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Emilio Gil Torres

El aparato fonador.
Voz hablada y cantada.
Respiración, emisión, e impostación

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Voz hablada y cantada.
Respiración, emisión, e impostación

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Respiración, emisión, e impostación

EL APARATO FONADOR.
VOZ HABLADA Y CANTADA.
RESPIRACIÓN, EMISIÓN E IMPOSTACIÓN.

ISBN: 978-84-9822-542-6

Emilio José Gil Torres


emiliojosegil@yahoo.es

THESAURUS: Aparato fonador, Respiración, Emisión de la voz, Resonadores.

ESQUEMA
1. El aparato fonador.
2. Voz hablada y voz cantada.
3. Respiración, emisión e impostación.

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El aparato fonador.
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Respiración, emisión, e impostación

1. El aparato fonador

El aparato ‘vocal’ o ‘fonador’ es el conjunto de órganos que permiten al ser


humano producir sonidos. La rotundidad a la hora de nominar este sistema puede
llevarnos a error si pensamos que cada una de sus partes separadas, en origen, no
tienen ninguna función fónica, sino que sirven para cuestiones más primarias o
básicas:

La respiración pulmonar, antes que ‘fuelle de la voz’ es una necesidad de


nuestro cuerpo que requiere oxígeno para la vida, de este modo, el oxígeno del aire
que inhalamos recorre un camino que empieza por la boca o por las ventanas de la
nariz, circulando luego por la laringe y continuando por la tráquea, que se divide en
dos tubos llamados bronquios. Dentro de los pulmones, los bronquios se subdividen
en bronquiolos, que dan lugar a los conductos alveolares y éstos tienen su final en
unos saquitos llamados alveolos que están rodeados de una espesa red de capilares
sanguíneos donde se produce el intercambio entre el oxígeno inhalado y el dióxido de
carbono exhalado —un gas resultante consecuencia del proceso metabólico de las
sustancias nutritivas—. Utilizar la espiración regulada como elemento base del sonido
es un uso secundario.

La laringe es el órgano principal de la fonación. En el inicio de la vida humana,


los ‘humanos’ no tenían un órgano especializado en la fonación, sino que ha sido a lo
largo de una vasta evolución cómo la laringe ha logrado adaptarse a las necesidades
de comunicación del ser humano, todo ello, a pesar de que aún hoy día esté
fisiológicamente inacabada y por tanto sea incapaz de soportar excesos que le
provocan afonías, ronqueras, nódulos, etc. Los pájaros cuentan con un órgano
llamado siringe para emitir sus cantos (la siringe es una membrana situada en la unión
entre los bronquios y la tráquea que vibra al paso del aire) que en comparación con el
aparato fonador humano se muestra mucho más robusto y capaz. La voz humana en
sus inicios nos serviría para expresar muy rudimentariamente estados de ánimo
extremos como el miedo o el dolor. El aumento de la capacidad cerebral y la
necesidad de comunicar mensajes con mayor detalle fue demandando a la laringe
más posibilidades de expresión. Se fueron consiguiendo cada vez más capacidades

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de la laringe y de dos repliegues musculares que hoy en día llamamos cuerdas


vocales. Estas ‘cuerdas’ junto con la epiglotis tenían el único papel de compuerta de
obturación del tubo traqueal durante la deglución de líquidos o alimentos sólidos,
evitando así la infiltración de cualquier materia no gaseosa a los pulmones, accidente
que podría resultar aciago.

Los órganos relacionados con la articulación de los sonidos que nos permiten
componer unidades mayores –palabras, frases, discursos...- como la lengua, dientes,
labios y paladares duro y blando, tampoco fueron usados en un principio para nada
cercano a la producción de sonidos sino para las funciones primarias de la masticación
y la deglución.

Con lo expuesto hasta ahora podemos concluir que la fonación articulada de


sonidos y su consecuencia –el lenguaje y el entendimiento en grado complejo entre los
humanos- es un milagro cotidiano fruto de nuestra inteligencia. ¿Se puede pensar sin
lenguaje? ¿Acaso la estructura formal de los pensamientos lógicos o racionales no es
idéntica a las estructuras formales de la lengua?

El aparato fonador se divide en tres partes que se dedican a tres funciones


diferentes coordinadas para completar el acto de la fonación: el generador del fuelle
aéreo –pulmones-, el productor del sonido –la laringe- y el amplificador del sonido –las
cavidades bucal, nasal y faríngea-.

Los pulmones son dos órganos casi simétricos de tejido poroso que almacenan
aire al dilatar su tejido esponjoso. Están alojados dentro de la caja torácica que forman
las costillas con la columna vertebral y el esternón, verdadera armadura que resguarda
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pulmones y corazón. En los adultos, cada pulmón mide entre 25 y 30 cm de largo, el


derecho está conformado por tres lóbulos y el izquierdo por dos para alojar también el
corazón; los pulmones están recubiertos por una membrana protectora llamada pleura.
Dentro, los bronquios se ramifican en bronquiolos y en los conductos alveolares que
terminan en los alveolos, donde se produce el proceso de intercambio de gases
beneficioso/residual.

La laringe es un órgano complejo y parte esencial del proceso de la fonación.


Se trata de una estructura fibrocartilaginosa formada por los cartílagos cricoides,
tiroideo, aritenoides y por la epiglotis, animados por una serie de músculos dilatadores
y constrictores. Dentro de la cavidad laríngea encontramos dos pliegues musculares,
las cuerdas vocales, cuya vibración por efecto del aire exhalado es el factor primero y
determinante de la voz humana.

Figura tomada de McCallion, 1988: 108.

Se denominan resonadores a las cavidades huecas que recorre el sonido


provocado en la laringe antes de su proyección fuera del cuerpo: faringe y cavidad
bucal y, en algunos casos, también las cavidades nasales. La técnica vocal considera
igualmente resonadores a la caja torácica o los senos craneales, aunque en verdad no
haya una igualación acústicamente posible con los resonadores reales. Los
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resonadores del ‘instrumento musical humano’ tienen como particularidades


específicas que sus paredes son blandas y por tanto ofrecen una resonancia
amortiguada; la frecuencia propia de cada voz será el resultado de la conjunción de los
armónicos resultantes de diferentes localizaciones como la cavidad bucal, nasal y
faringe y, por otra parte, tenemos la posibilidad de cambiar de forma y volumen
dependiendo de las múltiples combinaciones posicionales de la laringe, el velo del
paladar, la lengua, el maxilar inferior y los labios. Estas posiciones corresponden a los
sonidos llamados vocales y consonantes.

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Figura tomada de Crystal, 1987: 124.

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2. Voz hablada y voz cantada

Estudiaremos la voz hablada en función de tres parámetros de medida:


frecuencia vocálica, intensidad de la voz y timbre.

El concepto ‘fundamental usual de la palabra’ delimita la frecuencia media de


cualquier hablante según se trate de niños, mujeres u hombres. Dentro de estos
grupos, las diferencias obedecen a causas anatómicas, familiares, sociales o a causas
provocadas por los usos fonéticos de la lengua propia. En la práctica, todas las
lenguas obligan a variaciones en la frecuencia que constituyen la melodía o entonación
del discurso hablado. Estas variaciones en la altura tonal del fraseo, dependiendo de la
lengua de que se trate, tienen más o menos poder semántico.

La intensidad de la voz se mueve en un espectro que va desde el susurro


sordo hasta el grito. La ‘intensidad media usual’ corresponde al nivel medio que se usa
en la conversación normal. Esta referencia depende de la morfología del aparato
fonador de cada individuo así como de costumbres vocales familiares o sociales
aprendidas desde la infancia. También existen diferencias de intensidad a lo largo del
discurso como los acentos de palabra o las oscilaciones por causas expresivas.

El timbre de la voz obedece al resultado de enriquecimiento armónico que


experimenta el sonido laríngeo a su paso por las cavidades resonantes. Desde la
laringe hasta la exteriorización del sonido fuera de la boca, cada parte del aparato
productor-resonador afecta a un formante concreto de los sonidos, constituyendo así
un sonido final rico en armónicos –los armónicos son sonidos secundarios resultantes
que acompañan al primer formante de la voz-.

El ‘timbre vocálico’ varía según la vocal y se conforma en función de la


activación/relajación de unas partes u otras del trásito vocal según los formantes
requeridos. Estos timbres son idénticos –con algunas variaciones locales- entre todos
los hablantes de un mismo idioma. El ‘timbre extravocálico’ proporciona a cada
individuo su “color” natural según la combinación propia y única de armónicos de su
voz. Esta característica no afecta a la articulación de los sonidos vocálicos que debe
ser común a todos los hablantes de una misma lengua para el entendimiento entre

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ellos.

La diferencia más visible entre la voz cantada y la voz hablada radica en las
posibilidades de extensión vocal y modulación tonal de la primera con respecto a la
segunda. Si consideramos la tesitura vocal como toda la extensión vocal posible,
tendremos que diferenciar dentro de ella los distintos registros o tramos de altura
vocálica donde el timbre se mantiene idéntico o muy similar, separados entre ellos por
unas notas de paso que los conectan entre sí.

En las voces masculinas, observamos dos registros bien diferenciados, el


registro de pecho y el registro de falsete, con un ámbito intermedio posible que se
conoce como voz mixta. En el registro de pecho, se usa la extensión que va desde el
grave hasta el medio-agudo, el límite por arriba dependerá de la formación vocal del
cantante, que en niveles profesionales puede identificar el registro de pecho con toda
la extensión útil de su voz (llegando al famoso do4 de pecho). Esto no quiere decir que
no pueda usar una voz mixta más ligera como recurso cuando el carácter del pasaje
musical lo requiera. El registro de pecho ofrece una voz rica en armónicos que
demanda una presión considerable de aire; si obviamos los requerimientos específicos
de cada obra musical concreta, en líneas generales, el aumento de la presión es
paralelo al aumento de la intensidad sonora y ambos están condicionados por las
distintas alturas dentro de la tesitura vocal. La sensación producida por la voz de
pecho es una vibración a la altura del tórax a la que se suman en porcentaje menor
resonancias bucofaríngeas y de cabeza a medida que ascendemos de altura.

El registro de falsete (falsete no reforzado) es muy característico porque el


cambio de color y de vigor sonoro es notable. La vibración resonante se percibe
exclusivamente en la cabeza.

La voz mixta es una voz de pecho aligerada o una voz de cabeza apoyada en
los resonadores pectorales, según tomemos como punto de partida uno u otro sonido
base. La belleza de este recurso radica en la flexibilidad y facilidad en la emisión, con
un sonido más “redondo”, menos punzante aunque también menos potente.

En las voces femeninas, por su fisiología y sus frecuencias propias, la voz de


pecho tiene menos presencia y su uso se reduce solamente a los sonidos más graves,
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usando para el resto las resonancias bucofaríngeas y de cabeza.

3. Respiración, emisión e impostación

El acto de la respiración se compone de dos tiempos o movimientos:


inspiración y espiración. Para la inspiración, la caja torácica tiene que expandirse
aumentando así su volumen y permitiendo a los pulmones su dilatación. El músculo
diafragmático es el motor del movimiento inspiratorio, al contraerse hace planas sus
dos cúpulas presionando así hacia abajo las vísceras abdominales y dilatando las
costillas flotantes. El aire penetra por presión negativa al rellenar los espacios
provocados por el proceso de inhalación. La espiración es un acto pasivo de liberación
del gas residual por el cual, las estructuras musculares y cartilaginosas que han
provocado el movimiento flexible de la caja torácica, una vez dilatadas por acción del
movimiento inspiratorio, buscan su posición neutral o de equilibrio cuando se agotan
las fuerzas del citado movimiento. Para una espiración mantenida o una exhalación
más brusca se necesita una presión de aire mayor, que conseguiremos con la ayuda
de ciertos músculos abdominales e intercostales.

Para el acto de la fonación, el proceso respiratorio necesita modificarse


sustancialmente con el esfuerzo requerido. La proporción rítmica entre los dos
movimientos se descompensa notablemente puesto que la inspiración se acorta y la
espiración se alarga, el volumen de aire necesario para el habla o el canto es mucho
mayor que el volumen de la respiración en reposo; la presión pulmonar también
aumenta debido a que hay que vencer la obturación producida por el cierre de las
cuerdas vocales y debido también a la necesidad de mantener la presión de aire –
subglótica- de manera constante para la correcta vibración de los pliegues vocales.

Una vez concluido el acto de la respiración procedemos a emitir. Las cuerdas


vocales permanecerán cerradas y la musculatura abdominodiafragmática iniciará una
presión de aire provocando un leve hiperbarismo subglótico. Al vencer esta fuerza
aérea la suave oclusión de los pliegues vocálicos, estos se ponen en vibración. La
emisión óptima del sonido en el habla o en el canto dependerá del mantenimiento
regulado y constante de la vibración descrita.

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La impostación de la voz es la correcta orientación de la columna de aire-


sonido hacia la bóveda palatal, la zona alveolar de la trasera de los dientes y los senos
nasales haciendo que el sonido ‘vibre’ en estas localizaciones y conectando con los
resonadores principales de la cabeza y la cavidad bucofaríngea. Esta colocación
conlleva de manera complementaria un correcto hiperbarismo subglótico y un correcto
apoyo de la musculatura costodiafragmática. La tensión hacia arriba del paladar duro y
blando y la tensión hacia abajo del diafragma conforman un juego de fuerzas
contrarias y simétricas que posibilitan la conexión total del aparato del canto y el mejor
sonido posible, además de garantizar que no habrá tensiones fatales donde no debe
haberlas: en la zona de resonancia pectoral y hombros, en la laringe o en el maxilar
inferior.

BIBLIOGRAFÍA

Cornut, Guy (1985): La voz, Madrid, Fondo de Cultura Económica. Breviarios.


Crystal, David (1987): Enciclopedia del lenguaje de la Universidad de Cambridge,
Madrid, Taurus Ediciones.
Ferrer, Joan S. (2001): Teoría y práctica del canto, Barcelona, Herder.
(2003): El camino de una voz. El hilo de Arianna, Barcelona, Herder.
McCallion, Michael (1998): El libro de la voz, Barcelona, Ediciones Urano.

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