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La Neurociencia

Capítulo 1
El Cerebro, esa Súper Herramienta

“La negativa a reconocer la naturaleza humana es como la vergüenza que el sexo


producía en la sociedad victoriana, y aún peor: distorsiona la ciencia y el estudio, el
discurso público y la vida cotidiana”
Steven Pinker, Psicólogo

Cuando somos y actuamos de forma consciente y por nuestra propia voluntad, nuestro
cerebro cree todo lo que le decimos. ¡Y eso es grandioso! En cambio, si andamos
desconectados de la realidad, somos nosotros quienes creemos todo lo que el cerebro nos
dice a través de nuestros pensamientos y emociones automáticas, que están allí gracias a
nuestras creencias, a los recuerdos, y a todo lo que nos han enseñado desde que éramos
pequeños, cargando siempre con la pertinaz tendencia a pensar espontáneamente en
problemas y situaciones sin solución en el presente, en un pendular constante entre, la
ansiedad por lo que imaginamos que podría suceder y la frustración por lo que no se dijo o
no se hizo o, la decisión que no se tomó.
Todo esto sucede, simplemente, desde las funciones naturales de nuestro organismo.
Inicialmente, la tarea del cerebro es percibir el mundo y, entonces, decirnos cómo debemos
reaccionar ante él. Descifrar la relación cuerpo-mente (básicamente, de hecho, estoy tentado
a llamarlo “cuerpomente”, así, sin separación), ha sido uno de los desafíos primordiales de
la humanidad a través de los tiempos, tanto en lo científico como en lo filosófico y también
en lo religioso. Pero ese desafío, asumido para que los ciudadanos comunes logremos
identificar nuestras propias experiencias y funciones cerebrales, reordenándolas
conscientemente e incorporándolas a nuestra conducta cotidiana en función de un beneficio
evolutivo consciente, es un logro definitivamente grandioso de la neurociencia y,
principalmente, de la neurociencia emocional y cognitiva que, vale decir, comprueba
científicamente lo que el pensamiento budista y zen nos está contando desde hace dos mil
seiscientos años.
Más adelante, en la próxima parte, comentaremos al respecto de este fascinante tema.
Gracias a la neurociencia estamos descubriendo cómo pensamos y cómo sentimos, además,
la información que nos está proporcionando esta fascinante disciplina nos permite interpretar
directamente las extraordinarias capacidades cerebrales y emocionales que poseemos todos
los seres humanos, reveladas en los más recientes años, gracias al desarrollo del scanner y de
aplicaciones tecnológicas de última generación con las más avanzadas técnicas de
neuroimagen, que han permitido la comprobación de muchas investigaciones de larga data y
nuevos experimentos con los que los neurocientíficos han logrado grandes hallazgos, sobre
todo, en los últimos veinte años. De tal forma que ahora podemos colocar sobre la mesa
mucha información sustanciosa y de la que los ciudadanos de a pie necesitamos. Como por
ejemplo, comprender el funcionamiento de nuestro cerebro en relación a nuestras emociones
y conductas, la forma cómo el cuerpomente desarrolla su performance junto a las emociones
y aprender más acerca de la importancia de nuestras conductas cotidianas, abarcando de
forma integral los grandes y originales performances que está en capacidad de desarrollar ese
maravilloso artefacto biológico, considerado en el mundo científico y especialmente por la
neurociencia como el órgano más complejo del universo, y como bien dice el neurólogo y
bioquímico estadounidense, Stanley B. Prusiner, “cada cerebro humano es diferente, el
cerebro hace a cada ser humano único y define quién es”.
La idea central de los científicos más vanguardistas de la neurociencia es poner en
práctica estos provechosos conocimientos y capacidades humanas descubiertas en nosotros,
tanto en la escuela, en la comunidad, en las empresas, en todas las profesiones y disciplinas,
los medios de comunicación, en las redes sociales, como en las leyes y en la sociedad en
general. Es decir, convertir nuestro cerebro en la materia prima que impulse el desarrollo de
nuestros países.
Según los neurocientíficos, si el cerebro fuese un grabador de videos podría acumular
tres millones de horas de series, películas y otros formatos, con trecientos años para poder
mostrar todo el contenido, gracias a que posee unos 2,5 Petabytes en capacidad de
procesamiento de información y memoria.
Cada vez que hablemos sobre la capacidad cerebral, nos vamos a referir siempre a grandes
cifras y porcentajes. Por algo está considerado unánimemente como el órgano más complejo
del universo. Como dato curioso, debo decir que, en 2011, el Instituto Allen de Ciencias
Cerebrales de Estados Unidos presentó un nuevo atlas del cerebro38 con la asombrosa
cantidad de 100 millones de datos, a los que se puede acceder libremente a través de Internet.
El cerebro tiene la asombrosa capacidad de percibir miles de millones de bits por segundo,
los cuales capta y procesa íntegramente en su parte subconsciente, dejando apenas unos
cuantos millones de bits para que sean percibidos y procesados conscientemente por nuestro
lóbulo prefrontal. Todo esto, como dijimos, cada segundo. En su empeño por ahorrar energía
y con la idea de optimizar las funciones de supervivencia, nuestro cerebro se encarga de
grabar y resolver más del 90% de las experiencias que vivimos en el día a día, dejándonos
un margen de menos del 10% para que lo administremos con nuestra voluntad e inteligencia.
Esto quiere decir que casi todo lo que hicimos ayer, lo estamos repitiendo hoy exactamente
de la misma forma, con las mismas palabras y movimientos corporales, las mismas imágenes
y los mismos pensamientos y emociones, automáticamente. Por cierto, saber que las 24 horas
del día el cerebro funciona un 90% a través del subconsciente y el 10% restante lo ejecutamos
de manera consciente, destruye automáticamente el mito de que sólo usamos el 10% de
nuestro cerebro.
En su performance cotidiano, si comparamos su tamaño con el resto del cuerpo, el
cerebro consume una cantidad desproporcionada de energía. Normalmente consume un 20%
de toda la energía que adquiere el cuerpo entre los alimentos que ingerimos y debido a los
procesos metabólicos y aeróbicos que ameritan la sangre y el oxígeno que necesitan las
neuronas y las células gliales. Pero, eventualmente, puede requerir hasta el 40% de toda la
energía consumida, a pesar de que representa solo el 2% de la totalidad de la masa corporal
y pesa aproximadamente 1 kilo 300 gramos.
El cerebro forma parte de lo que los científicos llaman el encéfalo, que consta de tres
porciones voluminosas incluyendo al mismo cerebro, el cerebelo y el bulbo raquídeo,
además de otras partes más pequeñas. A su vez, este órgano está compuesto por los
archifamosos tres cerebros, por lo que también es conocido como el cerebro triuno. Para su
funcionamiento, como dijimos, posee dos tipos de células: las neuronas y las células
gliales. Ambas, cumplen la función de armar las redes neuronales de comunicación, el
procesamiento de la información sensorial, el almacenamiento de la memoria, la
administración del comportamiento y las emociones haciendo uso de los pensamientos,
entre muchas otras funciones. Las neuronas o células nerviosas, que son unos cien mil
millones al nacer y noventa mil millones después de los veinticinco años, son capaces de
procesar la información sensorial que procede desde el exterior, mejor conocido como
ambioma, y también la información que generamos con nuestro propio cuerpo e, inclusive,
desde el mismo cerebro; en fin, son capaces de procesar nuestro mundo interno, que
comprende los distintos tipos de emociones, los mismos pensamientos y las imágenes que
maneja nuestra mente. Es decir, para las neuronas es completamente transparente de donde
venga la información que procesan. De hecho, no tienen forma de distinguir de dónde viene
la información que procesan. Para ello, realizan unos cien trillones de interconexiones o
sinapsis, constantemente, formando figuras geométricas conocidas como cavidades
multidimensionales, de las que comentaremos más adelante, que nos ayudan a ser y estar en
este mundo. Una de las características más notables del cerebro es su extraordinaria
capacidad para adaptarse a casi cualquier situación, y esto lo hace mediante los miles de
millones de neuronas o células nerviosas, que son las que, finalmente, le facilitan a la
ciencia la base científica del funcionamiento cerebral.

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