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Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial

1561-1810

INSTITUCIONES DE GOBIERNO Y AUTORIDADES DE CUYO


EN EL PERIODO COLONIAL

Teresa Alicia Giamportone

El gobierno español: características y consideraciones generales

La organización política de las Indias comenzó antes de su descubrimiento, con la


firma de las Capitulaciones de Santa Fe, la cual dio origen a una serie de normas
legales. Las instrucciones impartidas por los Reyes Católicos a Cristóbal Colón y
las Reales Cédulas formaron un conjunto de disposiciones que llevaron a asegurar
que, la organización legal del Reino de Castilla se extendió al nuevo mundo
incorporando a las Indias a su corona.

La acción de España en América, desde el ámbito institucional, permitió dar al


gobierno una organización regular fundada en el predominio del estado y en el
creciente orden administrativo; la misma representó el triunfo de la concepción
política del estado. No obstante las peculiaridades regionales, la organización
política americana presentó características comunes durante toda la etapa de
dependencia hispánica.

La organización política y administrativa de las Indias reveló una adaptación y una


disposición para crear nuevas instituciones, adecuándolas a los fines de la corona.
Las divisiones territoriales y los cargos políticos se ajustaron a las particularidades
de cada región y sus necesidades.

Luego de los momentos iniciales del descubrimiento y conquista de los principales


territorios, la corona española trató, en un primer momento, de afianzar el
predominio político de la corona y en un segundo momento, de organizar el control
efectivo sobre las autoridades indianas.

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Teresa Alicia Giamportone – Doctora en Historia
Cátedra Historia de Mendoza. Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo

Organización institucional americana

El propósito de la monarquía española a partir del siglo XVI en los territorios


americanos fue, en un primer momento, tratar de afianzar el predominio político de
la corona. En América, después del momento inicial, con la presencia de
conquistadores y adelantados, el gobierno indiano fue logrando una organización
regular fundada en el predominio del estado y en el creciente orden administrativo.
Esto se consiguió confiando el gobierno a funcionarios nombrados directamente por
el rey, con un tiempo limitado en sus funciones, retribuciones por su trabajo y
sometidos a las órdenes y vigilancia de las autoridades superiores.

La designación real y las limitaciones en el ejercicio del cargo posibilitaron que los
funcionarios que actuaban en América asumieran una actitud de dependencia hacia
las autoridades metropolitanas. Los mandatarios de la corona en América de ningún
modo fueron gobernantes absolutos, pues debían cumplir las órdenes impartidas
desde España y encontraron contrapesos o limitaciones en los mismos territorios,
además de ciertas formas de control social, que se ejercían por medio de las
informaciones enviadas al rey y por los cabildos, que representaban a las clases
dirigentes locales. Igualmente, desde España, tanto el Rey como el Consejo de
Indias ejercían un control permanente sobre los organismos y los mandatarios que
llegaban a América y también, dictaron órdenes minuciosas, relativas a sus
obligaciones y su cumplimiento. En general, podemos afirmar que las autoridades
indianas tuvieron escasa libertad de acción, porque las autoridades metropolitanas
crearon un progresivo centralismo que fue aumentando con el correr de los años.

Clarence Haring afirma que los preceptos propios del gobierno español en América
fueron la división de la autoridad y de la responsabilidad y una acentuada
prevención de la corona hacia la iniciativa, por parte de los funcionarios españoles.

Lo planteado en el momento de organizar el control efectivo sobre las autoridades


americanas, procedimiento que tenía como fin limitar el absolutismo de los
funcionarios indianos, fue el control que recíprocamente ejercían entre ellos; por
esta razón, en América no existieron gobernantes supremos. Desde el siglo XVI se
impuso un sistema que requería la colaboración forzosa entre distintas autoridades
y funcionarios. Con la implantación de este sistema, la corona española quería
imponer la preponderancia absoluta de los funcionarios políticos, que al tener
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también el mando militar y otras atribuciones, podían sentirse tentados a abusar del
poder e imponer su personalismo. Pero es necesario aclarar que, este sistema de
control y limitación de los funcionarios se adecuó a cada región, situación y época.

Autoridades de gobierno durante la época colonial

El Rey, en su carácter de monarca representante del absolutismo, encabezó la


organización política española y, para el gobierno de las Indias, se hallaba
secundado por varias instituciones y magistraturas que se rigieron por un conjunto
de normas legales, algunas de las cuales, constituyeron cuerpos orgánicos que
contenían un conjunto de disposiciones afines, abarcando diversas materias del
gobierno.

Las primeras autoridades españolas residentes en América después de Colón,


fueron los Adelantados. Estos funcionarios surgidos en España en la época de la
reconquista, con carácter eminentemente militar, tenían funciones civiles, militares
y judiciales que ejercían en las tierras que conquistaban. Podían designar
autoridades en las ciudades que fundaban, dictar ordenanzas, fijar límites y hacer
repartimientos de tierras.

Con el objeto de que fueran atendidos los distintos asuntos de las tierras ya
conquistadas y pobladas en América hispana, los Reyes de España designaron, a
propuesta del Consejo de Indias, nuevos funcionarios encargados de la
administración y el gobierno de las provincias indianas, que recibieron distintas
denominaciones. Por ejemplo, en el Río de la Plata se denominaron
Gobernadores, origen ancestral de nuestra institución provincial; en el Perú,
corregidores y en Nueva España, eran alcaldes Mayores.

Estos funcionarios tenían atribuciones políticas, judiciales y militares, además


debían jurar cumplir fielmente sus funciones administrando con honradez y justicia,
hacer inventario de sus bienes y someterse al juicio de residencia. Igualmente, les
competía actuar como máxima autoridad en dos instituciones colegiadas: el
Cabildo y la Audiencia.

Los oficios de Virrey y Gobernador se crearon a partir de la segunda petición de


las Capitulaciones. Desde aquí en adelante, ambos oficios estuvieron íntimamente

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unidos, solamente hubo separación de funciones, pero, Virreinato y Gobernación


no fueron dos cargos distintos sino uno sólo. Tal que si responden a una sola
función, se trata en el caso del primero, de un distingo entre lo que puede
considerarse un título honorífico y, para la segunda función, entraña un carácter
funcional y activo.

El título de Virrey y Gobernador compuesto testimonia que no se trata tan sólo de


un honor, sino que representa el ejercicio real del gobierno “como si fuera la
persona misma del Rey (Ramos Pérez, Demetrio, 1947).

División de funciones o causas

En América hispana no hubo separación de poderes, sino diferenciación de


funciones. En el siglo XVI quedaron establecidas y diferenciadas cuatro grandes
categorías de funciones que correspondían a las distintas actividades del estado:
gobierno, justicia, hacienda y guerra. Esta división de funciones permitió mantener
una relativa separación de atribuciones e imponer un control recíproco entre los
distintos magistrados y funcionarios. Las distintas actividades del estado no
correspondían a funcionarios distintos, en la generalidad de los casos estos mismos
funcionarios tenían simultáneamente competencia ejecutiva, judicial y legislativa.
Entonces, se puede reconocer una acumulación de funciones en los mismos
organismos, característica propia del régimen monárquico español, cuyo propósito
era limitar el número de funcionarios y de conflictos generados por el abuso de
poder y, a la vez, aumentar el control sobre los mismos.

La acción de España en América desde el ámbito institucional permitió dar al


gobierno una organización regular, fundada en el predominio del estado y en el
creciente orden administrativo.

Estas funciones de gobierno, hacienda, guerra y justicia fueron las que abarcaron la
totalidad del quehacer político y administrativo. La diferencia entre las funciones de
gobierno y justicia quedó establecida a partir de la séptima década del siglo XVI,
cuando desaparecieron las Audiencias Gobernadoras y se separaron las funciones
de los Virreyes y presidentes, de las que eran propias de aquellos tribunales
(Zorraquín Becú, Ricardo, 1973).
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En cuanto a las funciones de guerra y hacienda, estuvieron diferenciadas desde el


principio, en virtud de que su ejercicio correspondía a los capitanes generales y los
oficiales reales, respectivamente.

Atribuciones y competencias de las autoridades hispanas

En el estado hispanoamericano, en la generalidad de los casos, los mismos


funcionarios tenían simultáneamente competencia ejecutiva y judicial y, también
legislativa. Existía una acumulación de funciones, en los mismos organismos,
propia de todo régimen monárquico, que atribuía funciones de diverso tipo y
carácter a una misma autoridad, elevando así su jerarquía e influencia.

Esta conjunción de funciones impuesta a las autoridades residentes en América


tenía como justificación limitar el número de funcionarios y simplificar de este modo
la administración. Asimismo, permitió evitar los conflictos posibles entre distintos
funcionarios y a la vez, ejercer un control más estricto sobre sus actos. Además,
atribuía a algunas autoridades la totalidad del poder en ciertas materias, por
ejemplo la función ejecutiva y judicial en los jefes militares, en los Gobernadores,
en los oficiales reales y en los prelados, pero acordando a cada uno la competencia
jurisdiccional correspondiente a sus facultades administrativas. Para afirmar la
autoridad y dar mayor jerarquía a los jefes supremos de cada jurisdicción, ya se
tratara de Virreyes o Gobernadores, se le agregaban a las funciones de gobierno
el mando militar.

Ricardo Zorraquín Becú asegura que la corona española aplicó la acumulación de


funciones, agregando nuevos títulos indicativos de la función correspondiente. De
este modo, el Virrey era a la vez Gobernador, Capitán General, presidente de la
Audiencia y superintendente de real hacienda, mientras que el Gobernador era
también Capitán General y justicia mayor.

Esta práctica revela que cada función conservaba su propia individualidad y sus
características especiales, de tal manera que en el ejercicio de esas atribuciones
superpuestas, cada autoridad debía obrar de acuerdo con las normas que
regulaban la función correspondiente. El resultado de esta diferenciación de
funciones permitió mantener una relativa separación de atribuciones e imponer un
control recíproco entre los diversos funcionarios.

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Características del régimen de gobierno hispano

Como afirmamos anteriormente, en América hispana no existió ninguna autoridad


suprema. Si bien cada funcionario tenía cierta autonomía dentro de su propia
competencia, existían contrapesos, limitaciones y controles destinados a evitar
abusos de poder o a sancionar los excesos que se podían cometer, tentados por la
lejanía con la metrópoli. Estos sistemas de coordinación y de recíproca vigilancia
funcionaban de manera análoga a la división de poderes del constitucionalismo
moderno, aunque de una manera más elástica y dúctil, porque las medidas
inconsultas o arbitrarias podían encontrar un correctivo eficaz sobre la propia
marcha y sin tener la necesidad de recurrir a España.

El régimen indiano, con esos sistemas de coordinación y control, quería afirmar el


imperio de las normas jurídicas mediante recursos y procedimientos fundados en
leyes (Zorraquín Becú, Ricardo, 1973).

La falta de autoridades supremas obligó a considerar la naturaleza peculiar de la


jerarquía política indiana. No existía una dependencia estricta entre unos y otros
organismos o funcionarios, sino que todos actuaban con cierta libertad dentro de su
esfera, aunque vigilados por los demás. La jerarquía política en América estaba
fundada más en la dignidad de los cargos, que en el ejercicio efectivo de un poder
de decisión frente al funcionario de menor categoría.

Esto pone en evidencia que la organización del poder en las Indias no configuraba
una pirámide, sino que podría compararse a una circunferencia cuyos rayos partían
todos de la corona, centro único de la soberanía y se distribuían a través de todos
los organismos. Cada autoridad dependía a la vez de otro, pero tenía cierta
autonomía funcional y podía ser controlada por organismos, que en realidad no
eran sus superiores, siguiendo a Zorraquín Becú.

Centralización y descentralización en el gobierno

Haciendo una observación desde el centro del poder en España se aprecia un


centralismo; pero si el centro es el gobierno en América se observa una efectiva y
real descentralización, tanto territorial como de funciones, pues no existía una
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dependencia directa y exclusiva de un gobernante respecto de otro. Los núcleos en


los cuales concluía la descentralización eran las provincias, pues dentro de éstas
se afirmaba la autoridad exclusiva de un mandatario o de una organización más
compleja.

Hispanoamérica era un estado dividido en provincias gobernadas directamente


desde España con un acentuado centralismo, y cuyos funcionarios superiores
encontraban ciertas limitaciones y controles fuera de su propio distrito. Pero la vida
religiosa, política, militar, financiera y económica de cada provincia se desarrollaba
con autonomía interna.

Cada provincia, por su parte, tenía una unidad territorial, ya que había sido el
resultado de una empresa conquistadora que había ocupado un distrito geográfico,
una población más o menos homogénea, gobiernos particulares y una economía
propia. La legislación española reconoció la existencia de estos caracteres
particulares de cada provincia y se fue creando un derecho especial para cada
provincia, que si bien era análogo al de las demás, no dejaba por ello de tener sus
rasgos originales.

La organización política indiana se caracterizó por un vigoroso centralismo marcado


desde España, por la existencia de una jerarquía elásticamente organizada, por la
implantación de varios sistemas de colaboración y de control entre las diversas
autoridades y por el localismo con el que se gobernaron las provincias, que fueron
los núcleos constitutivos del estado.

Cada provincia dependía directamente de España y organizaba su existencia


política y económica, cultural y financiera, con una autonomía en la cual fueron
cada vez menos frecuentes las intervenciones de las otras autoridades americanas.
Ello determinó una separación entre las distintas provincias, que se manifestó a
partir del proceso de emancipación política.

Nuevo reordenamiento territorial y político

El gobierno territorial indiano se fue delineando de manera paulatina y siguiendo el


proceso de descubrimiento y colonización de las distintas regiones. Esta nueva
organización indiana se fue adaptando y acomodando a las distintas regiones y a

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los distintos grupos humanos que la habitaban y, por lo tanto, estuvo sujeta a
constantes variaciones y modificaciones. Hacia 1560 en adelante, se establecieron
las bases de un nuevo ordenamiento territorial y administrativo que se mantuvo
vigente hasta la segunda mitad del siglo XVIII.

Los extensos territorios llamados capitanías o presidencias se hallaban divididos a


efectos de la administración local en jurisdicciones territoriales menores, y éstas a
su vez, en distritos locales o municipales. Estas jurisdicciones locales eran
gobernadas desde sus ciudades principales por funcionarios denominados, según
los casos, Gobernadores, corregidores o alcaldes mayores.

El distrito administrado por el Gobernador abarcaba por lo común un territorio más


vasto que el corregimiento o la alcaldía mayor; de ahí que este último tuviera
conexión menos definida con una sola ciudad que las otras unidades
administrativas.

La fundación de Corregimientos en América hispana se aplicaba en dos


situaciones. Cuando se trataba de un territorio originariamente conquistado y
colonizado por un adelantado, a quien se premiaba con el título de Gobernador de
la región pacificada, título que subsistió en la administración real de la provincia. O
bien, cuando se trataba de un territorio distante o región fronteriza apenas
colonizada, en la que se requería considerable autoridad personal y mano firme
para mantener la paz en nombre del rey.

El Corregimiento de Cuyo como institución hispanoamericana

Los Corregimientos fueron una institución tradicional con origen en Castilla,


España, que se trasladó a Hispanoamérica en la primera mitad del siglo XVI. Los
corregidores surgieron como representantes de la corona para ejercer el gobierno
y la justicia en las ciudades castellanas, mediante el cual pretendían contrarrestar
las aspiraciones localistas de los núcleos urbanos.

Esta institución fue implantada en América desde los inicios de la colonización. Al


comienzo, los primeros corregidores fueron designados por las Capitulaciones y,
desde 1549 en adelante, se designaron corregidores para el Virreinato del Perú.
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Además, se nombraron en América otros corregidores, destinados especialmente


a gobernar un distrito o un pueblo de indios; en las reducciones indígenas y en las
misiones organizadas para adoctrinarlos se otorgaba el cargo de corregidor al
cacique principal, pero posteriormente sólo quedaron aquellos corregidores
designados para gobernar distritos ya organizados, tanto como pueblos de indios o
de españoles.

Los corregidores que actuaban en distritos poblados por españoles eran


gobernantes de comarcas que casi siempre formaban parte de un virreinato o de
una provincia mayor, es decir, que dependían del presidente de la Audiencia.

El título completo del oficio era el de Corregidor y Justicia Mayor, Lugarteniente de


Capitán General o Capitán a Guerra. En la jerarquía del sistema indiano, ocupaban
un lugar inferior al de los Gobernadores debido solamente a la menor extensión e
importancia de las comarcas que presidían, no en cuanto al ejercicio de sus
funciones o competencias.

El Corregimiento de Cuyo estaba a cargo de un pueblo de españoles, integrado a


la Gobernación de Chile y al Virreinato del Perú, por lo que los corregidores
estaban sometidos a la autoridad inmediata superior proveniente de Chile a partir
del año 1574; en ocasiones, dicha autoridad también era quien los designaba. Este
ordenamiento se mantuvo hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata en
1776.

Dentro de la misma jurisdicción del corregimiento existían también los tenientes de


corregidores o tenientes de Gobernadores, que constituían una jerarquía
administrativa inferior y ejercían funciones de apoyo a los corregidores o
Gobernadores, con las atribuciones que los titulares les asignaban. Ellos estaban
al frente de las ciudades subalternas de las provincias y, a su vez, eran
designados por los mismos corregidores o Gobernadores.

Organización territorial y administrativa desde la fundación de Mendoza

La región de Cuyo fue conquistada por mandato del Gobernador de Chile, García
Hurtado de Mendoza, que envió al capitán Pedro Ruiz del Castillo, quien el 2 de

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marzo de 1561 fundó la Ciudad de Mendoza, Nuevo Valle de La Rioja. Pedro del
Castillo se instituyó como el primer teniente de Gobernador y Capitán General.

Al año siguiente, el capitán Juan Jufré fundó el 13 de junio de 1562 la ciudad de


San Juan de la Frontera, en la región de Cuyo y también se incorporó bajo la
dependencia de la Capitanía General de Chile y del Virreinato del Perú.

En el momento mismo de la fundación de las ciudades de Mendoza, San Juan y


posteriormente de San Luis, éstas y las jurisdicciones que a cada una de ellas se
les fijó, pasaron a integrar la corona castellana. La incorporación se hacía a la
corona y no al reino castellano, con lo cual quedaba claramente determinado que
las nuevas posesiones de Cuyo no eran ni propiedad particular de los reyes ni
dependencia del estado español, sino propiedad de la monarquía en calidad de
bienes realengos, por eso la designación de autoridades en Cuyo se hizo en
nombre de Dios y del Rey de Castilla, don Felipe nuestro señor y del dicho
Gobernador, afirma Jorge Comadrán Ruiz.

Con la ocupación y fundación de las ciudades de Mendoza y San Juan, éstas


quedaron política y administrativamente dependiendo del Reino de Chile, cuya
autoridad máxima estaba a cargo de un Gobernador con el título agregado de
Capitán General, pero que, a su vez, estaba sujeto a la autoridad del Virrey por ser
parte del Virreinato del Perú, y a través del mismo, al Real y Supremo Consejo
de Indias y al Rey de España.

Formación del Corregimiento de Cuyo

Desde la fecha de fundación de la ciudad de Mendoza y posteriormente San Juan,


ambas jurisdicciones quedaron a cargo de un Teniente de Gobernador y Capitán
General hasta el año 1568, cuando se constituyó el Corregimiento de Cuyo,
formado por las provincias de Mendoza y San Juan, con sede en Mendoza. La
provincia de San Luis fue fundada en octubre de 1594 por el general Luis Jufré y
Meneses, y a partir de esta fecha se integró al Corregimiento de Cuyo.

Esta nueva institución quedó sujeta a la Audiencia de Charcas y


correspondientemente al Virreinato del Perú, con una breve dependencia de la
Audiencia de Concepción, la cual había sido creada por Felipe II en 1565 y disuelta
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en 1575. Durante este período se introdujo el sistema de corregimientos para la


administración de las ciudades de provincias y la Región de Cuyo pasó a ser uno
de los once corregimientos del Reino de Chile, que se gobernó por un corregidor
con títulos anexos de justicia mayor y capitán a guerra, con autoridad suprema en la
ciudad y con las facultades de un juez real.

Más tarde en 1752 el gobierno de Chile dispuso, que los territorios ubicados al sur
de Mendoza y dentro de los límites asignados a la Gobernación de Chile, se
incorporasen bajo la dependencia del Corregimiento de Cuyo.

Uno de los primeros corregidores designados fue el capitán Antonio Chacón como
Corregidor y Justicia Mayor de Cuyo, nombrado por la Audiencia de Concepción.
El 25 de agosto de 1573, una Real Cédula suprimió provisoriamente la Audiencia
de Concepción y, la supresión definitiva fue en 1575, su presidente quedó como
Gobernador y Capitán General del reino de Chile, recibiendo simultáneamente la
facultad de nombrar y remover a los corregidores subalternos. En 1609 se instaló
la nueva Audiencia de Santiago de Chile.

La política de los Borbones en América hispana

La llegada de los Borbones al trono de España determinó un cambio en la


administración y gobierno de las provincias hispanoamericanas. A partir de
entonces, se manifestó una monarquía preocupada por desarrollar la marina, el
comercio y sus industrias, al mismo tiempo que, procuraba afianzar en Europa y
América la posición que le daban sus antecedentes históricos y su capacidad
potencial.

Los reyes Borbones trataron de asegurar al imperio hispánico las bases materiales
que eran indispensables para la conservación de sus vastas posesiones y para
iniciar eventualmente un amplio movimiento de recuperación política y económica
que restableciera su antigua grandeza. La actitud española sufrió las variaciones
derivadas de las distintas personalidades de reyes y ministros y tuvo que adecuarse
también a las circunstancias internacionales de la época.

Con el rey Carlos III fue cuando la política internacional de España alcanzó sus
auténticos fines, es decir que logró cancelar el tratado de Permuta de 1750, se

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mantuvieron los derechos sobre Malvinas y se hicieron esfuerzos notables para


liberalizar el comercio con América hispana y aumentar las comunicaciones,
procurando asimismo asegurar su defensa.

Antecedentes de la creación del Virreinato del Río de la Plata

El problema internacional se había centrado en el Atlántico Sur. La rivalidad


hispano portuguesa y las pretensiones de Inglaterra dieron a estos territorios un
valor estratégico que hasta entonces no habían tenido. Y si bien el establecimiento
inglés fue abandonado en 1774, subsistía la amenaza potencial de uno nuevo y la
tensión permanente en la Banda Oriental.

Este último acontecimiento tuvo gravitación decisiva e inmediata en la creación


institucional del Virreinato del Río de la Plata. El conflicto radicaba principalmente
en la posesión del río Grande, cuya estratégica ubicación dominaba la entrada a las
zonas del interior. Carlos III dio la orden a Vértiz para recuperar la ribera
septentrional, mientras que los portugueses, por su parte, continuaban enviando
tropas a la frontera meridional.

Con todo, ni España ni Portugal querían desatar una guerra, por eso, en julio de
1775 se llegó a un convenio de suspensión de hostilidades para establecer de
común acuerdo los límites respectivos. Pero mediante una serie de ataques
realizados en plena paz y en momentos en que ambas cortes tramitaban el arreglo
de sus antiguos diferendos, Portugal consiguió recuperar casi todos los territorios
de los cuales había sido expulsado por Cevallos años antes. Mientras, Carlos III
preparaba la expedición militar más importante que hasta entonces España había
enviado al nuevo mundo y al frente de la misma designó a Pedro de Cevallos.

La proposición de Pedro de Cevallos fue decisiva en cuanto a la acumulación del


mando político y militar. Carlos III lo designó el 1 de agosto de 1776:

Virrey, Gobernador y Capitán General de las provincias de Buenos Aires,


Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas y de todos los
Corregimientos, Pueblos y Territorios a que se extiende la jurisdicción de aquella
Audiencia... comprendiéndose asimismo bajo de vuestro mando, y Jurisdicción los
Territorios de las Ciudades de Mendoza y San Juan del Pico, que hoy se hallan
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dependientes de la Gobernación de Chile...así en todo lo respectivo al Gobierno


Militar, como al Político y Superintendencia General de Real Hacienda en todos los
ramos y Productos de ella (Zorraquín Becú, Ricardo, 1970).

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La creación del Virreinato del Río de la Plata

La creación del virreinato rioplatense estuvo determinada por consideraciones


estratégicas que hacían necesario oponer un fuerte conglomerado político a las
desmedidas ambiciones portuguesas y al latente peligro británico. Las razones
inmediatas de su establecimiento fueron el conflicto con Portugal, la importancia
militar y política de la expedición que se enviaba al Plata y la conveniencia de que
un jefe de igual jerarquía enfrentara al Virrey del Brasil. Pero también se tuvieron
en cuenta otras razones que aconsejaban modernizar la organización indiana,
adecuándola a la realidad y a las necesidades de la época.

El Río de la Plata era un núcleo orientado hacia Europa, que España había querido
hasta entonces mantener en un relativo aislamiento, pero que ella misma se vio
obligada a defender cuando advirtió que era codiciado tanto por los lusitanos como
por los ingleses. Y como esa defensa no podía ser dirigida por las autoridades del
Perú, tan alejadas del teatro de la guerra, fue necesario formar en el Plata un poder
que supliera aquella incapacidad. A este lugar se le incorporaron todos los
territorios situados al oriente de la cordillera andina. España buscó en esa forma el
equilibrio de las fuerzas que operaban al este del continente.

Incorporación del Corregimiento al nuevo virreinato

Con la sanción de la Real Cédula del 1 de agosto de 1776 las tres provincias de
Cuyo experimentaron un cambio de dependencia política y administrativa, dentro de
la misma monarquía española. En adelante, la dependencia del Virreinato del
Perú y de la Capitanía General de Chile fue sustituida por la pertenencia al nuevo
Virreinato del Río de la Plata, manteniendo la misma estructura política
administrativa de Corregimiento.

La incorporación de las provincias Mendoza, San Juan y San Luis dentro del
Corregimiento de Cuyo se realizó para afirmar y dotar a esta zona de una mayor
jerarquía política.

Desde la incorporación al nuevo Virreinato del Río de la Plata, el Corregimiento


de Cuyo no integró una provincia mayor y mantuvo una relación directa con el
Virrey. Afirma Comadrán Ruiz que toda la documentación política y administrativa
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de la época, va o viene sin intermediarios de los Virreyes (Cevallos y Vértiz) a las


distintas instituciones y funcionarios cuyanos y viceversa. Esta situación se
mantuvo hasta fines de 1783 con los cambios operados a partir de la
implementación de la Real Ordenanza de Intendentes en el Río de la Plata.

El Virrey del Perú, Manuel de Amat manifestó su opinión el 22 de enero de 1775,


expresando que al nuevo virreinato había que añadirle todo el reino de Chile y no
solamente la región de Cuyo porque sus riquezas mineras podían servirle de base
de sustentación económica. De igual modo se expidió también el Cabildo de
Santiago de Chile.

El fiscal de la Audiencia de Charcas, Tomás Álvarez de Acevedo, indicaba también


al respecto que, para dar solución a los problemas de la enorme extensión de la
jurisdicción del Virreinato del Perú con sus respectivos distritos y la gran distancia
que los separaba, con la consiguiente demora en los asuntos, requería agrupar en
el nuevo virreinato a los distritos confinantes de Buenos Aires, Paraguay y Cuyo.

Integración económica del Virreinato del Río de la Plata

La integración económica fue otro elemento importante en la nueva organización


virreinal del Corregimiento de Cuyo.
Edberto Oscar Acevedo afirma que la región de Cuyo había sido favorecida por el
Virrey Cevallos con la instalación en Mendoza de las cajas foráneas, con lo cual
parece demostrado que, durante un siglo y medio, toda la comunidad de esta
región luchó por alcanzar una libertad comercial que, dada la similitud de su
producción de vinos y aguardientes con Chile, significaba poder conectarse con
otras zonas como el Tucumán y el Alto Perú, para el envío de sus caldos y en
definitiva poder unirse a ellas políticamente. De igual modo, Mendoza y San Juan
entendieron que con la nueva dependencia se beneficiaban comercialmente, al no
tener que depender de permisos especiales para poder recibir productos desde el
puerto de Buenos Aires, ya que en adelante pertenecían al mismo virreinato.

El Corregidor: funciones, atribuciones y competencias

Los Gobernadores, corregidores y alcaldes mayores ostentaban de autoridad


política y judicial dentro de sus respectivos distritos; pero a veces, el Gobernador

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poseía también título de Capitán General, que le confería poderes militares,


sumados a la amplia autoridad civil que ya ejercía.

Pese a que el Gobernador, especialmente cuando era también Capitán General,


debe ser considerado como un funcionario de dignidad más alta y quizás de
condiciones más independientes que el corregidor y el alcalde mayor, los deberes
de estos funcionarios eran idénticos y prácticamente iguales en todos los términos.

Los Corregidores de Cuyo eran al mismo tiempo los jefes políticos y


administrativos de su jurisdicción. Como gobernantes políticos tenían amplias
facultades para tomar decisiones y emprender la acción correspondiente;
determinados poderes de nombramiento, autoridad para informar y recomendar al
Virrey y a la corona respecto de medidas necesarias para el bienestar de la zona.
Además, tenían como obligación fomentar el desarrollo de la agricultura y procurar
el buen tratamiento de los nativos.

En el ejercicio de su cargo, el corregidor estaba obligado por ley a realizar una gira
anual por el distrito de su jurisdicción. Debía informarse sobre la administración de
justicia y el gobierno local, atender a los asuntos que se le presentaran y buscarles
solución cuando era necesario, inspeccionar las posadas, hospitales y mercados, y
comunicar a la Audiencia los resultados de su inspección. El corregidor tenía
prohibido, bajo graves penas, intervenir en negocios durante su mandato o aceptar
donaciones de cualquier naturaleza o servicios personales de españoles o indios.

El Corregidor y el Cabildo

El Corregidor estaba, en general, estrechamente vinculado con los cabildos


locales, de hecho a ellos les correspondía la presidencia de los cabildos. Aunque,
sin duda, el Corregidor no siempre era miembro integrante de ellos, tenía autoridad
para intervenir en los asuntos del cabildo cuando el interés público o el servicio de
la Corona lo demandaban. Además, él confirmaba la elección de alcaldes en
ciudades situadas a más de quince leguas de la sede de una Audiencia. Los
casos civiles y criminales más importantes llegaban en apelación de los
magistrados municipales al corregidor y de éste pasaban a la Audiencia.
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Los corregidores, sin embargo, de ordinario no podían intervenir en los casos


pendientes ante los alcaldes ni exigir que los prisioneros detenidos por autoridades
locales fueran llevados ante ellos para su pronunciamiento.

A menos que el Corregidor fuera abogado, se valía de un asesor letrado para el


ejercicio de sus funciones judiciales. En el caso de la región de Cuyo, como en el
resto de América, se dio frecuentemente esta situación de magistrados no letrados.

El Corregidor tenía la atribución de presidir el Cabildo, pero si éste se hallaba


ausente por razones justificadas, lo reemplazaba en el cabildo su principal
lugarteniente investido de su autoridad y poderes. Cuando el cabildo se ocupaba
de la elección de alcaldes y otros funcionarios, el corregidor lo presidía siempre y
entregaba las varas del mando a quienes obtenían mayor número de votos.

Tanto los Corregidores de pueblos de indios como los Corregidores de pueblos


de españoles, ejercían autoridad judicial y política, sin embargo su principal
obligación era proteger y fomentar el bienestar de los nativos.

La función de Gobernadores y corregidores era supervisada por la Audiencia, a


la que podían apelar los particulares o los Cabildos por medidas que considerasen
perjudiciales a sus derechos y también por su superior inmediato, el Virrey, cuyas
órdenes tenía que obedecer (Lynch, John, 1962). De igual modo, estos
funcionarios locales mantenían comunicación directa con las autoridades de
España, de las que recibían también instrucciones para el buen gobierno y
administración.

Los tenientes de Corregidores y la delegación de sus funciones

Para ejercer el mando en las ciudades que no eran capitales de provincia, se


nombraban tenientes de corregidores o tenientes de Gobernadores; así, los
corregidores de Cuyo designaban a sus tenientes para gobernar en las provincias
de San Juan y de San Luis.

Los tenientes de corregidores o de Gobernadores comprendían las cuatro


funciones, poseían también el título de capitán de guerra y justicia mayor, presidían

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Cátedra Historia de Mendoza. Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo

el Cabildo y estaban directamente subordinados a la autoridad inmediata superior,


llámese corregidor o Gobernador.

El nombramiento de todos estos tenientes era privativo de los Gobernadores y


corregidores, que los elegían al principio con entera libertad, pero a fines del siglo
XVI comenzaron a establecerse ciertas restricciones en las designaciones. No
debían ser parientes ni criados del mandatario que los designaba y además se
dispuso que éstos no fueran naturales del lugar en donde debían ejercer sus
funciones. Los nombramientos de los tenientes, expedidos por los Gobernadores y
corregidores, debían ser aprobados por el Consejo de Indias o por la Audiencia
de su distrito, sin cuyo requisito caducaban después de cierto plazo. De la misma
manera que los Gobernadores, los tenientes debían presentar sus títulos al
cabildo del lugar, prestar juramento y ofrecer fianzas para asegurar su buen
desempeño.

Las facultades de todos estos funcionarios de menor jerarquía derivaban de los


poderes concedidos en los títulos respectivos. Por lo general, tenían atribuciones de
gobierno, justicia y guerra. Presidían los cabildos, vigilaban la vida económica del
lugar, atendían a la defensa del territorio y eran jueces de primera instancia en los
asuntos ordinarios o de segunda instancia por apelación de los alcaldes. Estas
funciones amplias quedaban subordinadas a la autoridad y a la vigilancia de los
mandatarios que los habían designado. No obstante esta subordinación, la
distancia y el ejercicio de tantas atribuciones convertían a los tenientes en
verdaderos régulos de la ciudad en donde actuaban, cuyo desenvolvimiento dirigían
discrecionalmente.

El Corregidor y la administración de justicia

Desde el comienzo de la conquista fue necesario otorgar poderes judiciales a


ciertas autoridades, que al principio fueron los adelantados en el Río de la Plata y
los demás jefes que iniciaron la ocupación de Tucumán y Cuyo. Estos primeros
funcionarios cedieron paso a los Gobernadores y sus respectivos tenientes, en el
Río de la Plata y Tucumán; en tanto que, en Cuyo surgieron los corregidores.

A medida que se fundaban las ciudades con sus Cabildos respectivos, fueron
surgiendo dentro de esta institución colegiada, los alcaldes ordinarios y otros
Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial
1561-1810

magistrados de menor jerarquía, que se encargaban de la administración de


justicia.

El Corregimiento de Cuyo en cuanto a la administración de justicia, dependió de la


Audiencia de Santiago de Chile desde 1609, año de su creación, hasta que el 14
de abril de 1783 se creó la Audiencia de Buenos Aires, con jurisdicción sobre las
Provincias del Río de la Plata, Paraguay, Tucumán y en adelante también sobre el
Corregimiento de Cuyo; sin embargo, su instalación efectiva se produjo en agosto
de 1785.

Tanto Gobernadores como corregidores y sus respectivos tenientes, poseían el


título de justicia mayor, que era el más importante de los jueces reales. Su
competencia era amplísima en esta materia: entendía en los juicios civiles y
criminales del fuero ordinario; en las llamadas causas de gobierno, de carácter
administrativo y en los asuntos correspondientes al fuero militar. Cuando el
Gobernador o el corregidor no era jurista o abogado, le correspondía designar un
asesor o asistente legal para conducir el procedimiento de los fallos judiciales.

Las causas de gobierno eran de orden administrativo, regidas por el derecho


público, cuya observancia competía al Gobernador o al corregidor. Este también
entendía en los procesos destinados a hacer cumplir las leyes protectoras de
indios.

El Gobernador como Capitán General entendía en primera y segunda instancia


en todos los delitos cometidos por milicianos, soldados y oficiales; generalmente,
otorgaba la primera instancia a un oficial superior, reservándose su apelación.

La administración de justicia en las ciudades estaba a cargo de los miembros del


Cabildo. Se desempeñaban en esta función los alcaldes ordinarios, de primer y
segundo voto, que entendían en los juicios civiles y criminales en la ciudad y su
jurisdicción; mientras que, en los distritos rurales actuaban por medio de
comisionados especiales o de los acaldes de la hermandad.

Los alcaldes de la hermandad eran designados anualmente por el Cabildo para


intervenir en los delitos que se cometieran en zonas rurales o despobladas y
también tenían competencia delegada para juzgar pleitos civiles de escaso monto.

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Las sentencias aplicadas por todos los jueces capitulares en los juicios civiles eran
apelables ante el mismo Cabildo, podían recurrir ante el Gobernador o su teniente
y también podían apelar ante la Audiencia.
Nombramiento y designación de Corregidores

Los corregidores eran designados, algunos directamente por el rey y otros por las
autoridades superiores en América hispana, pudiendo recaer la designación en el
Virrey, presidente de la Audiencia o en los Gobernadores, pero con reserva a la
aprobación por parte del Consejo de Indias.

De acuerdo con lo dispuesto por las Leyes de Indias para el reino de Chile, los
únicos oficios de provisión real eran el de Gobernador, Capitán General y
presidente de la Audiencia; mientras que la provisión de los oficios de corregidor y
justicia mayor quedó, desde el primer momento, por delegación en manos de los
Gobernadores de Chile o por el Virrey del Perú, pero solamente en casos
excepcionales.

Según afirma Comadrán Ruiz desde fines del siglo XVII se introdujo una nueva
práctica que estaba en contradicción con la costumbre y con la legislación, está
práctica consistió en enviar al Corregimiento cuyano funcionarios designados en la
metrópoli y directamente por el mismo rey. De este modo entre 1689 y 1782
alternaron en el Corregimiento de Cuyo 14 corregidores con el título expedido
por la corona, de los cuales solamente 8 ejercieron efectivamente el cargo y 24
fueron nombrados por los Gobernadores de Chile.

Los corregidores nombrados directamente por la corona recibían exclusivamente


el título de corregidor y justicia mayor, despacho que debía ser revisado y
autenticado por la Real Audiencia. Pero los títulos complementarios de teniente de
Capitán General y de alcalde mayor de minas y registros, que era costumbre
agregar a las funciones de corregidor en este periodo, siguieron siendo otorgados
por el Gobernador y Capitán General de Chile, en todos los casos.

Duración del cargo de Corregidor


Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial
1561-1810

La permanencia en el cargo de los corregidores designados por el rey era de


cinco años, si la persona elegida se encontraba en España en el momento de su
designación; si se encontraba en América, el período se reducía a tres años. En
ambos casos, se contaba desde la toma de posesión del cargo y continuaba hasta
la llegada de su sucesor.

Los Virreyes y Audiencias no podían remover a los corregidores al término de su


mandato y reemplazarlos por funcionarios de su elección hasta que un sucesor
arribara, ni podía éste asumir el cargo hasta que el período de su predecesor tocara
a su fin, aunque hubiese llegado con anterioridad. Los corregidores podían ser
reelegidos, pero generalmente lo eran para otro cargo distinto. En el Virreinato del
Perú, sin embargo, los corregidores designados por el Virrey eran nombrados por
un año solamente, y si su administración resultaba satisfactoria, el nombramiento
podía ser renovado por un segundo año.

Requisitos y obligaciones de los Corregidores

Antes de hacerse cargo de su puesto, al menos a partir de los primeros años del
siglo XVII, el corregidor debía presentar declaración de sus bienes. Si el nombrado
estaba en América, este inventario era registrado por la Audiencia a cuya
jurisdicción pertenecía su distrito; si se encontraba en España intervenía el
Consejo de Indias. También depositaba una fianza en la ciudad principal de su
jurisdicción, con el propósito de asegurar su arraigo mientras se sustanciara el juicio
de residencia y garantizar el pago de cualquier multa que pudiera resultar de este
proceso.

En la elección de estos funcionarios, no podían ser nombrados los vecinos del lugar
donde hubieran de ejercer la jurisdicción, ni los encomenderos, propietarios de
tierras o minas, ni tampoco los parientes, dentro del cuarto grado de
consanguinidad, de las autoridades mayores. Los Virreyes y presidentes de
Audiencias no podían designar como corregidores, a parientes hasta el cuarto
grado de cualquiera de los funcionarios más importantes de la provincia.

Al igual que los miembros de la Audiencia, no podían casarse dentro de su distrito,


sin permiso especial de la Corona, ni podían elegir subordinados entre sus
parientes hasta el cuarto grado. Si era nombrado por la Corona, tenía autoridad

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para designar y remover tenientes en las principales ciudades de su jurisdicción. La


interferencia de Virreyes y Audiencias en estos nombramientos estaba
estrictamente vedada, excepto en casos de inmoralidad administrativa. Los
tenientes de corregidor estaban sujetos a las mismas normas que el corregidor,
en cuanto a la fianza, participación en negocios y casamiento.

Comadrán Ruiz afirma que otro aspecto de interés institucional que surge del
análisis de los títulos otorgados por la Corona para desempeñarse como
corregidor y justicia mayor de la provincia de Cuyo, es el de la forma como los
titulares obtuvieron sus despachos. En todos los casos de provisión real medió una
donación a la corona.

Los corregidores y Gobernadores provinciales, especialmente si habían sido


nombrados por el rey, podían desenvolverse con autonomía considerable en la
administración de la justicia local y en el ejercicio de la función de policía o gobierno
que estaban en sus manos.
La Real Ordenanza de Intendentes

El establecimiento del régimen de intendencias fue la culminación de una política de


integración jurisdiccional y administrativa que el gobierno de los Borbones venía
persiguiendo durante años. La corona española reconoció la necesidad de agrupar
el territorio en formas más simples y eficientes para simplificar la distancia entre los
organismos centrales de gobierno y las comunidades más alejadas.

El extenso Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776, fue dividido años
después, en varias circunscripciones administrativas que recibieron los nombres de
intendencias y de gobiernos político militares. El nuevo sistema respondía a los
principios de los Borbones, que importaron de Francia una organización destinada
a acentuar el centralismo y el control estatal de la actividad gubernativa.

Las intendencias introdujeron una institución nueva y desconocida hasta entonces,


que simbolizaba la ideología del siglo XVIII, el despostismo ilustrado y el deseo
de crear un ordenamiento administrativo más eficiente y centralizado. Para ello se
eligió un sistema que en Francia había dado excelentes resultados. Sus orígenes
se remontaban al siglo XVI en que se hizo frecuente enviar a todas partes
Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial
1561-1810

comisarios encargados de cumplir determinadas funciones, restablecer el orden y


organizar las finanzas.

El 28 de enero de 1782 se sancionó la Real Ordenanza para el establecimiento e


instrucción de Intendentes de Ejército y Provincia en el Virreinato de Buenos
Aires. Esta fue remitida a las distintas autoridades superiores de los virreinatos del
Río de la Plata y del Perú, para que dieran reservadamente su opinión y
propusieran las modificaciones que estimaran convenientes, indicándoles al mismo
tiempo que la intención del monarca era nombrar como intendentes a los mismos
Gobernadores actuantes.

Aplicación de la Real Ordenanza en el Virreinato del Río de la Plata

Cuando el rey de España Carlos III promulgó la Real Ordenanza de Intendentes


para el Virreinato del Río de la Plata, este documento normativo adquirió el
carácter de una auténtica constitución política de las autonomías regionales durante
el período colonial que restaba.

Al respecto Vicente Palacio Atard afirma que la Real Ordenanza de Intendentes


dictada en España en 1782 fue el derecho vigente para el Río de la Plata y se
perpetuó como derecho histórico en las constituciones provinciales y en la
Constitución Nacional.

Este nuevo ordenamiento virreinal adaptó a la administración indiana una institución


que en España en el siglo XVIII parecía haberse afianzado con éxito y constituido
en clave de la racionalización del gobierno interior provincial y del fomento
económico.

La aplicación de la Real Ordenanza de Intendentes modificó la anterior estructura


centralizada del Virreinato del Río de la Plata e impuso los principios de una
administración descentralizada, con una relativa independencia de origen y de
funciones.

San Martino de Dromi subraya la trascendencia de la Real Ordenanza de


Intendentes al indagar sobre los orígenes del federalismo y aporta nuevos datos
sobre el papel y la influencia que tuvieron las instituciones españolas en la época

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virreinal en el desarrollo político e institucional de la nueva nación republicana. La


autora subraya la importancia originaria de las instituciones hispano indianas y
analiza las relaciones de continuidad que existen entre las instituciones de origen
español como la Real Ordenanza de Intendentes de 1782 y las nuevas instituciones
provinciales en el largo periodo histórico desde 1810 hasta 1853.

Gran parte de las instituciones locales que se consolidaron posteriormente en el


régimen provincial tienen su antecedente casi siempre en la Real Ordenanza de
Intendentes de 1782/83 y esto se comprueba a través del análisis inherente a las
competencias y prestaciones de uno y otro régimen. Por ejemplo, la comparación
del poder de policía en ambas situaciones y la representación política ejercida por
el Intendente en el régimen virreinal y por el Gobernador provincial en el régimen
republicano, permite reconocer la continuidad histórica entre unas y otras
instituciones.

San Martino de Dromi afirma que la Real Ordenanza de Intendentes fue causa
determinante en la organización federal aún vigente. Es más, impone integrar el
Derecho Castellano, el Derecho Indiano y el Derecho Argentino, dado que éste
último se constituyó sobre las bases políticas y administrativas que heredó de los
anteriores; la Real Ordenanza de Intendentes de 1782 influyó institucionalmente de
modo específico en la conformación del Estado federal argentino.

Gobernación Intendencia de Mendoza

Con la aplicación de la normativa de 1782 la provincia de Mendoza se convertía


en capital de la Gobernación Intendencia de Mendoza, conservando la unión de
la región de Cuyo, establecida a partir de la fundación de las tres provincias de
Mendoza, San Juan y San Luis, en adelante con un nuevo ordenamiento
jurisdiccional y político dispuesto por la Real Ordenanza de Intendentes.

La reforma implementada con el régimen de Intendencias consistió en reemplazar a


los antiguos Gobernadores, que ejercían funciones políticas, militares y judiciales,
por los nuevos Gobernadores intendentes con poderes de gobierno, hacienda y
guerra. Estos nuevos funcionarios establecidos a partir de 1782/83, ya no tuvieron
el mando militar, pero en cambio recibieron amplísimas atribuciones de carácter
financiero y relativo a la hacienda.
Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial
1561-1810

En las ciudades subalternas que no eran capitales de provincias desaparecieron


los antiguos tenientes de corregidor o de Gobernador y se instalaron los
Subdelegados con facultades limitadas. Los Subdelegados sólo debían instruir el
sumario de las causas de hacienda y guerra, que luego remitían al Intendente. No
obstante, recibieron, además, por delegación expresa de sus superiores, otras
facultades de gobierno y de orden militar, que en ciertos casos les permitieron
llamarse comandante de armas.

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Cambios y modificaciones a la Real Ordenanza de Intendentes de 1782

El rey de España, Carlos III, modificó en varios aspectos fundamentales algunas


disposiciones de la Real Ordenanza de Intendentes de 1782, con la sanción de la
Real Cédula Declaratoria el 5 de agosto de 1783. De este modo, se promulgaron
ambos cuerpos legales y entraron en vigencia en el territorio del Río de la Plata, a
partir del 25 de noviembre de 1783 por disposición del Virrey Vértiz.

Gobernación Intendencia de Córdoba

El cambio se hizo presente a partir de 1783 cuando las tres ciudades de Mendoza,
San Juan y San Luis se incorporaron a la Gobernación Intendencia de Córdoba
del Tucumán, como provincias subalternas, desarticulando la unidad institucional
del Corregimiento de Cuyo. Como resultado de los cambios, se desintegró la
región de Cuyo después de más de doscientos años de existencia.

La provincia de Mendoza perdió su condición de capital y jerarquía sobre la


región. La nueva autoridad designada por la Real Ordenanza de Intendentes para
gobernar la provincia de Mendoza, considerada como Provincia Subalterna en la
categoría de pueblos de españoles eran dos funcionarios con el ejercicio de dos
causas respectivamente: uno fue el Subdelegado de Real Hacienda y Guerra y
otro era el Cabildo, con el ejercicio de las causas de policía o gobierno y justicia.

La aplicación en Mendoza desde 1783 de las nuevas disposiciones de la Real


Ordenanza de Intendentes no solamente afectó en el aspecto político e
institucional, sino también generó un descontento por motivos económicos. Si la
provincia se convertía en capital de Intendencia, es evidente que tendría una
relación directa con las autoridades superiores de Buenos Aires, para defender los
intereses no solamente de Mendoza sino de la región de Cuyo. Por ello, no resultó
desacertada la posibilidad de gestionar un cambio de dependencia, es decir que
Cuyo se reintegrara a la antigua dependencia de la Capitanía General Chile y del
Virreinato del Perú, examinando los motivos económicos y fundamentalmente el
desarrollo de la minería. En esta oportunidad, el Cabildo de Mendoza fue el
portavoz oficial de los reclamos y aspiraciones de los sectores económicos y
políticos que se sentían comprometidos y perjudicados con los nuevos cambios.
Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial
1561-1810

Esta inclinación hacia la uniformidad del gobierno, que procuraba centralizarlo en


torno del rey a los secretarios del despacho, coincidía también con el deseo de ir
suprimiendo la importancia que hasta entonces habían tenido las instituciones
tradicionales. El Consejo de Indias había perdido ya gran parte de sus atribuciones
legislativas y todas las referentes a la administración del nuevo mundo. Las
Audiencias, los Virreyes y los Cabildos sufrieron también una disminución de
poderes destinados a exaltar correlativamente los organismos y funcionarios que
ahora surgían en el escenario americano.

El pensamiento esencial de los creadores de esta nueva norma legal fue instaurar
un sistema que trasladara a América el espíritu y la práctica del despostismo
ilustrado. Se buscó el predominio de la ideología triunfante durante la época de
Carlos III que se caracterizó netamente por el regalismo, la tendencia
centralizadora y absolutista y el deseo de modernizar la cultura y la economía de
acuerdo a los principios de la ilustración.

Esta burocracia no consistía solamente en la organización de las intendencias, sino


también en la creación gradual y simultánea de otros entes administrativos, como
la Audiencia y la Aduana de Buenos Aires, además del Estanco del tabaco, pólvora
y naipes, el Correo, las Juntas de temporalidades y Juntas municipales y el Tribunal
mayor de cuentas, entre otros. También representó la secularización de las rentas
eclesiásticas: diezmos, espolios, santa cruzada, vacantes mayores y menores,
mesada y media anata eclesiásticas. Al asumir todas estas nuevas funciones, el
estado indiano, se vio en la necesidad de crear una complicada máquina
administrativa en reemplazo del sistema sencillo y paternalista que existía antes.

Desde 1777 hasta 1785 se produjo una brusca transformación en el régimen


gubernativo, que impulsó un creciente intervencionismo del Estado español en
numerosas actividades, destinado sobre todo a obtener mayores recursos fiscales.
La ampliación de las atribuciones del estado y los nuevos servicios que tomó a su
cargo impusieron la presencia de esa burocracia numerosa y dominante, que
pretendió dirigir a todos los grupos sociales. El centralismo creciente tenía que
ahogar la relativa autonomía que hasta entonces habían tenido los Gobernadores
indianos, la Iglesia y los cabildos. El régimen gubernativo de Indias se limitó a una
pura burocracia, incapaz de ejercitar la influencia política y social que era
indispensable en la época de grandes transformaciones universales.

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El eje alrededor del cual giró esta nueva organización centralizada y estatista fue el
régimen intendencial. Mientras los Gobernadores antiguos dependían del Virrey y
de la Audiencia, los intendentes estaban subordinados a la Junta Superior de
Real Hacienda y ésta al secretario del despacho. El centralismo se ponía de
manifiesto mediante la necesidad de recurrir permanentemente a los secretarios del
monarca, que acaparaban todo lo concerniente al manejo de la hacienda, guerra,
comercio y navegación. De este modo, se había concentrado la administración en
manos del secretario de indias y a partir de 1790, en las de los cinco secretarios de
estado.

Los Intendentes: funciones y atribuciones

Si se comparan las facultades de los Gobernadores y de los Intendentes puede


advertirse que, mientras los primeros tenían poderes de gobierno, militares y
judiciales, los segundos tuvieron atribuciones administrativas, judiciales y de
hacienda. Es indiscutible que la Real Ordenanza se refería también a las materias
de guerra, pero en éstas el intendente sólo se ocupaba del abastecimiento y pago
de las tropas, cuyo mando le estaba vedado.

Los gobernantes que administraban una provincia indiana perdieron la dirección de


las milicias y de los ejércitos para ganar, en cambio, el control de las finanzas
públicas, no sólo las reales sino también las eclesiásticas y capitulares. Con ello se
acentuaba un proceso de burocratización que ya se venía produciendo en las Indias
desde mucho tiempo antes, por efectos de la transformación inevitable de los
conquistadores en gobernantes. Pero además, este proceso se agudizó porque los
intendentes tuvieron que dedicarse preferentemente a atender los aspectos
económicos y financieros de la provincia.

En materia gubernativa, las atribuciones de los intendentes eran análogas a las de


los antiguos Gobernadores. La Real Ordenanza insistía en la conveniencia de
fomentar el progreso económico y realizar obras públicas, pero éstas también eran
funciones de los anteriores mandatarios.

En materia de justicia, los intendentes dejaron de intervenir, como lo habían hecho


los Gobernadores, en los pleitos del fuero ordinario o común, los cuales pasaron
Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial
1561-1810

en las capitales de provincia a ser de competencia de los tenientes letrados; pero


en cambio, los intendentes asumieron toda la jurisdicción administrativa. Quedó
así separada la jurisdicción judicial, por un lado, a cargo de los alcaldes ordinarios,
el teniente letrado y la Audiencia y la jurisdicción administrativa por el otro,
exclusiva de los intendentes, la Junta Superior de Real Hacienda y el Virrey según
las distintas materias.

Lo más importante de la reforma fue la organización de la hacienda. Se quiso con


ella regularizar y mejorar la administración fiscal. Los intendentes fueron el
engranaje principal de este cambio, pues se les dio la dirección por mayor de la real
hacienda. Los oficiales reales, convertidos en ministros de Real Hacienda,
quedaron subordinados a los intendentes y formaron las Tesorerías y Contadurías,
que reemplazaron a las antiguas Cajas Reales. Por encima de todo, se creó la
Junta Superior de Real Hacienda para uniformar los procedimientos administrativos
y controlar el mecanismo financiero.

Los intendentes no dependían del Virrey en materias de hacienda, pero sí estaban


subordinados a él en todas las cuestiones de gobierno y de guerra.

Otra reforma importante con la Real Ordenanza fue la supresión de los cargos de
teniente de Gobernador. En cada ciudad subalterna se establecieron
Subdelegados de real hacienda y guerra, que eran a la vez comandantes de
armas, pero que no tenían autoridad en materias de policía y justicia. Desapareció
así el gobernante local que hasta entonces había dirigido la vida urbana y rural de
los distritos no sometidos a la influencia directa del mandatario provincial.

Los Subdelegados: funciones y atribuciones

La Real Ordenanza de Intendentes de 1782 y su reforma posterior de agosto de


1783 establecieron, en sus artículos 9 y 73, la existencia de dos categorías de
funcionarios: los Subdelegados de pueblos de indios y los Subdelegados de
pueblos de españoles, dependientes de los Gobernadores Intendentes, con las
atribuciones específicas y concretas para cada una de las categorías.

Los Gobernadores intendentes podían designar Subdelegados en las ciudades


subalternas, otorgándoles atribuciones a la vez militares y de hacienda, con lo cual

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quedaron suprimidos los cargos de tenientes de Gobernador. Y se crearon


además una Junta Superior de Real Hacienda en Buenos Aires y otros organismos
administrativos. Los nuevos funcionarios, cuya denominación sería la de
Gobernador Intendente, iban a ser nombrados por el monarca e investidos de su
elevada representación en cada provincia.

Los Subdelegados de cuatro causas

De acuerdo con lo establecido en el artículo 9 de la Real Ordenanza de Intendentes


había Subdelegados con el ejercicio de las cuatro causas: policía o gobierno,
justicia, hacienda y guerra, en los pueblos de indios que eran cabeceras de partido
y en que hubiese habido anteriormente un teniente de Gobernador o un
corregidor; quedaba entonces, claramente especificado que estos Subdelegados
con cuatro causas reemplazaban a los antiguos funcionarios, llámese teniente de
Gobernador o corregidor, en todas sus funciones y además, gozaban el pleno
ejercicio, por delegación del Gobernador intendente, de las cuatro causas.

Según el artículo 9 de la Real Ordenanza, al subdelegado de pueblos de indios


además del ejercicio de las cuatro causas, le correspondía especialmente
administrar justicia, mantener el buen orden, obediencia y civilidad entre los nativos;
asimismo, le estaba expresamente prohibido al subdelegado interferir en las
relaciones comerciales entre los habitantes de su jurisdicción.

Si bien en un primer momento se estableció que el subdelegado de las cuatro


causas sería designado por el Gobernador intendente y sin límite de tiempo, las
Reales Ordenes de 1787 y 1792 introdujeron una serie de reformas, al
implementar que los Gobernadores intendentes debían pasar noticias de los
nombramientos de Subdelegados a los Virreyes, y éstos debían comunicarlo a la
Real Audiencia. El nombramiento de los mismos era por una terna de funcionarios,
presentada por los Gobernadores intendentes a los Virreyes para que eligieran de
la propuesta al más idóneo. Estos Subdelegados duraban en sus funciones cinco
años, sin poder ser prorrogados.

Los Subdelegados de dos causas


Instituciones de Gobierno y Autoridades de Cuyo en el Periodo Colonial
1561-1810

La Real Ordenanza de Intendentes, explica particularmente Comadrán Ruiz


enuncia la creación del cargo de subdelegado de dos causas, cuando ha terminado
de tratar exhaustivamente las causas de justicia y policía, que a éste no le
correspondían.

Los Subdelegados de dos causas aparecen en el artículo 73 de la Real Ordenanza


de Intendentes atribuyéndole las funciones de hacienda y guerra, pero a la vez
quedaron claramente establecidos los límites y alcances del cargo.

Los Subdelegados de dos causas tuvieron funciones bastante recortadas y, al


respecto, asegura Comadrán Ruiz que no se puede afirmar que ellos sustituyeran a
los antiguos teniente de Gobernador o corregidores. Por esto, de manera muy
clara en 1792 el Gobernador intendente de Córdoba del Tucumán, el marqués
Rafael de Sobremonte, en una nota dirigida al Virrey Arredondo, gestionó que se
los Subdelegados de dos causas de su jurisdicción intendencial fuesen
equiparados a los de cuatro causas o se creara nuevamente el oficio de teniente de
Gobernador o de justicia mayor, para reemplazar a los funcionarios que hasta ese
momento se desempeñaban.

Entre los motivos que formulaba el marqués de Sobremonte para elegir sujetos
idóneos para desempeñarse en estas funciones, figura en primer lugar, que tal
designación solamente ocasionaba gastos y gravámenes, sin ningún beneficio
económico; y en segundo lugar, estos funcionarios no tenían ni siquiera la
distinción de asiento ni lugar en el Cabildo, que si ocupaban en cambio, los
Ministros de Real Hacienda, y que antes, poseía y ocupaba el corregidor o
teniente de Gobernador. Esto significó que el Gobernador intendente y luego el
Virrey no podían ejercer el control sobre los Cabildos, por no tener en su cabeza
un jefe inmediato que dependiera de ellos, como ocurría antes con el corregidor o
teniente de Gobernador.

En lo que respecta a la forma de designación y tiempo de ejercicio de sus


funciones, los Subdelegados de dos causas debían durar cinco años en sus
funciones y su designación sería realizada por el Virrey a propuesta de una terna
de los intendentes. Sin embargo, estas disposiciones no se cumplieron en su
totalidad, principalmente la que hace referencia a la duración en el cargo.
Los Subdelegados Real Hacienda y Guerra en Mendoza (1784-1810)

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De acuerdo con el artículo 73 de la Real Ordenanza de Intendentes, los


Subdelegados que correspondían a la provincia de Mendoza eran los
Subdelegados de real hacienda y guerra, es decir, como hemos expresado
anteriormente, los de dos causas.

Jorge Comadrán Ruiz efectúa una revisión en este punto sobre la obra, citada
anteriormente, de Fernando Morales Guiñazú sobre los corregidores y
Subdelegados de Cuyo. En ella realiza interesantes aportes sobre quiénes fueron
los que ocuparon sucesivamente esta función desde 1784 hasta 1810, en qué fecha
fueron titulares o suplentes y cómo se desempeñaron en su cargo, analizando de
manera detallada la gestión de cada uno de los Subdelegados de real hacienda y
guerra en Mendoza, con aportes sobre su vida y acción política.

José Sebastián de Sotomayor 1784 - 1788

El 12 de noviembre de 1782 fue designado interinamente el Capitán de Dragones


Pedro Ximénez Castellanos, con el título de Corregidor y Teniente de Capitán
General, para todo lo concerniente al mando de las armas; de este modo Ximénez
Castellanos fue el último de los Corregidores de Cuyo.

Los cambios con la aplicación de la Real Ordenanza de Intendentes y su reforma


posterior se comenzaron a aplicar a partir de 1783 y en algunos casos en 1784. Así,
quedó constituida la Gobernación Intendencia de Córdoba del Tucumán, de cuya
jurisdicción dependían ahora cada una de las provincias que anteriormente
formaron el Corregimiento de Cuyo, a la cual se sumó La Rioja y la capital
instalada en Córdoba.

El Gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán, el Marqués Rafael de


Sobremonte, expidió el título de Subdelegado en las causas de hacienda y guerra a
favor de José Sebastián de Sotomayor. Este funcionario, una vez recibido el título,
se presentó ante el Cabildo de Mendoza el 23 de febrero de 1784 y en el mismo
acto tomó posesión de su empleo.

La noticia de los nuevos cambios institucionales que se avecinaban, como la


supresión del corregidor y su reemplazo por un subdelegado, no tomó por
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1561-1810

sorpresa a los miembros del Cabildo, que anteriormente habían recibido una
comunicación oficial del Gobernador intendente, Rafael de Sobremonte, donde les
comunicaba que de acuerdo a la aplicación de la Real Ordenanza de Intendentes
quedaban suprimidos los empleos de teniente de Gobernador o corregidor.
Además, informaba que la administración de las causas de justicia y policía se
transfería a los alcaldes ordinarios del Cabildo y, las causas de hacienda y guerra
al subdelegado, que nombrara el mismo Gobernador intendente.

José Sebastián de Sotomayor fue designado como el primer Subdelegado de Real


Hacienda y Guerra de Mendoza y desempeñó tales funciones hasta el día de su
muerte, el 11 de marzo de 1788.

José Clemente Benegas 1788 - 1806

En el mes de marzo de 1788, el Gobernador intendente de Córdoba del Tucumán,


Rafael de Sobremonte, estaba en Mendoza realizando su visita de Ordenanza y
había fijado provisoriamente su capital en esta ciudad, por lo cual hizo que, tras la
muerte de Sotomayor, se nombrara de inmediato un reemplazante. La designación
de Subdelegado recayó en José Clemente Benegas. Según consta en las Actas
Capitulares, el 15 de marzo de 1788 fue el día que se presentó José Clemente
Benegas y pidió se le reconociese como subdelegado en virtud del título otorgado
por el Gobernador intendente.

José Clemente Benegas fue entonces el segundo Subdelegado de Real Hacienda y


Guerra en Mendoza y se desempeñó en este cargo durante 18 años
aproximadamente. Aun cuando no se ha podido exactamente determinar cuándo
cesó en sus funciones, Comadrán Ruiz afirma que este hecho debió ocurrir
después del 7 de agosto y antes del 13 de noviembre de 1806. Se comprueba así
una revisión sobre el trabajo de Morales Guiñazú, quien afirma en su obra que
José Clemente Benegas cesó en sus funciones en 1799 y ese mismo año le
sucedió José Antonio Palacios hasta 1803.

Afirma Comadrán Ruiz que José A. Palacios no fue nunca nombrado para
desempeñarse como subdelegado, y de hecho, no ejerció tales funciones. En
cambio, José Antonio Palacios sí fue designado ministro tesorero de real hacienda
y administrador de tabacos de Mendoza, desde 1784 hasta el día de su

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Cátedra Historia de Mendoza. Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo

fallecimiento ocurrido el 17 de mayo de 1800 y que posiblemente Clemente


Benegas lo haya dejado a cargo de la subdelegación de manera interina, al tener
que ausentarse de la ciudad de manera imprevista.

José Clemente Benegas delegó sus funciones desde los primeros días de
noviembre de 1792 en José de Amigorena, quien se desempeñaba como
comandante de fronteras de Mendoza, y, en otra oportunidad, delegó la
subdelegación en Raymundo Pelliza, desde el 19 de junio de 1799 hasta fines del
mismo año. Pero fuera de estas dos excepciones, no se ha encontrado
documentación que testimonie otras suplencias o delegaciones del mando entre
1788 y 1806. Por el contrario, en la firma de los despachos oficiales figura de
manera casi permanente la firma de José Clemente Benegas como Subdelegado
de Real Hacienda y Guerra de Mendoza.
Domingo de Torres y Harriet, Subdelegado Interino 1806 - 1808

A partir del mes de noviembre de 1806 se encuentra a cargo de la Subdelegación


de Real Hacienda y Guerra de Mendoza a Domingo de Torres y Harriet. La fecha
en que tomó posesión efectiva del cargo no aparece claramente establecida en los
documentos, ya que en la documentación figura la firma del anterior Subdelegado
Benegas hasta agosto de 1806, mientras que en otros oficios, la firma del nuevo
funcionario se registra desde noviembre del mismo año.

Al momento de tomar posesión del cargo de Subdelegado, Domingo de Torres y


Harriet ejercía en el cargo de Ministro Tesorero de las reales cajas de Mendoza,
desde diciembre de 1803; por lo tanto y cumpliendo con la Real Ordenanza de
Intendentes no podía desempeñarse como subdelegado, pero pese a ello y a la
escasez de funcionarios, tomó el cargo en forma interina hasta diciembre de 1808,
fecha en que fue reemplazado por Faustino Ansay.

La designación de Domingo de Torres y Harriet, aunque había recibido la


autorización del Virrey, estuvo cargada de ilegalidad porque la Real Ordenanza de
Intendentes establecía que la provisión de la subdelegación de real hacienda y
guerra no podía recaer en los alcaldes ordinarios, ni en los ministros contadores y
tesoreros o administradores del erario, pues debía encomendarse necesariamente
a particulares. Domingo de Torres y Harriet falleció el 16 de enero de 1838 en
Madrid.
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Faustino Ansay 1808 - 1810

El 8 de noviembre de 1808 Faustino Ansay recibió oficialmente su título de


Subdelegado de Real Hacienda y Guerra para Mendoza y, en diciembre del mismo
año, ya aparecen firmados los despachos de oficios y proveídos. De tal modo que,
el día 2 de enero de 1809 Faustino Ansay estaba ejerciendo plenamente sus
funciones, pues bajo su dirección se efectuó el inventario y visita de la tesorería, tal
como establecía la Real Ordenanza de Intendentes. Desde entonces y de manera
ininterrumpida hasta julio de 1810, ocupó las funciones de Subdelegado de Real
Hacienda y Guerra y de Comandante de armas y fronteras.

Faustino Ansay, el segundo español peninsular que estuvo a cargo del gobierno de
la subdelegación provincial, se desempeñaba al frente de la comandancia de
armas y fronteras de Mendoza y a este cargo se le agregó más tarde, la de milicias
de la ciudad. Sostiene sobre estos cargos, Comadrán Ruiz que no es cierta la
afirmación de Morales Guiñazú en el sentido de que las funciones de comandante
de armas de Mendoza fueron anexadas al cargo de subdelegado desde 1799.

La comandancia de armas y fronteras y la subdelegación de real hacienda y guerra


se mantuvieron separadas hasta fines de 1808, cuando se designó subdelegado a
Faustino Ansay, quien venía ocupando ese cargo desde el año 1800; solamente
entonces se produjo la unificación de cargos y funciones en una misma persona.

Revolución de Mayo de 1810 y crisis del sistema de Intendencias

Los sucesos revolucionarios ocurridos en mayo de 1810 en Buenos Aires


repercutieron decisivamente en la carrera política de Faustino Ansay. Este, al
seguir los instrucciones del Gobernador intendente de Córdoba y oponerse al
reconocimiento de la Junta Provisional de gobierno instalada en Buenos Aires, fue
tomado prisionero el 25 de julio, remitido a Buenos Aires y luego condenado a
prisión a la costa patagónica, junto con sus compañeros Domingo de Torres y
Harriet y Gómez de Liaño. Más tarde, los tres lograron escapar en 1812, se
trasladaron a Montevideo y, desde allí, Faustino Ansay se dirigió a Zaragoza, su
tierra natal.

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La instalación de la Primera Junta de Gobierno en Buenos Aires introdujo


modificaciones en la organización institucional de la provincia de Mendoza, al
efectivizarse un despacho enviado al Cabildo de Mendoza el 26 de julio de 1810,
según el cual, afirma Comadrán Ruiz que la Junta había tenido por conveniente
nombrar al cadete que fue del Real Cuerpo de Guardias de Coros, Capitán de
Caballería Don José Moldes, por teniente de Gobernador y Subdelegado de Real
Hacienda de esa ciudad.

De este modo, se cumplieron los deseos expresados por el Gobernador


intendente de Córdoba del Tucumán Rafael de Sobremonte, al establecerse
nuevamente la función de teniente Gobernador y además, a ella se anexó el título
de Subdelegado de Real Hacienda y Guerra. Por consiguiente, se transformó en
subdelegación de las cuatro causas, dando fin al período de Subdelegados de dos
causas a cargo del gobierno de Mendoza; no obstante continuó con la misma
consideración de provincia subdelegada durante el período 1810-1813. Debieron
pasar tres largos años para que las aspiraciones regionales fueran escuchadas y
éstas se vieron cumplidas con la implementación de la Gobernación Intendencia
de Cuyo, en noviembre de 1813.

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