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La Espana Visigoda. Historia Politica Onc0zp
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La España Visigoda.
Historia política
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ISBN: 978-84-9822-010-0
THESAURUS:
Visigodos, Alarico, Ataulfo, Singerico, Walia, Alarico II, Teodorico, Amalarico, Teudis,
Teudiselo, Agila, Atanagildo, Liuva, Leovigildo, Recaredo, Liuva II, Witerico,
Gundemaro, Sisebuto, Recaredo II, Suintila, Sisenando, Chintila, Tulga, Chindasvinto,
Recesvinto, Wamba, Ervigio, Ergica, Witiza, Don Rodrigo, Concilios de Toledo, Muza
ESQUEMA
1. Los antecedentes
2. La configuración del reino visigodo español
3. El reino católico de Toledo
4. El período constituyente
5. Los últimos reyes visigodos
Bibliografía
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1. Los antecedentes
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imperial, configuró en las Galias un gran reino que llegaba hasta el reino Ródano y el
Loira, al mismo tiempo que convertía a los visigodos en potencia hegemónica y en
garantía de la nueva situación en la Península. El impreciso dominio de Eurico sobre
las tierras peninsulares -excepción hecha de las posesiones suevas- se concretó
cuando los visigodos ocuparon la Tarraconense, mediante la acción combinada de dos
ejércitos. Uno ocupó Pamplona, Zaragoza y otras ciudades y el otro tomó Tarragona,
después de haber vencido la resistencia de la aristocracia tarraconense.
Eurico murió en Arlés a finales del año 484. Alarico II (484-507) heredó un reino
que su padre había extendido desmesuradamente. Hasta entonces el control de la
Tarraconense y de la Lusitania se efectuó sin la ayuda de una inmigración masiva. Fue
suficiente con el establecimiento de algunas guarniciones en lugares estratégicos y en
ciudades importantes. Pero durante el reinado de Alarico II se realizó un gran esfuerzo
por acercar Hispania al reino tolosano y estrechar las tierras y las gentes de ambas
partes el reino. Por ello se efectuaron asentamientos masivos de campesinos
visigodos en la Alta Meseta castellana que las excavaciones arqueológicas han puesto
de manifiesto, mientras que la Chronica Caesaraugustana, notifica, para el año 494,
que los godos entraron en Hispania. Dos años después, esta misma obra informa de la
sublevación de Burdunelo, que encabezó, posiblemente, un levantamiento de los
propietarios perjudicados por los asentamientos, que continuaron realizándose en el
497, pues la Crónica dice que Gothi intra Hispanias sedes acceperunt.
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proclamado rey por grupo de nobles visigodos. Tras su derrota y ejecución (año 513),
el poder pasó nominalmente a manos de Amalarico, aunque Teodorico (regencia del
510-526), hasta su muerte en el 526, actuaba en la práctica como regente y protector
de su nieto, cubriendo su gestión con los ropajes ideológicos de la Restauratio.
puestas de manifiesto la restauración de la prefectura de las Galias. Desde esta
perspectiva teórica, los territorios visigodos de la Península formaban parte de la
prefectura de las Galias; pero, desde el punto de vista de los hechos, Teodorico
gobernó los territorios visigodos desde Rávena, delegando la administración de los
mismos a dos altos dignatarios, Ampelio y Liuvirito, el uno romano y el otro godo. Las
cuestiones militares las puso en manos de Teudis, el jefe militar (armiger) ostrogodo, a
quien Teodorico nombró tutor de su nieto Amalarico en el reino de Hispania. Estas
medidas tuvieron la virtud de proporcionar orden, estabilidad política y económica y
consolidar el poder de la maltrecha monarquía visigoda.
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A causa de sus reveses en África, Teudis fue asesinado en el 548 y fue elegido
rey otro ostrogodo, el duque Teudiselo (548-549), favorecido por sus éxitos militares.
Después de un año y siete meses de gobierno, fue víctima de una conjura de nobles
visigodos entre los que es muy probable que se encontrase su sucesor, Agila (549-
555), un noble de ascendencia visigoda. Es un episodio más de la larga cadena de
querellas sucesorias a las que se habían entregado los nobles visigodos descuidaron
los asuntos y el control de algunas regiones y ciudades de la Península. De hecho, su
ejército fracasó estrepitosamente en el asedió y captura de la ciudad de Córdoba, que
mantuvo su autonomía hasta el año 572. El desastre de Córdoba minó la posición
política de Agila. En el 551, Atanagildo (551/555-567), el noble godo, se sublevó y
encabezó una revuelta. Fijó su residencia en Sevilla y para consolidar su posición
solicitó la ayuda de Justiniano, que envió un pequeño ejército que desembarcó en las
costas hispanas en el 552. Con la ayuda del ejército bizantino combatió durante tres
años a Agila, que fue asesinado en la ciudad de Mérida. Pero lo bizantinos habían
venido para quedarse y todos los intentos de Atanagildo por lograr su expulsión
fracasaron. La presencia bizantina, institucionalizada a través de un tratado, dio lugar a
la provincia imperial de Spania, que se extendía desde la desembocadura del
Guadalete hasta la zona situada al norte de Cartagena, aunque su extensión fue
cambiando a lo largo del tiempo por efecto de las presiones visigodas. Atanagildo no
sólo no logró arrojar a los bizantinos de Hispania, sino que tampoco logró someter a su
domino a algunas comunicadas locales de la Bética. Los gastos que originaron tantas
guerras y combates carcomieron los fundamentos económicos del reino que se intentó
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Ermenberga, hija de Witerico, quedándose la dote. Witerico buscó vengar esta ofensa
suscribiendo una alianza con Clotario II de Nesutrasia, Teudeberto de Austrasia y con
el rey de los longobardos Agiulfo de la que desconocemos los objetivos alcanzados.
En política interior el rey se ensañó contra un sector de la aristocracia de la
Narbonense, sin que se conozcan los motivos que llevaron a adoptar esta política
represiva de la que fue objeto paciente el conde Bulgar, entre otros.
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Este rey murió en Toledo en febrero o marzo 612. Rápidamente, los grupos
nobiliarios eligieron a Sisebuto (612-621), probablemente un miembro destacado de la
nobleza visigoda que gozaba de probada experiencia militar. Sisebuto es el más culto
de los monarcas visigodos. Sisebuto tuvo muchas y grandes inquietudes literarias.
Escribió muchas cartas en un estilo acomodado a las circunstancias y a las personas a
las que las dirige. Es autor, además, de un poema, el Astronomicum, de 61
hexámetros. La obra, en la que vierte sus conocimientos sobre los eclipses de luna, y
de una pequeña obra hagiográfica Vida y pasión de San Desiderio de Vienne, en la
que manifiesta sus opiniones sobre la naturaleza de la función real, similar a la de un
pastor honesto y vigilante que se preocupa de la salud material y moral de sus
súbditos.
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ineludibles de la realeza era velar por el buen orden eclesiástico y atender y tutelar la
vida de la iglesia. En lo que se refiere al trato a dispensar a la comunidad judía del
reino Sisebuto dio un salto cualitativo respecto a las normas establecidas por los
monarcas anteriores. Arrastrado en este terreno por un impulso religioso mal entendido
y poco acorde con la actitud y sentimientos mantenidos por la Iglesia de su tiempo, las
disposiciones del monarca tienen poco que ver con la materialización de un
proselitismo que se intenta imponer por medios pacíficos –similar al que practicaban
los judíos con los cristianos y los esclavos cristianos-, sino que responden a
obligaciones impuestas por la fuerza: todos los judíos del reino fueron obligados a
recibir el bautismo cristiano. Una parte de la población judía emigró de Hispania, la otra
recibió el bautismo de buena voluntad o exteriorizó una conversión ficticia y de
apariencia. El sincero, pero exagerado celo religioso de Sisebuto, creó, sin pretenderlo,
un problema social y religioso nuevo en Hispania: el problema de los
pseudoconversos, germen de futuros conflictos sociales y religiosos en Hispania. La
jerarquía católica no colaboró en esta tarea. Muerto el rey, la asamblea del Concilio IV
de Toledo criticó duramente esa política que obligaba a los judíos a convertirse al
cristianismo.
Una vez que se logró la unidad política de Hispania, Suintila estaba en pleno
disfrute de su prestigio y autoridad. Era la ocasión propicia para asociar al trono a su
joven hijo Ricimiro. No se dispone de datos que indiquen que fuese contestada esa
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asociación, aunque es verdad que no deja de sorprender que en tan sólo cinco años el
poder de Suintila se debilitó con inusitada rapidez hasta el punto de que ya en el 631
fuese depuesto por una conjura nobiliaria. No se conocen las causas precisas que
alentaron esa conspiración, pero algunos indicios las relacionan con depuraciones y
coacciones a la aristocracia. La rebelión se produjo en la Septimania, una provincia
fronteriza que concentraba muchas tropas y mandos de la nobleza militar goda,
además de muchas familias nobiliarias que residían de tiempo en dicha provincia. En
esta ocasión el núcleo aglutinante de la rebelión lo constituyó un poderoso clan
aristocrático. A ese clan pertenecía el insurgente y futuro rey Sisenando, posiblemente
duque de la Septimania y los obispos de las sedes episcopales de Berziers y Narbona.
Sisenando, puesto al frente de la rebelión, solicitó a Dagoberto de Neustria el envío de
tropas de apoyo. La rebelión se expandió y las deserciones y traiciones fueron en
aumento. La situación del monarca se hizo insostenible cuando un ejército procedente
de Borgoña llegó a las proximidades de Zaragoza. Suintila, abandonado por todos, fue
depuesto y la nobleza eligió al rebelde Sisenando.
4. El período constituyente
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Con el canon 75, el último que recoge las Actas, el concilio emprende una
nueva etapa en el desarrollo constitucional del reino. La doctrina contenida en este
canon es de inspiración isidorania. La doctrina de este canon era de suma importancia
para la estabilidad del reino, pues diseñaba y coordinaba las relaciones de los sectores
socio-políticos -monarca, nobleza y obispos- que intervienen y cooperan en la
dirección política del reino. La monarquía se reforzaba y fortalecía con argumentos
religiosos. El rey visigodo era el protegido de Dios. Por eso los súbditos le debían por
doble exigencia el juramento de fidelidad, de tal manera que atentar contra el rey era
un crimen político y religioso al mismo tiempo. La armoniosa relación del monarca con
su pueblo tenía como elemento de cohesión la necesidad de que el rey actuase como
un monarca cristiano conforme a las normas legales del Estado. Y entre las normas
constitucionales del reino la asamblea conciliar estableció que la sucesión al trono se
realizase mediante el sistema electivo. Muerto el rey, los magnates del reino
designaban al sucesor de mutuo acuerdo con los obispos.
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En noviembre de 639 moría el rey Chintila, que había designado como sucesor
a su hijo Tulga (639-42). El criterio de la herencia se imponía a la regla de la elección
establecida con anterioridad en el Concilio IV de Toledo. Era un adolescente de buen
carácter, pero débil e inexperto. Tras unos pocos años de gobierno en los que hubo
varios conatos de sublevación, triunfó una revuelta de senadores godos. Chindasvinto
fue proclamado rey (642-649 como rey único). Tulga fue depuesto, tonsurado y
enclaustrado en un recinto religioso.
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Con tanta purga y represión era natural que el monarca encontrase cierta
resistencia entre el sector eclesiástico. Tampoco en el terreno religioso Chindasvinto
estaba dispuesto a permitir que la iglesia actuase por libre. Las tensiones habidas
entre el poder político y el religioso se dejan percibir en el hecho de que fueron muy
poco los obispos que asistieron al concilio VII de Toledo. La iglesia practicaba una
especie de resistencia pasiva. Pero el monarca no cesaba en su intención de reforzar
su posición en la iglesia, decidiendo, por ejemplo, el nombramiento de los obispos de
las sedes metropolitanas vacantes, en menoscabo de los intereses de los obispos o
promulgado leyes que atacaba algunos privilegios e inmunidades del clero.
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asociara al trono a su hijo Recesvinto (asociado al trono del 649 al 653; como rey único
del 653 al 672), en razón a las circunstancias del reino y en aras de una futura y
tranquila sucesión. Padre e hijo gobernaron conjuntamente durante casi cinco años
(649-653), que Recesvinto aprovechó para impulsar la codificación del Derecho.
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La primera acción militar que se conoce del reinado de Wamba fue una más de
esas operaciones sin importancia que se hacían contra los vascones. En la primavera
del 673 Wamba, que estaba en tierras de la Cantabria riojana haciendo los
preparativos para combatir a los Vascones, fue informado de que se había producido
un levantamiento de carácter nobiliario en la Septimania. La insurrección estaba
encabezada por Hilderico, conde de Nimes, por el obispo Gumildo de Maguelon, por
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Wilesindo y por el abad Ramiro. A juzgar por los nombres de los protagonistas la
rebelión producida en la Narbonense era, indudablemente, un problema de godos
contra godos; pero también es verdad que el conflicto transcendía el estrecho marco
de un mero conflicto entre godos para alcanzar una dimensión regionalista. Siglos de
convivencia con la población galo-romana facilitó la integración de los dos grupos
étnicos y ayudó a que los godos adquirieran un aprecio irresistible por la provincia
Narbonense en la que tenían sus propiedades y que consideraban como propia.
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que poder hacer frente con eficacia tanto a una invasión extranjera como a un
levantamiento interior
Wamba llevó a cabo varias campañas militares contra los pueblos del norte
peninsular y sostuvo una batalla marítima contra los sarracenos. Por lo que hace a sus
relaciones entre la iglesia éstas se fueron enfriando lamentablemente. No faltaron
motivos para ello. La ley de movilización militar implicaba al clero y establecía penas
especiales contra ellos. Además, por otra parte, Wamba decidió la creación de nuevos
obispados en algunas ciudades y aldeas, especialmente en el monasterio de Aquis, en
la Lusitania. Pero el mayor desgaste de las relaciones lo ocasionó, sin duda alguna, la
promulgación a finales de 675 de dos normas relativas al patrimonio eclesiástico que
afectaban, directamente, los intereses económicos de un sector de la iglesia.
Ervigio era consciente que debía el trono a los oscuros manejos de un obispo y
al apoyo de un grupo nobiliario. Fue, irremediablemente, una terrible hipoteca de la
que trató de liberarse. Buscó angustiosamente legitimar su poder y asegurarse el trono
y para ello presentó ante el concilio XII de Toledo (celebrado en enero de 681) varios
documentos que aclaraban la penitencia y tonsura de Wamba, la propuesta de
sucesión que éste hizo a favor de Ervigio y el encargo real dirigido a Julián de Toledo
para que ungiese rey a Ervigio. Los padres conciliares salieron en su defensa
argumentando doctrinalmente que los efectos de la penitencia pública obligaban
también a los que la habían recibido en estado de inconsciencia.
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familia política lo camufla ante los miembros del concilio XV de Toledo (año 688) como
un problema de conciencia en razón de los dos juramentos que debió de emitir, uno
destinado a proteger el bien particular de su familia política y el otro dirigido en defensa
del bien común, que debía prevalecer sobre el primero. En relación al segundo asunto,
las fuentes históricas ponen de manifiesto que las conspiraciones fueron muy
frecuentes llegando a figurar entre ellas la encabezada por Sisiberto, obispo de Toledo.
Entre las medidas destinadas a la defensa y fortalecimiento del reino se encuentra la
ley de Ergica que obligaba a los miembros del Aula Regia a prestar el juramento de
fidelidad. Respecto a la política anti-judía, el Tomo Regio presentado al Concilio XVI de
Toledo ofrece disposiciones que dañan económicamente a los judíos prohibiéndoles
comerciar con cristianos y prohibiéndoles la entrada a lonja de contratación de
operaciones ultramarinas. Luego, más tarde, todavía endureció más las medidas anti-
judías.
El monarca temió por su familia. Hacia el año 698, la fecha no es segura, Egica
nombró corregente a su hijo Witiza. Le asignó el gobierno de las tierras que
anteriormente constituyeron el antiguo reino suevo.
Egica murió a finales del 702. Witiza quedó como único soberano 702-710), y
cambió la política mantenida por su padre. Accedió al regreso de los desterrados, les
devolvió sus propiedades y esclavos y quemó las declaraciones de deudas al Fisco.
Pero estas medidas no pudieron detener el proceso de descomposición del reino que
los desastres de las guerras, la peste, las malas cosechas y las tensiones internas
aceleraron cada vez más con mayor fuerza.
Witiza murió a comienzos del año 710. Dejaba tres hijos -Agila, Olmundo y
Ardabasto-, que eran muy jóvenes. El clan familiar y el sector de la nobleza unido a él
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por lazos de clientelismo entronizaron rey al hijo mayor de Witiza que acuñó moneda
con el nombre de Agila II. Pero en medio de un clima de guerra civil, un sector
importante de la aristocracia visigoda y del episcopado constituido en asamblea
electiva (senatus) designó rey a Don Rodrigo (710-711), que era, posible duque de la
Bética. La elección era constitucional, pues se efectuó conforme a derecho, mediante
el procedimiento de la elección. Pero los componentes del clan witizano, que estaba
acaudillado por Sisberto y Oppa, hermanos del rey difunto, consideraron a Don
Rodrigo un usurpador y estaban dispuestos a recuperar el trono aunque fuese con la
ayuda de los musulmanes. Un enigmático personaje, Don Julián, cliente del difunto rey
Witiza, actuó de mediador para que los musulmanes intervinieran en España en apoyo
de las pretensiones políticas de los witizanos.
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