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LA VIDA QUE NO ELIGES

Una noche tan fría como el clima de la Antártida, en un callejón muy oscuro, se
encontraba Guilbert un muchacho bastante apuesto con el cabello ondulado una piel
trigueña y sus ojos de un tono marrón claro que expresaba la tristeza que llevaba en su
corazón, puesto que su padre había fallecido y junto a su madre trabajaban en la
mansión de don Alberto donde cada día, cada tarde y cada noche sufrían maltratos por
parte del dueño de la mansión pues venían de un pueblo indígena llamado Purac, y
obligados por la necesidad tenían que soportarlo. Don Alberto no desaprovechaba
ningún momento para restregarles en la cara que eran unos indios inútiles, que no sabían
hacer nada y eran los únicos empleados en ser tratados diferentes.
Guilbert tenía los ojos hinchados de tanto llorar, se paró y se dirigió y se dirigió a la
mansión en donde se encontraba Don Alberto, estaba decidido a enfrentarlo, sin
embargo, cuando estaba a punto de entrar a la mansión se acobardo, no tuvo las fuerzas
suficientes para hacer lo que quería, se dio la vuelta y se dirigió a la hacienda donde se
encontraban todos los empleados, y su madre era lo único que tenía. Los días pasaban y
Guilbert notaba a su madre muy enferma y cansada, él no quería esta vida para ella,
mucho menos que sufriera. Cansado de eso, Guilbert le dijo a Karmen que se fuera de
esa mansión, no tenia que estar soportando tantas humillaciones, cuando de la nada
apareció Don Alberto.
-Ustedes no se irán a ninguna parte trabajaran ¡trabajaran para mi quieran o no indios
estúpidos. Dijo Don Alberto enojado.
Doña Karmen le pidió perdón, y sin querer le toco la mano, Don Alberto le tiro una
cachetada, hasta hacerla caer al suelo. Guilbert levanto a su madre, segado por la ira
agarro el cuchillo más afilado y sin querer apuñalo a su madre. Resulto que doña
Karmen se interpuso en medio de ellos dos a pesar de todo lo que la hizo pasar le salvo
la vida a Don Alberto. Doña Karmen miro a los ojos a Guilbert.
-Que fue lo que hiciste hijo mío. Dijo agonizando
Con lagrimas en los ojos Guilbert soltó el cuchillo de la mano y Karmen cayo en los
brazos de su hijo. Mientras Don Alberto quedo paralizado por la escena que presencio.
El muchacho lloraba amargamente por lo que acababa de hacer, y era tarde, muy tarde,
Karmen, su madre, ya había muerto.

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