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La Biblia registra muchos milagros que Jesús realizó durante su ministerio.

Algunos de los
milagros más conocidos incluyen la curación de un hombre ciego en Betesda, la
alimentación de 5.000 personas con solo cinco panes y dos peces y la resurrección de
Lázaro después de cuatro días en la tumba. Estos milagros y otros más fueron realizados
por Jesús para demostrar su poder y su divinidad como el Mesías prometido en las
Escrituras, por lo que podríamos considerar estos milagros como las señales y
demostraciones más significativas de la condición mesiánica de Jesús

Cada uno de los milagros que Jesús realizó tiene un contexto diferente y a su vez un
propósito específico. Por ejemplo, la curación del hombre ciego en Betesda fue un milagro
que Jesús realizó para demostrar su poder y su divinidad como el Mesías prometido en las
Escrituras. La alimentación de 5.000 personas con solo cinco panes y dos peces fue un
milagro que Jesús realizó para demostrar su poder y su capacidad para proveer para las
necesidades de las personas. La resurrección de Lázaro después de cuatro días en la
tumba fue un milagro que Jesús realizó para demostrar su poder sobre la muerte y su
capacidad para dar vida

Si bien los milagros de Jesús se entienden en el contexto del Reino de Dios y son una
llamada a una respuesta creyente. También los milagros de Jesús se pueden entender
como signos que apuntan a su identidad como el Hijo de Dios y el Mesías prometido en las
Escrituras, ya que a través de ellos ha demostrado ante los ojos de aquellos que no creían
en él como mesías, que sí lo era. Además, los milagros de Jesús tienen un propósito
específico en cada caso, ya sea para demostrar su poder y su divinidad, para proveer para
las necesidades de las personas o para demostrar su poder sobre la muerte y su capacidad
para dar vida

La biblia relata 36 milagros realizados por Jesús, seguramente hay muchos más que no
están escritos y de los cuales no hay registro.

1. Sanó a una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias - Mateo 9:20-
21
2. Curación de dos ciegos - Mateo 9:27-31
3. Sanó a la hija endemoniada de una mujer cananea - Mateo 15:21-28
4. Alimentó a una multitud con 7 panes y algunos pescados - Mateo 15:32-38
5. Sacó una moneda de la boca de un pez para pagar los impuestos - Mateo 17:24-27
6. Secó una higuera - Mateo 21:18-22
7. Curación de otro ciego en Betsaida - Marcos 8:22-26
8. Sanó a un hombre sordo y tartamudo - Marcos 7:31-37
9. Expulsó un demonio de un hombre - Lucas 4:33-35
10. Una pesca milagrosa y abundante que llenó dos barcos - Lucas 5:1-11
11. Sanó a la suegra de Pedro - Lucas 4:38-39
12. La sanidad de un leproso - Lucas 5:12-13
13. Resucitó a la hija de Jairo - Lucas 8:41-56
14. Sanó a otro paralítico - Lucas 5:17-25
15. Calmó la tormenta - Lucas 8:22-25
16. Curación de un hombre con la mano paralizada - Lucas 6:6-10
17. Sanidad de un hombre poseído por muchos demonios - Lucas 8:27-35
18. Sanidad de un muchacho poseído - Lucas 9:38-43
19. Curación del siervo de un centurión - Lucas 7:1-10
20. Expulsó de un hombre un demonio que lo había dejado mudo - Lucas 11:14
21. Resucitó al hijo de una viuda - Lucas 7:11-15
22. Restauró la oreja cortada de un siervo del sumo sacerdote - Lucas 22:50-51
23. Sanó a un hombre con hidropesía (acumulación de líquido) - Lucas 14:1-6
24. Supo con antelación y profetizó que Pedro lo negaría - Lucas 22:31-34
25. Sanó a una mujer encorvada - Lucas 13:11-13
26. La curación de 10 leprosos - Lucas 17:11-19
27. Sanidad de un mendigo ciego en Jericó - Lucas 18:35-43
28. Pesca milagrosa y abundante - Juan 21:1-11
29. La resurrección de Lázaro - Juan 11:1-44
30. Sanidad de un paralítico - Juan 5:1-9
31. Alimentación de una multitud con 5 panes y 2 pescados - Juan 6:5-13
32. Sanidad del hijo de un oficial del rey - Juan 4:46-54
33. Caminó sobre el mar - Juan 6:19-21
34. La sanidad de un ciego de nacimiento - Juan 9:1-41
35. Cambió el agua en vino - Juan 2:1-11
36. ¡Su resurrección! - Juan 20:1-7

1. Cambiar el agua en vino

Texto bíblico: Juan 2:1-11

Este fue el primer milagro de Jesús: Él, María, y sus discípulos habían sido invitados a una
boda en Caná de Galilea. En la boda se acabó el vino lo cual presentaba una situación
incómoda y vergonzosa para los novios, ya que el vino era esencial en cualquier fiesta. Al
ver esta situación, María corrió hacia Jesús para comentarle lo que sucedía: (Juan 2:3) “Ya
no tienen vino” dijo María. Jesús le contestó algo que suena un poco cortante para nosotros,
incluso si lo pensamos desde su relación madre-hijo podríamos decir que es casi una falta
de respeto, pero en su idioma mostraba respeto. “Mujer, ¿eso qué tiene que ver conmigo?
—respondió Jesús—. Todavía no ha llegado mi hora.” Indicando, quizá, que aún no era
momento de demostrar su poder ante las personas (Juan 2:4). Sin embargo Jesús actuó.

Su madre dijo a los sirvientes: Hagan lo que él les ordene.


Había allí seis tinajas de piedra, de las que usan los judíos en sus ceremonias de
purificación. En cada una cabían unos cien litros.
Jesús dijo a los sirvientes: Llenen de agua las tinajas.
Y los sirvientes las llenaron hasta el borde.
—Ahora saquen un poco y llévenlo al encargado del banquete —les dijo Jesús.
Así lo hicieron. El encargado del banquete probó el agua convertida en vino sin saber de
dónde había salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces
llamó aparte al novio y le dijo: Todos sirven primero el mejor vino y, cuando los invitados ya
han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta
ahora.

(Juan 2:5-10)

Jesús transformó el agua en un vino de la mejor calidad posible y el novio recibió elogios.
Dicha boda es recordada como la boda en la que se sirvió al final el mejor vino. Gracias a la
intervención de Jesús, lo que podía haber sido motivo de mucha vergüenza se convirtió en
motivo de alegría y orgullo.

¿Por qué Jesús hizo ese milagro? Desde nuestra perspectiva humana podríamos decir que
fue para complacer a su madre o incluso que fue para poder disfrutar de la fiesta sin
problemas, sin embargo la Biblia dice que fue para revelar su gloria, ya que el poder de Dios
se manifestó a través de él.

Esta, la primera de sus señales, la hizo Jesús en Caná de Galilea. Así reveló su gloria, y
sus discípulos creyeron en él.
(Juan 2:11)

2. Alimentación de los 5000

Texto bíblico: Mateo 14:13-21; Marcos 6:31-44; Lucas 9:10-17; Juan 6:5-
14

Jesús acababa de recibir la noticia de la muerte de Juan el Bautista, su


primo. Se había retirado en una barca para estar más tranquilo, pero las
multitudes se enteraron de hacia donde se dirigía y lo siguieron.

Cuando Jesús desembarcó y vio a tanta gente, tuvo compasión de ellos y sanó a los que
estaban enfermos.
(Mateo 14:14)

El corazón de Jesús era uno muy compasivo. Él dejó de lado su propio


dolor para comenzar a ministrar de inmediato a las personas que habían
llegado hasta allí. Al atardecer, sus discípulos le sugirieron dejar ir a la
gente para que comieran y se fueran a sus casas. Jesús les contestó: «No
tienen que irse —contestó Jesús—. Denles ustedes mismos de comer.»
(Mateo 14:16). Pero alimentar a cinco mil hombres (más las mujeres y los
niños) no era una tarea fácil.

Los discípulos le dijeron a Jesús que solo tenían cinco panes y dos
pescados, quizás para intentar que entrara en razón. ¿La respuesta de
Jesús? «Tráiganmelos acá» (Mateo 14:18). Jesús ni se inmutó. Él confiaba
en el inmenso poder de Dios, sabía que habría más que suficiente y así
fue.

Y mandó a la gente que se sentara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados y,
mirando al cielo, los bendijo. Luego partió los panes y se los dio a los discípulos, quienes los
repartieron a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y los discípulos recogieron
doce canastas llenas de pedazos que sobraron. Los que comieron fueron unos cinco mil
hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
(Mateo 14:19-21)

¡Todos comieron y hasta sobraron 12 canastas llenas de comida! En ese


día, Jesús alimentó tanto el cuerpo como el espíritu de todas aquellas
personas. Todos ellos fueron testigos de la compasión y el poder de Dios
en acción a través de su Hijo Jesús.

3. Caminar sobre el agua

Texto bíblico: Mateo 14:22-33; Marcos 6:45-52; Juan 6:15-21

Después de alimentar a las más de 5000 personas, Jesús se quedó


despidiendo a la multitud y envió a sus discípulos en una barca hasta la
otra orilla. Cuando la gente se fue, Jesús subió a la montaña para tener un
tiempo de oración a solas. Jesús oró hasta la madrugada cuando decidió
reunirse en la barca con sus discípulos. La barca ya estaba bastante lejos,
pero eso no presentaba ningún problema para Jesús. Él fue andando
sobre el agua hasta alcanzar la barca.

Cuando los discípulos lo vieron se asustaron y comenzaron a gritar:

¡Es un fantasma! —gritaron de miedo.


Pero Jesús les dijo en seguida: ¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.
(Mateo 14:26-27)
Pedro, con su temperamento temerario, le dijo: «Señor, si eres tú,
mándame que vaya a ti sobre el agua.» (Mateo 14:28). Y así lo hizo Jesús.
Le dijo, «Ven». Al principio, todo iba bien. Pedro bajó de la barca y caminó
hacia Jesús. Pero el viento se hizo más fuerte y Pedro sintió temor así que
comenzó a hundirse.

Entonces gritó: ¡Señor, sálvame!


En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: ¡Hombre de poca fe! ¿Por
qué dudaste?

Cuando subieron a la barca, se calmó el viento. Y los que estaban en la barca lo adoraron
diciendo: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.
(Mateo 14:30b-33)

Como vemos, este milagro llevó a las personas que lo presenciaron a


adorar a Jesús y a reconocer que él era realmente el Hijo de Dios.

4. Sanidad de 10 leprosos

Texto bíblico: Lucas 17:11-19

Jesús se dirigía a Jerusalén pasando por Samaria y Galilea. Por el camino


le salieron al encuentro diez leprosos. Ellos le gritaron a Jesús desde la
distancia (pues tenían prohibido por ley acercarse a las personas sanas):

¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!


(Lucas 17:13)

Ellos conocían quién era Jesús y aprovecharon para presentar su petición


ante él. Jesús solo les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes.»
(Lucas 17:14). Él no les prometió nada ni les dijo nada más, pero ellos
obedecieron. Mientras iban por el camino, los diez leprosos recibieron
sanidad. Sus cuerpos quedaron completamente limpios sin rastro de la
lepra.

Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces. Cayó rostro en tierra
a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano.
—¿Acaso no quedaron limpios los diez? —preguntó Jesús—. ¿Dónde están los otros nueve?
¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? Levántate y
vete —le dijo al hombre—; tu fe te ha sanado.
(Lucas 17:15-19)

Aunque fueron 10 los hombres sanados, solo uno regresó alabando a Dios
y dando gracias. Ese gesto de adoración y de reconocimiento del poder de
Dios en Jesús bastó para que recibiera un regalo más grande: la salvación.
Él, un samaritano, obtuvo también ese día la sanidad de su alma pues
reconoció el señorío de Jesús.

5. Resurrección de Lázaro

Texto bíblico: Juan 11:1-46

Marta, María y Lázaro eran tres hermanos, amigos muy queridos de Jesús.
Cuando él iba a Betania, el pueblo donde vivían, los visitaba y a veces se
quedaba con ellos. Un día, las hermanas mandaron a avisar a Jesús que
Lázaro estaba muy enfermo. Cuando Jesús recibió el mensaje, dijo:

Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por
ella el Hijo de Dios sea glorificado.
(Juan 11:4)

Jesús se quedó otros dos días donde estaba con los discípulos antes de ir
a Betania a ver a Lázaro. Los discípulos no deseaban ir allá porque temían
que les hicieran daño si regresaban a Judea, ya que los judíos habían
intentado apedrear a Jesús. De todas formas, fueron con él.

Cuando llegaron allá se encontraron con que Lázaro llevaba 4 días en el


sepulcro. Por el camino, Jesús se encontró con Marta y tuvieron la
siguiente conversación.

Señor —le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero
yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.
—Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.
—Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió Marta.
Entonces Jesús le dijo:
—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive
y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?
(Juan 11:21-26)

¡Claro que Marta lo creía! Ella estaba segura de que en Cristo, ellos tenían
la vida eterna. Marta fue a avisarle a María que Jesús ya estaba cerca y
María salió a alcanzarlo. Jesús tuvo una conversación con ella parecida a
la que había tenido con Marta, pero Jesús quedó muy conmovido al ver a
María llorar y preguntó dónde habían puesto a Lázaro.

Jesús lloró (Juan 11:35) y se dirigió con ellos hacia el sepulcro. Al llegar
allí, les ordenó quitar la piedra.

Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: Padre, te doy gracias porque me
has escuchado. Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí
presente, para que crean que tú me enviaste.
Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: ¡Lázaro, sal fuera!
El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.
—Quítenle las vendas y dejen que se vaya —les dijo Jesús.
(Juan 11:41-44)

Tal como Jesús había dicho, la enfermedad no terminó en muerte sino en


resurrección. ¡Jesús, el Hijo de Dios fue glorificado! Y ese vino a ser
también día de salvación para muchas personas. El versículo 45 dice:
«Muchos de los judíos que habían ido a ver a María y que habían
presenciado lo hecho por Jesús creyeron en él.».

6. Sanó desde la distancia al siervo de un centurión

Texto bíblico: Mateo 8:5-13; Lucas 7:1-10

Un centurión que vivía en Capernaúm tenía un siervo al que apreciaba


mucho, pero el siervo estaba enfermo con parálisis. El centurión había
oído hablar de Jesús y decidió pedirle ayuda. ¿Su petición? La sanidad de
su siervo.

Sin embargo, el centurión no se sentía digno de que Jesús entrara en su


casa y así se lo dijo.
Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi
siervo quedará sano. Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además
tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo
a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: Les aseguro que no he encontrado
en Israel a nadie que tenga tanta fe.
(Mateo 8:8-10)

Jesús le concedió su petición y en ese mismo momento su siervo quedó


sano (Mateo 8:13).

7. Sanidad y liberación de un muchacho endemoniado

Texto bíblico: Mateo 17:14-21; Marcos 9:14-29; Lucas 9:37-43

Un hombre estaba desesperado porque había un espíritu demoníaco que


se apoderaba de su hijo provocándole ataques. El hombre fue donde
Jesús y le suplicó de rodillas que obrara y sanara a su hijo. Él ya había
pedido ayuda a los discípulos de Jesús, pero ellos no habían podido echar
fuera el demonio

Jesús le dijo que trajera a su hijo y así lo hizo el padre.

Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho, y este quedó sano
desde aquel momento.
(Mateo 17:18)

En Lucas 9:43 leemos que «todos se quedaron asombrados de la


grandeza de Dios.». Una vez más, el poder de Dios manifestado por medio
de Jesús tocó no solo al muchacho y a su padre, sino que otros que
presenciaron el milagro también fueron impactados.

El milagro de la resurrección

Luego de que le crucificaron, Jesús resucitó. Él no se quedó muerto, sino


que resucitó al tercer día. Podemos leer el relato de la resurrección de
Jesús en Mateo 28:1-10, Marcos 16:17, Lucas 24:1-11 y Juan 20:1-7.
La Biblia también nos dice que, luego de su resurrección, Jesús se le
apareció a María (Juan 20:15-17), a Pedro (Lucas 24:33-34), a sus
discípulos (Lucas 24:36-48) y a muchas otras personas (1 Corintios 15:6).
¡Jesús vive y un día regresará! (Hechos 1:10-11).

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