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Una vez lo seleccionamos, tenemos que quitarle todas las hierbas y piedras
para poder comenzar con su elaboración.
Una vez el barro esté completamente limpio, lo pasamos por los molinos
añadiéndole agua en función de las piezas que queramos realizar, dado que
cuanto más alta sean las piezas que vamos producir más duro debe estar el
barro, sino corremos el riesgo de que no se deje trabajar.
Esta es una fase importantísima en el proceso porque ese amasado tiene que
ser uniforme porque si no está bien amasado el barro y lleva bolsas de aire
corremos el riesgo de que estallen en el horno las piezas.
Después, se coloca la peña de barro en el torno y se pasa a la realización de las
piezas de forma artesanal. Conforme se vayan realizando las piezas, se van
poniendo a secar de una forma gradual, ya que si el secado es muy rápido nos
puede llevar a que las piezas agrieten, dado que pierden muy rápido la humedad.
El esmaltado debe ser con cuidado porque la pieza aún está sin cocer con lo
cual se corre el riesgo de que rompa al esmaltar.
Una vez esmaltado, procedemos al enfornado de las piezas. Las piezas si van
esmaltadas, no pueden tocar unas con otras porque si no al cocer cuando funde
el esmalte se pegan unas con otras quedando inservibles.
Para tener la pieza totalmente lista, solo nos queda cocerla. Está cocción
depende mucho del tipo de pieza y de los esmaltes que se usen, por tanto la
duración de esta cocción está entre las ocho y diez horas de duración y una
temperatura aproximada a los 1.000 ºC. Cuando se termina de cocer la hornada
hay que dejar enfriar las piezas de forma lenta, porque si se apura mucho ese
enfriamiento, se corre el riesgo de que agrieten las piezas y rompan.