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OM NAMO BHAGAVATE
Madre Sri Aurobindo
https://youtu.be/ZbAyp32M_5I
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FUNDACIÓN CENTRO SRI AUROBINDO DE BARCELONA
Lectura y meditación, 13 febrero 2023
Leído y aprobado:
PLEGARIA
La Madre,
Plegarias y Mantras
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Lectura y meditación, 13 febrero 2023
Ahora bien, desde el principio ella vivía una intensa vida paralela de la que nadie sabía
nada ni nadie quería saber. Su padre, que exteriormente era una persona sociable y de un
gran sentido común, —aun cuando internamente estuviese retirado en una especie de
mundo privado de ensoñaciones— no mostraba ningún interés por las fantasías ni por la
vida secreta de los demás, incluida la de su propia hija. Sin duda que Mirra no confió
mucho en él. Además, para su pragmática madre todas las experiencias internas inusuales
eran ‘desórdenes cerebrales’ que había que tratar sin más espera por el médico de familia.
Su vida interior consciente comenzó a los cinco años: «yo tenía cinco o seis años; a los siete
eso llegó a ser muy serio»9. Se sentaba en un pequeño sillón, hecho especialmente para ella.
Era un asiento acolchado muy pequeño, como se confeccionaban en aquella época,
recubierto con una tela azul grisácea estampada de flores […]. «Se sentaba y siempre
sentía esa Consciencia encima de la cabeza»10.
Existe una fotografía de Mirra a esa edad donde está de pie con una mano posada
sobre uno de los brazos de su pequeña silla. Allí es a donde se retiraba cuando la vida le
golpeaba, para sentir la agradable sensación de la luz de la Consciencia, tan placentera e
interesante. Prefería quedarse sentada en lugar de ir al circo con su padre. La Madre
también dijo que su sâdhanâ se inició cuando su madre estaba todavía encinta de ella:
«Cuando yo tenía cinco años, e incluso tres, ya era consciente. El comienzo tuvo lugar en
la matriz»11. Ya en varias ocasiones comentó que eligió a sus padres antes de su
concepción. Para comprender esto, uno debe aceptar el hecho de la reencarnación. Pues
como dijo Sri Aurobindo:
Una vez que el alma ha pasado por todas las experiencias necesarias en una vida se
retira mediante un proceso, que denominamos muerte; va a reposar a un mundo donde
asimila la esencia de la vida recién finalizada.
Cuando en el curso de su evolución ciertas almas han alcanzado un nivel requerido de
madurez o cuando descienden con una misión especial y se hallan capacitadas para elegir
las circunstancias de su renacimiento, en primer lugar, escoge a sus progenitores —más
específicamente a la madre— por la simple y elemental razón de que el cuerpo del alma
que ha de reencarnar se formará dentro de su ser físico y psicológico. Es como si desde su
mundo psíquico el alma localizase sobre la Tierra una especie de faro encendido; la
aspiración de la Madre le invita a que descienda.
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Recordemos el fuerte anhelo de Mathilde para que sus hijos fueran los mejores del
mundo. Considerando esto y el entorno familiar —sólidamente práctico y positivista,
además del vigor físico de Maurice— podemos adivinar algunas de las razones por las
que la Madre seleccionó a estos padres como sus instrumentos. La importancia prác-
tica de la elección se percibirá más claramente conforme se desarrolle su historia.
Había caído muy lentamente, como si hubiese sido transportada por el aire. Curiosamente no
había nada mental en ello; yo desconocía la existencia de estas cosas (ocultas). No sabía qué
fuese la meditación; meditaba sin tener la menor idea de lo que era; no sabía nada,
absolutamente nada. Mi madre consideraba todo esto como tabú. Decía: «Estos temas no deben
ser ni comentados, ya que conducen a la locura».
Yo practicaba el ocultismo cuando tenía doce años, pero debo deciros que nunca tuve miedo de
nada.
Ella lo advertiría muchas veces: «El temor no tiene cabida en el ocultismo; tenerlo es
incluso muy peligroso, ya que tal estado atrae a lo que se teme».
Las experiencias de Mirra aumentaban poco a poco en alcance e importancia. Cuando
tenía trece años, durante aproximadamente un año, solía salir de su cuerpo cada
noche:
Una vez que me había acostado, me parecía salir de mi cuerpo y elevarme directamente primero
por encima de mi casa y, a continuación, por la ciudad (París) a gran altura. En tales ocasiones
me veía llevando un magnífico vestido dorado, muy amplio para mi medida. Según iba
ascendiendo este vestido se ensanchaba y extendía en torno mío para formar algo así como un
tejado sobre la ciudad. Y a continuación veía salir de todas partes hombres, mujeres, niños,
ancianos, gente enferma y desgraciada; gentes que se refugiaban debajo del vestido desplegado
implorando ayuda. Contaban sus miserias, sus sufrimientos y sus privaciones. En respuesta, el
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vestido suave y sensible se prolongaba hacia cada uno de ellos, y tan pronto como lo tocaban,
quedaban reconfortados y sanados. Retornaban a sus cuerpos más felices y animosos que
cuando habían salido de ellos.
Nada me parecía más bello, nada podía hacerme más feliz. Todas las ocupaciones del día me
parecían aburridas, grises y sin vida real, comparadas con estas actividades de la noche, que
eran para mí la verdadera vida15[...]. ¿Cuándo y cómo llegué a ser consciente de una misión
que yo tenía que llevar a cabo sobre la Tierra? Es difícil de decir cuándo tuve este conocimiento.
Es como si yo hubiera nacido con ella, y a medida que se desarrollaban la mente y el cerebro,
también crecían la precisión y la plenitud de esta consciencia. Entre los once y los trece años
una serie de experiencias psíquicas y espirituales me revelaron no sólo la existencia de Dios,
sino la posibilidad del hombre de unirse a Él, de realizarlo integralmente en la consciencia y en
la acción; de manifestarlo sobre la Tierra en una vida divina. Esto, unido a una disciplina
práctica para su cumplimiento, me fue entregado por varios maestros, algunos de los cuales
encontré después en el plano físico, mientras mi cuerpo dormía. Más tarde, conforme proseguía
el desarrollo exterior e interior, la relación espiritual y psíquica con uno de estos seres se hacía
cada vez más nítida y frecuente; y aunque en esta época yo conocía muy poco las filosofías y
religiones hindúes, fui inducida a llamarle Krishna. A partir de este momento fui consciente de
que sería con él (a quien sabía que encontraría un día sobre la tierra) con quien realizaría la
obra divina16.
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LA LLAMADA
La gran aventura
Hay un momento en el que la vida, tal cual es, en el que la consciencia humana, tal
cual es, parece una cosa absolutamente imposible de soportar, esto crea una especie de
disgusto, de repugnancia; uno dice: ¡Ah no!, esto no es, esto no es, esto no puede ser,
esto no puede continuar. Pues bien, cuando se ha llegado a este punto, no hay más que
arrojar todo –el esfuerzo de uno, la fuerza de uno, toda la vida de uno, todo el ser de
uno– hacia esta oportunidad, si puede llamarse así, o para esta ocasión excepcional
que se ha abierto de pasar al otro lado. ¡Qué alivio colocar el pie sobre el nuevo
camino, ése que os llevará a otra parte! Merece la pena ir dejando atrás todas las cargas,
despojarse de muchas cosas para poder dar este salto. Es así como yo veo el problema.
En el fondo, ésta es la más sublime de las aventuras, y si uno tiene en sí, por
poco que sea, el verdadero espíritu de aventura, merece la pena arriesgar el todo por el
todo.
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Un viraje decisivo
EL VALOR DE LA EDUCACIÓN
Se sueña con milagros cuando uno es pequeño, cuando uno quiere que toda la maldad
desaparezca, que todo sea siempre luminoso, bello, feliz, se aman las historias que
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acaban bien. Es en eso donde hay que apoyarse. Cuando el cuerpo percibe sus
miserias, sus límites, es preciso establecer este sueño de una fuerza que no tuviera
límite, de una belleza que no adoleciese de fealdad, y de unas capacidades
maravillosas: se sueña en poder elevarse en el aire, en estar en cualquier parte donde
sea necesario, en restablecer el orden cuando las cosas van mal, en curar las
enfermedades; en fin, se tiene toda clase de sueños cuando uno es pequeño...
Generalmente, los padres o los educadores se dedican a arrojar agua fría sobre eso,
diciéndoos: «Oh, eso es un sueño, eso no es real». ¡Pero es justamente lo contrario lo
que debería hacerse! Es necesario enseñar a los niños así: «Sí, es eso lo que tú tienes
que intentar realizar, y no solamente eso es posible, sino plenamente realizable si
entras en relación con lo que, en ti, es capaz de eso. Es preciso que sea eso lo que dirija
tu vida, lo que la organice, lo que te haga desarrollarte en el sentido de la realidad
verdadera, que el mundo ordinario llama ilusión».
Sería preciso, en lugar de volver corrientes a los niños, con ese buen sentido
trivial, vulgar, que llegan a convertirse en un hábito inveterado y que hace que cuando
algo va bien, inmediatamente, en el ser, aparece la siguiente ocurrencia: «Oh, ¡eso no
va a durar!»; cuando alguien es amable, la impresión: «Oh, ¡eso va a cambiar!»; cuando
uno es capaz de hacer alguna cosa: «Oh, ¡mañana, yo no podría hacerlo tan bien!»...
Esto es como un ácido, un ácido destructivo en el ser, que arrebata la esperanza, la
seguridad, la confianza en la posibilidad futura.
Cuando un niño está lleno de entusiasmo, jamás arrojéis agua fría encima,
jamás le digáis: «Sabes, la vi-da no es así». Siempre es necesario alentarle, decirle: «De
acuerdo, las cosas no son todavía así, parecen despreciables, pero detrás, hay una
belleza que trata de realizarse. Es necesario que tú ames eso, que lo atraigas; que lo
hagas el sujeto de tus sueños, de tus ambiciones».
El arte de vivir
necesario años y años, años para aprender la cosa más simple, las cosas más
elementales: ser ellos mismos. (...)
Vivir de la mejor manera es un arte muy difícil, y a menos que se empiece a
estudiar eso y a hacer esfuerzos cuando se es niño y no se sabe muy bien todavía
hacerlo, es difícil aprenderlo. Simplemente el arte de conservar el cuerpo con buena
salud, el espíritu tranquilo y una buena voluntad en el corazón –que son cosas
indispensables para vivir decentemente (ya no digo bien, no digo notablemente, digo
solamente decentemente), pues bien, ¡no creo que haya mucha gente que se tome la
molestia de enseñar eso a sus hijos!
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POEMA SAVITRI
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