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XV.

LA FUERZA PRIMORDIAL
DE LA GRAN DEPRESIÚN

Un rasgo tan singular como significativo del sistema clásico es


-. la ausencia de una teoría sobre- las depresiones económicas. Ello
no resulta sorprendente, pues., como ya hemos visto, el sistema, .
por su propia naturaleza, excluye las causas relevantes. El equili-
brio al cual se ajusta la economía se basa en el pleno empleo, re-
sultado al icual conducen inevitablemente los cambios en materia
de salarios y de precios. Y luego, también la ley de Sa . Es evi-
dente que en Una época de epresion as mercancías se acumulan
por falta de compradores. y los trabajadores permanecen inacti-
vos, pues habiendo existencias más que suficientes y con los al-
macenes. repletos, ¿quién necesita más producción? Pero la falta
de compradores equivale a una insuficiencia de la demanda, y sin
embargo la ley de Say estipula en los términos más claros que
. esto no puede suceder. Sólo los analfabetos y, palabra desagrada-
ble pero frecuente, los chiflados piensan de otro modo. Todo ec~- 111

nomista que se respete' sabe que en todo momento la producción


r genera el flujo de capacidad adquisitiva suficiente 'por su misma
lpaturaleza para comprar todo lo que se produce. De una manera
u otra, ese flujo de recursos se gasta ya sea directamente en bie-
nes de consumo, o bien, si es objeto de ahorros, en inversiones en
bienes de equipo y capital circulante.
De todo ello se desprende otra consecuencia obvia: no puede
haber remedio para la depresión si ésta se halla excluida por la
teoría. Ningún médico, por más prestigio que tenga, puede tratar
una enfermedad inexistente.
Esto no significa que durante los años anteriores a la Gran
Depresión no se hayan dedicado estudios al ciclo comercial. De
ninguna manera. Pero lo que pasaba era que el estudio y la en-
señanza en la materia no formaban parte del núcleo central del
pensamiento económico. Se trataba de 'una rama separada de

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212 JOHN KENNETH GALBRAITH rHISTORIA DE LA ECONOMÍA

investigación y docencia, llamada «los ciclos económicos», o sim- La consecuencia de todo este cuadro, cuando sobrevino I
plemente «los ciclos». Y no había ningún consenso respecto a las Depresión, una vez producido el derrumbe de la bolsa 'en o
causas de las fluctuaciones económicas. Se argumentaba, por ejem- de 1929, fue que los economistas de la escuela clásica, o
plo, en forma no del todo plausible, que tales ciclos eran origina- todos, se hicieron a un lado. Era de esperar. Dos de las pri
dos por manchas solares, las cuales influían directamente, aun- les figuras de la época, Jose h _chum12eter en ese mom nt
que de manera bastante -rnística. sobre la economía, o bien indi- fesor en Harvard. y .J.ione Robbjn&.,.J,lela London School
rectamente, mediante su efecto en el clima, y por tanto, en la nomics, salieron a la palestra pata exhortar concretament
producción agraria. o
bien, que eran ocasionados por ciclos me- no se hiciera nada. En efecto, la depresión debía seguir libr
teorológicos. O más probablemente, que eran causados por los re- su curso, única forma en que llegaría a curarse, de modo espolnl
petidos brotes especulativos del siglo anterior, a saber, períodos neo. La causa de la crisis era la acumulación de ·venen
de expansión basados en préstamos fácilmente otorgados por los sistema; a su vez, las penalidades resultantes eliminarían 1
excesivamente complacientes bancos de la época, con la inevitable zoña y devolverían la salud a la economía. Según lo declar
contracción que sobrevenía cuando debían cancelarse los créditos citamente Joseph Schumpeter, el restablecimiento del sistem
o cuando se presentaban para su conversión los billetes y no había pre tenía lugar espontáneamente. Y añadió: «Yeso no
liquidez con que responder. O si no, que se debían a olas de creci- nuestro análisis nos conduce a creer que la recuperación s
miento de duración diferente e inmutable, cuyos orígenes eran con- ser efectiva si se produce por sí rnisrna.n/
siderablemente misteriosos. Finalmente, había quienes atribuían las Durante los años restantes del período presidencial d
depresiones a la restricción de la oferta monetaria y a la correlati- Hoover, hasta marzo de 1933, la política económica de
va deflación de los precios, como sucedió cuando se adoptó el pa-· Unidos siguió las prescripciones del sistema clásico. Se eS]!'.I'.'
trón oro en 1873. la recuperación y se la predecía de modo apremiante. T
El estudio más competente, y en verdad brillante, del ciclo eco- miante, que la bolsa tendía a caer inrnediatarnente despu
nómico fue el efectuado por Wesley C. Mitchell (1874-1948) en un pronósticos oficiales. Tanto es así que un presidente d 1
principio, cuando era profesor de la Universidad de California, y Nacional del Partido Republicano llegó a culpar al Partid
durante un período mucho más extenso de ,su carrera en la Uni- crata de conspirar en Wall Street. Pero por más políticos
versidad de Columbia y en. el National Bureau of Economic Re- ran sus auspicios. debe repetirse que esa clase de predic i
search. En su condición de estudioso emancipado de los vínculos basaban por entero en la teoría clásica; el equilibrio, caract.11'I11
restrictivos del sistema clásico, Mitchell sacó eri conclusión que do por el pleno empleo, era un rasgo inherente del sistem
cada ciclo comercial constituía una serie única de acontecimien- 10 tanto la recuperación era inevitable. No era preciso to
;.
tos, y tenía, a la vez, una única explicación, pues, como él decía, j
1·-:
guna medida para promover lo que de todos modos iba
era consecuencia de una serie precedente de acontecimientos, tam- Herbert Hoover, cuya reputación es tan baja en la histori
bién única.! No podía pretenderse que un economista hiciera gran ~< ,1 economía, no hizo en realidad más que acatar por com 1
¡ ...
cosa para remediar los efectos de las manchas solares o ·del clima. ideas económicas admitidas en su época.
Ni para encarar las crisis financieras que sólo eran reconocidas, Con Franklin Roosevelt llegaron finalmente producir a
como era tendencia general, ex post tacto. y si en verdad, como tantes desviaciones de la ortodoxia clásica, por más que n
sostenía Mitchell, las depresiones eran causadas por sucesos dife- ran sido prometidas en absoluto durante su campaña el t
rentes y heterogéneos, no podía concebirse ninguna fórmula gene- 1932. La depresión revestía tres facetas visibles. La prim
ral aplicable para su prevención o cura. incontenible deflación de los precios, con .la consiguient

2. Joseph A. Schumpeter. «De pr'es s iorrs». en The Economics o] t he Recov .y I


1. Véase Wesley C. Mitchell, Business Cycles (Nueva York, National Bureau of Eco- (Nueva York, Whittlesey House, McGraw-Hill, 1934), pág. 20. Lionel Robhln
nomic Research, 1927). observaciones similares en "The Creat Depression (Londres, Macmillan, 1934).
d
~.
..1
232 JOHN KENNETH GALBRAITH
.i HISTORIA DE LA ECONOMÍA

adquiriendo cantidades cada vez mayores de un producto d~o el


rrien.do hasta la fecha. Pero las opiniones de Pigou PI'OI)OIN
usuario iría obteniendo, de cada incremento, una satisfacción cada
ron un clamoroso apoyo a la redistribución de la r
vez n;enor .. ~ero no podía. en cambio sostenerse que quien poseye-
por las medidas de bienestar, Y tal aprobación ha
ra mas recibiera de cada Incremento menos satisfacción que ~quién,
interior mismo de la corriente hegemónica conternporán ••
poseyera menos. Los sentimientos de diferentes personas no eran'
comparables; establecer semejantes comparaciones equivalfa a"
negar la profundidad y complejidad de las emociones humanas, y
La btecha en la ortodoxia clásica que acaba de d••",,..rU .•'I•••,a
ello representaba una negación de las modalidades de razonarnien-
sentó un factor favorable en la 'evolución hacia el esta,do
to cient~~icas a las que aspiraba todo economista cabal y de buena
nestar. Pero en Estados Unidos asumió mayor import
reputación.
gimiento, entre los propios economistas profesional
. Por esotérico que todo ello pudiera parecer, los resultados, prác-
influyente que de forma expresa abrazó sus finalid
tICOSde este postulado fueron impresionantes. De allí se d~ducía
Hacia 1935, un número considerable de jóven
que en ~érminos económicos estrictos no había ninguna razón para
) habían ido a trabajar a Washington. Además de la pr'ln,cU'11
E transf~nr rentas (o riqueza acumulada) de los ricos a los pobres.
centración de estos profesionales en el Departam nt
( La estrrna y el goce del dinero por parte del rico no disrninuía con
j tura -donde no. por casualidad Rexford Tugwell habí
el incremento de la cantidad. En consecuencia, no podía afir:~narse
O que el .rico" p~r el hecho de serio, sufriese menos que los p;obres'
cualquier pérdida de ~ique~~ o ingres~ marginales. Tampoco podía
~:~,{
:,~
1 : nado subsecretario-, otros muchos fueron ocupand
versas oficinas públicas, A causa de ellos, la palabra pr
adquirido para mucha gente una connotación políti
sostenerse que la satisfacción proveniente del consumo al que re-
',: ,¡¡.... algo así como desviado sexual. Así como los economi
nunciaban hubiera sido menor que la satisfacción -es decir, la
',~:' que en el aspecto académico se habían visto libres d
utilidad- obtenida por el pobre, En términos de teoría econÓmica
--:; ciones clásicas, se encargaban de la política y la d.mlnllltrll
estricta se trataba de una comparación ilegítima. Por tanto, la eco-
~:;.' en materia de agricultura, los institucionalistas, exent
nomía clásica no era partidaria de la redistribución de la renta. y e
. te de tales limitaciones, tomaron a su cargo la prom
aquí llegamos al aspecto decisivo de la cuestión: de una u. otra
seño del estado de bienestar.
forma, las medidas de bienestar social siempre implican uaa re-
Si bien hubo francotiradores en otras partes, com
distribución, de modo que la ortodoxia clásica continuó oponíén-
Burns (1900-1985) en la Universidad de Columbia, y
dose a ellas, Para los ricos, ésta volvía a ser una muy adecuada
glas ' (1892-1976) en la de Chicago, la Universidad d W
conclusión.
.constituyó la fuente a la vez de las ideas y de la ini i
Pigou propuso una alternativa a esta línea del pensamiento clá-
tica fundamentales en la legislación del estado de bi n
sico. Según él, mientras la producción total no disminuyera a con-
R, Commons (1862-1945), catedrático de dicha univ'erlllCS.'a·
secuencia del cambio introducido, la economía del bienestar, o sea,
en Estados Unidos la figura equivalente a Bismarck
la suma total de satisfacción proporcionada por el sistema, era' real- George. . ' .
z~da por la transferencia de recursos disponibles para el gasto de
En' su edad madura, Commons enca~naba el result
ncos a pobres. Según su criterio, la utilidad marginal del dinero
te y extraordinariamente influyente de una educación C.UUIUlóia
disminuía al aumentar su cantidad, y en consecuencia, el hombre
una carrera universitaria inicial desastrosa. Ésta le cond
pobre, o la familia menesterosa, disfrutaban más que los ricos de
sucesión de colegios universitarios y de universidades
un incremento de ingresos o de mercancías obtenido en esa fdrm·~.
Oeste y del Este de Estados Unidos, a saber, Ohio, W~sl y
Con esto no se asestaba un golpe mortal a las actitudes orto-
doxas, pues la comparación interpersonal de las utilidades siguió
constituyendo objeto de sospecha, Y hasta cierto punto sigue -ocu- 3. Quien venía desarrollando a la vez una notable car-rera universitarl
guida actuación política como senador de los Estados Unidos.

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. ....~

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lin, Indiana y Syracuse. Todas estas instituciones, como ya había ciativa en el ámbito federal. Edwin E. Witte (1887-1960), profesor
currido con Veblen, prefirieron verlo ejercer la docencia en otra de economía política en dicha universidad, y arquitecto del Plan
parte. Pero quizá lo más notable no es que fuera tan sistemática- Wisconsin, fue director ejecutivo del Comité de Seguridad Econó-
mente despedido, sino que con igual regularidad llegara a ser nue- mica del gabinete que redactó la legislación federal. En estrecha
v mente contratado. cooperación con él trabajó Arthur J. Altrneyer (1891-1972), quien
Uno de los personajes que más contribuyeron a rescatarlo de también había colaborado en las reformas de Wisconsin. De modo
su odisea fue Richard T. Ely (1854-1943), quien por su parte había que quien desee ir en peregrinación a las fuentes del estado de
actuado también como precursor de la disensión en la economía bienestar no puede omitir una reverente visita a Madison, Wis-
pol itica estadounidense. y que, según dije antes. había sido antes consin.
uno de los fundadores de la American Econornic Association. 'Ely
fue quien finalmente llevó a Commons a la Universidad' de Wis-
nsin, donde este último escribió una cantidad de obras acadé- La primera etapa de la legislación federal en la materia, cuyo pro-
micas en las que de manera amplia, y a veces incoherente, in- yecto fue redactado en 1935 por Thomas H. Eliot (1907), nieto de
vestigaba la influencia de la organización sobre el ciudadano, sin un presidente de Harvard, que fue abogado en Massachusetts en
e mitir la del Estado. Para analizarla procedió a enumerar los fun- su juventud, luego miembro del Congreso por dicho estado, y pos-
damentos jurídicos de esta relación, y su historia en la teoría y teríormente rector de la Washington University en Sto Louis, pre-
n la práctica a lo largo de los siglos. veía un sistema de subvenciones a los estados con destino a los
Los libros de Commons, entonces como ahora, no llegaron a ancianos necesitados y a los hijos a cargo de familias de bajos
ntar con muchos lectores. Lo más que consiguió fue reunir en recursos, así como a otros aspectos de la previsión social. Tam-
t rno suyo a un brillante y devoto círculo de colegas y estudiantes bién estableció un régimen conjunto federal y de los estados para
que al no estar atados a los principios clásicos ortodoxos se pu- las, indernnizaciones de desempleo, al igual que un sistema obliga-
ieron en forma sumamente práctica, a -enderezar los evidentes en- tOrIO de pensiones de vejez para los trabajadores de los principa-
luertos sociales de la época. Sus instrumentos primordiales fueron les sectores industriales y comerciales de la economía.
·1 gobierno del estado de Wisconsin, con sede en Madison, capital El plan de pensiones, de proporciones muy modestas, se basa-
portunamente próxima a la universidad, y su familia gobernante, ba' en una caja cuyos fondos provendrían de una tasa especifica
saber, Robert La Follette y sus dos hijos. .. descontada sobre los salarios, con cuyas reservas podrían costear-
El Plan Wisconsin, obra conjunta de economistas y políticos, se las prestaciones cada vez más cuantiosas que sería necesario
staba integrado por una ley de administración pública del Esta- pagar a medida que un mayor número de trabajadores fuese al-
do de características progresistas; una normativa eficaz de las ta- canzando la edad de la jubilación. En un país que todavía experi-
rifas de los servicios públicos; una limitación de los intereses cre- mentaba los efectos de una grave deflación, dicho plan era abier-
diticios (si bien con un máximo todavía prohibitivo del 3,5 por tamente deflacionario, pues el monto de los recursos retirados del
iento mensual, o sea, el 42 por ciento anual); una política de circulante, en detrimento de la capacidad adquisitiva, era mayor
I ,
poyo al movimiento sindical de los trabajadores; un impuesto es- que el devuelto por medio de las prestaciones corrientes. En carn-
tatal sobre la renta, y por último, en 1932, un sistema estatal de bio, la alternativa de financiar las prestaciones con recursos del
ubsidio de desempleo. Esta última medida tuvo un efecto muy presupuesto general del Estado habría aumentado el déficit, o ha~
considerable en las actitudes económicas y políticas estadouriiden- ~ría req~erido un incremento de las contribuciones menos especí-
es, y ningún otro factor contribuyó de forma tan directa a la adop- fico, posiblemente Una elevación del impuesto sobre la renta. El
ción de la legislación federal en la materia tres años después. Y primero de est.~s dos procedimientos quedaba excluido por la per-
fueron los economistas del equipo de Commons y de la Universi- durable adhesión de los economistas al sistema financiero conser .•
dad de Wisconsin, una vez más, quienes llevaron adelante la ini- vador, y el segundo, por la resistencia política a aplicar un irn-

1
o'

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puesto a los más opulentos para beneficio de los más pobres, de.' dad Social. El Consejo de la Conferencia Nacional de la Industria
los niños y de los ancianos. El principio de que los recursos de la-: hizo la advertencia de que el «seguro de desempleo no puede fun-
seguridad social, y en particular los de la pensión de vejez, deben<~ darse sobre una base financiera sólida»; la Asociación Nacional
constituirse mediante un impuesto percibido de los propios iritere-.: de Fabricantes declaró que dicha ley facilitaría «la dominación de-
sados , ha subsistido desde entonces casi sin oposición. Y sin ern- .' finitiva del socialismo sobre la vida y la industria»: Alfred Po Sloan,
bargo, sólo por consideraciones de aparente oportunidad política- Jr.. entonces jefe soberano de la General Motors. aseguró categóri-
en el momento de su implantación no llegó a establecerse como' camente que «los peligros están a la vista»; James L. Donnelly, de
una partida más de los presupuestos generales del Estado. la Asociación de Fabricantes de Illinois, proclamó que se trataba
El subsidio de desempleo costeado mediante los impuestos de una conspiración destinada a socavar la vida nacional, «destru-
sobre los salarios exigió a su vez una intrincada combinación de yendo la iniciativa', desalentando el ahorro y sofocando la respon-
disposiciones federales y de los Estados, con las consiguientes di- sabilidad individual»; Charles Denby, Jr., miembro de la Asocia-
ferencias de prestaciones entre estos últimos. Lamentablemente, se. ción Americana de Abogados, manifestó que «en un momento u
alentó en gran medida a los estados a que se esforzaran más bien otro acarreará el inevitable abandono del capitalismo privado»; y
menos que más, mejorando así sus respectivas posiciones en la George P. Chandler, de la Cámara de Comercio de Ohio, dictami-
competencia del mercado al imponer menores gravámenes a las nó, de forma algo sorprendente, que la caída de Roma había sido
industrias en ellos establecidas, o a las que deseaban atraer. Pero originada por una medida de esa índole. En una paráfrasis desti-
por lo menos fue un comienzo. nada a abarcar todas esas actitudes, Arthur M. Schlesinger, Jr.,
escribió lo siguiente: «Con el seguro de desempleo, nadie trabaja-
ría; con el seguro de vejez y de supervivientes, nadie ahorraría, y
La reaccion de los economistas ortodoxos ante la Ley de Seguri- el resultado final sería la decadencia moral, la bancarrota finan-
dad Social, como en el caso de la legislación agrícola, y en con- ciera y el derrumbe de la República.» El representante John Taber,
traste con la que habían asumido ante la NRA y en especial ante del norte del estado de Nueva York, dijo en el Congreso, como
el experimento de la compra de oro, fue. relativamente modera- portavoz de la oposición: «Nunca en la historia del mundo se ha
da. A diferencia de la NRA o de la compra de oro, la nueva le- preconizado una medida tan insidiosamentedestinada a impedir
gislación propuesta no implicaba un choque frontal contra las la recuperación de los negocios, a esclavizar a los trabajadores y a
creencias clásicas. La existencia del desempleo y de .las descalifi- eliminar toda posibilidad de que la patronal cree puestos de tra-
cacíones económicas de la edad avanzada eran indiscutibles; qui- bajo.» Uno de sus colegas, el representante Daniel Reed, fue más
zá debiera procurarse remediarlas. El subsidio de desempleo re- .escueto: «El látigo del dictador se hará sentir.» El Partido Repu-
presentaba un puente razonable para salvar la fase deprimida del blicano votó casi unánimemente el retorno a comisión del proyec-
ciclo comercial.. Las pensiones a la vejez se pagaban solas: des- to, lo cual equivalía a terminar con él, pero cuando se procedió a
pués de todo, eran un seguro, y no tenían nada de radical. Una votación nominal en la Cámara prevaleció la reflexión y fue apro-
figura tan prestigiosa como Pigou les había otorgado una cierta bado por abrumadora mayoría, a saber, 371 votos a favor y 33 en
aprobación. Y los profesores de Wisconsin, por disonantes que fue- contra."
ran sus opiniones, eran, por lo menos en términos generales, ver- Pero éstos eran tan sólo los comienzos. Después vendrían el
daderos economistas, no miembros de algún estrato inferior de la seguro de salud, la asistencia a las familias con hijos a su cargo, la
o.
profesión. e- vivienda para familias de bajos ingresos, los subsidios de vivien-
Pero el mundo de los negocios, cuyas opiniones exigen aquí :~ ,
da. la formación profesional y otras prestaciones suplementarias
especial audiencia, no fue tan tolerante. Ningún texto jurídico en
la historia de Estados Unidos fue tan encoriadarnenre atacado por 4. Véase Arthur M. Schlesinger, Jr'.. The Age of Roosevelt, vol. 2, The Coming of (he
New Deal (Bastan, Houghton Mifflin, 1958), págs. 311 312.
0 He tomado del profesor Schle-
los portavoces de ese medio como el proyecto de la Ley de-Seguri- singer el relato de la conducta asumida por la oposición.

"". --. -.:-;:.: *(.

14
....:
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pa raTos necesitados. Y lo mismo que en Estados Unidos sucedió sion. Los economistas ya dejaron de ser una fuente de bonachona
en todos los países industriales. racionalización de los acontecimientos económicos como en épo-
También sobrevino, paralelamente, una corriente interminable
de preocupaciones y lamentos de quienes, como los dirigentes em-
cas anteriores y, por el contrario, algunos de ellos comenzaron a \
promover ideas y actos profundamente reñidos con las circu,x:stan-
presariales mencionados, veían en las medidas de previsión el ene- cias. Esto ya había podido advertirse inicialmente en OCaSI?n de \
migo natural de la libre empresa, el agente destructor de la moti- la compra de oro: pero con el advenimiento del estado de bienes-
vación que hacía girar sus engranajes. En épocas posteriores se tar la transformación fue evidente, Y muy pronto; con John May-
sumarían a este coro las voces 'de gobiernos abiertamente conser- nard Keynes, llegaría a serIo con la mayor vivacida~. ,
vadores en Estados Unidos y en Gran' Bretaña. Y no les faltarían Cabe preguntarse por qué los intereses empresanales se reSIS-
acólitos obsecuentes que salieran a proclamar, a menudo con una tieron a la adopción de medidas económicas tan patentemente des-
autocomplacencia de supuestos innovadores, las antiguas verda- tinadas a proteger el sistema económico, y esta pregunta se plan-
des de Bentham, Spencer y William Graham Sumner." teó, una y otra vez, de modo enérgico y urgente, a raíz de .la ~c-
Entretanto, a medida que iban apaciguándose la furia y la alie- tuación de Keynes. Tradicionalmente, tal resistencia se ha atribuido
nación de los desposeídos, calmados precisamente por el estado . a la miopía -o bien, para quienes carecen de tacto, a la h~lta de
de bienestar, iba también disipándose el temor bismarckiano a la inteligencia social- de los hombres de neg,ocios,. y en particular.
revolución. Y el socialismo, acosado por persistentes problemas de de sus portavoces más consecuentes. Pero esta es una oprmon de
ineficacia, fue perdiendo importancia como solución alternativa. A limitados alcances. Los intereses pecuniarios no llegan a ser tras-
raíz de ello se intensificó la ofensiva verbal contra las medidas cendentales en estas cuestiones, y las convicciones religiosas tam-
sociales. Pero con el notable detalle de que, en general, tan am- bién desempeñan aquí su papel. Para los actores en el escenar~o
plia y efusiva retórica no tuvo aplicación práctica en ningún país empresarial, el sistema clásico 'era -y sigue siendo- algo mas
industrializado. Enfrentados a la realidad y, entre otros aspectos, . que un dispositivo para producir bienes y servicios y para de,fen-
a las formidables consecuencias políticas que podían acarrear los der los beneficios personales, Era también un tótem, una rrianifes-
intentos de desmantelar el estado de bienestar, tanto los legislado- tación de fe religiosa. Y en ese carácter, se le debía respeto y pro-
res como los Ministerios se echaron atrás llegado el caso," tal como tección, Los hombres de negocios, los directivos de empresa, los
hizo la Cámara de Representantes de Estados Unidos en aquella capitalistas, se alzaron por encima de los intereses para defender
ocasión inicial. El estado de bienestar, mal que pese a toda retóri- la fe, Y muchos siguen haciéndolo actualmente,
ca, se ha convertido en una sólida parte integrante del capitalismo . Pero hubo además otra razón para que actuaran así. Los nego-
moderno y de la moderna vida económica. La seguridad social es cios no sólo tienen por objeto procurar dinero: también son un
objeto al mismo tiempo de amor y de odio, pero el amor es el que medio para lograr el éxito y, en consecuencia, para reforzar el amor
triunfa. propio. Es un hecho poco grato pero ineludible que al evaluar en
qué medida se han obtenido estas ventajas, el éxito relativo se ad-
vierte más fácilmente en las épocas de crisis que en las de prospe-
La reacción del mundo empresarial contra la Ley de Seguridad So- ridad, En los períodos de general infortunio, los hombres de nego-
cial señaló el inicio de un cambio en las relaciones entre ese sec- cios afortunados y coherentes pueden verificar en detalle qué es lo
tor y el de los economistas; en lo sucesivo prevaleció cierta ten- que han conseguido mediante sus propios esfuerzos (o los de
algún antepasado próspero) y qué es lo que han s;tstraído a ésto~.
5. Véase George Gilder, Wealth an d Poverty (Nueva York. Basic Books, 1981), y Char-
Ahora bien, si la generalidad de las personas esta en buena POSI-
les Murray, Los ing Ground: America's Social Policy, 1950-1980 (Nueva York, Basic Books, ción, o tiene al menos un pasar, este rito de autoestimación no
1984).
6. Véase, al respecto, David Stockman, The Triumph 01 Polit ics (Nueva York, Harper complace mucho. Ya no cabe entonces felicitarse con fr~ses por el
and Row, 1986),
estilo de «Yo sí que he llegado», ni complacerse en reflexiones acer-
7
15
240 JOHN KENNETH GALBRAITH

ea de las cualidades superiores que han permitido ese éxito. De


modo que atribuir a miopía intelectual o a un estrecho interés pe-
cuniario la resistencia del mundo de los negocios a las tendencias
benéficas de la seguridad social (y más tarde, a las de lord Key-
nes ), es no comprender bien una .parte muy importante de la moti-
vación capitalista y competitiva. Algo, quizá mucho, debe ser atri- XVII. JOHN MAYNARD KEYNES
buido también al placer de ganar en un juego en el que muchos
pierden.
A causa de la incesante presión ejercida por los aconte
"
tos sobre las ideas económicas, y sobre todo de la que en ge1nltrl
ocasionaba la Gran Depresión, el decenio de 1930 fue, espeall.~
mente en Estados Unidos, el más fértil en innovaciones. e
se ha observado, se adoptaron medidas directas para afr
caída' de los precios industriales y agrícolas; se proveyó au
ganizado a quienes más lo necesitaban; se emprendieron ob
( blicas para crear oportunidades de empleo, y en 1935 s i
taron el subsidio de desempleo y el sistema de pensiones a 1
Pero, con todo ello, subsistía el. problema que implicaba 1
fracaso del sistema en su conjunto. En 1936, cuarto año
Deal, después de una leve recuperación (que como luego
probaría, fue sólo momentánea), los gastos personales seguí
do bajos, el 17 por ciento de la fuerza de trabajo e:>tadounll~111It
continuaba desempleada, y el Producto Nacional Bruto eQUI1~.1
a sólo el 95 por ciento de lo que había sido en el año y
1929. En efecto, no habían tenido lugar los grandes incrc,ml1l11
anuales prometidos por todos los políticos. En 1937 volv
ducirse una abrupta caída de la actividad económica; com
tía una depresión, hubo que buscarle otro nombre. y
esto una recesión, o sea, una depresión dentro de una
. . La ortodoxia económica no podía explicar ninguno d
'. 'dI 1nómenos. En ella debemos re etir la ec no '
i~Y ~; librio con el pleno empleo y de éste, a su vez, provenla
da que lo sustentaba. Así reza la ley de Sayo Persistí I
dad de los déficits pasajeros, que era algo aceptado,
luego ninguno que pudiera durar, como éste, hacia 19
.i años de interminable lobreguez. Un siglo antes, Th
~. '" . Malthus había sostenido la posibilidad de una superproduClalc1llft

,'1
j 'J neralizada como contrapartida a una escasez de la demanda.
1. Véase el capítulo·VII.

_.~
16
242 JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA 243

hipótesis fue considerada como posiblemente excéntrica y, desde al tomar el poder en 1933, entre las cuales e! ejemplo más visible
luego, errónea. Se habían mantenido, como verdad aceptada, las .'. fueron las Autobahnen. En verdad, empezó invirtiendo en obras
opiniones de Say y de David Ricardo, y con ellas, e! rechazo de lo . de~.ería ~lvil, antes de emprender los gastos armamentistas.
que era designado casi universalmente como la falacia del subcon- Los nazis tampoco hacían 'ningún caso a las limitaciones de los
sumo y la escasez de la demanda. Y si no podía en verdad haber ingresos públicos, pues recurrían sin escrúpulos a la financiación
tal escasez, era bastante obvio que no incumbía al Estado adoptar '" a través de! déficit. De esta forma, la economía 'alemana pudo re-
medidas para promover la demanda: aparte de ser innecesario, hu- ' cuperarse de la caída devastadora sufrida anteriormente. Hacia
biera representado una violación de los cánones de toda política 1936, e! desempleo, que había ejercido una influencia tan conside-
fiscal correcta. El gobierno, lo mismo que los hogares, vivía den- rable en el acceso de Hitler al poder, había sido eliminado en gran
tro de sus medios. 0, por lo menos, debía hacerla. medida.
Era plausible, y hasta evidente, la posibilidad de que los tipos_, Pero este proceso no impresionó al mundo económico; en efec-
d interés pudieran reducirse mediante la intervención de los ban- ~~~;<.;:to, Hitler y los nacionalsocialistas no eran un modelo a imitar. En
os centrales, pero a mediados de la década de 1930 eran ya ta J)>i:~,
aquellos años, los economistas y los portavoces más expresivos
Abajos,q~e no pod~a apli~arse tal recurso para seguir fomentand =. e,' ~ d~ la sapiencia financiera q~e ~isitaba~ el Reich, predijeron uná-
\11 créditos y .las mvers~ones. , .~: v mmemente ~~ desastre ec?nom~co. Segun el~os, como result~do de
De estas CIrcunstancias, y con una fuerza que solo puede eva- ';1,';' aquellas políticas temerarias, SI no demenciales, la econorrna ale-
luarse debidamente si se la ve en ese contexto, surgió, con tre- ~ r: mana se desmoronaría por completo, y e! nacional socialismo, a su 1

r
mcndos efectos, la obra de John Maynard Keynes (1883-1946). Los:~ vez, quedaría desacreditado y desaparecería. -Heinrich Brüning, el I
rlcmentos básicos de su alegato estaban destinados, en forma tan - ~:' canciller rígidamente ortodoxo que había presidido la anterior etapa
sencilla corno directa, a liberar a la política antidepresiva de sus de desempleo y privaciones, fue contratado corno catedrático en 1
re tricciones clásicas. Según él, la economía moderpa nQ ericuen-' , Harvard, y desde ese puesto declaró públicamente una y otra vez I
tr necesariamente su equilibrio en .el pleno empleo. ,sino Que puede i ~.:- que Ale,n;tania.padecerí-a las graves consecuencias ~e!.~bandono, de i]1
11 rlo aun ue el desem leo subSIsta, o en otros terminos es 0- sus políticas rigurosamente austeras que, en su opimon, no teman e:J
ibl un equilibrio con paro. En este caso la ley de Say ya no rige, nada que ver con la situación desesperada que había conducido al ,1
y pu de haber una escasez de la demanda. Entonces,' el gobierno auge del fascismo. I
'~P~U~~d~~~Y~d~e~b~e~to~m~a~r~m~e~d~id~a~s~p~a~ra~s!u~b~s~afn~a~r~la~.~q~u~a~n~d~o~a~p~a~re~c~e~u~naR
: ebén in- .
"
ti , ~ás ci~lizado yy mucho
nomICOdeliberado solventemás
fueconforme a un
el caso de p~nsam~nto
Suecia. e~o-
En .ese pais,
c.llWllI.5.ILa.n1e..~ruu:nu;e~c;se;,§s¡iid~ad. liS "" "¡J
~ durante dos generaciones, un grupo alerta de economistas había
1 quilibri con subempleo, la abolición de la ley de Say, la O/'.I~ venido des~~Tollando un examen, cr~tico de l~s ide,as económicas
id d de promover la demanda recurriendo a gastos públicos, '.' en su relación con los asuntos públicos. Y mas allá de esta refle-
~"-=I:.:I f.
~d=:::l:.....:.:lí:.:.m:.:.:.;it:.:e:....::d~e:....!:lo~s:::....;i~n!é.!r:.!:e:.::s¡!;o~s~d~i~sJ:(,!;o~n~i~b~l~e
, son los elementos xión, recurriendo a la enseñanza y a la publicación de sus escri-
d 1 si t ma de Keynes, a los cuales volveremos a referir- 1 tos, lograron que sus conceptos y orientaciones se convirtieran en
LlI um n lo que, con una hipérbole inofensiva, se ha dado ' políticas y en métodos prácticos de la administración pública.
11 v lu ión keynesiana. La figura fundadora de la primera generación fue Knut Wick-
seU (1851-1926), un estudioso de la tradición clásica y utilitarista,
pero a la vez de mentalidad fuertemente independiente y original,
dotado de un talento que lo impulsaba a lo imprevisible y, dado
1 ea o, a la h rejía declarada. Entre otras cosas, fue muy critica-
r d p r u pion ra d f n n f v r d 1 control d la natalidad; en
n --- I 08. I rh] lo pr IUO n un nf -i rt l.' pinion
HISTORIA DE LA ECONOMÍA
244 JOHN KENNETH GALBRAITH

poco reverentes sobre la Inmaculada Concepción, fue condenado cios de apoyo para la agricultura. Finalmente, como complement
dos meses de cárcel. Algunos creían, por lo visto, que los econo y correctivo del capitalismo y de la empres~ competitiva. se pr
mistas debían ser menos eclécticos en su herejía. vió un sistema muy estructurado de cooperauvas agranas Y de co
Las opiniones de Wicksell sentaron los precedentes de mucho' sumo.
debates posteriores en la materia; por ejemplo, anticipándose ~.~ p)je~r~o~~a~ra~n~u~e~s~t~r~o~te~m~a~a~ct~u~a~l~-l~o~::~~~~~:~~~~'¡;l!~
Chamberlin y a Robinson, sostuvo que el monopolio y la cornpes ,zaft&
delIberada del presup~to del estado paFa Fespa
tencia eran los extremos opuestos de un espectro en el cual se ali-':, 'manda y el empleQ.. La depresión condujo a' los economistas
neaban muchas formas distintas de organización del mercado, Éstá' Estocolmo a abandonar la esperanza de que el banco central,
y otras actitudes irrespetuosas hacia las doctrinas de la ortodoxia" duciendo los tipos de interés, pudiera inducir un aumento efectiv
le mantuvieron durante toda su vida en conflicto con Gustav~ Cas- . de la inversión, el gasto correspondiente y la demanda. Una v
sel (1866-1944), pilar del pensamiento económico conservador en' ! más, habría sido inútil empujar la cuerda. Por el contrario, a
Suecia y, en cierta medida, en toda Europa. Cassel fue defensor.' ~ maron que si bien en épocas normales el presupuesto estatal de
acérrimo del sistema clásico, del patrón oro y de una apropiada ~. mantenerse e~l.rilibrado, e.n tiempos de depresión, a la inversa, e
limitación. si no un alcance mínimo, de la intervención del gobi'er-' t"\
venía deseqUlhbrarlo dehberadamente, de modo que el exced
no en la economía. Dada su vehemente adhesión a sus propias ~~\ ~ de los gas tos sobre los ingresos contribuyera a sostener la dem
( creencias, y el entusiasta apoyo que éstas encontraron entre los 1:. '"
da y el empleo.
conservadores en toda Europa, Cassel inspiró grandes polémicas. &'.1 Todo esto se decía y se hacía en Estocolmo en la década
.:¡;.~
En realidad, lo que con el tiempo llevaría a la ruptura de Suecia
con la economía clásica tuvo mucho que ver con la disponibilidad
de un contrincante tan tenazmente ortodoxo.
·I~: 1930, much~ antes de Keynes; ~ara utilizar un~, terminología e
f:. ta, no debería actualmente aludirse a la revolución keynesiana,
" .: ~¿; más bien a la revolución sueca.
En las filas de la oposición a Cassel se distinguió toda una:'·~ ,.:'" A mediados del decenio, las noticias relativas a las noved
segunda generación de economistas notables por su mentalidad in- ..;~. ,: del pensamiento sueco fuero'n penetrando le~tamente en. Gran
dependiente, como Gunnar Myrdal (1899), Bertil G. Ohlin (1899- ~'~" taña y en Estados Unidos. Al cabo de un tiempo, Suecia fue
1979), Erik Lindahl (1891-1960), Erik F. Lundberg (1907) y Dag' •. ·: sentada corno la Vía Intermedia? a un mundo perturbado p
Hamrnarskjóld (1905-1961), luego secretario general de Naciones 1.' idea de que el socialismo y el comunismo eran las únicas alt
Unidas, quien pereció en acto de servicio. Buenos conocedores de' ;;{... tivas a un capitalismo rigurosame~te ortodoxo; par~ ello se d
la teoría clásica y conscientes de sus limitaciones, se enfrentaron't caban su sistema de bienestar SOCIal,ya entonces bien desarr 1
directamente a los problemas prácticos de la economía, la socie-·r do, sus cooperativas agrarias y de corisurnc. su tolerancia gen
dad y la política de Suecia. A medida que se ahondaba la depre-;~. de la modificación y enmienda del rigor clásico, y su utiliz
sión, comenzaron a dedicar especial interés a las consecuencias deS del presupuesto del·Estado para respaldar la demanda. Pero rn·"'''. ,."
ésta, corno, por ejemplo, la deflación de los precios, la disminución ( ha destacado Ben B. Seligmari.é la barrera lingüística ha im
de la producción, el desempleo y el desastre agrícola. En las di-C do durante mucho tiempo la difusión de este modelo. Y por
mensiones relativamente pequeñas de la comunidad sueca, los eco- parte, no se concebía que las grandes ideas económicas se
nomistas se hallaban en estrecha comunicación, inclusive cotidia- .' , naran en pequeños países,
namente, con los dirigentes políticos y los funcionarios públicos,
cuando no ejercían ellos mismos esas funciones. De esta asocia-
ción surgió un amplio proyecto encaminado a aliviar las penurias
2. Parte del título del libro muy difundido de Marquis W. Childs. Sweden; Th
y a mejorar ~l funcionamiento general de la economía. En este pro- le Way (New Haven. Yale University Press. 1936).
3. En Main Cúrr e n ts in Modern Economics (Nueva York. The Free Pr
yecto estaba comprendido lo que para las pautas de la época era 1962). págs. 539 y O¡~. Esta enorme obra. con justo motivo. expresa una gran
un sistema de seguridad social bien desarrollado, y adernás., ..pre- por los economistas suecos.

,. ...,.
'.'-- ,
246 JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA 247

También en Estados Unidos tuvo Keynes sus precursores. En eL rales el 59 por ciento de los gastos, es decir, poco más de la mitad.
decenio de 1920, William Trufant Foster (1879-1950) y Waddill Cat-: El déficit equivalía al 4,2 por ciento del Producto Nacional Bruto
chings (1879-1967), el primero de ellos economista con reputación: de ese año." O sea, que las difíciles circunstancias de la época
de excéntrico, y el segundo un Wunderkínd de las grandes prorno- -esa fuerza inexorable de la economía-e habían impuesto ya lo
iones (y desastres) de los trus ts de inversiones en los años inme- que Keynes vendría a proponer. Y por ello, en opinión de m,uchos,
diatamente anteriores y posteriores a la crisis de 1929, publicaron sin excluir al presidente Franklin D. Roosevelt, l~ economla key-
una serie de libros en los cuales se exhortaba enérgicamente a re- nesiana no sería considerada durante lar~o tiempo. como un acto
clamar la intervención del Estado para apoyar y reforzar la de- . inspirado por el saber en materia e~onómica, sino como una ra-
manda. El blanco de sus tiros era la ley de Say y las creencias cionalización refinada de lo que habla resultado a todas luces po-
conómicas en las que ésta se apoyaba: «Estos: señores feudales ~líticamente inevitable.
de la teoría económica (los economistas clásicos) se limitaron a
suponer, sin intentar siquiera probarlo, que la financiación de la
producción, por sí sola, suministra a la gente los medios para corn- Entre las primeras iniciativas tendentes a promover la política key-
prarla.o" . nesiana se contaron enérgicos intentos del propio Keynes para ejer-
Las ideas de Foster y de Catchings no carecían por completo cer la persuasión. En una notable «Carta Abierta al Presidente»,
e atractivo para la opinión pública; así es cómo en los primeros publicada en el New York Times él 31 de diciembre de 1933: du-
años de la depresión tuvieron una considerable audiencia entre los rante el primer año del New Deal, hizo saber al nuevo gobierno
I rofanos, y se les comentó extensamente. Pero entre los economis- que le parecía indispensable dedicar «una atención predominante
t s respetables' sirvieron principalmente como ejemplo de un error en el más alto grado al incremento de la capacidad de compra na-
popular y superficial, y fueron citados una y otra vez como expo- cional resultante de los gastos públicos, financiados mediante ern-
nentes de la tendencia a ese error. 5 'préstitos»," y el año siguiente celebró una entrevist~ con Roo~e-
Finalmente, vino a servir de precedente a Keynes la aplicación velt, sin mucho éxito, para insistir en su recornerrdación , Pero nm-
umamente práctica en Estados Unidos de un elemento que ha- guna de estas tentativas iniciales rivalizan en importancia con la
bría de constituir su prescripción más importante, a saber, que el publicación en 1936 de The General Theory of Employmer;t Int:r~st
Estado debe recurrir a la deuda pública para financiar parte de and Money,8 acontecimiento en la historia de la econorrua política
u gasto con el fin de sostener la demanda y el empleo. Durante comparable en importancia con la aparición. de La riqueza de las
la mayor parte del decenio de 1930 el gobierno federal estadouni-. naciones en 1776 Y con la primera edición de El capital en 1867.
dense mantuvo en su presupuesto un déficit considerable. A par- Ella asestó,· como Keynes se lo había propuesto, un golpe mortal
tir de 1933, éste fue aumentando a raíz de los gastos en auxilio a las conclusiones clásicas? relativas a la demanda.. la producción
acial directo, obras públicas y otras medidas públicas para pro- y .el empleo, y a la política fundada en las mismas.
mover el empleo, particularmente por intermedio de la Adminis-
tración Federal de Auxilio de Urgencia, la Administración de Obras
6. 'A modo de comparación, puede mencionarse que el tan debatido déficit de 1986
Públicas y la Administración de Obras en Ejecución. Hasta 1936, representaba aproximadamente el 4,9 por ciento del Producto Nacton al Bruto. .
7. Citado por R. F. Harrod, Th e Life of Joh n Maynard Key ne s (Nueva York, Har-
habiendo transcurrido tres años del New Deal, y en lo que podría court, Brace. 1951), pág. 447. "
llamarse el año de Keynes, sólo se financiaba con las rentas fede- 8. Nueva York, Harcourt, Brace. Keynes omitió las comas en el tItulo; postenorrnente,
los comentaristas casi siempre las introdujeron. . . .. .
9. Debo observar nuevamente que. como lo- hizo Keynes,. utflízo .Ia palabra e/as lea para
4. WiUiam Trufant Foster y Waddill Catchings, T'he Road to Pleru y (Boston, Hough- designar toda la gama del pensamiento ortodoxo, desde Smlth,y Rlcar?o. en adelante., En
ton Mifflin, 1928), pág. 128. tiempos de Keynes la referencia habitual aludía a la e~onomla neocl.aslca, aunque esta
5. No en todos los casos. John H. Williams (1887-1980), catedrático que prestó servi- representaba la etapa superior a la clásica. No h~bo,. Sin embargo, ninguna ruptura ter-
cios durante muchos años en la Universidad de Harvard, y que se especializó en cuestiones minante con la argumentación anterior; el nuevo terrmno ~?~O VIDO a tomar en .cuen.ta los
de moneda y de banca, habiendo sido en otra! época funcionario del Banco de la Reserva abundantes refinamientos a los cuales se ha hecho alusión en la presente htsto ría. La
Federal de Nueva York, despertó interés en sus cursos y alarmó a sus colegas al afirmar designación de «economía clás ica» viene en realidad a igriar con mayor
des exacritu dla
que Foster y Catch ing s tenían razón en algunos aspectos y que no debían ser ignorados. corriente del pensamiento tradicional, por lo menos hasta Keynes.

19
HISTOR,IA DE LA ECONOMÍA 249
JOHN KENNETH GALBRAITH

dentemente, sabía más de esta materia que mis examiriadores.u"?


('om se desprende de lo antedicho, La teoría general fue acep- Habiendo sobrevivido a esta ignorancia oficial, fue durante un tiem-
I,,1 1, .n gran medida, a consecuencia de la Gran Depresión y de po funcionario de la Oficina de la India, escribió una obra emi-
11 in IIp cidad de la economía clásica para lidiar con un suceso nentemente técnica y muy celebrada sobre la teoría de la probabi-
1 11 universalmente desestabilizador. Pero esa aceptación también lidad, empezó a redactar otra sobre la moneda en la India, y vol-
ti bi en gran parte a la seguridad de que Keynes hizo gala en vió .a Cam bridge con una beca otorgada personalmente por el
1 'dn de argumentación y análisis económico, y en la confiada profesor Arthur Pigou. .
ln rlidad de su expresión y de su actitud. La confianza es un La guerra y la posguerra de 1914-1918 reportarían fama a Key-
11 di no de destacarse especialmente: En efecto, ningún econo- nes, y con ella. la seguridad característica que en adelante asumi-
1111 1 1 tenido en más de lo que él mismo se estima, si es secun- ría su palabra ante la opinión pública, otorgándole una influencia
ti 11111 {:( Jl mayor certidumbre que la que él mismo manifiesta. Y la cada vez mayor y finalmente irresistible. Durante esos años fue
11I1I"t'lI ia de Keynes también provino en gran parte de sus ante- funcionario del Tesoro, donde adquirió notable reputación por la
II dl'IIle/-:. r putación y prestigio personales. Es muy posible que si competencia e ingeniosidad que desplegó para la administración
1/1 trorla general hubiese sido obra de un autor carente de dichas de los ingresos británicos en las operaciones de cambio de divisas
I .1 Iic Id ncs, se habría perdido de vista sin dejar rastro. Veamos extranjeras, los procedentes de los empréstitos y los reportados por
111111'11 d qué calificaciones se trataba. los títulos extranjeros adquiridos y vendidos en el exterior. Tam-
bién se distinguió por su habilidad en la oportuna distribución de
los ingresos entre las importaciones y gastos necesarios en ultra-
I 11 lid, nes familiares y las credenciales académicas de Keynes mar, y por la orientación y ayuda que prestó a sus colegas france-
d I 111m .nte podrían haber sido más favorables. Su padre, John ses y rusos en esas mismas actividades. Al finalizar la guerra era
N lit Keynes, fue un economista de la Universidad deCambrid-. tan conocido por su capacidad en política económica y en admi-
dc' x elente reputación. Durante quince años fue el encargado nistración; que fue escogido para integrar la delegación de Gran
de 1 1 (' i tro, O sea, el principal funcionario administrativo de la Bretaña a la Conferencia de París en 1919, en un cargo de parti-
unlv r sidad. La madre de Maynard Keynes, Florence Ada Keynes, cular interés y distinción.
1'1 'i ) n verdadera abnegación un papel dirigente en la comuni- El comportamiento futuro de este joven. especialista (Keynes
el 111, Y llegaría con el tiempo a convertirse en alcaldesa de Carn- sólo tenía entonces treinta y seis años) que tuvo acceso, durante
1" d '1:. Ambos sobrevivieron a su famoso hijo, y asistieron a sus la Conferencia de París, a una compañía tan impresionante como
I""l rnle en la abadía de Westminster, en abril de 1946'1 la de David Lloyd George, Georges Clemenceau y Woodrow Wil-
.1 hn Maynard Keynes fue alumno de Eton y luego de la Uni- ~; son, y a la no menos impresionante tarea de asegurar la paz .mun-
, i lad de Cambridge, en la que estudió con_Lytton Strachey, Leo- .~ dial, parecía fácil de predecir. Era de esperar que un hombre tan
11 11 d Woolf y Clive Bell. Éstos, junto con Virginia Woolf, Vanessa
selecto y afortunado disfrutara de los halagos de su situación y
!le 11 y otros, integrarían posteriormente en Londres el Grupo de .de la envidia de los menos favorecidos; que .prestara su asesora-
Hlooms bury. luego tan celebrado, quizá en exceso. Para Keynes miento con toda la deferencia apropiada, y que aceptara y aun de-
e' os migos representaron una ventana abierta al mundo y fueron .; fendiera sus resultados, por molestos, desacertados o extraños que
1111 -r l cutores agradablemente distintos de los austeros portavoces parecieran, como lo mejor que podía haberse hecho. En efecto, pro-
de la teoría económica, mientras que él, a su vez, representaría ceder de otro modo habría equivalido a desvirtuar el sabio juicio
pur ellos un vínculo sumamente improbable. hasta podría decir- y a herir el amor propio de quien lo había designado. Pero Key-
l' desconcertante, con el mundo de la economía y de los asuntos nes, que no necesitaba estímulos en materia de amor propio, par-
políticos prácticos.
Una vez diplomado en Cambridge en 1905. se presentó a los 10. Keynes. citada en Harrad. pág. 121.
xámenes del Servicio Civil y fracasó en economía poljticae-ecEvi-

()
:I
250 JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE' LA ECONOMÍA 251 I
tió de París en junio de 1919 animado de un profundo desprecio paraciones en especie, particularmente bajo la forma de plantas
por las actuaciones de la Conferencia. Volvió a Inglaterra para es- industriales y bienes de equipo. Lo triste del caso es que éstas,
cribir The Bconomic Consequences 01 the Peace.P cosa que hizo salvo poi' la circunstancia de no poder llevarse fácilmente a la prác-
en los dos meses siguientes. Este libro se publicó en Inglaterra tica, resultaron todavía bastante más perturbadoras y crueles que
ese mismo año, se vendieron de él ochenta y cuatro mil ejemplares. las otras. Los trabajadores y las comunidades enteras tuvieron que
en la edición británica, fue traducido a muchos idiomas y conti- _.. presenciar el desmantelamiento y el despojo de las fábricas y má- I
núa siendo hasta la fecha el más importante documento econámi- quinas que constituían su medio de vida. Por el momento, al
co sobre la primera guerra mundial y la posguerra. . . menos, se había evaporado toda esperanza en el futuro. En sínte- I1
Es también, como se ha dicho con frecuencia, una de las dia- sis, ésta sí que era una paz como la impuesta a Cartago, cuyas
tribas más elocuentes que jamás se hayan escrito. Describe el am- consecuencias sólo fueron limitadas por los problemas prácticos
biente de la Conferencia como vengativo, miope y profundamente que representaba el traslado y utilización de las. plantas indus-
reñido con la realidad. Y así son tratados por su parte los gran- triales.
des ~stadistas: Wilson, aquel «Don Quijote ciego y sordo»; 12 Cle-
menceau, que sólo tenía una ilusión, Francia, y una desilusión, la
humanidad-U Lloyd George, descrito en un pasaje que fue supri- Durante el decenio de 1920 y principios del de 1930, Keynes escri-
mido en el último momento como' un «bardo con patas de chivo, bió prodigiosamente, se interesó en las artes, fue presidente del
visitante semihumano de nuestra época, salido de los bosques pla- New Statesman and Nation, formó parte del importante órgano ofi-
gados de brujas, mágicos y encantados de la antigüedad celta».14 cial denominado Comité de Investigación de las Finanzas y la In-
Pero fueron las cláusulas de reparaciones las que suscitaron dustria, desempeñó la presidencia de una empresa de seguros, fue
particularmente la condenación profesional de Keynes. Alemania, director de becas y subsidios del King's College en Cambridge, y
a su entender, no podía pagar las sumas fijadas con los ingresos especuló, al principio desastrosamente (tuvo que ser sacado a flote
obtenidos de las exportaciones; asimismo, sus esfuerzos en esta por su padre y por sus amigos en la City ) y luego con éxito, por
dirección y la dislocación resultante del comercio y las finanzas su propia cuenta, y lo que es aún más singular -dadas las razona-
serían desastrosos no sólo para el enemigo derrotado, sino tam- bles restricciones acostumbradas al respecto, por cuen.ta del King's
bién para toda Europa. De esta conclusión, más bien que de nin- ' College.
guna otra fuente, provendría la convicción, prevalenciente en los En 1925, al plantearse la cuestión del patrón oro, y al amena-
decenios de 1920 y 1930, de que las condiciones de la paz habían zar lo que llegaría a convertirse, como él pronto lo advirtió, en
sido, en realidad, como las impuestas a Cartago, En consecuen- una temporada tempestuosa, sostuvo una brillante polémica con
cia, Alemania ya no aparecía ante los ojos del mundo como un el entonces ministro de hacienda (Chancellor of the Exchequer)
agresor castigado, sino como una víctima. Éste fue el legado de Winston Churchill. Se trataba del retorno de la libra, luego del de-
Keynes. .'terioro experimentado durante la guerra, a su antiguo valor en
y hubo consecuencias de largo alcance. Después de la segunda metal de 123,7 granos de oro fino, y a su anterior paridad de 4,87
guerra mundial, la iniciativa de imponer reparaciones a Alemania dólares estadounidenses por una libra esterlina. Ésta era una me-
y Japón, bajo la forma de transferencias monetarias, fue unifor- ~
t dida reclamada por' la solemne sabiduría financiera y la tradición
,jI'
memente rechazada; el error estigmatizado por Keynes no debería en Gran Bretaña, pero sucedía a la vez que con una libra esterlina
~ .,'

repetirse. A cambio de ellas, esta vez, sería más sensato exigir re- cara, los precios de exportación de los productos británicos, y en
particular del carbón, venían a situarse en un 10 por ciento por
1~
~.

11. Nueva York, Harcourt, Bráce and Howe, 1920. encima del precio del mercado mundial. Desde el punto de vista
12. Keynes, T'he Econamic Co ns eq ue nces af t he Peace, pág. 41. .
de. sus efectos sobre las exportaciones e importaciones, se creaba
13.
14.
Keynes, ibid., pág. 32.
Keynes, citado en Harrod, pág. 256. 1
.~ .. la situación inversa de la política de comprar oro y reducir el pre-
. :¡

i
1
] 21
'.'
214 JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA 215

quiebras en la industria y en la agricultura. La segunda. el de-o Dos de los miembros del equipo de expertos de Roosevelt, Rex-
. mpleo. Y la tercera. los padecimientos que la depresión acarreó ford Guy Tugwell (1891-1979) y Adolf A. Berle, Jr. (1895-1971)
par los grupos sociales especialmente vulnerables: los ancianos; eran personajes de particular distinción en materia económica. Tug-
) 1I juvcn.tud. los e~fermos y los que se encontraron sin vivienda o well. en sus tiempos de profesor ayudante en la Universidad de
mal alojados •. conjuntamente con los parados en: general. El pri- Columbia. durante el decenio de 1920. había persuadido a un grupo
m r tipo de medidas aplicadas por Roosevelt trataban de aliviar de jóvenes economistas conocidos suyos a que colaborasen en la
l problema de los precios; el segundo. prestar. ayuda a los de- edición de una obra colectiva que proyectaba publicar bajo el títu-
mplcados, suministrándoles trabajo. y el tercero. mitigar los su- . lo de The Trend of Economics.4 Consideraba. y esperaba. que se
f rimi ntos de la población más necesitada. Esta última categoría trataría de <cuna especie de manifiesto de la joven generación», ob-
1, m didas fue la génesis del estado de bienestar. que ya había servando que se podría decir. de sus colaboradores. que «ninguno
h ho u aparición en Europa y que ahora comenzaba a implan- ha publicado uno de esos libros tradicionales llamados Principios
t Ir' , en Estados Unidos. Con respecto a los esfuerzos dirigid~s a de .econornia polñicao> El foco central de interés en el libro era la
1 f mder los precios. en la medida en que los inspiraban o conce- necesidad de proceder a un examen de las instituciones económi-
bí 10 l s economistas, la cuestión se abordará más adelante en este cas -empresas comerciales. administración pública. grupos de in-
mi. m capítulo. Los intentos directos de suministrar empleos pue- tereses >- al igual que de los incentivos pecuniarios y «no comer-
d n pa arse por alto; entendidos como medidas de urgencia. no ciales». Todos esos factores debían ser encarados en su realidad
uraj ron mucho el interés de la profesión. La incipiente economía concreta. en vez de acomodarlos a las necesidades de la economía
ti' bi nestar se examinará en el próximo capítulo. Luego dirigire- política clásica. Al mismo tiempo. se instaba a la medición esta-
1l1) la atención hacia el extranjero,
n s y hacia el ataque emprendido,
más precisamente hacia Key-
no contra los efectos y penali-
~~.
:,'
dística de los fenómenos económicos,
no se tomaban los representantes
molestia que por lo general
del sistema clásico.

I
dad manifiestos de la depresión, sino contra la tendencia gene- Trends, nombre bajo el cual vino a ser conocido el libro de
r lizada hacia ella. Pero antes debemos referirnos brevemente a la J ;'ó Tugwell, fue un documento precur-sor dentro de una tradición eco-
p trtictpacíón de los economistas en el gobierno. asunto que hoy :: . rQ' nómica típicamente norteamericana qJ!~1 originada en la obra de
ds por aceptado, pero que en el decenio de 1930 constituía una .~.. J r '1'v\ \{eblen examinaba la economía política ron UD criterio ?o!rg¡?o]Ó·
i nificativa innovación. :k,,~· . al no verse limitada por el rigor clásico. estaba abierta a
i ."t;¡/,~. reformas pragmáticas. Con el tiempo. esta corriente reformista re-
l~" cibiría el nombre de economíainstitucional o institucionalismo. y
1 urante la presidencia de Roosevelt un pequeño grupo de estudio- ~ a sus adherente s se les denominaría.: en conjunto. «Escuela insti-
() había congregado entorno al primer mandatario. En seguí- ·í tucional».
1 1 'les dio el nombre colectivo de «Brains Trust» (gabinete <le .& Rex Tugwell, como se le conocía universalmente. tuvo una par-
'ons ejeros ilustrados. o equipo de expertos), luego «Brain Trust». ,i
··11
ticipación de primera importancia tanto en el equipo de expertos
, -n ti empos en que la palabra trust todavía resultaba sumamente ~ anterior a la elección. como posteriormente durante el período de
-vo adora en el lenguaje norteamericano.
qui n la utilizara.
1110
su significado
Según las tendencias

o adverso. pero lo cierto es que desde entonces ningún can-


de
podía resultar favorable. irrespe- 1
.j démicos conservadores
época. Hay una anécdota,
Ca rver, de Harvard,
más distinguidos,
posiblemente
sin percatarse
o sea, de los rigurosamente
exagerada,
clásicos.
acerca de uno de ellos: Thornas
de que su nombramiento
de aquella

haría que la gente escuchara


Nixon
\ .

lidato a la presidencia dejaría de tener en lo sucesivo un grupo sus palabras -que usualmente pasaban desapercibidas-, preconizó púb licarnen'te la con-
veniencia de esterilizar a todos los pobres de solemnidad en Estados Unidos, para que no
ti' olaboradores de esas caracteristicas.? pudieran reproducirse y perpetuar su linaje. Definió esta categoría de menesterosos como
la de quienes tenían un ingreso anual inferior a 1.800 dólares, o sea, en aquel entonces.
más o menos la mitad de todas las familias del país. Después de esto. el brain trust del
1 No siempre con resultados benéficos. En abril de 1936 el Comité Nacional del Par. Partido Republicano fue silenciosa e irrevocablemente suprimido.
Ildu Republicano constituyó un grupo de expertos I b rai n trust) en materia de econo~ía 4. Nueva York. Alfred A. Knopf, 1924.
Iltulendo el modelo de Roosevelt, compuesto, como era de esperar, de varios de los a ea- 5. Ambas citas están tomadas de la introducción a The Trend of Economics. pág. ix.

3
252 JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA 253

cio de este metal adoptada por Roosevelt ocho años después. '. ~,cierto.»16 En este enunciado, en términos moderados, figura una
fue la contrapartida para el alto valor del dólar a mediados de los, " tesis que posteriormente sería expuesta en toda su significación:
años ochenta. no puede tenerse la seguridad de que toda la renta haya de refluir
A fin de poder afrontar la competencia. debían reducirse los . ,necesariamente bajo la forma de demanda de mercancías y servi-
precios de las mercancías británicas. y como condición para ello, , cios, como lo prescribe la ley de Say. Una parte de esos recursos
también los costes y. en especial. los salarios. Gradual ypenosa.f ',:.han de perderse bajo la forma de ahorros no utilizados o no inver-
mente. luego de una larga y muy ingrata huelga de los mineros';', ,::·.tidos. .
del carbón. y de la gran Huelga General de 1926. se bajaron losj En cambio, con respecto a otras cuestiones, Keynes llegaba a
salarios. En síntesis. el retorno de Gran Bretaña al patrón oro en; conclusiones que luego habría de rebatir en La teoría general. No
,1925 todavía se recuerda como una de las decisiones más eviden-" se ocupaba de los factores que causan los cambios en el nivel de
temente equivocadas en la larga e impresionante historia del error." " producción y en el consiguiente volumen de empleo en la econo-
económico. mía en su conjunto, omisión que por otra parte reconoció. Este
Keynes fue implacable en su oposición a Churchill. y particu-;; .ndesarr-ollo dinámico (es decir, los cambios que acaban de men-
larmente en las críticas que le dirigió; pero el ministro. por su. cionarse), a diferencia de la fotografía instantánea de la realidad
parte. como luego se supo. tenía también sus serias dudas en cuan- económica, quedó incompleto y extremadamente confusoo.J?
to al acierto de esa medida. Keynes preguntó entonces: «¿Por qué Keynes fue un lúcido maestro de la prosa inglesa, fértil en re-
ha adoptado Churchill una medida tan torita?», y se contestó él' cursos idiomáticos, lo mismo que Smith, Bentharn, Malthus, los
mismo en los siguientes términos: «porque carece de juicio iristin-. dos Mill, Marshall y Veblen. En realidad. con la posible excepción
tiva que le impida cometer (semejantes) errores .... porque está en- de Ricardo, estas mismas cualidades han distinguido a todos los
sordecido por el clamor de los financieros convencionales. y ... por-- autores de gran importancia en la historia del pcnsarniento econó-
que sus expertos le han aconsejado muy malo.!" Habiendo encono, mico inglés. No obstante, The General Theory of Employment In-
trado una' vez un buen título. Keynes no vacilaba en usarlo por terest .and Money es una obra compleja, mal estructurada y a veces
segunda vez. El ensayo en el cual figuraba este ataque se tituló, oscura, como lo reconoció el mismo Keynes, quien observó asimis-
Consecuencias económicas del señor Churchill. , mo que el público en general, «aunque sea admitido en el debate,
Finalmente. en 1930. Keynes publicó su obra en dos tomos' sólo lo es en calidad de oyente», tratándose de este esfuerzo técni-
Treatise on Money. La aparición del libro fue saludada como todo co, necesario para persuadir a sus colegas los economistas. Y son
un acontecimiento. En él figuraba una fascinante historia de la mo- . muy pocas las personas ajenas a' la profesión de la economía polí-
neda. con la notable observación de que el oro debía su distinción' tica que han llegado a aceptar alguna vez la invitación de Keynes
a un atractivo freudiano. y un cálculo según el cual todo el oro ',' , a escuchar.
acumulado en el mundo desde los tiempos más remotos hasta y sin embargo, las ideas centrales del libro, como ya se ha
el presente podía en aquel entonces (como seguirá ocurriendo dicho, no presentan, relativamente, muchas dificultades. El pro-
sin duda ahora) transportarse a través del Atlántico en un solo' blema decisivo de la economía no es el de determinar cómo se es-
barco. ,tablece el precio de las mercancías. Tampoco la forma de distri-
También aparecían ideas que presagiaban La teoría general: buir los ingresos resultantes., La cuestión importante es averiguar
«Podría suponerse. y se ha supuesto con frecuencia. que la suma cómo se determinan los niveles de producción y de empleo. lB A me-
total de las inversiones es necesariamente igual a la suma total de '"
los ahorros. Pero si se reflexiona. se comprobará que esto no es . ,"
16. l$bn Maynard Keynes, A Treat ise on Money (Nueva York. Harcourt. Brace, 1930).
vol. l. pág: 172. . ,
17. Keynes.: The General Theory of Employment l n t e re s t and Mo ney, pág. 8.
15. John Maynard Keynes. Essays in Per su a si on, citado en Roben Leckachman. The 18, Que d ioTu g a r posteriormente a la difundida preocupación por la tasa de expan-
Age o] Ke y n e s (Nueva York. Randorn House. 1966). pág. 47, sión llamada crecimiento. .
-;.;~" .. "

22
--'-- ..
254 JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA 255

nudo, cuando aumentan la producción, el empleo y la renta, va nal de incrementar la fuerza de trabajo, no alcanzaban, sencilla-
disminuyendo el consumo obtenido de los aumentos adicionales mente, para poder pagar los salarios pretendidos. En ese caso, bas-
del ingreso, es decir -en los términos de la formulación histórica taba con reducir los salarios, superando todas las resistencias a tal
de Keynes-, decrece la propensión mar~inal al consumo O sea medida, y los trabajadores desempleados volverían a encontrar tra-
que los ahorros aumentan. No hay ninguna seguridad de que, como bajo. En opinión de Keynes -y esto tiene una importancia decisi-
creían los economistas clásicos, con el descenso de los tipos de va-, tal hipótesis ya no respondía en absoluto a la realidad, pues
interés tales ahorros vayan a ser invertidos, o sea, gastados. Pue- lo que podía ocurrir en e! caso de un empresario particular no
den en efecto permanecer sin gastar, por una variedad de razones tenía por qué suceder con el conjunto de los patronos. Esto es lo
precautorias que responden a la necesidad o el deseo d'el indivi- que los economistas, y otros autores que aluden a la tendencia de
duo o de la empresa de contar con liquidez, es decir, otra vez en proceder de lo simple a lo complejo, como, por ejemplo, de las fi-
la terminología de Keyries, en función de la preferencia por la li- nanzas de! hogar a las del Estado, llaman la falacia de composi-
quidez. Si los ingresos se ahorran y no se ~astan, tendrá lugar ción. Si los empresarios en ¡:eneral redujeran los salarjos en unª
una reducción de la demanda total de bienes y servicios (de~an- .situación de desempleo, ~l flujo de la capacidad adquisitiva, es
da agregada efectiva), y con ello,' del producto y del empleo. Y la decir, la demanda efectiva agregada. disminuiría pari passu con
reducción continuará hasta que se reduzcan los ahorros al nivel la reducción de los salarios. Y en ese caso, la contracción de la
apropiado. Este descenso se produce porque la reducción de los demanda efectiva incrementaría el desempleo. De modo que ya no
ingresos induce, e incluso fuerza, una propensión marginal al con- podría achacarse e! desempleo a las elevadas remuneraciones ni a
sumo cada vez mayor. El menor volumen de ahorro es entonces los sindicatos. Herbert Hoover y Franklin D. Roosevelt, el segundo
absorbido por el gasto en inversión, cuyo descenso es más lento. mediante la NRA, habían coincidido por lo menos en este princi-
Lo mismo que en la concepción clásica del problema, el ahorro pio de orientación: ambos se habían opuesto a la reducción de los
~ la inversiÓn deben ser iguales, La diferencia es que ya no se' salarios. En cambio los economistas, fieles a su fe clásica, habían
Igualan necesariamente, ni siquiera normalmente, en los niveles co- criticado a ambos presidentes; fue Keynes quien los reivindicó.
rrespondientes al pleno empleo. Para igualar los ahorros a las in- Con el diagnóstico llegó la cura. Ya no podían los gobiernos
versiones, y para asegurar que los primeros sean gastados, puede esperar el remedio de fuerzas autocorrectivas, pues el equilibrio
resultar necesario reducir los ingresos y forzar una reducción del con subernpleo podía resultar estable y persistente. Ya no había
gasto. De modo que la situación de equilibrio en la economía no que esperar a que e! desempleo redujera los salarios, pues ello,
asegura el pleno empleo obligatoriamente, sino que puede asumir, por el contrario, podía conducir a un equilibrio con un nivel infe-
distintos grados de desocupación, inclusive en severas proporcio- rior de producción y de empleo. No podía contarse con que la re-

,"
nes. Como ya hemos visto, a este fenómeno se le ha dado e! nom- ducción de los tipos de interés provocara el aumento de la. inver-
bre de equilibrio con subempleo. Se trataba de una situación que sión y de los gastos de inversión, pues cabía la posibilidad contra-
en 1936 el profano podía verificar a simple vista.
Hubo además otra, nota discordante en la cuerda keynesiana.
Desde e! punto de vista de la economía clásica, una situación de
1
, -
) .
ria de que sólo fueran a reforzar la preferencia por la, liquidez. En
verdad, ¿por qué razón habría de renunciarse a las diversas ven-
tajas de poseer dinero en efectivo a cambio de un beneficio pura-
desempleo, dejando aparte aquellos trabajadores que estaban mo- ' mente simbólico? Y a mayor abundamiento, era también harto evi-
mentáneamente desocupados por hallarse cambiando de empleo o '¡.
.dente en el escenario económico contemporáneo que hasta las más
'1
porque sus calificaciones no cuadraban con las necesidades de , sorprendentes rebajas de los tipos de interés que entonces se pro-
los puestos disponibles, se debía a que los salarios eran demasia- ducían resultaban insuficientes para estimular la inversión, dado
do elevados o demasiado rígidos. En ese caso, era evidente que el gran exceso de la capacidad productiva y la ausencia de un be-
los causantes eran los sindicatos con sus exigencias. Los benefi- neficio aceptable.
cios adicionales de añadir nuevos trabajadores, el ingreso margi- En definitiva, quedaba un recurso, y tan sólo uno, a saber, la
256 JOHN KENNETH GALBRAITH
HISTORIA DE LA ECONOMÍA 257
intervención del Estado para elevar el nivel de los gastos de inver~
sión: la emisión de deuda pública y el aumento del gasto públícot' economistas, utilizando una contracción de singular mal gusto, ha-
El déficit deliberado. Sólo en esta forma podría destruirse el eqtri-; brían de referirse a su especialidad como «rnacro». Pero en cam-
librio con subempleo, gastando, en forma voluntaria e intencionalr' bio, Keynes no llegó a abordar ni a perturbar en absoluto lo que
los ahorros no utilizados del sector privado. Venía así a confír: se llamaría luego «microeconornia», es decir, lo que con un voca-
marse terminantemente el acierto de lo que ya venía haciéndose blo de la jerga profesional igualmente deleznable se designa a veces
bajo la presión de las circunstancias. como «rnicro». En la microeconomía el mercado seguía igual así
como la firma comercial y el empresario. Y también el monopolio,
la competencia, la competencia imperfecta y la teoría de la distri-
Tales son los elementos esenciales de la Revolución keynesiana;' bución. De modo que, para resumir, en este sector él sistema clá-
Pero el propio Keynes no llegó a formularios en esos términos. En' sico quedaba en términos generales intacto. Este sistema funcio-
rigor, el debate económico que suscitó la publicación de La teoría. naba dentro de un flujo de demanda regulado, y en ese ámbito, la
general vino a lidiar interminablemente, para mayor placer de ·los _. mayor parte de la vida económica casi no había cambiado en ab-
contrincantes, con las complejidades y oscuridades de la obra. Pre-. soluto. La distribución del poder entre las corporaciones, los sin-
valecía al respecto cierta satisfacción profesional en mantener ef'. dicatos, los trabajadores a título individual y los consumidores
asunto cubierto con un velo de misterio, pues difícilmente. podría' subsistía dentro de su concepción clásica. Con respecto a todas
esperarse que entendiera el profano lo que los académicos se des- . estas cuestiones, el Estado no tenía por qué intervenir más de lo
vivían por dominar. que había intervenido en épocas anteriores.
Keynes conjuró al íncubo de la depresión y del desempleo, li-
berando de él al capitalismo, o al menos eso fue lo que se propu-
En particular, hubo una característica de la Revolución keynesia-. so. Así eliminó el único aspecto que el capitalismo no podía expli-
na que casi no llegó a mencionarse. Al impresionarse tanto con la car y que, según Marx, no podía superar. Pero eso fue todo. La
magnitud de los cambios introducidos, los economistas no se de-':' Revolución keynesiana, desde este punto de vista, no sólo fue li-
tuvieron a reflexionar acerca de lo mucho que permanecía invaria-, mitada, sino también intensa'mente conservadora.
ble. Ello motivó que, en adelante, se confiara al Estado la misió~' En 1935, el primer día del año, en respuesta a una carta de
de dirigir el funcionamiento general de la economía. Aunque hu- George Bernard Shaw en la que éste ponía sobre el tapete un jui-
biera desacuerdos acerca de las medidas que debían aplicarse, no' cio formulado por Marx, Keynes replicó: «Pero para entender mi
los hubo en cuanto a la responsabilidad del gobierno o, por lo estado de ánimo, debe usted saber que creo estar escribiendo un
menos, del banco central. Se había disipado la creencia en la posi-' libro sobre teoría económica que en gran parte revolucionará (no
bilidad del pleno empleo con el mantenimiento de precios estables,. en seguida, me imagino, sino en, los próximos diez años) el pensa-
que sólo persistió en las mentes de algunos excéntricos. Pero la miento mundial acerca de los problemas econórnicos.n-? Esta pre-
enseñanza y los debates acerca de cómo podrían asegurarse el visión no era por entero infundada. Desde luego que sobrevendría
pleno empleo y la estabilidad de los precios quedaron en lo suce- un cambio. Pero en contraste con el que Marx había preconizado
sivo integrados en una rama especial por separado dentro de la y previsto, la proeza de Keynes se cifra en haber dejado tantas'
economía, que recibiría el nombre de «macroeconornian.I? Algunos cosas como antes.
Durante las dos décadas siguientes, sobre todo en Estados Uni-
19. ,Lo cual llegaría después a obstaculizar considerablemente la comprensión de la
dos, el nombre de Keynes llegaría a adquirir una señalada conno-
econorma. Como se observará más adelante, la vida económica constituye una sola uni- tación de radicalismo. Entre los hombres de negocios y en el
dad, y la separación entre micra y macroeconomía impidió una evaluación apropiada de
la fuerte in Fl u e n ci a de la macroeconomía sobre los acontecimientos microeconómicos en mundo bancario llegaría a considerarse a los keynesianos tan ene-
particular de la sociedad anónima y los sindicatos modernos, y la acción recíproca de' los
sa lar ios y los precios. en particular. .
20. Keynes, citado en Harrod. op. cit., pág. 462.
'(1
~~", ,

XIX. PLENO MEDIODÍA

.:Después de una guerra, el vencedor sagaz consolida sus con-


quistas. Eso fue lo que hicieron los keynesianos después de la se-
gunda guerra mundial. La contienda había eliminado el paro. Lo
que correspondía, pues, era adoptar las medidas para asegurar que
lo que había sido consecuencia pasiva de la movilización bélica se
transformara en un objetivo activo de la política del gobierno. Los
keynesianos estaban todavía en Washington, gozaban aún de in-
fluencia, y contaban con aliados en el mundo de los negocios, a
los que nos referiremos pronto. En vista de todo ello, tomaron la
iniciativa para que los preceptos de Keynes se incorporasen a la

t\ ~o-k -k,o~~. r~
!le legislación. En adelante ya no se consideraría que el empleo es
óonsecuenCia autónoma de la' economía competitiva. Se admitió la
~\:~ posibilidad de equilibrio con subempleo, y en lo· sucesivo el Esta-
~1i.rIG;;) fl\tfl~: f',' do procuraría deliberadamente desbaratar dicho equilibrio y ase-
Q/·N\~le..()} : ti gurar, en cambio, el pleno empleo. , .
,. . Esta tendencia comenzó a manifestarse incluso antes del. fin
de las hostilidades. En Estados Unidos, lo mismo que en Gran
Bretaña, los pr-evisibles alegatos oratorios de la época destacaban
que quienes arriesgaban sus vidas contra Hitlery contra el milita-
rismo japonés tenían derecho, al regresar, a encontrarse con algo
mejor que el desempleo y el marasmo económico de los años de la
depresión. En Gran Bretaña, el Informe Beveridge; en cuya elabo-
ración influyó grandemente Nicholas Kaldor.! prometió un siste-
ma de seguridad social muy perfeccionado: en Estados Unidos
arreció el debate, por desorientado que fuera, sobre la planifica-
ción de posguerra a fin de que la reconversión económica se lo-
grara eficazmente y de que la vida económica floreciera sin de-
,.:.; masiados cambios destructivos. Y se desarrolló además una co-
rriente de ideas más precisas, que tuvo su eco entre los hombres

1. Véase el capítulo XIV.

33
276 JOHN J.(.ENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA 277

de negocios. Durante los años de la guerra, un grupo de empre- cia del pleno empleo», En el proyecto de ley se requería la pre
sarios liberales, entre ellos Ralph E. Flanders. fabricante de má-·· tación anual de un presupuesto general del Estado en el cual
quina s-herramienta en Vermont y luego senador de ese Estado, y, especificaran, entre otros elementos, la magnitud de la fuerza
Beardsley Rurnl, ex profesor de economía que se había convertí-: ' trabajo, las perspectivas de empleo de la misma, y los gasto
do en alto cargo de R. H. Macy,. firma propietaria de los famosos inversiones federales requeridos para asegurar «un volumen de p
almacenes neoyorquinos, crearon el Comité para el Desarrollo Eco- ducción que implique el pleno empleo»." Se preveían también v
nómico. Éste tenía por objeto examinar los medios que podían apli- tas atribuciones a una autoridad ejecutiva para la preparación
carse para reducir el paro y mejorar el funcionamiento de la eco- presentación de dicho presupuesto de pleno empleo, además
nomía cuando llegara la paz. El Comité no declaró públicamente . establecimiento paralelo de un comité del Congreso a cargo de
su adhesión a las doctrinas de Keynes, pues ello podría haber alar- examen y sanción, Este primer proyecto de 'ley señala el mamen
mado a muchos ejecutivos y empresarios de mentalidad tradicio- de máximo auge en la marea del sistema keynesiano, no sólo
nal. Tampoco aprobó explícitamente la financiación mediante el dé- Estados Unidos, sino también en el conjunto de los países indu
ficit que venía practicando el Gobierno Federal, pues eso era aún triales.
( considerado como muestra de grave irresponsabilidad. En cambio, Pero, para continuar con la metáfora, la marea descendió
haciendo suya una fórmula pergeñada por Rurrrl, sostuvo que el, seguida y no volvió a alcanzar jamás esa ele.vada cota. Pronto
presupuesto general debía, desde luego, equilibrarse, pero que este reanudó la contienda ya habitual entre quienes creían estar
equilibrio debía definirse en términos de una situación de pleno vando el capitalismo y los que se esforzaban por protegerlo de
empleo.F Un hábil consejero siempre subraya los aspectos posi- salvadores. La Asociación Nacional de Fabricantes, que era ent
tivos. ces la más influyente de las organizaciones empresariales, en
En enero de 1945, cuando ya se divisaba el fin de la guerra, bezó la lucha contra el proyecto de ley y contra los sindicatos
tuvo lugar un avance más resuelto y mucho más influyente desde trabajadores y la Unión Nacional de Agricultores, la más liber
el punto de vista económico. Para entonces, los keynesianos en el de las organizaciones agrícolas, que eran partidarios de la legisl
gobierno prepararon un proyecto de ley (S380) destinado a incor- ción propuesta. El principal documento presentado por la asoci
porar a la legislación, en forma plena y definitiva, la economía de ción (NAM) proclamaba, en los títulos sucesivos de sus secci •
John Maynard Keynes; este proyecto fue a renglón seguido patro- nes. que ese texto jurídico introduciría nuevas regulaciones ofici •
cinado por cuatrosenadores, a saber, 'Rohert F. Wagner, de Nueva les, destruiría la empresa privada, incrementaría las atribucion
York, y tres del Oeste liberal: James E. Murray, de Montana; El- . del poder ejecutivo, le alizaría el gasto federal para fomentar a
bert Thornas, de Utah, y Joseph O'Mahoney, de Wyoming." En sus ti icia mente la actividad económica, con ucina a SOCIalsmo'
primeras versiones, estos textos legislativos obligaban al gobierno meten a emaSIa o y sena, por otra parte, ridículo. s Como pued
a practicar una política destinada a garantizar el pleno empleo, observarse, se trataba de una condena sin atenuantes.
declarando abiertamente que «en la medida en que el pleno em- A la vista de semejantes consecuencias, resultó imposible qu
pleo no pueda asegurarse de otro modo, el gobierno federal tiene el proyecto de ley fuera aprobado con su texto original. Pero ant
además la responsabilidad de aumentar las inversiones y los gas- el espectro de un posible retorno del paro, tampoco era posibl
tos federales en la medida necesaria para asegurar la permanen- negar la necesidad de que se legislase en la materia. En vista d
ello~ se rebajó el «pleno empleo» a «empleo» solamente; a una po-
lítica así orientada nadie 'podía oponerse con seriedad. En su text
2. Véase The Cornmittee for Economic Developrnent. Jobs an d Market s (Nueva York,
Mc Gr a w-H'il l , 1946). Cuando escribí una reseña bibliográfica sobre este libro para Fort u- definitivo, el proyecto de ley advertía severamente que estaba de -
ne, Theodore Yntema, principal economista del Comité, me pidió que pusiera cuidado en
no identificar las ideas de dicho órgano con las de Keynes.
3. La historia de esta legislación figura in extenso en la obra de Stephen Kemp Bai- 4. Ambas citas de la ley están tomadas de Bailey, op. cit., pág. 244,
ley, Congress Makes a Law; The Story Behin d the Employment Act of 1946 (Nueva York, S, Véase Roben Lekachman, The Age o] Key ne s (Nueva York, Random House, 1966),
Columbia University Press, 1950). . pág. 168, .

34
. ".~'..
HISTORIA DE LA-ECONOMÍA 279
278 JOHN KENNETH GALBRAITH
asesores económicos, representó un progreso de señalada impor-
tinada a las personas «capaces y deseosas de trabajar, y en busca~" , tancia en la historia de la economía política. En efecto, de ese modo
de trabajo»: esto también era tranquilizante. Anunciaba, por otra; ': los economistas y el asesoramiento económico quedaron firmemen-
parte, que las energías de la industria, la agricultura y los recuj-,' te implantados en el centro mismo de la adrniniatración pública
sos humanos serían coordinadas y utilizadas ((en forma calcula':, moderna en Estados Unidos, Innovaciones similares, aunque con
ra omentar y promover la libre em resa com etitiva carácter menos institucional, se introdujeron luego en los demás
.nestar genera!J>. Como puede advertirse el sistema, clásico no que países industriales .
daba relegado a las trastiendas de la historia., Los veinticinco años siguientes a la adopción de esta ley fue-
Pero ~a.~etirada fue todavía más lejos. Se abandonó el presu- ron muy prósperos desde el punto de vista económico, y sin lugar
puesto dirigido al pleno empleo, y con él, los procedimientos del a dudas fueron también los mejores para los economistas, desde
poder ejecutivo y del Congreso destinados a su aplicación.' En cam- el punto de vista profesional, en toda la historia de la disciplina.
bio se dispuso que, en adelante tres personas competentes en ma- En Estados Unidos y en otras naciones el paro era relativamente
teria eco~ó~ica se ocuparan, actuando como un consejo de aseso- reducido, en comparación con lo que se había visto antes y con lo
res econormcos, de dar su dictamen al presidente sobre las medi- que vendría después. Lo mismo sucedió con los movimientos de
das destinadas a promover el empleo y sobre la política económica precios, pues tuvo lugar un ligero aumento de los mismos. Sólo
en ger:eraL Todos lo: años, en el mes de enero, dicho consejo pre- en tres años, durante todo ese período, no se produjo un incre-
sentaría una memoria sobre las perspectivas de la economía ante mento del producto nacional bruto de Estados Unidos (denomina-
un comité mixto de la Cámara de Representantes 'y del Senado si ción que ya había llegado a ser de uso común), y en dos de esos
bien dicho órgano, con toda intención, no dispondría de atribucío- años la reducción fue mínima. Toda esta bonanza se atribuyó a
n~s en materia legislativa. Con el tiempo, llegado el caso, los ad- los economistas, y ellos aceptaron el mérito sin pestañear. En enero
miradores del arte de la castración legislativa han tomado como de 1969, cuando la Ley del Empleo llevaba veintidós años de vi-
modelo el proceso observado en el trámite de la Ley del Empleo, gencia, se encomendó al Consejo de Asesores Económicos una re-
de 1946. seña desu~resUltados.Va]e -la perra ,reprddlidF'c6rt:d~rfá"ainp1i'':
tud: el texto' enqúe"se'¿elébr6 así'Irl.ismb?; '.:<e',,:<) "~o:, ~>:,;-' ,
El presidente Harry S. Truman tomó esta nueva ley con toda -.» -: .••. ,: '.'. " ,: •• :. '.'!~ ;:> ',:", :.: .::'.:"~ .;; : .;. ·'~.!:Y·i

calma, y durante varios meses se abstuvo de designar a sus nue-


vos co~sejeros. Cuando lo hizo, nombró, para presidir el consejo,' ,~:.• '~~ Na~ióri:'s~'_en~{¡~i1t~~~~9r~":ep' '~'~',ri¿;H~Ú~'irÍl~;',g~ip~¿;:~~~id~
Edwm G. Nourse (1883-1974), economista con mucho don de "i:Jl:'o~resó'
económico sostenido" Tánfü'pqr"sJ fueiia'cü;.nü por'su
gent~~, ortodoxo probado y maduro en años, quien había prestado ,""duración; estajn-osperidad' n'o tien!'!'precedentes' en' nuéstra+histo-
ervicios durante mucho tiempo en la Brookings Institution. Nour- 'da.' Nos 'he,mos Iibr-ado+de'lás; recesiones' del'ddo -,écó'nóriliCo,' 'que
'generaCión"tras generación ha bíarí vénrdo'<apartáridonos' repetida-
e estaba libre de todo matiz keynesiano, hasta tal punto que muy
'mente del 'sendero 'del crecimiento'ydél'progresci.:.'!' i e ,-,; :
~robablemente nunca leyó La teoría general ni consideró que va-
'Ya:no concebimos'.nuéstra vida econórrrrcacomo'una -incesante
liera la pena utilizar su tiempo con ese fin.?
marea, con su flujo y su reflujo. Ya no tememos que' la automati-
No obstante, pese a la castración perpetrada, la adopción de la zación y el progresó técnico,'arrebaten .sus puestos a los:trabajado-
ey del Empleo de 1946, con la implantación de un consejo de res, en.vez de .ayudarnos.,a copseguir, una mayor abundancia. ;Ya
no consideramos que la pobreza y el subernpleo hayan d~ repre-
6. Esta cita ,de)la Ley de Empleo de 1946 está tomada de Bailey op, cit pág 228 "sentar elementos;permanentes de nuestro sistema econórnico.., , 11
( (.ola curSIva es mla. . .,..
Desde la histórica sanción de la 'Ley dei 'Empleo en 1946, 'las
7, Fue pronto sucedido por Leon Keyserling (1908), ex colaborador del senador Robert
Wugner y entusiasta y c?herente partidario de los fines de la Ley del Empleo y del Con- políticas económicas han respondido a la alarma de incendio de la
[o creado. en VIrtud de es~a, Ll<;gado el momento
Ills tconomlstas u~lversltanos mas susceptibles
en que Keyserling tuvo que vérselas con
desde el punto de vista profesional. si bien
recesión y de la bonanza. Durante el decenio de 196Q hemos adop- l'
i'~u"n:taun~ for-m a ció n co~plcta en economía, tropezó con el prejuicio suscitado por la CiT. tado una nueva estrategia, destinada a la, prevención de incendios,
ncla de que, al Igual que Adolf Berle, había empezado por cursar la carrera de 1
1) Cree h Q. 1

35
280 JOHN KENNETH GALBRAITH
HISTORIA DE LA ECONOMÍA 2
sosteniendo la prosperidad y eliminando la recesión,
grave, antes de que puedan materializarse... . favorable, lo cual significa que los extranjeros gastaban má
Durante este período se han edificado cimientos sólidos sobr~ productos y empleo estadounidenses,· que lo que los norteamerl
los cuales podrá fundarse un crecimiento sostenido en los años v~1~, nos estaban gastando a su vez en el exterior, con el resultado
nideros." r Ó, ;'
rnulante correspondiente. Éste es un punto que no se ha evalu
como es debido, y que contrasta agudamente con las circun t
Debe reconocerse que en aquellos años los economistas estuo¡' cias del decenio de 1980, cuando una balanza de pagos fuertem
vieron acertados en un aspecto: eligieron el momento apropiado --. negativa significaba que la población estadounidense gastab
para practicar su profesión. En ninguna otra ocasión, desde los' la compra de productos importados y en viajes al exterior mu
tiempos de Adam Smith , y tampoco en ningún momento futuro, : más de 10 que los extranjeros gastaban en Estados Unidos. El
después de esta época de posguerra, habían podido ni volverían á· nero así gastado en ultramar disminuye notablemente la dema
poder mirar los economistas con mayor aprobación su propia ac.:.~· fectiva dentro del país.
tu ación y, lo que es tal vez más importante todavía, contar é:o~.~~~ Además, a medida que pasaba el tiempo, se sumaron los
una aprobación tan general. Pero valdría la pena haber recordado .~~' os para la guerra de Corea, para el armamento de la guerra f
que «Júpiter derriba a los titanes / no cuando se ponen a apilar ."~~'~y más tarde para la intervención cada vez más generalizad
montañas, / sino cuando están colocando la última roca para coro- vI, ~;. Vietnam. En épocas anteriores, Keynes había propuesto qu 1
nar su tarea», Al expirar el decenio de 1960, Júpiter aguardaba ~~:.;,Jo billetes de libras esterlinas se enterraran en minas de carbón ab
que los economistas estuvieran a punto de techar su edificio key- l·~~ donadas, pues al excavar luego para recuperarlos se promov
nesiano. ~. el empleo y aumentaría el poder de compra. El armamento ing
El revés sobrevendría en parte como consecuencia de una)n- - ~r~ temente costoso que no podía utilizarse a causa de su poder d
terpretación errónea de las condicione ,. .. '., tructivo casi infinito, llegó .entonces, de manera creciente, a s
O"

cinco años féj vara hles. ~~:es<:t é¡;>oca;.u,n.a..


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~~rw: ~.'l)ep:~So.~~p',a.I?-,~.
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..Ios mismos fines económicos que la moneda enterra a.
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vas, ,co~pletamen:~ ajenas.a ~q~4.orleIlt~710?~~c?~~nd~.Fa,JPp~Jg.~ .~ "~~( Por último, intervino también ,el modesto ef~fto establhz .
econo~lstas, hablan a estlIP~ladO.la:.eCO!1.o~.la ...;n. ?ne~p:.~p'c.,ap.a:;Y;)J'l.;. :J, del estado de bieneptar. En esos d ías se descu~no que el SUbSl
mundial. Entre ellas se contaba la myeccion en los gastos de con" ,,' ·",/0
de desempleo pre,sen~aba una oport~~a tendenc~a ~ aumentar e
sumo de los abundantes ahorros. acumulado~. durante ..~~g~erra, ~. t vez que disminuían Ia tasa de actividad econorruca y el empl
que al finaliiar ést~ ascendían má's' -0·Iiú!~0~:,a,,25b.Q(lD..millones ;'. ,,~. actuando así como fuerza compensatoria de la contracción eco
de. dólare.~, en. Estados Unido~·:9.E~.di~:r~fl.~í:,di;~I?9n~pté.:~o~virti'; }~ mica y de la falt~ de trabajo. Otros gastos en materia ~e biene
la depresión de po~guerra, casl.umyer~alm,en~e profetizadaven una :,-:,~. ¿ servían, de amortiguadores y aseguraban la permariencra del po
prosperidad .si n, precedentes q':le se mantuyo;, m.ientr,~s,)os¡,<::onsu- adquisitivo. l.,
midores verificabanqueno llegabanIaríepresiónyel parq,.ame- En 1948, los gastos e inversiones federales de toda índole h
naza de la que muchos se .habían protegido ahorrando-en los años bían llegado a. su nivel más bajo de posguerra, con un total al
anteriores. '.. ;,;, inferior a 30.000 millones de dólares; veinte años después, en 196
Además, ·el gasto interior en Estados Unidos venía 'reforzad , . año que dio origen a l~ mencionada reflexión sobre el éxito de 1
por una afluencia de capacidad adquisitiva procedente del extran-~. economía, fueron superiores a 183.000 millones, o sea, aproxim
jero. En aquellos años, como el-país se 'había visto 'libré deIa de-:I damente se habían multiplicado por seis. 10 El gobierno feder 1
vastación bélica, contaba con una balanza' de pagos sumamente .¡ había contribuido, en esta forma, a mantener un flujo de gast
. " .'.- 1 constante y creciente. También tuvo su influencia el sistema


'!§:
8. Econornic Rep ort of (he Presi dent (Washington. D.C .. U.S. Government Printing ~~
Office, 1969),págs. 4-5.
9. Lekachman. op. cit., pág. 164.
10. Economic Rep ort of t h e Pr es id eru (Washington. D.C., U.S. Government Println.
~-
'."%:: Office, 1985), pág. 318.

36
_.- ~ - ~'.~'"
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'HISTORIA DE. LA ECONOMÍA 283
282 JOHN KENNETH GALBRAITH
Como ha podido observarse, las ideas económicas son también, en
impuestos, considerablemente progresivo que transfería re ,'~ gran medida, producto de la adversidad. Durante la guerra y la
de lo' 1 . d ' . curSQ depresión, en su intento de racionalizar o, más raramente, de afron-
s .ricos a os neceSIta OS, manteniendo la capacidad adq ... ,
va de e t 'lt· 1 UlSI , tar la pobreza y las privaciones, los economistas se ven obligados
., S os u. imos, a a vez que sostenía moderadamente la pr"
pe~slOn ma:g,mal al consumo tanto de los contribuyentes como de:' y aun' estimulados a pensar, mientras que en tiempos de prospe-
quienes recibían fondos del gobierno. : . ridad predomina entre ellos una agradable disposición a dejarse
~a~a de ~odo esto, es decir ni los aborros gastados con mayor, estar, bajo la euforia de su amor propio satisfecho. No habiendo
efectIVIdad, nI el saldo favorable de la balanza comercial, ni el gasto';' grandes problemas 'ni asuntos de urgencia, no se encara ninguno,
en armame~t.o durante las dos grandes guerras, ni el inespera'do . Así fue cómo la economía perdió su sentido de la urgencia du-
efecto eatab iliz adoj- de los gastos de seguridad soci 1 dí . ' rante aquellos veinticinco años de bienestar. Hubo; en cambio, una \
h . . _ ,. la , po Ian atn-
ourrse a un dIseno economlCO del' . L~ economía, tan a rne-. activa preocupación por el problema de la reconstrucción de pos-
ría a sed . guerra en Europa y en el Japón, si bien ésta, en gran medida, pre-
por lJna vez se beneficiaba de una circun t . ~' cedió a la elaboración de una teoría orientadora. También se sus-
mble . --~- s aricra sumamente fa v;.-
citó, por primera vez, un vivo interés en el proceso de desarrollo
No ob~ta~te, en 1964 tuvo lugar un acontecimiento que era e~ de los países recientemente emancipados del dominio colonial. El
efecto atribuible ~, una i~tervención económica estudiada. Se tra-
taba de la reducción de Impuestos introducida ese año, a iniciati- ':;ª~o~;~ ~~Qrn~:i~~a~~ ,c:~ir~i: ~d:i~~:~r:-ad:o:~:;;;\:~~/7;~I~~
va de Wal~er W. Heller (1915), quien, junto con Lean Keyserling nación a preconizar políticas y sistemas administrativos anronia-
de un gobierno anterior, fue uno de los dos mie~bros más influ- "dos para las etapas avanzadas del desarrollo industrial en países
yen~es del C?nsejo de Asesores Económicos en toda su historia. ' \,53uese encontraban en etapas previas de su desarrollo agrícola. Y
El típo margínal del impuesto personal sobre la renta, que era en- como sucedió, por ejemplo, en América Central, hubo también' una
I nces teorIcamente del 77 por ciento se 'rebajó al 70 . tendencia a ignorar las estructuras políticas feudales que por su
hub t bié ..' por CIento;
o ?m ieri otras reducciones Impositivas, como en el impuesto propia índole cavernícola eran 'totalmente adversas a cualquier clase
de socledad~s. Estas medidas no se debían en absoluto a u de desarrollo. Pero la historia de estas cuestiones deberá esperar
menor necesidad e ingresos para e otro libro y otro autor.
~.. era, amen e amp lar a capacI _ a a qUISI
. 't'rva y e I erup IPg y La formulación matemática de las relaciones económicas, a
vitar un excedente presupuestario que, en condiciones de pleno saber, de los costes con respecto a los precios, de los ingresos de
mpleo, podría ocasionar una depresión. los consumidores con respecto a las características de la función
Esta f.ue probablemems la medida tributaria más discutida en ' de demanda, y muchas otras por el estilo, también hubo de flore-
toda. !a, hIstOrIa norteamericana hasta la fecha, con la posible ex- , cer durante esos años. Y se debatió además permanentemente la
epcion de la q~e condujo en 1913 a la Implantación con carácter utilidad de la economía matemática, llamada a menudo teoría ma-
permanente del Impuesto personal sobre la renta. Desde luego nin- temática. Sobre esto los especialistas en la ciencia de los números
un~ otr? ~i~posición ejerció mayor influencia por el ejeinpl~ que adoptaban una actitud favorable, mientras que quienes carecían
sentó. DIeCISIete años después se la citaría una y otra vez como de esa calificación encaraban lo que no entendían con un criterio
preced~nte para las grandes reducciones impositivas adoptadas cautamente desfavorable. La habilidad matemática en teoría eco-
-\ gc bierrio de Ronald Reagan. por nÓmjca ))e~ó a adquirir cierto valor objetivo como billete de entra-
A pesar de 1.0 antedicho, durante este período de cinco lustros da en la profesión económica, como un dispositivo para excluir a
el al~ance y la mfluencia del asesoramiento prestado por los eco- Quienes sólo poseían un talento puramente verbal. Y si bien se
n mi stas est~vo una vez más, como tan frecuentemente en el pa- estaba de acuerdo en que tal teoría no contribuiría gran cosa a la
a~o, .subordmado por lo general a la fuerza imperiosa de los acon- ioo
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orientación de las políticas económicas, desempeñaban en cambio
I cirruentos.
JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA 285
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..;--otra función. Las formulaciones técnicas cada vez más En los años de la posguerra esa empresa estadística suma-
y el debate sobre su validez y precisión dieron empleo a mucho mente informativa, .si bien bastante costosa, fue asumida por l
de los miles y miles de economistas que de ese modo llegaron ¡ Estado. Interrumpida por el gobierno de Eisenhower, se reanud
necesitarse en las universidades y en otros establecimientos de en bajo el de Kennedy, en 1961. Casi todos los países' industrial
señanza alrededor del mundo. Si todos ellos hubieran tratado de~ -Gran Bretaña, Japón, Canadá, Italia, Holanda y otros- se P4-
hacer oír sus respectivas voces en cuestiones prácticas, el clamoi:" sieron a examinar en forma parecida sus propias 'relaciones in-
resultante habría sido desorientador y posiblemente insoportable,,"; terindustriales. Y lo mismo hicieron la Unión Soviética y sus s -
Asimismo, la economía matemática brindó a la economía un-:télites.
lustre profesionalmente positivo de certidumbre y precisión cientí~ Nacido en 1906 en San Petersburgo en el seno de una famili
ficas, incrementando de manera provechosa el prestigio de los eco-. . de industriales textiles de ideología socialrevolucíonaria, es decl
nomistas universitarios en relación con sus colegas de las demás' antibolchevique, Leontief llegó a Estados Unidos luego de hab
ciencias sociales y de las llamadas ciencias exactas. Pero uno de' residido en Berlín y en China, habiéndose exiliado voluntariam
los costes de estos diversos servicios fue el ulterior alejamiento de te unos años después de la Revolución rusa. Las tablas ínterl
la disciplina con respecto al mundo real. No todos los ejercicios dustriales que luego ideó y elaboró, si bien son interesantes e
matemáticos, pero sí muchos de ellos, empezaban (como todavía formativas para el capitalismo, resultaron también muy funcio
sucede en la actualidad) con la frase «Dando or supuesta una les para la planificación socialista, pues ésta exige de man
competencia perfecta ... ». En el mundo real la competenCIa per ec- elemental e ineludible el-conocimiento de los suministros sign
ta, sj no había desaparecido del todo. sólo mantenía una existen- _~~:l. cativos que cada industria necesita de las .demás.
cia cada vez más esotérica y la teoría matemática vino a conver- 1;,: En consecuencia, Leontief ha tenido el singular destino, t
~asta cierto punto en el envoltorio sumamente refinado .de~~' haber vivido y trabajado en Estados Unidos, de ser famoso en
tro del cual el concepto pudo sohrezízír. ~'; Unión Soviética y de habérsele dado alli luego la bienvenida co
imp~~~~t~~r;::es~:tec~~::c~oe~~~~= ~o;o:c~~t:c:i7:~e;;o;r~~~:~ ~:o y ~®))< uno de los' que más aportaron al éxito del sistema socialista.
de ellos, con antecedentes en la década de 1930, y antes todavía, '2J
como );'a hemos dicho, con Francois Ouesnay, fue el análisis input- i~ La segunda innovación de aquel periodo, relacionada con la a
output de Wassily W. Leontief, por el cual se le otorgó el Premio ~ dicha, y un poco posterior, resultado a su vez de los grandes
Nobel en 1973. Como se recordará, las tablas de Leontief indicaban i gresos de la ingeniería en materia de técnicas para el almac
el valor de lo que cada industria, y, en forma más laboriosa y refi-." miento y tratamiento de datos, estuvo constituida por los mod
nada, de lo que cada subsector de cada industria vendía a los demás'~ econométricos o de simulación por ordenador de -la actividad
y recibía de ellos. El gran complejo así obtenido mostraba la forma' .1:," nómica. Si bien el profano les atribuye un carácter bastante'
en que cualquier cambio ejerce sus efectos a través de todo el sis-;( terioso, los elementos básicos de los modelos ecoriométricos no
tema económico; por ejemplo, cuáles serían los requerimientos que l.: difíciles de entender. Yendo más allá de Keynes, Kuznets y L
una ampliación de la industria autoinotriz vendría a imponer con tief tratan de reproducir, con ayuda de ordenadores, los ef -~._-"'I"

respecto a los diversos productos de la industria siderúrgica, así ...ampliamente distribuidos de todos los grandes cambios del
como en materia de carbón y de aleaciones ferrosas. Y también, lo l ma económico, por ejemplo, en materia de gasto público, im
cual fue otra importante contribución de Leontief, qué recursos utili- 2 tos, tipos de interés, salarios, beneficios, producción industri 1
zaban las fuerzas armadas, y qué devolvían a su vez para la venta.I! I sectores, construcción de viviendas, y muchos otros aspectos
1 Í economía, en la medida en que todos ellos, relacionados en
11. Véanse Wassily W. Leontief, Inp ut-Ou p ut Economics (Nueva York. Oxford Uni- ~ sa medida con otros factores, influyen, de manera real o su
ver~lty Press, 1966) y mi anterior exposición relativa a la obra del profesor Leontief en el '4
capitulo V. i ta, sobre todas las demás magnitudes económicas. Evident
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36 f
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286 JOHN KENNETH GALBRAITH ~.:'

HISTORIA DE LA ECONOMÍA 287


te, el jUIClO hu~ano interviene en las ecuaciories que denotan
efecto de cualquier cambio dado. empeoramiento de la situación del mercado, y cuando ésta se pro-
La labor precursora en estos modelos de la economía la efec- dujo efectivamente en octubre, su perspicacia quedó admirablemen-
tuó Jan Tinbergen (1903), economista holandés intemacionalmen- te confirmada. Pero, por desgracia, siguió luego. destacando la le-
te famoso y respetado, quien dedicó también sus innovadoras preo- vedad de la declinación económica, y a medida que ésta iba agra-
cupaciones a otras muchas materias, incluida la orientación de la . vándose, continuó proclamando su certeza de que la recuperación
política económica de los Países Bajos y los problemas del desa-· tendría lugar a breve plazo, pues tal era la tendencia básica del
rrollo en las naciones pobres. Los primeros trabajos de -Tinbergen ciclo comercial en la teoría clásica. Y así prosiguió emitiendo pro-
fueron luego proseguidos por John Richard Stone (1913), de la Uni- nósticos alentadores mientras la situación económica iba de mal
versidad de Cambridge; Lawrence R. Klein (1920), de la Universi- en peor. Finalmente, esta labor previsora sucumbió a los efectos
dad de Pensilvania, y Otto Eckstein (1926-1984), de la de Har- de la depresión, y como tantas otras empresas, fue liquidada.
vard , conjuntamente con centenares -en términos literales-
sistentes anónimos pero informados y laboriosos. Por estasreali-
de ª
La elaboración de pronósticos no lle~Ó CODvertjrse eIJ. loUl fe:.
nómeno económico del· todo respetable hasta que se construyeron
zaciones y otras vinculadas con ellas, Tinbergen, Klein y Stone modelos econométricos acabados. Gracias a este invento, los fac-
recibieron cada uno de ellos el Premio Nobel. A esto cabe agregar. tores que influyen en la evolución de los negocios y en sus resul-
que ningún otro esfuerzo en economía fue.jamás tan lucrativo desde tados -el ritmo del mercado, los gastos de los consumidores y
1 punto de vista comercial, pues sobre la base de los modelos se del Estado, sus orígenes y sus componentes y la producción pre-
laboraron pronósticos e informes más específicos y relevantes para vista, el empleo y los precios agregados y en detalle- pudieron
1< s decisiones de las grandes empresas con fines eminentemente ser objeto de predicciones y llegaron a ser medidos. Hecho esto,
· merciales. En 1979, Data Resources, firma de consultores eco- se consideró que era posible prever también los efectos económi-
nómicos creada por Orro Eckstein, fue vendida a la editorial cos de mayor alcance. A ello condujo también la creencia de que
McGraw-Hill por 103 millones de dólares. No abundan los profe- algunos de los factores determinantes de los pronósticos, en espe-
· res de economía que hayan amasado semejante capital en todo cial el gasto público, los impuestos y los tipos de interés de los
-1 curso de su vida profesional. bancos centrales, estaban bajo el dominio del Estado, lo cual sig-
nificaba que la economía, administrada o por lo menos orientada
de esa manera, era predictible, lo cual resultaba inconcebible en
omo ya se ha dicho, una de las aplicaciones más importantes de el mundo prekeynesiano.
I modelos fue la formulación de pronósticos, tanto del nivel de Pero sucedió que la nueva fe en el pronóstico se extendió mucho
I roducción, la renta, el empleo y los precios en el conjunto de la más allá de los modelos econornétrícos.P Rara era la semana, y a
· onomía, como de la forma en que todos estos factores podrían ~ veces el día, en que no se les preguntabaa los economistas keyne-
afectar a cada rama de la actividad económica. Esta aplicación :: \.,
sianos cuál era su opinión profesional acerca de las perspectivas
un com ntario especial. Los pronósticos sistemáticos, a dife- del crecimiento económico, es decir, con respecto a los incrernen-
d 1 ocasionales e improvisados, no son en absoluto una tos esperados del producto nacional bruto, o bien con referencia a
nte de los economistas. Ya en los años 1920, corno ·los futuros cambios en materia de precios, 'niveles de empleo y
In d onsiderada arrogancia económica de aquel pe- posible evolución de determinadas ramas de la actividad económi-
d onomistas de la universidad de Harvard ha- ca. En aquellos años favorables, se consideraba que los economis-
1 i dad e n6mica de Harvard, con el objeto tas .eran dignos de confianza. Muchos de ellos respondían a tales
p In ip 1 ont imientos conómicos. Para ese consultas en forma más o menos automática, por deformación pro-
1 m m trf 1 m nt 1. P r 1 iedad n tuvo f _i nal. n f to, trat ba de dat s que los economistas de-
hnt juni y pti mbr d 1 9 r mo ti' un I v
h hmll 11•• 111 .1••• 11I "1 ,,1 "hui •• 1 •• 1 11' ul ubr
216 JOHN KENNETH GALBRAITH
HISTORIA DE LA ECONOMÍA

gobierno de Roosevelt. Gracias a sus credenciales universitarias, faltaba lo peor. Quienes habían asumido la casi totalidad
estaba en una situación sumamente favorable para persuadir a Roo- trol de las empresas no eran los capitalistas a quienes
sevelt de que podía romper con la ortodoxia clásica, lo cual repre- . ~.\ ,Marx, sino los directivos profesionales. De modo que h
sentaba un riesgo nada pequeño en aquellos tiempos. ; ¡S,X
do a existir el poder sin propiedad.f La figura dominant
El segundo economista del grupo de expertos (o Hrain Trust»)
fue Adolf A. Berle, Jr., también de la Universidad de Columbia.
'"
~'I'
:¡:
ser el burócrata de la gran compañía, no el tan celebra
sario tra?icional. El espíritu e~p:esarial se veí~ s~stitut
Aunque era abogado de profesión, y no economista, escribió, ell .c burocracia. Pero en estas condiciones, ¿se dedicarían I
! ~.
colaboración con Gardiner C. Means (1896), joven economista de .~.~~: vos a maximizar los beneficios para propietarios a qui
la Universidad de Columbia, un ataque de suma importancia -y ,,'¡' nacían, o bien optarían por hacerla en provecho propio?
de gran influencia potencial- contra el sistema clásico. Si esto no nativamente, ¿se propondrían otros fines distintos y n
se reconoció inmediatamente, quizá pueda explicarse en parte por con los antedichos? ¿Podrían, por ejemplo, promover el cr411Gln
'\ IJa circunstancia de que Berle, al ser jurista, no fue tomado muy to de la empresa, por tratarse del objetivo 'más apto p
~~f en serio por los eCODomistas reconocidos precisamente por refe- su propio prestigio y poder; en vez de perseguir la mult
\¡:,~\C~irs~ a una cuestión de máxima importancia para la disciplina. de las ganancias de accionistas ignotos? Todas estas alt
'\\~)Ct1fTambién puede responder parcialmente al hecho de que la obra eran de lo más inquietante. En el sistema de compet n
\\ de Berle y Means era sencillamente demasiado perjudicial para el fecta o monopolista de Joan Robinson y de Edward h
sistema clásico, de modo que más convenía ignorarla. seguía mandando el capitalista o empresario, y éste p'l!r.IIIU
La obra en cuestión, The Modern Corporatjon and Prívate Pro- -c su esfuerzo por maximizar los beneficios. Si bien los
perty.s se ocupaba de la administración y el control de la gran ,: .no eran' socialmente óptimos, podían compaginarse con
empresa moderna, y en ella se exponía con impresionante apoyo miento clásico. Pero no ocurría lo mismo con las conce¡:,cl,orill
de estad isticas? la concentración industrial en Estados Unidos: se Berle y de Means. En consecuencia, la mejor solución
calculaba en efecto que las doscientas sociedades anónimas prin- las, cosa que se hizo en medida muy considerable."
cipales, con excepción de las bancarias, poseían casi la mitad de Una vez que Roosevelt fue elegido presidente, Berl
la riqueza del país en poder de sociedades, salvo la correspondien- pronto llegaría a convertirse en figura influyente en Wallhll\l
te a los bancos, o sea, casi la cuarta parte de la riqueza nacional
total. Y, lo que era igualmente importante, en la mitad de esas

'
firmas los accionistas habían dejado de ejercer un papel Significa-
tivo. E'l poder a todos los efectos prácticos: había sido transferido
.,;
'
no asumió en seguida funciones oficiales. Pero en cambi
Tugwell, y con él, Gardiner Means, a quien se hará refer
(\ adelante. Estos dos personajes, con otros que en brev I
J;~
·t,.1-¡'pañarían, fueron precursores del papel de los economi

J
¡:. .."

G de modo irreversible a l~s directiv~s: qui~r;es .sól.o rendía,ll cuen-


tas, si acaso, a un consejo de administración designado por ellos
ismos.
Ciertamente, esto era subversivo. Una vez admitida semejante f
,"
. :Vr:,\'" vida pública estadounidense. Y la opinión pública no I

1,·
. con gran entusiasmo: los caricaturistas de los periódic
ron su' presencia en la capital de la nación tipificando el N
en la figura de un sujeto ridículo revestido con la toga
concentración, la norma venía a ser el oligopolio y no la libre com- taria.
petencia. Dicha tendencia, según la había previsto Marx, había ve- No obstante, la intervención de los economistas durant
nido desarrollándose obviamente en forma acelerada. Pero todavía ". inicial de la primera presidencia de F. D. Roosevelt, que f

6. Nueva York. MacMillan, 1932.


8. Título de un libro posterior de Adolf A. Berk, Jr. (Nueva York, Har
7. Si bien su obra, en conjunto, no fue objeto de crítica inmediata, tuvieron lugar en
efecto decididas tentativas de cuestionar las estadísticas en q.ue se apoyaba. En .esta em-
1959). I
9. Hasta cierto punto Berle continúa siendo ignorado. Por ejemplo, en I I
presa tuvo un papel destacado un estadístico de Harvard, W. Leonard Cru m, qurerr, ca~a
bético del texto de Campbell R. McConnell Econornics , 9." edición (Nueva York,
vez que volvía a ver algún colega suyo al cabo de algunos meses. le contaba que habla
Hil!, 1985), Paul A. Samuelson y William D. Nordhans reconocen debidamenl I
descubierto nuevos errores en los cálculos de Berle y Means.
da del «estudio clásico» 'de Berle y Means.

•.
~~.::~ '-."

4
288 JUHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA

bían conocer. Rara vez en la historia se ha proporcionado tan con; visión del futuro ~el cual es por naturaleza desconócido-. L
fiadamente tanta información cuestionable. . empresa comercial moderna, a la inversa de su precursora, 1
En realidad, los pronósticos son intrínsecamente poco fiables= queña empresa, caracterizada por su flexibilidad y su rápida
Si no lo fueran, sus responsables jamás los transmitirían al públí-: tación, debe forzosamente planificar también. Y la planifi
co. Ello representaría un acto de generosidad inconcebible, ya que? siempre implica el futuro. Los pronósticos -es decir, los dat
si se guardaran para uso exclusivo de las personas o de las orga- ~ los modelos econométricos ofrecen a una industria acerca d
nizaciones que los elaboran, los beneficios resultantes darían una ~ , precios, de sus costes o de l~ probable demanda de sus pr
acumulación de riqueza casi infinita. Como puede advertir-se, lo~' tos- ayudan a establecer magnitudes probables y a manten
beneficios de las inversiones efectuadas conforme a tales pronósti- • decisiones dentro de un margen plausible. Pero por otra p
cos serían completamente seguros, y los activos comprables ven-" esto tiene todavía una importancia mucho mayor, los pron6
drían a afluir incesantemente a las manos o, mejor dicho, a las liberan a la persona que debe adoptar decisiones sobre lo V
carteras de personas o de instituciones que jamás podrían perder. ro de una responsabilidad muy seria y hasta peligrosa. Dad
Una vez alcanzada semejante certeza, el capitalismo, el sistema de este individuo no puede saber cuál será la demanda de fertil
la libre empresa, en cualquiera de sus formas conocidas hasta hoy,' tes, de locales para oficinas en el ámbito urbano, de vehículo
dejaría de existir. ~ realidad, resultaría vulnerable a todo pro- el ocio, o de los medios de transporte ferroviario, aéreo o au
nóstico de una exactitud asegurada superior al 50 por ciento. triz que deben proveerse, el pronóstico le permite atribuir 1
r- H~y dos razones para que los pronósticos fallen. Por una part ponsabilidad del conocimiento en la materia al pronosticad
las ecuaciones que relacionan el cambio introducido con el resul- . el juicio resulta erróneo, la culpa .no será del interesado, si
tado -los tipos de interés con las inversiones, los gastos netos mejor profesional' del cual podía valerse, y ésta es una protecCUI
del Estado con la demandp de los consumidores, y' esta última con importante en un mundo caracterizado por tensos conflicto
los precios- están basadas, como ya se ha dicho, en juicios hu-v : cráticos."
manos apoyados en el conocimiento estadístico de tales relaciones" El auge de la industria de los pronósticos y el síndrom
en el pasado. Per~ juicios pueden ser erróneos, y las relacio- utilización, como episodio de principal importancia en la hilt:O.'tI
nes pueden cambi~.ór otra parte, muchas de las fuerzas que ini- de la economía en los años posteriores a Keynes, no fueron
cian el cambio no pueden ser previstas, pues no entran en el campo tado de una mayor certidumbre en la perspectiva económic
de conocimiento de los economistas. Las guerras y las tensiones vieron mucho que ver, según se ha observado ya anteriorm1lnll,
internacionales, las manipulaciones monetarias de los bancos cen- con el incremento de la autoconfianza entre los economista.
trales, el auge y la caída de los cárteles internacionales, las deci- la fe que en ellos depositó el público. Pero un factor much
siones por parte de los países deudores de efectuar o no los pagos ¿, importante es la circunstancia de que los pronosticadores
de sus deudas respectivas, los resultados de las negociaciones en ron a los empresarios y ejecutivos - burócratas vulnerables
materia de salarios, y muchos, muchos otros factores, son, por su' nes se encomienda el conocimiento del futuro- de las secu 1
misma índole, otras tantas incógnitas. Las mejores ecuaciones po- insuficiencias inevitables en todo saber basado en prevision
sibles formuladas para relacionar los tipos de interés con los valo- futuro. '
res de bienes inmuebles no proporcionarán ninguna información ".1,"
sobre estos últimos a menos que se conozca el tipo de interés de'"
aplicación general en cada momento dado. Los veinticinco años de bonanza tocaron a su -fin. Como
y sin embargo, subsiste una razón favorable a esta gran preo- dicho, la exuberante confianza que caracterizó a aquel pll!!!rlndn
cupación económica. A diario, en millares de coyunturas ,diferen- impidió el ejercicio de la introspección. La separación ent
tes. tanto jefes de empresa como funcionarios públicos se ven en croeconomía y microeconomía conservó dentro de esta últim
la necesidad absoluta de adoptar decisiones que exigen cierta- pre- vertiente afín a la estructura competitiva clásica, pero, com
38
.. '~

10
;0.'

JOHN KENNETH GALBRAITH

mos, también ella desvió la atención de acontecimientos totalrnen- :,:


te adversos a la macroeconomía o la administración según la doc-
trina keynesiana. Y con respecto a la economía keynesiana surgió
otra circunstancia sumamente jnbjbitoria, que todavía DO ha llega
do a evaluarse como es debido, a saber. su grave asimetría polítj-
cá. En efecto, lo que era políticamente posible en una lucha COD'
trala deflación y lá depresión, no lo es en cambio, o por lo menos XX. CREPÚSCULO Y TOQUE DE ORACION
no es factible, contra -la inflación. Éste es el triste panorama que
describiremos en el capítulo siguiente.
Aunque cada vez más evidente, la declinación del sistema key-
nesiano pasó inadvertida largo tiempo, y todaví.i no se la recono-
ce del todo. Como se ha iridicado en el capítulo anterior, aquellos
aspectos del funcionamiento del sistema que parecían simétricos
desde el punto de vista económico, resultaron ser asimétricos polí-
ticamente. La deflación y el desempleo exigían un mayor gasto pú-
blico y menores impuestos, o sea, medidas políticamente gratas.
Pero, en cambio, la inflación de los precios requería una disminu-
ción del gasto público y una elevación de los impuestos, cuya apli-
cación estaba lejos de ser agradable desde el punto de vista políti-
co. Además, como ptonto veremos, no eran medidas muy ,efectivas
contra la forma moderna de la inflación, que llegó a denominarse
«inflación de precios y salarios». La política keynesiana era una
calle de dirección única o, más exactamente, una avenida muy có-
moda y placentera para ser recorrida cuesta abajo, pero sumamen-
te abrupta y difícil para quienes debían transítarla cuesta arriba.
Hubo dos razones para que esta situación no. fuera reconocida
en la mayoría de los debates sobre temas económicos. En primer
lugar, La t~oría general de Keynes era eminentemente un tratado
relativo a la Gran Depresión. 'En esa coyuntura, se trataba de los
problemas del paro y de la caída de los precios, de modo que los
primeros keynesianos tuvieron poco o ningún interés en la infla-
ción, y ninguno en absoluto en los aspectos. políticos de las. medi-
das destinadas a combatirla. Esta negligencia prosiguió y fue agra-
vada por e) creciente divorcio entre la economía y la política. La
disciplina (;ue durante el siglo XIX se había llamado «economía
política» fue designada, a partir de Alfred Marshall,· con el nom-
bre de «economía», * y a medida que los docentes y profesionales

* En el original inglés. econo mic s, a diferencia de ecanomy. que es la realidad eco-


nórn íca misma, y que en castellano se designa con la misma palabra. (N. de t.)
18 JOHN KENNETH GALBRAITH
HISTORIA DE LA ECONOMÍA 219

1, I s más ardientes debates, no provino del grupo original de ex- decir, la tenencia de oro por los particulares. De este modo, no
p -rt s, sino que sus protagonistas fueron otros, y, conforme a la sólo ~e suspendió el patrón o~, sino que también se puso fin a la
11I is antigua tradición norteamericana, tuvo por eje la cuestión mo- retención de este metal para beneficiarse del aumento de su pre-
11 -turia.
cio en dólares. Aunque los precios de las mercancías experimenta-
uando Roosevelt asumió la presidencia en marzo de 1933, . ron un breve incremento en el verano de 1933, las medidas adop-
h 1 ía tres años que los precios, tanto los industriales corno, en tadas por el presidente no contribuyeron en absoluto a incremen-
(' p ial, los agrícolas, habían venido experimeritando una caída tar la capacidad adquisitiva ni la demanda. Y la nueva adminis-
ti va tadora. Y por todo el país cundían llamamientos inspirados -tración, acompañándolas con un ejercicio ortodoxo paralelo, em-
1\ I antigua prédica de Bryan para que se procediera a la adop- prendió una serie de importantes reducciones de salarios en la fun-
.¡ n de medidas monetarias destinadas a contrarrestar dicha ten- ción pública y de otros gastos oficiales, poniendo de relieve una
ti ni, instando, por ejemplo, al abandono del patrón oro, a emi- tendencia conservadora en materia fiscal más allá de lo meramen-
tir nuevos billetes de banco (greenbacks) (recurso autorizado, pero te simbólico. A fines de verano y principios de otoño volvieron a
1\ prescrito por la Ley de Ajuste Agrícola de los primeros días caer lamentablemente los precios, especialmente los de la produc-
1'1 nuevo gobierno) y a la remonetarización de la plata. Estos lla- ción agrícola,. y el monetarismo acudió en socorro de la economía.
mamientos no provenían, por otra parte, tan sólo de los agriculto- En la Universidad de Cornell, no en el Departamento de Eco-
r' y de los estados del Oeste, fuentes tradicionales de la agita- nomía, que entonces respondía a una tendencia decorosamente clá-
ión favorable al dinero fácil. sino que se sumaron a ellos respeta- sica, sino en lo alto de una colina, por encima de hermosos par-
bles hombres de negocios, incluidos unos cuantos banqueros. ques universitarios, en-el Colegio de Agricultura, ttabajaban dos
En 1921, Irving Fisher, con el apoyo de Wesley C. Mitchell y economistas agrarios, George F_ Warren (1874-1938) y Frank A.
de otros economistas disonantes, conjuntamente con el futuro se- Pearson (1887-1946), quienes se sentían personalmente preocupa-
retaría de agricultura y vicepresidente Henry A. Wallace, y con dos por los efectos perjudiciales _de la deflación de los precios sobre
John G. Winnant, posteriormente gobernador de New Hampshire , los agricultores. Hacía ya varias décadas que habían venido calcu-
y embajador ante la corte de Sto Jarnes, había fundado la Asocia- lando la evolución de las relaciones entre los precios de las mer-
ción Pro Moneda Estable. La misma tenía por objeto aumentar o cancías y los del oro. Cada vez que el precio de este metal subía,
disminuir la oferta de dinero, en los términos de la ecuación de
Físher, para obtener un nivel de precios estable, en lugar de la I también lo hacía el precio de las mercancías,
todo sorprendente.
lo cual no era del
Cuando se había procedido a emitir la moneda
inestabilidad que suponía el patrón oro, especialmente
dencias aparentemente deflacion:istas
por- las ten-
del mismo. Y entonces, a
'1 continental y los greenbacks para contribuir a la financiación
la revolución y de la guerra civil, l~s precios de las mercancías
de

priricipios de 1933, se creó un órgano bajo la impresionante


minación de Comité Nacional para la Reconstrucción
deno-
de lo·s Pre-
I -t
también habían subido. Y así como la capacidad
dólar había descendido en consecuencia,
adquisitiva
también había disrninui- .
del

cios y de la Capacidad Adquisitiva, que tenía a Fisher entre sus i do notablemente su capacidad para comprar oro, o sea, que el pre-
asesores. Lo presidía Frank A. Vanderlip, ex presidente del Natio- f
I!\i
cio de este metal había subido. Sobre la base de estos hechos com-
probados y de otros menos trascendentales se presentó la proposi-
nal City Bank, y entre sus miembros se contaban los presidentes
de Sears, Roebuck, Remington Rand y de la cadena de periódicos -~
-&
ción de Warren: «aumentad el precio al que el Tesoro público

Gannett. De modo que la tendencia favorable al dinero regulado, §
compra el oro, y de esa forma subirán los precios», particularmen-
'l te los agrícolas, que eran motivo de -especial preocupación.
nada menos que el monetarismo, había penetrado en las altas. es- l'
feras de las sociedades anónimas, aunque no hubiese llegado de 1 Al formular su propuesta, Warren contaba con el apoyo de Ir-
ninguna manera a dominarlas. I
ving Fisher y de uno de sus colegas más influyentes en Yale, James
Durante los primeros días del New Deal, Roosevelt suspendió Harvey Rogers, si bien los colegas economistas de estos dos últi-
los pagasen oro de los bancos y prohibió el atesoramiento, es mos consideraban que su criterio en esta cuestión era algo más

5
220 JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA

refinado, sin dejar de ser peligrosamente erróneo. En otoño de: por ejemplo, el de algún personaje teóricamente bienamado d
1933, con el beneplácito de los discípulos de Bryan y del Comité ..; historia nacional. Si bien los éxitos así obtenidos por Kem
Nacional. el gobierno comenzó a ofrecer precios progresivamente" eran objeto de general aplauso, la verdad es que después d
más elevados por el oro que se nevaba al Tesoro para ser cambia- , retorno a Princeton no era raro, al cabo de algún tiempo, q
do por dólares. Se trataba del metal recién extraído de las minas ~ país aludido volviera a desentenderse del patrón oro.
pues el de propiedad privada ya había sido entregado. ' " Pero llegó el momento en que el profesor Kemmerer pudo
y aquí se advirtió el principal defecto del plan. Si se hubiera gir su atención al patrón oro de su propio país. Bajo su pre
empezado por permitir a los particulares que guardaran su oro, cia se creó el Comité de Economistas sobre Política Monetar
abrían podido obtener ganancias imprevistas en dólares al entre- , mismo congregó a toda la sólida opinión clásica, en oposici6
[) arlo. Quizá (nadie puede saberlo) ello habría' ocasionado una ola r
que había llegado a denominarse el Plan Warren. El Comit
'~ e gastos que hubieran hecho subir los precios. Pero como el oro cional recibió Un fuerte apoyo de la prensa y de los sectores
f abía sido secuestrado, tal cosa no podía suceder, y aquellos que, es:
cieros, y su oposición al Plan Warren fue alentada y realzad
.r or puro, descuido aún no hubiesen entregado el oro que poseían,' ", . _ ~~ un acontecimiento al cual se dio gran publicidad, a saber, 1
<>\\ e e veían en la imposibilidad de confesar tal omisión yendo a con-,I: t: testa y dimisión de tres altos funcionarios del Tesoro: Dean
~~ vertirlo y gastándose el producto respectivo. En consecuencia, el ,~~:':~. son, años después secretario de Estado; James P. Warburg,
// valor del dólar cayó en los mercados de cambios extranjeros, por ~ \ naje liberal de Wall Street que llegaría con el tiempo a rene
O
¡Id
1) cuanto os emás países, que mantenían el patrón oro y cuyas mo- .. "''''11
'~:,~ su excepcional descenso a la ortodoxia, y O. M. W. Spragu ,
_ nedas seguían siendo c~nver:tibles en e~te metal, p,udieron a .r)a~~ir ·::I,~·r: fesor de Harvard
en temas financieros.
que gozaba de reputación como gran aut
También se ha hecho hincapié repetid
~~ -de entonces comprar mas dólares, ocasionando aSI la deprecIaclOn;¡t ;:,
l~ C) . de la divisa estadounidense. Al parecer, el abaratamiento de ésta ,~,~;. f: te en el .heoho de que el profesor Warren fuese economist
.io lugar a algún aumento de las exportaciones, pero los benefi- "~lííIt:': río. Se trataba de un sector de ·la profesión económica sum
cios correspondientes no pudieron advertirse en un país cuya eco- :; denigrado, en opinión de muchos con justa .razón -más ad
y
,0 ~:.

norn ia dependía en forma tan preponderante del mercado interno.' .:~;:"~' volveremos a examinar este asunto-, no se estimaba apr
<. Pero en cambio fue considerable la reacción de los profesiona- ;~; t que política alguna .relacionada con el dinero fuese 'elabora
les de la economía política, y la de los círculos financierosmás'~ a; , un economista agrario o, como solía decirse, campesino.
En enero de 1934, en gran medida como resultado de la

-
respetables. Esta reacción no se dirigió contra la evidente inefica- "\ ;;;:.
cia de la política, sino contra su aparente temeridad al menosca- ':~'~:: tada oposición de los profesionales, pero también, lo que
bar el principio de una moneda sólidamente fundada convertida ~.~; seguro, a consecuencia de la notoria falta de influencia d 1
, .
en oro, independiente de toda manipulación del Estado, y por en- '1;,:, lítica de compra de oro sobre los precios, se procedió a
cima de, tales riesgos. Era muy preferible la deflación a tan im- ¡.," sin efecto el Plan Warren. El precio del oro aumentó de 20,67
res por onza, que se había fijado hacía mucho tiempo, a
prudente infracción de sólidos principios clásicos. ,'1~ .
La más famosa autoridad monetaria del momento era un pro- ·1>· lares por onza, precio en el cual quedó estabilizado
rillo por algo más de un tercio de siglo.
el met 1
fesor excepcionalmente amable de Princeton. Edwin W. Kemme- '1' '"
:er (l87S~1?45). Ha~ía adquiri,do su experiencia monetaria como ,';,':
J~fe de rrusrones env.Iadas a paises tan diversos como los de Amé- .:~.
rica Central y Polonia para poner en orden sus monedas. Su tera-,~ El es'tudia nte de nuestros días habrá de preguntarse, casi au
pia había consistido en concertar para esos Estados préstamos con;í ticamente, por qué esta política giraba en torno del precio d 1
bancos de Nueva York, cuyo monto en dólares se utilizaría para~' ¿No habría sido acaso mejor, una vez suspendidos los p
devolver. ~l patrón oro la moneda devaluada del infortunado país '~, oro en las transacciones dentro del país, implantar una fu
en cuestron. A veces se daba a esta moneda un nuevo nombre, " lítica liberal bajo la dirección del Sistema de Ia Reserva Federlll'
.-,.<.-' ....•. 'T
-11'.
--.~ -'-, " .- ••••••• > •••
. "';"

222 JOHN KENNETH GALBRAITH HISl'ORIA DE LA ECONOMÍA 223

Podía en efecto haberse fijado el tipo de interés de los préstamos cambio no estaba a su alcance asegurar el aumento de la deman-
-o tasa de redes cuento, y m~s tarde, de descuento- de la Rese~~
',o da mediante la reducción de los tipos de interés y la expansión de
va Federal a un nivel bajo, haber permitido que los bancos de la los créditos banca~ios. A raíz de ello, el incremento del gasto pú-
Reserva comprasen bonos del gobierno y ampliaran las reservas' - blico para estimular la demanda constituyó la respuesta a la inefi-
de los bancos comerciales, y por último, haber dejado que los ban-" cacia de la política monetaria aplicada durante la depresión.
os comerciales prestaran dinero libremente, con lo cual, gracias a
la consiguiente expansión de los depósitos, habría aumentado la
fcrta monetaria. Entretanto, la depresión y la def'lación de los precios habían coDn
En realidad, todo esto se había hecho. Durante los últimos ducido a otros dos esfuerzos más espectaculares para obt~?er l~
u S de la presidencia de Hoover se redujeron los tipos de interés " subida de los precios, uno de ellos recurriendo a una accion di-
, niveles que, según los criterios actuales; serían puramente sim-' recta, y el otro, mediante la limitación de la oferta.
bóli os. En efecto, durante 1931, la tasa de redescuento del Banco , La acción directa encaminada a la subida de los precios, prin-
ti' la Reserva Federal de Nueva York, que había sido del 6 por cipalmente los de los productos industriales, tuvo lugar por ~nte~-
'1 nt antes de la crisis, fue reducida, por fracciones del 0,5 por medio de la Ley de Recuperación Nacional -laNRA, con su Agui-
d nt , hasta el 1,5 por ciento. Eran muchos los bancos que nada- la Azul, tan simbólica-. Se reunió a los vendedores para consul-
h \11 en la abundancia de efectivo; en efecto, uno de los cálculos tarles y proceder el establecimiento de precios mínimos. Como quid
contnbles bancarios de la época era el del exceso de reservas dis- pro qua, se les exigió que permitieran a los trabajadores hacer lo
ponibles en los bancos comerciales para respaldar la concesión mismo, o sea, proceder a negociaciones colectivas bajo normas de
d préstamos. Todo esto no surtió muchos resultados. Losban- equidad, Se trataba de una iniciativa cuyo mérito era innegabl,e.
(() , que estaban recuperándose lentamente de la gran crisis ban- En efecto, como lo habían demostrado Berle y Means, se habla
, iriu con que se inauguró el decenio de 1930, y que habían cerra- producido una gran concentración industrial y, en consecuencia,
do unánimemente sus puertas el día de la asunción de la presi-. había en la mayor parte de los,.sectores ,industriales una cantidad
d '11 'i por Roosevelt, habían adoptado una actitud de cautela sin adecuada de empresas con las cuales podían efectuarse consultas
111 .cdentes o, más bien, de miedo y aun de pánico. Y los posibles para establecer acuerdos. El oligopolio, y no la competencia, había
1" .. t tarios, que tenían que vérselas con precios reducidos, y en llegado a convertirse en la norma industrial. Habiendo llegado a
I " del hombre de la calle, con la necesidad de asegurarse la esa posición, cada firma podía por sí misma influir poderosa~en-
111 • istcncia cotidiana, no acudieron a solicitar préstamos. En esa te en sus propios precios, y en particular, rebajando sus salanos,
IClII11H, el acervo de metáforas económicas, acumulación prodigio- podía operar provechosamente o con menos pérdida mediante pre-
'411 igue aún hoy en incremento, se enriqueció con una nueva, cios más bajos, obteniendo así por lo menos una ventaja pasa:jera .
cuy \ imagen central era una cuerda: es posible; como quien tira sobre las demás empresas de la 'industria. Éstas, a su vez, harían.
cll un cordel, disminuir el volumen de préstamos bancarios me- lo mismo, provocando de ese modo una espiral competitiva des-
dlunt . I aplicación de una política austera por parte del banco cendente de salarios y precios, verdadera réplica, en todo sentido,
( ntral. restringiendo y aun reduciendo de este modo"la oferta mo- de la espiral ascendente que algún día llegaría a ser reconocida,
" I aria. Pero, a la· inversa, empujando la cuerda no se puede incre- ~'- aunque de mala .gana, cono una nueva y poderosa forma de infla-
ti, ntnr el volumen de préstamos de los bancos ni la oferta mone- ción. En aquel entonces, las compañías, respondiendo a las ins-
I ,I'i 1. tancias de la NRA, se pusieron de acuerdo para detener la espiral
Esta asimetría de la política monetaria y bancaria sería objeto descenden te.
d ran interés por parte de Keynes en los años siguientes. Resul- Pero esta concepción del problema no llegó a ser admitida. Los
I lb, desde entonces evidente que el Estado podía ampliar la de- ¡: economistas no encontraron ninguna justificación económica a la
111 mda mediante el endeudamiento y el gasto público, pero que en NRA, sino que vieron en ella el más formidable ataque jamás per-
224 JOHN KENNETH GALBRAITH HISTORIA DE LA ECONOMÍA 225

geñado contra el sistema clásico. Resultaba que la NRA venía a . la competencia seguía en vigor, encarnando una réplica razonable-
proclamar la nocividad de la competencia del mercado con su se- mente fiel del modelo clásico: millares, hasta millones de produc-
cuela de reducción de precios, declarando que la misma era contra'.? tores se supeditaban a la vigencia de precios que ninguno de ellos'
ria al interés público, al mismo tiempo que el monopolio, la gran' podía determinar, y en los que ni siquiera soñaban en influir. En
falla reconocida del sistema clásico, se consideraba aceptable y ue :. la agricultura no había paro visible, y la remuneración del trabajo
promovía por intermedio de sus códigos. Y además, mediante na ' ú se ajustaba razonablemente a su rendimiento marginal. 10 El tra-
inicia~iva suplementaria, que no podía en modo alguno pasarse por \ . bajador, ya se tratara de un campesino independiente, de un apar-
alto, Ignoraba la legislación antitrust, cuya existencia presentaba ",: cero o de un peón agrícola, tenía que aceptar este trato. Ningún'
el máximo apoyo oficial otorgado al sistema clásico. Así las cosas ' economista de la tradición clásica podía contemplar este modelo
~qué subsistía en verdad de dicho sistema? " ' .• sin darlesu aprobación. Pero en cambio, para los participantes,
A diferencia del caso del programa de compra de oro, no tuvo éste ya había sido en el decenio de 1920 rnotivo de grave descon-
lugar ningún ataque organizado de los economistas contra la NRA'- tento, y .en los primeros años de la década de 1930 se había con-
como siempre, la crisis del dinero suscitó una reacciÓn Iirúrgica vertido en algo insosteriible en los aspectos económico, social y
más importante. Unos pocos economistas trabajaron para la NRA.' político.
-en aquella época era muy difícil conseguir empleo-, siendo por La administración Hoover se vio obligada a intervenir. Median-
lo menos permisible formar parte de una oficina creada para ser- te la promoción de las cooperativas mediante fondos oficiales de
vir de portavoz a los intereses del consumidor. Para la profesión un 'organismo especial creado a tal fin, a saber, la Junta Rural
en su conjunto, la NRA fue un símbolo de egregio error oficial, y Federal, el Estado se propuso otorgar a los agricultores, al menos
así quedó descrita en los relatos de la época.. . en parte, la influencia sobre sus propios precios que prevalecían
El 27 de mayo de 1935 la Corte Suprema anuló las normati- . en el. sector industrial. Esperanza vana: salvo para una limitada
vas codificadoras de la NRA, precipitando así el experimento variedad de productos -principalmente la naranja, la uva y el me-
a un abrupto fin; no cuesta mucho creer que la actitud adversa .: locotón-, la organización necesaria desbordaba las posib ilidades.
de los economistas haya contribuido a sentar las bases de este de- Hacia 1933 se planteó la necesidad ineludible de adoptar alguna
senlace. medida-para mitigar la grave situación que padecía este sector
En épocas recientes, la NRA y el ámbito en que ésta se desa- idílicamente aceptable del sistema. En esos momentos, Gardiner
rrolló han llegado a producir, como acaba de adver tinse, un efecto C. Means, designado consejero en Washington, trataba de demos-
de imagen en el espejo. Se ha considerado que la acción recíproca trar-que los precios de la agricultura habían sido mucho más vul-
entre salarios y precios -un juego en el cual los salarios ocasio- nerables que los de la industria a la deflaciónocasionada por la
nan la subida de los precios, y éstos a su vez la de los salarios- crisis.1!
constituyó una causa de inflación. La intervención del Estado para La operación de rescate fue, en abrumadora mayoría, ejecuta-
detener el proceso en espiral -la regulación de salarios y precios- da por economistas, pero se trataba de una rama teórica e .ideoló-
se ha convertido en. asunto de debate, y la respuesta clásica que gicamente desconectada de la profesión. A partir del siglo pasado,
obró tan enérgicamente contra la NRA ha vuelto una vez más a el Gobierno Federal y los de los estados .habían venido subvencio-
convertirse en una influyente oposición. Una vez más, el pasado nando con doriaciones de tierras la investigación y la enseñanza
es presagio del presente. agrícolas en las escuelas universitarias y en las universidades. Una

, J O. La fuerz'.' de trabajo agrícola creció durante la depresión, a medida que los tra-
sl ~gundo g:~n esfue:zo ~esarrolla~o para el sostenimiento de los

@~
baja de res despe~hdos, de las industrias se dirigían al campo en busca de sustento.
. precios también constltuyo un ataque contra la fe clásica, y tuvo 11. l ndus trial Price s and Their Relative /nfle"ibility, Documento del Senado núm. 13,
Congreso de' los Estados Unidos de América, 74,0 período de sesiones, l." sesión (Wash-
ugar no. en la industria, sino en la agricultura. En el mundo rural,
. ...•. ...~
-,.~
mg ton , D·,C.. 1935 l.

_. - .•••• -, -. '!lol

8
228 JOHN KENNETH GALBRAITH

sos de los agricultores reduciendo la producción agraria ... Dado


que la demanda de la mayoría de los productos alimenticios es
inelástica, la restricción de los cultivos aumenta en efecto 'sus in-
.gresos ... Desde luego, los que pagan la exorbitante factura corres-
pondiente son los consumidores.o-? .
Pero esta política no puede desecharse con tanta facilidad. E~
hecho de que el sistema clásico, en su forma más pura, no sea XVI. EL NACIMIENTO DEL ESTADO
tolerado por sus participantes constituye un dato muy significati- DE BIENESTAR
vo de la vida económica moderna. Y la circunstancia de que no se
lo tolere en ninguno de los países industriales representa a su vez
una terminante confirmación. Así ocurre por ejemplo en el Japón, Uno de los fenómenos más relevantes que se produjeron en Es-
donde los precios agrícolas están fuertemente protegidos; en el Mer- tados Unidos como respuesta a la gran depresión fue el surgimien-
cado Común Europeo, donde los precios de la producción agraria tode lo que con el tiempo, a veces en forma aprobadora, y con
se llevan la parte del león en materia de subsidios y atenciones, y frecuencia en tono condenatorio, llegaría a denominarse el estado
en Suiza, supuestamente el país de la libre empresa, donde las de bienestar. Ésta sería la creación más perdurable de la revolu-
vacas viven de la hierba de las montañas y sus dueños de las sub- ción rooseveltiana. Pero los norteamericanos no pueden adoptar I
venciones oficiales. Es preciso volver a destacar el fondo de la cues- actitud provinciana de arrogarse esta innovación, por cuanto E -
tión: la historia de la economía en tiempos recientes demuestra tados Unidos no fueron de ningún modo precursores en la materi .
bi n a las claras que el sistema clásico de mercado ya no se tolera En efecto, los orígenes ambientales y las fuentes intelectuales d
allí donde se presenta en 51.1 forma más pura. este cambio trascendental en la vida económica han de rastrear
en Europa medio siglo antes. El estado de bienestar nació en 1
Alemania del conde Otto van Bismarck (1815-1898).
Durante el decenio de 1880 el desenvolvimiento de la soci d
alemana no se vio perturbado por las restricciones ricardian
clásicas al papel del Estado. Los economistas alemanes se ocu
ban de la historia, y de sus obras no solían desprenderse gr
advertencias con respecto a las intrornisiones del gobierno.
forme a la tradición prusiana y alemana, el Estado era comp
te, benéfico y sumamente prestigioso. ~.Q. q.~~~.c:.o!D!ilille.t:a.l;m..~ml.
principal peligro de la época era la actjva' rnilitancia de el,•

,
.,

obrera industrial en rá ido crecimiento con su ostensibl


.. ..
'~

dad a las ideas revolucionarias, y en particular, a las u


~ ,:: nÍan ae su compatriota recientemente allecido, Karl Maa.
~. ":
porcionand« el más claro ejemplo de temor a la revoluci6 ""'liIIIII~'
. '.
incentivo p. ira la reforma, Bismarck urgió a que se miti
t.
"'1,
más flagrantes crueldades del capitalismo. ~nH1~8t8~4~re~n~~~i~:;~-;:
pués de apasionadas polémicas, el Reichstág a optó un
, , de leyes que otorgaban una protección elemental bajo 1
12. Samuelson y Nordhaus, op. cir., pág. 389. Quizá como consecuencia de su situa-
ción en el llamado «cinru rón agrícola» (Farm Bel t ), Campbell McCo,?-nell, profesor de la ¡'d; seguros en previsión de accidentes, enfermedades, ancian
universidad
McConnell,
de Nebraska. examina esta política
op. cit., págs. 634-638.
en forma bastante mas sena y favorable.
1:
~ validez. Aunque fragmentariamente, se adoptaron luego dIAI¡)Olltal.

10
u
HISTORIA DE 'LA ECONOMÍA 231
230 JOHN KENNETH GALBRAITH

nes similares en Austria, Hungría y en otros países europeos. Quie- 1911 abrió el. camino para el cambio que sobrevendría en Estados
nes en la actualidad condenan el estado de bienestar se insertan Unidos cinco lustras más tarde. Gran Bretaña era la patria de la
en una gran tradición histórica, pues el. debate acerca de su valor ortodoxia clásica, pero había llegado a aceptar, aunque fuera con
y legitimidad viene desarrollándose desde hace casi exactamente renuencia, una transformación muy importante del sistema, o en
ien años. términos más concretos, una atenuación realmente sustancial de
Una etapa de mayor alcance y en cierta medida más influyente sus rigores. Se trataba de un ejemplo que Estados Unidos bien
d este proceso sobrevino en Gran Bretaña veinticinco años des- . podían emular. .
pués de la gran iniciativa de Bismarck. En este caso se trataba
mucho menos del miedo a la revolución que de la agitación con-
i nzuda e informada de hombres, mujeres y organizaciones preo- Durante los años siguientes a la iniciativa de Lloyd George tuvo
nipados por el destino de la sociedad, como Sidney y Beatrice lugar en Gran Bretaña una perceptible suavización de las actitu-
W bb, H. G. Wells, George Bernard Shaw, la Sociedad Fabiana y. des clásicas hacia la legislación social. En 1920, Arthur C. Pigou
I sindicatos obreros, que eran en aquel entonces influyentes y (1877~1959), sucesor de Alfred Marshall tanto en prestigio como
t nían objetivos bien formulados. Bajo el patrocinio de Lloyd Geor- en su cátedra en la Universidad de Cambridge, publicó su obra
, ministro de Hacienda de Gran Bretaña, se adoptaron en 1911 básica de economía política, réplica de los Principles de aquel autor
1 y s mediante las cuales se implantaron los seguros oficiales de que databan de treinta años atrás. Su título, bastante significati-
nfermedad y de invalidez, y posteriormente de desempleo. Con vo, fue The Economics of Welfare (La economía de bienestar). 1
mt rioridad a esto ya se había promulgado una ley que establecía Pigou no era hombre propenso a innovaciones radicales; en
p nsiones de ancianidad sin aportaciones de los particulares, pero efecto, todavía en 1933 afirmaba lo siguiente: «En condiciones de
n había previsto las contribuciones necesarias para su manteni- competencia perfectamente libre -que él daba por supuesta en
tiento. El subsidio de desempleo británico vino a superar con si- gran medida, aunque no de manera total- siempre habrá una fuer-
d rablemente las proporciones de su precursor alemán, que' Lloyd te tendencia hacia el pleno empleo. 'El desempleo existente en cual-
corge se había ocupado de estudiar personalmente; en realidad, quier momento dado proviene por entero de resistencias por efec-
lo en 1927 llegó a existir en Alemania un seguro de' desempleo to de fricción, que impiden el ajuste instantáneo apropiado de pre-
pr piamente dicho. cios y salarios.a- Y sin embargo, su pronunciamiento era subversivo
Paralelamente a la implantacíón de los impuestos correspon- con respecto a la doctrina clásica en un aspecto sutil, pero funda-
di ntes -que se incluyeron por primera vez en el presupuesto de mental. En su expresión más rigurosa, la teoría tradicional había
1 10-, la legislación de bienestar social en Gran Bretaña desenca- sostenido siempre -como por cierto siguió haciéndolo después de
d nó conflictos y perturbaciones sociales sin precedentes. Esta si- Pigou- que la utilidad marginal del dinero, para cada comprador
tu ción dio lugar a que se celebraran elecciones en 1910, a la vez individual, a diferencia de la utilidad marginal de cada mercancía
que se suscitó una memorable crisis constitucional, durante la cual tomada por separado, no podía bajar. Permanecía constante, y por
1 oposición a los impuestos necesarios, en la Cámara de los Lores, tanto, una mayor cantidad de dinero no implicaría ninguna dismi-
lo pudo superarse cuando los liberales amenazaron con crear tan- nución de la satisfacción por unidad añadida. Y en términos toda-
to nuevos pares como fuesen precisos para que se aprobara dicha vía más perentorios, la teoría admitida afirmaba también que no
1 gislación. Si es verdad que tanto en Gran Bretaña como en Ale- se podían hacer comparaciones interpersonales de utilidad. Al ir
mania las medidas de promoción del bienestar venían a proteger
los afortunados contra futuras agresiones, salta a la vista que l. Londres, MacMilIan, 1920.
2. Este pasaje. citado por Paul A. Samuelson y William D. Nordhaus en Economics
los privilegiados no se daban cuenta entonces de semejante nece- 12.a edición (Nueva York, MacGraw-HiII, 1985), págs, 366-367, proviene de Pigou, Th~
Theory o] Unemployment: y va acompañado por la observación de dichos autores de que
idad. el empleo en Estados Umdos cuando Pigou escribió su libro era aproximadamente el 25
Literalmente hablando, el triunfo de Lloyd George en 1910 y por CIento de la fuerza de trabajo.

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