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VERSION DIGITAL AÑO 2020


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Zenobio Saldivia Maldonado
Francisco Díaz Céspedes

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Se prohibe cualquier tipo de reproducción total o parcial.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, transmitida
o almacenada, sea por procedimientos mecánicos,
ópticos o químicos, incluidas las fotocopias.
El editor autoriza citas en revistas, diarios o libros,
siempre que se mencione la fuente.

Título:

© Bravo y Allende Editores


© Zenobio Saldivia Maldonado
© Francisco Díaz Céspedes

Derechos Reservados
Primera Edición 2020
Inscripción Nº 232.743
I.S.B.N. 978-000-000-000-0

Diseño y Diagramación
Ricardo Mora Quiroz

Se terminó de imprimir en
el mes de Octubre de 2020

Impreso en Chile / Printed in Chile

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Índice

Pág.
– Prólogo (Dr. Walter Cornejo Báez, Ica, Perú) ...................................... 7
– La ciencia como objeto de estudio ................................................ 11
– Paradigmas que han incidido de manera relevante en la
marcha de las ciencias ................................................................... 21
– Epistemología, progreso y diseño ................................................. 45
– Introducción al concepto de causalidad en David Hume .............. 57
– El positivismo y su impacto en Chile ............................................ 75
– Jean Piaget y la Teoría de la Evolución de la Inteligencia
y los Niños en Latinoamérica ........................................................ 93
– Principales diferencias y semejanzas en la prosa epistémica
de Lakatos y Bachelard ................................................................. 111
– La visión de Paul Feyerabend en torno a los modelos
científicos de Newton y de Einstein .............................................. 135
– La identidad latinoamericana: una búsqueda de siglos ................. 149
– Aproximaciones al concepto de ciencia en Einstein, Popper
y Feyerabend ................................................................................. 163
– Palabras finales .............................................................................. 171
– Bibliografía empleada ................................................................... 175

5
6
Prólogo

Para este académico e investigador formado en la Universidad Nacional


Mayor de San Marcos de Lima, Perú, esta ocasión de presentar una nueva
obra de los autores Saldivia Maldonado y Díaz Céspedes es un gran honor
dado la trayectoria de estos autores. El primero es un destacado docente
de la Universidad Tecnológica Metropolitana de la República de Chile,
cuya línea de trabajo cubre la epistemología y la historia de las ciencias
de Chile y de otros países de América. A su vez, el segundo investigador
también se encuentra trabajando en temas de filosofía de las ciencias,
en la Universidad de Santiago de Chile y su campo es afín a la anterior,
complementando la labor del Dr. Saldivia.

Por ello, estamos ciertos que el presente trabajo marca un hito sin
precedentes en el nivel académico de las áreas mencionadas, dado que los
tópicos que se abordan en este texto son novedosos y relevantes para la
reflexión de nuestros estudiantes universitarios de los distintos países de
América. Con base en este propósito, estimamos también que a partir de
la lectura de estas páginas se está brindando a la comunidad universitaria
de Chile y otros países de nuestro continente, una oportunidad para
contar con elementos teóricos que permitan desarrollar nuevos avances
en el desarrollo de las disciplinas de la epistemología y de la historia
de la ciencia. Así, nuestros docentes y alumnos insertos en un proceso
de aprendizaje colaborativo, pueden activar, reflexionar y fortalecer sus
conocimientos tanto teóricos como metodológicos y dar énfasis a la
investigación como una actividad académica responsable, necesaria y
comprometida con la ciencia, la profesión elegida y las demandas de la
sociedad.

Sabemos que esta tarea de capacitación en la investigación científica,


involucra tener dominio cognitivo y metodológico, ánimo crítico y
divergente, perseverancia en la consecución de metas, capacidad de

7
autocontrol y compromiso social, científico y profesional; características
todas que por lo demás ya hemos observado en los autores de este libro,
por ejemplo en las charlas y conferencias en Ica, Huancayo y Lima del Dr.
Saldivia, o los trabajos del investigador Mg. Francisco Díaz en Buenos
Aires o Río de Janeiro entre otros.

Ahora bien, desde el punto de vista de los contenidos, este ensayo


presenta una selección de documentos de apoyo, tales como: la idea
de ciencia y su objeto de estudio, una identificación y análisis de los
paradigmas más frecuentes que se utilizan en la actualidad, un acercamiento
desde la epistemología hacia el diseño como disciplina y profesión, una
elucidación sobre una característica del trabajo científico contemporáneo
como por ejemplo la interdisciplinariedad, las características de la idea
de causalidad en David Hume, algunas corrientes epistémicas como
el Positivismo, implicaciones de la Epistemología Genética de Jean
Piaget y su teoría evolutiva para estudiar la inteligencia de los niños
latinoamericanos, las diferencias y semejanzas de la prosa científica de
destacados epistemólogos contemporáneos como Lakatos y Bachelard, o
notas sobre la audaz propuesta epistemológica del anarquismo cognitivo
de Feyerabend.

Por otra parte, no cabe duda también que este trabajo es una manifiesta
continuación del texto del Dr. Saldivia: Ensayos de Epistemología
Contemporánea, publicado en Chile en el año 2012 y que reunió diversos
temas de interés epistémico relacionados con disciplinas tales como la
sociología de la ciencia, la metodología científica, la prospectiva y la
epistemología como sustrato de la ciencia jurídica y de la enseñanza de
las ciencias.

Por ello este trabajo que tengo el placer de prologar, complementa el


esfuerzo de reflexión sistemática que viene realizando el Dr. Saldivia e
integra nuevas miradas con el aporte del coautor, el magister Francisco
Díaz C. De este modo, se ofrece al lector una nueva y más completa visión

8
sobre la temática tantas veces trabajada pero nunca totalmente cerrada,
de la identidad latinoamericana, pero ahora desde un enfoque holístico
que cubre filosofía, literatura, pintura, arte e historia, entre otras miradas.

Así, estamos ciertos que este texto: Lecturas de Epistemología,


podrá motivar el aprendizaje de nuestros universitarios basado en los
presupuestos teóricos “de la ciencia de las ciencias”, cuyo estudio y
análisis reflexivo, los llevarán a tener a la vez ideas nuevas, buena
información y buena técnica de trabajo, porque como dijo el físico teórico
estadounidense Robert Oppenheimer: “Investigar significa pagar la entrada
por adelantado y entrar sin saber lo que se va a ver”.

Dr. Walter Cornejo Báez


Decano del Colegio de Psicólogos del Perú
Consejo Directivo Regional, Ica, Perú, 2019.

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10
La Ciencia como Objeto de Estudio

Zenobio Saldivia Maldonado


U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Dentro de la cultura contemporánea, la ciencia como objeto de


estudio puede ser analizada desde diversas perspectivas; v. gr.: histórica,
sociológica, o filosófica. Para el primer caso se recurre frecuentemente a
la historia de las ciencias, y ahí nos encontramos con diversos enfoques
para el análisis, entre los que se destacan: el internalista y el externalista,
de acuerdo con el énfasis con que privilegien la fuente de generación
cognoscitiva. Esto es, la propia ciencia o la sociedad, respectivamente.
Desde la disciplina de la sociología, a su vez, podemos adentrarnos
en los tópicos epistemológicos, desde el ángulo de la sociología de
la ciencia, o de la sociología del conocimiento, por ejemplo. Y para
el ámbito filosófico, lo más apropiado es el análisis proveniente de la
epistemología. Desde el ámbito de la historia de las ciencias, es posible
visualizar por ejemplo, una mirada crítica sobre la génesis y el dinamismo
de las teorías químicas, físicas y biológicas; una preocupación para
determinar el aparecimiento de los aparatos e instrumentos que permiten
la mensuración de los fenómenos o procesos del universo y su vinculación
con el incremento de los conceptos teóricos y operativos de las ciencias
empíricas; a menudo también, encontramos estudios sobre las diversas
revoluciones de determinados corpus teóricos que han traído aparejado
un avance significativo en la comprensión científica del mundo, y otros
tópicos de esta naturaleza.

Por su parte, la perspectiva de la sociología de la ciencia, focaliza


la atención en la descripción y análisis de las formas de organización
institucional de las comunidades científicas; en las interacciones de los
hombres de ciencia con el resto de los componentes del marco social;

11
en el uso de los descubrimientos científicos y en las consecuencias de
los mismos para los distintos estamentos sociales; o en la presencia de
determinadas formas de ideología en el proceso de investigación científica.
Y en cuanto a la perspectiva filosófica para estudiar a la ciencia, el análisis
epistemológico puede provenir ora de la filosofía tradicional, ora de las
propias comunidades científicas, cuyos miembros ven que sus paradigmas
en uso no ofrecen respuestas adecuadas a una lógica de la investigación
científica, frente a los nuevos posibles o nuevos observables. Desde esta
perspectiva, los tópicos de interés para el análisis del proceso cognitivo en
general y de la génesis y desenvolvimiento científico, son prácticamente
innumerables; sin embargo, lo que se explícita a continuación, pretende ser
una muestra ilustrativa acerca de los temas de interés de la epistemología
contemporánea.

Ciencia Pura y Ciencia Normal

El concepto “ciencia pura” es una mera abstracción, es una


diferenciación intelectual de obras y cometidos humanos. La ciencia real
es lo existente en la sociedad y en sus interacciones con el resto de la
cultura, con la tecnología y con otras expresiones humanas. La ciencia es
un conjunto de actividades en desarrollo que se caracteriza por el empleo
de métodos rigurosos y por la exigencia de procedimientos verificativos.
Habitualmente a estas actividades que realizan distintas comunidades de
individuos especializados se les denomina “ciencia normal”.

La ciencia trata de explicar el mundo, de darle una coherencia lógica,


de aportar un sentido para la comprensión de los hechos del mundo. Pero
el sentido, la orientación última no es del mundo, es del científico; o
mejor aún, de las comunidades científicas. El mundo no está estructurado
de por sí de un modo unívoco. Somos nosotros los que lo estructuramos
al proyectar sobre él nuestros conceptos.1 Así, el universo es caos y es

1. Mosterín, Jesús: Conceptos y Teorías en la Ciencia, Alianza Editorial, Madrid 1984,


pág.12.
12
el científico el que interpreta este caos y ordena explicativamente los
hechos del mundo, al mismo tiempo que cumple una tarea descriptiva y
productiva sobre los mismos.

La ciencia normal está fuertemente vinculada a la técnica, puesto


que casi todos sus resultados, sus informaciones y conocimientos
específicos, luego de ser aprehendidas, van dirigidos a fines prácticos,
principalmente utilitarios, productivos, industriales e incluso bélicos.
Así esta convergencia entre el interés científico y el espíritu práctico
de la técnica, ya se visualiza en el auge y desarrollo sostenido de las
sociedades y academias científicas propias del Siglo de la Ilustración. Los
miembros de estas florecientes comunidades, se dedicaban tanto al estudio
de las ciencias naturales, como a la realización de experimentos y a la
investigación de aplicaciones prácticas de los conocimientos científicos
de la época. Muchos de los informes de estas entidades dan cuenta de una
manifiesta preocupación por los asuntos técnicos, v.gr. el empleo de los
gases y vapores, relojes más exactos, o la preparación de “los tintes, la
fabricación de mejores telas, la ventilación de las prisiones, etc.”2

En el Siglo XIX, la conexión ciencia-técnica se consolida con los


nuevos requerimientos cognitivos de la Revolución Industrial, en sus
fases más avanzadas. En Chile también en este período, se visualiza el
mismo espíritu pragmático que rodea a la actividad científica de la Europa
decimonónica. Así, por ejemplo, Claudio Gay en su Historia Física y
Política de Chile destaca para la industria naciente, el conocimiento de
alguna especie de flora o fauna nacional, v.gr. ora una salicornia (para
jabones) o una rosella (para tinturas).3

2. Forbes, R.J.: La Conquista de la Naturaleza, Monte Ávila Editores, Caracas, 1969, pág.
45.
3. Cf. Barros Arana, Diego: “Don Claudico Gay y su obra”, Revista Chilena... T. III, J.
Nuñez Editor, Stgo. 1875, pág. 232.

13
Actualmente en la práctica, lo que se observa es un proceso de
desarrollo incrementante científico-tecnológico, con un carácter dialéctico.
La separación es únicamente mental, lo que efectivamente existe es el
proceso, el continuo ciencia-tecnología-ciencia; o como diría Heráclito,
es el fluir, lo esencial, el devenir de un estado al otro, retroalimentándose
y complementándose sin detenerse jamás. Así entonces, hoy la ciencia
y la tecnología constituyen un proceso compacto, más que un o unos
resultados específicos de cada ámbito.

Algunos Problemas Epistemológicos

Entre los problemas que actualmente se manifiestan al interesado


en comprender la génesis y el desarrollo del conocimiento científico,
la literatura especializada ofrece una gama muy amplia. Sin embargo,
pensando en los estudiantes de ingenierías o de universidades
principalmente tecnológicas, que pudieran leer estas notas; tal vez los
más relevantes serían los siguientes: la aprehensión cognoscitiva, la
demarcación entre ciencia y metafísica, el análisis de los conceptos
científicos, los límites de la ciencia y la tecnología, las formas de hacer
epistemología, la unidad de las ciencias, el problema de las dos culturas
(Ciencias versus Humanidades), entre tantos otros. Abordar, desde luego,
todos los tópicos, excede las pretensiones de este capítulo. Por ello
analizaremos aquí sólo la aprehensión cognoscitiva, el análisis de los
conceptos científicos y la demarcación entre ciencia y metafísica.

La Aprehensión Cognoscitiva

Se denomina así, al estudio de la adquisición del conocimiento; esto es,


a la tarea de dilucidar cómo es que acontece el conocimiento científico y el
conocimiento individual, desde la génesis ontogenética hasta la conquista
de las nociones y estructuras científicas. Esto significa, por una parte,
explicitar la formación de los contenidos cognoscitivos y comprender el
dinamismo de las operaciones lógico-matemáticas que implica el proceso

14
de captación intelectual. Por otra, es una temática que sugiere el estudio del
desarrollo de las distintas formalizaciones incrementantes, en lingüística,
matemática y lógica; así como también una manera de demandarle a las
ciencias formales en general, una expansión de sus estructuras lógicas
para que colaboren en la tarea de dar cuenta de las nuevas interacciones,
de los nuevos observables, o de los “nuevos posibles” al decir de Piaget.
Tales interacciones acotadas entre los objetos de estudio, se obtienen
cotidianamente gracias al avance de la ciencia normal. La cuestión
cognoscitiva, dentro de la epistemología es más que un simple problema
inserto en un universo de temas a dilucidar. Es un hito en la marcha de la
inteligibilidad, un momento del desenvolvimiento de la razón para analizar
sus propios límites y para determinar la validez del propio conocimiento.
Tradicionalmente, el conocimiento ha sido percibido intelectualmente
como una construcción histórica de visiones de mundo, características
de un tiempo histórico determinado. Más recientemente, el análisis del
conocimiento focaliza la atención tanto en el rol del sujeto como en el
rol que desempeña el objeto. Ello enfatiza la interacción como génesis
de las construcciones cognoscitivas. A su vez, tanto la epistemología
como la sociología de la ciencia contemporánea, están muy interesadas
en lograr una explicación acerca de la base ideológica del conocimiento.4
Lo anterior, sugiere un mayor énfasis en analizar el conocimiento en su
construcción histórica misma; esto es, en los estadios de desarrollo en
el cual determinadas verdades alcanzan el nivel de tales. Las tendencias
contemporáneas, por tanto, indican una mayor preocupación por las
condiciones históricas y epistemológicas en las cuales se obtiene el saber.
Ello está aparejado a los criterios de validez que utilizamos para determinar
un conocimiento como verdadero. Se estaría produciendo así, un viraje
en el interés cognoscitivo; más que estudiar el resultado, o el producto
final del conocimiento (el carácter pragmático de la investigación). Así,
actualmente se estaría llamando la atención en el proceso mismo de la

4. Cf. Bunge, M.: Sociología de la Ciencia, Ed. Siglo Veinte, Bs. Aires, 1993.

15
gestación del conocimiento (en las distintas etapas de su construcción). Éste
es, por ejemplo, el camino seguido por Jean Piaget y otros constructivistas
que privilegian la identificación y el dinamismo de las estructuras, como
una forma de estudiar el conocimiento desde dentro.

La Demarcación entre Ciencia y Metafísica

Dicho problema ha sido una de las grandes temáticas de la epistemología


contemporánea y ha motivado los esfuerzos de los exponentes de las
distintas corrientes de la filosofía de la ciencia, desde los comienzos del
siglo XX. Tiene una raigambre positivista, puesto que ya los positivistas
lógicos fueron los primeros en formularlo. Para ellos, el conocimiento
científico es aquel tipo de saber que utiliza proposiciones lógicas o
proposiciones que pueden ser verificadas por la experiencia (exigencia
de la verificación). Las proposiciones filosóficas, al no cumplir con el
requisito mencionado, no pueden ser consideradas ni como verdaderas
ni como falsas; por lo tanto, debían ser consideradas como proposiciones
“sin sentido”. Y los nuevos enunciados resultantes de las combinaciones
de las mismas serían “pseudoproblemas”. Así, un discurso que utilice
estos tipos de proposiciones sin sentido, no participarían del conocimiento
científico y quedarían en el terreno de la metafísica.

Otros autores, v.gr. Piaget, comparten también la exigencia de la


verificación experimental para las proposiciones científicas, pero éste
investigador estima además que el problema no está en el ámbito de la
lógica formalizante, sino más bien en el ámbito metodológico y lo expresa
en estos términos: “... cualquier problema según el modo como se lo
plantee, y una vez bien delimitado, puede convertirse en un problema
científico....” 5 Por tanto, si en torno a un problema específico, es posible

5. Piaget, Jean et al.: Debates sobre psicología, filosofía y Marxismo, Amorrortu Editores,
Bs. Aires, 1973, pág. 14.

16
delimitar bien el objeto de estudio y aplicar sobre él un método que cumpla
con los cánones científicos, entonces ese contenido puede llegar a ser
científico. De este modo, la visión piagetiana no considera la existencia
de fronteras definitivas entre filosofía y ciencia, a lo más consideraría
un tiempo de espera para que ciertos contenidos alcancen el estatuto
científico.

Popper por su parte, plantea que el científico analiza detenidamente las


nociones de “ciencia empírica” y “metafísica”, para evitar que la primera
incluya proposiciones de la metafísica y reduzca así, las probabilidades
de tener contenidos equivocados. Sugiere, además una nueva convención
para las comunidades científicas; que el criterio de demarcación no sea la
verificabilidad sino la falsabilidad. Ello indica que el discurso científico
sería tal, no porque sus proposiciones que constituyen hipótesis, sean
susceptibles de ser verificadas por los pasos del método experimental;
sino porque tales hipótesis puedan ser refutadas o falseadas por otros
enunciados. Lo anterior, requiere previamente, de la formulación de
al menos, un enunciado básico que contradiga el enunciado científico
sometido al proceso de falsación; si no es éste el caso, continúa siendo
válido el enunciado sometido a falsación.6

En rigor, hay que reconocer que existen también otras posiciones


para analizar el tema, pero los enfoques precedentes parecen ser los más
importantes. Y de tales argumentos es posible obtener, al menos, dos
conclusiones:

1.- Las comunidades científicas continúan ininterrumpidamente con su


tarea rutinaria de ciencia normal, sin detenerse a clarificar el problema
de la demarcación, porque para ellos es más importante la praxis
científica que la discusión conceptual.

6. Cf. Popper Karl: La lógica de la investigación científica, Ed. Técnos, Madrid, 1971.

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2.- La discusión epistemológica sobre este tópico, continúa entonces,
principalmente entre los filósofos de la ciencia, los sociólogos del
conocimiento y los epistemólogos provenientes de las ciencias; pero
sin alcanzar aún un acuerdo intersubjetivo sobre el límite entre ciencia
y metafísica.

El Análisis de los Conceptos Científicos

La epistemología cumple también el rol analítico de estudiar la


estructura del discurso; principalmente por su interés en el análisis de los
conceptos que empleamos en la vida cotidiana y en la esfera científica.
Ello, para determinar sus relaciones con el significado de otras nociones
científicas. Esta tarea no la realizan los miembros de las comunidades
científicas, como ya se ha mencionado, porque para ellos es una actividad
“incidental”; en cambio sí se realiza en el ámbito filosófico porque aquí
pasa a ser una labor “esencial”. Recuérdese que de ordinario, la función
del filósofo ha sido la de exigir una clarificación o una mayor precisión en
el uso de nuestros conceptos. Por ello, Platón desarrolla su arte dialéctico,
por ejemplo. Al analizar el sentido exacto de los conceptos que empleamos
en los diversos cometidos humanos, la epistemología cumple una fase
previa para posteriormente colaborar con la tarea científica de dar cuenta
de los hechos del mundo. Por lo demás, uno de los roles tradicionales de la
filosofía ha sido el análisis del lenguaje; esto es, el análisis del discurso que
empleamos cuando hablamos del cosmos, de la naturaleza, de la sociedad
o de nosotros mismos; no en vano siguen vigentes los principios lógicos
y los cánones de corrección formal del pensamiento, que la ciencia debe
a la lógica clásica –disciplina esencialmente filosófica– que colabora en
la formulación de hipótesis y en los enunciados científicos en general,
tanto en su fase de investigación cuanto en su fase de difusión.

Por otra parte, al estudiar las nociones científicas por ejemplo, se centra
la atención en una función denominada análisis formalizante del lenguaje.
De este modo, se alcanza una teorización sobre una de las conquistas

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científicas más preciadas: sus conceptos específicos. Así, una porción
significativa de la literatura de la filosofía de la ciencia, corresponde a una
teorización de los resultados científicos, a la clasificación de la ciencia y
al análisis del discurso científico en general.

El argumento precedente, sugiere una colaboración entre filósofos


tradicionales, epistemólogos y científicos en general, para la propia
comprensión que poseen estos últimos, sobre los conceptos que utilizan. Es
también una forma de aportar nuevos elementos de juicio para la reflexión
sobre los fundamentos de las distintas disciplinas. La epistemología es
por tanto, un universo de trabajo donde la perspectiva de las humanidades
no queda en el olvido, sino al contrario, es un reservorio que hay que
cautelar para que su presencia no quede invisible dentro de la actividad
y en el télos de la ciencia.

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Paradigmas que han Incidido
de Manera Relevante
en la Marcha de las Ciencias

Zenobio Saldivia Maldonado


U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Actualmente la noción de paradigma está de moda, y prácticamente no


hay texto de filosofía o Programas de Maestrías, en la mayoría de nuestras
universidades que no lo estudien y/o apliquen en sus disciplinas. Pero lo
más conveniente para penetrar analíticamente en dicha noción, y poder
llegar así a seleccionar luego los paradigmas que más han contribuido
al desarrollo científico en general, nos obliga al menos en lo inmediato,
a pensar en los criterios que pueden emplearse para acometer una
investigación de esta naturaleza y que articule así tanto a los paradigmas, a
la historia de la ciencia y a ciertos incrementos cognitivos que ha gatillado
la marcha universal de la ciencia. Desde esta perspectiva por tanto, resulta
aconsejable contar con una definición básica sobre “paradigma” que nos
permita medir, revisar o sopesar su impacto en la evolución científica.

Por otra parte, resulta conveniente además, consignar la tendencia


analítica o la mirada crítica e historiográfica que se tomará como directriz
para apreciar la evolución científica. Así, para lo primero, hacemos constar
que utilizaremos una definición amplia que descansa principalmente en
una raigambre kuhniana, tal como veremos a continuación. Y para lo
segundo, dejamos de manifiesto, que nuestro enfoque para ver el impacto
de los paradigmas que más han estimulado la evolución científica,
considera un marco explicativo externalista y constructivista; esto es, que
nos situaremos desde una perspectiva que considere las distintas variables
que desde el marco social inciden en la praxis científica, y no sólo desde la
mirada internalista, que ve la marcha científica como una entidad gremial

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e intelectual cerrada y centrada en sí misma. Y constructivista porque se
privilegiarán aquí algunas nociones del constructivismo piagetiano, para
apreciar y dilucidar las novedades científicas.

La Definición de Paradigma

A este respecto, es ya muy conocida la noción de paradigma que nos


ha legado Thomas Kuhn, en su libro La Estructura de las revoluciones
científicas (1962), aparecido en la década del sesenta del Siglo XX; en
dicha obra, el autor define “paradigma” como un modelo o patrón aceptado
por la comunidad científica en sus tareas rutinarias.7 El mismo autor, sin
embargo, le atribuye más tarde otros significados; entre éstos, lo asocia a
un conjunto de normas, valoraciones, reglas y procedimientos que utiliza
un marco teórico que posibilita la elección de problemas y la selección de
técnicas con las cuales analizar los observables de interés científico. En
otro lugar, sugiere entenderlo como “…un logro científico fundamental,
que incluye una teoría y alguna aplicación ejemplar a los resultados de
la experimentación y la observación”.8

En todo caso, cabe tener presente que desde la perspectiva de Kuhn,


los paradigmas, siempre vienen aparejados a una revolución científica
específica; e incluso en algunas ocasiones el autor le atribuye un sentido
muy amplio, como una visión general del mundo. Ello deja de manifiesto
que dicho modelo explicativo es el resultado de una revolución que se
viene incoando en la propia comunidad científica, hasta que la teoría o
los enunciados esenciales que postula, son aceptados por la tal o cual
comunidad científica, en vistas de la conformación empírica y del mayor

7. Cf. Kuhn, Thomas S.: La Estructura de las Revoluciones científicas, Ed. Fondo de Cultura
Económica, México D. F., 1982, p. 51.
8. Kuhn, Thomas S.: “Los paradigmas científicos” en: Barnes, B. et al: Estudios sociales de
la Ciencia, Alianza Editorial, Madrid, 1980, p. 89.

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rango explicativo de estas nuevas teorías. Y situados desde esta perspectiva,
queda claro que habría ciertos paradigmas exitosos que han estimulado
o contribuido a innumerables avances en astronomía, en las ciencias de
la vida, en las ciencias fisicoquímicas o en las ciencias de la tierra, por
ejemplo. Para el primer caso, piénsese en la Teoría Heliocéntrica, que
deja atrás el Modelo planetario centrado en el Geocentrismo. Para el
caso de las ciencias de la vida, la Teoría de la Evolución, se nos aparece
en gloria y majestad como un paradigma muy persistente, que deja en el
recuerdo las explicaciones fijistas, estáticas, catastrofistas o puramente
creacionistas sobre los exponentes del mundo orgánico. Para el ámbito
físico-químico, la Teoría de la Combustión, resulta un claro exponente
que en el siglo XVIII, –gracias a Antoine Louis Lavoisier– quien da
cuenta de la presencia del oxígeno en los procesos de la combustión, y
con ello deja definitivamente atrás a la Teoría del Flogisto sostenida por
los químicos del Siglo XVII. A su vez, en el campo de las ciencias de la
tierra, la Teoría de Placas, que corresponde en parte a una consecuencia
de la Teoría de la Evolución, pero dentro del universo inorgánico, deja en
el pasado los enfoques deterministas o creacionistas y muestra una clara
concatenación con el dinamismo en general del mundo orgánico y del
universo abiótico. Chile, por ejemplo, desde esta perspectiva, se encuentra
sobre uno de estos pedazos de la placa Sudamericana.

Y a su vez, en la mitad del Océano Pacífico desde el centro de la tierra,


emerge la placa de Nazca, la cual avanza hacia el oeste hasta colisionar
con la placa Sudamericana para posteriormente hundirse bajo ella.
Dichas placas avanzan en sentido contrario a unos 10 centímetros por
año. Dichos movimientos ocasionan los terremotos, tan conocidos por
nuestra historiografía chilena que durante el siglo diecinueve llamaron
poderosamente la atención de viajeros como Maria Graham o de científicos
como Charles Darwin entre otros, durante sus exploraciones en esta joven
República.

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Y por cierto, volviendo a Kuhn y los paradigmas, encontramos también
otros autores que continúan con la difusión e ilustración de la noción
de paradigma haciéndola extensiva a nuevos campos disciplinarios. Es
el caso por ejemplo de Guillermo Briones, quien desde el campo de las
ciencias sociales, concibe dicho concepto como “...una concepción del
objeto de estudio de una ciencia, de los problemas generales a estudiar,
de la naturaleza de sus métodos y técnicas, de la información requerida y,
finalmente, de la forma de explicar, interpretar o comprender los resultados
de la investigación realizada”.9

Más recientemente, el término “paradigma” se populariza aún más,


con la difusión del vídeo “Descubriendo el futuro” (1984), del futurólogo
Joel Barker; quien, presentando amenamente diversos ejemplos de
innovaciones tecnológicas e industriales, tales como los relojes digitales
y la fotocopiadora, lo hace extensivo al ámbito tecnológico, al campo de
la industria, de la mercadotecnia y de la gestión empresarial en general.
Hoy ya existen diversos vídeos de este autor en Youtube.com.

Claro está, en todo caso, que los distintos estudiosos tanto de la


epistemología como de las disciplinas sociales, muestran algunas
correlaciones entre sí y también algunas divergencias en cuanto al empleo
de dicho término. Lo relevante, para nuestro propósito es tener presente
que la noción en comento, en la actualidad tiene una denotación muy
amplia, pero que coincide según la mayoría de los estudiosos en algunos
puntos convergentes, tales como: que alude a un compromiso valórico
y a una determinada parsimonia de trabajo científico, que incluye una o
unas teorías en boga dentro de un o unos campos disciplinarios; que es una
cosmovisión o una manera de mirar y entender el mundo, y que la misma

9. Cf. Briones A., Guillermo: “Epistemología de la investigación”, Módulo I, Curso Educación


a distancia: Métodos y Técnicas avanzadas de investigación aplicadas a la educación y
a las Cs. Sociales., Stgo., 1989.

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incluye un conjunto de criterios, métodos e instrumentos de trabajo, al
cual se adscriben consciente o inconscientemente los investigadores de
un o unos campos científicos determinados.

Por tanto, considerando tales correlatos en relación al significado de la


voz paradigma, al hacerlo extensivo al universo de las tareas propias de
la historia de la ciencia, podemos entenderlo por nuestra parte como un
marco teórico y metodológico muy amplio que posibilita una determinada
visión de la naturaleza y de la sociedad y que contribuye a la explicación
y descripción de los fenómenos y observables propios de la investigación
científica en cada uno de sus campos específicos. Lo relevante es en todo
caso, tener presente que la descripción y explicación de determinados
referentes orgánicos o inorgánicos que un científico pueda aportar al
incremento cognitivo, estará inevitablemente comprometido con el
marco teórico o el modelo explicativo utilizado por su comunidad de
especialistas y que la teoría en boga, puede tener mayor o menor alcance
explicativo que otras, pero que nunca será la definitiva, constituyendo así
una aproximación entre la tríada teoría-hipótesis-hechos, que caracteriza
a la investigación científica.

Paul Feyerabend y el Anarquismo Cognitivo

Por cierto, dentro del universo de enfoques sobre la ciencia como forma
de adquisición cognitiva, hay también posiciones radicalizadas y muy
críticas; como es el caso de Paul Feyerabend que ha criticado duramente a
la ciencia tradicional, en sus libros tales como: Contra el Método (1970),
La Ciencia en una Sociedad Libre (1978), Adiós por la Razón (1987).
Pero es justamente en el primero donde articula su Teoría anárquica del
conocimiento, a partir de su conocida tesis: “todo vale en el conocimiento
científico”, popularizada a partir de la publicación de este texto.10

10. Feyerabend, Paul: Contra el Método, Ed. Ariel, Barcelona, 1981.

25
Para este autor, la denominada racionalidad científica en que descansa el
método científico, con sus cánones y parsimonia obligatoria; en síntesis, no
corresponde a un espíritu verdaderamente crítico y pluralista que debería
existir en el proceso de investigación científica y por tanto, a su juicio,
esa forma tradicional de ejercer la racionalidad científica, no es el pilar
en el que descansan los nuevos descubrimientos. Ello, toda vez que para
Feyerabend, el conocimiento nuevo sólo se alcanza, justamente cuando
los científicos se alejan de los elementos constitutivos del paradigma en
uso en una disciplina y de una identificación con el éxito y el progreso
científico; esto es, cuando audazmente abandonan los procedimientos,
métodos, reglas, criterios y valoraciones, propias del ámbito de la
justificación aceptadas dentro de la investigación científica y deciden
guiarse por sus propias ideas.

A su juicio, la aprehensión cognoscitiva acontece entonces, más bien al


recurrir a una metodología que va más allá del paradigma vigente en las
distintas ciencias particulares, y que permita arribar a nuevas teorías sobre
el fenómeno o sobre el objeto de estudio específico; probando así, caminos
insospechados, hipótesis aparentemente descabelladas, procedimientos
alternativos de inducción y contra-inducción, y en general recurriendo a
cualquier procedimiento que la imaginería y fantasía del observador sea
capaz de construir. De aquí su expresión: “todo vale”. Por eso, dentro de la
serie de ejemplos históricos con los que pretende ilustrar su tesis, recuerda
a la revolución copernicana y al atomismo griego. Y confronta también
los estilos de trabajos de astrónomos y físicos para dejar de manifiesto
que no usaban todos una metodología uniforme: “Ni Galileo, ni Kepler,
ni Newton utilizaban métodos específicos bien definidos. Son más bien
eclécticos, oportunistas. Naturalmente cada individuo tiene un estilo
de investigación que da a sus trabajos una cierta unidad; pero el estilo
cambia de un individuo a otro y de un área de investigación a otra.”11 Así

11. Cf. Feyerabend, Paul: Contra el Método; op.cit., p. 48.

26
como también señala que los astrónomos de formación escolástica por
ejemplo, se negaban a usar el telescopio y cuando los menos, procuraban
utilizarlo, no veían nada; no veían las manchas solares, no veían las
protuberancias de la luna, ni las lunas de Júpiter.12 Ello es comprensible,
puesto que estos astrónomos estaban enfrentando los observables, a partir
del antiguo paradigma geocéntrico de Ptolomeo y no desde el punto de
vista de un Modelo heliocéntrico, como el que sostenían Copérnico y
Galileo. Y por otra parte, es comprensible también dicha situación, toda
vez que tal cómo hoy sabemos, cualquier instrumento científico requiere
entrenamiento anticipado y demanda un acucioso dominio previo para
interpretar adecuadamente el observable para el que ha sido construido.

Por otra parte, de la postura anárquica cognitiva de Feyerabend,


debemos rescatar la importancia que le asigna a factores tales como la
revisión metodológica, el uso de procedimientos aleatorios, el empleo
de hipótesis audaces, la confianza en la imaginería del científico o la
presencia indirecta del principio antrópico en la idea de objetividad, entre
otras. Empero, su enfoque sobre la marcha científica, más que constituir
un acicate para el progreso científico, es una explicación epistémica
muy crítica y analítica sobre la racionalidad científica y sobre su modus
operandi. Y por tanto sus planteamientos a nuestro juicio, resultan más
pertinentes cómo elementos teóricos de un curso de epistemología, o cómo
un hito epistémico contemporáneo que hace serias observaciones acerca
de cómo funciona la ciencia; más que constituir un paradigma generador
de avances científicos específicos. En rigor, es una forma de explicación
del progreso científico y no un paradigma específico en el sentido acotado
con antelación; o por lo menos, es un paradigma alternativo que impactó
más a los epistemólogos, a los filósofos y a los estudiosos de la ciencia
en general, más que a los científicos quienes siguieron con sus tareas
rutinarias de ciencia normal.

12. Ibídem., p. 49.

27
Por otro lado, sus críticas a los procedimientos propios de la comunidad
científica, aluden a la tradicional confianza extrema en el paradigma
vigente que tienen muchos científicos, y en este sentido, es un vivo llamado
a la tolerancia, a desarrollar el espíritu crítico y a no instalarse en el
dogmatismo; también es un mecanismo para lograr el adecuado equilibrio
del oficio propio del investigador que se desliza entre los criterios de
búsqueda de la objetividad científica y la amplitud de las variables de las
humanidades y la condición antrópica en el proceso cognitivo.

El Constructivismo Piagetiano

Otro paradigma aún vigente en distintas disciplinas, tales como


la psicología, ciencias sociales, educación, pedagogía, sociología
del conocimiento, epistemología e historia de las ciencias, es el
constructivismo piagetiano. Dicho modelo explicativo tiene su génesis con
los estudios sobre el desarrollo de la inteligencia infantil realizados por
Jean Piaget, ya en la década del treinta del siglo XX, con observaciones
y experimentos con niños, sobre aspectos cuantitativos y sobre las
nociones de número, velocidad, cantidad, proporciones y otras. Luego,
continúa sus investigaciones haciéndolos extensivos a diversas disciplinas,
gracias a la consolidación en la Universidad de Ginebra en 1950, de su
Centre International d’Épistémologie Génétique y también gracias a la
publicación en 1955, de su magna obra en tres tomos, Introducción a la
epistemología genética. Instancia mediante la cual deja asentada en la
comunidad científica internacional, a una nueva disciplina que se desplaza
entre las ciencias y la epistemología: la Epistemología Genética.

En cuanto a su primera fase, esta disciplina tiene su génesis en los


experimentos sobre la adquisición cognoscitiva en los niños, los mismos
los aplica Piaget primero en sus hijos, luego en los niños ginebrinos y
en la década del sesenta y setenta del siglo XX, se hacen extensivos a
los países del Tercer Mundo. Lo relevante desde la perspectiva de los
paradigmas que nos interesa, es el hecho de que su modelo explicativo: la

28
Epistemología genética, la concibe la como “...una disciplina que estudia
el paso de un conocimiento de menor validez a otro de mayor validez”,13
con lo cual acota el tema epistemológico “al estudio de la constitución de
los conocimientos válidos”14 y por ende, sitúa el problema de la adquisición
cognoscitiva en el fenómeno del conocimiento y en la comprensión del
dinamismo de las estructuras que lo constituyen.

Así, su modelo explicativo-predictivo del avance científico, permite


dar cuenta del desarrollo intelectual del niño, de una disciplina social, o
de una disciplina propia de las ciencias de la vida. O en otras palabras, su
visión del conocimiento es extensiva no sólo al hombre sino a todos los
seres vivos. La diferencia para el estudio únicamente radicaría en cuándo
y cómo van apareciendo nuevas estructuras cognitivas que bien pueden
ser conductuales y operativas en unos y lógico-matemáticas en otros,
como en el caso del ser humano. Así, desde la perspectiva del Modelo
constructivista, resulta comprensible concebir que el conocimiento sea
el resultado de una interacción mutua entre un sujeto y objeto dentro de
las variables específicas del medio. Con ello, se privilegian los aspectos
biológicos y operativos del proceso cognitivo y la construcción interna
de novedades, que en este caso serían las nuevas estructuras, con las
cuales el ser vivo o un sujeto epistémico específico tiene que habérselas
con el medio.

Desde esta perspectiva, el conocimiento es siempre un resultado


visible, un dominio efectivo de nuevas estructuras de un ser vivo que
va ampliando su dominio y comprensión sobre el medio, justamente
en la medida que va internalizando y practicando nuevos niveles de
estructuras que en el caso del ser humano terminan con el pensamiento
formal y con la profundización lógica, operativa, normativa y discursiva

13. Piaget, Jean: Logique et connaissance scientifique, Ed. Gallimard, Paris, 1967, p. 7.
14. Ibídem., p. 6.

29
de las mismas. Ello sirve de pábulo, por tanto, para homologar tanto la
adquisición cognitiva individual como la aprehensión cognoscitiva de las
comunidades científicas, tal como Piaget lo deja aclarado en obras tales
como Introducción a la Epistemología Genética, Biología y conocimiento,
Psicogénesis e Historia de las ciencias, entre otras.

Por cierto, si nos situamos desde esta perspectiva, la ciencia en su


totalidad es siempre un progreso que se caracteriza por la aparición de
nuevas estructuras lógico-matemáticas y conceptuales. Y ello dentro de
un isomorfismo entre el desenvolvimiento de la inteligencia individual
y el desarrollo de las ciencias formales, biológicas, psicosociales,
educacionales y otras. Resulta conveniente, en todo caso, reconocer la
enorme persistencia de este paradigma especialmente en ciencias de
la conducta humana, de la educación, de la psicología evolutiva, de la
sociología del conocimiento, de las ciencias sociales en general y más
recientemente en el campo de la epistemología y de la historia de las
ciencias; e incluso ha dado pie para el desarrollo de las denominadas
ciencias cognitivas; esto es, aquellas disciplinas que concilian aspectos
biológicos, neurológicos y lógico-matemáticos dentro de las cuales se
ubican las corrientes cognitivas de Francisco Varela, Humberto Maturana,
Jorge Mpodozis y otros, cuyas ideas han dejado en claro la importancia
del rol del observador y la fuerte unidad que existe entre el observable
que se desea describir y el investigador.15

Desde el punto de vista de la historia de las ciencias y del desarrollo


de las ciencias sociales, llama la atención la persistente influencia del
paradigma constructivista, el que fundado –en los años 50 como ya se
ha mencionado– aún luego de más de setenta años, continúa ofreciendo

15. Vd. por ejemplo: Maturana, Humberto: El árbol del conocimiento, Ed. Universitaria,
Stgo. O bien, Maturana H. y Mpodozis, J.: Origen de las especies por medio de la deriva
natural, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Stgo., 1992, p. 14.

30
conceptos y teorías en los campos disciplinarios mencionados. Tanto
es así, que la tendencia más moderna y remozada, denominada neo-
constructivismo, continúa como eje directriz de muchas reformas
educacionales en Chile, América y España, y ofreciendo interesantes
hipótesis sobre la realidad biológica y social del conocimiento. Luego,
si tuviéramos que enumerar algunas conquistas vinculadas a este modelo
explicativo, La Teoría de la Inteligencia, la Teoría de los Estadios evolutivos,
la Teoría de la equilibración, la Teoría del Isomorfismo biología-lógica
y otras subsumidas en el modelo constructivista, nos indican que en los
campos de la psicología, de la sociología del conocimiento, de las ciencias
sociales, así como en el ámbito de la historia de las ciencias en general
y de la historia de las ciencias en América, en especial, ha contribuido
con interesantes hipótesis y nuevas explicaciones sobre los procesos de
institucionalización de la ciencia en los países de América.16

El Racionalismo Científico

Ahora bien, como los paradigmas existentes en el universo de la


epistemología contemporánea, son demasiados para ser analizados en una
modesta exposición de esta naturaleza, nos vemos obligado a seleccionar
de entre los existentes, los mencionados, pero es prácticamente un deber
mencionar también el “racionalismo científico” de Mario Bunge, que
sostiene que el conocimiento científico requiere de verdades necesarias
y momentáneas y que los resultados observables de la ciencia como
institución social se perciben en la ordenación de sistemas deductivos, o

16. Vd. trabajos tales como: Saldivia M., Zenobio: “¿Qué puede aportar Piaget a América
Latina?”, Revista Solar, Stgo., Nº1, 1991. O también:
Berríos C., Mario y Saldivia M., Z.: “Una propuesta constructivista para el análisis
epistémico en América Latina”, Revista Trilogía, U. Tecnológica Metropolitana, Stgo.,
Vol. 16, Nº 25-26, 1996-1997. O también: Berríos, M. y Saldivia, Z.: “La construcción de
un concepto de ciencia en Chile: Manuel de Salas y Claudio Gay”, Revista de Sociología,
U. de Chile, Stgo., Nº8, 1993, entre otros.

31
en la coherencia y uniformidad en el ejercicio de la adquisición cognitiva;
tal como se señala en sus obras, entre las cuales, recordemos al menos:
Investigación científica, Epistemología y Racionalidad y realismo, entre
otras.17 Desde esta perspectiva, por tanto, queda claro que la historia de
las ciencias es la marcha de nuevas verdades que son el resultado de la
totalidad del corpus científico y del orden tecnológico imperante. Y en este
mismo camino, pero desde la perspectiva de la historia de las ciencias, se
ubicaría George Sarton, quien concibe a la ciencia como un continuo de
verdades y de resultados en constante progreso, pero esencialmente abierta
a los avatares de las influencias culturales de Oriente y Occidente, tal como
lo deja de manifiesto en su obra: Ensayos sobre la ciencia.18 Y justamente
desde esta perspectiva difundida desde los años sesenta del siglo XX, su
visión ha servido para desarrollar la investigación y la comprensión de
la construcción científica de Estados Unidos y de los países anglófonos
y europeos, entre otros.

La Arqueología del Saber

También, el modelo de la “Arqueología del saber” de Michel


Foucault, entre otros, merece una mención especial, toda vez que su
análisis sobre el discurso científico en general, deja de manifiesto que
la comunidad científica no está ajena a la influencia de los códigos, o
tendencias de la cultura en la cual se desenvuelve. Ni tampoco puede
distanciarse del propio proceso discursivo que utiliza para dar cuenta de
los hechos o para representar a la naturaleza o la sociedad. Ello toda vez
que tal como lo deja de manifiesto este autor en su obra: Las palabras
y las cosas;19 las explicaciones y/o descripciones de los observables de

17. Cf. Bunge, Mario: La investigación científica. Y del mismo autor: Racionalidad y realismo,
Ed. Alianza Universidad, Madrid, 1985.
18. Cf. Sarton, George: Ensayos de Historia de la Ciencia, Ed. Uthea, México D.F, 1968.
19. Foucault, Michel: Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI, México D.F. Madrid, 1999.

32
interés de la comunidad científica, se entrecruzan con el entramado del
lenguaje. O dicho en términos del propio Foucault: “...la naturaleza sólo
se ofrece a través de la reja de las denominaciones, y ella que sin tales
nombres, permanecería muda e invisible, centellea a lo lejos tras ellos,
continuamente presente más allá de esta cuadrícula que la ofrece, sin
embargo, al saber y sólo la hace visible atravesada de una a otra parte por
el lenguaje.”20 Lo anterior es relevante, puesto que al aplicarlo a la historia
de las ciencias, las disciplinas interesadas, por ejemplo a los fenómenos
del mundo orgánico en general, como el caso de la Historia Natural de los
siglos XVIII y XIX, únicamente estarían haciendo nuevas contribuciones
en la medida que logren dejar atrás el estatismo o fijismo de los discursos
y nombres consagrados para explicitar el mundo natural. Y justamente
el esfuerzo de toda la Historia Natural, así considerado sería bifronte:
por un lado va dando una nueva ordenación del universo biótico de las
distintas regiones del mundo, y por otra, va consolidando una terminología
más precisa que supera la fábula u otras maneras tradicionales de hacer
representaciones discursivas sobre el mundo natural. Así, la botánica, la
farmacopea, la geografía, la taxonomía y otras disciplinas habrían seguido
este doble derrotero.

Pero como nuestro objetivo central apunta a apreciar el impacto de


ciertos paradigmas en la marcha científica, es conveniente considerar
también corpus culturales, teóricos y metodológicos, que si bien no vienen
de la tradición epistemológica, si provienen del dinamismo de la cultura
y la sociedad y de su relación dialéctica; así entonces es conveniente
también considerar ciertos modos de ver el mundo, o ciertos movimientos
culturales, que de acuerdo a nuestros criterios de revisión acotados (la
definición tentativa y amplia de paradigma, y un enfoque externalista para
concebir la marcha científica), nos instan a ir más allá de las perspectivas
epistemológicas contemporáneas y la interpretación que estos autores

20. Ibídem., p. 160.

33
hacen del desarrollo científico. En efecto, partiendo de los criterios
analíticos indicados, resulta pertinente incluir algunos movimientos
culturales, filosóficos, históricos y estéticos, que en general fueron capaces
de encontrar expresiones que los hicieron llegar a la comunidad científica
universal y a sus exponentes. Entre estos, sin pretender dar cuenta de
todos, consideremos al menos al movimiento cultural, político, filosófico
e ideológico de La Ilustración, al movimiento cultural, científico, artístico
y estético del Romanticismo; o también a la corriente científica, filosófica
y cultural del Positivismo.

El Aporte de la Ilustración

En cuanto a La Ilustración, en tanto movimiento cultural e intelectual


generado a partir de mediados del siglo XVIII y hasta los comienzos del
siglo XIX, orientado hacia la primacía de la razón como eje de solución
de conflictos y hacia la difusión del conocimiento a los diversos sectores
sociales, también prendió entre los científicos, los viajeros y exploradores.
Al respecto, los ejemplos son innumerables en cuanto a sus incrementos
cognitivos, pero recordemos aquí al menos, algunos avances vinculados con
la naturaleza americana; por ejemplo el esfuerzo de Ignacio Molina, para
dar cuenta de la flora y fauna chilenas, en sus obras tales como su Saggio
sulla storia naturale del Chili (Bolonia, 1782). Y es de justicia indicar
también que este movimiento cultural y político impacta a la comunidad
científica internacional, toda vez que muchos monarcas simpatizantes de
este ideario, contribuyen a la consolidación de Academias científicas, a la
instauración de cátedras de Botánica, a la construcción de Museos y diseño
de Reales Jardines. Estos últimos por ejemplo, pasan a constituir una
clara expresión de acopio taxonómico, de conocimientos florísticos y de
gusto estético ornamental, e incluso de aplicaciones farmacológicas para
beneficio muy selectivo de miembros de la realeza. Además de lo anterior,
es prácticamente imposible olvidar la organización y puesta en marcha de
las diversas expediciones científicas y geopolíticas, hacia el Nuevo Mundo,
o hacia los territorios de Ultramar de las distintas monarquías europeas.

34
Recuérdese al respecto, los viajes de Hipólito Ruíz y José Pavón, a las
costas de Chile, Perú y otros lugares de América entre los años 1777-1778,
o los viajes de Jean François La Pérouse a distintos lugares del Pacífico,
entre 1785 y 1788, o la gran expedición global de Alejandro Malaspina,
entre 1789 y 1794, que tanto rédito significó para la ciencias de la vida,
para la geografía, la taxonomía y la farmacopea, aunque el gigantesco
acopio de sus observaciones y la abundante diagnosis de la flora y fauna
americana, sólo se analizaron muchos años más tarde. Desde el punto de
vista de la Historia de las Ciencias en Chile, es significativo, dentro de
este marco de la Ilustración, las diversas expediciones que acomete José
de Moraleda en Chiloé y la zona austral del Chile Colonial, las cuales se
realizan entre 1786 y 1801. Ello, porque significó principalmente para la
ciencia española, un incremento muy significativo; en especial en cuanto a
la hidrografía, al estudio de las mareas, a la climatología, a la astronomía
y a la actualización de cartas y derroteros náuticos.

Por tanto, lo anterior instruye como el movimiento de la Ilustración


potencia el desarrollo de la comunidad científica internacional y actúa
como un mecanismo efectivo que produce un notorio incremento en el
acervo cognitivo de las distintas disciplinas dieciochescas; entre éstas,
la navegación, la farmacopea, la balística, la hidrografía, la geografía, la
geología, la taxonomía, la botánica y la cartografía, entre tantas otras.
Por ejemplo, entre los resultados que generó este movimiento, están los
centenares de textos de geografía, de taxonomía o de historia natural en
general, en los cuales sus autores dan cuenta de los referentes orgánicos del
Nuevo Mundo. Y entre estos, recordemos aquí al menos el libro de Hipólito
Ruiz: Tratado del árbol de la Quina ó cascarilla. Con su descripción y
la de otras especies de quinas nuevamente descubiertas en el Perú, que
sale a la luz pública en 1792; o el texto del mismo autor, que dos años
después publica su Florae peruvianae et chilensis prodomus, sive novorum
generum plantarum peruvianarum, et chilensium descripciones et icones.
O el ensayo de Antonio de Ulloa, aparecido en 1792, Noticias americanas.
Entretenimientos phisico-históricos, sobre la América Meridional, y la

35
Septentrional Oriental. O el texto de Charles Marie de la Condamine,
que sale de las prensas en 1778. Relation abrégée d’un vogaye fair
dans l’interieur de l’Amerique Meridionale, après la côte de la Mer du
Sud. En rigor, la bibliografía científica que queda para la comunidad de
especialistas europeos, como resultado del impulso de la Ilustración es
extraordinariamente abundante y si se consideran las distintas ciencias de
la época, pasan de centenares, y esto focalizando la atención nada más en
los ensayos que aportan una visión sobre la naturaleza del Nuevo Mundo,
tal como lo ha estudiado Alberto Saladino.21 Por eso no resulta extraño
que en Chile, recientemente algunos investigadores como Rafael Sagredo,
traigan a presencia estos esfuerzos de circunnavegación científica, al dar
cuenta detallada de los viajes de Alejandro Malaspina en América y en
el Chile Austral, en particular.22

El Romanticismo

En cuanto al Romanticismo, por ejemplo, es innegable la notoria


influencia que este movimiento artístico cultural, histórico, estético y
científico, ejerce durante gran parte del Siglo del Progreso, impactando
transversalmente diversos ámbitos de la creatividad intelectual; por
ejemplo desde al arte y la literatura hasta en el desenvolvimiento de la
ciencias de la vida y las ciencias de la tierra en general. En el caso de
América, el Romanticismo irrumpe notoriamente después de la obtención
de la independencia política, en la mayoría de los países emancipados
de la metrópolis hispana; aludiendo a temas como la naturaleza, la
peculiar realidad social y la búsqueda de una literatura que deje atrás la
tradición hispana. Al respecto, piénsese en la influencia expansionista

21. Vd. Saladino García, Alberto: Libros científicos del Siglo XVIII Latinoamericano, U.
Autónoma del Estado de México, 1998.
22. Cf. Sagredo, Rafael: La expedición de Malaspina en la frontera austral del Imperio español,
Ed. Universitaria, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana y DIBAM, Stgo., 2004.

36
que ocasionan los trabajos de Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre,
Domingo Faustino Sarmiento, José Victorino Lastarria, Alberto Blest
Gana, Esteban Echeverría y tantos otros. Los contenidos tratados por
estos autores chilenos y argentinos, así como la prosa de los mismos,
trasuntan un nuevo modelo de sensibilidad y de valores estéticos que
pasa a constituirse en un acopio teórico relevante para abordar problemas
vinculados al marco social. Lo anterior, coincide con la consolidación
política y cultural autónoma, en que están empeñados los exponentes de
esta tendencia y que se presenta en casi todos los ámbitos del quehacer
intelectual y artístico de los países de América.

En el ámbito de las ciencias, autores como Alexander von Humboldt


y Aimé Bonpland, luego de su viaje por América Meridional, (1799-
1804), instauran con antelación los ejes de un modelo que se cohesiona
con el romanticismo literario y artístico de los inicios del siglo XIX y
que de allí en adelante generan una especie de intromisión de la búsqueda
estética en las descripciones taxonómicas de los diversos observables
de la naturaleza americana, amén de una clara convicción de apreciar
los referentes orgánicos como parte del todo del cosmos. Por ello, en la
prosa de estos científicos como los mencionados, los exponentes bióticos,
aparecen dando cuenta de sus hábitats y en su interacción con el marco
social de su tiempo, especialmente con los nativos americanos. Esto es un
acicate poderoso en taxonomía, en botánica, en farmacopea, en ictiología
y otras disciplinas, como la antropología y la etnografía, e incluso para
el desarrollo de la vulcanología, de la geografía humana, la fitogeografía
y otras. Por eso no es extraño entonces, que exploradores como Thomas
Belt y Ephraim Squier en Nicaragua, geógrafos como Karl Ritter en
Argentina, o el naturalista Jiménez de la Espada, que acompaña a otros
investigadores en la Comisión Científica del Pacífico Sur, organizada por
el gobierno español. (1862-1866); o que en Chile, botánicos como Claudio
Gay e ingenieros en minas como Ignacio Domeyko, continúen con este
modelo explicativo de lo viviente y de lo inorgánico, que se caracteriza por
la búsqueda de un equilibrio discreto entre los sentimientos del científico

37
en tanto sujeto observador y las exigencias de objetividad propias de la
diagnosis taxonómica, además de un notorio énfasis por los íconos, en
lo referente a la descripción de locus específicos y a la identificación y
clasificación de los referentes de la flora y fauna locales.

Entre los logros científicos conseguidos al alero de esta cosmovisión,


tengamos presente cuando menos, los textos de Alexander von Humboldt,
tales como su Cosmos (1845), o sus Viajes a las regiones equinocciales
del Nuevo Mundo (1805-1834); o el texto de Thomas Belt El naturalista
en Nicaragua (1874), donde este último autor por ejemplo, despliega
las notas propias del romanticismo científico y descriptivo, con visos
hipotéticos y explicativos, para identificar y describir los distintos
especímenes de la flora y fauna de dicho país centroamericano, matizado
con ilustraciones del mismo autor. La visión de la naturaleza en Belt,
corresponde a una mirada apasionada que capta un gigantesco receptáculo
orgánico e inorgánico de formas y colores infinitos que hacen posible
el desenvolvimiento de la vida y la obtención de la belleza y el goce
estético. Su prosa expresa muy a menudo el asombro ante el observable,
característica frecuente entre los científicos románticos; v. gr en su obra
ya mencionada expresa: “...mientras cabalgábamos; vimos robles y pinos
enteramente por colgantes festones, con aspecto de musgos grises, de la
Tillandsia usneesis o “barba de viejo”. No había ramita que no estuviera
agobiada por un fleco colgante, de hasta seis pies de largo que simulaba
un velo gris meciéndose al viento.... El aspecto de la región, los árboles,
matas, y flores, los pájaros y los insectos, el aromático perfume de los
pinos, todo reclamaba mi atención a cada minuto.”23

También la visión de la naturaleza nicaragüense que nos ha dejado


Ephraim G. Squier, es esencialmente una mirada romántica, interesada

23. Belt, Thomas: El naturalista en Nicaragua (Traducción y notas de Jaime Incer B.), Banco
Central de Nicaragua, Managua, 1976, p. 182.

38
en mostrar lo curioso, lo vernáculo. La misma es presentada como un
universo extraño, lleno de vida y colorido que provoca un claro asombro
en el europeo, o en el visitante del hemisferio norte en general; tanto por
los especímenes de la flora y fauna que en ella viven, como por la forma
de vida y comportamiento social y cultural de los nativos que la habitan.
Con razón, también, al igual que Humboldt en la América Meridional,
Squier viaja con un artista: James Mc Donough, quien se encarga de
ilustrar muchas de las notas referentes a situaciones sociales, a estatuas
aborígenes y a algunos exponentes del medio orgánico en general de
Nicaragua. En cuanto a una descripción más específicamente de la flora,
la cita a continuación nos ilustra parte de la percepción de la misma que
tiene el autor: “...los mercados de León ofrecen tal profusión de frutas y
legumbres que sería casi imposible enumerarlos todos. Sandías, papayas,
piñas, naranjas, mameyes, nísperos, granadillas, marañones, jocotes,
yucas, plátanos, bananos, frijoles, maíz, y a veces cierta clases de papas
apenas más grandes que las balas, llevadas allá en zurrones desde las
tierras altas de Honduras y Costa Rica que la venden por libra”.24

En Chile, el caso de Domeyko, es muy relevante pues en su


Introducción al estudio de las ciencias naturales, (1847), frecuentemente
cita a Humboldt y también a Schiller, y en otros trabajos cita incluso a
Goethe. O bien en su obra La Araucanía y sus habitantes, publicada en
1845, donde deja de manifiesto las observaciones sociológicas sobre los
araucanos y su vinculación con el entorno. Gay, a su vez, nos ha legado
los dos Atlas que complementan los tomos de su Historia Física y Política
de Chile (26 tomos), publicados en París, entre 1844 y 1870. Dichas
obras en su conjunto, muestran el cuerpo físico y social de la época,
focalizando la atención en las costumbres y eventos sociales en general,
y en el medio natural, y para ello se ayudó al igual que la mayoría de los

24. Squier, E. G.: Nicaragua, sus gentes y paisajes, Editorial Universitaria Centroamericana
(Educa), Trad. de Luciano Cuadra, 1970, Costa Rica, p. 212.

39
científicos románticos, de destacados dibujantes y pintores, entre estos,
Mauricio Rugendas; quien también había colaborado antes con Humboldt.
Lo precedente es parte de la producción teórica y bibliográfica de los
científicos románticos, pero también es parte de un peculiar estilo de vida
que se identifica con la dedicación absoluta y total a un proyecto científico.

El Positivismo y su Influencia

Desde que Augusto Comte, publica su texto: Cours de Philosophie


positive (1830-1842), las ideas del positivismo se empiezan a conocer en la
comunidad académica y científica europea. Y si bien el concepto encierra
muchas acepciones, es posible entenderlo como una corriente filosófica,
cultural, científica y epistémica que se desarrolla en Europa a partir de las
ideas sobre ciencia y filosofía de Comte y que se caracteriza por enfatizar
la importancia del método y de la ciencia para la obtención del progreso y
la regeneración moral de la sociedad. Y como adelantáramos, luego de la
difusión de la obra ya mencionada, muy rápidamente pasa también a las
nacientes repúblicas americanas. En especial en México, Brasil y Chile,
donde se percibe su ideario en la educación, en las ciencias sociales y en
la estructuración de las corporaciones de la educación superior.

En el caso de Chile, principalmente a partir de la fundación de la


Academia de Bellas Letras en 1873 dirigida por José Victorino Lastarria
y más aún con la publicación al año siguiente del libro Lecciones de
política positiva, de Lastarria, se consolida un grupo de destacados
intelectuales entre los que se cuentan Benjamín Vicuña Mackenna, Diego
Barros Arana, José Manuel Balmaceda, Miguel Luis Amunátegui, los
Hnos. Lagarrigue y Valentín Letelier, entre otros. Los objetivos de los
mismos, apuntan a la difusión de las nociones comtianas y al estudio y
aplicación o “adaptación” de muchas de ellas a la realidad social, cultural,
científica y política chilenas. La labor de este grupo para nuestro país,
en el período finisecular del siglo decimonono es extraordinariamente
significativa, toda vez que imbuidos del ideario comtiano; propician la

40
educación científica y la educación de la mujer, el desarrollo de obras
ingenieriles tendientes a la obtención del progreso, la difusión de la ciencia
y la separación de los poderes del estado. Para ello fundan sus propios
medios comunicacionales, tales como la Revista de Chile, en Santiago, o
el periódico El positivista, entre otros, donde difunden dichas nociones
y dan cabida a científicos nacionales para exponer sus tesis vinculadas a
los propios paradigmas vigentes en esta era, en las distintas disciplinas.
Por ello no es extraño encontrar en éstas y otras fuentes del período
abundantes trabajos de economía, botánica, taxonomía, ciencias sociales,
educación, historiografía, geología, antropología, política, arqueología e
higiene pública. Y es frecuente además observar en estos medios, trabajos
de Philippi, análisis de la obra taxonómica de Gay, tesis de medicina,
y de la educación en general, y en especial, los mejores esfuerzos de
los seguidores de esta doctrina, apuntan a inculcar el conocimiento del
método experimental y de las leyes de la naturaleza en la curricula del
sistema educacional chileno. Lo propio acontece en muchos otros países
de América, en México ya en 1867 por ejemplo, el positivismo es el
eje de una profunda reforma educacional, a cargo de Gabino Barreda,
con el propósito de instaurar los cánones científicos y experimentales
en la formación de los estudiantes, como un mecanismo efectivo que
contribuya a alcanzar el anhelado progreso material y el ordenamiento
social. En Venezuela, a su vez, en la Universidad de Caracas en 1866,
Rafael Villavicencio inaugura la Cátedra de Filosofía Positiva, y en 1882,
se instaura la Sociedad de Amigos del Saber, ambas entidades apuntan a
similares propósitos formulados por sus pares chilenos.

Lo relevante entonces, es que esta doctrina genera una discusión sobre


la conveniencia de difundir las características del método científico y
al mismo tiempo cientifizar los sistemas educacionales. Dicha tarea
se complementa con las actividades específicas de los científicos del
período, quienes aportan desde sus especialidades enfatizando los
aspectos pragmáticos y todos aquellos elementos que contribuyan
a la industrialización, al desarrollo de la economía nacional y a la

41
incorporación de los referentes orgánicos o abióticos del cuerpo físico de
los países de América, al capitalismo en general. En el caso de Chile, es
notorio el esfuerzo de científicos como Philippi, Gay, Domeyko, Pissis
y otros, quienes comparten estos aspectos utilitarios de la ciencia y su
articulación con los sistemas productivos, tal como ya lo ha destacado
por ejemplo Benjamín Subercaseaux.25

A manera de Conclusión

De acuerdo con nuestra hipótesis formulada en los inicios de esta


comunicación, creemos que es posible dejar constancia de algunas
conclusiones propiamente epistémicas y otras relacionadas con la marcha
de la comunidad científica internacional. Para lo primero, queda claro que
la idea de paradigma no se agota en la peculiar mirada de Thomas Kuhn,
pues su definición es a ratos muy estrecha y a ratos demasiado operativa,
tal como el mismo autor lo reconoce en diversas obras; por ello resulta
aconsejable también abrirse a las cosmovisiones y movimientos propios
de la cultura y la sociedad del tiempo histórico que se desea dilucidar, para
comprender mejor el dinamismo y la emergencia del conocimiento nuevo.
Es también un fenómeno debidamente demostrado, que los paradigmas
vigentes dentro de una comunidad de especialistas, contribuyen a
incrementar la adquisición cognitiva dentro de un campo disciplinario
específico, siempre y cuando dicho modelo no muestre visos de alguna
crisis teórica significativa o tenga notorias falencias en el ámbito de la
comprobación empírica.

Desde luego, los paradigmas mencionados aquí, han sido el resultado


de una selección cuidadosa, pero hay muchos más que no es posible
abordar en un capítulo de esta naturaleza. Así por ejemplo, se sugiere

25. Cf. Subercasseaux, Benjamín: Historia de las ideas y de la cultura en Chile (2 vol.). Ed.
Universitaria, Stgo., 1997.

42
también que el lector piense en la perspectiva del racionalismo griego,
principalmente en el idealismo de Platón, en el modelo mecanicista del
universo asentado por Newton, o en el modelo cibernético a partir de
Wiener, o en el paradigma marxista, a partir de las obras de Karl Marx y
Lenin entre otros, para futuros análisis; debido al enorme impacto que estos
paradigmas, también han generado en la ciencia y en la cultura universal.

43
44
Epistemología, Progreso y Diseño

Zenobio Saldivia Maldonado


U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Hoy día es muy frecuente el uso de la noción “epistemología” tanto en


el universo de las comunidades científicas, cuanto en el ámbito académico
en general, y más recientemente incluso, ya se observa el empleo del
concepto en los medios de comunicación. También es frecuente escuchar
su denominación en campos tales como la sociología, historiografía,
prospectiva, educación, economía, currículum, análisis del discurso,
arquitectura y diseño, entre otros. Ello es un reflejo de la importancia que
se le empieza a atribuir en nuestra cultura y sociedad contemporáneas.
Empero, no siempre se comprende debidamente el significado de dicha
noción, ni sus implicancias dialécticas en el desenvolvimiento cognitivo
propio de la sociedad del conocimiento, en la cual nos encontramos
inmersos. A menudo suele identificarse la voz “epistemología” con la
noción de “teoría del conocimiento”, y en otras ocasiones, simplemente
se usa como sinónimo de “filosofía”. Pero el primer caso, es una acepción
muy reduccionista de la epistemología, que la restringe únicamente al
estudio del proceso de aprehensión cognoscitiva, y a su vez, entender la
epistemología como filosofía sin más, es una postura extraordinariamente
amplia. Por ello, resulta conveniente precisar el concepto.

La epistemología es la ciencia que estudia a la ciencia. Es el estudio


del conocimiento científico, de su génesis y de su desarrollo. Con lo
anterior, queda de manifiesto que nos situamos en un campo de reflexión
sobre el proceso mismo del desarrollo científico; lo cual a su vez, nos
sitúa en el mismo marco que Karl Popper concibe a la epistemología, por
ejemplo en su Lógica de la investigación científica. La epistemología, en
tanto es una disciplina que se interesa por el desarrollo y los resultados

45
del conocimiento científico; apunta a un análisis cualitativo y holístico
acerca de la ciencia como institución social y en cuanto a estructura
metodológica de apropiación cognitiva. Este tipo de preocupaciones por
cierto, alude al análisis de tópicos de carácter metodológico, a aspectos
vinculados a los supuestos últimos de la validez y de la objetividad de los
conocimientos que va recabando la ciencia; y en general, apunta también
a un análisis del cuerpo de reglas y procedimientos, que utiliza la ciencia
para cumplir su tarea: identificar, nombrar, describir, explicar y predecir
los hechos del mundo.

Luego, entre las preocupaciones más relevantes de la epistemología,


figuran: los aspectos normativos de la ciencia como tal, los criterios de
validez de la apropiación cognoscitiva, la clasificación de las ciencias,
la idea de objetividad en las ciencias empíricas, la inducción, la noción
de verdad, la noción de realidad en el campo de la física, el ámbito del
descubrimiento y el ámbito de la justificación en la investigación científica,
o la idea de progreso en la comunidad científica. Aquí por ejemplo,
justamente, en torno al análisis y discusión del concepto de progreso en
el ámbito científico, desde las visiones propias del ámbito epistémico; nos
iremos adentrando al campo del diseño, para decantar en una eventual
idea del progreso en el diseño. Ello, como una modesta propuesta, para la
posterior discusión en dicho campo, por parte de los propios diseñadores.

La Cuestión del Progreso

En nuestra sociedad, actualmente queda claro que el campo en que “el


progreso es más evidente e incluso innegable es en la técnica y, dentro
de ella, especialmente en los dominios que se apoyan directamente en

26. Radnitzky, G. y Andersson, G. (1982). “¿Hay criterios objetivos del progreso científico?”,
en: Gerad Radidnitzky y Gunnar Andersson: Progreso y racionalidad en la ciencia, Alianza
Editorial, Madrid, 1982.

46
los resultados de las ciencias”.26 Pues bien, el diseño como quehacer
profesional, y más exactamente como corpus cognitivo, si bien no ha
llegado a un consenso en lo referente a su propia definición, tal como
lo hemos destacado en otra ocasión,27 sí muestra un consenso entre sus
exponentes, toda vez que los mismos están de acuerdo en que dicha
disciplina, es en parte técnica, en parte arte y en parte teorización. Luego,
un adecuado punto de anclaje entre epistemología y diseño, para efectos
de este análisis y que articule efectivamente la tríada mencionada en el
epígrafe, parece ser el interés por el progreso.

¿Pero qué entendemos por progreso? La historiografía, la historia de


las ciencias, la sociología, la epistemología y otras disciplinas, se han
preocupado notoriamente por el tema.

Desde la perspectiva de la historiografía por ejemplo, muchos autores


perciben que el progreso no es uniforme a un locus específico, o a un
período específico, sino que metafóricamente sería como el delta de un
gran río con múltiples canales y con distintas velocidades cada uno. O
como lo expresa William Pfaff: “las sociedades progresan, pero también
declinan”.28 Y lo propio acontece con los imperios, los reinos y los países.
Desde esta última perspectiva, por ejemplo, el progreso en el diseño, sería
entonces un subir y bajar de productos, modelos y tendencias según el
gusto y preferencias de los usuarios. Cabe hacer notar que desde esta
mirada analítica, el diseño resultaría un producto social, dirigido, pensado
y regulado por la comunidad, donde el diseñador es esencialmente una
bisagra transmisora del externalismo y su participación como profesional,
por tanto, sería más bien equivalente a vertebrar los requerimientos que
fluyen desde la sociedad hacia su profesión.

27. Saldivia, Z. y Silva, C. (2005). “Epistemología y Diseño: un maridaje necesario”, en la


revista electrónica: www.critica.cl
28. Cf. Pfaff, William: La Ira de las Naciones, Ed. Andrés Bello, Stgo., 1994, pág. 218.

47
Ahora, si entramos al universo de la historia de las ciencias, por ejemplo
en cuanto a la idea de progreso específicamente en América durante el siglo
XIX, se observa que éste, es entendido en esta centuria, como el resultado
de la aprehensión cognitiva del universo orgánico e inorgánico que será
utilizado por los gobiernos de las jóvenes repúblicas, como un corpus
informativo para una posterior explotación, cultivo o industrialización de
muchos referentes del cuerpo físico del país. El progreso, es entendido
también en este período, como un desplazamiento de la naturaleza por
la civilización europea, representado por los inmigrantes y sus valores
culturales, políticos y sociales que irradian nuevos ejes posibles de acción
y de desarrollo laboral. El ideario del progreso decimonónico que se da
en estos científicos, por tanto, es entendido como el dinamismo de un eje
confrontacional entre naturaleza y civilización; o entre la civilización
y la barbarie. Ahora, desde esta perspectiva decimonónica, el progreso
extrapolado al diseño, debería apuntar a ilustrar y difundir las bondades
de lo europeo, debería mostrar productos y artificios que contribuyan a
la dominación y sometimiento de la naturaleza americana, a mostrar las
características de las razas nórdicas y de su supuesta superioridad. Sin
embargo, como el diseño en los países americanos en dicho siglo aún no
despega, este ideario será replicado solo a mediados del siglo XX.

Así, en el diseño de los productos de los años cuarenta y cincuenta del


siglo XX, en diversos países americanos, se percibe lo mismo: potenciar y
difundir lo europeo y norteamericano. Era la mentalidad eurocéntrica que
continuaba el antiguo modelo decimonónico de superioridad anglosajona
y norteamericana, que ya se vislumbrada en el siglo XIX y que denotaba
una notoria confianza en el desempeño de los europeos frente al medio.
Así, las carátulas de productos matizados de cabelleras rubias, de filas
ordenadas de tarros de salsa de tomates, de cocinas espaciosas y de
comidas a la norteamericana, mostrarían a mediados del siglo XX, una
idea de progreso muy bienvenida para las estructuras del diseño incipiente
hispanoamericano que está por eclosionar. Y a su vez, todavía desde el
campo disciplinario de la historia de las ciencias, el progreso en el siglo

48
XX, pero a finales, principia a asociarse con una adecuada descripción
y comprensión del entorno auténticamente americano, de respeto a las
etnias y de una mayor consideración por lo vernáculo.

Por eso no es extraño que en los años setenta y ochenta del siglo XX,
por ejemplo, se principie a analizar desde las diversas ramas de la histórica
y de la sociología; temas tales como las variables de la institucionalización
de la ciencia en los distintos países de América, la eventual participación
de la mujer en el sistema productivo, o el papel de los gobiernos locales
en la consolidación y orientación de la ciencia en nuestro continente; y
en general, se observa una revisión sobre el rol de los distintos agentes
sociales latinoamericanos en la construcción científica.

Y esto, llevado al diseño, sería equivalente, a las primeras y audaces


propuestas de ilustrar, graficar y difundir modelos estéticos que den
cuenta de la naturaleza americana, de los picos andinos, de los lagos
centroamericanos, de las estepas y glaciares de la Patagonia, de los
manglares y de las flores típicas del Amazonas, o de una presencia de
rostros de mujeres, hombres y niños morenos, con sus atuendos típicos y
en interacción con su medio local o regional.

Epistemología y Progreso

En el plano de la epistemología, a su vez, la noción de progreso no es


fácil de identificar. Y es probablemente el campo más analítico y difícil,
dado la diversidad de tendencias y enfoques críticos contemporáneos.
En efecto, por ejemplo si partimos con la idea de ciencia de Gastón
Bachelard, que la concibe como una expresión cognitiva y social siempre
en ascenso, que deja de manifiesto los sucesivos valores del progreso del
pensamiento casi como una línea diagonal hacia el infinito; entonces desde
esta perspectiva, el progreso es un incremento cuantitativo que resulta
de suyo de la mera actividad práctica de los exponentes de la comunidad
científica. Y si esto lo extrapolamos al diseño, entonces, el progreso aquí

49
sería entendido como la aparición continúa de nuevos aparatos que buscan
la comodidad y el bienestar del ser humano, pero que resultan, per se de
la actividad profesional e institucional del diseño. Esto es, sin influencias
significativas, sin una matriz peculiar propia, puesto que la mera adición
ya sería incremento cuantitativo, y entonces, el diseño, en tanto se
comporte como un apéndice de la comunidad científica internacional,
repetiría de suyo las innovaciones en el esquema del ascenso infinito.
Así, en este esquema, si la ciencia muestra siempre nuevos conceptos y
nuevas teorías, y las tecnologías nuevos materiales; entonces, el diseño
a su vez, mostraría siempre novedades y artificios por la mera adición
cumulativa de tales tecnologías y de los nuevos materiales que se van
alcanzado. Aquí, más que la novedad, el incremento es el progreso. Y
con alguna licencia, es posible ubicar aquí entonces, la idea de Escobar,
que sostiene la conveniencia de estructurar “un proceso de diseño integral
que anticipa y deduce las necesidades de los individuos para los cuales
desarrolla su trabajo, y aprovecha las funcionalidades y posibilidades de
las nuevas tecnologías.”29

Y desde otra escuela epistémica, por ejemplo desde la perspectiva de


Kuhn, principalmente a partir de la difusión de sus tesis sobre la marcha
y comportamiento de la ciencia, luego de la publicación de su texto: La
estructura de las revoluciones científicas (1962), el progreso sería el
resultado visible de los nuevos paradigmas en las distintas disciplinas,
independientemente de si estos van todos en ascenso, al unísono,
desfasados, articulados, desmembrados, o de cualquier otra forma. Así, la
aparición de nuevas teorías que expliquen más hechos y resuelvan mejor
los problemas, serían la máxima expresión de progreso en una ciencia
en particular. Ahora bien, esto en el campo del diseño, sería equivalente
a desenvolverse más adecuadamente con las exigencias de los clientes,

29. Escobar, E.: Usuarios, marca y nuevas tecnologías; Encuentro Académico: “El Diseño
en los entornos de las nuevas tecnologías: Una mirada a la digitalización del objeto”,
Santiago, 2003.

50
del gobierno, o de los consumidores. Así, si algunos diseñadores están
entrabados en la búsqueda de soluciones de aparatos e instrumentos,
según los estándares de los años anteriores, o de un gobierno pasado, o
de un modelo explicativo comprometido con ciertas tesis educacionales o
sociales, se ven sobrepasados de pronto, por los productos más dinámicos,
llamativos, ergonómicos, digitales, funcionales y operativos de sus pares;
entonces, este ultimo sería el nuevo paradigma imperante y exitoso en
el universo del diseño. Por lo menos, mientras dichos productos puedan
satisfacer los requerimientos del mercado, de los industriales que los
fabriquen, o de empresarios que los distribuyan masivamente y de los
consumidores cada vez más organizados y exigentes. Entonces, lo más
equivalente al modelo explicativo kuhniano, para ilustrar el progreso en
el diseño, sería una teoría ecléctica del diseño, que permita la presencia
de diversas tendencias, gustos y formas en uso.

Y a su vez, desde la perspectiva anárquica del conocimiento, de Paul


Feyerabend, y su postulado del “todo vale” en la investigación científica,
el asunto se hace más complejo aún. En efecto, luego de la difusión de
ésta y otras tesis que lo hicieron famoso, tras la publicación de su texto
Contra el Método (1975); el autor divulga la idea de que la ciencia avanza
o progresa, por la simple audacia y convicción de unos investigadores
más audaces que otros. En especial, por el esfuerzo de aquellos que se
alejan de la inducción y prefieren la contrainducción, o el pluralismo
metodológico, por sobre el método racionalista tradicional de las ciencias.
En este contexto, es conveniente recordar por ejemplo, como visualiza la
metodología de Galileo o de Kepler, pues aquí nos ilustra adecuadamente
sobre su idea del progreso científico: “Ni Galileo, ni Kepler, ni Newton
utilizaban métodos específicos bien definidos. Son más bien eclécticos,
oportunistas. Naturalmente cada individuo tiene un estilo de investigación
que da a sus trabajos una cierta unidad; pero el estilo cambia de un
individuo a otro y de un área de investigación a otra.”30

30. Feyerabend, P.: Contra el Método; op. cit., p. 48.

51
Esto, extrapolado al diseño, sería equivalente a las innovaciones propias
de diseñadores más inconformistas, más contestatarios y más anárquicos
que se lanzan contra los modus operandi tradicionales del diseño,
contra la metodología de las formas estéticas, y contra las producciones
enmarcadas en los consensos industriales y/o empresariales vigentes. Y
si tales aparatos, constructos o implementos así audazmente diseñados,
por la simple y fuerte energía de la constancia, de la innovación y de la
búsqueda de una mayor flexibilidad democrática, o de una imaginería
personal abundante, dan en el blanco, o “prenden” en el mercado, entonces,
he ahí el progreso.

Ahora, si nos inclinamos a buscar criterios y categorías para la noción


de progreso, desde el ámbito del constructivismo o de la Epistemología
Genética, desarrollada por Jean Piaget, desde la década del cincuenta
del siglo XX, entonces cabe tener presente que para este epistemólogo,
biólogo y psicólogo suizo, la epistemología es el estudio del paso de un
conocimiento de menor validez, a otro de mayor validez.31 Y ello nos sitúa
en el problema de la génesis y de las estructuras, puesto que el conocimiento
científico así entendido, es en la práctica, el resultado de la movilidad y
dinamismo de las estructuras; luego, el progreso aquí es análogo al estadio
del paso de una estructura menos compleja a otra de mayor complejidad.
Y queda claro por tanto, que en este enfoque, el conocimiento no es un
salto azaroso ni en un cuerpo disciplinario ni una iluminación súbita de
un sujeto; sino que es el resultado lógico e inevitable de un cierto dominio
estructural ya alcanzado, y que el mismo está preparado para avanzar
a un estadio superior. O dicho en otros términos, el progreso sería el
resultado de una transformación continua de los conocimientos que se
reorganizan y reequilibran como consecuencia de la marcha ascendente e
inevitable de estructuras constitutivas previas. Entonces, un esquema de

31. Piaget, Jean: Logique et connaissance scientifique, Ed. Gallimard, Paris, 1967, p. 6.

52
esta naturaleza, llevado al diseño, se identificaría con una idea de progreso
que resulta de las estructuras materiales y operativas e instrumentales
alcanzadas sistemáticamente por el gremio, como un derrotero ascendente,
en el cual alcanzado el nivel a, necesariamente se llegará al nivel b, y así
sucesivamente, pero centrado principalmente en los aspectos cognitivos
de la construcción estética, o en las fases operatorias y funcionales de los
diseñadores, más que en el impacto de las influencias externas; las que en
este caso, no tendrían tanta fuerza explicativa para alcanzar la innovación
y el progreso por no ser parte de la propia estructura.

El progreso entonces, es aquí el resultado del propio mecanismo casi


autónomo que toman las estructuras ya alcanzadas como aceptables
y funcionales en un tiempo, las leyes de su composición interna y
operativa; esto es, por ejemplo en el diseño, si ya se ha alcanzado el
diseño ergonómico y funcional en muchos productos suecos para los
bebés, entonces, ahora vendría de suyo llegar esa misma concepción a la
cocina, a la totalidad de la casa y luego a la oficina y a los nuevos y más
amplios espacios de interacción social. Estos serían los nuevos niveles
cognitivos más avanzados y así sucesivamente. Pero, situados desde esta
perspectiva, hay que tener muy presente –independientemente de si se es
o no constructivista– que “las estructuras científicas corresponden a las
concepciones de estructuras de los hombres mismos y que contribuyen a
acuñar a largo plazo esas mismas concepciones.”32 La cita anterior, deja
constancia de que tales estructuras, son principalmente una adecuación
nominativa y cognoscitiva para tratar de “atrapar” los incrementos
relevantes de las distintas disciplinas científicas y/o profesiones, pero no
son la “cosa en sí”, que garantice un aumento cualitativo y cuantitativo
en las distintas disciplinas.

Por tanto, aquí la identificación y adecuada explicitación de los hitos de


mayor riqueza lógico-matemática u operativa, en un campo disciplinario

32. Lenk, H.: Entre la epistemología y la ciencia social, Ed. Alfa, Barcelona, 1988, p. 6.

53
específico, estarían indicando el progreso, el nuevo dominio sobre los
observables del mundo natural y social. Y el énfasis en este caso, queda
centrado principalmente en un nuevo y mejor dominio lógico-operativo
del sujeto sobre el medio, con lo cual queda de manifiesto que tales hitos
superiores o más avanzados son cuantificables, medibles. En el caso de
las ciencias formales cómo por ejemplo la geometría euclidiana de las tres
dimensiones, sería un hito de menor conocimiento y otro superior, sería
el paso al empleo de las geometrías de cuatro o más dimensiones, cómo
las desarrolladas por Gauss y otros matemáticos desde el siglo XIX en
adelante; éste nuevo escenario sería el dominio de mayor riqueza lógico-
matemática. A su vez, en el diseño entonces, el progreso entendido desde
la perspectiva piagetana, sería equivalente a un set de formas y estructuras
funcionales que puestas en uso por los consumidores, necesariamente dan
un paso a un nuevo hito en que se haga indispensable aplicar un mayor
rigor lógico y cuantitativo en las proporciones, en las formas o en ciertos
detalles y/o en las aristas de determinados diseños o artificios.

A manera de Conclusión

Tal vez, debamos tener presente que desde la epistemología


contemporánea, no se pretende entregar una idea de progreso compacta
y uniforme que sea el rasero que permita ir determinando si en tal o
cual campo disciplinario se va alcanzado el paradigma del progreso, así
establecido. Lo que hace la epistemología principalmente, es el análisis
de los conceptos; v. gr.: re-piensa las tradicionales categorías utilizadas
por la comunidad científica, tales como por ejemplo: realidad, vida,
verdad, objetividad, certeza, criterios de validez de las teorías, progreso
científico y otras. Y justamente en esto radica su aporte, su fortaleza,
pues los epistemólogos se dan el tiempo y el cometido profesional para
ello, es su tarea esencial. Y desde esta perspectiva, se comprende que el
análisis epistemológico de la noción de progreso, en la ciencia en general
o en el diseño como expresión académica y profesional, simplemente,
no entregue una estandarización o uniformización de las expresiones

54
formales, empíricas o ergonómicas que aglutine las producciones del
diseño dentro de un marco de matrices que muestren de suyo el progreso
contemporáneo en dicho campo.

Esto porque la epistemología analiza las estructuras del pensamiento,


la coherencia de nuestras conquistas racionales, el desenvolvimiento de la
ciencia y las razones de la confianza en los productos de nuestro pensar y,
no necesariamente entrega las certezas inamovibles con que sueña nuestro
espíritu crítico, para llevarlas a una disciplina o a un campo profesional.
Como por ejemplo cuando soñamos con encontrar hoy algo similar al
idealizado Modelo cartesiano de las “Reglas para la dirección del espíritu”,
y otras posturas afines. A este respecto, resulta conveniente recordar lo
que señala Kart Jaspers: “... el progreso aporta ciertamente una unidad
en lo cognoscible, pero no la unidad de la humanidad.”33

El discurso epistemológico es esencialmente referencial, vasto y


complementario, es un cuerpo teórico en que a partir de las tendencias
y enfoques que podamos considerar, permitirá al diseñador en este caso,
extrapolar tales rasgos y encontrar sus propios parámetros para aportar
desde el colectivo de su praxis, los productos, diseños, instrumentos,
artificios, formas y materiales ensamblados por los requerimientos de la
necesidad, la funcionalidad operativa, y el conocimiento de los materiales
más apropiados para cada producto final. Y si de veraz tales productos
o artificios, son la máxima expresión de progreso, lo dirán los usuarios
y los diseñadores, articulados ambos, en virtud de criterios tales como:
la preferencia de los solicitantes, la demanda asociada a los procesos
industriales, la satisfacción gremial de los diseñadores, la sensación de
comodidad de los usuarios, (puesto que es imposible saltarse el principio
antrópico, que los diseñadores están obligados a tener en cuenta para la
aceptación de sus propuestas), las leyes de la naturaleza, y de manera

33. Jaspers, Karl: Origen y meta de la historia, Alianza Editorial, Madrid, 1985, p. 325.

55
muy especial, además, junto a tales criterios, el diseñador deberá atender
a las expresiones de goce estético y a los juicios acerca de la belleza o no
de tales constructos, de acuerdo a las sensibilidades de la época histórica
que le toque vivir.

56
Introducción al Concepto
de Causalidad en David Hume

Francisco Díaz C.
U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Introducción

David Hume (1711-1776), en su gran obra Tratado de la naturaleza


humana (1739) afirma que el hombre es un ser racional y, por ser lo que
es, recibe de la ciencia como el modelo empírico a seguir. De este modo,
los límites del entendimiento son para él tan estrechos que es comprensible
como una mínima satisfacción de lo que se puede esperar, dado el
alcance y a la confiabilidad de sus logros. Hume, crítica la oscuridad y
la autosuficiencia de la filosofía profunda y abstracta, por ser penosa,
fatigante y de resultados no apropiados. Pero, también, reconoce que es
fuente de ineludible incertidumbre; puesto que señala, que el único método
para liberarse de inmediato de aquellos abstrusos cuestionamientos, radica
en investigar con seriedad la naturaleza del entendimiento humano.

La obra de Hume incursiona en un área difícil, recóndita e indeterminada


de la naturaleza humana, tales como: las pasiones, la moral y la física; pero
por sobre todo el entendimiento humano. Aunque igualmente examina
que es de cuantiosa necesidad y de cuantioso provecho, el cultivar la
verdadera metafísica y desdeñar lo falso. De común acuerdo, en este
ensayo, esclareceremos las supersticiones populares y desarrollaremos
una descripción de la causalidad en la física como fuente de una auténtica
ciencia. En relación a esto, desde la mirada de Humne, intentaremos
responder si es posible ir más allá de nuestras falsas concepciones del
mundo y de penetrar en los principios de la mente para conocer las causas,
efectos y sus conexiones que inducen en las observaciones de un fenómeno

57
físico. Si bien es cierto, este último presenta un cuestionamiento de larga
tradición en la historia de la filosofía occidental, aunque en este escrito
sólo vincularemos, a modo de introducción, el pensamiento de Hume y,
en particular, la noción de causalidad física. Para ello, se analizará la obra:
Tratado de la naturaleza humana.34

La argumentación de Hume se orienta en poner en evidencia tanto la


ignorancia y la debilidad del entendimiento humano; en especial con la
afirmación de causalidad, cuyo proceso nos daría una explicación más
cercana de lo que comprendemos por la ‘conexión de causa-efecto’, y a su
vez nos situaría en un contacto abstracto con ese “poder” o esa “energía”
que produce el efecto. Así, el filósofo escocés es muy enfático en afirmar
que “no obstante todo el esfuerzo que pongamos, no llegamos a conocer la
impresión original de la “conexión necesaria de los objetos”,35 por lo que
esa conexión se sitúa en nuestra mente como un resultado de la ‘constante
conjunción’ de dichos objetos propios de la naturaleza. En consecuencia,
el conocimiento está solamente basado en la experiencia que expresamos
en nuestra realidad.

El Contexto Histórico de Hume

El pensamiento de David Hume36 nos introduce de una manera especial


dentro de la revolución cultural de La Ilustración, período en el cual se
logra reafirmar nuevos principios o nuevos postulados, por ejemplo: La
racionalidad ilimitada, la libertad, la individualidad, la separación de
los poderes del Estado, la Pedagogía moderna, erradicar la superstición,

34. Hume. David: Tratado de la Naturaleza Humana, Servicio de Publicaciones. Gabinete


Técnico, Madrid, España, 2001.
35. Ibídem.
36. Recuérdese por ejemplo que su pensamiento es posible seguirlo en obras tales como:
Tratado de la Naturaleza Humana, (1739) Investigación sobre el Entendimiento Humano
(1748) e Historia de Inglaterra (1754).

58
extirpar los fanatismos religiosos y otros. Todas estas nociones vinculadas
al mundo de la conciencia y, en particular, al problema de la capacidad
y el comportamiento del conocimiento humano. Por lo cual, evidencia
una relación directa que se expresa en el mundo exterior. El alcance y
desarrollo de los planteamientos de Hume, descansan en las lecturas
previas que este autor realizó de los estudios de René Descartes (1596-
1650) e Isaac Newton (1643-1727).

La filosofía de Hume corresponde al modelo de un pensador ilustrado,


ya que está motivado por el avance del pensamiento y de la creencia de
su época; de modo que, bajo este esquema se concentra en la posibilidad
de redescubrir el pensamiento. Entre las grandes motivaciones de sus
reflexiones, fundamentan al desarrollo socio-económico y cultural de
Inglaterra, y a las inquietudes y los conflictos intelectuales propios a
fines del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII. Este es el momento
en que la metafísica tradicional hace crisis frente al surgimiento de
una nueva corriente científica, que se nutre a partir de la observación
razonada –como lo demostró Galileo Galilei (1564- 1642)– y de la teoría
confrontada por la experimentación, para explicar los fenómenos naturales
de una forma más concreta. Este nuevo paradigma sigue los principios
“Baconianos”37 junto con los aportes de la obra de Newton: Principia
Mathematica (1687), que en oposición a las tesis cartesianas, postula
que el conocimiento científico racional de la naturaleza está sustentado
sobre la base empírica. La motivación principal de Hume es refutar las
ideas racionalistas predominantes de su tiempo que se manifestaban en
base a una confianza absoluta en el poder de la razón. En este sentido,
Hume comprende su misión y rapidamente se concentra en el estudio de
la naturaleza humana, pero a diferencia de los racionalistas, continúa los

37. Francis Bacon (1561-1626). Durante toda su vida Bacon trató de reformar el saber, es decir,
reorganizó el método de estudio científico y clasificó todas las formas del conocimiento
en función de la mente, formulando su modelo que llamó La Gran Instauración.

59
pasos de Newton y coloca énfasis en lo empírico. De aquí en adelante en
su obra Tratado de la Naturaleza Humana nos comenta, generalmente que:
“…del espíritu se halla falseada por preocupaciones provenientes de falsas
analogías con la ciencia de la naturaleza y que reposa en un esquemático
sistema de asociaciones; su mérito, aparte de haber ensayado una solución
fundamental de los problemas filosóficos de un modo clásico.”38

La especial atención de Hume es considerar el método experimental en


las ciencias y en la investigación filosófica; por ende, sus planteamientos
apuntan al método empírico que sostiene una experimentación cuidadosa y
en lo posible exacta, con el interés de distinguir entre lo que es verdadero
y lo que es falso, cuya fuente primaria es la observación de los efectos
particulares que resultan de las diversas circunstancias y/o soluciones.
Frente a esto, es posible esbozar a Galileo Galilei observar en repetidas
ocasiones la caída de innumerables objetos de la catedral de Pisa, lo
que se tradujo, posteriormente en las leyes del Isocronismo de pequeñas
oscilaciones en 1581.39 Esta reciente percepción filosófica atribuida a
la ciencia no podrá ser inferior a una certeza, sino por el contrario será
superior en la utilidad práctica que se logre evidenciar en sus premisas,
dicho mejor aún en nuestras ideas que son copia de nuestras impresiones
y las representan en todas sus partes.40 Desde luego este pensamiento e
innovador método abrió una puerta magna en la epistemología moderna.

De la Causalidad Física en David Hume

El conocimiento definido por David Hume, lo determina según las


relaciones filosóficas: semejanza, identidad, relaciones de tiempo y lugar,
relación de cantidad o número, grados en alguna cualidad, oposición y

38. Cf. Hume, David: Tratado de la Naturaleza Humana; op. cit., pp 12-13.
39. Cf. Galilei, Galileo: Diálogo acerca de dos nuevas ciencias, Ed. Losada, U. de Bs. Aires,
1945, pp. 207-208.
40. Cf. Hume, David: Tratado de la Naturaleza Humana, op. cit., p. 85.

60
causalidad; por lo que estas relaciones pueden dividirse en dos clases:
Primero, las que dependen enteramente de las ideas que se comparan
entre sí; y las segundas, que pueden se permutadas sin cambiar las bases
de las ideas.41 De este modo, en ciencia de la física la “identidad” y
la “causalidad”, reproduce que dos objetos, aunque semejantes en su
totalidad y aun apareciendo en el mismo lugar en tiempos diferentes,
pueden ser diferentes numéricamente, y como la fuerza por la que un objeto
produce otro no puede jamás descubrirse simplemente por su idea, lo que
es evidente que causa y efecto son relaciones de las que nos informamos
por la “experiencia” y no por el razonamiento.42

Es así como entre los años 1581 a 1638,43 el método empírico utilizado
por el toscano Galilei logró determinar y fundamentar una metodología
que explicaría los fenómenos físicos de la realidad, tales como: La caída
de los cuerpos, las formas del movimiento, observaciones y registros de
los astros por medio del telescopio e interpretaciones de la luna, manchas
solares, Vía Láctea y nebulosas, fases de Venus y la confirmación asertiva
de la teoría de Copérnico.44 Todas estas observaciones con las décadas
venideras serían la fuente científica que gatilló grandes descubrimientos
que revolucionaron durante la treintena del siglo XVII.

El conocimiento que propone Hume es una radicalización en cuanto


a observar la naturaleza humana como:

“... la primera impresión en una idea y observo que, aunque la transición


habitual a la idea correlativa continua aún, no existe, en realidad, ni

41. Ibídem., p. 66.


42. Ibídem., p. 66.
43. Con su última obra: Discurso y demostración matemática, en torno a dos nuevas ciencias.
44. Cf. Koyré, Alexander: Estudios Galileanos, Ed. Siglo XXI, México, 1988, pp.73-74. “La
ley de la caída de los cuerpos es una ley muy importante: es la ley fundamerntal de la
dinámica moderna. Al mismo tiempo es muy simple, se comprende todo en una definición:
la caída de los cuerpos es un movimiento uniformemente acelerado”.

61
creencia ni persuasión. Una impresión presente es, pues, absolutamente
necesaria para este proceso, y cuando después de esto comparo una
impresión con una idea y hallo que su única diferencia consiste en sus
diferentes grados de fuerza y vivacidad, concluyo de todo ello que la
creencia es una concepción más vivida e intensa de una idea que procede
de su relación con una impresión presente.”45

Las meditaciones de Hume, en estricto rigor, explicitan que no existen


las ideas innatas o nociones comunes, sino que la base de nuestros
conocimientos son las impresiones, cuyo referente último son las
sensaciones. Asimismo, para Hume las impresiones son contenidas en
la conciencia humana y es el punto de partida para la construcción del
conocimiento.46 Desde esta perspectiva, la interrogante a responder es la
siguiente: ¿alcanzamos a conocer el mundo externo y de tener certeza de
su conocimiento?

Escudriñando la respuesta a esta pregunta, es necesario revisar la prosa


de Galileo Galilei con respecto a la distinción entre los movimientos
naturales y violentos planteados por parte de los sabios aristotélicos. Y
este justifica que: “... los movimientos llamados naturales y violentos se
transforman uno en el otro: la bola lanzada (movimiento violento) al aire
desciende, el péndulo no se detiene en el punto más bajo, sino que sube
para bajar de nuevo”.47

Hume al abordar este problema del conocimiento y de la certeza


acerca del mundo externo, expone algunos planteamientos que se alejan

45. Ibídem., p.90.


46. Ibídem. A lo que se debe considerar también que “Hasta las matemáticas, la filosofía
natural y la religión natural dependen en parte de la ciencia del hombre, pues se hallan
bajo el conocimiento de los hombres y son juzgados por sus poderes y facultades”, p. 16.
47. Cruz, I. A. y Recillas, E.: Galileo Galilei: El Hombre de la Torre inclinada, Ed. Andrés
Bello, Stgo., 1997, pp. 41-42.

62
del enfoque racionalista, como fue el caso de los movimientos naturales
y violentos. Mientras que para los racionalistas, y en específico para
Descartes, conocer con certeza significa alcanzar verdades claras y distintas
o de naturalezas simples, cuya existencia sólo puede ser garantizada por
Dios;48 Hume advierte que de acuerdo a nuestras facultades, la idea de
substancia referida al mundo externo es problemática y escapa a nuestra
experiencia, ya que sólo nos da cuenta de las impresiones, ideas y
asociaciones de las ideas. A este respecto comenta: “Me atrevo afirmar,
como proposición general, que no admite excepción alguna, que el
conocimiento de esta relación (causa-efecto) en ningún caso se obtiene por
razonamiento a priori, sino que surge enteramente de la experiencia.”49

Hume muestra claramente un escepticismo50 muy convincente, pues


el hecho de que las impresiones son trascendentales para describir un
fenómeno físico, no basta aceptar las primeras impresiones si no de
asegurarse “por una nueva revisión de lo que ya he afirmado, a saber: que
toda impresión simple va acompañada de una idea correspondiente, y toda
idea simple, de una impresión correspondiente. De esta unión constante
de percepciones semejantes concluyo inmediatamente que existe una
gran conexión entre nuestras impresiones e ideas correspondientes y que
la existencia de las unas tiene una considerable influencia sobre la de las
otras.”51

Argumento que evidencia una actitud consistente para no adherirse


a una opinión determinada, porque el concepto de causalidad es
abundantemente tratado desde la mirada metafísica y epistemológica.

48. Cf. Descartes, René: Discurso del Método, Edic. Fontana, México, 2013, pp.63.
49. Ibídem., p.115.
50. Doctrina filosófica que tiene una larga tradición proveniente desde los antiguos filósofos
griegos, principalmente de Aristóteles (S.IV a.n.e). Dicho término significa mirar
cuidadosamente, pero en la tradición filosófica significa que no hay ni un saber sólido ni
ninguna opinión segura.
51. Cf. Hume, David: Tratado de la Naturaleza Humana, op. cit., p. 22.

63
Mas Hume presupone que las impresiones y las ideas se relacionan en
un constante despliegue de percepciones, consolidando la influencia de
una por sobre la otra.

Ahora bien, con respecto al problema de la causalidad, este


históricamente se le ha dado un doble tratamiento: primero concibe la
causalidad como una relación racional, por la que la causa, es condición
suficiente para la razón de su efecto.52 Por ejemplo: que la causa del dos
es la dualidad y la causa de lo bello es la belleza. Es decir, proposiciones
lógicamente deductivas.

Un segundo enfoque, la causalidad es concebida como una relación


empírica o temporal, en la que el efecto no es deducible de la causa, pero
es previsible por razón de la constancia y uniformidad de la vinculación
de sucesión entre causa y efecto. Esta orientación elimina de la relación
causal la idea de fuerza generadora, que en los idealistas y racionalistas
está presente. En este juicio, ya antes de Hume, Guillermo de Ockham
(1285-1349) afirmaba que el conocimiento de una cosa no lleva consigo,
y bajo ningún título, el conocimiento de una cosa diferente.53 Es de
ilustrar que la proposición “el calor calienta” no puede demostrarse por
el psicologismo, sino que, por el contrario, solo se puede conocer a través
de la experiencia; tal cual como Galilei, posteriormente a Ockham, lo
explicaría: “Nuestro aserto (afirmación) se funda principalmente en el
hecho de que aquello, que los experimentos naturales ofrecen a nuestros
sentidos, parece corresponder completamente y estar de acuerdo con las
propiedades demostradas luego por nosotros.”54

52. Véase Platón: El Fedón. Aquí afirma que la verdadera causa es un principipio de donde
procede la razón de ser del efecto. En: Platón, Obras Completas, compiladas y ordenadas
por Patricio de Azcárate, Edic. Medina y Navarro, T.5, pp. 10-20.
53. Cf. Ada, Sofía: Guillermo de Ockam: El último medieval, Rev. A Parte Rei, Nº45, 2006,
pp. 4-5.
54. Cf. Galilei, Galileo: Diálogos acerca de dos nuevas ciencias; op. cit., p. 207.

64
Hume no está lejos de la idea de Ockham y Galilei, pero nos plantea la
tesis de la no deducibilidad del efecto, respecto de la causa. Descarta que
nuestros conocimientos a priori puedan evidenciar y dar certeza de que el
efecto se deduzca de la causa, sino por el contrario nos ofrece una nueva
visión subjetiva y escéptica del conocimiento racional, frente a que todo
fenómeno debe estar sometido a experimentación, tal como lo describió:
“Nada es más preciso para un legítimo filósofo que refrenar el inmoderado
deseo de investigar las causas, y habiendo establecido una doctrina sobre
un número suficiente de experimentos, debe contentarse con esto cuando
ve que un examen ulterior le llevará especulaciones obscuras e inciertas.
En este caso, su investigación estará mucho mejor empleada examinando
los efectos que indagando las causas de sus principios.”55

Por otra parte, la noción de causalidad de John Locke (1632-1704)


ofrecida en su Ensayo sobre el entendimiento humano (1689), señala
que nuestros sentidos al percibir las constantes vicisitudes de las cosas
no pueden dejar de observar la relación causa-efecto, definiendo como
causa: “aquello que hace a cualquier otra empresa existir.” 56 Esta
sentencia permite distinguir algunos tipos de relación, como por ejemplo:
el firmamento, la descendencia, la producción, la transformación, entre
otras. Más al final de este apartado, este autor inglés concluye que todas
estas relaciones tenían su origen en las ideas derivadas de la sensación y
de la reflexión.57 Por otro lado, George Berkeley (1685-1753) concebía el
conocimiento como una relación de ideas, y éstas como objetos percibidos
por los sentidos, o recordados o imaginados. Ellas y cualquier relación
que se establezca entre ellas no existen sin la mente, de modo que cuando
decimos que una cosa sensible existe, y que significa que es percibida la

55. Cf. Hume, David: Tratado de la Naturaleza Humana, op. cit., p.28.
56. Cf. Locke, J.: Ensayo sobre el entendimiento humano, Ed. Aguilar, Bs. Aires, 1970, p.105.
57. Ibídem., pp. 105-108.

65
existencia absoluta de una cosa, parece ser completamente ininteligible.58

De esta manera, si retomamos el experimento del movimiento del


péndulo simple de Galileo en las ideas de Locke y Berkeley, podremos
analizar el cómo se relacionan los conceptos de: Período, Longitud,
Amplitud y Masa por medio de la conexión necesaria y la conjunción
constante. Es decir, que los elementos observados fueron internalizados en
la mente de los presentes como un todo; pero las relaciones no dependen
de las ideas simples, sino de los sentidos que nos informan de la existencia
de los objetos que no se pueden ver o tocar (a excepción de la masa),
aunque sí en la causalidad.

Tanto para Locke y Berkeley, en la tradición empirista, ambos inician


una visión moderna del conocimiento, haciendo de la causalidad, en
tanto una relación de ideas, un fenómeno completamente fundamental.
Partiendo así de este marco, Hume concibe el mundo y la mente como
un compuesto de impresiones y de ideas inseparables, cuya diferencia
entre ellas consiste en que solo la fuerza y la vivacidad de las primeras
(Impresiones) son más complejas que las segundas, puesto que ellas
determinarían la realidad de lo que existe por la correspondencia de las
ideas, tal como lo presenta en su prosa:

“La idea de la causalidad debe derivarse de alguna relación entre los


objetos y debemos ahora intentar descubrir esta relación... En primer
lugar, que todos los objetos que se consideran como causa y efecto son
contiguos y que nada puede operar en un tiempo o lugar que se halle
algo separado del de su propia existencia... Aunque los objetos distantes
puedan a veces parecer producirse los unos a los otros, se halla después
del más detenido examen, que están enlazados por una cadena de causas

58. Cf. Berkeley, George: Tratado sobre los principios del conocimiento humano, en:
Weblioteca del pensamiento: www.weblioteca.com.ar, pp.2-11.

66
contiguas entre ellas y con los objetos distantes, y cuando en un caso
particular no podemos descubrir esta conexión presumimos que existe...
podemos considerar, pues, la relación de contigüidad como esencial de la
causalidad... La segunda relación que haré observar como esencial para
las causas y efectos no es tan universalmente reconocida, sino que se halla
sometida a alguna controversia. Es esta la de la prioridad en el tiempo de
la causa con respecto del efecto.”59

Desde este postulado, se desprende la importancia de la causalidad,


y sobre todo el interés de ir más allá de las conclusiones racionalistas
inmediatas, por lo que Hume intenta dar explicaciones más simples de los
fenómenos físicos. A juicio de Hume, el logró establecer que los límites del
conocimiento son válidos, cuando existe una experimentación constante
del objeto de estudio. No obstante hay una complejidad en el concepto
de probabilidad del azar, que concede a este sistema su plena fuerza y
evidencia que debemos apartar, dirigir y considerar sus consecuencias
para explicar los mismos principios del razonamiento que se derivan del
mismo origen.60 En palabras del propio Hume:

“Los filósofos que han dividido la razón humana en conocimiento y


probabilidad y han definido el primero como la evidencia que surge de
la comparación de ideas están obligados a comprender todos nuestros
argumentos relativos a las causas y efectos bajo el término general de
probabilidad... Haría el ridículo quien dijese que es sólo probable que el
Sol salga mañana o que todos los hombres mueran, aunque es claro que
no tenemos más seguridad de estos hechos que la experiencia que nos
proporciona. Por esta razón quizá será más conveniente, para conservar
el sentido corriente de las palabras y al mismo tiempo indicar los varios

59. Cf. Hume, David: Tratado de la Naturaleza Humana, op. cit., p. 70.
60. Ibídem., p. 105.

67
grados de evidencia, distinguir en la razón tres grados a saber: el del
conocimiento, el de las pruebas y el de la probabilidad.”61

De esta forma, el filósofo escocés, indica claramente que el lenguaje


del sentido común puede proporcionar mucha más información para
comprender un fenómeno X, cuya satisfacción compromete el criterio
del científico para explicar una realidad que es más compleja de lo que
se puede entender. Por ello, el concepto de probabilidad es mayor aún
cuando no existe argumentación alguna del objeto de estudio. Un ejemplo
preciso, son las ondulaciones largas de un péndulo, dado a un grado mayor,
al de las oscilaciones cortas, y a su vez, percibir que el fenómeno es el
mismo; pero el período no es proporcional a la amplitud del péndulo,
y más aún, es un sistema matemático muy complejo de explicar en
torno al de las oscilaciones largas. Desde esta perspectiva, Alexandre
Koyré (1892-1964) nos manifiesta que: “El esfuerzo de geometrización,
sostenido y corroborado por la imaginación y no obstaculizado por el
pensamiento causal, rebasa la meta que se había asignado: la meta de la
dinámica era matematizar el tiempo; ahora bien, Galileo lo elimina. El
esfuerzo realizado termina en un fracaso. Fracaso que Galileo no nota al
principio. Pues al rehacer Galileo en un sentido inverso el razonamiento
que le ha llevado de unas fórmulas descriptivas correctas a un principio
erróneo, encuentra, partiendo de este principio, las consecuencias de las
que había partido.”62

Ante esta problemática, Hume constituyó dos tipos de relaciones


fundamentales: las relaciones de ideas y las cuestiones del hecho.
Las primeras sostienen que las ciencias de la geometría, álgebra, entre
otras sólo son concebibles para el pensamiento humano; mientras que
la segunda, son todos nuestros razonamientos consisten en comparar y

61. Ibídem., p. 105.


62. Cf. Koyré, A.: Estudios Galileanos, op. cit., p. 93

68
descubrir relaciones constantes o inconstantes de los objetos entre sí.
Pero, la causalidad es la única de las relaciones de hecho, que le permite
a la mente ir más allá de los sentidos y que nos informa de aquello que
no podemos percibir, como por ejemplo las relaciones: fuego-calor,
electricidad-luz, enfermedad-dolor y otras. En consecuencia, la causalidad
es el resultado de una conexión necesaria que permite a la mente inferir
o tener la creencia de la existencia o/u acción de un objeto cuando es
seguido o precedido por otro.63

Al explicar la idea de causalidad o impresión primaria, se nos permite


inferir que X es causa de Y. Hume afirma que esta relación no está basada
en ninguna de las cualidades particulares de los objetos, y aunque descubre
dos relaciones como la contigüidad y la prioridad de tiempo entre X e Y,
reconoce que el elemento fundamental es la conexión necesaria entre X e
Y o Y e X. Por lo tanto, Hume nos presenta “la naturaleza de la causalidad
como una relación”, que tiene sus bases en la conexión necesaria, conexión
que no sólo se refiere a los objetos del mundo externo, sino también al
universo de impresiones e ideas de la conciencia. En consecuencia, la
idea de necesidad no proviene de los objetos externos, sino que es sólo
una elaboración de la mente con el sustento de la experiencia, dada por
la repetición de la unión causa-efecto en el mundo externo.

Otro ejemplo que podemos sumar, es la descripción que realiza Galilei


con respecto a la caída de los cuerpos, tal cual como se explica en la
siguiente cita: “Entendámonos: lo que es preciso explicar, o comprender,
según Galileo, no es el hecho en sí de la caída: no se trata de encontrar
la causa por lo cual los cuerpos caen. Lo que busca es la esencia del
movimiento de la caída. Ciertamente, el movimiento muy particular: es
un modo, un tipo bien determinado de movimiento que se realiza, siempre
idéntico, donde quiera que los cuerpos caen. Lo que se trata de encontrar

63. Cf. Hume, D.: Tratado de la Naturaleza Humana, op. cit., p. 60.

69
es la naturaleza de ese modo de movimiento, su esencia o, si se prefiere,
su definición (lo que quiere decir lo mismo). Esa naturaleza es la que
constituirá ese principio evidente e indudable, axioma fundamental que
permitirá deducir todo el resto.”64 En contexto a nuestro tiempo, Koyré
interpretaría que: “Galileo renuncia a todo tipo de intento de explicación
causal, y no busca más que un principio, o un axioma que permita deducir
las leyes descriptivas de la caída de los cuerpos.”65

Igualmente en otro momento de su prosa, Hume se refiere a la necesidad


como una determinación de la mente que nos lleva a inferir el efecto de
la causa. Pero tal es el grado de dificultad, que al darnos cuenta de una
dualidad de las definiciones de la causa, nos advierte sobre la imperfección
de dicho intento y sobre la imposibilidad de entregarnos una definición
más exacta.66 Es aquí, por ejemplo, en donde la conexión necesaria de
una relación como “El cielo está nublado, entonces lloverá”, no puede
expresarse mediante una observación simple, por lo que Hume recurre al
conocimiento experimental; por la sencilla razón de que la posibilidad se
transforme a una probabilidad, puesto que actúa separadamente sobre la
imaginación y otorga una explicación más satisfactoria y más consistente.

Entonces, recapitulando, Hume sostiene que la causalidad está


vinculada a la noción de contigüidad y a la de sucesión regular. Cuando
hablamos de contigüidad nos referimos a lo siguiente: para que dos
objetos tengan causa y efecto se necesitan que éstos estén contiguos, es
decir, uno al lado del otro y no distantes.67 De esta forma, los objetos se
están ‘conjuntando’. Adicionalmente, hay una prioridad en el tiempo de
lo que es causa en relación a lo que es efecto:68 primero es la causa y
después el efecto.

64. Cf. Koyré, A.: Estudios Galileanos; op. cit., pp. 77-78.
65. Ibídem., p.93.
66. Cf. Hume, D.: Tratado de la Naturaleza Humana, op. cit., p.70
67. Ibídem.,
68. Ibídem., p. 131.

70
La contigüidad y sucesión regular son imperfectas e insatisfactorias,
porque teniendo dos objetos contiguos, nunca percibiremos el vínculo
del por qué se unen, ni tampoco podremos declarar su conexión.69 Dicha
conexión la idearemos cuando tengamos varios casos en que los objetos
estén entrelazados entre sí. Además, un objeto puede estar contiguo
y preceder a otro, sin ser su causa.70 Cuando estudiamos un evento,
sólo podemos observar que éste sigue al otro; así distinguiremos que
estos eventos se asocian, pero no se conectan. Y en cuanto a lo que por
causalidad se refiere, no existe una impresión de algo más y por ende “no
tenemos en lo absoluto una idea de conexión o poder”.71

En cuanto al hábito natural de los objetos de estudio, Hume afirma


que “luego de un prolongado hábito se llega a adquirir una inclinación
de la mente tal, que cuando la causa aparece, ellos inmediatamente y con
entera confianza esperan su resultado usual, y consideran virtualmente
imposible que otro resultado pudiera seguirle a dicha causa”.72 En otras
palabras, esta conexión necesaria no es más que una conjunción constante
(eventos recurrentes que siguen uno después de otro) y que al observarlo
en varias instancias, se crea el hábito, y luego por la repetición, se atribuye
una predicción que ocurre a partir de la aparición de otro objeto. De
esta manera, Hume marca un criterio para decidir acerca de la verdad
de nuestras ideas: sólo podemos tener conocimiento de aquello que se
muestre a la percepción; una idea es legítima o verdadera si tiene a su
base una impresión; por lo tanto las impresiones son el límite de nuestro
conocimiento.

69. Ibídem., p. 70.


70. Ibídem., p. 42.
71. Ibídem., p. 40.
72. Ibídem., p. 111.

71
A Modo de Conclusión

Recordemos que Hume llama percepciones a los contenidos de la mente


y los divide en impresiones (datos de la experiencia presente, y que tienen
las características de fuerza y vivacidad) e ideas, o imágenes débiles de las
impresiones. Mediante la imaginación y la memoria podemos hacer que las
impresiones aparezcan de nuevo como ideas. Para Hume, la imaginación
es la facultad que más determina nuestro modo de considerar el mundo
y está sometida a las leyes de la asociación que rigen la aparición de las
ideas en nuestra mente: ley de la semejanza, ley de la contigüidad (en
el tiempo y en el espacio), y ley de la causa y efecto. El conocimiento
humano se divide en dos tipos: el de las relaciones entre ideas y el de las
cuestiones de hecho. El primero da lugar a la matemática, se basa en la
razón, es independiente de la experiencia y permite alcanzar proposiciones
necesarias. El conocimiento que se refiere a las cuestiones de hecho
depende de la experiencia, no puede trascender los límites de lo percibido
y no es un conocimiento necesario, pues siempre cabe la posibilidad que
se dé algo contrario a lo que hasta ahora hemos experimentado.

Ahora bien, para entender la conexión entre causalidad e inducción,


debemos comprender primero que la causalidad, según Hume, es una
idea de nuestro pensamiento como producto de la conjunción de objetos
y de la formación del hábito mediante la observación frecuente. De la
misma forma es la inducción, en la cual “la experiencia pasada regula
nuestro juicio referente a la posibilidad de estos efectos, hace también
esto con respecto a su probabilidad, y el efecto que ha sido el más
común lo estimamos el más probable”.73 En tanto la causalidad y la
inducción prevalece una semejanza de los hechos, semejanza que explica
a la causalidad como la simbiosis causa-efecto, y que en el caso de la
inducción, nos permite predecir el efecto.

73. Ibídem.

72
Los fundamentos de Hume no sólo se oponen a la visión filosófica
racionalista, como hemos señalado, sino que a una de las afirmaciones más
enraizadas del sentido común. El escocés consideró que nuestras creencias
relativas a los vínculos causales son de extraordinaria importancia puesto
que la investigación científica del mundo físico, tal como lo demostró
Galileo Galilei, parece ser en gran medida una investigación de las
causas de los fenómenos físicos observables, pero también porque la
relación causa-efecto es esencial para toda experimentación científica,
específicamente, en cuanto a los acontecimientos de los fenómenos,
incluidos los relativismos al modo de cómo comprendemos el mundo.
Así, Hume reitera con frecuencia que nuestras certezas del mundo físico
se sustentan en premisas causales; y señala que la causalidad manifiesta
una consistencia básica en suponer que todo lo que se determina es por
una modificación en función al estudio de los objetos a través de causa-
efecto, contigüidad y conjunción constante.

73
74
El Positivismo
y su Impacto en Chile

Zenobio Saldivia M.
U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Algunos Antecedentes

Como se sabe, la noción “positivismo” es un concepto polisémico


que encierra diversos sentidos dentro de una connotación histórica,
epistemológica y filosófica, y que alude a una corriente filosófica, o a una
tendencia científica y cultural, que se desarrolla en la Europa decimonónica
a partir de las ideas de Augusto Comte y J. Stuart Mill, entre otros. En
este capítulo se pretende abordar la presencia de las ideas positivistas
en Chile, en las últimas décadas del siglo XIX, principalmente a partir
de las nociones difundidas por Comte y expresadas en sus obras tales
como: Curso de Filosofía Positiva (1830-1842), Sistema de Política
Positiva (1851-1854) y Discurso sobre el Espíritu Positivo (1844); obras
en las que se deja de manifiesto la importancia del método cien­tífico y
de la ciencia como fenómeno cognitivo y social, que posibilitan un as­
censo inevitable hacia el progreso material y moral. Por tanto, en lo que
sigue, se analizan algunas ideas propias de dicha cosmovisión y las
características de su difusión en Chile y su vinculación con la comunidad
científica del período.

El positivismo emerge en nuestro país en la década del setenta del


siglo decimonono, con los hermanos Lagarrigue, Juan Serapio Lois,
Benjamín Dávi­la, Manuel Antonio Matta, Diego Barros Arana, Miguel
Luis Amunátegui, José Victorino Lastarria y Valentín Letelier entre
otros; siendo, Lastarria en rigor, el primero en declararse conocedor del
positivismo puesto que ya en 1868 señala: “El positivismo ha encontrado

75
que el movimiento de la humanidad en todas las esferas de su actividad,
se traduce por una marcha hacia adelante, acelerada o contenida, circular
o curva, rectilínea o trunca, pero siempre una marcha”.74

La emergencia del positivismo en Chile, se caracteriza por la


introducción de las nociones propias de la filosofía positiva de Comte y
por la presencia tam­bién de algunas ideas de Littré y otros. Ello, dentro de
los discursos del período finisecular del siglo XIX en el que se confrontan
los programas de las distintas tendencias que persiguen la obtención de
la modernidad; esto es, la tendencia liberal y la postura conservadora de
los sectores católicos y eclesiásticos.

Entre las entidades positivistas aparecidas en Chile figuran: La


Academia de las Bellas Letras (1873),75 la Sociedad de la Ilustración (1872)
y el Círculo Positivista (1870-1874), cuyos exponentes se encargaron de
la difusión del positivismo como eje teórico que persigue las reformas
en los tópicos mencio­nados y como instrumento ideológico, político y
moral para la modernización del estado-nación. Además, lo percibían
como reservorio ético para la renovación moral de la sociedad chilena.
En dichas corporaciones se realizaban lecturas y comenta­rios de las obras
de los representantes del positivismo francés e inglés: Augusto Comte,
Emile Littré y John Stuart Mill. Pero también se crearon corporaciones
para estudiar y difundir el positivismo en otras regiones alejadas de la
metrópolis, tales como: La So­ciedad del Progreso, en Valparaíso, o la
Sociedad Escuela Augusto Comte, en Copiapó, en 1882.

Entre los miembros de la Sociedad del Progreso de Valparaíso figuraban


en 1879: Luis Barros Borgoño, Sandalio Letelier, Dávila Larraín, Luis
Espe­jo, José Tomás Urmeneta, Juan Enrique Lagarrigue. La entidad

74. Cf. Lastarria, J.V.: Miscelánea Histórica y Literaria, 1868.


75. Cf. Lastarria, J.V.: Recuerdos Literarios, (2da Edic.) Stgo., Librería de M. Servat, 1885,
p. 491.

76
conmemoraba anualmente con conferencias y homenajes póstumos a los
hombres más desta­cados fallecidos el año anterior, ya sean estos del país
o del extranjero; v. gr. en el año 1879 los miembros de la misma, rinden
homenaje a José Tomás de Urmeneta (chileno), Claude Bernard (francés),
Tomás Cipriano de Mosquera (colombiano) y otros.

Los Exponentes del Positivismo en Chile y su Visión de la


Ciencia

Los intelectuales que asumieron el positivismo en Chile en el período


finisecular del siglo XIX, han sido estudiados por autores como Zea,
Galdámez o Fuenzalida, o más recientemente por Subercaseaux, Escobar
y otros. Aquí quisiéramos recordar nuevamente, a esos pioneros del
positivismo chileno: a José Victorino Lastarria (1817-1888), Eugenio
María de Hostos (1839-1903), los Hnos. Lagarrigue: Jorge Lagarrigue
(1854-1894), Juan Enrique Lagarrigue (1852-1927), Luis Lagarrigue
(1864-1949), y Valentín Letelier (1852-1919), enfatizando al menos en
algunos de ellos, sus aportes relacionados con la cien­cia, o con la idea de
la episteme que nos han legado.

José Victorino Lastarria

Así por ejemplo Lastarria, en los años de su madurez se va inclinando


no­toriamente por los tópicos más frecuentes del positivismo. En 1868,
como se ha señalado, declara haber leído la obra de Comte: Cours de
philosophie positive y se identifica como positivista. En 1870, nuevamente
Lastarria, marca otro hito en el fomento de esta tendencia positivista, al
asumir la dirección del Círculo de Positivistas con el objetivo de leer
y analizar las obras de Comte. Así, inspirado por esta nueva corriente
filosófica y científica, se dedica a crear entidades que difundan y fomenten
las ideas comtianas; por ejemplo, la Academia de Bellas Letras, agrupación
donde se reúnen un grupo de intelectuales con el propósito de incentivar
el cultivo de la literatura como expresión de la verdad y según las reglas

77
sugeridas por Comte, las cuales se identifican a su vez, con las normas
de rigor que exigen las obras científicas y en conformidad con los hechos
demos­trados de acuerdo a los planteamientos de la filosofía positivista.

Entre estos nuevos temas que ahora complementan los focos de interés
de los autores seguidores del positivismo, están: el énfasis por el progreso,
la regeneración social, la preocupación por la ciencia, la sugerencia de
cambios curriculares en la educación para orientarla hacia el estudio del
método científi­co y la búsqueda del rigor lógico, la incorporación de la
mujer a la educación, el interés por los recursos hídricos y por el desarrollo
minero e industrial del país. Y más tarde, se comprometen también con
los esfuerzos para lograr una ma­yor autonomía del poder ejecutivo frente
a la iglesia. Estas inquietudes, quedan claramente de manifiesto en obras
tales como: Caracoles. Cartas descriptivas sobre este importante mineral
dirijidas al Sr. Tomás Frías, Ministro de Hacienda de Bolivia, o en las
Lecciones de política positiva, ambas de Lastarria, entre tantos otros
autores del período.

En la primera de las mencionadas, publicada en 1871, Lastarria,


utilizando el conocimiento ya existente de las ciencias de la geología,
orografía, mine­ralogía y otras ciencias de la tierra, que daban cuenta de las
propiedades del cuerpo físico de Chile y de la entonces región boliviana
de Antofagasta, ubica geográficamente el mineral de Caracoles y describe
los caminos existentes y las características geológicas de la zona donde
se encuentra dicha mina. Al mismo tiempo que fundamenta los beneficios
que resultarían de explotar adecuada­mente la mina homónima. Para ello,
insta al gobierno de Bolivia para financiar un ferrocarril desde Mejillones
hasta el mineral, identificando esta posible obra con el progreso mismo
de Bolivia y con su impacto en la economía de la re­gión.76 La obra es

76. Lastarria, José V.: Caracoles. Cartas descriptivas sobre este importante mineral dirijidas
al Sr. Tomás Frías, Ministro de Hacienda de Bolivia, Impr. de la Patria, Valparaíso, 1871,
pp. 8-30.

78
prácticamente una apología de la riqueza de la zona y muestra un Lastarria
como político visionario y pragmático, pero también como geógrafo y
positivista.

A su vez, en su texto Lecciones de política positiva, publicado en 1875,


primero presenta su noción de política y luego se centra en explicar la
fuerte conexión de la misma con el cuerpo social. Es justamente en este
análisis donde Lastarria hace acopio y difusión de las ideas comtianas,
tales como la ley de los tres estadios evolu­tivos de la humanidad, la
clasificación de las ciencias y la regeneración moral de la sociedad. Llama
la atención el hecho de que el autor en este texto, parte con la concepción
positivista comtiana, y luego va sugiriendo nuevas formas de aplicación
de las nociones positivistas al campo educacional en Chile; entre éstas:
el fomento de una educación científica o centrada en el método positivo,
desde la enseñanza elemental; también una fuerte preocupación moral,
desde la instrucción básica; así como el énfasis por el respeto ineludible
de los derechos humanos en la vida cívica del país, entre otros tópicos.
Las obras mencionadas de Lastarria sintetizan adecuadamente los temas
de la época: el utilitarismo proveniente del conocimiento científico, el
afán por el progreso, la búsqueda del orden social y político y el ideario
de la regeneración moral de la sociedad.

Valentín Letelier

Letelier, por su parte, conoce las ideas de Comte en 1874, cuando


finaliza­ba sus estudios de derecho77 e incursionaba en el Círculo de
los jóvenes positivis­tas, dirigidos en esta fecha por Jorge Lagarrigue.
Dicho grupo se dedica a leer y comentar las obras de Comte, Littré y
otros autores, e incluso sacan algunos folletos de difusión con las ideas

77. Cf. Galdámez, Luis: Valentín Letelier y su obra, 1852-1919, Impr. Universitaria, Stgo.,
1937, p. 30 y ss.

79
positivistas, como el que aparece en 1875, con el título Principios de
Filosofía Positiva.78 Este mismo año, Letelier es nombra­do profesor de
Literatura y Filosofía en el Liceo de Copiapó y junto a otros pro­fesores
funda una Academia Literaria. Son los años en que define su convicción
positivista y se identifica con el ideario comtiano del Orden y el Progreso,
que trata de alcanzar y mantener durante toda su vida profesional.
Entre sus aportes positivistas, recordemos que persigue determinar los
fundamentos del Derecho y de las instituciones jurídicas, partiendo de
un análisis etnográfico e histórico, para corroborar que la evolución de
tales organizaciones no es algo puramente normativo, sino que obedece
al resultado de la acción espontánea de las fuerzas sociales; una marcha
acelerada como diría Lagarrigue, o el avance inevitable hacia el progreso,
como diría Comte. Y en este sentido, logra articular la filoso­fía positivista
con el Derecho y la inserción de ésta como parte de la Sociología. En
rigor, el alcance de su obra es de tal magnitud que cubre la educación, la
sociología, la filosofía y las políticas públicas, como diríamos hoy.

Los Hermanos Lagarrigue

Y en cuanto a los hermanos Lagarrigue: Jorge, Juan Enrique y Luis, más


que concentrarnos en las reflexiones y discusiones de cada uno de ellos
con los agentes culturales del país y del extranjero, podemos sintetizar
la idea de ciencia de los mismos, la cual, salvo algunas diferencias de
matices entre ellos, es percibida como un conjunto de conocimientos
organizados, orientados hacia el progreso para dominar la naturaleza
y esclavizarla, o como un sistema de interpretación del hombre sobre
la naturaleza con vistas al bienestar de toda la humanidad. La ciencia
además, es entendida por estos autores, como algo teórico y empírico
y proclive a la difusión cultural. La ciencia por tanto, en este esquema,
sería un constructo preparatorio para trabajar por el servicio de la especie

78. Galdámez, Luis; op. cit., p. 35.

80
humana y para alcanzar los valores de una moral positiva, que llegaría
finalmente a conciliar el amor y el conocimiento, sin apartarse de la
fe en la humanidad; alcanzando así, un estado de máxima perfección
en la condición humana. O como lo expresa Juan Enrique Lagarrigue:
“Todas las almas con­currirán de las diversas partes de la tierra a mejorar
incesantemente la exis­tencia universal. Semejante estado de armonía
planetaria llevará consigo una indecible felicidad”.79 Dicha postura de
comprensión de la episteme como un constructo propedéutico para arribar
a un nuevo estadio moral, es muy simi­lar entre los hermanos, tal como
se percibe por ejemplo en Jorge Lagarrigue, cuando luego de alabar la
clasificación de las ciencias que hace Comte, señala: “Vosotras no sois
sino ciencias preparatorias; nada valéis si vuestros estudios no convergen
hacia el estudio y mejoramiento del hombre, separadas de la mo­ral no
sois sino ciencias inútiles o perjudiciales a la inteligencia y al corazón.”80

Esto es, una subordinación de la aprehensión cognitiva de los hechos del


mundo, del entorno, de la naturaleza y la sociedad, al ideario de la religión
po­sitiva y universal como un corpus siempre abierto para la generación
de nuevos conocimientos, pero apuntando hacia una institución religiosa
positiva como nuevo dogma de la humanidad. Es una postura epistémica,
apriorista, idealista y constructivista.

Empero, no solo las entidades mencionadas difunden las nociones po­


sitivistas en el período del Chile finisecular decimonónico. También existen
algunas revistas como la Revista Chilena, fundada en 1875 en Santiago,
en la cual escriben además de los ya mencionados, Rodulfo Amando
Philippi, Ernesto Turenne, Be­nicio Álamos González, Ricardo Passi
García y Marcial González entre otros. Muchos de los cuales difunden las
ideas positivistas en el país. Es el caso de Lagarrigue, Lastarria y Passi,

79. Cf. Lagarrigue, Juan Enrique: Circular Religiosa, Impr. Cervantes, Stgo., 1886, p.32.
80. Cf. Lagarrigue, Jorge: Positivismo y Catolicismo, Impr. Cervantes, Stgo., 1884, p.12.

81
quienes aparecen como traductores destacados de las obras de Comte y
como animosos difusores de las ideas positivistas, especialmente en lo
referente a las nociones de progreso, a las leyes de la His­toria y a la idea
de ciencia que manifiesta el autor francés; así como también se observa
que se muestran defensores a ultranza, en relación a la separación entre
la Iglesia y el Estado y en cuanto a la educación para la mujer.

En este ámbito, por ejemplo, fue muy relevante en su tiempo el


ensayo de Ernesto Turenne Profesiones científicas para la mujer. Dicha
comunicación, analizaba detenidamente la conveniencia de contar con
la participación feme­nina en el ámbito profesional, sin exclusiones de
ninguna carrera en especial. Turenne señala:

“Educad a la mujer, y por este medio educaréis mejor al pueblo: los


cono­cimientos adquiridos sobre rodillas de la madre no se olvidan jamás,
aun las supersticiones más absurdas. Las nociones más sencillas de la
higiene, esa pequeña medicina del hogar, es un excelente conjunto de
preceptos genera­les que toda madre debiera inculcar diariamente a la
familia en sus multipli­cadas lecciones caseras”.81

A partir de lo anterior, se va perfilando el conjunto de notas positivistas


que van siendo internalizadas ora por los autores y/o también por los
actores sociales en el país. Entre éstas, recordemos la noción comtiana
que señala que existe una armonía entre las ideas sobre la existencia y
las leyes del marco social. El autor lo expresa en estos términos: “Para la
nueva filosofía, el orden constituye la condición continua y fundamental
del progreso, y recíprocamente el progreso viene a ser el objeto necesario

81. Cf. Turenne, Ernesto: “Profesiones científicas para la mujer”, Revista Chilena, T. VII,
Stgo., 1877, p. 366.

82
del orden: igual que en la mecánica animal el equilibrio y el progreso son
mutuamente indispensables, como fun­damento o como destino”.82

Y tal vez, otro de los preceptos positivistas seguidos en la práctica


por los intelectuales chilenos es el que señala Comte en su Cours de
Philosophie Positive, cuando expresa que: “En las dolorosas colisiones
que nos prepara necesariamente la anarquía actual, los filósofos que las
habían previsto estarán ya preparados y harán convenientemente resaltar
las grandes lecciones sociales que deben ofrecer a todos”.83 Ésta es, por
tanto, la otra variable del positivismo que se asentó en Chile: la cuestión
social, la preocupación por la movilidad social y por la conveniencia de
contar con respuestas teóricas y con propuestas para que la efervescencia
social se encauce en el marco del orden anhelado. A este respecto,
Lagarrigue y Letelier, ofrecen ampliar la educación e incorporar el rigor
científico en las aulas, y Hostos durante su estadía en Chile, también
sugiere incorporar a la mujer en los distintos niveles de la educación.
Los hermanos Lagarrigue a su vez, ofrecen el positivismo como marco
teórico e identificado como una nueva la religión de la huma­nidad, para
alcanzar los mismos propósitos.

Así el positivismo, o mejor dicho muchas de sus tesis, son conocidas e


internalizadas por estos exponentes y luego seguidas por distintos agentes
po­líticos, culturales y científicos del país, todos los cuales contribuyen
a plantear las reformas propias de un ideario republicano y laicista. El
positivismo por tanto, contribuyó indirectamente a la constitución la
modernización del estado chileno.

82. Cf. Comte, A.: La Filosofía Positiva. Selección y estudio de René Hubert, Ed.
Sudamericana, Bs. Aires, 1943, p. 169.
83. Cf. Comte, A.: Cours de Philosophie Positive, 1842, T. IV, p.612. (Traducción personal).

83
Las Ciencias en el Período

Ahora y de acuerdo al título de este capítulo, se comprende que nos


preguntemos acerca de la articulación del positivismo con la comunidad
cien­tífica nacional y en especial con el paso o puente del positivismo
hacia las ciencias del período.

A este respecto, es conveniente recordar que la difusión de estas


nociones positivistas coincide con una nueva etapa de profundización
y ampliación de la actividad científica del país, entendida como acopio
cognitivo del cuerpo físico del país, y como conocimiento útil vinculado
al desarrollo tecnológico nacional. En efecto, en esta era de difusión del
positivismo a partir de los años setenta, se observa la existencia organizada
de comunidades de especialistas que laboran en entidades públicas que
se encuentran realizando actividades rutinarias de ciencia normal, al
decir de Thomas Kuhn.84 Así, volviendo al Chi­le decimonónico, entre
tales comunidades científicas y sus tareas, cabe destacar la aplicación del
modelo taxonómico a los especímenes de los lugares más distantes del país
para complementar el cuadro de lo viviente iniciado con Claudio Gay y
continuada por Rodulfo Amando Philippi, y principalmente la corrección
de datos previos sobre la latitud y longitud de puertos, islas, montes,
volcanes, lugarejos y pueblos. Es en este período y dentro del marco social
y político de los años setenta, el momento en que acontece una fuerte
discusión acerca de la inteli­gencia de la mujer y de sus posibilidades de
ejercicio público en general.

Así, la década del setenta en el Chile decimonónico, corresponde a los


años en que se percibe la inserción de las asignaturas de Historia Natural
que se dictan en los diversos liceos del país, la creación de la Oficina

84. Cf. Kuhn, Thomas: La Estructura de las Revoluciones Científicas, op. cit.

84
Hidrográfica de la Armada, en 1874, que rápidamente comienza a realizar
trabajos científicos de hidrografía, cartografía, meteorología y otros. En
esta década se organiza además la Exposición Internacional de Santiago,
en 1875, con la cual Chile muestra sus producciones agrícolas, industriales
y técnicas al mundo. Son los años en que la comunidad científica está
orgullosa mostrando sus resultados específicos y su consolidación como
gremio de especialistas. También conti­núa la aparición de numerosas
revistas científicas, entre éstas: en La Serena, la Revista Científica y
Literaria (1871), en Santiago: la Revista Médica de Chile (1872), el
Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile (1875). Y en Valparaíso la
Revista Gaceta Médica (1879).85 Además, en este hito ya se observa la
reali­zación de una serie de congresos científicos; tales como el Congreso
Libre de Agricultura, en 1875, donde se analizan temas de distintas
disciplinas.

En los años ochenta, destaquemos la Misión del oficial de la Armada


Francisco Vidal Gormaz, quien viaja a la Oficina Central Meteorológica
de Washington en 1884, para determinar el primer meridiano único para
todas las naciones y donde se adopta el meridiano de Greenwich como
cero común de longitudes. Es la década en que se confecciona un Catálogo
de los Coleópteros de Chile gracias a Federico Philippi, y continúan los
congresos científicos; en­tre estos: el Primer Congreso Médico Chileno en
1888, el Congreso Industrial Agrícola de 1889, los Congresos Generales
Chilenos de 1893, en Valparaíso, el de 1894 en Santiago y el de 1895 en
Concepción. En el plano de las ciencias de la tierra, continúan los trabajos
de Domeyko; v. gr. las nuevas descripciones de minerales y de nuevas
rocas; entre los primeras se destacan el selenio, teluro, titano, el cromo.
Y en cuanto a las segundas, Domeyko presenta la diagnosis de algunos

85. Los lectores interesados en profundizar sobre la aparición de revistas científicas chilenas,
pueden consultar: “Las Revistas científicas chilenas” en: Saldivia, Zenobio: La Ciencia
en el Chile Decimonónico, Ed. U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., 2005, pp. 99-120.

85
meteoritos, como también de ciertos tipos de salitre, boratos y pro­ductos
volcánicos.86

En los años noventa podemos traer a presencia a los físicos Luis Zegers
y Arturo Salazar, quienes tomaron las primeras radiografías en nuestro
país, en 1896, pocos meses después del descubrimiento de los rayos de
Röentgen en Alemania. Zegers está además, en estos años, muy preocupado
por implementar la telegra­fía sin hilos en nuestro país y lo expresa en
estos términos: “[...] de la misma manera que el telégrafo eléctrico vino
casi de inmediato después del descubri­miento de la imantación por las
corrientes, así también la telegrafía sin hilos de Marconi, nos anuncia un
nuevo modo de utilizar i transmitir la energía”.87 Con ello continúa la
enseñanza experimental de la física en el país, que se había asentado con
la cátedra de Física al fundarse el Instituto Pedagógico (1889).

En Valparaíso, el entomólogo Carlos Porter funda la Revista Chilena


de Historia Natural (1897), cuyos números van dejando de manifiesto
un acopio de investigaciones sobre Ciencias Naturales, Arqueología,
Ornitología, Ictiología, Entomología, Botánica, Zoología, Antropología,
Geografía y Bibliografía cien­tífica, entre otras; de este modo, se continúa
la identificación del universo bió­tico del país, que había principiado con
Gay. De Porter recordemos algo de su prosa científica:

“Estos terrenos son el lugar apropiado para el crecimiento de la


palmera indígena (Jubea spectabilis) que, junto con algunas especies de
Bromeliá­ceas (Puya Bromelia), dan un carácter típico a la vegetación. En
los lugares húmedos, poco expuestos al sol y en el fondo de las quebradas
crece en gran cantidad el peumo (Crytocaria Peumo), que es la especie

86. Cf. La Revista de Chile, Vol. IV Nº1, Stgo., Enero de 1900, p. 8.


87. Cf. Zegers, Luis: “La Telegrafía sin hilos i el sistema de Guillermo Marconi”, La Revista
de Chile, Vol. III, Nº4, Stgo., 15 de Agosto de 1899, p. 101.

86
arborescente que domina en los matorrales; le acompaña el molle y el
litre. En los sitios más asoleados crece también el boldo (Baldoa fragans)
y el quillai (Quillaja saponaria)”.88

Este auge del desarrollo científico se encuentra en pleno despliegue


en el país, pero podemos cerrarlo para nuestro propósito, con los
adelantos de la medicina. Entre éstos, cabe destacar la instauración de
la microbiología que ex­plica las causas de las enfermedades infecciosas,
o la difusión de los postulados positivistas aplicados a la medicina. Así
por ejemplo, tras la publicación de la obra de Bernard Introducción a la
Medicina experimental, (1865) que establece las bases para el estudio
fisiológico de las enfermedades y los conceptos éticos fundamentales
para la investigación científica en los seres humanos, la medicina
chilena se potencia notoriamente. Por ello, Cruz Coke, señala que las
ideas positivistas produjeron un gran desarrollo de las ciencias médicas,
aumentando el número de médicos, investigadores, biólogos, fisiólogos y
químicos y que estimularon la creación de establecimientos científicos.89
Así, no resulta extra­ño que en este marco de expansión de las ideas
positivistas, se funde el Instituto de Higiene en 1892 o que aparezcan las
primeras mujeres científicas en nues­tro país; por ejemplo Eloísa Díaz,
que obtiene su título de médico cirujano en enero de 1887, o Ernestina
Pérez, una semana después. Luego, en diciembre de 1899, María Griselda
Hinojosa Flores se titula como la primera farmacéutica en Chile.

Algo similar ocurre en el plano tecnológico, con la industria, con el


desa­rrollo vial y con el proceso de implantación del ferrocarril en el país.
Y si bien esto último escapa a nuestro interés del momento y no podemos

88. Cf. Porter, C.: “Herborizaciones en la Provincia de Valparaíso. Escursion a El Salto en


Noviembre de 1898”, Revista Chilena de Historia Natural, Año III, Nº 1-2, Enero-Febrero
de 1899, p. 29.
89. Cf. Cruz Coke, Ricardo: Historia de la Medicina Chilena, Ed. A. Bello, Stgo., 1995, p.
344.

87
abordarlo en esta ocasión, tan solo recordemos aquí que el ferrocarril es
el paradigma del progreso en el siglo XIX y que en 1899 Chile cuenta ya
con 4.359 km. de vías férreas, más otros 400 km. en construcción y cerca
de 1.850 km. en estudio.90

Vinculación entre Positivismo y Ciencias

Los principales exponentes del positivismo durante las décadas del


setenta hasta fines del siglo XIX en Chile, no actuaron como conductores
de la ciencia nacional, de las ciencias de la vida o de las ciencias de la
tierra, pero sí queda­ron insertos dentro del universo de la comunidad de
especialistas del período, en virtud de la publicación de algunas de sus
obras y por las interacciones de éstos con los científicos de la época. El gran
mérito de estos autores es el hecho de haber estimulado y complementado
el acervo científico del período, con un énfasis hacia lo social, hacia la
divulgación de la idea de que los constructos científicos deberían traer
tanto beneficios materiales, cuanto una regeneración moral de la sociedad.

Los científicos del período aquí acotados, en rigor, actúan en nuestro


país colaborando con el positivismo, desde su praxis al menos en tres
planos: (a) gracias a una consolidación de la metodología científica, (b)
en virtud de sus aportaciones cognitivas en vistas a la búsqueda de lo
identitario nacional y (c) coparticipando del ideario del orden social y del
télos del progreso. Lo primero, en tanto proporcionan una confiabilidad
y una sólida metodología confrontacional entre el yo científico y el
observable, significa que el país es reconocido como un nuevo locus
geo­gráfico americano, en el cual se cumple la parsimonia científica y
se consiguen incrementos en la aprehensión cognitiva referentes a las
descripciones de los referentes orgánicos e inorgánicos existentes en el

90. Cf. Mardones, Francisco: “La ingeniería en sus relaciones con el progreso”, La Revista
de Chile, Vol. III, Nº7, Stgo., Octubre, 1899, p. 212.

88
país. Las diversas menciones de los trabajos científicos de este período
en las academias europeas avalan lo anterior.

Lo segundo, la cuestión de la identidad, se logra puesto que al mismo


tiempo que se realiza la tarea de diagnosis del universo biótico e inorgánico
de la República, se va configurando un imaginario colectivo sobre el
cuerpo físico e incluso social del país, lo que facilita la identificación
de Chile como país y articula al estado-nación en virtud del material
teórico, gráfico y estadístico de los distin­tos medios de difusión de la
época. Recuérdese además que muchos científicos –como Claudio Gay
por ejemplo– complementan sus trabajos con Atlas costumbristas, o con
ilustraciones sobre las costumbres de los lugareños.

Lo último, la cuestión del orden y el progreso, queda también de mani­


fiesto, toda vez que los propios científicos, al sugerir la utilización de tal
o cual referente de la flora o fauna para emplearlo en la industria, van
encauzando la confrontación con la naturaleza. Recuérdese por ejemplo
a Rodulfo Amando Philippi, cuan­do sugiere el desmonte total de las
zonas de Llanquihue y otras, destinadas a los inmigrantes. Ello no sólo
por su factibilidad técnica, sino más bien, porque están convencidos que
la eliminación de la naturaleza agreste es el camino para la obtención del
progreso material y del bienestar de los ciuda­danos. Dicha orientación
es estimulada a su vez, por las políticas científicas y de inmigración del
período, todo lo cual contribuye a apuntar hacia el sueño del orden en
todas las facetas de la vida pública, política y cultural del país.

En efecto, en cuanto a los fenómenos sociales, especialmente desde


la década del setenta del siglo XIX, se observa que los trabajos propios
de las ciencias de la vida, de las ciencias de la tierra, o de la astronomía,
hidrografía y otros, aparecen alternados con estudios tales como el ahorro,
la educación de la mujer, la feminidad, el al­coholismo y con reflexiones
sobre los inmigrantes llegados a Valdivia; tal como ha quedado de
manifiesto en las revistas científicas de las últimas décadas del XIX en

89
nuestro país. Ello es un indicador de que se está apuntando tanto al télos
del progreso como a la regeneración moral de la sociedad. Esto es, una
nueva fase científica que está acaeciendo en Chile en el período finisecular
decimonó­nico y que es equivalente al ascenso inevitable de la jerarquía
del conocimiento y que según Comte, sigue el derrotero de la matemática,
la astronomía, las ciencias físicas, la química y luego las biológicas, hasta
arribar a las ciencias sociales.

La mayoría de los positivistas de los distintos centros del país, indepen­


dientemente de sus tendencias y orientaciones, coinciden en lograr la
implan­tación del método experimental, en aceptar la importancia del
desarrollo de la ciencia y en inculcar el conocimiento de las leyes de la
naturaleza y del espíritu po­sitivista en Chile. Casi todos los positivistas
estiman que la tarea principal es trabajar por el bienestar material de
la población y por el progreso colectivo, así como por el desarrollo
de los conocimientos científicos y por el aumento de las libertades
personales, especialmente en los casos de Lastarria y Letelier. Muchos
de estos exponentes gestan nuevas instituciones y apuntan al fomento
de la explotación de los recursos naturales con el objeto de desarrollar
la indus­tria nacional y alcanzar una pronta inserción en el capitalismo
internacional, de modo que, en este punto, se identifican con la comunidad
científica, la cual desde su praxis, viene señalando lo mismo.

El eje de las discusiones más propiamente filosóficas que articula el


posi­tivismo en el período finisecular del Chile decimonónico apunta a
determinar la cuestión identitaria como país, a buscar un perfil propio
dentro de la cultura europeizante de la época. Las cuestiones filosóficas
referentes al desplazamien­to de la metafísica, o a la convicción de que los
hombres no pueden tener más certeza que la que entrega el conocimiento
científico en sus descripciones y explicaciones sobre los hechos del mundo,
o al encadenamiento de las ciencias particulares a las ciencias superiores,
identificada con la ciencia positiva, como los ejes teóricos centrales del
positivismo. Dichas cuestiones quedan tácita­mente aceptadas sin una

90
mayor discusión. Esto ante la primacía por la búsque­da del utilitarismo,
por el télos del progreso y por la necesidad de abocarse a las reformas de
las distintas institucionales nacionales.

Por tanto, la cuestión filosófica del positivismo, en su fase práctica y


social decimonónica en Chile, se bifurca entre la implementación del rigor
científico y la pre­ocupación social, sumado a la conveniencia de encontrar
nuevas orientaciones o lecciones sociales que impliquen una regeneración
moral de la sociedad chi­lena del período. Y como estamos orientados a
una reflexión sobre la filosofía luego de nuestro bicentenario como estado-
nación, resulta pertinente pensar que idea de progreso, u otra categoría
propia de la filosofía chilensis contem­poránea, están en condiciones de
servir de sustrato a los agentes sociales y políticos de nuestra era, para
alcanzar así un dominio efectivo de la modernidad, como instancia de
mayor bienestar social, cultural y política.

91
92
Jean Piaget y La Teoría de la Evolución de la
Inteligencia y los Niños en Latinoamérica91

Francisco Díaz C.
U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Introducción

Latinoamérica, es un concepto viviente y pletórico muy diverso en


nuestra época contemporánea, ya que alude a una variedad de tendencias
interpretativas de su propio devenir como sociedad contractual entre
las naciones que la componen, aceptándose mutuamente a pesar de las
diferencias políticas, económicas, sociales y culturales. En fin una América
distinta que día a día trata de ser unida.

Actualmente, existe una relación recíproca entre las actividades


creadoras del hombre hispanoamericano y el hombre globalizado;
no obstante, numerosos autores92 se han concentrado en destacar la
influencia de ambiciosas ideologías provenientes de agentes externos que
interactúan en planos internos mediante el desarrollo de la educación en
las comunidades del continente, con constructos teóricos euro-céntrico
que se han arraigado en nuestro medio, desde el siglo XVI en adelante.
De este modo, se ha situado exclusivamente en el sujeto una actividad
cultural que se asocia al espíritu científico racionalista proveniente del

91. Este trabajo en una primera versión fue presentado en las “XV Jornadas Trasandinas de
Aprendizaje: Los vínculos interpersonales en educación y aprendizaje”, U. de la Plata,
Argentina, 2014.
92. Por ejemplo recordemos a: Juan Pascual Leone, Perret-Clermont, Robbie Case y K. W.
Fischer.

93
hemisferio Norte, y que conjuntamente proyecta un estudio riguroso de
la naturaleza local. Por lo tanto, el desarrollo cultural Latinoamericano
tiene un rumbo complejo dado al sincretismo histórico entre europeos y
nativos. Dentro de estos desenvolvimientos atravesados por la violencia
y sumisión, los aspectos dominantes de la política, educación y una
práctica utilitaristas durante los siglo XVII, XVIII y XIX, han articulado
un conocimiento con miras al Viejo Continente, tanto de la presencia del
nivel científico-técnico, o científico-humanista, que nos van presentando
los nuevos desafíos que son necesarios reconsiderar a nuestra cotidianidad.
De estos, justamente en el plano educativo la cuestión de seleccionar,
tomar o repensar corrientes epistémicas, es un paso ineludible a estudiar.

Así, a finales del siglo XX, el Modelo Epistemológico Piagetano


impacta en Latinoamérica, específicamente, en las ciencias cognitivas, en
la psicología infantil, en la psicología de la inteligencia, en la psicología
evolutiva, en la pedagogía y en el curriculum. Como también en otras
áreas del saber: en etnografía, sociología y lingüística; expresada en
su metodología constructivista bajo la Teoría de la Evolución de la
Inteligencia, basada en el estudio del dinamismo de las estructuras
psicosociales.

El corpus científico de la epistemología genética es extraordinariamente


profundo, puesto que da cuenta del desarrollo cognitivo del sujeto
epistémico en general y de la ontogénesis del conocimiento. Y por tanto
se puede extrapolar a la búsqueda de la génesis del conocimiento de
los pueblos originarios de América, que anhelamos como una sociedad
austera, conforme a los hitos de oscilación de las facultades cognitivas,
que son y seguirán siendo objeto de investigación en las próximas décadas,
principalmente en los niños del Nuevo Mundo.

94
Piaget: El Hombre y el Epistemólogo

Jean Piaget nace en Neuchâtel, Suiza, el 9 de Agosto de 1896 y desde


pequeño muestra un gran interés por el estudio y la reflexión. En este
sentido, es un buen heredero de la vocación intelectual de su familia. Desde
muy joven, Piaget manifestó un claro rendimiento por la sistematización
y la observación de los elementos de su entorno. Así en 1907, a los 11
años, escribe su primer artículo, se trata de una breve nota sobre un tipo
de avecilla de la región, y lo titula: Un gorrión albino. Posteriormente con
los años, las lecturas filosóficas y del campo de la biología. Con los años
logra estructurar el concepto de transformación.93 Ambas asimilaciones
servirán como base intelectual para sus primeros abordajes de una biología
evolucionista, dinámica y estructuralista, argumentadas en el conocimiento
cien­tífico. Es de interpretar, que se aprecia ya el intento de buscar una
cierta unidad de las expresiones cognoscitivas involucradas en los tópicos
culturales mencionados; por ende, ya existe una intención metafísica,
que denota la pretensión de construir un nuevo sistema interpretativo de
la totalidad de las reflexiones e investigaciones científicas. Esto es, su
preocupación por el conocimiento y la inquietud de alcanzar su máxima
constitución: La Epistemología Genética, como disciplina científica
autónoma e innovadora para los tópicos del conocimiento universal.

Entre los años 1925 y 1932, Piaget se dedica a estudiar minuciosamente


el desarrollo intelectual de sus propios hijos, ayudado por su joven
esposa. A partir de las informaciones obtenidas en su diario vivir, más
los resultados de otras experiencias realizada con otros niños ginebrinos;
construye su Teoría Evolutiva de la Inteligencia. Los resultados de estos
trabajos evidencian la relación entre el dominio lógico-matemático del
niño, así como con el razonamiento y la madurez infantil en general.

93. Cf. Caparros, A.: “Piaget y sus orígenes científicos y filosóficos”. Rev. Psicología General
y Aplicada, Vol. 37 (2), Madrid, 1982, p. 292.

95
Durante la década de los treinta, Piaget continúa con sus investigaciones
sobre la evo­lución de la inteligencia infantil; como fruto de estos estudios
publica contenidos psicológicos, lógicos y pedagógicos. Más tarde, en
la década de los cuarenta realiza una serie de publicaciones referentes
al desarrollo de las nociones lógicas, físicas y matemáticas en el niño,
tanto de la idea del número, de movimiento, de velocidad, del azar, del
tiempo y del espacio. Y ya en 1950, publica su contundente investigación
científica Introducción a la Epistemología Genética. Aquí, presenta los
fundamentos teóricos y empíricos de una nueva disciplina científica,
interesada en estudiar en cómo se desarrolla el conocimiento en el sujeto.

Piaget crea que un equipo multidisciplinario94 constituido por científicos


y profesionales dirigidos en el campo de la investigación sobre el
conocimiento humano, constituyendo el punto de partida de lo que hoy se
denomina: La Escuela de Ginebra. La solución a tales problemas se busca
interdisciplinariamente en el ámbito teórico-práctico mediante nociones
experimentales que intentan indagar en la identificación y cuantificación
de los procesos cognoscitivos internos, basados en la acción-operación
del sujeto con el medio.

En los años sesenta y setenta, en el orbe occidental, el modelo Piagetano


está de moda en el campo de la psicología evolutiva y de la pedagogía
moderna, más aún en los países del Sur. Sus ideas sobre la educación activa
y sobre los mecanismos de adaptación y asimilación se incorporan en
los currículos de los estudiantes de las escuelas básicas de muchos países
de América. A su vez se comprende que los estudios de las ciencias de
la conducta en los Estados Unidos (década de los sesenta) focalizan la
atención en las teorías, principios y categorías piagetianas. En la práctica,

94. Psicólogos, lógicos, matemáticos, físicos, lingüistas, epistemólogos de las ciencias


humanas, estudiosos de la cibernética, y otros científicos, vinculados a la investigación
del desarrollo del conocimiento individual y al conocimiento científico.

96
esto significa que se incorporan rápidamente al discurso de la psicología,
los postulados constructivistas y los fundamentos cognoscitivas. Estos
alcanzan el primer plano en las revistas y discusiones de los excelsos
exponentes de la psicología. Dicho fenómeno, es lo que se conoce como
“el descubrimiento de Piaget en los Estados Unidos.” 95

Piaget define a su Epistemología Genética como una disciplina que


estudia el paso de “un conocimiento de menor rango de validez a otro de
mayor jerarquía.”96 Premisa sustancial que alude a la determinación del
conocimiento aceptado como válido y a la identificación de elementos
cognitivos, que permiten una mejor interfaz e interacción del sujeto con el
medio. Y para este propósito, los métodos propuestos por Piaget facilitan
la observación de las estructuras del pensamiento y su desplazamiento
hacia los estadios superiores. Así por ejemplo, el método psicogenético,
–que favorece la observación e identificación de estructuras lógicas y
operativas de un sujeto epistémico– son expresadas en distintos procesos
de maduración biológica.

Dicho lo anterior, y apoyado con el método histórico–crítico orienta


a un análisis histórico-diacrónico que da cuenta de la formación de los
conceptos y de las teorías científicas que superposiciona a las nociones
utilizadas para el ámbito de la génesis y el desarrollo de la historia de las
ciencias con el interés de centrar el análisis de una ciencia específica para
complementarla con el análisis de las estructuras en su totalidad.

95. Cf. Coll, C.: “Configuración y desarrollo de la Escuela de Ginebra: Las relaciones entre
la epistemología y la Psicología genética. Rev. Psicología General y Aplicada, Vol. 37,
(2), 1982, p. 315.
96. Cf. Saldivia, Zenobio: Jean Piaget: su Epistemología y su Obsesión por el Conocimiento,
Edic. U. Tecnológica Metropolitrana, Stgo., 2008, p. 26.

97
Piaget y su Teoría Evolutiva de la Inteligencia

Desde la Epistemología Genética 97 se desprende la Teoría Evolutiva de


la Inteligencia, que se refiere al hecho de que el niño -tanto como el sujeto
epistémico- va alcanzando nuevas estructuras del entendimiento cognitivo.
Partiendo desde el plano biológico e instintivo, cubriendo determinados
estadios evolutivos, hasta la obtención del pensamiento formal. Y también
accede a que sea además una teoría interdisciplinaria que comprende los
componentes psicológicos, biológicos, sociológicos, lingüísticos, lógicos
y epistemológicos que inciden en el desenvolvimiento de la inteligencia.

Piaget recurre a conceptos tales como Equilibrio, Adaptación,


Asimilación, Acomodación, Génesis y Estructura. El punto de partida para
definir la inteligencia es una especie de explicación biológica y un tanto
notoria en la acción sujeto y medio. Así, el sujeto actúa cuando experimenta
una necesidad, o sea, cuando se quiebra circunstancialmente el equilibrio
entre el organismo y el entorno. Entonces, es cuando el organismo entra en
acción, y los mecanismos de adaptación tienden a restablecer el equilibrio
disoluto, pero ahora en un nivel cognitivo superior, condición dada por
la mayor riqueza operativa requerida. De este modo, la conducta de un
organismo o individuo, es equivalente a un caso particular de intercambio
entre los agentes internos (estructuras y adaptación) y los elementos
exógenos del sujeto: los referentes provenientes del medio.

Piaget, plantea que la Adaptación es un proceso mediante el cual, el


sujeto aprende a enfrentar a los elementos del entorno y a relacionarse
consigo mismo; es decir, es un proceso de interacción entre el organismo y
su entorno. En esta dinámica se presentan dos procesos complementarios:

97. De la Epistemología Genética se derivan: la Teoría evolutiva de la inteligencia, la Teoría


del círculo de las ciencias y la Teoría de los dominios epistemológicos de las ciencias.

98
la asimilación y la acomodación. El primero corresponde a las reacciones
de un ser vivo frente al ambiente en términos de una respuesta previamente
aprendida; v. gr. cada vez que un niño usa un objeto para alguna actividad
específica que ya ha aprendido, y se dice que está asimilando ese objeto a
su aprendizaje previo. Por ejemplo, cuando un niño está lamiendo un lápiz,
está asimilando el lápiz como una más de las acciones en que es posible
practicar la acción de lamer. Por otra parte, la acomodación, acontece cada
vez que se origina un cambio en la conducta del individuo, cuyo índice
es el resultado de la interacción con el contexto. Es decir, cuando un ente
no puede asimilar un nuevo objeto en las condiciones que ya son parte
de sus esquemas, entonces debe acomodarse a él. Un esbozo de ello, es
el concepto de creencia.

Para Piaget la inteligencia es el resultado de una serie de interfaces


exitosas entre el ser vivo y el medio, en virtud de un dinamismo de las
estructuras, y de las vinculaciones de los mecanismos propios de la
adaptación; todo lo cual, es necesariamente una generación constante de
un equilibrio entre el sujeto y los objetos. Así, en términos biológicos, la
inteligencia asimila informaciones provenientes de nuevas experiencias;
y la adaptación con sus dos posibilidades de asimilación y acomodación,
permiten que el sujeto epistémico sea capaz de crear nuevas estructuras
en el transcurso de su desarrollo individual.

La noción de estructura, por su parte, en el contexto piagetano, es


entendida como aquello que resulta de una génesis previa; y que permite
una mejor interacción con los objetos. Es un concepto que se refiere a
la oscilación de la cognición y sus alcances probabilísticos en términos
conductuales. Sin embargo, Piaget destaca que las estructuras son
aprendidas y que el conocimiento es el proceso de interacción continuo
entre sujeto y medio, que se caracteriza por el paso de un estado de
equilibrio a otro de desequilibrio momentáneo, para que nuevamente
arribe, a su vez, a un nuevo estadio cognitivo superior. “Conocer un objeto,
es por tanto, operar sobre él y transformarlo para captar los mecanismos

99
de esta transformación en relación con las acciones transformadoras.”98 Es
justamente por las características de esta evolución que Piaget considera
que la inteligencia es una estructura versátil, que se desarrolla a través de un
encadenamiento de etapas cualitativamente distintas y caracterizadas por
la adquisición de nuevas capacidades, o más propiamente por el tránsito
de un nivel de adaptación hacia otro progresivamente más avanzado.
Con tal razón, se comprende que para el autor suizo, el desarrollo de la
inteligencia se manifiesta en fases o en etapas superlativas de unas con
otras; esto es un proceso creciente de las estructuras, desde un nivel de
menor jerarquía cognitiva a otras de mayor rango operativo. Cabe destacar,
que el proceso del desarrollo inteligencia se divide en cuatro:99

1° La Etapa de la Inteligencia Sensorio – Motriz (0 – 2 años).


2° La Etapa Pre-operacional (2 – 7 años).
3° La Etapa de las operaciones concretas (7años - 11 años).
4° La Etapa de las Operaciones Formales (11- a 15 años).

De modo que Piaget concibe el desarrollo cognitivo como una


construcción permanente, a partir de las acciones que el sujeto tiene con
el entorno, lo que va más allá de asociaciones simples entre estímulos y
respuestas. Es decir, una radiografía de la realidad; cuya esencia marcará
la comprensión y el desarrollo potencial de las cualidades de los hombres
en diferentes lugares del mundo, tanto por sus características: geográficas,
costumbristas, organizaciones políticas-administrativas, tecnologías
progresistas, entre otras, tanto en el pensamiento colectivo de los pueblos
o comunidades de un menor o mayor avance de lo que comprendemos
como el desarrollo consciente de la civilización humana.

98. Cf. Piaget, Jean: Psicología y Pedagogía, Ed. Ariel, Barcelona, 1971, p. 38.
99. Cf. Mounoud, P.: El Desarrollo Cognitivo del Niño: Desde los descubrimientos de Piaget
hasta las investigaciones actuales, Conferencia; U. Rovira i Virgili, Tarragona, 1966,
p. 10.

100
Teoría Evolutiva de la Inteligencia y los Niños de
Latinoamérica

Los niños de América Latina han sido objeto de estudio a lo largo de


todo el siglo XX en cuanto a materias educacionales que han quedado
registradas por los organismos internacionales, principalmente, la Unesco,
Unicef y la OEA. Por ende, los resultados de las últimas décadas no han
sido las mejores, ya que por amplios argumentos de la región no han
logrado transformar un sistema educativo a mecanismos de igualación
de oportunidades, fundamentalmente por los niveles socioeconómicos
de los hogares. Esto conlleva a una degradación de los aprendizajes, a
pesar de los grandes esfuerzos de profesoras y profesores por enseñar en
diversas formas los contenidos más básicos del “progreso civilizador”.
Pero las evaluaciones internacionales como PISA100 o TERCE101 (por
mencionar algunas) muestran la incompatibilidad de calidad de educación
en relación a otros países de la OCDE (Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económicos), cuya distancia se expresa indiscriminadamente
con los “Estados más desarrollados”.

En cierto modo, la desigualdad no acontece tanto por falta de acceso


de los niños a los establecimientos educacionales, sino por el cómo
logran ingresar a las unidades de estudio. Según el estudio Tercer Estudio
Regional Comparativo y Explicativo (TERCE, 2006): “La falta de equidad
de los sistemas educativos de la región se refleja, por ejemplo, en las

100. PISA Programa para la evaluación Internacional de Estudiantes. A cargo de la OCDE


(Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), cuyo objetivo es evaluar
la formación de alumnos hacia el final dee su etapa de enseñanza obligatoria en: Lectura,
Matemática, y Competencia científica o Cs. naturales.
101. Vd.:http://ww2.educarchile.cl/Portal. Base/Web

101
brechas que se generan en términos de aprendizajes.”102 Por lo tanto en
toda una nación más el complemento del núcleo familiar, son los padres
los responsables en dirigir a sus hijos a través de una creciente rigurosidad
de valores y de información relativa a los procesos educacionales que
establecen los gobiernos de turno en cada Estado.

Si efectuamos un paralelo entre TERCE y el modelo teórico de Jean


Piaget, interpretaríamos que el niño es un sujeto único que aprende de una
forma más conexa con una realidad que habita. En sí, el aprendizaje es
absoluto, de acuerdo al contexto del educando. Por ejemplo, si un niño que
ha estudiado en la costa por siete años, y posteriormente lo desplazamos
a un relieve cordillerano de cuatro mil metros de altura sobre el nivel
del mar, entonces es probable que los agentes externos de la naturaleza
tengan incidencia en el proceso de aprendizaje, a partir de los organismos
biológicos del estudiante. Así, la teoría evolutiva de la inteligencia
respondería a un cambio de las unidades estructurales mentales, entre
unas y otras.103 De modo que, cuando responsabilizamos a los entes que
promueven el progreso de la civilización no apuntamos al desarrollo del
sujeto epistémico de su entorno natural, sino que lo materializamos con
intereses socio-políticos y socio-productores de un paradigma de Estado-

102. Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (TERCE): Estudio desarrollado por
el Laboratorio Latino­americano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE),
cuya coordinación está a cargo de la Oficina Regional de la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OREAL/UNESCO, Santiago). El
estudio tiene como objetivo obtener información sobre los logros de aprendizaje de los
estu­diantes de los países de América Latina y el Caribe, y sobre los factores asociados
a dichos logros. Se aplica a estudiantes de 3° y 6° Año Básico en las áreas de Lectura,
Escritura, Matemática y Ciencias (Ciencias solo se aplica en 6° Año Básico). Sus dos
primeras aplicaciones fueron en los años 1997 (Primer Estudio Regional Comparativo
y Explicativo, PERCE) y 2006 (Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo,
SERCE). Véase en http:// www.agenciaeducacion.cl/terce/
103. Cf. Trucco, D.: “Educación en América Latina: ¿más equidad o desigualdad?” Revista
Humanum. 21 de agosto, 2012. p. 1.

102
nación. Sin embargo, conceptos como equidad, igualdad, estratificación,
entre otros, se emplean para comparar y diferenciar componentes sociales
que proyectan la uniformidad de un modelo social categorizante en las
distintos patrones de vida en América Latina.

Varios casos emblemáticos etnográficos constituyen una evolución


transaccional de la inteligencia que permanecen en el tiempo y que no han
sido dominados por las fuerzas productivas de la sociedad automatizada:
“Cautivos Intelligent.”104 Por ejemplo, en un pueblo andino del Perú
llamado Chinchero, las niñas y los niños aprenden a tejer, pero además
con ello logran la integración en cuanto a su estructura social:

“(…) dominar las técnicas y procesos de trabajo en el telar, sino


también dominar principios abstractos de operaciones simétricas que
construyen complejas estructuras a partir de unidades de información
relativamente simples… mediante un proceso cognitivo complejo de los
maestros tejedores.”105

Es decir, que durante años este ejercicio ha perdurado en la comunión


de un pueblo que se caracteriza puramente en el objeto: estudio del tejido,
perfeccionándolo mediante sus especialistas.

También, cabe destacar que: “(...) el tejido es uno de los medios


principales de poner en práctica la cultura: es una actividad estructuradora

104. Estas son: Equilibrio, Adaptación, Asimilación, Acomodación, Génesis y Estructura.


Conceptos aplicados a los dinamismos de los modelos de Inteligencia de las sociedades
más desarrolladas en tecnología, y que a su vez están cada vez más cautivos bajo el
control y la dependencia de la evolución de la inteligencia artificial para el “beneficio”
de la humanidad.
105. Cf. Franquemont, E. – Franquemont, C. y Isbell, B. Awaq ñawin: El ojo del tejedor, la
práctica de la cultura en el tejido, Revista Andina, Perú, 1992, p. 48.

103
que da como resultado un producto funcional (la tela) que es tanto
mostrado como intercambio…”106

Al mencionar la palabra: “Intercambio” se promueve la actividad


cultural, exponiendo un conocimiento tradicional consuetudinario frente
a la distinción de la técnica utilizada desde el siglo XVIII en las grandes
ciudades de Europa. De esta forma, los parámetros de la Teoría Evolutiva
de la Inteligencia sobreviven aún en la educación al desempeñar un método
específico. Por una parte, la evolución de la inteligencia de los miembros
de la comunidad Chinchero que señalamos; y por otra, el relativismo
progresivo de las urbes europeas. En términos simples, ambos sujetos
evolucionan cognitivamente, pero el foco de estudio y el dinamismo de
las estructuras se dispersan según el eje orientador de la formación.

Por otro lado, las naciones occidentales han demorado bastante la


inclusión de la mujer en las Casas de Estudios en Latinoamérica, mientras
que en las etnias existe una mayor participación femenina, tal como
manifiesta Franquemont y otros:

“… Usando una analogía de las tradiciones textiles modernas,


propone el argumento consistente que en las mujeres eran “escribes” que
registraban los hechos de la historia desde una perspectiva peculiarmente
femenina en los diseños de los tejidos…”107

Estos rangos son propios de una cultura inteligente, tanto de su


cosmovisión y el modelo de enseñanza de sus habitantes. De los casos
analizados anteriormente, Piaget presenta una ontogénesis de la evolución
de la inteligencia en los niños como un sujeto de estudio, en equivalencia
con los procesos históricos del cognitivismo. Es decir, es una construcción

106. Ibídem.
107. Ibídem., p. 50.

104
del conocimiento mediante el cambio estructural de una unidad sin que
ésta pierda su organización; siendo los protagonistas y sus hitos, elementos
claves que se encadenan por medio de interacciones provenientes del
contexto en dónde se encuentre el sujeto; y ello, incidirá en el producto
final de la dinámica interna de las estructuras.

Ahora bien, si extrapolamos este argumento y lo aplicamos a las edades


históricas, desde una interpretación muy general, podemos enunciar que
durante La Prehistoria y todas sus características son equivalentes al
Estadio Sensorio-motriz; La Edad Antigua al Estadio Pre-operacional; La
Edad Media al Estadio de Operaciones Concretas y La Edad Moderna al
Estadio de Operaciones Formales. Recapitulación, en que todo proceso
evolutivo de los miembros de alguna comunidad presentan evidencias
fisonómicas del desarrollo cognitivo; cumpliéndose la premisa que “un
conocimiento de menor rango de validez a otro de mayor jerarquía.”108

Por su parte, volviendo a la cognición en los niños, la OEA ha


enfatizado en el desarrollo infantil temprano, definiéndola como: “La
infancia temprana es el período de desarrollo más rápido en la vida
humana. A pesar de que los niños se desarrollan individualmente a su
propio ritmo, todos los niños pasan por secuencias identificables de cambio
y desarrollo físico, cognitivo y emocional. El enfoque del Desarrollo
Infantil Temprano se basa en el hecho comprobado de que los niños
pequeños responden mejor cuando las personas que los cuidan usan
técnicas diseñadas específicamente para fomentar y estimular el paso al
siguiente nivel de desarrollo.”109

Lo que desde la perspectiva de Piaget, se puede inferir como una escuela


activa, que se opone a la enseñanza tradicional conductista que primó

108. Cf. Saldivia, Zenobio: Jean Piaget, Su epistemología…, op. cit.; p.26.
109. Véase en http://portal.oas.org/default.aspx?tabid=1268&language=es-co p. 1.

105
entre los años 20’ y 60’ del siglo XX, basada sólo en la autoridad y en
la obediencia al docente frente a sus enseñanzas y posibles aprendizajes
coercitivos. Por lo tanto, ya en los años 70’ Piaget concibe el ejercicio
de la libertad, sustentándose en los intereses del niño y en sus propias
acciones, pero en oposición completamente ante una moral hegemónica
que impone aprendizajes para uso exclusivo de naciones centradas solo
en la producción y el mercado.

No obstante, la OEA no está lejos de este pensamiento, ya que nos


propone que: “Cada niño es una persona única con su propio temperamento,
con su elección a un estilo de aprendizaje, con una familia de origen y un
patrón de tiempo de crecimiento. Sin embargo, hay secuencias universales
y predecibles en el desarrollo que ocurren durante los primeros 9 años
de vida. Mientras los niños se desarrollan, necesitan diferentes tipos de
estimulación e interacción para ejercitar sus habilidades y para desarrollar
otras nuevas. A cada edad, es esencial responder a las necesidades básicas
de salud y de nutrición.”110

Dicho planteamiento, se articula con la psicología evolutiva y la


psicología de la inteligencia piagetana, pues destaca una correlación de
cada estadio evolutivo de la inteligencia. Empero, las variables a explicar
se entienden entre lo cualitativo y lo cuantitativo de un sujeto epistémico
local. Desde este punto de vista, es una construcción sólida que sirve al
pensamiento latinoamericano, dadas en la movilidad de las estructuras
mentales superiores, sobre todo en los niños de pueblos étnicos como:
Aymaras, Mapuche, Chinchero, Kollas, Chutupi, Ranquel, entre otros;
y que adjudican el respeto de ser estudiados con cierta severidad para
comprender las construcciones del conocimiento particular y de aportarlos
al conocimiento universal.

110. Ibídem.

106
Consecuentemente, el compromiso histórico de la educación infantil
en América Latina estaría completo si podemos caracterizar las tesis
piagetanas como un método filosófico que considera a todos los niños y
niñas como estudiantes activos, y como sujetos que logran demostrar sus
necesidades y ciertos deseos colectivos de aprender, complementados con
las diversas didácticas que han brotado en los innumerables instrumentos
socio-técnicos occidentales. Así, “El programa diario se estructura en
grandes períodos que permiten a los niños explorar e investigar asuntos
en los que cada uno de ellos está interesado”.111 Y la forma “más correcta”
es en la sala de clases que se organiza con ambientes extrapolados a partir
de las ideas libres que se manifiestan y retroalimentan entre quien enseña
y quien aprende. No obstante, en varios Estados del Nuevo Continente los
contenidos a estudiar no son elegidos en libertad por los y las docentes,
sino por la imposición política-administrativa del Ministerio de Educación.

Por consiguiente, los niños de Latinoamérica provienen de un mestizaje,


cuyas comunidades étnicas corresponden al ambiente histórico que les
rodea; y frente a la realidad práctica, la utilidad de reuniones de apoderados
o tutores confronta una comunicación entre las ideas occidentalistas y las
ideas de localidad. Aquí el profesor y/o la profesora debe argumentar el
cómo manejar el contexto cultural de las fuerzas del aprendizaje occidental
con una actividad acorde a la evolución de la inteligencia. Por lo tanto,
en este contexto, se aprecia que el modelo piagetano es equivalente a una
instancia discursiva creciente del conocimiento; es decir, que permite
apreciar los momentos de equilibrio, desequilibrio y nuevas situaciones
de equilibrio que se dan en el sujeto epistémico ora con sus costumbres,
ora con las exigencias occidentales más influyentes.

111. Cf. Stevens, J. y King, E.: Jean Piaget y el Movimiento de las Escuelas Infantiles Británicas,
Administración de Programas de Educación Temprana y Preescolar, p. 6.

107
A Modo de Conclusión

Jean Piaget y su corpus científico: Teoría Evolutiva de la Inteligencia


aplicada a los niños de Latinoamérica, centrada en el estudio de las
estructuras cognoscitivas, confirma los estadios señalados por Piaget, solo
que en tiempos diferentes a los europeos. También queda de manifiesto
que en el proceso cognitivo, las diferenciaciones entre lo posible y lo real,
muestran nuevas complejidades, ya que el educando latinoamericano se
encuentra en un entorno diferente al europeo, más cercano a la naturaleza
y desde aquí debe articular o ir avanzando en sus estructuras para
comprender su mundo y su entorno.

También es necesario mencionar que los niños en Latinoamérica no


son todos iguales, tanto en sus aspectos físicos, económicos, geográficos,
y aptitudes culturales. Lo que conlleva a una gran diferencia de como
aprenden a conocer la realidad exterior, desde el estadio sensorio-
motriz (de las percepciones por medio de los sentidos) hasta el estadio
de las operaciones formales (de la capacidad de reflexión a través de la
abstracción compleja de la realidad).

Si bien es cierto, Piaget enfatiza el desarrollo cognitivo por causa-


efecto o estímulo-respuesta, método que puede ser utilizado por cualquier
disciplina de estudio, dada la biología en un extremo, fluctuando a la
psicología por el otro. Es por esto, que la combinación de diversas ciencias
articula un instrumento de investigación (método interdisciplinario)
que establecerá un equilibrio entre el sujeto y el objeto. No obstante, la
evolución teórica de las variaciones metodológicas no se encuentra en
un solo método investigativo, sino en la ejecución de múltiples temáticas
y de múltiples conceptualizaciones propias del desarrollo cognitivo; ya
que estos planteamientos posibilitan una gran cantidad de investigaciones
que se pueden realizar en diversas comunidades de Latinoamérica;
primordialmente derivadas de la ciencia de la educación provocando

108
cambios curriculares sistemáticos en los campos de la pedagogía,
antropología, psicología y sociología, sólo por mencionar algunas.

Sin lugar a dudas, la trayectoria del psicólogo suizo ha aportado


también en cuanto a repensar los conceptos epistémicos de hombre y
ciencia, por los fundamentos biológicos y psicológicos entregados por
Piaget a partir de las prácticas elaboradas con sus hijos y más tarde con
sus alumnos. Esto lo denominaríamos: un segundo siglo de las luces,
ya que el cuestionamiento y la reflexión de los conceptos filosóficos
mencionados, se muestran ahora desde la perspectiva cognitiva en base
a estructuras y de las aplicaciones teórico-deductivas.

El impacto de la Teoría de la Evolución de la Inteligencia, como


método interpretativo en psicología, también puede percibirse como una
meta-teoría, por sus aciertos en toda la interacción de los procedimientos
del conocimiento del sujeto, y por ende logra explicar ciertos fenómenos
psicogenéticos.

Por otro lado, queda claro que tanto en la cultura latinoamericana como
en la europea, los postulados de Jean Piaget, en cuanto a los estadios
evolutivos se repiten, pero en Latinoamérica cambia la velocidad del
avance o del paso de una estructura a la superior, seguramente por las
dificultades del medio y la falta de estímulo que tienen estos niños por
lo general.

En síntesis, Jean Piaget ha publicado numerosas obras al cabo de


sesenta años de investigación científica; pero a la fecha sus estudios sobre
la evolución de la inteligencia en los niños de Latinoamérica aún son
testeadas en nuestro continente, corroborando así aún después de tantos
años, la Teoría de la Evolución de la Inteligencia en nuestros niños y niñas.

109
110
Principales Diferencias y Semejanzas
en la Prosa Epistémica de
Lakatos y Bachelard

Zenobio Saldivia M. y Francisco Díaz C.


U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Lakatos, el Hombre

En rigor, Lakatos se llamaba Samuel Lipschitz, y nació en el seno de


una familia judía, en Debrecen, Hungría en 1922; fue un matemático y
filósofo de la ciencia. En los primeros años de la década del cincuenta
estuvo en prisión y luego huyó a Viena en 1956 escapando de los rusos tras
el fracaso de la revolución húngara contra los soviéticos. Posteriormente
se estableció en Londres y se doctoró en Cambridge y colaboró en tareas
docentes en el London School of Economics desde el año 1960 hasta
su deceso. Desde esta fecha aproximadamente, se autodenomina como
Lakatos, que significa “candado”, seudónimo que había empleado durante
su participación en la resistencia antinazi.112 Falleció en Londres en 1974.

En sus comienzos como epistemólogo se adscribió a la escuela de Karl


Popper y fue uno de sus seguidores. Más tarde, Lakatos considera que
la tesis del falsacionismo de Popper, descansaba en un criterio ingenuo
y que él lo denominó Falsacionismo Sofisticado. Por ello reformula el
falsacionismo popperiano para poder resolver el problema de la base
empírica que no satisfacían las dos clases anteriores de Falsacionismo

112. Cf. Klimovsky, Gregorio: Las desventuras del conocimiento científico, Ed. A-Z Editora,
Bs. Aires, 1995, p. 373.

111
y que él llamaba Falsacionismo Dogmático y Falsacionismo Ingenuo.
Lakatos, para sus planteamientos recoge ciertos aspectos de la teoría
de Thomas Kuhn, entre éstos la importancia de la historia de la ciencia,
porque ensamblan con su enfoque de racionalismo crítico de la ciencia.
Lakatos cuestiona a Popper, pues a su juicio la historia de la ciencia
muestra que la falsación no es una acción cotidiana de los científicos
como este último defendía y enfatiza en la necesidad de la confirmación
de los supuestos científicos.

Por ende, Lakatos destaca que las condiciones del conocimiento son
supuestos reiterativos y señala que una teoría determinada puede cumplir
con la necesidad de explicar de manera creíble la realidad de un fenómeno
expuesto, pero el intento de ejecutar un método de prueba-error, es la
medida posible para explicar los hechos; tanto para un resultado positivo o
para uno negativo. Así, la prueba-error es un hito que permite argumentar
sobre el supuesto en una investigación científica. Y señala que a partir
de tales investigaciones se va gestando el desarrollo del conocimiento.

A pesar de su relativamente corta carrera como filósofo de la ciencia,


Lakatos tuvo una gran influencia tanto en los exponentes de las ciencias
naturales como en el ámbito de las ciencias sociales. Su trabajo es más
conocido y reconocido como un valioso esquema para la evaluación del
progreso y/o degeneración del conocimiento de cualquier área científica
de investigación. Y alcanzó a dejarnos diversas obras tales como:

- Pruebas y refutaciones. La Lógica del descubrimiento matemático


(1976).
- Matemáticas, Ciencia y Epistemología (1977).
- La Metodología de los programas de investigación científica (1978).

112
Su Idea de Ciencia

La idea de ciencia de Lakatos está totalmente imbricada con su noción


denominada “los programas científicos de investigación” que empezó
a trabajar desde los años sesenta y que luego explicitó en 1965, con
motivo del Coloquio Internacional de Filosofía de la Ciencia, celebrado
en Londres.113 En esa ocasión el grupo de la LSE (llamado informalmente
“el Grupo Popperiano”) criticó los argumentos del libro La Estructura de
las revoluciones científicas de Kuhn y la nueva ‘‘imagen’’ de la ciencia
que de él se deriva. Así, Lakatos sostiene que el falsacionismo ingenuo
de Popper si bien le asigna una extrema importancia a la falsación de
las hipótesis en la totalidad del proceso de investigación científica, para
demostrar así el error de la teoría, olvida que los científicos “tienen la piel
dura y se resisten con frecuencia abandonar sus teorías preferidas”114; por
ello, enfatiza Lakatos que Popper no considera el cómo pueden verificarse
o comprobarse otros aspectos de la teoría. El epistemólogo húngaro por
su parte, toma las hipótesis y fundamenta que son parte de una matriz
falsable, y por lo tanto, pueden ser susceptibles a los principios de la
experimentación en general. Y señala además, que las hipótesis deben
ser lo más generales posible y lo más claras y precisas posible. Con esto,
Lakatos sustituye el falsacionismo ingenuo de Popper por un falsacionismo
sofisticado.

Por tanto, la noción denominada “los programas científicos de


investigación” de Lakatos, en rigor corresponde a la tarea sistemática
de la ciencia que evalúa –no una teoría– como sostienen Popper y otros
exponentes de la comunidad de la filosofía de la ciencia; sino más bien

113. Producto de estas discusiones de dicho Coloquio, nos ha legado su texto colegiado:
Lakatos, I. y Musgrave, A.: La Crítica y el desarrollo del conocimiento: Actas del Coloquio
Internacional de Filosofía de la Ciencia celebrado en Londres en 1965, Edit. Grijalbo,
Barcelona, 1975.
114. Cf. Otero, Edison: Diccionario de Epistemología, Corporación de Promoción Universitaria,
Stgo., 2001, p. 93.

113
un conjunto de teorías en boga que pretenden explicitar un determinado
fenómeno o proceso en tal o cual campo disciplinario. Este ejercicio
sistemático de analizar teorías en circulación de acuerdo a los problemas
de la época, en los distintos ámbitos disciplinarios como adelantáramos,
es lo que Lakatos llama “programas científicos de investigación”. Su
enfoque es pues, esencialmente analítico y racionalista.

Los ingredientes esenciales del racionalismo crítico son: a) la creencia


de que el crecimiento del conocimiento científico es racional y b) la
convicción de que es precisamente la crítica el vehículo de tal crecimiento.
De Kuhn toma principalmente la idea de “tenacidad” de los que hacen
ciencia y la importancia de “contextualizar” la explicación del crecimiento
de la ciencia, aunque rechaza la versión relativista kuhniana acerca de cómo
se ha visto el crecimiento. Por tanto, queda claro que es un exponente de la
racionalidad científica pero entiende que la ciencia tiene su propio ritmo,
en virtud de la práctica de los “programas de investigación científica”,
asociados a los grandes logros científicos;115 los cuales permiten arribar a
nuevos descubrimientos. Dichos programas son pensados y organizados
por los gobiernos y las comunidades de sabios principalmente de Europa
y de EE.UU. Por tanto, su idea de ciencia descansa principalmente en
el análisis de las teorías en competencia, y en la aparición de nuevas
hipótesis constitutivas de teorías y en el asentamiento de los programas
de investigación científicas.

Su Idea del Método Científico

Este autor, con respecto al método mantiene una posición crítica,


aunque recoge ciertos aspectos de Kuhn, a diferencia de Popper, ya que
intenta unir la interpretación metodológica de Popper con la necesidad

115. Cf. Lakatos, Imre: La Metodología de los Programas de Investigación Científica, Alianza
Editorial, Madrid, 1989, p. 13.

114
planteada por Kuhn, de conocer la historia y el desarrollo progresivo de
una ciencia. A menudo se interpreta la noción “programas de investigación
científica” de Lakatos, como un constructo de menor rigurosidad que
la construcción científica de Popper, pero mucho más selectiva que la
que postula Kuhn, y el esfuerzo de Lakatos se percibe como centrado
en criticar la capacidad científica para seleccionar teorías. En efecto, el
matemático y epistemólogo húngaro aspira a robustecer una metodología
que logre evaluar las especulaciones y para ello recurre a los programas
de investigación científica confrontando siempre las teorías con la praxis
científica. Y lo expresa en estos términos: “...la unidad descriptiva típica
de los grandes logros científicos no es una hipótesis aislada sino más bien
un programa de investigación.”116 Lo anterior, explica que el concepto del
programa de investigación científica, surge como una consecuencia de las
críticas que formuló Popper a los principios de la noción de “paradigma”
de Kuhn.

Volviendo a Lakatos, para este autor, existen diferentes clases de


conocimiento, entre ellos: mítico, dogmático, técnico, filosófico, empírico,
artístico... Pero su cuestionamiento de los mismos es lo que distingue
entre la superstición, la ideología o la pseudo-ciencia. Justamente por
esto Lakatos en su prosa y aludiendo al método científico acota: “Muchos
filósofos han intentado solucionar el problema de la demarcación en los
términos siguientes; un enunciado constituye conocimiento si cree en
él, con suficiente convicción, un número suficientemente elevado de
personas. Pero la historia del pensamiento muestra que muchas personas
han sido convencidos creyentes de nociones absurdas.”117 Lo que evidencia
claramente a un modelo construido por bases científicas, es que se asiente
en la fijación de la certeza, aunque el cuestionamiento de los bordes

116. Ibídem.
117. Ibídem., p. 9.

115
fronterizos continúe con la práctica de otros métodos, y que éstos sí
pueden elaborar un marco distinto de explicación que logre sustituir las
limitaciones absurdas sostenidas en determinados períodos.

Idea que se ratifica en la siguiente cita: “Realmente lo que caracteriza


a la conducta científica es un cierto escepticismo incluso con relación a
nuestras teorías más estimadas. La profesión de fe ciega en una teoría no
es una virtud intelectual, sino un crimen intelectual.”118 Por ello es que
Popper sostiene que “... la probabilidad matemática de todas las teorías
científicas o pseudo-científicas, para cualquier magnitud de evidencia
es cero.”119 Es decir, que las variables del método científico pueden ser
independientes de los hechos como un absoluto verdadero. En cambio
Lakatos, responde a este punto que la notable tenacidad de las teorías
científicas, los histriones no caerán en las evidencias no argumentadas, y
no aíslan una teoría simplemente, porque los acontecimientos se pueden
contradecir.

Por ejemplo, la ciencia newtoniana, que a menudo se define como un


conjunto de leyes (las tres leyes de la mecánica y la ley de la gravitación),
asientan un conjunto de hipótesis sólidas en contra de las impugnaciones
que no son respondidas; pero el programa de investigación otorga una
respuesta heurística que enfatiza la solución de problemas, cuyos ejercicios
se emplean en la matemática más compleja o avanzada, lo que asimila
las incoherencias y las vierte en evidencias positivas.

Lakatos diferencia un programa científico de un programa pseudo-


científico. El primero, corresponde a aquellos que predicen hechos a
descubrir o/u hitos que previamente no han sido objetados por otros
programas científicos; es decir, un nuevo conocimiento puro. Por ende, el

118. Ibídem., p. 10.


119. Ibídem., p. 12.

116
concepto de teoría nos conduce a manifestar nuevos supuestos, que hasta
entonces eran desconocidos. Y a su vez, los programas pseudo-científicos
corresponden a las diversas teorías construidas a partir únicamente de la
mera acomodación de los hechos ya conocidos.

De este modo, el epistemólogo húngaro expone que la ciencia no se


desarrolla por la acumulación de verdades eternas, sino más bien por la
destrucción de las verdades tradicionales; así por ejemplo, señala que
Albert Einstein en 1915, describió la Teoría de la Relatividad General,
concluyendo con la exposición de la fórmula que reemplaza la ley de
gravedad de Newton: “La gravedad no es ya una fuerza o acción a
distancia, como era en la gravedad newtoniana, sino una consecuencia
de la curvatura del espacio-tiempo.”120 Así, con este ejemplo, Lakatos
reforma la situación histórica de la filosofía de la ciencia tras la inmersión
del “justificacionismo”, que consiste en la identificación del conocimiento
con el conocimiento probado, utilizado históricamente en las distintas
corrientes del pensamiento como el racionalismo y el empirismo.

Como consecuencia de lo anterior, surge el “probabilismo”, lo que en


filosofía de la ciencia estipula que es posible seguir una hipótesis probable,
si ésta ya ha sido mantenida por otros científicos o investigadores o si
cuenta con algún rango de “evidencia empírica disponible”.121 De esta
forma, a su juicio, en el enfoque tradicional el falsacionismo dogmático es
el único hito en una posible teoría; pero Lakatos enfatiza en la exigencia
de la evidencia empírica y sugiere un nuevo criterio de demarcación: una
teoría es “científica” o “aceptable” si tiene una “base empírica.”122 Así,
Lakatos reconoce todas las teorías como elementos conjeturales y por lo

120. Cf. Robinson, A.: Einstein: Cien años de Relatividad, Editorial Blume. 2010, pp. 74-77.
121. Cf. Otero, Edison: Diccionario de Epistemología, Corporación de Promoción Universitaria,
Stgo., 2001, p. 117.
122. Cf. Lakátos, I. “La Metodología…”op. cit., p. 37.

117
tanto, estima que la ciencia no puede probar ninguna teoría, pero si la
puede refutar en lo que concierne a la falsedad. Y por ello, la aceptación o
consolidación de una teoría descansa en una o unas hipótesis que expliquen
ciertas condiciones bien definidas de acuerdo a la base empírica de la
que se sostiene; por ende, esta nueva teoría articulada con las hipótesis
en cuanto a su base empírica, constituía un progreso científico mayor
del que se tenía. Estas últimas hipótesis son llamadas las “hipótesis ad
hoc”, que se entienden como estratagemas convencionalistas.123 Por lo
que, cualquier teoría debe ser evaluada en conjunto con las hipótesis
primarias argumentando que si se establecen “hipótesis ad hoc” éstas
serán elementos constitutivos de una serie de nuevas de teorías. Dicha
práctica fortalece la continuidad e interrelación con los miembros de la
comunidad científica. Esta continuidad, es también otra característica de
su Programa de Investigación Científica. La dialéctica de los programas
de investigación científica no se identifica necesariamente con una serie
alternante de conjeturas especulativas y de refutaciones empíricas, sino
con el análisis de teorías en boga.

Ahora bien, el Programa de Investigación Científica presenta ciertos


elementos conceptuales tales como: Núcleo Central, Cinturón de
Protección: Heurística Negativa y Heurística Positiva. El primero, es un
elemento diferenciador de un programa que en lo esencial, está referido
al conjunto de teorías centrales que reúnen los logros más valiosos en
el campo del conocimiento, entendiéndose que en este punto, que está
prohibida la falsación, ya que posee un dispositivo estático y porque
además contiene el diseño general del programa e indica la forma de
construir los cinturones protectores.

En seguida, se encuentra el Cinturón Protector, el cual se refiere a


todos aquellos elementos del programa que pueden alterarse sin afectar

123. Ibídem., p. 48.

118
enfáticamente a la esencia de la investigación científica. Aquí se estable-
cen las hipótesis primarias y/o las “hipótesis ad hoc”, que logran traducir
las variables heurísticas tanto en sus predicciones o proposiciones. Este
Cinturón Protector, además de poseer un estado dinámico, permite
evidenciar claramente las bases empíricas de la investigación, y por lo
tanto, cualquier elemento del mismo puede modificarse para mejorar los
resultados sin afectar el objeto de estudio.

Ahora bien, a partir del Cinturón Protector, se exteriorizan dos


componentes relativos: la Heurística Negativa y Heurística Positiva.
El primero, se refiere a ciertas condiciones dirigidas por la comunidad
científica, las que indican las líneas de actuación que no se deben seguir;
es decir, que esta Heurística en cierta forma ajusta el núcleo del programa
de investigación, ante alguna aplicación metodológica que tienda a alejarlo
del núcleo del programa. Así, este proceso de prohibición cautela que
cualquiera que sea la dificultad con la que se encuentre el científico, él
no podrá transformar o cambiar jamás un elemento del núcleo.

A continuación, le sigue la Heurística Positiva, noción que indica las


vías definidas que modificarán los componentes del Cinturón Protector
en su totalidad. En rigor, esta heurística positiva, se decanta en una
estructuración de propuestas tendientes a mantener o modificar las
interpretaciones refutables, aunque estén en contradicciones sujetas a
la base empírica de la investigación. Pero a diferencia sustancial de la
Heurística Negativa, aquí se impide que el investigador se pierda en la
búsqueda de fenómenos nuevos al estudio impulsado desde su inicio,
debido a que se instituyen enumeraciones de los modelos simulados del
programa de investigación.

Mediante estos elementos, el matemático y epistemólogo húngaro,


explica los fenómenos observados en la práctica científica y con la
ayuda del Principio de Tenacidad, los investigadores tratan de preservar
sistemáticamente la distinción entre el núcleo y el cinturón protector.

119
Ahora bien, hay que destacar que los elementos que estructuran el
programa de investigación científica, el núcleo y el cinturón, tienen
funciones estáticas descriptivas, mientras que las otras dos, la heurística
positiva y la heurística negativa, cumplen un procedimiento pre-
descriptivo, aprobando o/y rechazando pautas de comportamiento según
la rigurosidad de los científicos que evalúan los fundamentos del objeto de
estudio. Estos dos componentes, si bien tienen bien definida su función,
también actúan como categorías que interaccionan entre sí, de forma que
los procesos de ambas heurísticas son las que establecen los cambios a
introducir tanto del cinturón como la del núcleo central. Esto nos deriva
al estudio no sólo de los componentes estructurales de los programas
de investigación, sino también a la extensión temporal de los mismos,
según la menor o mayor complejidad de sus rasgos particulares. Por ello,
Lakatos distingue dos tipos de programación científica: los progresivos y
los degenerativos. El primero, corresponde a las sucesivas formulaciones
del programa que incrementan el contenido empírico con respecto a la
formulación anterior y para que este aumente de contenidos, logre ser
adecuado a los márgenes reales. En cambio, el segundo se caracteriza
fundamentalmente por las soluciones “a posteriori”, mostrándose más
reacio al cambio, pues siempre trata de acomodar la formulación del
programa de investigación a cualquier hito ya observado. No obstante,
está la posibilidad de que un programa regresivo se convierta en uno
progresivo, con lo cual más tarde o más temprano será sustituido por el
primero.

De este modo, un programa de investigación no se considera científico


de forma eterna, sino que es más bien una demarcación provisional y con
una cronología variable, como mencionamos con antelación; así es en
virtud del programa de investigación, la medida en que éste va analizando
los hechos nuevos, tanto de las partes progresivas y degenerativas.

Desde el punto de vista científico, es el concepto de consistencia


el que explica la continuidad reguladora del conocimiento certero. No

120
obstante, si se renuncia a éste no se puede pretender que los programas
de investigación sean el más complejo entramado para dar cuenta de los
fenómenos estudiados; pues siempre puede existir una inconsistencia
metodológica. Y en este caso estaríamos frente a un coto al proceso
investigativo hasta que se descubra una nueva aproximación resolutiva.

Hacia una Síntesis de su Obra

Por lo anterior, se observa que la obra epistémica de Lakatos, en


general se enmarca en una mirada racionalista, crítica y analítica y que
sustenta una idea de ciencia muy cercana al enfoque internalista de las
ciencias, y con una fuerte vinculación en la etapa de planificación previa.
El epistemólogo húngaro dejó asentado en los círculos académicos, su
corriente epistemológica Programa de Investigación Científica, centrada
en el “falsacionismo metodológico sofisticado” como opción frente al
falsacionismo popperiano. En rigor, el propio Lakatos ha señalado que
la discusión entre historia interna e historia externa de la ciencia no es
suficiente para la comprensión de la ciencia, y si bien reconoce que la
historia externa especifica las condiciones sociales que son necesarias para
el avance de la ciencia, deja claramente de manifiesto que este enfoque
externo no es totalmente suficiente;124 con lo cual, da a entender que lo
significativo de la ciencia es su propia praxis metodológica y no tanto las
influencias externas provenientes del marco social. Con razón Klimovsky
señala claramente que Lakatos sería un racionalista con una notoria
preocupación normativa.125 Ello es perfectamente comprensible puesto
que Lakatos trabaja principalmente el método científico sin agotarse en
los énfasis puramente descriptivos de la ciencia.

124. Cf. Lakatos, I.: La Metodología de los Programas de investigación científica, op.
cit., p. 130.
125. Cf. Klimovsky, G.: Las desventuras del conocimiento científico, op. cit., p. 380.

121
Lakatos considera mucho el incremento cognitivo y el contexto histórico
metodológico en el cual se genera el progreso científico, por lo que en este
punto concuerda con Kuhn y además porque ambos le dan importancia
a la historia de la ciencia, utilizando los antecedentes históricos para
mostrar a los científicos que la falsación -en sentido de Popper- no es un
criterio para descartar teorías completas, sino para perfeccionarlas. La
falsación para Lakatos consiste en el perfeccionamiento de teorías rivales
y su confrontación con la experiencia, y de esta manera, una teoría será
aceptada y la otra será refutada. A raíz de lo anteriormente planteado,
surge una nuevo enfoque para el análisis epistémico: el “Programa de
Investigación Científica”, que hemos venido dilucidando.

Más adelante, al final del capítulo se mostrarán las convergencias y


diferencias entre Lakatos y Bachelard, pues necesitamos antes ilustrar
las principales nociones epistemológicas de Gastón Bachelard para tal
contrastación.

Bachelard, el Hombre

Gastón Bachelard nació en Francia el 27 de junio de 1884, en


Bar-sur-Aube, en la región de Champaña-Arenas. Realizó estudios en
diversos campos disciplinarios tales como matemática, literatura, filosofía
occidental, historia y humanidades en general; estudios que en definitiva
le permitieron ser profesor de Historia y Filosofía de la Ciencia en la
Universidad de La Soborna. Como es lógico, una formación tan amplia,
le permitió también escribir obras muy variadas que reflejan la vastedad
de sus intereses. Al analizar el conjunto de sus obras se observan rasgos
bien definidos y se puede decir que en rigor, sigue dos líneas temáticas:
una, vinculada a la filosofía de la ciencia en donde se ubican sus obras
tales como El nuevo espíritu científico (1934) y La formación del espíritu
científico (1938). La otra línea tiene que ver con sus estudios de poesía
y sobre la intuición y que nos ha legado libros tales como: El agua y los

122
sueños (1942), El aire y los sueños (1943) o El derecho de soñar (1970),
entre otros. Bachelard murió el 16 de octubre de 1962, en París.

Las obras epistemológicas de Bachelard que hemos mencionado como


parte de su línea uno, y que ven la luz durante la década del treinta del siglo
XX, no son debidamente atendidas en este período, principalmente porque
quedan obnubiladas por la difusión de las tesis del positivismo lógico
expresado por los seguidores del Círculo de Viena, que se encontraba
en pleno auge y gozaba de gran prestigio. Por lo tanto, las obras de este
autor, in strictu sensu se perciben muy distantes y a veces contrarias a los
postulados básicos del positivismo lógico, y por ello no fueron atendidas
por la inteligencia europea hasta varias décadas después. Solamente a
partir de los años sesenta del siglo XX, el estructuralismo francés retoma
las ideas de Bachelard y le otorga gran impulso a su pensamiento.

Una de las tesis principales de Bachelard alude al hecho de que el


conocimiento se basa en la negación de conocimientos anteriores. Esta
idea se comprende mejor, si tenemos en cuenta que nuestro epistemólogo
francés, vivió en una lonja de tiempo en que acaecieron numerosas
convulsiones sociopolíticas y “revoluciones científicas” –al decir de
Kuhn–; por lo cual es probable que dichos sucesos hayan impactado
en su pensamiento; v.gr: en las ciencias a principios del siglo XX, se
difunden nociones tales como el “principio de indeterminación”, en
microfísica; la “Teoría de la relatividad” en física; o la geometría no
euclidiana, en el ámbito de las ciencias formales, entre otras; en el área
política acontece la Primera Guerra Mundial (1914-1919). Así, desde
nuestra contemporaneidad, observamos que los ejemplos de cambios en
las concepciones científicas de aquel momento, son numerosos; pero en
relación a dichos cambios, Bachelard pensaba que estaba en una época en
que la ciencia era muy distinta a la episteme de etapas anteriores. Bachelard
no trabajó con las disciplinas de las ciencias sociales; sin embargo,
paradójicamente sus nociones tuvieron mayor implicancia dentro de este
campo, más que en el de las ciencias físico-naturales. En rigor, muchas

123
de sus nociones impactaron en literatura, psicología, política, sociología,
historiografía y la psiquiatría entre otras.

Por otra parte, Bachelard fue contemporáneo de Sigmund Freud (1856-


1939), de quién tomó algunas “categorías” e ideas; entre éstas la aserción
acerca de que lo que constituye una ciencia, parte de la concepción de
cualquier teoría principalmente de un género científico investigativo, y a
su vez, la afirmación de que la ciencia debe estar relacionada a un ente,
pero además con la aplicación de técnicas selectivas que permitan el
aparecimiento o definición del objeto de estudio. Desde esta perspectiva
por tanto, el objeto científico sólo existe cuando esta angosta unión entre
ciencia y técnica de investigación, puede producir y hacer posible un
descubrimiento del objeto de estudio. Y cuando además puede confirmar
la cohesión interna de las filosofías y doctrinas de la ciencia.

Otras Obras Destacadas de Bachelard

El nuevo espíritu científico (1934), La formación del espíritu científico


(1938), Psicoanálisis del fuego (1938), Lautréamont (1939), El agua y los
sueños (1942), El aire y los sueños (1943), La tierra y la ensoñación de
la voluntad (1948), La dialéctica de la duración (1950), El Materialismo
Racional (1953), La poética del espacio (1957), La poética de la
ensoñación (1960), El derecho de soñar (1970), Fragmentos de una
poética del fuego (1988).

Su idea de Ciencia

Bachelard propone un análisis epistemológico centrado en la filosofía,


pero con ciertos ápices analíticos orientados a identificar los “obstáculos
epistemológicos”126 propios de la evolución de un cuerpo teórico específico

126. Cf. Bachelard, G.: La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis
del conocimiento objetivo, Ediciones Siglo XXI, Buenos Aires, 2011, pp. 15-26.

124
o cultural. Lo que incluye tres dimensiones: el ser, el quehacer y la
materia. Por ende, la combinación analítica de ésta estructura de trabajo
debe conducir necesariamente a respuestas para preguntas como éstas:
¿Cómo se origina el conocimiento? y ¿De qué manera reflexionamos en
torno a ello? En rigor, su percepción del progreso de las ciencias pasa
necesariamente por el reconocimiento de esta realidad; es decir, por el
reconocimiento de que el avance de las ciencias requiere de la ruptura
entre un modo y otro de abordaje cognitivo dentro de cada disciplina como
el leiv motif del proceso de todo conocimiento. En síntesis, su visión de
la marcha científica corresponde a esta “discontinuidad dialéctica” que
se reconoce primero en la estructura elemental de un corpus científico,
y que luego, el énfasis filosófico y epistemológico trae a presencia los
obstáculos cognitivos de dicho avance. Así, hasta que la comunidad
científica logra dejar atrás dicha ruptura, como parte de un proceso de
negaciones y superaciones.127

La motivación epistemológica de Bachelard, se inicia con el


planteamiento de su noción de “obstáculo epistemológico” como
explicación a la aparición inevitable de errores, en distintos corpus
cognitivos, lo que constituye parte importante del avance de nuestro
conocimiento. Es decir, que la teoría no puede ser refutada por elementos
que sólo hayan existido desde antes, sino que únicamente la exclusividad
del ser y del hacer del presente, construirían una nueva concepción
epistemológica. Es decir, que no basta considerar el marco cognitivo
donde se ha desarrollado tal o cual teoría, sino que hay que considerar
también la praxis del investigador o del científico. Y en este marco
destaca que los datos o los objetos de estudio del científico “...no son
dados sino constituidos, articulados en el flujo del devenir por nuestro

127. Cf. Salazar B., Augusto: “La Epistemología de Gastón Bachelard”, Rev. Letras,
U.N.M.S.M., Lima, 1958, N° 60, pp. 105 y 107.

125
propio pensamiento”.128 Esto es, que el pensamiento científico requiere
de conceptos que hay que depurar para estirar al máximo las condiciones
de aplicación de los mismos, incluso hasta que ese concepto se haya
trastocado en técnico. Justamente por esto es que el epistemólogo francés
habla de fenomenotécnica (phénoménotechnique) para dar cuenta del
principal rasgo de la actividad científica, tal como ya lo ha destacado
Torreti.129

En este sentido, Bachelard se adelanta bastante en su tiempo a las


nociones y tendencias epistémicas que dejan de manifiesto la influencia
del científico en el proceso de aprehensión cognitiva, como más tarde
lo destacarán Humberto Maturana, Francisco Varela o Jean Piaget por
ejemplo.130

Por ello, Bachelard considera que la ciencia progresa a través de la


superación de estos obstáculos epistemológicos, como por ejemplo: la
extensión abusiva de las imágenes familiares, el conocimiento unitario y
pragmático, el sustancialismo, el animismo y el conocimiento puramente
cuantitativo. En este sentido, Bachelard se pregunta ¿Cómo destruir o
dejar atrás el conocimiento anterior mal adquirido? ¿Cómo podemos
superar aquello que, en el espíritu científico mismo se obstaculiza con la
espiritualización? Así, en su obra más célebre La formación del espíritu
científico131 deja de manifiesto que es en el conocimiento previo, adquirido
en el pasado, pero mirado con la formación científica contemporánea,
donde se ubican ciertos obstáculos que preñados de racionalismo inhiben
momentáneamente la nueva aprehensión cognitiva que está eclosionando.

128. Cf. Torreti, Roberto: “Fenomenología y conceptualización en la epistemología de Gastón


Bachelard”, Rev. Theoria, N°73, 2012, p. 97.
129. Ibídem., p. 98.
130. Vd. por ejemplo de Maturana R., H. y Varela, Francisco: El árbol del conocimiento,
Ed.Universitaria, Stgo., 2011. Y de Jean Piaget: Introduction à l’épistémologie génétique,
PUF, Paris, 1950, entre otros.
131. Cf. Bachelard, G., op. cit.

126
Del párrafo anterior, se puede colegir que los obstáculos epistemológicos
son equivalentes a las etapas que debe superar la ciencia. Empero, la
opinión y la observación básica son esenciales para ir reafirmando cada
procedimiento de investigación y para asentarlo debidamente en el
ejercicio de la razón y la experimentación. Por lo tanto, según Bachelard,
la ciencia no puede producir la verdad, sino que se debe profundizar la
capacidad de investigar los procesos de adquisición del conocimiento,
para dejar atrás las sospechas que apuntan al puritarismo, al animismo, al
conservadurismo y a las experiencias previas de los hitos ya estudiados,
como algunos de los factores relacionados con estos impedimentos
epistemológicos.

De este modo, lo sustancial en el trabajo epistémico desde su perspectiva,


es buscar las mejores condiciones para cuestionar las constantes de
la cognición científica, independiente de su método de investigación.
Justamente por esto Bachelard dictamina que “el conocimiento de lo
real es una luz que siempre proyecta alguna sombra. Jamás es inmediata
y plena.”132 Lo que podemos entenderlo claramente como la superación
de algún obstáculo epistemológico, que conlleva necesariamente a
otro obstáculo más complejo que hay que dilucidar y dejar atrás, y así
sucesivamente iría evolucionando el saber.

Su Visión del Método Científico

Con respecto al método científico, Bachelard nos explica que la


experiencia del hombre cotidiano, es de todas maneras, quiérase o no, una
experiencia mediada por la cultura. Y en el caso del científico entonces,
la cultura, o la cultura donde éste se formó, influye en la percepción y/o
explicitación del observable con el que está trabajando en su disciplina;

132. Ibídem., p. 15.

127
ello sería por tanto, otro factor más relacionado con las trabas u obstáculos
epistemológicos.

Bachelard señala que un nuevo concepto científico, aparece cuando


se establecen los motivos de movilidad del pensamiento, lo que puede
acontecer por las características de un momento histórico imbuidos de
determinados factores ideológicos y/o culturales, o por la superación de
un obstáculo epistemológico.

Para Bachelard, el método científico es un proceso destinado a


explicar los fenómenos y a establecer las relaciones entre los hechos y los
enunciados de las leyes de los fenómenos físicos o naturales. Y es también
un instrumento analítico que permite obtener ciertas aplicaciones útiles
al hombre. A su juicio, los elementos que coparticipan de la articulación
per se del método científico, son principalmente los siguientes:

– Confirmación: Es la búsqueda de datos que apoyan la hipótesis.

– Heurística: Es la capacidad de modificar un sistema de forma inmediata.

– Falsación: Es el proceso empírico en el cual se fundamenta la


declaración de falsedad de una hipótesis.

– Paradigma: Es un conjunto de reglas que administran una determinada


disciplina. Estas reglas se asumen normalmente como “verdades
incuestionables”, porque son “tan evidentes” que se tornan transparentes
para los miembros de las comunidades científicas.

A partir de lo anterior, por tanto, podemos colegir que su idea del


método en general, es entendido como un constructo amplio y dinámico
que sirve a los científicos para evidenciar y concretar las nuevas
aprehensiones cognitivas, y para cautelar la excelencia operativa de la
comunidad científica y para beneficio de la humanidad toda.

128
Su Visión en Ciencia Política

“La ciencia es el lugar de aparición del espíritu viviente. Para


aprehender su verdadera constitución es preciso penetrar en la historia y
el quehacer de la ciencia.”133

En la ciencia política el intelecto somete las necesidades lógicas


al interés político, es decir, que el político apela a la certeza de que el
hombre se muestra interesado por sus pensamientos históricos culturales,
como por ejemplo: cuando hablamos de los conceptos de revolución,
de libertad, de sometimiento, de dominación, de mando y obediencia,
entre otros. Por lo tanto, cada concepto epistémico corresponderá a una
categorización estática de un determinado tiempo histórico. No obstante,
esto no quiere decir que en cierta medida los conceptos no sean obstáculos
epistemológicos, sino más bien indica que el intelectual político los utiliza
para tener una mejor concepción de la historia política.

“La teoría de la ciencia en que consiste el racionalismo aplicado, resulta


a través de todas las notas señaladas, una posición al mismo tiempo de
madurez teórica y de avanzada.”134

Hacia una Síntesis de su Obra

Gastón Bachelard concibe la ciencia como una expresión cognitiva y


social siempre en ascenso, dentro de un marco de rupturas epistémicas y
avances, con lo cual deja de manifiesto los sucesivos valores del progreso
del pensamiento casi como una línea diagonal hacia el infinito. Es casi un
a priori o una constante universal de la praxis científica. Entonces desde

133. Cf. Salazar, A.: “La Epistemología de Gastón Bachelard”, Rev. Letras. UNMSM,
Lima, N° 60, 1958, p. 107.
134. Ibídem., p. 128.

129
esta perspectiva, para el epistemólogo galo, el progreso es un incremento
cuantitativo que resulta de suyo de la mera actividad práctica de los
exponentes de la comunidad científica, inmersos en su dialéctica operativa.

Sus trabajos enfatizan mucho en general, los tipos y funciones de la


imaginación en el proceso cognitivo que nunca está ausente y se entromete
en el entramado científico, ora generando obstáculos, ora abriendo nuevas
dimensiones como elementos coadyuvantes para la creatividad individual
y científica. Así también, las imágenes juegan un papel importante en
su modelo, pues éstas lejos de ser un objeto abstracto que tras de si
pudieran esconder puro material inconsciente; en rigor, constituyen un
nuevo lenguaje acerca de una subrealidad que ayuda a trascender la mera
sensibilidad, y por tanto, puede abrir nuevas y ambiciosas posibilidades
para el poeta o el investigador.135

Además, no hay que olvidar que para Bachelard es muy relevante


la tríada objeto-imagen y palabra, pues con ello deja asentado que hay
que poner en epojé (entre paréntesis) al objeto o fenómeno en estudio,
para poder apreciar así su constitución primitiva y con la ayuda de la
imaginación, plantear desde aquí nuevas hipótesis, pues la imaginación
creadora habita muy lejos de la ciencia y el pragmatismo.136

Lakatos y Bachelard Convergencias

Tanto Lakatos como Bachelard lograron fortalecer una epistemología


que muestra claramente los ilimitados alcances de la reflexión filosófica
en relación a la ciencia, y en este sentido, contribuyeron al análisis
epistemológico de la ciencia del siglo XX, dejando de manifiesto algunas

135. Vd. Martínez M., Arturo: Cosmos e imaginación en Gaston Bachelard: Una dinámica
del despertar, U. Pontificia Comillas, Madrid, 2017, pp. 51-52.
136. Vd. Bachelard, Gastón: Psicoanálisis del fuego, Alianza Edit., Madrid, 1966, p. 25.

130
aristas de incongruencias en la base de racionalidad de los tradicionales
supuestos de su confiabilidad y objetividad de este sistema organizado
de conocimientos.

Ambos autores emplean en su prosa los conceptos de “heurística” como


parte de sus respectivos análisis, críticas y comentarios sobre la práctica
científica. Lakatos habla de heurística positiva y heurística negativa,
como vimos en su momento y lo utiliza como elementos constitutivos
de su modelo explicativo sobre la marcha de la ciencia, denominado
Programa de Investigación Científica, el que a su juicio permite el avance
de la ciencia. Por su parte Bachelard, concibe la “heurística”, como un
mecanismo analítico complementario para innovar tal o cual constructo
científico.

Tras la lectura de las principales obras de los autores aquí seleccionados,


es posible colegir que tanto Lakatos como Bachelard, tienen en común
un abordaje analítico para percibir la ciencia y su devenir, desde un
marco claramente racionalista. Esto, en tanto estudian todo el proceso
de adquisición cognoscitiva y el método científico, desde categorías
epistémicas que si bien por supuesto, son novedosas, no pretenden
descolgarse de la racionalidad como enfoque central para la ciencia ni
pretenden que los científicos desdeñen sus procedimientos, métodos y
reglas. Únicamente sugieren una revisión y un mayor cuidado con el uso
del método y la formulación de teorías. Y en este sentido estos autores
coparticipan del racionalismo filosófico.

Lakatos y Bachelard Divergencias

Para Lakatos, en relación al tiempo en la producción científica,


estima que hay que escudriñar el pasado en los procesos de adquisición
cognitivos, principalmente en la formulación y aceptación de determinadas
teorías, puesto que ello es muy importante y adicionado al análisis critico,
puede contribuir a determinar como debería hacerse la ciencia en el futuro.

131
Por su lado, para Bachelard, la variable del tiempo centrada en el
presente, es la clave de la interpretación del pasado, lo cual, manifiesta
la confrontación dialéctica histórica; de este modo, postula que
puede resolverse en dos líneas: la primera, por la ruptura que separa
el conocimiento común del científico. En cambio, la segunda, por el
“envolvimiento” de una teoría más amplia se encierra y se delimita el
alcance de una más particular. Ambas nociones, son transformaciones
revolucionarias en la epistemología, ya que cambian las entidades de
investigación científica individualizada por la investigación científica
colectiva y, por ende, a las especialidades del estudio experimental y no
experimental.

El núcleo central de la reflexión epistemológica de Lakatos, está


centrada sobre la evolución de las ciencias naturales, proceso que está
asentado a su vez en la noción del Programa Científico de Investigación.
Afirma que la revolución científica es irracional, pero que es un material
adecuado para una psicología de las masas. El epistemólogo húngaro,
sostiene que el cambio de un paradigma a otro es una conversión mística
que no está, ni puede estar, gobernada por reglas racionales y que entra
totalmente en el ámbito de la psicología-social del descubrimiento
científico. En cambio en la mirada epistémica de Gastón Bachelard, el
análisis está centrado no sólo en las ciencias naturales, siendo también
en la literatura y en las ciencias humanas en general, siendo el concepto
de “la negación”, uno de los pilares de todo su andamiaje teórico crítico.
Esta filosofía del no, es la contradicción permanente y el privilegio de la
dialéctica histórica, lo que obliga a continuas reorganizaciones explicativas
y rectificaciones del error que acontecen en el trabajo científico.

La noción fundamental en la imagen de la ciencia que propone Lakatos,


es que ésta ha sido siempre un constructo competitivo inserto entre
programas rivales de investigación. Según Lakatos, esta idea caracteriza
el falsacionismo metodológico sofisticado, concepción que desarrolló para
dejar atrás el falsacionismo dogmático y del falsacionismo metodológico

132
ingenuo que tradicionalmente tienen centrada a la ciencia. Por su parte, en
la prosa de Bachelard lo central de su idea de ciencia sería homologarla
a una fenomenotécnica; esto es como un proceso de revisión como se ha
explicado con antelación.

Para Lakatos, la historia de la ciencia promueve la innovación científica


por medio de los programas de investigación, tanto en la utilidad de uno o
del otro, generando una competencia del desarrollo científico, en virtud del
éxito de los nuevos programas progresivos. Para Bachelard la historia de
la ciencia sería equivalente a la marcha exitosa de una episteme entendida
como fenomenotécnica; esto es como un riguroso proceso de revisión
de los conceptos primitivos de la ciencia, para depurarlos y apreciar su
máximo alcance explicativo, tal como se ha explicado con antelación.

133
134
La Visión de Paul Feyerabend en torno a los
Modelos Científicos de Newton y de Einstein

Francisco Díaz Céspedes


U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Introducción

El espectro de las opiniones epistemológicas actuales es muy extenso,


pero debemos referirnos aquí, en específico a la obra de Paul Feyerabend
(1924-1994), especialmente en virtud de la amplia difusión que han tenido
sus ideas entre ciertos sectores culturales. Feyerabend acabó constituyendo
en el ámbito de la filosofía de la ciencia una posición muy extrema y
opuesta a las teorías epistemológicas presentadas por otros autores, tales
como Gastón Bachelard (1884-1962), Thomas Kuhn (1922-1996), Karl
Popper (1902-1994) y Mario Bunge (1919-2020), entre otros.

Feyerabend ha sido considerado como el creador del Anarquismo


Metodológico en la Filosofía de las Ciencias. Y Cabe destacar que en
un principio, el austríaco, planteó una inquietud por los problemas
epistemológicos desde la base de la física moderna, y por ello conviene
dividir la evolución de su pensamiento en dos etapas: la primera, es aquella
en que es posible identificarlo como un crítico original de las tradiciones
surgidas del rígido empirismo del Círculo de Viena (1922-1936) mediante
la tesis hipotético deductivista.137 Y la segunda, en la que drásticamente

137. “El método hipotético lo convierte en un argumento a favor del carácter ‘hipotético’, es
decir, instrumentalista, de la cosmología copernicana... No es necesario que estas hipótesis
sean verdaderas; ni siquiera es necesario que sean probablemente verdaderas; es suficiente
con que conduzcan a cálculos que estén de acuerdo con los resultados observacionales.”
Feyerabend, P.: Contra el Método, Editorial Técnos, Londres, 1975, p. 98.

135
adopta y difunde su “Anarquismo Metodológico” que está ligado a su
texto: Contra el Método, aparecido en 1975.

Sin duda, la postura de Feyerabend es determinante y provocativa,


quizás porque fue concebido como un epistemólogo polémico, no tan
sólo por el arte de debatir, sino también por confrontar drásticamente
al contendor. De este modo, en este capítulo nos concentraremos en las
críticas de Feyerabend frente a los modelos teóricos de Newton y de
Einstein relacionados entre sí; luego, se intentará responder: ¿Es posible
comparar los modelos teóricos competitivamente?

Críticas a los Modelos Teóricos de Newton y de Einstein

Feyerabend crítica la manera tradicional de diseñar el método hipotético


deductivo, y en algún sentido también la objetividad de la base empírica.
Feyerabend acepta que el desarrollo científico esté unido a la noción de
teoría y a la aparición en la historia de la ciencia de un encadenamiento
de teorías, proceso en el que algunas suceden a otras por tener más rango
explicativo. Sin embargo, propone una variación al método hipotético
deductivo; en lugar de implementar para cada teoría un proceso de
contrastación continua, que puede acabar inesperadamente en una
refutación, o en una continuación infinita de corroboraciones sucesivas
de las teorías, ya que pueden situarse frente a una nueva teoría, o a una
vieja teoría sometida a crítica. Por ello, sugiere que primero hay que
enumerar todas las teorías alternativas que en un principio logren explicar
los mismos fenómenos problemáticos.

Entrando en los casos de estudio, frente a la Teoría de la Relatividad


Especial publicada por Albert Einstein (1879-1955) en 1905, en la cual
presentó nociones de un nuevo modelo teórico, que ingresó en competencia
con el modelo teórico de Newton (1643-1727), porque la Teoría de la
Relatividad ofrece mejores explicaciones y predicciones. Feyerabend
sostiene que si analizamos quizás una de estas teorías, como lo es la teoría

136
newtoniana, no puede ser refutada con las teorías ortodoxas de tiempos
anteriores al sabio inglés. Así, nos daremos cuenta que esta teoría se
descubriría por contraste y no por análisis, puesto que Newton maximiza
el contenido empírico para comprender claramente otros puntos de vistas,
aunque esta puede ser determinada como una metodología pluralista,138 ya
que en estricto rigor, las ideas de Newton fueron el resultado de hechos
experimentales causales y observables con una proyección macroscópica
a su contexto histórico.139

Feyerabend estima que si de la competencia entre ambas teorías,


surgiera alguna alternativa más adecuada para explicar el fenómeno, esta
no adquiriría de inmediato su carta de “ciudadanía científica”, pues para
ello sería necesario que esta nueva teoría alternativa, cubriera aspectos
explicativos, predictivos y prácticos para justificar de un modo racional la
persistencia de su empleo. Esta idea de competencia entre teorías, según
Feyerabend, supone un criterio de justificación mucho más amplio y un
delicado análisis comparativo del modelo con la realidad.

En cierto sentido, tanto la Teoría de Newton como la Teoría de Einstein,


compiten en cuanto a modelos epistémicos que presentaron en su tiempo
una explicación más real del mundo físico; pero son sus concepciones que
explicitan fenomenológicamente la realidad. Ambos sostienen que existen
fundamentos únicos y reversibles desde el punto de vista estructural de
la teoría. Einstein afirmaría: “La nueva teoría de la gravitación difiere
mucho de la teoría de Newton. Pero sus resultados prácticos concuerdan
de tal manera con ella, que es difícil encontrar criterios de diferenciación
accesibles a la experiencia.”140

138. Ibídem., pp. 13-14.


139. El epistemólogo estadounidense Thomas Kuhn explicaría el paradigma newtoniano en su
célebre obra La Estructura de las Revoluciones Científicas, op. cit.
140. Cf. Einstein, A.: El mundo como yo lo veo, Editorial Fontana, España, 2011, p. 112.

137
Desde esta perspectiva, Feyerabend insiste en que no existen datos
empíricos independientes de las teorías científicas, de modo que, desde
su visión, la experiencia depende internamente de la teoría misma.141
De la constitución de lo que tomamos como base empírica, la teoría es
responsable tanto del modelo de Newton como del modelo de Einstein;
puesto que las hipótesis y las conceptualizaciones están relacionadas,
y que además en cierta medida provocan una división en la práctica
empirista. Por un lado, genera confusión entre: “El reconocimiento de
que la constitución de un dato empírico siempre presupone teorías, con
la afirmación de que la base empírica se constituye con la teoría que
contrastamos con ella.”142 Es de explicar que, “si se desea poner a prueba
una teoría X mediante datos de la base empírica Y, tal base empírica Y
presupone una base empírica epistemológica y una serie de ampliaciones
de ésta, las sucesivas bases empíricas metodológicas, constituidas por
medio de las teorías presupuestas en el análisis de la recién llegada teoría
X. Pero estos datos con los cuales se contrastará la teoría X no presuponen
la propia teoría X. Se trata, en cambio, de comparar la teoría X con todo
lo que, como resultado de la interacción entre teoría y experiencia, ha
sucedido anteriormente. No hay aquí nada parecido a un círculo vicioso
o a una situación puramente interna que contrastaría la teoría X con datos
constituidos a partir de ella misma.”143 Por ejemplo, Einstein utilizó el
método deductivo para elaborar la Teoría de la Relatividad. Él partió de una
teoría, que articuló y dio por supuesto una serie de verdades con postulados
previos. Al aplicar estas verdades conseguía leyes que contradecían “el
sentido común” de lo que se conocía. Sin embargo, al pasar los años sus
postulados fueron sometidos a experimentos, para que estos a su vez fueran
comprobados. Desde este punto de partida, la experimentación fue muy
difícil, más el éxito de su validación.

141. Cf. Ibídem., p. 290.


142. Cf. Klimovsky, G.: Las desventuras del conocimiento científico, op. cit.; p. 381.
143. Ibídem., pp. 381–382.

138
En el caso de Newton fue similar al de Einstein, ya que el inglés se
sustentó en la disciplina de las matemáticas y en las elaboraciones de
suposiciones tautológicas que él mismo enunció, apoyándose en estudios
anteriormente realizados por otros teóricos, como lo fue el caso de Galileo
(1564-1642) y Kepler (1571-1630), aunque es muy consabido que la
teoría de Newton es inconsistente con la Ley de la caída de los cuerpos
del italiano, y estudiadas con las leyes del alemán.144 Por su parte, Newton
no realizó ninguna experimentación personal, sino una teorización, tal
como lo explica Feyerabend: “En el caso de Newton, la discrepancia
cualitativa entre teoría y hechos fue eliminada por medio de una hipótesis
ad hoc. En otros casos, ni siquiera se hace uso de esta débil maniobra: se
conserva la teoría.”145

Por otra parte, las fórmulas obtenidas por Einstein le permitían calcular
espacios y velocidades que coincidían con los cuerpos estudiados, como
por ejemplo: el cuerpo de la luna y su trayectoria hacia la tierra, es decir,
que los cálculos y la observación fueron suficiente para validar con sus
leyes, la Ley de Gravitación Universal (1687) de Newton.

Es por este motivo, que el método utilizado, ya sean inductivos o


deductivos para comprobar ciertas suposiciones u observaciones de
cálculos físicos y matemáticos superan lógicamente el método utilizado
antes de su era, presentándose ésta como una forma más efectiva de lo
que se conocía por ese entonces, es decir, existe una manifestación de
libertad al realizar ciencia, ya que: “…al fin y al cabo la ciencia es un
producto nuestro y no nuestro soberano; “Ergo” debería ser un súbdito y
no el tirano de nuestros deseos”.146

144. Feyerabend, Paul: Contra el método, op. cit.; pp. 18-19.


145. Ibídem., p. 42.
146. Feyerabend, Paul: ¿Por qué no Platón?, Editorial Técnos, Londres, 1980, p. 16.

139
Feyerabend estima que tanto el método de inducción como el método de
deducción se utilizan dentro de los procesos de los dos modelos; es decir,
una reciprocidad continúa y que, a su vez, es el científico el que escoge
las formulaciones necesarias para ejecutar los estudios competentes del
fenómeno indagado. Empero, las dificultades de un método determinado
en relación a la semántica de los modelos teóricos aun presentan ciertas
dificultades, porque el vocabulario de una teoría científica adquiere su
sentido por las relaciones mutuas entre las concepciones que constituye
el lenguaje científico. Por ende, cada teoría emplea un vocabulario
propio y el sentido de este significado aparece definido o constituido
por analogías entre los términos empleados obligatoriamente y por las
propias hipótesis de la teoría.147 Es necesario señalar que en relación
con los conceptos teóricos y en conexión con lo que se afirma acerca
de entidades no observables es fundamental para formular los modelos
teóricos. Pero ocurre que, desde la mirada de Feyerabend, toma una
posición un tanto holística. Puesto que las palabras y no solamente las
teorías pertenecen a un vocabulario empírico, sino que adquieren sus
propiedades semánticas por la estructura interna de la teoría, tal como la
imponen sus hipótesis fundamentales. Desde este enfoque, entonces cada
teoría constituye su propia base empírica, que se traduciría en una virtud
semántica, cuya afirmación acerca de todo lo que se dice en relación a
la experiencia está dentro de una teoría, y sólo tiene sentido en relación
con ésta. Por ejemplo, en la física clásica se establecen las siguientes
suposiciones: primero, la realidad objetiva existe independientemente
de cualquier observación que se haga de él; y la segunda, supone que la
posición y la velocidad de un objeto pueden medirse sin límites en su
precisión, excepto para los instrumentos de medición. Por lo tanto, la
realidad objetiva es una realidad precisa sin incertidumbre e intrínseca,
lo que desde la perspectiva newtoniana, principalmente en la teoría de
la gravedad, es el resultado de un cálculo matemático apropiado, para

147. Cf. Ibídem.; pp. 35-40.

140
fundamentar coherentemente su modelo teórico. Este hito llevó a Newton
a diferenciarse de sus predecesores, y en virtud de sus innovaciones
científicas, logró que la física tenga un lenguaje más complejo de lo que
se intentaba comprender.148

A partir de estas suposiciones, se da por entendido el primer


fundamento de la física clásica, ya que las propiedades de las fuerzas
actúan en un cuerpo objetivo, cuya analogía, con la segunda suposición,
en la gravitación establece un nuevo concepto; es decir, que la fuerza
gravitatoria entre dos cuerpos, como la tierra y la luna, es proporcional a
la masa de cada cuerpo y es inversamente proporcional al cuadrado de la
distancia entre ellos. Por ende, esta descripción de la fuerza gravitatoria,
cuando se aplica con la segunda ley de Newton, argumenta el porqué de
las órbitas planetarias son elípticas; debido a que la tercera ley de Newton,
la fuerza que actúa en la tierra es igual y opuesta a la fuerza que actúa en
la luna. De modo que en su actuar, ambos cuerpos están constantemente
cambiando en sus velocidades y en sus direcciones, debido a la fuerza
gravitatoria que actúa continuamente en ellos.

Luego de diversos experimentos, las leyes de Newton fueron


consolidadas como una estructura inamovible en el lenguaje científico,
prácticamente universal, que explicaba los fenómenos físicos,
principalmente el de todos los movimientos, insertándose en las teorías
de la astronomía y las teorías de los gases.149 Ahora, este principio podría
aplicarse a todo ente, puesto que se pensaba que esta realidad determinista
era completamente mecánica, con un tiempo y espacio absoluto, en el
cual todo sistema de objetos podría describirse con precisión en todo
momento. Si esbozamos, que la posición y velocidad de cada ente puede

148. Cf. Reguera, A.: Newton y Feijoo. Un episodio en la Historia de la difusión de las ideas
científicas, Universidad de León, 2001.
149. Cf. Nagel, E.: La Estructura de la ciencia, Ed. Paidós, España, 2006, pp. 153-155.

141
especificarse, sin ningún cuestionamiento. Si tal precisión es considerada
correcta, las futuras predicciones serían imposibles de llevarse a cabo. No
obstante, esto permitió a que existiera a la fecha, un modelo paradigmático
imposible de traspasar, porque todo experimento era consecuente con un
modelo teórico perfecto.150

¿Es posible comparar los Modelos Teóricos Competitivamente?

Según Feyerabend, la comparación de los modelos teóricos de Newton


y de Einstein, no sería posible. Ello, porque con la metodología del poder
predictivo de una teoría utilizaría la base empírica de otra, tal como
competitivamente la establece y se usa para sus propios propósitos de
predicción y explicación. Sin embargo esto no se puede implementar,
pues, si tenemos que estimar la capacidad explicativa y predictiva de
una teoría propuesta X “1” para saber si es más ventajosa que una teoría
alternativa X “2”; entonces acontecería un fenómeno muy similar al
de la inconmensurabilidad que postula Kuhn. Feyerabend acepta esta
tesis kuhniana, y no se logra comprender cómo es posible que teorías
alternativas se coloquen en competencia, o qué podemos teorizar, o
cuáles son las más adecuadas. Podríamos interpretar aquí, que existe una
contradicción en la metodología de Feyerabend puesto que no es fácil de
resolver.

Si se reconoce la posibilidad frente a una nueva teoría X, de contar


con una base empírica “neutral” para proceder a la estrategia hipotética
deductiva, Feyerabend expone que una o más teorías alternativas a una
teoría dada, deben evaluar una base empírica, y así dispondríamos de
medios de contrastación para la primera teoría quizá, solamente con
ella, no tendríamos a nuestra disposición. La competencia se traduciría

150. Cf. Kuhn, Thomas: La Estructura de las revoluciones científicas, op. cit., pp. 55-67.

142
así en que la base empírica empleada para la operación de contrastar se
ampliaría,151 porque quedaría develada con los recursos de las teorías
alternativas. Por ejemplo, si formulamos una teoría X constituida por una
sola hipótesis de partida, Y (hipótesis), como es el caso de la mecánica
de Newton. ¿Qué ocurre si se niega tal teoría? Se asumirá una posición
contraria a la primera teoría y, en lugar de la única hipótesis Y que
constituye la teoría X, se formulará una nueva teoría X “2” cuya única
hipótesis es no Y. Pero X “2” por ser una teoría distinta de X, se constituye
en un fenómeno holístico diferente, desde un punto de vista semántico,
del representado por X. En efecto los conceptos, las palabras o términos
que estamos empleando, aunque parecen ser los mismos luego del acto
de negación, se transformarán en términos con un sentido nuevo. Esto
llevaría a una extraña paradoja, común a todas las posiciones holísticas:
cuando se niega una hipótesis fundamental con elementos de otra, ya no
se habla de lo mismo, es decir, hemos cambiado de modelos teóricos.

Fue el caso de Einstein que con su Teoría de la Relatividad Especial en


1905 (X “2”), que se insertó en la discusión anterior de la física clásica que
suponía que el espacio y el tiempo eran absolutos. Con esto el físico alemán
abandonó el concepto del éter, y el concepto del movimiento absoluto
de un cuerpo, comprendiendo que solo podía medirse el movimiento
relativo entre los cuerpos. Utilizando solo la suposición de la constancia
de la velocidad de la luz en el espacio libre, puesto que demostró que
ni la longitud ni el tiempo son absolutos. Esto significa que el tiempo y
el espacio dependen de las velocidades relativas del observador y de lo
observado. Si ilustramos, un observador en la tierra que comparase un

151. Cf. Feyerabend, Paul: Contra el Método, op. cit., pp. 175-177.

143
reloj en una nave espacial con un reloj en la tierra, verá que el reloj de la
nave espacial se mueve más lento que el reloj de la tierra.152

Una década después, Einstein publicó la Teoría General de la


Relatividad (1915), respuesta mayor que la Teoría de la Relatividad
Especial. La relatividad general trata de que los objetos vayan acelerando
en relación de uno con el otro; es decir, que se mueven a velocidades que
van cambiando, sobretodo en trayectorias curvadas. El alemán expresaría
que “una de las características más importante de la teoría de la relatividad
es que se ocupa de elaborar con mayor rigor las relaciones que hay entre
los conceptos generales y los hechos experimentables”.153 Cabe destacar
que los entes son afectados exactamente de la misma manera por la
gravedad, y en una forma equivalente es necesario reemplazar las fuerzas
gravitatorias por trayectorias curvadas.

Por su parte el austríaco anarquista sostiene desde una esfera


epistemológica, que una genuina operación de negación, parece tan
paradójica que llegamos a dudar de lo que dudamos, de tal forma de
que ningún epistemólogo serio, puede adoptarla con toda solemnidad.
Si analizamos la Teoría General de la Relatividad, en estricto rigor: ella
predice la materia, la energía, el espacio y el tiempo, que dependen de unos
con otros, y que a su vez, pareciera ser que evolucionan juntos; aunque por
lo que se entiende por espacio y por tiempo no son más que magnitudes

152. Einstein, Albert: El mundo como yo lo veo, op. cit.: Para un objeto que tiene en reposo una
masa cero, la teoría relativa especial expone que la relación entre la energía total (E) del
objeto, que incluye su energía cinética, y su masa (m): E = mc² donde “c” es la velocidad
de la luz en el vacío. La teoría especial de Einstein ha sido confirmada por diversos
experimentos. Puesto que en la teoría de la relatividad especial el espacio y el tiempo ya
no son absolutos, sino de una concepción euclidiana. Esto significa que dos líneas rectas
en el espacio-tiempo. Por ejemplo, en un sistema de coordenadas de paralelas en un punto,
siempre permanecerán paralelas sin importar las fuerzas gravitatorias, pp. 112-134.
153. Ibídem., p. 113.

144
independientes.154 De manera que el espacio es un concepto que nos
permite conceptualizar la separación de los objetos y las trayectorias de los
rayos de luz. Así, el tiempo también es un concepto y nos condesciende
conceptualizar el cómo fluctúan los objetos.

El “Anarquismo epistemológico” sostiene que la competencia entre


teorías no es más que la aplicación de ciertos criterios instrumentalistas,
cuyas variaciones conceptuales formularían una teoría más compleja de
lo que se conocía (Teoría newtoniana), ya que la formación intelectual
del científico, como la del alemán, fue completamente influenciada por
el positivista filósofo y naturalista Ernst Mach (1838-1916). La filosofía
positivista postula, que el único conocimiento auténtico es el conocimiento
científico, basado en la experiencia sensitiva real. El criterio de Einstein
fue un tanto positivista, aunque estableció en el campo de las definiciones
empíricas de las mediciones del tiempo y espacio, hecho que concentró
la disciplina de las matemáticas para explicar el cómo varían la longitud
y el tiempo con la velocidad relativa entre el observador y lo observado.

Feyerabend coloca al método científico y a la teoría del conocimiento


en general, como todo en un conjunto de proposiciones admitidas
momentáneamente, puesto que el primer paso metodológico a seguir es
negarlas. De esta manera, fundamentaría en la convicción de que, cómo
toda teoría resulta a la larga parcial o totalmente equivocada y que no
refleja una realidad objetiva, resultaría conveniente negar el hecho de que
hay vías diferentes y enriquecedoras de pensamiento y de conceptuación.
Por ejemplo, si Einstein abandonó el positivismo cuando desarrolló la
Teoría General de la Relatividad, sabiendo que su método acerca de la
relatividad general, dependía esencialmente de una convicción intuitiva
desde los funcionamientos empíricos de medición, tanto de la fuerza de
gravedad y de las aceleraciones de los cuerpos, hasta crear un modelo

154. Ibídem., pp. 122-126.

145
teórico del espacio curvo y en el que no había fuerzas gravitatorias. Es
decir, el sabio alemán no podría, probablemente, haber realizado esta
acción sin creer que el espacio era objetivamente real en lugar de ser un
mero contexto para aplicar las mediciones de longitud y de tiempo.

Entre otros argumentos del “anarquismo metodológico”, Feyerabend


expresa además que en ningún momento deberíamos pensar frente a
una teoría o a un corpus único de conocimiento, puesto que estamos
realmente en la dirección de una certeza de un problema; por lo tanto, en
esa materia metodológica ha fracasado en todos los intentos de estrechar
los procedimientos de la ciencia a un molde conceptual preciso y definido,
donde todo proceder es adecuado en asuntos científicos, y por ello en
todo campo de estudio competitivo la frase “¡Todo vale!”155 es consistente
para estudiar los modelos teóricos. Empero, Feyerabend entiende que
la influencia de la comunidad científica impacta directamente en los
fundamentos teóricos de una teoría inicial, aunque se muestra a favor
de la democracia y de la libertad, influenciada por sistemas de valores
para elaborar una sociedad científica más eficaz y más objetiva. Frente
a este último, en el caso de Einstein sería muy complejo la desición
personal que tomó ante los siniestros de la fraticida guerra mundial:
“Mi participación en la construcción de la bomba atómica se limitó a un
único hecho: firmé una carta dirigida al presidente Roosevelt. En ella la
ampulosidad se recalcaba en la necesidad de preparar experimentos para
estudiar la posibilidad de realizar una bomba atómica. Era consciente del
horrendo peligro que la realización de ese intento representaría para la
humanidad. Pero la probabilidad de que los alemanes estuvieran trabajando
en lo mismo me empujó a dar este paso.”156 Es de común acuerdo que
Feyerabend resalta los aspectos de la actividad científica, considerando
que existen aspectos negativos y positivos que provienen del error de un

155. Cf. Feyerabend, Paul: Contra el método, op. cit.; p. 28.


156. Cf. Einstein, Albert: El mundo como yo lo veo, op. cit.; p. 47.

146
status propio del desarrollo de la ciencia, como lo fue el caso de Einstein,
dado a los valores, a la ética y al compromiso moral con la humanidad.

En síntesis las sociedades científicas están compuestas por mecanismos


de comprobación científica para la demostración empírica, ya que esta
determina en materia de prestigio y de presupuesto su utilidad. Pero no
cabe duda, que ambos modelos teóricos trajeron beneficios sociales a la
ciencia, aunque para Feyerabend en cuanto a los modelos científicos de
Newton y de Einstein, serían más bien expresiones de una práctica propia
y de libertad para la materialización del conocimiento universal.

A Modo de Conclusión

Después de todo, más allá de algunas continuidades que ha mostrado la


historia de las ciencias, ésta se nos presenta como una sucesión de etapas en
las que muchos de los conocimientos y visiones del mundo fueron negados
y abandonados drásticamente por otros referentes modernos. No es el
caso de Newton y de Einstein, que con sus nuevas nociones del modelo
del universo compiten con exactitud en las observaciones experimentales,
para explicar la realidad externa objetiva, principalmente en cuanto a los
conceptos de espacio y tiempo, entendidos como entes reales, en lugar de
simples modelos matemáticos. Sin embargo, las tendencias del lenguaje
lógico y de la interpretación teórica crean innumerables problemas,
intentando de comprender la verdadera naturaleza de la realidad. Es por
esto, que en la física clásica del tiempo newtoniano, los objetos interactúan
entre sí, por medio de sus campos de fuerza, representados también como
objetos de la realidad externa objetiva.

Empero, tras la revolucionaria Teoría General de la Relatividad de


Einstein, no hizo nada para cambiar la creencia de que nosotros como
observadores todavía vivimos dentro del contexto de espacio-tiempo
macroscópico, aunque no con una interpretación, de que el espacio-tiempo
es absoluto e inmutable. Esto significa, que nosotros como objetos reales

147
aún estamos sujetos a la experiencia y de la separación y al aislamiento de
otros objetos. En cierto sentido, lo que hemos señalado puede traducirse
en una competitividad entre dogmatismo ontológico con un “escepticismo
metodológico.” Desde esta perspectiva, Feyerabend parece indicar con
claridad que, como resultado de este procedimiento, en determinados
momentos tendremos que admitir que la negación hecha a modo de
prueba, nos ha conducido a resultados satisfactorios y que es el momento
de volver a admitir aquello que ha sido negado. La negación metódica no
significa haber probado la tesis contraria a aquella que estamos negando.
En tal sentido, el escepticismo metodológico es curiosamente una defensa
en contra del dogmatismo, una precaución que debemos tomar para que
al adoptar una teoría o un sistema de creencias, y no nos olvidemos del
procedimiento correcto, porque también es parte de su negación.

148
La Identidad Latinoamericana:
Una Búsqueda de Siglos157

Zenobio Saldivia M.
Universidad Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Algunos Antecedentes

Uno de los temas que ha persistido en el tiempo y que emana en


las nuevas miradas interpretativas para la comprensión de lo esencial
cualitativo de nuestro continente, es justamente el de la “identidad
Latinoamericana”. Ello no es extraño, pues dicha búsqueda tiene su
lógica inmanente toda vez que la pregunta alude al núcleo, a lo esencial,
a lo más relevante de lo que pudiera ser esa mezcla de historia, cultura
y humanidad, que sabemos que existe pero que nos es muy difícil
de cohesionar verbalmente. Así, si bien hay claridad en cuanto a que
efectivamente lo latinoamericano es el meollo de una filosofía y cultura
propiamente americanas o más ampliamente, “latinoamericanas”, e
intuimos una eventual latinoamericanidad, y que por tanto, estimamos
que descubriendo las notas relevantes de dicha categoría; se debería arribar
a un corpus significativo que sintetice lo antropológico, histórico, social,
axiológico y cultural peculiar de los habitantes de nuestro continente y
de nuestros pueblos. Ello no ha dado los frutos esperados, y seguimos
insertos en la tarea de siglos en la cual han estado inmersos los filósofos,
los historiadores, los literatos y los intelectuales en general.

157. Conferencia magistral presentada por el Dr. Saldivia, durante la investidura del Grado
de Honoris Causa, que le otorgó la Universidad Ada Byron, Chincha, Ica, Perú, el 9 de
Agosto del 2013.

149
Algunos, han destacado la conveniencia de analizar los aspectos
históricos y filosóficos de esta preocupación, asignándole un estatuto de
relevancia que le ha permitido asentar dicha inquietud, como un tópico
legítimo de la filosofía universal; v. gr., los trabajos de José Vasconcelos,
tales como la Raza cósmica, o los de Leopoldo Zea, tales como La
Filosofía Americana como Filosofía sin más, entre otros, se orientan en
dicha dirección.

Otros, han tocado efectivamente algo o mucho de lo característico de


la manera de ver el mundo del hombre americano, por ejemplo, desde
el plano discursivo y literario de nuestra praxis como latinoamericanos,
como en el caso del colombiano Gabriel García Márquez en Cien años de
Soledad; quien se centra en una prosa fantástica o mágica que habla entre
líneas, de la identidad latinoamericana, de su naturaleza bullente y de sus
contradicciones sociales; u Octavio Paz, cuando analiza detenidamente
el sentido histórico del pueblo mexicano en el Laberinto de la soledad, o
del peruano José María Arguedas, a quien tuve el honor de conocer como
estudiante de primer año de filosofía en 1969, en la Universidad de Chile,
sede Valparaíso, cuando nos hablaba de algunas de sus obras tales como
Yawar Fiesta y Los Ríos Profundos, o del indígena, de sus dialectos y de
las sierras; o del también peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de
Literatura, que en sus novelas habla de la historia y de la sociedad peruana,
así como en otras alude a la amazonía peruana, entre tantos otros.

También, han buscado la identidad latinoamericana, desde su universo


centrado en lo estético, obsesionados por encontrar la belleza y nuevos
aspectos no debidamente considerados, diversos pintores; como por
ejemplo los mexicanos David Siqueiros (1896-1974) o Diego Rivera
(1886-1957), entre otros, quienes persiguieron detectar la particular
relación del nativo con sus tierras, o con lo que queda de ellas, con sus
exponentes florísticos y sus expresiones costumbristas, con su locus y
con su tempus. Por eso no es extraño que en los años setenta y ochenta
del siglo XX, por ejemplo, también se principie a analizar esta temática

150
desde la sociología e incluso desde la praxis académica del diseño;
así, desde la primera disciplina emergen temas tales como la eventual
participación de la mujer en el sistema productivo, en la educación superior
y en la investigación científica. Y desde el diseño, aparecen propuestas
que ilustran, grafican y difunden modelos estéticos que dan cuenta de la
naturaleza americana, de los picos andinos, de los lagos centroamericanos,
de las estepas de la Patagonia, de las flores típicas de la Amazonía, o de
una presencia de rostros de mujeres, hombres y niños morenos, con sus
atuendos típicos y en interacción con su medio local o regional.158 En
todos estos ámbitos, la directriz parece ser la búsqueda de las peculiares
condiciones del contexto social del hombre latinoamericano, de sus valores
y de sus sentimientos, del entramado de su cultura y de las etnias nativas
con relación al entorno natural y a las metrópolis urbanas del continente.

En efecto, es un aporte más y dinamiza el estado de la cuestión, pero


¿dónde encontramos la mirada globalizante, analítica y vasta que cubra
todo el horizonte de lo cualitativo y de lo denotativo de dicho tópico? Al
parecer debemos conformarnos por ahora con aproximaciones, con nuevos
aspectos, con complementos para las aristas que están en construcción
explicativa. Es que no resulta fácil abordar lo que muchos han pensado
y no hemos podido cerrar. Aquí, nos encontramos –mutatis mutandis–
como los historiadores que están conscientes de que la categoría de
periodificación “época contemporánea”, está totalmente sobrepasada, o
fatigada como dirían algunos, pero no han encontrado el nuevo rótulo
deseado, y por tanto, siguen con la anterior o proponen otras que no
logran aun el consenso y que se diluyen en un caos de tendencias. Así, la
cuestión de la identidad latinoamericana, hoy, en virtud de la crisis de los
paradigmas y en vistas de la popularización de las tesis epistemológicas
de Feyerabend, que propician “el todo vale” para la obtención de nuevas y

158. Cf. Saldivia M., Zenobio: “Epistemología, progreso y Diseño”, en: Rev. Constancias de
Diseño, Nº 4, UTEM, Stgo., Chile, p. 37.

151
satisfactorias explicaciones en los distintos campos del saber,159 parece ser
que han estimulado nuevos caminos de búsqueda entre los intelectuales.

Lo anterior, ha posibilitado al menos, descorrer el velo ideológico


tradicional, caracterizado por las distintas tesis eurocentristas que se habían
decantado muy bien en la prosa académica o científica latinoamericana,
desde el Siglo del Progreso hasta mediados del siglo XX, pero que luego
de este período, la historiografía y la filosofía toman conciencia de que
en diversos campos del saber, el discurso de aproximación para dilucidar
el tópico “identidad latinoamericana”, estaba imbuido y matizado de
criterios formales, de cánones y de resabios ideológicos europeos. Por
ello, José Saldaña, desde México, habla de la necesidad de una “vigilancia
epistemológica”160 para los campos de la epistemología y de la historia de
las ciencias, tanto para ponerse en guardia frente a posturas que más bien
diluyen el análisis y lo debilitan, cuanto para encontrar una metodología o
una perspectiva audaz y pertinente que apunte al núcleo de lo identitario
latinoamericano.

Algunas Miradas Interpretativas

Primero fue la conquista, el encuentro de dos mundos, la instancia


donde el europeo se inserta asombrado en el Nuevo Mundo con una
naturaleza desconocida, con animales monstruosos y con salvajes que hay
que dominar y doblegar; y los nativos a su vez, ven hombres barbados
con sacerdotes acompañantes con cruces que quieren cristianizar. Es el
inicio de la mirada europea sobre América. Son las luchas de un nuevo
Flandes Indiano, las luchas en las Indias Occidentales y en las tierras de
ultramar y esto dura algunos siglos.

159. Vd. Feyerabend, Paul: Contra el Método; op. cit.


160. Cf. Saldaña, Juan José: “Nuevas tendencias en la Historia Latinoamericana de las ciencias”,
Cuadernos Americanos, Vol. 2, Nº 38, México, 1993, p. 74.

152
Luego, en el siglo XVIII, la política y la ciencia europeas parecen
unirse en cuanto a un nuevo interés por el continente americano. Es
el período de las grandes expediciones europeas hacia América, o
las circunnavegaciones con propósitos botánicos, mineralógicos y
geopolíticos. En esta centuria, lo americano pensado desde Europa, es la
vastedad y peculiaridad de una flora que ofrece infinitas posibilidades a
la farmacopea y a la medicina europeas, es la riqueza mineralógica de un
territorio donde extraer más oro y más plata. América es percibida así,
como la cornucopia de la abundancia, un lugar que incluye universos
infinitos, tierras ignotas o un vasto mar del sur, una instancia para ordenar
especímenes, para expoliar sus minerales y para actualizar cartografías y
perfilar nuevos derroteros navales.

Y desde el siglo XIX, o más bien desde fines del Siglo de la Ilustración,
con el inicio del viaje de Humboldt en 1799, emerge otra vez la identidad
americana, focalizada ahora en el interés científico por los nativos y por
la diagnosis de la flora y fauna que se abre como una caja de sorpresas a
la comunidad científica internacional; primero con Humboldt, luego con
D’orbigny, Darwin y otros, quienes concentran el interés de los europeos
hacia lo americano en la visión de la naturaleza, en el conocimiento
objetivo de su gea, de su flora y fauna, y en el deseo de alcanzar una mejor
comprensión de la identidad mestiza y de las etnias existentes. Pero ello no
redundó en un cabal conocimiento de lo americano; más bien, casi podría
decirse que esta labor queda cortada o trunca, pues con el advenimiento
de las jóvenes repúblicas y la emancipación de la Corona Española,
desde 1824, gracias a la batalla de Ayacucho, la cuestión de la identidad
americana, más bien se bifurca enmarañada entre los nuevos temas de
la agenda pública y las nuevas corrientes o tendencias que barnizan al
continente: entre éstas, primero el romanticismo y luego el liberalismo
y el positivismo, que hacen más complejo la autognosis cultural y el
encuentro con la imagen de lo identitario.

Empero, algo de lo identitario americano es entendido y defendido

153
desde América: es la gesta independentista, pues a partir de aquí, América
es un continente que se conoce como soberano e independiente de la
Corona Española y principian los primeros esfuerzos culturales para
rescatar lo identitario en las jóvenes repúblicas. V.gr. En Venezuela los
esfuerzos de Bolívar, en 1821, para crear el supra estado de la Gran
Colombia, que unía las repúblicas actuales de Venezuela, Colombia,
Panamá y Ecuador, por contar con una naturaleza, una historia y lances
en común. O en Chile decimonónico cuando en los años cuarenta se
perciben los esfuerzos metodológicos de Lastarria para escribir la historia,
alejados de los criterios colonialistas e hispánicos y encontrar así lo
auténticamente chileno y americano. O los trabajos de Bello en poesía,
en educación superior o en el ámbito normativo. O en Perú, por ejemplo
en 1862, cuando Mateo Paz Soldán con sus estudios sobre la geografía
de la República del Perú, realiza una impresionante tarea exploratoria por
el cuerpo físico de Perú, identificando millares de referentes inorgánicos
y dilucidando los accidentes de las distintas regiones del país para lograr
conciliar los requerimientos científicos de asentar en la ciencia universal,
los exponentes orográficos, vulcanológicos e hidrográficos de la gea
peruana. Y al mismo tiempo dejar asentadas las características de éstos
y otros referentes peculiares, debidamente cuantificadas, en los libros de
geografía que requerían urgente los gobernantes de mediados del siglo
XIX, en Perú para difundir tales nociones adecuadamente las nociones en
el sistema educacional peruano de la época.161 Y lo propio sucedía también
en Chile, Argentina y el resto de las repúblicas americanas. En fin...

En nuestros tiempos, las miradas sobre lo identitario latinoamericano,


son muchas, recordemos principalmente a Rojas Mix, quien en obras tales
como Los Cien Nombres de América, y América Imaginaria, difunde
las tradicionales visiones europeas exacerbadas de mitos y fantasías, de

161. Cf. Paz Soldán, Mateo: Geografía del Perú, Librería de Fermin Didot Hermanos, Hijos
y Cia., Paris, 1862.

154
caníbales y de animales monstruosos, y nos invita a repensarnos como
continente y como universo de culturas con una historia en común.
Hirshbein por su parte, sugiere que los ensayos latinoamericanistas vienen
mostrando la cuestión de la identidad como una forma de autoafirmación
cultural frente a Europa. Y señala que en este sentido, autores como Bello,
Bolívar, Miranda y otros, intentaban en sus trabajos reflexionar sobre lo
específicamente americano, buscaban las categorías más apropiadas para
pensarse a sí mismos, para pensar a América, como distinta a Europa y
poder así dar cuenta de la particular realidad latinoamericana, dentro de
una cierta dirección romántica durante gran parte del siglo XIX. Ello sería
un ejemplo de esfuerzo de orientación hacia la búsqueda de la identidad a
través del ensayo y dicha labor continuaría en la ensayística venezolana
más contemporánea, v. gr. con los trabajos de autores como Briceño
Iragorren y Picón Salas, quienes entre otros, buscan la autoafirmación de
lo nacional, de lo regional y de lo esencialmente americano, oponiéndose
así al imperialismo y a otros cánones de orientación europeas.162

Arroyo, por su parte, sugiere que para encontrar un camino de búsqueda


de lo latinoamericano, del pensamiento específicamente latinoamericano,
urge superar una serie de obstáculos tales como la periodización
en historiografía, las tendencias estructuralistas y pragmáticas y las
dificultades semánticas e ideológicas, entre otros; llegando incluso a
sostener que “... el problema es no sólo epistemológico, sino en cierta
forma genético ya que no podemos desprendernos de una parte de
nuestra propia naturaleza.”163 Y que por tanto, para dejar atrás el enfoque

162. Cf. Hirshbein, Cesia Ziona: “El ensayo como forma literaria del pensamiento venezolano:
¿Qué significa que la cuestión de la identidad sea la clave de pensamiento latinoamericano
contemporáneo?” VII Seminario Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, Usach,
Stgo., Enero 2001, pp. 4-6.
163. Cf. Arroyo Pichardo, Graciela: “Obstaculos y necesidades de un pensamiento
latinoamericano para el siglo XXI”, VII Seminario Internacional de Ciencias Sociales y
Humanidades, Usach, Stgo., Enero 2001, p. 2.

155
europeizante, sería deseable encauzar los estudios con orientaciones hacia
la sustitución de la herencia cultural sociológica eurocéntrica, terminar
con el binomio cultura/naturaleza, reunificar orgánicamente las ciencias
sociales, tomar más en cuenta a la mujer como actor social, o superar la
confrontación nosotros-alteridad y pensarnos más como una colectividad
en su dinamismo.164

Una Nueva Mirada: La Perspectiva de la Historia de la Ciencia

En rigor, en los Congresos y Seminarios Latinoamericanistas, la


apertura a nuevos posibles ha quedado de manifiesto desde hace bastante
tiempo, y los exponentes por lo general, aluden constantemente a la
necesidad de buscar nuevas categorías de análisis para la interpretación de
los eventos en los campos de estudio vinculados a temas latinoamericanos.
Esto se percibe en lo referente a dejar atrás la tesis del eurocentrismo
como modelo y guía de análisis, que ya adelantáramos, o en cuanto a
reorientar la formulación de preguntas en los temas de las disciplinas
históricas y de ciencias sociales; así como también en cuanto a propiciar
un reordenamiento metodológico, o a tender hacia el desarrollo de
equipos interdisciplinarios para abordar temas de la cultura. Y en este
marco de inquietudes, se ha propuesto también, una apertura crítica hacia
nuevos modelos y hacia la construcción de futuros paradigmas. Como
es imposible recordar todos estos encuentros, mencionemos al menos
los siguientes: el III Congreso Internacional: “A. Latina y el Caribe:
más allá de los 500 años Solar-Chile, Stgo., 1991”; el “VIII Congreso
de la Federación Internacional de Sociedades de Estudio sobre A. Latina
y el Caribe, FIEALC, U. de Talca, Talca, 1997”; o las “IV Jornadas
Andinas de Literatura Latinoamericana, 1999, en el Cuzco, Perú”; o el
“VII Seminario Internacional en Cs. Sociales y Humanidades, Instituto
de Estudios Avanzados, (IDEA), U. de Santiago de Chile, 2001”. Y en
todos ellos se destacan trabajos vinculados directamente con el tema de

164. Ibídem., pp. 3-7.

156
la identidad latinoamericana y queda de manifiesto el reconocimiento del
eurocentrismo como eje de los análisis de las distintas disciplinas humanas
y sociales en nuestro continente.

Ahora bien, desde la perspectiva de la historia de la ciencia en América


Latina, sólo muy recientemente están tomando cuerpo estudios sobre el
devenir científico de los países de América, orientados a determinar las
características y variables peculiares que han incidido en la construcción
de la episteme en nuestros países. Este fenómeno se observa a partir de
las últimas tres décadas, principalmente con el impulso de estudiosos
en México primero, y luego en Perú, Argentina, Brasil y Colombia.
Justamente México lleva la primacía en este tipo de investigaciones, tal
como se puede apreciar tanto por la cantidad de congresos de Historia
de la ciencia que allí se realizan, cuanto por la presencia de revistas
especializadas en estos temas, como por ejemplo: Cuadernos Americanos,
o Quipú. En Chile, sólo en la última década podemos hablar de expresiones
propias de un ejercicio de este campo historiográfico. Si revisamos
el discurso y contenidos temáticos de los trabajos en la historiografía
vinculada a estudios sobre la ciencia en América, se percibe claramente la
presencia de la tesis del eurocentrismo; v. gr. al considerar que la ciencia
en nuestros países es más bien un traspaso de la ciencia europea y que
dicho proceso se da casi en bloque con los métodos, categorías y criterios
taxonómicos esencialmente europeos, para el estudio de la flora y fauna de
los referentes orgánicos en América Meridional y América Central. Hoy,
sabemos muy recientemente, que en dichos procesos hubo una influencia
externa a la comunidad científica, tales como la fuerza de las tendencias
culturales del período, principalmente del romanticismo y del positivismo,
en muchos países de América; al menos en Chile, Nicaragua y Colombia,
esto ha sido analizado en trabajos recientes por este servidor público que
se congratula por estar hoy con Uds.165

165. Cf. Saldivia, Z.: La visión de la naturaleza en tres tres científicos del Siglo XIX en Chile.
Gay, Domeyko y Philippi, Usach, Stgo., Enero 2003. Y Una Aproximación al desarrollo
de la ciencia en Nicaragua, Bravo y Allende Editores, Stgo., 2009.

157
Por tanto, la ciencia en los diversos países de América ha ido
perfilándose a partir de campos distintos del saber, v. gr. en Chile su fase
institucional está fuertemente comprometida con las ciencias de la vida,
especialmente la taxonomía. En cambio –a manera de ilustración– en
Nicaragua, dicho proceso se da a la par con el desarrollo de las ciencias
de la tierra; ello por el imaginario cultural decimonónico, que estimaba
posible la construcción de un canal transoceánico por ese país, luego
la cartografía, la geografía y la geología fueron unas de las primeras
ciencias en mostrar y aplicar sus conocimientos y acrecentar dichos corpus
cognitivos con los nuevos referentes geográficos que los exploradores
fueron describiendo en dicho país.166

Hacia una Nueva Propuesta

En este contexto, estimamos que es posible contribuir a la búsqueda


de la identidad latinoamericana, desde el ámbito de la Historia de las
Ciencias, pero a partir de esfuerzos centralizados que eviten la dispersión
y racionalicen mejor los recursos administrativos y académicos. Así,
por ejemplo podríamos crear Centros Inter-universitarios de Estudios
del Pensamiento Latinoamericano, en nuestros países, de carácter
interdisciplinario, para reunir en ellos a destacados investigadores,
interesados en aplicar parcialmente la metodología constructivista
piagetana para incrementar el acervo cognitivo en disciplinas tales como:
la sociología, la psicología evolutiva, la psicología infantil, la antropología,
la historia de la ciencia, la epistemología, los estudios multiculturales
y otros.167 Los mismos estarían orientados exclusivamente hacia la

166. Cf. Saldivia, Z.: Una Aproximación al desarrollo de la ciencia en Nicaragua; op. cit.
167. Para el detalle y desgloce de esta propuesta es posible leer, Saldivia, Z.: “¿Qué puede
aportar Piaget a América Latina?”, en Saldivia, Z.: Jean Piaget, su Epistemología y su
Obsesión por el Conocimiento; op. cit.

158
apropiación cognitiva que permita incrementos en todo lo referente a la
comprensión y desenvolvimiento de la realidad social, cultural y científica
de América Latina, desde las áreas ya mencionadas.

Lo anterior, permitiría sumarnos a los esfuerzos provenientes de


la historia, de la filosofía y de la literatura en su eterna búsqueda de
lo identitario latinoamericano. Ello, puesto que al dar cuenta de las
variables que hayan incidido en la construcción de la ciencia en nuestros
países, –sobre todo desde una perspectiva externalista de las ciencias–
necesariamente saldrán las particularidades, las dificultades que ofrecía
esta naturaleza, lo vernáculo regional, la topografía peculiar, lo que no
se daba en Europa por ejemplo cuando se hacían las radiografías de lo
viviente. Y si a tales investigaciones les aplicamos cortes cronológicos y
diacrónicos centrados en categorías significativas tales como “naturaleza”,
“vida”, “progreso”, podemos determinar la diversidad de nuestro entorno
natural y/o enfatizar en la significación histórica y cultural latinoamericana,
enfatizando por tanto las conexiones de estos exploradores y científicos
que recorrieron el cuerpo físico de América con los exponentes de la
clase política del período, o con el papel de los gobiernos locales en
la consolidación y orientación de la ciencia en nuestro continente. O
determinar la interfaz de estos científicos con otros agentes sociales, y
examinar así, cuanto de la consolidación de la episteme en América tuvo
de europeo, cuanto de decisión política, de azar o de una interacción con
los grupos socialmente organizados del período, y privilegiar así, una
historia de las ciencias, externalista, realista y con énfasis social. Trabajos
así orientados, deberían aportar nuevos visos interpretativos hacia la
génesis de la cultura latinoamericana, hacia la búsqueda de lo identitario.

En el análisis del discurso aplicado a la prosa de científicos decimononos


en el caso de Chile, por ejemplo, en los trabajos de científicos como Gay,
Domeyko y Philippi; se percibe una fuerte presencia de los criterios
europeizantes, sobre todo en lo referente a la aproximación metodológica
frente a los observables que van siendo clasificados por estos autores;

159
como así también en lo referente a los cánones de belleza y de los factores
que a juicio de los mismos son proclives para la obtención del ideal
decimonónico consistente en la obtención del progreso. Por ejemplo
en cuanto a lo metodológico, los referentes orgánicos o inorgánicos,
son vistos como algo externo, que queda frente al hombre y que urge
sistematizarlo; esto es, una expresión de la tesis europeizante que divide
el universo en la dicotomía: hombre-naturaleza, y que por cierto estos
científicos repiten en su aproximación al objeto de estudio. Algo similar
ocurre en cuanto al ideario del progreso por ejemplo; este es entendido
como un télos que se alcanzará con la dominación de la naturaleza y con
acantonamiento o residencia de los individuos en una región no explotada.
Y para el cumplimiento de tales requisitos, se estimaba la presencia del
verdor, de los bosques y de la humedad, como algo sin lo cual no hay
progreso; por ejemplo así lo señala Philippi, en cuanto a sus referencias
sobre el desierto de Atacama.168

Por lo anterior, queda claro que estos trabajos orientados hacia la


reconstrucción de la génesis de la ciencia en los países de América,
contribuyen indirectamente tanto para el campo de la historia de la ciencia
como para el reordenamiento de variables a considerar por parte de los
investigadores interesados en temas latinoamericanistas, y en especial
en tópicos de la historia de las ciencias en América. Lo primero, en tanto
permite observar que los paradigmas explicativos tradicionales utilizados
en historia de la ciencia en América, encierran dentro de sus postulados
relevantes, efectivamente la tesis del eurocentrismo, en tanto es Europa
el modelo comparativo y la vara de medida del desarrollo científico,
metodológico o de cualquier otra expresión cognoscitiva que se tiene

168. Cf. Philippi, R. A.: Viage al desierto de Atacama (1853-1854), Librería de Eduardo Antón,
Halle, Sajonia, 1860.

160
presente por parte del historiador para dar cuenta de tal o cual corpus o
discurso científico, sea de las ciencias de la vida, de las ciencias de la
tierra, o incluso de las ciencias sociales. Los resultados de la apropiación
científica en los países de América tradicionalmente se comparan con los
estándares y criterios europeos, dejando de lado las variables que vinculan
tales procesos de institucionalización con la cultura o la praxis social
que pudieran mostrar una orientación peculiar, un énfasis metodológico
novedoso, o una alusión al conocimiento vernáculo, o alguna peculiaridad
del trabajo in situ, ocasionada por la naturaleza de la región o del lugar,
por ejemplo; entre tantos aspectos que pueden reconstruir el marco
epistémico decimonónico de instauración de la ciencia en las repúblicas
de las jóvenes repúblicas de América.

Luego, al dejar atrás las tesis maduradas desde el hemisferio norte,


nos ponemos en guardia a la hora de analizar los discursos científicos
de los autores y científicos decimonónicos acotados en nuestras
investigaciones, como también en cuanto al análisis de la literatura
científica complementaria del hito en el cual se esté investigando la marcha
científica de tal o cual país latinoamericano. En suma, la discusión anterior
nos permite superar una cierta ingenuidad metodológica en cuanto a
aceptar de facto los procedimientos de clasificación y conocimiento de
lo vernáculo en los países de América.

Un campo metodológico poco utilizado, para abordar el tema de la


identidad y que no se ha divulgado mucho aún, en disciplinas como la
historiografía y la historia de las ciencias; es justamente el de estudiar
la marcha histórica de la ciencia en nuestros países y el de determinar
las fases y peculiaridades de las mismas, pero sin desvincular el análisis
de los marcos epistémicos y culturales en los cuales estos procesos
de consolidación de la episteme, se generaron y evolucionaron. Y
ello, al mismo tiempo que se consideran ciertas categorías o criterios
constructivistas propios de la Epistemología Genética, como complemento

161
analítico, hasta arribar a una comprensión acerca de cómo se llegó a la
construcción de la ciencia en nuestros países.169

Por tanto, desarrollar investigaciones que apunten a una compresión


del devenir científico latinoamericano, con énfasis en la búsqueda de
estructuras cognitivas, insertos en el marco de la interdisciplinariedad de los
Centros Inter-universitarios de Pensamiento latinoamericano, que hemos
sugerido, posibilitaría una comprensión de los aspectos más relevantes que
han incidido en la consolidación de la episteme en América y contribuiría
a determinar cómo éstos procesos propios del desenvolvimiento científico,
han estado comprometidos con el imaginario colectivo de nuestros países,
con percepciones sociales de lo que en su tiempo se entendía por “lo
nacional”, por “lo propio”, por la identidad republicana decimonónica,
y en suma, por tanto; de la identidad latinoamericana en el cual dichos
constructos se perfilaron y se constituyeron en institución social.

¡Muchas gracias!

169. Vd. por ejemplo: Berríos, M. y Saldivia, Z.: Claudio Gay y la ciencia en Chile, Bravo y
Allende Editores, Stgo., 1995. Y también: “La epistemología constructivista y la historia
de las ciencias en América Latina”, Rev. Estudios Latinoamericanos Solar, Stgo., 1998,
pp. 121-125.

162
Aproximaciones al Concepto de Ciencia en
Einstein, Popper y Feyerabend

Zenobio Saldivia Maldonado


U. Tecnológica Metropolitana, Stgo., Chile.

Introducción

Desde luego es conveniente aclarar que se pretende aquí una


comparación muy sintética y principalmente con fines pedagógicos,
puesto que una confrontación exhaustiva implicaría revisar –si no todas–
diversas obras de los autores mencionados, en relación a sus respectivas
maneras de concebir la ciencia. Sin embargo, como una aproximación
que tienda hacia una comparación de esta naturaleza, que podrá luego ser
enriquecida para estudios de la epistemología, desarrollaremos en estas
notas una valoración y análisis de algunos puntos de convergencia entre los
pensadores aludidos en el epígrafe y que al mismo tiempo, nos muestran
los rasgos principales de su concepción sobre la ciencia, para lo cual nos
basamos en algunos de sus textos que se indican en la bibliografía.

Aproximaciones

Así, un punto que sobresale de inmediato, es el hecho de que los tres


autores consiguen la ciencia como un proceso, un continuum basado en
una actividad de creación constante desde sus niveles práctico y teórico
que la conforman, generando así su propio cuerpo orgánico, acumulando
los conocimientos en forma ordenada, coherente, sistémica y en estrecha
vinculación con el desenvolvimiento social. Así por ejemplo Popper,
–refiriéndose a la ciencia en general– sostiene: “Por lo tanto, la tarea
científica se renueva constantemente, podemos avanzar eternamente,
procediendo a dar explicaciones con un grado de universalidad más

163
y más elevada, a menos que lleguemos a explicaciones últimas...” y
Einstein, refiriéndose al desarrollo específico de la física acota: “...en
nuestro ámbito de trabajo, nos vemos afectados por la eterna antítesis
entre los componentes inseparables de nuestro conocimiento: lo empírico
y lo racional”. Por tanto se observa aquí que tanto Popper como Einstein
consideran la participación de los miembros de la comunidad científica
en este devenir. También Feyerabend, aludiendo a la cognición humana
en general y su conexión con la ciencia, deja muy claro la idea de ciencia
como proceso, pero no le atribuye una directriz “El proceso mismo no
está guiado por un programa claramente definido; y no puede ser guiado
por tal programa porque es el proceso el que contiene las condiciones de
realización del programa”. Aquí se percibe que el desenvolvimiento de
la ciencia escapa a la directriz del investigador y su dinamismo puede
obedecer a distintas variables, sociales, políticas o metodologías audaces
y no tradicionales, por ejemplo.

Por otra parte, todos estos autores, manifiestan un consenso en cuanto


a que las leyes universales logradas a través del quehacer científico, no
nos entregan una explicación sobre la esencia última del mundo. Aunque
ninguno de ellos explicita mayormente el asunto, no es difícil comprender
la imposibilidad de una explicación científica sobre la esencia o estructura
última del mundo, entre otras razones, porque como ya señalamos en el
punto anterior, la ciencia es un proceso, y como tal, alude a una forma
de trabajo que no ha decantado toda su información y conocimiento y
que siempre está aportando nuevos conceptos y teorías que explican
con más precisión la realidad; también claro está, porque sostener que
algo se ha logrado con una explicación supra-globalizante, totalmente
acabada, que dé cuenta de los fenómenos de la naturaleza y la sociedad,
significaría un corte epistemológico en el desarrollo de la actividad
científica. Y obviamente llegar a una explicación así, fomentaría una
ciencia normal eternamente rutinaria y generaría un inmovilismo en el
plano de la investigación teórica; y por otra parte, paralizaría el desarrollo
cognoscitivo de la humanidad, dando por sentado que se habría llegado

164
al más extraordinario nivel de evolución de la abstracción, y por tanto de
la lógica, de la metodología, del lenguaje científico, de las aplicaciones
tecnológicas, etc… en una palabra la racionalidad conocería todos sus
contornos, su punto de llegada y su límite. La serpiente se habría atrapado
su cola.

Sin embargo, los mismos autores aquí estudiados, comparten el


criterio de que las leyes aportadas por las ciencias, favorecen una mayor
penetración en la estructura del mundo; es decir, una mayor comprensión
ontológica, como así también una mayor comprensión y claridad sobre la
realidad humana y social. Al respecto, veamos la opinión de Popper: “...
aunque no creo que mediante leyes universales podamos llegar a descubrir
la esencia última del mundo, no me cabe la menor duda de que podemos
esforzarnos por penetrar cada vez con mayor profundidad en las leyes de
la estructura de nuestro mundo...”. Y por su parte Einstein acota: “...estoy
convencido de que, por medio de construcciones puramente matemáticas,
podemos descubrir los conceptos y las leyes que los conectarán entre sí,
que son los elementos que proporcionan la clave para la comprensión de
los fenómenos naturales”. Y Feyerabend a su vez señala: “...las teorías
llegan a ser claras y razonables sólo después que partes incoherentes
de ellas han sido utilizadas durante largo tiempo”; con lo cual deja de
manifiesto que la comunidad científica utiliza teorías que no siempre
se basan en la racionalidad u objetividad. Esto es parte de su enfoque
anárquico sobre el conocimiento científico.

Ahora, en cuanto a la determinación de los niveles cognitivos que


implican el desarrollo de la ciencia, nuestros autores seleccionados,
participan de la noción de ciencia como un proceso de avance cognoscitivo
que parte de la experiencia y que termina en ella, pasando por una teoría
enriquecedora. O dicho en otros términos: los círculos científicos postulan
leyes y teorías desde una práctica social y cultural determinada, las
cuales están estrechamente ligadas con el cuerpo teórico acumulado de
una ciencia particular, y con el conjunto de hechos empíricos que logra

165
explicar la nueva ley. Expresado esta vez con palabras de Einstein: “La
estructura del sistema es el resultado del trabajo de la razón, el contenido
empírico y sus mutuas relaciones deben hallar sus representaciones en
las conclusiones de la teoría.” Y luego en otro contexto agrega: “El puro
pensamiento lógico no puede brindarnos ningún conocimiento del mundo
empírico. Todo conocimiento de la realidad comienza en la experiencia
y desemboca en ella”.

Por su parte, Feyerabend estima que el desarrollo de la ciencia se


produce en cada momento histórico por la relación idea-acción que se
da en todos los procedimientos cognoscitivos que tienden a desplazar la
función obstaculizarte de las nuevas teorías; las cuales cobran su sentido
pleno en la ejecución misma de los nuevos argumentos científicos. Esto es,
en la práctica, o en la acción misma, que pasa a ser el estadio donde la teoría
consigue precisar mejor un fenómeno o conjunto de fenómenos. Dicha
relación idea-acción, es para él un proceso que no se detiene en ninguna de
las instancias; no tiene télos definido desde fuera, y su finalidad descansa
en las posibilidades de acción y al respecto presenta un en ejemplo que
muestra tácitamente los tres estadios cognitivos de práctica-teoría-práctica:
“Los niños usan palabras, las combinan, juegan con ella hasta que atrapan
un significado que hasta ese momento ha permanecido fuera de alcance.
Y la actividad inicial con carácter de juego es un presupuesto esencial del
acto final del entendimiento.”170

A su vez por el lado de Popper, no apreciamos con claridad un


pronunciamiento directo sobre esta vinculación en el texto utilizado
como referencia (El Conocimiento objetivo) seguramente por su crítica
al esencialismo y a la metafísica en general como conductora de la
ciencia, –especialmente al idealismo platónico–, o por las características
que le atribuye a las teorías, tales como universalidad, profundidad,

170. Cf. Feyerabend, Paul: Contra el Método, op. cit., p. 19.

166
contractibilidad, etc. Así como por la idea compartida con sus pares, al
concebir la ciencia como un proceso, podemos colegir con cierta licencia,
que participa de un enfoque similar.

La ciencia y su vinculación con el desarrollo del conocimiento. Esta


es otra nota esencial del concepto de ciencia que se aprecia con nitidez
en los trabajos de Einstein, Popper y Feyerabend. Así, el primero se
preocupa en forma relevante por precisar las bases cognitivas que permiten
establecer la realidad del mundo exterior y destaca entre éstas: la formación
del concepto de los objetos materiales, la atribución de significación a
un objeto material, la coordinación de la experiencia sensorial con los
conceptos, etc. En general, considera a la ciencia, como un estadio de mayor
perfección lógica del pensamiento cotidiano y subordina directamente el
crecimiento científico al desarrollo gnoseológico expresándolo en estos
términos: “Resultará imposible para el científico avanzar sin la previa
consideración crítica de un problema verdaderamente arduo: el problema
de analizar la naturaleza del pensamiento de cada día”

En Popper por su parte, encontramos una posición análoga, en tanto


éste le asigna a la ciencia el cometido principal de dar explicaciones
satisfactorias de los fenómenos del universo, tarea que es realizada
principalmente en virtud de dos elementos lógicos y metodológicos propios
del trabajo científico y que denomina: “explicandum” y “explicans”. El
primero es el conjunto de enunciados que describen el asunto a explicar
y el último corresponde a los enunciados propiamente explicativos de
tal o cual objeto o fenómeno. Así, enmarcados en este ámbito teórico y
estructural acontece el quehacer científico cómo un desenvolvimiento de
explicitaciones que van de lo conocido a lo desconocido.

Por su parte, Feyerabend en cuanto a la vinculación entre ciencia y


desarrollo cognitivo que estamos comentando, expresa que la ciencia crece
y perfecciona sus argumentos. Ello debido al papel de retroalimentación
que cumplen los métodos científicos enmarcados en una dinámica histórica

167
que podríamos llamar de “quiebres metodológicos”; esto es, que en
ciertas condiciones socio-culturales los investigadores rompen las reglas
metodológicas imperantes y con ello hacen avanzar el conocimiento más
allá de los argumentos existentes en la época, para satisfacer en forma
más adecuada una explicación sobre los eventos de la naturaleza y o de
la sociedad; con lo cual, se produce además de la ruptura metodológica,
una apertura cognoscitiva nueva al superar la visión aportada por las
teorías que participaban de la canónica clásica. Pero esta arremetida
metodológica que genera un caudal de nuevos conocimientos, tiende
a su vez a institucionalizarse con todos los mecanismos de inhibición
intelectual, social y política que logre validar. Para superar estas etapas
de estancamiento en los argumentos científicos, propios de la ideología
imperante que avala y defiende las últimas conquistas metodológicas,
propone como parte de su teoría anárquica del conocimiento, el principio
de la “proliferación de teorías”; la cual, en síntesis consiste en hacer
contrastaciones entre teorías, que sean inconsistentes con los puntos de
vista usuales y en generar una gama muy amplia de innovaciones que
van desde lo científico, a lo social y político, o en sus propias palabras:
“...tomando el punto de vista opuesto, sugiero la introducción, elaboración
y propagación de hipótesis que sean inconsistentes o con teorías bien
establecidas o con hechos bien establecidos. O dicho con precisión sugiero
proceder contrainductivamente además de proceder inductivamente”.

Hacia una Conclusión

Ahora bien, podríamos seguir con esta enumeración, pero para nuestro
propósito inicial, que busca una aproximación o introducción para apreciar
la idea de ciencia entre Einstein, Popper y Feyerabend, estimamos que
sería suficiente. Es importante destacar por último, que la noción de ciencia
de estos estudiosos representa un esfuerzo de alcanzar una extraordinaria
objetividad, amplitud y abertura hacia las conquistas teóricas y sociales; y
sobre todo aluden a una reflexión novedosa en lo referente a las estructuras
metodológicas, a los planteamientos lógicos, a los criterios de verdad,

168
así como a los principios filosóficos, que descansan en la investigación
científica. Y tales reflexiones dejan de manifiesto que no hay una certeza
absoluta para la obtención de la verdad en ciencia, únicamente unas
aproximaciones mejores que otras.

169
170
Palabras Finales

Es de esperar que la lectura de esta obra, haya permitido a los lectores,


formarse una idea de las más recientes corrientes epistemológicas
contemporáneas, tales como el Falsacionismo de Popper, el modelo de
los Programas de Investigación Científica de Lakatos, el Positivismo,
las Revoluciones científicas de Kuhn, o la idea de “obstáculos
epistemológicos” de Bachelard, entre otras, que hoy están en boga en el
medio académico.

También, los autores nos sentiremos muy satisfechos si luego del


encuentro e internalización de esta obra, queda de manifesto una
comprensión de la epistemología como una expresión más del trabajo
filosófico orientada al análisis de los problemas y conceptos relacionados
con el método y la investigación científica en general; esto es, como una
ciencia que analiza a la ciencia.

Cabe destacar además, que el trabajo específico de la epistemología,


apunta al estudio de los conceptos utilizados en la ciencia tales como
la estructura discursiva de las disciplinas científicas, sus nociones de
objetividad, de verdad, de falsedad o de confiabilidad, o la idea de
progreso científico, entre tantas otras. En suma, confiamos que el lector o
la lectora haya entendido que la epistemología contribuye a dejar atrás los
prejuicios que han enmarañado a la praxis científica en algunos períodos
históricos y que aún pueden quedar.

Desde el punto de vista de la epistemología, recuérdese que definir el


concepto de paradigma es una tarea muy compleja de realizar, pues el
propio Kuhn, en su obra ofrece varias acepciones y luego los estudiosos de
las ciencias sociales a su vez nos ofrecen otras. Lo relevante en todo caso,
es entender que lo medular de la idea de paradigma, alude a un modelo
explicativo que se usa en tal o cual ciencia. En este sentido, las críticas

171
de epistemólogos como Lakatos, Popper o Feyerabend entre otros, no
pueden negar esa idea central.

También hay que tener presente que los modelos epistémicos, se


basan inevitablemente bajo ciertos criterios de racionalidad científica,
al momento de estudiar las explicaciones que desde las ciencias se
dan sobre los fenómenos naturales. Y en este sentido, la epistemología
y la historia de la ciencia contribuyen a demostrar la influencia de los
movimientos culturales, políticos y filosóficos de los distintos períodos,
en la praxis de las comunidades científicas. Nada más a este respecto,
recuérdese la influencia del Romanticismo o del Positivismo, durante el
siglo decimonono en las comunidades científicas.

Cabe tener presente también, que la idea de progreso científico, va


cambiando en el devenir histórico, pues hoy por ejemplo dicha noción no
incluye únicamente la dominación de la naturaleza, aspectos cuantitativos,
técnicos o mecánicos ni puramente instrumentalistas. Hoy se considera
además para hablar de progreso, aspectos cualitativos, formulación de
teorías, una interacción hombre-naturaleza más respetuosa con el medio
y menos invasiva y que aporte beneficios antrópicos. Y es altamente
probable que para estos nuevos enfoques de la ciencia, las críticas y
análisis provenientes de la epistemología, hayan sido al menos, un factor
gatillante para este cambio.

Es conveniente además recordar que la epistemología y la historia de las


ciencias, se complementan a la hora de mostrar la existencia y coexistencia
de paradigmas, ora de los que han dejado de estar vigentes, ora de los que
todavía en curso. Una ilustración de ello, son las convergencias acerca
del devenir científico que muestran Bachelard, Lakatos, Kuhn, Bunge y
otros, quienes toman hitos históricos de la marcha científica para explicar
sus enfoques epistemológicos sobre la ciencia por un lado y sobre la
investigación científica, por otro.

172
También, esperamos que tras estas lecturas de epistemología se
comprenda que actualmente no hay una sola tendencia que lleve la
primacía para el análisis crítico del trabajo científico; sino más bien, se
haya entendido que hoy existe una pluralidad de tendencias en boga, las
cuales se diferencian en algunos aspectos y se complementan en otros
a la hora de abordar el objeto de estudio de la epistemología; esto es, la
ciencia como un todo.

173
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