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El 26 de septiembre del año de los hechos, en punto de las 17:30 horas, el grupo de
autogobierno tomó la decisión de enviar a seis grupos de alumnos para que
secuestraran igual número de autobuses, toda vez que se requerían 15 unidades para
transportar a todos los estudiantes a la manifestación conmemorativa de la Masacre del
2 de Octubre y solo se contaba con nueve camiones de pasaje.
El error no calculado por los normalistas fue que por lo menos los camiones 1531 y
1568 eran utilizados por el grupo de los Guerreros Unidos para el trasiego de goma de
opio, los que al momento de ser secuestrados ya contenían la carga de
estupefacientes, estimada en al menos 23 kilogramos goma de opio que era lo que
transportaba el camión 1531, y otros 50 o 60 kilogramos de la misma sustancia que
iban ocultos en el compartimento de carga de la unidad 1568, según refiere una fuente
del Cártel de la Familia Michoacana.
Eso fue lo que dio pie para que desde la central de autobuses de Iguala, se diera la voz
de alerta al líder de los Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias Salgado, “El Chino”,
sobre el robo de las dos unidades que transportaban la carga que en el mercado de las
drogas representaba un valor total de más de 500 mil pesos.
Se presume –por parte de la fuente consultada- que Sidronio Casarrubias creyó que el
robo de las dos unidades que eran utilizadas por su organización para el trasiego de
drogas desde La Montaña hacia la Ciudad de México, era una acción del grupo de Los
Rojos, por lo que movilizó a sus aliados Los Pelones, para que evitaran el robo y que
los secuestradores de los camiones fueran ejecutados.
El líder de Los Pelones en ese momento, Gildardo López Astudillo, “El Gil”, informó de
los hechos a María de los Ángeles Pineda Villa, la que a su vez informó a su esposo el
presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, lo que estaba sucediendo, resultando
que el alcalde Abarca instruyera a Felipe Flores, director de la policía de ese municipio,
para que se dieran a la tarea de cazar a los secuestradores de los citados autobuses.
Al frente del grupo de estudiantes que tomaron por asalto los camiones de pasaje,
estaba Bernardo Flores Alcaraz, “El Cochiloco”, alumno de segundo grado que se
desempeñaba como secretario del “Comité de Lucha” estudiantil de Ayotzinapa, quien
junto con el también estudiante David Flores Maldonado, “La Parka”, eran considerados
por la policía municipal de Iguala como colaboradores de Los Rojos.
Dicha situación alentó aún más la suposición de que el secuestro de los autobuses era
una acción del grupo de Los Rojos, lo que motivó a Felipe Flores, el jefe policiaco de
Iguala, a que solicitara el apoyo de elementos del 27° Batallón de Infantería de la
Secretaría de la Defensa Nacional adscrito a Iguala, a cargo del Coronel Álvaro Javier
Juárez Vázquez, para que le ayudara a la captura de los malhechores.
De esa forma fue que, entre las 21:40 y las 22:10 horas de esa noche, patrullas del
Ejército y de la policía municipal de Iguala detuvieron el convoy formado por los
autobuses “Costa Line” 2012 y 2510 y el de “Estrella de Oro” 1568, esto sobre la
esquina que forman las calles de Hermenegildo Galeana y Leandro Valle.
Después ya no hay certeza en los hechos. Los estudiantes que viajaban en los
camiones “Costa Line” 2012 y 2510 fueron puestos en libertad, mientras que los que
los 43 que viajaban a bordo de los camiones “Estrella de Oro” 1531 y 1568,
desaparecieron misteriosamente. De acuerdo a la versión de la fuente al interior del
Cártel de la Familia Michoacana, los estudiantes de esas dos unidades fueron subidos
a diversas patrullas, tanto de la policía municipal de Iguala como de la Policía Federal y
del Ejército, y fueron trasladados a las instalaciones del 27° Batallón de Infantería de la
Secretaría de la Defensa Nacional, donde presuntamente fueron torturados, ejecutados
y sus cuerpos desaparecidos.
Oficialmente, para el procurador Jesús Murillo Karam, quien tuvo que renunciar al
cargo el 27 de febrero del 2015 ante la presión de los padres de los muchachos
desaparecidos, la verdad histórica que estableció, con la que dio por terminada la
investigación de ese episodio, fue que los 43 estudiantes desaparecidos esa
madrugada fueron secuestrados por elementos de la policía municipal de Iguala,
dejando libre de señalamientos a los elementos de la Policía Federal y de la SEDENA
que participaron en los hechos.
Según la versión del procurador Murillo, los 43 estudiantes que viajaban a bordo de los
camiones 1531 y 1568 de la línea Estrella de Oro, después de ser detenidos fueron
entregados por la policía municipal a un grupo de sicarios de Los Guerreros Unidos, los
que los habrían llevado hasta el basurero municipal de Cocula, en donde sus cuerpos
fueron incinerados y sus cenizas esparcidas en el rio San Juan.