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GILBERTO OWEN

CARTAS A
CLEMENTINA OTERO

Instituto Nacional de Bellas Artes


México 1982
Edición a cargo ae
MARINELA BARRIOS

Prólogo

G. O. ..."Es que lo recuerdo olvidado" (como él mismo


diría en una de sus cartas) y lo recuerdo de vidrio, trans-
parente, retorcido, como ese vidrio de nuestros artesa-
nos mexicanos. Su boca era lo más importante en su ros-
tro y de la herida delgada de su boca brotaban las pala-
bras que caían retóricamente como un hilo de miel, for-
mando arabescos, figuras; realmente era Schoquer el
vidriero de Orfeo de Cocteau, escribiendo su poesía en el
aire impalpable que lo rodeaba. Había que hacer mala-
barismos para entender el transmundo de sus poemas y
para entrar en esa vehemente agonía amorosa en la que
vivía la vida palpando la muerte.
Era sincero y vivido en todos sus momentos,
amaba y odiaba en un mismo instante, aunque más ama-
ba que odiaba a los amigos. Sus manos acompañaban y
enmarcaban sus palabras. Las dibujaba y por ellas se es-
D.R.© 1982 Clementina Otero
Impreso eh México
capaba diluido y enroscado siempre; como si quisiera ex-
primir su cuerpo o sus sentidos hasta la última gota de
sangre irlandesa que irremediablemente llevaba en sus
venas. (Me miraba enternecido y yo, adolescente casi, me
Instituto Nacional de Bellas Artes hundía en un pozo de dudas y temores.)
TRES POEMAS*^"—
Amaba su poesía, amaba al poeta, más no al
hombre y, sin embargo, más tarde, empecé a necesitar
sus cartas, las esperaba con ansiedad, acaso con cierta
ilusión. Mas no estaba segura de que fuera ¿amor?, ¿a-
mor? "Por siempre jamás. La adora G. O. ": fueron sus
últimas palabras en su última carta. Se fue y no llegué a
su vida. ¿Se fue huyendo de mi desamor? No lo supe: sólo
POEMA EN QUE SE USA
sé que en su última carta se sentía culpable, tal vez por
MUCHO LA PALABRA AMOR
haber encontrado otros amores, o por haber perdido la
esperanza de esperarme.
Comienza aquí una palabra vestida de sueño más música
Clementina Otero
L levas puñados de árboles en el viento de Orfeo
E n los ojos menos grandes que el sol pero mucho más vírgenes
M añanas eternas y que llegan hasta París y hasta China
E se otro ojo azul de párpados de oro en el dedo
N o sabrías sin el Niágaras a tu espalda de espuma
T ampoco el sueño duro en que nada cabría como nada en el huevo
I ba el sabio bajo la fábula y volvió la cabeza
Nadie sino él mismo recogía las yerbas desdeñadas
Así me lloro vacío y lleno de mi pobreza como de sombra
G I L B E R T O O W E N perteneció al g r u p o de la revista Contemporáneos(1928-31)en la q u e publicó t r a d u c -
ciones y poesías y p r o s a originales. Nació en El R o s a r i o (Sinaloa), el 4 d e f e b r e r o de I 9 0 5 , s i e t o d e un mine- O acabo de inventar la línea recta
ro irlandés. En la P r e p a r a t o r i a se hizo a m i g o d e J o r g e Cuesta y, p o c o m á s tarde, de la m a n o d e Villaurrutia,
se dió a c o n o c e r c p m o poeta en la revista Ülises (1926-28). Fue a c t o r del g r u p o teatralUlises, y allí conoció T odo el horizonte fracasa después de sus mil siglos de ensayos
a la actriz C l e m e n t i n a O t e r o (1926). Sirvió en el c u e r p o d i p l o m á t i c o m e x i c a n o en Estados Unidos, Ecua-
d o r , Perú y C o l o m b i a . S i e n d o vicecónsul en Filadelfia, m u r i ó allí el 9 de m a r z o d e 1952. Sus Obras Com- E 1 mar no te lo perdonará nunca ni Dionysos
pletas han sido e d i t a d a s por el F o n d o d e C u l t u r a Económica (1981).
R ecuerda aquella postura en que yo fui tu tío que ha eternizado
C L E M E N T I N A O T E R O c o m e n z ó m u y j o v e n su vida de actriz en el g r u p o teatral Ulises. b a j o la dirección
de N o v o , Villaurrutia y Celestino Gorostiza. Estrenó, c o m o principal figura femenina, o b r a s d e Lenor- O tra fotografía desenfocada por un temblor de tierra en la luna
m a n d , Vildrac, L o r d D u n s a n y , C o c t e a u , O'Neill y Xavier Villaurrutia. Prosiguió su carrera artística en
el T e a t r o O r i e n t a c i ó n . En 1945 inició u n a intensa labor pedagógica p a r t i c i p a n d o en la creación de la Es-
cuela d e Arte T e a t r a l e i m p a r t i e n d o clases en la Escuela de Arte D r a m á t i c o del 1NBA. En los a ñ o s cincuen-
ta realizó una a m p l i a labor c o m o directora d e teatro. A c t u a l m e n t e vive retirada en el Distrito Federal. Creo que abril de mil novecientos y tantos
LA INHUMANA

Encienda la ventana de ese asfixiado interior impresionista


La robaré a esa noche que mella sueño a sueño su contorno
Aguda pero afuera
Sea el brillo rígido ya de un litoral de sólo proas afuera
Dibujo de palabras de menta que cuelga un frío del mediodía'
Todos cabalgando sus sombras y ella diáfana y ella sí libre
Sin más que un iris a sus pies de vidrio tatuada de sonrisa
Sin Narciso afuera

Usted o mi poesía. Pero


no se lo diga a
nadie, ni a PA TROCIO.

Gilberto Owen
ESCENA DE MELODRAMA

La miro perderse, nacida de mi mano, por un paisaje


urbano que mis ojos sacuden para limpiarlo de nubes o de
polvo. Es que la recuerdo olvidada. Dura, sale virgen del
día, pero ya no del todo blanca. Su hermana, gris, va mar-
cando con una señal imperceptible las casas en que habrá,
al día siguiente, escenas desgarradoras. Me encantaría
que vivieran en la casa de enfrente. Acaso tienen secretos.
Mi sombra encuentra fácil saltar por el balcón, silen-
ciosa. El código no es muy severo en este punto. ¿El pri-
mer electricista lo sabía? Se hubiera ahorrado tantas esce-
nas de celos el Olimpo. Una lluvia de oro es demasiado
rastacuera, se llama el sistema capitalista y todos lo sa-
ben. Los cisnes hacen demasiado fuido golpeando el agua
retórica. Los toros se prestan a alusiones demasiado fáci-
les. Pero una sombra...Más sabia su esposa, que se daba
vestida de nube.
Como no quedan huellas, casi no es pecado. Y mis
palabras tienden del mío a su balcón un puente. Tan frá-
gil, que sólo se aventuran por él pensamientos sonreídos
como niños. Por él llega hasta mi cuarto su hermana, que
no existe. Se recarga, gris, en el muro. Inmensa y gris. Y
mm^ma^a^^ cartas
cantamos la misma voz. Cantamos alargando desespera-
damente, como sombra en el muro, las palabras. Porque
nos parece que enfrente hay alguien que sólo espera el
desenlace de nuestra canción para suicidarse. Y quere-
mos salvarle la vida, pues ¿porqué lo hace, si una sombra (sin fecha)
no deja, casi, huellas?
Dionisiosea esta hora mi novia y máteme la voz. Al sur
27 de abril,. 1928 del sueño tiento unas palabras que yo sabía pronunciar
sin ruido. Se me quedaron sin empleo de no amar a nadie.
En mi pueblo es la señorita más linda la que se queda sol-
tera. Son cinco. Pero el meñique es tan leve que casi nada
significa, o, al contrario, significa tanto casi como la pa-
labra nada. Amar no es nada. Lo que importa es saber
que se ama. Bueno ¿y la parábola? Es una seda el hilo del
discurso. ¿Qué frase lo puede, sin nada todas después de
todo? Me dejo ir mejor mi voz a su alma. No la bese usted
tanto, se va a morir. Es la tragedia del gato, con los pies de
trapo, y los ojos al revés. Era un gato, como todos, intros-
pectivo. Como ven de noche, veía en su alma. Se llamaba
Narciso Negro, y sabía mis palabras y uno de mis sueños.
El llamado línea. Murió de línea, el día que quemé Desve-
lo.2 Todo es ahora un problema, su recuerdo me espina,
estoy enamorado. Yo no lo entendí hasta que perdí la lí-
nea, aquel día de usted enferma. ¿Cómo será usted con las
palabras que no me dejó nunca decirle, y que van a estar
rondándola sin descanso, y usted sin abrirles, y mi amor
con ellas, y usted sin abrirle al suyo, y todo lo que pasa
*

Estos tres p o e m a s , q u e f i g u r a n en las Obras Completas d e G i l b e r t o O w e n . y en m u c h a s a n t o l o g í a s f u e r o n


cuando los temblores de cielo desenfocan el sueño? Un
originalmente c a r t a s e n v i a d a s a C l e m e n t i n a O t e r o .
beso de Gilberto.
México, Abril ?
¿ Q u i e r e c o n t a r m e un p o c o de su
vida, h a b l a r m e más directamente
de usted en sus cartas? ¿Prefiere un
Clementina:
c u e s t i o n a r i o ? D í g a m e t o d o un día
suyo, ¿quiere? Quisiera enviarle
sus lecturas, pero prefiero tenerlas. La odio y no me importa que a usted no le
E s c r í b a m e un s u e ñ o s u y o . Ya vé importe. Mi odio es gratuito y absoluto; y es de cien días
que no puedo más, por mi parte, ha-
por cada segundo de anoche. Y no me importa que me
cerlo. ¿No podré? La otra noche qui-
se escribirle a Celestino. No se me crea usted loco, y que esto sea ridículo y que haga es-
ocurría nada. No pude casi hacerlo. fuerzos por reírse leyéndolo.
¿Me ama? Le besa la mano, G.O. Y no necesito ya nada de usted que ser usted
el objeto, la cosa, el blanco negro de mi odio. Y este odio
me salva y me llena y me basta y sólo sería mayor mi ale-
gría si la supiera a usted más miserable que yo mismo.

Gilberto

i
Dionisia o Denise. N o m b r e del p e r s o n a j e f e m e n i n o , r e p r e s e n t a d o p o r C l e m e n t i n a O t e r o , en la obra El
peregrino, d e Charles Vildrac, en la q u e O w e n tenía el papel d e tío d e la p r o t a g o n i s t a . La f o t o g r a f í a de la
página 6 c o r r e s p o n d e a una escena d e esa o b r a .
2
Desvelo. T í t u l o del primer libro de versos d e Gilberto O w e n .
México, Junio 10

Ya sé (y lo sospechaba de antemano) que el


tratar de conocerla me separó de usted inefablemente.
Cada movimiento mío para explicármela, me aleja más y
más de usted porque yo trato de ganar hacia adentro en
profundidad lo que siento imposible abarcar en exten-
sión. Y me alejo de usted al adentrarme en su vida, por-
que usted está sólo en su superficie, por más que diga (o
mejor, que no diga) y me mira, sin mover un dedo para
detenerme, creer en fin en usted sin fondo. Una vez habla-
mos de intentar yo conocerla, no teniendo llave de amor
suyo, por el ojo de cerradura de amor mío nomás. Y esto
que era innoble, yo lo acepté creyendo que usted lo tole-
raba. Y cuando después estaba espiando, usted de otro la-
do cogió un largo alfiler para pincharme un ojo. Me refie-
ro así, a que todas las veces que he tratado de abordarla a-
nunciándoselo, usted se ha defendido contra mi ternura
mañosamente. Tuve así que preferir entrar por la ven-
tana, y como soy poco ágil, me he caído y seguiré cayendo
en usted no sé cuanto.
A veces me sorprendo mirándola enterneci-
do; luego vuelve usted el rostro y me mira así, y como ya
sé bien que es eso precisamente lo que la molesta, me im-
proviso un gesto impertinente y le digo una tontería odio-
sa, que usted ve en mi boca y en mi rostro naturales y por
eso no la molestan. Porque es eso, el pensar que la delica-
deza, la ternura, la nobleza son en mí postizas, lo que las
hace ofensivas para usted, y es también el haberme pensa- México, junio 11
do siempre una gente desagradable lo que hace que mis a -
ristas las vea naturales y no la irriten ya, disculpándolas Clementina:
casi. Lo terrible es que ni usted ni yo podremos encontrar
nunca, los gusanos llenos de manzana, usted por descon- ¿Porqué lo hace usted? ¿Cree deveras que
fiada, yo por amargado. Alguna vez me he puesto a pen- haya necesidad de herir continuamente a las personas que
sar angustiado, en lo espantoso, en lo monstruoso que se- nos aman? Me parece usted dura. Siempre me lo ha pare-
ría un noviazgo entre nosotros. Cruzo los brazos y la toco cido. Y la arista que más me rasga, el ángulo suyo que se
excesivamente dura y en punta, y yo tan blando que la me clava más adentro, es sospechar que otras gentes la
vergüenza me golpea en lo único firme, mi amor a usted; crean a usted blanda y suave. Puede haber personas que
cierro los ojos y la veo de luz de acero para cortar mi som- sean más fuertes que usted, por no amarla, Xavier por e-
bra, y me tapo los oídos para la cruel risa de su silencio jemplo, a las que su dureza no pueda vulnerar. Pero será
clavada, en cada una de mis palabras que nacen como del de veras fuego para ablandarme el amor, como repiten
suelo, y en mi boca su dulzura para los otros me amarga los tontos, y yo estoy sin cáscara y sin nada más que mi
sangre de mi lengua mordida, Dionisia, y me dan ganas sangre para que me hunda usted la mano o la sonrisa. Me
de odiarla, y solo consigo odiarme en blandura y penum- parece usted dura, y no la odio y me odio por ello. Sus he-
bra e insabor. Y es unir todo esto lo que me parece mons- ridas me duelen en mi carne, y, en mi torpeza de no haber
truoso y horrible, y sentirlo así, me hace empeñarme en sabido evitarlas, mucho más. Sus heridas me las siento da-
decirle a usted mis palabras más agrias, y ser sin verdad das por mí a mí y me desesperan como un vicio infame
rasposo y en filo para su mano y alejarme de usted infini- que no hubiera tenido voluntad de matarme. Me parece
tamente. Y sólo me consuela no deberle nunca ninguna usted falsa. Traicionando cada instante la imagen, la teo-
felicidad. Me parece que si no acabo voy a llorar muy cur- ría que el instante anterior había yo construido de usted,
si. obligándome a pensarla de nuevo enteramente, desde el
primer principio, para borrarme la frase antes aun de ha-
ber acabado de escribirla en mi pizarra de sueño. Y en-
tonces no la odio por inconstante, y me odio por mi poca
agilidad en seguirla, distinta a cada pulsación, y en adivi-
narla, y en conocerla en fin. Me acuerdo que en Montaig-
ne el conocimiento era imposible al hombre, y tratar de México, junio 12
tomarlo era coger puñados de agua. Tratar de saberla a
usted me es coger, o menos aún, puñados de aire. Ahora
estoy muy amargo entre mis cosas, que no la conocen si- Clementina:
no de verla en mis ojos, azul en el derecho y negro en el o- Además, físicamente no es usted el tipo de
tro. Y sólo de parpadear ya la verán en ellos distinta, infi- mujer de la que yo deseaba enamorarme. Me parece usted
nitamente. Ahora voy a cerrar los ojos para imaginarla, y hermosa, y ahora tengo que empeñarme naturalmente en
usted tiene el rostro de ese cuadro o es usted enteramente encontrarle nuevos atractivos cada día. (En honor a su
como ese libro, o me parece otra vez la sombra mía en el realidad, diré que es tarea fácil.) Pero no, no es usted co-
muro. Y yo enloquecería, no de que usted no me ame, si- mo yo me la hubiera imaginado la hora anterior a nuestro
no de no amarla a usted, precisamente, porque no sé cual encuentro. Luego hubo un momento en que usted me ha-
es usted y tengo miedo de amarme en mi teoría de usted, a bría atraído por su apariencia de salud saludable, yo tan
cada momento más falsa. En usted obscura. O no, sino enfermo; pero cuando he descubierto que usted lo está
obscureced ora. tanto como yo, y a pesar de ello he seguido enamorado,
Y yo, que estaba diciéndole hace un momen- he tenido que ponerme a buscar por otro lado. Mi tipo de
to a Dios, agradecido, que no merecía la fortuna de amar- mujer sigue siendo otro, acaso el opuesto a usted. Y me
la como la amo, me hallo de pronto sin nada, sin saber lo maravilla no odiarla, y no habérseme ocurrido ni ahora,
que amo, sin saber si amo, con las manos vacías de haber reprocharle el ser como es. Sí me siento un poco defrau-
querido apretar puñados de aire. Y yo me odio profunda- dado por ello, y sí me irrita haber tenido que borrar la i-
mente. magen imaginada para llenarla con la imagen de usted y
gustar su manera de belleza. Ya ve que, aun aquí, yo soy
Gilberto el débil y el derrotado.
Gilberto
México, junio 16 de 1928

Clementina:

Me encantaría que fuera usted más tonta que


yo, o, mejor, (sin hipocresía) menos inteligente que yo.
No por llevarle alguna ventaja en ello, pues mi ventaja
prefiero que sea el amor, que sólo aparentemente es des-
ventaja. Era rabia contra la mala suerte suya de estar fría
lo que me arrastró a las tonterías de anoche. Me molesta-
ba, me dolía en usted que usted, más débil que yo, me hi-
riera volviendo contra mí el escudo de modestia que ha-
bía yo alzado al decirle aquella vez que no tomara en
cuenta mis cartas. Era sólo modestia, y usted fue mala
porque comprendiéndolo, me quiso hacer sentir que no
era la modestia lo que me hace verme tan abajo, sino el
hecho de que en realidad estoy yo tan abajo que mis car-
tas la dejan vacía de comentarios. Es usted agresiva y es
su desventaja. Es usted cruel y es su desventaja. Es usted
helada y razonable. Yo estoy negro y puedo parecerle, a-
margado, el poeta Gilberto; pero entonces hay que admi-
tir que también para el poeta Gilberto era espejo Elvira, y
de aumento Y que usted es demasiado Elvira.
Es peor lo suyo infinitamente; puede ser que
yo mire negro lo blanco, que sienta malo lo bueno; es un
defecto de perspectiva y mis sentidos son los culpables.
Pero usted ve blanco lo blanco, y bueno lo bueno, y sin
embargo se pone luego a ennegrecerlo, y no se engaña
pero no se queda satisfecha hasta ennegrecerlo, hasta fal- México, junio 23
sear lo bueno y hacerlo negro y malo. Y eso sólo para dar-
se el pobre gusto de demostrarme que es más inteligente
que yo. Además de que eso no tiene ningún valor (yo ena- Clementina:
morado y usted inhumanamente, casi divinamente hela-
da, no es extraño), a mí me encanta mi lucidez irrazona- He ensayado inútilmente formular precisas
ble, gusto mejor mi instinto que su razón, me llena más de las preguntas que me muerden sobre lo que me interesa
Dios mi locura que a usted su cordura. Así que no le envi- mas que mi vida mía, mi vida suya, Dionisia. Sólo acierto a
dio esa supuesta ventaja, y no por vanidad ni por deseo de dar forma a las que se refieren a mis cosas en relación a us-
ella (ni siquiera porque me ame usted, ya que no lo deseo) ted; las otras están en un desorden que me desespera y me
me encantaría que fuera usted menos inteligente, o que al ahoga. Nadando en él quiero intentarlo otra vez:
menos no lo ostentara tan ofensivamente. Suyo 1 Me dijeron que usted se disculpaba la otra tarde, di-
ciendo que como nunca en la vida ha hablado como tiene
Gilberto que hablarme en la comedia que estamos ensayando, no
sabía sentir en su boca esas palabras de ternura, a) ¿esto
lo cree usted natural, naturaleza en su corazón, seco? b)
¿o es precisamente el no tener seco el corazón que la hace
temer el amor muy doloroso? c) ¿o es, en fin, no haber en-
contrado a quien amar, o pensar que la persona a quien
empiece usted a amar no sea digna de usted?
2 Como no es ni física ni espiritualmente posible una tal
ausencia de vida erótica, tengo que preguntarle temblan-
do si no es que ama usted a alguien ya, o si es haber amado
con una pasión reprimida, que no se ha confesado usted
ni a sí misma, lo que le da esa apariencia de frialdad.
3 ¿Qué opinión sentimental tiene de mí?, y
4 ¿Porqué no me ama usted?

Me parece que la adora y le anticipa su grati- México, junio 28


tud, siempre
Clementina:
Gilberto
No me sospechaba esta riqueza de amarla
como la amo, Dionisia, y me ha amanecido una felicidad
desolada, sin nadie más que mi alma haciéndose más y
más grande, inmensa de avaricia, para amarla con mi más
doloroso desinterés, en amor puro, gratuito, poesía pura
y vida pura no más. Me sorprende una voluntad íntegra
de todos mis momentos llenos de usted ausente, más au-
sente aún cuando sólo su presencia material está junto a
mí para decirme con un gesto, con una palabra, con un si-
lencio también, que nunca estaré yo en su vida, que usted
no va a querer nunca vivir un instante en la mía. Antes me
irritaba este alejarse usted de mi sueño que, todavía un
poco enamorado de mi vanidad, me dolía herida que us-
ted me hiciese de mala fé, con maldad inocente de mujer
naturalmente dura. Pero desde anoche que no la vi sufrir
y la adiviné sufriendo, y me di cuenta de que su dolor esta-
ba doliéndome en carne de mi alma, ya no sufría de verla
que se me iba de mi vida, y sí, mucho, agarrado a su estela
con toda mi voluntad, el arrecife que la hería y no me ma-
taba, injusto. No me perdono las palabras vacías que he muera si se paga así su salud, y que pronto se enamore de
escrito antes. No me perdono las preguntas tontas que mi quien la merezca como no ha sabido su leal
carta última le hacía. Me parece justo que no las haya
contestado usted, me parece natural que, vacías todas, la Gilberto
hayan dejado siempre vacía usted de comentarios. Yo no
he hecho nada para merecer una palabra suya, y como a- Ultima carta que la mortificará; el 27 de junio de 1928.
marla no es ningún mérito, y es ya una dicha en sí, e inme-
recida, ya no me hiere, Romée 3 , su indiferencia. Antes me P.D. Al día siguiente de la representación, que por usted
importaba, y ahora no, más que amarla, la elegancia de deseo lo más pronto posible, he de irme de México por
sufrir amándola, la amaba yo en el sufrimiento que me mucho tiempo, no sé todavía. ¿Sería excesivo pedirle que
causaba. Ahora puedo amarla ya en su dolor suyo, y esta me regale algo que allá, en el verdadero desierto a que me
nobleza que ya no me sospechaba me hace una felicidad voy, me ayude a recordarla? Soy suyo
seria, austera, como va a ser para siempre mi vida. Tendré
un sueño de usted nunca mía, pero tan amado por mí, y G. Owen
mi sueño será un paisaje sin nadie y sin árboles, artificial,
como hecho todo por mí, y en mi paisaje muerto la alegría
única, sin sonrisas, será poder escribir mi firma. ¿Ten-
go que decirle, ahora que la amo como nunca, mi ofreci-
miento de no seguirla ya, usted fugitiva? Ya sé cuánto
me costará cruzarme de brazos para mirarla írseme, pero
todo es poco para agradecerle, Clementina, la gracia infi-
nita que me ha hecho usted sólo con ser,con estar, para mi
amor, un momento, sobre el cristal de mis ventanas.

Tengo por usted quince años y el mundo es tan joven co-


mo yo. Soy, y ya no me avergüenza, romántico y tonto
para usted, y la amo más que a mi vida, a la que por us-
ted comprendo amable. Y estoy pidiéndole a todas mis 3

R o m é e . P e r s o n a j e f e m e n i n o , i n t e r p r e t a d o por C l e m e n t i n a Otero, en la obra El tiempo es sueño, d e Lenor-


supersticiones, Dionisia, que la hagan feliz, y que yo me m a n d . en la q u e Gilberto O w e n r e p r e s e n t a b a el papel de p r o m e t i d o de la p r o t a g o n i s t a .
Me parece que en el infierno, 12 de julio/28

Adorada Romée:

La recuerdo constantemente. ¿No me ha olvi-


dado por su parte? Tengo que estarme aquí en Laredo
hasta mañana. Me voy a Saint Louis en aeroplano. Si no
me caigo le escribo de allá. En el tren empecé a escribirle,
pero la jaqueca no me dejó acabar. Le mando el principio
de la carta. La quiero mucho ¿cuando voy a casarme con
usted? ¿nos casamos por poder? Le voy a ser fiel un año.
Al año me enamoraré de la muerte y me pegaré un balazo.
Estoy desolado de no verla. Saludos a su mamá y dígale
que se vaya acostumbrando a suegra mía. Voy a ver si
puedo comer. La adalina no da resultado.
Saludos a Goroceli y a Celesara? y a Lupe y a
todos. Muy suyo

Gilberto

Celesara/ Goroceli. F o r m a festiva para referirse a Celestino G o r o s t i z a , director del t e a t r o Ulises, y a su es-
posa Araceli Otero, h e r m a n a de Clementina.
Todavía El Infierno, julio 2/1928

Clementina:

Dentro de media hora voy a volar a St. L.


Anoche me llevó el Cónsul a una serenata de mexicanos,
y tocaron la pieza única que le he oído tocar a usted. Lue-
go, en un baile, la tocaron también. Es horrible no verla
sino en mi memoria despierta. ¿Ya me ama un poquito?
No, mejor, cuando me ame, que sea mucho. Ahora com-
prendo muy bien la frase de la comedia, y la amo hasta la
angustia. No me olvide. Saludos a los que me recuerden
con cariño. La adora

Gilberto
(San Antonio, Texas), julio 2 de 1928

Querida Clementina:

En los barcos nunca sucede na-


da. Tampoco en los hoteles. Menos en los aeroplanos.
Sin embargo, a mí me sucedió,
hermoso, pensar mucho en Dios y en usted. Hasta luego,
qué injusto, en mi madre.
El aeroplano, que yo creía que
me llevaría a St. Louis sólo hasta aquí había sido contra-
tado y aquí me dejó.
En el Sunshine de mañana le es-
cribo. La adora

Gilberto.
Julio 3 de 1928

Clementina:

Me estoy muriendo de calor y de no verla.


Este país es endemoniado. Dentro de tres días estaré en
New York y le escribiré muy largo. Voy a ver a su herma-
no en cuanto llegue, y si me simpatiza le voy a contar lue-
go luego, para que después no se llame a engaño, que es-
toy enamorado de usted y que es muy posible (¿verdad?)
que nos casemos. Es necesario que me quiera usted mu-
cho y que me conteste mucho y que me recuerde mucho.
Muy suyo

Gilberto
(New York), julio 5 de 1928

Acabo de llegar, Clementina querida, y quiero que me se-


pa suyo, inmensamente y siempre. Estoy lleno de usted, y
me pregunto si esta riqueza no va a írseme de las manos,
pues no creo haber hecho nada para pagar el amarla tan-
to.
Cuando usted me quiera así (lo esperaré un siglo) com-
prenderá lo que le agradezco humilde el amarla. No me
olvide siquiera.
¿Voy en diciembre a casarme con usted? La adora

Gilberto
escríbame, o m e m a t o .
(New York), julio 6 de 1928

Clementina:

Escríbame, me muero de "sin usted". Nadie


la ha querido, nadie la querrá nunca como yo. Me duele
no quererla más, que no sea posible quererla más.
Ahora se me ha ido el día en un montón de
cosas. No pude buscar la calle donde vive su hermano.
Mañana lo haré. No me olvide. La adora y ya quiere vol-
ver a México a besarle la mano, suyísimo

Gilberto

Salúdeme a su mamá y dígale a Araceli que


en cuanto me ponga en orden le escribirá mucho G. O.
(New York), julio 8 de 1928

Clementina:

No podré nunca dejar de quererla, y no quie-


ro intentarlo. Escríbame una palabra apenas que me con-
suele de no verla, sí presente en mi memoria más que todas es-
tas gentes que no son de mi raza, que apenas me entien-
den, que, ellas sí, no me amarán nunca. Todo

Gilberto
(New York), julio 10 de 1928

Clementina:

Como de su hermano sólo tengo la dirección


de la casa en que trabaja, y coinciden nuestras horas de
trabajo, no he podido verlo. Le envié su carta por correo,
con otra mía en que le explicaba eso y le rogaba decirme
dónde puedo encontrarlo. Estoy esperando, pues, que me
hable por teléfono luego, o que me ponga una tarjeta, pa-
ra charlar con él y poder decirle, a usted, la impresión que
me produzca.
No se imagina qué alegría me dió hace un
momento al recibir sus palabras lindas. Me estoy hacien-
do fuerte, Clementina, y digno de usted. He aumentado
5 libras de peso. La otra tarde soporté sin desmayo un
viajecito en la más grande montaña rusa que usted haya i-
maginado. Testigo Pancho Agea, que se mareó y yo no.
Ya empiezo a entender los pedacitos de inglés que hablan
estos pobres, estos lamentables neoyorkinos. No dejo de
pensar ni un momento en usted. Mis impresiones del via-
je, tan desordenadas en este momento, no podría resu-
mírselas en una carta. Estuvo lleno de su recuerdo. Estoy
ordenándolas en dos momentos, un "adiós al Valle de
México", y una "plegaria en el subway". Se las enviaré en
cuanto las termine. Mañana voy a escribirle una carta
muy grande, muy llena de la palabra tú y de mi amor a us-
ted, tan firme
(New York), julio 22 de 1928
Gilberto Owen
Adorada Clementina:

Me resigno a que no se case con-


migo todavía, me resigno a que no me ame, pero míreme
cosa suya, Clementina, dulce de estar entre sus dedos,
suave de limarme su dolor, tan áspero. Pasajero ese dolor
y todos, ya iré una tarde precisamente amarilla a buscarle
el corazón, como no supe aquella vez que estaba yo, muy
feliz, arrojándoles fuego a los árboles, desde su ventana.
Ahora iría, desde los árboles, por su ventana, a usted, con
unas palabras muy buenas que se me quedan sin empleo,
aquí, porque los árboles son de cemento y el viento no so-
pla al sur para que se las llevara. Su retrato, aquí enfrente,
no me ayuda a recordarla, más usted en mi memoria des-
pierta para usted en todos los segundos, pero me es como
un espejo de mi memoria, parcial y desleal como todos, y
amado. Hágame más azul, y quíteme el egoísmo, y suaví-
ceme más, para ser más cosa suya todavía. Está usted en
su sillón, esclava, ¿y yo entre sus manos? Que éste que ha-
bla un inglés demasiado correcto, ininteligible, que vive
la vida de seis millones de almas apresuradas, no es nada
mío, a lo sumo un "cajero dado por la naturaleza". ¿Me saré el martes y le escribiré de allá. (¡Caray, cómo la a-
deja besar su mano? Todo mo!) (Si se casa conmigo se alivia, pregúntele al médico).
Estoy muy nervioso y muy triste. La adoro
Gilberto
G. Owen
P.D.- No m<? ha escrito, Denise, y ya me sé de memoria
sus otras cartas ("¿cómo hasta la angustia?" "dice usted Otra.- Fernando me enseñó su carta ¿pues qué pues con
que me será fiel un año, después me va a olvidar" "Usted Ulises? ¿No ha visto a nadie? Lupita me escribió, muy tris-
quiere enamorarse de la muerte, yo quisiera que se ena- te de verla a usted enferma, pero nadie me ha dicho nada
morara ella de mí" ¿se las repito todas?) Bueno, pero de de Ulises. (De mi novela ni me hable; es falsa, horrible, no
todos modos, no sé en qué, siento y adivino que me re- deseo verla.5 Tengo el propósito de no volver a escribir ni
cuerda. Hágalo mucho, que siempre será mucho menos media palabra de literatura en español hasta que no sepa
que su (no, su amigo también, pero ¿otra cosa?) hacerlo en inglés.)

G. Owen G O.

Otra.- Fué ayer Fernando (¡y ya lo conocí! ¡qué bien!)


al Consulado, a arreglar un asunto de la casa en que tra-
baja, y tuvo que conocerme. Hoy volvió, y como loncha-
mos juntos, pude certificar lo que de él me habían dicho, y
me simpatiza. Quedó en venir mañana a mi cuarto para
salir a dar una vuelta. No sé si esconder su retrato, Cle-
mentina, que está aquí en mi mesa demasiado visible (en
un marco precioso que fué mi primera compra en New
York, antes aún que los cigarros, la noche de lluvia que
llegué). Ya le contaré pasado mañana cómo sale todo. Me
voy ahorita al box. Le diré, si las tengo, mis impresiones.
Pasado mañana muy temprano me voy a Niágara; regre- 5

G i l b e r t o O w e n se refiere a su novela titulada Novela c o m o n u b e , escrita en 1926 y publicada en 1928.


(New York), julio 26 de 1928

Adorada Clementina:

¿Porqué tan amarga su carta?


¿Cómo es su dolor, o el dolor de no tener ningún dolor?
¿Y cómo es que no me quiere dejar entrar a ellos, sola y
casi imposible siempre nunca mía? He aprendido que la
amo inmensamente, Denise, y que no era, no, no, no y no,
lo que yo sospechaba que usted sospechaba, mis nervios
no más sedientos de atormentarme con usted huida. Era
mi mejor, y es mi más puro amor otra vez en el siglo pasa-
do, en todos los siglos, picándose pelícano el corazón pa-
ra acariciarla con él. Sólo que era yo torpe, y sólo conse-
guía picarla a usted también, toda mi vida de antes ángu-
los. La ausencia acaso me ennoblece en su recuerdo, y me
consuela pensar que usted no dudó nunca de mi sinceri-
dad, y me consolaría más saber que no dudaría nunca de
ella. ¿Porqué no se casa usted conmigo? Yo nunca tendré
prisa, y no me importa que no me ame desde ahora. Sería
un matrimonio sólo para tenerla cerca de mí y conquistar
poco a poco su cariño, que Amor es una casa que yo ten-
dría que hacer ladrillo tras ladrillo. Nos podemos casar lado no valen la pena. Ahora vino John Dos Passos del lu-
sin ir yo a México. gar en que veranea, y me ofreció no salir antes de enseñar-
Es terrible tener que imitar a me algunas cosas interesantes. Como habla inglés, nos
Barreda, pero el hambre de verla me hace barata, no ésa, entendemos muy bien. (Imagínese que tengo que estár-
la peor vulgaridad. La adoro, Clementina, y no sé decirle melas viendo con marineros y con negros, que dicen Yas,
más que eso. No encuentre que es poco, y recuérdelo es- Yae, Ye, Yoe, etc. en vez de yes durante tres horas dia-
crito con la sangre casi de rias.) En N.Y. no hay norteamericanos, yo sólo conozco
a Dos Passos y a una Helen muy rubia y muy descarada
Gilberto que lo sean. Como no es temporada, casi no hay teatros.
He visto una cosa de O'Neill y algunas comedias y revis-
P.D.- Ya sabrá que no le escribo a nadie, tan ocupado en tas sin importancia. La vida es muy dura y muy interesan-
entenderme en orden en N.Y. te. A usted la aliviaría si se viniera casándose conmigo. La
Estuve esperando la llamada de Fernando, que sólo me adoro, mi apartamento es muy cómodo y solo falta usted
puso una carta cortés y fría. Luego he hablado por teléfo- en él. Vivo a una cuadra del Consulado y me voy a mudar
no, y me dicen que está de vacaciones. Mi vida es de sole- a Riverside; ya sé que esto, todo, no le importa pues que-
dad sin soledad. Me he hecho algunos amigos gringos. ría charlar con usted
Como a las mujeres les entiendo mejor, pues sólo ellas ha-
blan inglés en N.Y., son más mis amigas que mis amigos. Gilberto
Mientras no estoy a solas con ellas son muy agradables. A
solas son repugnantes de facilidad epidérmica. No amaré Otra.- Cuando pase esto de la muerte de Carranza, que
nunca a nadie más que a Clementina Otero. No visito de tan ocupado me tiene, le escribiré a Celes, y a Goroz. La
hispanoamericanos más que a Orozco, en una obsesión adora
antisemítica muy divertida que se acerca a la locura y so- Beto (es cursi?) LO ES.
brepasa a su Diegofobia, sólo porque Ana Brenner le ha
hecho dos o tres malas jugadas de buena judía. Me llevo
muy bien con Pancho Agea, el amigo de Lupita Medina (Nadie la amará como la adora Gilberto)
(salúdemela mucho) (si nos casamos le seguiré hablando
de usted hasta que me ame). Los pobres chicos del Consu- (Carta llena de la palabra tú)
(New York), agosto 9 de 1928

Clementina:

La adoro sin a pesar de nada. La señora de


mi casa me ve todos los días. Desayunamos y comemos
juntos. Luego charlamos, de sobremesa, de cosas tontas,
sólo porque no sabe ni media palabra de español. Ya ve
que debiera verme. Saberme. Sin embargo hoy, delante
de Fernando, me dijo de pronto que mis dientes son muy
bonitos. Usted ya sabe que no es cierto. Me defendí débil-
mente. Cuando yo la deje, esta señora va a quedarse con
la memoria de un mexicano que tenía unos dientes muy
bonitos. Y yo le mandaré un retrato sonriendo, con mis
dientes feos confesándose, y ella me dirá que lo ha roto
porque los retratos traicionan. Lo mismo, naturalmente,
para el caso contrario. El amor ayuda para evitar traicio-
nes. Siempre somos muy malos retratos de nosotros mis-
mos. Y usted es igual en mi memoria, y en ese retrato de
sobre mi mesa, y en el que vi el otro día en casa de Fernan-
do, y en el que tienen que ir dibujando mis ojos sobre su
carta, que-decía enviármelo y sólo de aire. "Basta (corre- ni de la meramente exterior, teatros, diversiones en gene-
giría a Flaubert) con pasar sobre todo una mirada larga, ral, etc.) No ha ido sino al cine, desde que está aquí, y dos
con vértebra de amor". No simpatía, Natanael,6 amor. veces a Coney Island. Sale de su trabajo y va a encerrarse
Mi odio a lo fácil, aquí acentuado, y la amargura de con- en su cuarto, muy poco confortable, con ella. (Yo sé que
fesarme con usted más distante cada vez, fugándose sen- todo esto le duele, Clementina, pero no me lo callo por-
tada de mi sueño, odiando usted mi sueño, sentada en el que a mí me duele también.) No lee nada, no se interesa
suyo. La adoro, Clementina, y usted sabe mucho de lite- por nada, y todavía se atreve a decir que es la mejor época
ratura para saber que ya no hago literatura. Quisiera fir- de su vida. Yo no he querido contradecirlo en nada, por
mar "si" su ganarme primero su confianza, su simpatía también. El
otro resultado terrible es que la chica le ha apocado el es-
Gilberto píritu. El teme de verse sin empleo y sin pan para ella, le
ha hecho aceptar y conservar indefinidamente un trabajo
P.D.- Yo quisiera que Fernando nunca supiera lo que sin porvenir ni importancia, cuando si estuviera solo yo
ahora voy a escribirle de él, y al mismo tiempo quisiera sé que se atrevería a todo, y es indudable que lo lograría
que lo supiera. Reconozco que mi deber era decírselo a él, todo, pues ya le digo que me parece inteligente. Ahora se
pero acaso no supiera yo hacerlo. De todos modos prefie- ocupa, y ya se imagina con qué alegría lo he alentado yo,
ro que quede entre usted y yo, por ahora, ya lo intentaré de ahorrar dinero para el regreso de la chica a México;
con mesura. Me parece inteligente, y me parece que su in- hoy que me lo dijo comprendí que ha visto él mismo el es-
teligencia está sin uso desde hace mucho tiempo. El ori- tado en que se encuentra. Trata de disculparse a sí mismo
gen de todo (no tome usted esto para mi caso) está en la para no reconocer que sólo lo hace por egoísmo, y yo le a-
muchacha que se trajo. Es resignada, pero nada más, y yudaré en esa mentira a sí mismo, porque lo veo ya salva-
eso, aquí sobre todo, es tontería. Me parece tonta. Muy do. Es mucho, mucho muy joven y dos años sólo en N.Y.
simpática. Lo hizo vivir en México aquí. El, que como yo lo harán fortísimo. He tratado de inquietarlo, parece que
trabaja con hispanoamericanos, necesitaba después del con éxito, en las dos o tres ocasiones que hemos podido
trabajo vivir un poco en N.Y. Resultado, que Fernando charlar largamente. La tendré al tanto de todo, Clementi-
no habla inglés (sabe menos según me confiesa que cuan- na. Quisiera que él no supiera nunca el fracaso en que me
do llegó) no ha ido a la escuela, etc., no sabe nada de N.Y. ha parecido encontrarlo, y que sobre todo no supiera que
(Ni de la vida por dentro, que ahora tanto me preocupa, usted lo sabe, pues ya comprende que lo herirá mucho. Le
tengo amór de hermano, y mis opiniones no son sino mi
temor. Perdóneme este mal rato y no se lo diga a nadie
más.

9 de agosto. (¿Me quiere mandar el retrato?)


(New York), agosto 12 de 1928

Gilberto Clementina:

¿No me va a perdonar nunca las palabras du-


ras que le he dicho, las que sigo diciéndole? Detrás estoy,
con unos labios muy suaves, desnudo. ¿Ya le confié que el
silencio me desnuda? Las máscaras que uso las prefiero
desagradables, y es el error más grande de mi carácter. En
realidad he creído pensar lo que le he dicho. Nada de lo
que he escrito era mentira en el momento sólo de escribir-
le. Después, mucha ha cambiado por dentro. Un mi-
nuto —a veces, todavía, en su carta de ayer, por ejemplo—
me pareció usted cruel, nunca miserable. La inhumani-
dad se la atribuía un poco con índole literaria, por saberla
igual a como yo quería mi poesía. Luego me he ido acos-
tumbrando a querarla igual a usted. Por eso he renuncia-
do a ella, escrita. Usted me basta en ese sentido. Yo ya sé
(y estaba ayer predicándoselo a Fernando) que el amor
no es toda la vida mía. Pero sí lo mejor de mi vida, lo más
cercano, lo que más me arrima a mi eternidad. Y sólo la e-
ternidad mía, mi yo (qué feo término ineludible), sólo Gil-
N a t h a n a e l . P e r s o n a j e de Los alimentos terrestres d e A n d r é Gide. novela q u e en su m o m e n t o , f u e una espe-
cie d e breviario espiritual de la generación d e C o n t e m p o r á n e o s .
berto Owen sin ese nombre y sin esta mano, el de por de
dentro, me-interesa. Usted no puede llamarme ahora a mí rribles (el siguiente del Imperio y sus escenitas) yo no es-
al orden, porque esto es lo contrario del narcisismo. Aquí tuve en cama. Estaba enfermo, es cierto y le había escrito
también está Dios, me parece, —o algo que parece algo y lo cosas que no me avergüenzan, Clementina, porque eran
es— y el arte —algo que parece algo y no es— y los primeros mi verdad de aquella noche. Aquel día, le digo, me fui al
principios y los últimos fines. Y usted, me interesa salvar- campo. Me bajé de un automóvil no sé dónde, donde no
me, es mi sed. Es decir, salvarla a usted, a Dios, al arte. había gente. Anduve no sé cuanto sin ver. Cuando des-
Perdóneme estas palabras demasiado usuales, que sólo perté estaba en un pedregal inmenso, grande, desoladísi-
dichas como ahora se las digo tienen para mí un sentido. mo (tengo que emplear palabras vulgares para describir-
lo, y prefiero no hacerlo minucioso). Eran sólo la roca y el
(Perdóneme aquellas duras de entonces.) Yo no sé decirle cielo. Entonces pensé en Prometeo, el de Gide, y su águi-
con claridad esto, acaso. Me sucede con esto como con su la. "Tengo que emplear para que ella engorde". El águila
recuerdo, tan vivo y todavía creciente, creciente, que no era, todavía, el amor. Pensé hacerlo, trabajosamente, en
me atrevo a fijarlo por temor a la inexactitud de la imagen aquel pedregal. Arranqué una piedra, como hacen los in-
cambiando a cada momento. Lo invariable es mi amor dios de allá, y la puse sobre otra, para construir una cerca
por usted. Antes me semienamoraba fácilmente. Tam- y otra, y otra. Luego llevaría, penosamente, también con
bién de usted estuve enamorado de una manera artificial, mis indios, una poca de tierra. Y la regaría con cualquier
fácil, falsa y epidérmica. Ya le dije que hubo un momento cosa muy cara, y puede ser que usted me amara. Regresé a
en que me atrajo sólo su apariencia de salud. Era, creía, lo mi casa despedazadas las manos, un poco más firme el es-
que me faltaba a mí, y salía a buscar sólo fuera de mí. píritu. Ese día empecé a amarla, Dionisia. Un día vaya
Después me descubrí muchas faltas. Se lo dije también. por San Angel, por Tlalpan. Verá esas siembras trabajo-
Es que en realidad lo que me faltaba era usted. Así, el a- sas de los indios. Ya deben haber fructificado. Hágame el
mor no ha sido ahora fácil. Ha sido duro, hecho poco a po- honor de una cursilería, y compárelas a mi amor. Yo he
co (todavía no acabado, nunca acabado), creciendo de seguido trabajándolo. Yo seguiré toda mi vida. Era mi or-
mi doloroso descubrimiento de mi realidad real desde mi gullo el que le decía que mi amor vive independientemen-
apariencia, para mí mismo, antes de hallarla a usted. No te del amor de usted. Era ese orgullo deseo de saberlo sólo
le he contado una cosa dramática mía, muy sincera, que hijo mío. No. Estoy esperando una poca de lluvia suya.
ahora voy a decirle. Y no se la conté porque luego me pa-
reció demasiado teatral, con apariencia de falsedad, co- Necesito su amor. No se trata de conquistarlo, no de ga-
mo todo lo verdadero de la vida. Uno de aquellos días ho- narlo ni de comprarlo con cualquier clase de moneda. Se
trata de (ion de Dios. Se trata de la lluvia. Naturalmente monstruoso, lo más duro, lo más bestial. Gentes que los
que, sin mi trabajo constante, yo no tendría o no tendré domingos van sin falta a sus iglesias (católicas, judías,
una cerca, y un poco de tierra, para recibirla a usted de budistas, todas); gentes que en el Home no son sino más
Dios. Me parece que es mi hora de la humildad, y es la ho- bien corteses y educadas, se vuelven fieras en las estacio-
ra de perdonarme yo mismo hasta mi orgullo y sus pala- nes del subway. Ni la excusa fácil, cuando bailan sobre
bras malas. La adoro. Dígame si la espero. Todas las co- los pies de uno. Nada. Leía yo las memorias de un Lord
sas buenas, para recibirla, de su muy rico que acaba de morir. Le dedica media página a su
cacería de elefantes, dos líneas a su matrimonio, una al
Gilberto accidente en que murieron sus padres salvándose él de
chiripada. En cambio en diez páginas, en veinte, en todo
un capítulo de treinta o cincuenta no acaba de contar de
-Ya sabía del temblor. Mi hermano Antonio me cuenta
una vez que se perdió, al ir en subway del Times Square al
todos los chismes y sabía de, en el Pirata, un "Danzón de-
Grand Central Station. Es sobrehumano o infrahumano,
dicado a la bella y ". La otra tarde fui a una represen-
no he decidido. Pero la adora
tación de Cándida por un grupo como el nuestro, de la
Universidad de Columbia (En la que ya me inscribí para Gilberto
mi Derecho Internacional.) Sólo dieron tres funciones,
como nosotros. Lo hacen menos bien y tuvieron mucho
éxito. De "taquilla" y de*comentarios. Tengo unas ganas Crea en los oráculos, pero sepa interpretarlos. ¿Está segu-
bárbaras de hablar en español de algo que no sean factu- ra de haber entendido el que le habló? Apriete mi recuer-
ras consulares y pasaportes y barcos y etc. Pienso en us- do y levántese y venga.
ted y su recuerdo me tranquiliza. No me aconseje que no
lo haga ni que deje de estar triste. ¿Voulez vous jouer avec (Le juro que no tengo un momento libre; así, hasta hoy he
moi? ¿Quiere usted vivir un poco como yo? La invito a mi podido terminar esta carta. Y no le escribo a nadie.)
vida. Es cómoda, apacible, y dura y agitada. Nunca abu-
rrida. No soy egoísta, no ronco y no atropello a las gentes (¿No le parece un poco duro el retrato? Mándeme el que
sino a la entrada del subway. (¿Ha notado por mi insis- la hace sonreír, ¿quiere? Prefiero que no lea nunca mi car-
tencia en nombrarlo que es lo que más me ha movido, re- ta de ayer. Ni la que le escribí a Araceli. Olvídese de ella al
movido y conmovido?) Es todo Nueva York. Es lo más menos. Mil besos en su mano mía.)
New York, el 21 de agosto de 1928

Adorada Clementina:

(Y a propósito de todos mis mi-


nutos, ¿ya me quiere mucho, mucho?) Había estado sin
dejar de esperarla constante, estudiando una bola de la-
tas inevitables. Creo que en esta semana he aprendido ta-
quigrafía; una muy arbitraria, pero práctica y enteramen-
te mía. Es una mezcla de la Pitman, que casi no recorda-
ba, y de la Gregg, que quisiera saber bien. Ya sé casi todos
los verbos, y estoy usándolos constantemente, forzando
la conversación, para darle el gusto de corregirme a Mrs.
Pritchard. También he tenido que aprender contabili-
dad fiscal. Es una cosa maravillosa. Usted hace muchas,
muchas sumas, en un lado de un libro. Ese lado, no sé
porqué, se llama haber. Luego suma otras cifras distintas
enteramente en el otro lado, que se llama debe. Y es una
cosa muy emocionante, después de 5 ó 6 horas de trabajo,
ver cómo las sumas son iguales. Como me traen de un de-
partamento al otro, pues esos Señores Cónsules tienen
más interés que yo en que aprenda todo lo del oficio. O-
tros días me toca hacer retratos sintéticos. Es muy diver- largo. Todas las tardes vienen a comer con nosotros algu-
tido, lo llaman hacer pasaportes. Consiste en clasificar el nos de sus parientes o de sus amigos. Casi siempre seño-
color de un individuo, su talla, si es robusto o débil o etc., ras adorablemente niñas de 50 años en adelante. Todos son ni-
el color de los ojos y pelo, la forma de cejas y boca, etc. ños aquí. A veces muchachos malcriados inaguantables.
Luego quieren que aprenda las leyes de este país para ofi- La noche del sábado por ejemplo, fui a una reunión de e-
ciar un poco de defensor de pobres. La otra tarde fue mi sas gentes que viven en el barrio sofisticado de N.Y., que
debut. Al pobre compatriota le pagaron su indemniza- escriben libros y periódicos y hacen teatros como el nues-
ción de chiripada, pero yo y el Gobierno estamos conven- tro. Los hombres, sobre todo, son insoportables (¿ya le he
cidos de que se debió a mis buenos oficios. Es muy "diver- dicho que las mujeres son aquí infinitamente superio-
tido", como repetiría usted. Además sé de Cajero, papeli- res?) Se emborrachan siempre como si fuera la primera
to que hice tres semanas. Sé certificar facturas y reñir con vez. Luego procuran demostrarlo, ingenuos, como mu-
los marineros y reprender a los comerciantes. Luego que- chachos de la Preparatoria. Uno se siente un poco apena-
dan mis labores extraoficiales. Casi todas las noches voy do de verlos tan "animales", literalmente, o acaso de sen-
al teatro, a los conciertos (en México no hemos oído mú- tirse tan, tan viejo. Me dicen que hay gentes con las que se
sica, de veras), al cine a veces, a los museos (estos gringos puede conversar para otra cosa que para practicar el
lo tienen todo; ya no darían ganas de ir a Europa. En el inglés. Pero que están veraneando fuera. Mi deseo suena
Museo, tienen "todo" el Renacimiento, casi todos los pri- a octubre. Todas estas boterías egoístas quieren decirle la
mitivos, todo el arte, en fin, y nada suyo, pobres ricos) o a falta que me hace, Dionisio, su presencia y su amor. Po-
visitar a amigos interesantes. Y usted por donde quiera. co a poco me he ido acostumbrando a soñar que me ama,
Sólo duermo 5 y 1/2 ó 6 horas diarias. Me baño en agua aunque recuerde todos los minutos aquella protesta suya,
helada. Como tres veces al día como un lobo. (No sé si la en el tren, cuando mi hermano le dijo novia mía, y todos
comparación será elegante, me parece que no, pero es los que ahí estaban lo hubieran creído, sin su protesta
muy exacta.) No tengo tiempo para el aburrimiento, nun- mía, Dionisia. A Salvador7 no le he escrito por darle el gus-
ca me ha ganado la pereza. Usted nunca me vió, nunca me to de hablar mal de mí con algún motivo, y evitarle el tra-
verá bostezar. Dice Mrs. Pritchard que voy a morir del bajo de inventárselo. A Celestino y a Lupita sí les escribi-
corazón, como su marido. No es una metáfora, porque ré, en cuanto pueda robarme un cuarto de hora de esta vi-
me lo dice en gringo. Asegura que si es la misma girl la de da inútil sin usted. Quiero a Fernando y sólo espero que
los dos retratos, está usted mucho más linda con el pelo se quede solo (siempre, siempre, sería inevitable, con mi
asiduididad, un buen o mal cuarto de hora de celos de él o
de ella) para tomarlo por mi cuenta exclusivamente.
Ahora lo veo dos veces a la semana, cuando puedo o pue-
de, y a veces hasta conversamos. (Por lo general mi mo-
nólogo o el suyo nos apartan un poco, demasiado egoís-
tas los dos.) Hay también, la Religión como refugio, si no (New York), agosto 31 de 1928
quiere el amor, Dionisia. Yo estoy fuerte y vivo y me sien-
to vivir porque la amo. Usted puede, ya que no me ama,
Clementina:
repetirse que es pecado estar triste, y leerlo en San Agus-
tín . (¿Quiere mis libros de Teología? Puedo decirle a mi
Y por la noche viví cosas atroces, que ningún
hermana, si quiere usted que se los envíe.) La adora infi-
Freud exageraría más que aquel sueño. Era....como en
nidamente, la espera, la espera
México, y mis últimas escenas convocaban en mi odio a
todos mis amigos de allá, tan queridos. Ellos seguían sólo
Gilberto
inteligentes, y mi amor era otra y otra vez ridículo, y yo
mataba al más querido, al más inteligente, al más, ¿será la
palabra? pervertido y ostensiblemente frío. Usted sabe
cómo la amo, Clementina, con mi mejor amistad más pu-
ra. Y bastaba un gesto (¿le he dicho que nunca sueño pa-
labras, sino imágenes?) y el decirme sin palabras que us-
ted era suya y que a él no le importaba, para hacérmelo o-
t dioso hasta el otro día. Lo recuerdo aún ahora, o con
rencor o con remordimiento. Ya sé, no se manche los la-
bios, lo que decían de él, de todos los otros. Es como si si-
guieran sonando las mismas palabras siempre. Yo le di-
go, Clementina, que ese amigo que amo es, después de
Jorge Cuesta y de usted misma, la persona más moral que
.he conocido. Armazón sólida, dura inquebrantable.
7

Se refiere a S a l v a d o r N o v o . Son, usted y ellos, los únicos vertebrados que he conocí-


do. En el orden de mis preferencias ustedes (perdóneme ted. El trabajo, el estudio, como me la borran infinita-
que ahora le esté hablando independientemente de mi a- mente, se me harían odiosos si no me ayudaran a pensar,
mor de hombre a mujer, y sólo amiga parezca sentirla) y luego, en que son minutos de usted también, hechos para
luego, acaso, Celestino. A éste no alcancé a conocerlo no perderla derrotado. Así es el conocimiento de usted
bastante, pero hay en él algo que me atraía y me lo hacía mío. La conozco y la comprendo, Clementina. Pero des-
amable. (También, alguna vez, sólo una, hundí el dedo y de muchos puntos de espionaje. Desde dentro de usted
no hallé resistencia, y me parece que quería yo llorar.) (Al ¿cómo? Solo no puedo. El ojo, los mil ojos de la cerradura
principio yo mismo era falso, pues si procuré acercarme a no bastan. Se necesita ser un poco la lámpara, en el cen-
él, era por lo que él pudiera acercarme a usted.) (Y al prin- tro. Y las lámparas no alumbran por sí solas. El dueño de
cipio también, muy al principio, lo odiaba un poco, celo- la casa tiene que darle electricidad o amor. A veces pienso
so nomás, envidioso mejor, yo.) Era, más que nada, la fal- una frase de mi tierra: dígame, adorada, si estoy en el can-
ta de esqueleto lo que me repetía siempre de S.N.8, de to- delero. Si yo fuera optimista, o usted menos sabia en poe-
dos los otros, casi. Lo único que en el mundo me interesa, sía mallarmeana (el arte del rodeo) pensaría que en su
¿ya lo ha notado? es el hombre. Y, en el hombre, la arqui- carta me dice que me ama. Dígamelo.
tectura. Después de todo no me interesa cómo canten si- La dormida dormida, se queda atrás. Esta otra, dice us-
no secundariamente. Este último que he nombrado canta ted, despierta. Séalo para quien la adora y la besa, Gilber-
muy bien y lo admiro y no lo amo. Es lo que me desespe- to Owen. New York, agosto 31 de 1928. Pongo la fecha
raba en sus primeras cartas, Dionisia, demasiado bien es- para seguir esta Post-Data: Entre usted y mi asombro
critas algunas, me parecía. Y me orgullece pensar que neoyorkino gana usted. Son mayores sorpresas las suyas.
ninguna de las mías lo ha estado, en confesión demasiado ¿No la aburro por mi excesiva solemnidad? Si sólo la qui-
apresurada todas. No creo haber logrado, y he querido siera como amiga, me agradaría agradarla. Pero ya ha
siempre irle diciendo cómo la amaba cada día, ningún día sentido usted demasiado lo secundario de esto, obligado
como.el siguiente, siempre vivo mi amor a usted. He sido yo a una desnudez que naturalmente no me favorece. G.
un espejo mirándome mirarla. En francés lo leí: jeme vo- Owen. Más: El otro día me escribió Xavier diciéndome
yais me voir, y escribí entonces un esperpento. Ahora co- que debía escribirle a S.N., algo así como condición in-
rrijo: "yo me veía verla". Me espiaba espiándola. El espía dispensable para la publicación de ese libro, que de veras
de un espía de usted. Desde su carta, todas las noches, to- no deseo. Fue por esto por lo que le escribí hasta con sello
dos los momentos que dejo de pelear, están llenos de us- de urgencia, inmediatamente. Claro que en el principio
I -
me indignó, pero luego dejé de pensar en lo innoble que
era lo que yo hacía, para pensar sólo en lo divertido del a-
sunto. Me confieso a usted de esta inmoralidad para que
me absuelva en honor del buen humor. Suyo, Gilberto.
Mañana me voy en la mañana a Washington, donde esta-
ré hasta el martes para asistir a una fiesta a que me invitó (New York), septiembre 6 de 1928
Castro Leal. La otra noche conocí a un elefante canoro,
Fanny Anitúa, a la que le dieron una cena muy cursi los Clementina:
cónsules. Canta atronadoramente, y con perfección
cosas espantosas. También a una niña prodigio que ¡ay! Ahora sonríe usted no más lo mismo de her-
no es ya niña y sigue siendo prodigio. Se llama Angélica mosa y yo sigo azul en el sentido melancólico que los cur-
Morales, toca muy bien, es muy boba, suda (suda!) dema- sis de aquí le dan a esa palabra en sus canciones que ya me
siado. suenan folklore mío desastrosamente a los dos meses de
No he visto a Fernando. Le voy a dedicar mi próxima se- no tenerlos a usted ni a México y para consolarme me voy
mana íntegra. Como no me gusta estar con las mejicanas ahora a visitar a un escritor que veranea en un pueblo cer-
de aquí, se indignan en las reuniones de que sea yo tan po- cano llamado Amenia y aunque él no habla español tiene
co caballero que las prefiera rubias. No saben, pero sos- de escritor el vicio ¿impune? del chisme como veo por la
pechan, que sólo practico el inglés. No me olvide. A- carta en que nos invita a Orozco y a mí llena de cosas te-
meme mucho, sin descanso. rribles contra Diego naturalmente molestando de paso a
Maroto por el artículo de Contemporáneos que le semi-
La besa Gilbertoadiós. traduje y le sedujo sin embargo de sus similitudes con un
libro que prepara y que ahora sin confesarlo tendrá que
corregir en ciertos sentidos insospechables estoy loco de
no recibir ninguna carta suya qué le pasa me dice Fernan-
do que querían operarla de la nariz y que él le aconsejó
algo que a pesar de mi ignorancia en eso me parece fácil y
menos peligroso yo me moriría si a usted le pasara algo
x
Salvador N o v o . no quiero ni pensar en eso me dejó a guardar su lindo re-
trato por que vino a enseñármelo y nos estuvimos hasta amar a nadie más que a usted. Nunca entenderé nada de
muy noche platicando y ya no podía cargar con ellos a e- estas gentes con quienes vivo. No van a entenderme nun-
sa hora yo no quisiera que me lo quitara nunca sonriendo ca, si usted no quiere intentarlo. Mi familia me ama y no
siempre usted en mi mesa podría devolverle su pistola qué me entiende. Usted no me ama. Nadie me entiende. A us-
tonterías se me ocurren de no saber exactamente si usted ted siquiera yo la entiendo, o, lo que vale más, quiero en-
me ama o es sólo que también ahora tendré que corregir tenderla. Estoy solo, sin desnudez, pesimista. Beso sus
mi teoría de conocerla adiós y escríbame y la adora manos

Gilberto Gilberto
No le escribo más para escribirle a Celestino y saber chis-
mes. P.D. de la carta a Dionisia: Mi mejor lectura sigue sien-
do la Biblia. Hay una parábola en San Mateo (21-28) en
Querida Clementina: Me molesta más que a usted mi in- que el padre ordena a sus dos hijos: "vé a labrar la viña", y
discreción de esa horrible tarjeta de Washington? No sé el primero contestó: "no", y va, sin embargo. Y el otro hi-
cómo me la perdonará usted, y estoy sin embargo seguro jo obedecía de palabra la orden del padre, no haciéndolo
de que ya lo ha hecho. Me duele a mi la contrariedad que de hecho. No amo a ninguno. Yo sería un tercer hijo que
le haya causado recibirla. Y no tengo ninguna escusa. Ese diría "sí" e iría, o, acaso, "no", y no iría. Y usted se parece
último día, en Washington, después de escribirla y echar- demasiado al primero, en amor a
la al correo, tuve ganas de llorar y me castigué encontran-
Gilberto Owen
do aburrida la ciudad y estúpido mi paseo.
Perdóneme, siquiera, porque la adoro. Otra indiscreción: (Me acuerdo también de San Dionisio, en las vidas de
Fernando llegó, de pronto, hasta mi mesa en el Consula- santos que leí una vez, llevando en la mano, decapitado,
do. No pude evitar que viera, también allá, su retrato. Ha su cabeza para ir a decir un "sí" que había olvidado.)
de estar ahora convencido de que somos novios, y me de-
sespera no poder aclarar esta inocente mistificación. Es-
toy muy triste de mi torpeza y de soñar involuntariamen-
te, Clementina, en usted yéndoseme. Es para matarse. 9
Se trata d e una t a r j e t a postal, impresa con la típica pareja de e n a m o r a d o s , q u e . tal ve? en un r a p t o d e
Fernando me dejó a guardar su pistola. Yo no puedo h u m o r , envió O w e n a C l e m e n t i n a O t e r o .
(New York), septiembre 11 de 1928

¿Qué me decía, Clementina —¿cuándo pongo mía?— en esa


carta que yo no supe pedirle? Ayer regresé de Niágara.
Ninguna carta suya me esperaba aquí, y sentí esta ciudad
más el extranjero que nunca. En Niágara pasan su luna de
miel todos los Estados Unidos. Pero yo vi una vez dos mi-
llones de parejas, en Coney Island, semiahogado un amor
dividido en diezmillonésimos, que no podía nadar en la
arena de carne. Yo llevaba ese asco para lavarlo en la más
mortal caída del agua mía. Sigo amando al agua como en
las palabras mías que decía en la comedia. Pero todavía
menos que a Romée. El cielo es demasiado inaccesible, la
tierra demasiado segura, fiel; usted y el agua no. Cuando
cae es una nada mortal, un encaje envenenado. Y los cin-
co, los cinco sentidos para ella. Se desgarra, se hace pol-
vo, aire. Hay un lugar demasiado romántico que yo ama-
ba. El río describe el signo del infinito, se cruza de bra-
zos. Una línea que es una barrera dramática impide que
se unan las aguas al Norte y las que vuelven al Sur. Se sue-
ña en usted. La gente es feliz y no tiene prisa. Ya no está
uno hostilizado. Pero, sin usted. Y la luna de miel de los
Estados Unidos se nos clava en forma de gota. Y luego
hay que regresar, sin usted. ¿Egoísta? ¡Pero usted no está
sin mí! ¡Ay, mi enfermedad de no soñarla sonreída! Y
como por ahora no soy ya literato, la gota es para aden-
tro, de adentro para adentro. (¿Qué me decía en esas car-
tas, Adorada?) Amo también el agua que hay en la bahía,
debajo del aceite, que odio. Hay un momento en que se (viaje en tren), noviembre 17 de 1928
precisa su libertad. Uno también se siente libre, porque
no es ya N.Y. Y qué vanas y qué lejos, usted aparte, las co-
sas fáciles que amaba. La molicie me roía. La literatura. Clementina:
Ahora con esta sangre llorada, con esta sonrisa -heroís-
mo sin sospecha- bien merecida, yo voy a escribir unas Déjeme no escribirle de mí todavía. Quisiera
cosas menos bellas que usted y menos ágiles, "pero tan haberme muerto. No pude y me duele esconderme de us-
vírgenes": Me duele escribir. Me preocupa que me quede ted, no mereciendo yo su recuerdo, por toda la vida. Usted
mucho de entonces. Me repito cada frase en voz alta y me sabe que me molestan las palabras demasiado solemnes:
tranquilizo, porque tienen un ruido seco y duro que no es diría sin embargo amor a usted, desgarrándome, "por
la música. He oído cosas muy bellas. La Sinfónica tuvo siempre jamás". El viento me ganó. Y no puedo culparla,
hasta el martes un director admirable, naturalmente eu- y sí a mi debilidad. Aunque usted no se hubiera casado
ropeo, sin el bluff que aquí aman. Todo es superficial, se conmigo, debía yo de haber sido inteligente. Y no lo he si-
cree uno. Y luego hay un sentimiento trágico de la vida a- do y no la merezco mía y la vergüenza me va a matar. An-
dentro de cada cosa que le desconcierta a uno. Adiós, á- tes lo decía exagerando, y ahora en realidad justa. No me-
meme como la adoro. Me voy a soñar en su grillo. Todo, rezco amarla. No sueño ya que me ame. La adoro. Mi vi-
todo da está llena de usted. Estoy a punto de llorar y me indig-
na que eso me la hará más imposible. A nadie le escribo
Gilberto porque nadie me importa. Tampoco tengo interés en mí.
Me odio de débil. Me odio. La adoro. Llevo una vida im-
(Ahora me mudé a una casa particular muy interesante. bécil. No puedo escribir, porque nada me mueve a hacer-
Mañana le cuento.) lo. Todo menos mi amor a usted es vano. Le mando la
carta de Araceli. Devuélvamela después de leerla y que
nunca llegue a saberlo. Dígale si se ofrece que un día le
contestaré. ¿Qué temía usted que me hubiera contado?
Ya ve que inocente. La adora, Clementina,

Gilberto
(en viaje) (sin fecha)

Clementina:

Para que vea que el paisaje no es un estado de


alma, la noche de anoche era maravillosa. La pasé casi
toda en el salón de fumar. Me llevé allá y a la noche, en
una revista, su retrato. Soñé en poesía. Ahora es una es-
tación. Yo no tengo sueño. Se ve un monte cónico. Hay
unas casas. Dos niños hacen frente a lo que Góngora lla-
maba bellaquerías. Otra niña está sentada en el umbral.
La madre, enfrente, cocina. La estación se llama Bocas.
Parece que por ahí viene Espinazo. Usted, acaso, si vinie-
ra aquí, me aconsejaría bajarme para una mecidita en el
Columpio. No. Voy a vivir cuerdo de usted. Recuerdo en
su recuerdo. Re-cuerdo. Mi inglés es extraordinario. Lo
aprendería, un inglés, en seis años. Esto llaman desierto.
Unas plantas mezquinas, rastreras. Nopales. Me he de
casar con usted aunque me espine la mano.
Pero nopales a ras de tierra. Los postes ha-
cen gimnasia sueca. Cruzados-crucificados de noticias.
Los alambres sin pájaros y sin versos. Un remolino, a lo
lejos, hace un pedestal blanco sucio para su autor, el Dia-
blo. ¿No conoces el mar? Fuensanta era como Romeé
Cremers. Polvo. Polvo. Lo más feo. El más feo hijo del
Diablo. Odia al cielo, el más lindo hijo de Dios, y lo ensu-
cia. Sólo un momento. El cielo es intachable, espléndido,
es tu cielo, Patria mía. No existe, azul, sino en México.
(sin fecha)
G. O.

Querida, muy querida Romée:

Mi mejor ternura la
he sentido cantándome en usted, una tarde, en una playa
desierta que todavía no han descubierto los turistas aca-
lorados y apresurados. A cada hija mía en el mar le he da-
do su nombre, escrito y borrado por las olas cien veces y
una nomás inborrable en el alma, que debajo de su arena
está mi amor a usted, en roca viva. Alegría enternecida de
sentirme voluble como el mar con una roca, adentro, in-
mutable. Y usted tan triste, alegrándome la esperanza de
esperarla alegre. Una vez oí el himno nacional aquí, por-
que me aseguraban que estaba yo de luto, y no sentí nin-
guna emoción. Otra vez venía en un barco chiquito, que
sí podía caminar, en el que apenas cabían tres salones de
baile como el México, y así de llenos. Y yo no pensaba en
nadie ni en nada, y tocaron entonces ese Blue Heaven que
le oí a usted, y usted llenaba el mar, y su recuerdo sí era
la Patria y yo me sentía emocionado y canté muy recio un
corrido que empieza: Desterrado me fui para el muey.
He pensado en sueños su carta, muchas horas, y siempre
es lo que ya pensaba yo, despierto, aquella noche en que nando no he podido verlo; luego de su carta hablé por te-
le propuse casarnos. Todavía insisto —toda mi vida suya léfono a la casa en que trabaja y me dijeron que está de
en ello— dulce de pensar los silencios sin vacío que traería vacaciones. Y yo que deseaba tánto su amistad. G O.
usted a mi sueño. Ya tendremos tiempo de hablar en el
transmundo, y también en la noche se abren las ventanas. * ¿Se acuerda de la cita de D'Ors? Eloísa escribía a Abe-
De mí sé decirle que el silencio me vende; al hablar las pa- lardo: Haz lo que quieras, menos olvidarme. Owen.
labras me hacen un velo retórico, o lógico, o simplemen-
te un velo de ruido, que me es máscara no siempre propi- Otra: Mi vida es un limón. Esto explica que no les haya
cia. Pero callo y es como si de pronto me quedara desnu- escrito a los amigos más queridos. ¿Quiere excusarme
do a mis propios ojos, que es la desnudez más absoluta con su mamá, Celis, Araceli, Lupita, todos? Gracias. G'°
que conozco. Y tampoco el espejo está nunca vacío. Mire,
mire, mire usted con atención y quítese el pesimismo que
se ha puesto (que yo le aseguro que no está enferma de la
vista) y mírese largamente, como yo sabría mirarla, como
voy sabiendo mirarla en el recuerdo y en la esperanza. Y
mi amor subsiste independientemente de la posibilidad
o imposibilidad del suyo, como se lo he demostrado, y
me duele en él que lo baje usted hasta el capricho. Y se lo
perdono porque todo lo suyo, lágrima o sonrisa, es sano
y consuela de la ausencia. Y la adoro, Clementina, y es-
pero sin prisa que un día me encuentre lleno de manzana,
y tengo para usted un sueño que me voy a soñar ahora
mismo. Y la amo en extensión de eternidad, no todo su-
yo, sueño siempre suyísimo, besando su huella

Gilberto to
G i l b e r t o O w e n se casó el 2 de d i c i e m b r e d e 1935, en Bogotá, con Cecilia Saladar R o l d á n . hija del general
Víctor M a n u e l Salazar, ex-presidente d e C o l o m b i a , y t u v o d o s hijos. El m a t r i m o n i o f r a c a s ó y Owen vivió
luego en M é x i c o (1942-1943) y, d e nuevo, en C o l o m b i a (1944-1946). En 1947 se instaló c o m o "oficial can-
P.D. Es imposible ver a quien no quiere dejarse ver si no ciller d e p r i m e r a " en Filadelfia, cerca d e sus hijos y de su m u j e r , q u e vivían en Nueva York. Muere ciego,
víctima d e una cirrosis hepática, el 9 de m a r z o de 1952, en Filadelfia.
hay un amor como el mío a usted que quiera ver. A Fer-

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