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IRRIGACIÓN SANGUÍNEA

Los pulmones tienen circulación tanto pulmonar como bronquial.

La circulación pulmonar irriga los capilares del tabique interalveolar, la cual


deriva de la arteria pulmonar que sale del ventrículo derecho del corazón. Las
ramas de la arteria pulmonar discurren con los bronquios y los bronquiolos y
levan la sangre hasta los lechos capilares de los alvéolos. Esta sangre se
oxigena y es recogida por capilares venosos pulmonares que se unen para
formar vénulas. Al final forman las cuatro venas pulmonares que devuelven la
sangre a la aurícula izquierda del corazón. El sistema venoso pulmonar se
encuentra a cierta distancia de las vías respiratorias, en la periferia de los
segmentos broncopulmonares.

La circulación bronquial, a través de las arterias bronquiales (que son ramas de


la aorta), irriga todo el tejido pulmonar, excepto los alvéolos (las pardes de los
bronquios y los bronquiolos, así como el tejido conjuntivo pulmonar, salvo el de
los tabiques interalveolares).

Las ramas más finas del árbol arterial bronquial también desembocan en los
capilares pulmonares. Por lo tanto, las circulaciones bronquial y pulmonar se
anastomosan más o menos a la altura de la transición entre la porción
conductora y la porción respiratoria.

Las venas bronquiales drenan solo el tejido conjuntivo de la región hiliar de los
pulmones. La mayor parte de la sangre que llega a los pulmones a través de
las arterias bronquiales los abandona través de las venas pulmonares.

VASOS LINFÁTICOS

Un drenaje linfático pulmonar doble establece un paralelismo con la irrigación


sanguínea doble. Un conjunto de vasos linfáticos drena el parénquima
pulmonar y sigue las vías respiratorias hasta el hilio. Los ganglios linfáticos se
encuentran a lo largo del trayecto de los vasos linfáticos de mayor calibre. Un
segundo conjunto de vasos linfáticos drena la superficie pulmonar y discurre en
el tejido conjuntivo de la pleura visceral, una membrana serosa por un
mesotelio superficial y el tejido conjuntivo subyacente.
INERVACIÓN

La mayoría de los nervios del pulmón no son visibles al microscopio óptico. Son
componentes de las divisiones simpática y parasimpática del sistema nervioso
autónomo y median reflejos que modificaban las dimensiones de las vías
respiratorias (y los vasos sanguíneos) por contracción del músculo liso que hay
en sus paredes. Además, el sistema nervioso autónomo controla la secreción
glandular de la mucosa respiratria.

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