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ESTUDIOS BÍBLICOS ELA:


¡VERDADERAMENTE
LIBRE!
(GÁLATAS)
A menos que se indique lo contrario,
todas las citas bíblicas están tomadas
de la Versión Reina Valera Revisión 1960
Primera edición, 1992
Cuarta impresión, 2005
© 1992 por Ediciones las Américas, A.C.
Todos los derechos reservados
Prohibida la reproducción parcial o total
EDICIONES LAS AMÉRICAS, A.C.
Prol. Reforma 5514
Col. La Libertad
72130 Puebla, Pue., México
Tels. 248-3923, 248-2323, Fax. 249-5984
ela@edicioneslasamericas.com
www.edicioneslasamericas.com
ISBN 968-6529-08-X
CONTENIDO
1. Demasiado fácil
Gálatas 1:1–5
2. Otro Evangelio?
Gálatas 1:6–24
3. El Peligro de Predicar para Ganar Popularidad
Gálatas 2
4. Cómo Comenzó su vida Cristiana?
Gálatas 3:1–5
5. Bendición o Maldición?
Gálatas 3:6–14
6. La Ley de la Buena Fe
Gálatas 3:15–18
7. ¿Para qué Sirve la Ley?
Gálatas 3:19–4:7
8. Regreso Voluntario a la Esclavitud
Gálatas 4:8–20
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9. Hijo de Esclavitud
Gálatas 4:21–31
10. Amor vs. Legalismo
Gálatas 5:1–15
11. Una Guerra Continua
Gálatas 5:16–26
12. Sirviéndonos en Amor
Gálatas 6:1–18
VERDADERAMENTE GALATAS
LIBRE:
Santificación por la fe en
Cristo
DEFENSA DEL DEFENSA DE LA DEFENSA DE LA
APOSTOLADO DOCTRINA DE PABLO 3– PRACTICA DE PABLO 5–6
Y MENSAJE DE PABLO 4
1–2
Saludo 1:1–5 Prueba de la recepción del Conflicto entre los dos
Sorpresa por el cambio Espíritu Santo 3:1–5 sistemas 5:1–6
operado en los Prueba de la bendición de Resumen 5:1
gálatas 1:6–9 Abraham 3:6–9 Enajenación por la ley 5:2–4
Fuente y confirmación de Prueba de la Justificación por la fe 5:5–6
su mensaje 1:10–2:21 redención 3:10–14 Rechazo por los
Su contenido revelado por Prueba de la promesa a judaizantes 5:7–12
Cristo 1:10–12 Abraham 3:15–18 Libertad sometida al
Su compromiso con el Prueba del propósito de la amor 5:13–15
judaísmo 1:13–14 ley 3:19–4:11 Andar en el Espirítu 5:16–26
Su conversión y Adición por causa del Conflicto entre la carne y el
preparación 1:15–17 pecado 3:19–22 espíritu 5:16–18
Su comunión con los Función del ayo 3:23–25 Fruto de la carne 5:19–21
santos 1:18–24 Cumplimiento del Fruto del Espíritu 5:22–23
Su confirmación por los propósito 3:26–29 Exhortación a vivir por el
apóstoles 2:1–10 Trato de un menor de Espíritu 5:24–26
Su confrontación con edad 4:1–5 Obligación de los unos por los
Pedro 2:11–14 Libertad de la otros 6:1–10
Su conclusión acerca del esclavitud 4:6–7 Restauración del caído 6:1
problema 2:15–21 Contradicción del deseo de Ayuda para los necesitados 6:2
volver a la esclavitud 4:8– Necesidad de
11 autoexaminarse 6:3–5
Prueba de la recepción que Apoyo para los maestros 6:6
le dieron al Segando una cosecha de
principio 4:12–20
valor 6:7–9
Prueba de la ilustración Exhortación final a las buenas
del Antiguo
obras 6:10
Testamento 4:21–31
Interés personal en ellos 6:11–
Contraste de los dos
18
hijos 4:21–23
Contraste de los dos
pactos 4:24–27
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Aplicación a los
gálatas 4:28–31

1
¡Demasiado Fácil!
Gálatas 1:1–5
Todas las religiones del mundo estipulan que la persona que quiera satisfacer a Dios y
obtener la vida eterna, debe hacer méritos propios para cumplir los requisitos divinos. Una
salvación basada únicamente en la fe, sin otra condición,se considera “demasiado fácil”.
Algunos dicen que “Dios no puede pasar por alto los años pasados en pecado y aceptar una
decisión repentina de confiar en Cristo (algunas veces tomada a la hora de la muerte), como
suficiente para tener la vida eterna”.
Las religiones paganas primitivas exigían sacrificios u ofrendas para satisfacer a sus
dioses y recibir sus bendiciones. Como consecuencia, la gente pasaba toda la vida
esclavizada por el temor a morir (Hebreos 2:15), porque no sabían qué esperar de esos
dioses que aunque no eran justos ni santos, controlaban el destino del mundo (Gálatas 4:7–
9).
Algunos sistemas religiosos orientales son distintos a los de occidente. Postulan que
todo el universo es un gran dios del que los humanos forman parte y con el cual deben
identificarse para poder participar de su poder divino. Así que cada hombre debe
relacionarse con la naturaleza que le rodea a fin de tener unidad con ese dios universal. Esa
comunión la logra a través de la meditación y otras actividades.
La iglesia tradicional (no evangélica) de occidente, y las sectas falsas derivadas de ella
(en su mayoría ramificaciones de la fe judeocristiana), creen en algunos aspectos de la
verdad acerca de Jesucristo. Sin embargo, apoyan el sistema basado en las buenas obras del
individuo como condición para obtener la gloria. Aunque algunas reconocen la importancia
de la muerte de Cristo, creen que tenemos que añadir algo a su sacrificio para obtener un
grado suficientemente elevado de bondad como para merecer la vida eterna. La dificultad
estriba en que no se sabe, sino hasta después de la muerte, si se ha alcanzado ese grado o
no.
Algunas veces se encuentra esta misma creencia en las iglesias evangélicas. ¿Cómo
puede aceptar Dios una decisión intelectual, tomada algunas veces muy tarde en la vida,
como requisito único para salvar a alguien que ha pasado parte de su existencia
insultándolo y rebelándose contra él? ¡La salvación debe costar más que eso! ¿No es cierto?
Con frecuencia se oye en nuestras iglesias que para ser salvos, o al menos para ser
aceptados per Dios, debemos hacer ciertas cosas o dejar de hacer otras.
También en los tiempos de Cristo y de Pablo era común esta idea entre la gente de
Israel. El judaísmo incluía 613 mandamientos, entre los cuales había 248 exhortaciones
positivas y 365 prohibiciones, una para cada día del año. Por eso cuando Cristo vino, la
gente le preguntaba constantemente: “¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna?”
El Señor siempre contestó esa pregunta de una manera que nos parece demasiado
difícil, porque él deseaba enseñarles que nunca podrían hacer suficientes méritos, y que
cuando reconocieran su incapacidad de ganar la salvación por ellos mismos, la buscaran
basados en la misericordia y gracia de Dios. Por ello, muchos se apartaron con tristeza,
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porque queriendo establecer su propia justica, se daban cuenta de que jamás lo lograrían
(Romanos 10:1–4).
En el Sermón del Monte, Cristo les dijo que si su justicia no era mayor que la de los
escribas y fariseos, no entrarían en el reino de los cielos (Mateo 5:20). A continuación les
explicó las exigencias divinas si querían alcanzar la justificación por méritos propios
(Mateo 5:21–48).
Asimismo, en Lucas 10:25–37 y 18:18–27, Cristo afirmó que las normas antiguas del
judaísmo no servirían para darles vida eterna porque nadie las podía cumplir totalmente. Lo
que quería era que reconocieran su incapacidad de salvarse a sí mismos, y que confiaran en
él.
El mensaje del Nuevo Testamento indica que es necesario dar tres pasos para tener vida
eterna. En primer lugar, reconocer la necesidad de la salvación. Debido a que somos
pecadores rebeldes, estamos bajo la condenación de Dios y jamás podremos hacer
suficientes buenas obras para salvarnos (Romanos 3:9–20).
En segundo lugar, aceptar que Dios hizo la provisión para salvarnos: “Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros” (Romanos 5:8; Juan 3:16; 1 Pedro 3:18). El pagó el precio de nuestras culpas, las
cuales nosotros debíamos haber liquidado personalmente.
Finalmente, para recibir la vida eterna, tenemos que dejar de depender de nosotros
mismos y confiar en Jesucristo (Hechos 16:30–31; Juan 3:16; 5:24; 1 Juan 5:11–13). ¿Ha
dado usted estos tres pasos? Si no lo ha hecho, hágalo ahora mismo.
Pablo pasó todo su ministerio luchando contra los conceptos legalistas de quienes
querían ser hallados justos y ser aceptados por Dios por méritos propios. Entre ellos estaban
los judaizantes, quienes se habían infiltrado en la iglesia de Jesucristo en todas partes,
oponiéndose a la predicación del mensaje de salvación en Cristo.
En realidad había tres clases de judaizantes que afectaban tanto a la iglesia primitiva
como al ministerio de Pablo. La primera la formaban algunos discípulos de Jesucristo. Su
doctrina se basaba en ver quiénes podían ser salvos. Pedro y otros apóstoles consideraban
que la salvación era sólo para los judíos. Por eso, sólo predicaban el mensaje de las buenas
nuevas a los de esa raza y evitaban en lo posible entrar en contacto con los gentiles
paganos. Esto se remedió posteriormente, como lo relata Hechos capítulos 10 y 11, cuando
aceptaron que el evangelio incluía a los gentiles también, y que éstos no tendrían que
convertirse al judaísmo para ser aceptados por Dios, porque él no hace acepción de
personas.
Después de convenir en este principio, los apóstoles tuvieron que resolver un problema
adicional, el de determinar cómo podrían ser salvos esos gentiles. Pablo y otros habían
dicho que la salvación se obtenía sólo por medio de la fe, pero los judaizantes de la segunda
clase, insistían en que se limitaba a quienes obedecieran la ley de Moisés. Este debate se
resolvió en el Concilio de Jerusalén como lo relata Hechos 15. En él quedó claro que la
salvación sólo es por fe e incluye a judíos y a gentiles.
Se podría imaginar que esta decisión eliminaría el legalismo. Sin embargo, la naturaleza
de una religión basada en las obras no muere fácilmente. Parece que siempre buscamos la
manera de afirmar nuestra justicia personal frente a Dios. Por eso una tercera clase de
judaizantes apareció, pero con una idea nueva.
Aunque aceptaban que la salvación incluía a los gentiles y que la única condición para
ser salvos era la fe, levantaron otra polémica: ¿Cómo podrían agradar a Dios? Contestaban
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diciendo que para estar en comunión con Dios y agradarle en la vida diaria, debían vivir
conforme a la ley mosaica.
Esta cuestión siguió afectando a las iglesias durante todo el ministerio de Pablo y aún
hoy se encuentra en muchas congregaciones evangélicas. Algunos cristianos dicen que
tenemos que cumplir con ciertos requisitos para ser salvos y hacer determinadas cosas para
llegar a ser cristianos “espirituales”, y tener verdadera comunión con Dios.
Pablo responde a esta enseñanza con un mensaje donde proclama la libertad y afirma
que ya no estamos bajo ley. Para agradar a Dios, podemos acercarnos a él por medio de la
fe en Cristo y caminar con él cada día, andando en un estilo de vida basado en la misma fe,
no en las obras de la ley (Colosenses 2:6–7). De principio a fin, nuestra relación con Dios
se basa en la obra de Cristo consumada en la cruz. Este mensaje es el que caracteriza al
ministerio de Pablo y a su epístola a los gálatas.
EL AUTOR Y LA FECHA
No hay ninguna duda en cuanto a que Pablo sea el autor de Gálatas. Las fuentes
históricas más cercanas mencionan al apóstol repetidas veces como el escritor. Este
testimonio incluye a personas tan diversas como Clemente de Roma, Policarpo, Marción,
Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano. La evidencia interna también apoya este punto
de vista, ya que el autor se identifica claramente.
No obstante, la discusión más seria relacionada con esta misiva se refiere a la fecha. El
debate gira alrededor del término “Galacia”. ¿Se refiere a la región geográfica que se
encontraba al norte de Asia Menor y que el apóstol visitó en su segundo viaje misionero?
O, ¿es la provincia política que se encuentra al sur, y que incluye las iglesias que visitó en
su primer viaje juntamente con Bernabé?
Quienes creen que “Galacia” se refiere a la región que se encuentra al sur, calculan la
fecha del libro entre 48–49 d.C., antes del concilio de Jerusalén mencionado en Hechos 15.
Se basan en que Pablo habría hecho referencia en esta carta a la decisión tomada en el
concilio si éste se hubiera efectuado antes de escribir la epístola.
Los que creen que se refiere a la región geográfica más reducida que se encuentra en el
norte, identifican la fecha como posterior al concilio, en aproximadamente 55 d.C. Una de
las razones principales que se presenta a favor de este punto de vista es la dificultad que
hay en incluir catorce años entre el tiempo de la conversión de Pablo y su visita a esta
región durante la época de escasez en el año 46 d.C. También se observa que existen
similitudes con las cartas a los Romanos y a los Corintios, por lo que se supone una fecha
cercana a ellas.
Esta última fecha parece corresponder mejor a la cronología conocida de la vida de
Pablo, mientras el punto de vista que apoya la primera parece relacionarse mejor con la
descripción de los eventos históricos mencionados en Gálatas. Cabe mencionar que no hay
nada en el punto de vista que apoya el que Galacia sea la región del sur que contradiga una
fecha más tardía, con tal que la carta fuera escrita después del Concilio de Jerusalén y
calcular su fecha en aproximadamente 55 d.C.
LA SITUACION HISTORICA
Después de fundar la iglesia en Galacia, Pablo siguió viajando. Como siempre, los
judaizantes lo siguieron y empezaron a penetrar en las iglesias de la región. La controversia
con ellos se debía a que insistían en que era necesario obedecer la ley mosaica.
Este grupo de judaizantes habían dado un paso más en la antigua posición que
guardaban los fariseos. Ya no argumentaban que la salvación era sólo para Israel ni que era
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indispensable obedecer la ley y las tradiciones judías. Pedro había contestado la primera
cuestión en Hechos 10–11. El Concilio de Jerusalén (Hechos 15) había resuelto la segunda.
Estos que molestaban a Pablo esgrimían una nueva forma de legalismo. Su doctrina
aceptaba la salvación por medio de la fe en Cristo, tanto de judíos como de gentiles. Sin
embargo, habían añadido el concepto de que la santificación se obtenía por guardar la ley.
Según ellos, para ser espiritual, el hijo de Dios tenía que vivir por la ley.

¡PENSEMOS!
¿Dónde y en qué forma encuentra usted remanentes de
la perspectiva de los judaizantes u otros legalistas semejantes
en la iglesia evangélica de la actualidad?

PROPOSITO Y TEMA
Pablo escribió Gálatas para negar el punto de vista de los judaizantes y demostrar que
es imposible reconciliar las ideas de una salvación por fe con la santificación por ley. Los
dos puntos de vista no pueden existir juntos porque son contradictorios. Nuestra relación
con Dios no se basa en las obras de la ley ni para alcanzar la salvación ni la santificación.
Nos acercamos con confianza a Dios porque Cristo hizo todo lo que se requería.
LA SALVACION POR FE Y LA SANTIFICACION
POR LEY NO PUEDEN EXISTIR JUNTAS.
O TODO ES POR LA FE, O TODO ES POR LA LEY
Los judaizantes se habían introducido en la iglesia con una doble intención. Primero,
pensaban desacreditar a Pablo como apóstol (Gálatas 1–2). Segundo, querían predicar un
“evangelio” falso (Gálatas 3–4). Pablo escribió esta misiva para resolver estas dos
cuestiones y enseñarles un nuevo estilo de vida consecuente con la salvación por la fe.
ORGANIZACION DEL LIBRO
Gálatas se divide naturalmente en tres partes. En la primera, Pablo defiende su
autoridad como apóstol y su mensaje (1:1–2:21). En segundo lugar, Pablo demuestra
teológicamente por qué la santificación por obras y la justificación por fe no pueden existir
juntas (3:1–4:31). Finalmente, demuestra las implicaciones prácticas que tiene para sus
vidas la santificación verdadera, la que proviene de la fe (5:1–6:18).
DEFENSA DEL APOSTOL Y SU MENSAJE 1–2
DOCTRINA DE LA SANTIFICACION POR FE 3–4
IMPLICACIONES DE LA SANTIFICACION 5–6
SU SALUDO 1:1–5
Esta carta empieza con una apología del apostolado y mensaje de Pablo (1:1–2:21). La
naturaleza polémica del libro se pone de manifiesto a partir del saludo. Cuando escribían
una carta, los autores de ese tiempo incluían tres elementos en él: 1) nombre del autor, 2)
quiénes eran los destinatarios, y 3) el saludo. Al analizar estos tres elementos en las
epístolas del Nuevo Testamento, normalmente podemos encontrar algunas indicaciones del
tema principal de la carta.
En la que Pablo escribió a los gálatas, estos tres elementos se refieren al debate con los
judaizantes. Las dos dudas que habían sembrado en los gálatas se contestan en forma breve
desde el saludo. Al identificarse a sí mismo como autor, Pablo defiende su posición como
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apóstol (1:1). La identificación de los destinatarios es rutinaria, aunque se puede observar


que no incluye ninguna palabra adicional que los describa. Sólo indica que se dirige a las
iglesias de Galacia.
El saludo, que normalmente es breve, se amplía para hacer énfasis en la doctrina de la
salvación por gracia (1:3–5). La muerte de Cristo resuelve el problema de nuestros pecados
y nos libra. No es la ley la que nos da libertad o nos aparta del estilo de vida del mundo,
sino la muerte del Señor.
Pablo inicia esta epístola afirmando cuál es la fuente de su apostolado. Se coloca en el
mismo nivel de aquéllos a quienes la iglesia reconoce como autoridades (1:1). Su
apostolado no procedía de los hombres, sino de Dios. Sin embargo, no utiliza este
argumento para aducir que era independiente de los hombres conforme al estilo de algunas
personas hoy día, sino para afirmar que al igual que los demás apóstoles, él también había
sido comisionado por Dios para servirle como tal.
Los judaizantes decían que Pablo no llenaba los requisitos de apóstol y que no había
sido comisionado por ellos, por lo que consideraban que su mensaje era inferior. Más
adelante, vuelve a tratar el mismo tema (1:11–24), pero por el momento, quiere subrayar
que al igual que los otros apóstoles, su comisión procedía del Señor Jesucristo.
Su identificación como “apóstol” debe haber tenido un significado especial para los
lectores que a nosotros se nos escapa, porque no vivimos en esa cultura y época. Se
utilizaba comúnmente la palabra “ángel” para referirse a un mensajero enviado con
noticias. En este caso, la autoridad del enviado residía en el mensaje en sí, porque contenía
las palabras de quien tenía potestad.
También un “apóstol” era literalmente un “enviado”. Sin embargo, al utilizar este
nombre para describir a una persona enviada de parte de otra, se entendía que tenía toda la
autoridad de quien la enviaba. Por eso, los doce fueron elegidos para convertirse de
discípulos, o estudiantes de Cristo, a “apóstoles”, enviados en el nombre de Cristo y con
sus mismas facultades (Mateo 10:1–5; Juan 13:16). Pablo declara que Jesucristo le había
dado de su autoridad para representarlo, tal como lo había hecho con los demás discípulos,
pero a fin de cuentas, esto significaba que Dios el Padre le había conferido su autoridad.
Al analizar las implicaciones de esta afirmación, encontramos cuando menos tres.
Primero, notamos que la autoridad del mensaje del evangelio que predicaba no procedía de
la opinión humana. Dios había tomado la iniciativa, había diseñado el plan, y la autoridad
procedía de él. No importa si estamos de acuerdo o no, o si nos parece justo o no. Dios ha
hablado y a nosotros nos toca creer lo que nos ha revelado.
Segundo, la fuente de autoridad de los siervos de Dios no es humana. No le servimos
porque decidimos hacerlo. El es el Señor de la mies; él envía a los obreros (Mateo 9:38).
Nunca debemos pensar en la autoridad que tenemos como si fuera propia o debido a algún
mérito personal. Dios dispone y envía a quienes él considera conveniente.
En tercer lugar, quienes aceptan la autoridad de Dios en su vida y se someten a ella, la
reconocen como autoridad final. Al luchar contra Pablo, que había sido enviado por
Jesucristo, estaban luchando contra el Señor mismo.

¡PENSEMOS!
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Considere la relación que existe entre esta enseñanza, y


especialmente las tres implicaciones mencionadas, con
nuestra vida. ¿Cómo se aplican al mensaje que predicamos?
Los apóstoles que se identificaban con la autoridad
divina habían sido numbrados por jesucristo mismo, en
forma directa y visible, como fundamentos de la iglesia
(Efesios 2:20). ¿Sigue el Señor nombrando apóstoles hoy?
¿Cuáles principios acerca de la autoridad de los apóstoles
siguen vigentes? ¿Cuál debe ser la actitud hacia los líderes
que Dios ha establecido en su iglesia? ¿Hasta qué punto nos
toca reconocer su autoridad? Compare 1 Pedro 5:1–5 y
Hebreos 13:17. ¿Cómo debemos responder a la autoridad de
los líderes?
La segunda observación de gran importancia que se hace al estudiar esta salutación, es
que al desear que los gálatas experimentaran la gracia y paz de Dios, Pablo presenta a
Jesucristo como la única fuente de ellas (1:4). Cristo es quien nos libra. ¿Cómo lo hace? En
base a un acto que ya fue consumado: cuando se dio a sí mismo por nuestros pecados, no
debido a nuestras buenas obras o porque hubiéramos cumplido las exigencias de la ley.
LA VIDA CRISTIANA ES LIBERTAD
OBTENIDA POR LA MUERTE DE CRISTO
PARA GLORIA DE DIOS
El resultado de la obra de Cristo que Pablo menciona merece nuestra atención. Se
refiere a una condición actual, la de librarnos de este siglo malo. La vida cristiana es una
vida distinta a la de la gente que nos rodea. Dios nos ha librado de nuestro antiguo estilo de
vida. Sin embargo, esto no se realiza por nuestros esfuerzos, ni por la obediencia a la ley.
Las leyes mismas no nos capacitan para cumplirlas y no tenemos las fuerzas necesarias para
lograrlo (Colosenses 2:23). Dios nos libró de esa forma de vida por medio de la muerte de
Cristo.
Tanto en días de Pablo como en la actualidad, es imposible hacer suficientes buenas
obras como para alcanzar la gracia y la paz de Dios. Gozamos estos beneficios gracias a la
muerte de nuestro Salvador. Confiamos en él para recibirlos y tenemos que seguir
confiando en él para seguir gozando de ellos. La misma verdad se aplica de principio a fin:
todo lo que tenemos, se debe a la fe en Cristo, no a las obras. Por eso, ¡sólo Dios merece, y
recibe, toda la gloria para siempre!

¡PENSEMOS!
Al entender hasta dónde alcanza el resultado de la
muerte de Cristo, tal como Pablo lo menciona en estos
versículos, ¿en qué manera afectará nuestra vida?
¿Cuáles son las implicaciones de este mensaje en
relación con nuestra santificación? ¿Qué piensa la gente en
su iglesia en cuanto a cómo vivir la vida cristiana? ¿Qué
cambio exige esta enseñanza?
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2
¿Otro Evangelio
Gálatas 1:6–24
¿Qué pudo motivar a los gálatas a cambiar de doctrina de la noche a la mañana? Pablo
no lo comprendía, aunque en realidad no debía haberse extrañado porque es una propensión
natural del ser humano el creer que todo lo puede hacer por sí mismo. No nos gusta admitir
nuestra incapacidad de vivir conforme a la voluntad de Dios. Por eso, siempre buscamos la
manera de añadir algo a lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Pablo vuelve a indicar
en esta carta que ese camino nos lleva a la frustración y fracaso. ¡No podemos agregar nada
a la obra redentora que el Señor hizo on la cruz!
SORPRESA DEL APOSTOL POR EL CAMBIO 1:6–9
El escritor expresa extrañeza por lo fácilmente que los destinatarios se habían apartado
del evangelio que les había enseñado y llama anatema a quienes trataban de cambiarlo.
Aunque fueran creyentes que apoyaban al apóstol, cualquiera que intentara modificarlo,
merecía ser condenado. Pablo consideraba la santificación como parte íntegra del mensaje
del evangelio, por eso incluye en su censura a los que pervertían ese concepto en especial.
El autor condenó a quienes enseñaban que los creyentes debían cumplir con la ley
mosaica, porque era evidente que se habían alejado de Dios. El verbo que emplea se usa en
griego para referirse a la deserción militar o a la revolución política. ¿De qué se habían
alejado los gálatas? No de algún sistema doctrinal, ni de la iglesia, sino “…del que os
llamó”. ¡Se habían apartado de Dios!
Habían abandonado al Señor con el fin de seguir un evangelio diferente, de una clase
distinta. De hecho, su doctrina no podía considerarse un “evangelio”, porque no daba
“buenas nuevas”. Todas las religiones no cristianas del mundo, inclusive la de los
judaizantes, se basan en que la gente debe comportarse de acuerdo a las leyes establecidas
por Dios con el fin de satisfacer su justicia, si es que quieren lograr su salvación. El
problema es que nadie puede alcanzar esa meta. Así que, las supuestas “buenas noticias”
resultan ser malas noticias.
Las “buenas nuevas” del evangelio consisten en que aunque nunca lleguemos a cumplir
perfectamente con las normas de Dios, él nos ha perdonado y justificado a través de la
persona de su Hijo Jesucristo, quien nunca cometió ningún pecado y murió por nosotros. Al
confiar en él como nuestro Salvador personal, tenemos vida ahora y para siempre.
Entonces, la salvación no depende de nuestra capacidad de agradar a Dios, sea pasada,
presente o futura. Nunca se basa en nosotros, sino en la obra perfecta consumada por Cristo
en la cruz. Somos perfectos porque estamos en Cristo (Colosenses 2:9–10).
SI BASAMOS LA SALVACION EN NUESTRAS OBRAS,
ANULAMOS LA OBRA DE CRISTO.
SOLO PODEMOS ACERCARNOS A DIOS
ACEPTANDO LO QUE SU HIJO HIZO EN LA CRUZ.
Por eso, Pablo enfatiza que si tratamos de agradar a Dios por nuestras buenas obras,
negamos el mensaje del evangelio. Los gálatas habían tergiversado la predicación de Pablo
acerca de Cristo y estaban siguiendo otra doctrina, otro “evangelio,” cuyas noticias no eran
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tan buenas. El apóstol señala que quienes.los habían engañado “querían pervertir” las
enseñanzas acerca de Jesucristo. Observe que habían dado ese paso en forma intencional;
no por equivocación sincera. Habían decidido pervertir deliberadamente el evangelio,
agregando las buenas obras a la esencia pura de la gracia.
Debido a esto, Pablo muestra poca paciencia para con los maestros falsos que se habían
dedicado a perturbar a sus discípulos y les dirige una maldición llamándolos anatema. En el
período clásico griego, esta palabra se refería a una ofrenda dada para expresar devoción a
algún dios. En la Septuaginta (traducción del Antiguo Testamento al griego), se utilizó para
describir algo dedicado a Dios y que posteriormente debía ser destruido, por lo que se
prohibía utilizarlo. En el Nuevo Testamento sólo se usa aquí, donde se refiere a alguien que
está bajo la maldición de Dios, y por lo tanto, destinado para destrucción.
En general, Pablo dice que no importa la autoridad o puesto de quien predique el
mensaje de añadir nuestras buenas obras a lo que Cristo hizo para satisfacer a Dios.
Indefectiblemente, tales personas están bajo la maldición divina (1:8). A continuación,
vuelve a repetir lo mismo en forma más específica, dirigiéndose a los judaizantes (1:9).

¡PENSEMOS!
¿Por qué nosotros no tenemos el mismo celo que el
apóstol? ¿Por qué no compartimos su misma inquietud? Tal
vez porque no estamos conscientes de esos problemas.
¿Quiénes eran las personas que el escritor condena?
Eran judíos que, al menos aparentemente, habían aceptado
al Mesías. Se llamaban cristianos. Sufrían como los demás
creyentes por identificarse con Cristo. Sin embargo, habían
caído en error y pervertían el evangelio mezclando el
concepto de que las obras son necesarias para agradar a
Dios y permanecer en comunión con él.
¿Apoya este pasaje el concepto aislacionista de algunas
iglesias? ¿En qué circunstancias debemos reflejar la actitud
de Pablo? ¿Cómo se puede poner en práctica?
Antes de dejar este tema, debemos reconocer que algunos se oponen a esta
interpretación basados en Filipenses 1, donde Pablo manifiesta regocijo por la predicación
de algunos que se oponían a él. Tome nota de que Filipenses hace referencia a un ataque
personal. Pablo se alegra de ello porque de todos modos se seguían predicando las buenas
nuevas. No se trataba de un mensaje distinto.
Pero en Gálatas 1, donde se trata de otra doctrina, Pablo no es nada amable. ¿Cuál era el
mensaje que predicaban los judaizantes? Decían que para seguir siendo aceptables ante
Dios era necesario hacer buenas obras. De igual modo, nosotros tenemos que evaluar con
cuidado la senseñanzas de diferentes maestros. Cuando predican un “evangelio” que
incluye la necesidad de satisfacer las demandas de Dios por medio de lo que nosotros
hagamos, sigamos el ejemplo apostólico.
SU LLAMAMIENTO Y MENSAJE ERAN DIVINOS 1:10–24
Al siervo de Dios no le faltan opositores que le molestan continuamente. También
Pablo los tuvo. Los judaizantes visitaban a las ovejas de las iglesias que él había fundado
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vestidos como algunos misioneros de sectas modernas, con camisa blanca y pantalón
oscuro.
Trataban de añadir al evangelio ciertas condiciones. A veces lo hacían en relación con
la doctrina de la salvación y a veces con las enseñanzas paulinas acerca de la santificación,
pero siempre pretendían agregar cosas que el hombre tenía que hacer.
Area de ataque Respuesta de Pablo
Personal Personal (Capítulos 1–2)
• Crítica contra Pablo • Defensa de su autoridad apostólica
• No era apóstol Polémica doctrinal
Doctrinal (Capítulos 3–4)
• Su mensaje era incompleto • Enseñanza de la justificación por fe
Práctica Práctica (Capítulos 5–6)
• Su estilo de vida era • La vida de fe y libertad
incorrecto
Como muestra el cuadro anterior, los judaizantes atacaban a Pablo de muy distintas
maneras, a las que el misionero respondía con diversos argumentos. Una de ellas era
criticar su persona. Estaban conscientes de la naturaleza única del mensaje y posición de
Pablo y no podían atacar el primero mientras se respetara la segunda. Para convencer a los
demás, antes tenían que minar la confianza que tenían en el apóstol. Por eso, aludían al
pasado de Pablo para desacreditarlo, despreciando su autoridad y llamamiento. El responde
a este ataque con una defensa de sí mismo y de su mensaje (1:10–2:21).
Pablo utiliza tres argumentos principales para responder a la crítica personal. En primer
lugar, insiste en que su mensaje y llamamiento procedían de Dios, no de los hombres
(1:10–24). En segundo, afirma que ambos habían sido confirmados por los líderes
reconocidos de la iglesia (2:1–10). Finalmente, su autoridad había sido reconfirmada
cuando corrigió a Pedro (2:11–21).
El contenido de su mensaje le fue revelado por Cristo 1:10–12
Al empezar a defender su llamamiento y ministerio, Pablo demuestra que su mensaje no
era de origen humano, sino que le había sido revelado por Cristo mismo, no por los
hombres (1:10–24). Su interés no era agradar a los hombres, sino a Dios (1:10).
Si el apóstol hubiera tratado de agradar a los humanos, diría lo que les agrada oir, es
decir, que es posible santificarse a sí mismo por medio del esfuerzo propio. Sin embargo, su
predicación procedía de Dios, por lo que no exalta el esfuerzo humano (1:11–12).
El mensaje que predicaba provenía en forma directa del Señor Jesucristo. Aunque
estaba en contraposición con lo que él había creído durante toda su vida.
EL MENSAJE DEL EVANGELIO
NO ES PARA AGRADAR A LOS HOMBRES
Su compromiso anterior con el judaísmo 1:13–14
El celo que mostró cuando andaba en el judaísmo era evidencia de su sinceridad al
buscar a Dios. Pablo aventajó a sus contemporáneos por causa del gran interés que tenía por
aprender más de las cosas de Dios. Su mensaje evangélico contradecía todo lo que había
creído antes. ¿Cómo explicar el cambio? Simplemente era el resultado de una intervención
sobrenatural.
Anteriormente, había dependido de la sabiduría humana, ahora ya no. Además, conocía
la perfección las enseñanzas judías. Nadie podía acusarlo de no entenderlas, porque las
conocía mejor que ellos; había sido más fanático que cualquiera. Las tradiciones le habían
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enseñado que la santificación se logra mediante la ley. Fue Dios mismo quien le señaló el
error de ese sistema. Ahora se dedicaba a la proclamación de las buenas nuevas: lo que
nosotros no podemos hacer por nuestra cuenta, Cristo lo logró. Su transformación sólo se
podía explicar como procedente de Dios.
Su conversión y preparación 1:15–17
Después de su conversión, Pablo fue instruido por Dios mismo, quien lo llevó a Arabia.
Por eso, el apóstol afirmaba con toda seguridad que no había consultado con nadie para
saber lo que debía predicar. Su doctrina no procedía de los hombres. La había obtenido
independientemente, porque había sido revelada por Dios (vv. 15–16).
Su comunión con los santos 1:18–24
Aparentemente su mensaje fue confirmado tres años después cuando conoció a Pedro y
Jacobo en Jerusalén (1:18–20). Pablo no subió a la ciudad para conocerlos o para consultar
con ellos ni para estudiar su teología. Hubiera sido imposible que lo instruyeran en su
programa de seminario en sólo quince días. Por eso, afirmaba que su mensaje no había sido
enseñado por hombres; Dios era la fuente.
Sin embargo, cuando el apóstol llegó a otras iglesias, le confirmaron que su mensaje era
igual al que habían recibido con anterioridad. Aunque no lo conocían, sí habían escuchado
el informe de que el famoso Saulo, quien había perseguido a los hermanos en la fe, ahora
predicaba la misma doctrina que antes odiaba. Por eso, las iglesias daban gloria a Dios por
lo que él había hecho en Pablo. Parece que nadie dudaba de que su fe era verdadera. La
iglesias reconocieron la validez de su mensaje.

¡PENSEMOS!
A la luz del testimonio de Pablo, debemos aprender
algunas lecciones para nuestro ministerio. ¿Cuáles
principios encuentra usted en este pasaje?
1) Nuestro deseo principal debe ser agradar a Dios; no a
los hombres (v. 10). Muchos predican sólo lo que la gente
quiere oir porque tienen miedo de ofender a los oyentes,
pero debemos proclamar la verdad en amor, aun cuando
duela. No debemos ser ofensivos, pero siempre predicar la
verdad. Tal como Pablo, no debemos callar por miedo a la
oposición cuando se trate de defender la verdad.
2) Nuestro mensaje debe siempre ser la Palabra de Dios
porque él no nos ha llamado para proclamar nuestra
opinión, ni otra filosofía ni para predicar acerca de nuestro
tema favorito. La pregunta clave es: “¿Qué dice Dios?” Si el
mensaje es suyo, lo podemos predicar con confianza.

3
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El Peligro de Predicar para


Ganar Popularidad
Gálatas 2
En las competencias atléticas siempre hay quienes quieren jugar para obtener la ovación
del público. Su interés principal es llamar la atención sobre sí mismos. Les gusta escuchar
su nombre, gritado con aprobación entusiasta por miles de aficionados.
En la obra de Dios no faltan quienes tienen la misma actitud. Tal vez nunca alcancen la
fama, pero buscarán la forma de lograr que las masas los aplaudan por su “gran ministerio”
para el Señor. No cabe duda de que en alguna Ocasión todos hemos tenido que luchar con
esta tentación, porque a todos nos gusta recibir la atención y aprobación de los demás. Sin
embargo, en Gálatas 2, Pablo nos advierte del peligro de buscar el reconocimiento humano.
Dios no nos ha llamado para exaltarnos a nosotros mismos, sino para glorificarle a él. Si
nuestra meta es complacer a quienes nos rodean, siempre estaremos descontentos, porque
nunca seremos tan bien aceptados como quisiéramos. Pero la mayor pena vendrá al final
del camino, cuando nos demos cuenta de que tampoco hemos agradado al Señor por estar
ocupados tratando de obtener el aprecio de la gente, en vez de hacer todo para la honra y
gloria de él.
En cierto sentido, hay algunos peligros de hacer esto en el servicio cristiano similares a
los que se encuentran en el mundo deportivo:
1. Como casi todos están ocupados buscando su propia popularidad, de todas maneras
nadie se da cuenta de lo que hacemos.
2. Al poner la mirada en los aplausos, no nos fijamos en el oponente, el enemigo
verdadero que quiere eliminarnos y ganar la competencia.
3. Al concentrarnos en conseguir nuestros fines, ignoramos al entrenador; el que quiere
que vayamos mejorando, a quien le interesa el triunfo del equipo, y quien tiene derecho a
participar de los resultados.
4. Si sólo buscamos popularidad, descuidamos a nuestros compañeros de equipo con
quienes debemos colaborar para obtener el triunfo.
Además de los anteriores, Pablo señala en su epístola otros aspectos específicos de este
problema que surgieron en las iglesias cuando los líderes empezaron a tratar de conseguir la
aprobación de la gente. Al introducir la cuestión, el apóstol indica que aun él mismo había
luchado con esa tentación.
Los judaizantes lo atacaban de tal manera, que en ocasiones debe haberse cuestionado
cómo iba a ser recibido por la gente de las iglesias. Constantemente tenía que revaluar la
meta de su ministerio. Su interés era servir a Dios, glorificarle y agradarle, no recibir la
aprobación de las masas. No le importaba si la gente reconocía el valor de su ministerio o
no.
NO SERVIMOS A DIOS
PARA OBTENER LA APROBACION DE LA GENTE
SINO PARA DARLE LA GLORIA A EL
Ya estudiamos que los judaizantes eran especialistas en el ataque personal. Debido a
que conocían el valor único del ministerio y mensaje de Pablo, no podían desacreditar su
mensaje mientras todos siguieran respetándolo. Por eso, trataban de menoscabar su
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autoridad y llamamiento. Pablo respondió a esto con una defensa de sí mismo y de su


doctrina. En el primer capítulo Pablo mostró que ni su autoridad, ni su mensaje se basaban
en la aprobación humana porque había sido llamado por Dios y sólo a él tendría que rendir
cuentas.

¡PENSEMOS!
¿Se ha fijado que Satanás utiliza hoy la misma
estrategia de los judaizantes? Mientras permanezcamos
arraigados en la Palabra de Dios, el enemigo no puede
hacernos gran daño. El ministerio no es nuestro y no
depende de nosotros. Pertenece a Dios y sólo él merece
recibir la honra y la gloria.
Sin embargo, Satanás quiere desviar nuestra atención
haciéndonos víctimas de ataques personales, procurando que
pongamos la atención en nosotros mismos y en nuestras
debilidades y faltas. ¿Se ha dado cuenta de que siempre
parece haber suficiente fundamento para que nos ataque?
¿Cuáles son algunas estrategias que utiliza para acusarnos
frente a otras personas y aún ante nosotros mismos? Si el
Engañador nos ataca, mas nosotros tenemos la seguridad de
estar en el Amado, es decir, en Cristo, ¿qué nos puede
hacer? “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Si
El nos defiende, ¿quién nos condenará? (Romanos 8:31–39).
La única oportunidad que nuestro enemigo tiene para vencernos es cuando confiamos
en nuestros propios recursos. Pablo se defiende indicando que la fuente de su mensaje y de
su llamamiento al ministerio es Dios mismo (1:10–24). El Señor lo había transformado
totalmente, haciéndolo instrumento de valor para lograr sus propósitos eternos para con el
pueblo de Dios.
LOS APOSTOLES CONFIRMARON SU MINISTERIO 2:1–10
No fue sino hasta 14 años después de su breve visita que Pablo regresó a Jerusalén.
Durante todo ese período, nunca pasó suficiente tiempo en ningún lugar como para poder
recibir la instrucción de los otros apóstoles. Sin embargo, cuando él regresó a la Ciudad
Santa, su mensaje y sus prácticas recibieron el apoyo del concilio que se hallaba reunido en
ella. Aún en esa ocasión, no le instruyeron más en cuanto a la fe. Reconocieron su
apostolado y su ministerio a los gentiles y se identificaron con él en su trabajo (Hechos
15:12–19, 25–26).
Al hacer memoria en este capítulo de esa visita, Pablo recuerda a sus lectores que su
predicación y llamamiento habían sido confirmados por los líderes reconocidos (2:1–10),
quienes asimismo habían aceptado a Tito en su congregación sin obligarlo a seguir las
ordenanzas de la ley (2:1–5). Pablo catalogó a sus detractores como espías que querían
convertirlo en esclavo (2:4) y se negó a ceder frente a sus demandas legalistas (2:5),
situación que fue aprobada por los apóstoles (Hechos 15:24–26).
Además, los líderes de la iglesia de Jerusalén aceptaron el mensaje de Pablo (2:6–7;
Hechos 15:7–11, 19) y su apostolado a los gentiles (2:8–10). Así que Pablo demuestra
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claramente que él tiene derecho de hablar porque tanto su llamamiento como su mensaje
provenían de Dios mismo y habían sido confirmados por los líderes de la iglesia.

¡PENSEMOS!
La discusión acerca de la validez del ministerio personal
de Pablo nos enseña algunos principios importantes que se
deben aplicar también a nuestro ministerio. ¿Cuáles observa
usted en este pasaje? Nosotros encontramos los siguientes:
1. Nuestro mensaje, si es de Dios, debe ser confirmado
por quienes son reconocidos como varones de Dios (2:2). Tal
vez no será apoyado por la mayoría de los predicadores o de
los hermanos, pero tengamos cuidado si somos los únicos
que enseñamos cierta verdad; el Espíritu Santo no revela sus
enseñanzas de esa manera. Aun el apóstol Pablo presentó su
mensaje ante los líderes para recibir su aprobación. Si otros
varones de Dios no están de acuerdo, debemos escucharlos
con cuidado, para “cerciorarnos de no correr en vano”.
2. Nuestro compañerismo debe extenderse a otros que
no son de “los nuestros” con tal de que enseñen la verdad
(2:7–9). Pablo presenta la perspectiva correcta al rechazar el
elitismo o aislamíento, e insiste en que la base del
compañerismo tiene que ser la verdad. Ya vimos que el
apóstol condenó a quienes dicen que la obra de Cristo debe
ir acompañada de buenas obras llamándoles anatema (1:8–
9).

SU CONFRONTACION CON PEDRO 2:11–14


Después de demostrar que la iglesia había reconocido su apostolado, pasa a mencionar
que su autoridad había quedado definitivamente establecida al corregir al apóstol Pedro y
defender los principios de libertad cristiana. Al aceptar Simón Pedro la exhortación de
Pablo, reconoció la igualdad de autoridad que Dios le había dado.
“TUS HECHOS HABLAN TAN FUERTE
QUE NO PUEDO OIR LO QUE DICES”
¿Qué había hecho Pedro? Es obvio por lo que Pablo viene diciendo basado en el relato
de Hechos 15, que en aquella ocasión Pedro había estado de acuerdo con la doctrina de
Pablo. Seguía la misma teología, pero su conducta era incongruente con ella.
Pedro conocía de primera mano la verdad doctrinal de que Dios no hace acepción de
personas ni distinción entre judíos y gentiles. Por eso, después de que recibió la revelación
divina sobre esa cuestión en Hechos 10, acostumbraba reunirse para comer con los gentiles
frecuentemente. Según la ley judía, esa práctica estaba condenada y el que lo hacía se
consideraba contaminado. No obstante, Dios le había indicado que esa ley ya no estaba
vigente porque él mismo los había purificado en Cristo.
A pesar de esta realidad, cuando llegaban algunos representantes de la iglesia de
Jerusalén enviados por el apóstol Jacobo, Pedro actuaba en público como si todavía hiciera
distinción entre ellos y procuraba alejarse de su compañía.
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El apóstol temía que los judíos desaprobaran el que se mezclara con los gentiles y no lo
aceptaran si lo veían con ellos. Según Pablo, lo que en realidad buscaba era contar con la
aprobación de los hombres, en lugar de mantenerse firme en la verdad que Dios le había
mostrado.
Al actuar como lo hacía, Pedro mostraba a los gentiles que para él era importante que
todos se hicieran judíos. Su actitud pregonaba que para ser un cristiano completo, con todos
los derechos, era necesario convertirse al judaísmo. Así que, lo que en realidad hacía era
presionarlos para que cumplieran con los ritos de la ley.
Cuando Pablo vio su hipocresía, lo confrontó inmediatamente. Frente a todos los demás
le preguntó: “Si tu, siendo judío, te comportas como gentil y no como judío, ¿cómo quieres
obligar a los gentiles a vivir como judíos? Si sabes que ya no tienes que vivir conforme a la
ley, ¿por qué quieres que ellos lo hagan?”
Pedro reconoció su error. Su aplicación de la verdad del evangelio había sido
inconsecuente porque con su actitud comunicaba que los gentiles debían hacerse judíos.

¡PENSEMOS!
¿En qué maneras se manifiesta una incongruencia
semejante entre la doctrina que seguimos y nuestra
conducta? ¿En qué situaciones presentamos las doctrinas de
la salvación por la fe o la de nuestra libertad en Cristo, para
contradecirlas con acciones basadas en reglas legalistas?
¿Cómo debemos responder a esta contradicción?

CONCLUSION DE PABLO ACERCA DEL PROBLEMA 2:15–


21
Al terminar el relato de su encuentro con Pedro, el apóstol Pablo continúa su disertación
con el argumento teológico que responde al legalismo judaizante, sin importar dónde se
encuentre. No se limita únicamente a la discusión con Pedro, aunque seguramente se aplica
a ese caso.
En este resumen teológico Pablo establece dos principios fundamentales. Primero, la
ley sólo sirve para condenar, porque es la fe la que justifica; aun a los judíos (2:15–18).
Segundo, aunque parezca contradictorio, es la muerte la que da vida (2:19–21). Por medio
de la muerte de Cristo, nosotros, los muertos espirituales, encontramos la vida verdadera.
La ley sólo sirve para condenar 2:15–18
Al hablar con Pedro y los demás judíos, Pablo afirmó que ellos habían nacido judíos, no
“paganos pecadores”. Sin embargo, era evidente que nadie se justifica por las obras de la
ley (2:15–16). No eran como “aquellos pecadores”. Aun así, ¡la ley no podía salvarlos!
Los cristianos auténticos han sido declarados justos ante Dios por la fe en Jesucristo. La
salvación es para quienes depositan su confianza en el Señor (2:16). Después, el apóstol nos
lleva a la conclusión lógica: para ser justificados en Cristo, tenemos que dejar atrás la
práctica de la ley. Puesto que todos somos hechos justos por la fe en nuestro Redentor y no
por las obras de la ley, todos sin excepción, gentiles y judíos, somos “pecadores” y
“transgresores”, porque no hay diferencia (Romanos 3:21–23). Todos estamos al mísmo
nivel y no tenemos mérito alguno. Entonces, si la perspectiva judía del asunto fuera la
correcta, Cristo vendría a ser “ministro de pecado”, porque en él todos somos hallados
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pecadores, tal como los paganos que no tienen ley. Pablo dice que ¡esto es imposible!
(2:17).
El apóstol utiliza este argumento tan fuerte para demostrar la inaplicabilidad de la
implicaciones lógicas de la doctrina judaizante, misma que había pasado por alto la
naturaleza verdadera del problema. Si tuvieran que volver a aceptar la validez de la
perspectiva judía, tendrían que llegar a la conclusión de que es imposible alcanzar la
salvación por medio del cumplimiento de la ley.
Mientras la ley sea la norma, es indudable que la vamos a desobedecer (2:18). En el
momento en que decidimos volver a establecer el sistema legalista antiguo, nos
encontramos frente al mismo problema: la ley sólo sirve para condenarnos. Siempre es
igual. La ley demuestra que somos pecadores y nos condena por nuestras transgresiones.
La muerte da vida 2:19–21
Debido a la condenación que exige la ley, a través de ella es que nos damos cuenta de
nuestro estado pecaminoso y de que estamos muertos en nuestros delitos y pecados, sin
esperanza. No hay manera de salvarnos. Estamos muertos y somos incapaces de actuar
correctamente.
Sin embargo, aún estando muertos según la ley, podemos recibir la vida que Dios nos
quiere dar. Al aceptar a Cristo, él nos libra de la ley. Hemos muerto a la ley y ahora
vivimos por una norma distinta (2:19).
Nuestro Salvador murió por causa de la ley. Puesto que ya estamos en él, hemos sido
crucificados juntamente con él; estamos muertos a la ley y ésta no tiene autoridad porque
no puede dirigirnos ni condenarnos, Ahora podemos vivir para Dios por medio de la fe. La
diferencia estriba en que ya no somos nosotros los que vivimos, sino que es Cristo el que
vive en nosotros (2:20).
Hemos dejado de vivir nuestra propia vida, ahora la de Cristo se manifiesta a través de
nosotros porque se basa en el principio de la fe. Hemos confiado en Cristo, el Hijo de Dios,
quien nos amó y se dio a sí mismo por nosotros, así que en él tenemos una vida distinta,
totalmente libre de la ley.
Esta verdad lleva a Pablo a hacer una afirmación definitiva: “No permitiré que la gracia
de Dios se desperdicie” (2:21). Si volvemos a tratar de cumplir con la ley, anulamos la
gracia de Dios. Si fuera posible que una persona lograra ser justificada por medio de la ley,
el Señor no habría tenido que morir. Eso significaría que podemos salvarnos por nuestro
esfuerzo.
Sabiendo que es imposible obtener la salvación por hacer buenas obras, lo único que
una persona logra por medio de la ley es condenarse. Cristo murió por la gente que había
sido condenada por el legalismo para hacer patente la gracia de Dios y hacer posible la
salvación de la culpa del pecado. Si queremos volver a la ley, rechazamos la gracia y la
muerte de Cristo viene a ser inútil.
O TODO ES POR GRACIA
O NADA ES DE GRACIA
Cuando se añade el requisito de dar cumplimiento a la ley a fin de vivir la experiencia
cristiana, el resultado es la condenación. La única manera de vivir ante Dios es morir a la
ley.
Pedro no había considerado las implicaciones lógicas de sus acciones. Sólo pensaba en
evitar las críticas de los judíos. Al hacerlo, estaba ahondando las distinciones entre judíos y
gentiles y aceptando seguir la ley como su norma de vida, sabiendo que sólo sirve para
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condenar. Pero Cristo nos libró de la maldición de la ley. Si los judaizantes hubieran
reconocido esta enseñanza, así como Pedro, y hubieran dejado de atacar a quienes
predicaban la verdad, las controversias habrían terminado.
Pablo reconocía la dificultad de que los judaizantes aceptaran su mensaje, pero su deseo
primordial era convencer a los gálatas de la verdad. Su defensa personal concluye después
de demostrar que la iglesia había reconocido su autoridad y procede a comprobar la premisa
doctrinal de que la santificación por medio de la ley contradice el concepto de la
justificación por la fe.

¡PENSEMOS!
El encuentro entre Pablo y Pedro ilustra tres peligros
que debemos evitar:
1. El peligro de transigir con ideas equivocadas y
abandonar lo que sabemos es lo correcto debido a la presión
de la gente que nos rodea (2:12).
2. El peligro de caer en la hipocresía. Aunque Pedro y
otros judíos conocían el camino correcto y predicaban que
Dios había eliminado las distinciones, seguían otro código de
conducta(2:13) con objeto de mantener buena apariencia
ante los de la circuncisión.
3. El peligro de dar mal ejemplo. Por no hacer lo
correcto, Pedro dirigió a otros en su mismo camino. Aun
Bernabé, líder destacado en el ministerio a los gentiles, se
dejó llevar por Pedro y siguió su ejemplo (2:13a).
Además de lo mencionado, la confrontación apostólica
muestra dos obligaciones que son aplicables en la
actualidad:
1. Debemos vivir de manera consecuente con lo que
creemos (2:14a).
2. La verdad nos obliga a amonestar a quienes no viven
conforme a ella (2:11, 14b). No debemos criticar a los
hermanos, pero sí debemos corregirles.
Conforme a estas dos listas, identifique algunas áreas
específicas que su iglesia, o usted como individuo, deben
modificar. ¿Qué pasos se deben dar para lograrlo?

4
¿Cómo Comenzó su Vida
Cristiana?
Gálatas 3:1–5
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Una noche, al terminar de predicar un mensaje acerca de que no somos justificados por
hacer buenas obras, una de las doctrinas claves de la fe cristiana, un líder de la iglesia se
acercó para hablar conmigo diciendo: “Hermano, no debería predicar como lo hizo. Es
demasiado peligroso. Los hermanos van a creer que pueden hacer lo que quieran”.
Durante mis años de ministerio, siempre que he enseñado acerca de la salvación y
santificación por medio de la fe solamente, sin necesidad de seguir ninguna ley, me han
acusado de que es una doctrina peligrosa. Muchos consideran que si no se incluye en el
evangelio una norma estricta de disciplina cristiana, la gente va a creer que puede hacer lo
que le venga en gana.
Es importante notar que después de los capítulos 3 y 4, donde aboga por la libertad, en
los capítulos 5 y 6 Pablo sí habla de normas para la vida cristiana. Gálatas es “la carta de la
libertad”, pero no está proclamando un mensaje de libertinaje. No obstante, si ponemos
demasiado énfasis en la salvación y santificación por medio de la fe, corremos el riesgo de
mostrar sólo un lado de la moneda a expensas del otro.
Si no piensa estudiar todo el libro de Gálatas ahora, asegúrese de leer cuando menos las
normas que debemos seguir para manifestar la vida de Cristo en nosotros (2:20) y que
aparecen al final de la epístola. Sin embargo, estas reglas no deben aplicarse de tal manera
que oscurezcan el significado del mensaje clave que Pablo viene proclamando: que no
llegamos a ser aceptos delante de Dios por el número de leyes que cumplamos, ni antes ni
después de ser salvos. La ley sólo sirve para condenar y nada más.
¿Cuál es la condición para que un cristiano auténtico experimente la bendición del
Señor en su vida? Las religiones del mundo presentan sus normas: “Haga tal o cual cosa y
experimentará la bendición divina”. Ya dijimos que aun los evangélicos caemos en esta
trampa a veces. Algunos grupos dicen que no juguemos futbol (a lo menos el domingo).
Otros: “¡No bailen!” “¡No beban!” o reglas semejantes. Unos, siguiendo un énfasis más
positivo, dicen: “¡Asistan a la iglesia!” “¡Lean su Biblia!” “¡Oren diariamente!” “¡Ofrenden
sus diezmos!” Y se nos promete: “Si hacen estas cosas experimentarán la bendición de Dios
en su vida.”
Aunque todas estas normas tienen cierto valor para la vida del cristiano, y la mayoría
reflejan conceptos bíblicos, no las cumplimos con el fin de conseguir suficientes méritos
delante de Dios o para llegar a ser espirituales. Pablo, en los capítulos 3 y 4 de Gálatas,
responde a este concepto erróneo, explicando la base teológica de cómo recibir la bendición
del Señor.
NO LLEGAMOS A SER ESPIRITUALES
POR CUMPLIR LA LEY
En pocas palabras, el apóstol explica que las bendiciones del Señor no dependen de
cumplir algún sistema de leyes, por muy bíblico que sea. Las recibimos gracias a lo que
Cristo hizo; no por causa de nuestras obras.
DEFENSA DE LA DOCTRINA DE PABLO 3:1–4:31
La segunda división del libro presenta la disertación acerca de la bases teológicas de la
justificación y santificación por fe (Gálatas 3–4). Pablo menciona las experiencias de los
gálatas, juntamente con una verdad del Antiguo Testamento, como principios de su
argumento.
Primeramente se refiere a la experiencia de haber recibido el Espíritu Santo (3:1–5).
¿Cómo lo habían recibido? El apóstol presupone que seguramente se dieron cuenta de que
había sido por fe. La justificación no era la cuestión que se discutía aquí, pero forma parte
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de la base para comprobar el punto doctrinal que el apóstol quería aclarar. Da por sentado
que ellos habían sido justificados y recibido al Espíritu Santo con anterioridad. Habiendo
empezado su vida cristiana por fe, ¿cómo esperaban crecer espiritualmente y ser
perfeccionados por medio de las obras?
PRUEBA DE LA RECEPCION DEL ESPIRITU SANTO 3:1–5
En la introducción a su argumento teológico, Pablo les hace una pregunta: “¿Quién os
fascinó para no obedecer a la verdad?” Se dirige a ellos llamándoles “necios” o
“insensatos” porque ya debían de saber cómo evitar a los falsos maestros. Con su actitud no
demostraban mucha comprensión de la fe cristiana. Tal vez se explicara si hubieran sido
hechizados o porque alguien los hubiera encantado con magia para que se descarriaran tan
fácilmente. La implicación clara es que él mensaje erróneo en que habían creído iba en
contra de toda la revelación de la crucifixión de Cristo que habían recibido previamente.
¿Cómo podía ser esto? Literalmente Pablo sugiere que tal vez les habían hecho mal de
ojo. Habían empezado bien, ¿qué había pasado? ¿Cómo es que ahora estaban tan
confundidos? ¡Debía ser obra de algún hechicero! De otra manera, era inexplicable la
manera en que se habían apartado de la verdad.
Al traer a la memoria su propia experiencia, les pregunta acerca de la forma en que
habían recibido el Espíritu Santo (3:2–5). Pablo supone que la respuesta a su pregunta es
evidente. Cuando recibieron el Espíritu Santo, algo notable había ocurrido. ¿Había sido por
causa de la ley, o por la fe?
Pablo les confirma que recibieron al Espíritu por la fe, no por la ley (3:2–3). Si así había
sido, ¿cómo podrían andar por la ley? Si habían comenzado por el Espíritu, ¿cómo creían
que podían andar en la vida cristiana confiando en la carne, es decir, en sus propios
esfuerzos? ¿No veían que era una regresión al mismo problema de siempre? Desde el
principio se ve que hay incongruencia entre los dos sistemas.
HABIAN RECIBIDO EL ESPIRITU SANTO
POR LA FE, ASI QUE DEBIAN
ANDAR POR LA FE
¡PENSEMOS!
Muchas veces se escuchan diálogos entre hermanos en
que se le pregunta a uno si ha recibido al Espíritu Santo. La
discusión lleva a la conclusión de que esta es una experiencia
posterior a la salvación y que es necesaria para alcanzar una
mayor altura espiritual. Sin embargo, el argumento de Pablo
en este pasaje indica que la obra de Dios en ellos comenzó
con la recepción del Espíritu. Da a entender que ann los
hermanos doctrinalmente confundídos lo habín
recibido.¿Cuáles son las implicaciones lógicas en cuanto a la
relación que existe entre recibir el Espíritu Santo y la
madurez espiritual?
Los cristianos de la iglesia de Galacia habían sufrido mucho por causa de su fe en
Cristo. Sus aflicciones provenían mayormente de los judíos. ¿Sería posible que hubieran
abandonado el evangelio y aceptado que sufrieron en vano (3:4)?
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¿A qué conclusión lleva entonces esta experiencia del pasado? Todo lo que Dios ha
hecho a su favor, ¿en base a qué lo hizo? ¿Debido a las obras de ley, o a la fe en Cristo
(3:5)? Es claro que, tal como en el caso de Abraham en el pasado, es la fe en Dios la que
cuenta para justicia, no las obras de la ley. Lo que Dios ha empezado, lo llevará a su
culminación completa. Si lo empezó por fe, de la misma manera lo va a terminar.

¡PENSEMOS!
¿A qué conclusión nos lleva este pasaje? ¿Cuál es la
relación entre la salvación y la vida cristiana? ¿Cómo
empezó usted a andar en Cristo? Si empezó así, ¿cómo debe
seguir ahora? Identifique tantas áreas de su vida como
pueda donde se debe aplicar este principio. ¿Cómo se
manifestará en su vida diaria?

5
¿Bendición o Maldición?
Gálatas 3:6–14
O todo o nada. No hay concesiones ni medias tintas. Mucha gente trata de vivir
conforme a los Diez Mandamientos o cumpliendo la ley divina o el Sermón del Monte,
porque piensan que pueden lograr que Dios les acepte. No se dan cuenta de que las normas
de Dios son absolutas.
Quien piensa vivir conforme a cualquier ley, está bajo la obligación de cumplirla en su
totalidad. Al faltar en un solo punto, pasa de ser una persona obediente a transgresor. Este
es el argumento que Pablo quiere dejar claro en el pensamiento de los legalistas religiosos.
Es imposible cumplir cabalmente con todas las normas porque todos fallamos en algún
punto. Al hacerlo, pasamos a pertenecer al sindicato de pecadores culpables.
PRUEBA DE LA BENDICION DE ABRAHAM 3:6–9
Pablo basa su premisa en el Antiguo Testamento. Los judaizantes afirmaban que esos
libros sagrados apoyaban su punto de vista y ponían sus esperanzas en Abraham,
llamándose “hijos de Abraham”. Pero el apóstol demuestra que el origen de su punto de
vista procede de la misma fuente de autoridad que ellos decían aceptar. Les enseña que aun
el patriarca fue justificado por la fe. Conforme a ese principio, les recuerda que el Señor
había revelado que los gentiles serían bendecidos en Abraham por la misma fe, no por
obediencia a la ley.
¿Cómo recibió Abraham la bendición prometida? Pablo demuestra que fue declarado
justo por causa de su fe (v. 6). A continuación explica la relación entre la fe de Abraham y
la posición de ellos como gentiles (vv. 7–14). Los verdaderos hijos de Abraham son
quienes se identifican con su fe (vv. 7–9). No todos los hijos físicos del patriarca son sus
verdaderos hijos, sino los de la fe (v. 7).
Este principio de herencia basada en la fe se extiende a los gentiles también. Aunque la
gente los consideraba “paganos”, a ellos también se les ofreció la promesa de bendición a
través de Abraham (v. 8) porque el pacto que Dios hizo con él incluía bendición para todas
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las naciones. Por lo tanto, todos los que creen pueden recibirla, ya sean gentiles o judíos,
porque la bendición de Dios se recibe por la fe, no por la ley (v. 9).
Sin importar que fueran judíos o gentiles, aquellos que quisieran identificarse con
Abraham, tenían que seguir su camino (v. 7). Parte de la lógica que respalda esta
conclusión se encuentra en el sentido que los hebreos daban a la expresión “hijos de”,
misma que se utilizaba para señalar la característica distintiva de alguna persona o grupo.
Los “hijos de desobediencia” están caracterizados por la rebelión. Los “hijos de ira”,
recibirán el enojo de Dios y serán juzgados por él. Así, los hijos de Abraham son quienes se
parecen a su padre.
Por lo tanto, los de la fe también son “hijos de Abraham”. Quienes no se parecen a él no
pueden ser sus hijos, aunque puedan trazar su descendencia física hasta él. ¿Cuál es la
característica distintiva que Pablo señala en cuanto a Abraham (v. 9)? Dice que los que
creen, son sus hijos; quienes no creen, no lo son.
QUIENES CONFIAN EN EL DIOS DE ABRAHAM
SON SUS VERDADEROS HIJOS
Y HEREDARAN LAS BENDICIONES PROMETIDAS
¡PENSEMOS!
Según las definiciones de Pablo, ¿quiénes son los “hijos
de Abraham”? ¿A qué herencia les da derecho? ¿Quién
recibe qué hoy?

PRUEBA DE LA REDENCION 3:10–14


El escritor amplía su argumento para mostrar que la bendición no podría haber venido
por medio de obedecer la ley porque ésta sólo produce maldición. Tanto la justificación
como la bendición se reciben por fe.
La ley sólo sirve para condenar 3:10
La clave para comprender el legalismo y que muchos no habían entendido, es que los
que dependen de la ley no pueden recibir la bendición de Dios, sino la maldición. Parte de
esta confusión se deriva de que no hemos asimilado la gravedad que el pecado tiene desde
la perspectiva de Dios. ¿Por qué? La clave se expresa en Deuteronomio 27:26, citado por
Pablo aquí: “Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas…”
Santiago 2:10 repite la misma idea, señalando que quien cumple todas, excepto un solo
punto de las reglas, es tan culpable como aquel que ofende en todo. En Romanos 3 Pablo
repite que “no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Así que, desde la
perspectiva divina, no hay pecadores grandes o pequeños, sólo los hay condenados y
justificados.
SEGUN LA LEY, TODOS SOMOS
MALDITOS PORQUE NO OBEDECEMOS
TODO LO QUE ESTA ESCRITO
EN LA LEY DE DIOS
Por eso Cristo luchaba tanto con los fariseos, porque nunca entendieron la gravedad de
su problema. Podían asegurar que no habían cometido adulterio, pero, ¿qué de sus malos
deseos? La maldición de la ley se aplicaba a todos, por el simple hecho de que nadie podría
cumplir con todas sus exigencias (3:10).
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La fe da vida 3:11
Se puede observar entonces, que la ley declara a todos condenados y malditos, porque
nadie puede cumplir todo lo que ella exige. Además de ese aspecto negativo, la ley incluía
una forma positiva, diciendo que nadie se puede justificar por ella, porque el justo por la fe
vivirá (Habacuc 2:4). Así que, aun el Antiguo Testamento dice que el que es declarado
justo, no es el que vive por la ley, sino el que vive por la fe.
La ley y la fe se contradicen 3:12
El principio fundamental de la fe contradice al que apoya a las obras. La fe no depende
de las obras y la ley no se basa en la fe. La ley exige obediencia completa, nada más, pero
nada menos tampoco. La fe no tiene nada que ver con las obras.
Cristo tomó nuestra maldición sobre sí mismo 3:13–14
Nosotros no podemos resolver el problema de la maldición. Sólo Cristo puede hacerlo,
y ya lo hizo. La muerte de Cristo nos libró de la maldición de la ley.
Al aceptar esa maldición, Cristo compró nuestra libertad, y quedamos fuera del alcance
de la maldición de la ley (3:13). A través de nuestro Salvador, podemos recibir las
bendiciones que Dios prometió a Abraham por causa de su fe (3:14). Una de ellas es la
recepción del Espíritu Santo (Lucas 24:49; Hechos 1:4; 2:17–18, 33, 38; Joel 2:28).
Nosotros recibimos esa divina persona al confiar en Cristo, tal como fue prometido (3:2,
10).
Los judaizantes decían que para recibir la bendición de Dios, tenían que convertirse en
hijos de Abraham primero, pero Pablo dice que los que han confiado en Cristo ya poseen
los privilegios de los herederos. La presencia del Espíritu Santo lo demuestra.
Según Efesios 1:3, Dios “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo”. Por eso, no hay nada más que esperar. El Espíritu Santo en nuestra
vida produce lo que Dios quiere para que gocemos de sus bendiciones.
En este pasaje, Pablo ha presentado el argumento de que la bendición de Dios, que fue
prometida a Abraham, sólo podría recibirse por medio de la fe. La ley es incapaz de
proporcionarla porque sólo produce maldición. Cristo nos libró de la maldición de la ley y
nos capacitó para recibir la bendición por la fe. La experiencia de los gálatas confirmaba
esta verdad, porque habían recibido esta bendición en el momento en que fueron salvos por
la fe.
Regresar a la ley sólo sirve para recibir condenación. Así que, ¿por qué queremos
regresar a ella? Mejor, gocemos la bendición que tenemos y no malgastemos tiempo y
esfuerzo tratando de ganar puntos ante Dios para recibir sus promesas. Vivamos por el
Espíritu, no por la carne. Vivamos por fe, no por ley. Alabémosle a él por todo lo que
hemos recibido al confiar en Cristo.

¡PENSEMOS!
Empezando con 3:1 hasta 3:14, haga una lista de todas
las cosas que hemos obtenido por medio de la fe en Cristo.
¿Por qué resultará en frustración el intento de vivir
conforme a la ley? Si todo esto es cierto, ¿qué diferencia
debe haber en nosotros? ¿Cómo debemos vivir?
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6
La Ley de la Buena Fe
Gálatas 3:15–18
Durante mis años de ministerio en Guatemala, muchos familiares y amigos llegaban
para visitarnos y conocer al país. Una de las atracciones más interesantes para los turistas
era el mercado central. Como no estaban acostumbrados a regatear, tenían interés por tener
la experiencia de comprar de esa manera.
Antes de dejarlos ir, siempre los orientábamos en cuanto a “las leyes del mercado”. De
otra manera, sería fácil que ofendieran y enojaran a la gente que trabajaba allí. Había dos
leyes fundamentales que eran difíciles de entender para ellos. Primero, tenían que aprender
que quien no quiere comprar, no debe regatear. Segundo, que si el vendedor llegaba a
aceptar su oferta, no debían cambiarla, sino que se estaba obligado, a lo menos por cortesía,
a comprar. Estas “leyes del mercado” nos muestran que hav ciertas normas que rigen en el
ambiente humano y que aun el mundo espera que cumplamos.
En una ocasión, una iglesia hizo un contrato de compraventa para conseguir una
propiedad. Firmaron y pagaron el anticipo indicado. Meses después, decidieron que querían
pedir una rebaja en el precio acordado. La gente involucrada respondió: “¿Cómo puede ser
esto? Esto nunca sucede en los tratos de los incrédulos, mucho menos se puede permitir
entre los del pueblo de Dios. El convenio se ha hecho y tiene que cumplirse como lo
pactamos”.
Después de haber demostrado que las bendiciones de Dios se reciben sólo por fe, en
este pasaje de Gálatas 3:15–18 Pablo compara la promesa divina hecha con Abraham con
los convenios humanos. En esta porción continúa su disertación acerca de los requisitos
para recibir las bendiciones de 10 alto para contrarrestar la oposición que provenía de los
judaizantes, quienes se consideraban “hijos de Abraham”. Pablo se dirige a ellos
esgrimiendo la misma fuente de información que ellos tenían, la enseñanza que se
encuentra en los libros de la ley del Antiguo Testamento.
¿Qué enseña el mismo Antiguo Testamento en cuanto a la bendición prometida a
Abraham? El apóstol compara el convenio concertado con el patriarca con otros pactos
legales y presenta tres razones que demuestran que la bendición de Dios no depende del
cumplimiento de la ley, y que el pacto original nunca fue abrogado por la ley.
EL PACTO FUE RATIFICADO POR DIOS 3:15–16
La primera razón que esgrime es que un pacto ya ratificado no puede ser anulado ni
enmendado, ni se le pueden añadir condiciones. Esto es cierto aun en los acuerdos
humanos. La promesa que Dios le dio a Abraham constituye un pacto ratificado por el
Señor mismo. Si la honradez humana obliga a los contratantes a no cambiar su acuerdo,
¿cuánto más se debe confiar en que Dios no cambiará?
El convenio que Dios hizo con Abraham fue para él y su descendencia. Pablo aclara que
el pasaje no se refiere a todos los descendientes de Abraham. El uso del nombre singular
“simiente” se aplica para demostrar que el beneficio del pacto es para el verdadero
descendiente de Abraham, Cristo, la simiente verdadera y para aquellos que están en él.
UN PACTO YA RATIFICADO
NO PUEDE SER ANULADO NI ENMENDADO
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LA LEY FUE A AÑADIDA AL PACTO 3:17


La segunda razón que Pablo menciona para demostrar que la bendición no viene por
cumplir la ley, es que ésta llegó más tarde y no anula el pacto. A veces, al hacer un acuerdo,
nos dan treinta días para pensarlo. Si no nos echamos para atrás durante esos días, se
considera confirmado.
Pablo quiere dejar bien establecido que los judaizantes estaban equivocados al decir que
era necesario cumplir la ley para recibir las misericordias divinas en vez de vivir de acuerdo
al pacto abrahámico ratificado por Dios y cumplido en Cristo. La ley había side el medio
para dirigir al pueblo judío hasta la venida de Jesucristo y una vez venido Cristo, el
creyente ya no está bajo la ley.

¡PENSEMOS!
Imagínese un convenio legal en que me comprometo a
dar un terreno de cinco manzanas a su padre. Veinte años
después, llego a usted, después de la muerte de él, y le digo:
“Fijese que se me olvidó decirle que se lo doy, pero a cambio
de $10,000”.
¿Qué me diría? “Pues, hombre, ya es muy tarde para
decirme esto”. Lo más probable es que me llevara al tribunal
por intento de fraude. ¿Qué clase de persona haría tal cosa?
¿Qué clase de Dios sería si actuara asi?
Pablo insiste en que quien hizo el convenio no fue un hombre común, sino que Dios
mismo hizo la promesa y no la había olvidado. El es justo, y no hay ningún engaño en él.
Así que, nuestro Padre no cambiaría las condiciones del pacto original después de 400 años,
porque el pacto había sido ratificado por él mismo.
LA LEY VINO DESPUES Y NO PUEDE
ANULAR EL PACTO
LA ENMIENDA ES CONTRADICTORIA 3:18
La tercera razón que el apóstol da para definir que no era necesario enmendar el pacto
abrahámico viviendo conforme a la ley, es que la modificación a éste sugerida por los
judaizantes es una contradicción a la promesa original. La ley y la promesa se contradicen.
Si la bendición de Dios es por obras, o si es por ley, entonces ya no es un regalo de gracia
(Romanos 4:4–5, 16). La herencia fue dada por gracia, como resultado de la promesa
unilateral de parte de Dios.
Consideremos una vez más la ilustración dada arriba respecto a mi regalo de cinco
manzanas de tierra y que a los veinte años digo a los hijos que no fue un regalo, sino que
me deben $10,000 porque me arrepentí de mi obsequio. Esto equivale a una contradicción
de todo lo que había dicho. Esto no puede ser, especialmente cuando se trata de Dios que es
quien hizo la promesa y la dio gratuitamente.
Esta promesa estaba diseñada para los herederos de Abraham. ¿Quiénes son? Pablo
indica que en realidad sólo existe un verdadero heredero, nuestro Señor Jesucristo. No
obstante, todos los que están en él son coherederos juntamente con él. Tales personas
recibimos la herencia por fe, no por obras ni leyes.
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Así que, al estar en Cristo, la bendición de Dios está garantizada. No depende de las
obras, sino de la promesa de Dios, dada a todos los que están en Cristo. Es el convenio más
seguro del mundo porque está garantizado por Dios mismo.
LA ENMIENDA SUGERIDA ES UNA
CONTRADICCION DE LA PROMESA ORIGINAL
En fin, la bendición que Dios prometió a Abraham no le llegó por medio de la ley sino
por el pacto unilateral ratificado por el Señor. Aun en los tratos humanos, cuando se firma
un contrato, nadie puede cambiar las condiciones posteriormente. Si este principio es cierto
en el nivel humano, ¿cuánto más cierto será cuando Dios lo hace?
Aunque pasen los años, el pacto no cambia. Un sistema de leyes, dado más de
cuatrocientos años después no podría invalidar un pacto hecho y ratificado con
anterioridad. Por eso, para que la enseñanza de los judaizantes se aceptara, la promesa
anterior tendría que ser anulada, Si la herencia de la bendición se basara en el cumplimiento
de la ley, entonces ya no estaría basada en la promesa de Dios como el pacto indica.
DOS OPINIONES CONTRARIAS
La lógica de los judaizantes:
• La promesa de bendición fue dada a Abraham.
• Se basa en el Antiguo Testamento.
• El Antiguo Testameno enseña a obedecer la ley a fin de obtener la
bendición.
• Por eso, la bendición de Dios es condicional y es necesario obedecer
la ley.
La lógica de Pablo:
• La promesa de bendición vino antes de la ley.
• La ley fue dada 400 años después de la promesa y no puede
modificarla.
• No hay contradicción entre las dos.
• La ley es buena, pero hay que entender su Propósito.
¡PENSEMOS!
Considere las implicaciones de este breve pasaje. Son de
gran importancia para la vida de los hijos de Dios. ¿Cómo
afectará su vida la comprensión de la verdad que Pablo
señala? Haga una lista de las consecuencias prácticas que
resulten.

7
¿Para Qué Sirve la Ley?
Gálatas 3:19–4:7
Vivimos en la época de las computadoras. Estas máquinas maravillosas se encuentran
en todas partes. Hacen mucho más trabajo en menos tiempo. Pero en realidad, son
artefactos bastante ignorantes porque no saben nada por sí mismos; aceptan todo lo que se
le dice, porque no tienen capacidad de evaluarlo. Inclusive, se les puede enseñar la fórmula
1+1=3
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y no se dan cuenta de que es incorrecta. La graban en su memoria y es necesario que el


operario la borre para corregir el error. Por eso hay un dicho entre quienes las utilizan que
dice: Si se mete “basura” en su computadora, lo que obtendrá será basura.
En este aspecto, la computadora es semejante a la mente humana. A mucha gente se le
enseña alguna idea y, aunque no sea verdad, la cree hasta que se le borra con la verdad.
El problema es que muchas veces es difícil quitarnos las ideas equivocadas que se nos
han enseñado. En este estudio mi intención es eliminar ciertas ideas doctrinales
equivocadas de la mente de muchos cristianos para reemplazarlas con la verdad.
Hace años existió un predicador muy famoso que era conocido por el sobrenombre de
“Juan 3:16” porque siempre predicaba en base a ese pasaje. Todo el tiempo se refería a esa
porción bíblica. Un día alguien le preguntó: “¿Por qué siempre predicas basado en Juan
3:16?” A lo que contestó: “Por que de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito…”
He llegado a la conclusión de que me gustaría ser identificado con el mensaje de
Gálatas 3:21–22. La comprensión de la verdad presentada en este pasaje es clave para
contestar a las sectas falsas que han proliferado en la actualidad, así como sirvió para
responder a los judaizantes del tiempo de Pablo. Hablando hace algunos años con otro
profesor del Instituto Bíblico Guatemalteco acerca de la influencia de las sectas falsas entre
los evangélicos auténticos, me comentaba que el problema básico es que muchos creyentes,
aun pastores, no saben qué creen. Una de las áreas de mayor ignorancia es la doctrina que
Pablo presenta en este pasaje. Así que, ¡borremos las ideas viejas grabadas en nuestra
mente, para ver lo que Dios quiere enseñarnos!
Pablo señala en Gálatas 3:19–22 que los judaizantes, así como los que pertenecen a
cualquier otra secta, no entendían cuál había sido el propósito de la ley, por lo que el
apóstol empieza haciendo una pregunta lógica: si la ley no fue dada hasta después de la
promesa; si no puede enmendar la misma, y si la herencia no viene por ella, entonces, ¿para
qué sirve?
A continuación contesta esta cuestión dando la explicación: “La ley fue añadida (a la
promesa) a causa de las transgresiones” (3:19a). Se pueden dar dos interpretaciones a esta
respuesta, igualmente posibles y ciertas. Primero, podría indicar que la ley fue dada para
enseñarles cómo actuar en medio del mundo pagano hasta que llegara la simiente de
Abraham. Era una guía temporal, para que vivieran de manera digna del Dios en que habían
creído La segunda interpretacíon possible de esta respuesta paulina es que la ley fue dada
para revelar el pecado del hombre ya que frente a la norma divina, nadie puede considerarse
justo.
TRES DEBILIDADES DE LA LEY 3:19–21
El pasaje evidencía tres debilidades de la ley, tres maneras en que es inferior a la
promesa. Al señalarlas, Pablo muestra de nuevo que la bendición de Dios se recibe por fe
en la promesa y no por las buenas obras que marca la ley.
La ley fue temporal 3:19
La ley fue dada mientras llegaba la descendencia de Abraham, nuestro Señor Jesucristo
(3:16). Al nacer la simiente, el heredero verdadero, la ley ya no era necesaria porque él
tomó el lugar de guía.
La ley fue dada con la intervención de un mediador 3:19b–20
El pasaje presenta dos principios claros. Primero, la promesa fue hecha directamente
por Dios, mientras que la ley vino por mediadores. Por eso, la primera es superior a la ley.
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El segundo principio es una implicación derivada de la necesidad de un mediador, lo


cual exige la presencia de dos partes y el requisito de que ambas cumplan su función. En el
caso de la ley, ya que sólo una parte puede cumplir, el pacto se invalida. Pero la promesa no
tiene mediador porque fue dada unilateralmente; Dios empeñó su palabra y no hace falta
nada más. Así que, no queda duda acerca de cuál es superior.
La ley nunca pudo dar vida 3:21
La ley no contradice la promesa porque no se diseñó para dar vida ni para justificar.
Esto habría resultado imposible porque la ley sólo condena. Si pudiera producir estos
resultados deseados, no hubiera habido necesidad de que
Dios nos regalara la salvación por gracia. La ley fue necesaria para mostrarnos la
necesidad de recibir la salvación por fe. Siendo todos pecadores, no nos podemos salvar.
Necesitamos la gracia de Dios.
TRES VERDADES EN CUANTO A LA LEY 3:21–22
Todo cristiano debe aprender de memoria y guardar en su corazón estas tres verdades
esenciales
Nunca ninguna ley ha podido dar vida 3:21
La ley no justifica. La construcción gramatical empleada
por el escritor indica que considera que la ley es incapaz de vivificar o justificar ayer,
hoy, mañana, antes, o después de la decisión de confiar en Cristo. No existe ninguna ley
que pueda dar vida a la gente perdida.
Las Escrituras dicen que todos estamos bajo pecado 3:22a
Los problemas que existen en cuanto a la seguridad de la salvación o de las buenas
obras para obtener la salvación, vienen porque no creemos en la gravedad del pecado. La
Biblia indica que cualquier pecado es grave.

¡PENSEMOS!
Considere las implicaciones personales de los siguientes
versículos:
• Romanos 11:32: “Porque Dios sujetó a todos en
desobediencia, para tener misericordia de todos”.
• Romanos 7:14: “Porque sabemos que la ley es espiritual;
más yo soy carnal, vendido al pecado”.
• 1 Corintios 1:27–28
• Efesios 21:–3
• Colosenses 1:21
• Romanos 1:21–32; 3:9–18
• Gálatas 5:19–21;
• Isaías 64:6: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y
todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos
todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos
llevaron como viento.”
• Santiago 2:10–11: “Porque cualquiera que guardare toda
la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”
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• Mateo 5:21–32 Tener malos pensamientos es tan grave


como cometer malas acciones.

La promesa de Dios es para los pecadores que confían en cristo 3:22b


Pablo explica la relación que existe entre la ley y el pacto al aclarar el verdadero
propósito de los mandamientos. Estos fueron añadidos a la promesa hecha y confirmada por
Dios mismo, no para tomar su lugar. La ley fue dada temporalmente para condenar a todos
los hombres y para demostrar la causa de su condenación. No puede dar vida porque nadie
puede cumplirla totalmente.

¡PENSEMOS!
¿Cuáles son las implicaciones de estas tres verdades
para quienes pretenden satisfacer a Dios por medio de la
obediencia a la ley?

EL CONCEPTO ROMANO DE ADOPCION 3:23–4:7


Como mencionamos, el propósito del autor era demostrar que la ley no se dio para
competir con la promesa ni tomar el lugar de ella. Para demostrarlo, señaló tres verdades:
1. Ninguna ley puede dar vida.
2. La ley condena a todos como pecadores.
3. La promesa de la bendición de Dios se ha dado a los pecadores que han confiado en
Cristo.
Después de establecer estas tres verdades, Pablo utiliza la ilustración del concepto
romano de adopción, fácil de comprender por todos, para explicar el propósito de la ley.
Según este ejemplo, el niño era heredero de todas las posesiones de su padre. Sin embargo,
sin importar su edad, no se consideraba como tal hasta que su padre lo declaraba como hijo
adulto. Este proceso culminaba con una ceremonia oficial que se efectuaba ante un juez,
llamada “adopción.”
En ese acto, el padre reconocía a su hijo como adulto. Le cambiaba la ropa quitándole la
toga infantil y poniéndole la varonil. Hasta ese momento, había estado bajo la supervisión
de un “pedagogo” o ayo, quien era un esclavo de confíanza. No era precisamente un
maestro, sino el encargado de llevarlo a clases diariamente, protegerlo del peligro y
enseñarle cómo enfrentarse a la vida. Su responsabilidad principal era cuidarlo y prepararlo
para el día de la adopción.
Pablo utiliza este concepto bien conocido para explicarles la finalidad de la ley.
Presenta la diferencia que hay entre la vida adulta que es en Cristo por medio de la fe y la
vida infantil que equivale a estar bajo la ley. Los judaizantes decían que por medio de la
ley, recibirían las bendiciones de Dios, pero la intención del apóstol es demostrar todo lo
contrario.
LA LEY NO PRODUCE LA BENDICION DE DIOS
SINO QUE FUE DADA PARA CUIDARLES
MIENTRAS LLEGABAN A LA MADUREZ.
El apóstol desarrolla esta comparación utilizando siete diferentes aspectos de la misma
idea basados en el concepto romano de adopción, pero al mismo tiempo continúa
contestando a la pregunta: ¿para qué sirve la ley?
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La ley existe para proteger y guardar al hijo hasta que es maduro 3:23
En el sistema romano no había gran diferencia entre un prisionero y un hijo. Los niños
no tenían libertad de acción independiente. Así nosotros, mientras tratemos de vivir
conforme a la ley y no encontremos vida nueva en Cristo, estaremos bajo la custodia de las
leyes que hemos conocido. No gozamos de los derechos que da la libertad de los hijos
adultos.
La ley funcionaba como pedagogo, protegiendo y preparando al hijo para
la vida de adulto 3:24–25
La ley no podía proporcionar madurez. Más bien era para proteger a los judíos mientras
llegaban a la edad adulta.
La ley es para niños; la fe para adultos 3:26–27
Sin embargo, los judaizantes decían todo lo contrario. Para Pablo, los que se identifican
con Cristo por medio del bautismo, cambian su vestido a la toga varonil. El bautismo se
señala aquí como equivalente al acto público por medio del cual el padre indicaba que su
hijo ya no estaba bajo el pedagogo porque se había convertido en adulto. Por medio del
bautismo, también nosotros hacemos profesión a los testigos presentes de que en Cristo,
Dios nos ha recibido como sus hijos.
La ley hace distinciones 3:28–29
La ley ahonda las distinciones entre judíos y griegos, libres y esclavos, hombres y
mujeres. La oración diaria de los varones judíos les recordaba esas diferencias, ya que
continuamente daban gracias a Dios porque no los había hecho ni griegos, ni esclavos, ni
mujeres.
Ahora, al estar en Cristo, todos somos herederos maduros por igual; no hay distinción.
Todos tenemos derecho a las bendiciones divinas sin importar que seamos judíos o griegos,
esclavos o libres, hombres o mujeres. Ante los ojos de Dios, todos somos iguales en Cristo.
La ley produce una vida esclavizada, no la libertad de los hijos 4:1–3
Mientras se considera al hijo como niño, hay poca diferencia entre él y un esclavo,
porque pasa todo su tiempo bajo el mando de otros. Los “tutores” son guardianes que
supervisan todas sus actividades. Los “curadores” mencionados aquí se refieren a
mayordomos que estaban designados para cuidar todas sus pertenencias; los hijos no podían
gozar de libertad o independencia. Aunque eran herederos, no disfrutaban de todos los
derechos que les correspondían.
No era sino hasta que se le declaraba hijo adulto que recibía libertad de lo que
anteriormente lo mantenía esclavizado. Así como el padre podía elegir el tiempo indicado
para la adopción de su hijo, así también Dios eligió el tiempo adecuado para mandar a su
Hijo para librarnos de la ley y hacernos aptos para recibir la herencia.
En la vida espiritual del individuo la ley lo mantiene en el mismo estado de sujeción.
Siempre estamos bajo el cuidado de reglas legalistas hasta que podemos alcanzar la
madurez que sólo se encuentra en Cristo. Sin él, estábamos esclavizados bajo los
“rudimentos del mundo”, viviendo sujetos a los principios legalistas que dominan la
filosofía del mundo, pensando en que podíamos hacerlo todo por nosotros mismos. Hasta
que entendemos que esto no es posibie, seguimos esclavizados bajo el sistema que no nos
puede dar libertad ni contentamiento.
LA LEY PRODUCE ESCLAVITUD
LA FE PRODUCE LIBERTAD
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Recibimos la evidencia de la adopción por la obra de Cristo, no por la ley


4:4–5
Así como el padre elige el tiempo indicado para la adopción legal de su niño y
declararlo hijo adulto, también Dios decidió cuál era el tiempo para que nosotros pasáramos
de la esclavitud del “pedagogo” a la libertad de adultos maduros en Cristo. Dios realizó este
acto por medio de la redención que la obra de nuestro Señor obtuvo para nosotros. La ley
no tuvo nada que ver con esta obra.
La presencia del Espíritu produce la relación de hijos y nos hace
herederos 4:6–7
Esta enseñanza de Pablo puede aplicarse a cualquier sistema legal. La bendición de
Dios no depende de leyes, ni las de los judaizantes, ni las de otras sectas, ni aun de las leyes
reconocidas por los evangélicos modernos. La normas legalistas nos mantienen en un
estado infantil porque nos hacen sus esclavos.
¡Cuidado con las actitudes legalistas que dicen: “Soy mejor que tu porque no hago tal
cosa!” La bendición de Dios en la vida no proviene de obedecer un sistema de leyes, sino
de la obra de Cristo, de la presencia del Espíritu Santo, y del andar por fe. Como resultado
de esta obra divina, podemos acercarnos a Dios porque es nuestro Padre amado.

¡PENSEMOS!
Explique la aplicación del concepto romano de adopción
a la vida espiritual. Conforme a este concepto, ¿cuál es la
diferencia entre un legalista y una persona madura en
Cristo? ¿Cómo afectará nuestra vida diaria la comprensión
de esta enseñanza?

8
Regreso Voluntario a la
Esclavitud
Gálatas 4:8–20
“El ritualismo es el paganismo bautizado”. Estas palabras del comentarista Carlos
Erdman describen perfectamente la idea de este pasaje. Es más, se puede decir que el
legalismo es una versión de la religión pagana a la que se da el nombre de cristiana. Si
queremos vivir conforme a la ley, estamos siguiendo los principios de otras religiones del
mundo.
Ya hemos observado que el propósito de la ley fue cuidar a los israelitas que estaban
bajo su protección hasta que llegaran a la madurez. Así que la ley era para niños; estar bajo
ella equivalía a ser como un infante. Aun el pequeño más privilegiado no difería en nada
del esclavo; sólo la madurez los libraba de esa esclavitud. Pero los que están en Cristo ya
no son esclavos; ahora son hijos maduros y gozan de todos los derechos de adultos.
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CONTRADICCION EN EL DESEO DE VOLVER A LA


ESCLAVITUD 4:8–11
En Gálatas 4:8–11, Pablo observa que después de ser librados de la esclavitud, los
hermanos querían regresar a ella. Para demostrar la necedad de esa decisión, señala 5
contrastes entre su estado original y el actual de estar en Cristo. Como originalmente venían
de un pueblo pagano, compara ese estado con el que tienen ahora.
El cambio de estado 4:7–9a
El primer contraste que Pablo señala entre su estado anterior y el nuevo en Cristo es el
mismo que hizo notar en el pasaje anterior. Antes eran esclavos, pero ahora son hijos,
herederos y adultos libres (4:7, 9b). ¿Por qué querían regresar a la esclavitud?
El segundo tiene que ver con el objeto de adoración, o sea, los dioses a quienes
adoraban. Antes de encontrar al Señor Jesucristo, los gálatas creían en dioses que en
realidad no lo eran porque no existían. Eran objetos que ellos mismos habían fabricado.
Pero ahora adoraban al único Dios verdadero, el que hizo el universo (4:8–9). ¿Por qué
deseaban regresar a aquellos dioses falsos, inventados por la mente humana?
El tercero se refiere a su conocimiento de Dios. Antes, a causa de la desobediencia
humana y su naturaleza pecaminosa, no podían entender al Señor. Su intelecto estaba caído,
al igual que toda la imagen divina que había en ellos. Pero, al estar en Cristo, ya lo
conocían (4:8–9). ¿Por qué insistían en regresar al estado de ignorancia, separados de Dios
e incapacitados para conocerlo?
El cuarto contraste lo encontramos al estudiar el uso que hace en el idioma original de
los verbos traducidos como “conocimiento” (v. 9), los cuales tienen acepciones distintas.
Estos vocablos indican que anteriormente no conocían al Señor intelectualmente; ni tenían
un concepto mental de quién es el Dios verdadero. Pero ahora que estaban en Cristo, lo
conocían no sólo con el intelecto, sino en forma personal. Ya era alguien bien conocido, un
amigo (4:8–9). ¿Por qué deseaban regresar a su vida antigua y vivir lejos de Dios
considerándolo su adversario?
Finalmente, contrasta su estado anterior con el nuevo diciendo que mientras que antes
no conocían a Dios, ahora eran conocidos por él directamente (4:8–9). Esta afirmación
paulina nos recuerda lo que sucede cuando conocemos a personajes importantes.
El doctor Emilio Antonio Núñez, famoso teólogo evangélico, es un buen amigo mio
desde hace muchos años, desde que fuimos colegas. El conoce a mi familia. Si usted lo
saluda de parte mia, probablemente él le preguntará por mi esposa Elena y por mis hijos, tal
vez por nombre.
Pero el caso es distinto con el doctor Carlos Henry, gran orador cristiano, o Chuck
Swindoll, gran expositor bíblico famoso por sus programas de radio en todo el mundo. El
doctor Henry inclusive ha almorzado en mi casa y al doctor Swindoll lo conocí hace años
junto con sus padres y hermana, y tenemos muchos amigos en común. Aunque he
conversado personalmente con ellos, no creo que me recuerden. Si usted les dice, “yo
conozco a un amigo suyo”, ¿qué harán? Nada, porque tal vez no se acuerden de que nos
hemos conocido. Existen muchas otras personas famosas que yo no conozco, ni ellos a mí.
Pero hay personas famosas que sí, conocemos aunque ellas no nos conozcan. Lo increíble
de lo que dice Pablo es que el creyente tiene una relación personal íntima, como de buenos
amigos, con el verdadero Dios del universo. ¿Por qué regresar al estado anterior?
¿POR QUE REGRESAR A LA
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ESCLAVITUD SI AHORA CONOCEMOS


AL UNICO DIOS VERDADERO?
La respuesta al cambio 4:9b–11
Al terminar su disertación acerca de la transformación operada en ellos, el apóstol hace
la pregunta lógica: “¿Por qué regresar?” Su actitud no tenía sentido. ¿Por qué volver atrás?
¿Por qué querían ser tratados como niños, como esclavos? En medio de su pregunta
presenta cuatro características de la ley (4:9), todas ellas negativas. Primero, afirma que la
ley era débil, sin poder alguno. Aunque era capaz de definir el pecado, no podía librarlos de
él. Podía diagnosticar, pero no curar.
La segunda descripción indica que la ley es pobre porque no tiene los recursos
necesarios para conseguir nada. Tiene tanta capacidad para proveernos beneficios
espirituales como una compañía en bancarrota.
En tercer lugar, la ley se describe como “rudimentos” o principios elementales, porque
contiene los principios más básicos, como el abecedario, de la vida espiritual. Representa lo
que el niñito aprende en primer grado de la escuela. No hay nada de malo en lo que se
aprende en ese nivel, pero la vida requiere mucho más para alcanzar las metas de la
madurez.
En Gálatas 4:3 y en otros pasajes donde aparece, esta palabra se utiliza para describir
los principios que el mundo sigue. Se refiere a la filosofía mundana que dice: “Yo puedo
hacer todo sin ayuda de nadie”. Tal vez lo que el apóstol trataba de decir era que los gálatas
anhelaban que se les dijera lo que debían hacer. Al igual que niños, querían seguir cualquier
regla que les dieran. Sin embargo, los adultos maduros deben seguir normas más elevadas
que las leyes, un sistema de ética basado en el amor a Dios y al prójimo.
Finalmente, Pablo describe la ley como esclavizante, que anula los privilegios del
adulto y le somete a reglas infantiles porque había sido diseñada con ese propósito. Ahora
ellos querían volver a su vida antigua. La ley hace esclavos, y eso es precisamente lo que
ellos deseaban.
A veces encontramos un adolescente de doce o trece años, que dice: “No quiero crecer”,
porque prefiere vivir protegido por la seguridad de las reglas que tener la responsabilidad
de hacer decisiones. No quiere independizarse por temor. Otro caso semejante es el de
algunos prisioneros que son puestos en libertad. A veces cometen otro crimen de inmediato
para no tener que asumir la responsabilidad de vivir su propia vida.
ES MEJOR TOMAR DECISIONES
MADURAS RESPONSABLES
QUE DECISIONES INMADURAS
BASADAS EN LEYES
En lo que se refiere al desarrollo de un individuo, mientras vive bajo las reglas, se
encuentra en estado infantil, porque éstas son para los ignorantes (1 Timoteo 1:8–10). La
madurez no se alcanza por cumplir ciertas normas, sino cuando se tiene la capacidad de
evaluar las circunstancias y tomar decisiones responsables.
Los gálatas habían estado sometidos por sus dioses falsos, y ahora querían volver a otra
forma de esclavitud, la de las leyes. Pero esto ya no era necesario para quienes habían
recibido la libertad de los hijos maduros.
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¡PENSEMOS!
Considere la transformación que Dios realizó en
nosotros por medio de la obra de Cristo. Haga una lista de
los beneficios que hemos recibido en él conforme a Gálatas
4:8–11. ¿Cómo debe afectar nuestra actitud y vida diaria?

LA RECEPCION QUE DIERON AL APOSTOL AL


PRINCIPIO 4:12–20
¿Cómo reaccionamos ante la gente que cae en un error doctrinal? El apóstol Pablo nos
da un patrón digno de imitar cuando analizamos su manera de tratar a los hermanos de
Galacia y de dirigirse a ellos en su deseo de volverles al camino de la verdad. Pablo hace
una distinción entre los maestros falsos (1:7–8), a quienes acusa de manera más fuerte, y la
gente influenciada por ellos.
Nosotros mostramos la tendencia a enzarzarnos en discusiones interminables y
amonestar a quienes se han extraviado. Pablo hace lo segundo, especialmente cuando se
trata de defender la verdad doctrinal. Sin embargo, no sólo hace esto, sino que además
muestra un interés pastoral, un cuidado y amor para con ellos.
La actitud de los creyentes hacia el apóstol 4:12–16
Pablo se dirige a ellos recordando la manera en que lo recibieron la primera vez que los
visitó. La acogida que le dieron demuestra que no dudaban ni de su persona ni de su
mensaje.
Asimismo, alude a la aflicción que sentía cuando fue a elos. A pesar de que estaba
enfermo, no lo rechazaron (4:12b–13), sino que lo aceptaron como mensajero de Dios, con
entusiasmo, como a un ángel, o aun como si se tratara de Cristo mismo (4:14).
ENTONCES, ¿QUIEN HABIA CAMBIADO?
El apóstol dice que en esa ocasión, habían estado dispuestos a sacrificar sus propios
ojos por él, si fuera necesario (4:15). Después del cariño que le demostraron, afirma que él
sería incapaz de engañarlos (4:16). ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba la “dicha” que
tenían antes? Antes habían considerado su visita un gran privilegio. ¿Qué había pasado? El
no había cambiado. ¿Por qué habían cambiado su actitud hacia él cuando lo único que había
hecho era decirles la verdad?
La actitud del apóstol 4:17–20
El contraste entre la actitud del apóstol y la de los judaizantes, demuestra el verdadero
interés que los movía. El deseo sincero del predicador de reconocer su amabilidad se
presenta en contraste con los móviles de los judaizantes, que deseaban tenerlos sujetos a
ellos. Pablo los había declarado libres, pero los maestros falsos querían esclavizarlos.
El interés de los judaizantes se limitaba a atraerlos para su doctrina pero hasta ahí. Se
comportaban como el hombre que seduce a la mujer de su amigo. Una vez que la conquista,
ya no la quiere. Así eran los maestros judaizantes, les ofrecían todo, pero lo hacían de mala
fe porque lo que querían era hacerlos esclavos dependientes de ellos (4:17).
Pablo también había sentido celos, pero para bien. Su único interés era ver a Cristo
manifestado en ellos (18–19). El ejemplo del apóstol nos señala algunas lecciones en
cuanto a la forma en que debemos tratar a las ovejas de nuestra grey que han sido desviadas
por otros grupos. Entre tales lecciones se pueden mencionar las siguientes:
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1. El apóstol había dado un ejemplo de arduo trabajo desde el principio (4:11).


2. Se había identificado con ellos, sin presentar ninguna barrera o actitud de
superioridad (4:12a). El apóstol deseaba que esto fuera recíproco. Estos dos ejemplos,
previos al problema, le daban derecho a seguir luchando por ellos, no quería perderlos por
causa de los judaizantes.
3. Había mostrado interés personal genuino en ellos desde el inicio. Esta actitud
permanecía intacta aunque él estuviera lejos.
4. El apóstol adopta la actitud compasiva y comprensiva del padre que ama a su hijo y
busca su bien.
5. Además, estaba dispuesto a luchar y sufrir con el fin de verlos llegar a la madurez. En
este sentido, usa la figura de una mujer con dolores de parto para ilustrar su preocupación
por ellos; así como ella sufre con la esperanza de ver el fruto de su vientre, así sufría el
apóstol (4:19). Su dolor era porque aunque ya tenían una vida nueva, él no veía una
transformación que manifestara la naturaleza de Cristo. El punto aquí es que su celo, su
interés personal en ellos, le hacían estar dispuesto a sufrir y seguir luchando con el fin de
ver el resultado deseado en ellos.
6. Además, deseaba estar con ellos (4:20) porque estaba seguro de que su presencia
podría ayudar a resolver el asunto. Desde la perspectiva humana, estaba desesperado. No
sabía qué hacer; buscaba alguna solución para no perderlos. Así es la actitud del Buen
Pastor, el verdadero, que está dispuesto a pagar cualquier precio para rescatar a la oveja
perdida. Sus fieles representantes deben manifestar la misma actitud hacia las ovejas
extraviadas.

¡PENSEMOS!
Compare la actitud de Pablo con la de los judaizantes.
¿Cómo manifestó el apóstol su interés personal en ellos?
¿Cómo los trataban los maestros judaizantes? ¿Qué
lecciones prácticas nos enseña en cuanto a la manera en que
debemos servirnos unos a otros? Identifique alguna de las
características que usted debe mostrar a otros.

9
Hijo de Esclavitud
Gálatas 4:21–31
Pablo ha venido explicando las diferencias que hay entre la ley y la fe, para comprobar
que la última es mejor que la primera. Sus argumentos demuestran que la fe vino más de
cuatrocientos años antes y por eso, no podría ser reemplazada ni enmendada por la ley.
Además, ésta no era capaz de producir hijos adultos con todos los derechos, sino que actuó
como un ayo o guardián. Finalmente, el apóstol ha mostrado que la fe nos libra de la
esclavitud, mientras que la ley esclaviza. Así que la fe nos da todo y es superior a la ley en
todo sentido. Entonces, ¿por qué querían los gálatas volver a la esclavitud?
Pablo concluye su argumento doctrinal con una ilustración tomada del Antiguo
Testamento para dejar claro lo que quiere decirles. Los judaizantes incluían entre sus
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alegatos el hecho de que eran hijos de Abraham y suponían que debido a ello, tenían
derecho de recibir la bendición prometida de Dios. Concluían diciendo que el que quisiera
la herencia divina debería seguirles.
El apóstol usa un ejemplo conocido por todos para demostrar que Abraham tenía dos
clases de hijos: los libres, nacidos conforme a su promesa, y los esclavos, nacidos conforme
a la carne, según el plan que siguieron Abraham y Sara. Así que los judaizantes tenían que
elegir qué clase de hijos preferían ser.
LA HISTORIA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
En el libro de Génesis, Moisés explica las condiciones que imperaban en la vida de
Israel y relata cómo Dios eligió a su pueblo y cómo surgieron sus enemigos. Entre ellos se
menciona a los hijos de Ismael. ¿Por qué eran enemigos? Porque eran los hijos de Abraham
que habían sido expulsados y habían perdido su herencia (Génesis 16:1–16; 21:9–21). Por
eso, a través de la historia trataron de destruir a los hijos verdaderos. Al referirse a esta
situación histórica, advierte a los gálatas que si bien es cierto que los judaizantes eran hijos
físicos de Abraham, el patriarca había tenido más de un hijo. Los expulsados se
convirtieron en enemigos de los verdaderos herederos, según la historia que Moisés relata.
LOS JUDAIZANTES SON HIJOS DE ABRAHAM
PERO ABRAHAM TUVO DOS CLASES DE HIJOS
¡PENSEMOS!
Considere la historia del nacimiento de Ismael (Génesis
16:1–16) y la del conflicto entre las dos madres e hijos
después del nacimiento de Isaac (Génesis 21:9–21). ¿Qué
principios espirituales se aprenden de ellas, sin tomar en
cuenta la applicación de Pablo a la situación que había en
Galacia? ¿Qué nos enseña nosotros este relato?

EL USO DE LA HISTORIA POR PABLO


Introducción a la historia 4:21
Pablo les advierte que si pensaban basarse en la ley, se fijaran bien en lo que decía. ¿En
verdad la habían analizado? Da respuesta a su propia pregunta retórica indicando que no
estaban entendiendo bien su contenido, porque si fuera así, ya habrían comprendido la
verdad que él presenta aquí. La misma ley ilustra el concepto que el apóstol presenta. En
realidad no habían digerido bien la enseñanza de la ley y sus implicaciones.
Pablo indica que los gálatas deseaban aceptar la verdad, pero no lo habían hecho
todavía, ya fuera por incapacidad, o porque no habían llegado aún a ese punto. Hasta ese
momento, ellos sólo deseaban cumplir con la ley. Primero Pablo les advierte que era
necesario comprender lo que la ley quiere decir y que si querían estar bajo ella, tenían que
aceptar la esclavitud que produce.
Contraste entre los dos hijos 4:22–23
Ilustra la diferencia que existe entre la ley y la gracia usando el ejemplo de Ismael, el
hijo de la esclava, e Isaac, el hijo de la mujer libre. Los judaizantes se jactaban de ser hijos
de Abraham, pero Pablo les recuerda que Abraham había tenido dos hijos, no solamente
uno.
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El apóstol utiliza tres similitudes para mostrar que los judaizantes no representaban a
los descendientes de Isaac, sino de Ismael, el hijo de la esclavitud. La ley se compara con
Ismael y la promesa con Isaac. En primer lugar, Pablo observa que los dos son hijos de
Abraham porque tenían un padre común (4:22a). Pero en la segunda comparación nota que
eran hijos de madres diferentes (4:22b). Una era esclava, mientras que la otra era libre.
¿Quién era major?
Finalmente, el apóstol indica que la diferencia más significativa tiene que ver con la
forma en que nacieron los hijos (4:23), lo cual en última instancia, afectó su carácter y
destino. Ismael nació “conforme a la carne”. Esta expresión tiene dos sentidos. Quiere decir
que es hijo de Abraham desde la perspectiva física, habiendo nacido como hijo natural.
Pero también fue engendrado debido al esfuerzo carnal de su padre, quien trató de llevar a
cabo su propio plan de lograr descendencia uniéndose a la esclava Agar. En ese sentido,
Abraham pensaba ayudar a Dios. Sin embargo, su esfuerzo personal resultó mal.
Por su lado, Isaac nació conforme a la promesa de Dios, dada por él a pesar de las leyes
de la probabilidad. Su nacimiento no hubiera sido posible sin la intervención sobrenatural
de Dios.
LOS DOS HIJOS TENIAN EL MISMO PADRE
SIN EMBARGO, UNA MADRE ERA ESCLAVA;
LA OTRA, LIBRE. UNO NACIO CONFORME
A LA CARNE; EL OTRO NACIO
CONFORME A LA PROMESA DE DIOS
Contraste entre los dos pactos 4:24–27
Además del contraste presentado entre los dos hijos, el apóstol abunda más en el tema
diciendo que éstos a la vez representan dos pactos distintos. Ismael el pacto de la ley,
mientras Isaac representa el de la fe y añade que esta historia sirve como una alegoría.
Los pactos representan a las madres. Así que, el de la ley produce hijos esclavos que
son los judaizantes, mientras que el pacto de la fe produce hijos libres, los que gozan su
libertad como nuevas criaturas en Cristo.
El pacto esclavizador viene de Sinaí (4:24–25), produce servidumbre y experimenta su
cumplimiento en la Jerusalén actual. Por el contrario, el libertador tiene su cumplimiento en
la Jerusalén celestial porque es espiritual (4:26–27). Este pacto produce libertad y promete
más hijos que la ley. Por lo tanto, se considera como el que provee mayor bendición para la
mujer que parecía no tener esperanza. De la estéril (Sara, madre de Isaac), surgió una gran
nación, porque estaba dicho que la libre tendría más hijos que la esclava.
Pablo indica que la cita de Isaías 54:1 que menciona en el versículo 27, se cumple de
tres maneras:
1. Para la estéril Sara
2. Para Israel en cautividad
3. Para la iglesia
La frase la que tiene marido se refiere a Israel, que contaba con el favor especial de
Yahvé.
ISMAEL REPRESENTA LA LEY
ESCLAVIZADORA; ISAAC REPRESENTA
LA FE LIBERTADORA
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Aplicación a los gálatas 4:28–31


En la última sección del pasaje que nos ocupa, Pablo aplica la alegoría del Antiguo
Testamento a la situación en Galacia y propone cinco principios que debían guiar a los
hijos de la mujer libre:
1. Los que han confiado en Cristo, los de la fe, estos son los hijos de la promesa, no
sólo los judíos (4:28). No son los descendientes del nacimiento natural, ni los del esfuerzo
humano los que son hijos de Abraham, sino los de la fe, como Isaac, a quien son semejantes
en dos maneras. Primero, en que son libres y no esclavos y segunda, en que son semejantes
en nacimiento al haber nacido de la promesa de Dios.
Anteriormente, estaban muertos en pecado y sin Dios en el mundo. No obstante, por un
acto sobrenatural, habían nacido en la familia de Dios y hechos herederos de sus promesas.
Así que, quienes son nacidos de la carne, siguen bajo la esclavitud de la ley, mientras que
los que son nacidos de la fe, están libres de la ley.
2. Los hijos verdaderos serán asediados por los que provienen de la carne (4:29). No
cabe duda de que la expresión los hijos según la carne que se encuentra aquí se refiere a los
judaizantes, que querían ganar su justicia por medio de su obediencia a la ley. Por su parte,
el ataque de que eran objeto los cristianos consistía más que nada de críticas y desprecios,
no tanto de persecución física. Quienes están en esclavitud ahora persiguen a los que están
libres, así como Ismael acosaba a Isaac.
3. Tal como Abraham tuvo que echar fuera a Agar y a su hijo Ismael, los de la fe deben
hacer lo mismo con los que siguen la carne (4:30). No pueden coexistir en paz. La esclava
representa al sistema legalista que requiere del esfuerzo humano para satisfacer las
demandas de Dios y sus descendientes eran quienes aplicaban el mismo principio para
alcanzar la santificación. Por otra parte, los hijos de la fe deben rechazar a quienes quieren
añadir el esfuerzo humano a la fe, que fue la provisión de Dios para bendición. Pablo les
recuerda a sus lectores que era necesario echar fuera a los judaizantes, tal como hizo
Abraham con Ismael.
LOS HIJOS DE LA CARNE PERSIGUEN
A LOS DE LA PROMESA;
LOS HIJOS DE LA PROMESA DEBEN ECHAR
FUERA A LOS DE LA CARNE
4. Los que siguen el camino de la ley no participarán de la herencia de los hijos
verdaderos (4:30). Esta afirmación es enfática, jamás lo harán. Es imposible que la ley y el
evangelio coexistan.
5. El apóstol les insiste en que debían gozarse de la libertad, y no permitir que nadie los
hiciera esclavos (4:31–5:1).
Estos principios siguen en pie para nosotros hoy también. La fe y la ley son como dos
hermanos que pelean para ser herederos únicos, pero sólo uno puede ganar. Si la bendición
viene por mi esfuerzo, por hacer lo bueno, entonces, no puede ser por fe. Mayor problema
todavía es que tampoco puedo cumplir con todos los mandamientos, porque es imposible
hacerlo el cien por ciento del tiempo. Por el contrario, si la herencia nos corresponde por fe
gracias a la promesa de Dios, entonces estamos con Isaac, somos libres, y podemos gozar a
cabalidad de nuestra herencia.

¡PENSEMOS!
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Señale las maneras en que esta alegoría se aplica a la


vida cristiana. ¿Quiénes son los hijos conforme a la carne?
¿conforme a la promesa? ¿Cómo debemos comportarnos a
la luz de esta enseñanza de Pablo?

10
Amor vs. Legalismo
Gálatas 5:1–15
Pablo ha presentado la base doctrinal acerca del problema que había surgido en Galacia
diciendo que los justificados por la fe están libres de la esclavitud de la ley. Debido a esta
verdad, el regresar a la esclavitud antigua no tenía sentido. Ellos ya eran hijos adultos. Por
lo tanto, no necesitaban la supervisión de un pedagogo y sería incongruente volver a
someterse voluntariamente a uno de ellos. Después de establecer esta base, señala la
relación que hay entre ella y la vida práctica de los gálatas, y que también se aplica a la
relación que hay entre nuestra libertad y conducta diaria.
CONFLICTO ENTRE LOS DOS SISTEMAS 5:1–6
El apóstol Pablo aplica la verdad que acaba de presentar al asunto que había dado lugar
a la carta, la circuncisión, que era la dificultad inmediata que preocupaba a sus lectores. Los
judaizantes los presionaban para que se circuncidaran. Decían que para agradar a Dios,
tenían que vivir conforme a lo que él había establecido en el Antiguo Testamento. Esta era
la mayor urgencia.
El problema no era la circuncisión en sí (5:6; 1 Corintios 7:17–20; Hechos 16:1, 3);
sino lo que representaba, o sea todo el sistema legalista. ¿Por qué circuncidarse? Según
ellos, porque era la forma de hacer méritos ante Dios, o sea, deseaban seguir un sistema que
les permitiera acercarse al Señor por medio de buenas obras y conseguir su favor.
El punto principal que Pablo subraya es que los dos sistemas se contradicen. Uno niega
al otro. El apóstol da un resumen del punto que viene enfocando: la santificación por la ley
contradice la salvación por fe. Nadie puede alcanzar la santificación por medio de la ley. El
que quiere andar según la ley ya es condenado porque nadie, ni aun siendo salvo, puede
cumplirla en su totalidad.
Este pasaje ha sido mal interpretado porque no se ha entendido. Con frecuencia se ha
explicado de tal manera que va en contra del punto principal. La ley dice que hay que hacer
algo para merecer la bendición de Dios. La gracia dice que no podemos hacer nada para
merecerla; todo depende del Señor. Si se acepta una, automáticamente se niega la otra.
Resumen 5:1
En este versículo, el escritor explica la relación que hay entre la doctrina y la práctica.
El principio fundamental que quiere enfatizar es que Cristo nos libertó por medio de su
muerte en la cruz y por ello, no debemos volver a someternos al yugo de la esclavitud sino
mantenernos firmes.
Para el autor, era lo mismo que volver a su estado anterior. Antes eran esclavos del
paganismo (4:8). Si aceptaban someterse a la ley, volverían a lo mismo. No debían ceder a
esa tentación, sino mantenerse firmes en Cristo.
SI SE SOMETIAN AL SISTEMA
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LEGALISTA, VOLVIAN
AL YUGO DE ESCLAVITUD
La enajenación que produce la ley 5:2–4
El que intenta vivir por la ley está obligado a cumplirla toda. Los gálatas habían sido
incapaces de guardarla antes de ser salvos; tampoco podían hacerlo ahora. Al establecer la
ley como norma, sólo demostraban que seguían siendo pecadores. Pablo les advierte que no
se sometan al sistema legal porque al hacerlo, se apartarían de los beneficios que habían
recibido en Cristo, y sugiere cuatro implicaciones.
Primero, si nos esforzamos por merecer la bendición de Dios, el sacrificio de Cristo
llega a ser inútil (5:2). Su muerte no se realizó para que ganáramos unos puntos más, sino
porque somos incapaces de cumplir la ley. Por eso, al trabajar para ganar nuestra propia
justicia damos testimonio público de que no necesitamos a Cristo. Por lo tanto, la muerte de
Cristo llega a ser innecesaria.
En segundo lugar, el apóstol indica que si seguimos esa línea de conducta, entonces
estamos obligados a obedecer toda la ley (5:3). La circuncisión era considerada como el
requisito de entrada para pertenecer al pueblo de Dios. Si entramos a ese sistema, estamos
obligados a cumplirlo todo. Es semejante a las leyes migratorias para obtener la
naturalización en alguna nación, las cuales nos obligan a obedecer todas las leyes del país;
como ciudadanos tenemos que someternos a todo su sistema legal.
La tercera implicación de volver al sistema legalista es que si tratamos de alcanzar la
bendición de Dios por nuestro esfuerzo, entonces estamos separados de Cristo (5:4a). El
apegarme a la ley para depender de ella me separa de Cristo y de la obra que hizo por mí.
Finalmente, la implicación menos entendida es que si queremos que Dios nos bendiga
gracias a nuestro esfuerzo, en realidad caemos de la gracia divina (5:4b). Este versículo no
se refiere a la pérdida de la salvación como algunos aducen. Pablo utiliza este argumento
para afírmar que lo que hagamos no puede afectar la salvación o nuestra relación con
nuestro Padre, porque si pudiéramos desobedecer y caer de la gracia, entonces se
implicaría que nuestra salvación depende de las obras. Más bien, la frase caer de la gracia
se refiere al sistema legalista. En otras palabras, si me someto a la ley, me aparto de la
gracia, es decir, caigo de la gracia.

¡PENSEMOS!
Según las implicaciones que Pablo menciona de volver a
la circuncisión y al sistema legalista, ¿en qué estado es
preferable quedarnos? Describa la condición espiritual de
quien sigue este sistema.

Justificación por la fe 5:5–6


Para los que están en Cristo, la obediencia a la ley no les sirve de nada, puesto que ya
son salvos por medio de la fe. La misma verdad se aplica para la santificación que para la
salvación. Quienes quieren perfeccionarse por medio de su propio esfuerzo, fallan, pero
aquellos que aceptan la obra del Espíritu por fe, crecen.
Por el lado positivo, Pablo señala que nosotros guardamos la esperanza de la justicia,
tanto práctica como absoluta, por el Espíritu, no por la carne; por la fe, no por medio de la
ley. Esta fe no se manifiesta en obras legalistas, sino en obras de amor (5:6).
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En fin, la circuncisión representa todo el sistema legalista, que pretende hacer méritos
ante Dios por medio de las obras. Este método contradice el de la salvación por la fe. Al
seguir a uno, anulamos el otro. Si aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, nos basamos
en su obra y por consiguiente, no confiamos en nuestros esfuerzos para acercarnos a Dios.
Pero si insistimos en cumplir normas humanas para alcanzar el favor divino, basamos
nuestra salvación en nuestras acciones e invalidamos la obra de Cristo por nosotros.
AL ACEPTAR LA LEY COMO
NUESTRA NORMA, NOS ALEJAMOS
DE CRISTO Y SU OBRA
RECHAZO DE LOS JUDAIZANTES 5:7–12
El apóstol Pablo utiliza palabras duras para referirse a los falsos maestros, diciendo que
habían abandonado la verdad porque era evidente que sus instrucciones no procedían de
una revelación divina
La naturaleza de su enseñanza 5:7
La doctrina que los había apartado era un estorbo en su carrera. Un ejército al retirarse,
normalmente corta el camino o deja estorbos para evitar que los persigan sus enemigos. Su
carrera se había convertido en una carrera de obstáculos. La enseñanza de hacer buenas
obras para conseguir la bendición de Dios, ponía impedimentos a su progreso en el camino
de la vida cristiana.
La fuente de su enseñanza 5:8
El Dios que los llamó no evitaría que siguieran su camino. Sería ilógico llamarlos a
correr para obstacúlizarlos después. El que los llamó a depositar su fe en Cristo, no se
contradice indicándoles que sigan un sistema legalista.
El peligro de su enseñanza 5:9
Pablo utiliza un proverbio para ayudarles a entender mejor lo que pasaba: Un poco de
levadura leuda toda la masa, mismo que tiene dos posibles significados. Podriá ser para
advertirles del peligro de permitir que un maestro falso viviera en medio de ellos, porque
podía corromper a todos. O para insistirles en que una doctrina falsa por pequeña que sea,
puede cambiar y arruinar todo su sistema doctrinal. Al aceptar que un poco de obras nos
permiten recibir la bendición de Dios, se echa a perder la doctrina de salvación y
santificación por gracia.
El juicio que traerá su enseñanza 5:10
Pablo tiene gran confianza en ellos de que no caerán en esa trampa que les preparan los
maestros falsos. Sin embargo, les asegura que aquéllos sí serían juzgados; llevarán el
castigo que Dios les tiene preparado.
Su enseñanza tergiversada 5:11
Aparentemente, los maestros judaizantes acusaban a Pablo de no ser consecuente con la
circuncisión y la ley. Puede ser que habían observado que frente a los judíos se comportaba
como tal, pero frente a los gentiles, como gentil (1 Corintios 9:19–23; 7:18–24; Hechos
16:1–3).
Pablo responde que si frente a los judíos apoyaba la circuncisión, entonces ¿por qué lo
perseguían? El nunca había aceptado el legalismo como camino para la salvación, ni
cuando estaba entre judíos. Aunque sabía que la circuncisión en sí no era nada, Pablo no
quería ofender a los judíos enseñando que la evitaran. Lo perseguían, no por predicar la
circuncisión, sino porque la cruz era una afrenta para ellos, al poner de manifiesto su
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incapacidad de salvarse. Si las obras nos ganan la bendición divina, entonces no hay
necesidad de la cruz. Para ellos, la afrenta consistía en que la cruz era necesaria para la
salvación y al hombre no le gusta este mensaje.
Las consecuencias lógicas de su enseñanza 5:12
Lo que el apóstol dice es fuerte, pero tal vez no tan fuerte como parece. Ojalá no es la
traducción normal de esta construcción gramatical, más bien presenta la consecuencia
lógica de lo que dijo antes. Compara la prática de los judaizantes con las creencias de los
religiosos de la secta de Cibeles, que vivían en la región de Galacia y que practicaban la
castración para demostrar su devoción. Esta sería una obra de la carne llevada al extremo de
la perversidad religiosa pagana. Sin embargo, lo hacían como un acto para agradar a su
dios. Pablo dice: “si quieren un sistema de obras legalistas, ¿por qué conformarse con la
circuncisión? Sigan a la conclusión lógica, hagan como los paganos, que quieren comprar
la bendición de su dios”.
Podemos señalar dos conclusiones de lo que Pablo dice en este pasaje. Primero, se nota
que la seriedad del caso lo motivó a usar un lenguaje enérgico. No había modo de dorar la
píldora; habla tan fuerte, que muchas veces resentimos esta parte del pasaje. Erdman
comenta: “Resistimos las expresiones de Pablo, pero tal vez debamos compartir un poco de
su indignación contra quienes molestan a la iglesia con el legalismo. El galacianismo es la
principal herejía del siglo XX”. Stott añade: “Si estuviéramos tan interesados por la iglesia
de Dios y por su Palabra como Pablo, también esperaríamos que los maestros falsos fueran
eliminados de la tierra”.
En segundo lugar, observamos que Pablo tiene mucha paciencia para con los que se
oponen a él personalmente (Filipenses 1:15–18), pero no tiene paciencia para quienes tratan
de incluir las obras como medio de ganar la bendición de Dios, ya sea en la salvación o en
la santificación (5:12; Filipenses 3:2; Gálatas 1:6–9).
El apóstol les advierte acerca del peligro de dejar que los que enseñan esta doctrina
permanezcan en la iglesia y les exhorta a condenar a los maestros falsos y a rechazar su
mensaje. Tenían que expulsar a los que habían causado el problema antes de que hicieran
más daño.
NO DEBIAN PERMITIR QUE QUIENES
ENSEÑABAN TALES DOCTRINAS,
PERMANECIERAN ENTRE ELLOS
LA LIBERTAD SOMETIDA AL AMOR 5:13–15
Cuando se enseñan las doctrinas de la salvación por medio de la fe, de la seguridad de
la salvación o de la libertad de la ley, siempre hay quienes tratan de oponerse. Se piensa
que si las enseñamos en las iglesias, los hermanos van a hacer lo que les venga en gana y
surgirá el desorden. Esto no debe extrañarnos porque el Nuevo Testamento consigna varios
ejemplos parecidos (Romanos 3:8; 6:1–22a; 15).
A pesar de la negación expresa de la Palabra de Dios, la gente sigue presentando esta
objeción. En los primeros cinco capítulos de Gálatas, Pablo ha repetido frecuente y
enfáticamente:
♦ Que somos salvos únicamente por medio de la fe.
♦ Que someternos a la ley sólo sirve para esclavizarnos; no para conseguir la bendición de
Dios.
♦ Que hemos sido salvos para que gocemos de verdadera libertad (1:4; 2:4; 3:23, 25; 4:7,
30–31; 5:1, 13a).
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Para que entendieran claramente el mensaje, Pablo subraya repetidamente que tenemos
libertad en Cristo y para no confundir a sus lectores, no mezcla esta verdad con ninguna
otra cosa. Sin embargo, someternos a un sistema legal para recibir la bendición de Dios nos
esclaviza y nos condena (3:10, 22).
Después de dejar esta enseñanza bien firme, pasa a aclarar una posible interpretación
equivocada de ella. Ya mencioné este peligro al principio del estudio. Cuando el hombre se
refiere a la “libertad”, piensa en libertinaje, en cómo salirse con la suya, y hacer lo que
quiere. Piensa que nadie le puede decir lo que debe hacer porque tiene impunidad.
La libertad verdadera nos hace esclavos de otros 5:13
Pablo dice que el libertinaje no es la clase de libertad que Dios da (Gálatas 5:13–15).
No es una licencia que nos deja satisfacer nuestros deseos, sino que nos permite
convertirnos en esclavos voluntariamente. Romanos 6 indica que somos esclavos de Dios y
en Gálatas 5 añade que podemos ser esclavos de otros.
La teología de Pablo demuestra que hay tres clases de esclavitud. Primero, la del
pecado, que es universal, involuntaria y terrible. En segundo lugar, la sumisión a la ley o al
sistema legal que se observa por elección personal y voluntaria, y que se convierte en una
carga que resulta en la condenación. Finalmente, existe la esclavitud a otros, ya sea a Dios
o a otras personas. Esta también es voluntaria y causa satisfacción. Todo el mundo es
esclavo de algo. Aunque parece contradictorio, someterse a esta última es la única manera
de gozar libertad verdadera.
LA LIBERTAD VERDADERA
NOS CONVIERTE EN ESCLAVOS DE DIOS
Y DE OTROS
Cuando somos completamente libres, podemos entregarnos por amor, de todo corazón,
a servir a otros. Lutero dijo: “El cristiano es un amo, totalmente libre, sujeto a ninguno. El
cristiano es un siervo, totalmente endeudado, sujeto a todos”.
La libertad verdadera es motivada por el amor 5:14
En contraste con la circuncisión como señal de la obediencia a la ley, Pablo indica que
el amor es la señal de la santificación por la fe. El apóstol ha venido defendiendo la libertad
cristiana y ahora demuestra que no es lo mismo que libertinaje. El cristiano es esclavo de
una nueva ley, la del amor, y debe ser controlado por ella. Si cumple con sus requisitos,
nadie le podrá juzgar.
Tenemos libertad, pero debemos usarla con amor. Quien persigue continuamente esta
meta, no tendrá ningún problema con la ley.
La alternativa a la libertad verdadera es la destrucción 5:15
El que hace so propia voluntad y vive como le place, se queda sin nada. Los verbos
empleados se refieren a acciones de animales. Las bestias devoran y tragan a sus víctimas.
Pelean para tener más y salirse con la suya, pero terminan destruyéndose los unos a los
otros; esa no es libertad.
Los hijos de Dios no debemos usar nuestra libertad de esa manera. Nuestro Señor cedió
sus derechos para morir a favor nuestro. Siguiendo su ejemplo de amor, también nosotros
debemos hacer lo mismo. Así como Pablo, que lo hizo por el bien de todos (Gálatas 5:13; 1
Pedro 2:16; 1 Corintios 9:19). Nosotros también debemos aprender a ser esclavos de todos.
Nos debemos servir unos a otros por causa del amor de Dios que fluye a través de nosotros.
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¡PENSEMOS!
Según la enseñanza práctica presentada en este pasaje,
señale los principios que debemos seguir en nuestra vida.
¿Qué normas debemos cumplir para glorificar a Dios y
edificar a nuestros hermanos en Cristo? Identifique dos o
tres cosas que usted debe hacer esta semana. Haga un plan
para realizarlas.

11
Una Guerra Continua
Gálatas 5:16–26
¿Alguna vez se ha sentido desanimado porque trata de llevar una buena vida, pero se da
cuenta de que sigue siendo pecador? O, ¿cuando confía en los hermanos y de repente éstos
fallan y no se conducen como se espera de ellos? Si esta ha sido su experiencia, este
mensaje es para usted. Si nunca se ha sentido así, no podrá comprenderlo.
¿Cómo se reconoce a los verdaderos hijos de Dios? ¿Qué características deben mostrar
que indiquen que Dios está con ellos? El apóstol aplica la verdad doctrinal acerca de la
santificación de los hijos de Dios a la manera en que deben andar diariamente. Esta porción
es uno de los textos de mayor importancia en cuanto a la doctrina de la santificación y su
práctica.
Los judaizantes querían obtener la bendición de Dios por medio de la ley. Pablo les
responde refiriéndose a la importancia que tiene el comportamiento de los hijos del Señor.
El énfasis principal de esta sección es que si confiamos en nuestro propio esfuerzo, sólo
podemos producir frutos que no agradan a Dios (5:19–21). La expresión la carne en las
epístolas de Pablo se refiere a las acciones y obras que realizamos por nuestra cuenta. En
este caso, Pablo señala la realidad de que nuestros mejores esfuerzos nos cierran la puerta
del reino de Dios porque no nos punden salvar ni santificar. En realidad, tanto la salvación
como la santificación son obras del Espíritu de Dios que vive dentro de sus hijos, no el
resultado de nuestras obras (5:25; Colosenses 2:6–7).
CONFLICTO ENTRE LA CARNE Y EL ESPIRITU 5:16–18
La vida espiritual es el resultado de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida (5:16). El
reto consiste en que vivamos continuamente bajo su control y que tomemos una actitud
decidida de jamás rendirnos al dominio de nuestros propios impulsos.
Esta clase de vida implica una lucha constante que se efectúa dentro de nosotros (5:17).
Lo que somos y podemos hacer está en conflicto permanente con el Espíritu Santo;
confrontación que nunca terminará mientras vivamos.
No debemos dejarnos engañar. Aun si somos cristianos, nuestros esfuerzos se oponen a
la obra de Dios. Cuando tratamos de hacer las cosas por nosotros mismos, impedimos al
Señor intervenir. Cuando el Espíritu hace la obra, ni la ley ni nosotros podemos hacer nada.
La batalla resulta del hecho de que la carne quiere producir su propio fruto y el Espíritu
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Santo el suyo. Tanto la Palabra de Dios como la experiencia demuestran que este conflicto
entre la carne y el Espíritu continúa a través de nuestra vida.

¡PENSEMOS!
¿Qué evidencia de esta batalla ha visto en su vida?
¿Cómo la ha confrontado? ¿Cómo podría ganarla conforme
a las exhortaciones de Pablo en este pasaje?

FRUTO DE LA CARNE 5:19–21


Los resultados de nuestros esfuerzos nunca podrán agradar a Dios. Cuando vivimos sin
la ayuda divina, nuestra naturaleza humana sólo produce su fruto natural. El apóstol
describe esta realidad en forma negativa señalando la clase de fruto que produce la carne.
Los resultados son feos y abominables; llegan a tal extremo, que practicarlos
continuamente nos impide la entrada al reino de Dios.
Los efectos de nuestros esfuerzos son todo lo contrario de lo que la vida cristiana debe
ser. Presentan precisamente el cuadro de lo que la vida espiritual no debe ser y ponen de
manifiesto la imposibilidad de lograr la santificación por nosotros mismos. ¿Cuál es el fruto
que produce nuestra naturaleza? Primero, Pablo describe los pecados relacionados con la
vida sexual (5:19). Incluye entre ellos el adulterio, la fornicación, la prostitución y toda
impureza sexual. Después se observan los pecados religiosos que resultan de tratar de
agradar a Dios: la idolatría y la hechicería (5:20a).
La mayoría de las transgresiones que resultan de la carne son sociales, las faltas que la
gente considera pequeñas. Aquí las presenta como siendo iguales que los pecados grandes
e igualmente capaces de impedir la entrada al reino de Dios. Los pecados sociales
mencionados incluyen enemistades, desacuerdos, celos, iras, contiendas, divisiones,
conflictos, y envidia (5:20b–21). La lista de las obras de la carne concluye con los pecados
que se dan en las fiestas o celebraciones: borracheras y orgías (5:21b).
En caso de que se le hubiera pasado mencionar algún otro, Pablo termina la lista
añadiendo “y cosas semejantes”. Los que se caracterizan por la práctica de las obras del
hombre natural, no tienen parte en el programa de Dios. En otras palabras, tales personas no
son salvas (5:21). Esta advertencia no quiere decir que si alguna vez el cristiano llegara a
cometer alguno de estos actos perderá su salvación, porque todos somos susceptibles de
caer en estos pecados de vez en cuando, en especial, cuando permitimos que nuestros
deseos y esfuerzos naturales nos controlen. Sin embargo, este estilo de vida no se
manifiesta normalmente en la vida de los verdaderos hijos de Dios, porque su Espíritu
reside en nosotros y produce otra clase de fruto.
NUESTROS MEJORES ESFUERZOS
PRODUCEN EL FRUTO
DE LA NATURALEZA HUMANA
EL FRUTO DEL ESPÍRITU 5:22–23
En contraste con el producto de la naturaleza humana, la vida espiritual verdadera se
produce en forma natural cuando el Espíritu Santo está presente (5:22–23a). Este nuevo
estilo de vida cumple con los requerimientos fundamentales de la ley (5:23b).
Pablo señala que los resultados del control del Espíritu se ven en actitudes
transformadas. Si andamos por fe, con el poder que el Espíritu provee, él dará el fruto que
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le es natural. La lista del fruto de esa divina persona incluye nueve características que sólo
Dios puede dar a quienes son controlados por el Espíritu Santo y que los distingue de la
gente que los rodea.
El primer fruto, que algunos consideran la fuente de la cual brotan los demás, es el
amor, pero no la clase que el mundo propone. El amor que produce la naturaleza humana se
basa en la apariencia física o en los méritos de la persona amada. Por el contrario, el tipo de
amor que Dios nos muestra, es el que no toma en cuenta los méritos o la falta de ellos.
Siempre busca el bien del otro, sin importar lo que cueste.
El segundo fruto es gozo. No se refiere a la alegría, ni a la risa o la sonrisa. Este gozo no
depende de las circunstancias externas. Más bien, se manifiesta cuando la situación en la
que estamos es adversa. Es el gozo que brota de lo profundo de nuestro ser, y que reconoce
la soberanía de Dios quien controla todo lo que acontece.
El tercer fruto es paz. Se refiere principalmente a la que sentimos en nuestro interior
aun cuando el mundo esté en conmoción y en toda situación por difícil que sea. Esta paz
viene de Dios y tampoco depende de lo que nos rodea. Es también la actitud práctica que
tomamos frente a los ataques de otros porque no busca la venganza.
El cuarto fruto que el Espíritu de Dios produce es la paciencia. La palabra empleada en
este caso quiere decir lento para enojarse. Una persona que posee esta característica puede
aguantar a otros, aun cuando sean insoportables. Tampoco busca venganza a pesar de la
provocación continua, porque Dios da la capacidad de perdonar, tal como hizo David, quien
pudiendo matar al rey Saúl, no lo hizo.
Cuando el Espíritu de Dios nos dirige, también produce benignidad. Esta palabra
incluye las ideas de benevolencia y misericordia; es cuando buscamos oportunidades para
ayudar al que tiene necesidad o problemas.
El sexto fruto del Espíritu es la bondad. Se refiere al que hace bien, el que discierne lo
que es correcto y hace sólo lo bueno.
La fe es otro fruto notable que surge en la vida cuando el Espíritu de Dios está en
nosotros. La palabra fe se presenta en la Biblia bajo dos acepciones. En ocasiones, se refiere
a la confianza que depositamos en alguien o en algo. Pero a veces se usa para describir las
características de alguien digno de confianza y en tal caso, puede traducirse como
confiabilidad o fidelidad. Personalmente, para este pasaje prefiero el segundo significado:
que el Espíritu de Dios produce una persona fiel, confiable. Sin embargo, también es
aceptable la otra acepción, porque el Espíritu Santo produce la fe, o sea la capacidad de
confiar en Dios aun en las circunstancias difíciles. Tal vez sea mejor aceptar las dos ideas,
reconociendo que el Espíritu divino produce confianza en Dios en horas oscuras y difíciles,
así como siervos dignos de confianza.
El octavo fruto del Espíritu es la mansedumbre. La idea de una persona mansa no ha
sido bien aceptada, y normalmente no se ha comprendido desde su perspectiva bíblica
original. Esta cualidad no se refiere a debilidad de carácter como muchos imaginan, sino
que describe el poder de controlarse; una persona capaz de mandar, pero que
voluntariamente se somete a los demás; que está dispuesta a ser enseñada y no lucha por
hacer valer sus derechos. Jesucristo y Moisés se presentan como los mejores ejemplos de
esta clase de persona, y sin embargo, no existió debilidad en ninguno de ellos.
Finalmente, el fruto del Espíritu incluye la templanza o dominio propio. Esta palabra se
utilizaba para describir la disciplina de un atleta, indispensable para desempeñar un buen
papel en las competencias. Así también nosotros tenemos que disciplinarnos en la lucha
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espiritual y aprender a controlarnos. Tenemos que desarrollar la capacidad de andar en el


mundo sin contaminarnos.
En base a esta lista, podemos observar que estos frutos tienen que ver principalmente
con nuestras actitudes, las cuales siempre constituyen lo más difícil de cambiar y que sólo
Dios puede hacerlo.
También podemos notar que el fruto señalado afecta nuestras relaciones
interpersonales. Donde se nota más la obra de Dios es en nuestro comportamiento para con
otros. Todos debemos preguntarnos de vez en cuando: “¿Qué ven mis amigos en mi vida
que sólo la presencia de Dios puede explicar?”
Varios comentaristas han observado que la suma de estas nueve cualidades son una
buena descripción del carácter de nuestro Señor Jesucristo. El Nuevo Testamento enseña
que el Espíritu Santo fue el encargado de revelar a Dios a los hombres cuando se manifestó
en Cristo. Ahora, las evidencias de la vida espiritual en nosotros tienen el mismo propósito,
el de revelar a los hombres a Dios, quien mora en nosotros.
Finalmente observamos que este fruto sirve para describir el carácter de un siervo. Las
actitudes del creyente no deben ser las de amo o señor, sino de siervo. ¿Pensamos como
siervos? ¿Buscamos el bien del otro? O, ¿siempre procuramos obtener nuestro provecho
propio?
EL ESPÍRITU SANTO PRODUCE FRUTO
CONFORME A LA NATURALEZA DE DIOS
¡PENSEMOS!
Examine su propia vida a la luz de estas dos listas de
frutos. ¿cuál corresponde mejor a su experiencia? Si quiere
ser más como Cristo pero se encuentra más del lado del
hombre, el problema no se resuelve haciendo mayores
esfuerzos, porque éstos sólo producen el fruto natural. El
fruto del Espíritu se produce al someter nuestra vida a su
control. ¿Qué pasos debe dar en base a esto?

EXHORTACION A VIVIR POR EL ESPÍRITU 5:24–26


La vida espiritual verdadera se basa en la erradicación de nuestros esfuerzos humanos
(5:24). Quienes pertenecen a Cristo de verdad han dejado de luchar por salvarse a sí
mismos porque saben que sus esfuerzos no los salvan y que tienen vida por el Espíritu.
Ahora debemos aplicar este mismo principio a la vida diaria. Tenemos que aprender a
andar por el Espíritu (Colosenses 2:6).
El nuevo estilo de vida descrito aquí se basa en una decisión, aunque la lucha continúe.
La vida nueva está relacionada con la cruz. Cuando aceptamos a Cristo, nos identificamos
con ella y dejamos de luchar por ganar algo con nuestros esfuerzos.
La vida espiritual verdadera elimina cualquier jactancia o sentido de superioridad
espiritual (5:25–26). Pablo exhorta a los gálatas a que sigan el camino de la fe en el poder
del Espíritu Santo. Quienes andan por él no tienen por qué jactarse. La capacidad para
andar así viene de Dios, no de nosotros mismos.

¡PENSEMOS!
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¿Cuál es el mayor obstáculo del discipulado verdadero?


Para la mayoría de los cristianos, es tratar de cumplir los
requisitos por su esfuerzo propio. Si el Espíritu Santo no
toma control de nuestra vida, si no somos guiados por él,
jamás podremos cumplir lo que Dios exige a sus discípulos.
Hace pocos años asistí a una iglesia que pretendía
agradar a Dios por sus propios esfuerzos. El resultado fue
que las 300 personas que la componían se peleaban entre sí
por desacuerdos en cuanto a cómo trabajar. ¿Cuál era el
problema de fondo? ¿Cómo deberían haberlo resuelto?
Pablo comparte su lucha con la carne en Romanos 7.
Considere su testimonio y compárelo con su propiavida.
¿Cómo se puede resolver este problema? ¿Qué pasos debe
dar usted esta semana?

12
Sirviéndonos en Amor
Gálatas 6:1–18
El siervo de Dios que es fiel, que ama de verdad a su Dios y a su prójimo, no pasa por
momento más difícil en toda la vida que cuando tiene que confrontar a otro hermano por
causa de alguna falta. Quien se siente feliz en tales circunstancias, no comprende el amor
divino. Dios nos amó tanto, que mandó al Señor Jesucristo a causa de nuestros pecados. Si
hemos recibido su Espíritu, ¿cómo no vamos a lamentar la falta de otro por quien Cristo
murió también?
A través de los años de ministerio, nos ha tocado llorar muchas veces con hermanos de
la iglesia, con alumnos del seminario o del instituto bíblico, y aun con colegas en el
ministerio cuando han caído en alguna falta grave y Dios tiene que disciplinarlos. Pablo
habla como uno que ha pasado por esta experiencia muchas veces. Nos aconseja cómo
enfrentar tal situación, indicando que debe ser con amor e interés personal en el hermano
caído.
El último capítulo de la carta a los gálatas presenta ese consejo, juntamente con otros
que nos ayudan a comprender cómo nosotros, los que andamos conforme al Espíritu y no
siguiendo normas legalistas, debemos comportarnos en relación con nuestros hermanos en
Cristo. Un aspecto difícil es el de mantener un equilibrio adecuado entre el amor y la
justicia de Dios. Por causa de la santidad y justicia divinas, y del testimonio de su nombre,
tenemos que guardar ciertas normas mínimas de comportamiento dentro del pueblo de
Dios. El es santo y requiere que su pueblo sea santo, pero siempre debemos aplicar sus
mandamientos con amor y compasión. A través de estos consejos Pablo indica cuál es la
actitud equilibrada. Se puede observar que el amor es la principal virtud.
APOYANDOSE UNOS A OTROS 6:1–10
Restauración del caído 6:1
Al tratar un caso difícil de transgresión de un hermano, Pablo aplica la verdad de andar
en el Espíritu a las relaciones interpersonales de los creyentes. Debemos ayudarnos unos a
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otros cuando alguien cae en pecado. Esta es una aplicación específica del principio general
de que debemos apoyarnos unos a otros en cualquier área de necesidad.
Cuando la motivación es correcta, no hay lugar para el orgullo al corregir a otro. Se
requiere cuidado para que nadie aproveche la caída de otro para su propio beneficio.
Quienes participan en la corrección del caído deben ser hermanos reconocidos por su
madurez espiritual. No es correcto que alguno se considere superior y trate con dureza a
quien ha fallado.
Si los que tratan de ayudar al hermano son verdaderamente maduros espiritualmente, en
lugar de señalarlo como persona inferior, estarán conscientes de su propia debilidad.Su
deseo primordial será la restauración del caído y harán todo lo que se pueda para lograr una
reconciliación completa, tanto con el Señor como con la iglesia afectada.
Quien ejerce la corrección debe hacerlo con espíritu de mansedumbre. Esta actitud se
presenta aquí en contraste con la actitud egoísta del versículo anterior (5:26). Es necesario
reconocer la propia debilidad y lo fácil que sería encontrarse en una situación semejante.
Por lo tanto, debemos tratar al caído con el mismo cuidado, ternura y amor cristiano sincero
con que quisiéramos que nos trataran si nosotros estuviéramos en su situación.
Cada uno debe reconocer su propia debilidad y posibilidad de caer. Tal vez no haya
mayor tentación que la que nos lleva a tener una actitud orgullosa. Es precisamente esa
tentación, a la cual estamos expuestos todos, la que puede llevarnos a confiar en los
esfuerzos propios que producen el fruto desagradable y abominable que se presentó en
Gálatas 5:19–21. Entonces, la jactancia nos lleva hacia la misma trampa en que ha caído el
hermano que pensamos corregir. De modo que tenemos que tratar el caso de la persona
caída, pero hacerlo con amor, no con el espíritu condenatorio de los legalistas.
TENEMOS QUE RESTAURAR AL HERMANO
QUE HA CAIDO EN ALGUNA FALTA, PERO
CON ESPIRITU DE AMOR Y MANSEDUMBRE,
NO CON ESPIRITU LEGALISTA.
Ayuda para los necesitados 6:2–5
En los versículos siguientes se presentan los principios de amor y apoyo mutuo que
deben seguirse en el caso de una persona que ha caído en alguna falta. Estos se aplican en
forma más general a otros casos donde también se necesita la ayuda y apoyo de los
hermanos. Así que al tratar el caso del caído, debemos tener cuidado de poner en práctica
las normas que Pablo menciona.
Esta porción comienza y termina con una aparente contradicción. Pablo empieza
diciendo que cada uno debe llevar las cargas de los otros, pero termina señalando que cada
uno llevará su propia carga. ¿Cómo se entiende esta diferencia?
Primero, Pablo quiere que nos apoyemos mutuamente (6:2). No estamos, conforme a
las normas farisaicas, para imponer a los demás cargas imposibles de cumplir (Lucas
11:46). Dios nos ha llamado para ayudarnos unos a otros en la vida espiritual. Cuando
alguien cae, nuestro deber es restaurarlo. Cuando otro tropieza en una carga pesada que le
obstaculiza el paso, y no encuentra salida ni apoyo para seguir adelante, debemos animarle
y ayudarle a llevar su carga. Así podemos cumplir la ley de Cristo, que se puede resumir en
el mandamiento de amarnos unos a otros (Juan 13:34–35).
A veces, al ayudar a alguno que lleva una carga pesada, tendemos a creer que somos
superiores a esa persona (6:3–5) y a jactarnos porque no tenemos tales problemas. En lugar
de gloriarnos por la caída de otros, debemos examinarnos a nosotros mismos. Cuando
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comprendemos cabalmente la grandeza de la misericordia de Dios hacia nosotros y nuestra


propia propensión a caer, no hay lugar para la jactancia. Si no fuera por la gracia de Dios,
estaríamos en la misma situación, o posiblemente mucho peor. Es en ese sentido que Pablo
señala que cada uno tiene que llevar su propia carga.
Todos tenemos suficientes motivos para pedir la misericordia de Dios a favor propio.
No tenemos razón para atacar a otros o jactarnos de que nosotros no hemos hecho tal cosa.
Sería más difícil caer en esa trampa de orgullo si pasáramos más tiempo contemplando la
gracia inmerecida de Dios hacia nosotros y agradeciéndosela. La gratitud hacia Dios es un
buen remedio para la jactancia.

¡PENSEMOS!
Considere algún caso que usted haya conocido en que
fue necesario corregir a alguna persona que había caído en
una falta. ¿Cómo lo trataron? ¿En qué maneras se vieron
manifestados estos principios? ¿Cómo habrían podido
aplicarlos en una forma más consecuente? ¿Qué diferencia
habría resultado si los que trataron el caso hubieran
aplicado estos principios en forma consecuente?.
¿Qué lecciones aprende de esta enseñanza de Pablo en
cuanto a la corrección de una persona caída y del ejemplo
que acaba de considerar? ¿Qué principios debe aprender a
aplicar usted en las relaciones personales con otros según
este pasaje?

Apoyo para los maestros 6:6


La segunda parte de la discusión acerca de las relaciones
interpersonales tiene que ver con el deber de hacer bien a los demás (6:6–10). El
principio general se aplica específicamente a la recompensa financiera que debemos dar a
los que nos enseñan y proporcionan beneficios espirituales (6:6).
La Palabra de Dios repite con frecuencia en el Nuevo Testamento la obligación de
recompensar a los hermanos de quienes recibimos ayuda espiritual. El Señor Jesucristo
enseñó, y Pablo repitió, que los que laboran en el campo deben comer del fruto de su
trabajo. El obrero es digno de su salario (1 Corintios 9:9–14; 1 Timoteo 5:18;
Deuteronomio 25:4; 2 Timoteo 2:6).
Muchos han pensado que por servir al Señor en algún ministerio espiritual, los
trabajadores sólo deben recibir la recompensa de Dios. De esa idea ha salido el dicho:
“Muchas gracias por su ayuda hermano, que Dios se lo pague (porque no lo vamos a hacer
nosotros)”. Este concepto no está de acuerdo con la enseñanza bíblica.
Es cierto que Cristo enseñó el peligro que hay de servir a Dios con el fin de conseguir
ganancia propia o la alabanza de la gente. El obrero no debe servir motivado por ninguno
de esos dos propósitos. Sin embargo, esta enseñanza no le quita a la iglesia, ni a los
miembros de ella como individuos, el deber de expresar su gratitud al siervo de Dios con
palabras animadoras de agradecimiento y “con toda cosa buena”, es decir con una
recompensa económica adecuada. “El trabajador es digno de su salario”.
Sembrando una cosecha de valor 6:7–9
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Para subrayar la importancia de la ayuda a quienes enseñan, Pablo les presenta un


concepto fundamental en la obra de Dios que va mucho más allá de este aspecto específico.
En este contexto, lo presenta como una moneda de dos lados. La ley de la siembra indica,
por su parte, que el que da, debe recibir según lo que ha dado. Así que los maestros que han
enseñado la Palabra de Dios fielmente deben recibir una recompensa justa. Una buena
cosecha espera a quienes siembran para el bien de los demás.
El otro lado de la moneda se refiere,al que a su tiempo, debe dar la recompensa al
maestro. Normalmente Dios nos paga conforme a lo que sembramos. Si le damos
escasamente, así será la recompensa. En el campo no se puede obtener una gran cosecha si
no se siembra abundantemente también.
COSECHAMOS LO QUE SEMBRAMOS
Una aplicación aun más general se deriva del tema del libro (6:8). Si lo que le damos a
Dios es nuestro mejor esfuerzo que es el fruto de la carne, la cosecha será conforme a ella.
La semilla carnal dará su propio fruto, lo cual ya se vio antes (Gálatas 5:19–21). Por otro
lado, si sembramos conforme al Espíritu, si él nos controla y produce su propio fruto, la
cosecha será conforme a la naturaleza de Dios (Gálatas 5:22–23).
Así que, no debemos cansarnos de hacer el bien, porque eso manifiesta el control del
Espíritu en nuestra vida y algún día veremos la cosecha espiritual correspondiente (6:9).
Exhortación a las buenas obras 6:10
La conclusión de esta disertación nos lleva a considerar una esfera más amplia.
“Hagamos bien a todos”. Esta es la implicación lógica del ministerio del Espíritu Santo en
nuestra vida. Si vivimos controlados por él, no caceremos en la trampa legalista de los
judaizantes y todas sus leyes. Sin embargo, el Espíritu de Dios producirá su fruto y así
buscaremos las oportunidades de hacer el bien a todos, especialmente a los hermanos en
Cristo.

¡PENSEMOS!
Esta discusión nos ha llevado a hacer aplicaciones de
toda clase, desde las específicas hasta las más generales. Hay
algo para todos nosotros en ellas. Haga una lista de las
lecciones para su propia vida que encuentra en este pasaje.
Elija una o dos que considere de mayor importancia y pídale
a Dios que le ayude a llevarlas a cabo.

EL INTERES PERSONAL EN OTROS 6:11–18


Pablo concluye señalando su interés personal en los gálatas y en sus problemas (6:11),
mismos que motivaron que les escribiera personalmente esta carta
El apóstol concluye su epístola con un resumen de lo que les ha venido diciendo. El
problema del legalismo era muy común en el tiempo de Pablo. Muchos hermanos
observaban una lista de reglas que decían: “no hagas tal o cual cosa”. En Gálatas 6:12–15,
Pablo expone el error de esta actitud.
Dentro de la iglesia de Galacia había muchos que insistían en la circuncisión de los
gentiles. Acerca de tales personas, Pablo dice que los que querían obligarlos a circuncidarse
querían que otras personas los vieran con buenos ojos (6:12–13), demostrando así sus
motivaciones egoístas. Los judaizantes sentían celos porque querían mantener una buena
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apariencia frente a los demás y evitar la persecución (12b). Asimismo, querían argumentar
ante los demás judíos que los gentiles se habían circuncidado, para evitar la ofensa de la
cruz. No querían motivar el enojo de los judíos para no sufrir la persecución.
Mientras los judaizantes obligaban a los demás a ser circuncidados, ellos mismos no
obedecían la ley (13a). Sólo pensaban en su propia seguridad. Además, pretendían jactarse
en base a la circuncisión de los otros (13b). Definitivamente, no buscaban el bienestar de
los hermanos gentiles.
Pablo hace un contraste entre la motivación de los judaizantes y la suya. El apóstol no
quería aprovecharse de ellos para su propia gloria. El cristiano verdadero no se vanagloría
de lo externo, sino en la cruz de Cristo (6:14–15), porque ésta es la única base válida para
hacerlo (14a). Cristo, a través de la cruz, produce separación del mundo (14b) así como una
nueva creación (15).
Pablo se gloría en la cruz, la cual lo había ya separado de la condenación del mundo. La
base verdadera de la unión cristiana no es la circuncisión, sino la nueva creación,
fundamentada en la fe y en el Espíritu.
En resumen, sólo lo que la obra de Cristo produce es digno de jactancia. Vanagloriarse
en asuntos externos equivale a robarle a Cristo la gloria que sólo él merece. Pablo desea la
bendición de Dios, su paz y misericordia, para todos los que reconocen la verdad que él ha
estado enseñando.
La última exhortación para concluir este asunto se basa en su identificación con Cristo
(6:17). Pablo llevaba en su propio cuerpo las marcas que había recibido por seguir al Señor.
Por lo tanto, en vez de atacarlo, ellos debían reconocer lo que había sufrido por Cristo al
identificarse con él. Su deseo no era seguir discutiendo y peleando, más bien que los que
eran de Cristo de verdad se apoyaran mutuamente y se mantuvieran unidos en él.
La carta termina con su despedida (6:18). Aunque breve y rutinaria en apariencia,
presenta su oración a favor de ellos, y su deseo de que Ilegaran a comprender y
experimentar la grandeza de la gracia de Dios tal como fue revelada en Jesucristo.
REPASO DEL LIBRO
El apóstol trata el problema de los legalistas judaizantes que pensaban obligar a todos a
vivir bajo una serie de normas tratando de ganar puntos con Dios y de alguna manera
ganarse su aceptación y bendición. La enseñanza es tan común hoy como lo fue en el
tiempo de Pablo. El formalismo o el apego a reglas, cambia de una generación a otra, pero
el sistema permanece igual. Siempre queremos pensar que a través de nuestros esfuerzos
podemos llegar a merecer la bendición de Dios.
Pablo subraya la verdad que observamos todos los días en la vida práctica del pueblo de
Dios. Esta enseñanza pone a gente ya redimida por la sangre de Cristo, bajo una esclavitud
que sólo produce frustración y un falso sentido de culpa. No gozamos la libertad que Cristo
vino a darnos, porque nos sometemos de nuevo a un sistema esclavizador.
¿Cuál es la solución? Reconocer la verdad del evangelio una vez más y aplicarla a
nuestro concepto de la santificación personal, tal como la hemos aplicado al de la salvación.
Lo tenemos todo, estamos completos, porque estamos en Cristo (Colosenses 2:9–10).
Somos libres, no por nuestro esfuerzo propio, sino por estar en Cristo.
Pablo presenta esta verdad por medio de tres argumentos principales. Primero, da su
propio testimonio (Caps. 1–2). Relata la manera en que Dios lo salvó y llamó al ministerio.
No recibió ni su mensaje ni sus órdenes de autoridades humanas, sino que le fueron dados
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por Dios mismo. Los hombres encargados de la obra divina sólo reconocieron
posteriormente lo que el Señor había hecho y lo confirmaron en forma pública.
La segunda parte del libro desarrolla un argumento teológico para comprobar que la
salvación por fe contradice el concepto de la santificación por medio de la ley (Caps. 3–4).
Los gálatas habían empezado por fe porque se dieron cuenta de que la ley sólo servía para
condenarlos. Ahora, ¿cómo pensaban que la ley les podía dar vida o la bendición divina?
La ley siempre condena. La bendición de Dios siempre fue prometida a quienes confiaban
en él. La ley no cambia esta verdad. Aun el Antiguo Testamento lo afirma y les requiere
que echen fuera a quienes seguían insistiendo en el camino legalista.
por último, en la tercera sección del libro (Caps. 5–6) utiliza el argumento práctico,
señalando las implicaciones de la santificación verdadera en la vida diaria del creyente. La
santificación por la fe no nos deja en libertad para hacer lo que nos venga en gana. Más
bien, nos capacita para vivir controlados por el Espíritu Santo, producir el fruto que sólo él
puede dar, y glorificar a Dios. Sólo viviendo así podemos mostrar verdadero amor para
Dios y para nuestro prójimo.
Pablo desea para todos esta clase de vida. Su oración continua era que todos
comprendieran la grandeza de la salvación y de quién eran al estar en Cristo y que gozaran
diariamente de la rica y abundante gracia de Dios.

¡PENSEMOS!
Repase una vez más el libro de Gálatas consultando el
diagrama del libro que aparece al principio. Apunte las
lecciones principales que este estudio le ha enseñado. ¿Qué
pasos debe dar? Tome unos momentos para considerar las
implicaciones de las enseñanzas paulinas para su propia vida
y para pedirle a Dios su ayuda en tomar las decisiones
pertinentes.

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