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Sin embargo, el hidrógeno no se presenta de forma aislada sino formando parte de moléculas
más complejas, como el agua o los hidrocarburos. Igual que un mineral tiene que ser
procesado, fundido y transformado para poder ser utilizado o que el petróleo debe pasar por
varios procesos de refino para obtener los combustibles, el hidrógeno debe ser producido
(extraído de las moléculas que lo contienen) y almacenado.
Este proceso exige grandes cantidades de energía provenientes, hasta ahora, de fuentes no
renovables. De hecho, la casi totalidad del hidrógeno se produce a partir de hidrocarburos
como el gas natural y el carbón, haciendo que su propia producción sea una fuente de
emisiones de CO2.
Así que hay dos posibilidades para aprovechar el potencial del hidrógeno en la lucha contra el
cambio climático:
Básicamente hay dos fuentes para conseguir este hidrógeno, según su forma de producción:
Es decir, las emisiones de CO2 relacionadas con el hidrógeno tienen que tenerse en cuenta a
lo largo de todo el ciclo de vida del producto y no solamente durante su utilización (emisiones
directas). Es por ello que la reducción de emisiones se puede efectuar por dos vías:
1. La captura del CO2 emitido. El límite técnico está en la actualidad en el 90 % del
CO2, por lo que para llegar a las emisiones netas cero se tiene que compensar con
acciones adicionales como, por ejemplo, la reforestación.
2. El uso de electricidad de origen 100 % renovable. El hidrógeno electrolítico
renovable depende de poder contar con un mix eléctrico generado tan solo por
energías renovables (eólica, solar).
La realidad es un poco más sofisticada y el hidrógeno verde se relaciona con una clasificación
por colores según la forma de producción, parecida a la que mencionábamos antes, pero que
conviene aclarar.
Aunque la distinción por colores resulta útil en un contexto divulgativo, en términos técnicos,
es inconsistente con la legislación europea, en la que se ha optado por hablar de “hidrógeno
de bajas emisiones” e “hidrógeno renovable” a la hora de planificar el despliegue de esta
tecnología.
Para qué sirven el H2
Como anticipábamos, hay dos industrias que consumen casi todo el hidrógeno que se
produce en el mundo, ya que sus usos energéticos aún son muy reducidos: la industria del
refino de petróleo y la industria petroquímica que produce amoniaco. Las refinerías
utilizan el H2 en sus procesos de transformación del crudo en productos energéticos o no
energéticos y son las grandes productoras de esta molécula, por lo que, tal y como contempla
la Estrategia para la Evolución hacia los Ecocombustibles, la reducción de emisiones en su
producción contribuirá significativamente a la descarbonización de los procesos de refino y,
además, permitirá fabricar combustibles sintéticos de emisiones netas cero.
¿Cómo se puede conseguir? Explicaremos las vías para la descarbonización y su relación con
los planes del Pacto Verde Europeo y la Hoja de Ruta del Hidrógeno Renovable española en
el próximo post.