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Instituciones Coloniales 1561-1810
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1561-1810
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Teresa Alicia Giamportone – Doctora en Historia
Cátedra Historia de Mendoza. Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo
La designación real y las limitaciones en el ejercicio del cargo posibilitaron que los
funcionarios que actuaban en América asumieran una actitud de dependencia hacia
las autoridades metropolitanas. Los mandatarios de la corona en América de ningún
modo fueron gobernantes absolutos, pues debían cumplir las órdenes impartidas
desde España y encontraron contrapesos o limitaciones en los mismos territorios,
además de ciertas formas de control social, que se ejercían por medio de las
informaciones enviadas al rey y por los cabildos, que representaban a las clases
dirigentes locales. Igualmente, desde España, tanto el Rey como el Consejo de
Indias ejercían un control permanente sobre los organismos y los mandatarios que
llegaban a América y también, dictaron órdenes minuciosas, relativas a sus
obligaciones y su cumplimiento. En general, podemos afirmar que las autoridades
indianas tuvieron escasa libertad de acción, porque las autoridades metropolitanas
crearon un progresivo centralismo que fue aumentando con el correr de los años.
Clarence Haring afirma que los preceptos propios del gobierno español en América
fueron la división de la autoridad y de la responsabilidad y una acentuada
prevención de la corona hacia la iniciativa, por parte de los funcionarios españoles.
también el mando militar y otras atribuciones, podían sentirse tentados a abusar del
poder e imponer su personalismo. Pero es necesario aclarar que, este sistema de
control y limitación de los funcionarios se adecuó a cada región, situación y época.
Con el objeto de que fueran atendidos los distintos asuntos de las tierras ya
conquistadas y pobladas en América hispana, los Reyes de España designaron, a
propuesta del Consejo de Indias, nuevos funcionarios encargados de la
administración y el gobierno de las provincias indianas, que recibieron distintas
denominaciones. Por ejemplo, en el Río de la Plata se denominaron
Gobernadores, origen ancestral de nuestra institución provincial; en el Perú,
corregidores y en Nueva España, eran alcaldes Mayores.
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Estas funciones de gobierno, hacienda, guerra y justicia fueron las que abarcaron la
totalidad del quehacer político y administrativo. La diferencia entre las funciones de
gobierno y justicia quedó establecida a partir de la séptima década del siglo XVI,
cuando desaparecieron las Audiencias Gobernadoras y se separaron las funciones
de los Virreyes y presidentes, de las que eran propias de aquellos tribunales
(Zorraquín Becú, Ricardo, 1973).
Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial
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Esta práctica revela que cada función conservaba su propia individualidad y sus
características especiales, de tal manera que en el ejercicio de esas atribuciones
superpuestas, cada autoridad debía obrar de acuerdo con las normas que
regulaban la función correspondiente. El resultado de esta diferenciación de
funciones permitió mantener una relativa separación de atribuciones e imponer un
control recíproco entre los diversos funcionarios.
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Esto pone en evidencia que la organización del poder en las Indias no configuraba
una pirámide, sino que podría compararse a una circunferencia cuyos rayos partían
todos de la corona, centro único de la soberanía y se distribuían a través de todos
los organismos. Cada autoridad dependía a la vez de otro, pero tenía cierta
autonomía funcional y podía ser controlada por organismos, que en realidad no
eran sus superiores, siguiendo a Zorraquín Becú.
Cada provincia, por su parte, tenía una unidad territorial, ya que había sido el
resultado de una empresa conquistadora que había ocupado un distrito geográfico,
una población más o menos homogénea, gobiernos particulares y una economía
propia. La legislación española reconoció la existencia de estos caracteres
particulares de cada provincia y se fue creando un derecho especial para cada
provincia, que si bien era análogo al de las demás, no dejaba por ello de tener sus
rasgos originales.
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los distintos grupos humanos que la habitaban y, por lo tanto, estuvo sujeta a
constantes variaciones y modificaciones. Hacia 1560 en adelante, se establecieron
las bases de un nuevo ordenamiento territorial y administrativo que se mantuvo
vigente hasta la segunda mitad del siglo XVIII.
La región de Cuyo fue conquistada por mandato del Gobernador de Chile, García
Hurtado de Mendoza, que envió al capitán Pedro Ruiz del Castillo, quien el 2 de
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marzo de 1561 fundó la Ciudad de Mendoza, Nuevo Valle de La Rioja. Pedro del
Castillo se instituyó como el primer teniente de Gobernador y Capitán General.
Más tarde en 1752 el gobierno de Chile dispuso, que los territorios ubicados al sur
de Mendoza y dentro de los límites asignados a la Gobernación de Chile, se
incorporasen bajo la dependencia del Corregimiento de Cuyo.
Uno de los primeros corregidores designados fue el capitán Antonio Chacón como
Corregidor y Justicia Mayor de Cuyo, nombrado por la Audiencia de Concepción.
El 25 de agosto de 1573, una Real Cédula suprimió provisoriamente la Audiencia
de Concepción y, la supresión definitiva fue en 1575, su presidente quedó como
Gobernador y Capitán General del reino de Chile, recibiendo simultáneamente la
facultad de nombrar y remover a los corregidores subalternos. En 1609 se instaló
la nueva Audiencia de Santiago de Chile.
Los reyes Borbones trataron de asegurar al imperio hispánico las bases materiales
que eran indispensables para la conservación de sus vastas posesiones y para
iniciar eventualmente un amplio movimiento de recuperación política y económica
que restableciera su antigua grandeza. La actitud española sufrió las variaciones
derivadas de las distintas personalidades de reyes y ministros y tuvo que adecuarse
también a las circunstancias internacionales de la época.
Con el rey Carlos III fue cuando la política internacional de España alcanzó sus
auténticos fines, es decir que logró cancelar el tratado de Permuta de 1750, se
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Con todo, ni España ni Portugal querían desatar una guerra, por eso, en julio de
1775 se llegó a un convenio de suspensión de hostilidades para establecer de
común acuerdo los límites respectivos. Pero mediante una serie de ataques
realizados en plena paz y en momentos en que ambas cortes tramitaban el arreglo
de sus antiguos diferendos, Portugal consiguió recuperar casi todos los territorios
de los cuales había sido expulsado por Cevallos años antes. Mientras, Carlos III
preparaba la expedición militar más importante que hasta entonces España había
enviado al nuevo mundo y al frente de la misma designó a Pedro de Cevallos.
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El Río de la Plata era un núcleo orientado hacia Europa, que España había querido
hasta entonces mantener en un relativo aislamiento, pero que ella misma se vio
obligada a defender cuando advirtió que era codiciado tanto por los lusitanos como
por los ingleses. Y como esa defensa no podía ser dirigida por las autoridades del
Perú, tan alejadas del teatro de la guerra, fue necesario formar en el Plata un poder
que supliera aquella incapacidad. A este lugar se le incorporaron todos los
territorios situados al oriente de la cordillera andina. España buscó en esa forma el
equilibrio de las fuerzas que operaban al este del continente.
Con la sanción de la Real Cédula del 1 de agosto de 1776 las tres provincias de
Cuyo experimentaron un cambio de dependencia política y administrativa, dentro de
la misma monarquía española. En adelante, la dependencia del Virreinato del
Perú y de la Capitanía General de Chile fue sustituida por la pertenencia al nuevo
Virreinato del Río de la Plata, manteniendo la misma estructura política
administrativa de Corregimiento.
La incorporación de las provincias Mendoza, San Juan y San Luis dentro del
Corregimiento de Cuyo se realizó para afirmar y dotar a esta zona de una mayor
jerarquía política.
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En el ejercicio de su cargo, el corregidor estaba obligado por ley a realizar una gira
anual por el distrito de su jurisdicción. Debía informarse sobre la administración de
justicia y el gobierno local, atender a los asuntos que se le presentaran y buscarles
solución cuando era necesario, inspeccionar las posadas, hospitales y mercados, y
comunicar a la Audiencia los resultados de su inspección. El corregidor tenía
prohibido, bajo graves penas, intervenir en negocios durante su mandato o aceptar
donaciones de cualquier naturaleza o servicios personales de españoles o indios.
El Corregidor y el Cabildo
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A medida que se fundaban las ciudades con sus Cabildos respectivos, fueron
surgiendo dentro de esta institución colegiada, los alcaldes ordinarios y otros
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Las sentencias aplicadas por todos los jueces capitulares en los juicios civiles eran
apelables ante el mismo Cabildo, podían recurrir ante el Gobernador o su teniente
y también podían apelar ante la Audiencia.
Nombramiento y designación de Corregidores
Los corregidores eran designados, algunos directamente por el rey y otros por las
autoridades superiores en América hispana, pudiendo recaer la designación en el
Virrey, presidente de la Audiencia o en los Gobernadores, pero con reserva a la
aprobación por parte del Consejo de Indias.
De acuerdo con lo dispuesto por las Leyes de Indias para el reino de Chile, los
únicos oficios de provisión real eran el de Gobernador, Capitán General y
presidente de la Audiencia; mientras que la provisión de los oficios de corregidor y
justicia mayor quedó, desde el primer momento, por delegación en manos de los
Gobernadores de Chile o por el Virrey del Perú, pero solamente en casos
excepcionales.
Según afirma Comadrán Ruiz desde fines del siglo XVII se introdujo una nueva
práctica que estaba en contradicción con la costumbre y con la legislación, está
práctica consistió en enviar al Corregimiento cuyano funcionarios designados en la
metrópoli y directamente por el mismo rey. De este modo entre 1689 y 1782
alternaron en el Corregimiento de Cuyo 14 corregidores con el título expedido
por la corona, de los cuales solamente 8 ejercieron efectivamente el cargo y 24
fueron nombrados por los Gobernadores de Chile.
Antes de hacerse cargo de su puesto, al menos a partir de los primeros años del
siglo XVII, el corregidor debía presentar declaración de sus bienes. Si el nombrado
estaba en América, este inventario era registrado por la Audiencia a cuya
jurisdicción pertenecía su distrito; si se encontraba en España intervenía el
Consejo de Indias. También depositaba una fianza en la ciudad principal de su
jurisdicción, con el propósito de asegurar su arraigo mientras se sustanciara el juicio
de residencia y garantizar el pago de cualquier multa que pudiera resultar de este
proceso.
En la elección de estos funcionarios, no podían ser nombrados los vecinos del lugar
donde hubieran de ejercer la jurisdicción, ni los encomenderos, propietarios de
tierras o minas, ni tampoco los parientes, dentro del cuarto grado de
consanguinidad, de las autoridades mayores. Los Virreyes y presidentes de
Audiencias no podían designar como corregidores, a parientes hasta el cuarto
grado de cualquiera de los funcionarios más importantes de la provincia.
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Comadrán Ruiz afirma que otro aspecto de interés institucional que surge del
análisis de los títulos otorgados por la Corona para desempeñarse como
corregidor y justicia mayor de la provincia de Cuyo, es el de la forma como los
titulares obtuvieron sus despachos. En todos los casos de provisión real medió una
donación a la corona.
El extenso Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776, fue dividido años
después, en varias circunscripciones administrativas que recibieron los nombres de
intendencias y de gobiernos político militares. El nuevo sistema respondía a los
principios de los Borbones, que importaron de Francia una organización destinada
a acentuar el centralismo y el control estatal de la actividad gubernativa.
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San Martino de Dromi afirma que la Real Ordenanza de Intendentes fue causa
determinante en la organización federal aún vigente. Es más, impone integrar el
Derecho Castellano, el Derecho Indiano y el Derecho Argentino, dado que éste
último se constituyó sobre las bases políticas y administrativas que heredó de los
anteriores; la Real Ordenanza de Intendentes de 1782 influyó institucionalmente de
modo específico en la conformación del Estado federal argentino.
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El cambio se hizo presente a partir de 1783 cuando las tres ciudades de Mendoza,
San Juan y San Luis se incorporaron a la Gobernación Intendencia de Córdoba
del Tucumán, como provincias subalternas, desarticulando la unidad institucional
del Corregimiento de Cuyo. Como resultado de los cambios, se desintegró la
región de Cuyo después de más de doscientos años de existencia.
El pensamiento esencial de los creadores de esta nueva norma legal fue instaurar
un sistema que trasladara a América el espíritu y la práctica del despostismo
ilustrado. Se buscó el predominio de la ideología triunfante durante la época de
Carlos III que se caracterizó netamente por el regalismo, la tendencia
centralizadora y absolutista y el deseo de modernizar la cultura y la economía de
acuerdo a los principios de la ilustración.
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El eje alrededor del cual giró esta nueva organización centralizada y estatista fue el
régimen intendencial. Mientras los Gobernadores antiguos dependían del Virrey y
de la Audiencia, los intendentes estaban subordinados a la Junta Superior de
Real Hacienda y ésta al secretario del despacho. El centralismo se ponía de
manifiesto mediante la necesidad de recurrir permanentemente a los secretarios del
monarca, que acaparaban todo lo concerniente al manejo de la hacienda, guerra,
comercio y navegación. De este modo, se había concentrado la administración en
manos del secretario de indias y a partir de 1790, en las de los cinco secretarios de
estado.
Otra reforma importante con la Real Ordenanza fue la supresión de los cargos de
teniente de Gobernador. En cada ciudad subalterna se establecieron
Subdelegados de real hacienda y guerra, que eran a la vez comandantes de
armas, pero que no tenían autoridad en materias de policía y justicia. Desapareció
así el gobernante local que hasta entonces había dirigido la vida urbana y rural de
los distritos no sometidos a la influencia directa del mandatario provincial.
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Entre los motivos que formulaba el marqués de Sobremonte para elegir sujetos
idóneos para desempeñarse en estas funciones, figura en primer lugar, que tal
designación solamente ocasionaba gastos y gravámenes, sin ningún beneficio
económico; y en segundo lugar, estos funcionarios no tenían ni siquiera la
distinción de asiento ni lugar en el Cabildo, que si ocupaban en cambio, los
Ministros de Real Hacienda, y que antes, poseía y ocupaba el corregidor o
teniente de Gobernador. Esto significó que el Gobernador intendente y luego el
Virrey no podían ejercer el control sobre los Cabildos, por no tener en su cabeza
un jefe inmediato que dependiera de ellos, como ocurría antes con el corregidor o
teniente de Gobernador.
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Jorge Comadrán Ruiz efectúa una revisión en este punto sobre la obra, citada
anteriormente, de Fernando Morales Guiñazú sobre los corregidores y
Subdelegados de Cuyo. En ella realiza interesantes aportes sobre quiénes fueron
los que ocuparon sucesivamente esta función desde 1784 hasta 1810, en qué fecha
fueron titulares o suplentes y cómo se desempeñaron en su cargo, analizando de
manera detallada la gestión de cada uno de los Subdelegados de real hacienda y
guerra en Mendoza, con aportes sobre su vida y acción política.
sorpresa a los miembros del Cabildo, que anteriormente habían recibido una
comunicación oficial del Gobernador intendente, Rafael de Sobremonte, donde les
comunicaba que de acuerdo a la aplicación de la Real Ordenanza de Intendentes
quedaban suprimidos los empleos de teniente de Gobernador o corregidor.
Además, informaba que la administración de las causas de justicia y policía se
transfería a los alcaldes ordinarios del Cabildo y, las causas de hacienda y guerra
al subdelegado, que nombrara el mismo Gobernador intendente.
Afirma Comadrán Ruiz que José A. Palacios no fue nunca nombrado para
desempeñarse como subdelegado, y de hecho, no ejerció tales funciones. En
cambio, José Antonio Palacios sí fue designado ministro tesorero de real hacienda
y administrador de tabacos de Mendoza, desde 1784 hasta el día de su
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José Clemente Benegas delegó sus funciones desde los primeros días de
noviembre de 1792 en José de Amigorena, quien se desempeñaba como
comandante de fronteras de Mendoza, y, en otra oportunidad, delegó la
subdelegación en Raymundo Pelliza, desde el 19 de junio de 1799 hasta fines del
mismo año. Pero fuera de estas dos excepciones, no se ha encontrado
documentación que testimonie otras suplencias o delegaciones del mando entre
1788 y 1806. Por el contrario, en la firma de los despachos oficiales figura de
manera casi permanente la firma de José Clemente Benegas como Subdelegado
de Real Hacienda y Guerra de Mendoza.
Domingo de Torres y Harriet, Subdelegado Interino 1806 - 1808
Faustino Ansay, el segundo español peninsular que estuvo a cargo del gobierno de
la subdelegación provincial, se desempeñaba al frente de la comandancia de
armas y fronteras de Mendoza y a este cargo se le agregó más tarde, la de milicias
de la ciudad. Sostiene sobre estos cargos, Comadrán Ruiz que no es cierta la
afirmación de Morales Guiñazú en el sentido de que las funciones de comandante
de armas de Mendoza fueron anexadas al cargo de subdelegado desde 1799.
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BIBLIOGRAFIA
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ZORRAQUIN BECU, Ricardo. Historia del Derecho Argentino. Buenos Aires, Perrot,
1970, Tomo I. Colección de Estudios para la Historia del Derecho Argentino.
Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene.