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El documento discute cómo vivir en un mundo de incertidumbre e inestabilidad. Explica que la vida moderna se caracteriza por la falta de continuidad y previsibilidad debido a la naturaleza cambiante de los mercados, la fuerza laboral y las lealtades de los clientes. Para sobrevivir en este mundo "líquido", las personas deben aceptar lo transitorio y construir planes a corto plazo en lugar de estrategias a largo plazo. Esto requiere una reflexión constante y la capacidad de adaptarse rápid
El documento discute cómo vivir en un mundo de incertidumbre e inestabilidad. Explica que la vida moderna se caracteriza por la falta de continuidad y previsibilidad debido a la naturaleza cambiante de los mercados, la fuerza laboral y las lealtades de los clientes. Para sobrevivir en este mundo "líquido", las personas deben aceptar lo transitorio y construir planes a corto plazo en lugar de estrategias a largo plazo. Esto requiere una reflexión constante y la capacidad de adaptarse rápid
El documento discute cómo vivir en un mundo de incertidumbre e inestabilidad. Explica que la vida moderna se caracteriza por la falta de continuidad y previsibilidad debido a la naturaleza cambiante de los mercados, la fuerza laboral y las lealtades de los clientes. Para sobrevivir en este mundo "líquido", las personas deben aceptar lo transitorio y construir planes a corto plazo en lugar de estrategias a largo plazo. Esto requiere una reflexión constante y la capacidad de adaptarse rápid
La incertidumbre no es una accidente en nuestras vidas. Es su roca basal, piedra angular de un
mundo líquido que, por ser tal, ha perdido su continente, su forma, su previsibilidad, su geografía. Ya no construimos sobre terreno consolidado, debemos incluir construcción antisísmica, prever sacudones y temblores que agitarán mercados hipersensibles y peligrosamente interconectados unos con otros. La fuerza laboral se está volviendo inestable y migrante. La pertenencia parece una categoría del pasado. Otro tanto con los clientes, quienes contemplan góndolas virtuales inagotables de proveedores que se cambian haciendo añicos toda expectativa de “fidelidad”, propia de los “amores sóidos”.
La dilusión de lo estable, nos conmina a vivir en la transitoriedad. Como dijera un famoso
pensador hace 170 años, “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, es decir, que lo único que permanece es lo transitorio, lo volátil. ¿Cómo se vive en transitoriedad? ¿Cómo se piensa el trabajo cuando el suelo que pisamos se rebela movedizo y frágil? Construir sobre la arena requiere elaborar el duelo por el anhelo de la piedra, pero también nos lleva a reconsiderar la arquitectura misma, el tipo de construcción, las dimensiones, el peso de la estructura, etc. Si el mundo de lo permanente se gestionaba trazando planes a largo plazo, planificando escenarios posibles y elaborando estrategias para abordarlos que luego se llevaban a cabo sobre la base de un universo estable, el de lo transitorio implica una fuerte disposición a un trabajo de reflexión permanente para elaborar futuros muy próximos, siempre sujetos a confirmación y rectificación. La práctica de lo transitorio vuelve imprescindible la construcción de horizontes cercanos de relativa previsibilidad en el marco de un contexto agitado y turbulento.