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Además de presentar cifras muy altas de diversidad total, Oaxaca destaca por un nivel
sorprendente de endemismo, es decir que la distribución natural de un gran número de las
especies nativas no sobrepasa los límites estatales. Para los biólogos, un porcentaje alto de
endemismo en un territorio continental es indicio de aislamiento ecológico, debido a
heterogeneidad del clima y el suelo; sugiere patrones locales de evolución. En el Estado
sobresalen un alto número de especies endémicas de anfibios y reptiles entre los
vertebrados, y de cícadas entre las plantas, grupos que representan linajes que se
diferenciaron en fechas muy tempranas. La variedad de especies endémicas de estos
grupos en Oaxaca es testimonio de una historia geológica larga y complicada, moldeada por
la interacción entre tres o más placas tectónicas que ha conformado un territorio de gran
complejidad de relieve y tipos de roca. Un factor adicional que ha propiciado diversidad y
endemismo en el Estado es su posición en el extremo sur de la masa continental
norteamericana, constituyendo por mucho tiempo una península aislada de otras floras y
faunas tropicales; una vez emergido el puente centroamericano en tiempos geologicamente
recientes, Oaxaca quedó posicionado en el punto de contacto e intercambio entre el reino
biogeográfico neotropical, de origen sudamericano, y el reino neártico, con afinidades hacia
Norteamérica y Eurasia. La diversidad biológica del Estado refleja así procesos de gran
profundidad temporal. Más que el interés de enumerar y describir especies, la variedad de
animales, plantas y hongos nativos motiva a la curiosidad científica para entender la
compleja historia natural que la subyace.
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Las culturas indígenas de Oaxaca se han desarrollado en el marco de esta diversidad
biológica. La diferenciación lingüística interna de la familia otomangue, grupo mayoritario
en el Estado, ha sido relacionada con la adaptación cultural a espacios geográficos
ecologicamente disímiles (3.). El hábitat de las comunidades chinantecas, por ejemplo,
corresponde a bosques tropicales perennifolios y mesófilos de montaña; las lenguas de la
rama popolocana, en cambio, parecen haberse diferenciado en el área de matorrales
xerófitos y bosques tropicales caducifolios del Valle de Tehuacán y la Cañada de Cuicatlán;
y los grupos mixtecanos y zapotecanos se habrán diversificado en zonas comparativamente
altas del interior del Estado, caracterizadas principalmente por chaparrales y bosques de
encino y pino. La terminología etnobiológica en diferentes lenguas de Oaxaca parece
reflejar una familiaridad mayor con ambientes específicos, que probablemente
corresponden a los hábitats ancestrales. El estudio comparativo de los nombres de plantas
y animales en una zona de alta diversidad ecológica y lingüística como el Estado ofrece la
posibilidad de reconstruir la historia de los sistemas indígenas de clasificación biológica.
Documentando modificaciones en la nomenclatura biológica de una lengua podemos inferir
cambios en la visión del mundo y la categorización de los seres vivos en tiempos de
migración, expansión territorial o contacto con otros grupos culturales. A partir de 1519,
los sistemas indígenas de conocimiento tuvieron que responder a modificaciones drásticas
en la composición de los ecosistemas, particularmente en el dominio de las especies
domesticadas, a raíz de la invasión europea y la introducción de nuevas plantas y animales.
Los documentos que registran el léxico etnobiológico de ese período son particularmente
interesantes porque nos permiten acercarnos al pensamiento clasificatorio en un momento
de profundo cambio.
Los paralelos entre mixteco y zapoteco se confirman cuando examinamos los nombres de
especies registradas en los dos vocabularios que caracterizan a ecosistemas específicos.
Tanto Alvarado como Córdova documentan nombres de plantas y animales representativos
de zonas ecológicas muy distintas y distantes del área donde recogieron la información
(Tamazulapan y Teposcolula en la Mixteca Alta para Alvarado, el Valle de Oaxaca para
Córdova). Ambos citan especies de las selvas húmedas y de los bosques tropicales secos,
así como de los diferentes tipos de vegetación de las zonas altas:
5. La vegetación de las montañas por encima de 2,500 metros sobre el nivel del mar está
representada en los dos vocabularios por los nombres indígenas del abeto (Abies sp.).
De esta reseña breve resalta el mayor número de especies características de las zonas de
altitud media y alta, como podría anticiparse por el hecho que tanto Alvarado como
Córdova vivieron y trabajaron en comunidades dentro de ese rango ecológico. Un factor
adicional para explicar esta representación desproporcionada de la vegetación de las
montañas y valles interiores de Oaxaca es la probabilidad que los hablantes ancestrales
tanto del proto-mixteco como del proto-zapoteco habitaban precisamente en ese contexto
ecológico. De ser así, esperaríamos que las lenguas descendientes poseyeran un léxico más
vasto, y más finamente diferenciado, para nombrar a las especies comunes en esos
ecosistemas.
El nombre paláo castilla ejemplifica el patrón más común en ambos vocabularios para acuñar
nuevos nombres: una categoría indígena es ampliada para incluir a una especie introducida,
agregando generalmente un epíteto para distinguir al nuevo referente, y en algunos casos para
marcar también al original. Los epítetos se refieren frecuentemente a la supuesta procedencia
castellana de las nuevas especies, o al carácter silvestre del referente original. Los ejemplos
abundan en ambas lenguas. En mixteco y zapoteco, el término para ‘venado’ se extiende para
nombrar a los caballos y las reses, agregando epítetos para diferenciarlos. El animal nativo se
convierte en el ‘venado del monte’ (ydzu yucu en Alvarado, pichìna tàni en Córdova). En
mixteco, toros y vacas se distinguen como ydzundeque, ‘venados con cuernos (en contraste
con astas)’. Las palomas introducidas (dzata, péeti castilla) desplazan a las torcazas nativas,
que se convierten en la ‘paloma del monte’ (dzata yucu, pèeti tàni), de la misma forma como
el puerco (quene, [pèco] péhue) suplanta al pecarí (quene yucu, péhue táni). En zapoteco,
el asno aparece como ‘liebre castellana’ (pilláana castilla) y los nombres de las gallinas
pueden interpretarse como ‘guajolote de Castilla’ y ‘guajolote de cresta’. Los ejemplos son
aun más abundantes entre las plantas: ambos vocabularios relacionan al trigo, la cebada y el
arroz (nuni castilla, nuni vuiyu tedzoho, nuni cuisi castilla; xòopa castilla, xóopayàti
castilla tàgo mani, xòopanagàti castilla) con el maíz (nuni, xòopa); el garbanzo, lentejas,
habas y arvejas con los frijoles; la yerbabuena (mino castilla, nocuàna pèti) con el epazote,
las almendras con el cacao, las aceitunas con las ciruelas nativas (Spondias sp.), y todas las
especias introducidas (pimienta, mostaza, clavo, canela, azafrán) con el chile: la pimienta se
nombra ‘chile negro’ o ‘chile de Castilla’, la canela es ‘chile corteza’ y ‘chile dulce’, el
azafrán es ‘chile viejo’, etc. Alvarado registra los higos, duraznos y melones como aguacates,
capulines y chilacayotas de Castilla, respectivamente, y Córdova cita al membrillo, la granada
y la lechuga como el zapote blanco, el elote y el huaje de los castellanos (11.).
El tercer patrón es el más interesante desde el punto de vista del funcionamiento de los
sistemas de clasificación natural. Varias especies introducidas reciben en ambas lenguas
designaciones acuñadas ex profeso. Los nuevos términos en algunos casos no pueden ser
analizadas etimologicamente, como cuando se crea un nombre onomatopéyico para un
animal. En otros casos, más comunes, se trata de términos compuestos donde puede
reconocerse por lo menos una raíz. Ejemplos de ello son los nombres que documentan
ambos vocabularios para el rábano: [n]duvua ñami (‘verdura que se come cruda +
tubérculo comestible’) y còo quijña (‘tubérculo comestible + chile’). Alvarado transcribe
el ajo como ‘cebolla picante’, la naranja como ‘fruto amarillo/guayaba + dulce’, y el limón
como ‘fruto amarillo/guayaba + agrio + pequeño’. Córdova registra la albahaca como
‘flor-verdura’, la amapola como ‘flor-chile’, y la alfalfa como ‘yerba + verdura + comer +
caballos/reses’. El patrón aparece también en los nombres de animales: el vocabulario
mixteco designa al carnero ticachi, ‘clasificador animal + algodón’ (zapoteco: péco xílla,
‘perro + algodón’), y a la cabra [n]didziyu, ‘[otro] clasificador animal + pelo + boca’. Este
último parece ser una calca de tentzon, ‘labio + pelo’, nombre acuñado en náhuatl para los
chivos que fue tomado en préstamo en otras lenguas mesoamericanas.
Los lexicógrafos del siglo XVI en Oaxaca hicieron así dos contribuciones importantes para
la historia de la ciencia. Registraron con tal detalle la diversidad de su entorno que sus
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vocabularios representan los listados de especies más ricos de todo el periodo virreinal en la
entidad; cuatrocientos años después, siguen siendo el acervo más completo de la
nomenclatura biológica indígena en el Estado publicado hasta la fecha. Además, al
capturar un momento clave del comportamiento lingüístico ante cambios ecológicos sin
precedente, atestiguaron la productividad de un sistema taxonómico mixto en el que los
criterios culturales pueden sobreponerse a las semejanzas morfológicas que reflejan a la
filogenia. Los datos que nos legaron ponen en entredicho las generalizaciones en boga
acerca del pensamiento clasificatorio frente a la naturaleza. Los diligentes dominicos nos
dejan ver cómo los científicos de hoy pueden aferrarse a sus inclinaciones teóricas más que
a la evidencia empírica. Nos recuerdan, en otras palabras, que la ciencia es ante todo una
empresa humana.
NOTAS:
4. Usé los siguientes criterios para calcular las cifras que reporto:
a) En los numerosos casos donde aparecen varias glosas indígenas para un término en
español, consideré las diferentes designaciones como sinónimos para una sola especie,
excepto cuando se trata de cognados de nombres registrados en estudios de las lenguas
zapotecas y mixtecas actuales que nos permiten claramente diferenciar dos o más especies
como referentes. Puesto que el léxico etnobiológico está pobremente representado en la
mayoría de los vocabularios recientes de ambos grupos de lenguas, considero que las cifras
totales que reporto son conservadoras, pues varias de las glosas indígenas que tomo como
sinónimos probablemente se referían a especies distintas no diferenciadas en español.
b) No incluyo en la suma los términos que corresponden a variedades de una misma
especie biológica, como es el caso de los diversos maíces y tipos de perros nombrados en
ambos vocabularios.
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c) En muchas ocasiones en ambos vocabularios resulta difícil distinguir si la glosa
registrada para una especie introducida corresponde realmente a un nombre de uso común o
se trata más bien de una breve descripción, tal vez formulada por el propio religioso cuando
dominaba la lengua indígena. Trátese o no de un nombre propio, incluyo la especie en
cuestión en mi recuento.
d) Varios de los nombres indígenas para plantas y animales introducidos siguen el esquema
‘X de Castilla’, donde la X toma el nombre de una especie nativa. En muchos de estos
casos, es posible identificar a la planta o animal original (que incluyo en el recuento),
aunque el autor no dé una equivalencia en español.
e) No contabilizo las instancias, frecuentes en el vocabulario zapoteco, donde el autor
unicamente anotó el nombre de la especie en español, sin registrar una glosa en la lengua
indígena.
f) En los casos donde un término indígena corresponde a diversas especies distinguidas con
nombres diferentes en español (v.g. el término mixteco [yucu]dzucuadzavui para
‘polipodio’, ‘doradilla’ y ‘culantrillo de pozo’), los considero una sola especie para fines
del recuento.
5. Berlin (1992) reseña datos comparativos del total de especies nombradas por diversos
grupos étnicos.
8. Ni Alvarado ni Córdova citan al huaje (Leucaena sp.) como tal, pero ambos documentan
su nombre indígena: en zapoteco, yagalàha, “Arbol grande con vnas vaynillas coloradas que
comen”; en mixteco, [n]duvua, “Verdura que se come cruda”.
10. Al sumar estos totales, cuento por separado los “gusanos”, si bien algunos de éstos
seguramente corresponden a larvas de insectos.
11. Las hojas tiernas y brotes del huaje son comestibles, lo cual explica que la lechuga
haya sido relacionada con esta especie.
12. Texto original en inglés: "Ethnobiological systems of classification are based primarily
on the affinities that humans observe among the taxa themselves, quite independent of the
actual or potential cultural significance of these taxa.... " (Berlin, 1992, p. 21).
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BIBLIOGRAFÍA:
- de Alvarado, fray Francisco 1593 Vocabulario en lengua misteca. En casa de Pedro Balli,
México. Copia fotostática, sin datos del original.
- de Córdova, fray Juan 1578 Vocabvlario en lengva çapoteca. . Impreso por Pedro Charte
y Antonio Ricardo en México. Versión electrónica preparada por Thomas C. Smith Stark,
Sergio Bogard y Ausencia López Cruz, Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El
Colegio de México, México, D.F., 1998.
- Flannery, Kent V. (editor) 1986 Guilá Naquitz: archaic foraging and early agriculture
in Oaxaca, Mexico. Academic Press.
- Flannery, Kent V., & Joyce Marcus (eds.) 1983 The Cloud People; divergent evolution
of the Mixtec and Zapotec civilizations. Academic Press.
- Josserand, J. Kathryn, Marcus Winter & Nicholas Hopkins (eds.) 1984 Essays in
Otomanguean culture history. Vanderbilt University Publications in Anthropology, No.
31. Nashville.
- Lorence, David H., y Abisaí García Mendoza 1989 Oaxaca, Mexico. En: Campbell,
David G., y H. David Hammond (eds.) Floristic inventory of tropical countries. The New
York Botanical Garden, Bronx.
- Smith Stark, Thomas C. 1998 Juan de Córdova como lexicógrafo. Guchachi’ reza, 58:
2-13. Oaxaca.
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ILUSTRACIONES:
Yag gubé (Dioon merolae), cícada que crece en la Sierra Sur y el Istmo. (Foto: Ariel
Mendoza)
Rana sobre una flor de platanillo; el vocabulario zapoteco de Córdova documenta seis
términos específicos para sapos y ranas. (Foto Tony Rath, Chimalapa)
Los nombres mixtecos y zapotecos del guajolote se ampliaron para incorporar a las
gallinas del Viejo Mundo. (Foto Tony Rath, San Antonio Nuevo Paraíso,
Chimalapa)
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