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A. Calle
LAS ENSEÑANZAS DE
LA MEDITACIÓN VIPASSANA
Buda fue el hombre más lúcido de su época y durante años se sometió él
mismo a un intenso ejercitamiento meditacional. Aunque Buda aprovechó todos
los métodos meditacionales del yoga de la época, desarrolló básicamente un
método de meditación muy eficaz conocido como vipassana (visión penetrativa
y clara; visión justa y cabal) y capaz de eliminar de raíz los condicionamientos
subconscientes que tanto encadenan a la persona y tanta desdicha producen en la
mente... La meditación vipassana, que se centra de manera especial en la
exploración de las actividades psicofísicas del propio meditador, es de enorme
efectividad para modificar los viejos modelos de conducta mental y liberar la
mente de sus trabas, favoreciendo así la visión liberadora (vipassana).
1. LAS TRES CARACTERÍSTICAS
DE LA EXISTENCIA, LA VISIÓN
PENETRATIVA Y LA
ILUMINACIÓN
La mente del ser humano está empañada. Hay tantas impurezas, trabas,
engaños e impedimentos en la mente humana que la visión que surge de la
misma es inevitablemente condicionada y, por tanto, distorsiona aquello que ve y
percibe. Lo visto sufre un proceso de superposición y no es apreciado como tal y
mucho menos en su modo final de ser. Lo visto es falseado por una percepción
turbia, la interpretación y la imaginación. En la mente hay una gran acumulación
de códigos evolutivos y psicológicos que impiden una visión justa y cabal. Los
condicionamientos de la mente perturban la percepción, oscurecen la visión y
traban la comprensión real. Una visión oscurecida encadena en lugar de liberar y
retroalimenta en la mente las denominadas tres raíces de lo perverso (ofuscación,
avidez y odio), impidiendo que se desplieguen las tres raíces de lo provechoso
(claridad, desprendimiento y compasión). El oscurecimiento mental aviva los
autoengaños, las tensiones, los venenos y los obstáculos mentales. La sabiduría
liberadora, capaz de poner término al sufrimiento, sólo puede emerger desde la
pureza de la mente, que permite apreciar las cosas como son, sin enmascararse
con juicios y prejuicios, condicionamientos, interpretaciones u opiniones.
Y en el Anguttara Nikaya:
«Tanto si hay en el mundo Perfectos como si no los hay, los hechos son
incontrovertibles y la ley de causa y efecto es siempre la misma: todo lo
constituido es impermanente, todo lo constituido entraña sufrimiento, todo es sin
entidad. Es decir, que todos los fenómenos materiales, todas las sensaciones,
todas las percepciones, todas las actividades mentales, todo lo que constituye la
conciencia, todo es impermanente, todo entraña sufrimiento, nada tiene entidad».
El cultivo de la mente.
El desarrollo de la Sabiduría.
Una genuina ética o auténtica moralidad nada tiene que ver con la moral
convencional, cambiante según las épocas, latitudes y gobiernos. La genuina
ética consiste en poner los medios para que todos los seres sean felices y en
evitar en lo posible daño a cualquier ser sintiente. Todo ser sintiente busca la
felicidad y a ninguno le gusta el sufrimiento. Cuando una persona comprende
vivencialmente esa realidad, se identifica con las otras criaturas y las respeta
profundamente. La genuina moralidad lleva consigo los preceptos morales
básicos adecuados, como no matar ni robar, y el correcto sustento de vida,
evitando modos de sustento que dañen a los otros, como el tráfico de armas o la
venta de tóxicos. Pero la genuina moralidad por sí misma no es suficiente para
recobrar la naturaleza búdica. Es de gran ayuda para mantener la mente pura y
favorecer incluso la meditación y el desarrollo de la Sabiduría, pero no basta con
observar genuina moralidad para completar la evolución interna. No obstante, la
observancia de la genuina ética evita ulteriores corrupciones mentales y nuevos
condicionamientos.
Y también:
«Hay, monjes, algo sin tierra, ni agua, ni fuego, ni aire, sin espacio
ilimitado, sin conciencia ilimitada, sin nada, sin estado ni de percepción ni de
ausencia de percepción; algo sin este mundo ni otro mundo, sin luna ni sol; esto,
monjes, yo lo llamo ni ir, ni venir, ni estar, ni nacer, ni morir; no tiene
fundamento, duración ni condición. Esto es el fin del sufrimiento».
Visión cabal, comprensión clara y lucidez
Al trabajar de modo adecuado sobre la mente a través de la meditación
asentada en la atención consciente y la inquebrantable ecuanimidad, se van
transformado los antiguos modelos perceptivos y reactivos de la mente, se va
purificando el subconsciente, se van superando las coaguladas estructuras
mentales y se va desencadenando una percepción purificada que es en sí misma
sabiduría. Va brotando la visión cabal y penetrativa que a su vez hace posible la
comprensión clara, de enorme eficacia tanto para la vida interior como para la
vida cotidiana. Esta comprensión clara permite la diáfana comprensión de la
meta y los medios idóneos o capaces para obtenerla. La mente se va
estabilizando en un estado de lucidez. Es la claridad que deriva de la mente
cuando se ha desempañado y se han ido erradicando los innumerables
condicionamientos, negatividades y corrupciones. La meditación vipassana o de
visión cabal es aquélla que con sus rigurosos métodos va poniendo los medios
para que un tipo tal de visión puede generarse y, con el mismo, la comprensión
clara y la lucidez en pensamiento, palabra y acción.
2. LOS CINCO AGREGADOS, LA
LIBERACIÓN DE LA MENTE Y EL
ORIGEN DEPENDIENTE
¿Qué conforma al ser humano? ¿Cuáles son los elementos que lo
constituyen? Buda, según su propia experimentación y a través de una paciente y
rigurosa exploración de sí mismo, percibió que un ser humano es un conjunto de
cinco agregados, o sea, una organización psicosomática en la que fluyen
procesos psicofísicos que constituyen al individuo, es decir, que conforman lo
que denominamos persona. Porque precisamente hay tales agregados deriva el
apego y subsiguientemente la insatisfacción o sufrimiento. Estos cinco
agregados se ensamblan temporalmente y configuran al ser humano.
Representan en cierto modo una carga y son productores de malestar y
sufrimiento. Tienden a degradar y descomponerse, porque todo lo compuesto va
hacia su descomposición. Está en la naturaleza de los mismos el ir declinando,
decayendo y degradándose hasta que se produce la muerte o disgregación. Tales
agregados están ellos mismos sometidos a las tres implacables características
básicas de la existencia: sufrimiento, impermanencia y ausencia de entidad fija.
La llama de la vela -siguiendo un símil clásico-a cada momento es diferente aun
siendo la misma. Todo lo que nace debe morir y todo lo que es sintiente,
proporciona insatisfacción. Pero, según la enseñanza del Buda, no hay un “yo”
fijo que sienta, ni tampoco subsiguientemente que se libere o experimente el
Nirvana o se extinga. El ego es provisional, pero por ausencia de Sabiduría o
visión liberadora nos apropiamos del cuerpo y de la mente y los creemos como
propios. Cuerpo y mente no son más que un impersonal flujo o continuum de
fenómenos que surgen y se desvanecen, del mismo modo que las partículas
subatómicas surgen, chocan y se transforman. El adulto no es el niño que fue,
pero tampoco es otro diferente. Las series de pensamientos son como el agua
pasada, que mueve la presente y propulsa la futura. La memoria nos muestra un
rostro de solidez y consistencia que no es tal. El ego se apuntala en recuerdos,
proyectos, logros, fantasías, avidez y resentimiento. La mente reactiva
retroalimenta el ego y el ego promueve la actitud reactiva de la mente. Mente y
ego se debaten en la limitada y desertizada dimensión del apego y la aversión, el
anhelo y el odio, a la sombra de la ofuscación.
Para la enseñanza budista, cuando el espermatozoide se une al óvulo y hay
disponible una conciencia de renacimiento, surge una nueva vida. El último
pensamiento de la existencia anterior provoca el primer pensamiento de la
existencia actual. Espermatozoide, óvulo y conciencia de renacimiento (todo ello
condicionado por la ley de causa y efecto del karma) conforman los cinco
agregados, que son:
Materia.
Sensaciones.
Percepciones.
Actividades mentales.
Conciencia.
4. Formaciones mentales: El agregado de las actividades o formaciones
mentales contiene todos los factores mentales, y la volición juega un papel
capital, pues según la misma se dirija, surgirán actividades mentales visuales,
táctiles, auditivas, de sabor, de olor o mentales. O sea, surgen las distintas clases
de actividades mentales según los respectivos objetos: formas visibles, sonidos,
olores, sabores, impresiones táctiles y objetos de la mente.
Cada momento cuenta para el que sigue la vía hacia el Nirvana. El Nirvana
es la meta, pero cada paso es esencialmente importante. El Nirvana no es algo
que ganar o conseguir fuera de uno, sino en uno mismo. La vida adquiere un
significado especial cuando se sigue la senda de la sabiduría. Esta senda se
enmarca entre la compasión y la inteligencia clara, el amor y la lucidez, la
benevolencia y la comprensión profunda. Es la Senda del Medio, porque
desconfía de los extremos, que siempre resultan trampas. Es la senda del
equilibrio, porque descarta todo extremismo y apela a la inteligencia primordial
del ser humano, libre de dogmatismos o ideas preconcebidas. Se le concede una
importancia absoluta al desarrollo, cultivo y purificación del órgano mental,
porque en la mente reside la energía de iluminación asociada al Nirvana. Por ello
hay que sondear, conocer y ordenar la mente. La observancia de una genuina
ética también colabora en el aquietamiento mental y favorece la meditación.
»¿Y por qué he revelado estas verdades? Porque, ciertamente, son útiles,
esenciales para la vida pura, conducen al hastío, desapasionamiento, cesación,
tranquilidad, comprensión total, iluminación, Nirvana».
Porque hay sufrimiento hay placer y porque hay placer hay sufrimiento. No
es que Buda no viera el placer, pues él mismo estuvo enredado en el mismo
durante todos los años de su adolescencia y juventud, pero porque hay placer hay
dolor. Sólo aquel que logra situar su mente en el estado supremo de la
ecuanimidad, contempla y vive el placer y el dolor de otro modo o, como
declaran los budistas zen, se instala en la afirmación más allá de la afirmación-
negación comunes. Para la persona que no ha desarrollado visión clara y
ecuanimidad, el hecho mismo de que no haya placer ya implica alguna forma de
dolor, aunque sea el propio del tedio vital. El sentimiento de soledad o
desvalimiento es una forma de sufrimiento, como lo es la frustración y el
resentimiento que brotan cuando no se alcanza lo anhelado, cuando el ego es
herido, cuando hay que separarse de seres queridos o cuando uno tiene que
soportar a personas aviesas. Pero el sufrimiento hay que entenderlo siempre en
sus dos categorías: el provocado por las vicisitudes de la existencia y el generado
por una mente reactiva y que tiende a acumular sufrimiento sobre el sufrimiento,
malestar sobre el malestar. Incluso cuando no hay sufrimiento real, la mente se
encarga de generar sufrimiento imaginario, que de hecho se vuelve tan real para
la persona como el sufrimiento real mismo. Hasta en los sueños, las fantasías, los
recuerdos y las ensoñaciones emerge implacable el sufrimiento. Por falta de
equilibrio mental y ecuanimidad el sufrimiento se hace mucho mayor, se
desproporciona y perpetúa. La propia persecución de placer se convierte en un
tipo de sutil sufrimiento, que puede llevar al desgarramiento extremo si el placer
no se obtiene. Incluso cuando los logros se obtienen, éstos pueden perderse tan
pronto que apenas se disfrutan o, por el contrario, pueden hastiar al individuo y
entonces éste tiene que proponerse otros logros. El sufrimiento deriva en mayor
grado porque en la mente hay “sed”, es decir un anhelo compulsivo que es como
un hueco profundo de insatisfacción difícil de llenar. El sufrimiento fluctúa, del
mismo modo que lo hace la felicidad. En verdad que no hay otra felicidad que la
paz interior. Placer y dolor son contingentes; dicha y desdicha se alternan. El
sufrimiento, como el placer, se adorna con infinidad de rostros aparentemente
distintos. La vida se encarga de desbaratarlo todo. ¿Dónde está entonces el
terreno seguro? En uno mismo; en la propia actitud de desprendimiento. A un
incrédulo brahmán, Buda le explicó: «Conozco lo que debe conocerse, lo que
debe cultivarse lo he cultivado, lo que debe abandonarse lo dejo ir, por eso, oh
brahmán, soy Buda, el Despierto».
Cierto día Buda fue muy consciente de su sufrimiento cuando todavía era
un príncipe heredero. Tomó conciencia de su enfermedad, del sufrimiento, y
comenzó a indagar en sus causas y en la manera de emerger del dolor. En suma,
tras reconocer el sufrimiento, quiso sanar y buscó los medicamentos para ello.
Descubrió que el sufrimiento tiene una causa, como toda enfermedad también la
tiene. Si Buda insistía tanto en el sufrimiento no era más que para incitar a los
que le oían a que salieran del mismo y se curasen. Su compasión le hacía poner
el acento en la enfermedad para que los enfermos anhelasen sanar. No cargaba
las tintas, en absoluto, sino que exponía las cosas como son. Lo mismo, con su
sagacidad, podría haberse referido a la felicidad y el placer, pero el médico, antes
que nada, invita a curar la enfermedad. Por eso insistía en el sufrimiento, pero
siempre para que se siguiera la senda que pone término al mismo. Los que han
visto en el Buda una actitud pesimista es porque lo han considerado con una
frívola superficialidad. Si la espina hiere, hay que extraerla cuanto antes. De
nada sirve ocultarse a la realidad del sufrimiento, porque el sufrimiento sigue
conformando el núcleo de la existencia fenoménica. Si ha habido alguien en la
historia de la humanidad que no se ha resignado al sufrimiento ha sido Buda.
Insistía en el mismo para que los que le escuchaban tomaran conciencia y se
decidieran a abandonarlo. Se dirigía así a sus discípulos: «Monjes, la duración de
este samsara, de este ciclo de innumerables existencias, es incalculable. No hay
modo de saber el principio de los seres que, impedidos por la ignorancia y
trabados por el deseo, reanudan una y otra vez el ciclo de las existencias.
»¿Qué os parece, monjes? ¿Qué es más, las lágrimas que habéis llorado,
quejosos y gemebundos, rodando por tantísimo tiempo de existencia en
existencia, privados de lo que queríais, sujetos a lo que odiabais, o toda el agua
de los cuatro océanos? Innúmeras son las veces que habéis sufrido la muerte del
padre y de la madre, del hijo y de la hija, que habéis compartido las calamidades
de los parientes, que habéis perdido bienes y caudales, que habéis sufrido
dolores y enfermedades; y con todo esto habéis sin duda alguna llorado más
lágrimas que hay en los cuatro océanos.
Buda dijo:
Buda declaró:
Entendimiento recto.
Pensamiento recto.
Palabra recta.
Acción recta.
Esfuerzo recto.
Atención recta.
Concentración recta.
Buda sabía cuán necesaria es siempre la atención para recordar que hay
que fomentar una mente sana que dé por resultado palabras y actos provechosos
y no malevolentes. Una y otra vez se dirigía a sus discípulos para aconsejarles:
«Vigilad, estad atentos, sed disciplinados, reunid vuestros pensamientos, cuidad
vuestra mente».
Virtud: palabra recta, acción recta y medios de vida
rectos
Los budistas siempre han tenido presente que muchas personas y
demasiado a menudo utilizan su lengua como un estilete para herirse las unas a
las otras. ¡Cuánto daño puede hacer la palabra incorrecta! Puede incluso arruinar
una vida, conducir a una persona al suicidio, sembrar la discordia irreparable,
malograr su reputación. La palabra es muy peligrosa. La incontinencia verbal es
muy perjudicial. Pocas son las personas que saben contener la palabra y decir lo
oportuno, y decirlo con lucidez y conciencia. Si en algo es mecánico e
irresponsable el ser humano es en el hablar. Buda siempre decía que si no hay
nada importante que decir, más vale guardar el noble silencio o no decir nada si
no puedes mejorar lo ya dicho o complementarlo. La persona sabia lo refleja
siempre en su modo de expresarse... o guardar silencio. A menudo se pone la
palabra al servicio de la crítica innoble, la infamia, la difamación, la censura
gratuita, la discordia, la cizaña. La mayoría de las veces es por mecanicidad e
ignorancia y no por perversidad lúcida. Las palabras también están
condicionadas por la turbiedad, la imprecisión, la falsedad, la confusión y el
desorden. Las palabras también pueden ser dañinas, mordaces, denigrantes y
humillantes. Pueden resultar ofensivas, groseras, insustanciales y necias. Se
pueden utilizar para calumniar, crear rencores, herir y dividir. Con las palabras se
ultraja, se manipula, se disfraza la verdad, se adulteran los hechos, se abusa de la
ingenuidad ajena. La palabra puede ser sardónica, sarcástica, venenosa. Puede
crear todo tipo de confusión, conducir a los unos contra los otros, arrastrar a
disputas y guerras, sembrar ira y malevolencia. Es un arma peligrosísima. Por
eso Buda insistía en la observancia de la palabra recta, que comporta:
Abstenerse de mentir.
Abtenerse de chismorrear.
Evitar la mentira incluye la exageración o falseamiento de los hechos,
aceptar lo que uno no sabe y reconocerlo, no recurrir a embustes ni adulterar
intencionadamente los acontecimiento al relatarlos.
«-Dime, Sona, ¿suenan bien las cuerdas de tu laúd cuando las tensas
demasiado?
La determinación debe ser muy firme, pero el esfuerzo debe ser adecuado.
Hay un pasaje que puede hacer creer que el esfuerzo debe ser denodado. Leemos
en el Majjhima Nikaya:
El esfuerzo por alejar estriba en apartar de la mente con gran energía los
estados o pensamientos negativos que pudieran brotar en la misma, evitando que
persistan la malevolencia, la codicia, el odio u otros. El practicante, sin
concesiones, los aleja de su mente.
Pureza.
Firmeza.
Conciencia.
Aplicación inteligente.
Por esta razón de gran peso, la meditación vipassana toma como objetos
para el cultivo armónico y metódico de la atención alguno o todos los agregados
que configuran al ser humano. Dependiendo de los maestros y sus métodos de
meditación vipassana, se pone más el énfasis en la observación de uno u otro
agregado, o de varios o de todos. Aunque la meditación vipassana es una como
tal, los métodos son numerosos, si bien todos ellos consisten en la contemplación
muy atenta y ecuánime, evitando reacciones, interpretaciones o juicios.
El cuerpo.
Las sensaciones.
La mente.
«Éste, monjes, es el único camino para purificar a los seres, para superar la
pena y el lamento, para eliminar el dolor y la aflicción, para obrar con acierto,
para realizar el nibbana, a saber, los cuatro fundamentos de la atención. ¿Cuáles
cuatro?
Pero la mente está tan dispersa y es tan víctima de su propio charloteo, que
difícilmente puede estar alerta. Los pensamientos arrastran a la mente y mitigan
la atención y la autovigilancia. La atención es como un músculo fláccido y que
es necesario robustecer con el apropiado entrenamiento. La mente ordinaria
siempre está extraviada en memorias, ensoñaciones, fantasías, proyectos y
pensamientos descontrolados. Su capacidad de concentración es muy pobre. Sus
energías se diseminan; la conciencia se fragmenta y pierde penetratividad,
estrellándose en la superficie de las engañosas apariencias. Una mente en tales
condiciones está atrapada en la tela de araña de la ilusión que confunde y
esclaviza. Pero del mismo modo que toda fuerza canalizada (sea agua, luz, calor)
gana en poder, así la mente concentrada adquiere intensidad y se torna más
sagaz, equilibrada, estable y capaz de renovarse. Hasta que uno se ejercita lo
suficiente en la unificación de la mente, ésta tiende a burlar una y otra vez la
vigilancia de la persona. La mente -como dice el antiguo símil yogui-es como un
mono loco y ebrio que no puede detenerse. Sólo mediante el ejercitamiento se va
aquietando y concentrando la mente.
· Una percepción.
· Un análisis.
- La luz y el espacio.
Y agregó:
«Monjes, aquél que habla rectamente debe decir que la atención sobre la
inspiración y la espiración es el modo de vida noble, el modo de vida sublime, el
modo de vida del Tathagata».
«Cuando efectúa una larga inspiración sabe que está efectuando una larga
inspiración; al hacer una larga espiración sabe que está haciendo una larga
espiración; al realizar una corta inspiración sabe que está haciendo una corta
inspiración; al realizar una corta exhalación, sabe que está realizando una corta
exhalación. “Consciente de todo el cuerpo, quiero inspirar”, así se ejercita;
“consciente de todo el cuerpo, quiero espirar”, así se ejercita. “Para tranquilizar
el cuerpo, quiero inspirar”, así se ejercita; “para tranquilizar el cuerpo, quiero
espirar”, así se ejercita».
Numerosos son los soportes u objetos para la meditación de los que puede
servirse el meditador vipassana, pero dado que lo más cercano al ser humano
son sus propios elementos constitutivos, obviamente serán los más apropiados
para utilizarlos, lo que no quiere decir que no se puedan contemplar también
fenómenos externos a nosotros. La guía más lúcida que jamás haya habido de
meditación vipassana ha sido la expuesta, con lucidez insuperable, en el
Satipatthana Sutta, o “Sermón de los Fundamentos de la Atención”, texto
valiosísimo al que ya hemos hecho referencia y que siempre es aconsejable leer
y releer. Satipatthana Sutta puede traducirse como la Elevación o
Establecimiento de la Atención o, como más comúnmente se ha hecho, como los
Fundamentos de la Atención. En este sermón el Buda expone el que él considera
el camino directo hacia la purificación de la mente y proporciona útiles
prescripciones, claves, admoniciones y métodos. Facilita indicaciones precisas
para ir desarrollando la atención liberadora. “Sati” es memoria, recuerdo,
atención, conciencia; “patha" es presencia, terreno, establecimiento o
fundamento. Este Sermón da todas las indicaciones para elevar y mantener la
atención. Los objetos que se prescriben para sostener la atención son los propios
agregados psicofísicos, o sea, el complejo materia-mente. Este Sermón aparece
tanto en el Majjhima Nikaya como en el Digha Nikaya. Invita al trabajo con la
atención pura y directa, es decir, diligente y libre de reacciones. Esa preciosa
función de la mente que es la atención debe ejercitarse, durante la meditación
vipassana, en captar, tomar conciencia, anotar de momento en momento. No se
aprueba ni se desaprueba, ni se acepta ni se rechaza, ni se está a favor ni en
contra. La práctica no es fácil. El meditador, pacientemente, debe volver la
mente una y otra vez al objeto de la meditación. Es necesario un entrenamiento
metódico. La atención, bien establecida, anota cómo surgen y se desvanecen los
fenómenos.
La contemplación de la mente.
1. La contemplación del cuerpo: (Kayanupassana)
a) Atención a la respiración: El Texto señala: «monjes, he aquí que un
monje se dirige al bosque, al pie de un árbol o en un lugar despejado, se sienta
con las piernas cruzadas, con el cuerpo recto, sitúa la atención ante sí mismo e
inspira y espira atentamente».
d) Atención a los cuatro elementos del cuerpo: El Texto declara: «de igual
manera, monjes, el monje examina los elementos que constituyen su cuerpo:
tierra, agua, fuego y aire. Así como un hábil carnicero o aprendiz de carnicero,
después de haber matado a una vaca, la vende en trozos yendo a sentarse en una
encrucijada, así, monjes, el monje examina el cuerpo de acuerdo a sus
elementos: “hay en el cuerpo el elemento tierra, el elemento agua, el elemento
fuego y el elemento aire”».
El Texto declara:
«He aquí, monjes, que el monje se dice: “he aquí la materia, así surge la
materia y así se desvanece la materia; así es la sensación, así surge la sensación y
así desaparece la sensación; así es la percepción, así surge la percepción y así
desaparece la percepción; así son las formas mentales, así surgen las formas
mentales y así desaparecen las formas mentales; así es la conciencia, así surge la
conciencia y así desaparece la conciencia”. Ciertamente, monjes, así es como el
monje practica la contemplación de los fenómenos de los cinco agregados del
apego».
«Así como en medio de los montes hay un lago puro, brillante, cristalino, y
allí un hombre de buena vista, de pie en la orilla, ve conchas y caracolas, arena y
piedras, y cardúmenes de peces en movimiento o detenidos; y él piensa: “este
lago, puro, brillante, cristalino: en él hay conchas y caracolas, arenas y piedras, y
cardúmenes de peces están en movimiento o están detenidos”, de la misma
manera el monje, teniendo su mente así concentrada, pura, limpia, sin mancha,
libre de impurezas, maleable, lista para el trabajo, estabilizada, inmóvil, aplica su
mente y la dirige hacia el conocimiento de la destrucción de las impurezas. El
conoce de acuerdo con la verdad: éste es el sufrimiento; él conoce de acuerdo
con la verdad: éste es el cese del sufrimiento; él conoce de acuerdo con la
verdad: éstas son las impurezas; él conoce de acuerdo con la verdad: éste es el
camino que conduce a la cesación de las impurezas. La mente de aquél que
conoce así, que ve así, se libera de la impureza del deseo, se libera en su mente
de la impureza de la existencia, su mente se libera de la impureza de la
ignorancia. Y en él, así liberado, se produce el conocimiento: es la liberación. Él
conoce: el renacer ha sido destruido, la vida religiosa ha sido realizada, se ha
hecho lo que se debía hacer, nada queda después de la actual existencia».
Cada estado mental origina una clase también de kalapas y crea un tipo
particular de flujo. Veamos sucintamente cómo se origina un círculo de
retroalimentación. La negatividad mental crea un flujo de dicha negatividad que
a su vez retroalimenta el estado negativo y así sucesivamente. La ira, por
ejemplo, provoca un flujo de ira, que a su vez origina un estado mental de ira,
que a su vez provoca un flujo de ira, etcétera. Sólo si somos capaces de quebrar
el círculo, ponemos término a una incesante reactividad que, de otro modo,
proseguirá ad infinitum. Los grandes aliados para poder liberarse de tan alienante
circuito son la atención y la ecuanimidad. Sólo así se detiene la mutua
estimulación mente-cuerpo y cuerpo-mente. Para comprender todo esto a nivel
vivencial es necesaria la práctica, pues sólo con una intensísima atención puede
captarse la sensación más sutil y todo el proceso de retroalimentación explicado,
pues consideraremos que, por lo general, todo ello está procesando por debajo
del umbral de la conciencia. Si se practica intensamente es para ir debilitando el
hábito de reacción y cambiar el comportamiento mental. Si estos hábitos y
comportamientos generan tanto desorden e infelicidad, al cambiarlos
propiciaremos claridad y dicha.
Y también:
»Hay que entender bien que todos y cada uno de nuestros actos -sean de
pensamiento, palabra u obra-dejan un rastro que es una fuerza operante llamada
samkhara (o kamma en terminología más corriente), que redunda en beneficio o
desventaja ulterior del individuo, según el acto original fuese bueno o malo. Por
consiguiente cada uno de nosotros lleva consigo una acumulación de samkharas
que constituye la fuerza motriz de la vida o existencia; vida que,
inevitablemente, va acompañada de sufrimiento y seguida de muerte. El buen
entendimiento de impermanencia, sufrimiento y ausencia de yo -es decir, su
comprensión vivencial-es una fuerza que elimina los samkharas que uno ha ido
acumulando. Se trata de un proceso gradual que empieza con la buena
comprensión de anicca, comprensión que, al desarrollarse, lleva a la descarga o
eliminación de las acumulaciones de samkharas. Claro que al mismo tiempo
seguimos acumulando nuevos sankharas con los actos que seguimos
cometiendo, de modo que ambos procesos se desarrollan simultáneamente,
aunque con signo opuesto, a cada momento de cada día. Es un constante quita y
pon que puede costarle a uno toda una vida, o aún más, para descargarse de todo
samkhara acumulado. Pero el que lo consigue pone fin al sufrimiento, puesto
que, al agotarse el sankhara, cesa todo impulso capaz de sostener cualquier
forma de vida.
»El cuerpo humano no es, como nos lo parece habitualmente, una entidad
sólida y estable, sino un continuo devenir de sucesos materiales (rupa) y
mentales (ñama)».
S. N. Goenka
Erguido el tronco y con los brazos a lo largo del cuerpo, sueltos con
naturalidad (también se pueden poner detrás y coger una mano con la otra), se
toma conciencia del cuerpo detenido y de la respiración. Cuando se va a
comenzar a caminar, se toma conciencia de la intención de hacerlo, y a
continuación se toma conciencia de cada uno de los tres movimientos de cada
pie: levantando, desplazando y bajando o contacto. Se camina lentamente y no se
despega nunca la punta del pie del suelo. La mente siente: levantando,
desplazando, contacto o posando. Cuando se llega al final de la vereda, se toma
conciencia de la intención de parar y de pararse; de la intención de girarse y del
giro, de la intención de empezar de nuevo a caminar y del caminar: levantando,
desplazando, contacto. Si uno se para, se toma conciencia de la intención y de
pararse. Si uno va a comenzar a caminar, se toma conciencia de la intención y
del caminar: levantando, desplazando y contacto.
»Si observas las reacciones de la gente que hay en este mundo, casi
siempre verás que están apegándose a las cosas o rechazándolas. ¿Alguna vez
has visto en este mundo alguna persona que, por un lado, no se apegue a las
cosas y por otro no las rechace? Si tal persona que no se aferra ni rechaza está en
este mundo, será un buen yogui o será un hombre liberado. Si te aferras a ciertos
objetos por un lado y, por otro, tienes aversión a otros objetos, no serás capaz de
observar y percibir la verdadera naturaleza de los objetos. Del mismo modo que
al funámbulo no debe concernirle lo que está por delante ni lo que está por
detrás, el yogui no debe preocuparse de lo que va a ocurrir en el futuro ni de lo
que le ha sucedido en el pasado. Si intentas aferrarte al pasado pierdes la
atención. Si intentas construir para el futuro pierdes la atención. Cuando estás
meditando a veces pueden surgir pensamientos referentes al futuro, pero hay que
limitarse a verlos surgir y desvanecerse. También en el yogui pueden surgir
pensamientos referentes al pasado, vienen y se desvanecen, pero él no se
identifica, no se aferra, no se deja colorear. Sin apegarse ni rechazar los objetos
mentales, el yogui procede sin prisa, atentamente, a lo largo de su proceso
meditativo, del mismo modo que procede tranquila y atentamente el funámbulo a
lo largo del cable y tal es el grado de atención que necesita tener. El yogui
también debe tener cuidado de no conducir su meditación con demasiado
entusiasmo; de ese modo no observará lo que debe observar y no será capaz de
desarrollar las necesarias cualidades en la meditación si existe un excesivo
entusiasmo acerca de ello. Voy a dar otro ejemplo; no se puede conseguir una
interpretación adecuada de un violín si sus cuerdas están demasiado tensas o
demasiado flojas. El yogui o monje meditador debe evitar estos extremos. Debe
estar atento sobre todo lo que efectúa desde que se levanta hasta que se acuesta.
Debe estar atento al levantarse, atento al acostarse, atento a sus necesidades,
atento a la comida, atento, en suma, a las distintas ocupaciones diarias.
Un ser liberado tiene que mantener su cuerpo y mente del mismo modo que
otra persona. Pero el ser liberado ha logrado no crear ninguna reacción mental
que pueda resultar en un próximo nacimiento, pues él ha conseguido no
aferrarse, no apegarse, no depender de nada, es decir, ha trascendido el deseo.
Hay una diferencia entre los cinco agregados y estos mismos cinco agregados
cuando funcionan motivados por la avidez. Los cinco agregados por sí solos no
funcionan motivados por el deseo, pero en la persona que no tiene logros en una
de las cuatro fases del Sendero, sus agregados funcionan impulsados por la
avidez. Debemos mantener el cuerpo físico, naturalmente, pero cuidarlo y
alimentarlo sin apego, con el solo propósito de mantenerlo. Quien así actúa no es
un impedimento ni una obstrucción, ni para sí mismo ni para los demás. Todo
deseo que pueda ser eliminado es un medio que nos aboca a la liberación. En el
ser liberado no existe el cultivo del deseo..
11. EL METODO DE SUMLUM
SAYADAW
Sumlum Sayadaw nació en Birmania en 1878 y su nombre era U Kyaw
Din. Comenzó su práctica de la meditación con la atención a la sensación táctil
de la respiración. Fue un gran maestro de meditación budista vipassana y
preparó a otros destacados maestros. Murió en 1952. Hay varios centros que
imparten su enseñanza en Birmania. Así como U Ba Khin pone básicamente el
acento en anicca o impermanencia, Sumlum lo pone antes que nada en el
sufrimiento, y exigía de sus discípulos un considerable esfuerzo y mucho coraje
para enfrentar los dolores. Destaca de su método la utilización de una respiración
efectuada muy vigorosamente para la concentración y el enfrentamiento al
desnudo y ecuánime con el sufrimiento, o sea, el enfrentamiento directo y sin
ideaciones ni resistencias intelectivas con las sensaciones desagradables. Al
tener que poner buena parte de energía y esfuerzo en una respiración vigorosa, el
practicante no se distrae con otros aspectos ni le queda ocasión para retirarse al
ámbito de sus recuerdos o ensoñaciones. Para Sumlum era muy importante
lograr una óptima concentración mental, para poder aplicar ésta a la visión clara
y penetrante de todos los procesos psicofísicos. Sólo cuando la mente ha
refrenado los impedimentos puede aplicarse con eficacia a la visión cabal.
Señalaba este gran maestro que para lograr la unidireccíonalidad de la mente es
posible seleccionar cualquier objeto externo (como los kasinas) o cualquier
proceso de la propia organización psicosomática. Valoraba la práctica de la
concentración y la aconsejaba para aquéllos que tenían una notable inclinación a
la misma, pero dejaba siempre muy claro que una vía es la de la concentración y
otra la de la visión cabal, y que cada una proporciona sus respectivos frutos.
Señalaba que la atención a la respiración es útil para todos los individuos, pero
hacía referencia a cuatro métodos de atención a la respiración: a) contar
inhalaciones y exhalaciones; b) contemplar si la respiración es larga o corta; c)
contemplación de la inhalación y la exhalación asociándolas a visualizaciones o
ideas, y d) la captación de la sensación táctil sin ningún tipo de ideaciones. Para
Sumlum sólo el último método de atención a la respiración de los reseñados era
el apropiado para la práctica de vipassana. Le daba una gran importancia al
desarrollo de la capacidad de sentir la sensación sin incurrir en ningún tipo de
ideaciones, análisis ni interpretaciones, pero sabía que para conseguirlo es
necesaria una asidua y esforzada práctica. Explicaba: «La conciencia de los
fenómenos tiende a retrasarse respecto del acontecer de éstos. Así pues, en vez
de poder ver estos procesos tal y como son y ocurren, existe una fuerte tendencia
a caer una y otra vez en una contemplación del pasado, siendo entonces los
procesos reconstruidos por la mente de forma racional. Para lograr mantener el
ritmo de los procesos naturales, el yogui solamente necesita estar atento. Tal
estado no es difícil de lograr. El requisito esencial es la conciencia de la
sensación; estar consciente y atento al tacto, a la sensación y a los fenómenos
mentales. Observar, guardar y vigilar esta conciencia de la sensación mediante la
atención pura. Cuando la conciencia de la sensación es vigilada con atención
pura, los pensamientos son evitados y no pueden entrometerse. No se brinda
ninguna oportunidad para la formación de los conceptos, imágenes ni ideas.
Mediante esta técnica se contemplan los procesos directamente, en el mismo
momento en que ocurren, tal y como son y sin la distorsión del pensamiento.
Éste es el verdadero vipassana».
Hay que estar muy firme. No hay que ceder ni hacer concesiones. La
meditación es bregar durísimamente con la sensación. No se busca un estado de
paz ni relajación ni bienestar. El meditador vipassana siente y siente sin
ideaciones ni reacciones. Va penetrando la sensación. El meditador no debe
nombrar ni describir la sensación. Se limita a sentirla con una conciencia plena y
directa. Las siguientes palabras de Sumlum son muy importantes: «Cuando en su
mente haya penetrado la sensación, el meditador ya no sentirá más la forma de
su pie, de su brazo o de su cuerpo; ya no sentirá más el "yo" que sufre. Estas
nociones conceptuales serán reemplazadas por una conciencia simple y clara de
sensación desnuda. Y, además, al eliminarse la idea del "yo” que sufre, el
meditador no sentirá ninguna incomodidad ante una sensación desagradable. La
sensación que hasta entonces era sentida como dolorosa, será sentida ahora por
el meditador como una sensación intensa e impersonal.
Clara percepción.
Inquebrantable ecuanimidad.
Hay algunos soportes para la meditación que sirven tanto para desarrollar
la absorción mental como la visión cabal. Éste es el caso de la atención a la
respiración, que según sea el enfoque mental utilizado puede conducir a la
abstracción o a la visión clara. Algunos maestros sólo se sirven de la atención a
la respiración para desarrollar la visión cabal, si bien al permanecer muy atento a
la respiración -siguiendo su surgimiento y desvanecimiento-el meditador
también capta las sensaciones y los objetos mentales, pero utiliza siempre la
respiración como ejercicio básico y primordial. Si la respiración se utiliza como
soporte para el desenvolvimiento de la visión cabal, no hay que abstraerse en el
contacto que produce, sino seguir con mucha atención el surgimiento y
desvanecimiento o cese de cada inhalación y de cada exhalación para ir
consiguiendo así una experiencia vivencial del surgir y desaparecer de los
fenómenos condicionados. La respiración se utiliza como soporte principal, pero
el meditador anota arreactivamente cualquier otro fenómeno que surja
(sensación, pensamiento, intención, etcétera), para retrotraer siempre la mente a
la respiración. Buddhadasa es uno de los grandes maestros budistas de Tailandia
y persona de entrañable carácter y notoria paciencia. Ha mostrado (y ha escrito
una obra al respecto) cómo la contemplación de la respiración puede conducir no
sólo a la absorción mental, sino a la experiencia liberadora. Es muy ecléctico y
enseña varios métodos. Es como un amigo espiritual. Señala que la
concentración profunda es un obstáculo para la práctica de la visión cabal. Se
requiere, empero, un grado mínimo de concentración. Pero para este monje
tailandés la observancia ética es fundamental. La genuina moralidad ofrece una
pureza de carácter y de mente esenciales para el buen desarrollo de la
meditación.
La mayoría de los maestros disponen de sistemas organizados de
meditación vipassana. Los tienen perfectamente estructurados, de acuerdo a lo
que ellos han considerado que es lo mejor y más útil para sus discípulos. Incluso
para facilitar la concentración de acceso, cada maestro puede proponer un
soporte para la meditación. Hay maestros que proponen la sensación táctil de la
respiración; otros, la contemplación de los movimientos abdominales; otros una
sensación percibida más intensamente moviendo una parte del cuerpo (Achaan
Dhammadaro utiliza el movimiento de una mano); otros la recitación de una
palabra como “Buddho” (tal es el caso, por ejemplo, de Achaan Maha Boowa);
otros registrar la respiración tomando conciencia de “dentro” o “fuera” según la
inhalación o la exhalación. Recuperada la concentración de acceso, el practicante
comienza la meditación vipassana propiamente dicha, o sea la contemplación de
los procesos en su surgir y desvanecerse inexorables.
Cualquiera que sea el método elegido (porque hay otros además de los
sucintamente reseñados), éste pretende en última instancia ver cabal e
intuitivamente la naturaleza real de todos los fenómenos condicionados. ¿Por
qué? Porque cuando se ve, automáticamente se desarrolla la sabiduría y caen los
autoengaños, liberándose la mente de ofuscación, deseo y odio, y accediendo a
la experiencia nirvánica. En la medida en que el proceso de purificación se va
cumpliendo, se desarrolla el conocimiento justo o comprensión clara. Surgen la
comprensión clara de la Meta (es decir lo que se ajusta al verdadero Dhamma y
nos aproxima a la Meta), la comprensión clara de la conveniencia (es decir de
los medios favorables para seguir hacia la Meta), la comprensión clara del
dominio de la meditación (no hay mejor amigo ni aliado que el Satipatthana) y
la comprensión clara de la REALIDAD.
Buda explicó:
Se puede meditar sobre una silla o en el suelo. Hay que tratar estar erguido
y mantener estable la posición. Se pueden utilizar los cojines que se crea
oportuno. Es muy conveniente tratar de ir manteniendo inmóvil la postura tanto
tiempo como se pueda y si se puede, durante toda la sesión meditativa. En la
meditación vipassana, la inmovilidad corporal es de suma importancia.
Naturalmente se puede uno mover cuando el dolor es intolerable y además hay
que evitar dañar las articulaciones. Cuando uno deba moverse, lo hará con
mucha lentitud y plena conciencia.
Hay que encarar un intensivo como un penoso pero provechoso retiro que
uno va a emprender para reeducar su mente y potenciar su inteligencia
primordial. Es como una especie de operación quirúrgica de la psiquis y después
de un curso a menudo se da una no fácil convalecencia, ya que la meditación
intensa puede movilizar muchos contenidos del subconsciente y luego habrá que
irlos reintegrando con el tiempo. Quiero decir con ello que se brega mucho en un
curso intensivo, pero que también luego sigue la labor no fácil de reintegración,
asimilación y reorganización psicológica.
Hay que asumir libremente y sin crear conflicto las normas que impone un
maestro en un curso y no sentirlas provocativas ni coercitivas. Tienen por objeto
evitar la dispersión de la mente y poder centrarla así más en el ejercicio
meditacional. Si uno no puede dejar de sentirlas como coactivas y va a generar
aversión contra éllas, es mejor abstenerse del curso.
En la vida cotidiana.
Y el maestro concluye:
Walpola Rahula
Ananda Maitreya
Se trata de uno de los más grandes eruditos y maestros budistas de Sri
Lanka, monje y profundo investigador de los textos budistas. Mantuvimos una
entrevista de muchas horas, pero entresaco lo más esencial para complementar la
obra que nos ocupa. Le pregunté por el Nirvana y explicó: «Primero tenemos
que comprender lo que es este mundo, este Universo, lo que es la existencia que
experimentamos. Sabemos que existe el mundo y que dentro de él todo es
condicionada, todo está sujeto a cambio, muerte y decadencia. En el mundo nada
es estático; todo está cambiando momento a momento; todo fluye, es mudable.
Tal es la naturaleza del mundo. Por tanto no podemos comprender lo que es el
Nirvana con términos del mundo. Así no podremos entenderlo, porque es
totalmente opuesto a ese mundo que fluye y es condicionado. El Buda cuando se
refería al Nirvana se servía de términos negativos: ni es esto, ni es aquello. No es
semejante a nada que se halle en el mundo, porque todo lo que está en el mundo
es condicionado y en cambio el Nirvana es incondicionado. Todo lo que existe
en el mundo es cambiante, pero el Nirvana no es cambiante. El Nirvana es un
estado no sujeto a ningún cambio, pero no es nada. Si tomamos cualquier cosa
del mundo como permanente o feliz, entonces no es posible comprender lo que
es el Nirvana. Ello quiere decir que no hemos penetrado ni entendido cómo es el
mundo. Si lo hacemos perfectamente, entonces sentimos que hay algo
completamente opuesto a él, pero eso no quiere decir que sea nada. De hecho es
la realidad existente pero nó de la manera que el mundo existe. De ahí que
tengamos que servimos de términos negativos ya que con los términos del
mundo no podemos comprenderlo ni definirlo. No podemos utilizar un término
positivo para expresar Nirvana. Los términos positivos se utilizan para expresar
cosas que están en el mundo, experiencias provenientes del mundo y todas estas
cosas y experiencias son condicionadas. Por ello, no podemos entender lo que es
el Nirvana con la utilización de términos positivos. Pero si desarrollamos
vipassana, nuestra visión penetrativa (o sea la meditación de observación clara
de nosotros mismos, tanto de nuestro cuerpo como de nuestra mente, y que
tenemos que verlos, examinarlos y experimentarlos) y lo hacemos
continuamente, entonces finalmente comprendemos lo que son nuestro cuerpo y
nuestra mente. Y cuando lo hemos comprendido entera y perfectamente, cuando
entendemos qué son este cuerpo y esta mente, entonces vemos que nada hay en
ellos que pueda tomarse como algo esencial, sino que todo son fenómenos
cambiantes y apariencias. Hay que comprenderlo no mediante conocimientos
prestados de los libros, sino a través de la propia experiencia, de la propia
realización. Así comprendemos lo que realmente somos y lo que es el mundo, y
entonces el ojo de nuestra mente se abre lo suficiente para ver lo que es el
Nirvana. Hasta que ese momento llega, no podemos ver ni un rastro de Nirvana.
No es posible conocerlo mediante el conocimiento intelectual, sino sólo a través
de la experiencia, que nos permite desarrollar el ojo de la mente que puede ver
directamente el Nirvana, y entonces percibimos que es algo existente,
inexpresable en palabras, más allá de los conceptos. Eso no significa que sea
nada; es algo real, lo único real. La realidad es el Nirvana. Este mundo en
comparación con el Nirvana es una fiesta pasajera, en donde todo cambia; una
fiesta cambiante. El Nirvana, por tanto, es la única realidad. Lo que llamamos
mente es un río, un río de pensamientos, pero cuando se desarrolla lo suficiente
el mismo río puede penetrar el Nirvana».
Kassapa Thera
Le pregunto sobre qué soportes creé más apropiados para la práctica, tras
hacerle referencia de los múltiples ejercicios que aparecen en el Sermón de la
Atención. Especifica:
Piyadassi Thera
“En la meditación hay dos aspectos: Primero hay que conseguir una mente
calmada y concentrada. Toda la meditación samatha -como la concentración en
la respiración o en el kasina- nos ayuda a unificar la mente, que está muy
dispersa, yendo de aquí para allá. Hay que purificarla y lograr su
unidireccionalidad. Tan sólo cuando la mente está serena puede ver las cosas tal
y como son y no sólo su apariencia. Tenemos necesidad, pues, de una meditación
tranquilizadora, como por ejemplo, la atención a la respiración, que calma
nuestra mente. Luego, calmada la mente, hay que practicar la meditación
vipassana o de desarrollo de la visión penetrante, que es penetrar las tres
características de la vida: a) todas las cosas son fenómenos pasajeros e
impermanentes, y por tanto no son felices, porque hay placer y felicidad, pero
son relativos, ya que las cosas están cambiando y resultan insatisfactorias; b)
sufrimiento, desasosiego, dolor e insatisfactoriedad, porque las cosas son
impermanentes, son insatisfactorias, generan conflicto; c) y la tercera
característica es que no hay ningún ego o entidad permanente, todo es
impersonal, nada es indestructible. Hay un flujo mental y otro físico
conjuntamente. Es un conflujo de mente y cuerpo. Fluyen conjuntamente y
dentro de ese flujo no se puede encontrar nada que sea permanente,
indestructible y duradero. Tales son las tres características que la intuición
(vipassana) nos ayuda a comprender. Tales son las tres características: la
naturaleza impermanente de las cosas, la naturaleza insatisfactoria de las cosas y
la naturaleza impersonal de las cosas. Y así podemos ver las cosas tal y como
son y no como parecen ser.
“Todas las cosas son condicionadas y todos los componentes de las cosas
son impermanentes. Están todas sujetas a la ley de causa y efecto y son todas
impermanentes y condicionadas. Lo único no condicionado es el Nirvana. Todas
las cosas condicionadas son cambiantes, están llenas de dolor y no hay un sí-
mismo permanente. Pero el Nirvana es lo no creado, lo no originado, no ha sido
producido, no es algo impermanente, está más allá del tiempo y tiene que ser
realizado. Cuando una persona alcanza el Nirvana, los cinco agregados siguen
estando ahí, pero con un absoluto desapego. Al morir el arahat, incluso
desaparecen los cinco agregados: el que vive habiendo realizado el Nirvana,
sigue haciéndolo con los cinco agregados, pero con el parinirvana se suspende
por completo el peregrinar en el samsara y entonces los agregados cesan y solo
queda el Nirvana. Representa la cesación de todo proceso de vida. El fluir
mental y físico cesan. El conflujo de mente y cuerpo sigue su curso en tanto lo
sigues alimentando, como el fuego continúa en tanto hay leña que arda. Pero
¿dónde va el fuego cuando no hay leña? Simplemente no surge más. Cuando
nada alimenta los cinco agregados, éstos se esfuman".
Nyanaponika Thera
Para empezar, sin embargo, hay que proceder con cierto orden para evitar
confusión, tomando, como queda dicho, la respiración como objeto primario de
la atención, tratando de no apartarse de ella hasta lograr un grado
suficientemente estable de concentración mental.
Esta toma de conciencia del organismo físico comprende dos de los cuatro
fundamentos de la atención: la contemplación del cuerpo y la contemplación de
las sensaciones. Pero recordemos que toda emoción, volición o pensamiento que
se presenta durante el ejercicio es a su vez objeto de observación igualmente
atenta. Estos fenómenos psíquicos, que al principio representan distracciones o
divagaciones durante el esfuerzo inicial de concentración, pasan luego a
integrarse como elementos de la más amplia aprehensión total que, con la
contemplación de los estados de ánimo y de los contenidos mentales, viene a
abarcar el entero ámbito psicofísico.
1997.