuál es la misión de amor y
servicio que nos corresponde cumplir,
así como la función que nos corresponde
desempeñar, también determina el lugar
dónde nos corresponde cumplirlo.

Te voy a dar un ejemplo, antes de convertirme en Coach de


Psicología de la Alimentación, Liberación de Peso Emocional
y Nutrición Funcional, yo tuve una relación muy caótica con
el cuerpo y la comida, de hecho, tú lo sabes, lo has aprendido
en El Arte de Amar tu cuerpo y a través de mis talleres, y si no
lo sabes, ahora te lo comparto.

Fui una dietaholic y comedora compulsiva durante


muchísimos años. Durante 15 años de mi vida yo sufrí
alrededor del cuerpo, yo sufrí con las dietas la ansiedad por
comer, la obsesión por adelgazar, odiaba mi cuerpo y eso, en
ese momento, formaba parte de mi destino, era algo que yo
no sabía cómo manejar, era algo que era difícil para mí, que
me causaba sufrimiento.

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Toda esa experiencia con mi cuerpo y la comida era mi
destino. Yo vine a aprender el amor a mi cuerpo, el respeto a
mi cuerpo, el que mi cuerpo es un mensajero, que todos mis
síntomas son un mensajero y lo que yo tengo que aprender a
hacer es escucharlo, amarlo y respetarlo; eso es algo a lo que
vine a aprender.

Por tanto, cuando yo comprendí eso, cuando yo acepté mi


cuerpo, cuando yo solté las dietas, cuando me dispuse a
respetar y aceptar mi cuerpo ya no había nada que aprender.
Entonces, mi destino se convirtió en mi misión y es lo que
ahora vengo a enseñar, se convirtió en mi misión de amor
y servicio. Lo que antes me confrontaba y era difícil para mí,
cuando aprendí esa parte de mi destino, porque obviamente
el destino no desaparece, tenemos otras cosas que aprender,
esa parte de mi destino desapareció y se convirtió en mi
misión de amor y de servicio.

Lo que yo vengo a enseñar ahora es a otras mujeres a amarse,


aceptarse, respetarse, nutrirse, etc.; y es parte, dentro de mi
diseño pedagógico, que mi misión de amor y de servicio se
convierta también en mi función. Recuerda que la función
es lo que venimos a hacer para ganarnos el sustento.

Entonces, la ley de la correspondencia es la que rige todo


eso, a mí me corresponde que mi misión sea mi función y
a mí me corresponde que el lugar donde debo cumplir mi
función sea en México para poder apoyar desde México a
todas estas mujeres de habla hispana.
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Recuerda, no sé si lo sabías, que antes de venirme a vivir
a México, yo vivía en Hong Kong y en Hong Kong yo me
dedicaba a otra cosa. Entonces, si yo me hubiera quedado en
Hong Kong yo no podría estar cumpliendo esta función y esta
misión. Por tanto, la ley de la correspondencia manejó todas
las circunstancias de mi vida para que yo pudiera regresar a
México para cumplir mi función y mi misión.

Obviamente aún me queda mucho destino, tengo mucho


que aprender, de hecho, mi función también está ligada a
mi destino. Mi función todos los días me enseña cosas que
me confrontan, que me contrastan, que son difíciles para
mí y que no sé cómo hacerlas. Entonces podemos decir que
mi función está ligada tanto a mi destino como a mi misión.

Por tanto, la ley de la correspondencia es la que se encarga


de todo esto, se encarga de mover las cosas, las situaciones,
las circunstancias, los eventos, las personas y los lugares para
que yo venga a cumplir eso que yo vine a aprender.

Esta ley nos enseña que hay un lugar para


cada cosa y cada cosa está en su lugar. En
el Universo todo tiene un lugar para que
suceda y cada cosa está en el lugar que le
corresponde, aunque a veces nos guste o no.

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Entonces la ley de la
correspondencia es la que
rige todo lo que sucede, el
ordenamiento de lo que sucede
en el Universo, determina
los cuerpos, las formas, los
lugares, las interacciones y
todos los procesos para nuestra
comprensión.

De hecho, no es casualidad ni suerte que tengamos el cuerpo


que tenemos. Cada persona tiene exactamente, de manera
matemáticamente exacta, el cuerpo que le corresponde, el
cuerpo perfecto hecho a su propia medida para evolución.

No es casualidad que tengas el cuerpo de María, no es


casualidad que no tengas el cuerpo de tu prima, etc. Tienes
el cuerpo perfecto para aprender lo que viniste a aprender,
para tu proceso de evolución. Por eso es inútil intentar
cambiar el cuerpo a través de cirugías, de bandas gástricas,
de liposucciones o incluso de dietas estrictas. El cuerpo que
tienes es el que necesitas para aprender lo que te hace falta
aprender. A lo mejor el aprendizaje es aceptar tu cuerpo,
aprender a respetarlo, aprender a nutrirlo, aprender a amarlo,
etc.
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Si tú tuvieras el cuerpo perfecto qué necesidad habría de
aprender a amarlo; si ya tuvieras exactamente el cuerpo
que quieres, no habría aprendizaje, no habría necesidad de
limpiar esas creencias limitantes, no habría capacidad de
adquirir sabiduría.

El problema es que nosotros no entendemos esto, no lo


sabemos y más bien lo que hacemos es que creemos que
debería ser diferente a lo que es y nos quejamos y queremos
cambiarlo. Quejarme de mi cuerpo es no reconocer el
orden perfecto de la correspondencia, es no valorarlo, y te
acuerdas qué sucede cuando no valoramos lo que tenemos,
pues que estamos en camino de perder lo que tenemos.

Por tanto, las cirugías, las pastillas, la obsesión por cambiar


el cuerpo sólo me están diciendo que no me acepto y que
no estoy aceptando el orden perfecto del Universo que yo
necesito para aprender, estoy yendo en contra del Universo,
estoy yendo en contra de la ley, porque si yo necesitara ser
más delgada, ya sería más delgada. Si yo tengo este cuerpo
es porque este es el cuerpo perfecto que yo necesito para
aprender algo acerca de mí misma, algo acerca de mis
limitaciones mentales.

Por ejemplo, operarme la nariz cuando no es para mejorar


mi respiración o para mejorar mi calidad de vida, si es sólo la
estética, quiere decir que no me estoy aceptando a mí misma.
El propósito de tener tal nariz es enseñarle a la persona el
poder de la aceptación y enseñarle que la forma de la nariz
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no determina la felicidad, el éxito o la confianza. Imagínate, si
la forma de la nariz determinara la felicidad de una persona,
esto sería muy grave; todos los cirujanos de nariz tendrían
muchísimo trabajo porque cuántas narices imperfectas
existen en este planeta, ¿no?, yo me incluyo.

En este caso, la persona no acepta su nariz y, dentro de un


proceso psicológico, él/ella en vez de adaptar su psicología
a su nariz decide adaptar su nariz a su psicología. Entonces
se está perdiendo la lección y la oportunidad de aprendizaje
que trae esta nariz, es decir, la oportunidad de aceptarse y
ser feliz por sí mismo sin tener que cambiar lo externo, que
al final del día a eso venimos, a ser mentalmente libres, a no
permitir que nada ni nadie afuera afecte nuestra paz. Por
tanto la nariz con la que nació es perfecta para él o para ella,
nació así porque había un propósito. Entonces al operarnos
algo, la nariz o cualquier parte del cuerpo, estamos de alguna
manera postergando esa oportunidad que nos está dando la
vida para aprender a ser felices por nosotros mismos. Entonces,
si la operación es para mejorar mi salud es totalmente
válido; aquí estamos hablando sobre la estética, sobre el ego,
sobre la falta de aceptación. La felicidad no depende de las
características físicas de nuestro cuerpo, si no de nuestro
nivel de comprensión, de nuestra capacidad de interpretar
y aceptar todo lo que sucede con ojos de amor.

Pongamos otro ejemplo, pocas personas tienen la capacidad


para aprender como los que no han sido tan bien dotados
por la naturaleza. Tienen mucha mejor posibilidad para
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aprender a aceptarse por sí mismos, mientras el guapo o la
guapa no tiene que hacer ningún esfuerzo para aceptarse, es
más, es más fácil que se llene de orgullo y de ego.

Entonces, preguntémonos ¿esto es ego o correspondencia?


Como el síndrome de la niña bonita. A la niña bonita todo
el mundo la consiente, le hacen las tareas, todo el mundo
quiere salir con ella, no la dejan hacer nada, le quieren hacer
todo, la pueden convertir en una persona incapaz de asumir
su vida. Por el otro lado, el síndrome de la niña fea. Nadie la
ayuda, nadie le quiere hacer una tarea, nadie le invita, etc.

Entonces necesita esforzarse por sí misma para demostrarles


a los demás que no los necesita. Por tanto, de algo que parecía
una cualidad, realmente hay una correspondencia; la persona
muy bien dotada resulta con muy poco desarrollo intelectual
porque no tuvo que hacer ningún esfuerzo y resulta que el
otro desarrolló un coeficiente intelectual muy alto porque
tuvo que aprender a esforzarse por sí mismo. Entonces, a
veces lo que parece muy halagador, no lo es tanto y aquello
que parece muy difícil, puede ser una bendición.

No hay buena ni mala suerte, cada quien


es correspondiente con lo que tiene, con
lo que le sucede, con lo que vive, con las
interacciones que tiene, cada experiencia
trae un aprendizaje.
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Por tanto, todo lo que nos puede suceder es porque es
correspondiente con nuestra propia experiencia. Por eso las
correspondencias son tan diferentes para las personas que las
viven. A uno a lo mejor le corresponde nacer en una familia
pudiente y a otro en una familia de muy pocos recursos. No
es ni buena ni mala suerte, es correspondencia.

Cada uno tiene una oportunidad


maravillosa, necesaria y perfecta para su
propio desarrollo evolutivo de conciencia.

Entonces cuando no entendemos esto, empezamos a hablar


de injusticia, de la necesidad de corregir cosas que ya son
perfectas, de hacerle resistencia a la vida y entramos a tratar
de desordenar nuevamente el orden del Universo. Yo trato
de desordenar lo que ya está ordenado y cuando hago esto
me enfrento a otra ley de la que no hablaremos en este
momento, pero se la menciono brevemente, me enfrento a
la Ley de Evolución.

La ley de evolución no va a permitir que yo desordene el


universo porque es imposible, se sale de la ley, no me va
a dejar. Entonces el Universo me saca de la ecuación, me
bloquea. Por eso, a veces, vemos que hay ciertas personas o
incluso, nosotros mismos, nos suceden cosas que van más allá
de nuestra comprensión. Nos suceden cosas que decimos
“hijolé, esto es una tragedia, esto es un desastre. ¿Cómo es esto
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posible? Qué horror que me pasó esto” y automáticamente
pensamos “Ay no, pobrecito fulanito” o “Ay no, porque me
pasan a mí estas desgracias”, pero cuando ya tenemos en
nuestra mente la comprensión de cómo funcionan las leyes,
podemos empezar a reinterpretar todo cuanto nos sucede
para verlo desde una perspectiva de amor.

Esas son condiciones necesarias para nuestro desarrollo


evolutivo, son oportunidades, no tragedias. Oportunidades
para poder cumplir nuestro propósito, aprender a ser
felices.

Entonces, cuando en vez de abrirme a aprender de estas


situaciones, las interpreto como malas, como injustas,
cuando comienzo a rechazar mi destino, cuando dejo de
aprender, cuando quiero cambiar las cosas, cuando hago
resistencia, entonces es cuando empiezo a complicarme las
cosas terriblemente yo solito, nadie me las complica.

Yo solito me complico las cosas y me hago correspondiente


con experiencias que no son tan satisfactorias. No es culpa
de nadie, yo solito lucho en contra de la vida, dejo de fluir.
Entonces, cuando empiezo a complicar las cosas me empiezo
a dar cuenta de que las cosas no me están funcionando,
empiezo a ver resultados de conflictos en mis relaciones,
con todo el mundo tengo problemas, tengo bloqueos
económicos, no me salen trabajos, me empiezo a enfermar
y cuando todo esto es recurrente me hago correspondiente
con la ley de saturación. Me saturo del conflicto que yo
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mismo me estoy creando, entonces ahí es donde yo empiezo
a cuestionarme “¿Por qué será que se me está complicando
tantísimo la existencia a mí?” y es donde empiezo a darme
cuenta que es porque estoy rechazando; bueno, a veces ni
siquiera nos damos cuenta, simplemente decimos “¿por qué
estoy sufriendo tanto?, ¿por qué es tan complicado todo?”.

Hay personas que se dan cuenta y otras que no y la respuesta


es porque estoy rechazando mi destino y mi función y hay
personas que les corresponde darse cuenta de eso a una
corta edad, a veces a los 50, a veces a los 60, a los 80 y a veces
no nos corresponde darnos cuenta en esta experiencia.

Después de mucho sufrir, llega un momento en el que digo


“ok, ya, ya no quiero sufrir más, ya no quiero más conflicto,
debe haber otra manera”. Entonces empiezo a atraer a mi
vida la información que yo necesito para liberarme, es ese
momento me abro para aprender a algo nuevo. Entonces, me
hago correspondiente con las técnicas para dejar de sufrir,
para dejar de tener problemas y conflictos. Ahí es donde
me doy cuenta que puedo empezar a cambiar mi interior.
Con mis pensamientos y mis comportamientos yo genero
resultados en mi exterior. Si cambios mis pensamientos, mi
forma de actuar, mi forma de relacionarme, yo voy a generar
otras circunstancias totalmente diferentes.

En vez de cambiar a los demás, empiezo a aceptar a los


demás. Cuando acepto a los demás, dejo de luchar con ellos
y dejo de tener conflictos.
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Pero esta experiencia de empezar a cambiar mi interior no
sucede hasta que estamos saturados, hasta que la persona
se satura y se da cuenta que es inútil cambiar a los demás,
que tiene que cambiarse a sí mismo.

Por tanto, de esto se trata la Ley de la Correspondencia,


nunca me va a corresponder algo que no me corresponde,
sólo somos correspondientes con las experiencias que
necesitamos y en el siguiente punto te voy a enseñar cómo
sabemos si nos corresponde algo o no.

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