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los, musitando palabras por lo bajo mientras hacía

ademanes con su garfio. Tras reflexionar un largo rato


ante la expectante mirada de su tripulación de
malhechores, dijo casi para sí:
– No importa. Enterraremos aquí el tesoro de todas
formas.
Y, dirigiéndose a la tripulación añadió:
-¡Os ordeno enterrar aquí el tesoro y, después, perder la
isla!
-Pero mi capitán… si perdemos la isla, perderemos
también el tesoro -rechistó, tímidamente, el marinero.
El pirata Malapata volvió a quedar pensativo unos
instantes. Luego, dijo:
-Entonces os ordeno enterrar el tesoro, perder la isla y
volver a encontrarla.
-Pero mi capitán, si volvemos a encontrar la isla… ¡ya no
sería una isla perdida! -insistió el marinero.
El pirata Malapata resopló. Su cara se puso roja, morada y
después azul. La tripulación entera se estremeció.
-¡ENTONCES….! – Aulló Malapata. – ¡Os ordeno enterrar el
tesoro, perder la isla y perder el tesoro!
Y así es como, en medio del océano, hay una isla perdida
con un tesoro perdido… ¡que nunca nadie ha logrado
encontrar! Si alguna vez navegas por el Atlántico, presta
mucha atención al horizonte. ¡Tal vez logres encontrar la
isla perdida y desenterrar el tesoro pirata más magnífico
que se haya conocido jamás!

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