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“Mientras contemplamos las cosas en reposo y como carentes de vida, cada una para sí, y una

al lado de otra o tras la otra, no tropezamos, ciertamente, con ninguna contradicción en ellas.
Encontramos ciertas propiedades en parte comunes, en parte diversas y hasta contradictorias,
pero en este caso repartidas entre cosas distintas, y sin contener por tanto ninguna
contradicción. En la medida en que no se extienda este campo de consideración, nos basta,
consiguientemente, con el común modo metafísico de pensar. Pero todo cambia
completamente en cuanto consideramos las cosas en su movimiento, su transformación, su
vida y sus recíprocas interacciones. Entonces tropezamos inmediatamente con
contradicciones” (p. 186)  Desmontar esta afirmación, dándole crédito en la parte aceptada
por el MI, mediante el principio de recursividad.

“Hemos visto antes que la vida consiste precisamente ante todo en que un ser es en cada
momento el mismo y otro diverso. La vida, por tanto, es también una contradicción presente
en las cosas y los hechos mismos, una contradicción que se pone y resuelve constantemente; y
en cuanto cesa la contradicción, cesa también la vida y se produce la muerte”  Cambiar
contradicción por interrelaciones en un nivel infraestructural-estructural-supraestructural,
sucediéndose cambios microestructurales que repercuten en otros niveles (integracionismo
sistémico?), y no contradicciones de ser y no-ser al nivel superestructural del individuo en sí.

“También vimos que tampoco en el terreno del pensamiento podemos evitar las
contradicciones, y que, por ejemplo, la contradicción entre la capacidad de conocimiento
humana, internamente ilimitada, y su existencia real en hombres externamente limitados y de
conocimiento limitado, se resuelve en la sucesión, prácticamente infinita al menos para
nosotros, de las generaciones, en el progreso indefinido” (de nuevo, confusión al equiparar
infinitud con indefineidad).

“Hemos indicado ya que la matemática superior tiene como uno de sus fundamentos la
contradicción de que lo recto y lo curvo tiene que ser en determinadas circunstancias lo
mismo” (saltos cuantitativo-cualitativos y emergentismo, como ejemplo interesante).

Marx: “Aquí, como en la ciencia de la naturaleza, se confirma la corrección de la ley


descubierta por Hegel en su Lógica, según la cual cambios meramente cuantitativos se mutan
en un determinado punto en diferencias cualitativas” (emergentismo y saltos liminares).

“representamos un átomo de carbono por C, un átomo de hidrógeno por H, un átomo de


oxígeno por O, y el número de átomos de carbono contenidos en cada combinación por n,
podemos expresar del modo siguiente las fórmulas moleculares de algunas de esas series: ·
CnH2n+2: serie de la parafina normal · CnH2n+2O: serie de los alcoholes primarios · CnH2nO2:
serie de los ácidos grasos monobásicos. Si tomamos como ejemplo la última de estas series y
ponemos sucesivamente n = 1, n = 2, n = 3, etc., conseguimos los siguientes resultados
(prescindiendo de los isómeros): Punto de Punto de ebullición fusión · CH2O2: . . . . . . ácido
fórmico . . . . . 100º . . . . . . . . 1º · C2H4O2: . . . . . ácido acético . . . . . . 118º . . . . . . . 17º ·
C3H6O2: . . . . . ácido propiónico . . 140º . . . . . . . . “ · C4H8O2: . . . . . ácido butírico . . . . . 162º ·
C5H10O2: . . . . . ácido valeriánico . . . 175º y así sucesivamente hasta C30H60O2, el ácido
melísico, que no se funde hasta los 80º y no tiene punto de ebullición, porque no se puede
pasar al estado de vapor sin descomponerlo. Aquí tenemos, pues, toda una serie de cuerpos
cualitativamente distintos, formados por simple añadido cuantitativo de elementos, y siempre
en la misma proporción” (p. 194).

““Dos mamelucos eran sin discusión superiores a tres franceses, 100 mamelucos equivalían a
100 franceses; 300 franceses eran en general superiores a 300 mamelucos, y 1.000 franceses
aplastaban siempre a 1.500 mamelucos.” De igual modo que, según Marx, se necesitaba una
cantidad mínima determinada, pero variable, de valor de cambio para posibilitar su
trasformación en capital, así también para Napoleón era menester una dimensión mínima
determinada de la sección de caballería para permitir a la fuerza de la disciplina, que reside en
el orden cerrado y la aplicación según un plan, manifestarse y llegar incluso hasta superioridad
sobre masas mayores de caballería irregular, mejor montadas y de mejores jinetes y guerreros,
y por lo menos del mismo valor personal”.

“Pensemos en un grano de cebada. Billones de tales granos se muelen, se hierven y fermentan,


y luego se consumen. Pero si un grano de cebada encuentra las condiciones normales, si cae
en un suelo favorable, se produce en él, bajo la influencia del calor y de la humedad, una
transformación característica: germina; el grano desaparece como tal, es negado, y en su lugar
aparece la planta nacida de él, que es la negación del grano. Pero ¿cuál es el curso normal de la
vida de esa planta? La planta crece, florece, es fecundada y produce otros granos de cebada, y
en cuanto que éstos han madurado el tallo muere, y también, por su parte, es negado. Como
resultado de esta negación de la negación tenemos de nuevo el inicial grano de cebada, pero
no simplemente reproducido, sino multiplicado por diez, veinte o treinta” (p. 203-204).

“Las especies cereales se modifican muy lentamente, y la cebada de hoy sigue siendo
aproximadamente igual que la de hace cien años. Tomemos, en cambio, una llamativa planta
ornamental, por ejemplo, una dalia o una orquídea; si tratamos según el arte de la jardinería la
semilla y la planta que nace de ella, conseguimos como resultado de esta negación de la
negación no ya sólo más semillas, sino semillas cualitativamente mejoradas que producen
flores más hermosas, y cada repetición de este proceso cada nueva negación de la negación,
aumenta dicho perfeccionamiento” (p. 204).

“Lo mismo ocurre en matemáticas. Tomemos una magnitud algebraica cualquiera, a.


Negándola tenemos –a (menos a). Negando esta negación, multiplicando –a por –a, tenemos
+a², es decir, la magnitud positiva inicial, pero a un nivel más alto, a saber, la segunda potencia.
En este punto no tiene relevancia el hecho de que podamos conseguir la misma a²
multiplicando la a positiva consigo misma. Pues la negación negada está tan firmemente
asentada en a² que en todo caso ésta tiene dos raíces cuadradas, a saber, a y –a. Y esta
imposibilidad de desprenderse de la negación negada, de la raíz negativa contenida en el
cuadrado, cobra una significación muy tangible ya en las ecuaciones de segundo grado” (p.
205)  Aplicar a la doble diferencia de los rasgos hipertextuales y su identidad sofisticada.

“Tengo, por ejemplo, en un determinado problema, dos magnitudes variables, x e y, una de las
cuales no puede variar sin que la otra varíe al mismo tiempo en una proporción determinada
en cada caso en particular. Diferencio entonces x e y, es decir, supongo que x e y son tan
infinitamente pequeñas que prácticamente desaparecen ante cualquier magnitud real, por
pequeña que ésta sea, de tal modo que no subsiste de x e y más que su relación recíproca,
pero sin ningún fundamento material, por así decirlo, como una relación cuantitativa sin
cantidad. La expresión dy/dx, es decir, la relación de los dos diferenciales de x e y, es pues, =
0/0, pero este 0/0 se pone como la expresión de x/y. Indicaré sólo de paso que esta relación
entre dos magnitudes desaparecidas y la fijación del momento de su desaparición es una
contradicción; contradicción que nos molestará tan poco como ha molestado en la matemática
en general desde hace casi doscientos años. ¿Qué otra cosa he hecho sino negar x e y, pero no
de tal modo que no me tenga que ocupar más de ellas, como niega la metafísica, sino del
modo adecuado a la situación? En vez de x e y tengo ahora su negación, dx y dy, en las
fórmulas o ecuaciones estudiadas. Sigo entonces calculando con esas fórmulas, trato a dx y dy
como magnitudes reales, aunque sometidas a ciertas leyes excepcionales, y en un
determinado momento niego la negación, es decir, integro las fórmulas diferenciales, recupero
en vez de dx y dy las magnitudes reales x e y, pero no me encuentro como al principio, sino con
la solución de un problema ante el cual la geometría y el álgebra comunes tal vez se habrían
roto los cuernos”.

“Lo mismo ocurre en la historia. Todos los pueblos civilizados comienzan con la propiedad
común de la tierra. Pero en todos los pueblos que, en cierta medida, superan esa fase
primitiva, dicha propiedad común deviene, en el curso de la evolución de la agricultura, en un
obstáculo para la producción. Se supera entonces, se niega, se transforma en propiedad
privada, tras pasar por estadios intermedios más o menos largos. En una fase posterior de
desarrollo de la agricultura, producida por la misma propiedad privada de la tierra, la
propiedad privada se convierte a su vez en una traba para la producción, como está ocurriendo
hoy tanto con la pequeña propiedad del suelo como con la grande. Se impone entonces como
una fatalidad la necesidad de negarla a su vez, de volver a transformar la tierra en propiedad
colectiva. Pero esta exigencia no significa el restablecimiento de la propiedad colectiva
originaria, sino la producción de una forma superior y más desarrollada de posesión colectiva,
la cual, lejos de convertirse en una traba para la producción, le permitirá finalmente
desencadenarse y aprovechar plenamente los descubrimientos de la química y los inventos de
la mecánica moderna” (p. 206: ejemplo perfecto para tratar la sofisticación identitaria
mediante el evolucionismo, solo que debemos sustituir la idea de negación por la de
diferencia para darle verdadero sentido).

“Es evidente que cuando lo describo como negación de la negación no digo absolutamente
nada sobre el particular proceso de desarrollo que atraviesa, por ejemplo, el grano de cebada
desde la germinación hasta la muerte de la planta con frutos. Pues como el cálculo integral es
también negación de la negación, si pretendiera haber dicho con eso algo sobre lo concreto no
afirmaría sino el absurdo de que el proceso vital de una espiga de cebada es cálculo integral, o
acaso socialismo. Y esto es precisamente lo que los metafísicos imputan siempre a la
dialéctica. Cuando digo de todos esos procesos son negación de la negación los estoy
reuniendo a todos bajo esa ley del movimiento, y dejo precisamente por ello fuera de
consideración la particularidad de cada proceso especial. La dialéctica no es, empero, más que
la ciencia de las leyes generales del movimiento y la evolución de la naturaleza, la sociedad
humana y el pensamiento”  ESTE PROBLEMA SE SOLUCIONA, PRECISAMENTE, CON
ABORDAR LA DIFERENCIA EN LUGAR DE LA NEGACIÓN, TAL QUE HICIERON DELEUZE, ETC.,
PERO CON LOS AÑADIDOS DEL MI.

“Más puede aún objetarse: la negación aquí realizada no es una verdadera negación; también
niego un grano de cebada cuando lo muelo, un insecto cuando lo aplasto, la magnitud positiva
a cuando la borro, etc. O bien niego la frase “la rosa es una rosa”; y ¿qué sale en limpio si luego
vuelvo a negar esta negación y digo: “la rosa es sin embargo una rosa”? Estas objeciones son
realmente los argumentos capitales de los metafísicos contra la dialéctica, y plenamente
dignos de esa limitación del pensamiento. En la dialéctica, negar no significa simplemente
decir no, o declarar inexistente una cosa, o destruirla de cualquier modo. Ya Spinoza dice:
omnis determinatio est negatio, toda determinación o delimitación es negación. Además, el
género especial de la negación dialéctica está determinado aquí, a la vez, por el carácter
general y por la naturaleza especial del proceso. No sólo tengo que negar, sino que tengo que
superar luego la negación. Tengo, pues, que establecer la primera negación de tal modo que la
segunda siga siendo o se haga posible. ¿Cómo? Según la naturaleza especial de cada caso
particular. Si muelo un grano de cebada o aplasto un insecto, he realizado ciertamente el
primer acto, pero he hecho imposible el segundo. Cada tipo de cosas tiene su modo propio de
ser negado de tal modo que se produzca de esa negación su desarrollo, y así también ocurre
con cada tipo de representaciones y conceptos” (p. 209-210: clave de la dialéctica y razón de la
diferencia).

“En el cálculo infinitesimal se niega de modo diferente a como se hace en la consecución de


potencias positivas de raíces negativas. También esto hay que aprenderlo, como cualquier otra
cosa. Con el mero conocimiento de que la espiga de cebada y el cálculo infinitesimal caen bajo
la negación de la negación, no puedo ni plantar cebada ni diferenciar e integrar con éxito, del
mismo modo que tampoco con las meras leyes de la determinación de las notas por las
dimensiones de las cuerdas puedo sin más tocar el violín. Está claro que de una negación de la
negación que consista en la pueril ocupación de poner y borrar alternativamente a, o afirmar
alternativamente de una rosa que es una rosa y no lo es, no puede obtenerse más que una
prueba de la necedad del quien aplica tan tediosos procedimientos. Pese a lo cual los
metafísicos pretenden demostrarnos que si realmente queremos ejecutar la negación de la
negación, ése es el modo correcto de hacerlo”.

“Para Hegel, la identidad originaria de las contraposiciones sin desarrollar y ocultas en una
cosa, un hecho o un concepto, consiste en el “en sí”; en el “para sí” aparece la diferenciación y
separación de esos elementos ocultos, y empieza su pugna. Tenemos entonces que
representarnos el inmóvil estado originario como unidad de materia y fuerza mecánica, y la
transición al movimiento como separación y contraposición de una y otra” (p. 111-112).

“La materia, dice el señor Dühring, es la portadora de todo lo real, por lo cual no puede haber
fuerza mecánica alguna fuera de la materia. La fuerza mecánica es un estado de la materia.
Ahora bien: en el estado originario, en el que nada sucede, la materia y su estado, la fuerza
mecánica, eran una sola cosa. Luego, cuando empezó a ocurrir algo, el estado en cuestión
tiene evidentemente que haberse diferenciado de la materia. Y con estas místicas frases
tenemos que contentarnos, junto con la garantía de que el estado idéntico a sí mismo no era
estático ni dinámico, no se encontraba en equilibrio ni en movimiento. Seguimos sin saber
dónde estaba la fuerza mecánica en aquel estado, ni cómo vamos a pasar de la absoluta
inmovilidad al movimiento sin un primer impulso externo, es decir, sin Dios”  Se puede
concebir ese primer estadio inflaccionario como “en estático dinamismo”, es decir, en una
tensión reticular o burbujeante en constante pugna entre sus intensionalidades no todavía
extensivas (CHECKEAR), primando en ese estadio pre-BigBang la intensión, y luego la
extensión, por contraposición eficiente.

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