Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
distintos. No obstante de que toda persona sea diferente, los valores de la familia pueden y deben
ser los mismos. Por eso es recomendable que entre todos los que conforman la familia definan los
valores que garanticen una unidad y una convivencia armónica.
Ahora, el valor por excelencia en la vida de la familia es el amor. Éste implica un encuentro
personal con el otro, a través de un sentimiento profundo que acepta a cada uno como es; porque un
amor sano permite al otro ser él mismo a pesar de los prejuicios, forma de ser y de ver las cosas.
Esto significa que dar amor es permitir a los demás ser como son y no como nosotros queremos que
sean.
Este hábito nos indica que las relaciones personales crecen y se fortalecen a través de las reuniones
familiares. Es sano que cada familia defina un momento al día, a la semana o al mes para compartir
tiempo cara a cara y realizar actividades placenteras y divertidas. Este tiempo, además, ayuda a
transmitir y, al mismo tiempo, a conocer las actividades, los problemas, los planes, etcétera, que
tiene cada uno de los integrantes de la familia.
Siempre es sano expresar sus sentimientos, pero para hacerlo se deben cumplir ciertas condiciones.
Si sus sentimientos son positivos, comuníquese cuantas veces pueda: un “te quiero”, un “te
admiro”, un “te extraño”, son palabras que acercan. Por el contrario, si sus sentimientos son
negativos, tómese el tiempo que sea necesario para transmitirlos y dígalos en forma clara y directa.
No se trata de reprender, criticar o hacer daño al otro; se trata, por el contrario, de hacer ver su
punto de vista respecto a algo, pero con cariño y respeto.
Muchas veces se empeña en creer que tiene la razón y por eso se disgusta con los demás, o ignora
por tener un punto de vista ajeno. Sin embargo, vivir el amor significa dejar a un lado las
debilidades de los demás y concentrarse en sus propios errores, con el fin de cambiar y ser mejor
cada día. Hacer un autoexamen al mes puede ayudarle a lograr este objetivo, para incentivar el
crecimiento propio y el de los demás.
Esta frase, de cajón le da un hábito imprescindible para construir el amor en la vida familiar.
Siempre, en cualquier circunstancia, positiva o negativa, se debe poner en el lugar del otro para
comprender sus sentimientos y sus actos. Es lo contrario a juzgar, porque se trata de intentar vivir lo
que el otro está viviendo, así sea por un momento, a fin de entender y ayudar a esa persona en
determinada situación.
El amor hacia los demás nace en parte del amor hacia uno mismo. Por eso, cuando quiere vivir el
amor en familia busca el bien propio y el de los demás. A pesar de las diferencias y de las
debilidades que existen entre los miembros de una familia, siempre debe encontrar el bien para
todos. Por ello es sano lograr el beneficio propio y, al mismo tiempo, el beneficio de los demás a
través de sus actos.
Intente mantener y practicar estos cinco hábitos para cultivar el amor en su familia, a pesar de la
falta de tiempo, de las diferencias y de los problemas que puedan surgir. Hacer el esfuerzo por
lograrlos, verá que vale la pena.
Decía el apóstol Pablo que «somos cartas vivas» en las cuales los demás
están siempre leyendo. Es por nuestra forma de ser que podemos «honrar a
padre y madre», al cónyuge o a los hijos. En el libro de Rut encontramos
varios ejemplos de actitudes que son expresión de amor y que, a su vez,
alimentan el amor en un «feed-back» admirable.
·
Sirve a los demás.
·
Es diligente y esforzado.
·
Fiel cumplidor de la ley.
·
Tiene profundo y genuino interés
(amor).
·
Desarrolla respeto ,
reconocimiento y aceptación.
·
Sabe dar. Aprende a recibir.
·
Pone su vida por los demás.
·
Hombre de palabra, su SI es si y su NO es no
·
Como guías espirituales es vital que el amor ágape predomine y guié sus vidas, de lo
contrario siempre será imposible la misión . La conclusión de este apartado es que la iglesia
de hoy adolece de líderes que posean el amor de Dios. La mayoría de líderes que presiden
la Iglesia están alienados de sus funciones eclesiásticas pero no están comprometidos con
el amor de Dios, que es Justicia y misericordia.