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TABLA DE CONTENIDO

Prólogo
Capítulo 1. Viaje a un Mundo Misterioso
Capítulo 2. El Mercenario Errante
Capítulo 3. Ariane, La Elfa
Capítulo 4. Operación: Liberación de los Elfos
Epílogo
Capítulo Extra. Diario de Lahki — El Comerciante, Parte I
Palabras Finales
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Prólogo
Un carruaje solitario, tirado por caballos, avanzaba por un camino
irregularmente pavimentado, flanqueado por un contingente de guardias
montados a caballo. El estruendo de los cascos de los caballos galopando
resonaba en la noche, sólo interrumpido por el sonido ocasional de las
piedras que rebotaban en las ruedas e impactaban en el cuerpo del carruaje.
Un sirviente se asomó por la ventanilla trasera del carruaje, mirando el
camino detrás de ellos. A la derecha había una extensa ribera; más allá, el
sereno resplandor anaranjado del sol poniente se reflejaba en la superficie
del Río Xpitol. A la izquierda se extendían suaves colinas inclinadas, en las
que se veían rebaños de animales pastando en la distancia. Los árboles y
otros arbustos bordeaban el camino de forma intermitente, proyectando
largas sombras en el suelo ante ellos.
Nada parecía fuera de lo común, y los únicos sonidos que se podían
escuchar eran el ruido de las ruedas y el galope de los caballos. Sin embargo,
los que estaban dentro del carruaje, y los guardias que viajaban junto a él,
estaban envueltos en un espeso y opresivo silencio, sin duda debido a la serie
de circunstancias extrañas con las que se acababan de encontrar.
El carruaje llevaba la marca de la familia Luvierte, miembros de la
realeza del Reino de Rhoden. Lauren Laraiya du Luvierte, la hija mayor de
la familia Luvierte, estaba sentada adentro, con una mirada pensativa en su
rostro mientras miraba pasar el paisaje a través de la ventana.
Lauren, una joven de apenas dieciséis años, tenía el pelo largo y castaño,
aunque su actual malestar parecía haberle quitado su habitual brillo y lustre.
Bajo sus largas pestañas se escondían unos efímeros y vacilantes ojos color
avellana, situados en lo más profundo de su delicado rostro. Iba vestida con
un hermoso vestido de seda azul claro, realzado por el rojo intenso de los
rayos del sol poniente proyectados a través de la ventana del carruaje.
Lauren había asistido a un baile nocturno organizado por la familia
Diento, sirviendo como representante de Luvierte. De camino a casa, una
banda de bandidos—al menos veinte según los recuentos de Lauren—la
había estado acechando. Nueve de sus guardias retrocedieron para contener

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los avances de los bandidos, aunque ya no podían ser visto. Ahora solo
quedaba el carruaje, su contingente de cinco guardias y un caballero.
La sirvienta que estaba sentada dentro del carruaje con Lauren era Rita
Farren, una criada que servía a la hija mayor de los Luvierte. Tenía el pelo
corto y pelirrojo con unos ojos verdes muy distintivos que proyectaban un
fuerte sentido de determinación. Rita se sentó tranquilamente junto a Lauren,
tomando la mano de la inquieta chica entre las suyas.
“Ya estamos a salvo, señorita. No veo a ningún perseguidor, y ya casi
estamos de vuelta en la ciudad”. Rita mantuvo la mirada de Lauren,
sonriéndole a la chica y acariciando su mano con la esperanza de
reconfortarla.
“Gracias, Rita. Tienes… tienes razón. Ya casi estamos en la finca de
Padre”. Lauren le sonrió y le devolvió la mano a Rita, aunque su ansiedad
continuaba.
De repente, el carruaje redujo drásticamente la velocidad y se escuchó
a los caballos relinchar ligeramente desde el exterior. El conductor del
carruaje abrió la pequeña ventanilla detrás de él y se dirigió a Lauren.
“Lo siento, señorita, pero los caballos no pueden seguir corriendo de
esta manera. Tendremos que avanzar a paso ligero el resto del camino”.
Los caballos habían galopado a toda velocidad para alejar el carruaje de
la emboscada de los bandidos. Ahora, al parecer, ya no podían mantener ese
ritmo. Incluso los caballos de los carruajes tenían sus límites, aunque la carga
sobre los caballos que transportaban a los guardias de Lauren debía haber
sido aún mayor.
Rita miró por la ventana del carruaje donde vio a un hombre de mediana
edad cabalgando junto a ellos, acariciando cariñosamente a su caballo. Su
nombre era Maudlin, uno de los caballeros de la familia Luvierte, quien
supervisaba el contingente de guardias que acompañaban al carruaje.
Aunque había nacido como campesino, el talento de Maudlin para la batalla
había sido descubierto a una edad temprana, y fue entrenado para convertirse
en caballero.
Maudlin se agachó y secó el sudor del cuello de su caballo con una
toalla. Como complemento a su pelo corto y a su bigote cuidadosamente
arreglado, su figura bien tonificada y musculosa podía verse incluso a través
de la ligera armadura que llevaba encima.

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“¿Cree que perdimos a los bandidos, sir Maudlin?” Rita asomó la
cabeza por la ventanilla del carruaje y miró hacia atrás mientras se dirigía al
caballero.
“Pocos de los bandidos tenían caballos, así que si no nos han seguido
hasta aquí, me atrevo a decir que deberíamos estar bien. Transmita el
mensaje a la señora”. Maudlin le mostró a Rita una amplia sonrisa entre
dientes con la esperanza de tranquilizarla.
“En ese caso, tal vez finalmente podamos respirar tranquilos”. La
expresión de Rita se relajó cuando dejó escapar el aliento que había estado
conteniendo. Luego dirigió su mirada hacia la carretera.
A un lado de la carretera había un denso grupo de árboles. Al otro, las
colinas inclinadas parecían estar aún más cerca. La sola visión de aquello
dejó a Rita con una indescriptible sensación de estar confinada. Sus cejas se
entrecerraron y los músculos de su nuca se tensaron.
Al darse cuenta de la expresión de Rita, Maudlin también comenzó a
escanear la escena frente a ellos. Pareció detectar algo, pero antes de que
pudiera pronunciar alguna palabra, una andanada de flechas atravesó el aire
hacia ellos. El conductor del carruaje gritó cuando dos flechas lo golpearon
en el pecho.
En el mismo momento, una de las ruedas del carruaje chocó contra una
piedra, enviando el cuerpo del conductor fuera de su asiento. Rita, que había
estado observando a través de la ventana, fue arrojada de nuevo al piso del
carruaje. El cuerpo sin vida del conductor quedó atrapado en las ruedas del
carruaje, lo que provocó que se detuviera.
Otra andanada de flechas voló desde el bosque, esta vez golpeando a
dos de los guardias.
“Maldita sea, ¡¿otra emboscada?! ¡Esto no puede estar pasando!”
El sonido de los cascos galopando inundó la escena cuando seis
bandidos montados subieron a la colina y se lanzaron al ataque. Acortaron la
distancia con los guardias de Lauren, cuyas espaldas estaban expuestas
mientras se defendían de la avalancha de flechas, despachando rápidamente
a dos que habían sido heridos por la andanada de flechas, junto con un
tercero.
Un bandido galopó hacia Maudlin, a pesar de que un caballero utilizó
su espada para derribar al jinete de su caballo. Maudlin vio a dos hombres
salir corriendo del bosque y acercarse al carruaje.

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“¡Señorita Rita, tome las riendas!”
De vuelta a la realidad por el sonido de la voz de Maudlin, Rita se
apresuró a salir del carruaje. Encontró el cuerpo del conductor tendido entre
las ruedas delanteras y traseras, así que lo empujó más hacia abajo del
carruaje para evitar que se enganchara en las ruedas traseras. Cuando estaba
a punto de subir al asiento del conductor, empapado de sangre, una mano
agarró bruscamente su uniforme de sirvienta por detrás y la tiró al suelo con
fuerza.
La espalda de Rita se estrelló contra el suelo con un golpe seco que le
hizo expulsar el aire de sus pulmones provocándole un ataque de tos mientras
jadeaba. En el límite de su visión, fue testigo de cómo rodeaban y mataban a
otro guardia. También vio a un bandido—probablemente el que la había
arrojado al suelo—de pie junto a ella con una burda sonrisa en el rostro.
“¡Grwaaaaah!”
Justo en ese momento, Rita escuchó a un hombre gritar de dolor..
Cuando miró hacia la fuente del grito, se encontró con una visión que
desafiaba toda lógica: Uno de los guardias había apuñalado a Maudlin en la
espalda, justo donde se unían las placas de su armadura.
Maudlin rugió, y el odio que sentía por el hombre que estaba detrás de
él se reflejó en su expresión contorsionada. “¡¿Causdah?! ¿Por qué?, tú,
¡traidor…!” Levantó su espada al mismo tiempo que se giraba, dispuesto a
abatir al guardia desleal que le había apuñalado por la espalda. Sin embargo,
Causdah se limitó a sonreír mientras chocaba su propio caballo con el de
Maudlin, enviándolos al suelo por la fuerza del impacto.
Un hombre apuesto—o al menos, tan apuesto como podían ser los
bandidos—se acercó a toda prisa en su caballo. Al desmontar frente al
caballero caído, corrió el resto del camino a pie y apuñaló a Maudlin en el
cuello. La sangre salpicó por todas partes, tiñendo de rojo la tierra bajo el
caballero.
“Ve a sacar a la dama del carruaje y sé amable con ella mientras lo
haces”.
Los dientes amarillos del apuesto bandido brillaron a través de su mueca
mientras les daba órdenes a los demás. El hombre tenía la mandíbula
cuadrada y el pelo largo y desaliñado atado en la espalda. La barbilla y el
cuello apenas se veían a través de la barba indómita. Sus brazos estaban

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adornados con varias cicatrices antiguas y, en su mano, sostenía una gran
espada curva. Era claramente el líder de los bandidos.
Al escuchar las órdenes de su jefe, los otros bandidos desmontaron de
sus caballos al unísono y corrieron hacia el carruaje. Abrieron la puerta y
sacaron a Lauren aterrorizada de su asiento.
“¡Eeeek! ¡Suéltame!”
Lauren se resistió con todas sus fuerzas, pero dos hombres le sujetaron
los brazos, incluso cuando giró su cuerpo en un intento de liberarse. Otros
dos hombres agarraron a Rita y la arrastraron.
El líder de los bandidos les gritó a los hombres que sujetaban a Lauren:
“¡Será mejor que no les rasguen la ropa cuando se la quiten! ¡Nos darán una
buena ganancia cuando los vendamos!”
Uno de los hombres se giró hacia el líder mientras le quitaba el vestido
a Lauren. “Puedo jugar con ella, ¿verdad, jefe? Vamos a matarlas de todos
modos”.
“¡Qué estás diciendo, idiota! Yo seré el primero, ¡y todos ustedes se
quedarán con lo que quede!”
La expresión de Causdah se nubló de indignación al escuchar esto. “¡E-
espera un minuto! ¡Yo las traicioné, así que debería ir primero!”
Los ojos del líder se iluminaron de ira ante la réplica de Causdah.
Luego, clavó fríamente su espada curva en la boca del ex guardia.
“¡Gyaugh!” Causdah emitió un sonido ahogado cuando la espada salió
despedida de la parte posterior de su cabeza. Los otros bandidos sonrieron
venenosamente al verle caer al suelo como una marioneta a la que se le
habían cortado los hilos.
“De todos modos, nunca planeé darte una parte”, escupió el líder
mientras pateaba al hombre encorvado en el suelo. Un sonido horrible estalló
cuando el cráneo de Causdah se rompió y su cuello se retorció.
Lauren, que había estado observando cómo se desarrollaba todo, soltó
un pequeño grito. Un charco amarillo apareció debajo de la joven, ahora
despojada de todo, excepto su corsé y sus bragas.
Uno de los bandidos que la sujetaba se dio cuenta. “¡Parece que la
pequeña dama acaba de ensuciarse!”
Al escuchar esto, el resto de los hombres se echó a reír.

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“¡En ese caso, me encantaría quitarle la ropa interior sucia!” El líder se
acercó y le quitó las bragas sucias a Lauren de un solo tirón. Los hombres
miraron lascivamente cuando el húmedo cabello castaño de Lauren quedó a
la vista.
“¡No! ¡Déjame ir! ¡Rita! ¡¡¡Riitaaaa!!!”
Lauren se agitó frenéticamente para evitar la mirada de los hombres,
moviendo sus piernas para liberarse. El líder ordenó a uno de sus hombres
que la agarrara por las piernas mientras él se bajaba los pantalones,
exponiéndose ante ella.
“¡Suéltala ahora mismo! ¿Sabes lo que te harán?” Incapaz de aguantar
más a los rufianes, Rita les gritó a los hombres mientras la sujetaban. Sus
esfuerzos, sin embargo, sólo hicieron que se rieran con más fuerza.
“Será mejor que no te preocupes por ella”, respondió uno de los
hombres que la sujetaba. “¡Tú tienes tus propios problemas!”
Agarró su uniforme de sirvienta y empezó a desgarrarlo, dejando a la
vista la ropa interior y los pechos de Rita. Después de apretar y manosear su
pecho expuesto, el bandido tiró a Rita al suelo.
“Vamos a asegurarnos de que tú y la señorita se sientan muuuuy bien.
¡Gajajaja!”
Rita podía oler el hedor del aliento del hombre mientras él se reía,
bajándose sus propios pantalones. Pudo ver a Lauren frente a ella, con los
brazos inmovilizados contra el suelo por dos bandidos, mientras otro hombre
le sujetaba una de las piernas. El líder de los bandidos se inclinaba sobre ella,
a punto de colocarse entre los muslos de la chica.
Envueltas por los sonidos de risas ensordecedoras, y sin nadie que las
salvara, Rita y Lauren no podían hacer nada más que gritar y llorar, rezando
a los dioses para que las ayudaran.
Entonces, una enorme sombra se cernió sobre los bandidos. Un
caballero apareció justo detrás del líder de los bandidos mientras se tumbaba
encima de Lauren.
El caballero estaba cubierto de pies a cabeza con una reluciente
armadura plateada decorada con exquisito cuidado con detalles blancos y
azules. A su espalda llevaba una capa ondulada tan negra como la noche
misma, casi como si hubiera sido arrancada directamente del cielo. Su rostro
estaba completamente cubierto por el casco, y la única abertura de su

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máscara era un visor negro que ocultaba cualquier emoción que pudieran
contener sus ojos. En su mano derecha sostenía una enorme espada larga que
emitía una espeluznante luz azul. Se parecía al tipo de Caballero Sagrado del
que se habla en las leyendas.
Rita no podía comprender lo que acababa de aparecer ante sus ojos.
Sin dudarlo ni un instante, la espada del caballero parpadeó, enviando
una ráfaga de luz que parecía cortar el aire, justo entre el líder de los bandidos
y el otro hombre que sujetaba la pierna de Lauren. El caballero dio un gran
paso adelante y siguió con un tajo horizontal, enviando otra ráfaga de luz que
desapareció entre los dos hombres que sujetaban los brazos de Lauren.
Todo terminó en un instante.
La mitad superior del líder de los bandidos se separó del resto de su
cuerpo. El hombre que estaba a su lado, que había estado sujetando la pierna
de Lauren, tenía ahora el cuello cortado, con la cabeza rodando hacia el suelo
y mirando al sol poniente. A los hombres que habían estado sujetando sus
brazos les faltaba ahora la mitad de la cabeza. Los chorros de sangre brotaron
como fuentes, salpicando la hierba a su alrededor, pintando la escena, ya
cubierta por el sol, de un tono color vino aún más intenso.
La mitad superior del líder de los bandidos cayó sobre Lauren. Ella gritó
mientras lo apartaba frenéticamente de una patada hacia un lado. La mitad
inferior chorreaba sangre como un pozo desbordado, formando un lago
carmesí en el suelo.
Los dos hombres que habían estado con Rita—uno de los cuales seguía
a horcajadas sobre ella, con su miembro expuesto mientras el otro la
sujetaba—se dieron cuenta por fin de que algo andaba mal.
“¡Wauugh! ¡Es un fa-fantasma”.
Los dos bandidos restantes se apresuraron a escapar. Sin embargo, el
hombre a medio vestir se estrelló contra el suelo junto a Rita cuando sus
piernas se enredaron en sus pantalones. Lo siguiente que supo Rita fue que
el caballero bajó su espada y empaló al hombre, dejándolo pegado a la tierra
como una rana ensartada. El caballero de plata sacó su espada del hombre
muerto y apuntó al camarada del hombre que escapaba.
“¡Corte de Wyvern!” Una voz profunda y apagada resonó desde el
interior del yelmo cuando el caballero de plata dio un repentino paso
adelante, blandiendo su enorme espada en un tajo horizontal.

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Ante los ojos de los espectadores, parecía que simplemente había
blandido su espada en el aire mientras el hombre que escapaba seguía
huyendo. Sin embargo, instantes después, el hombre cayó donde se
encontraba, con su cuerpo dividido en dos mitades, cortado limpiamente a la
altura de la cintura.
En el transcurso de tres parpadeos, todo el grupo de bandidos había sido
reducido a un montón de carne.
El caballero sacudió suavemente la sangre de su espada y la deslizó de
nuevo en la funda atada en la parte posterior de su armadura. Se dirigió a las
dos mujeres, con una voz desapasionada que salía de lo más profundo del
yelmo cubierto por el visor.
“¿Están bien?”
El sol poniente se reflejaba en la armadura del caballero plateado,
haciendo que pareciera que estaba completamente envuelto en llamas.
Lauren y Rita se olvidaron por completo de su propio estado de desnudez
mientras miraban fijamente al caballero.

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Capítulo 1
Viaje a un Mundo Misterioso

Cuando volví en sí, no sabía dónde estaba ni qué hacía allí.


Colinas cubiertas de hierba se extendían a mi alrededor. El sol aún
estaba en lo alto del cielo, así que debía de ser un poco más del mediodía. El
viento soplaba a través del vasto mar verde, creando olas sobre la hierba que
fluían hacia la roca en la que estaba sentado. La brisa traía consigo el aroma
de la vegetación fresca y la tierra húmeda. Detrás de mí, podía escuchar el
viento susurrando a través del bosque mientras se movía entre las árboles.
Me levanté de la roca y observé la amplitud de la zona que tenía ante
mí. Dado que he vivido en la ciudad la mayor parte de mi vida, rara vez me
había encontrado con una escena tan tranquila. Lo único que podía hacer era
quedarme allí y asimilarlo todo.
Fue entonces cuando finalmente noté mi cuerpo.
Estaba cubierto de pies a cabeza con una armadura blanca y plateada,
acentuada con exquisitos detalles azules y blancos. Una armadura tan
impresionante solía estar reservada a los caballeros que se leían en los
cuentos de hadas. Mi capa, negra como la noche, se agitaba con el viento. Su
recubrimiento brillaba ligeramente, haciendo que pareciera que la tela había
sido arrancada directamente del cielo lleno de estrellas. En mi espalda había
un gran escudo redondo decorado con un elaborado diseño y, debajo, una
funda que contenía una enorme espada de dos manos que emitía un aura
misteriosa.
A pesar de que mi aspecto era bastante diferente al habitual, me
resultaba bastante familiar mi apariencia. Lo último que recordaba era que
estaba jugando a un juego online y que me había quedado dormido delante
de la computadora, algo que hacía a menudo.
Lo siguiente que recuerdo es que me había despertado en este lugar
como Arc, mi personaje del juego.

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“¡¿Qué está pasando?!” Grité con todas mis fuerzas. La voz que
resonaba en mi casco era mucho más grave que la mía.
Teniendo en cuenta lo desolado que era el lugar, no esperaba
exactamente una respuesta. Sin embargo, no pude reprimir el deseo de gritar
algo, cualquier cosa, lo que fuera.
Por capricho, saqué la espada de la funda que llevaba a la espalda. Era
una espada de doble filo que emitía una luz azul pálida, reflejando los rayos
del sol. La hoja medía al menos cien centímetros de largo y era bastante
ancha, lo que le daba un aspecto imponente. Levanté la espada a la altura de
los ojos y lancé un poderoso tajo hacia abajo.
“¡Whoa!” grité de nuevo.
Era tan increíblemente ligera que apenas podía creer que el objeto que
sostenía fuera realmente una espada de metal. Su peso desafiaba mis
expectativas, y pude blandirla con facilidad repetidas veces.
A continuación, intenté blandir la espada con una sola mano. A pesar
de llevar una armadura, mi cuerpo se sentía ligero, lo que me permitía
moverme con elegancia, sin que la armadura me estorbara.
“¡Corte de Wyvern!” Grité el nombre de un ataque del juego mientras
blandía la espada.
La hoja liberó una ráfaga de energía directamente hacia el bosque. Un
momento después, un árbol con un tronco tan ancho como un niño comenzó
a caer, haciendo un sonido de crujido en su camino hacia abajo mientras sus
hojas rozaban los árboles a su alrededor. Los pájaros que anidaban en las
ramas circundantes salieron volando y, un momento después, el árbol cayó
al suelo con un ruido sordo.
“Supongo que esto es realmente real…”
Finalmente comencé a calmarme, aunque todavía no tenía idea de lo
que realmente estaba pasando. Todavía algo somnoliento, consideré la
posibilidad de que todo esto pudiera ser un sueño. Después de todo, aquí
estaba yo, un Caballero Sagrado equipado con el armamento y la armadura
del personaje del juego con el que había estado jugando hace algunos
momentos.
Esta armadura de color blanco plateado de clase mítica que llevaba
puesta era de la serie de Armaduras Sagradas de Belenus, que sólo podían
llevar los Caballeros Sagrados. Compuesta por cinco piezas—cabeza, torso,

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brazos, cintura y piernas—la armadura disminuía los ataques de luz y fuego
a la mitad, restablecía mi salud a intervalos regulares, además de aumentar
la defensa y el poder de ataque. Era bastante poderosa.
Además, la capa que ondeaba con el viento detrás de mí era la Capa del
Crepúsculo, también de clase mítica. Además de reducir el efecto de los
ataques oscuros, también restauraba mi magia a intervalos regulares.
Adjunto a mi espalda estaba el escudo de clase mítica, el Escudo
Sagrado de Teutates. No sólo ofrecía una estadística alta de defensa, sino que
su resistencia a los efectos de estado aumentaba con cada nivel que ganaba.
Muchos usuarios criticaron las estadísticas increíblemente altas de los
artículos defensivos de los Caballeros Sagrados, lo que llevó a los
desarrolladores del juego a realizar algunos cambios.
Sin embargo, en lugar de cambiar las estadísticas de los artículos,
decidieron (curiosamente) hacer que los Caballeros Sagrados no pudieran
equipar accesorios. Con esta restricción en la modificación de sus
habilidades, el ya limitado número de jugadores de Caballeros Sagrados
comenzó a disminuir. Hoy en día, son increíblemente raros.
Lo último de mi equipo era mi espada de dos manos, la Espada Sagrada
del Trueno de Caladbolg. Contaba con una elevada estadística de ataque y
proporcionaba una mejora de agilidad. Cada arma de clase mítica venía con
sus propias habilidades de ataque, pero en realidad se trataba de mejoras
adicionales al resto.
Tras enfundar la espada en mi espalda, levanté la mano derecha hacia
el cielo e invoqué Fuego. Al igual que en el juego, una llama envolvió mi
mano derecha y empezaron a salir bolas de fuego de mi puño.
En realidad no. Esto no era exactamente como el juego.
Sabía con certeza que mi clase principal era Caballero Sagrado y que
mi subclase se había establecido como Sacerdote antes de irme a dormir.
Fuego era una habilidad básica de Mago, y Corte de Wyvern era la habilidad
de Caballero de nivel medio. Si esto fuera como el juego, no debería poder
usarlas con esta configuración de clase.
Entonces, ¿por qué podía usar las habilidades de Mago y de Caballero?

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Todavía sin estar seguro de si se trataba de un sueño increíblemente
realista, me golpeé el casco. Sin embargo, no estaba más cerca de despertar.
Fue entonces cuando me obligué a formular la pregunta que tanto temía: ¿Y
si esto no fuera un sueño, ni siquiera un juego, sino la realidad?
La idea misma parecía absurda, incluso para mí, pero a medida que
asimilaba lo que tenía ante mí, con mis cinco sentidos proporcionando
información adicional, empecé a dudar de que fuera un sueño. Todo parecía
demasiado real.
Si esto no era un juego, entonces eso podría explicar por qué podía
utilizar todas las técnicas que había aprendido, independientemente de los
cambios de clase. Después de todo, no era como si un practicante de judo
perdiera su capacidad de utilizar todas las técnicas de judo que había
aprendido en el momento en que comenzaba a practicar boxeo.
En ese caso, me preguntaba si eso significaba que podía utilizar las
habilidades de clase superior que había aprendido.
Antes de convertirme en Caballero Sagrado, una clase de nivel superior,
había subido previamente de nivel otras nueve clases. Para convertirme en
Caballero Sagrado, necesitaba tener las clases de nivel superior de
Invocador, Caballero Sagrado y Sacerdote. Para conseguirlas, necesitaba las
clases de nivel intermedio Magus, Caballero y Obispo. Para ello, necesitaba
las clases de nivel básico de Mago, Soldado y Monje. Después de esas nueve
clases, el Caballero Sagrado era la décima.
No aprendí todas las habilidades de cada clase, pero aun así había
adquirido una gran cantidad de técnicas.
Con todas estas habilidades a mi disposición, podría ser capaz de
sobrevivir en este mundo desconocido. El hecho de no estar limitado a mi
clase principal sería de gran ayuda.
Para ser honesto, la clase Caballero Sagrado era básicamente una carta
de amor de los desarrolladores. La única habilidad disponible era la de
Esgrima del Caballero Sagrado, pero permitía equipar una espada de dos
manos en una sola, y daba bonificaciones de ataque adicionales si se
equipaba una en las dos. Con sus amplias opciones de equipamiento y sus
elevadas estadísticas de ataque y defensa, la clase parecía perfecta para hacer
de tanque.
Desafortunadamente, era difícil de usar como clase principal, ya que
carecía de la capacidad de atraer enemigos.

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Lo que me atrajo fue el sentimentalismo y el propio nombre de
Caballero Sagrado. Al haber pasado por todo el esfuerzo para conseguir esta
clase principal, sentí cierta afinidad por ella. Aunque, incluso yo tenía que
admitir que era difícil de usar. Pero, por otro lado, la clase era ciertamente
más que poderosa para ganar en una pelea directa sólo con las armas, sin
necesidad de técnicas especiales.
Exhalé lentamente mientras pensaba en esto. Me di cuenta de que no
podía seguir perdiendo el tiempo en la cima de esta colina. Necesitaba
encontrar una persona, un pueblo, algo . Empecé a pensar en lo que haría a
continuación.
Aunque me encontraba en esta situación imposible, estaba un poco
orgulloso de lo tranquilo que estaba.
Invoqué otro hechizo, tal y como había hecho antes. Esta vez se trataba
de Puerta Transportadora, una habilidad mágica de apoyo de la clase Magus,
la cual hizo que apareciera a mis pies una columna de luz azul pálido de tres
metros de ancho. Este hechizo permitía a los jugadores transportarse
instantáneamente a cualquier ciudad que hubieran visitado previamente.
En el juego, normalmente aparecía un aviso en el que se podía
seleccionar el nombre de la ciudad a la que se quería trasladar. Sin embargo,
el espacio frente a mí permanecía en blanco. Pensé por un momento en lo
que debía hacer. De repente, el mundo que me rodeaba se oscureció. Al
momento siguiente, me encontré con la misma escena que había visto hace
unos momentos. Mirando a mis pies, supuse que había avanzado unos tres
metros. Parecía que el hechizo no iba a funcionar sin que yo tuviera en mente
una imagen clara de adónde quería ir.
No estaba seguro del lugar en el que me encontraba en este mundo, así
que quizás no podría viajar muy lejos. No era como si conociera otras zonas
además de la actual.
“Bueno, esto apesta”, murmuré mientras miraba hacia el cielo.
Aunque puede que haya otras opciones. Golpeé mi puño en mi palma
abierta mientras recordaba una habilidad de desplazamiento diferente que
podía utilizar: Paso Dimensional, una habilidad complementaria de la clase
Mago. Después de ejecutar la habilidad, los jugadores podían trasladarse a
cualquier lugar de su elección con un clic del mouse. Esta habilidad, que se
utiliza a menudo al principio del juego para salir del alcance de los ataques
de área de efecto de los enemigos o para escapar rápidamente de las hordas
de enemigos, se volvió prácticamente inútil a mediados del juego. El área de

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efecto de los ataques de los monstruos grandes y de los jefes era simplemente
demasiado grande para escapar. La habilidad sólo era útil para cambiar de
posición o para consumir PM mientras se avanzaba por la pantalla.
Me concentré en el lugar delante de mí y ejecuté Paso Dimensional. Un
instante después, el mundo que me rodeaba empezó a cambiar. Al mirar por
encima de mi hombro, pude ver el lugar en el que había estado hace unos
instantes; estaba bastante lejos, quizá a unos 500 metros más o menos.
En el juego, la habilidad sólo permitía teletransportarse hasta el borde
de la pantalla. Sin embargo, en el mundo real, el hechizo me permitía viajar
instantáneamente a cualquier lugar que pudiera ver. Resultaba muy cómodo
poder volar como un esper sin tener que colocarme una perla en la cabeza
cada vez. Además, el corto tiempo de recarga entre usos lo convertía en un
hechizo de desplazamiento bastante útil. [Nota Traductor: Esper—un
individuo capaz de usar telepatía u otras habilidades paranormales]
Alterné entre esperar a que el hechizo se recargara y utilizar el Paso
Dimensional para teletransportarme. Mi estado de ánimo empezó a mejorar
a medida que avanzaba.
El día avanzaba y el cielo comenzó a adquirir un brillo carmesí a medida
que el sol se acercaba cada vez más al horizonte. Asumiendo que el sol estaba
al oeste de mí, eso significaba que estaba viajando hacia el suroeste.
A medida que avanzaba de una colina cubierta de hierba a la siguiente,
apareció un gran río. Me teletransporté a la orilla del río y miré hacia el otro
lado. El río parecía tener unos 200 metros de ancho. El único sonido era la
suave corriente del agua, cuya superficie cristalina reflejaba el intenso brillo
anaranjado del sol poniente. El agua del río era clara, lo que me permitía ver
sus profundidades, donde podía ver bancos de peces nadando.
Supongo que ya es hora de que me tome un descanso y beba algo, pensé
mientras me desabrochaba el casco de la armadura.
Ahora que lo pienso, es un poco extraño que no sienta nada de peso—
ni siquiera de calor—de la armadura, a pesar de estar completamente
envuelto en metal. Con eso en mente, me incliné sobre la superficie del agua.
Mi cara… estaba completamente blanca.
“Qué demo…” Las palabras escaparon de mis labios antes de ser
rápidamente ahogadas por los sonidos del burbujeante río.

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Miré directamente a la cara que me miraba desde el río. Bueno, eso no
fue del todo exacto. No había ojos en mi reflejo. Tampoco había nariz, ni
siquiera piel.
Llamas de color azul claro parpadeaban en las profundidades de un par
de cuencas oscuras y sin ojos, que me devolvían la mirada sin emoción. El
esqueleto reflejado en la superficie del agua llevaba la misma exquisita
armadura que yo.

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Se me había olvidado por completo. Si mis habilidades aquí hubieran
sido tan limitadas como en el juego, probablemente me habría dado cuenta
antes. Sin embargo, sin este recordatorio, había olvidado por completo con
qué avatar estaba jugando.
Mi avatar habitual en el juego se basaba en un humanoide que había
personalizado hasta el último detalle. El sistema permitía a los jugadores
hacer todo tipo de personalizaciones a su apariencia, incluso inventar tu
propia especie. Se podía dotar al avatar de orejas alargadas para convertirlo
en un elfo, o de una nariz parecida a la de un cerdo para convertirlo en un
orco, por nombrar algunas.
Por una cierta cantidad, se podía acceder a más personalizaciones de
avatares, una de las cuales era un avatar esquelético.
Mis amigos me habían criticado por elegir una personalización sin
sentido. Puede que fuera un avatar de paga, pero no era como si alguien
pudiera verlo, ya que estaba cubierto por una armadura.
Ni siquiera yo me había dado cuenta hasta que me quité el casco y vi mi
reflejo en el agua…
Negué con la cabeza y traté de aclarar mis pensamientos para volver a
concentrarme, aunque el impacto fue más emocional que otra cosa. Me
sorprendió lo tranquilo que seguía estando, aunque eso me proporcionó algo
de consuelo considerando la situación en la que me encontraba.
Esto va a ser un problema bastante grande, pensé.
No había forma de que pudiera quitarme el casco delante de la gente,
no con este aspecto. Alguien podría pensar que soy una especie de monstruo
y podría intentar matarme.
Tampoco estaba seguro de cuál era mi nivel de fuerza en este mundo.
Teniendo en cuenta que mi aspecto en el juego se había trasladado aquí, era
casi seguro que había otros monstruos por ahí que se habían trasladado
también—monstruos a los cuales no podría derrotar solo.
Miré a mi alrededor mientras el impacto de la situación empezaba a
asentarse. Por lo que podía ver, no había nada más que una extensión serena
frente a mí. No vi nada que pudiera suponer una amenaza. Saber que tenía
un hechizo como Paso Dimensional para escapar de cualquier peligro al
menos me reconfortaba un poco.

26
Pero ahora necesitaba pensar en mi siguiente paso.
Decidí que debía pasar desapercibido y tratar de no destacar. Esa era
realmente mi única opción. Teniendo en cuenta mi aspecto bajo la armadura,
no me parecía una buena idea acercarme a ninguna zona poblada. Por otro
lado, no era como si pudiera deambular durante el resto de mis días,
escondiéndome en un mundo del que no sabía nada. Tal vez no necesitaría
quitarme la armadura de inmediato, ni siquiera en zonas pobladas. Pero
incluso si ese fuera el caso, la armadura en sí era demasiado extravagante;
llamaría mucho la atención por sí sola. Y, de nuevo, no era como si pudiera
quitármela sin más.
Lo único que realmente tenía en este mundo—un mundo del que ni
siquiera sabía el nombre—era mi armadura y mis armas. Había perdido todos
los objetos del juego y el dinero. Así que, ante todo, tenía que encontrar la
forma de empezar a ganar dinero y de establecer algún tipo de estilo de vida.
Podía sentir que mi cabeza se calentaba cuanto más pensaba, así que la
metí en el río. El agua fría empezó a refrescarme de inmediato al pasar por
mi cráneo expuesto.
Dudando, bebí un trago. Pude sentir cómo el agua bajaba por mi
garganta y se extendía por todo mi cuerpo. Sin embargo, cuando me llevé la
mano a la garganta, sólo sentí las vértebras que formaban mi cuello.
¿Cómo podía un esqueleto beber agua y a dónde se dirigía? ¿Y cómo
era capaz de saborearla?
Pensé que era mejor no preocuparse por las cosas pequeñas en este
momento. Podía sentir que mi cabeza comenzaba a sobrecalentarse de nuevo.
En primer lugar, tenía que recomponerme y empezar a buscar un pueblo
o una ciudad. Si seguía la corriente del río, seguramente encontraría algún
tipo de asentamiento humano.
Tomé mi casco de debajo de mi brazo y lo volví a poner en mi cabeza,
reanudando mi viaje con Paso Dimensional.
Había una carretera que bordeaba el río, así que supuse que no podía
estar lejos de un asentamiento o de algo parecido. Ni siquiera en mis
momentos más caritativos podría decir que el camino fuera bonito, ni
siquiera que estuviera bien cuidado. Consistía principalmente en tierra
compactada, y podía ver dónde habían pasado los carros por los surcos
grabados en el suelo. A juzgar por el camino y el entorno que lo rodeaba, la
civilización que vivía en estos lugares no parecía estar muy avanzada.

27
Mientras seguía utilizando Paso Dimensional para viajar río abajo, en
paralelo a la carretera, divisé un carruaje tirado y varios caballos parados a
su alrededor. Debería haberme entusiasmado por encontrarme por fin con
gente de este mundo, pero había algo en la situación que me resultaba muy
desconcertante.
Me transporté a un lugar por encima de la escena con un buen punto de
vista, donde podía observar el carruaje y sus alrededores.
Vi que una figura corpulenta vestida con una armadura de cuero
apuñalaba a otro hombre—uno de los guardias del carruaje, al parecer—
directamente en la boca. A su alrededor, otros cinco hombres que parecían
ser guardias yacían inmóviles en el suelo. También había unos cuantos
hombres desaliñados, tirados entre ellos. El hombre corpulento que había
apuñalado al guardia y otros cinco hombres vestidos con ropas similares—
mercenarios, bandidos o algo parecido—eran todo lo que quedaba. También
había dos mujeres, a las que los bandidos trataban con rudeza.
A juzgar por las miradas—y las sonrisas lascivas—que los bandidos le
dirigían a estas mujeres, era evidente el rumbo de la situación.
Toda la escena reforzó aún más mi impresión de que me encontraba en
un mundo claramente poco moderno. Todavía se utilizaban caballos y
carruajes como medio de transporte, y la ropa de los hombres parecía sacada
directamente de una obra de teatro medieval. Lo que es más, estaban
matando gente casualmente con espadas en medio del día.
Pero, pensé mientras miraba mi reluciente armadura con un suspiro,
otros probablemente dirían lo mismo de mí.
Las risas alegres y los gritos de los bandidos desgarrando la ropa se
mezclaban con los gritos y las súplicas de las mujeres inmovilizadas.
No podía quedarme de brazos cruzados. Pero para salvar a estas
mujeres, tendría que enfrentarme a seis bandidos, y ya los había visto matar
sin dudar. No era como si pudiera simplemente caminar y decirles que se
detuvieran.
Suponiendo que tuviera la misma fuerza y habilidades que en el juego,
estaba seguro de que podría enfrentarme a ellos en una pelea directa. Pero
no tenía ni idea de si era más fuerte—o incluso más débil—que en el juego.
Si era más débil, bueno, todo podría terminar para mí en el momento en que
entrara en la batalla. En cualquier caso, si quería asegurar mi victoria, tendría
que trazar un plan y tomarles la delantera.

28
En primer lugar, tenía que eliminar el mayor número posible de
bandidos en mi ataque inicial. Esperaba que las probabilidades estuvieran a
mi favor. Después de todo, los ataques realizados justo después del Paso
Dimensional eran un golpe mortal casi instantáneo; en el juego, al menos.
El paso más básico de toda buena estrategia era eliminar primero al
enemigo más poderoso. Mi objetivo era el hombre corpulento que se estaba
bajando los pantalones. Su trasero estaba orientado hacia mí, y estaba justo
en mi línea de visión.
Saqué mi espada de su funda. Aunque yo no fuera capaz de usarla con
delicadeza, la Espada Sagrada del Trueno de Caladbolg, de clase mítica, no
debería tener problemas para funcionar aquí, sobre todo teniendo en cuenta
el poder que había demostrado antes cuando atravesó aquel árbol de un solo
tajo.
No, no puedo preocuparme por cosas como la delicadeza en este
momento. Esos lujos estaban reservados para los soldados experimentados.
Respiré profundamente y apreté la espada con fuerza en mi mano. Esta
gente era asesina. No había necesidad de dudar. Todavía sin creer del todo
la situación en la que me encontraba, incliné la cabeza hacia un lado y centré
mi mirada en el hombre corpulento.
En el siguiente instante, utilicé el hechizo de transportación Paso
Dimensional para teletransportarme detrás del grupo de bandidos al mismo
tiempo que balanceaba mi espada hacia sus espaldas desprotegidas.
El ataque sorpresa fue un gran éxito. Uno abrumador, de hecho.
Antes de que se dieran cuenta de mi presencia, cuatro de los bandidos
ya habían sido eliminados de la pelea. Cuando los dos restantes intentaron
correr, los acabé sin esfuerzo. Originalmente no tenía la intención de matar
a los bandidos que escapaban, pero cuando fui arrastrado por el flujo de la
batalla y vi a los hombres darse la vuelta y correr, mi cuerpo se movió antes
de que mi mente tuviera la oportunidad de ponerse al día.
A menudo se escucha decir que mostrarle la espalda a un oso lo incita a
atacarte, pero esta experiencia me hizo preguntarme si el fenómeno se
limitaba a los osos. Hasta el día de hoy, nunca me habría imaginado que
pudiera derribar a un hombre utilizando Corte de Wyvern. Aun así, no sentí
ninguna reacción física o emocional fuerte por haber tomado vidas humanas.
Al fin y al cabo, fue para salvar a las mujeres.

29
¿Fue esto debido a mi nueva forma?
Sentí como si estuviera a punto de vislumbrar una emoción profunda e
insondable que acechaba dentro de mí, solo para ser reemplazada por una
emoción igualmente carente de significado. No podía decir cuál era la
emoción oculta, pero no era el momento para la introspección. Ahora que me
había encargado de los bandidos, necesitaba ayudar a las mujeres. Con
suerte, podrían mostrarme el pueblo más cercano.
Dirigí mi mirada hacia ellas. Ambas parecían haber tenido días mejores,
así que decidí decir algo para tranquilizarlas.
“¿Están bien?” Hablé como lo habría hecho en el juego.
Así es. Como si todo esto fuera un juego.
La forma en que hablé mientras interpretaba a este personaje resultó
natural, como si fuera un hábito adquirido desde hace tiempo. Siempre que
escribía en las conversaciones del juego frente a mi PC, murmuraba las
palabras en voz alta para mí mismo. Quizá por eso no me resultó extraño
pronunciar las palabras aquí.
De acuerdo con la historia de fondo de mi personaje, era un tipo muy
agradable de poco más de cuarenta años que había sido certificado como
Caballero Sagrado antes de que le lanzaran una maldición, convirtiéndolo en
un esqueleto. Ahora estaba en un viaje para vagar por la tierra en busca de
una cura.
Las dos mujeres—de hecho, la del pelo castaño era todavía una
jovencita—miraban inexpresivamente hacia delante, empapadas con la
sangre roja y brillante de los bandidos.
Deben haber pasado por mucho.
La chica vestida de sirvienta parecía tener unos veinte años y tenía el
cabello corto pelirrojo y rizado, cortado a la altura de la nuca. Sus ojos
verdes, firmes y decididos, me miraban fijamente. Tenía un brazo sobre el
pecho, donde había estado su ropa. De alguna manera, había evitado gran
parte de las salpicaduras de sangre.
“Deberían ir a lavarse al río. Me quedaré atrás y me encargaré de los
bandidos restantes”.
“G-gracias… Venga conmigo, señorita”.

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La sirvienta respondió a mi sugerencia con una leve reverencia antes de
correr hacia el carruaje y sacar un gran paño de sus bolsas. Se acercó a la
joven—a la que se refirió como “señorita”—y la envolvió en el paño, para
luego acompañar a la pequeña dama hacia el río.
Después de despedirlas, observé los alrededores.
En total, había nueve bandidos muertos y seis cuerpos más que parecían
haber sido guardias. Era una escena espantosa.
Además de los cuatro caballos enganchados al carruaje, había otros
doce en los alrededores. A juzgar por el equipo que llevaban los caballos,
seis de ellos habían pertenecido a los bandidos. Los caballos eran
probablemente un lujo en este lugar, parecido a un automóvil con pasajeros
en mi propio mundo.
Dado que estaba atrapado en un mundo del que no sabía nada, supuse
que el dinero era lo primero de lo que debía ocuparme. No importaba de qué
época—o mundo—estuviéramos hablando, el dinero era una necesidad
universal para la vida. Tanto si planeaba ir a la ciudad con las mujeres como
si me limitaba a vagar por las tierras, tendría que conseguir también otros
recursos.
En primer lugar, decidí tomar los caballos de los bandidos y venderlos
en la ciudad. Eso me daría, con suerte, una buena cantidad de dinero.
También podría tomar las armas de los bandidos muertos y venderlas.
Supongo que las espadas, en particular, eran bastante caras en esta época, ya
que eran trozos de metal bastante grandes.
Las armaduras de cuero no parecían tener mucho valor en el mercado,
así que decidí dejarlas todas. Estaban muy deterioradas y empapadas de
sangre, así que ni siquiera estaba seguro de poder venderlas.
Mientras me arrodillaba para registrar al bandido más cercano, noté lo
difícil que era distinguir a los malos de los buenos. Una risa irónica resonó
desde lo más profundo de mi yelmo.
Encontré una bolsa de cuero atada a la cintura del bandido. En su
interior había cuatro monedas de plata de cien yenes y otras quince de tamaño
y color similares a las antiguas monedas de diez yenes. Todas llevaban la
misma marca y parecían ser la moneda local. ¿Plata y cobre? Estaban mal
fabricadas en comparación con las monedas utilizadas en Japón, pero sin
duda se ajustaban con el resto del mundo. Me dediqué a recoger el dinero del
resto de los bandidos.

31
El hombre con el trasero descubierto—el líder, supuse—tenía seis
monedas de color dorado del tamaño aproximado de una moneda de un yen.
El oro, o al menos lo que yo creía que era oro, era sorprendentemente pesado
para su tamaño.
En total, los nueve bandidos tenían seis monedas de oro, treinta y una
de plata y sesenta y siete de cobre. Si se trataba de una cantidad significativa
o no, aún no podía decirlo. No sabía nada sobre el coste de los bienes en este
lugar.
Después de eso, recogí un total de seis espadas, un garrote con forma
de maza y tres espadas cortas. Los até todos juntos y los puse en un saco de
arpillera atado a la parte trasera de uno de los caballos de los bandidos. Luego
amontoné todos los cuerpos de los bandidos en los pastizales al lado del
camino. Yo estaba sorprendentemente tranquilo acerca de todo el asunto. Tal
vez todos esos programas médicos extranjeros que había estado viendo me
habían insensibilizado a ver cuerpos como estos.
Pensando que los cuerpos comenzarían a pudrirse si los dejaba así, lancé
Fuego. Las llamas brotaron de mi mano derecha, bañando el montículo de
cadáveres en un flujo continuo e incinerando los restos de los bandidos.
Me acerqué a las llamas y al humo para ver cómo se desarrollaba la
escena. Mientras ardían, pensé en cómo incluso las miserables excusas de
los seres humanos como éstos podían convertirse en abono y proporcionar
algún tipo de beneficio a la hierba y las flores una vez que se redujeran a
cenizas.
Las dos mujeres regresaron del río, y sus semblantes eran notablemente
mejores ahora. La chica de pelo castaño estaba envuelta en un gran paño
apoyada por su sirvienta. Todavía estaba algo pálida cuando se dirigió hacia
mí, inclinando ligeramente la cabeza cuando se acercó.
“Gr-gracias por salvarme de tan… terribles circunstancias”.
Las lágrimas se formaron en los bordes de sus ojos. Ella debe haber
estado absolutamente aterrorizada. A pesar de todo eso, el mero hecho de
que pudiera acercarse a un misterioso hombre vestido con una armadura y
expresarle su gratitud me dejó claro que no era una simple jovencita.
“Ciertamente se han encontrado con una gran cantidad de desgracias en
este lugar. Aunque mis palabras puedan sonar vacías, me alivia que estén a
salvo”.

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Tras escuchar mi respuesta, la sirvienta que estaba junto a la chica
inclinó la cabeza y habló. “Por favor, permítame expresar también mi
gratitud. Ahora, señorita, suba al carruaje. Le traeré una muda de ropa”.
Con esa gentil indicación, la joven se dirigió al carruaje y subió a él.
La criada se puso detrás del carruaje, sacó una de las bolsas de cuero
atadas al portaequipajes y comenzó a buscar ropa de repuesto.
“He quemado los cuerpos de los bandidos. ¿Qué quieres que haga con
los guardias?”
Detuvo su búsqueda y pensó por un momento.
“Puede ponerlos a un lado del camino”. Inclinó la cabeza con delicadeza
al responder. “Enviaremos soldados a recoger sus cuerpos. Las armas y los
caballos volverán con nosotros. Apreciaría mucho su ayuda para reunirlos”.
“Entendido”. Incliné mi yelmo con brusquedad como respuesta y
comencé a mover los cuerpos de los guardias.
La criada llevó la muda de ropa al interior del carruaje y cerró la cortina
de la ventana.
Reuní las armas de los guardias en un saco de arpillera separado, que
luego metí en el maletero del carruaje. Los arneses de los caballos de los
guardias parecían lo suficientemente resistentes, así que utilicé una cuerda
que los bandidos llevaban para atarlos a la parte trasera del carruaje, con la
esperanza de que éste fuera capaz de tirar de ellos. Luego até cinco de los
caballos de los bandidos y me monte al sexto, al de aspecto más robusto.
Hacía tiempo que no montaba a caballo—probablemente desde que
tomé algunas lecciones en la escuela de equitación de mi amigo—pero me
sentía cómodo al menos para hacer que el caballo caminara. Correr sería una
historia completamente diferente, ya que nunca lo había intentado. Tampoco
estaba seguro de poder guiar a los otros caballos hasta la ciudad.
Todos los caballos eran enormes, nada que ver con los delgados y
estilizados purasangres que estaba acostumbrado a ver. Los músculos de las
patas y de todo el cuerpo eran gruesos y redondos, y el que yo montaba a
horcajadas no tenía demasiada dificultad para soportar mis casi dos metros
de altura y mi corpulencia. Se limitó a mirarme a mí y a mí pesada armadura
como si fuera una molestia.
Poco tiempo después, la sirvienta salió del carruaje con un nuevo
conjunto de ropa y se acercó a mí.

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“Me gustaría expresarles una vez más mi gratitud por rescatarnos de esa
terrible situación”. Juntó las manos a la altura de la cintura e inclinó la cabeza
profundamente mientras hablaba.
“No hace falta que me lo agradezcas, simplemente me encontré con
ustedes. Sin embargo, con gusto las acompañaré a la próxima ciudad”. Hablé
con un ligero aire de arrogancia mientras redirigía la discusión a mi
verdadero objetivo—llegar al siguiente pueblo.
“¡Gracias!” La sirvienta no pareció notar nada raro y se mostró bastante
alegre mientras me daba las gracias antes de subir al asiento del conductor.
Dio un ligero tirón a las riendas, haciendo que los caballos reanudaran su
marcha por el camino.
Una vez que el carruaje inició su silenciosa marcha hacia adelante, llevé
mi propio caballo junto a él. Los caballos atados detrás de mí se movieron
obedientemente a paso ligero.
Mirando hacia el cielo, pude ver que el sol ya se estaba ocultando y que
la noche se acercaba rápidamente. El horizonte hacia el oeste estaba bañado
en un profundo color vino, lo que significaba que probablemente nos
quedaba una hora más o menos hasta que se hiciera completamente de noche.
“Parece que he olvidado mis modales”. La sirvienta, que ahora conducía
el carruaje, me miró desde donde estaba sentada y se inclinó levemente a
modo de presentación. “Mi nombre es Rita Farren, doncella de la señorita
Lauren Laraiya du Luvierte, de la familia Luvierte”. Los ojos verdes de Rita
estaban fijos en mi casco. Parecía estar esperando que me presentara.
“Hm”. Me aclaré la garganta una vez para parecer importante. “Me
conocen como Arc. No soy más que un simple viajero”. Por supuesto, opté
por usar mi nombre en el juego. Vestido completamente con una armadura
como ésta, me resultaba mucho más fácil fingir y hacer de alguien que no
fuera yo mismo.
La chica del carruaje era aparentemente la hija de un noble. Parecía que
mi plan de pasar desapercibido había fracasado desde el principio. Si no
retomaba el rumbo pronto, las cosas podrían caer aún más en picada.
“¿Qué lo trae a Rhoden, Maestro Arc?”
La pregunta de Rita me sacó de mis pensamientos introspectivos en los
que me había metido, adormecido por el suave vaivén del caballo. También
trajo consigo muchas más preguntas, que flotaban dentro de mi cabeza.

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¿Era Rhoden una región? ¿O tal vez un reino? Ciertamente, no era un
nombre que haya escuchado alguna vez mientras jugaba online. Mi mente
seguía dando vueltas.
“Simplemente estoy viajando por donde mis pies me llevan. No tengo
un destino específico”.
Fue una respuesta que se me ocurrió en el impulso del momento. Sin
embargo, considerando la historia de fondo de mi personaje sobre viajar por
la tierra en busca de una cura para su maldición, tenía sentido para mí pasar
por alto los detalles.
Mirando hacia el horizonte, pude ver que la noche ya se había asentado
en las colinas, trayendo consigo una atmósfera solemne. Las dudas también
surgieron de los rincones más oscuros de mi mente. ¿Qué me iba a pasar?
No es que tuviera un apego especialmente fuerte a mi vida en el mundo real,
pero también sería bastante difícil vivir como un esqueleto en un mundo del
que no sabía nada.
Me había dejado llevar por toda la interacción con la magia y el manejo
de la espada, olvidando la dura realidad de mi situación. Pero cuando las
cosas empezaron a calmarse un poco, el miedo a la incertidumbre se abrió
paso.
Afortunadamente, Rita no pareció darse cuenta de nada de esto. Ella
simplemente asintió.
“¿Es así? Nos dirigimos a la ciudad de Luvierte, controlada por el padre
de la señorita Lauren, el Maestro Buckle. Estoy segura de que se alegrará al
saber que has eliminado a los bandidos. Sería un honor que nos acompañara
a su residencia”.
Debió de percibir algo de mi incertidumbre, porque acompañó su
invitación con una cálida sonrisa.
Por desgracia, no era una invitación que pudiera aceptar. Reunirse con
alguien de alto estatus, como un noble terrateniente, era simplemente
imposible.
En primer lugar, tendría que quitarme el casco; no puedes reunirte con
la nobleza con el casco todavía en la cabeza. En términos modernos, eso sería
como reunirse con el gobernador de la prefectura llevando un casco de
motocicleta. Hoy en día, ni siquiera se puede entrar en una tienda con la cara
completamente cubierta de esa manera.

35
En cualquier caso, tenía que evitar esa situación a toda costa.
“Agradezco la oferta. Sin embargo, no necesito una recompensa. Su
gratitud es suficiente.”
Traté de terminar la conversación allí, pero su rostro solo se nubló
mientras continuaba insistiendo.
“Después de habernos salvado así a la señorita Lauren y a mí, no podría
imaginarme no ofrecerle una recompensa. Tal vez usted debería hablar con
el Maestro Buckle”.
Bueno, esto estaba complicando las cosas. No parecía que rechazar una
recompensa fuera una opción que ella estuviera dispuesta a aceptar. Tal vez
sí le decía algo que quería, podríamos terminar ahí. Me devané los sesos
mientras intentaba pensar en algo que pedir.
“Muy bien entonces. Agradecería que me proporcionaras algo que me
facilite la travesía mientras continúo mi viaje”.
Suponiendo que yo necesitaría algún tipo de documento para viajar
libremente, intenté sugerirlo. Dudaba mucho que tuvieran algo tan avanzado
como un pasaporte en este mundo, pero supuse que podrían tener algo
similar.
En respuesta a mi pedido, Rita frunció el ceño y miró hacia adelante, a
nada en particular.
“Proporcionarle algo… ¡Ah! Creo saber justo lo que necesita. Por favor,
tome esto. Es mi pase de viaje de cobre. Sólo la familia noble posee pases de
plata. Mientras muestre esto, podrá viajar a donde quiera en todo el
dominio”.
Sacó un medallón de cobre, apenas un poco más pequeño que una tarjeta
de presentación, del bolsillo de su pecho y alargó la mano desde el asiento
del conductor para entregármelo.
Tomé el medallón y lo examiné. En el centro había un escudo—¿Será
el escudo de una familia noble?—así como una serie de símbolos que nunca
había visto antes grabados en su superficie. Parecía estar muy bien fabricado,
y probablemente podría servir incluso de adorno.
“Lo aprecio mucho”.

36
Después de agradecerle, puse el pase de viaje en el saco de arpillera en
la parte trasera de mi caballo, con todos los bienes que había conseguido de
los bandidos.
Rita me llamó de nuevo, esta vez con un tono más alegre en su voz.
“Más adelante está la ciudad de Luvierte, Maestro Arc”.
Miré por delante del carruaje y, efectivamente, pude ver un pueblo al
pie de la colina. Los alrededores estaban delimitados por un foso de unos tres
metros de ancho, lleno de agua del río que pasaba por su perímetro. El foso
estaba rodeado por una extensión de tierras de cultivo, cuyos granos se
agitaban con la corriente del viento. Más allá de las granjas había otro foso,
para proporcionar una capa adicional de protección.
El muro de piedra que rodeaba la ciudad tenía probablemente cinco
metros de altura y parecía estar bien construido. Habría sido
lamentablemente insuficiente para un castillo, pero parecía suficiente para
una ciudad.
Luvierte parecía ser algo grande, teniendo en cuenta la época. Delante
de nosotros, en el camino, estaba la puerta de la ciudad. Tenía
aproximadamente cinco metros de ancho y estaba flanqueada a ambos lados
por torres de vigilancia construidas directamente en la muralla. No me cabe
duda de que las torres albergaban a numerosos guardias vigilando.
Inmediatamente frente a la puerta, un puente de piedra cruzaba el foso
exterior, muy diferente de los puentes levadizos que se encuentran
normalmente en las ciudades del juego.
El repique de una campana se alzó desde algún lugar dentro de la ciudad
que había emergido de la penumbra, con los vientos llevando cada repique
hasta nosotros.
“Maestro Arc, esa campana marca el cierre de las puertas. Deberíamos
apresurarnos.”
Parecía que la puerta no se iba a cerrar inmediatamente después de que
la campana terminara de sonar, pero igualmente Rita quería que el carruaje
llegara a la ciudad antes de que eso sucediera. Teniendo en cuenta que en el
carruaje viajaba la hija de un noble, estaba casi seguro de que le habrían
abierto las puertas a pesar de todo, pero probablemente le preocupaba hacer
trabajar más a los guardias de la puerta.
Parecía que nos acercábamos a la puerta este, frente a la cual había
varios guardias con lanzas. Nos habían notado.

37
El comportamiento de uno de los guardias cambió instantáneamente
cuando reconoció a Rita.
“Señorita Rita, ¡¿qué ha pasado?!” Se acercó corriendo. “¿Dónde están
Sir Maudlin y los demás guardias?”
Al escuchar sus gritos, los otros guardias de la puerta también se
acercaron. El primer hombre en acercarse fue el único que llevaba casco,
quizás su capitán.
“Fuimos emboscados por bandidos a una hora de camino. El Maestro
Arc aquí los derrotó, pero, desafortunadamente, Sir Maudlin y su contingente
de quince guardias fueron asesinados.”
“¡Eso no puede ser!”
El capitán de los guardias de la puerta intercambió miradas con Rita, el
desconcierto absoluto grabado en su rostro. Los otros guardias comenzaron
a murmurar entre ellos al escuchar las noticias.
“Hemos puesto los cuerpos de Sir Maudlin y de cinco de sus guardias
en un lugar seguro. Me gustaría que fueran a recogerlos. Ahora, debo llevar
a mi señora de vuelta a su finca y notificar al Maestro Buckle lo que ha
ocurrido”.
“¡Entendido! Formaré un grupo para recuperar los cuerpos de
inmediato. Por favor, consiga permiso del Maestro Buckle para que
partamos”.
El capitán le ofreció a Rita un rápido saludo antes de echar a correr para
dar órdenes a sus hombres.
Rita bajó del asiento del conductor y se acercó a mí, inclinando de nuevo
la cabeza. “Maestro Arc, me gustaría expresarle una vez más mi gratitud. Si
hay algo que pueda hacer, por favor, avíseme, Rita Farren, doncella de la
finca Luvierte. Le prometo que haré todo lo posible por ayudarle”.
“Bueno, hay una cosa… ¿Podrías decirme dónde puedo vender esto?”
Señalé los caballos que les había quitado a los bandidos. Viajar con seis
caballos sería una molestia increíble, así que quería venderlos cuanto antes.
El único problema era que no sabía dónde hacerlo.
“Entre por la puerta Este e inmediatamente gire a la derecha. Allí
encontrará el establo de Dando. Él comprará sus caballos. Estoy segura de
que hará un trato rápido si mencionas mi nombre”.

38
“Muy agradecido.”
Le di las gracias a Rita y conduje los caballos por la puerta Este. Nos
separamos en el primer cruce, ella giró a la izquierda mientras yo me dirigía
a la derecha, despidiéndome de ellas con la mano antes de continuar.
El establo que había mencionado Rita era de madera y junto a él había
un cartel con la imagen de un caballo.
Até los caballos a un poste cercano y entré, donde encontré al encargado
del establo. Aunque sólo medía 160 centímetros, parecía un hombre fuerte y
de complexión robusta, a juzgar por los brazos que sobresalían de sus
mangas remangadas. Era calvo, con una tupida barba que le llegaba hasta el
pecho. Suponiendo que se trataba del dueño de la tienda, fui al grano y le
dije lo que quería.
“La señorita Rita, de la finca Luvierte, me dijo que viniera aquí. Me
gustaría vender algunos caballos”.
Pareció sorprendido por un momento, pero después de echarme un
vistazo rápido, su expresión cambió a una sonrisa amable cuando se acercó
a mí.
“Vaya, vaya. Soy Dando, el dueño de este buen establecimiento. ¿Tiene
una carta de presentación, amable señor?”
“No tengo cartas, pero la señorita Rita me dijo que este era el mejor
lugar para vender caballos. Ella no estaba precisamente en condiciones de
poner la pluma en el papel”.
El dueño del establo levantó una ceja, como si tratara de descifrar el
significado de lo que había dicho. No sabía si podía hablar de lo que había
ocurrido con los bandidos, pero, en cualquier caso, tenía una presentación de
una persona que trabajaba en la finca. Dado que Dando casi seguro que tenía
algún tipo de relación con Rita, debería poder confiar en mí.
“La hija de los Luvierte fue atacada esta noche por un grupo de
bandidos. Yo estaba cerca, así que les eché una mano. Se podría decir que
los seis caballos son mi botín de los bandidos. ¿Quieres echar un vistazo?”
“¿Atacada? ¡¿La señorita Lauren?! Esto es ciertamente toda una noticia
para mí. Y seis caballos dices… Bueno, supongo que deberíamos ir a verlos”.
Dando se pasó los dedos por la barba mientras salía por la parte
delantera del establo para inspeccionar los caballos. Tomó una lámpara que
colgaba junto a la tienda para ver mejor, inspeccionándolos uno por uno,

39
acariciando sus pelajes mientras avanzaba. Parecía estar haciendo números
en su cabeza.
“Puedo ofrecerte cuarenta y cinco sok por el grande y treinta sok por el
resto. Por las sillas de montar… ¿qué te parece un sok por el lote?”
Todavía no tenía ni idea de cuánto costaba cada cosa, ni siquiera de las
unidades monetarias, pero supuse que esto cubriría al menos mis gastos
iniciales de viaje. Pensando que probablemente no haría una oferta injusta a
un hombre completamente vestido con armadura—aunque probablemente
era una perspectiva demasiado optimista—asumí.
“¡Me alegro de escucharlo! Espera aquí, volveré con tu dinero. ¡Eh,
muchachos! ¡Vengan a buscar estos caballos y llévenlos dentro!”
Con un rápido movimiento de cabeza, Dando se volvió hacia la tienda
y gritó dentro. Dos jóvenes salieron corriendo y se dirigieron
inmediatamente a los caballos, trasladándolos a los establos.
Pasé el tiempo observando a los chicos mover los caballos hasta que
Dando volvió, esta vez con un saco de tela. Comenzó a ordenar el contenido
en una mesa cercana, apilando las monedas de oro de un yen en grupos de
diez. Al parecer, las monedas de oro se conocían como sok. En total, había
diecinueve torres de oro y seis monedas.
“En total serán 196 sok. Siéntete libre de comprobarlo”.
A instancias de Dando, conté rápidamente las monedas antes de tomar
algunas en mi mano como si las estuviera inspeccionando. Realmente no
podía decir nada, pero no parecía haber ningún problema.
Introduje las monedas en mi pequeño monedero de cuero, que
rápidamente adquirió algo de peso. A pesar de lo diminutas que parecían las
monedas, cada una pesaba lo mismo que una moneda de quinientos yenes.
No parecían ser de oro puro, pero el metal del que estaban hechas era bastante
pesado.
“Gracias. ¿Por casualidad no conoces un lugar donde pueda pasar la
noche?”
“¿Una posada? Bueno, está la de Marla en el centro de la ciudad, fuera
de la vía principal. Pero no estoy seguro de que haya algún lugar en estas
zonas donde una persona como tú pueda alojarse”. Dando volvió a echar un
vistazo a mi armadura, y luego me miró disculpándose.

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“No soy más que un viajero. Todo lo que necesito es un lugar donde
pueda recostarme, lejos del viento y la lluvia”.
Después de agradecer al dueño del establo, me dirigí hacia el centro.
El sol se había ocultado por completo, cubriendo la ciudad de oscuridad.
Me encontré con varias personas caminando con rapidez por el camino, pero
parecía que pocos habitantes del pueblo salían al anochecer. Cada vez que
me cruzaba con alguien, parecía sorprendido al verme. Imaginé que debía de
ser bastante aterrador ver a un hombre con armadura vagando por las calles
de noche.
En el centro de la ciudad, encontré una calle de unos diez metros de
ancho. Parecía que la ciudad de Luvierte solo tenía puertas al este y al oeste,
aunque esta carretera conectaba el centro de la ciudad con la parte sur, lo que
significaba que no había una ruta directa desde las puertas hasta la carretera.
Casas de madera de dos pisos y tiendas se alineaban en la calle,
derramando luz desde sus ventanas hacia el camino. Frente a una tienda
colgaba un cartel con la imagen de un barril, que supuse que era un bar.
Fuertes voces masculinas se podían escuchar resonando desde adentro. Me
acerqué y llamé a un hombre que se tambaleaba cerca de la entrada del bar.
“Estoy buscando la posada de Marla. ¿Podría decirme dónde
encontrarla?”.
“¡Po-por allí, Se-se-señor Caballero, señor!”
El hombre borracho me miró con los ojos muy abiertos mientras
balbuceaba sus palabras, señalando un edificio al otro lado del camino. Le di
las gracias y me dirigí hacia él. Un timbre sonó cuando entré por la puerta,
lo que hizo que un hombre de mediana edad que parecía sorprendido se
apresurara a salir de detrás del mostrador para saludarme.
“¡Ah, señor caballero! ¿Qué le trae a nuestro humilde establecimiento?”
“Me gustaría pasar la noche”.
“¡¿Aquí?! ¿Quiere quedarse aquí, en un lugar como este?” La voz del
posadero chilló, traicionando su sorpresa.
Imaginé que yo parecía un poderoso caballero de alguna región lejana.
Pero le confirmé mi intención, y el posadero me entregó la llave de una
habitación, con la mano temblando ligeramente.

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La estancia de una sola noche costaba un sek—una moneda de plata.
La leña para cocinar costaba un sek más. Debía tratarse de una posada
económica si la gente tenía que traer su propia comida, comprar leña y
cocinar en la cocina. Para ser justos, el concepto de comida incluida en las
posadas no había comenzado hasta el periodo Edo en Japón. En Occidente,
la comida todavía se cobraba por separado, así que supuse que tenía sentido
aquí.
Junto al mostrador, un tramo de escaleras conducía al segundo piso. Las
escaleras crujieron bajo el peso de mi armadura mientras subía. Una vez en
mi habitación, giré la perilla y descubrí que la puerta no se movía. Tal vez
estaba mal hecha, pero oí un ligero ruido sordo al empujar. Parecía que la
puerta estaba atascada en algo. Al hacer un poco más de fuerza, oí un
chasquido cuando se despegó de las bisagras. La puerta estaba ahora
suspendida en el aire, sostenida únicamente por la perilla que tenía en la
mano.
“¡¿Qué?!” Jadeé con sorpresa.
Después de comprobar si había alguien alrededor, comencé a recoger
los clavos que habían estado sujetando la bisagra de la puerta. Los introduje
de nuevo en sus agujeros, con la esperanza de dejar la puerta como nueva.
La abrí y cerré unas cuantas veces, y parecía estar bien.
Si bien me alegré de saber qué era lo suficientemente fuerte como para
clavar los clavos con un solo dedo, habría estado bien no haber arrancado la
puerta de sus bisagras desde el principio. Sin embargo, al final decidí que era
mejor tener más fuerza que menos.
La habitación constaba de una pequeña ventana con marco de madera
junto a una sencilla cama de madera cubierta por una manta grande y fina.
Puse la lámpara de aceite que me habían dado en el umbral de la ventana y
me senté en la cama para relajarme.
Lo que hoy careció de esfuerzo físico, lo compensó con agotamiento
emocional, pensé para mis adentros.
A pesar de no haber comido nada en todo el día, aún no tenía hambre,
ni me sentía especialmente cansado. Parecía que me quedaba mucho por
aprender sobre mi cuerpo esquelético. Me preguntaba si podría funcionar sin
descansar.
Decidí dormir de todos modos. No sólo me parecía inútil deambular por
la ciudad mientras todos dormían, sino que tampoco ayudaría mucho a mi

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reputación de esqueleto errante. Además, había visto pocos faroles en la calle
cuando salí antes. Sólo la débil luz de la luna iluminaba la ciudad. Aunque
el sol acababa de ponerse, era como si fuera medianoche en la ciudad.
Era hora de tener un descanso sano y reparador. Si un cuerpo de
esqueleto necesita o no un estilo de vida saludable y reparador era una
cuestión para otro momento.
Sin embargo, mi mayor problema por ahora era si me atacarían mientras
dormía. La posada no parecía tener ningún tipo de seguridad, así que decidí
no quitarme la armadura. Apagué la llama de la lámpara y me senté en la
cama, apoyando la espalda en la pared. El marco de madera crujió en
respuesta a mi peso, pero lo ignoré y me crucé de brazos, dejando que mis
ojos se cerraran.
¿Cómo podía cerrar los ojos que ni siquiera tenía?
Esta pregunta siguió repitiéndose en mi mente mientras me perdía en la
oscuridad.

***
Después de separarse del caballero con armadura, Arc, en la puerta Este,
Rita dirigió el carruaje por el camino hacia la finca en el centro de la ciudad.
El sol ya se había puesto y había poca gente dando vueltas.
Ella pudo ver la gran puerta de la finca frente a ella. La finca estaba
rodeada por un muro de piedra de cuatro metros de altura, en cuyo centro
había una puerta de madera reforzada con hierro. Tres guardias vigilaban
delante.
Al ver el escudo de la familia en el carruaje, uno de los guardias hizo
un gesto para que se abriera la puerta. Rita hizo pasar el carruaje y lo detuvo
en el jardín junto a una gran mansión de piedra.
Ella se dio cuenta de que los guardias estaban conmocionados. ¿Y cómo
no iban a estarlo? Después de todo, el carruaje regresó sin conductor y sin
los guardias que lo acompañaban. Por si fuera poco, los seis caballos atados
y arrastrados detrás harían que cualquiera se preguntara qué había pasado.
Pero parecía que la noticia había llegado antes que ellas. Apenas Rita
detuvo el carruaje frente a la mansión, el mayordomo principal de los
Luvierte salió corriendo.

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“Rita Farren, ¡¿qué pasó aquí?!”
El mayordomo principal tenía el pelo fino y blanco, complementado con
un blanco Bigote. Aunque por lo general suele ser un hombre tranquilo,
estaba frenético mientras presionaba a Rita para que le diera información.
Antes de que ella pudiera responder, la puerta del carruaje se abrió y
Lauren salió a trompicones. La hija de la gran familia Luvierte parecía haber
visto días mejores. Todos los sirvientes que habían seguido al mayordomo
principal se quedaron sin palabras, sorprendidos por lo que veían.
No solo el rostro de Lauren estaba pálido, sino que todo el maquillaje
que había sido finamente aplicado cuando se fue ese mismo día ahora era un
desastre, su cabello estaba desordenado.
Rita bajó del asiento del conductor y se puso al lado de Lauren,
sosteniendo a la joven mientras caminaba.
“Fuimos emboscados por bandidos. La señorita Lauren y yo apenas
pudimos escapar con vida. Sir Maudlin y su contingente de guardias lucharon
valientemente, pero fueron abatidos. Me gustaría informar de los
acontecimientos al señor de inmediato. Por favor, date prisa y haz los
arreglos necesarios”.
Al escuchar su informe, el mayordomo principal se puso blanco y los
otros sirvientes se quedaron en silencio. Pero el mayordomo principal pronto
recuperó el sentido y comenzó a dar órdenes.
“Rita, ve a informar al maestro. Está en el estudio, como de costumbre.
¡El resto de ustedes, cuiden de la señora! Avisaré al Maestro Boscos de lo
sucedido.”
A pesar de su edad, el mayordomo principal salió corriendo hacia una
casa separada de la mansión principal, pero aún dentro de la propiedad.
Una vez que el mayordomo principal estuvo fuera del alcance del oído,
Lauren dirigió su mirada a su sirvienta. “Rita, yo… también me gustaría ir a
ver a Padre”.
Rita dudó un momento antes de asentir. Tomó la mano de Lauren y la
condujo al vestíbulo de la mansión.
Rita y Lauren subieron la escalera hasta el segundo piso, pasaron por la
sala de recepción central y giraron a la izquierda por el pasillo. Desde allí,
avanzaron por el pasillo oeste antes de detenerse frente a una puerta de

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madera elegantemente tallada. Rita llamó ligeramente y esperó a que la
persona del otro lado le diera permiso para entrar.
Las dos entraron silenciosamente en una habitación iluminada por
varias linternas mágicas. Altas estanterías se alineaban en cada una de las
paredes, hasta llegar a un gran escritorio en el extremo, donde el dueño del
estudio estaba sentado, escribiendo en un papel.
El hombre tenía el cabello castaño fino peinado con aceite y un bigote
bien cuidado que complementaba los rasgos suaves y redondos de su rostro.
Sus ojos, sin embargo, llevaban dentro esa agudeza que a menudo caracteriza
a la nobleza. Esos ojos taladraban el alma de aquellos con los que hablaba.
El hombre era el Vizconde Buckle du Luvierte, el padre de Lauren y el
dueño de este dominio. Bajó su pluma. Tras inspeccionar el rostro de Rita
con aprensión, sus ojos se abrieron de par en par con total perplejidad cuando
se posaron en su hija, que salía de detrás de la doncella.
Su sorpresa era comprensible. Por lo general, no era responsabilidad de
Rita notificar al vizconde del regreso de su hija. Esto generalmente lo haría
un guardia o Sir Maudlin, ya sea informando al vizconde mismo o al cónsul,
Boscos, quien luego transmitiría las noticias. Además, la expresión de
Lauren estaba desprovista de su sonrisa graciosa habitual.
“Rita, Lauren, ¿acaban de regresar de Diento? ¿Qué les pasó a ustedes
dos?”. Buckle trató de contener su sorpresa mientras sus ojos se movían entre
las dos mujeres, aunque todavía se podía percibir una pizca de ella en su voz.
Rita dio un paso adelante y le contó lo que le había dicho al mayordomo
principal.
“¡¿Qué?! Lauren, ¿estás bien? ¿Estás herida?”
Tan pronto como Rita terminó su informe, Buckle se levantó de su silla
y corrió hacia su hija, acercándola hacia él. Difícilmente un hombre podría
mantener la calma al saber que su hija acababa de ser atacada por unos
bandidos.
“Lamento haberte preocupado, Padre. Alguien vino a rescatarnos justo
cuando la situación se tornaba desesperante”. Lauren se esforzó por terminar
su respuesta con una sonrisa, tratando de no disgustar a su padre.
“¿Qué es lo que…?”

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Antes de que pudiera indagar más en lo que su hija acababa de decir,
fueron interrumpidos por un golpe en la puerta. Después de que Buckle diera
permiso, un hombre de mediana edad entró rápidamente en la habitación.
El hombre medía unos 180 centímetros de altura y era delgado. Llevaba
el pelo cortado a la altura del cuero cabelludo y su cara estaba acentuada por
unas largas patillas. Unas profundas arrugas delineaban su frente, haciéndole
parecer diez años más viejo que sus cuarenta y tantos años de vida. Se trataba
de Boscos Futran, cónsul de la familia Luvierte.
“Acabo de escuchar las noticias del mayordomo principal. Un ataque
de bandidos…¡¿Qué clase de tonto insolente atacaría el carruaje del
vizconde?! Pero me complace saber que la señorita Lauren ha regresado sana
y salva”.
Boscos frunció el ceño, haciendo que las arrugas se acentuaran aún más
mientras se las acariciaba con la mano derecha. Hizo una profunda
reverencia a Lauren, que respondió de la misma manera. Las palabras del
cónsul suavizaron la expresión del rostro de Buckle. Se giró de nuevo hacia
Rita y habló. “Cuéntanos más sobre lo que pasó, y los acontecimientos que
le precedieron”.
“Primero fuimos emboscados poco después de salir de Corna por un
grupo de unos veinte bandidos. Nueve guardias se quedaron atrás para
contenerlos mientras nosotros escapábamos con Sir Maudlin y los guardias
restantes. Sin embargo, fuimos emboscados una vez más por un grupo de
nueve bandidos en el momento en que detuvimos nuestros caballos.”
“¡¿Fueron emboscado dos veces?!”
“Eso es correcto. Supongo que la primera emboscada puede haber
tenido la intención de alejar a nuestros guardias.”
Al oír esto, Boscos se cruzó de brazos y su rostro se contorsionó en una
mueca. Se aclaró la garganta antes de hablar. “¿Sir Maudlin y los cinco
guardias restantes fueron asesinados en la segunda emboscada por sólo
nueve bandidos? Estos hombres debieron ser muy hábiles”.
Rita respondió, en la medida de sus posibilidades y de su memoria,
cuando Boscos le pidió más detalles sobre el atentado.
“No puedo creerlo. ¡¿Un traidor entre nosotros?! Boscos, quiero que
averigües todo lo que puedas sobre ese tal Causdah. Si tiene familia, quiero
que la traigan ante mí”. Las venas de Buckle se abultaron al dar la orden.

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“S-sí. Entendido”. Boscos hizo una rápida reverencia y salió del estudio.
Al regresar a su escritorio, Buckle se dejó caer en su silla y dejó escapar
un suspiro de agotamiento. “Una banda de bandidos con seis caballos…
Nunca he oído hablar de ningún grupo así en esta región”.
El vizconde se quejó ligeramente mientras miraba por la ventana del
estudio hacia la oscuridad. La idea de bandidos con caballo le resultaba
increíble. Además de comida y agua, los bandidos habrían necesitado
también herraduras, monturas e incluso entrenamiento para preparar a cada
caballo para el combate, todo lo cual habría costado grandes cantidades de
dinero. Una banda a pequeña escala habría tenido dificultades para mantener
seis caballos, pero si un grupo grande se hubiera adentrado en sus dominios,
al menos habría escuchado rumores.
“Parece que el objetivo de los bandidos era matar a la señorita Lauren.
Es posible que hayan sido contratados por alguien.”
Rita le expuso su teoría al Vizconde que estaba de espaldas. Él siguió
gimiendo levemente mientras miraba por la ventana que tenía delante.
Era peligroso que los bandidos atacaran un carruaje perteneciente a una
familia noble. Aunque eran raros, los secuestros y los rescates ocurrían, pero
los bandidos generalmente no se desvivían por asesinar y enemistarse con la
nobleza. La sociedad noble del reino era un grupo sorprendentemente unido,
y si los bandidos llamaran la atención de esa manera, serían perseguidos por
todo el Reino de Rhoden. No harían algo así a menos que tuvieran algún tipo
de as bajo la manga.
“Quizás… ¿esto se trate de algún movimiento de los partidarios del
segundo príncipe?” Las redondeadas facciones de Buckle se contorsionaron
en una mezcla de conmoción y enfado cuando se le ocurrió esta posibilidad.
Detrás de escena, una feroz batalla se libraba en Rhoden sobre quién
sería el sucesor del antiguo rey. El conflicto se extendía entre los partidarios
de las tres facciones principales: el primer príncipe nacido de la esposa de
segunda clase del rey, el segundo príncipe nacido de la esposa de primera
clase y la segunda hija nacida de la actual reina.
Teniendo en cuenta lo lejos que estaba Luvierte de la capital, cerca de
la frontera norte, el vizconde había creído que esta batalla no tenía nada que
ver con ellos. Rita ladeó la cabeza ante la teoría de Buckle, pero, al ser una
simple sirvienta con pocos conocimientos de asuntos políticos, esto estaba

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más allá de su área de experiencia. Lauren miró a Rita y ladeó la cabeza,
también ignorante del mundo político.
Al percibir la confusión en las caras de las chicas, Buckle retomó la
conversación sobre el hombre del que había oído hablar antes, el que las
había salvado de las peores circunstancias. “Y este caballero con armadura
que las salvó del segundo ataque, ¿hizo alguna demanda específica?”
“Le ofrecimos nuestro más sincero agradecimiento, pero… todo lo que
aceptó fue mi pase de viaje de cobre. ¿Qué deberíamos hacer?”
“Si él dice que eso es todo lo que quiere, entonces lo dejaremos así.
Estoy eternamente agradecido con este hombre que salvó a mi hija, pero no
puedo evitar la sensación de que alguien que viene en un momento tan
oportuno está de alguna manera en complicidad con los partidarios del
segundo príncipe”.
El vizconde no podía pasar por alto la posibilidad de que ese caballero,
que había aparecido por el camino en el momento justo, lo hubiera hecho
para ganarse el favor de la familia noble. Todo parecía demasiado
sospechoso.
Por supuesto, Rita, que había interactuado directamente con el
caballero, insistió apasionadamente en que ese no era el caso. Sin embargo,
no pudo cambiar la opinión de Buckle.
“Los rumores se extenderán una vez que recuperemos los cuerpos de
Maudlin y sus hombres y comencemos a rastrear a los bandidos restantes.
Por favor, retírense y descansen”.
Rita y Lauren se inclinaron.
Una vez fuera del estudio, Rita dejó escapar un suspiro al recordar al
caballero, cuya imagen quedó grabada en su memoria. El caballero—un
autoproclamado viajero que hablaba con una voz grave y desanimada—no
le pareció que estuviera alineado con ninguna facción en particular. Sin
embargo, su magnífica armadura le recordaba a la que llevaban los
guardianes del cercano Imperio de Revlon. Su imponente presencia le hacía
sentir como una especie de deidad guerrera.
Aunque en realidad no llegó a verle la cara, esperaba que el destino les
sonriera y le concediera la oportunidad de volver a verle. Cuando se lo
comentó a Lauren, la expresión de la joven se suavizó un poco y asintió con
firmeza.

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“Pareces feliz, Rita”.
“L-lo siento, señorita. Me siento como si hubiera conocido a un
caballero sacado de un cuento de hadas”.

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Al ver que la emoción de Rita se desvanecía creyendo que había sido
reprendida, Lauren se disculpó e inclinó la cabeza repetidamente. Sin
embargo, mientras seguía observando a Rita, los bordes de los labios de
Lauren se volvieron en una peculiar sonrisa.
“Bueno, como castigo, supongo que dormirás conmigo esta noche”.
Rita se quedó inmóvil, parpadeando ante la respuesta de Lauren. La
chica nunca había hecho una petición así. Sin embargo, teniendo en cuenta
los acontecimientos que se habían desarrollado antes, no era de extrañar que
estuviera asustada.
Mirando a Lauren, Rita adoptó una actitud seria y asintió. Tomó los
dedos fríos de la chica entre los suyos, en un esfuerzo por calentarlos, y la
condujo de vuelta a la habitación de Lauren.

***
Al día siguiente, me desperté y vi que el sol de la mañana se abría paso
a través de los huecos de las persianas de madera, iluminando débilmente la
habitación.
Me puse de pie y estiré el cuerpo en un intento de aflojarlo después de
pasar la noche con la espalda contra la pared. Como no tenía ningún músculo
que aflojar, era más una costumbre que otra cosa.
Después de torcer las vértebras de mi cuello a izquierda y derecha, me
levanté de la cama y abrí la ventana, llenando la habitación con la brillante
luz del sol. La ventana daba a la calle y, en el exterior, podía ver que la
ciudad, a pesar de lo temprano que era, ya estaba llena de gente.
En el centro de la calle se extendía el mercado matutino, donde se había
reunido mucha gente. Los clientes se arremolinaban entre una gran variedad
de comerciantes, entre los que se encontraban agricultores que ofrecían
verduras frescas, vendedores de carne asada y artesanos que vendían telas
bellamente teñidas y otros productos.
Revisé el dinero que llevaba en la bolsa de mi cintura y el contenido de
mi saco de arpillera, y luego salí de la habitación.
Abajo, en el primer piso, el mostrador de salida estaba vacío, los otros
huéspedes no se encontraban por ninguna parte. Supuse que eso tendría

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sentido, considerando que todos habíamos pagado por adelantado. Sin
embargo, es una forma extraña de dirigir un negocio.
En la calle, arrojé el saco de arpillera sobre mi hombro. Todas las
miradas se dirigieron al instante hacia mí, haciéndome sentir algo incómodo.
Tal vez caminar con una armadura no sea la norma en este mundo. No, no
podía ser eso; podía ver a algunos otros equipados de forma similar. Tal vez
era mi ostentosa armadura la que llamaba la atención.
Ha llegado el momento de prepararme. Lo primero es lo primero, tenía
que encontrar una armería para vender mi botín.
Caminé un poco hacia el oeste antes de ver una tienda con un letrero
que tenía una espada y un hacha cruzadas. Por dentro, la tienda estaba
escasamente iluminada, y su estrecho interior estaba cubierto de pared a
pared con armas y armaduras de metal.
Mientras curioseaba, un hombre de mediana edad, que supuse que era
el dueño de la tienda, salió del fondo. Al principio se sorprendió por mi
aspecto, pero luego esbozó una alegre sonrisa.
“¿Qué puedo hacer por usted, querido señor?”, preguntó el dueño de la
tienda, frotándose las manos mientras hablaba.
“Me gustaría vender esto. ¿Cuánto valen?”
Bajé el saco de arpillera de mi hombro y desaté el cordón que mantenía
la solapa cerrada, colocando todos los objetos que había saqueado de los
bandidos—seis espadas, una maza y dos de las tres espadas cortas—sobre el
mostrador. La tercera espada corta parecía que podría ser útil, así que la dejé
en la bolsa.
El dueño de la tienda inspeccionó cada uno de los objetos, sacando las
espadas de sus fundas para poder examinar sus hojas. Finalmente, se llevó la
mano a la barbilla, indicando que había fijado un precio de compra, y se
volvió hacia mí.
“Le doy quince sok por la espada curva y cinco por cada una de las
espadas rectas. Por la maza le daré siete sok y cinco sek, y puedo pagar un
sok y cinco sek por cada una de las espadas cortas. Puedo vender la espada
curva directamente afilándola un poco, pero tendré que martillar el resto de
las espadas para eliminar las imperfecciones. Nadie de por aquí usa mazas,
así que es lo mejor que puedo hacer”.

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Quedé satisfecho con la explicación del tendero y acepté su oferta. “Eso
estará bien.”
“Entonces serán, cincuenta sok y cinco sek”.
Sacó cincuenta monedas de oro y cinco de plata de un armario y las
colocó sobre el mostrador. Puse el dinero en mi bolsa de cuero de la cintura.
Entre el dinero de los caballos y el de las armas, mi bolsa estaba bastante
llena. La estancia de la noche anterior me había costado una moneda de
plata—un sek—y cada una de las monedas de oro parecía valer diez de las
de plata, lo que significaba que cada una me proporcionaría diez noches con
un techo sobre mi cabeza.
Sin embargo, no sabía cuándo ni dónde podría necesitar dinero en este
extraño mundo. Probablemente sería mejor para mí encontrar una manera de
ganar más mientras aún tuviera cierta estabilidad financiera.
El tendero estaba de espaldas a mí mientras se ocupaba de guardar las
armas que acababa de comprar.
“Disculpe, pero ¿sabe por casualidad una forma de ganar un buen
salario para financiar mis viajes?”
El tendero dejó de hacer lo que estaba haciendo y se giró para mirarme,
inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado.
“¿Salario? Bueno, si tuviera que hacer una sugerencia basada en tu
magnífica armadura, supongo que me decantaría por los mercenarios. Así
también podrías entrar y salir de la ciudad sin pagar impuestos”.
Así que había un gremio de mercenarios en la ciudad. Si me registraba
con ellos, recibiría una licencia de mercenario que podría mostrar a los
guardias. No tenía ni idea de que se cobraran impuestos sólo por entrar y
salir por las puertas, ya que había entrado en la ciudad con el carruaje de la
familia Luvierte.
Por la naturaleza de su trabajo, los mercenarios entran y salen de las
ciudades con frecuencia, por lo que sería imposible ganarse la vida si
tuvieran que pagar impuestos cada vez. Los comerciantes que se inscribían
en el gremio de comerciantes también entraban en el mismo sistema, pero
aun así tenían que pagar impuestos por los productos que vendían.
Le di las gracias al tendero y me fui.

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La oficina del gremio de mercenarios estaba justo enfrente de la tienda
de armas, junto al gremio de comerciantes. Era un sencillo edificio de madera
de dos plantas, cuyo único rasgo distintivo era un cartel con una espada
cruzada sobre un escudo. Al entrar por las puertas dobles del primer piso, me
encontré ante un mostrador completamente cercado por barrotes de hierro
que llegaban hasta el techo, como una jaula.
Dentro de la jaula había un oso solitario. En realidad no era un oso, sino
un hombre que podría pasar por uno. Con el pelo negro y corto y una cara
que parecía no haber visto una navaja de afeitar desde hacía mucho tiempo,
el hombre llevaba un parche negro en el ojo y tenía una gran cicatriz que le
cruzaba la frente. Unos brazos musculosos sobresalían de su camisa y unos
mechones de pelo negro asomaban alrededor de su cuello descubierto.
Hasta ahora, las únicas personas que había visto en los mostradores de
recepción o en las tiendas habían sido hombres fornidos. Supuse que los
derechos de las mujeres no habían avanzado tanto en este mundo.
El oso con el parche en el ojo me miró cuando me acerqué al mostrador,
pero esto era comprensible, considerando que estaba completamente
ataviado con armas y armaduras.
“Me gustaría que me emitiera una licencia de mercenario”.
Las comisuras de la boca del oso se torcieron en una sonrisa cuando
escuchó mi petición, aunque siguió mirándome a través de su jaula. Supuse
que era su mejor esfuerzo por sonreír, algo que no estaba acostumbrado a
hacer, pero seguía siendo desagradable.
“A juzgar por tu equipo, no parece que necesites dinero. Además, si
quieres una licencia de mercenario, tienes que pasar una prueba. Una prueba
de fuerza, básicamente. Todo lo que tienes que hacer es traer una prueba de
que has matado a tres bestias, monstruos o bandidos. Cuáles y el orden
depende de ti. Muy simple, ¿no?” El oso que custodiaba el mostrador de
recepción me dirigió una sonrisa audaz.
Lo de las bestias sonaba bastante normal, pero al parecer también había
monstruos en este mundo. Había visto manadas de animales en las praderas
y en las colinas mientras me dirigía hacia aquí, pero no había visto nada
parecido a una bestia o un monstruo. Todo me había parecido una escena
bastante tranquila.

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Es más, los bandidos también estaban incluidos en la lista. ¿Servirían
las cabezas cortadas como prueba, entonces? Ya había incinerado los
cadáveres de los bandidos que había matado ayer, así que esos no servirían.
“Entendido. Volveré con mis tres recompensas”.
Hice una nota mental de los criterios de la prueba antes de dar las gracias
al oso y salir de la oficina del gremio de mercenarios.
A pesar de lo abarrotado que estaba el mercado matutino de la vía
pública, el camino que había delante de mí estaba sorprendentemente
despejado. Caminé con facilidad entre la multitud y me dirigí hacia la puerta
Oeste.
En el camino, me detuve en un puesto que vendía una gran variedad de
artículos de cuero, desde pequeños monederos de cuero rígido hasta
maletines de cuero. Compré una gran cantimplora de cuero con forma de
calabaza, con un corcho prensado en la parte superior que servía de tapón.
Era una necesidad absoluta para cualquier viajero. Le entregué al dueño del
puesto tres monedas de plata y recibí cinco monedas de cobre como cambio.
Teniendo en cuenta lo lleno que estaba ya mi monedero, sabía que sacar
monedas de cobre se convertiría rápidamente en una molestia. Pronto tendría
que empezar a clasificar mis monedas en diferentes bolsas en función de su
denominación.
En otro puesto, compré un gran saco de cuero por un sek, así tendría
algo en lo que meter mis próximas recompensas. Esta vez, opté por pagar en
monedas de cobre para aligerar el peso de mi monedero.
Al continuar, pasé por un puesto cuyo delicioso aroma llenaba la calle.
Una sencilla hoguera frente al puesto mostraba carnes asadas cubiertas de
hierbas finamente picadas. El olor me dio mucha hambre.
Al despertar mi interés, me dirigí a un hombre que fumaba en pipa frente
al puesto. “Tendero, ¿qué tipo de carne es esa?”
El hombre parecía haber tragado algo de humo mientras le hablaba. Sus
ojos se enrojecieron y tosió al ofrecer su respuesta. “¡Cof, cof! E-esto es carne
de conejo asada con hierbas, señor caballero”.
Lo que supuse que era pollo aparentemente era conejo. Había oído que
era un alimento básico de la cocina francesa, pero nunca lo había probado
antes.
“Tomaré uno entonces”.

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El hombre pasó por alto la selección de carnes cocidas y envueltas en
hojas que había en la parte delantera de su puesto y, en su lugar, tomó un
poco de carne fresca. Comenzó a cocinarla delante de mí, pero la llama de la
barbacoa ya se estaba apagando. Evidentemente, el hombre quería ofrecerme
algo recién cocinado, pero no pude evitar sentirme molesto por el tiempo que
estaba tardando. Me detuve en el puesto porque justamente tenía hambre.
Una de las carnes precocinadas habría estado bien.
Decidí ser agradecido y esperar. Mientras vagaba con los ojos, vi cómo
el anciano extendía la mano hacia la leña de la hoguera y empezaba a recitar
en voz baja. “Fuego, atiende mi llamada y arde. ¡Fuego!”.
Una bola de fuego brotó de las manos del hombre y prendió fuego a la
leña.
“¡¿Qué?! ¿Eres un usuario de magia?” Apenas pude contener mi
sorpresa. La vista era incluso más impresionante que cuando yo mismo había
usado magia.
El hombre se frotó la nuca, su orgullo apenas oculto por su intento de
modestia. “Bueno, es solo un poco de magia de fuego, nada especial.”
“Así es, señor caballero. Una vara mágica de fuego sería tan útil como
él y su magia”, se burló una mujer que vendía judías secas en un puesto
cercano.
“No hace falta que seas tan franca, Ma. Además, esto es mucho más
conveniente. A diferencia de las varas mágicas, no necesito piedras rúnicas”.
“Por qué, incluso las piedras rúnicas de un goblin durarían un tiempo
en una vara de fuego. Apenas veo la diferencia”.
Parece que la mujer del puesto de al lado podría ser su esposa. Él objetó
débilmente, pero ella se limitó a cacarear mientras continuaba sin piedad.
Evidentemente, la magia era algo relativamente normal en este mundo.
Parecía que incluso la gente que no podía usar magia era capaz de usar
objetos imbuidos de magia. Desde los que se utilizaban en los objetos
cotidianos hasta los que se hacían para el campo de batalla, sólo podía
imaginar la amplia gama de objetos con piedras rúnicas que debían existir.
Oír hablar de monstruos populares como los goblins en conversaciones
cotidianas también hacía que el hecho de estar en un mundo alternativo se
sintiera aún más real.

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El hombre, ahora encorvado después de haber sido totalmente
intimidado por su esposa, me entregó el conejo recién asado. Le agradecí la
carne y pagué. Parecía la carne de un conejo entero, pero sólo me costó dos
monedas de cobre. El olor que desprendía era abrumador, pero no había
forma de quitarme el casco y comer aquí. Tendría que llevar mi almuerzo
fuera de los límites de la ciudad mientras buscaba mis recompensas.
Mientras me dirigía hacia el Oeste por la calle, tomé un desvío para
contemplar algunas de las casas y pronto me encontré con una pequeña zona
abierta frente a la puerta Oeste. Allí encontré un canal de piedra que vertía
agua a otro acueducto situado más abajo. El agua parecía ser potable, ya que
vi a los vendedores ambulantes que entraban por la puerta llenar sus
cantimploras. Las mujeres de las casas de los alrededores también iban y
venían, llenando de agua varias botellas y jarras.
Río abajo, en el acueducto inferior, la gente lavaba las verduras y cosas
similares, y aún más abajo, las mujeres lavaban la ropa. La puerta Este
probablemente tenía una configuración similar, pero había sido de noche
cuando llegué, y por eso no había visto a nadie.
Cuando me acerqué al acueducto, la gente se calló y se dispersó para
dejarme paso. Enjuagué rápidamente mi odre de agua antes de llenarlo, luego
le puse el corcho y lo guardé en mi saco de arpillera. Luego me dirigí hacia
la puerta oeste.
Los comerciantes estaban de pie con sus carros tirados por caballos en
la puerta oeste mientras sus mercancías eran inspeccionadas por los guardias.
También vi a algún que otro hombre con armadura de cuero o de metal, que
probablemente servía de escolta para los vendedores ambulantes.
Sorprendentemente, había poca gente haciendo cola en la puerta,
posiblemente debido a los impuestos que impone la ciudad.
Cuando me acerqué, un guardia—obviamente aterrado por mi
aspecto—se acercó lentamente a mí.
“L-lo siento, señor, pero si va a salir de la ciudad, tendrá que pagar el
impuesto de salida de tres sek o mostrarme su pase de viaje”.
El guardia era joven. Detrás de él, pude ver a varios guardias mayores
que hablaban entre sí mientras lo observaban. Parecía que le habían pedido
que se acercara voluntariamente. La voz del guardia chirrió al hablar.
Metí la mano en mi bolso y saqué el pase de viaje que había recibido la
noche anterior y se lo entregué. Tan pronto como lo vio, el joven guardia

57
saludó rápidamente y luego me devolvió el pase de viaje. Al parecer, ese era
mi autorización para salir, así que me dirigí a la puerta oeste.
Al cruzar el puente de piedra sobre el foso, vi un vasto campo, muy
parecido al de la puerta este, que se extendía ante mí. Continué siguiendo el
camino hacia el oeste, espiando a algún que otro agricultor que cuidaba de
los cultivos a medida que avanzaba.
Hubiera preferido acelerar las cosas usando Paso Dimensional, pero
quería evitar hacer algo demasiado llamativo mientras la gente pudiera
verme. Ya destacaba lo suficiente. Puede que la magia se considere una parte
relativamente normal de la vida en este mundo, pero es poco probable que
los hechizos que implican volar por el aire sean algo habitual. Si lo fueran,
la gente no necesitaría caballos. Así que decidí caminar con mis propios pies.
El camino ascendía suavemente cuesta arriba. Cuando llegué a la cima,
pude ver bien los alrededores. A mi izquierda, un enorme río serpenteaba por
el campo hacia el suroeste. Un poco más abajo de la colina, frente a mí, la
carretera se bifurcaba en dos direcciones. Una continuaba siguiendo el río y
la otra se extendía hacia el noroeste. Los campos por los que había caminado
terminaban en la colina, y no había indicios de asentamientos humanos en la
distancia.
Supuse que podría utilizar mi magia de teletransportación para viajar
por el camino del noroeste. Sin embargo, como no tenía un mapa ni había
edificios que me sirvieran de punto de referencia, era mejor no desviarme de
los caminos, para no perderme.
Paso Dimensional era bastante conveniente. Cuando tenía una buena
vista del campo, podía recorrer fácilmente hasta un kilómetro o más. Por otra
parte, cuanto mejor fuera mi vista, más fácilmente podrían verme.
Después de avanzar un poco por el camino del noroeste, me encontré
con un pequeño bosque justo al lado del camino. Pensando que podría
encontrar algún tipo de bestia allí, me teletransporté a la zona de los árboles
y entré en el bosque. Pero mi búsqueda podría resultar más difícil de lo que
había previsto. Además de los sonidos de mis pasos al atravesar la maleza,
los pájaros cantaban ruidosamente.
Además, si me encontraba con algún monstruo peligroso, mi única
opción real era retirarme.
Continué mi búsqueda a través del bosque, teletransportándome a
medida que avanzaba. Mi visión estaba mucho más oscurecida aquí que en

58
las llanuras, por lo que las distancias que me teletransportaba eran
naturalmente más cortas.
Avancé por el bosque con cuidado, siempre atento a mi entorno, para
no perderme en él. Pero, siendo un cazador novato, sabía que encontrar
cualquier tipo de bestia no sería fácil. El hecho de que llevara una reluciente
armadura blanca y plateada tampoco ayudaba. Aunque me faltaba el sigilo
de un cazador, lo compensaba proporcionando un enorme objetivo a otros
cazadores.
Al menos, mi armadura significaba que aún tenía una oportunidad
incluso si un animal salvaje me atrapaba en sus fauces.
Finalmente encontré dos pequeñas criaturas parecidas a los jabalíes
cerca de un arroyo a poca distancia. Tenían alrededor de un metro de largo y
estaban cubiertos de pelo corto y marrón grisáceo. De sus bocas salían dos
largos colmillos. Los animales no se movían mucho; probablemente estaban
descansando. Los observé desde la distancia, a través de los huecos entre los
árboles, mientras sacaba la Espada Sagrada del Trueno de Caladbolg de la
funda que llevaba a la espalda.
La espada hizo un leve ruido de rozamiento y desprendió un resplandor
azul cuando la desenfundé. Los jabalíes no parecieron darse cuenta, aunque
sus orejas se aguzaron un poco. Con la espada firmemente en la mano, usé
Paso Dimensional para moverme junto a ellos en un instante.
Tan pronto como aparecí, golpeé al jabalí más cercano a mí. La espada
cortó fácilmente dos patas del jabalí—una delantera y otra trasera—cuyos
huesos no ofrecieron mayor resistencia. A continuación, me teletransporté al
segundo jabalí y volví a cortarle las patas delanteras y traseras de un lado.
Los jabalíes se desplomaron junto al río, chillando al caer. En cuanto
cayeron, les atravesé el estómago. Los chillidos se hicieron aún más fuertes
cuando la sangre brotó de sus vientres y miembros amputados. El agua del
arroyo adquirió tonos de rojo cada vez más oscuros a medida que los gritos
de los jabalíes comenzaron a debilitarse.
Estos jabalíes eran sin duda comestibles, así que supuse que podría
obtener un beneficio decente llevándolos de vuelta y vendiéndolos en algún
lugar después de pasar la prueba para obtener mi licencia de mercenario.
Recordé haber oído en algún sitio que dejar sangre en un cuerpo hacía
que la carne oliera mal, así que había que abrir el estómago del animal

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mientras estaba vivo y drenar la sangre. Así pues, alineé los jabalíes a lo
largo de la pendiente del arroyo para que la sangre fluyera.
Sabía que sería bastante insensible de mi parte disfrutar de un trozo de
carne justo ahora, rodeado de los gritos de muerte de los jabalíes, que eran
cada vez más débiles. Sin embargo, por alguna razón, mirar hacia ellos me
recordó el conejo asado con hierbas que había comprado esta mañana. Me
senté en la orilla rocosa del arroyo y, tras comprobar rápidamente que estaba
solo, me quité el casco. Los únicos sonidos que me rodeaban eran los del
susurro de los árboles y el silencioso borboteo del arroyo. Tras respirar
profundamente el aire fresco y estirarme un poco, saqué de mi bolsa el
envoltorio de conejo asado con hierbas.
“Bendice esta comida”. Junté las manos en señal de agradecimiento por
el conejo que iba a comer.
Desenvolví las hojas y agarré la carne con la mano, dándole un gran
mordisco. No me quejé del olor de las hierbas ni de la carne ligeramente
salada la cual, de hecho, sabía bastante bien—muy parecido al pollo, aunque
la textura era un poco gomosa, a lo que definitivamente podría
acostumbrarme.
En poco tiempo, me había comido la carne de un conejo entero. Luego
saqué el odre de cuero que había comprado esta mañana para traer un poco
de humedad a mi garganta después de toda esa carne salada. Todavía era un
misterio para mí a dónde iba toda la comida y el agua, pero estaba lo
suficientemente feliz de poder comer y beber.
“Gracias por este regalo”. Después de volver a juntar las manos en señal
de agradecimiento, las lavé en el arroyo y me senté en la orilla rocosa para
descansar.
Apoyé la cabeza en mis manos y dejé que el sonido del viento entre las
hojas y el agua fluyendo sobre las rocas me envolviera. Miré el bosque que
me rodeaba. Había supuesto que se trataba de un mundo paralelo, pero
carecía de la mayor parte de las características de un entorno de fantasía.
Pero tampoco se sentía como si hubiera viajado a la Edad Media.
No había continentes flotantes, ni dragones, ni había encontrado ningún
elemento de fantasía como ogros o elfos durante mis viajes. Había oído que
había goblins y otros monstruos similares, pero las bestias que yacían frente
a mí junto al arroyo no parecían más que jabalíes con colmillos más grandes
de lo normal.

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Hasta ahora, lo más parecido a la fantasía que había encontrado era yo
mismo. Un esqueleto que podía comer, beber e incluso utilizar magia muy
poderosa. Hacía que la magia que utilizaba el hombre del puesto de comida
no pareciera más que un truco de cartas barato. Refunfuñé para mis adentros
que hasta que no viera un monstruo de verdad, no estaría totalmente
convencido de dónde estaba.
Justo en ese momento, sentí que algo se acercaba desde lo más profundo
de la espesura del otro lado del arroyo. A medida que se acercaba, pude oír
fuertes pisadas y un sonido parecido al de un cerdo chillando.
De la espesura salieron tres grandes cerdos, de unos 160 centímetros de
altura, cada uno caminando erguidos sobre dos patas.
Tenían la espalda encorvada y unos brazos enormes, cada uno de los
cuales sostenía unos gruesos garrotes construidos de forma rudimentaria. Su
piel era de color rojizo y no llevaban ropa. Estas criaturas con aspecto de
cerdos se dirigían hacia el arroyo sobre sus diminutas patas, y sus
protuberantes vientres se tambaleaban mientras se movían.
Justo ahí estaba todo lo que necesitaba para convencerme. Este era
definitivamente un mundo de fantasía.
Aunque eran similares a los orcos a los que estaba acostumbrado a ver
en los videojuegos, estos eran ligeramente diferentes. Estaban
completamente desnudos—posiblemente debido a su limitado intelecto—y
carecían de cualquier tipo de armadura o arma metálica. En el juego, serían
los típicos monstruos comunes y corrientes, probablemente de Nivel 20-40.
Estaba seguro de que podría eliminarlos fácilmente. Después de todo,
había subido el nivel de mi personaje actual hasta el nivel 255, el máximo
posible. El nivel 250 era el máximo sólo con los puntos de experiencia
normales, pero el juego ofrecía un sistema que aumentaba el límite en uno
cada vez que completabas ciertos eventos de multijugadores a gran escala.
Cada nivel desbloqueado más allá del 250 otorgaba la misma cantidad de
beneficios que diez niveles normales, lo que significa que en realidad yo
estaba en el nivel 300.
También tenía el armamento de clase mítica que acababa de utilizar en
mi encuentro con los jabalíes, lo que me hacía bastante formidable en
combate.

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Los tres orcos hicieron ruidos de resoplidos, aparentemente
comunicándose entre ellos. Parecía que señalaban a los jabalíes que yacían
junto al arroyo y decían: Parece que hemos encontrado una gran presa.
Justo en ese momento, uno de los orcos se dio cuenta de que estaba
sentado en el terraplén rocoso y soltó un chillido agudo.
“¡¡¡Squeeeeee!!!”
“¡¿Hroink?! ¡Hraffa oink froogrho!”
Los otros dos orcos respondieron con sus propios gritos amenazadores.
Levantaron sus garrotes y corrieron hacia mí, con pisadas estruendosas
mientras se acercaban. Más bien, llamar a lo que estaban haciendo “correr”
era probablemente una exageración. En cualquier caso, las vibraciones
ondulaban sobre sus vientres protuberantes a medida que se movían.
Volví a ponerme el casco y me teletransporté detrás de los orcos.
Sacando mi espada de su funda, la clavé en la nuca de uno de ellos, justo en
la vértebra cervical.
“¡¿Hruaugh?!”
El orco que había apuñalado murió al instante. Al igual que en el juego,
parecía que no eran un gran desafío.
Los dos restantes miraron desesperadamente a su alrededor durante un
momento, todavía sorprendidos de que su enemigo hubiera desaparecido
ante sus ojos. Poco a poco, se dieron cuenta de mi presencia detrás de ellos.
Hice girar la ancha espada de un lado a otro, cortando sin esfuerzo el
carnoso cuello del monstruo muerto y haciendo caer su cabeza. La sangre
brotó de su enorme cuerpo al caer, golpeando el suelo con un enorme golpe.
“¡¿Froink?! ¡Hroooink!”
Al ver la muerte de su camarada, los dos orcos restantes soltaron
chillidos aterrorizados y tropezaron con ellos mismos para escapar hacia el
bosque.
No me molesté en perseguirlos, ya que los dos jabalíes y el orco que ya
había matado satisfacían mi requisito de tres recompensas.
Llevé la cabeza cortada del orco al arroyo y lavé la sangre. Aunque sabía
que era un orco, parecía un cerdo común y corriente sin el cuerpo. Puse la
cabeza en la bolsa que había comprado para mis recompensas. Con suerte,
serviría como prueba suficiente. A continuación, até las patas traseras de las

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criaturas de jabalí y las arrojé sobre mi hombro. Debían de pesar al menos
cien kilos juntos, pero no tuve ningún problema para cargarlos, gracias a mi
elevada fuerza superior.
Alternando entre caminar y teletransportarme, salí del bosque. Me
perdí, aunque solo por un momento, ya que finalmente llegué al camino
principal.
No era muy bueno con las direcciones, así que tenía que tener cuidado
aquí. De lo contrario, nunca llegaría a la ciudad. No había nadie cerca a quien
pedirle indicaciones, ni siquiera una caseta de policía.
De vuelta en la carretera, dejé escapar un suspiro y miré al sol. Parecía
que eran alrededor de las tres de la tarde.
Sin perder de vista a ninguna persona de los alrededores, me dirigí de
nuevo hacia la ciudad de Luvierte mediante breves saltos de
teletransportación. Cuando llegué al lugar donde el camino se bifurcaba,
empecé a ver a otras personas que se dirigían al pueblo. Parecía que tendría
que caminar el resto del camino.
Aproximadamente una hora más tarde, llegué a la puerta oeste de
Luvierte.
La gente con la que me crucé se sorprendió al verme con dos animales
colgados al hombro. Imaginé que no era común llevar tanto peso sin
esfuerzo, y además sobre un solo brazo.
Atravesé las puertas dobles abiertas de la oficina del gremio de
mercenarios. El lugar estaba vacío, salvo por el oso con parche en el ojo que
cuidaba de su jaula en el mostrador y otro hombre más adentro que realizaba
tareas administrativas. Cuando me acerqué al mostrador, la comisura de la
boca del hombre con aspecto de oso se torció en una mueca mientras me
miraba a través de su jaula. Estaba seguro de que los barrotes que rodeaban
el mostrador estaban pensados para proteger a los empleados de los rufianes,
pero desde mi punto de vista, parecía que este hombre era un peligroso
animal enjaulado que no podía estar suelto.
“De vuelta tan pronto, huh. ¿Conseguiste algo?” El oso me llamó con
esa sonrisa incómoda todavía en su cara.
En respuesta, me quité los animales atados del hombro y los puse en el
suelo. Saqué la cabeza del orco de mi saco de recompensas.

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“Con esto suman tres. ¿Me vas a expedir ahora mi licencia de
mercenario?”
Los ojos del oso se abrieron ligeramente, y un ruido grave emanó del
fondo de su garganta, posiblemente de admiración.
“Bueno, lo haré. No esperaba que consiguieras los tres en sólo medio
día. Dos jabalíes y un orco, ¿eh? ¿Qué hiciste con la carne del orco y su
piedra rúnica?”
Al parecer, las criaturas parecidas a los jabalíes se llamaban jabalíes. En
cuanto al orco, me sorprendió saber que la carne era comestible.
El hombre continuó explicando que la carne de orco valía cinco sek—
las monedas de plata—y que, como los orcos eran monstruos, había una
piedra negra en sus corazones llamada piedra rúnica. Cuando le dije que
nunca había agarrado una piedra rúnica, el hombre se rió.
“Bueno, ciertamente no estás sufriendo por cuestiones de dinero,
¿verdad?”
Las piedras rúnicas que se encontraban dentro de los orcos eran del
tamaño de un dedo meñique y sólo valían alrededor de un sek de plata. Aun
así, me pareció un desperdicio cuando con esa misma cantidad podía pagar
una noche en una posada barata. A partir de entonces, decidí hacer todo lo
posible por conseguir esas piedras.
Una vez terminada la inspección, el hombre colocó un medallón de oro
del tamaño de una placa de identificación en el mostrador entre las barras.
“Aquí está su licencia de mercenario. Eso te costará tres sek. Además,
necesito tu nombre.”
“Me llamo Arc”.
Saqué las tres monedas de plata de mi cartera y le pagué al hombre antes
de tomar mi licencia de mercenario de oro en la mano. En la licencia había
un número de cinco dígitos seguido de una cadena de caracteres
desconocidos. También tenía tres estrellas grabadas. Me quedé mirando los
caracteres durante un rato hasta que, de repente, a pesar de no haberlos visto
antes, la traducción apareció en mi cabeza. “Gremio de Mercenarios de
Luvierte, Reino de Rhoden”. Fue una sensación peculiar.
Pensando en ello, me di cuenta de que había podido conversar con los
que me rodeaban todo este tiempo. No podía creer que no hubiera pensado

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en esto antes. Por lo menos no había ningún inconveniente en poder entender
el idioma.
“¿Qué es esto?” Señalé las tres estrellas grabadas en el lado derecho de
la licencia de mercenario.
“Ese es tu nivel de habilidad, asignado por nuestro personal. Ser capaz
de derribar a un orco con una sola mano te sitúa en tres estrellas. El nivel
más alto es de siete estrellas, pero no hay muchos por ahí”. El oso con parche
en el ojo esbozó una gran sonrisa, haciendo pensar que yo podría ser uno de
esos pocos.
Tres de siete no estaba nada mal. No había aspirado a un rango, pero
“promedio” estaba bien para mí.
“Los mercenarios errantes suelen buscar trabajo en el tablón de
anuncios de esa pared”.
Señaló hacia un tablero que colgaba junto a la entrada. De él colgaban
varias etiquetas de madera con letras escritas. A primera vista, se parecían a
las tablillas que se cuelgan para las ofrendas en los santuarios. Tomé una de
las etiquetas en la mano y miré las letras. Las palabras empezaron a
traducirse lentamente en mi mente y, una a una, pude entender su significado.
Parecía que cada una de estas etiquetas era una orden de trabajo. A
juzgar por la diferencia de color entre los lados y la superficie, una vez que
se completaba un pedido, se limpiaba la superficie y se escribía una nueva
solicitud en ella. Parecía que el papel era todavía un lujo en este mundo. Eché
un vistazo a todas las etiquetas colgantes y leí las solicitudes.
“Estas son más bien tareas”.
La mayoría de las solicitudes eran tareas aburridas, como limpiar los
campos de alimañas, ayudar a cultivar las tierras de labranza, transportar
escombros o limpiar los acueductos. No sólo eso, sino que la paga también
era mala. ¿Se trataba de un gremio de mercenarios o de uno de ayuda?
“La tropa de mercenarios de la ciudad es la primera en obtener los
trabajos realmente buenos y en los que se necesitan muchos hombres. Si
buscas algo de mayor nivel, tendrás que unirte a una tropa. La gente que
acepta las solicitudes de la oficina del gremio son miembros de la tropa con
algo de tiempo libre que intentan ganar dinero extra para sus bolsillos o
mercenarios errantes como tú”.

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Unirse a una tropa de mercenarios y aceptar encargos de trabajo con
otros miembros estaba descartado. En ese caso no podría ocultar mi identidad
para siempre. Por otro lado, sería difícil pasar el resto de mi vida sin
interactuar con la gente.
Decidí aceptar un trabajo al azar, solo para tener una idea de cómo
funcionaba el sistema.
Volví a mirar el tablón de anuncios de trabajos y tomé una solicitud. Era
de una persona de la aldea de Rata que quería que alguien hiciera de guardia
mientras recogía hierbas medicinales. La paga era baja—sólo un sek—pero
quería ver cómo era la recolección de hierbas.
En el juego, recoger hierbas medicinales era una misión común. Aquí,
sin embargo, estaría protegiendo a los que la recolectaban. Pensándolo bien,
tenía sentido, ya que sería difícil para alguien sin ningún conocimiento sobre
hierbas salir a buscarlas. Los mercenarios no sabrían diferenciar entre las
hierbas y los pastos de aspecto similar, ni siquiera dónde crecían
normalmente.
Cuando llevé la solicitud de trabajo al mostrador, me encontré con una
mirada confusa del hombre con aspecto de oso.
“¿Hablas en serio? ¿Quieres tomar esta petición? La paga es baja para
lo que piden”.
“Está bien. Estoy interesado en el trabajo”.
Esto era totalmente una invención de mi parte. Además de la escasa
probabilidad de que me encontrara con algún peligro notable mientras
vigilaba a alguien que buscaba hierbas, este también se sentía como el trabajo
más parecido a una misión del montón.
“Eres una persona extraña. Asegúrate de tratar bien al solicitante, ¿vale?
No es que eso sea un problema para alguien como tú”. La sonrisa que se
dibujaba en las comisuras de la boca del oso parecía mucho más natural esta
vez.
El hombre era una especie bastante rara. ¿Cuántas otras personas en este
mundo me habrían tratado con normalidad si me pusiera delante de ellos
completamente equipado con una armadura?
El oso terminó de registrar el trabajo para mí y me devolvió la etiqueta.
Dijo que el solicitante era una niña de trece años que vivía en el pueblo.

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“Después de que termines la solicitud, asegúrate de que te dé una
etiqueta de finalización. Te pagarán si presentas la etiqueta de solicitud junto
con la etiqueta de finalización”.
Le pregunté al oso cómo llegar a Rata, después le di las gracias y salí
del gremio.
Mi siguiente parada fue la oficina del gremio de comerciantes de al lado.
El oso me dijo que me comprarían los jabalíes y la cabeza del orco.
La oficina del gremio de comerciantes era mucho más grande que la del
gremio de mercenarios, e incluso incluía espacios para estacionar carruajes
en la parte delantera, así como una bóveda para guardar la mercancía en la
parte trasera. También tenía muchos más empleados que visitantes.
Al igual que en el gremio de mercenarios, el mostrador estaba rodeado
de barras de hierro. Sin embargo, a diferencia del gremio de mercenarios,
había mucha gente trabajando detrás del mostrador. Al acercarme, llamé a
uno de los recepcionistas, un hombre de mediana edad, y le dije que quería
vender mi botín. Me dijo que las compras se hacían en la bóveda de atrás y
me indicó dónde ir.
La inspección fue rápida y pude vender los jabalíes por siete monedas
de plata y cinco de cobre cada uno y la cabeza del orco por una sola moneda
de cobre. Puse las monedas en la bolsa de cuero, agradecí al empleado y
continué mi camino.
Cuando salí, ya había anochecido. Decidí que me quedaría aquí una
noche más y que mañana me dirigiría a Rata.

***
La ciudad de Diento se construyó para servir de punto estratégico en el
camino que conducía a la capital, la cual estaba situada en el centro del Reino
de Rhoden.
Los viajeros de la frontera norte disponían de dos rutas para llegar a la
capital: la ruta occidental, que atravesaba las Montañas Calcut que se
extendían al sur de la capital, o la ruta oriental.
Aunque la ruta occidental ofrecía un trayecto más corto hasta la capital,
estaba limitada en su lado occidental por el vasto desierto de Hibbot. Debido

67
a las dificultades para conseguir agua, y al limitado número de pueblos a lo
largo del camino, viajar con grandes grupos no era tarea fácil.
En comparación, el camino oriental era más largo, pero se extendía
paralelamente con el Río Lydel. El río bajaba por toda la ladera oriental de
las Montañas Calcut y llegaba directamente a la capital, proporcionando un
gran suministro de agua a lo largo del camino.
El terreno relativamente plano también permitía contar con ciudades
más grandes a lo largo de la ruta oriental. Aunque los viajeros de las
montañas Furyu tendrían que cruzar el Río Lydel dos veces, tanto hacia
arriba como hacia abajo, seguía siendo la ruta más fácil de las dos.
La ciudad de Diento se encontraba en la ruta oriental y se alzaba frente
al amplio puente de piedra de trescientos metros que cruzaba el Río Lydel
río arriba, conduciendo directamente a la puerta oriental de la ciudad. Debido
a la importancia estratégica de Diento, también servía de fortaleza, y estaba
rodeada por dos murallas de piedra.
El marqués Tryton du Diento era el gobernante de esta ciudad. Su
castillo, muy bien construido, se encontraba en el centro de Diento y servía
también de fortaleza militar. Además de las dos murallas, también estaba
rodeado por dos fosos.
En una de las habitaciones del castillo había un escritorio, detrás del
cual estaba sentado el marqués du Diento, que estaba ocupado revisando una
variedad de papeles. Este era su estudio, donde pasaba gran parte de sus días.
Luciendo una melena de cabello blanco que le caía por la espalda y un tupido
bigote blanco, El Marqués du Diento era un caballero mayor y regordete,
vestido con la ropa más fina.
Un golpe seco resonó en la puerta del estudio. Sin levantar la vista de
su trabajo, el Marqués du Diento dio permiso para que entrara la persona que
estaba al otro lado.
“Disculpe, señor”.
Celsika Dourman, cónsul de los dominios de Diento, entró en la
habitación. Celsika era un hombre delgado, de complexión nerviosa y pálida.
Llevaba el pelo largo, peinado hacia arriba para ocultar el hecho de que su
cabello era escaso. Tras una leve reverencia, se acercó al escritorio, peinando
su cabello caído mientras lo hacía.
“El asunto…de los Luvierte… terminó en fracaso…”

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Tryton enarcó una ceja en respuesta al informe de Celsika y levantó la
vista de sus papeles, lanzando un fuerte suspiro. Se recostó en su silla. “Me
parece recordar que dijiste que le habías confiado esto a alguien muy
capacitado”.
“Mis disculpas, señor. Mi hombre era hábil. Mató a todos los guardias.
Sin embargo, el destino cambió, y un mercenario errante lo mató a él y a sus
bandidos”.
“Así que, después de todo, sólo eran bandidos. Tú plan carecía de los
detalles más importantes. ¿Y qué hay de los monstruos que recibimos del
Este para soltarlos en Luvierte?”
“Todavía no he recibido ningún informe. Sin embargo, dado que el
primer plan ya fracasó, es poco probable que el segundo perturbe al
Vizconde Luvierte. Las probabilidades son aún mayores ahora que él se
encargará de los monstruos”.
“¡Maldita sea!” El rostro de Tryton se contorsionó. “Bueno, aun así, me
imagino que dos basiliscos gigantes al menos acumularán una gran cantidad
de bajas”.
Celsika asintió en acuerdo. “Pero, ¿por qué Su Alteza Dakares querría
causar disturbios en Luvierte?”
“¿Quién sabe? Tal vez sea una demanda del Este. Después de todo,
están protegiendo la espalda de Su Alteza. Si Luvierte se alineara con la
facción de Dakares, reforzaría la posición del Este y le permitiría centrar su
atención en Revlon, al Oeste. Tenemos mucho comercio con el Este, así que
también nos beneficiaría”.
“Es cierto. Luvierte apoya actualmente al oeste, lo que le sitúa en el
bando de Su Alteza Sekt. Todavía no nos hemos pronunciado públicamente
sobre ninguna posición, así que es dudoso que sepan de nuestra participación
en este incidente.”
“Si nadie lo sabe, entonces lo dejaremos así. Es más importante que
aseguren las mercancías. Tenemos que enviarlos pronto. Por ahora, céntrate
sólo en la nobleza del reino que estamos seguros de que nos escucha. Pase
lo que pase, tenemos que asegurarnos de que Su Alteza Yuriarna no se entere
de esto”.
Tryton movió su pesado cuerpo, sacó un cigarro de un cajón del
escritorio y lo encendió. El humo salía de su boca con cada exhalación. Entre
una y otra inhalación, preguntó a Celsika por el estado de los productos.

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“Actualmente tenemos cuatro de los elfos… productos… en el sótano
de la tienda. Tenemos un grupo buscando más ahora”.
“Parece que cada vez es más difícil atraparlos. Tal vez finalmente están
empezando a sospechar. Quiero que aceleren sus esfuerzos. ¿Y dónde está el
idiota de mi hijo? No lo he visto por aquí últimamente”.
“¿El Maestro Udolan? Cuando lo comprobé esta mañana, llevaba su
espada. Puede que haya acompañado al grupo para conseguir más elfos”.
Una vena se abultó en la frente de Tryton cuando escuchó esta
respuesta, golpeando con su puño el escritorio. “¡Ese idiota! ¡Esto no es un
juego! Apenas sabe usar la espada, ¡no será más que un estorbo en el bosque
de los elfos! Ya he oído suficiente. Márchate de una vez”.
Celsika respondió inclinándose cortésmente y saliendo en silencio de la
habitación.
Tryton dio una profunda inhalación a su cigarro antes de apagarlo
agresivamente en su cenicero. Finalmente, se quedó mirando los papeles que
tenía repartidos por el escritorio.

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Capítulo 2
El Mercenario Errante

A la mañana siguiente me desperté con el ruido de la gente que


caminaba por la calle.
Había vuelto a la posada, pasando otra noche en la chirriante cama de
madera con la espalda apoyada en la pared. Después de relajar mis
articulaciones rígidas, tomé mi equipaje y bajé las escaleras.
El mostrador estaba sin personal, igual que ayer. Tras salir de la posada,
me mezclé con la multitud de gente en la calle y me dirigí hacia la puerta
Este.
Hoy me dirigía a la aldea de Rata—a medio día de viaje a caballo—para
llevar a cabo el trabajo que había aceptado en la oficina del gremio de
mercenarios.
Pasé por el mercado matutino y recargué mi odre de agua en el
acueducto frente a la puerta Este. Cerca de allí, un grupo de hombres con
armadura estaban reunidos, observándome de reojo. ¿Quizás la tropa de
mercenarios de la ciudad?
Al llegar a la puerta, mostré mi pase de viaje y me dejaron pasar, al igual
que el día anterior. Tras cruzar el puente de piedra, caminé por un camino de
tierra elevado que se extendía entre los campos de trigo y el foso, siguiendo
la muralla de la ciudad mientras me dirigía hacia el norte.
Cada vez que me cruzaba con un campesino, éste inclinaba la cabeza y
se apartaba de mi camino. Probablemente suponían que era un caballero real
de alguna región lejana, así que me aseguraba de asentir con la cabeza y
saludarles al pasar.
Cuando llegué al límite norte de Luvierte, el camino de tierra se
convirtió en una carretera mucho más grande que se extendía en la distancia.
Continué por ella y, una vez que salí de los campos y ya no podía ser visto,
comencé a utilizar Paso Dimensional para atravesar rápidamente el
pintoresco paisaje.

71
Después de viajar un poco hacia el norte, llegué a la primera
intersección del camino—el punto de referencia que estaba buscando. El oso
me había dicho ayer que girara a la izquierda y siguiera el camino hacia el
pueblo. Mirando hacia adelante, pude ver que uno de los caminos tenía
enormes estacas a ambos lados. En la otra dirección, un camino de tierra
cubierto de maleza se extendía hacia el noroeste. Era más un sendero para
animales que una carretera, aunque en mi mundo, ninguna de estas opciones
habría pasado por carreteras.
Continué teletransportándome por el camino que parecía un sendero de
animales hasta que vi un campo rodeado por una valla de madera y una zanja
vacía. Más allá del campo había una aldea rodeada por un foso, y dentro de
éste, un gran montículo de tierra con troncos atados y apilados en la parte
superior formando un muro. La puerta consistía en varios troncos macizos
atados entre sí suspendidos sobre la entrada por una cuerda de aspecto
resistente. Probablemente, los aldeanos cortarían la cuerda para dejar caer la
puerta cuando fueran atacados.
Fuera de la puerta, dos ancianos con lanzas mal hechas hablaban
animadamente. Uno de los hombres se dio cuenta de mi aproximación y le
avisó al otro. Ambos empezaron a balbucear y a gesticular alocadamente
mientras me observaban.
Finalmente, uno de ellos se dirigió hacia mí, tambaleándose con la
espalda encorvada y utilizando la lanza como bastón. Para ser sincero, estos
hombres no parecían la mejor elección como guardias de la puerta.
“¡Señor Caballero! ¿Puedo preguntarle qué negocios tiene usted con
nuestro humilde pueblo?”, dijo el viejo guardia con una voz ronca y aguda.
Debía de estar nervioso.
“Por favor, no me malinterprete. Soy un simple mercenario. He venido
a realizar un trabajo a petición de una tal señorita Marca”.
“¿Marca? La hija mayor de Seona, ¿no?” El anciano parpadeó varias
veces, la mirada de sorpresa ante mi inesperada respuesta era evidente en su
rostro.
“¿Podría indicarme el camino a la casa de la señorita Marca?”
“¡D-de inmediato! Sígame”. El anciano respondió con entusiasmo y me
condujo hacia la puerta, haciendo un gesto al otro guardia mientras
pasábamos para que supiera que todo estaba bien. Finalmente entré en Rata.

72
Todas las miradas se dirigieron a mí en un instante. No sólo era raro que
viniera un forastero de visita, sino que probablemente mi armadura los ponía
aún más nerviosos. La reacción era constante en todos los lugares a los que
iba.
En contraste con las casas de madera que había visto en la ciudad, las
viviendas del pueblo parecían más bien cabañas de montaña. El anciano se
acercó a una de estas viviendas y llamó a la gran puerta de madera antes de
anunciar nuestra presencia.
“Seona, ¿estás ahí? ¡Tienes una visita!”
Escuché a una mujer responder y, un momento después, vi que la puerta
se abrió un poco. Sin embargo, no había nadie.
Bajé un poco la mirada y me fijé en una niña de unos diez años que nos
miraba fijamente. Llevaba el pelo rubio recogido en un moño y nos miraba
al anciano y a mí con sus grandes ojos marrones.
“Hola Herina. ¿Dónde está tu madre? Este caballero aquí tiene algunos
negocios con ella.”
“Umm…”
La niña—Herina, según el anciano— sacudió ligeramente la cabeza y
frunció el ceño. Dio un paso atrás, como para esconderse en la oscuridad
detrás de la puerta.
“Oh, claro. Probablemente está trabajando en el campo”. El anciano se
rascó la cabeza e hizo una mueca, como si estuviera sumido en sus
pensamientos.
Podía escuchar el sonido de alguien acercándose. Entonces la puerta se
abrió de par en par.
“Mi madre está en los campos ahora mismo. ¿Qué necesitas?”
La nueva chica que había aparecido era mayor, de unos trece o catorce
años. Probablemente medía 150 centímetros y tenía el pelo castaño claro
atado en coletas hasta los hombros. Con su piel bronceada y sus ropas
desgastadas, tenía sin duda el aspecto de una campesina. Miró fijamente al
guardia con sus grandes y claros ojos azules.
Cuando su mirada pasó del anciano a mí, sus ojos se agrandaron aún
más. “¡Whoa! ¿Es usted quien ha tomado mi solicitud, Señor Caballero?”

73
Sus ojos se iluminaron cuando se dio cuenta del motivo de mi presencia,
aunque, al mirarme, empezó a inclinar la cabeza hacia un lado, cada vez con
más dudas. Imaginé que mi armadura no encajaba realmente con la imagen
de un mercenario; incluso se había referido a mí como un caballero.
“Me llamo Arc. No soy un caballero, sino un simple mercenario. ¿Eres
tú la Señorita Marca?” Intenté tranquilizarla preguntándole su nombre.
Rápidamente inclinó la cabeza y dio un paso atrás antes de responder.
“¡Sí, soy yo! ¡P-por favor, entre!”
El guardia de la puerta se inclinó una vez y regresó a su trabajo.
“Gracias”.
Una vez dentro, pude ver que la casa era bastante pequeña.
Inmediatamente al lado de la entrada había un área para cocinar, que
consistía en un hueco revestido de piedra y rodeado de tierra compactada con
una olla suspendida encima. Varios utensilios de madera estaban
organizados ordenadamente en una sencilla alacena. Más adentro, el suelo
era plano y estaba revestido de piedras, sobre las que descansaban unos
pocos muebles de madera, incluyendo una mesa, cuatro sillas y dos camas
en el fondo.
“Herina, el Señor Caballero y yo tenemos algunos asuntos que discutir.
Ve a jugar un rato, ¿vale?”
La joven—seguramente la hermana menor de Marca—se escondió
detrás de Marca mientras sus grandes ojos marrones me miraban con gran
interés.
“Por favor, siéntese, Señor Caballero”. Marca me indicó una de las sillas
que había frente a la mesa. Le di las gracias y me senté.
Marca se sentó en la silla de enfrente y me miró mientras hablaba. “¿De
verdad ha aceptado mi solicitud? El gremio me dijo que no estaban seguros
de que alguien quisiera hacerlo. Sólo pude ofrecer el poco dinero que tenía
de mi mesada”.
La chica aún parecía no estar segura de lo que estaba viendo. Si nuestros
papeles se hubieran invertido, también me costaría creer que una persona
como yo trabajara por esa cantidad.
“Por favor, llámame Arc. Simplemente estoy interesado en el arte de la
recolección de hierbas medicinales”.

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Al escuchar mi razón para aceptar su petición, la chica pareció
sorprendida. Luego, una sonrisa se dibujó en su rostro y sus mejillas se
tiñeron de un ligero color rosa. Volvió a inclinar la cabeza, moviendo sus
coletas con el gesto.
“¡Gracias! Entonces, umm, Señor Arc… ¿Está listo para empezar? Sólo
necesito recoger algunas cosas”.
Asentí con la cabeza, lo que hizo que la chica saliera corriendo. Cogió
un gran paño que colgaba de la pared y se lo puso alrededor del cuello como
si fuera una bufanda, y luego cogió una cesta cerca de la puerta. Finalmente,
tomó las manos de Herina, mirándola directamente a los ojos mientras
hablaba.
“Herina, Sissy irá al bosque. ¿Puedes vigilar la casa por mí?”
“¡No hay problema!”
Herina hinchó el pecho y asintió con fuerza en respuesta. Marca sonrió
y acarició la cabeza de Herina, pasando los dedos por el pelo de la niña.
“Mamá volverá pronto. Dile que contraté a un guardaespaldas para que
me llevara al bosque, así que no hay necesidad de preocuparse”.
“¡De acuerdo!” Herina respondió de nuevo con un firme asentimiento.
Seguí a Marca fuera de la casa mientras Herina nos miraba desde la
puerta, saludando todo el tiempo. Marca le devolvió el saludo a su hermana
y se dirigió hacia la puerta del pueblo.
“¿No le dijiste a tu madre sobre esto?” Miré a la joven, con su canasta
firmemente en su espalda.
Ella respondió dándose la vuelta para mirarme, con el ceño ligeramente
fruncido. “Quiero decir, sería imposible que me dejara ir si se lo dijera”.
Marca se escabulló por la puerta del pueblo, con el rostro ligeramente
fruncido. Los dos ancianos que custodiaban la puerta anteriormente se
inclinaron y observaron cómo nos íbamos.
“La gente ha estado viendo últimamente grandes monstruos en los
campos cercanos a la aldea. Pero eso fue justo después de que hiciera esta
petición y pagara al gremio”.
“¿Y tu padre?”

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El paso de Marca disminuyó ligeramente mientras caminaba hacia el
norte a lo largo de la muralla de la aldea.
“Papá estaba muy enfermo. Murió el año pasado. Mamá, mi hermana y
yo trabajamos en el campo, pero las cosas son bastante difíciles”. El rostro
de Marca se oscureció y desvió la mirada, aunque su sonrisa siempre latente
se mantuvo.
“Me disculpo por mi imprudente pregunta”.
Ella respondió tomando un breve impulso. Cuando por fin se dio la
vuelta, su expresión triste había sido sustituida por la misma mirada alegre
de antes.

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77
“¡Está bien! ¡Además, quiero sorprender a mamá y ayudarla!”
Me di cuenta de que era una joven normal y feliz, nada diferente de
cualquier otra persona de su edad. También tenía una hermosa sonrisa.
“Las hierbas sirven para hacer medicinas. Puedo venderlas a muy buen
precio en la ciudad, lo que ayudará mucho a mamá. Solía salir con papá a
recoger hierbas y luego íbamos al pueblo a venderlas”.
La mirada de nostalgia en su rostro me hizo querer hacer todo lo posible
para ayudarla. Al mismo tiempo, me recordó cómo era yo a su edad, para mi
desgracia. Me reí en voz baja bajo el casco.
Tengo que ayudar a esta chica y a su familia, pensé mientras ajustaba
mi perspectiva. Esto ya no era una simple excursión de placer.
“Bueno, entonces tendremos que recoger una tonelada de hierbas para
facilitarle las cosas a tu madre”.
“¡Definitivamente!” La chica exudaba entusiasmo, su mente centrada
por completo en su familia.
“¿Nos dirigimos a algún lugar peligroso?”
“El bosque de más adelante se extiende hacia el suroeste, a lo largo de
la base de las Montañas Furyu. En lo más profundo del bosque, he oído que
hay wyverns, dragones y otros monstruos peligrosos. Pero papá dijo que es
seguro siempre que no te adentres demasiado en el bosque”.
Aun así, parecía que había más monstruos de lo normal en este bosque,
por lo que sería mejor no excederse.
Seguí caminando detrás de Marca mientras me explicaba dónde
estábamos. Al parecer, los picos empinados y nevados que podía ver al
noreste formaban parte de las montañas Furyu.
La llanura desierta pronto dio paso a uno que otro árbol, y la vegetación
se hizo cada vez más densa a medida que avanzábamos hacia el bosque.
Decidí que si nos encontrábamos con algún monstruo que no pudiera
manejar, escaparía con Marca usando Paso Dimensional. Continué siguiendo
sus pasos con la cabeza girándola constantemente, buscando cualquier
monstruo peligroso en la zona.

***

78
En el lado occidental de Rata, una mujer se agachaba en una esquina de
los vastos campos de las afueras del pueblo, cuidando las verduras.
Su largo y rizado cabello rubio estaba atado en una coleta que le caía
por encima de los hombros, y sus brillantes ojos azules y sus pecas daban a
su rostro un aspecto amable. Medía unos 170 centímetros y llevaba un
vestido cubierto de parches. La mujer detuvo su trabajo para secarse el sudor
de la frente antes de mirar al sol; estaba segura de haber oído a alguien
llamarla por su nombre. Observó la línea de árboles hacia el norte.
“¿Escuchaste algo?”
Miró a la mujer musculosa que trabajaba a su lado. La segunda mujer
también dejó de trabajar.
“No escuché nada. ¿Qué fue, Seona?”
La primera mujer, Seona, escuchó atentamente mientras volvía a
examinar los campos circundantes. Justo entonces, vio a dos hombres—
cazadores, a juzgar por su vestimenta—corriendo, presas del pánico, desde
el bosque del norte. Pudo ver a varios aldeanos salir de los campos para
rodear a los cazadores, pero ella estaba demasiado lejos para oír lo que
decían.
“Me pregunto qué habrá pasado”. La voz de Seona traicionó su
preocupación mientras miraba a la mujer que estaba a su lado.
“Tal vez fue uno de esos jabalíes colmilludos que aparecieron antes.
¿Por qué no vamos a ver?”
La musculosa mujer también parecía preocupada mientras trotaba hacia
los cazadores y los aldeanos. Seona salió corriendo detrás de la mujer,
sintiendo una sensación de inquietud en lo profundo de su propio pecho.
“¡Iré a decirle al jefe de la aldea!” Uno de los aldeanos que había estado
hablando con los cazadores corrió hacia el pueblo.
El resto de los aldeanos se acercaron a los cazadores, que ahora estaban
sentados en el suelo recuperando el aliento.
“¿Qué sucedió?”
Uno de los cazadores levantó la vista ante la pregunta de Seona, su voz
era una mezcla de miedo y emoción.
“¡Un monstruo! ¡Era un monstruo enorme!”

79
Al oír esto, la mujer que había venido con ella miró hacia atrás con
escepticismo, ladeando la cabeza. “¿Te refieres a los jabalíes colmilludos?”
El otro cazador respondió esta vez. Su rostro estaba blanco y pálido,
aunque estaba tan alterado como su camarada. “¡Ni siquiera cerca! ¡Este era
realmente enorme, de casi ocho metros de largo! ¡Nunca antes había visto
nada de ese tamaño!”.
Las expresiones de los aldeanos cercanos cambiaron a miradas de
sorpresa y preocupación.
“¿Quieres decir que viste esa cosa enorme tan cerca del pueblo?”
“¿Tal vez eso es lo que ha estado persiguiendo a los jabalíes colmilludos
por esta zona?”
“Si informamos de este incidente al vizconde, me pregunto si enviará
sus tropas”.
Los otros aldeanos parecían preocupados mientras charlaban entre ellos.
La mujer corpulenta miró a Seona, con una expresión de preocupación en su
rostro.
“Tus hijas están solas en casa, ¿verdad, Seona? Deberías ir a asegurarte
de que están a salvo”.
“Tienes razón. Me iré a casa ahora mismo”.
Las palabras de la otra mujer apenas habían salido de su boca cuando
Seona ya estaba corriendo de regreso a su puesto de trabajo en el campo.
Arrojó sus herramientas en su cesta y se la puso en la espalda. Luego partió
por el camino de tierra hacia el pueblo.
Los guardias de la puerta parecían confundidos cuando Seona se
acercaba, pero ella los ignoró y corrió directamente hacia su casa. Por el
rabillo del ojo, pudo ver a un joven en un caballo que salía galopando de la
aldea. Probablemente el jefe había enviado un mensajero para notificarle al
vizconde la inminente emergencia.
Seona abrió de golpe la puerta de su casa y se apresuró a entrar. Seona
encontró a Herina sentada en una silla junto a la mesa, moviendo las piernas.
Herina pareció sorprendida al principio, pero su rostro se iluminó en cuanto
reconoció a su madre. Corrió hacia la puerta y abrazó a Seona.
“¡Mamá!”

80
Seona acercó a la niña y levantó a Herina, sus ojos escudriñaron la casa
en busca de su otra hija.
“Herina, ¿sabes dónde está Marca?” Rozó la mejilla de Herina con una
mano mientras sostenía a su hija.
Herina inclinó la cabeza hacia un lado. “Sissy se fue al bosque. Pero
dijo que estaba bien, ¡porque tiene un guardaespaldas!”
Herina parecía orgullosa de haber podido transmitir el mensaje de su
hermana.
Sin embargo, Seona se sintió mareada y sus piernas se debilitaron. Dejó
a Herina en el suelo y empezó a interrogar a su hija. “¿Dijo por qué iba al
bosque? ¡¿Y quién es ese guardaespaldas?!”
Herina parecía confundida por todo esto y empezó a hacer pucheros.
Seona se esforzó por controlar sus emociones y volvió a interrogar a su hija,
esta vez de forma más suave.
“¿Dijo Marca por qué fue al bosque?”
“Nop…” Herina negó con la cabeza.
“Muy bien entonces. ¿Sabes quién era el guardaespaldas?”
“Era un caballero, con una armadura enoooorme, que vino a nuestra
casa. Se fue con Sissy”. La chica extendió los brazos mientras hablaba,
tratando de transmitir lo enorme que era la armadura.
Seona tenía una buena idea de por qué Marca se había ido al bosque.
Todos los años por esta época, Marca solía salir con su padre a recoger
hierbas medicinales. En una ocasión, Marca le había hablado a Seona de una
especie de flores aromáticas que sólo crecían en las profundidades del
bosque.
“Oh, no. ¡Se fue a las montañas a recoger hierbas! Escucha, Herina,
mamá tiene que volver a salir de casa, y yo necesito que te quedes aquí. No
salgas de la casa por ningún motivo, ¿de acuerdo?”
Al ver el enfado en los ojos de su madre, el rostro de Herina se tensó y
asintió.
Seona salió corriendo de la casa y se dirigió a la puerta del pueblo. Los
ancianos que montaban guardia estaban ahora acompañados por un grupo de
jóvenes con lanzas. En cuanto vieron a Seona correr hacia ellos, los hombres
se movieron rápidamente para interponerse en su camino.

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“¿A dónde vas?”
“¡Mi hija, Marca, se fue al bosque! ¡Tengo que ir a buscarla!”. Molesta
por los hombres que bloqueaban su camino, Seona intentó explicar la
situación lo mejor que pudo.
Sin embargo, los hombres solo intercambiaron miradas, con
expresiones inciertas en sus rostros.
“El jefe de la aldea dijo que no permitiéramos que nadie saliera”.
Mientras hablaba, el anciano puso la mano en el hombro de Seona para
detenerla. Ella se encogió de hombros en un intento desesperado por salir de
la aldea, pero los otros hombres se adelantaron para detenerla.
“¡No, hay un monstruo peligroso ahí fuera! ¡No podemos dejarte ir al
bosque!”
“¡Dejadme ir, por favor! ¡Déjenme ir!”
“¡¿Y qué hay de tu pequeña Herina que está en casa?! ¿Qué hará ella si
te pasa algo?”
Ya al borde de la histeria, Seona cayó de rodillas.
“Marca tiene un caballero magníficamente blindado con ella. Estará
bien”. Al ver por lo que estaba pasando la desesperada madre, uno de los
viejos guardias intentó consolarla. Por desgracia, las palabras tuvieron poco
efecto.

***
“¡Por aquí, señor Arc!”
Marca había estado guiando el camino a través del bosque cuando
descubrió algo y emprendió una media carrera hacia una pequeña depresión
en la tierra cubierta de rocas. Entre las rocas, pequeñas plantas enraizadas se
extendían por el suelo como una alfombra verde. Marca entró en la depresión
y empezó a recoger las plantas, echándolas en su cesta. Cada una de ellas
tenía numerosos pétalos de loto que se ramificaban.
“Estas son llamadas cocoras. Ayudan a curar heridas y enfermedades
de la piel”. Las coletas de la chica se movían mientras explicaba los efectos
medicinales de la hierba, al tiempo que seguía recogiendo las plantas de
cocora del suelo.

82
Miré a mi alrededor, pero no parecía haber ningún peligro cerca, así que
descendí hacia la depresión para ayudarla. Marca me dirigió una mirada
peculiar y se rió. Debía de ser una imagen bastante graciosa: una armadura
enorme de casi dos metros de altura sentada en el suelo arrancando hierbas.
Aproximadamente una hora después, la cesta de Marca estaba medio
llena de cocora. Todavía había muchas plantas en el pozo, pero Marca dijo
que debíamos buscar otro lugar. Los aldeanos usaban estas hierbas para hacer
ungüentos, así que quería dejar algunas para quien estuviera herido por el
reciente aumento de monstruos. El siguiente lugar al que nos dirigiríamos
era aparentemente nuestro objetivo principal.
A medida que nos adentrábamos en el bosque, la maleza empezaba a
apoderarse del camino, y las hojas de los árboles se hacían cada vez más
densas, casi claustrofóbicas. La mayoría de los animales que se adentraban
tanto en el bosque habrían percibido la sensación de opresión y se habrían
dado la vuelta. Sin embargo, aún no nos habíamos topado con ninguno de
los monstruos que tanto me preocupaban.
Marca nos condujo a un claro lleno de suaves colinas inclinadas
cubiertas de árboles. Las ramas estaban cubiertas de flores blancas, casi
como si estuvieran cubiertas de pelusa. El viento llevaba consigo un
delicioso aroma al pasar por los árboles y por las flores.
“¡Genial! ¡Están en plena floración! ¿Puedes creer lo blanco que están
los árboles kobumi?” Podía oír la felicidad en la voz de la joven mientras
corría alegremente hacia los árboles. Pero había algo que no encajaba.
Entrecerré la mirada y empecé a mirar a mi alrededor. Había un bulto
parecido a una roca al otro lado de los florecientes árboles kobumi, pero no
parecía una roca normal de montaña. Parecía moverse, casi
imperceptiblemente, como si estuviera viva.
Llamé a Marca para que se detuviera. “¡Espera, señorita Marca! ¡Hay
algo escondido allí!”
“¿Huh?”
Posiblemente respondiendo a la aparición de Marca, o tal vez incluso a
mis gritos, la cosa que se había estado escondiendo detrás de los árboles
kobumi se levantó lentamente, temblando, como si estuviera aflojando sus
músculos.

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Era una criatura enorme, parecida a un lagarto, de poco más de ocho
metros de longitud desde la cabeza hasta la punta de la cola. Se erguía sobre
seis gruesas y musculosas patas, y estaba cubierto de escamas verdes y
grises. El monstruo parecía un camaleón, sus enormes ojos miraron en todas
direcciones antes de centrarse en nosotros. Tenía una cresta verde en forma
de corona en la parte superior de la cabeza y escamas espinosas que le
recorrían la espalda hasta la punta de la cola.
El monstruo abrió la boca de par en par, mostrando hileras e hileras de
dientes afilados mientras soltaba un gruñido inquietante desde lo más
profundo de su garganta.
“¡Grooooooooool!”
El enorme lagarto siguió gruñendo en voz baja mientras su lengua
bifurcada salía de su boca, moviéndose como si fuera una serpiente. Sus
enormes ojos se posaron en mí.
“¡Eep!” Marca soltó un pequeño grito.
Recordé haber visto esta criatura con apariencia de camaleón en el
juego. Se trataba del basilisco gigante, un monstruo de Nivel 150-170. Con
sus bajas estadísticas de defensa y ataque, no era tan malo enfrentarse a él
una vez que te acostumbrabas, aunque podía ser todo un reto para los
jugadores de nivel intermedio recién llegados. Entre su mirada petrificante,
su niebla venenosa y sus garras paralizantes, podía desencadenar un combo
de efectos de estado y desgastar fácilmente a un jugador hasta matarlo.
Puedo ver como este monstruo sería un verdadero desafío para los
aldeanos comunes. Pero no pude evitar preguntarme, ¿Era este uno de los
monstruos mágicos de los que había oído hablar?
Después de ver al basilisco aparecer frente a ella, Marca detuvo su
carrera hacia los árboles kobumi y se dio la vuelta para correr hacia atrás. El
basilisco gigante se lanzó tras ella, arrastrando sus seis enormes patas por el
suelo. Sin embargo, antes de alcanzarla, dejó de moverse de repente, como
si hubiera renunciado a la persecución. Empezó a mover la cabeza hacia
arriba y hacia abajo, y su cresta se volvió roja.
¡Era igual que en el juego!
Iba a lanzar su mirada petrificante, un ataque de estado de área de
efecto; sin embargo, el nombre era erróneo, ya que no era una mirada como
tal. El ataque causaba daño a cualquiera que se encontrara en una amplia
zona en forma de cuadrado delante del monstruo, seguido de múltiples ondas

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de choque. No sabía si el ataque también convertía a sus víctimas en piedra,
como en el juego, pero no tenía ganas de averiguarlo.
A Marca se le enredó el pie en algo y cayó al suelo con un fuerte golpe.
Esto era malo; estaba justo al alcance del ataque petrificante del monstruo.
Tiré las bolsas a un lado, me quité el Escudo Sagrado de Teutates de la
espalda y corrí hacia ella. Se estaba sujetando el tobillo derecho y parecía a
punto de llorar. Agarré a la chica y la puse detrás de mí escudo, y luego me
giré para enfrentarme al basilisco gigante.
Cuanto más alto era tu nivel, mayor era la resistencia que ofrecían los
objetos de clase mítica—como mi escudo—contra los efectos de estado. Si
mi nivel era superior al de mi enemigo, el escudo bloquearía la mayoría de
sus ataques.
Levanté el escudo y adopté una postura defensiva. Al momento
siguiente, el aire vibró con un ruido sordo y el escudo empezó a temblar.
Miré hacia abajo y vi a Marca acurrucada detrás del escudo con los ojos
cerrados y las manos sobre las orejas. Parecía estar bien. Parecía que
habíamos superado la mirada petrificante sanos y salvos.
En el juego, el basilisco gigante tardaba un rato en volver a utilizar este
ataque, pero no estaba seguro de que fuera así en este caso. Tampoco me
entusiasmaba demasiado la idea de forzar los límites del monstruo sólo para
averiguar sus patrones de ataque.
“¡Graoooooooool!” El basilisco gigante parecía molesto por haber
bloqueado su ataque petrificante. Corrió hacia nosotros, cerrando la corta
distancia en cuestión de segundos.
Di un paso hacia delante, manteniendo a Marca protegida a mi espalda,
y golpeé con mi escudo al enorme lagarto.
“¡Graoooaaaaaaol!” El monstruo aulló al ser golpeado, y el escudo
resonó con un ruido sordo. El lagarto gigante, con sus ocho metros de largo,
cayó de cabeza mientras volaba por el aire.
Los ojos del basilisco se movieron de un lado a otro mientras levantaba
la cabeza e intentaba volver a concentrarse. Comenzó a ponerse carmesí
mientras miraba en mi dirección. El golpe parecía haberlo molestado mucho.

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Saqué mi espada de su funda en mi espalda con una mano y la levanté
por encima de mi cabeza. Con Marca detrás de mí, pensé que lo mejor sería
utilizar un golpe a distancia. Si golpeaba su punto débil con un ataque
concentrado, debería ser capaz de derrotarlo. Yo no iba a caer fácilmente.
“¡Espada del Juicio!”
Esta era una habilidad del Caballero Sagrado que permitía atacar a un
solo enemigo a distancia. Como técnicamente estaba clasificada como un
ataque mágico, era bastante eficaz contra enemigos con alta resistencia a los
ataques físicos.
Los basiliscos gigantes del juego no eran resistentes a los ataques
físicos, pero como el cuerpo de éste estaba cubierto de escamas, decidí
utilizar esta habilidad, por si acaso.
Mi espada adquirió un brillo fosforescente mientras la balanceaba. Una
vez que el brillo era casi cegador, bajé la espada.
Un círculo mágico apareció bajo el basilisco gigante antes de que una
hoja de luz surgiera del suelo, desgarrando a la bestia mientras salía
disparada hacia el cielo.
“¡Graaoooooooooooool!”
La hoja atravesó el estómago de la bestia gigante sin esfuerzo. Siguió
creciendo seis metros en el aire, y luego hizo un ruido similar al de un
diapasón al ser golpeado contra el metal antes de romperse como el cristal
en miles de fragmentos.
El claro quedó en silencio, y el único sonido que se escuchó fue el del
cuerpo del basilisco gigante estremeciéndose mientras se desplomaba en el
suelo. Observé durante unos instantes con la espada aún desenvainada, pero
el monstruo no hizo ningún movimiento. Volví a mirar la espada que tenía
en la mano, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
Esa habilidad no debería ser lo suficientemente fuerte como para
derribar a un basilisco gigante por sí sola…
Ahora que lo pensaba, la espada de luz creada por la Espada del Juicio
era mucho más grande de lo que debería haber sido también.
Sabía que mis habilidades dependían de la fuerza que pusiera en ellas,
así que, ¿tal vez eso era lo que la había potenciado? Es decir, en la vida real,
cuanta más fuerza se pone en una habilidad, mayor es su efecto. Si ese fuera

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el caso, incluso las habilidades de Caballero Sagrado de nivel intermedio
podrían convertirse en técnicas de gran potencia.
Marca se asomó por detrás de mí para ver al basilisco caído. Gritó
emocionada mientras me miraba, como si yo fuera una especie de héroe
resplandeciente.
Empezaba a avergonzarme, así que decidí cambiar de tema.
“¿Cómo está tu pierna, Señorita Marca?”
La expresión de Marca cambió rápidamente, como si acabara de
recordar algo. Se agachó y empezó a sujetarse el tobillo derecho. Le retiré la
mano con cuidado. Su piel estaba roja y empezaba a hincharse.
“Estaré bien, no es gran cosa”. Su ceño se frunció, pero de alguna
manera logró forzar una sonrisa. Pero era evidente que su tobillo no estaba
bien. Pensé en todas las habilidades de clase que había aprendido mientras
la examinaba. La cuestión era si la magia de recuperación podía curar
realmente las heridas.
Mi subclase, Sacerdote, era en gran medida una clase de apoyo y el nivel
más alto de la categoría Monje. Cubría una amplia variedad de hechizos,
desde la recuperación hasta el levantamiento de maldiciones. Pero antes de
intentar utilizar la potente magia de recuperación de la clase Sacerdote, debía
ver qué efecto podían tener los hechizos de recuperación de nivel bajo de la
clase Monje.
No me había herido desde que llegué aquí, ni había necesitado usar mis
hechizos de curación. Lo único que había utilizado era el hechizo de ataque
de Mago, Fuego.
“Quédate quieta. Voy a usar algo de magia”.
Puse mi mano sobre el tobillo herido de Marca y canté en voz baja para
invocar el hechizo Curar Herida. Un suave resplandor comenzó a emanar de
mi mano, la luz rodeó su tobillo antes de disiparse.
“¿Qué tal ahora, señorita Marca? ¿Todavía te duele?”
La inflamación enrojecida empezaba a desaparecer mientras yo la
observaba. Los ojos de Marca se abrieron de par en par y empezó a frotarse
el tobillo y a moverlo para asegurarse de que estaba curado. Me miró con
una sonrisa.

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“¡Esto es increíble! ¡Incluso puedes curar a la gente, como un clérigo
de verdad!”.
La chica estaba tan contenta que empezó a saltar de un lado a otro en
ese momento, con una gran sonrisa en la cara.
“Hace algún tiempo que no utilizaba el hechizo. No estaba seguro de
que fuera a funcionar. Sin embargo, me alegro de que te hayas curado”.
Decir ‘hace algún tiempo’ era un eufemismo—era la primera vez que
utilizaba un hechizo de curación en este mundo. Pero supuse que podría
interpretarlo como algo sin importancia.
A juzgar por la reacción de la chica, al menos había gente que podía
usar magia curativa. Pero no debían ser muchos, dado que ella se refería a
ellos como “clérigos”.
Dejé de lado mis pensamientos sobre las particularidades de la magia
curativa por el momento y volví a centrar mi atención en el enorme cadáver
que se extendía a mi lado. “Dime, Señorita Marca. ¿Era esta cosa el monstruo
que dijiste que había aparecido recientemente cerca del pueblo?”
“No, nunca había visto nada tan grande”. Las trenzas de Marca se
balancearon detrás de ella mientras sacudía la cabeza. “Los que llegaron a la
aldea eran jabalíes colmilludos. Tienen unos colmillos muy grandes y
desagradables”. Señaló con los dedos índice y medio hacia arriba y los puso
en los extremos de su boca, imitando a un jabalí con colmillos.
“Ya veo. Entonces será mejor que no mencionemos este encuentro a
nadie más”.
Marca me observó mientras me ponía de pie, con una expresión
inquisitiva en su rostro. “¿Por qué no?”
“Tu madre solo se preocuparía si se enterara del ataque”.
Incluso si no hubiéramos sido atacados, ningún padre se sentiría
cómodo con la idea de que su hijo se había escapado del pueblo mientras los
jabalíes colmilludos corrían desenfrenados cerca, independientemente de si
habían contratado a un mercenario.
Negué con la cabeza. Había sido una imprudencia de mi parte llevar a
una niña fuera de la aldea sin obtener el permiso de su madre. Con suerte, no
habría ningún problema si al menos la llevaba a casa antes del atardecer.

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Tendré que preocuparme de eso más tarde. De momento, decidí
comprobar los alrededores para asegurarme de que no había nada más al
acecho. Cuando me aseguré de que no había moros en la costa, volvimos a
recoger hierbas, la razón por la que estábamos aquí en primer lugar.
“Señorita Marca, has venido hasta aquí para recolectar kobumi, ¿no?”
Mi pregunta pareció devolverle la razón, ya que Marca corrió
directamente a la base del árbol kobumi y comenzó a arrancar las flores
blancas de las ramas inferiores, poniéndolas en su cesta.
Volví a mirar el cadáver del basilisco gigante. El monstruo de ocho
metros de largo estaba tirado en la tierra, y la sangre del agujero de su
estómago teñía la tierra de rojo. Me pregunté si tendría una piedra rúnica en
su interior.
El problema era que no sabía dónde estaba su corazón. Teniendo en
cuenta lo enorme que era, podría ser como buscar una aguja en un pajar. Al
final, decidí simplemente ir a por ello.
Empujé el gigantesco cadáver con todas mis fuerzas, haciéndolo rodar
sobre su espalda. Me impresionó mi fuerza física, ya que fue relativamente
fácil mover la enorme masa. Si el basilisco se parecía a un lagarto, su corazón
estaría en su vientre, cerca de las patas delanteras. No creí que la espada corta
de mi bolsa estuviera a la altura, así que utilicé la Espada Sagrada del Trueno
de Caladbolg para clavarla en el agujero del vientre y cortar hasta donde
supuse que debía estar el corazón.
La sensación fue muy parecida a la de disecar una rana gigante—y no
fue precisamente una sensación agradable.
Al abrir el vientre del basilisco, descubrí que había encontrado su
corazón en mi primer intento. En la base de este enorme y musculoso órgano
había una piedra del tamaño del puño de un bebé. La saqué y la expuse a la
luz del sol, dejando escapar un grito de emoción cuando adquirió un tono
violeta semitransparente. Mi primera piedra rúnica.
Miré de nuevo el cadáver del basilisco, pero pensé que era imposible
que fuera comestible como los orcos. Los orcos estaban emparentados, al
menos tangencialmente, con los cerdos, mientras que éste no era más que un
camaleón grotesco y de gran tamaño. No podía imaginar que tuviera un buen
sabor. También sería una molestia arrastrarlo de vuelta a la ciudad, así que
decidí dejarlo donde estaba, para que se descompusiera y devolviera algo al
bosque.

89
“Oiga, Señor Arc, ¿puede alcanzar esas flores de la parte superior?”
Marca interrumpió mis pensamientos para pedir ayuda.
Guardé la piedra rúnica en mi bolsa y me dirigí hacia donde ella estaba,
cerca de un árbol kobumi.
Los kobumi eran pequeñas flores de cinco pétalos que crecían por todas
las ramas del árbol. De ellas emanaba un tentador perfume que llenaba el aire
con su aroma. Marca estaba ocupada recogiendo todas las flores de las ramas
inferiores.
“¿Para qué sirven?”
“Hmm, papá nunca me lo dijo. Solo dijo que solo las usaban los adultos
y que podrían venderse por mucho dinero si las secabas y las triturabas hasta
convertirlas en polvo. Son hierbas medicinales, así que imagino que deben
ser para algún tipo de enfermedad. ¿Conoce alguna enfermedad que sólo
afecta a los adultos, señor Arc?”. Marca no perdió el ritmo recogiendo flores
mientras me hacía la pregunta, con la cabeza inclinada hacia un lado.
Enfermedades propias de los adultos… ¿algún tipo de trastorno por
estrés?
Pero eso no tenía sentido. Normalmente, esas enfermedades las
provocaba el día a día y, además, los niños también podían padecerlas. No
se me ocurrió nada más.
“Me temo que no lo sé”.
“Huh, supongo que tendré que preguntarle a alguien que lo sepa. ¡La
gente puede intentar aprovecharse de mí si no conozco el producto que estoy
vendiendo!”. Terminó su frase con una risita.
Trabajando juntos, pudimos terminar de llenar su cesta en un abrir y
cerrar de ojos. Pusimos el resto de las flores kobumi en mi gran saco de
recompensas. El rostro de Marca se iluminó cuando levantó el saco.
“¡Tenemos un montón de ellas!”
Asentí con la cabeza y me eché el saco al hombro mientras me
preparaba para partir.
Marca encabezó el camino de vuelta a casa. No había manera de que
pudiera salir por mi cuenta. Como nunca había estado en este bosque, todo
me parecía igual. Pero Marca parecía conocer el camino a partir de varios
puntos de referencia y la disposición general del terreno.

90
Poco tiempo después, los árboles se adelgazaron y pude comprobar que
estábamos cerca de los campos de las afueras del pueblo.
Fue entonces cuando lo vi—un gran jabalí negro, con su enorme cuerpo
moviéndose de un lado a otro mientras utilizaba sus patas delanteras para
cavar en la suave tierra que lo rodeaba.
“¡Un jabalí colmilludo! ¡Ese es el que atacó los campos! Pero es
extraño… No estaba aquí cuando nos fuimos”.
No sabría decir si había oído la voz de Marca o tal vez sólo percibió
nuestra presencia, pero el jabalí colmilludo dejó de cavar, levantó lentamente
la cabeza y lanzó un gruñido.
Esta cosa estaba en un nivel completamente diferente de los jabalíes que
había encontrado antes. Con más de dos metros de largo y casi tan alto como
Marca, me recordaba a una pequeña montaña. Cuatro colmillos salían
directamente de su mandíbula inferior.
La bestia se levantó sobre sus patas traseras y lanzó otro rugido antes
de abalanzarse hacia nosotros en una frenética embestida. Cuando solté mi
saco y me giré para mirarlo, el jabalí colmilludo ya estaba casi sobre
nosotros.
Afortunadamente, incluso a toda velocidad, el jabalí colmilludo no era
precisamente rápido. Me preparé, agarré sus colmillos con ambas manos y
utilicé mi fuerza para clavar su mandíbula en el suelo. Saqué mi espada y la
clavé en el estómago, enfureciendo aún más a la bestia. La criatura puso toda
su fuerza en las patas para intentar volver a levantarse, pero pude mantener
su cabeza en el suelo con facilidad.
“¿E-estás bien?”
Marca me observó con preocupación mientras luchaba con el jabalí
colmilludo. Le di dos puñetazos en la cabeza, lo que pareció ralentizar sus
movimientos.
“Mm, esto no es un desafío para mí. Por cierto, ¿son comestibles,
señorita Marca?”
Seguí sujetando la cabeza del enorme jabalí mientras la sangre salía de
la herida en su estómago. Marca se acercó lentamente a mí.
“S-sí, lo son. Nunca he comido uno, pero los adultos del pueblo dicen
que saben muy bien”.

91
“Hmm, en ese caso, ¿por qué no nos traemos este con nosotros?”
Levanté al jabalí por los colmillos y lo arrojé sobre mis hombros. El
peso en sí no era un problema, pero pensé que sería difícil llevar algo tan
grande sobre un brazo. Los ojos de Marca se abrieron de par en par mientras
me observaba.
“Siento pedirte esto, pero ¿podrías llevar mi bolsa, señorita Marca?”
“¡Por supuesto!”
La chica corrió hacia mi saco de recompensas y lo levantó, volviendo
apresuradamente hacia mí.
“Te lo agradezco mucho”.
Continuamos nuestro camino hacia la aldea, con el jabalí colmilludo
colgado sobre mis hombros. Marca me miraba de vez en cuando mientras
caminaba a mi lado.
Cuando finalmente llegamos a la puerta de Rata, nos recibió un gran
grupo de jóvenes de la aldea, todos armados con lanzas. El ambiente era muy
tenso. Uno de los jóvenes gritó, señalando en nuestra dirección, “¡Marca ha
vuelto!”, lo que provocó que los demás hombres respondieran al unísono,
girándose para mirar hacia nosotros.
“¡Que alguien se dé prisa y le avise a Seona!”
Observé cómo uno de los jóvenes se apresuraba a entrar en el pueblo.
A juzgar por las reacciones de los hombres, estaba claro que habían estado
preocupados por Marca. Volví a centrar mi atención en ella, la mueca de su
rostro sugería que Seona era el nombre de su madre.
Parecía que tanto Marca como yo teníamos que pedir disculpas.
Mientras pensaba en ello, un hombre mayor con un arco bajo el brazo
se acercó corriendo a nosotros. Parecía estupefacto.
“Se-señor caballero, ¿es un jabalí colmilludo lo que tiene ahí?”
Todos los hombres que habían estado observando a Marca volvieron su
atención al objeto que tenía a mi espalda. El jabalí colmilludo ya no
sangraba, pues la sangre se había escurrido durante nuestro regreso, así que
me lo quité de los hombros y lo dejé caer frente a la puerta. Los aldeanos
soltaron un grito colectivo de asombro.

92
“Nos lo encontramos en las afueras del pueblo. Pensé en traerlo de
vuelta”.
Mientras les explicaba la situación a los aldeanos, una mujer salió
corriendo entre la multitud.
“¡Marca!”
Corrió hacia nosotros y cogió a la niña entre sus brazos.
La mujer tenía el pelo rubio, largo y rizado, recogido en una coleta. Sus
ojos eran del mismo tono de azul que los de Marca, pero la piel que los
rodeaba estaba roja e hinchada. Supuse que se trataba de Seona, la madre de
Marca.
“¡¿Dónde fuiste?!”
Marca se tensó al mirar los ojos llenos de lágrimas de Seona. Seona
estiró la mano y acarició la mejilla de Marca, como para asegurarse de que
su hija realmente estaba sana y salva. Fuerte en su abrazo, Marca dejó
escapar un sollozo.
“Lo siento mucho, mamá…”
“No vuelvas a salir al bosque sin decírmelo, ¿de acuerdo?”
Después de que Marca la saludó con un movimiento de cabeza, Seona
finalmente se relajó y comenzó a formarse una leve sonrisa. Se giró hacia mí
e inclinó la cabeza, con el rostro delatando la inquietud que sentía.
No era exactamente lo que yo llamaría una mirada de gratitud.
Mi apariencia probablemente me daba el aire de alguien importante, lo
que la hacía dudar de criticarme abiertamente. Por muy injusta que fuera una
sociedad basada en clases, los de abajo no tenían más remedio que aceptarla.
Incluso cuando su hija había actuado a sus espaldas y contratado a
alguien que había sacado a la niña del pueblo sin que ella lo supiera, Seona
decidió aceptarlo en silencio. O, al menos, eso suponía.
“Me disculpo por mi falta de consideración. Fue increíblemente
imprudente de mi parte llevar a la señorita Marca al bosque sin informarle
primero. Lamento profundamente mis actos”.

93
Incliné la cabeza. Era cierto; fue increíblemente desconsiderado por mi
parte, y me habrían denunciado a la policía inmediatamente si esto hubiera
ocurrido en mi propio mundo. Consideré quitarme el casco para hacer una
reverencia, pero pensé que eso sólo complicaría más la situación.
Seona parecía desconcertada por esto. Desvió la mirada por un
momento.
“¡El Señor Arc no hizo nada malo! Fui yo quien envió la solicitud de
trabajo”. Marca se interpuso entre nosotros y tiró de la manga de su madre,
intentando mediar. Seona le sonrió y le acarició la mejilla antes de volver a
mirarme.
“Siento que mi hija le haya arrastrado a esto. Pero gracias por
acompañarla”.
Seona bajó la cabeza en una ligera reverencia. Marca y el resto de los
aldeanos dejaron escapar un suspiro colectivo de alivio.
Una mujer corpulenta salió de entre la multitud y le dio una palmada en
la espalda a Seona, con una amplia sonrisa en el rostro. “¡No te preocupes!
¡Cuando me enteré de que había un gran monstruo en las afueras de la aldea,
supe que todo se resolvería de una forma u otra!”.
El resto de los aldeanos asintieron y le dijeron a Seona lo contentos que
estaban de tener a Marca de vuelta sana y salva.
Fue entonces cuando recordé al jabalí colmilludo a mis pies. “¿Es este
el monstruo gigante del que hablabas?”
Un hombre—un cazador—salió de la multitud. “No es ese. El que vi era
enorme. Incluso sus ojos eran enormes, y tenía seis patas. ¡Nunca había visto
nada igual!”.
Al oír su descripción, Marca y yo intercambiamos miradas. Ella parecía
querer hablar, pero yo negué con la cabeza. Asintió en silencio antes de
volverse para mirar a su madre.
No era el momento de hablar del basilisco gigante. Sólo conseguiría que
Seona se preocupara más y avivara aún más el fuego de su ira hacia mí y
hacia Marca. La joven y yo llegamos a un acuerdo tácito para evitar todo eso.
“Enviamos a un aldeano a avisar al vizconde. Con un poco de suerte,
enviará una unidad para cazar a la bestia mientras hablamos”.

94
Mientras Marca y yo continuábamos con nuestra conversación tácita,
los aldeanos discutían cómo se enfrentarían al monstruo.
Aunque ya me había encargado del basilisco gigante, sería una pérdida
de tiempo que el vizconde reuniera un ejército.
Por otro lado, no había forma de saber con seguridad que el monstruo
que había matado era el mismo que vieron los cazadores. Si una unidad
entraba en el bosque y eliminaba cualquier otro monstruo peligroso, sería
una gran noticia para la aldea.
El cazador interrumpió mis pensamientos, inspeccionando la bestia
junto a mis pies mientras hablaba. “¿Qué piensa hacer con esa bestia, señor
caballero? Su cabeza se puede utilizar para todo tipo de cosas, y los colmillos
valen mucho dinero. La carne es bastante sabrosa, también. Si va a llevarlo
hasta la ciudad, ¿podría pedirle que contrate a algunos aldeanos para que le
ayuden?”
“Hm, esto es un monstruo, ¿no? Me gustaría que curtieras la piel y se
la dieras a la señorita Seona como regalo. Puedes tomar los colmillos y la
runa mágica como pago”.
“¡¿Qué?! ¿Está seguro de eso?” El cazador me miró sorprendido.
Simplemente me limité a asentir como respuesta, y luego me giré para
mirar a Seona. Tenía una expresión de confusión en su rostro.
“Me disculpo por las molestias que le he causado, Señorita Seona. Por
favor, acepte esta piel como muestra de mis disculpas”.
“Wow, ¿nos dará su piel, señor Arc?” Marca respondió antes de que su
madre tuviera la oportunidad de hacerlo. Miró emocionada entre el jabalí
colmilludo en el suelo y su madre.
Al ver el entusiasmo en el rostro de su hija, Seona pareció indecisa por
un momento antes de inclinar la cabeza y aceptar el regalo. “Gracias, señor.
Se lo agradezco”.
No tenía ni idea de sí una piel de jabalí colmilludo era adecuada para
este tipo de disculpas, pero no se me ocurría ningún otro uso para ella en este
momento, y era todo lo que tenía para dar.
“Y reparte la carne entre los aldeanos”.
Los habitantes del pueblo respondieron con una sonora ovación, cada
uno dándome las gracias a su vez.

95
Al parecer, la aldea había tenido problemas últimamente, con el
aumento de las apariciones de monstruos en los campos. Habían estado
discutiendo si enviar grupos de caza o juntar su dinero para contratar al
gremio de mercenarios.
Me pregunté si el basilisco gigante había sido el que había empujado a
los jabalíes colmilludos fuera del bosque y los acercó a la aldea.
El jabalí colmilludo que había matado fue llevado a la carnicería, junto
a la casa del cazador. Mientras los aldeanos llevaban la bestia gigante en un
carro, otros que habían oído la noticia se turnaban para echar un vistazo a la
captura. Incluso el jefe de la aldea vino a expresar su gratitud.
Cuando todo estaba dicho y hecho, el sol había comenzado a ocultarse.
Una vez terminadas mis tareas, dejé el curtido y el reparto de la carne
en manos de los cazadores y los aldeanos y seguí a Marca y a su madre hasta
su casa. Tenía que dejar las flores de kobumi, que aún estaban en mi bolsa.
“Hemos vuelto, Herina”.
En cuanto Seona abrió la puerta, Herina salió corriendo de la casa y se
lanzó a los brazos de su madre. Seona levantó a la niña y se disculpó por
haberla dejado sola.
Mientras todo esto se desarrollaba, me dirigí hacia Marca.
“Señorita Marca, si mis deberes ya están cumplidos, ¿podría
proporcionarme la etiqueta de finalización?”
La oficina del gremio de mercenarios me había dicho que el trabajo no
se consideraría completo, y que no recibiría el pago, si no obtenía una
etiqueta del solicitante.
“Oh, ¡Correcto!”
Marca metió la mano en su bolsillo y sacó una etiqueta de madera, del
tamaño de una tarjeta de presentación, y me la entregó. Tenía el número de
solicitud y otra información escrita en él.
“Gracias por todo, señor Arc”.
Marca inclinó la cabeza en una adorable reverencia. Su madre hizo lo
mismo.

96
“Lamento sinceramente las molestias que he causado.
Lamentablemente, ya es hora de que me vaya”. Asentí profundamente en
señal de agradecimiento.
Metí la etiqueta de madera de Marca en mi bolsa, me la eché al hombro
y salí de la casa. Marca corrió hacia la puerta para despedirse, a lo que yo le
devolví el saludo, luego me di la vuelta y comencé a caminar.
Pude escuchar una charla jovial procedente de la casa del cazador.
Probablemente todavía estaban descuartizando al jabalí colmilludo. Mirando
al cielo anaranjado, pude ver a los pájaros reunirse en bandadas mientras
volaban hacia el bosque.
Si no regresaba rápido a Luvierte, las puertas se cerrarían. Por supuesto,
podía utilizar Paso Dimensional para teletransportarme más allá del muro y
entrar en la ciudad, pero me lo reservaba como último recurso.
Me crucé con aldeanos que volvían a casa después de la jornada en el
campo mientras me dirigía a la carretera. Una vez pasados los campos, volví
a estar solo, y los únicos sonidos eran los del susurro de la hierba y los
árboles.
Decidí volver a probar la habilidad Puerta Transportadora. La última
vez que la utilicé, sólo pude teletransportarme unos pocos metros, quizás
porque el hechizo sólo me permitía viajar a un lugar que tenía claramente en
mi mente.
Esta vez, concentré mis pensamientos en la colina que dominaba la
puerta Este de Luvierte. No sólo tenía una imagen clara de ella, sino que
suponía que poca gente se aventuraba por ese lugar. Si tenía éxito, la
habilidad de transportarme instantáneamente a lugares que ya había visitado
resultaría increíblemente útil. Sin embargo, también sería probablemente
inútil para los lugares en los que todo pareciera más o menos igual, como los
bosques y los campos abiertos.
Por si acaso, decidí memorizar la vista de Rata y sus alrededores.
Me giré para mirar el pueblo. A lo lejos, pude ver el humo que salía de
las chimeneas mientras las familias preparaban la cena.
Luego, volviendo a dar la espalda a Rata, centré mi mente en mi destino
fuera de Luvierte.
“¡Puerta Transportadora!”

97
En cuanto invoqué el hechizo, una columna de luz azul pálido de tres
metros de ancho empezó a surgir bajo mis pies. El mundo que me rodeaba
se oscureció y me sentí como si flotara. Lo siguiente que recuerdo es que
estaba en la cima de la colina donde había visto por primera vez la ciudad de
Luvierte. Detrás de mí, Rata no se veía por ninguna parte.
Parece que la Puerta Transportadora fue un éxito. Mientras siguiera
memorizando lugares, viajar sería mucho más fácil. Era un hechizo de
transporte bastante sorprendente.
Mientras sonreía como un tonto, vi a cuatro caballos salir galopando de
la puerta oeste de Luvierte. Los caballos corrían en perfecta formación,
dirigiéndose al norte, hacia Rata, el lugar que acababa de dejar atrás.
Me pregunté si se trataba de la brigada de avanzada, o tal vez de un
grupo de exploración, enviado por el vizconde tras recibir el informe del
basilisco gigante. Con suerte, su presencia ayudaría a los aldeanos a dormir
tranquilos esta noche.
Bajé la colina, atravesé la puerta este de Luvierte y me dirigí a la oficina
del gremio de mercenarios. Detrás de mí sonó la campana que indicaba el
cierre de las puertas. Había llegado justo a tiempo.
Cuando entré en la oficina del gremio, me recibió el ya familiar hombre
con aspecto de oso, con una sonrisa de aspecto siniestro en su jaula. Me
sorprendió que Marca hubiera podido venir aquí y presentarle su petición.
“Misión cumplida. Aquí está la prueba”.
Saqué de mi bolso la solicitud y las etiquetas de finalización y las dejé
sobre el mostrador. Tras comprobarlas, el oso me entregó mi moneda de
plata. Con eso, mi trabajo estaba terminado.
Regresé a mi posada habitual y pensé en lo que haría al día siguiente.

***
En un rincón de la mansión Luvierte había una habitación que parecía
haber sido atravesada por un tornado. En su interior había un hombre que
rebuscaba afanosamente entre los objetos que habían salido ilesos de la
arremetida inicial. El caballero mayor lucía un impresionante bigote y un
cuerpo musculoso que su costosa ropa se esforzaba por contener. Parecía

98
estar sumido en sus pensamientos. Este hombre desorganizado era Horcos
Farren, el comandante del regimiento de caballeros del estado.
Estaba tratando de resolver un problema mientras rebuscaba en la
montaña de libros y papeles esparcidos por la habitación.
En ese momento, llegó una sirvienta. Ella se colocó la mano en la sien
mientras miraba al hombre. Aunque su boca se convirtió en una sonrisa, sus
ojos traicionaron su ira.
“Padre, ¿por qué estás desordenando esta habitación? ¡Acabo de
limpiarla!”.
La mujer de unos veinte años llevaba el pelo corto pelirrojo y rizado,
cortado a la altura de la nuca. Sus hombros se tensaron mientras fijaba sus
decididos ojos verdes en el caballero comandante.
“¡Oh, Rita! ¿Has visto mi libro del Bestiario de Monstruos de Carcy
Held? Lo puse en algún lugar por aquí…” El hombre ignoró las airadas
objeciones de su hija mientras echaba un vistazo a la habitación.
Rita, por su parte, dejó escapar un suspiro y miró a su padre como quien
mira a un hombre que necesita ayuda. Esto era algo habitual.
“¡Hmph! Lo puse de nuevo en la estantería, que es exactamente donde
se supone que deben estar los libros importantes. Está justo aquí, ¿ves?”
Rita sacó un grueso libro encuadernado en cuero de una estantería
cercana y lo puso delante de la cara de Horcos.
“¡Ah, entonces ahí es donde estaba!”
Horcos cogió el libro de Rita y empezó a hojearlo. Al ver la mirada seria
de su padre, Rita comenzó a limpiar el desorden, con los hombros caídos.
“¿Por qué estabas buscando eso?” preguntó mientras se ocupaba de
recoger los libros tirados. Sus ojos permanecieron fijos en la página frente a
él mientras respondía.
“Al parecer, ha aparecido un monstruo gigantesco en un pueblo
cercano. Si no recuerdo mal, es un monstruo bastante problemático de
tratar”.
Como comandante de los caballeros de la finca, Horcos era un luchador
formidable. Para que él pensara que algo era problemático, debía ser bastante
serio.

99
Al notar la inquietud en los ojos de su hija, Horcos levantó la vista del
libro y le dedicó una amplia sonrisa.
“Está bien. Es solo una pequeña molestia, nada más. No hay que
preocuparse”.
“¡No estaba preocupada!”
Las mejillas de Rita se sonrojaron ante la sonrisa de su padre. Apartó la
mirada, poniendo su rostro con un semblante decidido.
“Ya veo. Bueno, debo ir a visitar al Maestro Buckle. Hoy y mañana
serán días de mucho trabajo”.
Horcos se puso el libro bajo el brazo y acarició la cabeza de su hija al
salir por la puerta.
Temprano a la mañana siguiente, un contingente del ejército de Luvierte
reunido para exterminar al basilisco gigante inició su marcha hacia Rata. El
contingente contaba con 140 hombres, aunque sólo un centenar de ellos
participaría en la lucha real. En la retaguardia del contingente se encontraban
los hombres encargados de otras tareas logísticas, como el transporte de
equipos y provisiones de alimentos.
Como la batalla tendría lugar en un bosque, los únicos caballos que les
acompañaban eran los utilizados por los carruajes y los caballeros, dejando
a la mayoría de los hombres marchando a pie. Con Rata a medio día de viaje
a caballo, se esperaba que el ejército de la finca llegara por la tarde si seguían
al ritmo actual.
El día anterior se había enviado a diez soldados para que resolvieran el
posicionamiento de las tropas y otros asuntos con el jefe de la aldea. Esto
permitiría al ejército comenzar sus preparativos de guarnición en la plaza del
pueblo y enviar patrullas al bosque para buscar al monstruo tan pronto como
llegaran.
En el centro del pelotón, sobre un magnífico caballo, cabalgaba un
hombre que destacaba entre todos ellos. Ese hombre era Horcos, comandante
de los caballeros. En marcado contraste con la noche anterior, ahora tenía un
aspecto regio, ataviado con una armadura maravillosamente confeccionada.
Horcos sujetaba las riendas de su caballo con una mano y con la otra
rebuscaba en la bolsa que llevaba detrás para sacar un trozo de pan. Después
de unos cuantos bocados, bebió un trago de su odre de cuero.

100
Un joven caballero acercó su caballo y llamó a Horcos. “Comandante
Horcos, comer encima de su caballo no es precisamente propio de un
caballero”.
El comandante sonrió alegremente en respuesta. “¡Los caballeros
rurales como nosotros no necesitan preocuparse por los modales! Esta
mañana estábamos tan ocupados que no he tenido tiempo de comer. Apenas
pude mantener mi estómago tranquilo con el tentador olor del pan recién
horneado de mi hija que salía de mi bolsa”.
“¿Lo hizo la señorita Rita?” El joven caballero miró con anhelo el pan
en la mano de su comandante.
“Consigue el tuyo, Giovanni. Si quieres que mi hija te haga el pan, será
mejor que te cases con ella primero”.
“No, quiero decir… debería establecerme como caballero primero,
antes de…” El joven caballero respondió entre dientes a la reprimenda de
Horcos antes de agachar la cabeza.
Giovanni tenía el pelo suave y rubio y un rostro atractivo, marcado por
una nariz fuerte. Sus rasgos eran finos y delicados, más propios de un noble
o de un actor de teatro que de un caballero, lo que le daba un aspecto poco
fiable. Pero este joven de buen aspecto era uno de los mejores espadachines
de todo Luvierte.
“Cumplió veinte este año. Si sigues postergando las cosas, tendré que
presentarle a otro hombre”.
El rostro de Giovanni palideció ante la amenaza del comandante, y su
voz se agudizo al responder. “¡No, espere! Nos casaremos en cuanto termine
esta misión. ¡Esta vez seguro!”.
Él podía sentir los ojos de los otros hombres sobre él y escuchar sus
risas apenas disimuladas mientras observaban el intercambio.
La comitiva de soldados llegó a Rata a primera hora de la tarde.
Después de que el comandante Horcos intercambiara saludos con el jefe
de la aldea, el ejército se afanó en montar sus tiendas en medio de la plaza
de la aldea, ya que los aldeanos habían preparado el amplio espacio abierto
para que el ejército se estacionara. En medio de la gran afluencia de gente,
las patrullas de exploración empezaron a reunirse para rastrear al monstruo.

101
Había tres patrullas, divididas en grupos de tres soldados cada una, con
una persona adicional del pueblo—cazadores y otras personas que habían
visto al monstruo—asignada a ellos como guías. Decidieron dirigirse al
bosque inmediatamente, mientras el sol aún estaba alto en el cielo.
Después de despedir a las patrullas de exploración al entrar en el
bosque, Giovanni se volvió hacia Horcos, que observaba los árboles
meciéndose suavemente con la brisa. “¿Hay realmente un basilisco gigante
en este bosque?”
“¿Quién sabe? Pero es difícil imaginar que los cazadores confundan a
un monstruo tan particular con otra cosa. Incluso si no hubiéramos oído
informes similares antes, no es como si conociéramos a todas las criaturas
que acechan en el bosque”.
Horcos se acarició la barba, como si reflexionara sobre el significado de
sus propias palabras.
Más tarde, esa misma noche, las patrullas de exploración regresaron con
un informe sorprendente.
“El Primer Escuadrón se encontró con el monstruo, el basilisco gigante,
en el bosque. Era grande, de unos nueve metros de largo”.
“El segundo escuadrón no encontró ningún monstruo y no tiene nada
que informar.”
“El tercer escuadrón descubrió el cuerpo de un basilisco gigante de
ocho metros, con el estómago abierto. Parece haber muerto recientemente”.
Después de escuchar los informes de cada uno de los líderes de
escuadrón, Horcos se cruzó de brazos y frunció el ceño, con una expresión
pensativa en su rostro. Los caballeros encargados de exterminar a los
monstruos se habían reunido en una gran carpa en la plaza del pueblo de
Rata, todos ellos con la misma mirada de preocupación que su comandante.
Giovanni estaba al lado de Horcos, con los ojos entrecerrados y una
expresión seria en su rostro mientras hablaba. “¿Dos basiliscos gigantes? Eso
sí que es difícil de creer”.
Horcos levantó la vista, dirigiendo su mirada a los líderes de los tres
escuadrones.
“Había dos, pero los miembros del escuadrón informaron de que uno ya
estaba muerto. Entonces, ¿qué lo mató? ¿Podría ser obra de otro monstruo?
¿Uno capaz de matar a un basilisco gigante?”

102
El líder del Tercer Escuadrón se mantuvo firme bajo la mirada de
Horcos y ofreció sus comentarios sin dudar un instante. “Parecía ser obra de
un humano. El golpe mortal fue un golpe limpio que atravesó su estómago y
salió por su espalda, y el corte en su vientre parecía ser de alguien que tomó
la piedra rúnica de la criatura, la cual había desaparecido de su cuerpo.”
Los otros caballeros intercambiaron miradas incrédulas entre sí. Horcos
compartía su sentimiento, pero no podía dejar traslucir sus propios
sentimientos. En cambio, dirigió su mirada a Giovanni.
Giovanni supuso que el comandante buscaba su opinión, pero no podía
creer que un humano por sí solo pudiera derribar tan fácilmente a un basilisco
gigante. Sólo había una posibilidad.
“¿Podría ser esto obra de los elfos? Sus soldados son increíblemente
hábiles en el combate. He oído que utilizan magia de tierra para atravesar a
sus enemigos, y el propio viento para despedazarlos”.
Varios caballeros asintieron con la evaluación de Giovanni,
aparentemente convencidos.
Había varios clanes de elfos en el continente. Eran famosos por dedicar
sus largas vidas a mejorar sus habilidades marciales, así como por su
capacidad para manejar una magia poderosa. El Reino de Rhoden tenía una
larga historia de meterse en conflictos brutales con los elfos, y
posteriormente perder a un alto coste, cuando invadían los bosques donde
residían los elfos.
Uno de los caballeros ofreció un contrapunto a la sugerencia de
Giovanni. “He oído que los elfos viven mucho más al este. ¿Realmente
vendrían hasta aquí?”
Otros caballeros asintieron con la cabeza.
Horcos frunció el ceño mientras miraba a cada uno de los hombres que
estaban en la tienda. “Por ahora, deberíamos alegrarnos de que uno de los
monstruos ya haya sido exterminado y centrarnos en cómo ocuparnos del
restante”.
El líder del tercer pelotón tomó la palabra. “¿Hay algún espacio abierto
donde podamos acercarnos al basilisco gigante y lanzar nuestro ataque?”
“Lo hemos encontrado en una zona muy abierta. Debería ser bastante
fácil reunir y enviar un contingente”.
“Entonces, mañana, ¿saldremos al bosque y lo exterminaremos?”

103
Horcos esbozó una sonrisa irónica mientras negaba con la cabeza en
respuesta a la sugerencia de Giovanni.
“Enfrentarse a un basilisco gigante no es tan fácil. Si no tenemos
cuidado, seguramente sufriremos grandes pérdidas. Mañana entraremos en
el bosque para inspeccionar la zona y comenzar los preparativos mientras
nuestras patrullas continúan vigilando sus movimientos.”
No hubo objeciones a la decisión del comandante. Todos los caballeros
asintieron y volvieron a sus respectivos puestos.
La plaza del pueblo, normalmente tranquila, se llenó del estruendo de
las hogueras y del nervioso bullicio de los soldados que esperaban la llegada
de la mañana.
Al día siguiente, más de la mitad del contingente del ejército de Luvierte
en Rata se adentró en el bosque, hasta llegar a la cima de una suave colina
inclinada. La ladera estaba flanqueada por árboles desiguales, cuyas ramas
estaban cubiertas por completo de flores blancas como pelusas. El viento
llevaba consigo el delicioso aroma de las flores.
Dado que la fuerza numérica del ejército sería casi inútil al luchar en el
bosque, habían decidido enfrentarse al basilisco gigante en la llanura abierta
de la que habían oído hablar en el informe del día anterior.
Giovanni miró al otro lado de la colina. “Este parece un buen lugar”.
Horcos se cruzó de brazos y asintió con firmeza. “Será mejor que
empecemos con los preparativos”.
Después de que su comandante diera las órdenes, los distintos efectivos
militares se dirigieron a sus respectivos puestos para comenzar los
preparativos.
Para asegurarse de que podían cambiar rápidamente sus formaciones de
batalla, los soldados cortaron la hierba y libraron la zona de piedras y otros
objetos que pudieran interferir con su movimiento. Sus preparativos fueron
múltiples, e incluso incluyeron la construcción de vallas pequeñas para
ralentizar los movimientos del monstruo.
La mayor parte del trabajo no se terminó hasta bien pasado el mediodía.
“Que la patrulla de reconocimiento cese sus actividades al anochecer.
Los demás, regresen a la aldea y repongan fuerzas. No quiero que estén
cansados mañana. Y envíen a diez hombres a recoger el basilisco caído.
Quiero que lo lleven de vuelta a la aldea”.

104
Horcos contempló el cuerpo de ocho metros de largo que yacía en la
base de la colina. Lo había inspeccionado él mismo, pero era tal y como había
dicho el jefe del escuadrón: había dos cortes, ambos aparentemente
realizados por un humano. Por lo demás, el basilisco estaba en buen estado,
sin heridas adicionales evidentes, lo que sugería que el enorme monstruo
había muerto de un solo golpe.
“La pregunta es, ¿qué clase de dios o demonio hizo esto? Me da miedo
incluso considerar cuál podría ser”. Horcos habló en voz baja mientras se
acariciaba la barba, asegurándose de que nadie pudiera oírle.
En la mañana del segundo día después de haber sido enviados a Rata,
casi cien soldados se posicionaron en el claro del bosque y esperaron al
basilisco.
Giovanni parecía ligeramente nervioso mientras miraba el sol, en lo alto
del cielo.
“El escuadrón debería llegar en cualquier momento, ¿no?”
“A juzgar por la señal de humo que vimos más allá de la colina hace
un rato, ya casi están aquí. ¡No bajen la guardia, señores!”.
Los hombres soltaron un rugido de emoción en respuesta al discurso de
su comandante. La atmósfera se volvió tensa y la charla ociosa se desvaneció
en el silencio. El viento perfumado por las flores agitaba la hierba al atravesar
la colina, dando a toda la escena un aspecto bastante idílico. Sin embargo, el
viento traía consigo otro sonido, que añadía una sensación de premonición a
la bella escena.
Un grito tenue e inquietante se escuchó desde más allá de la colina, lo
que hizo que los hombres murmuraran entre ellos. Varios soldados con
armaduras livianas subieron a la colina e inmediatamente comenzaron a
correr a toda velocidad por el otro lado.
“¡Está aquí! ¡Hagan lo que hagan, no bajen sus escudos!”.
“¡Raaaah!” Los soldados en la primera línea de la formación gritaron al
unísono en respuesta a la orden de Horcos, sus escudos rectangulares
plateados de un metro de altura brillando a la luz del sol.
El escuadrón que se acercaba sólo había llegado a la mitad de la colina
cuando el basilisco gigante apareció cerca de la cima.
Su enorme cuerpo estaba cubierto de escamas verdes, con un patrón gris
a lo largo de toda su longitud. De su cabeza brotaba una cresta en forma de

105
corona y sus seis patas de lagarto lo impulsaban colina abajo. Varias flechas
salían de su espalda, y sus enormes ojos ardían de rabia.
La voz de uno de los soldados atravesó el claro como una campana.
“¡Tiene que tener al menos diez metros!”
Anteriormente se dijo que medía unos nueve metros; sin embargo,
mirando de frente, parecía aún más grande.
“¡Gruoooooooool!”
El espeluznante monstruo con aspecto de lagarto soltó un rugido, con
su lengua bifurcada moviéndose de un lado a otro. Los soldados dudaron
cuando su grito resonó en la ladera.
“¡Ánimo, muchachos! ¡Bajen la guardia y saldrán de aquí en un ataúd!”.
Las palabras del comandante sacaron a los soldados de su shock temporal,
haciendo que se centraran en la misión que tenían entre manos.
El jefe del pelotón reunió a sus hombres después de su carrera por la
colina, saludó a Horcos y se reincorporó a la formación. Horcos le devolvió
el saludo antes de dar órdenes a sus distintos capitanes.
“¡Arqueros, prepárense!”
En cuanto las palabras salieron de su boca, los soldados de la parte
trasera de la formación sacaron flechas de las aljabas que llevaban en la
cintura y esperaron la siguiente orden.
Los grandes ojos del basilisco gigante se fijaron en el ejército al pie de
la colina. Tras emitir un gemido grave y carrasposo, comenzó a correr colina
abajo hacia los hombres. La primera valla de madera lo detuvo
momentáneamente mientras la criatura buscaba una forma de rodearla.
“¡Arqueros, tensen sus arcos!”
“¡Disparen!”
Una vez dada la orden, los arqueros se movieron al unísono y soltaron
una impresionante ráfaga de flechas, haciéndolas llover sobre el basilisco
gigante mientras éste seguía luchando con la valla. Varias flechas
consiguieron atravesar sus escamas, haciendo que el monstruo gritara de
rabia, lanzando su enorme cuerpo contra la valla. Después de unos pocos
golpes, la barrera construida de forma sencilla no era más que un montón de
madera.

106
“¡No se detengan!”
Mientras Horcos le pedía a sus arqueros que siguieran disparando, las
flechas cubrían la ladera de la colina como una intensa lluvia primaveral,
mientras estas seguían clavándose en el gigantesco basilisco. Una flecha
atravesó el ojo del monstruo, haciendo que este se agitara salvajemente. Un
movimiento de su gran cola catapultó el montón de madera hacia el ejército,
sin embargo, los hombres de las primeras líneas recibieron todo con sus
escudos, provocando un gran estruendo.
Ahora, completamente enfurecido, el basilisco gigante corrió
directamente hacia la línea del frente, desgarrando valla tras valla con su
enorme cuerpo mientras avanzaba.
“Elemento escudo, ¡prepárense! ¡Arqueros, retírense!”
Siguiendo las órdenes de Horcos, los arqueros cesaron su descarga
mientras los hombres de enfrente anclaban los pies en posición y apoyaban
los hombros contra la parte posterior de sus gigantescos escudo. Un
momento después, el basilisco se abalanzó sobre la primera línea con un
horrible rugido, haciendo retroceder lentamente a toda la formación. Horcos
emitió inmediatamente su siguiente orden.
“¡Elemento lanza, empujen!”
Mientras el gigantesco basilisco era sujetado por el muro de escudos en
su camino, innumerables lanzas salieron de los huecos entre los escudos
apuñalando a la criatura, dejando varias heridas abiertas en su piel cubierta
de escamas.
El monstruo respondió con un aullido de dolor, agitando su cola como
un garrote. Chorros de sangre salieron disparados hacia el cielo cuando
varios hombres fueron lanzados hacia atrás. Pero las aberturas en la línea
fueron rápidamente cubiertas por los hombres cercanos que llevaban
escudos.
Las lanzas siguieron saliendo por los huecos para atravesar al lagarto.
El monstruo, cada vez más enfurecido, trató de cortar los escudos con sus
afiladas garras, pero las superficies de estos recubiertas de mithril se
mantuvieron sólidas, lo que no produjo más que chillidos agudos.
Apartándose del muro de escudos, el basilisco gigante empezó a agitar
la cabeza de un lado a otro. Su cresta en forma de corona se volvió
lentamente roja mientras se llenaba de sangre.

107
“Elemento escudo, ¡prepárense! ¡Todos los demás, agáchense detrás de
los escudos!”. Al reconocer lo que el basilisco gigante estaba a punto de
hacer, Horcos gritó esta orden antes de ponerse detrás de su enorme escudo.
Al momento siguiente, un estruendo ensordecedor pareció hacer vibrar el
propio aire, empujando a toda la formación del ejército hacia atrás. Horcos
les gritó a sus hombres que empujaran a través de la onda expansiva y
volvieran a su posición. Esta vez, dividió la formación en dos grupos, con la
intención de atacar al basilisco gigante desde ambos flancos.
Entre el bloqueo de su ataque y la imposibilidad de moverse debido a
todas las heridas sufridas, el basilisco gigante se limitó a mirar a la formación
que se dividía. Rodeado de soldados, el monstruo agitó sus extremidades en
un intento de derribar el muro de escudos, mientras los hombres seguían
apuñalándolo. La formación, sin embargo, se anticipó a esto y se movió
constantemente, haciendo que el lagarto fallara sus golpes y se enfureciera
aún más.
El basilisco consiguió finalmente agarrarse del borde de un escudo y,
con una sacudida de su poderosa cabeza, hizo volar por los aires al soldado
que lo sostenía. Antes de que el hombre, ahora sin escudo, pudiera tocar el
suelo, el monstruo lo atrapó con su boca y lo masticó, rociando sangre en
todas direcciones. Los hombres se quedaron paralizados. Aprovechando su
oportunidad, el basilisco gigante encontró su siguiente objetivo y estiró el
cuello.
Giovanni había estado esperando este momento. Apuñaló el cuello
extendido con todas sus fuerzas.
Pero el basilisco atrapó sin esfuerzo el poderoso golpe de Giovanni con
sus dientes y lo hizo girar junto a su lanza como un muñeco de trapo.
Giovanni soltó su arma y se libró de salir despedido por los aires, aunque
igualmente aterrizó fuera de la protección de los escudos. Mientras rodaba
por el suelo, Giovanni buscó su espada.
Desgraciadamente, su adversario le había ganado la partida. El
basilisco gigante estiró el cuello hacia su presa, y su boca llena de dientes
llenó su visión.
Giovanni podía oler el aroma del pan recién horneado, podía ver el
rostro sonriente de la mujer que amaba.
“¡Giovanni! Di algo, ¿quieres?”

108
Una voz familiar hizo que Giovanni regresara a la realidad. El basilisco
gigante estaba justo delante de él, con la empuñadura de una espada clavada
en el ojo. La cabeza del monstruo se balanceaba en el suelo. Podía oír a los
soldados que le llamaban, pero la voz del comandante sonaba por encima del
resto. La formación se separó para que Horcos se acercara.
“Mis disculpas, comandante. Bajé la guardia…” Giovanni se empujó a
sí mismo hasta quedar postrado, con la cabeza inclinada por la vergüenza.
“Ya sabes, si juegas a ser un fanfarrón cuando eres joven, nunca llegarás
a ser nada, niño. ¡Y mira! Por tu culpa, esta espada está arruinada”.
Horcos arrancó la espada del globo ocular del basilisco gigante y se la
mostró al joven. Debido a la fuerza del golpe, la punta de la espada se había
doblado en el lugar donde golpeó el cráneo.
“Lo siento mucho, comandante. Mis acciones precipitadas le obligaron
a ir al frente para salvarme”.
“Si realmente es así como te sientes, supongo que significa que
finalmente te casarás con mi pequeña, ¿huh?”
Giovanni se preparaba para lanzar una sentida disculpa, pero Horcos se
limitó a lanzarle una amplia sonrisa y a darle una palmada en el hombro.
“Tres hombres murieron en el conflicto y once más sufrieron heridas”.
Horcos asintió en respuesta a este informe, luego cerró los ojos y dejó
caer los hombros. “Teniendo en cuenta contra lo que luchábamos, supongo
que es un recuento respetable”.
“Si usted no hubiera leído sobre esta extraña bestia, no habríamos tenido
ninguna oportunidad”.
Horcos murmuró una respuesta a los elogios de Giovanni mientras
observaba el basilisco caído. Frente a él, los hombres ya habían empezado a
trocear su cuerpo y a cargarlo en los carros.
“Parece que tenemos nuestra ofrenda para el gobierno central”.
“¿El gobierno central?”
“Los nobles de las fronteras del país están obligados a dar ofrendas. El
basilisco debería alcanzar un alto precio en el mercado general. Puede que
incluso consiga pedirle al maestro Buckle un estipendio por el arma”.
Giovanni volvió su mirada hacia el basilisco gigante.

109
Si bien era cierto que el veneno del monstruo era altamente apreciado,
especialmente por su valor en la caza de otros monstruos, no estaba del todo
convencido de que el gobierno central estuviera entusiasmado por recibirlo
como ofrenda.

***
Pasé otra noche en la posada, despertando a la mañana siguiente en mi
postura habitual después de mi día en Rata.
Después de mirar perdidamente por un momento al vacío, recogí mi
equipaje, pasé por delante del mostrador aún vacío y salí de la posada. Sentí
que había algo diferente en la ciudad, aunque nada parecía fuera de lo
normal.
Me dirigí a la oficina del gremio de mercenarios. Había varios
mercenarios dentro, mirando las publicaciones en el tablón de anuncios. Era
la primera vez que veía a otros mercenarios en el gremio.
Me miraron cuando me acerqué y sus rostros se giraron sorprendidos
antes de apartarse silenciosamente de mi camino. Aprovechando la vista
despejada, leí los anuncios del tablón, pero todos eran pequeños trabajos
individuales que no me harían ganar más de cinco monedas de plata como
máximo.
Al no encontrar nada de interés, decidí ir por mi cuenta a pasar el día
cazando y explorando por las afueras de la ciudad. Probablemente podría
vender lo que atrapara en la oficina del gremio de comerciantes.
Me dirigí hacia el sur, hacia el bosque del otro lado del río Xpitol.
Gracias al Paso Dimensional llegué a la orilla opuesta en un abrir y
cerrar de ojos. Sin puentes en los alrededores, pronto me vi rodeado de
árboles tranquilos, completamente desprovistos de cualquier signo de vida
humana.
Adentrarme en esta tierra virgen por mi cuenta me provocó la misma
emoción que sentía al explorar un nuevo mapa en el juego.
Me pasé el día investigando el bosque. O, mejor dicho, me pasé la
segunda mitad del día buscando desesperadamente la salida.

110
Me encontré con un pequeño grupo de orcos, pero después de matar al
primero de un solo golpe, el resto salió corriendo. Parecía que eran
monstruos cobardes. Ese orco fue mi única captura real del día.
El resto del tiempo lo pasé vagando por el bosque con el orco caído
sobre mis hombros.
Había bastantes animales y monstruos en el bosque. Algunos me
resultaban familiares, pero otros no. Y, a diferencia del juego, dudé en matar
sin piedad a todo lo que veía. Al fin y al cabo, no iba a recibir experiencia ni
objetos por matar a los monstruos.
Cuando finalmente salí del bosque, el sol ya se estaba ocultando. Me
escabullí por la puerta oeste de Luvierte, atravesé el estacionamiento de
carruajes frente a la oficina del gremio de comerciantes y me dirigí al
mostrador de la bóveda del fondo.
El hombre del mostrador era el mismo que me había ayudado la última
vez. Le pregunté si estaba interesado en comprar el orco que seguía colgado
sobre mis hombros, cuya venta me proporcionó seis monedas de plata y
cinco de cobre—lo mismo que un jabalí de un metro de largo. Al parecer, la
piedra rúnica que había en el interior del orco valía una moneda de plata, lo
que significaba que, kilo a kilo, el jabalí valía mucho más. Me pregunté si
esto se debía a que los orcos eran más lentos y fáciles de matar.
De todos modos, esto no me molestó, ya que no estaba buscando el
método más eficiente para ganarme la vida. Después de que acepté la oferta
del hombre, se alejó para obtener mi dinero.
Mientras esperaba su regreso, pude oír a dos comerciantes hablando
cerca del mostrador de compra. Cuando no sabes nada del mundo en el que
estás, escuchar a escondidas puede ser increíblemente útil.
“Últimamente he oído muchas historias sobre poderosos monstruos que
aparecen en la frontera. Las caravanas que viajan por el Este de Revlon están
sufriendo muchas bajas”.
“Eso es bastante normal, ¿no es así, ya que estamos tan cerca del
Bosque Furyu? Siempre hemos tenido toneladas de monstruos”.
“¿Eres estúpido o algo así? No es como si las carreteras o los pueblos
de por aquí fueran atacados a menudo”.
“Bueno, ¿tal vez los dragones están causando problemas en las
Montañas Furyu?”

111
Oír a estos dos hombres hablar tan despreocupadamente de temas de
fantasía me asombró.
El hombre que estaba detrás del mostrador de compras finalmente
apareció con mi dinero, lo que me hizo salir de las imágenes de dragones que
ahora volaban por mi mente. Después de contar el dinero, lo metí en mi bolsa
y salí del edificio.
Caminé un poco por el pueblo, pensando en pasar otra noche en la
posada de siempre. Mis pensamientos divagaban mientras contemplaba qué
hacer con mi vida. Quería instalarme algún día en un lugar propio, un lugar
al que volver después de las aventuras. Mientras estuviera cerca de la
civilización, no podía dejar de llevar mi armadura por miedo a que la gente
me viera sin ella.
Gracias a mi Puerta Transportadora, podía volver fácilmente a la ciudad
desde cualquier lugar en el que me instalara, ya fuera en medio de un bosque
o… en cualquier lugar, en realidad. Si encontraba un lugar bonito, tal vez me
construyera una casa.
Por ahora, sin embargo, pensé que debía seguir ganando dinero y
aprendiendo lo que pudiera sobre el lugar en el que me encontraba. Así que
hice un plan para la próxima semana.
Los días siguientes transcurrieron sin incidentes, ya que salí de Luvierte
para cazar, investigar los alrededores y reunir información.
Entonces llegó un día en el que me desperté mucho más tarde de lo
habitual. A pesar de la hora, el mostrador de la posada seguía vacío, así que
salí sin mediar palabra y me dirigí directamente a la oficina del gremio de
mercenarios para consultar el tablón de anuncios de trabajo. Después, me
dirigí a la puerta oeste para pasar el día ganando algo de dinero y conociendo
mejor la zona.
Sin embargo, había algo diferente en la ciudad. Había mucha más gente
de lo habitual caminando hacia la puerta oeste, y parecían estar
entusiasmados por algo. Me encontré caminando detrás de dos hombres y
decidí escuchar su conversación.
“Dicen que el ejército mató a dos basiliscos gigantes en el bosque a las
afueras de un pueblo cercano. ¡Al parecer, están expuestos en la plaza!”.
“¡De ninguna manera! Nunca pensé que tendríamos algo parecido a un
basilisco por estos lares. ¡Ni siquiera he oído que alguien haya visto uno
antes!”

112
“Estas historias son cada vez más comunes últimamente, ya sabes.
¿Señales de que algo está por venir, tal vez?”.
Al parecer, el vizconde había enviado a su ejército para exterminar a los
basiliscos gigantes. Pero si habían logrado matar a dos, ¿significaba eso que
había tres en el bosque? ¿O estaban contando el que yo había eliminado como
una muerte suya? Con lo raros que eran estos monstruos, supuse que lo
segundo era más probable.
Con mi interés encendido, me dirigí a la plaza cerca de la puerta oeste.
Los caminos que se extendían a ambos lados de la plaza ya estaban
llenos de gente. Desde mi punto de vista, al borde del camino, pude ver un
desfile de caballeros y soldados que pasaban lentamente. Detrás de ellos
había una hilera de carros tirados por caballos que llevaban los basiliscos
gigantes, cortados en grandes trozos. Tenía sentido verlo así, ya que no
habría habido forma de transportar a criaturas tan enormes en una sola pieza.
Miré al hombre grande que estaba a mi lado, que también se fijaba en
el desfile, y le hice una pregunta.
“¿Siempre es así de complicado cuando aparecen estos basiliscos?”.
El hombre jadeó al verme, aunque rápidamente recuperó la compostura.
“Cuando un basilisco gigante se acerca a un asentamiento, hay que
contratar a una tropa de mercenarios de renombre o enviar al ejército del
vizconde para que se ocupe de él”.
“Huh. Suena como si fueran un gran negocio entonces”.
“¡Yo diría que lo es! Un solo basilisco podría acabar con un pueblo
entero. Pero si pudieras matar uno, he oído que se paga una buena suma. Al
secar y pulverizar el veneno de su cuerpo, se pueden hacer flechas para matar
monstruos y todo tipo de cosas”.
Parecía que podría haber conseguido mucho dinero si me hubiera traído
el que había matado. Asentí a la explicación del hombre, sintiendo un poco
de pena por mí mismo. Pero, por otro lado, no había forma de traer el cuerpo
del basilisco por mi cuenta, y menos sin llamar la atención.
No perdí de vista a las tropas mientras pasaban. No podía saber si el
basilisco gigante que yo había matado era uno de los dos del desfile, pero si
lo era, los soldados seguramente estarían buscando a quien lo había matado.

113
Quería evitar interactuar con cualquier persona influyente si era posible,
así que decidí que lo mejor era seguir adelante antes de que surgiera algo.
Me di la vuelta y me dirigí a la puerta Este.
Durante mis investigaciones de los últimos días, me había enterado de
la existencia de un pueblo llamado Corna, situado en la carretera hacia el
este. Más allá había un lugar llamado Diento, la ciudad más grande de la
región. Era un viaje de tres o cuatro días a caballo.
Como ya tenía todas mis pertenencias materiales conmigo, decidí
dirigirme hacia Diento.

***
La ciudad de Diento estaba situada al oeste de un extenso bosque.
A lo lejos, el sol de la mañana empezaba a asomarse por el horizonte e
iluminaba las murallas de la ciudad, despertando lentamente a sus
adormilados habitantes. La ciudad había sido construida en torno a la
impresionante fortaleza del Marqués du Diento, y en el interior de una de sus
habitaciones estaba sentado un hombre regordete, con una larga cabellera
blanca y un tupido bigote blanco, sosteniendo su cabeza entre las manos.
El nombre del individuo era Marqués Tryton du Diento.
“¿Cómo lo hicieron? Soltamos dos basiliscos gigantes en los dominios
de Luvierte, ¿no es así? ¡Deberían haber sido sometidos al pánico ante
semejante amenaza!”.
La causa de la desgracia de Tryton fue un informe que había recibido
esa misma mañana de un informante en el dominio de Luvierte.
Según el informante, los basiliscos gigantes que había soltado sobre
Luvierte apenas habían causado bajas, infligiendo sólo pérdidas mínimas al
ejército del vizconde.
“Bueno, el enviado del Este dijo que no deberíamos esperar mucho de
los monstruos. Eran meros experimentos, difíciles de controlar a grandes
distancias. Pero aun así, con dos de ellos sueltos en la región, debería haber
provocado el doble de bajas en la batalla contra ellos”. El hombre delgado y
de aspecto nervioso que estaba sentado frente a Tryton terminó su discurso
con un fuerte suspiro antes de levantar la mano para cepillar su escaso pelo

114
en su sitio. Celsika Dourman, cónsul del dominio de Diento, examinó el
informe que tenía en la mano.
Los ojos de Tryton se entrecerraron. “Si hubieras tenido éxito en el
ataque contra su hija, el vizconde se habría visto ciertamente más afectado
por esto…”
“Sus treinta escudos de mithril probablemente también fueron un factor.
Sospecho que ello fue lo que redujo el número de bajas respecto a lo que
esperábamos”.
Los ojos del marqués lanzaron dagas a su cónsul. Aunque Celsika no
pareció darse cuenta y continuó hablando.
“Según el informe de aquí, estamos a punto de agotar las existencias de
los fantasmas que hemos estado utilizando como cebo para los elfos. ¿Debo
hacer un pedido al lugar habitual para obtener más?”
La expresión del rostro de Tryton se contorsionó aún más ante el
informe de Celsika. Apartó la mirada del inquieto hombre que tenía delante
y dejó escapar un suspiro de fastidio.
“¡Maldita sea! ¿No sólo has fracasado en tu emboscada en la carretera,
sino que además lo haces exigiendo dinero? ¡No eres diferente del resto de
esa escoria inútil!”.
“No es fácil capturar a un fantasma a menos que se tengan las
habilidades adecuadas, así que no tenemos muchas más opciones. Además,
los costes de adquisición de cebos para trampas son una mera miseria en los
libros de contabilidad”.
Parecía que el vapor estaba a punto de comenzar a salir de la cabeza de
Tryton. “¡¿Crees que no lo sé?! ¡El problema es cómo se siente toda esta
situación!”
Tryton acomodó su vientre regordete y se reclinó hacia atrás en su silla,
cruzando los brazos y llenando el aire con una tensión palpable. Celsika
suspiró en silencio antes de salir de la habitación.

115
Capítulo 3
Ariane, La Elfa

Una mujer joven corría sobre sus pies inquietos por el bosque
iluminado por la luna.
Los árboles circundantes estaban oscuros, como si el mundo entero
hubiera sido pintado con un pincel empapado de tinta. A pesar de esto, los
perseguidores de la mujer se acercaban lenta pero seguramente a ella.
Tenía alrededor de veinte años, y su cabello dorado, largo hasta los
hombros, estaba teñido de verde, a juego con el verde de sus ojos. Mientras
corría, su pelo se enredaba con pequeñas ramas y hojas, y sus mejillas
estaban marcadas por las lágrimas. Respiraba con dificultad y tenía las
manos y los pies cubiertos de arañazos de arbustos y árboles, como si el
propio bosque intentara detenerla.
Sus orejas alargadas y puntiagudas—un rasgo exclusivo de los
habitantes del bosque—escucharon el sonido de múltiples perseguidores en
la distancia. Sin embargo, cuando miró a su alrededor, no vio señales de vida.
Si hubiera sido una elfa oscura, uno de los otros grupos que habitan el
bosque, habría sido capaz de ver en la oscuridad. Sin embargo, para los elfos
normales como ella, incluso ver cosas en el bosque durante la luz del día era
bastante difícil. La noche era un reto totalmente distinto.
Los elfos suelen ser buenos para percibir la presencia de los demás.
Desgraciadamente, esta joven aún estaba en los primeros pasos de su
formación como soldado y todavía no tenía las habilidades necesarias para
mantener la calma y percibir adecuadamente su entorno.
Había intentado desesperadamente escapar de sus perseguidores, pero
se dio cuenta de que se acercaban más y más a cada momento.
Una fracción de segundo después de registrar el sonido de algo cortando
el aire, una flecha le atravesó el tobillo derecho y cayó al suelo.
“¡Aaaaaaghh!”

116
El dolor se extendió por todo su cuerpo en cuanto vio la herida, y sus
gritos resonaron entre los árboles. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras
se sujetaba la pierna inmóvil, gimiendo y revolcándose en el suelo por la
agonía.
Momentos después, los arbustos a su alrededor comenzaron a moverse
y varios hombres salieron de la oscuridad.
Todos los hombres vestían gruesas armaduras de cuero que cubrían gran
parte de sus cuerpos. Estaban armados con espadas, dagas y arcos, y
rápidamente se acercaron a la joven con sonrisas amenazantes en sus rostros.
Estaba claro que eran muy hábiles en esto.
Uno de los hombres con ojos de águila, que aún sostenía la espada en
su cintura, dio órdenes al resto.
“¡Deprisa y ponedle un collar!”
Otro hombre salió de la maleza y se acercó a la mujer por detrás,
colocándole un collar de metal oscuro en el cuello. Le puso una mordaza en
la boca, ahogando sus gritos de dolor mientras se subía encima de ella.
Cuando los hombres terminaron su acostumbrada rutina, un joven delgado y
bien vestido que sostenía una lámpara salió de los arbustos.
“¡Joder, otra mocosa más! Venimos hasta aquí, y todo lo que
conseguimos es una mocosa del bosque que huele mal. Esto no es divertido”.
Después de inspeccionar a la chica caída bajo la luz de las lámparas y
hacer notar su desprecio, el hombre sacó una extravagante espada de la vaina
que llevaba en la cintura y la apuñaló en la parte superior del brazo con su
punta.
A pesar de la mordaza, su grito de dolor se escuchó mientras se retorcía.
“¡Oye, detente ya! ¡No puedo permitir que arañes nuestra valiosa
mercancía!”.
El líder del grupo sacó su espada de la funda y miró al joven. El joven
le devolvió la mirada, con una vena abultada en la frente.
“¡Tú trabajas para mi padre! ¡No tienes derecho a decirme qué hacer!”
El líder del grupo no parecía impresionado mientras intercambiaba
miradas con los otros hombres, frotándose la barbilla todo el tiempo. Decidió
tratar de resolver la situación pacíficamente.

117
“Podemos curarla más tarde. Tenemos que salir de aquí antes de que los
otros elfos nos encuentren”. Dio sus órdenes en voz baja antes de dirigir sus
intensos ojos al hombre que tenía al lado. “¿Recuperaste las trampas?”
El hombre respondió con una leve inclinación de cabeza y levantó las
jaulas que tenía en la mano, cada una de las cuales contenía un pequeño
animal. Estaba demasiado oscuro para ver su contenido, pero se escuchaban
débiles gritos que emanaban del interior de las jaulas.
“Bien. Esperaremos hasta la mañana y llevaremos nuestros cuatro
premios a Diento”.
Tras recibir la señal de su líder, los hombres, acompañados por el
insolente joven con su lámpara, llevaron su botín de vuelta al oscuro bosque.

***
Después de marcharme de Luvierte, empecé a utilizar Paso
Dimensional para viajar río arriba por el camino que seguía a Xpitol. Pasé
por varios asentamientos rodeados de largas murallas en el camino, aunque
todos parecían ser bastante pequeños.
Después de un tiempo, finalmente llegué a Corna, que parecía una
versión más pequeña de Luvierte. Decidí no detenerme y continué hacia mi
siguiente destino.
Poco tiempo después, llegué al Río Lydel, la fuente del Río Xpitol.
Hacia el suroeste, pude ver las Montañas Calcut extendiéndose en la
distancia. El Río Lydel recorría suavemente el borde oriental de las laderas
Calcut, que aparentemente conducía hasta la capital del país. Si continuaba
subiendo por el río, llegaría a la ciudad de Diento.
En carruaje, este viaje me llevaría al menos tres días. Sin embargo, pude
cubrir la distancia en menos de medio día gracias a mis habilidades de
teletransportación.
La ciudad de Diento estaba a poca distancia río arriba de donde el Xpitol
se separaba del Lydel. Con un tamaño aproximadamente tres veces superior
al de Luvierte, la ciudad también poseía una cantidad bastante considerable
de tierra para cultivar. Dos murallas rodeaban la ciudad, situada en lo alto de
una colina. Filas y filas de casas se alineaban tanto en el interior como en el
exterior de la muralla, con dos fosos que rodeaban toda la zona. Tenía el
mismo aspecto que una ciudad castillo.

118
Perdí la noción del tiempo mientras contemplaba la asombrosa vista de
las murallas teñidas de anaranjado por el sol poniente, y la vista sin
obstáculos de los campos más allá de ellas. Si una ciudad de este tamaño
siguiera existiendo en la época moderna, sería sin duda patrimonio de la
humanidad.
Sacudí mi aturdimiento y comencé a caminar hacia Diento. Los campos
que rodeaban el pueblo estaban sorprendentemente ajetreados, llenos de
agricultores que trabajaban y otros que se apresuraban a volver a casa.
Tendría que caminar el resto del camino, ya que intentaba evitar que me
vieran usando hechizos de teletransportación.
Sin embargo, todavía estaba bastante lejos de la ciudad.
Tal vez al menos podría acelerar mi paso… Salí corriendo, con mi capa
ondeando salvajemente detrás de mí. Las personas que iban delante de mí en
la carretera oyeron mis fuertes pisadas y lanzaron gritos mientras se
apartaban de mi camino. Quería decirles que no había nada de qué
preocuparse.
Para ser justos, era totalmente comprensible tener miedo de un hombre
vestido con una armadura de dos metros de altura que corría hacia ti a gran
velocidad.
Disminuí el ritmo cuando me acercaba a la puerta. Sin duda llamaría la
atención si corría hacia ella.
Siete metros por encima de mí, los guardias caminaban por encima de
las murallas que rodeaban la ciudad. Después de pasar la primera puerta, la
segunda muralla quedó a la vista.
La segunda puerta se encontraba un poco más arriba de la primera. Tras
mostrar mi licencia de mercenario al guardia, se me permitió el paso a la
ciudad de Diento.
Parecía que todo en la ciudad era de piedra, incluidas las filas de
edificios de dos y tres pisos. Al encontrarme con la enorme multitud de
gente, me sorprendió lo ruidoso que era todo el mundo, desde los vendedores
que vendían sus productos hasta los borrachos que se arremolinaban.
Era casi nostálgico…
Los caminos entraban y salían de los edificios desde todas las
direcciones. Me di cuenta de que me llevaría algún tiempo entender la
distribución. Al entrar en un bar cercano, me encontré con varias personas

119
que parecían haber salido del trabajo y que ya estaban disfrutando de sus
copas.
Llamé al cantinero que estaba detrás del mostrador. “Siento molestarle,
pero estoy buscando una posada. ¿Tiene alguna recomendación?”
El cantinero respondió con una oferta propia. “Bueno, si lo que buscas
es una posada, ¡tenemos una aquí en el segundo y tercer piso! Una noche te
costará dos sek”.
Me pregunté si podría comprar comida aquí y llevarla arriba.
“¿Puedo comer en mi habitación?”
“No veo por qué no, siempre y cuando bajes tu plato cuando hayas
terminado. Son tres suk por una comida. ¿Qué te parece?”
Le pagué al cantinero dos monedas de plata y tres de cobre por mi
alojamiento y comida, y momentos después recibí una bandeja con mi
comida. Subí la bandeja por la escalera junto al bar hasta mi habitación en el
tercer piso.
Al abrir la puerta, me encontré con una habitación mucho mejor que la
que había ocupado en Luvierte. Había una cama robusta con una manta, así
como una pequeña mesa y una silla. Coloqué mi comida en la mesa, me senté
en la cama y me quité el casco.
Había pasado un tiempo desde que tuve una comida adecuada.
La comida de la bandeja era relativamente sencilla: pan negro plano, un
cuenco de sopa de judías y una ensalada. No parecía que hubiera carne.
El pan negro era difícil de masticar, así que lo mojé en la sopa para
ablandarlo. La sopa en sí estaba bastante buena. Sabía como si estuviera
hecha con caldo de pollo. La ensalada era un asunto simple que consistía en
varias verduras sobre un lecho de lechuga y escarola, cubierto con vinagre y
sal. Me confundió un poco su elección de servirla sobre hortalizas tan
parecidas y frondosas.
Cuando terminé de comer, me volví a poner el casco y llevé mi bandeja
a la planta baja. El camarero me miró de forma extraña cuando le devolví la
bandeja, pero no podía culparle. Debía ser extraño ver a un huésped con
armadura llevar su comida arriba y luego devolver los utensilios con la
armadura puesta. Pero al menos no dijo nada al respecto.

120
De vuelta en mi habitación, me senté en la cama con la espalda apoyada
en la pared y adopté mi postura habitual para dormir un poco. También me
tapé con la manta, pero apenas había diferencia con la armadura puesta.
A la mañana siguiente, me desperté con el sonido de las campanas que
sonaban a lo lejos. Una vez de vuelta en el primer piso, pude ver al cantinero
de vuelta en la cocina llevando a cabo sus tareas. Parece que esta posada sí
tenía personal por las mañanas, a diferencia del último lugar en el que me
hospedé. Dejé la llave de mi habitación en el mostrador, llamé al cantinero y
salí de la posada.
Después de pedirle direcciones a una persona en la calle, me dirigí a la
oficina del gremio de mercenarios local.
Era un edificio de piedra de tres pisos, pero el interior no era muy
diferente al del pueblo anterior, aparte del hecho de que había muchos más
empleados detrás del mostrador, y no había ningún oso enjaulado trabajando
en el lugar.
Un grupo de hombres que parecían ser mercenarios se apiñaban
alrededor del tablón de anuncios. Tenían un aspecto increíblemente rudo, al
igual que el personal. Hizo que me preguntara si había alguna mujer
mercenaria; como mínimo, podrían contratar a una mujer para trabajar en la
oficina.
Mientras miraba el tablón de anuncios de empleo, pude escuchar varias
discusiones entre los mercenarios.
“Cinco miembros de nuestra tropa salieron de caza hace cuatro días,
pero no los hemos visto desde entonces”.
“¿Crees que tal vez algunos bandidos o monstruos los agarraron?
Estamos cerca del territorio de los elfos. Los monstruos de esa zona son
bastante fuertes, así que no me sorprendería”.
“Naa, se dirigían a la base de las Montañas Calcut, hacia la capital”.
Este mundo estaba lleno de peligros, tanto dentro como fuera de las
ciudades. Parecía que no era raro que se perdiera el rastro de la gente en
cuanto ponían un pie fuera.
Por otra parte, era la primera vez que oía hablar de la especie de los
elfos. Hasta ahora, todo lo que había visto eran humanos normales. Tenía la
impresión de que los elfos vivían en los bosques y no se aventuraban a salir
donde vivían los humanos.

121
Odiaría haber venido hasta este otro mundo y no ver al menos a uno.
Seguí buscando en el tablón de anuncios de trabajos mientras
reflexionaba, pero a pesar del volumen de solicitudes—gracias a la mayor
población—seguían siendo las mismas tareas aburridas de siempre. Parecía
que tendría que unirme a una tropa si quería conseguir algún trabajo bueno.
Salí de la oficina del gremio de mercenarios, pensando que podría ir al
bosque de nuevo y buscar algo para vender.
Me detuve en un puesto de frutas secas para comprar algunas
provisiones. El vendedor me dijo que vendía fresas, pero a mí me parecieron
algún tipo de fruta silvestre. Tal vez era así como se veían en Europa.
El hombre me cobró ocho monedas de cobre por una pequeña taza de
madera llena de frutos secos, afirmando que me duraría medio año; yo no
creía que me durara ni medio día. Puse las provisiones en una pequeña bolsa
y las eché en mi saco.
Le pedí direcciones a un peatón cercano y luego me dirigí a la puerta
sur.
En el muro interior, le mostré al guardia de la puerta mi licencia de
mercenario y en seguida hizo un gesto para que pasara. Caminé cuesta abajo
y salí de la ciudad por la puerta de la muralla exterior.
Delante de mí, un puente de piedra que descansaba sobre seis arcos
cruzaba el río de trescientos metros de ancho. En el puente cabían tres
carruajes viajando uno al lado del otro, y estaba lleno de gente y de tráfico
de carruajes. Al parecer, se trataba de un importante centro de transporte.
Después de cruzar el puente, pude ver las montañas Calcut, y el bosque
que las bordeaba a mi derecha. A mi izquierda había una zona cercada llena
de vacas, ovejas y caballos, probablemente un pastizal de algún tipo. Más
allá había un campo de cultivo.
Más adelante, en el Río Lydel, el bosque parecía cercano, pero del otro
lado, el terreno era mayormente abierto.
Decidí dirigirme hacia la base de las Montañas Calcut para cazar un
poco. Tomé un camino fuera de la carretera principal y me dirigí hacia el
suroeste.
El Río Lydel se adentraba en el bosque, aunque no podía ver a dónde
iba después. A medida que caminaba, la vegetación se hacía más espesa,
cerrándose a mi alrededor y bloqueando la luz del sol. Las raíces brotaban

122
del suelo por todas partes, casi como tentáculos que intentaban agarrarme las
piernas y bloquearme el camino.
Los árboles de aquí no eran tan gruesos como los del bosque cerca de
las Montañas Furyu, pero lo compensaban con la cercanía entre ellos. No
había espacio para maniobrar mi espada de dos manos en este lugar. Bueno,
probablemente podría hacerlo, pero derribaría media docena de árboles con
cada golpe. El Paso Dimensional también era prácticamente inútil aquí en el
denso bosque.
Vi algunos animales pequeños aquí y allá, pero, con la misma rapidez
con la que aparecían, desaparecían de nuevo entre la maleza. Probablemente
tendría que poner trampas para atrapar algo aquí.
Deambulé por el bosque durante aproximadamente una hora antes de
encontrarme con cinco hombres—bandidos, supuse. Salieron de la maleza
con sonrisas siniestras en sus rostros sin afeitar. Su pelo grasiento indicaba
que hacía tiempo que no se bañaban. Los cinco llevaban espadas cortas.
“Vaya, vaya. ¿Adónde va, Señor Caballero? ¡Jejeje!”
“Dejad vuestras cosas ahí, y no tendremos que torturarte hasta la
muerte. Somos muy buenos tipos, ¿no es así, muchachos?”
“¡No puedo creer nuestra suerte! Tener un caballero tan elegante como
este, vagando solo por nuestro bosque. ¡Jajaja!”
“Y cuando matamos a alguien aquí, ni siquiera necesitamos esconder el
cuerpo. ¡Jajaja!”
Los hombres siguieron burlándose, demasiado confiados en la fuerza de
su situación. Me miraban de arriba abajo, como si calcularan el valor de todos
los bienes que llevaba. Prácticamente se les hacía agua la boca.
“Entonces, ¿Qué le parece, señor caballero?”
Dos de los hombres se movieron al unísono, clavando sus espadas
cortas en los huecos de mi armadura en el cuello y los costados, como si
estuvieran acostumbrados a enfrentarse a oponentes con armadura. Esto no
se parecía en nada al juego. Nadie golpearía simplemente la armadura de
alguien de frente.
“¿Hng?” Miré las espadas que tenía clavadas y gruñí.
“¡Hya hya! Es como luchar contra un muñeco de prácticas”.
“¡Lo único impresionante de él es su armadura!”

123
Los hombres continuaron con sus bromas burlonas.
No estaban equivocados; esta exquisita armadura no albergaba nada
más que huesos. Pero eso significaba que no había órganos vitales adentro
para que sus espadas los perforaran. Ahora que me habían atacado, ya no
tenía ningún motivo para ser benévolo con ellos.
“¿Se supone que eso hace cosquillas?”
“¿Qué?”
“¡¿Huh?!”
Miré a los dos hombres. Me devolvieron la mirada con los ojos en
blanco, momentáneamente aturdidos en el silencio.
¡Pwaah! Le di un puñetazo en la cabeza a uno de los hombres, y salió
volando con un sonido similar a la explosión de un globo. Su cuerpo tembló
por un segundo antes de caer de rodillas.
Los rostros de los demás bandidos se contorsionaron de sorpresa. Había
puesto demasiada fuerza en ese puñetazo… No había sido mi intención
arrancarle la cabeza.
El resto de la pelea se desarrolló como si la viera a cámara lenta. Me
giré y golpeé al otro bandido que estaba a mi lado, mi puño atravesó su
mandíbula y salió por la parte superior de su cráneo. La sangre explotó de
sus ojos, oídos y boca, empapando la tierra.
“¡Un fan-fantaaaasma!”
“¡Sálvenmeeeeeee!”
Un poco más lejos, dos de los otros bandidos se dieron la vuelta.
Invoqué mi habilidad Disparo de Roca y lancé una descarga a sus espaldas,
haciéndoles agujeros del tamaño de una roca. Disparo de Roca era una
habilidad mágica básica bastante poderosa que pertenecía a la clase Magus.
La armadura de cuero que llevaban los bandidos no tenía ninguna posibilidad
de resistirla.
Con eso ya eran cuatro. Divisé al último hombre zigzagueando entre los
árboles en un intento frenético de escapar, casi como un mono que se
balancea por su hábitat natural. Dada la densidad de la maleza, el Paso
Dimensional no me serviría de nada, así que decidí simplemente correr tras
el bandido.

124
Él estaba mucho más familiarizado con el terreno que yo, por lo que se
alejó aún más a medida que me abría paso entre los arbustos y los árboles.
Intenté acortar la distancia evitando las zonas más densas y corriendo por los
claros.
De repente, mi pie se enganchó en algo. Frente a mí, una gran roca
suspendida por una cuerda cayó al suelo y mi pierna salió volando debajo de
mí.
“¡Je! ¡No puedo creer que hayas caído en la trampa de un principiante!”
El bandido se había detenido y me miraba directamente, como si acabara de
conseguir una gran recompensa.
Liberé mi pie de la cuerda, lanzando la roca hacia el cielo, con trozos
de la cuerda volando en todas direcciones. Una roca de ese tamaño no era
rival para mi fuerza sobrehumana.
Me alejé… y me topé con otra trampa. Esta vez, un muro de lanzas
surgió del suelo, destinado a apuñalar a cualquier animal que se acercara.
Dejé que mi armadura se llevara la peor parte y me abrí paso, enviando
astillas de madera por todas partes.
Lo siguiente fue una gigantesca estaca de madera que salió volando
hacia mí por el aire. Mi puño conectó con el lateral de la misma, tensando la
cuerda antes de que la madera explotara en una lluvia de astillas.
Al parecer, los bandidos habían colocado trampas a lo largo de las
zonas abiertas. Mi única opción era continuar por el denso bosque y abrirme
paso a golpes. Supuse que si las bestias podían hacerlo, yo también.
“¡Whoooa! ¡R-realmente es un fantasma!”, gritó horrorizado el bandido
antes de emprender de nuevo su huida. A pesar de estar conmocionado por
lo que acababa de presenciar, el hombre seguía siendo capaz de moverse con
destreza por el bosque.
Continué mi persecución a toda velocidad. Era como un tanque mientras
pisoteaba árboles con mi cuerpo y pasaba por encima de las rocas. Nada
podía hacerme cambiar de rumbo en mi frenética persecución.
La excitación surgió en mi interior a medida que la persecución
continuaba, lo que me llevó a gritarle al hombre que huía. “¡Jajaja! ¡¿Crees
que puedes escapar de mí?!”
“¡Aaaaaaagh!”

125
Al escuchar esto, pude ver cómo se oscurecía la entrepierna de los
pantalones del hombre al tiempo que percibía un olor a amoníaco. Me
impresionó bastante que, a pesar de haberse orinado de miedo, pudiera seguir
escapando.
Una vez que salimos del bosque, me encontré con un acantilado de unos
siete u ocho metros de altura. Frente a mí, había un hueco en forma de cueva
excavado en la roca, con una simple valla alrededor para mantener alejados
a los animales. ¿El escondite de los bandidos, tal vez?
Dos hombres estaban sentados en el suelo, mirando al vacío,
aparentemente aburridos. Se quedaron mirando sorprendidos cuando
apareció el hombre al que había estado persiguiendo.
Los espacios abiertos me facilitaban infinitamente las cosas.
Utilicé mi Paso Dimensional para teletransportarme detrás de los
hombres, desenfundé mi espada y atravesé a los tres con un solo tajo
diagonal, manchando la entrada de la cueva con sangre y llenando la zona
con el tenue olor del acero oxidado.
Una suave brisa agitó las hojas del bosque.
A pesar de haber asesinado a otro grupo de bandidos, no sentí nada.
Todo fue como un juego FPS para mí; Simplemente estaba exterminando a
otro. enemigo.
Miré mi espada empapada de sangre a través de la hendidura de mi
casco, pero seguía sin sentir nada. La sangre se desvaneció lentamente y el
relajante brillo azul de la espada regresó.
Era como si al mismo tiempo estuviera y no estuviera en mi propio
cuerpo. Pero, simultáneamente, me sentía extrañamente seguro de quién era.
Aunque, por alguna razón, no me estremecían en lo más mínimo las cosas
que deberían molestarme.
Solía interpretar un personaje que había sido maldecido para convertirse
en un esqueleto. Estaba empezando a sentir que eso era realmente cierto.
Volví a meter la hoja brillante en su funda y luego abrí y cerré la mano
varias veces, como para comprobar la realidad de la situación.
Fue entonces cuando percibí los débiles gritos de algún tipo de animal
que provenían del interior de la cueva.

126
Con cuidado de no hacer ningún ruido, me acerqué sigilosamente y miré
dentro. No parecía haber nada especialmente fuera de lo normal, así que
entré.
La cueva no era muy profunda. Se curvaba hacia la izquierda poco
después de la entrada y se extendía otros cien metros más o menos. Al final
del túnel había una gran zona abierta, iluminada por varias lámparas. Parecía
ser el lugar donde dormían los bandidos.
Había varias baratijas esparcidas por el lugar, junto con una caja de
madera para guardar objetos de valor. Se parecía mucho a un cofre del tesoro.
Dentro, encontré un gran número de monedas de oro. Añadiéndolas a mi
monedero, calculé que tenía más de quinientas monedas de oro. A pesar de
su pequeño tamaño—alrededor de una moneda de un yen—pesaban tanto
como una moneda de quinientos yenes, lo que añadía bastante peso a mi
saco.
También había varias armas y otros objetos por ahí, así que recogí todo
lo que parecía valioso.
Tiré todo en mi saco, riendo ligeramente al considerar que realmente
había poca diferencia entre las acciones de los bandidos y las mías.
En ese momento, sentí que algo se movía y levanté la cabeza para mirar
a mi alrededor. Me fijé en una jaula de acero situada en un rincón de la cueva.
Estaba en las sombras, fuera de la luz de las lámparas, y por eso no la
había visto. Cuando me acerqué a la jaula para verla más de cerca, pude ver
un animal herido que me miraba desde dentro. Acerqué la jaula a la lámpara
para verla mejor y descubrí que había un zorro dentro.
Bueno, un animal parecido a un zorro, al menos. Medía unos sesenta
centímetros de largo. Su cola ocupaba casi la mitad de esa longitud y estaba
cubierta de un pelaje que me recordaba a la pelusa de un diente de león. Su
cara se parecía mucho a la de un zorro, con grandes orejas triangulares que
se levantaban atentamente. Tenía unas membranas carnosas entre las patas y
el cuerpo, similares a las de una ardilla voladora japonesa. No podía
distinguir su color en la penumbra, pero gran parte de su cuerpo parecía estar
cubierto de un pelaje verde claro, con pelaje blanco en el estómago.
El animal mantenía la cola tan alta como le permitía la jaula, sin dejar
de mirarme y gruñendo ligeramente todo el tiempo. Pude ver una ligera
herida en una de sus patas delanteras y otra mucho más profunda en una pata
trasera, tiñendo su suave pelaje de un rojo intenso.

127
Pensé en usar mi magia curativa en sus heridas, así que aflojé el pestillo
de la jaula y abrí la puerta. Sin embargo, no parecía que el zorro verde tuviera
ningún deseo de salir. Asegurándome de no dejar ningún espacio para que
escapara, introduje el brazo en la jaula para sacarlo.
“¡Kyiii!” El zorro soltó un pequeño aullido y me mordió el dedo. No
me dolió en absoluto, gracias a mis guantes blindados, pero el zorro siguió
mirándome, gruñendo en lo más profundo de su garganta. No mostró ningún
deseo de aflojar su agarre en mi dedo.
“Oye, no tengas miedo…”
Intenté calmar al agitado zorro con mis mejores frases de personajes
populares de anime, pero fue inútil. Simplemente no tenía la capacidad de
calmar a los animales. Sin opciones, arrastré al zorro verde fuera de la jaula
con mi dedo, al cual se quedó enganchado obedientemente.
“Curar Herida.”
Con el zorro aun mordiendo mi dedo, invoqué mi hechizo de curación.
Una suave luz envolvió la herida durante un momento antes de disiparse.
Posiblemente sorprendido por la repentina luz, el zorro verde extendió su
esponjosa cola y saltó hacia atrás, mirándome con sus grandes ojos.
“¿Kyii?”
Ladeó la cabeza inquisitivamente antes de atender su pata trasera,
dándole varios lametones a la herida. A continuación, lamió su pata delantera
varias veces antes de cepillarse la cara como un gato. Una vez aseado, el
zorro se inclinó hacia atrás y se sentó sobre sus patas traseras, moviendo su
gran cola mientras me miraba.
Parecía que había dejado de intentar huir.
Me acordé de las bayas secas que había comprado esta mañana y que
aún estaban en mi saco. La nariz del zorro se levantó al ver que mis manos
sacaban las bayas. Sonreí y puse algunas en mi mano, ofreciéndoselas al
zorro.
Al principio se mostró cauteloso y sólo olió las bayas que tenía en la
mano. Luego tomó una decisión y rápidamente mordió una, corriendo hacia
un rincón para masticarla. Cuando terminó la baya, el zorro volvió a
acercarse a mí, mordió otra y repitió el proceso. Después de hacer esto varias
veces, el zorro empezó a comer las bayas directamente de mi mano.

128
El miedo que había visto antes parecía haberse desvanecido por
completo. Me reí para mis adentros por lo absurdo de la situación,
preguntándome si realmente estaba bien que un animal salvaje se volviera
tan amigable con la gente.
Una vez que el zorro había terminado de comer todas las bayas, le
acaricié la cabeza un par de veces, lo que hizo que se tensara. Sus ojos se
entrecerraron ligeramente.
No parecía haber nada más importante en la cueva, así que decidí que
era hora de terminar mi breve descanso. El zorro verde corrió detrás de mí
con sus cortas patas, apresurándose a seguir mi ritmo mientras me dirigía
hacia la entrada de la cueva.
Me detuve y me di la vuelta, haciendo que el zorro se agachara sobre
sus patas traseras en posición sentada. Su esponjosa cola se agitó suavemente
mientras me miraba. Parecía que la criatura se había encariñado conmigo.
Incliné la cabeza hacia un lado y miré hacia abajo.
“¿Quieres venir conmigo?”
No esperaba exactamente una respuesta, pero el zorro verde respondió
con un “¡Kyii!” y se acercó a mis pies, moviendo la cola contra mis piernas.
Era casi como si pudiera entender lo que estaba diciendo.
No sabía exactamente qué tipo de animal era, pero no me parecía que
“zorro verde” fuera suficiente. Me devané los sesos intentando pensar en un
nombre.
Zorro… verde… Hmm…
“¿Qué nombre prefieres? ¿Oage o Tempura?”
Lancé los dos primeros nombres que me vinieron a la mente, pero la
cola del zorro se limitó a caer en respuesta. Al parecer, no le gustaba ninguno
de los dos.
Miré la cola de la pequeña criatura, cubierta de una pelusa parecida a la
del diente de león.
“Hmm, ¿qué tal Ponta, entonces?”
“¡Kyii!” La cola del zorro se levantó y se agitó con entusiasmo.
Esta vez había dado en el clavo.
“Muy bien, Ponta, ¿estás listo para partir?”

129
Ponta soltó un chillido como respuesta y saltó en el aire, atrapando una
ráfaga de viento al extender sus carnosas membranas. Casi parecía que estaba
flotando sobre una especie de ascensor invisible.
“¡Whoa!” jadeé asombrada, con los ojos fijos en el Ponta.
Parecía estar usando algún tipo de magia de viento. Era imposible que
se produjera una corriente ascendente dentro de una cueva como esta.

130
131
Ponta siguió montando la brisa aún más alto, aterrizando encima de mi
casco. Como habíamos estado frente a frente, la cabeza de Ponta apuntaba
ahora hacia mi espalda, y su gran y esponjosa cola caía hasta tapar la rendija
de mi casco. Le rocé suavemente la cola de un lado a otro varias veces, lo
que hizo que Ponta reajustara su posición y despejara mi visión.
Sabía que estaba en un mundo de fantasía, pero aun así, encontrarme
con una criatura tan misteriosa, y que además podía usar magia, superaba
mis expectativas. Me imaginaba que vivía entre los árboles, planeando como
las ardillas voladoras.
Asentí una vez, asombrado por la impresionante hazaña de Ponta, antes
de recoger mi bolsa y dirigirme de nuevo a la entrada de la cueva.
Como no quería más problemas, si alguien descubría los cuerpos de los
bandidos, utilicé Fuego para quemar sus cadáveres. Ponta se sorprendió al
principio por las llamas, pero cuando se dio cuenta de que no corría peligro,
volví a sentir su cola moviéndose por la parte trasera de mi casco.
Una vez que los bandidos quedaron reducidos a cenizas, abandoné su
base.
Con el considerable botín que acababa de conseguir, mi compañero
animal y yo deberíamos poder sobrevivir durante un tiempo sin necesidad de
trabajar. Sería agradable viajar por donde nos llevaran nuestros caprichos,
como pájaros al viento. Me sentí como un jubilado recién acuñado cuando
empecé a considerar las opciones.
Caminé y me teletransporté alternativamente mientras pensaba en mis
opciones. Cuando por fin salí del bosque, pude ver el cielo, que se estaba
volviendo de un rojo pálido.
Al parecer, había pasado bastante tiempo en el bosque.
A lo lejos, pude ver las murallas de Diento. Los vastos campos que
rodeaban la ciudad no daban señales de vida.
Después de caminar un poco río arriba, a lo largo de Lydel, me encontré
con la figura de un hombre, de espaldas a mí. Iba envuelto en una capa beige
y su pelo rubio teñido de verde ondeaba con el viento. Supuse que era un
hombre, pero su aspecto era diferente al de todos los demás hombres que
había visto hasta entonces. Desde atrás, pude ver que tenía las orejas
alargadas y en ángulo que caracterizan a cierta especie común en los cuentos
y juegos.

132
Por alguna razón, estaba increíblemente emocionado por ver uno en
persona. Inmediatamente me teletransporté detrás de él usando Paso
Dimensional y lo llamé. “Eres el primer elfo que veo”.
El elfo saltó hacia adelante, girando en el aire. Al aterrizar, sacó una
fina espada, apuntándome con ella, y una mirada muy severa, cuando
aterrizó.
Tenía los ojos verdes a juego con su pelo rubio teñido de verde hasta
los hombros. Su delgado cuerpo estaba cubierto por una armadura de cuero,
y su mano era firme mientras mantenía la punta de la espada apuntando hacia
mí. Su comportamiento era completamente diferente al de los bandidos que
había encontrado en el bosque. Enseguida me di cuenta de que era un
soldado.
“Identifícate, extraño”.
Sin bajar la guardia, el elfo habló en voz baja mientras daba un paso
atrás, poniendo más distancia entre nosotros. Su mirada parecía
especialmente centrada en mi cabeza, o mejor dicho, en Ponta, que estaba
sentado encima de mi casco.
“Soy Arc, un errante. Disculpa por haberme exaltado tanto”.
El elfo me lanzó una mirada dudosa y bajó ligeramente su espada. Sus
ojos recorrieron mi armadura, como si intentara ver a través de ella, para
averiguar quién era realmente el hombre que había debajo.
“¿Un humano? Nunca he conocido a un ventu-vulpis que se lleve bien
con los humanos”.
“¿Ventu-vul…?”
“También conocido como zorro cola de algodón. Esa criatura espiritual
sentada encima de tu cabeza. Lo que ustedes los humanos llaman fantasmas,
creo. Suelen viajar en manada. ¿Dónde lo encontraste?”
“¿Eres un espíritu, Ponta?”
Ponta respondió con un curioso chillido, negándose a bajar de su
posición. El elfo parecía exasperado mientras me miraba fijamente.
“No es un espíritu, es una criatura espiritual. Es un tipo de animal en el
que reside un espíritu. Si aún no lo sabes, entonces definitivamente no eres
un elfo”.

133
Me di cuenta de que me estaba hablando con desprecio, pero no podía
culparlo. Él no tenía ni idea de mi historia.
“Mis disculpas, es la primera vez que me encuentro con una criatura
espiritual. Encontré a este compañero herido en una jaula dentro de un
campamento de bandidos, así que lo liberé. Parece que se ha encariñado
conmigo después de que curara sus heridas y le diera algo de comida, así que
he decidido dejar que me acompañe en mis viajes”.
El elfo que estaba frente a mí mantenía una expresión interrogativa en
su rostro mientras escuchaba mi historia.
“Hmph. Las criaturas espirituales suelen ser increíblemente cautelosas.
Rara vez se acercan incluso a nosotros, los elfos. Pero supongo que hay casos
excepcionales”.
Excepcionales… El elfo pareció clavar sus ojos en mí al decir esta
palabra. Tal vez fue sólo mi imaginación.
Bajó su espada, reajustó su capa y se puso la capucha sobre la cabeza,
ocultando sus distintivas orejas.
“¿Qué estás haciendo aquí?” pregunté. “¿Te diriges a la ciudad? No he
visto ningún elfo allí…”
Aunque tenía la capucha bajada sobre la cara, pude ver la expresión de
estupefacción que el elfo tenía como respuesta a mi pregunta.
“¿Eres realmente un humano, extraño? Los humanos temen… no, odian
todo lo que es diferente o superior a ellos. A los elfos se nos concede una
larga vida y poseemos una fuerte afinidad mágica. Incluso aquí, en el Reino
de Rhoden, donde ya habéis firmado un tratado con nosotros, seguís
cazándonos si no nos ocultamos. Al parecer, vendéis a los elfos del bosque
por grandes sumas”.
En el fondo de su capa, sus ojos ardían de ira.
Oficialmente, al menos, la caza de elfos estaba prohibida, pero parecía
que nadie cumplía ese tratado. Incluso sin conocer los detalles, la mirada en
los ojos de este elfo fue suficiente para transmitir las atrocidades cometidas
por los humanos.
Tal vez cazar no era la palabra adecuada; no sonaba como si estuvieran
matando a los elfos. Si los elfos fueran bárbaros viciosos y amantes de la
guerra, los humanos no habrían firmado un tratado con ellos en primer lugar.
Tampoco sería ilegal cazarlos y venderlos por grandes sumas. Así que, a

134
menos que la sangre de elfo fuera una especie de cura integral, la única otra
posibilidad era la esclavitud.
Eso significaba que la razón de este elfo para venir tan cerca de un
pueblo humano era…
“Estás aquí para liberar a los esclavos, ¿no?”
El rostro del elfo se nubló con desconfianza, con una mirada peligrosa
en sus ojos.
“Hmph. Será mejor que no le cuentes a nadie lo que hemos hablado
aquí. O incluso que has visto a un elfo”.
Suspiré y dejé caer los hombros para demostrarle al elfo que no tenía
nada que temer. Extendí las manos para indicar que no era una amenaza.
“No es que pueda confiar en las palabras de un humano…”
Antes de que saliera la frase completa de su boca, el elfo ya estaba
levantando su espada de nuevo. Ponta gritó desde lo alto de mi cabeza, como
objetando las acciones del hombre.
“¡Kyii kyiii!”
El elfo se congeló por un momento, pero luego la expresión de su rostro
se suavizó y bajó la espada.
“Bueno, de alguna manera has conseguido formar un vínculo con una
criatura espiritual, así que supongo que se puede hacer una excepción. No
olvides lo que dije”.
El elfo pasó rápidamente junto a mí y desapareció en el bosque. Ni
siquiera supe su nombre.
Había pensado que ésta sería mi oportunidad de relacionarme con una
especie diferente en este nuevo y extraño mundo, pero la reputación de la
humanidad era evidentemente demasiado negativa de superar.
Bueno, tal vez nos encontremos de nuevo. Si los elfos estaban
esclavizados en la ciudad, podría intentar descubrir algo de información. Así,
si nuestros caminos se cruzaban en otra ocasión, tendría alguna información
que compartir.
Con ese objetivo firmemente en mi mente, regresé a la ciudad.
Mientras el sol poniente proyectaba su brillo sobre las murallas de
Diento, nada en particular parecía diferente o fuera de lugar. Sin embargo,

135
miré la ciudad con nuevos ojos, observando sólo la oscuridad, un velo que
ocultaba todos los deseos mundanos de la humanidad.
Varios días después, me desperté como de costumbre sobre mi cama en
la posada con el sonido de las campanas de la mañana.
Ponta yacía sobre una manta, con la cara enterrada en la pelusa de su
cola verde y blanca. De vez en cuando, un gruñido grave salía de su garganta
y hacía movimientos de masticar, como si estuviera soñando con un delicioso
festín. Por su aspecto de zorro, al principio supuse que Ponta era carnívoro,
pero parecía ser omnívoro, con preferencia por las frutas y las bayas.
Ponta se despertó, se rascó detrás de las orejas con una pata trasera y
luego estiró la boca en un bostezo. Subiéndose a mi hombro, Ponta volvió a
ocupar el lugar que le correspondía sobre mi casco. Al parecer, a los zorros
cola de algodón les gustan los lugares altos.
Con Ponta en la cabeza, cogí la gran capa negra que tenía cerca y la
coloqué sobre mi armadura. La capa era una compra reciente en una tienda
de la ciudad. No sólo cubría mi llamativa armadura, sino que también me
ayudaría en las actividades encubiertas.
Pero incluso cuando cubría el brillo de mi armadura, mi casco aún
sobresalía de la capa negra, lo cual no era de mucha ayuda. Probablemente
parecía una especie de villano con capa negra y espada láser sacado de cierta
franquicia de ciencia ficción.
Sea como fuere, ahora era capaz de desaparecer entre la gente mucho
mejor que cuando mostraba mi armadura en todo su esplendor.
Bajé al primer piso, saludé al cantinero, que volvía a estar ocupado en
la cocina, y me dirigí al exterior. El bar sólo servía cenas, así que había
adquirido la costumbre de comprar el desayuno a un vendedor ambulante por
las mañanas.
La calle estaba bordeada a ambos lados por puestos que competían por
atraer la atención de los posibles clientes. Mientras caminaba entre ellos, el
mundo se oscureció de repente cuando cierta cola de algodón se balanceó
frente a mi visor.
Cada vez que pasaba por delante de algo que le gustaba a Ponta, fijaba
su mirada y giraba su cuerpo para mirar lo que había visto, llegando a
oscurecer mi visión con su cola.

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Extendí la mano y le di la vuelta a Ponta, y luego caminé en la dirección
en la que Ponta había estado mirando. Se trataba de un vendedor de un tipo
de fruto seco al cual Ponta se había aficionado recientemente. Las cáscaras
de color marrón claro albergaban un interior verde que me recordaba a los
pistachos.
“¡Kyii!”
¡Cómpralo, por favor! No fue difícil entender lo que Ponta estaba
diciendo.
Pagué a la mujer del puesto cinco monedas de cobre por una pequeña
bolsa y luego rompí las cáscaras de varias nueces, dándoselas a la criatura
que tenía sobre mi cabeza. Ponta chilló de alegría y las engulló. Aunque
Ponta podía quitar las cáscaras por sí misma, eso provocaba que cayeran
trozos de cáscaras delante de mí visor mientras caminaba.
Pasé los últimos días explorando la ciudad, con Ponta sobre mi cabeza.
Había estado buscando en los rincones de Diento para ver si podía
descubrir algo de información sobre los elfos esclavizados. Sin embargo,
como no podía acercarme a alguien y preguntarle a quemarropa si sabía
dónde estaban los esclavos, me quedé vagando sin ningún destino específico
en mente.
La compra y venta de elfos capturados era probablemente un negocio
muy lucrativo, aunque estuviera prohibido, lo que significaba que casi con
toda seguridad ocurría bajo la dirección de alguna figura poderosa.
Tenía mis sospechas de que mi búsqueda sería más fructífera no en la
propia ciudad, sino en el territorio de la nobleza cercana al centro de Diento.
Sin embargo, mi aspecto actual llamaría la atención de inmediato. Había
muchos guardias cerca de las fincas de los nobles, con un volumen de tráfico
peatonal menor.
Para ser completamente honesto, no estaba llevando a cabo mi búsqueda
exactamente por altruismo. No es que el concepto de esclavitud no me
moleste, pero, por horrible que sea admitirlo, me aburría y simplemente no
tenía nada mejor que hacer. Probablemente había mejores usos de mi tiempo,
pero no podía imaginarme simplemente sentado en la posada sin ningún
objetivo claro por delante.
Tampoco sabía qué iba a hacer si realmente encontraba a los elfos
esclavizados. Por el momento, intentaba pasar desapercibido. De esa manera,

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si me encontraba en una situación en la que pudiera ayudarlos, podría hacerlo
en silencio.
Pensé que cuando por fin había conocí a los elfos en este mundo
alternativo—algo con lo que había soñado toda mi vida—resultó que estaban
siendo perseguidos.
Ahora que lo pienso, no había visto ninguna otra especie fantástica
desde que llegué aquí. ¿Existen en este mundo? A juzgar por la forma en que
había hablado el elfo, supuse que, aunque existieran, probablemente fueran
perseguidos al igual que los elfos. Qué pensamiento tan deprimente.
Reflexioné sobre estos pesados pensamientos mientras me dirigía a la
oficina del gremio de mercenarios. Hacía varios días que no iba por allí, así
que era agradable estar de vuelta. Pisar el pavimento no me estaba llevando
a ninguna parte, así que pensé en aceptar un trabajo.
Ya había varios mercenarios apiñados en torno al tablón de anuncios de
trabajo, seleccionando las solicitudes. Me uní al grupo y empecé a revisar las
etiquetas, buscando algo interesante.
Finalmente, una me llamó la atención. Era para una persona
desaparecida.
La persona se había adentrado en los bosques del Río Lydel y no había
regresado. Eso fue hace cinco días.
El bosque río arriba bordeaba la base de las montañas Furyu. Se le
llamaba comúnmente el Bosque Furyu—igual que el que estaba cerca de
Rata. Se extendía sin cesar, cubriendo una vasta extensión de terreno.
Sin embargo, el bosque del otro lado del Río Lydel, a pesar de formar
parte de la misma cadena montañosa, era conocido por un nombre diferente.
La gente se refería a él como el “Bosque de los Elfos” o el “Bosque Perdido”.
No sólo abundaban poderosos monstruos en el lugar, sino que los elfos
que vivían en el bosque no daban tregua si te encontrabas con ellos.
No estaba interesado en aceptar este trabajo en este momento. Si lo
hacía, no podría completar el trabajo hasta que encontrara a la persona o
trajera algo que demostrara que estaba viva o muerta. Había escuchado a un
mercenario experimentado decirle a un novato que para trabajos como éste,
era mejor mantener la información en el fondo de tu mente, notificando al
gremio sólo después de encontrar algo en concreto.
Seguí ese consejo y decidí buscar en el bosque río arriba.

138
Después de salir de la oficina del gremio, me dirigí hacia la salida este,
la puerta más cercana al Bosque Furyu.
A diferencia de las puertas del norte y del sur, que solían ser utilizadas
por las caravanas de comerciantes, la puerta del este era mucho más pequeña
y sólo tenía la anchura suficiente para un solo carruaje. Aquí también se
encontraba el barrio rojo, las pequeñas avenidas llenas de tiendas de aspecto
dudoso. Durante el día no había mucha gente, pero al caer la noche las calles
se llenaban de mujeres que llamaban a los hombres al pasar.
Como intentaba mantenerme alejado de los problemas, me mantenía
alejado de esta zona por la noche. Además, incluso si quisiera ir allí, no había
nada que pudiera hacer con mi cuerpo en su estado actual.
Después de atravesar la puerta este y la muralla exterior de la ciudad,
crucé dos puentes de madera que cruzaban los fosos y giré a la derecha para
caminar a lo largo del Río Lydel. El Bosque Furyu estaba a veinte kilómetros
de la puerta este, y el viaje sólo duraba cinco minutos usando Paso
Dimensional.
Una vez que entramos en el bosque, pude sentir cómo Ponta movía su
cola con entusiasmo contra mi armadura.
Me pregunté si el pelaje verde claro debía ser una forma de camuflaje
para las criaturas del bosque. Una parte de mí se entristeció al pensar que
Ponta podría volver con ellos si nos encontrábamos con algún otro zorro cola
de algodón, pero igualmente me aventuré a adentrarme en el bosque.
El bosque estaba decentemente iluminado, lo que me permitía tener una
línea de visión en las profundidades de este. Sin embargo, la maleza era
espesa, lo que impedía ver incluso mis propios pies. A mi derecha había un
acantilado. Podía oír el eco de las aguas del Río Lydel. El bosque estaba lleno
de cantos de pájaros y crujidos de hojas, lo que le daba una atmósfera
totalmente relajante. No se veía ningún monstruo temible.
Continué mi paseo por la naturaleza, disfrutando de la luz del sol que
atravesaba los árboles. Pero a medida que me adentraba en el bosque, el aire
adquiría un claro olor a carne podrida.
Más adelante, entre la maleza, los árboles se abrieron en un pequeño
claro. En su centro, encontré restos de huesos dispersos, con marcas de
dientes profundamente marcadas en ellos. Rápidamente me di cuenta de lo
que había causado esas marcas tan distintivas.

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El montículo de carne frente a mí, lo que alguna vez había sido un
humano, no tenía cabeza, lo que hacía imposible identificarlo. Tampoco
pude encontrar una cabeza en ningún lugar de los alrededores. No tenía
forma de saber si este era el hombre de la solicitud del trabajo o no.
Aunque parecía que el cuerpo había sido roído en varios lugares por
animales, su cabeza había sido cortada limpiamente. Suponiendo que el
hombre hubiera sido atacado y despedazado por animales salvajes, era
imposible que el cuello estuviera cortado de esa manera. Ni siquiera estaba
seguro de que los monstruos fueran capaces de hacer eso.
Lo más probable era que hubiera sido atacado y asesinado por bandidos.
No había armas ni bolsas en los alrededores, y me costaba creer que alguien
se adentrara en el peligroso bosque desarmado.
Decidí echar un vistazo por si había otro escondite de bandidos cerca.
En la hierba, descubrí un rastro de sangre. Aunque ya se había secado y
ennegrecido, me sirvió de guía a través del bosque.
La sangre me llevó a la orilla del Río Lydel, donde continuaba a lo
largo de la orilla rocosa. El río era ancho en esta zona, pero relativamente
poco profundo. Parecía que quien había dejado el rastro había cruzado el
agua.
Al otro lado del río estaba el llamado Bosque de los Elfos, lo que me
hizo preguntarme si el hombre había sido asesinado por los elfos. Sin
embargo, me costaba creer que algún elfo viviera en el límite del bosque,
justo al lado del río. Estaba demasiado cerca de los humanos. Pensé que era
más probable que los bandidos hubieran construido un escondite aquí, en un
lugar poco frecuentado por los humanos y donde los elfos tendrían
dificultades para encontrarlo.
“¿Quieres jugar un rato a ser detective, Ponta?”
“¡Kyii!”
Ponta había estado bebiendo del río cuando lo llamé, pero corrió
entusiasmado a mi lado. Me arrodillé para permitir que el zorro saltara sobre
mi hombro y volviera a la parte superior de mi cabeza. Rompí algunos
pistachos más y se los di de comer, lo que provocó que moviera más la cola
mientras mordía las nueces.
Crucé el río y me adentré en el bosque por el otro lado. A partir de aquí,
todo era parte del Bosque de los Elfos.

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El bosque en sí no tenía una sensación particularmente inquietante. En
todo caso, comparado con los bosques del otro lado, los enormes árboles de
aquí le daban a este bosque una cualidad mística e intemporal. La luz se
filtraba entre las hojas de las copas de los árboles, iluminando la maleza a
mis pies.
No había rastro de sangre en ningún sitio, aunque descubrí huellas que
parecían un sendero. Tal vez el hombre había sido atacado mientras cruzaba
el río, y empezó a sangrar al otro lado. En ese caso, los bandidos estarían en
alerta máxima en esta zona, por lo que de nada me serviría realizar una
búsqueda minuciosa del lugar o seguir las huellas. Tendría que dar una vuelta
y ver qué podía encontrar.
Poco tiempo después, Ponta y yo nos cruzamos con un oso. O, mejor
dicho, tenía el cuerpo de un oso, la cabeza de un lobo y las largas y caídas
orejas de un burro.
El oso-lobo nos miró con desprecio y se levantó sobre sus patas
traseras, acercándose. No me interesaba cazar ningún animal salvaje hoy, así
que le di un rápido puñetazo al oso-lobo, haciéndole chillar y correr de nuevo
a través de la maleza hacia el bosque.
Ponta todavía estaba tenso, con el pelo erizado, así que estiré la mano y
le rasqué debajo de la barbilla. Desde la dirección a la que se había escapado
el oso-lobo, los gritos de alguien angustiado resonaron en el bosque.
Ya nos habíamos adentrado en el territorio de los elfos, así que eso
significaba que la persona era un elfo o un humano que estaba tramando algo
malo.
Al mirar en la dirección de la que provenían los gritos, encontré un
pequeño sendero que serpenteaba por el bosque. El sendero—si es que se le
puede llamar así— había sido cortado toscamente a través de la hierba.
Apenas era lo suficientemente ancho para un solo carruaje.
Me arrastré entre los arbustos a lo largo del sendero, usando a Ponta
como un mini disfraz para mi cabeza. Mientras avanzaba en silencio,
apareció un grupo de gente frenética, con las armas desenfundadas y
preparadas.
Había más o menos una docena de ellos alrededor de un carro, con los
ojos alerta y escudriñando constantemente su entorno. El oso-lobo al que
había hecho huir hace un momento estaba muerto a sus pies, sangrando por

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múltiples heridas. Un hombre joven y delgado estaba sobre el oso-lobo de
dos metros, escupiendo insultos mientras pateaba su cuerpo.
“¡Maldita sea, no me asustes así! ¡Todo lo que hemos hecho hoy es
golpear a un grupo de estúpidos mocosos!”.
Sostenía una espada de aspecto caro en la mano, aunque no había
señales de sangre en la hoja. No parecía que hubiera ayudado a matar a la
bestia.
Un hombre imponente miró, con los ojos muy abiertos, al joven y lo
regañó. “Baja la voz, Udolan. Todavía podría haber bestias al acecho”.
El rostro de Udolan se contorsionó de rabia. “¡No me digas lo que tengo
que hacer!”
El imponente hombre, posiblemente el líder del grupo, apartó la mirada
del joven mientras vociferaba enrojecido, y en su lugar volvió a mirar a los
hombres que rodeaban el carro.
“La tela se resbaló. Será mejor que arregles eso.”
Había una gran jaula de acero en la cama del carro. Cuatro niños
pequeños con sus características orejas de elfo estaban metidos dentro.
Todos tenían heridas, en las manos o en los pies, y lloraban en silencio.
Varios de los hombres que se encontraban alrededor del carro
recogieron una gran lona, que al parecer se había caído durante el encuentro
con el oso-lobo, y la volvieron a colocar sobre la jaula, ocultando de nuevo
a los aterrorizados niños elfos.
Al parecer, este grupo se dedicaba a la captura, esclavización y venta de
elfos. Al verlos, recordé mi conversación con el elfo que había conocido
fuera de Diento varios días antes.
A pesar de que me había enterado de la esclavitud hace poco, ver a estos
niños encerrados en jaulas y ser tratados como animales delante de mis ojos
me dio una perspectiva totalmente diferente. Me pregunté si esta sensación
tan desagradable estaba relacionada con el hecho de haber crecido en un país
tan pacífico. Incluso en mi propio mundo, probablemente había quienes no
podían distinguir entre las personas y las cosas, siempre que se vendieran a
un alto precio. Sin embargo, yo había tenido la suerte de no haber estado
nunca cerca de eso.
No podía quedarme de brazos cruzados y dejar que se llevaran a esos
niños.

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Me sorprendió sentir este enfoque, este llamado, dentro de mí. Ladeé la
cabeza mientras reflexionaba sobre ello, antes de volver a prestar atención a
los hombres que tenía delante.
Estaban distribuidos uniformemente alrededor del carro, así que incluso
si me teletransportaba, no habría forma de repelerlos a todos a la vez.
Además, si alguno de los niños fuera tomado como rehén, no importaría lo
fuerte que fuera.
Por otra parte, por lo que ellos sabían, yo era sólo un misterioso
caballero con una capa negra. Si me acercaba por detrás de ellos, tendría
ventaja hasta que se dieran cuenta de lo que estaba haciendo.
El siguiente problema era la cuestión de la sincronización.
Mientras observaba al grupo desde detrás de un arbusto, detecté
movimiento delante de los traficantes.
“¡¿Quién está ahí?!”, gritó un hombre al frente del grupo, ensartando
rápidamente una flecha y disparándola hacia un arbusto cercano al carro. Sin
embargo, el único grito de dolor que siguió fue el suyo.
Algo salió volando del arbusto a una velocidad cegadora, abriendo un
enorme agujero en el pecho del hombre que había disparado la flecha. Antes
de que su cuerpo tuviera tiempo de caer al suelo, una sombra gris surgió del
bosque.
Cuando la sangre brotó del primer hombre, la sombra se dividió en dos
tentáculos que se enroscaron en el cuello y los brazos de otros dos hombres
y los tiraron al suelo. Mientras caían, pude ver a un atacante solitario de pie
entre ellos, reajustando la espada de plata en su mano.
La mujer era hermosa, envuelta en una capa gris oscura, con un fino
sable en posición. Enseguida se notó que no era una mujer normal. Su piel
impecable tenía un tono púrpura claro, casi del color de la amatista. Su
cabello blanco como la nieve, recogido en una cola de caballo, dejaba
entrever unas orejas de elfa, aunque más cortas que las de la elfa que había
conocido. Sus ojos brillaban con un inquietante tono dorado en el bosque que
se oscurecía rápidamente.
Bajo su capa, la mujer llevaba una túnica sacerdotal decorada, que
estaba cubierta por una armadura de cuero de estilo corsé.
Las delicadas curvas de su figura aún podían verse a través de su
sencilla armadura. Se mantenía erguida sobre unas piernas largas y delgadas

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que terminaban en unas caderas bien formadas, y su pechera de cuero se
esforzaba por contener su amplio pecho. Y, sin embargo, todavía me
recordaba a los caballeros de antaño.
“¡Liberen a los niños de inmediato!”
Miró a los hombres con sus ojos dorados y su voz tranquila y mesurada
se llenó de odio al hablar.

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“¡Una elfa! ¡Mantengan la guardia alta, señores!”.
A pesar de que acababan de ver cómo mataban a tres de los suyos, los
hombres respondieron al unísono a las órdenes de su líder, formando un
semicírculo alrededor de la elfa. Los dos hombres de los extremos se
abalanzaron sobre ella desde ambos lados, tratando de mantenerse en su
punto ciego. Sin embargo, ella no parecía estar en verdadero peligro.
Un instante después, la elfa guerrera saltó en el aire, esquivando
fácilmente las dos espadas que la atacaban. Rápidamente lanzó su espada
mientras estaba en el aire antes de aterrizar fuera del alcance del grupo
invasor. Su golpe aéreo abrió la cara de uno de sus atacantes, haciendo que
la sangre brotara por todas partes. El otro hombre cayó al suelo, con tres
flechas clavadas en la espalda. Alcancé a ver brevemente a un elfo arquero
en lo profundo del bosque antes de volver a centrar mi atención en la mujer.
Al parecer, los traficantes de esclavos habían sido emboscados por dos
elfos.
“¡No dejen que sus ojos los engañen! ¡Estos elfos son soldados!”.
El grupo de hombres empezaba a mostrarse más inquieto ahora que
cinco de los suyos habían sido abatidos en cuestión de minutos. Sin embargo,
todos levantaron sus escudos y se retiraron ligeramente para reajustar su
formación.
La elfa apretó los dientes y frunció el ceño. A pesar de que había
conseguido reducir el grupo, aún quedaban más de diez esclavistas, y habían
sido capaces de reunir sus filas más rápido de lo que ella había previsto. Sin
embargo, tenía sentido; si operabas en un bosque tan peligroso, debías ser
capaz de trabajar en equipo.
Los dos bandos se miraron, con un odio palpable. Udolan, el atractivo
joven de antes, se situó detrás de la protección de los hombres cerca del carro,
agitando su espada frenéticamente mientras gritaba.
“¡Ríndete mientras puedas, bruja! ¡Estos hombres están a punto de
cortarte en pedazos! ¡Lo mismo ocurrirá con tu amigo del bosque!”.
Las venas de Udolan se abultaron y la saliva salió de su boca mientras
gritaba. El joven no se parecía en nada a los demás—definitivamente no era
un miembro habitual de su grupo.
Los niños, que seguían encerrados en la jaula encima del carro, se
encontraron de repente con el otro extremo de la espada de Udolan.

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“¡¿Así que ahora usarás a los niños como escudo?! ¡¿Y tienes el descaro
de llamarte a ti mismo humano, bestia cobarde?!”
La mujer elfa de pelo blanco lanzó una mirada intimidatoria al joven
antes de reajustar su postura y avanzar hacia el grupo. Sin embargo, el
siguiente movimiento de Udolan la detuvo en seco.
“Oh, cállate, ¿quieres? ¡Acércate un paso más y no podré responder por
su seguridad!”.
En el momento en que las palabras salieron de su boca, el hombre se
lanzó hacia adelante con su espada, clavando su punta en la pierna de una de
las jóvenes que estaban en la jaula.
Incluso con la mordaza en la boca, el grito de la niña pudo oírse desde
fuera de la jaula. Los otros niños se encogieron en la esquina, sollozando
incontroladamente de miedo.
El rostro de la mujer elfa se volvió aún más feroz, pero no se atrevió a
acercarse mientras los niños eran rehenes.
“Kyiii”.
Ponta, que ocultaba mi cabeza con su pelaje verde claro, se mordió
ligeramente una pata mientras observaba el desarrollo de los
acontecimientos.
Ahora que el avance de la mujer púrpura claro se había detenido, gracias
a las amenazas de Udolan, los esclavistas parecieron relajarse un poco
mientras rodeaban lentamente a la mujer. Su pelo blanco como la nieve
estaba desordenado, sus ojos ardían de odio mientras observaba a los
hombres que se acercaban. Dudaron momentáneamente, pero sólo sería
cuestión de tiempo hasta que hicieran su movimiento.
El hombre elfo del bosque parecía no saber qué hacer, con su arco
colgando sin fuerza a su lado. A este ritmo, parecía evidente que ambos
serían capturados.
Cansado de ver cómo los hombres avanzaban lentamente, un agitado
Udolan apuntó con su espada a la mujer y comenzó a gritar. “¡Ni se te ocurra
seguir resistiéndote! Señores, avancen y atrapen a esa elfa oscura. Parece que
hemos atrapado un bonito premio. Tendré que inspeccionarla yo mismo”.
Una sonrisa lujuriosa se dibujó en las comisuras de los labios de Udolan,
el significado de sus palabras era evidente.

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Así que esta mujer era una elfa oscura, lo que era muy diferente de una
elfa común y corriente. En el juego, los elfos oscuros solían tener la piel
morena, los ojos rojos y las orejas largas y puntiagudas. Aparentemente, las
cosas eran un poco diferentes en este mundo. Por la forma en que Udolan
hablaba, parecía que eran una raza rara.
El rostro de la elfa oscura se contorsionó en una mirada a medio camino
entre el miedo y la ira. La sonrisa de Udolan solo creció con cada momento
que pasaba.
Si se tratara de simples bandidos vagando por el bosque, podría haber
ignorado la situación. Pero ahora que había niños de por medio, no podía
quedarme de brazos cruzados.
Miré dentro de la jaula del carro. La niña que había sido apuñalada se
sujetaba la pierna, gimiendo mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Fuera cual fuera la situación, era absolutamente imperdonable amenazar a
niños inocentes y utilizarlos como escudos.
Dado que los hombres estaban centrando toda su atención delante de
ellos, ahora sería más fácil para mí realizar un ataque sorpresa.
Calculando que las cosas estaban a punto de ponerse peligrosas, me
quité a Ponta de la cabeza y me lo puse alrededor del cuello, como una
bufanda. Luego utilicé Paso Dimensional para colocarme detrás del joven.
Tal y como esperaba, ni Udolan ni los demás hombres parecieron darse
cuenta de mi presencia, pues su atención estaba puesta en la elfa de pelo
blanco que tenían delante.
Mientras levantaba el puño para atacar a Udolan, observé los
alrededores. Mis ojos se cruzaron con los de la elfa oscura, su sorpresa era
evidente en sus amplias pupilas.
“Parece que estás en un pequeño problema. ¿Quieres que te eche una
mano?”
Al escuchar mi voz, Udolan comenzó a girarse hacia mí, pero ya era
demasiado tarde para él.
“¡¿Gyaugh?!”
A diferencia de la última vez, cuando había golpeado a los otros
bandidos con todas mis fuerzas, esta vez me limité a empujar mi puño
cerrado contra la espalda del joven. Pude sentir cómo se rompía su columna

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vertebral, pero en lugar de explotar como antes, salió volando hacia el grupo
de hombres como una bola de boliche hacia una fila de bolos.
Todo pareció detenerse por un momento.
Teniendo en cuenta que los hombres acababan de ver aparecer detrás de
ellos a un caballero de capa negra con una brillante armadura plateada, era
comprensible que se quedaran sin palabras. El hombre al que había golpeado,
así como los dos hombres con los que había chocado, yacían inmóviles en el
suelo.
Todos los presentes estaban aturdidos, aunque la elfa oscura fue la
primera en recuperar la compostura.
Se abalanzó sobre tres de los hombres que seguían con la mirada
perdida, acabando con sus vidas con un hábil golpe de espada. Desde mi
punto de vista, un mero novato, su manejo de la espada era poesía en
movimiento.
El rudo líder del grupo se lanzó hacia delante para apuñalar a la elfa en
el pecho. Ella se apartó hábilmente, sin dejar más que el grosor de un papel
entre su cuerpo y la hoja, mientras devolvía el golpe. El resto de los hombres
gritaron en voz alta al ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
La formación se rompió y los hombres se adentraron en el bosque. En
ese mismo instante, el elfo masculino comenzó a lanzar una andanada de
flechas contra ellos.
Uno de los esclavistas se dirigió hacia mí, blandiendo su espada
salvajemente, la destreza que había mostrado antes contra el elfo era ahora
un recuerdo olvidado.
Me gire hacia mi atacante.
“¡Armadura Lariat!”
Sin tiempo para desenfundar mi espada, crucé los brazos cubiertos por
mi armadura, junté los codos y corrí hacia el hombre. Pude oír un ruido sordo
cuando golpeé su espada, seguido del chasquido de su cuello cuando lancé
su cuerpo contra un árbol cercano.
En cuestión de segundos, el bosque había vuelto a su silencio habitual,
y los únicos sonidos eran los de los insectos y el viento.

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Una vez desaparecida la amenaza, mi prioridad era liberar a los niños y
curar las heridas de la niña. Cuando me volví hacia el carro, una voz
masculina y áspera se alzó detrás de mí.
“¡Alto ahí!”
Me di la vuelta y vi que el elfo masculino había salido del bosque. Tenía
su arco apuntando hacia mí, tensado y listo para disparar, con una mirada
feroz en sus ojos.
Levanté las manos para mostrar que no tenía intención de oponer
resistencia.
“No soy más que un simple viajero que se encontró con…”
Incluso cuando las palabras salieron de mi boca, apenas pude reprimir
una risa por lo absurdas que debían sonar. No era un simple viajero. Pero aun
así, intenté explicarme.
“¡He dicho que no te muevas! ¡Ariane, busca la llave de la jaula!”.
El elfo le dio una orden a la mujer de pelo blanco, que parecía vacilar.
La mirada de incertidumbre en su rostro sólo se hizo más intensa.
“Espera un momento, Donaha. Él nos ayudó allá atrás, ¿no es así?”
“Lo entiendo. Pero estamos en el país de los elfos, y aquí nadie lleva
una armadura enorme como esa. Debe ser un humano, como esos
secuestradores”.
Los ojos de Ariane se abrieron de par en par al oír esto. Me lanzó una
mirada de sospecha.
“Saca a los niños del carro y empieza a administrarles ayuda”.
La elfa respondió a la orden de Donaha y comenzó a buscar la llave de
la jaula de los niños. Al parecer, el mero hecho de ser humano era suficiente
para marcarme como poco fiable.
Mientras Ariane buscaba en el carro y en los bolsillos de los esclavistas
muertos, Donaha me hizo un gesto para que bajara las manos, aunque
mantuvo el arco apuntando hacia mí, con los ojos alerta.
“Gracias por tu ayuda. Sin embargo, no nos fiamos de los humanos,
especialmente de aquellos que mantienen su rostro oculto”.

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Bajé lentamente las manos, con las palmas aún extendidas, reprimiendo
la risa. Tenía mucho sentido que sospechara de un hombre vestido con
armadura que había aparecido de repente de la nada.
“Por desgracia, no puedo quitarme el casco. Las razones son varias, pero
más que todo personales”.
En ese momento, las orejas triangulares de Ponta se levantaron. Tras
dar una vuelta rápida alrededor de mi cuello y comprobar los alrededores,
Ponta volvió a saltar sobre mi cabeza y chilló.
“¡Kyiii!”
Al ver esto, los ojos de Donaha se abrieron de par en par con
incredulidad. Bajó ligeramente su arco.
“¡¿Eso es… un ventu-vulpis?! ¡¿Eres un humano o no?!”
Al igual que el elfo con el que me había topado antes, también se quedó
sorprendido al ver a Ponta. Debía ser bastante raro encontrarse con uno de
estos zorros cola de algodón. Ariane levantó la vista de su búsqueda de la
llave, registrando también la sorpresa en su rostro.
“El otro elfo que conocí también se sorprendió. Sí, soy humano. Ayudé
a esta criatura cuando estaba herida y le di comida. Se ha encariñado
conmigo. Últimamente, se ha aficionado a esto”.
Regresé al arbusto donde había dejado mi saco y recuperé la bolsa de
pistachos. Me eché unos cuantos en la palma de la mano y la levanté por
encima de mi cabeza. Ponta empezó a masticar las cáscaras de los frutos
secos, metiendo las deliciosas semillas en sus mejillas.
A Donaha parecía costarle creer lo que estaba viendo. Aunque la mirada
de cautela nunca abandonó sus ojos, el arco tensado bajó más mientras
continuaba su línea de preguntas.
“¿Quién es ese elfo que dices haber conocido antes?”
“Me lo encontré en las afueras de la ciudad de Diento. Estaba trabajando
para liberar a los elfos de la ciudad”.
Aunque el hombre me había pedido que no le contara a ningún humano
de nuestra interacción, supuse que contarle a los elfos debería estar bien,
especialmente a los elfos con el mismo objetivo. La expresión de Donaha se
suavizó ligeramente, como si conociera al hombre al que me refería.
“¿Conociste a Danka? ¿Fuiste tú quién…?”

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“No, es la primera vez que hablo del encuentro”. Me apresuré a alejar
las sospechas del hombre, aunque no podía estar seguro de que me creyera.
Justo entonces, Ariane nos llamó. “¡Encontré la llave, Donaha!”.
Ella corrió hacia la jaula y soltó el pestillo, dejando que la puerta se
abriera con un pesado ruido metálico. Los niños elfos heridos que estaban
dentro parecían aliviados de verla, aunque seguían llevando collares de metal
negro alrededor del cuello. Ariane sacó primero del carro a la niña que había
sido apuñalada.
Esperando ganar algunos puntos con ellos, y para suavizar mis
relaciones con los otros elfos de este mundo, decidí ofrecer a Donaha el uso
de mi magia.
“Si alguien ha sido herido, tal vez pueda curarlo. ¿Estaría bien que
mirara las heridas del niño?”
“Dices que eres un humano, así que ¿por qué ibas a ayudarnos? Debes
conocer la relación entre humanos y elfos”.
“No todos los humanos ven a los elfos como sus enemigos. No hay nada
más que eso. Al igual que tú, no puedo quedarme de brazos cruzados
mientras se cometen actos de barbarie como el secuestro, la toma de rehenes
y la violencia contra los niños delante de mí.”
Donaha desvió su mirada de Ponta a Ariane y a la niña en sus brazos.
Volvió a guardar la flecha en su aljaba.
“Confiaré en tu palabra, por su bien. ¿Puedes curar a esta niña?”
Lo tomé como un permiso.
Dejé a Ponta, que estaba afanosamente masticando pistachos, en mi
mano mientras me acercaba a la niña. Pensé que el zorro podría mantener a
los niños tranquilos. Uno se escondió detrás de Ariane, y el resto se acobardó
un poco cuando me acerqué. Puse a Ponta en el suelo y me arrodillé para
acercarme a la altura de sus ojos.
La niña que Ariane tenía en brazos trató de aferrarse más a los brazos
de la mujer, con el rostro tenso. Tenía vendas manchadas de sangre alrededor
de la pierna por las heridas que había sufrido antes de la reciente puñalada.
Probablemente le costaba caminar por sus propios medios. Supuse que los
hombres lo habían hecho para evitar que escapara.

152
Hablé con la voz más suave que pude, para tratar de mantener a la chica
tranquila.
“Quédate quieta. Voy a usar un hechizo de curación sobre ti”.
Extendí la mano e invoqué Curar Herida. Una suave luz envolvió la
pierna herida de la niña haciendo que ésta comenzara a cerrarse.
Todos los que me rodeaban parecían sorprendidos, desde la propia niña
hasta Ariane y todos los demás niños. Se amontonaron alrededor de la niña
para verla más de cerca.
Donaha, que se había quedado atrás mientras observaba, habló.
“Debes de ser muy poderoso para usar un hechizo de curación sin
cantar. A juzgar por tu armadura, te imaginaba como un caballero”.
Evidentemente, para usar magia se necesitaba cantar. En el juego había
un periodo de enfriamiento antes de poder volver a utilizar los hechizos, pero
éstos se lanzaban automáticamente en el momento en que se seleccionaban,
sin necesidad de cantar. Agradecí que Donaha sólo pensara en esto como
algo poco común, en lugar de algo imposible.
Una vez que la pierna de la niña estuvo completamente curada, se bajó
de los brazos de Ariane y probó su pierna. Una vez satisfecha, se volvió hacia
mí, con los ojos mirando hacia abajo.
“G-gracias, señor…”
“¿Tienes alguna otra herida?”
La chica rápidamente negó con la cabeza.
Aparentemente tranquilos, los otros niños se acercaron para que les
curara también sus heridas.
Justo entonces, un inquietante lamento rompió el silencio del bosque.
Donaha entrecerró los ojos, mirando alrededor del bosque de color
crepuscular en busca del origen del ruido.
“Suena como un carroñero”.
Al ver las expresiones de preocupación de los niños, Ariane les dio unas
suaves palmaditas en la cabeza para tranquilizarlos.
“Deberíamos hacer algo antes de que lleguen otros carroñeros”, dijo
Donaha. “¿Puedo dejarte los cuerpos a ti?”

153
Ariane asintió e inmediatamente se puso a mover los cuerpos de los
esclavistas en un solo lugar. Era mucho más fuerte de lo que parecía.
Manteniendo un ojo en Ariane, Donaha se giró hacia mí, pareciendo que
quería decir algo pero no encontraba las palabras.
“Perdona, pero ¿tú eres…?”
Entonces me di cuenta de que aún no le había dicho mi nombre.
“Me llaman Arc. Soy un mercenario errante”.
“Encantado de conocerte, Arc. Soy Donaha, y ella es Ariane. Odio
pedirte esto, pero ¿te importaría curar a los otros niños también?”
Asentí en respuesta a su petición, la cual fue sorprendentemente tímida.
Entonces me dediqué a lanzar Curar Herida a los tres niños restantes, cada
uno de los cuales me dio las gracias en silencio por turno.
Cuando terminé, miré a Donaha, que nos había estado observando todo
el tiempo. Tenía una expresión bastante conflictiva en su rostro.
“¿Son esos collares devoradores de maná? No podrán usar magia si no
se los quitamos. Pero no tengo ni idea de cómo…”, murmuró para sí mismo
mientras miraba los collares de metal negro que rodeaban el cuello de los
niños. Había una serie de extraños símbolos grabados en la superficie de cada
uno.
“¿Qué es un collar devorador de maná?”
El término era completamente desconocido para mí.
Donaha me explicó que el collar estaba maldito y que mermaba la
capacidad mágica de su portador, impidiéndole lanzar hechizos. También
impedía a los elfos utilizar sus habilidades espirituales.
“Ariane se reunirá con Danka después de esto. Eso me deja a mí
vigilando a estos niños para llevarlos a la aldea más cercana… con su
capacidad de usar magia bloqueada”.
Mientras Donaha examinaba a los niños ahora curados y trataba de
averiguar su próximo movimiento, Ariane hizo una pausa en su trabajo con
los cuerpos y se acercó a nosotros.
“¿Arc, no? ¿No podemos pedirle que te acompañe en el camino a la
aldea? Recuerdo haber oído que un mercenario es un tipo de humano que
acepta dinero para llevar a cabo una misión”.

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Donaha frunció el ceño y dirigió su mirada hacia mí.
“Es posible que sea así, pero…”
Estaba claro lo que quería decir. Probablemente no quería llevar a este
extraño humano cerca de donde vivían los elfos. Estaba bien hacer
solicitudes de trabajo aquí, pero confiar en los humanos era algo totalmente
distinto.
“Nos ayudó a nosotros y a los niños, ¿no es así? Deberíamos poder
confiar en él en cierta medida”.
Ariane continuó abogando por mí, haciendo caso omiso de las dudas de
Donaha. Quería decirle que no debería confiar tanto en la gente; había algo
en su inocencia que despertaba un instinto protector en mi interior.
Parecía que Donaha estaba a punto de ceder, así que decidí ofrecer una
sugerencia propia. Observé sus expresiones mientras hablaba.
“Tengo un hechizo que puede eliminar maldiciones. Pero no sé si
funcionará con los collares devoradores de maná”.
Había varios hechizos en la clase Monje que podían eliminar
maldiciones, específicamente Antimaldición de la clase Obispo de nivel
medio y Purificación Sagrada de la clase Sacerdote de nivel superior.
Antimaldición eliminaba las maldiciones causadas por objetos y efectos de
estado, mientras que Purificación Sagrada eliminaba todas las maldiciones y
causaba un gran daño a los muertos vivientes.
Sin embargo, nunca los había utilizado, así que no podía estar seguro de
que tuvieran el efecto que esperaba.
Donaha me miró, sorprendido. “¿Puedes eliminar maldiciones?”
“Bueno, ciertamente puedo intentarlo”.
Me giré hacia uno de los niños y moví la mano sobre su collar devorador
de maná mientras invocaba el hechizo Antimaldición. Los símbolos que
recorrían el collar absorbían la luz que salía de mi mano. Un momento
después, oí un claro crujido seguido inmediatamente por el ruido sordo del
collar rompiéndose y cayendo al suelo.
El niño se pasó las manos por el cuello y me miró con entusiasmo.
“¡Gracias, Señor Caballero!”

155
Sonreí para mis adentros, feliz de poder hacer algo para ayudar. Los
otros niños se amontonaron a mi alrededor, así que los puse en fila y les quité
los collares malditos uno por uno.
“Muchas gracias… Ahora podemos devolver a estos niños a sus
padres”. Al ver lo contentos que estaban los niños, Ariane se acercó a darme
las gracias, usando una mano para ocultar ligeramente sus ojos.
Donaha dejó escapar un suspiro de alivio. Ahora que la situación se
había resuelto, regañó a los niños.
“¿No les dijeron sus padres que no se fueran del pueblo? ¡No puedo
creer lo descuidado que fueron!”
“Lo siento… Vi un espíritu moviéndose pidiendo ayuda, así que fui a
ver qué podía hacer. Tenía la intención de volver enseguida”.
La niña tenía lágrimas en los ojos mientras se explicaba. Ariane siguió
con otra pregunta.
“¿Qué estaba haciendo este espíritu?”
Un niño diferente habló en respuesta. “Seguía diciendo ‘ayúdame,
ayúdame’, así que fui tras él. Encontré un zorro cola de algodón atado y
cubierto de heridas. Los humanos me atraparon cuando traté de ayudarlo…”
Su voz se apagó.
Ariane y Donaha volvieron sus ojos hacia mí, el aprecio que había
habido hace unos momentos era ahora un mero recuerdo. Un grave
malentendido se estaba produciendo delante de mí.
“Antes de que saquen conclusiones precipitadas, sólo quiero decir que
encontré a Ponta atado en un escondite de bandidos. ¡No tuve nada que ver
con la extracción o captura de los niños elfos!”.
“Eso es cierto… Los zorros cola de algodón nunca confiarían en una
persona que les ha causado tanto dolor… Me disculpo por sospechar de ti”.
Donaha me dedicó una débil sonrisa y bajó los hombros mientras se
disculpaba. La sospecha se desvaneció también de la mirada de Ariane, que
comenzó a quitarse la armadura. Al menos había podido cortar ese problema
de raíz.
Miré hacia abajo y encontré a Ponta rodeado por los niños elfos,
recibiendo varias caricias y atenciones. Todo lo que había oído sugería que

156
los zorros cola de algodón rara vez se acercaban a las personas, pero me
costaba creerlo dado el espectáculo que se estaba desarrollando frente a mí.
“Bueno, ya es hora de que lleve a los niños al pueblo más cercano. Si
no nos ponemos en marcha ahora, no llegaremos antes del atardecer. Ahora
que pueden volver a usar magia, estoy seguro de que pueden cuidarse solos,
¿verdad?”.
Los niños le respondieron con entusiasmo a Donaha y comenzaron a
dirigirse hacia los arbustos que se adentraban en el bosque. Al parecer, con
su magia, incluso estos pequeños niños podían protegerse de los peligros que
acechaban en el bosque.
Donaha recogió sus bolsas y comenzó a guiarlos. “Será mejor que nos
vayamos”.
“Ten cuidado, Donaha”, gritó Ariane detrás de él.
Donaha miró por encima del hombro y respondió rápidamente antes de
que él y los niños desaparecieran entre los árboles.
Una vez que estuvieron fuera de la vista, Ariane se volvió hacia mí, con
una sonrisa despreocupada en su rostro.
“Gracias, Arc, por ayudar a los niños allá atrás. Soy Ariane Glenys
Maple, una soldado elfa.”
Asentí con la cabeza a su presentación. Tenía que admitir que su nombre
sonaba azucarado.
“Puedes llamarme Arc. Soy un simple mercenario errante. Este pequeño
es Ponta”.
“¡Kyii!”
Ponta había estado rozando su cola contra mis piernas cuando escuchó
su nombre, provocando un chillido. La expresión de Ariane se derritió y se
arrodilló para acariciarlo. Los ojos de Ponta se entrecerraron con satisfacción
y sus orejas se movieron con cada caricia.
“Siempre había oído que los humanos no eran más que bestias bárbaras.
Me sorprendió mucho ver a una criatura espiritual tan apegada a un
humano”.
“No soy como la mayoría de los humanos, así que puede que no sea el
mejor ejemplo en el que basar tus opiniones”.

157
No es que yo sea especial, sino que no soy de este mundo. Mis valores
eran bastante diferentes a los de aquí.
Ariane pareció sorprendida por mi respuesta, aunque los bordes de sus
labios empezaron a torcerse ligeramente.
“Bueno, supongo que si alguien está calificado para decir que es
diferente, serías tú”.
Tosí avergonzado por su respuesta y decidí cambiar de tema.
“Eso me recuerda… Todavía estabas en medio de la limpieza de los
cuerpos. ¿Te echo una mano?”
Miré hacia la pila desordenada junto al carro.
“Si puedes”.
Rebusqué entre las pertenencias de los muertos mientras añadía sus
cuerpos a la pila, cogiendo las armas y otros objetos de valor que pude
encontrar. Ariane hizo una mueca mientras me observaba.
“¿Tomarías cosas de los muertos?”
Podía ver de dónde ella venía; no era exactamente civilizado.
“Se necesita dinero para vivir en el mundo humano. Viajar tampoco es
barato. ¿Acaso los elfos no necesitan dinero?”
Ariane me miró enfadada. “¡Tenemos nuestro propio dinero!”
Según Ariane, las aldeas de los elfos funcionaban sobre todo con un
sistema de trueque, aunque se utilizaba el dinero de los elfos cuando se
realizaban intercambios entre las aldeas.
Los elfos utilizaban oro puro como moneda, a diferencia de las
aleaciones que usaban los humanos, lo que lo hacía mucho más valioso.
Ariane se jactaba de que los comerciantes humanos incluso hacían negocios
con los elfos sólo para conseguir el dinero de los elfos.
A primera vista, Ariane parecía una mujer glamurosa y refinada, pero
cuando seguía hablando con entusiasmo de la grandeza de los elfos, parecía
algo simpática. Estaba bastante seguro de que me miraría con desprecio si lo
decía, así que me mantuve callado.
Parecía que había al menos un tipo de transacción económica entre elfos
y humanos. Esa relación preexistente era probablemente la razón por la que

158
Ariane y Donaha habían confiado en mí, al menos en cierta medida, a pesar
de mi aspecto más bien siniestro.
Después de reunir todos los cuerpos en un punto, Ariane se adelantó y
me hizo retroceder.
Retrocedí unos pasos con Ponta, que entraba y salía zigzagueando entre
mis piernas antes de sentarse sobre sus patas traseras. Sus orejas se agitaron
mientras observaba atentamente los movimientos de Ariane.
“¡Gran tierra, te invoco para que te tragues esto!”
Ariane puso la mano en el suelo. La tierra que rodeaba el montón de
cadáveres comenzó a agitarse y luego se abrió de par en par, tragándose los
cuerpos como una bestia gigante. Un momento después, ya no había rastro
de que los cuerpos hubieran estado allí.
Ariane se cepilló las manos y se limpió la suciedad.
“Eso debería evitar que vengan los buitres”.
Ponta inclinó la cabeza, confundido, y empezó a rascar el suelo,
escarbando donde habían estado los cadáveres.
Parecía un hechizo bastante útil para deshacerse de los cuerpos.
“Entonces, ¿eso es magia espiritual? Nunca la había visto”.
Aunque ya había oído hablar de ella varias veces, me impresionó verla
ejecutada delante de mí.
“Estrictamente hablando, no. La magia espiritual es el tipo de magia
utilizada por las criaturas espirituales”.
“Mmm. Ya veo.”
Observé a Ponta arañando el suelo. Eso significaba que la magia de
viento que el zorro usaba de vez en cuando era la llamada magia espiritual.
Pero no podía distinguir realmente entre lo que hacía Ponta y la magia
normal; todo me parecía igual. La única diferencia real era que cuando Ponta
usaba magia, su pelaje brillaba ligeramente.
Ahora que ya se había hecho cargo de los cadáveres, Ariane quitó las
monturas de los caballos atados al carro y los desenganchó, dándoles a cada
uno una palmada para que siguieran su camino. La única prueba que quedaba
de la batalla era el carro y la jaula de acero que había quedado atrás. Parecía

159
que los dos podían valer bastante dinero, pero no me parecería bien si
intentaba venderlos en la ciudad. Pensé que tendríamos que dejarlos atrás.
“¿Adónde te diriges ahora, Arc?”
Ponta dio un chillido antes de que yo tuviera la oportunidad de
responder. Cuando seguí la mirada del zorro hacia el cielo, pude ver un
pájaro de hermosas alas turquesas que se acercaba en picada hacia nosotros.
Ariane también se dio cuenta. El pájaro se abrió paso entre los árboles
y se posó silenciosamente sobre su brazo extendido. Era un poco más
pequeño que un cuervo. Las plumas blancas de su cresta sobresalían de
forma torcidas, como si acabara de salir de cama.
Ariane explicó. “Este es un Ave Susurrante—también es una criatura
espiritual”.
Mientras cepillaba las plumas turquesas del ave, esta comenzó a hablar
con una voz clara y masculina.
“He recibido un informe de Danka. Ha encontrado el escondite en
Diento. Ariane, debes reunirte con Danka y ayudarle a salvar a los elfos”.
En cuanto terminó su informe, el Ave Susurrante cerró el pico y ladeó
la cabeza. Ariane sacó una pequeña baya roja de una bolsa de cuero que
llevaba en la cintura, que el pájaro cogió rápidamente. Acarició la cresta del
pájaro mientras le hablaba.
“Hemos podido salvar a cuatro niños. Donaha los está acompañando de
vuelta a la aldea. Ahora me dirigiré a Diento para reunirme con Danka”.
Una vez que terminó de hablar, sacudió su brazo izquierdo, lo que
provocó que el Ave Susurrante despegara en el aire. Se abalanzó hábilmente
entre los árboles de nuevo, desapareciendo en las profundidades del bosque.
Al parecer, el Ave Susurrante se utilizaba como una paloma mensajera,
aunque actuaba más bien como una grabadora de voz. No pude evitar
preguntarme si transmitiría el mensaje con la voz de Ariane una vez que
regresara a quien la había enviado.
Ariane captó mi sorpresa y se rió.
“Los humanos no están acostumbrados a tratar con criaturas
espirituales, supongo. ¿Es difícil para ti pretender que algo como esto es algo
normal?”

160
Ponta estaba afanado limpiándose a sus pies, lo que provocó una sonrisa
en el rostro de Ariane antes de que volviera a dirigir su mirada hacia mí.
“Me gustaría preguntarte algo, Arc. Dijiste que eras un mercenario,
¿verdad? ¿Significa eso que puedo contratarte?”.
Los ojos dorados de Ariane se fijaron en los míos mientras sacaba cinco
monedas de oro de una bolsa que llevaba en la cadera.
“Te pagaré cinco monedas élficas por adelantado y cinco cuando hayas
terminado. No es un mal trato, ¿eh?”
Intentaba reclutarme para la misión de salvar a los elfos de Diento que
había mencionado el Ave Susurrante.
Me pregunté si el elfo que había conocido hace unos días habría
averiguado dónde tenían a los esclavos en la ciudad. En todo el tiempo que
había pasado recorriendo las calles no había encontrado nada.
Pero, ¿por qué una elfa como Ariane querría contratarme a mí, un
humano? A juzgar por la reacción de Donaha, en general los humanos no
eran de fiar. No tenía mucho sentido que ella confiara tan fácilmente en un
desconocido como yo, especialmente en uno cubierto por una armadura.
¿Acaso pensó que mis acciones aquí habían sido razón suficiente para
hacerlo?
“¿No se opondría Danka si me contrataras?”
Ariane se cruzó de brazos, adoptando una expresión severa. Sus ojos
dorados parecían mirarme directamente.
“Tengo mis razones. No sólo nos rescataste a nosotros y a los niños,
sino que esta criatura de aquí también se ha acercado a ti. No es como si
confiara en todos los humanos”.
Miró a Ponta, que seguía sentado a sus pies. La capacidad de formar un
vínculo con una criatura espiritual parecía ser muy apreciada entre los elfos.
“Y, por supuesto, también está la forma en que viniste a ayudarnos.
¿Usaste magia de teletransportación?”
Tragué saliva, recordando el momento en que nuestras miradas se
cruzaron cuando me teletransporté.
Así que los elfos conocían la magia de teletransportación. Eso
significaba que no era algo desconocido en este mundo. Pero el hecho de que

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Ariane quisiera contratarme por esa magia implicaba que no podía usarla.
Tal vez no muchas personas—o elfos—podían hacerlo.
Me rasqué la nuca y me encogí de hombros. “Sí, puedo usar magia de
teletransportación”.
La respuesta de Ariane fue una mezcla de sorpresa y asombro, aunque
la expresión seria permaneció fija en su rostro. “¡Sabía que no estaba viendo
cosas! Nunca pensé que vería una magia tan legendaria con mis propios
ojos…”
Evidentemente, la magia de teletransportación era algo que sólo estaba
escrito en las leyendas, o tal vez transmitido en historias orales, no era algo
que la gente normal utilizara.
“¿Nos ayudarás, Arc?”
No había ninguna razón para que la rechazara. Esto seguramente me
pondría en buena posición con Ariane y los elfos. Además, con mi magia de
teletransportación, sería una misión estándar de infiltración y escape. Si lo
hacía todo con éxito, ni siquiera llamaría la atención.
“Aceptaré tu oferta”.
“¡Está decidido entonces!”
Después de estrechar mi mano, Ariane me dio el pago inicial de cinco
monedas élficas.
Eran bastante diferentes de la moneda utilizada en todo el país. Eran del
tamaño de una moneda de cien yenes y tenían intrincados diseños tallados
en ambas caras, lo que les daba un aspecto mucho más profesional. A juzgar
por la moneda, los elfos parecían estar mucho más avanzados que los
humanos. Era fácil entender por qué los humanos podían valorar más las
monedas de los elfos que las suyas propias, especialmente si estaban hechas
de oro puro.
“Entonces, ¿usamos tu magia de teletransportación para viajar de vuelta
a Diento?”
“Ciertamente. Probablemente sea mejor volver a la ciudad antes de la
puesta del sol”.
Asentí con la cabeza e invoqué una imagen de Diento en mi mente.
Ariane reajustó su capa gris, cubriendo sus orejas y su piel, y asintió.

162
“Vayamos a Diento. ¡Puerta Transportadora!”
En cuanto invoqué el hechizo, una columna de luz azul pálido de tres
metros de ancho apareció bajo nuestros pies.
Ya era tarde, y el bosque estaba llenándose de las oscuras sombras
proyectadas por los árboles y la maleza. La luz del sol bañaba los árboles con
un resplandor sobrenatural mientras todo a nuestro alrededor se volvía negro
de repente. Una fracción de segundo después, los árboles desaparecieron y
nos encontramos en otro lugar.
Los ojos dorados de Ariane se abrieron de par en par mientras asimilaba
todo, con la sorpresa evidente en su rostro.
La noche se acercaba rápidamente y el cielo adquiría un ligero tono
púrpura. A nuestro alrededor, podíamos oír el sonido de la hierba y las hojas
que crujían con el viento. Delante de nosotros estaba el conocido puente de
piedra de seis arcos sucesivos que cruzaba el Río Lydel. Más allá estaba la
ciudad de Diento y las murallas que la rodeaban.
“No puedo creerlo. ¡Puedes teletransportarte sin siquiera cantar!”
“Eso debería facilitar el rescate, ¿no?”
“Absolutamente. Serás de gran ayuda para mis amigos”.
Después de considerar nuestro entorno, Ariane se volvió hacia mí con
una amplia sonrisa en su rostro. El rescate parecía mucho más prometedor,
lo que parecía haberla animado mucho.
“Por desgracia, este hechizo no está exento de defectos. Sólo puedo
teletransportarme a lugares que recuerdo claramente haber visitado. Y no
puedo teletransportarme a llanuras, bosques, cuevas o cualquier otro lugar
indistinto”.
“Está bien. Las aldeas de los elfos están todas conectadas por puntos de
teletransportación, pero sólo podemos ir a lugares específicos, y se necesita
una tonelada de magia. Eres la única persona que conozco que puede usar
magia de teletransportación a voluntad”.
Me sorprendió escuchar esto. “Entonces, ¿los elfos también pueden usar
magia de teletransportación?”.
Ariane hizo una mueca, como si se maldijera por haber dicho algo que
no debía. “Escucha, umm, no le digas a nadie que he dicho eso, ¿de
acuerdo…?” Agitó las manos con pánico, inclinando la cabeza varias veces.

163
Por la forma en que lo dijo, parecía que sólo los elfos podían utilizar los
puntos de teletransportación para viajar entre ciudades. Ahora que lo pienso,
no había visto nada parecido a lo que ella describía en ninguno de los
asentamientos humanos en los que había estado. Los humanos estarían
mucho más avanzados si existieran esos puntos de teletransportación. Haría
que los canales de distribución fueran más aburridos, pero contribuiría en
gran medida a la modernización del mundo.
Si los humanos—que no estaban precisamente en los mejores términos
con los elfos—se enteraran de esta magia de teletransportación, podría ser
suficiente para iniciar una guerra entre las especies. Me pregunté si era eso
lo que le preocupaba.
Sin embargo, supuse que lo mismo se podría decir de mí, ya que yo
también era capaz de utilizar dicha magia.
Le di mi palabra de que me lo guardaría para mí. “Entendido. Prometo
que no le diré a nadie de las habilidades de transporte de los elfos”.
Con eso fuera del camino, Ariane dejó escapar un profundo suspiro de
alivio.
“Bueno, no podemos quedarnos aquí mirando la ciudad para siempre”.
“Tienes razón. Tendremos que infiltrarnos en Diento”. Ariane parecía
haber vuelto a ser la de siempre. Se puso la capucha sobre la cara y se ató la
capa gris con fuerza, desapareciendo prácticamente entre sus pliegues.
Juntos, comenzamos a caminar hacia el pueblo.
Su piel suave y de color púrpura claro la hacía destacar entre los
humanos, e incluso entre otros elfos, por lo que cubrirse era la única manera
de evitar que la descubrieran inmediatamente.
Yo estaba en la misma situación, incapaz de dejar que nadie viera el
cuerpo esquelético que acechaba dentro de mi armadura. Al menos en mi
caso había una sensación de emoción ante mis nuevas circunstancias. Para
ella, esto era algo con lo que había vivido toda su vida.
También ajusté mi propia capa para ocultar la reluciente armadura que
había debajo y dejé que Ariane me guiara.
Aun cuando la noche caía sobre Diento, un gran número de personas y
carruajes seguían de pie al otro lado del puente, esperando para entrar en la
ciudad. Me recordaron una vez más que Diento era un centro de transporte.

164
Sin embargo, todo el tráfico parecía ir en una sola dirección, sin que nadie
saliera de la ciudad.
Cruzamos el puente y nos unimos a la multitud, pasando por la puerta
exterior y dirigiéndonos a la segunda. La multitud se fijó en mi capa negra
mientras me acercaba, abriendo un camino delante de mí. No me importó el
trato especial y me dirigí en silencio hacia la puerta interior.
Le mostré al guardia mi licencia de mercenario y luego le hice un gesto
a Ariane, que estaba unos pasos detrás.
“Viene conmigo. ¿Cuánto es el impuesto de entrada?”
El guardia miró a Ariane, pero parecía más interesado en el gran número
de personas que esperaban detrás de ella. Dijo el precio de la entrada de una
manera bien ensayada.
Saqué una moneda de plata de la bolsa de cuero que llevaba en la
cintura, se la entregué al guardia y me dirigí a la ciudad con Ariane detrás.
Unas lámparas colocadas de forma irregular iluminaban la oscura
ciudad mientras sus habitantes seguían transitando por las calles. Pasamos
por la plaza de la puerta sur, haciendo lo posible por evitar las multitudes.
“Bueno, hemos llegado a Diento. ¿Adónde vamos ahora?”
“Me dijeron que nos íbamos a reunir en la plaza que hay justo después
de la puerta, frente al puente, así que, justo por… aquí. Vamos a esperar un
poco. Estoy segura de que Danka podrá encontrarnos”.
Ariane salió de la multitud y se dirigió a un rincón del patio. Nos
quedamos allí con la espalda contra la pared, mirando a la multitud pasar en
silencio.
Recordé que Danka también había utilizado una capucha para ocultar
sus rasgos de elfo, así que empecé a escudriñar la zona en busca de alguien
vestido de forma similar.
Poco después, divisé a alguien que se dirigía hacia nosotros. La figura
llevaba una capa marrón con una capucha que le cubría la cara. Aunque no
podía ver sus ojos, me di cuenta de que nos estaba observando.
En cuanto Ariane vio la figura, se apartó de la pared y se acercó a él.
“¿Quién es este hombre, Ariane?”

165
La figura de capucha marrón se detuvo frente a nosotros, lanzándome
una mirada mientras hablaba con Ariane en voz baja. Reconocí
inmediatamente la voz como la del elfo que había conocido fuera de la
ciudad.
“Escucha, he pasado por muchas cosas. Este hombre es un mercenario.
Lo contraté para que nos ayudara”.
“No puedes hablar en serio…” La voz de Danka traicionó su
incredulidad.
Tenía sentido. Contratar a un humano para ayudar a salvar a los elfos
que habían sido esclavizados por los humanos sí parecía absurdo.
Ariane respondió amablemente. “Llamaremos la atención si nos
quedamos hablando de esta manera. Busquemos un lugar para sentarnos”.
Con eso, comenzó a salir de la plaza. Danka debe haberse dado cuenta
de que no le serviría de nada entrar en una discusión aquí y comenzó a seguir
a Ariane, aunque su insatisfacción era clara en su lenguaje corporal.
Lo seguí, y Ponta formó la retaguardia.
En la calle se alineaban filas de puestos que vendían una gran variedad
de alimentos. Delante de cada puesto había mesas y sillas, lo que le daba una
sensación de festival. Las mesas estaban llenas de ruidosos juerguistas que
habían comprado comida y licor a los vendedores cercanos para disfrutar con
sus amigos.
“Iré a comprarnos algo”.
Ariane comenzó a caminar hacia un vendedor, pero Danka se interpuso
en su camino, manteniendo sus ojos fijos en mí.
“Yo iré. Tú consigue una mesa”. Se dirigió a comprar comida,
dejándonos atrás.
Ariane inclinó ligeramente la cabeza en dirección a Danka antes de
dirigirse a una mesa vacía cercana. Me habló mientras me sentaba, aunque
sus ojos no dejaron de escudriñar a la multitud.
“¿Vas a comer algo, Arc?”
“No, estoy bien”.

166
La carne chisporroteante de uno de los puestos olía deliciosamente, pero
no podía quitarme el casco con toda esta gente alrededor. Aunque mi cuerpo
nunca llegó a tener hambre, me costaba superar las ganas de comer.
“Tomaré unas brochetas de carne, algunas de esas judías de allí, y…”
Danka entabló una pequeña charla con el vendedor mientras pedía antes
de entregarle algo de dinero. Parecía ser capaz de mezclarse fácilmente con
los humanos.
Mientras lo observaba, Ponta saltó de mi cabeza a la mesa y se sentó.
El olor de toda esa comida probablemente era abrumador, y el zorro dejó
escapar un chillido triste.
“Kyii…”
Momentos después, Danka regresó con dos vasos de madera llenos de
alcohol, algunos pinchos de carne y un plato lleno de judías que parecían
cacahuetes. Tras dejar toda la comida sobre la mesa, tomó asiento.
En cuanto se sentó, Ariane señaló a Danka y comenzó a hacer las
presentaciones.
“Arc, este es Danka Niel Maple. También es un soldado elfo, y ha
venido a recopilar información sobre la ciudad. Danka, este hombre de la
armadura se llama Arc. Nos salvó a Donaha y a mí de una situación bastante
complicada con unos traficantes de esclavos”.
Danka frunció el ceño al oír esto, y su cara se transformó en un ceño
fruncido.
¿Acaba de decir Maple? Sabía que ya había oído ese nombre en algún
otro lugar—la mujer que tenía delante, de hecho. Ariane Glenys Maple.
“Si no recuerdo mal, tú también te presentaste como Maple. ¿Son
ustedes dos hermanos?”
El ceño de Danka se frunció. Ariane hizo una mueca y se rió,
sacudiendo la cabeza al mismo tiempo.
“Los elfos tienen tres nombres. El primero es su nombre de pila, luego
el nombre de su progenitor del mismo sexo, seguido del nombre del pueblo
al que pertenecen. Así que somos del mismo pueblo, pero no somos
parientes. Somos del distrito de Maple, en la provincia del Bosque de
Canadá”.

167
Era un patrón de nomenclatura completamente diferente al que estaba
acostumbrado en Japón.
¿Y qué era eso de la provincia del bosque de Canadá? Y el distrito de
Maple… Sólo escuchar el nombre me hizo pensar en un pueblo cubierto de
mermelada.
“¿Esta provincia del bosque de Canadá es la misma a la que los
humanos se refieren como el Bosque de los Elfos o el Bosque Perdido?”
“Creo que así la llaman los humanos. La provincia del bosque de
Canadá es la ciudad de elfos más grande, nombrada por el primer jefe elfo.
Él también le dio el nombre al distrito de Maple”.
Me costaba creer que las conexiones entre Canadá y Maple fueran
meras coincidencias. Quizás la gente como yo fue trasladada a este mundo
de vez en cuando. Aunque por la forma en que lo explicó, sonaba como si
hubiera sucedido hace mucho tiempo.
“¿Cuándo fue construido Maple?”
Ariane inclinó la cabeza hacia un lado y miró a Danka.
“Hmm… ¿Hace unos ochocientos años más o menos?”.
Danka asintió despreocupadamente y luego tosió. “Eso no es realmente
importante en este momento, ¿verdad? ¿No deberíamos centrarnos en
nuestro plan?”
Danka volvió a centrar la conversación en la estrategia del rescate.
Ariane miró a su alrededor y le hizo un gesto a Danka para que se
acercara. Le susurró algo al oído. Incluso por debajo de su capucha, pude ver
la expresión de sorpresa en su rostro. Danka se volvió hacia mí y comenzó a
interrogarme en un tono bajo y áspero.
“¡¿Puedes usar magia de teletransportación?!”
“Con ciertas limitaciones, sí”. Dudaba que alguien pudiera oírnos por
encima del bullicio de la multitud que nos rodeaba, pero mantuve la voz baja,
para estar seguro.
Danka miró de mí a Ariane, todavía con incredulidad. Ariane estaba
ocupada dando de comer a Ponta una brocheta, tirando juguetonamente de
las orejas del zorro cola de algodón mientras éste comía la carne. Soltó las
orejas de Ponta y volvió a acariciar su cabeza, luego se volvió hacia Danka,

168
con una expresión seria en su rostro. “En fin, has encontrado su base, ¿no?
¿Qué aspecto tiene?”.
Danka finalmente pareció recuperar la compostura y volvió al modo de
negocios.
“Aah, correcto. Su base se encuentra cerca del distrito de luz roja por la
puerta este. Hay mucho tráfico peatonal en el área inmediatamente después
del atardecer, así que planeo colarme en su base en medio de la noche. Tienen
un vigía apostado en la entrada, y creo que hay bastante gente dentro”.
Al parecer, la base de los secuestradores no estaba cerca de la nobleza
en el centro de la ciudad como yo había pensado. No había pasado mucho
tiempo en esa zona, ya que estaba tratando de evitar involucrarme con
cualquier tipo desagradable.
“¿Sabes a cuántos han secuestrado?”
“Mi fuente dijo que había cuatro elfos, aunque planean traer más
pronto”.
“Hemos puesto fin a ese plan hoy mismo. Pero eso significa que todavía
hay cuatro que necesitan ser rescatados. Con la magia de Arc, debería ser
relativamente sencillo salir de allí”.
Podía sentir sus ojos en mí.
Danka se reajustó la capucha, se recostó en su silla y cerró los ojos.
“Entendido. Entonces, por ahora, ¿sólo necesitamos matar el tiempo
hasta que hagamos nuestro movimiento?”
No me había dado cuenta de que nos quedaba tanto tiempo. “En ese
caso, tengo que hacer algunos recados”.
Tan pronto como me puse de pie y agarré mi bolso, Ponta dejó de rodar
sobre la mesa y se arrastró fuera de la mano de Ariane, saltando hasta mi
hombro con un enérgico “¡Kyii!” Ariane miró celosamente.
Danka me miró por el rabillo del ojo. “No llegues tarde”.
Supuse que era su forma de decir que estaba de acuerdo con que le
acompañara. Les aseguré que volvería pronto.

***

169
Danka observó cómo Arc se hacía cada vez más pequeño en la distancia.
Luego se volvió hacia su hermana de armas, sentada al otro lado de la mesa.
“Me sorprende que hayas traído a alguien para esto. Y un humano,
además”.
Ariane apartó la mirada, su expresión era ilegible bajo la oscuridad de
su capucha.
“Fui imprudente y los traficantes de esclavos tomaron a uno de los niños
como rehén”.
Ella siguió mirando un punto fijo en la mesa, su voz tranquila y llena de
vergüenza.
“Si él no hubiera acudido en nuestra ayuda, Donaha y yo podríamos
haber sido capturados también. Sobrestimé mis habilidades y traté de
enfrentarme a un pequeño grupo yo sola. Debería haber esperado los
refuerzos”. Su voz era un mero susurro.
Los hombros de Danka se desplomaron mientras suspiraba. “Eevin se
habría enfrentado a ellos sin poner en peligro a los niños”.
La cabeza de Ariane se sacudió en respuesta.
Eevin era el soldado más poderoso de Maple y la hermana de Ariane.
Ariane había elegido el camino como soldado con la esperanza de llegar
algún día a ser tan fuerte como ella. Pero a veces eso llevaba a Ariane a
meterse en problemas.
Danka engulló su licor y le lanzó una mirada.
“Entiendo que la admires, pero comparar constantemente tus logros con
los suyos te volverá loca. Eres increíblemente fuerte para tu edad. Acumula
más experiencia y llegará un día en que seas tan fuerte como ella”.
Esto no era un pequeño cumplido. Ariane ya era más fuerte que Danka,
y eso que sólo tenía cincuenta años. Danka dejó escapar un suspiro.
Probablemente era fácil subestimar sus propias habilidades cuando tenía a
alguien como Eevin en su familia.
“Aun así… no puedo hacerme a la idea de que haya alguien que
realmente pueda usar magia de teletransportación. ¿Estás segura de que es
humano? ¿Qué aspecto tiene?”

170
Danka cambió de tema para intentar mejorar el ambiente. Ariane
pareció captarlo y levantó lentamente la mirada de la mesa.
“No le he visto la cara. Parece que no quiere quitarse el casco”.
Danka frunció el ceño ante esto.
“¿Tratando de mantener su identidad en secreto, tal vez? Realmente has
elegido contratar a todo un extraño. De todos modos, envié un espíritu tras
él, sólo para estar seguros”.
Si Arc estuviera trabajando con el enemigo, probablemente estaría
haciendo contacto con ellos ahora mismo.
“Ese zorro cola de algodón parece muy apegado a él, también. No puedo
explicarlo, pero hay algo en él que me recuerda a mi hermana”.
Danka negó con la cabeza. Por mucho que lo intentara, no podía
encontrar nada en común entre Eevin y el hombre de la armadura. Tal vez
era algo que sólo podía ver alguien que había vivido con Eevin durante
muchos años, como Ariane.
Él recordó que Arc tenía a la tímida criatura espiritual como mascota.
“Bueno, si no quiere mostrar su rostro, tal vez eso signifique que es uno
de los montañeses”.
Los elfos, los llamados “montañeses”, no eran la única especie con
afinidad por las criaturas espirituales. Los “montañeses”, que eran tratados
por los humanos como si fueran monstruos, también tenían una historia de
vínculos con criaturas espirituales.
También ellos solían ser esclavizados cada vez que se cruzaban con los
humanos. Danka había oído rumores de un grupo de montañeses que también
intentaba liberar a sus aliados esclavizados. Eso explicaría la necesidad de
Arc de ocultar su rostro. Los montañeses tenían orejas y cola de bestia, lo
que los hacía fácilmente distinguibles de los elfos—y de los humanos.
Ariane comenzó a hacer agujeros en la teoría de Danka. “Los
montañeses y los elfos apenas son hostiles entre sí, así que no parece una
buena razón para que nos oculte su rostro. Además, parece bastante
poderoso, mágicamente hablando, cosa que los montañeses no suelen hacer”.
“Eso es cierto. Pero incluso entre los montañeses, los hombres lobo
tienen habilidades mágicas más fuertes que los humanos. Los que están

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especialmente dotados son incluso empleados como magos en Fabunach, así
que no es del todo imposible”.
Fabunach era la capital de los montañeses, situada en el continente del
sur, al otro lado del Mar Central del Sur. Incluso contaba con magos
seleccionados entre los que tenían mayor potencial mágico.
“Supongo que eso es posible…”
Ariane frunció el ceño, no muy convencida. No había tenido esa
impresión en sus interacciones con Arc.
“Bueno, en cualquier caso, volverá pronto”. Danka se cruzó de brazos
y volvió a recostarse en su silla, cerrando los ojos.

***
Mis grebas crujían rítmicamente mientras caminaba en la oscuridad de
las tranquilas calles de Diento. Tras separarme de Ariane y Danka, me dirigí
a un barrio lleno de tiendas.
Como de costumbre, Ponta se sentó en su puesto sobre mi cabeza,
moviendo obedientemente su cola de un lado a otro contra la parte trasera de
mi casco.
Todas las tiendas estaban ya cerradas, y las calles solitarias estaban
iluminadas por alguna que otra farola y por el resplandor de los escaparates.
Llegué a la tienda que buscaba, pero también estaba cerrada, su letrero
marcado con una espada y un escudo y el nombre del armero escrito debajo.
Pude escuchar a un joven murmurando para sí mismo.
“Aww, ya está cerrado… Supongo que tendré que volver mañana”.
Detrás de mí, un carro había aparcado frente a la armería, con un
hombre de unos veinte años sentado en el asiento del conductor. A juzgar
por las diversas cajas apiladas detrás de él, era algún tipo de comerciante.
“¿Tiene algún negocio con este armero, comerciante?”
“Yo, umm… ¡Oh! B-buenas noches, Señor Caballero”.
Los ojos del joven se abrieron momentáneamente de par en par al ver
mi cara. O, para ser más exactos, cuando vio el reluciente casco que

172
sobresalía de mi capa negra. Se apresuró a bajar de su carro e inclinó la
cabeza.
“Soy un simple mercenario, un errante. No hace falta que te inclines
ante alguien como yo. ¿Tienes algún negocio con este armero?”
“¿Hmm? ¡Oh! Uh, claro. Vine a comprar algunas armas, pero llegué a
la ciudad mucho más tarde de lo esperado”.
El joven comerciante me dedicó una sonrisa de disgusto. ¡Qué
sorprendente giro de la fortuna! Me estaba cansando de arrastrar las armas
que les había quitado a los traficantes de esclavos.
“Qué interesante. En realidad, estaba aquí para venderle algunas armas
al armero cuando me enteré de que ya había cerrado. ¿Quizás te interesaría
comprarlas?”
“¿De verdad? Bueno, ¿podría mostrarme lo que tiene?”
“Desde luego. Son piezas que recogí de unos bandidos caídos”.
El joven comerciante parecía decepcionado, aunque rápidamente
esbozó una sonrisa. ¿Quizás no debería haber mencionado que había cogido
las armas de los bandidos?
Me quité el saco del hombro y lo puse en el suelo, lo abrí, saqué las
armas y se las entregué. El comerciante sacó con cuidado cada espada de su
funda y la inspeccionó detenidamente.
Su sonrisa comercial pronto fue sustituida por una mirada de excitación.
El hombre no tenía cara de póquer, lo que resultaba perjudicial para un
comerciante. Sin embargo, como cliente, eso estaba bien para mí.
“¿De verdad se las has quitado a los bandidos? Las hojas están hechas
de acero de alta calidad. Ni siquiera tendré que hacer ningún trabajo de
herrería. ¡Tal vez sólo un poco de afilado y podría venderlas de inmediato!”.
Técnicamente eran esclavistas de elfos, no bandidos, pero pensé que no
valía la pena mencionarlo. A juzgar por su forma de hablar, los bandidos no
solían llevar armas de gran calidad. Tal vez por eso se había decepcionado
cuando había escuchado que estas espadas eran de bandidos.
Después de que el joven terminó de inspeccionar todos los artículos, se
cruzó de brazos e inspeccionó las armas ordenadamente dispuestas en su
carro.

173
“Las quince espadas son de una calidad soberbia. Esta de aquí es
especialmente sorprendente. Sin embargo, no creo que mi presupuesto me
permita comprarla…”
La espada que sostenía había pertenecido al hombre que habían llamado
Udolan. A pesar de su total falta de habilidad, había blandido la mejor espada
del grupo. Desde la artesanía de la vaina hasta el brillo de la hoja, era
realmente superior a todas las demás.
El comerciante continuó murmurando para sí mismo, casi como si se
hubiera dejado llevar por su belleza. Debería haberse guardado esa
información para comprar las armas baratas y revenderlas a un precio mayor.
Estaba algo preocupado por si este joven sería capaz de tener éxito como
comerciante.
“Es imposible que pueda comprarlas todas con el dinero que llevo
encima… pero ¿cuál elijo? Hmm…”
Realmente no quería llevar las armas conmigo mientras me escabullía.
“¿Qué tal 10 sok cada una, 150 sok por todo el lote?”
No me había costado nada adquirirlas, así que incluso si las vendía
baratas, seguía obteniendo beneficios. Además, no me faltaba dinero.
“¿Estás seguro? ¡Normalmente se venden por treinta sok cada una!”.
“No deberías hablar tanto, comerciante”.
Después de que lo reprendiera por ser sincero con el precio del mercado,
el joven comerciante se tapó rápidamente la boca. Parecía un buen hombre,
así que me alegré de ayudarle a sacar provecho. Le aseguré que mi precio
seguía en pie, a pesar de lo que había dicho.
“¡Muchas gracias! Con todos los ataques de monstruos a lo largo de la
frontera del norte, las armas y los metales en bruto se han disparado de
precio, lo cual ha sido lo que me ha traído hasta aquí”.
“Huh. Escuché que hubo un monstruo bastante grande que apareció en
el camino desde aquí recientemente, en un pueblo llamado Luvierte”.
“¿De verdad? ¡Gracias por decírmelo!”.
El joven sonrió de oreja a oreja, inclinándose en señal de
agradecimiento. Recogió las armas y se subió a su carro, dirigiéndose en
dirección a la posada. Se volvió para inclinar la cabeza varias veces mientras

174
avanzaba por el camino. A pesar de que acababa de conocer a este hombre,
realmente esperaba que tuviera éxito.
Ponta movió la cola de lado a lado, como si le devolviera el saludo.
Estaba seguro de que el joven se haría rápidamente amigo de cualquier
criatura espiritual con la que se cruzara.
Una vez que me quité eso de encima, metí las 150 monedas de oro en
mi bolsa y reajusté mi saco, ahora más ligero, en mi hombro. Sabía que
probablemente debería comenzar a regresar con Ariane y Danka.
Cuando llegué a los puestos de comida, los dos seguían en la mesa
donde los había dejado. Me senté en la silla vacía.
“Eso fue rápido. ¿Terminaste tus recados?”.
Ariane utilizó una de sus brochetas de carne para intentar acercar a
Ponta mientras hablaba. Danka estaba en la misma posición que antes, con
los brazos cruzados y los ojos cerrados.
“Sí, pude vender las armas que les quité a los hombres de antes”.
“Oh, correcto…”
Ariane me lanzó una mirada, haciéndome saber que no estaba muy
impresionada. Finalmente, hizo bajar a Ponta a la mesa con la carne e
inmediatamente se apoderó del zorro, frotándole el estómago cariñosamente.
Pasamos el resto del tiempo conversando mientras Ariane jugaba con
Ponta.
Cuando ya era bastante tarde y la mayoría de los puestos de alrededor
habían cerrado, Danka se levantó por fin de su asiento. Ariane también se
levantó en silencio.
“Pongámonos en marcha”.
Ponta se despertó y corrió hacia mí. Puse al zorro en su puesto sobre mi
cabeza, cogí mi bolsa y seguí a Danka.
Ojalá este plan salga bien, susurré para mí mientras nos habríamos paso
por las calles oscuras y vacías.

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Capítulo 4
Operación: Liberación de los Elfos

El barrio rojo estaba situado cerca de la puerta este de Diento. Sus


estrechas calles estaban llenas de todo tipo de establecimientos turbios. Los
hombres borrachos se paseaban por las calles a trompicones, tarareando
alegremente.
Sin embargo, parecía que ya había pasado la hora de cierre de la mayoría
de los establecimientos. La luz no salía más que de unas pocas ventanas.
Iluminados únicamente por las esporádicas farolas, los callejones estaban
prácticamente cubiertos de oscuridad. Ni siquiera la brillante luz de la luna
podía atravesar la penumbra de los edificios densamente poblados, lo que
hacía difícil distinguir entre los peatones y las sombras.
Danka, el soldado elfo, se adelantó a través de los callejones poco
iluminados. Sus pesadas pisadas resonaban con fuerza en el camino
empedrado en la silenciosa noche.
Después de caminar un rato, Danka se detuvo de repente. Ariane se
detuvo justo detrás de él.
Danka se asomó por una esquina y luego se volvió hacia Ariane,
señalando hacia delante con la barbilla. Ariane miró en la dirección que le
indicó—un edificio. Aparentemente, era nuestro destino.
Al asomarme desde nuestro escondite, vi un edificio de piedra de tres
pisos. Se encontraba en una calle relativamente ancha—o al menos, ancha
para el distrito este. Los edificios de aquí estaban construidos tan juntos que
apenas había espacio de separación entre ellos. La entrada principal del
edificio tenía una puerta de acero, vigilada por dos hombres armados con
bastones. Más allá de la puerta había un patio, iluminado por cuatro pequeñas
lámparas. Estas lámparas estaban sostenidas por más hombres, sentados y
charlando, con una conversación indistinta interrumpida de vez en cuando
por una risa estridente.

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Aunque pudiéramos deshacernos de los dos guardias del frente, la
puerta nos dejaría completamente expuestos a los del jardín, lo que
dificultaría cualquier tipo de ataque sorpresa. El denso acero detendría
fácilmente cualquier asalto frontal. Sería casi imposible hacer todo esto de
una sola vez.
Los ojos de Danka buscaron un plan en los de Ariane. Ella me dirigió
la misma mirada escrutadora. Pude ver cómo las comisuras de sus labios se
curvaban ligeramente hacia arriba por debajo de su capucha.
Danka se dio cuenta de lo que ella estaba pensando y me lanzó una
mirada furiosa.
“¿De verdad quieres enviar a este casco ruidoso después de que nos
hayamos colado aquí al amparo de la oscuridad? ¡El ruido nos delatará!”.
A pesar de que mi armadura hacía mucho menos ruido que sus
contrapartes más baratas y chirriantes, no era exactamente silenciosa. No era
la mejor opción para una misión sigilosa, pero no tenía otra opción; Yo era
solo un esqueleto debajo.
Antes de que tuviera la oportunidad de decir algo, Ariane respondió:
“El objetivo de que estemos aquí es ayudar a nuestros compañeros. Si se dan
cuenta antes o después, al final da igual”.
Ella tenía razón. Si dejábamos a alguno de los esclavistas con vida
después de salvar a los elfos, era probable que alguien saliera herido. La
mejor opción probablemente sería matarlos a todos.
“Arc, ¿crees que puedes teletransportarte allí arriba?”
Ariane señaló hacia una pequeña ventana en el techo del edificio,
completamente oscuro por dentro Tenía un pequeño saliente triangular
encima y parecía que podía ser una ventana al ático.
“Fácilmente.”
“¡Genial! Nos moveremos un poco más atrás en el callejón, entonces tú
podrás teletransportarte. No quiero que el círculo mágico brillante alerte al
enemigo”.
“Eso sólo ocurre con la Puerta Transportadora. Esta vez usaré Paso
Dimensional para teletransportarme. Funciona mejor para distancias cortas”.
Ariane levantó las cejas. “¿Tienes magia de teletransportación especial
para distancias cortas? ¿Quién eres realmente?”

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“Vamos al techo. Agárrate a mi hombro.”
Cualquier cosa que me tocara sería llevada conmigo durante Paso
Dimensional, mientras que cualquier cosa que no estuviera en contacto
directo se quedaría atrás. Como Ponta siempre iba encima de mi cabeza,
nunca tuve problemas para llevar al zorro.
Tras comprobar que Ariane y Danka se habían agarrado cada uno a un
hombro, me centré en el techo.
“¡Paso Dimensional!”
El paisaje que nos rodeaba cambió instantáneamente. Ahora
contemplábamos los tejados iluminados por la luna de los edificios
circundantes. Las calles adoquinadas bajo nuestros pies habían desaparecido
y habían sido sustituidas por tejas. Tuvimos que inclinarnos hacia atrás para
mantener el equilibrio en el tejado inclinado.
Teletransportarse a un tejado era bastante estresante. Me preocupaba
que cediera bajo nosotros en cualquier momento.
Danka se arrodilló a mi lado y examinó su entorno. “Eso fue
increíble…”
Había pocos edificios de tres pisos en la zona, lo que nos permitía una
vista sin obstáculos de la ciudad circundante. Hacia el suroeste, pude ver la
silueta oscura del castillo del marqués en lo alto de una colina, con un aspecto
imponente sobre el fondo del cielo estrellado.
“Yo iré primero”, susurró Ariane.
Ella se inclinó sobre el saliente y se asomó a la pequeña ventana. Sólo
las persianas de madera con barrotes impedían la entrada en el interior del
edificio. El vidrio seguía siendo un material muy apreciado en este mundo y,
al parecer, no valía la pena desperdiciarlo en las ventanas del tejado.
“Está vacío. No hay nadie dentro.”
Ariane abrió la ventana por completo y se coló dentro, aunque tuvo que
contonearse un poco para pasar su amplio pecho por la pequeña abertura.
La ventana parecía mucho más pequeña de cerca que desde la calle.
Ariane y Danka eran delgados, pero incluso ellos apenas podían pasar. Era
absolutamente imposible que alguien equipado con una armadura
voluminosa pudiera entrar.

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Después de que Ariane pasara, Danka se deslizó detrás de ella. Ahora
que me tocaba a mí, miré por la ventana, invoqué Paso Dimensional y me
teletransporté al interior.
Ariane frunció el ceño. “¡Podrías haber hecho eso primero, sabes!”
Me pregunté si estaría avergonzada por todos los contoneos que había
tenido que hacer para entrar. Incluso en la oscuridad, pude ver que sus
mejillas se habían sonrojado de un ligero color carmesí. Pero no vi ninguna
razón para que se avergonzara.
Danka hizo caso omiso de sus objeciones y habló en voz baja y con
tranquilidad mientras examinaba la habitación. “Parece que esto es sólo un
almacén”.
Había cajas esparcidas por la habitación, aunque el espacio parecía en
gran medida inutilizado. Había un olor a humedad en el aire, como si la
habitación se utilizara poco.
Danka se movió lentamente, tratando de no hacer ruido en las tablas de
madera del piso. Una vez que llegó a la delgada escalera del fondo de la
habitación, miró hacia abajo y se llevó rápidamente un dedo a los labios.
Ariane miró a Danka y asintió. Danka bajó lentamente las escaleras.
Podíamos escucharlo moverse en la habitación de abajo, antes de que
asomara la cabeza desde el hueco de la escalera y nos hiciera la señal de
“adelante”.
Ariane y yo le seguimos por las escaleras.
La habitación de abajo del ático estaba ocupada por dos juegos de
literas. En cada una de ellas yacían hombres con la sangre brotando de sus
gargantas, llenando el aire con un olor a hierro caliente y oxidado. Danka se
encontraba en el centro de la carnicería, ocupándose de volver a colocar las
mantas sobre los hombres para que pareciera que estaban durmiendo. Ariane
se dirigió a la puerta situada en el centro de la pared y se asomó al exterior
antes de indicarnos que nos acercáramos.
Una vez que Danka terminó su trabajo, él y yo nos acercamos a Ariane.
Ella detalló su plan con gestos de la mano: Danka iría a la derecha, Ariane a
la izquierda y yo me movería por el centro. Una vez que todos asentimos,
abrió la puerta.

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La puerta daba a un pasillo con un atrio abierto al final. A cada lado del
atrio había tres puertas, con una puerta adicional situada en el extremo de la
sala, que presumiblemente conducía a la planta inferior.
El edificio estaba débilmente iluminado por lámparas que se alineaban
en los pasillos. Esto nos permitiría ver el piso de abajo, pero también
significaba que podíamos ser vistos. Revisar las habitaciones a ambos lados
resultaría peligroso.
Ariane y Danka se agacharon, tratando de no hacer ruido mientras cada
una se acercaba a una puerta y ponía una oreja en ellas. Un momento
después, abrieron silenciosamente las puertas y se deslizaron hacia el
interior, dejándome solo en el pasillo.
No había forma de cruzar este piso sin hacer ruido, así que utilicé Paso
Dimensional para teletransportarme a la puerta del otro extremo de la
habitación. Por un momento me preocupó que mis piernas se volvieran
inútiles si viajaba a todas partes utilizando la magia, pero lo dejé de lado por
el momento.
A diferencia de las otras puertas en la habitación, la que estaba frente a
mí era de construcción mucho más pesada y estaba adornada con tallas y una
perilla dorada. Podía sentir a una persona al otro lado de la puerta,
moviéndose con cautela. Pero no parecía que estuvieran a punto de hacer
sonar la alarma.
Puesto que no podía esperar eternamente, puse la mano en el pomo y lo
giré lentamente. Estaba cerrada. Me incliné hacia delante y miré por el ojo
de la cerradura. La última vez que había mirado por uno de estos fue
probablemente en la escuela primaria, cuando intenté entrar en el viejo
almacén.
A través del ojo de la cerradura, me concentré en un lugar específico e
invoqué mi Paso Dimensional.
Reaparecí en una habitación estrecha y muy iluminada, todavía en la
misma posición agachada. Las paredes estaban decoradas con accesorios de
lujo. En el centro de la habitación había un sofá de cuero de respaldo bajo y
un escritorio de color ámbar cerca de la pared más lejana. Un hombre bien
vestido y corpulento estaba sentado detrás del escritorio, inmóvil. Al echar
un vistazo a la habitación, los cuerpos ensangrentados de tres hombres
armados resaltaban en la luz parpadeante de la lámpara. Todos parecían estar
muertos.

180
De repente, una sombra se abalanzó sobre mi cara.
“¡¿Waugh?!”
Mi puño derecho chocó con la sombra, produciendo un ruido metálico
cuando un arma similar a un kunai se desprendió de mi guantelete. Por el
rabillo del ojo, vi que otra sombra se precipitaba hacia mí, tratando de
mantenerse en mi punto ciego.
Esta sombra era una chica joven, vestida de negro de pies a cabeza con
un pañuelo rojo colgando detrás de ella, casi como una cola. Llevaba grebas
en las piernas, guanteletes en los brazos y una banda alrededor de la cabeza
con una placa de metal que había sido quemada en negro. Tenía la boca
cubierta con una máscara y blandía dos espadas cortas.
La chica vestida de negro se acercó a poca altura desde el suelo,
abalanzándose para apuñalar los huecos de mi armadura. Desvié sus
cuchillas con mi guantelete, y ella retrocedió en el aire, poniendo espacio
entre nosotros.
“¿Cómo has entrado aquí? La puerta estaba cerrada”. La máscara de la
chica amortiguó ligeramente su voz.
En lugar de responder a su pregunta, solté lo primero que se me ocurrió.
“Eres un ninja…”
La figura vestida de negro enarcó una ceja como respuesta. En ese
momento, me di cuenta de que un par de orejas parecidas a las de un gato
sobresalían de la parte superior de su cabeza, complementando sus
hermosos—pero fríos—ojos azules. Una de las orejas se movió. Al mirar
más de cerca, pude ver que el cinturón que llevaba alrededor de la cintura
también se movía de vez en cuando. No era un cinturón, sino una cola.
Las orejas y la cola parecían ser reales, y no meros adornos. Una
especie de chica ninja animal estaba delante de mí.

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Mientras me reconciliaba con la inexplicable sensación que brotaba de
mi interior, la chica ninja se fijó en el zorro verde sentado sobre mi cabeza y
entrecerró los ojos. Al momento siguiente, su mano desapareció dentro de su
capa y lanzó algo al aire. Yo estaba demasiado absorto en mis pensamientos
como para responder a tiempo; sin embargo, Ponta reaccionó al instante.
El zorro se lanzó desde mi cabeza y atrapó la pelota roja en el aire antes
de dar una vuelta y aterrizar en el suelo. Comenzó a masticar la pelota—al
parecer algún tipo de fruta, algo más pequeña que una ciruela. Ponta
comenzó a roer ruidosamente mientras la niña se inclinaba para acariciarla,
con los ojos sonrientes.
Había oído que las criaturas espirituales no se acostumbran a la gente
con facilidad y, sin embargo, a los tres segundos de conocerla, Ponta se sentía
cómodo con esta recién llegada.
Espera un minuto, ¿no me había estado lanzando cuchillos esta chica
hace unos momentos? Le pregunté sobre esto.
“Me disculpo por eso. No es a ti a quien busco. ¿Qué haces aquí?”
La chica ninja me miró, con la cabeza inclinada inquisitivamente hacia
un lado. Me quedé sin palabras. Aunque ya no fuéramos enemigos, no me
apetecía decirle a una desconocida por qué me había colado.
Antes de que pudiera dar una respuesta a lo que estaba haciendo aquí,
la chica ninja adivinó.
“Estás aquí para salvar a los elfos, ¿verdad? En ese caso, están
encerrados en un calabozo, en el sótano”.
Me pilló completamente desprevenido con su respuesta. No había nada
en mi apariencia de armadura que sugiriera que era un humano o un elfo. Y
Ariane y Danka seguían registrando las otras habitaciones, así que no tenía
ni idea de cómo había podido averiguar por qué estaba aquí.
Miré los cuerpos de los antiguos guardias que yacían a sus pies.
¿Había hecho ella esto? Si era así, su delicada figura contradecía su
destreza en la lucha. ¿Se había enterado por ellos de la existencia de los
elfos?
Ver mi reacción pareció reforzar la confianza de la chica en su
suposición.

183
Ahora que las cosas se habían calmado un poco, decidí hacerle mi
propia pregunta. “¿También te colaste aquí para liberar a los elfos?”
Ella negó con la cabeza. “Estaba buscando algo, pero aparentemente no
está aquí. No estaba segura de qué hacer con los elfos, pero parece que puedo
dejar eso en tus manos”.
La chica cogió una bolsa de cuero grande y pesada del escritorio y se la
ató a la espalda con una cuerda. Dudó, como si recordara algo, y se colocó
detrás del escritorio. Un momento después, me entregó un pergamino de piel
de oveja.
“Aquí tienes”. Habló con una voz plana, su rostro era indescifrable.
“¿Qué es esto?” Volví a mirar a la chica mientras cogía el pergamino.
“Hay seis más de estos en el edificio. Supongo que los necesitarás”.
La chica se acercó a la ventana abierta en el lateral de la habitación y
puso el pie en el umbral. Se volvió hacia mí para ofrecerme sus palabras de
despedida.
“El resto depende de ti, pero creo que nuestros caminos volverán a
cruzarse, cuando llegue el momento… Oh, una cosa más. Hay dos elfos
retenidos en el castillo del marqués”.
En cuanto terminó de hablar, se sujetó del techo por encima de ella y
salió sin esfuerzo de la habitación, sin que la pesada y traqueteante bolsa que
llevaba a la espalda la estorbara en lo más mínimo. Desapareció en la
oscuridad de la noche, desvaneciéndose fácilmente entre las siluetas de los
edificios.
Después de que ella se fue, miré alrededor del escritorio tras el cual ella
se había escondido. En la oscuridad, encontré una pequeña puerta de piedra,
abierta de par en par. Una robusta cerradura yacía desechada en el suelo junto
a la puerta. Al parecer, había fracasado en su tarea de mantener la puerta
cerrada.
Miré dentro y encontré un pequeño espacio de almacenamiento, cuyos
estantes estaban llenos de todo tipo de anillos y objetos de valor… y seis más
de los pergaminos de piel de oveja. Era una especie de bóveda.
Apuesto a que la pesada bolsa que llevaba la chica sobre la espalda
estaba llena de oro de la bóveda. Sin embargo, a juzgar por su
comportamiento, me resultaba difícil creer que sólo estaba aquí por dinero.

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No es que le eche en cara que robara dinero a gente tan malvada. No tenía ni
idea de lo que buscaba, pero al menos no parecía afectar a nuestro plan.
Sus palabras de despedida aún resuenan en mi mente. Había
mencionado que el marqués tenía dos esclavos elfos, sugiriendo que él
aprobaba la caza de elfos.
Tenía que decírselo a Ariane.
Una vez realizado este rescate, nuestra siguiente misión sería
infiltrarnos en el castillo del marqués. Probablemente debería cobrar extra
por eso.
Mientras reflexionaba sobre esto, busqué en la bóveda y saqué un
pergamino. Era un contrato de compra, y por una suma nada despreciable; el
precio ascendía a más de 10.000 sok. Dado que los únicos productos de esta
casa eran elfos, eso significaba que se vendían por más de 10.000 monedas
de oro cada uno.
Incluyendo el pergamino que me había dado la chica ninja, eran siete
contratos en total. Tenía que averiguar si se trataba de contratos para los elfos
actualmente encarcelados aquí o para los que ya habían sido vendidos. En
los contratos figuraban los nombres de los compradores, así que, una vez que
averiguara quiénes eran, podría rescatar a los elfos.
Por lo que pude ver, los hombres elfos se vendían a precios más altos,
lo que iba en contra de mis expectativas. Me pregunté si habría alguna razón
especial para que las mujeres tuvieran menos demanda.
Metí los siete contratos de la bóveda en mi bolsa.
Ponta se acercó sigilosamente a mi lado y dejó escapar un “kyii”, una
amplia sonrisa en su rostro.
“Oh, Ponta… ¿Confías en cualquiera que te dé bocadillos?”
Incluso yo podía percibir el tono de celos en mi voz. Ponta me miró con
curiosidad, así que lo levanté y me lo puse en la cabeza.
Sin nada más que hacer en la habitación, me dirigí de nuevo a la puerta,
la desbloqueé y salí al pasillo donde Danka y Ariane estaban terminando sus
respectivos registros.
“Sólo había unos cuantos matones aquí. ¿Ariane?”
“No encontré nada”.

185
Parecía que ambos habían entrado en las habitaciones laterales.
Danka desvió sus ojos verdes hacia mí, como para preguntarme qué
había encontrado.
“Obtuve información interesante. Aparentemente, los elfos capturados
están recluidos en un calabozo debajo de la casa. También encontré esto.”
Saqué uno de los pergaminos que había sacado de la bóveda de mi bolsa
y se lo entregué a Ariane. Lo miró con recelo antes de deshacer la cuerda y
desenrollar el pergamino, dejando que sus ojos recorrieran el contenido. Su
ceño se frunció y en su frente se formaron profundas arrugas.
“Es…”
“Un contrato de compra de elfos. Encontré siete de ellos. Creo que
pueden llevarnos hasta los compradores. También descubrí algo más
importante. Me enteré de que hay dos elfos retenidos en el castillo del
marqués”.
“¿Dónde te has enterado de eso?”
Ariane me miró antes de dirigir su atención a la habitación que acababa
de abandonar. La habitación se estaba enfriando rápidamente, y el hombre
grande y muerto todavía estaba sentado en el escritorio, como si fuera una
mera decoración.
Probablemente ella supuso que yo había obtenido mi información de él.
Con suerte, eso sería suficiente para ella por ahora. Teníamos que centrar
nuestros esfuerzos en salvar a los elfos.
Personalmente, sentía que podía confiar en la chica ninja, y no era sólo
por sus adorables orejitas de gato. Puede que no tenga pruebas sólidas, pero
me parecía muy poco probable que me encontrara con una persona así en un
escondite de traficantes de esclavos que quisiera darme información errónea.
“Supongo que tendremos que dirigirnos al castillo del marqués cuando
terminemos aquí. Arc, ¿me acompañarás? Con gusto te pagaré una cuota
adicional. Normalmente no se me ocurriría colarme en un castillo, pero
contigo de por medio…” Ariane me miró fijamente con sus ojos dorados.
Había algo indescriptiblemente alegre en el hecho de que una mujer
hermosa confiara en ti. Me encontré sonriendo.
“Ya he llegado hasta aquí. Más vale que llegue hasta el final”.

186
“Gracias, Arc. Siento seguir pidiéndote favores, pero hay algo muy
diferente en ti, sabes”.
Asentí, y Ariane inclinó la cabeza a su vez, con una sonrisa en los labios.
“La sola idea de que el marqués en persona esté involucrado…” Danka
balbuceó, con una mirada de enfado que ardía en sus ojos. “Tendremos que
decírselo a los demás en cuanto volvamos”.
A juzgar por los elevados precios de compra, los compradores de elfos
debían ser todos nobles o comerciantes adinerados. También sabíamos que
había al menos nueve elfos cautivos.
“Deberíamos dirigirnos al sótano, donde están retenidos nuestros
amigos”, dijo Ariane. “Podemos ocuparnos del castillo del marqués más
tarde”.
Danka estuvo de acuerdo, por lo que ambos salieron de la habitación.
Me teletransporté detrás de ellos para no hacer ruido. Si hubiera habido
alguien observándonos, probablemente habría parecido que una gran
armadura fantasmal seguía a la pareja.
Subimos por las escaleras del tercer piso al segundo, luego cruzamos el
atrio y bajamos al primer piso. Tras atravesar un pasillo, nos encontramos
frente a una enorme escalera en el vestíbulo del primer piso. Había varias
mesas en la sala, con sillas dispersas, lo que daba la impresión de ser un bar.
Varios hombres de aspecto rudo estaban de pie, pero aún no se habían
percatado de nuestra presencia.
Danka hizo un gesto con la mano, indicando que debíamos retirarnos,
así que volvimos a subir al tercer piso.
“No hay manera de que podamos bajar al sótano sin que se den cuenta.
Tomaré el segundo piso. Ariane, te dejaré el primer piso”.
Ariane respondió con entusiasmo a la orden de Danka. “Entendido”.
Danka dirigió su atención hacia mí pero no dijo nada. Supuse que Ponta
y yo tendríamos que reaccionar ante lo que ocurriera.
Ariane desenfundó su espada y encabezó el camino hacia el primer piso,
donde se asomó por la esquina para hacer un análisis de la situación. Tras
dar un respiro profundo, se lanzó al interior de la habitación.

187
Los hombres que se encontraban reunidos se quedaron asombrados por
un momento al ver a Ariane bajar volando las escaleras hacia ellos, con la
espada preparada.
“Fuego, te lo imploro. ¡Enciende esta espada en llamas!”
Ariane murmuró un hechizo, y momentos después, el fuego danzó a
través de la espada. La sangre brotó del primer hombre al que acuchilló
mientras su cuerpo estallaba en llamas.
“¡¡¡Gyaaaaaaugh!!!”
El grito de muerte del hombre resonó por todo el gran salón, haciendo
que los hombres salieran corriendo de las habitaciones del segundo piso para
ver lo que estaba ocurriendo abajo.
El cadáver en llamas cayó al suelo, aterrizando entre las mesas y las
sillas, enviando chispas hacia los muebles. Los hombres se apresuraron a
apagar a su camarada, pero Ariane los mató a todos, creando más y más
antorchas humanas a su paso.
Danka salió de una habitación del segundo piso y empezó a cortar a los
hombres donde estaban parados, antes de que tuvieran la oportunidad de
unirse a la lucha en el primer piso. Su habilidad con la espada era nada menos
que asombrosa. Los hombres no tenían ninguna posibilidad.
Había oído que los elfos eran famosos por sus habilidades mágicas, pero
ver la forma en que estos dos manejaban sus espadas me hizo apreciar de
nuevo su destreza marcial.
Vi a varios hombres salir de una habitación del segundo piso para rodear
a Danka. Tras cerrar la mano en un puño, invoqué mi Disparo de Roca y les
disparé. Las enormes piedras que salieron de mi puño no sólo atravesaron a
los hombres, sino también la pared que había detrás de ellos.
Me di cuenta de que sólo era cuestión de tiempo que los hombres de
fuera oyeran el ruido y se unieran a la lucha.
Utilicé Paso Dimensional para llegar a la entrada del primer piso y cerré
la enorme puerta para evitar que alguien entrara… o saliera.
“¡¡¡A por él!!!”
Un hombre dejó escapar un grito por detrás de mí y entró corriendo para
atacar. Me giré y le di un puñetazo, destrozando su cráneo y haciendo que su

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cuerpo saliera volando a través de una mesa y unas sillas antes de incrustarse
en la pared.
Dado que estaba en el nivel 255, luchar contra estos hombres era poco
menos que una exageración.
Uno de los hombres a los que Ariane había prendido fuego entró a
trompicones en la cocina. Momentos después, grandes llamas salieron de la
puerta. Debía haber algún tipo de aceite o gas en el interior.
Aunque la casa en sí era de piedra, en su interior había muchas cosas
que podían arder. Las llamas rugieron mientras el fuego subía por los pilares
de madera y se extendía por todo el edificio.
“Kyiiiiii…”
Ponta se arrastró desde mi cabeza hasta mi hombro, rodeando mi cuello
y enterrando su cabeza cerca de mi oreja. Mientras las llamas estallaban por
todas partes, me sentí como si llevara una bufanda de piel.
Danka bajó las escaleras, al parecer había terminado de liquidar a los
hombres del segundo piso. Ariane apagó su espada flamígera y la envainó
para poder registrar los alrededores.
Podía escuchar los débiles sonidos de alguien golpeando frenéticamente
la enorme puerta de la entrada, gritando algo impreciso. La puerta era mucho
más gruesa de lo que había supuesto. Con la cerradura firmemente colocada,
no entrarían pronto.
“¡Encontré las escaleras al sótano!”
Me moví hacia la voz de Danka, las llamas ya se extendían por el primer
piso y a mi alrededor. Detrás de la enorme escalera había una puerta de
madera, tras la cual una escalera descendía hacia la oscuridad.
La habitación se había vuelto bastante calurosa, por lo que Ariane se
quitó la capucha. Pude ver el ceño fruncido en su rostro antes de que se diera
la vuelta para guiarnos por los escalones de piedra. Danka la siguió, y yo me
coloque detrás.
“¿Quién demonios son uste—¡¡¡giiaaaaaaagh!!!”
Abajo, escuché a un hombre gritar, seguido de un grito de agonía y el
sonido de espadas chocando.
“Maldita sea, ¡¿cómo han llegado hasta aquí?! ¿Qué están haciendo esos
sacos perezosos de arri—¡¡¡uruuugh!!!”

189
Algo cayó al suelo con un ruido sordo. Cuando llegué al final de la
escalera, todo había terminado.
El sótano era mucho más espacioso de lo que había imaginado, las
paredes estaban llenas de celdas, cada una con su propia puerta con barrotes
de hierro. Todo el lugar olía a suciedad y a comida podrida. Tres hombres
muertos yacían a mis pies, con su sangre acumulándose. Ariane arrancó un
llavero del cinturón de uno de los hombres ensangrentados y se dirigió a las
celdas.
“Mi nombre es Ariane Glenys Maple. ¡He venido a salvarlos!”.
Podía escuchar a varias personas moviéndose detrás de las puertas de
las celdas.
“¡No puede ser! ¡¿Un soldado de Maple ha venido a rescatarnos?!”
Una joven, que no parecía tener más de diecisiete años, apareció detrás
de una de las puertas, con una expresión que mezclaba sorpresa y emoción.
Un momento después, aparecieron junto a ella varias chicas más jóvenes.
Todas llevaban los mismos collares metálicos negros que había visto en los
niños del bosque.
Ariane hojeó las llaves, probando cada una en la cerradura hasta que
encontró una que encajaba. La cerradura se abrió con un fuerte tintineo, que
las niñas tomaron como señal para salir de la celda.
Mientras le daban las gracias a Ariane y a Danka, me di cuenta de que
el fuego se había extendido a la puerta de la parte superior de las escaleras
del sótano. No teníamos mucho tiempo. Tendría que ocuparme de los
collares devoradores de maná más tarde.
“Señorita Ariane, el fuego ya ha consumido el primer piso. Será mejor
que nos pongamos en marcha”.
Las jóvenes se dieron la vuelta al oír mi voz, algunas dejaron escapar
chillidos de miedo mientras se agachaban detrás de Ariane.
Evidentemente, los hombres con casco cubiertos con capas negras no
eran populares entre las jóvenes.
“Está bien, lo contraté para ayudar a salvarlos. ¿Son todos?”
Todas las chicas asintieron, provocando una sonrisa de alivio en Ariane.
“Eso es todo por nuestra parte, Arc. Pongámonos en marcha”.

190
“Muy bien entonces. Nos teletransportaremos fuera de los límites de la
ciudad”.
Me acerqué a Ariane y a las cuatro jóvenes, asegurándome de que
Danka también estuviera en el área de efecto antes de invocar mi hechizo.
“¡Puerta Transportadora!”
Un gran pilar mágico apareció a nuestros pies, su resplandor azul llenó
la habitación y superó la tenue iluminación de las lámparas. El grupo de las
chicas se reunió en torno a Ariane y sus rostros se tensaron al ver cómo se
desplegaba la magia. Se estremecieron cuando nos sumergimos en la
oscuridad. Una fracción de segundo después, nos encontramos en medio de
una llanura cubierta de hierba.
La atmósfera opresiva del sótano oscuro y frío fue sustituida al instante
por una suave brisa vespertina que soplaba sobre nosotros, con el sonido
burbujeante del río resonando en la distancia. El puente de piedra, iluminado
por la luna, parecía flotar sobre el oscuro río. Al otro lado del Río Lydel,
pude ver las estructuras humanas de la ciudad y las murallas que la rodeaban.
Por un momento, las jóvenes que rodeaban a Ariane no parecieron darse
cuenta de lo que había sucedido, aunque sus rostros adoptaron lentamente
expresiones de sorpresa al mirar a su alrededor. También Danka soltó un
grito de asombro al ver dónde estábamos.
El fuerte sonido de la campana de la ciudad se unió de repente a los
sonidos de la hierba y el agua, probablemente para notificar a los habitantes
del pueblo del incendio.
A lo lejos, dentro de los muros de la ciudad, pude ver unas débiles
llamas rojas que se elevaban hacia el cielo y una columna de humo que se
extendía por encima. Sin duda, todos los ojos estaban puestos en ese punto.

***
Un hombre se encontraba en una habitación en lo profundo de su
fortaleza en el centro de la ciudad de Diento.
A pesar de la apariencia exterior austera de la fortaleza, las habitaciones
interiores estaban todas elaboradamente decoradas y lujosamente
amuebladas. Los dormitorios estaban equipados con camas con dosel

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intrincadamente talladas cubiertas con edredones suaves y bellamente
bordados.
En esta habitación en particular, una mujer yacía sobre la cama grande,
con las manos sujetas con brazaletes de madera y el cuerpo con cadenas de
metal. La única capa de seda que llevaba la mujer apenas la cubría, dejando
expuesto su cuerpo blanco pálido y sus senos ligeramente rosados. Sus
piernas cruzadas bloquearon sus regiones inferiores de la vista, pero las
pulseras de madera le impedían cubrirse la parte superior del cuerpo.
El pelo rubio teñido de verde, adornado con grandes y puntiagudas
orejas, se extendía sobre el edredón debajo de ella, casi como la hoja de una
palmera. Sus ojos brillaban con desprecio hacia la persona que estaba frente
a ella.
“Ustedes los elfos siempre se quedan cortos con sus pechos. Pero sus
cuerpos… simplemente no puedo tener suficiente de ellos”.
El hombre mayor y regordete que estaba a los pies de la cama sonrió
ampliamente. Era el marqués Tryton du Diento, el gobernante de la ciudad y
sus alrededores.
“¡Si vas a hacerlo, acaba de una vez, estúpido imbécil!”
El hombre la miró con una mirada intimidatoria mientras ella le lanzaba
insultos. Sin embargo, su sonrisa solo se hizo más amplia, como si disfrutara
de su respuesta.
“Oh, Sena, siempre me mantienes en vilo con tu atrevida actitud.
¡Jejeje!”.
Dos sirvientas permanecían inexpresivas a un lado de la habitación,
ignorando la mirada suplicante de la mujer elfa.
Las lágrimas brotaron de las esquinas de los ojos de Sena. Tryton
parecía bastante complacido consigo mismo por la respuesta de la mujer elfa.
Se agachó para agarrar sus tobillos blancos como la nieve, preparándose para
colocar su enorme cuerpo encima de ella. El rostro de Sena expresaba tanto
vergüenza como asco.
Un hombre solitario corrió por el largo pasillo hacia los aposentos del
marqués. El castillo estaba en un silencio espeluznante, pero el sonido de las
campanas de alarma del exterior se escuchaban reverberando a través de las
ventanas del vestíbulo.

192
Las enormes puertas dobles que conducían a los aposentos eran de una
madera tan gruesa que resultaba casi imposible oír lo que ocurría más allá de
ellas. Unas intrincadas incrustaciones de oro daban a las puertas un mayor
aire de extravagancia. Un guardia se situó a cada lado de la puerta y sus ojos
se iluminaron cuando el hombre desaliñado se acercó.
El hombre era Celsika Dourman, el emisario de Diento. Golpeó
agresivamente las enormes puertas, casi como si estuviera fuera de sí, aunque
ninguno de los dos guardias hizo ningún intento por detenerlo.
“Maestro Tryton, soy yo, Celsika. ¡Tengo noticias urgentes para usted!
Por favor, ¡abra la puerta de inmediato!”
El hombre, pálido y de aspecto nervioso, no solía ser fácil de alterar,
pero esta noche su rostro estaba enrojecido por la desesperación y sudaba
profusamente.
“¿Celsika? ¿Qué haces aquí a estas horas…? Bien, bien, pasa”. La
expresión del marqués dejaba claro que estaba molesto por la interrupción
de sus actividades nocturnas. Le ordenó a una de las criadas de la esquina
que abriera la puerta mientras él se ponía de nuevo la bata.
En cuanto se abrieron las puertas, Celsika murmuró un saludo y entró a
trompicones en la habitación poco iluminada.
Tryton dejó caer su regordeta figura sobre la cama y observó al frenético
hombre entrar.
“Maestro Tryton, me gustaría verle a solas…”
Tryton se acarició la barba blanca y miró a las criadas. Inclinaron la
cabeza en silencio y salieron de la habitación.
“¿Qué es tan urgente?” La indignación era evidente en el rostro de
Tryton.
Celsika miró a la mujer desnuda y atada en la cama antes de devolver
la mirada a Tryton.
“En estos momentos hay cuatro incendios descontrolados en la
ciudad…”
Cuanto más escuchaba Tryton, más evidente se hacía su disgusto, con
el rostro fruncido.
Celsika aceleró su explicación.

193
“Todos los edificios en llamas eran los mercados de esclavos, ¡incluido
el nuestro!”
“¡¿Qué acabas de decir?!”
Tryton se levantó en un tirón. “¡Estamos casi en la fecha límite para
entregar el producto a Revlon! ¡¿Qué ha pasado con nuestra mercancía?!”
“Según los guardias supervivientes, una misteriosa figura se infiltró en
el edificio antes de que se produjera el incendio”.
“¿Cómo puede ser posible? ¡Tenemos guardias para evitar algo así!
¡¿Qué demonios estaban haciendo esos idiotas?!” El marqués estaba ahora
completamente enfurecido por lo que estaba escuchando.
“Al parecer, alguien cerró la puerta principal desde dentro. Pudieron
escuchar gritos provenientes del interior. El edificio está cercado por todos
lados y no hay otros puntos de entrada, así que la única posibilidad es que
uno de nuestros hombres sea un traidor”.
Tryton se acercó a la ventana, contemplando la ciudad a sus pies
mientras se pasaba los dedos por su pelo blanco. Su ira aún no se había
calmado.
“¡Maldita sea! ¡Envíen a los guardias del castillo al edificio y apaguen
ese incendio de inmediato! ¡El sótano está hecho de piedra, así que debería
estar intacto!”.
“¿No cree que se vería extraño si sólo enviamos guardias a un solo
lugar? Deberíamos enviarlos a los otros tres también…”
“¡No pierdas el tiempo diciéndome esto! ¡Sólo reúne a los guardias y
envíalos!”.
Una vena se abultó en la frente de Tryton mientras se acercaba a
Celsika. Sintiendo la embestida que se avecinaba, Celsika se dio la vuelta y
salió a trompicones de la habitación con la misma desesperación que cuando
había entrado.
“¡Si no es una cosa, es la otra! Los hombres que enviamos a recolectar
los fantasmas han sido diezmados, ¡y ahora esto!”
Tryton respiró con dificultad, con la garganta reseca de tanto gritar.
Alcanzó una jarra cercana y engulló el agua.

194
“Supongo que debería agradecer que el idiota de mi hijo se haya
retrasado en la entrega de la mercancía. En el peor de los casos, puedo
posponer otros pedidos internos y enviar lo que tenemos a Revlon…”
El marqués du Diento se frotó las sienes mientras intentaba averiguar
qué hacer a continuación.

***
Desde mi posición en la orilla más lejana del Río Lydel, observé cómo
se elevaba el humo de varios incendios en todo Diento.
Qué extraño… El edificio de los traficantes de esclavos que habíamos
incendiado estaba en el barrio rojo, cerca de la puerta este, pero también
había llamas en otras partes de la ciudad.
“¿Provocó usted esos incendios por la ciudad, Señorita Ariane?”
Consideré la posibilidad de que los compañeros de Ariane hubieran
provocado los otros incendios para mantener el pueblo en vilo. Pero ella negó
con la cabeza en respuesta, con una mirada de preocupación en su rostro.
“No tuvimos nada que ver con eso. Danka y yo fuimos los únicos que
entraron en la ciudad, así que algo más debió de causar esos. Pero esto nos
viene muy bien. Puede que incluso atraiga a los soldados del castillo si son
convocados para apagar los incendios”.
Ariane no parecía estar mintiendo. Danka y los niños también parecían
confundidos mientras miraban las crecientes llamas.
Ella tenía razón, esto podría convertirse en una gran oportunidad. Si mi
propia organización secreta fuera atacada, enviaría refuerzos
inmediatamente. Esperemos que el Marqués du Diento actúe de la misma
manera.
“Tienes razón. Suponiendo que Diento envíe a algunos de sus soldados
para ayudar con los incendios, el castillo estará escaso de guardias. Esta
podría ser la oportunidad perfecta para infiltrarnos”.
Ariane torció los labios en una sonrisa seductora antes de dirigir su
mirada hacia Danka y los niños.
“Danka, ¿puedo dejar a los niños contigo? Si subes por Lydel y te
adentras en el bosque, deberías estar a sólo un día de la ciudad más cercana”.

195
“Buen plan. Deberíamos poder llegar al Río Rivulet al amanecer. Eres
mejor luchador que yo, así que te dejaré el castillo a ti. Te esperaremos cerca
del bosque”.
“Gracias. Ah, y Arc, ¿puedes hacer algo con los collares devoradores
de maná antes de que nos vayamos?”
“Por supuesto”.
Ariane empujó a una de las chicas elfas hacia adelante. Haciendo todo
lo posible para no asustarla, extendí mi mano y la sostuve sobre su collar.
“Antimaldición”.
Los símbolos brillaron frente a mi mano mientras invocaba el hechizo,
que fue rápidamente absorbido por el collar. Un segundo después, un fuerte
“¡clink!” sonó cuando el collar se hizo añicos.
Las otras chicas no podían creer lo que estaban viendo. Una por una,
lancé Antimaldición sobre sus collares, liberándolas. Una vez retirados todos
los collares, me dieron las gracias todas juntas.
“¿Incluso puedes eliminar maldiciones? Hay tantas cosas que no sé
sobre ti, misterioso extraño…” Danka habló en voz baja, claramente
sorprendido.
Ariane me tocó el hombro y fijó su mirada en el castillo del centro de
Diento. Al parecer, ésa era su señal de que era hora de irse.
Asentí en señal de reconocimiento, y luego moví a Ponta desde donde
descansaba alrededor de mi cuello hasta la parte superior de mi cabeza. Ponta
emitió un pequeño chillido para hacerme saber que estaba listo.
Primero utilicé mi Paso Dimensional para teletransportarme al otro lado
del río. El sonido de la campana se hizo más fuerte.
Gracias a la proximidad entre la puerta sur y el río, no había casas fuera
de la muralla, ni nadie a la vista. Debido a lo tarde que era, también había
pocos centinelas vigilando la parte superior de la muralla exterior.
Después de usar Paso Dimensional para teletransportarme a la parte
superior de la muralla, rápidamente me teletransporté de nuevo a la muralla
interior.
A diferencia de su contraparte exterior, no había centinelas en la cima
del muro interior. Imaginé que se había construido por razones estratégicas,

196
en caso de que la fortaleza fuera atacada. En tiempos de paz, los centinelas
no tenían mucha utilidad.
Sin embargo, solo para estar seguro, mantuve mi cuerpo agachado
mientras me asomaba entre los parapetos.
Vi que salía humo de varios lugares de la ciudad. Parecía que había
cuatro incendios en total. Las probabilidades de que se produjeran cuatro
incendios distintos al mismo tiempo me parecía bastante sospechoso, pero
no tenía tiempo para pensar en ello.
Los ojos dorados de Ariane me miraron desde su capa gris, instándome
a darme prisa. Su piel púrpura clara parecía desaparecer en la oscuridad de
su capa, haciendo que pareciera que sólo sus ojos estaban dentro, recordando
al conductor de cierto anime sobre un tren expreso en el espacio. Sin
embargo, a diferencia del personaje del anime, bajo su capa se escondía un
cuerpo de dinamita.
Pude ver el castillo del marqués en el centro de la ciudad, elevándose
por encima de todo lo que había en la zona. Bajo la tenue luz de la luna,
parecía estar muy lejos. Los edificios cercanos a la base del castillo eran
engullidos por su enorme sombra.
Ariane me golpeó para llamar mi atención. No es que estuviera
embobado. Intentaba encontrar una forma de teletransportarme cerca del
castillo, pero no encontraba ningún destino favorable. La magia de
teletransportación no servía de mucho en la oscuridad. Decidí centrarme en
el tejado del castillo, iluminado por la luna, al que pude teletransportarme
fácilmente con Paso Dimensional.
Dado que el castillo había sido construido en lo alto de una colina, la
ciudad de abajo parecía de repente más pequeña. Tenía una gran vista de toda
la zona. Sería un espectáculo increíble de ver en pleno día.
Ariane, sorprendida de encontrarse tan arriba, perdió el equilibrio por
un momento y se agarró a mi brazo, soltando un pequeño chillido.
“¡Eek! ¡O-oye! No te teletransportes a los tejados así, ¿de acuerdo?
¡Necesito un momento para orientarme!”
Estábamos de pie en la azotea inclinada de una torre. El ángulo era
pronunciado, y si perdías el equilibrio, caías directamente al suelo. No era
de extrañar que estuviera alterada.

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Estaba lo suficientemente cerca como para que pudiera detectar una
fragancia deliciosamente femenina que emanaba de ella. A pesar de que su
pecho me apretaba el brazo, no podía sentir nada debido a su cuero y a mí
armadura de acero.
“Mis disculpas.”
Entrecerró los ojos y me lanzó una mirada. Sin embargo, su actitud
cambió rápidamente cuando vio a Ponta sobre mi cabeza, inclinando su
cabeza adorablemente hacia un lado. Decidí que le debía a Ponta unas pasas
después de todo esto, por resolver la tensa situación.
Parecía poco probable que el marqués hubiera planeado la entrada de
intrusos por el tejado, lo que nos permitía mirar libremente a nuestro
alrededor sin tener que preocuparnos de que alguien se diera cuenta.
El castillo carecía del aire digno que se suele asociar a la nobleza, y
parecía más bien una fortaleza inquietante. Además de las dobles murallas,
también contaba con dos fosos, lo que hacía imposible una invasión directa.
Entre la muralla interior y el castillo propiamente dicho, había una gran
extensión abierta que conducía a la puerta principal. El espacio contenía
barracas y terrenos baldíos que probablemente se utilizaban para el
entrenamiento.
El castillo en sí tenía seis torres a lo largo de su perímetro, mientras que
la parte central albergaba un edificio que parecía ser la residencia del propio
marqués, que estaba conectado a otro edificio más pequeño por un pasillo.
Nuestra posición en la torre más cercana a la residencia del marqués nos
permitía ver todo el edificio.
El castillo era inmenso, por lo que mirar a ciegas con la esperanza de
encontrar a los elfos sólo serviría para que nos descubrieran.
La torre en la que estábamos servía de vigía de la fortaleza. Debajo,
probablemente albergaría un almacén lleno de granos para usar durante un
asedio. Más abajo, probablemente había calabozos, donde encerrarían a los
prisioneros y otros criminales, pero me costaba creer que el marqués se
gastara todo ese dinero en un elfo sólo para encerrarlos.
“Señorita Ariane, dudo incluso en preguntar esto, pero ¿para qué se
utilizan los esclavos elfos después de ser capturados?”
Sus ojos dorados me miraron desde el interior de su capucha, y su rostro
se nubló de fastidio. “¿Eso importa?”

198
“No especialmente. Sólo pensé que nos sería más fácil encontrarlos si
sabíamos para qué se utilizaban”.
Tras un momento de silencio, Ariane habló en un tono bajo y solemne.
“Las mujeres suelen ser utilizadas para el placer, como juguetes. He oído que
los hombres se utilizan para fecundar a las mujeres nobles”.
“Según los contratos de compra, los hombres suelen alcanzar precios
mucho más altos. ¿Es esa la razón? ¿Por qué una mujer humana querría tener
el hijo de un hombre elfo?”
“Cuando se concibe un niño de raza mixta, adopta la raza de su madre.
¿No lo sabías?”
Asentí con ella, aunque todo esto era nuevo para mí.
“Sin embargo, el niño también nace con la magia de un elfo. He oído
que esa es la razón por la que muchas familias nobles entre los humanos
poseen fuertes habilidades mágicas. Se han mezclado con los elfos durante
generaciones. Aunque, todavía no son capaces de usar magia espiritual”.
Así que esa era una de las formas en que los humanos habían podido
sobrevivir en este continente infestado de monstruos. Habían estado
tomando a la fuerza el poder de los elfos para ellos mismos para desarrollar
su magia. Si muchos de los nobles poseían habilidades mágicas, eso sugería
que el dinero y la fuerza estaban estrechamente equiparados con el poder en
este mundo. Entonces, ¿por qué el país había renunciado a las relaciones con
los elfos, si podían utilizarlos para aumentar su fuerza?
Me costaba creer que la gente de un mundo feudalista como éste lo
hiciera por respeto a los derechos humanos. Tenía que ser algún tipo de
complot de los que estaban en el poder. Pero no tenía tiempo para desentrañar
todo eso en ese momento. Estábamos aquí para rescatar a los elfos
esclavizados.
Dudo que el marqués los mantenga en un calabozo si los obliga a tener
relaciones sexuales con humanos. La residencia del marqués parecía el lugar
más probable. Afortunadamente, había pocos guardias patrullando el
edificio. No estaba seguro de si esto se debía a que habían sido enviados para
ocuparse del incendio, pero estaba agradecido de cualquier manera.
“Vamos a la residencia del marqués”.
Ariane ya tenía su mano en mi hombro. Me teletransporté desde el
tejado de la torre de vigilancia hasta los arbustos cercanos a la residencia.

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A través de una de las ventanas de cristal que bordeaban el edificio,
pude ver un pasillo amplio y vacío, así que nos teletransporté al interior.
Ahora estábamos totalmente expuestos.
El pasillo recorría el perímetro de la residencia y sus paredes estaban
decoradas con una excéntrica selección de muebles.
Ariane caminó ligeramente para que no se oyeran sus pasos. Se acercó
a una de las puertas que bordeaban el pasillo y la abrió silenciosamente,
asomándose al interior.
Hizo un gesto con la mano, indicándome que la siguiera a la sala. En el
interior había una mesa y sillas de madera, pulidas hasta el brillo, sobre un
suelo de madera decorativo. Las paredes también estaban cubiertas de
grandes cuadros. Al principio pensé que podría ser una sala de recepción,
pero una mirada más atenta me hizo pensar que sería más adecuada para
reuniones. La sala estaba poco iluminada, por lo que era difícil ver algo.
Había otra puerta justo enfrente de la que acabábamos de entrar. Ariane
cruzó la habitación y la abrió un poco.
La residencia había parecido engañosamente pequeña desde lo alto de
la torre, pero ahora que estábamos dentro, parecía bastante espaciosa. Me
pregunté si este edificio también tenía su propio calabozo en el sótano.
Ariane atravesó la puerta y salió de la sala de reuniones. La seguí unos
pasos detrás de ella.
La siguiente sala parecía ser otro pasillo, aproximadamente la mitad de
ancho que el que recorría el perímetro. A ambos lados del pasillo había
puertas, y los espacios intermedios estaban adornados con pequeños cuadros.
El pasillo giraba hacia la izquierda al final, por lo que no podía ver lo que
había más allá.
Me teletransporté al final del pasillo y asomé lentamente la cabeza por
la esquina para ver mejor. El pasillo terminaba en una puerta de madera con
una ventana enrejada. Frente a la puerta, un guardia dormitaba en una silla.
En comparación con las demás puertas de la sala, ésta parecía extraña.
Me teletransporté junto al guardia, rodeé su cuello con mi brazo y
comencé a estrangularlo. Sus ojos se abrieron al instante y sus extremidades
empezaron a agitarse, pero eso duró sólo un momento antes de que perdiera
el conocimiento. Una vez que su cuerpo quedó inerte, lo volví a colocar en
su silla para que pareciera que seguía durmiendo.

200
Encontré una llave atada a la cintura del guardia con una correa de
cuero, así que la arranqué de su cuerpo y la probé en la puerta cercana. La
cerradura se abrió con un clic satisfactorio. Giré lentamente el pomo y entré
en una habitación pequeña y cuadrada. Lo único que había dentro era una
escalera que descendía. Como ya estábamos en el primer piso, eso
significaba que esas escaleras llevaban a un sótano. En combinación con el
guardia apostado en la puerta, eso sugería que mi corazonada inicial era
correcta.
Llamé a Ariane, que me había seguido a esta sección del pasillo y estaba
buscando afanosamente en las otras habitaciones.
“Señorita Ariane”.
Aunque había hablado en voz baja, rápidamente giró la cabeza en mi
dirección. Al parecer, las orejas de los elfos eran realmente así de sensibles.
Hice un gesto con la barbilla y ella asintió, siguiéndome hacia la
habitación cuadrada. Después de comprobar el hueco de la escalera en el
centro de la habitación, Ariane me guió hacia abajo.
A pesar de los escalones de madera, Ariane fue capaz de llegar al fondo
sin hacer un solo ruido, casi como un ninja. No había forma de que yo pudiera
hacer eso con mi armadura, así que me teletransporté tras ella. Pensé
brevemente en imitar a cierto personaje Indio que escupe fuego de un popular
juego de lucha, si tenía que usar alguno de mis ataques de llama aquí abajo,
pero mis pensamientos fueron interrumpidos por los sonidos de la batalla
más adelante.
Pude oír los gemidos de un hombre, seguidos del golpe de algo que se
desplomaba en el suelo. Al parecer, había otro guardia vigilando.
Me encontré con un pasillo iluminado por varias lámparas. A mi
derecha había un muro de piedra con tres puertas de madera reforzadas con
acero. No había ventanas en las puertas, y no tenía ni idea de lo que podía
haber al otro lado.
“Me llamo Ariane Glenys Maple. ¿Están retenidos aquí algunos de mis
compañeros?”
Ariane llamó a la primera puerta y se identificó. Una respuesta llegó
casi al instante.
“¿Un soldado de Maple? ¡No puedo creer mi suerte! ¡Por favor, sácame
de aquí!”

201
Evidentemente, los soldados de Maple eran conocidos por su destreza
en la lucha. La mujer al otro lado de la puerta sonaba ligeramente nerviosa,
pero su alivio y emoción eran claros.
Ariane hizo rodar al guardia muerto para buscar en su cuerpo una llave
que permitiera liberar a la mujer, pero no encontró nada.
Ella gritó molesta: “¡No puedo encontrar ninguna llave!”
Una respuesta llegó desde el otro lado de la puerta. “El dueño de este
lugar las tiene. Me pusieron un collar devorador de maná, así que no puedo
usar nada de magia espiritual para derribar la puerta”.
Entonces, ¿sólo el marqués tenía las llaves? Tenía cierto sentido. Si los
guardias tenían las llaves de la habitación, podían aprovecharse de los
cautivos cuando quisieran. Pero si la puerta podía romperse con magia
espiritual, entonces no había que preocuparse por las llaves.
“Por favor, aléjate de la puerta”.
Respiré hondo y le di una fuerte patada a la puerta reforzada con acero.
Un terrible estruendo resonó en todo el sótano cuando el mecanismo de
cierre se hizo añicos. La puerta, cubierta sólo por una fina placa de acero,
chirrió cuando la empujé hacia un lado, doblándose bajo la presión. Con
tanto poder, probablemente podría escapar de cualquier cárcel por mi cuenta,
si se diera el caso.
Una mujer delgada y pálida se encontraba al otro lado de la puerta
retorcida, con una expresión de sorpresa en su rostro. Tenía las largas orejas
y el pelo rubio teñido de verde típico de los elfos. Su hermoso cuerpo estaba
cubierto por una fina túnica, bajo la cual podía ver el contorno de unos
pezones rosados. Rápidamente desvié la mirada hacia sus manos, que
estaban atadas con grilletes de madera sujetos con clavos. Los elfos no eran
conocidos por su fuerza bruta, así que probablemente era suficiente para
mantenerla sujeta.
Sin embargo, los grilletes de madera se rompían con facilidad. La mujer
esclavizada se frotó las muñecas recién liberadas antes de inclinar la cabeza.
“Gracias por vuestra ayuda. ¿También eres un soldado de Maple?”, dijo
con una voz lenta y suave. Su cabello cortado en forma bob se movió
suavemente mientras inclinaba la cabeza hacia un lado, mirándome con
curiosidad.

202
“No, lo contraté para que me ayudara a salvarte”. Ariane asomó la
cabeza por detrás de mí, con una mirada de disgusto mientras explicaba la
situación. “Puede parecer intimidante, pero es un buen tipo. No tienes que
preocuparte”.
Ella me pidió que le quitara el collar devorador de maná. Asentí con la
cabeza e invoqué el hechizo Antimaldición. Un momento después, el collar
metálico cayó al suelo con un estruendo.
La mujer se frotó suavemente el cuello. “¡No puedo creerlo! ¡No sabía
que hubiera alguien que pudiera levantar maldiciones sin necesidad de hacer
cánticos!”.
“Por favor, toma esto, si quieres”. Me quité la capa negra y se la
entregué a la mujer escasamente vestida.
“¡Muchas gracias! W-wow, esto es bastante grande…”
Después de cubrirse con la capa, ella recorrió la habitación con la
mirada. Tal vez fuera mi imaginación, pero parecía estar de muy buen humor
a pesar de haber estado encerrada. No sabría decir si estaba acostumbrada a
vivir al borde de la muerte o si todos los elfos eran así. En cualquier caso,
parecía bastante fuerte.
“Por cierto, escuché que había dos elfos retenidos aquí. ¿Sabes algo
sobre eso?”
La mujer se golpeó la mano con el puño como si acabara de recordar
algo.
“¡Así es! ¡Se llevaron a Sena a la habitación del marqués esta noche!”
Entonces, Diento había decidido que le llevaran a la otra elfa. Eso
significaba que tendríamos que acercarnos al propio marqués para rescatar a
esta Sena. La situación acababa de ponerse mucho, mucho peor. Si rescataba
a un elfo del propio marqués, sin duda me pondría en el lado malo de la gente
influyente. Teniendo en cuenta que Diento estaba violando las leyes del
reino, probablemente no querría difundir la historia sobre mí, pero aun así
podría dificultar mi libre circulación.
“¿Y si volvemos a por ella más tarde? Ni siquiera sabemos dónde se
encuentra el marqués”.
No fue una sugerencia fácil para mí, pero Ariane rápidamente me
rechazó.

203
“¡No podemos hacer eso! Si dejamos pasar esta oportunidad,
aumentarán la seguridad y será aún más difícil entrar la próxima vez”.
Por supuesto, ella tenía razón. Necesitábamos aprovechar la situación
esta noche. Ya habíamos llegado tan lejos. Solo necesitaba armarme de valor
para la siguiente parte de la misión. Además, realmente no podía dejar al otro
elfo en este lugar.
“¿El marqués? Está en su habitación, en el último piso. ¡Puedo
mostrárselos!”. La elfa antes esclavizada cerró el puño con su mano derecha.
“Ya veo. ¿Estás familiarizada con el diseño de la residencia?”
“Por supuesto que sí. Llevo aquí dos años, después de todo…” Ella
frunció el ceño, con los ojos ligeramente caídos.
“Dos años… Eso es bastante tiempo”.
“Los elfos tenemos vidas largas, así que es diferente para nosotros. Pero
tampoco puedo decir que haya sido corta”.
Ariane se acercó para apresurarnos. “Tenemos que darnos prisa. Dijiste
que podías guiarnos hasta el marqués, umm, ¿señorita…?”
“Oh, soy Uhna. Encantada de conocerte, Ariane. Ahora, ¡síganme!”
La mujer se presentó rápidamente, luego tomó la delantera y subió
corriendo las escaleras. Ariane salió tras ella, y yo la seguí antes de que
pudieran dejarme atrás. Dado lo grande que era este lugar, nunca podría
encontrarlas de nuevo si las perdía.
Seguí a las dos mujeres elfas por las escaleras hasta el primer piso, salí
de la sala con el hueco de la escalera, entré en el pasillo y salí por otra puerta
que llevaba al vestíbulo principal del primer piso.
Justo delante de la entrada del edificio había una enorme escalera que
conducía a una sala abierta en el segundo piso. En la parte superior de esta
escalera colgaba un enorme retrato de un hombre regordete y de pelo blanco.
Una gigantesca lámpara de araña colgaba sobre el vestíbulo central, y
costosas decoraciones cubrían casi todas las superficies, lo que demostraba
claramente el poder del hombre que vivía aquí.
La amplia sala parecía sacada de una película. Mientras me ocupaba de
asimilarlo todo, Uhna habló en voz baja.
“¿No es extraño, sin embargo? No hay guardias…”

204
Una llama parpadeó en la palma de la mano derecha de Uhna. Al
parecer, había invocado su magia espiritual para encargarse de los guardias.
“Supongo que enviaron gente para ocuparse de los incendios en la
ciudad”. Seguí a Uhna al salón mientras le explicaba lo que había sucedido.
“¡Eso es bastante afortunado entonces! ¡Deberíamos poder ir
directamente a la recamara del marqués y vengarnos!”
“Suena bien. Vamos a ocuparnos de esto y a llevarlas a casa”.
Uhna me dedicó una amplia sonrisa antes de lanzarse. Una brisa
anormalmente fuerte sopló en la habitación. La capa que cubría su cuerpo se
agitó mientras corría hacia las escaleras del segundo piso. Ponta chilló
emocionado en cuanto la vio. Las dos compartían la afinidad por la magia de
viento. Ariane y yo la seguimos hasta el tercer piso.
Había algo inquietante en la conversación que mantuvieron antes los
dos elfos que se me quedó grabado. Podía entender el deseo de vengarse del
hombre que había secuestrado a esas mujeres, pero estábamos hablando de
la nobleza. Comprensible o no, esto no terminaría bien. Aun así, había tanto
que no sabía sobre la relación entre este país y los elfos que no estaba en
condiciones de decir qué estaba bien o mal.
Por lo menos, haría lo posible para asegurarme de que el marqués no se
enterara de quién era yo.
Algo me llamó la atención mientras subíamos. Lo tomé en la mano y lo
miré, pero Ponta empezó a gritar para que me diera prisa.
“¡Kyiii kyiiiiiii!”
Utilicé Paso Dimensional para desplazarme hasta la base de la escalera
que subía al tercer piso.
Cuando llegué a la parte superior de la escalera, oí los gritos de un
hombre y una mujer, seguidos de un horrible sonido de colisión. Un golpe
resonó en el pasillo y aparecieron varias sirvientas corriendo hacia mí. Apoyé
la espalda en la pared y me quedé quieto junto a otra armadura, simulando
ser un adorno. Estas sirvientas serían testigos de los acontecimientos de esta
noche. Esperaba evitar que contaran a sus amigos sobre el imponente hombre
con armadura que habían visto con los atacantes. Dado que este mundo
carecía de cualquier forma de radio, la información se quedaría en el ámbito
local, y con toda la otra gente que deambula por la ciudad con armadura, el

205
impacto probablemente sería mínimo, pero supuse que era mejor ser
precavido.
Ponta pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo y se quedó quieto
mientras las mujeres pasaban corriendo junto a nosotros. Desde la distancia,
el pelaje de Ponta probablemente parecía la cresta del casco de un soldado
romano.
Me giré para dirigirme en la dirección de la que habían venido las
mujeres.
Las enormes puertas dobles, que parecían haber sido muy bonitas en
otro momento, se habían abierto de par en par. Había partes de cuerpos que
sólo podía suponer que pertenecían a los guardias, esparcidas por todas
partes. Era una visión bastante inquietante. Me pregunté cuál de las mujeres
elfas había hecho esto.
Pasé por encima de la masacre y entré en el dormitorio. Todo en la
habitación, al menos para mí, parecía increíblemente caro. En el centro había
una enorme cama con dosel, decorada con intrincadas tallas.
La habitación estaba iluminada por un objeto que parecía un candelabro,
aunque, en lugar de velas, había cristales brillantes en su interior.
En la pared más alejada del dormitorio se encontraba un hombre cuyo
rostro acababa de ver en la escalera central. El hombre, regordete y de pelo
blanco, tenía un aspecto bastante patético con su mitad inferior al
descubierto. Le habían clavado un cuchillo en la mano derecha, clavándolo
en la pared.
Una mujer elfa de pelo largo golpeó al hombre entre las piernas con una
potente patada.
“¡¡¡Gyaaaaaaaaugh!!!”
El hombre—el marqués, supuse—soltó un grito como nunca antes había
escuchado. Aunque no estaba hecho más que de huesos, la fuerza que había
detrás de ese grito hizo que me doliera el espacio entre mis propias piernas.
El marqués, que no podía agacharse porque tenía la mano clavada en la
pared, se estremecía mientras intentaba mantenerse en pie, con el sudor
cayendo por su cuerpo y la baba goteando por su barbilla. Se esforzaba por
controlar su respiración mientras miraba a los intrusos.
“¡¿C-creen que pu-pueden salirse c-con la suya?! Soy un marqués en
este país, y si creen que pueden simplemente…”

206
Los muslos del marqués temblaban por el esfuerzo de ponerse en pie.
Su mirada se volvió más dura, como si las mujeres que miraba fueran una
basura.
Ariane se quitó la capucha, dejando al descubierto su piel teñida de
púrpura y su desordenado pelo blanco, que adquiría un ligero brillo azul bajo
la luz de los cristales. Su sola visión hacía que la habitación se sintiera más
fresca.
La forma en que habló me heló la sangre.
“Incluso si te matáramos dónde estás, este país no tiene ningún poder
sobre los elfos de Canadá. Después de todo, es la gente de Rhoden la que
rompió su palabra primero, ¿no es así?”
Arrancó una esquina de las sábanas y se las metió en la boca al marqués.
Después de mirarlo una vez más, le dio la espalda.
Un aura mágica emanaba de las dos mujeres elfas que estaban detrás
de Ariane—Uhna, que nos había conducido hasta aquí, y la mujer de pelo
largo que acababa de patear al marqués. Supuse que se trataba de Sena, la
otra elfa esclavizada. Estaba prácticamente desnuda, con el pelo largo
pegado a la espalda por el sudor y los ojos encendidos de odio hacia el
marqués.
Ariane me miró con desconfianza. “¿Por qué llevas una cortina en la
cabeza, Arc?”
Supuse que ayudaría a ocultar mi identidad, como un velo, aunque en
realidad sólo me hacía parecer una persona que finge ser un fantasma en una
casa embrujada manejada por estudiantes.
“Podemos hablar de eso más tarde. ¿No crees que es imprudente matar
a la nobleza de Rhoden?”
Intenté esquivar el tema. Sin embargo, Ariane se limitó a mirarme como
si fuera una criatura extraña.
“Ellos fueron los que rompieron su promesa primero. ¿Qué hay de malo
en que cobre una penalización?”
Parecía que este mundo no tenía ningún tipo de convenio internacional.
No sólo las reglas eran diferentes de un grupo a otro, sino que lo que era
natural y esperado incluso difería entre las distintas especies. Yo sólo era un
mercenario aquí. Ahora que había planteado mi objeción, lo único que podía
hacer era ver cómo se desarrollaba la situación.

207
Me encogí de hombros y negué con la cabeza. “Nada”.
Ariane miró por encima del hombro y miró fijamente a las otros dos.
mujeres. Las tres asintieron con la cabeza.
Como si fuera una señal, Uhna y Sena empezaron a golpear brutalmente
al marqués, sus gritos resonaban en la habitación mientras su sangre bañaba
las paredes. Parecía la iniciación de una banda que había visto en un
programa de televisión. Incluso con mi increíble fuerza, no querría enfadar
a estas mujeres…
Como ya no necesitaba ocultar mi identidad, me quité la cortina de la
cabeza y me alejé.
Miré a mi alrededor, intentando no pensar en el asesinato que se estaba
llevando a cabo detrás de mí. Al otro lado de la habitación, vi una puerta de
aspecto robusto con una pesada cerradura. La cerradura estaba cubierta de
intrincadas tallas y despertó mi curiosidad.
Desenvainé mi espada y corté la puerta de un solo tajo diagonal. Los
dos trozos se desprendieron, como si hubiera pasado un cuchillo afilado por
el papel. La cerradura era ahora un adorno inútil. Arranqué lo que quedaba
de la puerta de las bisagras y entré en la habitación, un pequeño espacio
repleto de costosas obras de arte y otras baratijas cuyos fines no podía ni
siquiera empezar a adivinar.
En el fondo de la habitación había varios cofres de madera llenos de
monedas de oro.
Una parte de mí no podía evitar preguntarse por qué los humanos se
sentían tan atraídos por el oro. La otra parte de mí, la parte humana, se sentía
como si acabara de descubrir un tesoro oculto, lo que hizo que mi rostro se
relajara en una sonrisa… O, lo habría hecho, si todavía tuviera músculos
faciales.
No había forma de que pudiera llevarme todo el oro, pero al menos
podía meter una buena cantidad en mi saco. Ariane dijo que el marqués había
adquirido su riqueza por medios ilegales, así que no era como si pudiera ser
criticado por esto.
Me apresuré a llenar mi saco de monedas de oro. Dejé escapar una
carcajada al darme cuenta de que mis acciones no estaban tan lejos de lo que
las mujeres estaban haciendo en la otra habitación. Aun así, debía tener
cuidado. Dado el peso del oro, corría el riesgo de que la bolsa se rompiera si
me volvía demasiado codicioso.

208
Entonces me fijé en una espada montada en la pared. La hoja de plata
brillante estaba cubierta de símbolos. La cabeza de un león estaba tallada en
la empuñadura, y sus ojos eran un par de joyas rojas.
Había visto esta espada antes…
De vuelta en el juego, era conocida como la Espada del Rey de los
Leones, una hoja increíblemente rara que aumentaba la velocidad y el poder
de ataque del usuario. Sin embargo, no tenía ni idea de si eso sería cierto en
este mundo.
Decidí llevarla conmigo. Sería una pena dejarla aquí acumulando polvo.
Tomé la espada de la pared y la metí en la vaina que colgaba debajo
antes de meter ambas en mi bolsa del tesoro. En ese momento, oí fuertes
ruidos procedentes del dormitorio.
“¡Hay bandidos en los aposentos del marqués!”
“¡Que nadie escape!”
Escuché a los soldados entrar en la habitación, uno tras otro, con sus
espadas chocando entre sí mientras se agolpaban a través de las puertas
destrozadas. Momentos después, empecé a oír explosiones, seguidas de
gritos de hombres.
Una explosión especialmente fuerte sacudió todo el edificio. Le siguió
el sonido de algo que se desmoronaba y luego el rugido de las llamas.
El edificio estaba en llamas.
Ariane entró en la habitación y me llamó con voz exasperada.
“¿Qué estás haciendo, Arc?”
La elfa oscura me miró con los brazos cruzados, con una expresión de
fastidio en su rostro. Con su capa retirada, sus brazos cruzados descansaban
sobre su corsé de cuero, sosteniendo su pecho desde abajo, acentuando aún
más los gemelos apenas contenidos por su armadura.
Desde su punto de vista, probablemente parecía que me había
escabullido para robar un montón de oro. Si tan solo yo tuviera las mejillas
verdes, el aspecto sería completo.

209
210
Si hubiera habido una chimenea cerca, podría parecer Papá Noel. Pero
no había ninguna a la vista.
“Costará bastante dinero volver a montar la organización”.
“¿Huh?”
Me miró con desconfianza, sin entender lo que decía. Terminado su
trabajo, las otras dos mujeres elfas aparecieron detrás de ella.
“Suponiendo que alguien quiera crear otra organización de comercio
de esclavos, no podrá hacerlo sin este dinero como capital inicial. Si
llevamos el dinero con nosotros, se frenarán sus actividades”.
Pensé que era una excusa que sonaba bien para explicar por qué me
llevaba todo el dinero. Para ser justos, había un elemento de verdad en ella.
Ariane intercambió miradas con las mujeres que estaban a su lado. Tras
asentir con la cabeza en señal de aprobación, también entraron en la
habitación y empezaron a meter el oro en bolsas de cuero. Sena llevaba ahora
la capa gris de Ariane, que también se unió a ellas.
“Me impresiona que puedas sostener una bolsa tan pesada sin siquiera
sudar. Tiene que pasar al menos tres veces más que la mía”.
“Estoy de acuerdo con lo que ha dicho, pero ¿cómo se supone que
vamos a salir de aquí con todo esto a cuestas?”
“Sí, es pesadiiiiiiisimo”.
Las tres mujeres me miraron, sorprendidas por el tamaño de la bolsa
que llevaba.
“No te preocupes por eso. Puede utilizar magia de teletransportación.
Parece que hemos terminado aquí, ¡así que pongámonos en marcha!”
“¡¿Q-qué?! ¿Magia de teletransportación? ¿Por sí mismo? ¡Pensé que
eran solo cuentos de hadas!”
“Hmph, necesito más práctica…”
Mientras las tres hablaban entre ellas, pude escuchar más sonidos que
venían del piso de abajo. Si no nos íbamos pronto, las cosas iban a
complicarse mucho más.
Las tres habían terminado de recoger el resto del oro de la habitación,
así que no había mucho más que hacer aquí.
“¡Hora de dejar la ciudad! ¡Puerta Transportadora!”

211
En cuanto invoqué el hechizo, un pilar mágico empezó a brillar a
nuestro alrededor. Al momento siguiente, estábamos de pie en la orilla
opuesta del río, en una llanura cubierta de hierba, mirando a Diento.
“¡Parece que hemos escapado! No puedo creer lo conveniente que es
esa magia de teletransportación. Me pregunto si hay alguna forma de
usarla…”
“No… ¡De ninguna manera! ¡¿Eso fue realmente magia?!”
“Ufff. Estoy cansada… ¿Dónde estamos de todos modos?”
Las tres mujeres elfas miraron a su alrededor sorprendidas. Yo también
estaba sorprendido, pero por una razón diferente. Todo lo que había en el
pilar mágico se había teletransportado con nosotros. Todas las obras de arte
y las diversas baratijas que habían adornado la habitación estaban ahora
tiradas en el campo abierto.
Los incendios continuaban al otro lado del río en Diento, y el humo se
elevaba hacia el cielo. De hecho, parecía incluso peor que antes. Recordé
haber oído el sonido del fuego crepitando en la residencia del marqués.
“Entonces, ¿supongo que mi trabajo está completo?”
Ariane apartó la vista de la escena que se desarrollaba al otro lado del
río y me dedicó una amplia sonrisa. Sacó diez monedas élficas de su bolsa
de la cintura, las metió en una bolsa y me las arrojó.
“Fuiste una ayuda increíble. Aquí están tus honorarios, más la cantidad
extra que te prometí. Supongo que es suficiente, aunque probablemente no
sea nada comparado con el dinero que robaste”.
Cogí la bolsa con una mano y la eché al saco que llevaba en la espalda.
“Muy agradecido”.
Ariane dejó caer la bolsa de oro de su hombro y me miró con seriedad.
“Escucha, Arc… Nos dirigimos a Lalatoya. Es el pueblo más cercano.
¿Por qué no vienes con nosotros y conoces al anciano de la aldea?”
Me sorprendió su sugerencia, pero realmente quería ver una aldea de
elfos. Por otro lado, también quería evitar encontrarme con alguien
importante, y eso incluía a los ancianos de la aldea.
“Me encantaría ir contigo. Pero… ¿es necesario que me reúna con el
anciano?”

212
“Por supuesto que sí. Es necesario obtener el permiso del anciano sólo
para invitar a un forastero a la aldea. Y, para ser completamente sincera,
esperaba que pudiéramos volver a trabajar contigo en el futuro. Para
demostrar lo mucho que confío en ti, quiero presentarte al anciano de la
aldea, una de las personas en las que más confío en este mundo”.
Las dos mujeres que estaban junto a Ariane parecían sorprendidas por
sus palabras, pero no pusieron ninguna objeción.
“Si has llegado a confiar tanto en mí, entonces no te mentiré. Me temo
que no puedo reunirme con el anciano. No si eso significa quitarme la
armadura”.
“Quiero decir, al menos tendrías que mostrar tu cara. ¿No cambiarás de
opinión?”
Simplemente asentí.
“¿Puedo preguntar por qué?”
Fue difícil responder a eso. No quería mentirle, pero tampoco podía
decirle la verdad.
“Si tuviera que quitarme el casco, podría terminar en el extremo
receptor de tu espada”.
“¿Y si te prometo que no lo haré? ¿Me mostrarías tu cara entonces?”
Sus ojos dorados estaban fijos en mí.
¿Se volvería contra mí? ¿O podría entender mi situación? Si pudiera ver
la reacción de una persona que había llegado a confiar tanto en mí, podría
ayudarme a decidir cómo seguir viviendo mi vida en este mundo. Después
de todo, probablemente me esperarían muchas pruebas en el futuro.
Puse las manos en los laterales del casco. Ponta se bajó de un salto y
aterrizó fácilmente en mi hombro.
Me quité lentamente el casco de la cabeza y me enfrenté a las mujeres.
Las expresiones de sus rostros delataban su sorpresa.
Frente a ellas había un esqueleto revestido con una armadura, con
llamas de color azul claro que parpadeaban desde lo más profundo de sus
cuencas oculares, como un par de almas sin cuerpo.
Las dos elfas que estaban a ambos lados de Ariane se pusieron en
posición de combate y empezaron a invocar su magia.

213
“¡Basta!” Ariane extendió los brazos, conteniendo a sus compañeras.
“Arc, es eso, realmente…¿qué ha pasado…?”
Ariane hizo todo lo posible para que su voz no traicionara su sorpresa,
pero aun así capté un atisbo de ella.
Obviamente, no podía decirles que me había despertado en un mundo
diferente al mío y que ahora vivía como mi personaje de videojuego. No
había forma de que lo entendieran.
“Yo mismo no lo sé muy bien. Pero un día, me encontré en este cuerpo,
solo en el país de Rhoden”.
“Él no es un no-muerto, ¿verdad?”
“¿Un no-muerto súper fuerte con armadura? Eso sería horrible”.
Sena y Uhna mantuvieron sus posturas de lucha y continuaron
mirándome con desprecio. Ariane permaneció tranquila, manteniendo el
contacto visual conmigo.
“Él no tiene la corrupción de la muerte sobre él. Además, un animal
espiritual como el zorro cola de algodón no se acercaría tanto a un monstruo
no-muerto. También es capaz de realizar hechizos de curación.”
Las palabras de Ariane tuvieron el efecto deseado de al menos hacer
que las otras dos se detuvieran a pensar.
“¿Huh? Ahora que lo mencionas, ¿eso que lleva en el hombro es un
zorro cola de algodón? ¿Un animal espiritual? ¿Qué está pasando aquí?”
“Así es. Los muertos vivientes corruptos pueden lanzar maldiciones,
pero no podrían usar el poder de la luz para eliminar maldiciones. ¡Esto no
tiene ningún sentido!”
Ariane se rió suavemente ante su confusión. Parecía que la tensión se
había aliviado ligeramente.
“Arc, has hecho mucho para ayudarme a mí y a mis camaradas. Tu
secreto está a salvo con nosotros. Si has sido maldecido, entonces el anciano
puede tener alguna información que podría ayudarte”.
“Eso sería muy apreciado. Nada me haría más feliz que eliminar esta
maldición de mi cuerpo”. Estaría bien volver a tener un cuerpo de carne y
hueso que pudiera responder a la vista de las hermosas mujeres que tenía
delante.

214
Me volví a poner el casco, pensando en mis acciones pasadas y
preguntándome por qué había acabado convirtiéndome en mi avatar de
esqueleto en primer lugar.
“Empecemos por el principio. Soy Ariane Glenys Maple, una soldado
del distrito de Maple, en la provincia del bosque de Canadá. Me gustaría
preguntarte de nuevo, Arc. ¿Vendrás a nuestro pueblo?”
Ariane extendió su mano derecha hacia mí. La extendí y la tomé.
“Me llamo Arc. Estoy en un viaje para limpiar mi cuerpo maldito.
Aceptaré con gusto tu oferta”.
Ahora que por fin lo había expresado con palabras, decidí que regresar
a mi propio mundo se convertiría en mi nueva meta.
Nunca me había planteado que eliminar mi maldición pudiera
convertirse en el propósito de mi viaje. Ni siquiera sabía si estaba maldito.
Pero mientras siguiera viviendo así, me enfrentaría a muchas dificultades. Si
el anciano elfo tenía algo de sabiduría que compartir conmigo, entonces
valdría la pena el viaje.
“¡Bueno, entonces, vayamos río arriba y reunámonos con nuestros
amigos!”
Ariane me sonrió y se echó la bolsa llena de oro al hombro. Levanté mi
propia bolsa del suelo y miré hacia el bosque, donde los dos ríos se unían.
Todavía estaba oscuro, y nuestro camino sólo estaba iluminado por la
luna. Pero nuestro rumbo estaba claro.
“Pongámonos en marcha, ¿listos?”.

215
Epílogo

Olav, la capital del Reino de Rhoden, estaba construida en medio de


una vasta y fértil llanura al norte de las montañas Calcut, y estaba bordeada
al este por el enorme Río Lydel que bajaba de las montañas Furyu.
El castillo y la ciudad estaban rodeados por cuatro murallas, añadidas
sucesivamente con cada crecimiento que experimentaba la ciudad. En la
actualidad, Olav contaba con una población de más de 50.000 habitantes, lo
que la hacía más de tres veces mayor que el centro de transporte de Diento.
La capital estaba rodeada de tierras de cultivo, sólo interrumpidas por
enormes carreteras que se extendían en los cuatro puntos cardinales. Las
mercancías llegaban a la ciudad desde todo el país.
Rhoden era el tercer país más poderoso del continente norte, aunque
palidecía en comparación con el poder del Imperio de Revlon, al norte.
Rhoden estaba formado por varios nobles propietarios de tierras, siendo la
más importante la familia real de Olav. Esto le daba a Olav el poder de
marcar el rumbo de la política del reino, aunque no era lo suficientemente
fuerte como para dictaminar condiciones unilateralmente a los demás nobles.
Aunque la familia real ejercía ciertamente suficiente poder para controlar a
cualquier noble individual, nunca tendrían una oportunidad contra todos
ellos juntos.
Dicho esto, Olav tenía la capacidad de reunir a los nobles, y sus fuerzas
militares, para combatir cualquier amenaza al reino, ya fuera una invasión,
disturbios civiles o cualquier otra situación que la familia real considerara
necesaria.
En lo más profundo de las cámaras del palacio de Olav, un grupo de
nobles se había reunido para discutir las numerosas teorías y rumores que
rodeaban el asesinato del marqués du Diento.

***

216
Una figura estaba sentada a la cabeza de una gran mesa rectangular en
el centro de una estrecha sala bellamente decorada en el interior del palacio
real. A un lado de la mesa había tres personas, con un asiento vacío entre
cada una de ellas.
El hombre que encabezaba la mesa tenía profundas arrugas grabadas en
la frente, lo que le daba un aspecto bastante demacrado. Sin embargo, su pelo
rubio—marcado con uno que otro mechón blanco—su espesa barba y sus
penetrantes ojos azules hacían evidente la fuerza que aún acechaba en su
interior. Este hombre tan bien vestido era Karlon Delfriet Rhoden Olav—el
gobernante del país.
A los cincuenta y cinco años, ya se le consideraba anciano en este
mundo, donde la gente rara vez vivía más allá de los cincuenta años. Ser el
gobernante de una nación probablemente le hacía parecer aún más viejo de
lo que era en realidad.
Detrás del rey se encontraba el Duque Bionissa du Jackell, uno de los
siete duques y el actual en una larga línea de Jackells que sirve como primer
ministro del país. A pesar de no poseer tierras propias, los duques de Rhoden
eran los partidarios más poderosos de la familia real y vivían de los
estipendios que les proporcionaba el rey a partir de los impuestos a los
ciudadanos del país. Ejercían un gran poder sobre el reino.
El Primer Ministro Bionissa llevaba un uniforme relativamente sencillo
de funcionario de la corte, aunque su cabeza afeitada y su intensa mirada
monocular le daban el aspecto de un ave de rapiña.
“¿Qué vamos a hacer con toda la situación del marqués du Diento?” El
rey Karlon habló con cierta pesadez en su voz, mirando al frente y girando
sólo los ojos para dirigirse al primer ministro Bionissa.
El primer ministro jugueteó con su monóculo mientras respondía a la
pregunta del rey con voz aburrida y monótona.
“Hemos enviado a Orhevo, el heredero del marqués de Diento, de vuelta
a Diento desde el palacio de Rhoden para ver qué puede averiguar. En cuanto
a los motivos del culpable, algunos dicen que es obra de esclavos liberados,
dado que varias casas de comercio de esclavos fueron atacadas y la gente
bestia ha desaparecido. Sin embargo, aún no tenemos ninguna prueba
concreta”.
Una voz fría habló en el momento en que el primer ministro terminó.
“He oído rumores de que esto fue obra de los elfos”.

217
Sekt Rondahl Karlon Rhoden Sahdiay—el primer príncipe del Reino de
Rhoden—era uno de los tres que estaban sentados en la mesa. Se pasó los
dedos por el cabello castaño claro mientras hablaba con la voz practicada de
alguien que ha crecido entre la nobleza, y una sonrisa adornaba su apuesto
rostro. Intercambió miradas con el joven que estaba sentado a su lado y le
dedicó una extraña sonrisa.
El hombre en el extremo receptor de la mirada de Sekt tenía una
constitución pequeña pero musculosa y cabello corto y recortado. Llevaba
un uniforme militar decorado con adornos dorados. Su nombre era Dakares
Ciciay Vetran—el segundo príncipe. En contraste con Sekt, él era un militar
enérgico de principio a fin, y carecía por completo de la gracia real del
primero.
El rey Karlon dejó escapar un fuerte suspiro, como si estuviera
acostumbrado a las interacciones hostiles entre el primer y el segundo
príncipe, antes de hacer su propia pregunta. “¿Por qué darías rienda suelta a
esos chismes, Sekt?”.
La sonrisa de Sekt se amplió cuando se giró para mirar al rey.
“Bueno, en realidad, he oído que el marqués du Diento estaba
capturando elfos y vendiéndolos al imperio oriental”.
La tensión en la habitación era palpable.
Dakares no hizo ningún esfuerzo por ocultar su desprecio mientras
miraba a Sekt. “Eso no son más que rumores, ¿no? A menos que tengas
alguna prueba, querido hermano”.
Sekt respondió con la misma sonrisa inquietante. “¿Y por qué estás tan
interesado en defender al marqués, Dakares?”
“¡Estás difundiendo rumores sobre la nobleza de Rhoden!”
El rey se aclaró la garganta, atrayendo de nuevo la atención hacia él y
poniendo fin a la disputa de los jóvenes. Las arrugas de su frente se hicieron
aún más profundas.
“Es suficiente. Es impropio hablar mal del marqués sin ninguna prueba.
Sin embargo, es cierto que no podemos hacer la vista gorda ante estos
rumores. Deberíamos enviar un grupo a Diento inmediatamente para realizar
una investigación formal. Yuriarna, ¿qué opinas de esto?”
El rey dirigió su mirada a la única mujer de la sala. Aunque el vestido
que llevaba era más bien reservado en su diseño, la tela y la costura hacían

218
evidente la verdadera obra maestra que era. La mujer apta para llevar un
vestido tan hermoso era Yuriarna Merol Melissa Rhoden Olav—la segunda
princesa del reino.
Yuriarna, que había permanecido sentada en silencio durante toda la
discusión anterior, ignoró a ambos jóvenes y dirigió su mirada al rey Karlon.
Tras una breve pausa, abrió la boca para hablar.
“Yo también he oído rumores. De ser ciertos, significarían no sólo que
el tratado de los elfos en el que tanto trabajó la familia Frivtran se ha roto,
sino también que las fricciones con los demás países podrían ser inminentes.
Deberíamos llegar al fondo de esta situación de inmediato y entablar
conversaciones con los elfos”.
A pesar de su juventud, Yuriarna habló con calma y firmeza, sin la
menor vacilación ante el escrutinio del rey.

219
220
Junto al rey, el Primer Ministro Bionissa habló en señal de aprobación.
“Es como dice la Señorita Yuriarna. Si los elfos restringieran el comercio
con Limbult como venganza por este acto, estaríamos a merced de los demás
países”.
El rey se giró hacia el primer ministro, sin hacer ningún esfuerzo por
ocultar su disgusto. “Esto es cierto. Las herramientas mágicas serían, por
supuesto, un problema. Además, si nos restringieran el acceso a las piedras
rúnicas de fertilidad para los cultivos, podríamos enfrentarnos a una crisis
alimentaria, o incluso a una revuelta total de los demás nobles de Rhoden”.
“Entendido, Su Alteza. Reuniré un grupo formal de investigadores y me
dirigiré a Diento”.
El rey asintió. “Eso es todo por hoy entonces”.
En cuanto el rey terminó de hablar, Bionissa dio una palmada. Los
sirvientes que esperaban fuera entraron en la sala y se alinearon a lo largo de
las paredes.
Sekt y Dakares ni siquiera se miraron mientras se ponían de pie y salían
en silencio. Un momento después, Yuriarna comenzó a levantarse
lentamente. Karlon la llamó.
“Yuriarna”.
“¿Si padre?”
“Espero abrir la comunicación con los elfos lo antes posible. Me
gustaría que fueras a Limbult. ¿Podrías hablar con Seriarna sobre este asunto
y pedirle que haga los arreglos?”
La expresión del rey había cambiado por completo. Ya no hablaba como
un monarca, sino como un padre que le pedía un favor a su hija.
Yuriarna le devolvió la sonrisa.
“Por supuesto, padre”.

***
Dos hombres se unieron a Dakares en sus aposentos privados, uno de
los cuales se sentó en un sofá de cuero justo enfrente de él. Todos los
sirvientes se habían marchado, dejando a los tres hombres solos.

221
Dakares, que hace unos momentos había estado discutiendo con el
primer príncipe Sekt, se sentó rígido en su silla, con sus ojos azules ardiendo
de rabia.
“¡Maldita sea! ¡¿Estamos justo en medio de la consolidación de nuestro
poder y ahora perdemos a nuestro mayor patrocinador financiero?!” El rostro
del segundo príncipe, bien cincelado, se retorció de ira al escupir esas
palabras.
El gran hombre sentado en el sofá frente a él asintió profundamente. Su
físico musculoso daba la impresión de juventud, aunque su pelo castaño y
blanco y su impresionante bigote delataban su verdadera edad. Su nombre
era Duque Maldoira du Olsterio, y era uno de los siete duques, sirviendo
como general al mando del tercer ejército real.
El general Maldoira hizo una mueca mientras discutía la situación.
“Sí, como resultado de este incidente, el hijo mayor del Marqués du
Diento, Orhevo, ha sido enviado de vuelta a su ciudad. Deberíamos prever
su ausencia de la capital durante un tiempo, hasta que sea capaz de tomar el
control de la situación”.
Dakares se golpeó el muslo con el puño. “¡Tenemos problemas
mayores! Si ese tonto no se comporta como es debido, ¡los inquisidores se
darán cuenta de todo lo que ha pasado! Tenemos que asegurarnos de que
mantenga la boca cerrada, de una forma u otra”.
“No tienes que preocuparte. He enviado a varios de los mejores hombres
a lo largo de la ruta hacia Diento. Él nunca llegará a casa”.
“¡Vaya, vaya! ¡Realmente eres rápido!” Dakares se reacomodó en su
silla, pareciendo más relajado ahora.
El general sonrió. “Aceptaré amablemente tu cumplido”.
“Los sirvientes que vieron el desarrollo de los acontecimientos dicen
que fue obra de los elfos, pero ¿podría ser realmente así?”
“Es difícil de decir. Hay informes de gente que vio a los elfos por la
ciudad, pero también sabemos que una banda de liberadores atacó otras tres
casas de comercio de esclavos en la misma noche, lo que provocó la huida
de más de cuarenta y cuatro hombres bestia. Muchos dicen que el asesinato
también fue obra de estos supuestos liberadores”.
“No me importa si los hombres bestia fueron los que realizaron el
asesinato, pero no veo ninguna razón por la que se arriesgarían a matar al

222
marqués si su objetivo era salvar a sus hermanos esclavizados. ¿Crees que
estaban trabajando con los elfos?”
“No puedo decirlo. Es posible que quisieran que pareciera así. Sekt
podría haber hecho esto intencionadamente para debilitar la posición de
Diento exponiendo sus crímenes. Mientras tanto, Yuriarna está tratando de
reconciliarse con los elfos. Si descubre lo que estamos haciendo, podría
revelar tu violación de los deseos del rey, restringiendo aún más tu poder. He
ordenado a los sirvientes que mantengan la boca cerrada sobre lo que vieron,
pero ya hemos perdido el rastro de uno de ellos. Es posible que uno de tus
hermanos les haya ofrecido asilo”.
“¿No es eso un problema? Si el sirviente revela lo que sabían,
entonces…”
“Sigue siendo la palabra de un único e insignificante sirviente. El
verdadero problema, sin embargo, es qué pasó con los fondos que el Marqués
du Diento debía enviar. Los elfos generalmente no están interesados en el
dinero, y, aunque estos lo estuvieran, la cantidad tomada no podría haber
sido llevada por un número tan pequeño de ellos. Esto podría ser una especie
de conspiración para debilitar a nuestra facción”.
El príncipe Dakares frunció el ceño. Esta situación iba mucho más allá
de una simple pérdida de fondos para apoyar su candidatura al trono. Si todo
se hacía público, esto reforzaría las propias candidaturas del Príncipe Sekt y
la Princesa Yuriarna para ser nombrados sucesores de Karlon.
La facción de Sekt ya había ganado el apoyo de tres de los siete duques.
Además, tenía el apoyo del Imperio de Revlon al oeste. La baraja ya estaba
fuertemente inclinada a su favor.
Tal como había dicho el general Maldoira, la única posibilidad era que
se tratara de un complot para obstaculizar aún más las ambiciones de
Dakares. Yuriarna era directa y honesta, y Dakares estaba convencido de que
nunca haría algo tan sucio y turbio como robar el dinero de Diento haciendo
que pareciera una incursión de los elfos. Su hermanastro Sekt, sin embargo,
cometería fácilmente tal atrocidad, manteniendo una fachada de inocencia.
“Debemos actuar antes de que Sekt tenga la oportunidad de hacerlo.
Cetrion, es hora de que tú y Houvan empecéis los preparativos”.
Un hombre de unos treinta años, vestido con traje militar, salió por
detrás del General Maldoira y se inclinó profundamente en respuesta a la
orden del Príncipe Dakares.

223
“Como usted ordene”.
El hombre se llamaba Teniente General Cetrion du Olsterio, uno de los
tres generales reales y heredero del ducado de Olsterio. Se parecía a una
versión más joven de su padre, el General Maldoira.
El príncipe Dakares sonrió, imaginando a su hermano burlón envuelto
en llamas.

***
En ese mismo momento, Sekt—el primer príncipe del Reino de
Rhoden—también se reunió con otros dos en sus aposentos privados.
El príncipe se recostó en su lujoso sillón. Estaba hecho de madera de
color ámbar y cubierto con un cojín adornado con diseños florales.
Sus ojos azules, situados en lo más profundo de su rostro bien esculpido,
eran herencia del rey, y sólo vestía las ropas más principescas.
A su lado, una hermosa y refinada mujer sorbía delicadamente de una
taza, con su cabello castaño claro cuidadosamente arreglado. Compartía
rasgos faciales con el príncipe Sekt, aunque era difícil identificarlos bajo su
espeso maquillaje. Llevaba un precioso vestido que se extendía en una
amplia falda.
La mujer se llamaba Lefitia Rhoden Sahdiay—reina de segunda clase y
madre de Sekt. Colocó su taza de té sobre la mesa mientras hablaba.
“El bando de Dakares está maquinando mientras hablamos. ¿Vas a
dormirte en los laureles, Rondahl?” Como su madre, Lefitia todavía se
refería a Sekt por su nombre de pila.
Llamar a un miembro de la familia real por su nombre de pila era un
honor reservado sólo a los miembros cercanos de la familia y a otros con una
relación íntima. Si lo hiciera cualquier otra persona, se consideraría un grave
insulto.
“Dakares y su banda sólo están tratando de limpiar lo que han hecho,
madre. Hicieron un trabajo respetable ocultando la verdad, pero era
lamentablemente evidente a dónde iba todo el dinero del marqués. Dudo que
tengamos que hacer algo, teniendo en cuenta lo mucho que le va a costar
toda esta debacle”.

224
El otro hombre de la sala asintió con la cabeza antes de hablar. “En mi
humilde opinión, la Princesa Yuriarna es la única que actualmente es
proactiva. Si ella aprovecha esta oportunidad para dar mayores pasos hacia
sus propios objetivos, podría muy bien poner en peligro tu candidatura al
trono”.
A pesar de la sonrisa cortés y el atuendo sacerdotal de este hombre de
baja estatura, tenía un aire bastante vil. Era un sacerdote Hilk, llamado
Boran, y sólo estaba en la capital para hacer propaganda y difundir la fe Hilk.
“Es cierto. Ella también es popular entre los súbditos. Si aprovecha esta
situación para ganar ventaja, los que están al margen, e incluso los duques
que se han alineado con nosotros, podrían apoyarla. Tenemos que averiguar
la inclinación del pueblo y hacer nuestro movimiento. Boran, supongo que
puedes llamar a tus seguidores que usan magia, si es necesario, ¿no?”.
El sacerdote respondió con fervor. “¡Por supuesto! Nosotros, y nuestro
Padre en el cielo, traeremos mil bendiciones sobre usted, Su Alteza. Mis
devotos seguidores y yo esperamos ansiosamente la oportunidad de
servirle”.
Sekt se esforzó por mantener la compostura ante las exageradas
proclamaciones de Boran. “Boran, somos iguales, ¿no es así? No hay
necesidad de hablar tan formalmente conmigo. Y por favor, llámame
Rondahl”.
Boran pareció perplejo por un momento antes de hacer una reverencia.
“Me siento profundamente conmovido por este gran honor que me ha
concedido, maestro Rondahl. Sin embargo, me temo que debo irme ahora,
pues hay mucho que hacer para aliviar las preocupaciones de Su Alteza”.
El hombre estaba tan entusiasmado que prácticamente salió bailando de
la habitación, aunque logró hacer otra reverencia cortés antes de salir. Una
vez que se fue, Lefitia dejó escapar un suspiro.
“¿De verdad tenías que decir eso, Rondahl? ¿No se volverá en tu contra
una vez que la Princesa Yuriarna haya sido eliminada?”
“En absoluto. Boran lleva un tiempo jugando con ambos bandos,
aunque su verdadero objetivo es deshacerse de Yuriarna. Después de todo,
ella es la que está presionando a Padre para que ponga fin al proselitismo
Hilk. Una vez que haya utilizado a Boran para destruir a Yuriarna, me
desharé de su ejército privado. Las inclinaciones religiosas son relativamente

225
débiles aquí en Rhoden, así que dejar que los Hilk se infiltren más sólo traería
más problemas”.
Lefitia dio un sorbo a su taza de té. “Supongo que sí. Por otro lado,
también vale la pena considerar el aumento masivo de población que
supondría una afluencia de seguidores de Hilk y sus templos. Aunque he oído
el rumor de que el emperador de Revlon ha rechazado al sumo sacerdote de
los Hilk, así que puede que eso no sea posible mientras el Imperio de Revlon
te apoye”.
“Correcto. Sería un movimiento bastante inadecuado formar una alianza
con una religión rechazada mientras intentamos detener su propagación
hacia el sur, aunque nos conceda acceso al puerto sin glaciares del Santo
Imperio de Revlon. Primero, haré que Boran descubra lo que Yuriarna está
tramando, y luego nos desharemos de Dakares. Después de revelar lo que
realmente ocurrió con el marqués, acabaré con la familia Diento y le daré el
dominio a los Hilk”.
Sekt soltó una carcajada siniestra antes de recoger su taza de la mesa y
tragarse el té tibio de un solo trago.

***
En otro lugar del palacio, mientras Sekt estaba ocupado tramando su
caída, la Princesa Yuriarna estaba sentada junto a una ventana que daba a un
hermoso jardín.
El hombre que estaba al otro lado de la mesa tenía una larga y ondulada
melena rubia. Sus hermosos ojos castaños parecían totalmente inadecuados
para la mirada furiosa que sostenían.
Una doncella les sirvió el té en sus tazas con una mano bien
acostumbrada antes de hacer una ligera reverencia a la Princesa y
desaparecer de su vista.
“Gracias, Ferna”, dijo Yuriarna. Ferna había estado a su lado desde la
infancia.
Después de dar un sorbo a su té, Yuriarna respiró profundamente y
dirigió su atención al hombre que tenía enfrente.
“Casi teníamos a Dakares exactamente donde queríamos. ¿Cuáles son
las probabilidades de que el gobernante de Diento, donde nuestros espías

226
estaban operando actualmente, fuera asesinado? ¿Crees que esto fue un
intento de Dakares de ocultar las pruebas de su traición?”
El hombre de mediana edad que estaba frente a Yuriarna se sentó
perfectamente erguido en su silla, vistiendo el uniforme militar de gala
reservado para los tenientes generales.
Carlton du Frivtran—uno de los tres generales del Reino—interrumpió
por un breve momento. “No, mi señora. El marqués era una de las principales
fuentes de financiación del bando de Dakares, y un poderoso partidario, así
que es difícil creer que Dakares lo matara. En cuanto a los sirvientes que
declararon sobre lo que vieron, intentamos asegurarlos lo antes posible, pero
sólo pudimos hacernos con uno. Ya he dado órdenes de entregar al sirviente
al Gran Ducado de Limbult”.
Yuriarna frunció las cejas y frunció el ceño. “Según las declaraciones
de los testigos, el castillo fue atacado por los elfos. ¿Fue una venganza por
los secuestros del marqués? También hay informes de que se liberó a gente
bestia en varias casas de comercio de esclavos de la ciudad, así que me
pregunto si estaban trabajando juntos. Había oído que Diento es una fortaleza
bastante robusta, así que es difícil creer que los soldados elfos pudieran tener
éxito en un ataque por su cuenta”.
Yuriarna no buscaba una respuesta exactamente. Más bien, estaba
dejando que su mente trabajara en el problema. Sus ojos se entrecerraron
mientras miraba el vapor que salía de su taza.
Carlton tenía una expresión pensativa. “Los elfos y la gente bestia tienen
relaciones relativamente estables, así que es totalmente posible. Sin
embargo, sin algún tipo de ayuda interna, habría sido difícil infiltrarse. El
mayor misterio para mí es cómo los hombres bestia pudieron robar todo ese
dinero y quemar la mitad de la residencia principal del castillo, todo ello sin
que ningún testigo viera a nadie más que a los elfos. Tal vez fue uno de los
hombres de Sekt, tratando de debilitar la posición de Dakares”.
“En todo caso, los ciudadanos de Rhoden que viven cerca de los elfos
deben estar temblando de miedo. Después de todo, ni siquiera una enorme
fortaleza fue suficiente para evitar que se vengaran. Me temo que nuestras
rutas comerciales se verán aún más limitadas. ¡No puedo creer que el idiota
de mi hermano haga algo tan tonto! Está tratando de abandonar un tratado
de 400 años”. Yuriarna dejó escapar un pesado suspiro.

227
“Sin embargo, este incidente debilitará enormemente el poder del bando
de Dakares, enviando aún más nobles hacia nosotros. En adelante, tendremos
que vigilar los movimientos de Sekt”.
“Es verdad, supongo. También es probable que Sekt utilice esta
situación para intentar ganarse a los partidarios de Dakares. Deberíamos
tener conversaciones adecuadas con los elfos para discutir la situación
también. Empecemos en el Gran Ducado de Limbult, ya que son los únicos
que tienen un comercio regular establecido con los elfos”.
Yuriarna bajó los hombros y cogió su taza, tomando un sorbo de su té
de hierbas. Su aroma le trajo buenos recuerdos y le hizo sonreír.
“Me pregunto cómo estará Seriarna…” Su hermana mayor, Seriarna, se
había casado con la familia Ticient—del Gran Ducado de Limbult.
Un suspiro escapó de los labios de Yuriarna mientras se giraba para
mirar a través de la ventana.
En lo alto del castillo, unas nubes grises y oscuras habían cubierto el
cielo. El sonido de una fuerte lluvia se acercaba.

228
Capítulo Extra
Diario de Lahki — El Comerciante
Parte I

Un caballo solitario tiraba de un carro por un camino oscuro en


Diento. El sol se había ocultado y la noche cubría el paisaje.
Un joven de unos veinte años con el pelo castaño rizado tarareaba para
sí mismo mientras se sentaba en el asiento del conductor, llevando las
riendas. Aunque iba bien vestido, no desprendía un aire de riqueza. Un
rápido vistazo a las cajas apiladas en la parte trasera de su carro sugería que
este joven era un comerciante. Además de su armadura de cuero, llevaba una
sencilla espada en la cintura y un pequeño escudo en la espalda. Se dirigía a
pasar la noche en su posada habitual de Diento.
Cuando la posada apareció a la vista, un hombre musculoso con cabello
rubio corto que se alzaba en el frente hizo una seña hacia el carro, como si
hubiera estado esperando su llegada.
Le dirigió una cálida sonrisa al conductor. “Llegas tarde, Lahki. ¿Has
traído alguna mercancía para vender?”
El joven comerciante conocido como Lahki respondió rápidamente,
dando a entender que ambos eran amigos. “Buenas noches, Behl. En
realidad, ¡obtuve mucho más de lo que esperaba!”
El otro hombre, Behl, tenía el enorme cuerpo de un luchador. Su rostro
registró sorpresa ante las palabras de Lahki. “¡No puede ser! Rea y yo
estábamos hablando de que todas las tiendas estarían ya cerradas”.
Lahki miró a su alrededor. “¿Dónde está Rea, por cierto?”
“Heh, ya de vuelta en la habitación, relajándose”.
Lahki aparcó el carro frente a la entrada de la posada y desató su caballo.

229
Después de dejar su corcel con el mozo de los establos de la posada,
sacó sus maletas de la parte trasera. La posada guardaba los carros en un
garaje durante la noche para reducir el riesgo de robo, pero seguía siendo una
idea prudente llevar los objetos de valor a la habitación.
Lahki luchó con una bolsa particularmente pesada. Behl extendió la
mano y lo recogió por él.
“Esto es bastante pesado. ¿Estás seguro de que compraste armas?”
“La tienda de armas estaba cerrada, tal como dijiste. Pero me encontré
con un mercenario errante que estaba vendiendo sus propias armas. Así que
se las compré”.
Los dos pasaron por delante del mostrador de la planta baja y se
dirigieron al segundo piso. Lahki casi siempre se quedaba en la misma
habitación.
Lahki llamó a la puerta y esperó a que la mujer de dentro respondiera.
“Rea, ¿podemos entrar?”
Tras obtener permiso para entrar, Lahki y Behl entraron.
La habitación estaba en la esquina del edificio y apenas tenía espacio
suficiente para contener las tres camas que se apiñaban en ella. Una mujer
estaba sentada en la cama más alejada de la puerta.
Se había quitado la armadura, y su pelo castaño colgaba suelto por
encima de los hombros en lugar de estar recogido en su habitual cola de
caballo. A pesar de su atuendo infantil, daba una impresión de feminidad.
La cara de Rea se iluminó en cuanto vio a Behl y la pesada bolsa que
llevaba.
“¡Vaya! ¿Tienes las armas?”
“Bueno, en realidad…” Lahki repitió la historia que le había contado
antes a Behl.
“Un mercenario, ¿eh? Entonces, ¿qué tipo de armas has comprado?”
“Yo también me lo preguntaba”. Behl dejó caer la bolsa al suelo y
comenzó a sacar su contenido. Cuando sacó cada una de las espadas de su
funda, soltó un grito de sorpresa.

230
“Todas son muy impresionantes. Cada espada debe haberte costado
veinticinco monedas de oro, ¿no? Me sorprende que hayas podido
comprarlas todas”.
“¡Mira esta! ¿No es genial? Es totalmente diferente a todas las demás”.
Behl y Rea se quedaron boquiabiertos al ver la espada que sostenía
Lahki.
“Cada una se venderá por unas treinta monedas de oro. La que tiene Rea
nos dará otras sesenta, quizá incluso cien”.
Behl habló en voz baja. “¿Cómo has comprado todo esto…?”
Lahki se rascó la cabeza avergonzado y se inclinó hacia él, manteniendo
la voz baja mientras contaba su historia.
“¡¿Qué?! ¡No puede ser!”.
Los dos apenas podían quedarse callados. Lahki rápidamente puso sus
manos sobre sus bocas.
“¿Hablas en serio? ¿Has comprado todo esto por 150 monedas de oro?”
“¡Es increíble, Lahki! Deberíamos hacer al menos el doble de eso en
ganancias si podemos venderlas todas. ¿Tenía el mercenario alguna idea de
cuánto valían?”
Lahki negó con la cabeza. “Decía que era un mercenario itinerante, pero
parecía que era una especie de caballero noble. No creo que estuviera
necesitado de dinero. Más que nada, creo que sólo quería aligerar su carga”.
Behl miró la espada que colgaba de su propia cintura y dejó escapar un
suspiro, como si pudiera sentir la diferencia de posición social.
“Debe ser agradable que espadas tan caras como éstas no sean más que
una molestia para ti…”
Lahki, al notar la reacción de su amigo, se dejó llevar por la emoción
del momento.
“Escucha, Behl, elige la que quieras. ¡Te daré una gratis!”.
“Espera, ¿estás seguro de eso? Quiero decir, sería increíble, pero…”
Incluso mientras Behl decía esto, ya estaba mirando con entusiasmo las
espadas que tenía delante.
“¡Por supuesto! Siempre eres un gran guardaespaldas. Además, si tienes
un arma mejor, estaré aún más seguro en mis viajes”.

231
Behl cogió una de las espadas, de aspecto similar a la que llevaba
actualmente.
“¿Estás seguro de que es la que quieres?”
“¡Sip! Es mejor seguir con lo que estás acostumbrado”.
Behl se colocó la nueva espada en la cintura y sonrió alegremente
mientras comprobaba cómo se sentía.
Lahki y Rea intercambiaron miradas y se rieron.
“Bueno, creo que es hora de dormir un poco. Lo siento, Rea, por hacer
que siempre te quedes aquí con nosotros”.
Lahki parecía realmente arrepentido mientras decía esto, pero a Rea no
parecía importarle lo más mínimo. Simplemente agitó la mano y se dejó caer
de nuevo en la cama.
“No hay razón para armar un escándalo ahora. Siempre ha sido así.
Estoy feliz de tener tres camas”.
“¡Aunque sólo tuviéramos dos, te dejaríamos la tuya! ¡Lahki y yo
haríamos pareja!”. Behl levantó la vista de su nueva espada para burlarse de
sus dos amigos.
“¡Oye, soy una dama refinada! ¡Pensé que era obvio!”
“Hmm… ¿dónde está esa dama refinada de la que hablas?” Behl miró
alrededor de la habitación con exagerada confusión, pasando directamente
por delante de Rea. Este tipo de bromas eran habituales entre los dos.
“¡Bien, bien! Escucha, se está haciendo tarde. ¡Limpiemos esto y
vayamos a la cama!”
Lahki habló con un tono bien practicado. Estaba acostumbrado a separar
a los dos. Tras guardar las armas, apagó la lámpara y se metió en la cama.
“Mañana iremos a Luvierte”.
“Entendido, jefe”.
“¡Buenas noches, Lahki!”
Lahki sonrió ante las respuestas de sus compañeros y cerró los ojos.
Pronto, la habitación se llenó con el sonido de una respiración constante,
mientras todos se unían al resto del pueblo en su sueño.

232
A la mañana siguiente, el trío salió de Diento y se dirigió al noroeste
hacia Luvierte. Lahki abrió el camino en su carro tirado por caballos con los
otros dos siguiéndolo a pie.
Cada vez que se encontraban con una bestia o un monstruo en la ruta,
Behl salía a matarlo, muy contento de probar su nueva espada.
Se suponía que Rea debía proporcionar magia de apoyo, pero en lugar
de ello se dedicó a quejarse del entusiasmo de Behl. A Lahki no parecía
importarle—después de todo, era algo habitual.
Otros comerciantes y viajeros mantenían una distancia constante con
Lahki y su grupo. Behl y Rea no sólo eran mercenarios de cuatro estrellas,
sino que también eran usuarios de magia, por lo que los demás estaban muy
contentos de dejar que se ocuparan de cualquier amenaza. Esto era algo
bastante común en sus viajes.
Cuatro días después de salir de Diento, el grupo finalmente divisó
Luvierte en la distancia.
Desde su foso, con agua extraída del Río Xpitol, hasta el muro de piedra
de cinco metros que rodeaba la ciudad, Luvierte se parecía a Diento, pero a
menor escala. Hacía bastante tiempo que Lahki no visitaba la ciudad.
Behl observó los vastos campos mientras caminaba, sin hablar con
nadie en particular.
“Lo hice sin problemas, y además justo a tiempo para el almuerzo”.
En la puerta Este, Lahki le mostró al guardia su licencia de comerciante,
que lo identificaba como vendedor de productos metálicos. Haciendo al
grupo pasar.
La parte trasera del carro sólo estaba llena de chatarra, las armas que
Lahki había recogido en Diento y algunas otras mercancías, por lo que la
inspección fue rápida.
Lahki llevó el carro directamente al herrero para que afilara las espadas.
Ya que había gastado todo su dinero en Diento, pensó que sería mejor buscar
compradores aquí en Luvierte mientras afilaban las espadas en las cercanías.
De la chimenea del herrero salía humo, y desde el interior del taller se
escuchaba el sonido del metal chocando contra el metal. Lahki dejó a Rea
con el carro y entró, Behl le siguió de cerca con la bolsa de las armas.

233
En el interior de la herrería, dos hombres estaban en medio de una
conversación, gritando para que se les oyera por encima del ruido de los
martillos. El hombre musculoso y de pelo blanco parecía ser el dueño de la
tienda, mientras que el más joven vestía un uniforme militar comúnmente
usado por los caballeros. Su físico avergonzaba incluso a Behl.
“¡No puedes venir aquí y añadir un arma a tu pedido! Nos estamos
quedando sin materiales. ¡Y además, no puedo hacer herramientas para la
gente del pueblo si siempre estoy haciendo tus armas!”.
“¿Estás loco? ¿Cómo crees que la gente del pueblo podrá seguir
adelante si no tenemos armas para luchar contra los monstruos? ¡No puedes
haber olvidado que hace unos días matamos a dos basiliscos gigantes!”.
La discusión entre los hombres seguía calentándose, como si
compitieran con la temperatura de la propia fragua. Por desgracia, cuanto
más debatían, más lejos parecían estar de una solución.
Los ojos de Behl y Lahki se abrieron de par en par ante la mención de
un basilisco gigante. Un monstruo como ése podría borrar fácilmente del
mapa a toda una ciudad. El autoproclamado mercenario que Lahki conoció
el otro día había mencionado que había monstruos en la zona, pero Lahki
nunca imaginó que se refería a basiliscos gigantes.
El hombre mayor finalmente se fijó en Lahki y Behl y los llamó.
“¿A qué habéis venido? ¿Eres un cliente?”
Lahki tuvo que gritar para hacerse oír por encima del martilleo.
“¡Uh, sí! ¡Me gustaría que afilaras estas armas para poder ponerlas a la
venta!”.
Antes de que el herrero tuviera la oportunidad de responder, el caballero
dijo una palabra primero.
“¡¿Qué?! ¿Son comerciantes de armas?”
El hombre cruzó la tienda con pasos rápidos, dando una imagen bastante
imponente. Lo único que pudo hacer Lahki fue asentir con la cabeza.
“¿Puedes enseñarme esas armas?”
Lahki no tenía ninguna buena razón para objetar, así que miró hacia
Behl, quien obedientemente depositó las catorce espadas en el banco de
trabajo del herrero.

234
Lahki le había dado una de las quince originales a Behl. La vieja espada
de Behl estaba de vuelta en el carro con la otra chatarra. Casi se le llenaron
los ojos de lágrimas al contemplar el final de su querida espada. Pero la hoja
en sí no estaba en condiciones propias de un mercenario de cuatro estrellas,
así que era la opción más práctica. En realidad, era bastante impresionante
que Behl hubiera llegado a las cuatro estrellas con una espada tan pobre.
El caballero y el herrero examinaron las espadas, sacando cada una de
ellas para comprobar su estado.
“¡El acero utilizado en estas es bastante impresionante! Unos
veinticinco sok, supongo”.
El herrero no respondió inmediatamente a la pregunta del caballero,
sino que inspeccionó la espada que tenía en la mano, con una mirada aguda
que le hacía parecer mucho más joven de lo que era.
“¿De dónde has sacado esta espada? Esta… ¿Es una hoja de mithril?
Tiene que valer al menos quinientos sok…”
La sorpresa en la voz del herrero no era nada comparada con la sorpresa
en las caras de Lahki y Behl. Sabían que era una espada de gran calidad, pero
ni siquiera se les había pasado por la cabeza la posibilidad de que fuera una
hoja de mithril.
Este no era el tipo de arma con la que un comerciante promedio como
Lahki normalmente comerciaría, especialmente considerando que había
comprado las quince espadas por solo diez sok cada una. Nunca había
imaginado que estarían hablando de este tipo de precios.
Se decía que el mithril reducía el poder de la magia. Poner una placa
delgada en un escudo reflejaría ataques mágicos, mientras que forjarlo en
una espada te permitiría atravesar incluso a los monstruos más duros con
facilidad. Era increíblemente valioso.
Sin embargo, el mineral de mithril era relativamente raro e
increíblemente difícil de trabajar. Por ello, resultaba bastante difícil fijar un
precio adecuado para las armas de mithril.
Históricamente, sólo los elfos y los enanos poseían las habilidades
necesarias para trabajar el mithril. Sin embargo, al secuestrar a estas
especies, los humanos habían conseguido aprender su oficio. Las acciones
de los humanos acabaron provocando la extinción de los enanos en este
continente y la huida de los elfos a los bosques. A pesar de haber llegado tan

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lejos para adquirir estas habilidades, los artículos que los humanos producían
no se comparaban con el trabajo de los enanos.
Como comerciante, Lahki era bastante bueno para distinguir la calidad
de un artículo, pero esto iba mucho más allá de su capacidad.
“Yo, uh, se lo compré a un viajero. Me lo vendió a, umm—un precio
muy bajo”.
Lahki empezó a sudar frío. El autoproclamado mercenario había dicho
que esas espadas habían sido saqueadas a unos bandidos. Pero era
inconcebible que un bandido llevara un arma de mithril. Si la hubieran
robado, la noticia del robo se habría difundido, y se habría emitido una orden
para dar caza a los bandidos. Sin embargo, Lahki se enorgullecía de ser un
buen juez de carácter, y no había percibido nada falso en el mercenario. Casi
no quería saber de dónde habían salido realmente las espadas.
La voz del caballero interrumpió los pensamientos de Lahki.
“¡Comerciante! ¿Estarías dispuesto a vender estas espadas a mi señor,
el Vizconde Luvierte? Podemos ofrecerte quinientos sok por la espada de
mithril y veinticinco sok por el resto”.
Después de hacer algunos cálculos rápidos en su cabeza, Lahki se dio
cuenta de que esto le supondría más de cinco veces lo que había pagado por
las armas.
“Puedes quedarte con la espada de mithril por cuatrocientos sok. Acepto
tu oferta por el resto”.
“¿Qué? ¿Vas a rebajar mi oferta en cien sok por la espada de mithril?
Debes querer algo a cambio”. Los ojos del caballero se abrieron de par en
par mientras inspeccionaba el rostro de Lahki, tratando de evaluar los
motivos del otro hombre.
Lahki decidió que no sería correcto decirle al caballero que había cogido
la espada por sólo diez sok. En su lugar, se le ocurrió una explicación
diferente para su actitud.
“Esperaba que esta fuera una oportunidad para ganarme la confianza del
vizconde”.
El caballero pareció sorprendido por un momento, y luego alargó la
mano para dar una fuerte palmada a Lahki en el hombro, soltando una sonora
carcajada.

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“¡Guaajajaja! Ustedes, comerciantes, no dejan pasar una sola
oportunidad, ¿verdad? Mi nombre es Horcos. Estoy a cargo de los caballeros
de la finca Luvierte”.
“¿Usted es el j-jefe de los caballeros? Disculpe mi insolencia,
Comandante Horcos, señor. Soy Lahki, un comerciante”.
“¡Ajaja! No te preocupes por eso. Aunque casi lo olvido. Tengo que
informarle al Maestro Buckle. Espera aquí. ¡Volveré con tu dinero en breve!”
Con eso, el Comandante Horcos salió de la tienda, montó en su caballo
y salió a todo galope hacia el castillo.
Después de ver todo esto, el herrero finalmente se dirigió a Lahki.
“El Comandante Horcos siempre es así. Puedes esperar allí hasta que
vuelva”.
Lahki le dio las gracias al hombre, y luego le preguntó si estaría
interesado en comprar algo de chatarra, asegurando finalmente una venta. El
mineral de hierro solía llegar a Luvierte desde el sur, pero últimamente se
retenía en Diento.
Teniendo en cuenta esto, Lahki esperaba poder vender la chatarra por
encima del valor normal del mercado, pero el herrero consiguió convencerle
a cambio de afilar la espada de Behl de forma gratuita. En general, Lahki
quedó satisfecho con el trato.
Poco después, Horcos regresó con varios de sus hombres para recoger
las espadas. Tras recibir sus 725 monedas de oro, Lahki estrechó la mano del
comandante y se marchó.
En marcado contraste con las expectativas de Lahki de un largo y
prolongado proceso de venta, ahora se encontraba con más dinero del que
jamás había tenido en una sola vez. Sus manos temblaron ligeramente al
aceptar el dinero.
Solo para estar seguro, abrió un compartimento en la cama de su carro,
revelando un cofre. Después de poner el dinero dentro, lo cubrió con barro
para evitar que se moviera.
“Todavía no puedo creer que esa fuera una espada de mithril…” Behl
hablaba animadamente, su emoción era evidente. Rea se sorprendió bastante
al escuchar la historia, pero también se alegró de su suerte.

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“¡Esto es genial! ¡Estás mucho más cerca de tener esa tienda con la que
siempre has soñado!”.
“Lo sé. ¡Me tomó completamente por sorpresa!” La emoción se filtró
en la voz de Lahki mientras dirigía el carro hacia la oficina del gremio de
comerciantes de la ciudad.
Ya sea que uno quisiera saber sobre el rendimiento de la cosecha del
año en curso, o sobre los recientes avistamientos de monstruos, o incluso
sobre las diversas categorías de impuestos, el gremio de comerciantes local
era una gran fuente de información. Los bienes y los tipos de impuestos, en
particular, variaban en cada dominio y, en última instancia, afectaban al
precio de venta de todo. El éxito dependía por completo de la capacidad de
un comerciante para analizar los impuestos de cada ciudad y encontrar algo
rentable que vender.
La venta de las espadas había proporcionado a Lahki una gran cantidad
de dinero con el que trabajar. Esperaba que el gremio de comerciantes
pudiera ayudarle a encontrar algo más que vender antes de abandonar
Luvierte.
Por desgracia, a pesar de tener todo ese dinero a su disposición, Lahki
tenía una capacidad de carga limitada en su carro actual, y, con un solo
caballo, cuanto más se acumulara, más tiempo le llevaría viajar entre
ciudades.
La mente de Lahki repasó sus opciones mientras se dirigía a la oficina
del gremio de comerciantes. No estaba seguro de adónde quería ir a partir de
aquí—al sur, a la capital, o seguir el Río Xpitol hasta el puerto de Bulgoh, al
oeste.
Llevó su carro hasta la zona de estacionamiento y dejó que Behl y Rea
lo vigilaran mientras él entraba solo.
Estrictamente hablando, el mostrador de compras de la oficina del
gremio de comerciantes era más una tienda de venta al por mayor que otra
cosa. Los vendedores que no tenían ya un comprador concreto podían
comprobar el valor de mercado de sus mercancías y venderlas en el
mostrador—con un ligero descuento, por supuesto. Este servicio era muy útil
para los mercenarios, ya que podían vender todo lo que traían, desde
monstruos que habían matado hasta hierbas medicinales raras.
Lahki murmuró para sí mismo mientras elaboraba un plan en su cabeza.
“Primero, comprobaré qué tipo de bienes tienen en su almacén, y averiguaré

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a dónde viajar después. Luego averiguaré las categorías de impuestos de las
ciudades a lo largo de la ruta”.
En el mostrador había varias personas, compradores y vendedores, que
regateaban los precios. Sus voces se entremezclaban y creaban un buen jaleo.
Al pasar, Lahki escuchó a un hombre—posiblemente un miembro del
gremio—discutiendo con una chica sobre el precio de una compra.
“¡Eso no puede ser! Papá vendió antes menos que esto y obtuvo diez
monedas de oro más por él. ¡¿Por qué sólo me ofrece diez, y por una cantidad
mayor?!”
“Es como te dije, niña. El precio lo determina la demanda. Primero sube
y luego baja. Esta es mi mejor oferta”.
La chica medía apenas 150 centímetros, con su suave pelo castaño
recogido en trenzas que le colgaban por encima de los hombros. Tenía los
ojos grandes y azules y un saludable bronceado, y vestía ropas sencillas,
como las que se pueden encontrar en uno de los pueblos periféricos de
Luvierte.
“¡Aah, no puedo creerlo! ¡Voy a vender esto en otro sitio!”.
La niña agarró el asa de su carretilla, con una gran bolsa todavía dentro,
y se dirigió hacia la salida enfadada. Lahki percibió un olor dulce y familiar
al pasar.
“¡No vas a encontrar un comprador por tu cuenta, pequeña dama!
¡Vuelve aquí y véndelo al precio ofrecido!” El hombre le gritó a la chica
cuando ella se fue, pero ella lo ignoró y ni siquiera miró hacia atrás mientras
salía.
Lahki, que había observado todo el intercambio, persiguió a la chica.
No tardó en encontrarla. Parecía totalmente abatida.
“Hola, niña. ¿Tienes un momento?”
Ella dirigió una mirada sospechosa hacia Lahki, ocultando la gran bolsa
a su espalda. “¿Quién? ¿Yo?”
“Ah, perdona mis modales. Soy Lahki, un comerciante. ¿Y tú eres…?”
“Me llamo Marca. ¿Necesitas algo?”
Lahki se dirigió a la chica con voz suave, a pesar de su respuesta algo
cortante. “Ese objeto que tienes ahí… ¿Por casualidad es kobumi?”.

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Los ojos de Marca se abrieron de par en par. “¿Sabes acerca del
kobumi?”
“Bueno, tiene un aroma bastante único. ¿Te importaría dejarme mirar
la bolsa? Me interesaría comprarlo si la calidad es buena”.
Después de dejar que las palabras de Lahki calaran, Marca abrió la bolsa
y se la mostró. Lahki le dio las gracias, cogió la bolsa y miró dentro. En
cuanto la solapa de la bolsa se abrió, su nariz se llenó del olor familiar.
Dentro, las flores estaban medio secas. Arrancó una para comprobar su
calidad; parecía buena. Satisfecho, Lahki asintió y volvió a levantar la bolsa
para comprobar su peso.
“Teniendo en cuenta la calidad y el peso… ¿qué te parecen treinta
monedas de oro?”
“¿Tr-treinta monedas de oro? ¡Whoooa!”, gritó la chica, antes de saber
siquiera lo que ella estaba diciendo. Lahki rápidamente puso su mano sobre
su boca.
Su sorpresa era natural. Siendo una chica que vivía en una de las aldeas,
sus gastos domésticos probablemente no superaban ni siquiera las tres
monedas de oro al mes.
Lahki le quitó la mano de la boca y se llevó un dedo a sus propios labios.
Marca asintió, hablando apenas por encima de un susurro. “¿De verdad
está bien? Es mucho dinero”.
Lahki respondió con indiferencia. “Por supuesto. Si llevo esto a la
capital, obtendré un buen beneficio”.
“Si eres un comerciante, ¿sabes qué tipo de enfermedad cura el kobumi?
Nadie en la aldea me lo dice, aunque dicen que allí no lo necesitan”.
“No se usa exactamente para una enfermedad. Es más bien una…
¿medida preventiva? Pero sí, imagino que no se necesita realmente en una
aldea”. Lahki no estaba muy seguro de cómo responder. Fue lo mejor que
pudo hacer.
Marca levantó el labio inferior e hizo un puchero. “¡Los adultos son
todos iguales! Bien, te lo vendo por treinta. ¡Ahora date prisa antes de que
cambie de opinión!”.

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Lahki sonrió mientras contaba las treinta monedas de oro, las metió en
una pequeña bolsa y se las entregó a la chica. Después de comprobar que
estaban todas y deslizar la bolsa en su ropa, parecía mucho más alegre.
“¡Gracias Señor! ¡Buena suerte vendiéndolo todo!”
Marca saludó con entusiasmo antes de salir corriendo. Lahki se echó la
bolsa de kobumi al hombro y se dirigió de nuevo al carro.
Behl y Rea estaban tumbados en la cama del carro, aburridísimos. Rea
vio primero a Lahki y lo llamó.
“¡Bienvenido de nuevo! Eso fue más rápido que lo que… Oye, ¿qué es
ese olor tan dulce?”
“Oh, eso es kobumi. Se usa para las medicinas”.
Les mostró la bolsa que había comprado a Marca, relatando el
intercambio.
“Ese tipo del gremio de comerciantes fue un verdadero imbécil. Pero
aun así, no puedo creer que hayas gastado tanto… ¿Qué tipo de medicina
hace?” Behl cogió la bolsa y miró en su interior, ladeando la cabeza con
confusión.
“La flor de kobumi se utiliza para hacer anticonceptivos. También
puede usarse para inducir abortos”.
“Anticonceptivos… ¿En serio? Vaya, no lo sabía. Pero supongo que
tiene sentido que los pueblos no los necesiten”.
“¡Ja, ja, sip! Tener un montón de niños es parte de la vida del pueblo”.
Los tres venían de la misma aldea, por lo que este tipo de medicina les
resultaba aún más interesante.
“Anticonceptivos… Ahora eso tiene que valer mucho dinero”.
“Sip. Los burdeles los usan, y he oído que incluso algunos nobles lo
hacen también. Haríamos una fortuna si pudiéramos venderlos en el
imperio”.
Rea parecía confundida por esto. “¿Las flores de kobumi no crecen en
el imperio?”
Lahki negó con la cabeza. “No crecen en absoluto en el norte, pero esa
no es la razón por la que se pueden vender por tanto. ¿Has oído hablar de los
Hilk?”

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Behl hinchó el pecho. “¡Nop!”
Rea lo miró con los ojos entrecerrados, buscando en su mente toda la
información que podía recordar sobre los Hilk.
“Son los que hacen proselitismo por todo el continente norte, ¿no?
Nunca he estado allí, pero sé que tienen santuarios—¿iglesias?—dedicados
a los dioses del fuego, del agua y otros por todo Rhoden”.
“Así es. La religión Hilk enseña que hay un dios omnisciente y poderoso
que creó a todas las personas. Más allá del puerto de Bulgoh, se ha extendido
hacia el oeste del Reino Hilk”.
“Debe ser solitario ser un dios sin amigos”. Behl se mostró
comprensivo. Desde luego, si un practicante Hilk lo hubiera escuchado, no
habría tenido fin el sermón que recibiría.
“Las enseñanzas de Hilk prohíben los abortos, y como Hilk es la
religión estatal de todo el imperio… Bueno, ya sabes. Está prohibido incluso
tener kobumi en público. Pero hay una gran demanda, por lo que se puede
vender a precios exorbitantes”.
Los amigos de Lahki escucharon atentamente su historia, aunque Behl
no captó realmente la mayor parte de lo que decía. De todos modos, Behl
asintió con la cabeza. “Entonces, ¿iremos al imperio a vender el kobumi?”.
“Gah, ¿eres estúpido o algo así? Lahki solo estaba hablando de cómo
está prohibido. ¡Si lo atraparan, seguro que le cortarían la cabeza!”.
Lahki se rió ante la interacción tan familiar. “Supongo que nos
dirigiremos a la capital, donde aún podemos venderlo por mucho dinero.
Necesito más información sobre la ruta, así que quiero que ustedes dos se
queden con el carro”.
Dejó el saco de kobumi con Rea y se dirigió de nuevo a la oficina del
gremio de comerciantes, con la mente ya centrada en cómo iban a llegar a la
capital.

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Palabras Finales

Muchas gracias por elegir a Skeleton Knight in Another World. Me


llamo Ennki Hakari, y esta es mi primera novela. Es una sensación tan
extraña pensar en cómo tu obra ha sido lanzada al mundo.
Al principio fue todo un ajetreo, lleno de pruebas agotadoras y
experiencias emocionantes por el camino, pero finalmente pude sacar este
libro gracias a los maravillosos esfuerzos de mi mánager, el increíble
ilustrador KeG, mi editor (que señaló mis constantes errores tipográficos) y
muchos, muchos otros.
Me gustaría aprovechar esta oportunidad para darles las gracias a todos.
Escribí esta historia con la esperanza de crear algo que me resultara
interesante como lector. Espero que tú también lo encuentres interesante. Y
si quieres leer el siguiente volumen, bueno, eso me alegraría.
Si hay personas como yo que disfrutan de esta historia, puede que
tengamos mucho en común—o eso espero, al menos.
Bueno, espero verlos a todos de nuevo en el próximo volumen. ¡Eso es
todo por ahora!

Mayo 2015—Ennki Hakari


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Traducido al Español por:

¡Alex O’!

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