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Vanguardias y Neovanguardias
Vanguardias y Neovanguardias
UNIDAD 1
1. VANGUARDIAS – AGUILAR
Según varios autores, el término “vanguardias” proviene del léxico militar. Sin
embargo, se trata de un fenómeno que no se define a priori sino en su interacción con
el contexto histórico-social. Las vanguardias surgieron a principios del siglo XX.
El término se erigió como una contraseña del campo cultural y sirvió para aludir a un
conjunto amplio de prácticas sociales y de obras literarias y artísticas. Sin duda, ese
proceso tuvo una inflexión fundamental cuando, en 1909, se publicó el “Manifiesto
futurista”. Este texto estableció un repertorio de tópicos (la fuerza estética de la
irrupción tecnológica, la caducidad de las viejas instituciones, el fin del arte
representativo y la utilización de la simultaneidad, la llegada de las nuevas técnicas
como el collage y la performance escandalosa, el anuncio del cambio social
generalizado) que los grupos de artistas de otras ciudades rápidamente traducirían y
reescribirían.
Según las lecturas historicistas, los movimientos de vanguardia tuvieron su auge entre
1900 y 1930. Hubo una intersección de diversas coyunturas que explican el
surgimiento de las vanguardias: la perspectiva de cambio social para la sociedad en su
conjunto, el avance industrial y el crecimiento urbano en sociedades todavía agrarias y
aristocráticas, la fuerte codificación academicista del arte en momentos de gran
agitación social, y, finalmente, el espectacular avance tecnológico.
Con un carácter polémico, se le niega el estatuto de vanguardias a grupos que –en las
décadas de 1950 y 1960- se han valido del poder estratégico del término. De hecho, el
crítico Peter Bürger excluye a los movimientos posteriores a la década de 1930. Este es
un uso historicista del término “vanguardias”, también tiene un uso posicional, y cabe
la posibilidad del uso relacional.
En primer lugar, es necesario un campo cultural o artístico relativamente constituido y
separado de otras actividades sociales. En segundo lugar, deben producirse intensos
cambios tecnológicos y urbanos que transformen los modos de percepción y
circulación que pongan en crisis los medios tradicionales del arte. Finalmente, en el
dominio específico de lo artístico, las prácticas vanguardistas implican siempre un
cuestionamiento del estatuto de la obra de arte porque es su legitimidad como forma
tradicional y convencional la que está en juego. La pregunta acerca de qué es lo bello
es desplazada por la reflexión sobre la naturaleza misma del arte y de la obra en una
era que fue denominada “post-aurática”.
A diferencia de los “grupos alternativos auténticos” propios del modelo modernista,
los vanguardistas conforman “grupos plenamente oposicionales” que realizan
violentas rupturas con las “prácticas tradicionales heredadas”, aunque con el tiempo
se conviertan en “cultura dominante”. Tienen un carácter de “formación cultural
internacional, o mejor dicho paranacional”.
Estas prácticas confluyen, hacia principios del siglo XX, con otra instancia que pone en
crisis todas las organizaciones tradicionales: la presencia de los avances tecnológicos y
urbanos que ocasionan un shock en las experiencias y percepciones. Apoyándose en
estos avances, considerándolos una segunda naturaleza e introduciéndolos en los
medios del arte, los vanguardistas postulan la necesidad de lo nuevo y el agotamiento
de las respuestas que ofrecía la tradición.
Lo que en verdad se produce es una radicalización del uso de la tecnología en
tradiciones –como la del arte- en las que predominaban fuertes legados artesanales y
resistencias a la modernización. Vanguardias: constructivismo ruso, dadaísmo,
surrealismo, futurismo.
La experimentación que en el MODERNISMO se refiere a los procedimientos o a las
técnicas, en las vanguardias afecta la obra como un todo, sea porque cuestionan
rasgos que se consideraban definitorios o esenciales de la obra o porque borran e
investigan los vínculos de la obra con el entorno. Es decir que las vanguardias se
definen porque cuestionan la obra de arte como tal, pero aquello que cuestionan en
ella varía según los movimientos.
El modelo de intervención de las vanguardias constituyó el “gran relato” del siglo XX y
su existencia dependió de la perspectiva de un cambio social generalizado.
2. Teoría de la vanguardia – Peter Bürger
1. Carácter histórico de la teoría estética y de la teoría crítica de los objetos artísticos
Historizar la teoría quiere decir algo distinto: investigar la relación entre el desarrollo
de los objetos y las categorías de una ciencia. Así entendido, el carácter histórico de
una teoría no consiste en expresar el espíritu de una época (su aspecto histórico), ni en
que incorpore partes de otras teorías pretéritas (historia como prehistoria del
presente), sino en relacionar el desarrollo de los objetos con el de las categorías.
Historizar una teoría estética quiere decir captar esa relación.
Marx muestra que las propias categorías abstraídas, a pesar de su validez –que deriva
precisamente de su abstracción- para cualquier época, son, sin embargo, en la
determinación de esa misma abstracción, el producto de relaciones históricas y poseen
su plena validez sólo para esas relaciones y dentro de ellas.
7. Los medios artísticos / 8. Medio artístico y estilo. Libertad de elección del medio
artístico
9. Primera tesis: las vanguardias no usan solo un medio artístico sino todos los
medios artísticos. No están atadas a un estilo, usan libremente los medios (carácter
histórico y ahistórico de la vanguardia)
10. El pasado como prehistoria del presente se logra solamente con la autocrítica del
presente
La posición historicista, que cree poder comprender formaciones sociales del pasado
sin relacionarlas con el presente de la investigación, no es considerada por Marx. No le
interesa la cuestión de la relación entre el desarrollo de los objetos y el de las
categorías, o sea, la historicidad del conocimiento. Marx critica la construcción
progresiva de la historia como prehistoria del presente. Para aprehender el proceso
como un todo, se debe ir más allá del presente, aunque éste sea la condición básica de
todo conocimiento. Esto es lo que hace Marx, no al introducir la dimensión del futuro,
sino al introducir el concepto de autocrítica del presente.
Cuando Marx habla de “comprensión objetiva” tratará únicamente de superar
dialécticamente la necesaria “unilateralidad” de la construcción del pasado como
prehistoria del presente, por medio del concepto de autocrítica del presente.
La autocrítica se trata de una crítica inmanente al sistema. Su particularidad consiste
en que funciona en el seno de una institución social.
La distinción entre la crítica inmanente al sistema y la autocrítica se puede traducir al
ámbito artístico.
11. Segunda tesis: con los movimientos de vanguardia el arte alcanza el estadio de la
autocrítica de la institución arte. Institución en el sentido de lo instituido, la
tradición, como de la institución en tanto producción distribución y circulación del
arte así como de las instituciones como museos, academias, salones, crítica, etc.
Durante la segunda mitad del siglo XIX se produce la crisis del arte. La coincidencia de
institución y contenido descubre la pérdida de función social como esencia del arte en
la sociedad burguesa y provoca con ello la autocrítica del arte. El mérito de los
movimientos históricos de vanguardia es haber verificado esta autocrítica.
14. Sentido de aura (BENJAMIN): Lo cultural de la obra de arte, “esa lejanía por cerca
que pueda estar”
15. La ruptura o pérdida del aura del objeto artístico no se produce en el paso del
arte sacro al profano sino en el cambio de los medios de reproducción que
determinan la singularidad y autenticidad de la obra
16. El cine como la fotografía son medios que reproducen en serie la obra, la obra
pierde autenticidad. La recepción singular y contemplativa del arte aurático (original)
pasa a una recepción de obras serializadas (no auténticas), no auráticas. Se pasa de
un arte ritual a un arte basado en la política.
La teoría del l’art pour l’art no es sencillamente la reacción contra un nuevo medio de
reproducción, sino la respuesta al hecho de que en la sociedad burguesa desarrollada,
la obra de arte pierde progresivamente su función social. No se trata de negar la
importancia de la transformación de las técnicas de reproducción para el desarrollo del
arte, pero no se puede deducir éste de aquella. La completa diferenciación del
subsistema, que comienza con el l’art pour l’art y culmina con el esteticismo, debe
verse en relación con la característica tendencia de la sociedad burguesa hacia la
progresiva división del trabajo. La producción individual del subsistema arte,
totalmente diferenciado, tiende a evitar cualquier función social. TENDENCIA HACIA
LA PROGRESIVA DIVISIÓN DEL TRABAJO, CARACTERÍSTICA PARA EL DESARROLLO DE
LA SOCIEDAD BURGUESA.
18. Las vanguardias cambian función social por experiencia estética. Experiencia que
se corre de la praxis vital del arte pero otorga una nueva relación entre arte y
sociedad, entre realidad y arte: estetización de la vida cotidiana, liminalidad entre
arte y realidad, estetización de la política, el arte como canalización del ocio.
“Las únicas obras que cuentan hoy son aquellas que ya no son obras”. La enigmática
sentencia de Adorno emplea el concepto de obra en un doble sentido: por un lado, en
un sentido general (y desde este punto de vista el arte moderno todavía tiene carácter
de obra); por otro, en el sentido de obra de arte orgánica (Adorno habla “obra
redonda”), y es este concepto limitado el que destruye la vanguardia. En un sentido
general, la obra de arte se establece como unidad de generalidades y particularidades.
En las obras de arte orgánicas (simbólicas) la unidad de lo general y lo particular se da
sin mediaciones; en las obras inorgánicas (alegóricas), por el contrario, entre las que se
encuentran las obras de vanguardia, hay mediación. Aquí el momento de la unidad
está en cierto modo contenido muy ampliamente, y en el caso extremo sólo lo produce
el receptor. La obra de vanguardia no niega la unidad en general (aunque incluso esto
intentaron los dadaístas), sino un determinado tipo de unidad, la conexión entre la
parte y el todo característica de las obras de arte orgánicas.
Hay que insistir en que, incluso en sus manifestaciones extremas, los movimientos de
vanguardia se refieren negativamente a la categoría de obra. Cuando Duchamp firma
un objeto cualquiera producido en serie, supone una clara referencia a la categoría de
obra. La firma, que hace a la obra individual e irrepetible, se estampa precisamente
sobre el producto en serie. Con ello se cuestiona provocativamente el concepto de
esencia del arte, tal y como se ha conformado desde el Renacimiento, como creación
individual de obras singulares; el acto de provocación mismo ocupa el puesto de obra.
¿No estará, pues, en decadencia la categoría de obra? La provocación de Duchamp se
dirige en general contra la institución social del arte, ya que la obra de arte pertenece a
esa institución, el ataque también le afecta.
El arte se halla desde hace tiempo en una fase posvanguardista. Ésta se caracteriza por
la restauración de la categoría de obra y por la aplicación con fines artísticos de los
procedimientos que la vanguardia ideó con intención antiartística. El fracaso del
ataque de los movimientos históricos de vanguardia contra la institución arte, su
incapacidad para reintegrar el arte a la praxis vital, acarrea la subsistencia de la
institución arte como algo separado de la praxis vital.
La vanguardia ha sido revolucionaria, pues ha destruido el concepto tradicional de
obra orgánica y ha ofrecido otro en su lugar, que a continuación trataremos de
delimitar.
Adorno parte del conocimiento de que el arte del pasado sólo se puede comprender a
la luz del arte moderno. Es natural entonces investigar si las categorías aplicadas por
Adorno en el importante capítulo sobre lo moderno son útiles para una comprensión
de las obras de arte de vanguardia.
Adorno llama moderno al arte producido desde Baudelaire. El concepto abarca, pues,
los antecedentes de los movimientos de vanguardia, los propios movimientos y la
neovanguardia. Mientras que yo intento mostrar los movimientos históricos de
vanguardia como un fenómeno delimitado por la historia, Adorno parte de la unidad
del arte moderno como el único arte legítimo del presente.
Se puede entender el concepto de alegoría de Benjamin como una teoría del arte de
vanguardia (inorgánico).
1. Lo alegórico arranca un elemento a la totalidad del contexto vital, lo aísla, lo despoja
de su función. La alegoría es, por tanto, esencialmente un fragmento, en contraste con
el símbolo orgánico.
2. Lo alegórico crea sentido al reunir esos fragmentos aislados de la realidad. Se trata
de un sentido dado, que no resulta del contexto original de los fragmentos.
3. Benjamin interpreta la función de lo alegórico como expresión de melancolía.
Autonomía como secularización del arte (respecto del poder político o religioso)
Constitución de una esfera autónoma que se autorregula
Agentes del campo artístico, en un sentido amplio –que en su dinámica establecen o
acuerdan qué es el campo artístico, cuáles son sus límites y valores:
Artistas, exposiciones, museos, centros culturales, bienales, galerías, críticos, revistas,
tertulias, historiadores del arte, libros ensayos académicos, congresos, ponencias,
profesores, clases, estudiantes, trabajos de cátedra
Autonomía también refiere a la autonomía del lenguaje de la obra respecto del
mundo real. En tal sentido, el concepto de autonomía se contrapone al de
heteronomía, concepto de Theodor Adorno. La autonomía es un concepto vinculado a
la modernidad, no sólo en relación con las instituciones, sino también respecto de los
temas que se abordan en la obra.
La autonomía es lo opuesto a la función social del arte. ¿El arte transforma la vida por
su propia existencia autónoma, por su presencia, o lo hace por actuar sobre la realidad
a partir de una determinada agenda? En los años sesenta, el debate entre autonomía y
compromiso político, se planteaba en estos términos.
“Los estratos básicos de la experiencia, que constituyen la motivación del arte, están
emparentados con el mundo de los objetos que se han separado.” Adorno
Si nos detenemos en las múltiples frases en las que Adorno aborda el concepto de
autonomía percibimos una dualidad que no separa a la obra autónoma de la realidad,
en todo caso, ésta se encuentra en su origen. Adorno proclama: “la política ha
emigrado hacia el arte autónomo” (¡el arte es político!).
En segundo lugar, heteronomía significa romper con el campo específico del arte y
saltar a la vida, la vida pública, salirse de las instituciones del arte. Cuando el arte pasa
a ser juzgado por otras redes institucionales (la justicia, las agrupaciones políticas,
religiosas, entre otras) su atonomía está amenazada.
4. INDUSTRIAS CULTURALES
El campo de las tecnologías comunicacionales y mediáticas concluyeron por configurar
lo que hoy llamamos industrias culturales.
El universo del cine digital, la música en MP3, los bookmarks, el envío de e-fax, la
holografía, las agendas, los wallpapers y salvapantallas, la visualización y
procesamiento de fotografías, o los programas, entre otros servicios accesibles y de
costo cero o progresivamente decreciente suman en la actualidad una cuarentena de
servicios ofrecidos en la Web.
Hay una ampliación de los horizontes tecnológicos, que pasan de tributar servicio a las
artes del espectáculo y lo mediático a un rango de mayor compenetración con
demandas civiles meliorativas y largamente reclamadas.
Hay dos retornos a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta que
podrían calificarse como radicales en el sentido anteriormente indicado: los
readymades del dadá duchampiano y las estructuras contingentes del constructivismo
ruso. Surgen dos preguntas: ¿por qué, pues, estos retornos? ¿y qué relación plantean
entre los momentos de aparición y de reaparición? ¿son los momentos de posguerra
repeticiones pasivas de los momentos prebélicos, o es que la neovanguardia actúa
sobre la vanguardia histórica de un modo que únicamente ahora podemos arpeciar?
Muchos artistas de finales de los cincuenta y principio de los sesenta estudiaron las
vanguardias de antes de la guerra con un nuevo rigor teórico. En los Estados Unidos a
esta conciencia histórica se unió la recepción de la vanguardia en la misma institución
que con frecuencia la atacó: no sólo el museo de arte, sino el museo de arte moderno.
Cabe aclarar dos presupuestos del argumento de Foster: el valor del constructo de la
vanguardia y la necesidad de nuevas narraciones de su historia. A estas alturas los
problemas de la vanguardia son bien conocidos: la ideología del progreso, la
presunción de originalidad, el hermetismo elitista, la exclusividad histórica, la
apropiación por parte de la industria cultural, etc. No obstante, sigue habiendo una
coarticulación crucial de las formas artísticas y políticas. Y es para desmontar esta
articulación de lo artístico y lo político para lo que sirve una explicación posthistórica
de la neovanguardia, así como una noción ecléctica de lo posmoderno. Por tanto, se
necesitan nuevas genealogías de la vanguardia que compliquen su pasado y den
apoyo a su futuro.
1. Teoría de la vanguardia 1
El principal argumento de Bürger: la crítica vanguardista del arte burgués depende del
desarrollo de ese arte, en concreto de tres estadios dentro de su historia. El primero
data de finales del siglo XVII, cuando la estética de la Ilustración proclama como ideal
la autonomía del arte. El segundo, de finales del siglo XIX, cuando esta autonomía se
convierte en el mismo asunto del arte, es decir, en arte que aspira no sólo a la forma
abstracta, sino a un apartamiento estético del mundo. El tercer estadio, en fin, se sitúa
a comienzos del siglo XX, cuando este apartamiento estético es atacado por la
vanguardia histórica, por ejemplo en la explícita demanda productivista de que el arte
recupere un valor de uso o en la implícita demanda dadaísta de que reconozca su valor
de inutilidad, de que su apartamiento del orden cultural pueda ser igualmente una
afirmación de este orden.
No significa discutir que nuestro entendimiento no puede ser sino tan desarrollado
como su objeto, sino cuestionar cómo pensamos esta conexión, cómo pensamos la
causalidad, la temporalidad y la narratividad, qué inmediatez creemos que tienen.
Evidentemente no pueden pensarse en términos de historicismo, definido con toda
sencillez como la identificación de antes y después con una causa y efecto, como la
presunción de que el acontecimiento anterior produce el posterior. A pesar de muchas
críticas que ha recibido en diferentes disciplinas, el historicismo aún es omnipresente
en la historia del arte. Más que otra cosa, es este persistente historicismo lo que
condena al arte contemporáneo como atrasado, redundante, repetitivo.
Bürger tiene una concepción de la historia como puntual y final, y esto subyace a su
narración de la vanguardia histórica como puro origen y de la neovanguardia como
repetición espúrea. Esto es bastante malo, pero las cosas empeoran, pues repetir la
vanguardia histórica, según Bürger, es cancelar su crítica de la institución del arte
autónomo; más aún, es invertir esta crítica hasta convertirla en una afirmación del arte
autónomo. Así, si los readymades y los collages desafiaban los principios burgueses del
artista expresivo y la obra de arte orgánica, los neoreadymades y los neocollages
reinstauran estos principios, los reintegran mediante la repetición. Y la cosa no para
ahí: para Bürger la repetición de la vanguardia histórica por la neovanguardia no hace
sino convertir lo antiestético en artístico, lo transgresor en institucional. Por supuesto,
esto es verdad.
Pero con eso no se ha dicho todo de la neovanguardia ni termina ahí; de hecho, uno de
los proyectos de los años sesenta, sostiene Foster, es criticar la vieja charlatanería del
artista bohemio tanto como la nueva institucionalización de la vanguardia. Bürger
únicamente puede ver la neovanguardia in toto como inútil y degenerada en relación
romántica con la vanguardia histórica.
Foster plantea que su propósito no es ensañarse con este texto años después, ya que
su tesis es demasiado influyente como para descalificarla sin más. Lo que pretende es
mejorarla en lo que pueda, complicarla con sus propias ambigüedades, en particular
sugerir un intercambio temporal entre las vanguardias históricas y las
neovanguardias, una compleja relación de anticipación y reconstrucción. La narración
de causa y efecto directos, de un antes y un después lapsarios, de origen heroico y
repetición como farsa por parte de Bürger, para él, no funciona.
Bürger concluye que “ningún movimiento en las artes hoy en día puede legítimamente
afirmar que es históricamente más avanzado, en cuanto arte, que otro”. Para Foster,
Bürger tiene una fijación en el pasado y un cinismo en relación con el presente. La
conclusión es histórica, política y éticamente errónea. Bürger es ciego al arte ambicioso
de su tiempo (las neovanguardias).
2. Teoría de la vanguardia 2
Foster se propone hacer con Marx lo que Marx hizo con Hegel: enderezar su concepto
de la dialéctica. Una vez más, el objetivo de la vanguardia para Bürger es destruir la
institución del arte autónomo con el fin de reconectar el arte y la vida. Sin embargo,
¿el arte para qué es y qué es la vida aquí?
Foster lleva su tesis de la vanguardia un poco más allá: ¿a qué llevaron los actos
sígnicos de la vanguardia histórica? Obviamente, convención e institución no pueden
separarse, pero no son idénticas. Por un lado, la institución arte no rige totalmente las
convenciones estéticas (esto es demasiado determinista); por otro, estas convenciones
no comprenden totalmente la institución del arte (esto es demasiado formalista). En
otras palabras, la institución del arte puede enmarcar las convenciones estéticas, pero
no las constituye. Esta diferencia heurística puede ayudarnos a distinguir los acnetos
de las vanguardias históricas y las neovanguardias: si la vanguardia se centra en lo
convencional, la neovanguardia se centra en lo institucional.
(1) la institución del arte es captada como tal no con la vanguardia histórica, sino
con la neovanguardia; (2) en el mejor de los casos, la neovanguardia aborda esta
institución con un análisis creativo a la vez específico y deconstructivo (no un ataque
nihilista a la vez abstracto y anarquista, como a menudo sucede con la vanguardia
histórica; y (3) en lugar de cancelar la vanguardia histórica, la neovanguardia pone
en obra su proyecto por una primera vez, que, de nuevo, es teóricamente infinita.
Ésta es una manera de enderezar la dialéctica bürgeriana de la vanguardia.
Resistencia y recuerdo
Sin embargo, Foster plantea que su teoría tiene dos problemas. Una reconexión del
arte y la vida ha ocurrido, pero en términos de la industria cultural, no de la
vanguardia. Más que invalidar la vanguardia, lo que los desarrollos de la cultura
espectacular de la neovanguardia han producido son nuevos espacios de actuación
crítica, y han inspirado nuevos modos de análisis institucional. Y esta reelaboración de
la vanguardia en formas estéticas, estrategias político-culturales y posicionamientos
sociales ha demostrado ser el proyecto artístico y crítico más vital de por lo menos las
últimas tres décadas.
Éste, sin embargo, no es más que un problema histórico; la tesis de Foster tropieza así
mismo con dificultades teóricas. Nuevamente, en términos como histórico y
neovanguardista quizá resulten a la vez demasiado generales y demasiado exclusivos
para emplearlos eficazmente hoy en día.
Pero para que esta segunda neovanguardia no parezca heroica, hay que plantear que,
si la vanguardia histórica y la primera neovanguardia adolecieron a menudo de
tendencias anarquistas, la segunda neovanguardia sucumbe a veces a impulsos
apocalípticos.
La acción diferida
Quizá podamos ahora volver a la pregunta inicial: ¿cómo narrar esta relación revisada
entre la vanguardia histórica y las neovanguardias? Debe conservarse la premisa de
que una comprensión de un arte únicamente puede ser tan desarrollada como el arte,
pero se requieren diferentes modelos de causalidad, temporalidad y narratividad.
Como deja claro su tratamiento de la institución del arte como un sujeto capaz de
represión y resistencia, Foster se hace culpable de ese vicio como cualquier crítico,
pero antes de renunciar a él quiere convertirlo en una virtud. Pues si esa analogía con
el sujeto individual no es más que estructural en relación con los estudios históricos,
¿por qué no aplicar el modelo más sofisticado de sujeto, el psicoanalítico, y de modo
manifiesto?
Para Freud, especialmente cuando se lo lee con las lentes de Lacan, la subjetividad no
queda nunca establecida de una vez por todas; está estructurada como una
alternancia de anticipaciones y reconstrucciones de acontecimientos traumáticos.
“Provocar un trauma siempre cuesta dos traumas”. Un acontecimiento únicamente lo
registra otro que lo recodifica; llegamos a ser quienes somos sólo por acción diferida
(Nachträglichkeit). La vanguardia histórica y la neovanguardia están consitituidas de
una manera similar, como un proceso continuo de protensión y retensión, una
compleja alternancia de futuros anticipados y pasados reconstruidos; en una palabra,
en una acción diferida que acaba con cualquier sencillo esquema de antes y después,
causa y efecto, origen y repetición.
Estrategia del retorno: lo que es cierto es que estos retornos son tan fundamentales
para el arte moderno como para la teoría postestructuralista. Es útil la noción de
acción diferida, pues en lugar de romper con las prácticas y discursos fundamentales
de la modernidad, las prácticas y discursos sintomáticos de la posmodernidad han
avanzado en una relación nachträglich con ellos.
Sobre todo desde los años ochenta el término “periférico” se aplicó para referirse a lo
característico del proceso cultural latinoamericano. El concepto de “modernidad
periférica” se vincula productivamente con el libro de Marshall Berman, Todo lo sólido
se desvanece en el aire (1982).
El libro que Beatriz Sarlo publica en 1988, Una modernidad periférica: Buenos Aires
1920 y 1930, propone la perspectiva de una “mezcla compuesta”. La noción de
periferia cae del otro lado, como opuesto al de innovación. El aspecto problemático del
término radica en que generalmente es aquel que itilizan los centros para descalificar
lo que no realizan ellos.
1. Técnicas de refutación
Refutación: todo razonamiento y todo medio persuasivo que tiende a probar que una
proposición del adversario es falsa, incoherente o inadecuada (“esto no es así”).
a) Utilización de los argumentos del adversario para arribar a conclusiones
diferentes, contradictorias e imprevistas para el refutado
b) recurso de la desmitificación: consiste en desentrañar los verdaderos móviles
del oponente. Más que atacar el razonamiento, se combate la legitimidad, la
“moral” de los móviles del oponente. Opera como una suerte de develamiento,
un pasaje a la realidad.
c) Apodioxis: la descalificación por el absurdo del argumento del otro.
d) Evocación de la realidad: el polemista baja al nivel de lo concreto una
argumentación abstracta, una generalización. Apela al espectáculo y al
patetismo del ejemplo.
e) Interrogación retorica: una falsa pregunta que pretende que el lector asuma la
aserción.
f) Cita de autoridad: consiste en apoyar la legitimidad del propio discurso en la
palabra de una figura intelectual indiscutida, y en cuya tradición el locutor se
inscribe.
2. Figuras de la agresión