Está en la página 1de 68

¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

Un compendio de comentarios, relatos e


ideas prácticas para tu vida

Lex Cozta

1
A mi madre. Sobran las razones.

2
“Ustedes sí que lo saben todo, ¿no es cierto? Y cuando mueran, ¡la sabiduría
morirá con ustedes! Ahora bien, yo también sé algunas cosas…”
Job 12:1-3

3
CONTENIDO

Introducción

Capítulo 1. Dios actúa dejando las cosas como están

Capítulo 2. Y los milagros ¿qué?

Capítulo 3. ¿Quién es Dios?

Capítulo 4. El ateo “razonable”

Capítulo 5. Me gusta estar solo porque me caigo bien

Capítulo 6. “La montaña infinita, el manantial y las nueve dimensiones”, un


relato que te ayudará a cumplir con tu parte para alcanzar tus metas

Capítulo 7. De las adicciones y las malas amistades

Capítulo 8. Del odio y la muerte

4
INTRODUCCIÓN

“La existencia de Dios es más cierta que el más cierto de todos los teoremas de la
geometría.”
René Descartes

No pocas veces he tenido que escuchar personas asegurando disfrutar la lectura al


punto de sentir pasión por ella. No me corresponde contradecirlas, pero estoy
seguro de que muchas de ellas no se han enfrentado a una verdadera escritura y
que otras tantas mienten, convencidas de que lo importante es cuánto se lee y no
lo que se lee.
En el mundo, especialmente en el actual, abunda la comidilla, las habladurías, los
chismes… o la ciencia mediática sin filosofía1, y éstas terminan pasando de los
dispositivos electrónicos a libros donde se dice en doscientas páginas lo que
perfectamente se hubiera podido plasmar en dos; lo más probable, es que ese tipo
de escritura sea la que disfrutan dichos apasionados de la lectura, a quienes debo
expresarles que no siempre leer es recibir, consumir, adquirir, en los mejores casos,
leer es trabajar. (Zuleta, 1982) Los invito, respetuosamente, a leer la primera página
del prefacio de “Las palabras y las cosas” de Michael Foucault para que
comprueben mis afirmaciones.
Nadie en su sano juicio va al gimnasio en busca del mero dolor que le produce el
ejercicio físico, sino por los resultados que desea obtener. Esa misma lógica, me
hace abrigar la idea de que es masoquista quien asegure sentir placer por la lectura
en sí misma e imagino que esas personas deben leer maniáticamente cuanto
conjunto de letras se les pase por el frente; en las camisetas de los transeúntes, en
los anuncios publicitarios, en el directorio telefónico, en los ingredientes de la crema
dental, en los edictos del periódico, en los manuales de convivencia, etc. asunto que
debe ser muy desgastante. Afortunadamente, ese no es mi caso. Considero que la
lectura no tiene valor en sí misma como actividad, sino que la adquiere cuando
supone un resultado para el lector, pues, como en cualquier otro trabajo, la

1
En su libro denominado “Preguntas de la vida” Fernando Sabater manifiesta lo siguiente: “Volvamos otra
vez a intentar precisar la diferencia esencial entre ciencia y filosofía. Lo primero que salta a la vista no es lo
que las distingue sino lo que las asemeja: tanto la ciencia como la filosofía intentan contestar preguntas
suscitadas por la realidad. De hecho, en sus orígenes, ciencia y filosofía estuvieron unidas y sólo a lo largo de
los siglos la física, la química, la astronomía o la psicología se fueron independizando de su común matriz
filosófica. En la actualidad, las ciencias pretenden explicar cómo están hechas las cosas y cómo funcionan,
mientras que la filosofía se centra más bien en lo que significan para nosotros.”

5
motivación subyacente es el pago, la retribución al esfuerzo realizado, los resultados
de la labor y no la labor en sí misma.
Exactamente lo mismo ocurre con la escritura, es una tarea que demanda
muchísimo esfuerzo, sobre todo cuando de temas filosóficos se trata. Por ello, con
el respeto propio de un escritor debutante con sus lectores, les solicito que me lean
con la misma rigurosidad que les escribo, pues pensar este libro me ha tomado la
vida entera y aunque es muy probable que encuentren en él algunos errores, les
aseguro que no es poca cosa como obra literaria y herramienta de crecimiento
personal y que cada palabra aquí plasmada fue calculada para cumplir una función
específica, nada hay superfluo.
Sugiero que se aproximen a este texto como a una persona desconocida a la que
les interesa conocer; permitiéndole irse develando poco a poco a medida que se
pasa tiempo con él, leyendo y releyendo sus páginas, pues mi obra, aunque de
modesto autor, requiere de lectores que tengan carácter de vacas, que sean
capaces de rumiar, de estar tranquilos y escuchar, ya que cuando uno no oye nada,
puede tener la ilusión de que allí no se dice nada, entonces, hace falta un tiempo
para que me oigan. (Nietzsche en Zuleta. 1982)
Si leer es esforzarse, ¿por qué habrían de “trabajar” en este libro? Por lo mismo que
leo yo, no por pasión a la lectura en sí misma, pues no leo desenfrenadamente
cualquier cosa que se me pase por las narices, sino por la capacidad que tiene la
lectura verdadera de modificarnos desde adentro, de sacarnos de esta penosa
realidad que hemos creado y llevarnos a ese mundo filosófico del cual retornamos
diferentes o decidimos nunca retornar, esa es la recompensa, ese es el pago, ese
es el resultado que difícilmente obtendremos de cualquier otra actividad. En su obra
“El lobo estepario” Hermann Hesse expresa de manera exquisita lo referido en los
siguientes términos:
“Muchas veces ha estado usted muy cansado de la vida; usted se afanaba por
salir de aquí, ¿No es verdad? Anhelaba abandonar este tiempo, este mundo,
esta realidad, y entrar en otra realidad más adecuada a usted, en un mundo
sin tiempo. Hágalo usted, querido amigo, yo le invito a ello. Usted sabe muy
bien donde se oculta ese otro mundo, y que lo que usted busca es el mundo
de su propia alma. Únicamente dentro de su mismo interior vive aquella otra
realidad por la que usted suspira. Yo no puedo darle nada que no exista ya
dentro de usted. Yo no puedo presentarle ninguna otra galería de cuadros que
la de su alma. No puedo dar a usted nada: sólo la ocasión, el impulso, la clave.
Yo he de ayudar a hacer visible su propio mundo; esto es todo."
Tras lo dicho, me gustaría empezar por resaltar que resulta absolutamente
innegable que existe un universo infinito de preguntas que invaden al ser humano

6
acerca de sí mismo y de aquello que lo rodea, tema que siempre ha cautivado mi
atención, no solo por la sorprendente capacidad humana de auto cuestionarse,
también por la profundidad de dichos cuestionamientos. Por mi parte, he llegado a
la conclusión de que el universo se interpreta a través de nosotros (y todos los
demás seres) y que el conocimiento último de las cosas será nuestra mayor y
perpetua quimera, pues todo indica que hay un momento en el que nuestros
preciados sentidos resultan inútiles para interpretar una información que va más allá
de su capacidad y que, por tanto, no puede ser traducida en experiencias de ningún
tipo.
Vista a la luz de los argumentos anteriormente expuestos, luce extremadamente
relativa cualquier definición de la realidad, puesto que ésta dependerá directamente
de las herramientas con las que cuente el individuo para interpretarla. Por ejemplo,
a un pez le resultaría imposible vivir fuera del agua, dado que el proceso evolutivo
de su especie le dejó como legado unas herramientas de supervivencia que en
determinadas condiciones serían totalmente inútiles, y si pudiera compartirnos su
interpretación del mundo, la misma estaría muy distante de la nuestra, lo que no la
haría necesariamente equivocada.
Aunque lo manifestado frente al tema del conocimiento es una mera opinión
perfectamente debatible, lo que sí es indiscutible es que aún sigue habiendo
demasiados misterios para la humanidad, y aunque es mucho lo que hemos
descubierto, cada nuevo descubrimiento trae consigo tantas preguntas que torna el
conocimiento en un escarpado camino infinito.
A pesar de todo ello, nunca pueden menguar nuestras intenciones de recorrer ese
escarpado camino infinito, aun a sabiendas de que, a la postre, no llegaremos a
ninguna parte. Entonces, ¿por qué habríamos de hacerlo? Quizá sea por nuestra
naturaleza humana, ya que por el simple hecho de haber nacido nos echaron a
andar en el camino del conocimiento, total, para eso son los caminos. Además, bajo
ningún motivo debemos cerrar las puertas a la sabiduría, puesto que de alguna
manera tenemos que disminuir el malestar que nace de la incertidumbre frente a
tantos aspectos de la vida y de la muerte. No apoyemos esa mala costumbre de
echar las preguntas más profundas de la existencia humana en el baúl olvidado de
las cosas para las cuales no encontramos respuesta, o peor aún, para las cuales
hemos encontrado una respuesta que, aunque no nos convence, no estamos
dispuestos a refutar.
Este libro es el resultado de las enseñanzas que, hasta hoy, me ha dejado esta
aventura por el camino del conocimiento; unas, provienen de estudios universitarios
formales e inconclusos en economía, publicidad, filosofía y derecho; otras, que
considero las más relevantes, provienen de estudios independientes y de la
experiencia; y, finalmente, las que considero más valiosas, provienen directamente
7
del espíritu de Dios en forma de epifanías, las cuales son más comunes de lo que
las personas piensan, solo debemos reconocerlas y aprender a escuchar.
Aquí me parece muy necesario detenerme para contestar una pregunta que no me
han hecho, pero que sería típica, sobre todo de religiosos y académicos (la cual me
hice yo mismo varias veces mientras escribía este libro):
- ¿Con qué autoridad escribes tú estas cosas?
Les contesto con otra pregunta, parafraseando a Jesús:
– ¿con qué autoridad dicen ustedes que el sol sale cada mañana? –
- Con la autoridad que nos da verlo, sentirlo y percibirlo todos los días –
responderían ustedes.
- Pues con esa misma autoridad escribo yo estas cosas, con la autoridad que me
da verlas, sentirlas y percibirlas todos los días. Tal como lo podría hacer cualquier
otra persona. -
Dicho lo anterior, ocupémonos del título de esta obra, el cual podría llevarlos a
suponer que se trata exclusivamente de Dios, pero, de manera más precisa, diría
que se trata mucho más de nosotros en relación con Él, es decir, del impacto o de
los efectos de Dios en nuestras vidas, de la manera cómo reconocerlos y usarlos a
nuestro favor. Por obvias razones, dado el carácter de los temas aquí tratados,
durante la mayor parte del tiempo estaremos parados sobre el territorio del
conocimiento que ha sido declarado propiedad de la filosofía clásica y de la religión,
ambas a las cuales considero positivo aproximarse con cautela, pues puede resultar
uno totalmente perdido en sus brazos y con el espíritu ciego.
En la medida de lo posible, cada tema que tratemos lo explicaré mediante ejemplos
prácticos, pues siempre he pensado que la mejor manera de entender algo es a
través del ejemplo. Cuando somos niños y se nos intenta enseñar algo, sólo
llegamos a la comprensión real cuando acuden al ejemplo. Por su parte, el mismo
Jesús, a través de sus famosísimas parábolas y las enseñanzas subyacentes se
encargó de partir en dos la historia de la humanidad. En idéntico sentido, ocurre
cuando en mis estudios de derecho intento entender una ley que brilla por su
aparente abstracción, debo moldearla a un ejemplo práctico para comprenderla; los
abogados saben llamar casuística a esa técnica de estudio.
Ahora bien, volviendo al tema que ocupa este libro (¿Dónde está Dios?), acudiré a
un primer ejemplo para explicarlo de manera sucinta, no sin antes admitir que,

8
curiosamente, ese ejemplo proviene de un prominente científico ateo que intentaba
describir la “cuarta dimensión”: el astrónomo Carl Sagan 2.
En mis términos, pero guardando estricta fidelidad al mensaje que Sagan intenta
transmitir en el video público donde describe la cuarta dimensión, el ejemplo es el
siguiente:
Imaginen un mundo donde solo existieran dos de nuestras tres dimensiones, los
ejes X y Y en el plano cartesiano, pero no existiera una tercera dimensión, esto es,
la profundidad y el relieve, el eje Z en un plano cartesiano.
Para quienes no logren imaginarlo, simplemente piensen que los dibujos de sus
hijos cobran vida, pero sin salirse del papel, pues los dibujos de tu hijo y los de
cualquier persona (incluso los hiperrealistas) viven en dos dimensiones y si
quisieran vivir en tres tendrían que convertirse en una escultura.
Ahora, supongan que colocan un dedo encima del papel; ¿cómo percibirían ese
hecho en dos dimensiones los dibujos sobre la hoja? Obviamente, solamente
podrían ver tu huella digital, pues ese es el efecto que tendríamos en su mundo,
porque verte a ti íntegramente es algo que sus mismas condiciones de existencia
les impide.
De igual manera, nosotros vemos los efectos de Dios por todas partes en nuestro
mundo sin poder verlo a Él. En cada esquina podemos percibir su “huella digital”,
pues, a pesar de que estamos en el universo de infinitas posibilidades,
paradójicamente, lo único que encontramos son patrones repetitivos y constantes
sin poder definir con total certeza a qué se deben.
De hecho, el conocimiento científico del que tanto se han jactado muchos
denominados estudiosos lo único que hace es encontrar patrones y exponerlos al
mundo como un gran descubrimiento cuando siempre estuvieron allí, incluso, en las
ocasiones en que esa misma ciencia se ve abocada a reconocer un error es porque
averigua que no había un patrón en lo que presentó como un hallazgo científico.
Observen esto, las ciencias naturales exponen los patrones que en su ámbito
hemos descubierto, generalmente, a través del criterio de expresión numérico; por
su parte, cuando las ciencias sociales hablan de pobreza absoluta, de izquierda y
derecha, de comunismo y capitalismo, también describen patrones, generalmente,
a través del criterio de expresión literario. Los patrones están tan impresos en
nuestra psiquis que los seres humanos tratamos de dar algún tipo de orden social

2
En el libro denominado “El mundo y sus demonios”, Carl Sagan sugiere que la ciencia se contrapone a la
idea de una divinidad y repite la analogía realizada por los “iluminados” en el siglo XVIII, donde se afirma
que quienes creemos en la existencia de Dios (desde la perspectiva que ellos tienen de Dios) vivimos en la
oscuridad, requiriendo, en palabras del mismo Sagan, a la ciencia como una luz en la oscuridad.

9
a nuestras super tribus mediante leyes que señalan determinados patrones de
comportamiento a seguir y las consecuencias de no hacerlo; cuando hablamos de
belleza física, hablamos de patrones de apariencia adoptados por determinado
grupo social; y cuando hablamos, utilizamos el lenguaje, que es una herramienta de
comunicación dedicada a imprimir patrones sonoros y gráficos (las palabras) a lo
que percibimos (las cosas).
En ese sentido, difiero con Carl Sagan cuando consideró en el título y en la imagen
de portada de uno de sus libros más famosos que la ciencia es luz en sí misma.
Apoyado en los argumentos planteados, creo que la ciencia es más una linterna que
alumbra donde la apunten, requiriendo necesariamente un estímulo y un sujeto que
la encienda para dirigirla a iluminar solo aquello que a él le interesa revelar.
Volviendo al cuestionamiento que titula este libro, es preciso que para intentar
responderlo entendamos que, al igual que el papel es la cárcel eterna de los dibujos
plasmados irremediablemente en él, los cinco sentidos mediante los cuales
interpretamos la “realidad” son nuestra eterna cárcel y solamente lo que entre en
ella nos es entregado como conocimiento. Lógicamente, Dios no cabe en esa cárcel,
igual que nosotros no cabemos íntegramente en un papel, pues por más que se
pinte un retrato nuestro, un paisaje o un bodegón, esas imágenes nunca serán,
ontológicamente3, lo que representan.
En la Biblia y en frases de grandes pensadores de la humanidad encontramos de
manera clara la idea expuesta. Me tomé el atrevimiento de seleccionar algunos para
ustedes, tarea que he repetido a lo largo del libro con los diversos temas que vamos
a tratar.
“Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado
grande para comprenderlo todo.” Efesios 3: 19
“Pues, así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos
están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus
pensamientos.” Isaías 55: 9
“Tan capaz es nuestro entendimiento para entender las cosas altísimas y
clarísimas de la naturaleza, como los ojos de la lechuza para ver el sol.”
Aristóteles.
“La gloria de Dios es tan grande que no puede dejar de perderse quien se
levanta a escudriñar su majestad.” Juan Luis Vives.

3
La ontología se encarga del estudio del ser, como bien se puede deducir de su etimología: del griego
“ontos”, que significa “el ser”, y “logos” que significa “estudio”.

10
Este libro, además de conducirte a filosofar, podría resultarte útil en la tarea de
lograr utilizar tu realidad actual como plataforma de despegue hacia cualquier cosa
que pretendas, interiorizando una serie de comentarios e ideas prácticas que te
servirán como herramientas para cumplir con la parte que te corresponde en la
realización de esas metas, consciente de que Dios siempre cumple con su parte.
No contiene técnicas fantásticas, ni mucho menos pociones mágicas que busquen
las mismas quimeras que han sepultado imperios (riqueza y vida eternas), tampoco
te dice que sólo con desear algo con todas tus fuerzas se va a materializar porque
esa es una “ley” universal, este simplemente es un compendio de relatos,
comentarios e ideas prácticas para tu vida.
Consciente de que resultaría una tarea imposible referirse de forma puntual a la
manera como una persona debe obrar para alcanzar cada una de sus metas
particulares (solo a los científicos del derecho se les ocurrió la monumental tarea de
meter en leyes casi todos los comportamientos humanos), traté de tocar unas pocas
situaciones que involucran anhelos y problemas reiterados en la actualidad,
esperando, sinceramente, que mis palabras te sirvan de algo (ojalá mucho) en el
camino que desees emprender en esta carrera de la vida, la cual está muy lejos de
ser una competencia.

11
CAPÍTULO 1. DIOS ACTÚA DEJANDO LAS COSAS COMO ESTÁN

¿Quién piensa contemplar el sol?


Nadie, a menos de que sobrevenga un eclipse.
¿Existe maravilla mayor que la regularidad del movimiento solar durante
el número de días que componen el año?... Sin embargo, apenas
prestamos atención a esta maravilla mientras sigue su curso ordinario;
pero, en cuanto sobreviene en el cielo el menor desorden,
contemplamos, inquirimos, señalámosle: ¡tan natural es la admiración
por lo nuevo más que por lo grande!

Séneca

Siempre me pregunté, haciendo alarde de gran superficialidad, las razones por las
cuales Dios no intervenía en mi vida de una manera trascendental, o más bien, de
una manera sobrenatural, solucionando, si no todos mis problemas, al menos los
que más me agobiaban.
Es decir, pretendía que Dios violara las leyes del universo que él mismo creó y se
rebajara a mi condición humana, a mis cinco sentidos; perdiendo así su naturaleza
divina, pues precisamente de esa inmensidad incompresible para los humanos se
desprende su unívoca divinidad… fue entonces cuando entendí lo que les explicaré
por medio de una analogía, que puede aplicarse a cualquier persona en cualquier
actividad:
Imagínense que quieren ir a comer al restaurante más prestigioso de la ciudad. Para
ello, ustedes separan previamente los recursos económicos necesarios, programan
la fecha, la hora, hacen una reservación, eligen la compañía, la vestimenta e,
incluso, se atreven a programar el desarrollo mismo de la velada.
Sin embargo, nunca pensamos que la mayor parte de situaciones que deben ocurrir
para que podamos cumplir con nuestro objetivo se salen de nuestras manos, de
hecho, generalmente, resumimos todo a un único factor: el dinero…”si tengo dinero
para hacerlo, no habrá nada que me lo impida”, pensamos decididamente.
Pero ¿es eso realmente cierto? Qué tal si sufrimos una calamidad doméstica, si
nuestro estado de salud nos lo impide, o siendo menos pesimistas, si ganamos la
lotería y decidimos que ir a comer a ese restaurante ya no es nuestro objetivo, sino
montarle competencia… En otras palabras, son muchas más las cosas que no
podemos controlar cuando emprendemos cualquier actividad con determinada
finalidad.

12
En este punto se preguntarán ustedes, ¿qué tiene que ver eso con Dios y su impacto
en nuestras vidas? Les explicaré. Ha quedado claro que hay algunas cosas que
podemos controlar, relativamente pocas, y otras tantas que no; en ese sentido, cabe
preguntarse, ¿de quién o de qué dependen las cosas que no dependen de
nosotros?, ¿quién o qué se encarga de mantener todo “tal y como está” para que
podamos elegir nuestro propio destino?... “El mundo no para de dar vueltas”. 4
Acudiré nuevamente a un ejemplo práctico: cualquier cosa que quiera ir de un lugar
a otro, pasar de un estado a otro o simplemente cambiar en cualquier sentido, debe
tener un punto de partida, es decir, un punto de referencia, algo sólido, inamovible,
que sirva de apoyo para el despegue. Sin punto de apoyo no hay movimiento, y el
punto de apoyo se debe caracterizar por su firmeza, debe ser tan constante que
precisamente por eso sirve de plataforma de “despegue”. Arquímedes decía:
“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.
Los seres humanos hemos sabido llamar al mencionado fenómeno “ciencia”, al
referirnos a los patrones impresos en la naturaleza como “leyes o principios” y al
denominar “conocimiento científico” a un patrón cuya existencia está comprobada
y, por tanto, puede servir como punto de referencia para estudios posteriores y
propender por los “avances científicos” que ello supondría, lo que no sería otra cosa
que descubrir más patrones que siempre estuvieron allí.
Acéptese o no, Dios cada mañana se encarga de cumplir con su parte, con hacer
aquello de lo que tanto te quejas: “mantener tu vida tal y como está” de una manera
tan firme que se constituye en tu única plataforma para ir a donde quieras; un aliento
te retorna la vida cada mañana; al despertar, está el sol ahí para alumbrarte; tus
familiares te escriben mensajes de buenos días… y así, empieza y acaba tu día
dándolo todo por sentado… ¡claro!, pues ahí está Dios manteniendo todo igual para
que tengas un punto de apoyo inamovible; incluso, ¡puso en el universo leyes y
principios, a manera de muros sólidos, para llenarte de mucha más seguridad y que
te impulses sobre ellos al partir hacia tu destino!
A nadie se le ocurriría colocar un cohete sobre una base inestable, porque sabemos
que no resistiría la fuerza que requiere el despegue. Entonces, ¿por qué nos resulta
plausible imaginar a Dios dedicado a modificar la realidad “mágicamente” a diestra
y siniestra?, ¿acaso ello no significaría que nos arrebate el único punto de referencia
con el cual contamos y que nos robe, por ende, nuestras circunstancias?
Traeré otro ejemplo a colación. Imagínese que su gran sueño es ser futbolista
profesional y usted se lo pide al “dios mago”. Entonces, como por arte de magia,

4
Coro de la canción "La vuelta al mundo", de la producción grabada por Los Hermanos Lebrón bajo el sello
Fania Records denominada "Picadillo a la criolla". (1971)

13
mañana despiertas en una nueva realidad donde ya no eres tú, eres una especie
de Cristiano Ronaldo; en otras palabras, ya no eres la persona del común que eras,
tampoco lo es tu familia, ni nada lo que te rodea, ahora sientes que es el mundo el
que gira en torno a ti. Pero resulta que eso no te costó absolutamente nada,
simplemente pasó, así, por arte de magia, como queremos que Dios actúe en
nuestra vida, pero… como el “dios mago” a todos nos escucha, probablemente tu
vecino, al que quisieras poder tirarle tu éxito en la cara, ha despertado siendo una
especie de Roger Federer o Mozart… ¿Entiendes el punto?, absolutamente todo
perdería el sentido si Dios obrara en la vida de la gente de la manera que cada uno
cree que lo debe hacer.
Por otro lado, si Dios quisiera complacer a todos los seres humanos, tampoco podría
hacerlo, porque nuestros deseos se modifican a medida que el tiempo pasa, es
decir, no son una plataforma estable sobre la cual construir algo. ¿Puede alguien
negar que sus actuales sueños, probablemente, no correspondan totalmente a los
que tenía a los 15 años y lo más seguro es que no tengan nada que ver con lo que
va a desear dentro de 50 años?
Con todo lo anterior, estoy lejos de querer decir que son vanos nuestros esfuerzos
para llevar a cabo determinada empresa que nos propongamos, toda vez que, a la
luz de los argumentos expuestos, resulta claro que no podemos tener certeza plena
de conseguir nuestros objetivos; de lo que sí podemos tener certeza es de que si
no hacemos la parte que depende de nosotros, estaríamos de cara al verdadero
fracaso, pues solo se fracasa cuando no se intenta, cuando se desiste, en otras
palabras, cuando no cumplimos con lo que es de nuestro resorte: cuando no te
levantas en la mañana a trotar, cuando no tiras el cigarrillo al suelo, cuando no dejas
de lado tu celular y entiendes que a nuestra especie le costó cientos de años de
evolución poder apreciar el horizonte que se extiende por encima de sus ojos, para
que ahora entiendas la vida mirando hacia abajo clavado en una pantalla de 5
pulgadas.
Entonces, si tu vida sigue igual hace mucho tiempo, ¡alégrate!, sí, ¡alégrate!, pues
cuentas con una plataforma fuerte y estable como punto de partida hacia tus
sueños, ya tienes tu muro sólido de apoyo y nadie puede arrebatártelo, pues nadie
puede arrebatarte tu propia realidad actual. Dios sabe que, desde ahí, y solo desde
ahí, puedes despegar hacia tus metas, pues resultaría imposible hacer planes en
un mundo donde un ser todopoderoso modifica las reglas de juego constantemente:
¿jugarías parqués con alguien que corre las casillas que le viene en gana sin
importar lo que le salga en los dados? No, cierto. Entonces, en el juego de la vida
¿por qué quieres correr doce casillas cuando tus dados dicen seis?... En palabras
del filósofo español José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias, sino las
salvo a ellas tampoco me salvo yo.”

14
Analicemos la siguiente fábula que escribí con el ánimo exclusivo de ejemplificar lo
anterior y de que sirva como espejo, muy a pesar de que podría llegar a herir
susceptibilidades. De ser así, de antemano, me disculpo y manifiesto en mi favor
que esa nunca fue la intensión del relato.

Los animales racionales


Una mañana, mientras caminaba en busca de alimento, el joven chimpancé
se encontró con el solitario lobo de la estepa, quien se hallaba sumido en una
profunda depresión echado al pie de la entrada a una cueva. - ¿Qué te pasa?
– preguntó el primate.
– Estoy tan triste que me tiraría a la primera estampida de elefantes que pase
para morir aplastado – respondió el lobo estepario y continuó: - No entiendo
las razones de mi penosa realidad amigo mono. Se me dificulta conseguir
alimento bajo el inclemente sol, en las heladas noches no tengo una pareja
que me brinde algo de calor, la soledad es mi permanente compañía y beber
un poco de agua es tarea que me lleva días de caminata sobre áridos suelos.
Estoy flaco, he perdido el pelaje, la juventud y solo me queda esta triste cueva
a la cual da lástima entrar, pues no hay al fondo ni huesos que den testimonio
de que esa es la cueva de un verdadero carnívoro. –
El chimpancé pensaba en los argumentos que justificaban la tristeza del lobo
y, antes de que pudiera responder algo, el canino prosiguió con sus
lamentaciones así:
- Quisiera ser como el león: hermoso, enorme, con una melena rubia radiante
al sol. Estar destinado a ser rey desde antes de mi concepción. Disfrutar de un
harem de hembras dispuestas a cazar todo el día para traerme el alimento
mientras yo descanso echado cerca de alguna fuente de agua clara. Pero qué
va, fui, soy y dejaré este mundo siendo un miserable y solitario lobo de la
estepa. –
El mono decidió no responder al deprimido animal y continuó su camino
desprevenido. Sin embargo, al mirar al cielo, pensó que era una desdicha ser
un chimpancé y no un ave, pues su condición lo obligaba a trepar enormes
árboles en busca de frutos que le sirvieran de alimento, y cuando llegaba a
ellos, notaba que ya habían sido alimento de aves que los dejaban a medio
comer. El chimpancé concluyó que desde el cielo se podrían ver todos los
frutos de los árboles como un gran banquete para las aves, mientras que para
él solo quedaban las sobras tras un arduo camino de subida a la copa.

15
Entonces, se sintió profundamente triste, como si el lobo le hubiese inoculado
el germen de su melancolía.
Al retornar con su madre, deprimido y con las manos vacías, el primate le contó
a su progenitora acerca de la experiencia con el lobo de la estepa y de su
conclusión sobre la desdicha de ser un chimpancé y no un ave. Tras un largo
silencio, la madre terminó por darle la razón al joven mono y decidió ir a
comentarle todo al cuervo, para escuchar su opinión.
El cuervo admitió que volar era una ventaja a la hora de conseguir alimento,
no obstante, añadió que para él la finalidad de las alas no era volar sino exhibir
una preciosa amalgama de colores que son la esencia del plumaje, tal como
lo haría un pavo real con su cola, pero que él era una desafortunada ave
totalmente negra, eternamente monocromática en el reino de los colores
infinitos.
Así, pues, marcharon tristes; el lobo por no ser león, los chimpancés por no
ser aves y el cuervo por no ser pavo real.
Un día, caminando cabizbajo, el chimpancé se encontró con el rey león, quien
lloraba amargamente sobre un lecho de carne y huesos. - ¿Qué te pasa? –
preguntó el primate.
– Estoy tan triste que me tiraría a la primera estampida de elefantes que pase
para morir aplastado – respondió el rey león y continuó: - No entiendo las
razones de mi penosa realidad amigo mono. Todo se me entrega como a un
inútil, las hembras se rinden ante mí sin yo hacer esfuerzo alguno, y solo puedo
presumir de una belleza que no es mía, pues se va esfumando con el tiempo…
Esta cama de huesos y carne que soporta mi pesado y rechoncho cuerpo
inmóvil da testimonio de la destreza de mi manada a la hora de cazar y de mi
eterna dependencia de ellos… de un parasitismo crónico más que de un
pacífico reinado. -
El chimpancé pensaba en los argumentos que justificaban la tristeza del león
y, antes de que pudiera responder algo, el felino prosiguió con sus
lamentaciones así:
- Quisiera ser como el lobo de la estepa: sin preocupaciones por la apariencia
física, solitario, inteligente, calculador y sombrío. Estar destinado a ser
autosuficiente desde antes de mi concepción. Disfrutar de controlar mi propio
destino a placer sin buscar hacer más sencilla mi existencia. Pero qué va, fui,
soy y dejaré este mundo siendo un miserable león que somete a su manada
por fuerte y no por inteligente. –

16
El mono decidió no responder al deprimido animal y continuó su camino feliz
de ser un simple chimpancé.
Moraleja: Tal vez la felicidad sea esto: no sentir que debes estar en otro lado,
haciendo otra cosa, siendo alguien más5.

Volviendo al tema que ocupa este capítulo, sabemos que la causalidad (no la
casualidad) determina nuestra realidad, y dentro de ella existen dos conjuntos de
situaciones que deben confluir para que se produzca determinado efecto; unas (muy
pocas), son de nuestro total dominio; otras, no. Entonces, si entendemos que Dios
podría llegar a tener un impacto en nuestras vidas, ese impacto se tendría que dar
desde la dimensión de las cosas que se salen de nuestro control, pues de lo
contrario, anularía nuestro criterio, cercenaría nuestro pensamiento, nuestro libre
albedrío quedaría sin fundamento; y como ya lo evidenciamos, Dios siempre cumple
con su parte, o ¿puedes negar que todas las mañanas encuentras el mundo tal y
como lo dejaste cuando te fuiste a dormir?, ¿por qué todo sigue igual pudiendo
haber sido de cualquier otra forma en un universo de infinitas posibilidades (lo que
estadísticamente equivale más o menos a ganar la lotería todos los días por toda la
eternidad)?, ¿por qué, al despertar, el dinosaurio todavía estaba allí? 6
Difícilmente podríamos responder de manera sustancial aquellos cuestionamientos
si buscamos las respuestas en nuestra preciada razón, puesto que ello sería
equivalente a descubrir las leyes ocultas tras un resultado probable, es decir,
develaría la geometría divina de lo aparentemente aleatorio, y ese conocimiento nos
resulta absolutamente ajeno, al menos, en la actualidad. Sin embargo, hoy por hoy
utilizamos la inteligencia artificial y una serie de algoritmos que pueden llevarnos a
“predecir”, en cierta forma y de manera poco menos imprecisa que un clarividente,
los acontecimientos futuros a partir del análisis de datos; pero acudir a ellos sigue
siendo como mirar la hora en un reloj detenido, el cual está en lo cierto dos veces
al día. Probablemente, los resultados que obtiene actualmente en Pentágono con
su GIDE (Experimento de Dominación Global de Información por sus siglas en
inglés) no disten mucho de los que obtenían los reyes en las antiguas Babilonia,
Persia y Egipto de su séquito de adivinadores y astrólogos.

5
La moraleja de esta fábula es una frase que se le atribuye al escritor Isaac Asimov.
6
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Una de las maneras de interpretar este breve y
famoso relato del escritor Augusto Monterroso, denominado “El Dinosaurio” es percibiendo precisamente lo
extraordinario de que las cosas se mantengan tan constantes día tras día, pudiendo haber sido de cualquier
otra forma.

17
CAPÍTULO 2. Y LOS MILAGROS ¿QUÉ?

Yo soy el Señor, Dios de toda la humanidad. ¿Hay algo imposible para mí?
Jeremías 32:27

En este punto espero haber dejado claro que este libro se aleja de las verdades y
los conocimientos absolutos. De hecho, si se analiza de manera detallada, por
ejemplo, la posición teológica que contiene, se hará notar de inmediato que su
fundamento es la aceptación de que precisamente ese tipo de conocimiento
(absoluto) resulta abrumadoramente ajeno a la humanidad al redundar
inevitablemente en Dios.
Hago la anterior aclaración porque las siguientes líneas quizá no sean del total
agrado de los creyentes más ortodoxos, a quienes de antemano ofrezco mis
disculpas si despierto en ellos algún tipo de incomodidad, toda vez que mi única
intención, reitero, es exponer un compendio de relatos, comentarios e ideas
prácticas que podrían resultar útiles para alguien, o en su defecto, para promover el
debate filosófico en torno a temas que resultan transversales a la historia de la
humanidad.
Para Dios no existen los milagros, existen para la humanidad. Alguna vez te has
puesto a pensar que somos menos que el más diminuto microorganismo en relación
con el universo, que somos menos que una colonia de hormigas en medio de la
selva amazónica en relación con la masa total del planeta que habitamos. Para el
fallecido Jean-Paul Sartre, principal exponente del existencialismo francés, no
somos más que una pausa entre la nada y la nada7. En ese contexto, solo por un
amor infinito un Dios omnipotente se rebaja a nuestra insignificancia y le da la
importancia que nosotros le damos a nuestros asuntos, materializa nuestras
peticiones haciendo posible lo imposible, a ese acontecimiento hemos sabido
denominarlo un milagro.
En diversos versículos de la Biblia encontramos la afirmación de que para Dios nada
es imposible. Por lo tanto, si hablamos de que algo pasa del campo de lo “imposible”
al campo de lo “posible”, ello significa que su realización dejaría de ser sorprendente
o milagrosa para aquél que descubra cómo se hizo posible aquello que no lo era.

7
Antes de nacer no “somos” nada, lo mismo ocurre al morir.

18
Volvamos a los ejemplos fantásticos. Imagina que viajas en el tiempo a la España
del siglo XV con todo y tu celular. ¿Cómo reaccionarían las personas al verte usar
la cámara fotográfica para capturar un video de tu experiencia en el pasado?
Definitivamente, gritarían ¡milagro!, ¡milagro!, y en cuestión de segundos tendrías
una multitud a tu alrededor, entre ellos, algunos guardias de los esposos Isabel I de
Castilla y Fernando II de Aragón, los primeros en ser llamados reyes de España.
Por supuesto, te capturan a la fuerza por hereje8, el celular queda en el piso porque
nadie quiere tocar ese artefacto diabólico y tu vida durará lo que tarden en organizar
la hoguera. Cuando un desprevenido transeúnte se sienta atraído por el dantesco
espectáculo de la muerte, tal como lo hacemos actualmente con los programas de
televisión “investigativos” que demandamos en el horario estelar, y pregunte las
razones del horroroso festín, alguien contestará que simplemente se regocijan en la
muerte de un extraño ser que guardaba el tiempo y los instantes de la vida en una
caja plana por cuya única ventana se podía apreciar el universo entero.
Ahora, digamos que están en Francia con Antonio Nariño tomándose un vino. Toño
acaba de leer la Declaración de los Derechos del Hombre y se encuentra fascinado
con su contenido, afirmando querer llevar la información traducida lo más pronto
posible a la Nueva Granada. Además, les dice que quisiera poder reunirse
inmediatamente con sus amigos para debatir el tema. Pero, aun tomando el primer
barco que zarpe del muelle por el rio Sena, recorrer los 8.600 km le tomaría
alrededor de un mes.
¿Creen ustedes que por la mente de Antonio Nariño pasaría que sus deseos se
harían realidad en menos de tres siglos con las videollamadas grupales? Ni en la
cabeza del más loco novelista del futuro podía concebirse algo así, ni el mismísimo
Isaac Asimov9 hubiera podido imaginar una forma lógica de romper la barrera del
espacio que permitiera comunicar en tiempo real personas desde lugares tan
distantes entre sí como Francia y Colombia; sin embargo, pasó.
Con los anteriores ejemplos quiero evidenciar, además de que los viajes en el
tiempo no parecen buena idea, que los milagros son una interpretación (respetable)
que algunas personas les dan a tantas manifestaciones de la grandeza de Dios que
no se pueden explicar en las circunstancias de tiempo, modo y lugar en que
ocurrieron. A esta idea hace alusión de manera excepcional el genio de la narrativa

8
En sentido estricto, era considerado un hereje quien hablaba o actuaba en contra de las leyes y principios
impuestos por la iglesia o en contra de los paradigmas aceptados, lo que, generalmente, significaba una
muerte cruel.
9
Isaac Asimov (1919 – 1992) fue un extraordinario escritor ruso de obras de ciencia ficción, entre las cuales
se podría rescatar la serie llamada “Fundación”.

19
estadounidense Edgar Allan Poe en su relato “El gato negro” en los siguientes
términos:
“Quizás más adelante se encuentre alguna inteligencia que reduzca mi
fantasma a lo ordinario. Alguna inteligencia más serena, más lógica, menos
excitable que la mía, percibirá en las circunstancias que yo narro con pasmo
tan solo una sucesión ordinaria de causas y efectos muy naturales.”

Leer la Biblia desde la perspectiva que propone este capítulo resulta


verdaderamente fascinante, pues muchas de las cosas que en ese tiempo eran
explicadas de manera familiar al pensamiento de aquella época, al que tenía su
edad y geografía (Foucault, 1966), hoy pueden ser entendidas desde el nuestro.
Quisiera, pero no voy a ahondar en el tema, puesto que lo considero digno de otro
libro, además, hacerlo llevaría a que muchos perciban este texto como una
extensión de la serie “Alienígenas ancestrales”, cuando su finalidad es otra. No
obstante, les dejo esta pregunta capciosa: ¿hoy en día requeriría un milagro la
fecundación en ausencia de contacto sexual, incluso, por fuera del vientre?
Volviendo al título de este capítulo, pienso que no se debe hablar de “los milagros”,
se debe hablar de “El milagro”: LA VIDA. Así decidas negarlo o no seas consciente
de ello, lo menos, menos, menos probable que ocurriera en un mundo de infinitas
posibilidades era que se generaran todas las causas y efectos para que tuvieras
este libro en tus manos en este preciso instante.10
En serio, ¿crees que Dios omnipotente se tomaría la molestia de “hacer más
milagritos”, cual trucos de magia, dentro del gran milagro que es la vida misma,
únicamente, para que tú aceptes su existencia?, ¿con qué objeto lo haría si no
sabemos tan siquiera reconocerlos así estén frente a nuestras narices y, de hecho,
sea nuestra misma nariz parte del milagro?... si alguien no logra notar que tiene un
elefante en la sala de su casa, mucho menos va a notar que se le metió una hormiga.
Sin embargo, insistimos en el espectáculo circense, en la apología de nuestros
sentidos, en la exhibición burda del poder que nos resulta tan familiar: queremos
percibir un milagro equivalente a un truco de magia, pero sin truco, para luego
crucificar al mago.
Mejor dicho, que alguien sane de una enfermedad tras sus oraciones es un milagro
tanto como que los seres humanos, de plano, existamos y tengamos la capacidad
de orar. Dentro de este gran milagro que es la vida todo es milagroso,

10
En su trabajo titulado “Flujo determinista no periódico”, el científico Edward Lorenz introdujo la
revolucionaria teoría del caos que daría lugar al concepto “atractor de Lorenz”, famoso por la película “El
efecto mariposa” protagonizada por Ashton Kutcher.

20
lamentablemente, nos parece muy ordinario el amor a los hijos, el color de las flores,
la inmensidad del mar, lo inconmensurable del firmamento, la constancia del sol, lo
implacable de la naturaleza, el efecto de las palabras y del arte, el funcionamiento
de nuestros cuerpos, el dolor de los que aún estamos vivos…
Durante el proceso de elaboración de este escrito, naturalmente, bastante laborioso,
en algunos momentos me detuve para permitir que escasísimas personas muy
cercanas leyeran algunos apartes del libro e hicieran sus comentarios. Cuando mi
madre leyó este capítulo, que terminaba en el párrafo anterior, se mostró tanto
interesada como confundida y comentó: “entonces, ¿qué pasa con nuestras
oraciones?”. El anterior cuestionamiento dejó en evidencia que debía hacer hincapié
en ese punto, al no resultar del todo claro.
Como ya lo mencioné, para Dios no existen los milagros, no existen los imposibles.
Eso quiere decir que Él no debe eludir la causalidad11 para tener un impacto en
nuestras vidas, por tanto, sus efectos, en la parte de la realidad que no controlamos,
nunca corresponden a alteraciones de las leyes y principios universales, toda vez
que esa es la premisa fundamental para que algo “imposible” se vuelva “posible”.
Cuando el ser humano soñaba volar no soñaba alterar las leyes universales para
hacerlo, soñaba con usarlas a su favor, hasta que, un día, lo logró. Del mismo modo,
Dios tampoco debe alterar ninguna ley dentro de este gran milagro que es la
existencia para, por ejemplo, curar una persona de una enfermedad mortal tras sus
oraciones, pues, precisamente en ello, radica mucho de lo sorprendente de sus
efectos en nuestras vidas. La pregunta es: ¿por qué y cómo lo hace? Naturalmente,
ese es el tipo de cuestionamientos que nos dejan de cara a un enorme abismo de
dudas al que saltar significaría la muerte.
Fue entendiendo lo anterior, como el escritor Jorge Luis Borges influenció de una
manera tan notable la literatura y la filosofía contemporáneas, al regalarnos en obras
como “Ficciones” otras realidades12 traídas de ese mundo de los imposibles, que se
hicieron posibles solo a través de la imaginación del genio argentino, cuya obra
lamento profundamente no haberme ocupado de revisar en mi adolescencia. En
ella, Borges nos permite pensar lo impensable, hace posible lo imposible,
desconfigura nuestra realidad de una manera que, literalmente, se pierde uno en

11
Ley de causa y efecto.
12
En aquel libro, Borges se refiere a una región imaginaria denominada Tlön de una forma sorprendente:
“Las naciones de ese planeta son – congénitamente – idealistas. Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje
– la religión, las letras, la metafísica – presuponen el idealismo. El mundo para ellos no es un concurso de
objetos en el espacio; es una serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal, no espacial…
Por ejemplo: no hay palabra que corresponda a la palabra <<luna>> …<<surgió una luna sobre el río>> se
dice <<hlor u fang axaxaxas mlo>> ósea en su orden: <<hacia arriba detrás duradero-fluir luneció>>. Lo
anterior se refiere a los idiomas del hemisferio austral. En los del hemisferio boreal la célula primordial no es
el verbo, sino el adjetivo monosilábico. El sustantivo se forma por acumulación de adjetivos.”

21
sus letras, pues, lejos de desconocer los patrones impresos en la naturaleza,
inventa nuevos patrones que dan lugar a nuevas realidades.
Volviendo a la pregunta de mi madre (¿qué pasa con nuestras oraciones?), es
necesario detenernos a pensar en este punto algo que aparenta ser una nimiedad,
pero resulta ser la piedra angular en la respuesta a esa pregunta: la función de las
palabras en relación con las cosas (Foucault. 1966).
En las primeras líneas de “Cien años de soledad” encontramos una frase como
abrebocas del profundo sentido cultural y filosófico de la obra literaria que hiciera de
Gabriel García Márquez el primer colombiano en ganar un Premio Nobel de
Literatura:
“El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para
mencionarlas había que señalarlas con el dedo.”
Esta frase contiene un profundo sentido filosófico, toda vez que nos saca de nuestra
concepción unilateral de las palabras como herramienta comunicativa y dirige el
pensamiento a la función de las palabras en relación con las cosas, nos conduce a
una pregunta que ha sido objeto de diversas escuelas filosóficas a través de la
historia humana, motivo por el cual, solamente citarlas escuetamente, desviaría el
horizonte de este libro. Sin embargo, considero que lo más acertado es destacar la
posición al respecto de quien actualmente se considera una de las mayores
autoridades en el campo de la teoría comunicativa, el sociólogo y filósofo alemán
Jürgen Habermas13.
En términos generales, en concordancia con la cita de Gabo, Habermas expone la
manera como las palabras o el lenguaje son la materia prima del pensamiento,
actuando como símbolos de un conjunto de paradigmas establecidos por la
sociedad de manera previa al nacimiento del sujeto, los cuales terminan por
preestablecer una realidad y una cosmovisión a través del lenguaje, en la cual
resulta irremediablemente inmerso el individuo.
Así las cosas, nuestras oraciones están llenas de palabras, de símbolos del
pensamiento que, además de cumplir una función comunicativa, cumplen la función
de hacernos comprensible el mundo que habitamos. Por ejemplo: la palabra “vaca”
en castellano es un símbolo escrito o un vocablo que representa algo en el mundo
exterior perceptible por nuestros sentidos. De igual manera, la palabra “matrimonio”
designa una unión ideológica (pues materialmente los esposos no dejan de ser dos
personas separadas físicamente) que, para unos, tiene consecuencias divinas y

13
Jürgen Hermas es el autor de una teoría filosófica que implementó el concepto “acción comunicativa”,
ampliamente aceptado por la comunidad científica. Lo anterior se encuentra expuesto con detalle en su
obra titulada “Teoría de la acción comunicativa.”

22
para otros, simplemente es un concepto que designa un mero acuerdo de
voluntades y sus consecuencias jurídicas particulares.
En cualquiera de los ejemplos anteriores, es claro que las palabras (verbales o
escritas) son símbolos que, más que ayudarnos a comunicarnos y a designar las
cosas materiales e inmateriales del universo, se constituyen en verdaderos artífices
de nuestra realidad. Por ello, el concepto de Dios debe adecuarse a esas palabras
de alguna forma, pues de lo contrario no podríamos referirnos tan siquiera a Él.
Humberto Maturana, biólogo, filósofo y escritor, ganador del Premio Nacional de
Ciencias en Chile, nominado al Nobel de Medicina, postulaba que las palabras
construyen nuestra realidad. Tesis que encontramos en las primeras palabras del
Evangelio de San Juan, al referir que “en el principio era el Verbo y el Verbo estaba
con Dios y el Verbo era Dios”. Estas palabras, al igual que las de Humberto
Maturana, nos dejan claro que el lenguaje es la vía por la cual todo entra a nuestra
realidad; solo aquello que tiene un nombre consensuado adquiere sentido para
nosotros.
De modo, pues, que cada vez que elevas al cielo una oración haces lo único que,
desde tu condición humana, te permite referirte y comunicarte con un Dios
omnipotente, omnipresente e inconmensurable. Dios no es Dios, ese es el vocablo
y el símbolo escrito que con respeto escribimos en mayúscula por ser nombre propio
y único; en esas cuatro letras no cabe el concepto al cual pretenden hacer
referencia, ni en todo el abecedario cabría, sin embargo, es nuestra única manera
de referirnos a Él.
Así las cosas, de manera muy respetuosa, te aconsejo que dediques algo de tu
tiempo diario a la oración. Piensa que es como comprar la lotería, donde nunca
puedes estar seguro si vas a ganar, aquí la gran diferencia es que orar es gratis y
el premio puede ser mucho más cuantioso que el de la mejor lotería de tu país, de
hecho, podría ser tan grande que no se podría cuantificar, como la salud de un ser
amado. Ten presente que, así como no gana la lotería quien no la compra, no
pueden recibir respuesta las oraciones que no se hacen.
Dios conoce esa limitación que presuponen las palabras y los sentidos humanos,
sabe de esa cárcel que constituye tu cuerpo, por ende, habla a tu mente sin
palabras, escucha tus oraciones sin tener oídos, incluso cuando algo te impide
hablarle al mundo exterior, porque mientras tengamos la capacidad de pensar
podremos hablar con nosotros mismos, podremos orar al gran Yo soy…
Por ello, Jesús dijo: “Nadie viene al padre si no es por mí” 14. Pero resulta que Jesús
ya no camina entre nosotros para ir a llevarle los recados que tengamos para Dios.

14
Juan 14:6

23
Algo había implícito en sus palabras. Consideremos que Jesús era un humano, era
cuerpo, carne, al igual que nosotros, aun así, aseguró ser el único camino a Dios.
Resulta claro que cuando Jesús se refirió a sí mismo como camino al Padre no se
refería a ese cuerpo que sería crucificado días después, se refería al cuerpo
humano mismo. Estoy convencido que no tenemos otro camino a Dios que nosotros
mismos y que eso fue lo que quiso decir Jesús, reafirmándolo al mencionar que el
Espíritu Santo vendría tras su partida y habitaría EN nosotros, no ENTRE nosotros,
como bien se lee en Juan 15: 17-20:
“Me refiero al Espíritu Santo, quien guía a toda la verdad. El mundo no puede
recibirlo porque no lo busca ni lo reconoce; pero ustedes si lo conocen, porque ahora
él vive con ustedes y después estará en ustedes. No los abandonaré como a
huérfanos; vendré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero
ustedes sí me verán. Dado que yo vivo, ustedes también vivirán. Cuando yo vuelva
a la vida, ustedes sabrán que estoy en mi Padre y que ustedes están en mí, y yo,
en ustedes.”
En Colosenses 1: 27:
“Y el secreto es: Cristo vive en ustedes. Eso les da la seguridad de que participarán
de su gloria.”

24
CAPÍTULO 3. ¿QUIÉN ES DIOS?

“Todo cuanto es, es en Dios, y sin Dios nada puede ser ni concebirse.”
Baruch Spinoza

Sí. Ya sé que dar respuesta al cuestionamiento que titula este capítulo quizás sea
la cosa más pretensiosa que puedas imaginar. Por ello, para tranquilidad de los más
escépticos, religiosos y académicos, debo expresar que no soy yo quién contestará
dicha pregunta, sino que acudiré a las filosofías hindúes y griegas clásicas para ello;
allá, en donde los seres humanos se interesaron realmente por su existencia y
trabajaron de manera seria y objetiva por promulgar el conocimiento que traían de
sus viajes a los lugares más profundos de la mente humana que hoy en día pocos
visitan.
Les comparto en estas letras el dúo de filosofías referido por tres razones; la
primera, por converger en el panteísmo; la segunda, en el caso de la hindú, porque
sus textos son considerados por los entendidos de los más antiguos en relación con
el tema15; la tercera, en el caso de la griega, por constituir uno de los ejes del
pensamiento occidental y haber dado lugar al término panteísmo en castellano (del
griego pan, “todo”, y theos, “dios”).
En palabras coloquiales, el panteísmo plantea que no existen la creación y el
creador de maneras independientes, en una especie de bifurcación universal, sino
que todo hace parte de la unidad que es Dios mismo. Esta idea se encuentra en el
hinduismo en el concepto “Brahman” como un absoluto dentro de su cosmología y
en la filosofía griega se encuentra en el concepto “panteísmo” con idéntica
connotación.
Lo anterior, para exponerles una respuesta debidamente fundamentada a la
pregunta que lleva por título este capítulo, la cual podría servir de complemento a lo
planteado en la introducción, en el sentido de reiterar que la “huella de Dios” se
encuentra impresa en todo el universo, que Él está de forma absoluta en cada cosa,
posible o imposible.
La Biblia no es ajena a esta concepción de la divinidad, aunque, por algún motivo
que desconozco, la idea más extendida dentro del cristianismo contemporáneo es
la de un Dios separado del hombre (dualista), en contraposición con la mayoría de
las religiones orientales, las cuales son eminentemente panteístas (monistas).

15
El texto en denominado en sánscrito “Rig-veda”, aproximadamente, data del siglo XV a. C.

25
Ese dualismo, adoptado por religiones como el catolicismo ortodoxo, se puede
observar claramente en la famosísima pintura de Miguel Ángel denominada “La
creación de Adán”, en la cual Dios y la humanidad nunca se tocan, donde
eternamente existen cerca, pero separados.
Abordando nuevamente la idea de la unidad desde el punto de vista bíblico
considero pertinente citar el siguiente versículo:

“El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo
entero. Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo. Entre nosotros hay algunos que
son judíos y otros que son gentiles; algunos son esclavos, y otros son libres. Pero
todos fuimos bautizados en un solo cuerpo por un mismo Espíritu, y todos
compartimos el mismo Espíritu.
Así es, el cuerpo consta de muchas partes diferentes, no de una sola parte. Si el
pie dijera: «No formo parte del cuerpo porque no soy mano», no por eso dejaría de
ser parte del cuerpo. Y si la oreja dijera: «No formo parte del cuerpo porque no soy
ojo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo
podríamos oír? O si todo el cuerpo fuera oreja, ¿cómo podríamos oler?
Pero nuestro cuerpo tiene muchas partes, y Dios ha puesto cada parte justo donde
él quiere. ¡Qué extraño sería el cuerpo si tuviera solo una parte! Efectivamente,
hay muchas partes, pero un solo cuerpo. El ojo nunca puede decirle a la mano:
«No te necesito». La cabeza tampoco puede decirle al pie: «No te necesito».
De hecho, algunas partes del cuerpo que parecieran las más débiles y menos
importantes, en realidad, son las más necesarias. Y las partes que consideramos
menos honorables son las que vestimos con más esmero. Así que protegemos
con mucho cuidado esas partes que no deberían verse, mientras que las partes
más honorables no precisan esa atención especial. Por eso Dios ha formado el
cuerpo de tal manera que se les dé más honor y cuidado a esas partes que tienen
menos dignidad. Esto hace que haya armonía entre los miembros a fin de que los
miembros se preocupen los unos por los otros. Si una parte sufre, las demás
partes sufren con ella y, si a una parte se le da honra, todas las partes se alegran.
Todos ustedes en conjunto son el cuerpo de Cristo.” 1 Corintios 12:12-28

Gran parte de los avances tecnológicos actuales, los cuales se incrementaron de


forma demasiado inusual durante el último siglo de nuestra historia, se desarrollaron
en el ámbito de la física cuántica, una rama de la física que se ocupa de estudiar
los patrones impresos en la naturaleza a niveles mucho más diminutos que los
observables por medio del más potente microscopio, acudiendo, como toda ciencia,
26
a hipótesis que suplanten los patrones que aún no logramos descifrar, para seguir
avanzando por ensayo y error (a tientas) en el conocimiento.
Lo que ha revelado nuestra amada ciencia a través de esta ramificación de la física
es que, a nivel cuántico, la materia prima de la creación es la misma: energía e
información16. En otras palabras, que todo es una sola cosa, que somos parte de la
unidad. Ello, fue planteado hace varios siglos por los filósofos griegos bajo el
concepto de panteísmo (o el Absoluto en metafísica), por los hinduistas bajo el
concepto de Brahman, por los taoístas bajo el concepto del yin yang, por los
budistas bajo el concepto de Dharma, por los cristianos bajo el concepto de la
unidad del cuerpo de Cristo, o por los yorubas bajo el concepto de Olodumare, o
por los gnósticos bajo el concepto de la Mónada…
Solo desde la perspectiva planteada toman verdadera forma para nuestro limitado
entendimiento los versículos 13 al 15, Capítulo 3, del libro del Éxodo, dónde se narra
la manera cómo Moisés interrogó a Dios así:
“- Si voy a los israelitas y les digo: “El Dios de sus antepasados me ha enviado
a ustedes”, ellos me preguntarán: “¿Y cuál es el nombre de ese Dios?”.
Entonces, ¿qué les responderé?
Dios le contestó a Moisés.
- Yo soy el que soy. Dile a esto al pueblo de Israel: “Yo soy me ha enviado a
ustedes”
(…)
Este es mi nombre eterno, el nombre que deben recordar por todas las
generaciones.”
La respuesta que le da Dios a Moisés resulta simple, pero tiene un efecto lingüístico
bastante poderoso, toda vez que cualquier persona que quiera mencionar el nombre
que Dios adoptó para nosotros (Yo soy), de manera absolutamente inevitable,
tendría que hacer referencia a sí mismo, a su propia existencia, a su ser ontológico.
Imaginen esto: tienen una conversación con Dios y reciben una información que
desean transmitir a un grupo determinado de personas y se dirigen a la multitud así:
- Yo soy les ha enviado un mensaje –
- ¿Quién dices que envía el mensaje? – les preguntarán.
-Yo soy- responderán ustedes.

16
La física cuántica acuñó el término “quantum” para referirse la partícula más pequeña de materia, la cual,
según la teoría que lleva el mismo nombre, tiene forma de cuerda. (teoría de supercuerdas)

27
- ósea que el mensaje que traes lo enviaste tú mismo- concluirán todos.
En tal contexto, debes explicar de alguna manera la situación, porque te encuentras
preso de tus propias palabras. La única salida que tienes sin caer en contradicción
es acudiendo a lo escrito en Juan10: 30: “El Padre y yo somos uno.”
Aunado a lo anterior, tenemos que dicha idea de la unidad no se queda en el texto
bíblico exclusivamente, pues tuvo dentro de los idiomas español, italiano e inglés (y
quizás en otros tantos) una marcada consecuencia lingüística, toda vez que una de
las formas con las que se puede referir alguien a sí mismo en esas lenguas es
mediante el uso de las palabras “UNO” y “ONE”, respectivamente, las cuales, en tal
caso, no serían sustantivos (numerales) sino pronombres indefinidos, con los cuales
se podrían construir frases como: - “uno tiene derecho a expresar lo que piensa.”
En tal caso, podemos inducir que la idea de la unidad está estrechamente
involucrada con el lenguaje, en el entendido que no se puede tomar como un hecho
aleatorio el uso del mismo vocablo para designar tanto al primer numeral como a la
persona que lo menciona.
En conclusión, tanto las palabras de Dios al profeta Moisés como nuestro ejercicio
lingüístico habitual, nuevamente, nos conducen por los caminos filosóficos que
comparten científicos contemporáneos (directa o indirectamente), hindúes, taoístas,
budistas y algunos cristianos en relación con quién es Dios. Así que, la próxima vez
que te cuestiones sobre el tema, recuerda que Dios creó a los seres humanos a su
propia imagen17. Por ende, cuando alguien te pregunte quién eres, sería impreciso
que digas ser, por ejemplo, “abogado”, pues esa sería una definición en función a
tu profesión, de modo que no respondería de manera ontológica y concreta la
pregunta; si contestas con tu nombre, sería claro que tampoco eres eso (máxime
cuando no lo elegiste) y lo mismo ocurriría con cualquier respuesta que no sea la
siguiente: “SOY LA IMAGEN DE DIOS”, pues eso es lo único que realmente eres.

17
Génesis 1: 26-27

28
CAPÍTULO 4. EL ATEO “RAZONABLE”

“Tanto la naturaleza como nosotros los hombres estamos de tal manera


penetrados de la divinidad, que ella nos sostiene, por ella vivimos,
respiramos y somos; sufrimos y nos regocijamos según las leyes
eternas, en cuya presencia ejecutamos un papel a la vez activo y
pasivo; poco importa que las reconozcamos o no.”

Goethe

Quiero precisar que en este capítulo no pretendo demostrar lo imposible,


únicamente, quiero bridarles una respuesta plausible a la cuestión que he notado
de forma más reiterada en el sustento argumentativo derivado de la posición
filosófica de un ateo.
Siempre que escucho a un ateo argumentando acerca de los motivos de su
incredulidad con un tinte muy elocuente y haciendo casi alarde de una capacidad
de “razonamiento” superior a la de los demás mortales, como sugiriendo que pudo
llegar a la verdad que le resulta ajena al vulgo por su incapacidad de “razonar
correctamente”, puedo percibir tres cosas: reduccionismo, egocentrismo y
superficialidad.
Es necesario manifestar que lo anterior lo expreso con el debido respeto a las
opiniones diversas, pues, como se notará a continuación, no utilizo estos tres
conceptos de manera aleatoria o caprichosa, ni mucho menos despectiva u
ofensiva, sino con un rigor, si se quiere, académico. Observemos:

- Del reduccionismo
Dada la complejidad de su funcionamiento, pocas personas conocen y entienden
de manera detallada cómo funciona la internet, y cuando digo cómo funciona lo digo
en sentido estricto, es decir, consciente de que usarla no significa que sepamos
cómo funciona. No tenemos ni la más mínima idea de cómo una pantalla plana de
cinco pulgadas nos puede conectar en vivo con una persona que está al otro lado
del mundo mediante una videollamada, pero eso nos tiene sin cuidado, siempre y
cuando sepamos usar la tecnología, nos importa muy poco saber cómo funciona.
En otras palabras, inferimos que la internet existe por sus efectos, no porque la
comprendamos realmente.
Dirán ustedes: “¿y a quién le importa que no pueda ver, tocar, oler, escuchar,
degustar o sentir las ondas satelitales que requiere la internet si puedo ver todo el
29
día mi serie favorita en mi nuevo IPhone?... pero, al hablar de Dios, inmediatamente
preguntarán: “¿dónde está que no lo veo?”, lo que equivaldría a sugerir que las
ondas satelitales no existen porque no las podemos percibir con alguno de nuestros
sobrevalorados sentidos.
De igual forma, la existencia de Dios sólo podemos inferirla por sus efectos, porque
su ser ontológico se sale de nuestra comprensión y capacidad de percepción. La
única manera de traer a la comprensión humana este tipo de fenómenos es
personificándolos a través del lenguaje mediante frases como: - mi celular ya
“agarró” señal – esta casa no “tiene” internet – se “cayó” la llamada – o - Dios
“escuchó” mis súplicas; pues todos sabemos que el celular no tiene manos para
agarrar, que la casa no puede ostentar la calidad de propietaria, que las llamadas
no se caen de ninguna parte y que nadie ha visto nunca las orejas de Dios.
Volviendo al tema que ocupa este aparte, cabe destacar que una mente
reduccionista o reductiva trataría de explicar toda esa maraña de causas y efectos
que tienen lugar para que podamos realizar una videollamada, simplemente
diciendo que eso depende únicamente de tener el celular con buena carga de
batería y un plan de datos vigente. Ahora bien, podría pensarse que nadie se ve
afectado por no saber a ciencia cierta cómo funciona su celular, lo que considero
acertado, no obstante, cuando una persona interioriza y defiende a capa y espada
la idea de que, literalmente, para que su celular funcione solo necesita batería e
internet, entonces ahí tendríamos un problema, sobre todo cuando quiera defender
esa idea delante de alguien como Bill Gates… o de su hijo de diez años que maneja
los dispositivos móviles a la perfección.
Es precisamente dentro de esta clase de mentalidad (reduccionista o reductiva)
donde podríamos clasificar de manera precisa la pregunta clásica e icónica del “ateo
razonable” al “creyente confundido”:
“si tu dios existe, es tu padre y es tan bueno ¿por qué permite que sus hijos sufran?”
El anterior cuestionamiento, y otros similares, reducen la inconmensurable
grandeza de Dios a un hecho particular, en otras palabras, minimizan el concepto
humano más complejo, eterno y sublime a la capacidad de análisis (notablemente
limitada) de un individuo particular y a lo que él supone que debe ser Dios; eso
equivale a creer que lo único que necesitas para hacer una videollamada con
alguien que está en la China es un celular con buena carga de batería y plan de
datos. De igual forma, lo responderé en líneas posteriores.

- Del egocentrismo

30
Desde el punto de vista de la lógica, el egocentrismo es un estado cognoscitivo
donde se asume que el “mundo” no es como es, sino como nosotros lo imaginamos
a fortiori18. Desde el punto de vista de la personalidad, es un rasgo que nos mantiene
presos de nuestros propios discernimientos.
De modo que pensar de manera reduccionista el tema más inconmensurable que
podría imaginarse y luego asumir que nuestras conclusiones son verdades
absolutas lo único que hace es diseminar entre las personas paradigmas sin
fundamento. Pero ¿qué es un paradigma? Acudamos a un ejemplo clásico para
explicarlo:
Imaginen una jaula con el suelo húmedo y diez chimpancés dentro. Ahora, imaginen
que colocamos dentro de la jaula, arriba de una escalera metálica, un racimo de
bananos electrificado, de tal manera que cada vez que cualquiera de los diez
animales se lanza por uno de los bananos, él y todos los demás reciben una
descarga eléctrica.
Naturalmente, con el paso del tiempo, ninguno de los diez chimpancés tendrá la
osadía tan siquiera de subir la escalera. Entonces, imaginen que sacamos dos
chimpancés del primer grupo y metemos a la jaula otros dos que no tienen ni la
menor idea de lo que pasa con los bananos. Lógicamente, los dos nuevos animales
tratarán de ir por las frutas, sin embargo, los ocho chimpancés que conocen la
situación les impedirán (a golpes) subir la escalera. Así, los dos chimpancés nuevos
nunca han recibido una descarga eléctrica, pero asumen que los bananos son
intocables.
Ahora bien, supongan que sacamos de la jaula otros dos animales del primer grupo
y ponemos dentro otros dos que no conocen la situación. De nuevo, los intrusos se
lanzarán por los bananos, pero los otros ocho les impedirán (a golpes) tan siquiera
tocarlos… y en la golpiza participan los dos chimpancés que nunca recibieron una
descarga eléctrica, pero que interiorizaron la idea de que esas frutas eran
intocables.
En ese orden de ideas, si repetimos el proceso, llegaremos al punto que tendremos
en la jaula diez chimpancés que nunca han recibido una descarga eléctrica, es decir,
que desconocen la razón por la cual no pueden comerse los bananos, no obstante,
ninguno los primates se atreve a tomarlos porque las cosas ya se hacían así cuando
llegaron a la jaula y ellos se limitaron a repetir el comportamiento de sus semejantes.
En ese momento, les habremos creado a este grupo de animales un nuevo
paradigma en relación con determinada situación, una nueva manera de entender

18
La forma de argumentar A fortiori, del latín “con mayor razón o motivo”, emerge al derivar una conclusión
de otra. Por ejemplo: “si no puedo escupir en la sala, a fortiori no podría orinar en ella.”

31
el “mundo”. Bueno, ¿cuántas veces has escuchado en tu trabajo decir a tus
compañeros: - “no pregunte, aquí las cosas ya se hacían así cuando yo llegué”-?
Tal parece que el ejemplo aplica a la mayoría de nuestros comportamientos.
Pero, qué tal si llevamos el ejemplo mucho más allá, al campo de lo fantástico, y
hablamos de tres chimpancés con algunas cualidades humanas a los que he
decidido llamar: “El ateo razonable”, “El creyente confundido” y “El filósofo”. Estos
tres personajes, que desconocen la verdadera razón por la cual no pueden comer
los bananos, probablemente, tratarían de explicarla de la siguiente manera:
- “El ateo razonable” argumentaría que esos bananos son propiedad de su
máximo opositor, uno de los chimpancés que tiene a los demás del grupo
bajo una especie de maquiavélico encantamiento: “El filósofo”, quien con sus
ideas incomprensibles, irracionales y engañosas lo único que busca es
someter a la masa para conservar su botín, porque sabe que si la masa
despierta, lo arrasará con todo y sus bananos.

- “El filósofo” argumentaría que es mejor no tocarlos, porque debe existir un


tipo de fuerza superior que les resulta incomprensible a los chimpancés y se
encargó de hacer intocables esas frutas (las personas que les colocaron los
cables eléctricos) y que su mayor libertad y conocimiento está en comprender
su incapacidad para determinar con certeza las razones que les impiden
comer los bananos, pero por el hecho que no puedan determinarse no
significa que no están allí. Notablemente, este chimpancé se encuentra más
cerca de la verdad.

- “El creyente confundido”, que realmente terminarían siendo los otros ocho
primates que no saben si creerle al “filósofo” o al “ateo razonable”, serían una
masa homogénea de seres que se mueven al ritmo de la misma masa, lo que
José Ortega y Gasset denominó sociológicamente “la gente”, es decir, el
conjunto donde estamos todos y, a la vez, no está nadie.
En conclusión, es evidente que el reduccionismo sumado al egocentrismo es la
mezcla más idónea para obtener un ateo.

- De la superficialidad
En este aparte me ocuparé de responder de manera directa el cuestionamiento del
“ateo razonable” al “creyente confundido”:
“si tu dios existe, es tu padre y es tan bueno ¿por qué permite que sus hijos sufran?”

32
Seleccioné esta pregunta porque, palabras más, palabras menos, el fundamento
argumentativo de los ateos siempre redunda en este tipo de situaciones o
cuestionamientos. La respuesta, nuevamente, estará colmada de ejemplos y
situaciones hipotéticas.
Vamos a un mundo que denominaremos “Ateolandia”. En “Ateolandia” solo existe
la felicidad, todo es miel eterna y abundancia, es un mundo plano donde todos son
felices, pero nadie lo sabe. En palabras de uno de los más prominentes filósofos
colombianos, Estanislao Zuleta,
“La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una
manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces
comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de Cucaña. Una
vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y por lo
tanto también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada,
una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos
afortunadamente inexistentes.
Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, si no fuera porque
constituyen el modelo de nuestros propósitos y de nuestros anhelos en la vida
práctica.
Aquí mismo, en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de
las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad
garantizada, de las reconciliaciones totales, de las soluciones definitivas.
Puede decirse que nuestro problema no consiste sola ni principalmente en que
no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que
nos proponemos; que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de
nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal. En lugar
de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule
nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin
sombras y sin peligros, un nido de amor y, por lo tanto, en última instancia, un
retorno al huevo.” 19
Volviendo a “Ateolandia”, donde todo es felicidad, cabe preguntarse si existe la
posibilidad de que sus habitantes sean conscientes su “envidiable” situación sin
haber experimentado el sufrimiento, pues la felicidad es precisamente lo opuesto a
sufrir. Desde esa perspectiva, la vida en “Ateolandia” no sería sustancialmente feliz,

19
“Elogio de la dificultad”. Ensayo de Estanislao Zuleta Velásquez

33
sería absolutamente plana, carente de opuestos y contradicciones, dos conceptos
que constituyen el fundamento de la filosofía metafísica aristotélica.20
En otras palabras, no hay blanco sin negro, luz sin oscuridad, alegría sin tristeza,
abundancia sin carencia... no podemos hacer una montaña sin cavar un hoyo. Con
todo ello, el sufrimiento es una condición sin la cual no (sine qua non) existiría la
felicidad, pues ambos conceptos coexisten en extremos opuestos de la relación y,
a su vez, son absolutamente interdependientes.
En este punto, con el perdón de los religiosos acérrimos, debo manifestar que la
misma palabra -Dios-, es un mero concepto, una creación humana que no puede
ser ajena a la ley de los opuestos, por tanto, la palabra -diablo- nos sirvió para
oponérsele al primero y así permitir su existencia en nuestra realidad. Eso es todo.
Los dos conceptos referidos (Dios y diablo…y sus derivados), al igual que muchos
otros, tienen la siguiente característica: no se trata de conceptos materiales que
hacen referencia a objetos perceptibles por nuestros sentidos, contrario a ello, son
conceptos ideológicos como socialismo y capitalismo, los cuales, generalmente, son
llenados de contenido de manera sesgada bien sea para apoyar o defender
determinada posición. Esa es la razón por la cual los ateos se remiten a realizar
preguntas propias de conceptos materiales para referirse a conceptos ideológicos,
tales como: si Dios existe, ¿dónde está que no lo veo? Tratando de involucrar a su
interlocutor en la confusión que lo agobia, pues eso equivale a decir que el
matrimonio no existe porque no lo podemos ver. Lo anterior, paradójicamente,
reafirma la existencia que el ateo pretende desvirtuar, porque nadie puede tomar
posición frente a algo que no existe.
Entonces, lo anterior significa que los humanos sí tuvimos que inventar los términos
-Dios y diablo- para intentar traer a nuestro conocimiento algo imposible de nombrar,
términos que se convirtieron en “comodines” del lenguaje, al servir de argumento
tanto para ateos como para religiosos, quienes los utilizan para referirse a todo
aquello que ellos deseen, total, nadie ha podido ni podrá definirlos a la perfección y
ese halo de confusión imposible de dilucidar es el caldo de cultivo perfecto para la
irracionalidad propia de las masas. Lo mismo ocurre con los conceptos capitalismo
y comunismo cuando caen en boca de los politiqueros que acuden al corazón y no
a la razón de sus electores. (Pero no acuden con amor, sino inyectando sobredosis

20
“Lo Opuesto se dice de la contradicción, de los contrarios y de la relación; de la privación y de la posesión;
de los principios de los seres y de los elementos en que se resuelven; es decir, de la producción y de la
destrucción. En una palabra, en todos los casos en que un sujeto no puede admitir la coexistencia de dos
cosas, decimos, que estas cosas son opuestas, opuestas en sí mismas, o bien opuestas en cuanto a sus
principios. Lo pardo y lo blanco no coexisten en el mismo sujeto, y así sus principios son opuestos.”
Metafísica. Libro Quinto. Opuesto y Contrario. Aristóteles.

34
de odio, pues saben que éste resulta más efectivo para mover enormes
conglomerados sociales)
Ahora, para redondear la respuesta al “ateo razonable”, ocupémonos de la
comparación, una actividad que solo tiene lugar en el campo metafísico de la mente
humana, mediante un par de ejemplos: una hormiga es enorme en relación con un
microorganismo, pero diminuta en relación con un elefante; el planeta tierra es
enorme en relación con un elefante, pero ínfimo en relación con el universo. Ello
deja en evidencia que la comparación es nuestra manera de interpretar la realidad.
(de allí nuestra manía de tratar de comparar con algo al Dios incomparable, “primero
pasará un camello por el ojo de una aguja”)
De tal modo, cuando vemos a alguien sufriendo por determinada circunstancia,
inmediatamente lo comparamos con nosotros y asumimos que, literalmente, esa
persona ve el mundo a través de nuestros ojos. Un ejemplo claro de esa situación
se observa en una de las escenas de la extraordinaria película “Forest Gump”. En
ella, el soldado Forest, en medio de una sangrienta batalla en Vietnam, empieza a
rescatar a todos sus compañeros heridos, asumiendo que nadie quería morir
después de una solitaria agonía entre la maleza o en manos de los despiadados
Viet Cong. Sin embargo, entre los rescatados se encuentra el teniente Dunn, un
hombre de armas cuyo bisabuelo, abuelo y padre, habían muerto heroicamente
como soldados de los Estados Unidos. Esa batalla en Vietnam era la única
oportunidad que tendría el teniente de cumplir con el destino del que se había
apropiado, de materializar el profundo deseo que lo impulsaba a ir a la guerra, esto
es, morir por su patria como sus ascendientes directos. Pero Forest rescata a Dunn,
quien en su cama de hospital y con las dos piernas amputadas, le reclama por
haberle robado sus sueños, en otras palabras, por no haber visto el mundo a través
de sus ojos y dar por sentado que no quería morir en la guerra.
¿Alguna vez le preguntaste a una persona que pretendías ayudar si esa era la
manera en que ella requería la ayuda?
Recuerdo haber visto un video en la internet donde dos “generadores de contenido”
se acercaban a una anciana que se encontraba vendiendo empanadas en una
esquina, sentada en el andén, con un humilde canasto. Aquellas personas le
ofrecieron comprar todas las empanadas y a un precio mayor al que las ofrecía la
anciana, asumiendo que ella interpretaba el mundo a través de los ojos de ellos.
Pero la anciana se negó, afirmando que eso la dejaría sin producto muy temprano
y sus demás clientes que la buscaban cada mañana se quedarían sin su empanada.
Para ella no se trataba de dinero, se trataba de servicio, y estar cada mañana en
ese anden no constituía para ella ningún sufrimiento, era una de sus motivaciones
diarias.

35
Tal como los “generadores de contenido” del anterior ejemplo, algún día me choqué
con la superficialidad de mis pensamientos mientras observaba un documental en
televisión que tenía como tema central la pobreza extrema. En dicho programa le
preguntaron a uno de los miembros de una familia que sobrevivía con menos de un
dólar al día cuál era su mayor sueño, el respondió que tener un rio al frente de la
carpa que les servía de casa, pues todos los días debían caminar alrededor de ocho
horas para obtener menos de un litro de agua potable.
Yo pensé que iba a responder que su mayor sueño era algo así como irse a vivir a
una lujosa mansión en Dubái con su familia o, al menos, pasar a ser parte de la
clase social “alta” en su país de origen, pues, lógicamente, en los países donde se
observa ese tipo de pobreza existe la opulencia en proporciones igualmente
ridículas; pero no, él no era lo suficientemente vacío para desear eso, él quería agua
limpia para él su y comunidad. Esa era su idea de felicidad.
Con lo referido quiero resaltar que el sufrimiento ajeno no se puede interpretar a
través de nuestros ojos, como lo hacen los ateos al momento de realizar la pregunta
que intentamos responder (si tu dios existe, es tu padre y es tan bueno ¿por qué
permite que sus hijos sufran?). La anterior realidad no se escapa al derecho
positivo21 (casi nada lo hace) y, por ende, en el ordenamiento jurídico colombiano y
de muchos otros países existe una figura atenuante de la conducta punible
denominada “ira e intenso dolor”, la cual consiste en ponderar la sentencia del
acusado considerando, incluso absolverlo de la pena, si cometió la conducta
delictiva bajo esos dos sentimientos. De ser así, el proceso se vería abocado a
determinar qué situaciones le generan sentimientos de ira e intenso dolor al sujeto
acusado, no al juez, ni al fiscal, ni al abogado defensor, ni al delegado del ministerio
público… pues no tiene las mismas consecuencias insultar la madre de una persona
que nunca la conoció a insultar la de una persona que la amaba profundamente
durante el velorio de su madre.
Lo expuesto nos lleva a considerar irremediablemente que un hecho no es “bueno”
o “malo” en sí mismo, sino que dicha valoración emerge como resultado de un juicio
de valor, proceso que solo tiene lugar en la mente de un sujeto y depende de
muchas circunstancias de carácter fáctico y psicológico.
Acudiré a dos ejemplos que pueden ser tomados como crueles y gráficos, pero
considero que son los más apropiados para dar mayor claridad a lo planteado en
relación con las circunstancias que se deben considerar antes de emitir un juicio de
valor o en relación con el sufrimiento ajeno:

21
El término “derecho positivo” hace referencia al conjunto de normas escritas vigentes en determinado
ordenamiento jurídico.

36
- Primer ejemplo:
Imaginen que conducen un auto fuera de control y en sus manos está que choque
letalmente contra un anciano que intenta cruzar la vía solo, o esquivarlo y dirigir el
vehículo hacía una mujer en embarazo con un niño en brazos. ¿Cuál sería su
decisión? Obviamente, por difícil que sea la situación, lo más probable es que
elijamos atropellar al anciano. Pero ¿nos sería reprochable la muerte del anciano
cuando tuvo lugar por salvar la vida de dos niños y su madre? Claramente, no.
De modo que en la cabeza de alguien que esté en sus cabales no sería plausible
cometer el asesinato intencional de un anciano, pues el imperativo categórico22 más
común en las sociedades actuales es que no debemos matar absolutamente a
nadie. Pero, no basta con pasar por encima del imperativo categórico para ser
considerado malvado, es decir, no basta con matar a otro, pues primero se deben
determinar las causas por las cuales ocurrió el hecho, porque de esas
circunstancias se puede desprender, incluso, el calificativo de héroe.

- Segundo ejemplo:
Imaginen una pareja plástica, de esas que veo por ahí. Él, pensando solo en dinero.
Ella, en la boda en París. Aparentando lo que no son, viviendo en un mundo de pura
ilusión. Diciendo a su hijo de cinco años: -No juegues con niños de color extraño-
Ahogados en deudas para mantener su estatus social en boda o coctel.23 Esta
pareja se compra una lujosa mansión que necesitaban como combustible para sus
ganas de vivir, diluidas cada tanto por la ausencia de cualquier objeto banal o,
incluso, superfluo. ¿Creen ustedes que el sufrimiento que desencadenaría en esta
pareja la pérdida de su mansión no se podría equiparar al que experimentaría una
persona pobre a la cual le quitan su comida?, al fin y al cabo, en ambos casos se
pierde la principal motivación. De hecho, la pareja de nuestro ejemplo es de las que
prefieren el no comer por las apariencias que hay que tener.

Gran parte de lo expresado en este capítulo se puede esbozar de forma bastante


sencilla a través de los siguientes gráficos, que son una analogía de la denominada
economía circular24. Observemos:

22
El “imperativo categórico” es un concepto en la ética kantiana, y hace referencia a un mandamiento o
directriz de la cual se apropia un individuo de manera autónoma y termina por regir su comportamiento.
23
Estrofa de la canción “Plástico” del artista panameño de la salsa Rubén Blades.
24
La economía lineal es aquella donde se usa y se desecha, es decir, donde algo es útil o es basura. En la
economía circular se promueve la reutilización, es decir, volver útil lo que era basura.

37
Gráfico A: discernimiento lineal (ateo)

“Lo bueno” "Lo malo”

En el Gráfico A, referente al discernimiento lineal, lo que se encuentra en un extremo


de la línea jamás confluirá con el extremo opuesto, en otras palabras, para este tipo
de personas lo bueno es bueno y lo malo es malo infinitamente. Por ejemplo: amar
al prójimo siempre será bueno, incluso si ello significa pasar por encima del amor
propio; y mentir siempre será malo, incluso si es por no arruinar la fiesta sorpresa
de un niño.

Gráfico B: discernimiento circular (creyente “no confundido”)


“Lo bueno”

“Lo malo”

En el Gráfico B (similar al yin yang taoísta), referente al discernimiento circular, lo


que se encuentra en un extremo de la línea puede llegar a pasar al otro extremo, en
otras palabras, para este tipo de personas lo bueno puede llegar a ser malo y
viceversa. Por ejemplo: Quizás, sean más las personas que subsisten del SIDA
que las que mueren por su causa.
Sobre la tesis de lo que denominamos aquí “conocimiento circular” se desarrolló
alguna vez una actividad lúdica durante un “retiro espiritual” organizado por el
colegio donde cursé bachillerato. La actividad consistía en simular que el amor era
llevado a juicio y pedían su sentencia a muerte. Con eso en mente, habríamos de
dividir el número de estudiantes (40 aprox.) en dos grupos iguales; uno, tendría la

38
labor de acusar al amor; el otro, de defenderlo. Lo primero que pensé cuando supe
que estaba dentro del grupo que debía defender al amor fue que la tarea era muy
sencilla y que teníamos la victoria asegurada. Sin embargo, durante el debate, me
sorprendieron los argumentos en contra de mi tesis, pues debía admitir que el amor,
desde la perspectiva de mis compañeros, podía causar muchas cosas malas:
referían suicidios por amor, vidas destrozadas por amores no correspondidos, el
dolor que genera el amor cuando se pierde al ser amado… en fin, tras cada
intervención de la contraparte, me resultaba más difícil defender al amor de su
sentencia a muerte… incluso, llegue a pensar que el amor era la causa de todos
nuestros males. Naturalmente, después de un amplio debate, el amor resultó
absuelto, pero mi mente nunca abandonó la práctica de contemplar el otro lado de
las cosas, hasta de las cuales me parecía, a simple vista, que tenían un solo lado.
Al final de la actividad, no sé si fue por omisión o por desconocimiento, nadie nos
explicó cuál era el objetivo subyacente de la misma (además de ganar el juicio), el
cual puedo inferir que era promover un discernimiento circular, pues ese fue el
efecto que tuvo en mí.
La dinámica de discernir circularmente aplicada en la vida práctica puede tener
efectos muy poderosos sobre nuestras reacciones frente a las cosas, o sea, tiene
la facultad de modificar nuestro comportamiento, al dotarnos de una capacidad de
razonamiento que, infortunadamente, resulta poco común en el ser humano actual,
a pesar de ser bastante sencilla, como veremos a continuación.
Todos tenemos la capacidad de decidir cuál será nuestra reacción frente a
determinado hecho que se sale por completo de nuestro control, lo que equivale a
decir que el único poder que tenemos sobre algo es nuestra manera de
relacionarnos con él. Conscientes de ello, volvamos a los pedagógicos ejemplos:
Primer ejemplo: imaginen que están a dieta y ven en la nevera un delicioso pedazo
de torta de caramelo que les envió un amigo como regalo sorpresa por su
cumpleaños. Lo primero que deberíamos pensar es que se salió por completo de
nuestro control el hecho de que nos enviaran un gran postre durante la dieta, por
ende, lo debemos aceptar tranquilamente. Ahora bien, frente al enorme deseo que
el postre despierta en nosotros tenemos una virtud que se le opone como
resistencia, esto es, el autocontrol; mientras que al poder del primero es muy
sencillo sucumbir, el segundo se nos brinda como herramienta para combatirlo.
Segundo ejemplo: imaginen que acaban de comprar su auto nuevo después de
muchos años de esfuerzo. Saliendo del concesionario, un hombre ebrio se atraviesa
la calle, desprevenido, y ustedes no alcanzan a esquivarlo totalmente, golpeándolo
con la farola del auto, la cual queda hecha trizas. Lo primero que deberíamos pensar
es que se salió por completo de nuestro control el hecho de que apareciera un

39
borracho en medio de la vía, por ende, lo debemos aceptar tranquilamente. Ahora
bien, frente a la enorme rabia que despierta en nosotros el irresponsable
desconocido tenemos una virtud que se le opone como resistencia, esto es, la
paciencia; mientras que al poder de la primera es muy sencillo sucumbir, la segunda
se nos brinda como herramienta para combatirla.
Lamentablemente, acudiendo al discernimiento lineal e irracional, lo que tiene lugar
la mayoría de las veces es que las personas cedamos pacíficamente y sin oposición
alguna a aquello que nos aleja de nuestros objetivos, de la tranquilidad, de la
satisfacción del deber cumplido. Pero no es eso lo más preocupante, sino que las
personas consideren que es una virtud, por ejemplo, rendirse a la rabia y al odio,
apropiándose de frases como: “yo por las malas soy muy malo”, “usted no sabe
quién soy yo cuando me enojo”, “para un malo hay otro más malo”, etc.
Es totalmente ilógico que nos vanagloriemos de hacer algo que es lo más sencillo,
lo que no requiere ningún esfuerzo, lo que sale de manera natural como primera
reacción ante las situaciones, lo que cualquier otro podría hacer, incluso, peor que
nosotros. ¿Acaso alguien se atreve a sentirse más que los demás por el simple
hecho de respirar cuando sabe que cualquiera puede hacerlo?
De modo que alguien verdaderamente poderoso vence cualquier cosa por su propia
paz y sabe que la guerra real es consigo mismo. Pero, para ello debe acudir a las
herramientas con las que cuenta para enfrentarse a sus enemigos internos, las
cuales se encuentran, igualmente, dentro de él.
Está claro que cualquier guerrero pierde algunas batallas, pero no puede
autoproclamarse como un guerrero en esta vida quien siempre cae vencido ante el
odio, la rabia, el resentimiento, el dolor, la venganza, el dinero… de esos falsos
“guerreros” está llena la tierra, “guerreros” de papel que aún no han librado ni la
primera batalla y se perciben a sí mismos como un gran general.
Si en serio piensas que la guerra es contra lo “otro” y que debes seguir peleando
con lo que se sale por completo de tu control, déjame decirte que has venido tirando
puños al aire mientras tu enemigo espera que, al menos, lo voltees a mirar.
Finalmente, con todo lo manifestado en este capítulo no pretendo volver creyente a
un ateo (si lo llegase a lograr sería algo que superaría por completo mis
expectativas, aunque considero que el verdadero camino a Dios suele pasar por el
ateísmo) sino aportar desde mis conocimientos y experiencias particulares en la
respuesta a las preguntas típicas del “ateo razonable” al “creyente confundido”,
último al cual espero haberle transmitido algo útil para sacarlo de su confusión.

40
CAPÍTULO 5. ME GUSTA ESTAR SOLO PORQUE ME CAIGO BIEN

“Si te sientes solo cuando estás solo, estás mal acompañado.”


Jean Paul Sartre.

Disfruto de Sartre, aunque es el típico filósofo aguafiestas. Su sinceridad resulta tan


amarga, áspera y difícil de digerir como reveladora y seductora; y su ironía,
entendida negativamente, puede asimilarse por nuestra mente de forma
autodestructiva. Por ello, reitero que a la filosofía (y a la religión) debemos
aproximarnos con cautela, en especial cuando abordamos autores como Sartre o
Hegel.
En el caso de la cita con que inicia este capítulo, el francés expone con su típica
acidez el hecho de que una persona no logre disfrutar su soledad, lo que no puede
hacer más que llevarnos a recordar el viejo adagio popular que reza: “la soledad es
mala consejera”, pues, a la luz de las palabras de Sartre, la soledad podría llegar a
ser mala, únicamente, cuando la compañía es mala. Opino lo mismo.
Debe ser muy triste que te aburras contigo, o lo que es peor, que te des malos
consejos, considerando que la única compañía que tendrás asegurada hasta el final
de tu existencia es la tuya y lo mínimo que puedes hacer es volverla agradable y
enriquecedora. No obstante, lo más común en la sociedad actual es buscar
compañía desenfrenadamente o, al menos, un estímulo que nos distraiga para así
evitar a toda costa conversar con nosotros mismos. ¿Alguna vez te has preguntado
por qué ocurre eso?, ¿por qué siempre prefieres estar mal acompañado que estar
solo? Creo que puedo brindarte una respuesta plausible a esas dudas en este punto
del libro.
Como lo tratamos en capítulos anteriores, la divinidad está en nosotros, habita
nuestro cuerpo humano y tiene la posibilidad o, quizás, la tarea de revelarte un
conocimiento extraordinario25. Lógicamente, a esa parte de ti no le gusta hablar de
las tendencias en moda, de los juegos de video, de las relaciones de los famosos,
de la bolsa de valores, de fútbol o cualquier otra nimiedad, puesto que ese tipo de
conversaciones son superfluas, irrelevantes, y no conducen a tu divinidad por el
camino de la verdadera revelación de conocimiento que es su razón de ser.
Por ende, tu divinidad permanece en silencio y te ignora tal como tú a ella, al no
compartir contigo ni tan siquiera un tema de conversación. Se desagradan

25
“¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado
por Dios?” 1 Corintios 6: 19.

41
mutuamente, se caen mal y por eso nunca se quedan solos, por eso prefieres estar
mal acompañado que con la mejor compañía que pudieras anhelar. En ese caso,
podría resultarte útil lo que contienen las siguientes líneas acerca de cómo puedes
empezar a hacer de tu soledad la mejor compañía.
En este punto resulta pertinente manifestar que esta no es una invitación a
convertirte en un asocial ermitaño, aclaración que hago consciente de que muchas
personas están leyendo este libro con un “discernimiento lineal” y otras tantas con
más ansias de refutar su contenido que de enriquecerse con él.
Dicho lo anterior, prosigo mi exposición mediante un ejemplo: imaginen que mañana
deben entrevistar públicamente a la máxima autoridad en la labor con la que ustedes
se ganen el sustento diario, bien sea, al mejor abogado, ingeniero, arquitecto,
zapatero, pintor, escritor, médico, costurera, deportista, cocinero, estilista, etc. Por
ello, lo más normal es que ustedes, además de ansiosos, estén determinados a
prepararse para la entrevista, toda vez que, en la medida de lo posible, deben “dar
la talla” al invitado.
Exactamente lo mismo ocurre contigo. Dentro de ti hay mucho más que un gran
abogado, un gran ingeniero, una gran bailarina, un gran padre, un gran hijo, un gran
cocinero, está el mejor de todos, y lo digo realmente en serio, el problema es que
no te encuentras preparado para hablar con él, posiblemente, aun no estés a su
altura, y un efecto de eso es tu repudio a la soledad.
Si la soledad es tan mala consejera, podría alguien decirme ¿cómo los grandes
genios de la humanidad hubieran logrado traer del mundo de los imposibles aquellas
ideas que moldearon nuestra realidad actual si estuviesen en medio del
desconcertante bullicio de las calles, de los letreros que gritan promociones en la
cara al caminar, de las luces artificiales que punzan agudamente las pupilas, de la
mirada acusadora de los ciegos de espíritu y tantos otros estímulos externos?
Porque no logro imaginar a Mozart componiendo “Para Elisa” sentado en la mitad
de un concurrido centro comercial o a Albert Einstein descifrando su teoría de la
relatividad mientras conquistaba una chica en un baile.
Para estos grandes hombres y mujeres la soledad y el silencio eran premisa
fundamental para acceder a su genio, el cual, lógicamente, no podían escuchar
mientras otros hablaban, porque nuestro espíritu es respetuoso y no interrumpe las
conversaciones en las que no está invitado. Quizá sea esa la razón por la cual
Beethoven pudo regalarnos su arte musical estando sordo, porque la melodía no
brotaba de su razón, emergía del espíritu.
El tema que ocupa este capítulo es la columna vertebral de un trabajo académico
inconcluso del filósofo español José Ortega y Gasset denominado “El hombre y la
gente”. En términos generales, dicho trabajo plantea la necesidad de responder de
42
manera ontológica las preguntas: ¿qué es el hombre? y ¿qué es la gente? Para el
caso que nos ocupa, me dedicaré a explicar de manera sucinta la respuesta que se
le da en la obra al primer cuestionamiento.
En búsqueda de la respuesta al ser ontológico del hombre, Ortega y Gasset acude
a una técnica utilizada por Ferdinand Lasalle en el libro que lleva por título “Qué es
una Constitución”, la cual consiste en comparar aquello que se quiere definir con
algo que le resulte muy semejante, para luego enfocarse en las diferencias, llegando
así a la esencia del concepto, a aquello que lo hace único, a lo que lo hace ser lo
que es y no otra cosa.
En ese contexto, el filósofo español compara al ser humano con otro animal
cualquiera, digamos de forma hipotética que lo hace con un chimpancé. Entonces,
al enfocarse en aquello que nos diferencia a los humanos de los primates, Ortega y
Gasset afirma que es la capacidad de ensimismarnos, esto es, la capacidad de
retraernos totalmente a nuestros pensamientos, para luego materializar en el facto
aquello que traemos del mundo de las ideas.
Pero, en un giro argumentativo que uno no ve venir, toda la obra se convierte en
una crítica, pues termina planteando que esa capacidad de ensimismarse no es
innata a todos los seres humanos, no es congénita; lo que significa que aquello que
nos diferencia de las “bestias” no tiene lugar en todas las personas ni de manera
constante.
Explica el filósofo que el humano de hoy evita a toda costa el ensimismamiento
mediante la búsqueda de constantes estímulos externos, despojándose así de la
esencia de su humanidad y retornando a un estado “animal”, toda vez que ha fallado
a su promesa de ser racional. Según el autor, para estos seres irracionales la
soledad y la ausencia de estímulos, contrario a conectarlos con su humanidad, lo
sumergen en un sueño profundo, igual que ocurre con las “bestias”.
Acudí a José Ortega y Gasset y a su obra titulada “El hombre y la gente”, porque,
como se pudo apreciar, desde la perspectiva del filósofo español (la cual comparto)
el ser humano debe hacerse humano pensando, pues dicha condición no es de
carácter congénito sino práctico. De modo que huirle a la soledad es huirle a la
esencia de la condición humana.
Ahora, pasemos de buscar información afín a nuestro tema en la filosofía, stricto
sensu26, y busquemos alguna en la Biblia, libro que nos transmite varias de las
enseñanzas del Gran Maestro. En estas citas, se puede apreciar como Jesús
relacionaba de manera estricta la oración con estar en soledad e inmerso en sí

26
Expresión latina que significa 'en sentido estricto' o 'en sentido restringido'.

43
mismo, algo cuya similitud con lo que Ortega y Gasset llamó ensimismarse es total.
Observemos:
- “Sin embargo, a pesar de las instrucciones de Jesús, la noticia de su poder
corrió aún más, y grandes multitudes llegaron para escucharlo predicar y ser
sanados de sus enfermedades. Así que Jesús muchas veces se alejaba al
desierto para orar.” Lucas 5:15-16.

- “Cuando ores, no hagas como los hipócritas a quienes les encanta orar en
público, en las esquinas de las calles y en las sinagogas donde todos pueden
verlos. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que esa. Pero
tú, cuando ores, apártate a solas, cierra la puerta detrás de ti y ora a tu Padre
en privado. Entonces, tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará.” Mateo 6:
5-6.

- “A la mañana siguiente, antes del amanecer, Jesús se levantó y fue a un


lugar aislado para orar.” Marcos 1: 35.
En el mismo sentido, podría afirmar que son innumerables los genios que a través
de la historia han percibido la existencia de una conexión de su humanidad con el
universo infinito, atribuyendo el origen de sus descubrimientos a una parte de sí
mismos que, por algún motivo, parecía saber muchas cosas sin que ellos desde su
misma razón pudieran explicarse los motivos de tan maravilloso acontecimiento.
Un ejemplo claro de ello es la Biblia, cuyos autores fueron personas comunes y
corrientes expresando de manera escrita cosas que de comunes y de corrientes
tienen muy poco; pues, por menos valor que se le quiera dar a la Biblia como
documento religioso por parte de algunas personas, jamás podrían negar su valor
como un texto cuyo contenido filosófico, histórico y espiritual, difícilmente, pueda
igualarse, y muchos de sus autores eran todo menos escritores famosos,
académicos, filósofos o emperadores. Claro está, que no era la época en la que la
falacia de apelación a la autoridad individual había dejado de ser un razonamiento
incorrecto para convertirse en criterio de veracidad27.
Otro ejemplo de un genio que estableció conexión con su propia divinidad es el
matemático indio Srinivasa Ramanujan, quien terminó sentado en el “olimpo” de la

27
Se incurre en esta falacia cuando, para defender una afirmación, apelamos a la autoridad de un individuo
que consideramos admirable, en lugar de ofrecer razones pertinentes. Es decir, se le transfiere al argumento
la supuesta autoridad de la persona a la que recurrimos para defender nuestra posición, asumiendo que
algo solo puede ser cierto si lo dice quien nosotros consideramos que tiene autoridad para decirlo.
Actualmente, esta falacia ha dejado de ser un razonamiento errado e inaceptable para volverse una de las
formas más usadas en la defensa de argumentos, sobre todo en ambientes con discursos eminentemente
falaces como los políticos.

44
Royal Society de los grandes matemáticos de la Universidad de Cambridge en
Inglaterra y siendo comparado con el mismísimo Isaac Newton, todo ello, tras haber
pasado en la india por condiciones de extrema pobreza que lo obligaron a aprender
matemáticas de forma autodidacta haciendo trazos en la arena con una rama.28
Este extraordinario personaje afirmaba que quien le dictaba las fórmulas que tanto
asombro causaron entre los académicos de su época y siguen causando aun en la
actualidad era Dios mismo.
El último ejemplo de la genialidad humana en su máxima expresión que quiero
compartirles es la del inventor Nicola Tesla, quien algún día mencionó que “el don
del poder de la mente proviene del Ser Divino que es Dios, y si concentramos
nuestro pensamiento sobre esta verdad, nos sintonizamos con su gran energía”. De
la anterior frase podemos concluir que la sintonía con Dios se establece
enfocándonos en nuestro ser interior, acto que requiere de la concentración que
solo tiene lugar en soledad.
Estoy convencido de que el viaje más extraordinario e inagotable que puede
emprender un ser humano es hacia su propio interior. Sería el tour más
sorprendente al que pudieras acudir y podría apostar a que conoces muy poco de
ese maravilloso destino, pues todo lo que percibes ahí afuera estuvo primero en el
mundo de las ideas, de modo que dentro de ti está todo lo que existe y lo que aun
no.
Para finalizar este capítulo, les comparto el siguiente texto que titulé “¿Quién mira
a través de tus ojos?”, el cual tiene como finalidad incentivarlos a dejar de huir de
su propia humanidad y establecer una conexión o sintonía con el universo, la
divinidad, la sabiduría infinita o como quieran llamarla, que habita dentro de ustedes.
Sería demasiado lamentable que les ocurra como en la canción “En algún lugar” de
Duncan Dhu, donde, “en las sombras, mueren genios sin saber de su magia
concedida, sin pedirlo, mucho tiempo antes de nacer”.

“¿Quién mira a través de tus ojos?

¿Quién mira a través de tus ojos? Bien sabes que no es el efímero ser que se
divierte y se acongoja en su mundano yugo. Mucho menos el que se vio obligado a
dar su primer suspiro en el seno de una sociedad desconocida, en la cual lo llaman
por un nombre que nunca eligió. Tampoco quien se debate entre el “bien” y el “mal”

28
La película “El hombre que conocía el infinito”, del director Matt Brown, recrea la vida del extraordinario
Srinivasa Ramanujan y su relación con el matemático inglés Godfrey Harold Hardy.

45
que estaba predeterminado antes de su concepción por factores ajenos a su
voluntad, ni el que vive preso del espacio y del tiempo.
¿Quién mira a través de tus ojos? No, no es el que usa diferentes máscaras, ni el
que trata de hacer sonar sofisticada la risa en eventos sociales. No es quién se rinde
orgulloso ante el amor y ante el odio, ni el que resume su existencia al dinero que
nunca acompañó a los de su especie durante el milenario sendero de la evolución.
Sabes que no es quién busca desesperadamente un punto de referencia desde el
cual definirse, uno que le permita llevar una etiqueta que lo haga sentir que existe.
¿Quién mira a través de tus ojos? Es imposible que sea el que se preocupa, el que
considera plausible tomar decisiones con base en el horóscopo, el que está
dispuesto a arrebatarle la vida a otro por defender un objeto sobrevalorado, el que
se hace grande en elogios inmerecidos o el que sufre por la ausencia de algo y no
de alguien. Eres consciente que no es tu precaria existencia humana la dueña de
tus sentidos. Tampoco es quien busca de manera desesperada la piedra filosofal y
el elixir de la eterna juventud, aferrado a la riqueza y a la vida como a un dios, ni la
masa de material orgánico que reposará en tu tumba.
¿Quién mira a través de tus ojos? Mira el que nació con el universo mismo y no
tiene padres. El que eras antes de tu primer suspiro y el que serás tras el último. El
que solo tiene un nombre por toda la eternidad. El que está por encima del bien y
del mal. El que no conoce de espacio ni de tiempo e impulsa tus órganos vitales
tanto en el sueño como en la vigilia.
¿Quién mira a través de tus ojos? El que no tiene máscaras. Al que tanto le temes
quedarte con él a solas porque eres incapaz de sostenerle una conversación, pues
te aterra su mera presencia y poder. Es el que ríe a carcajadas sin importar el lugar.
Es el que conoce el amor al punto que ha olvidado odiar. Es el que sabe que el
dinero no es un tema de conversación interesante, sólo un fenómeno banal. Es
quien no necesita etiquetas porque ya era antes de que nacieras.
¿Quién mira a través de tus ojos? Lo hace el que no tiene nada que aprender y todo
por recordar. El que da órdenes a los astros, el que elige siempre la vida sobre la
muerte, el que se hace grande ayudando a un desconocido porque reconoce su
propia existencia en el otro y puede sentir tanto su tristeza como su dicha. Es el que
sabe que estará de paso por este plano de la existencia dentro de una cárcel de
carne y hueso, para luego retornar a la única realidad posible. Es el que conoce que
el mundo que observa allá afuera está dentro de sí mismo y que aquello que aún no
existe también está en él, esperando por salir… Es la promesa cumplida.”

46
CAPÍTULO 6. “LA MONTAÑA INFINITA, EL MANANTIAL Y LAS NUEVE
DIMENSIONES”, UN RELATO QUE TE AYUDARÁ A CUMPLIR CON TU PARTE
PARA ALCANZAR TUS METAS

“El mayor número de males que padece el hombre provienen del hombre
mismo.”
Plinio

En la introducción mencioné que este libro se trata de tres cosas: la primera, del
impacto de Dios en nuestras vidas; la segunda, de la manera cómo reconocerlo; la
tercera, de cómo usarlo a nuestro favor. En los capítulos anteriores nos ocupamos
de las primeras dos cosas, en los siguientes haremos lo propio con la tercera.
Iniciemos, entonces, por reconocer nuestras circunstancias como única plataforma
de partida hacia las metas que nos proponemos e interiorizar la idea de que
debemos utilizar esa firmeza y constancia para impulsarnos al despegar, pero
¿cómo lo hacemos?, ¿cómo usamos ese poder a nuestro favor?
Les compartiré un relato de mi autoría para ofrecer respuesta a tal pregunta o, en
su defecto, para que se lo lean a sus hijos cuando les pregunten la razón por la cual
deben estudiar. Como lo considero digno del mago Merlín y del rey Arturo (al mejor
estilo de Deepak Chopra en su libro denominado “El sendero del mago”) les solicito
amablemente que interioricen el papel del rey.

“La Montaña Infinita, el manantial y las nueve dimensiones


Durante una de tantas caminatas por el castillo de Camelot, el rey Arturo le
mencionó al mago Merlín sobre su deseo inamovible de convertirse en un guerrero
invencible.
En respuesta, Merlín hizo alusión a un hombre corriente que llegó a ser el guerrero
más poderoso de su tiempo, levantándose con la victoria cuantas veces la buscó.
Con el paso del tiempo, para aquél guerrero, cada victoria tenía menor contenido
de alegría, poco quedaba de la sensación de triunfo y de la euforia en la lucha no
quedaba nada; hasta que un día, cansado de buscar infructuosamente un rival digno
de su poder, decidió abandonar el campo de batalla y con ello, se abandonó a sí
mismo…
Entonces, relató Merlín que el guerrero gritó a los cielos con todas sus fuerzas:

47
- ¿De qué sirve un guerrero sin luchas, sin rivales ni circunstancias que se opongan
a sus ansias de conquista diluidas en cada victoria? ¿Gran Señor, por qué me
niegas el honor último al que debe acudir un guerrero… por qué me niegas la única
manera digna de partir para los de mi clase… por qué me niegas la muerte al filo de
la espada de otro como yo, pero colmado de sueños, de euforia y de juventud? –
El rey Arturo interrumpió al mago advirtiendo: - ¿qué clase de maldición es esa para
un guerrero?
– La de ser invencible, la que deseas de forma inamovible – le respondió Merlín.
Tras un silencio incómodo para el rey, inquirió: - Merlín, ¿puedes enseñarme a
dominar un poder extraordinario que no redunde en maldición? –
Con una sonrisa compasiva el mago respondió que ese poder estaba dentro de
cualquier persona, pero que no era fácil acceder a él.
– Haré lo que sea necesario – aseguró Arturo.
– En ese caso, lo espero mañana al pie de la Montaña Infinita, mi señor – sentenció
Merlín, dando por terminada su visita a Camelot.
Al día siguiente, en el valle que se extiende bajo la Montaña Infinita, el rey Arturo
vio muchísimas personas deambulando y otras cuantas que habían hecho carpas
al pie de la montaña, como si se sintieran conformes tan sólo con divisar la
inmensidad de esta. Como siempre, el mago Merlín encontró la forma de toparse
con él, conduciéndolo a un lugar cualquiera al pie de la enorme roca. – Suba, su
majestad – requirió el mago respetuosamente al rey.
- Mi estimado Merlín, no voy a subir una montaña eterna a sabiendas de que no
llegaré a ninguna parte. Tu petición es superflua. - manifestó Arturo.
- La montaña es infinita, no eterna. – corrigió el mago
- ¿Y cuál es la diferencia? – preguntó el rey.
- Lo eterno no tiene principio ni fin. Lo infinito tiene principio, pero no tiene fin. -
explicó Merlín.
El rey Arturo decidió no contradecir más al mago y empezó a subir la montaña.
En las zonas más bajas, había muchas personas y también pudo ver algunas
acampando. Después de un tiempo de caminata por el escarpado camino, el rey
empezó a notar que la gente escaseaba. Entonces, divisó un enorme manantial
donde alguien bebía y refrescaba su cuerpo del sofocante calor. El rey Arturo pensó
ir a hidratarse un poco, pero no quiso interrumpir al desprevenido bañista, además,
sintió que podía caminar un poco más sin beber agua.

48
Al continuar su camino, percibió que había varios manantiales, algunos estaban
solos, otros, ocupados siempre por una sola persona. En determinado punto y sin
saber a dónde iba ni mucho menos la razón por la cual había subido una porción
tan grande de la montaña (ya no veía más personas, solo manantiales vacíos) el
rey Arturo se detuvo en uno de aquellos manantiales para beber y refrescarse un
poco, para luego caer profundamente dormido.
En sus sueños, Arturo se encontraba parado en frente de un enorme portal lleno de
luz y escuchaba claramente la voz del mago Merlín.
- ¡Saludos!, su majestad. Ahora está preparado usted para la verdadera batalla. Si
logra salir victorioso, habrá dominado un poder extraordinario que le permitirá lograr
cualquier objetivo que se proponga - le expresaba Merlín en el sueño.
- ¡Siento que me puedo comer el mundo!… quiero saber quién será mi rival. -
manifestaba el rey de forma decidida.
El mago lanzó la sonrisa compasiva que lo caracterizaba y se refirió al rey Arturo
así:
- El rival a vencer es el único digno, mi querido rey: usted mismo.
Ahora – continuó Merlín - permítame explicarle algo importante: la montaña que
subías, aparentemente sin sentido, antes de caer dormido, era el conocimiento, el
cual tiene principio, pero no tiene fin.
Como pudo apreciar su majestad, muchos se conforman con dar vueltas alrededor
del conocimiento, sin embargo, nunca lo enfrentan; otros, deciden quedarse
simplemente a contemplar su grandeza y encuentran comodidad al pie de la
montaña; unos pocos, empiezan a subirla, como lo hizo usted de manera incrédula,
algo perfectamente comprensible -
Nuevamente, aunque se trataba de un sueño, el rey Arturo estaba anonadado por
la sabiduría del mago, y su espíritu no podía hacer más que tener sed de seguir
escuchándolo. Entonces, continuó Merlín:
- Los manantiales que divisó su majestad durante el recorrido son los manantiales
de la confianza, y están hechos para cada persona de manera exclusiva, por eso
nunca viste dos personas en un mismo manantial. Solo podemos llegar a nuestro
manantial de la confianza y, literalmente, llenarnos de ella, cuando tenemos el
conocimiento suficiente, es decir, cuando hemos escalado la porción de la montaña
del conocimiento que consideramos idónea para sentirnos confiados, tal como se
siente su majestad ahora. –

49
Tras escuchar al mago, aun dentro del sueño, el rey Arturo pensó que, de haberlo
sabido antes, hubiera cubierto una distancia mucho más larga de camino sobre la
montaña del conocimiento antes de detenerse en el manantial de la confianza.
La voz de Merlín en el sueño prosiguió con las explicaciones:
- Ahora, ya sabe que mi única finalidad al solicitarle subir la empinada montaña del
conocimiento era inducirlo a llenarse de confianza para enfrentarse a usted mismo;
como es natural, el único lugar en el que puede ocurrir esa lucha es en su mente,
por eso me tomé el atrevimiento de entrar en sus sueños y explicarle el método de
la batalla, que es el siguiente:
El enorme portal que tiene en frente es el primero de nueve. Para ganar la batalla y
dominar un poder que le permitirá lograr casi cualquier cosa deberá pasarlos todos
en estricto orden, toda vez que la dificultad aumenta tras cada portal. Al entrar en
cada uno, será conducido a una dimensión donde tendrá que enfrentarse a
diferentes enemigos que habitan en usted mismo. Naturalmente, no puedo yo
acompañarlo en su camino y sus luchas, pero sí puedo explicarle lo que debe hacer
para ir pasando a la siguiente dimensión.

- Primer portal: La decisión (“pienso, luego existo”)


En esta dimensión los enemigos son relativamente débiles y a pocas personas les
resulta complicado vencerlos, ya que perecen con una mera decisión. Lo más
probable es que entre más se haya ascendido en la montaña del conocimiento
(durante la etapa de preparación) se tomen mejores decisiones, y aquí tomar
decisiones significa establecer en su mente un objetivo determinado.
No me detendré en los detalles de esta dimensión, al estar plenamente seguro de
que no tendrá problemas en decidirse por lograr determinado fin (si es que ya no lo
tiene en mente hace años) y con eso será suficiente para derrotar a los enemigos
aquí; sin embargo, no los subestime, porque vencerlos es fundamental en el
proceso.

- Segundo portal: El ocio (“del dicho al hecho…”)


En esta dimensión la dificultad empieza a aumentar, empero, el rey tampoco tendrá
problemas con los enemigos aquí. Para vencerlos, solo deberá emprender acciones
correspondientes con la decisión que le permitió derrotar a los enemigos de la
primera dimensión.

50
Supongamos que su decisión fue aprender a dominar la espada de Excalibur. En
consecuencia, en esta dimensión deberá emprender acciones inmediatas que lo
conduzcan a ese propósito, es decir, tendrá que pasar del ocio al movimiento
repentino, por ejemplo: yendo ipso facto por la espada y empezando a entrenar sin
esperar momento más propicio que el ahora.

- Tercer portal: La concentración (“haz lo que haces”)


En esta dimensión y en la siguiente, los enemigos se derrotan, literalmente,
ignorando su existencia a través de la concentración. Mientras esté ejecutando
acciones tendientes a lograr su objetivo, no podrá atender absolutamente ningún
otro asunto, de hacerlo, habrá sido derrotado por los enemigos de esta dimensión.
Como ve, contrario a los dos portales anteriores, aquí ya empieza a existir el peligro
de caer, por tanto, debe mantener la concentración durante el tiempo establecido y
así estará frente al siguiente portal.

- Cuarto portal: La abstinencia (“abajo la procrastinación”)


En la cuarta dimensión deberá evitar los placeres momentáneos y banales, tendrá
que ignorarlos y mantenerse en las acciones que decidió emprender, así éstas no
resulten tan placenteras como las que le ofrecerán aquí sus enemigos. No les preste
atención, reconozca que son sus enemigos y, así vengan llenos de aparente
satisfacción, sepa que esa es la estratagema que utilizan para derrotarlo. Si logra
evadirlos durante el tiempo establecido, el quinto portal será su siguiente destino.

- Quinto portal: La persistencia (“reintenta, a pesar de…”)


Ya en esta dimensión son varios los guerreros que caen. Los enemigos aquí son
fuertes, diversos y atacan por cualquier lugar. No se desgaste tratando de evadir
sus ataques, tenga presente que usted no puede morir en una batalla librada en su
propia mente, pues dejaría de existir tanto el guerrero como el campo de batalla.
Aquí no debe acabar con los enemigos para pasar a la siguiente dimensión, aquí
deberá soportar todos los ataques que busquen sacarlo de su objetivo hasta que
sus enemigos comprendan que, a pesar de que usted no puede evadir sus ataques
y lo afectan en cierta medida, éstos no tienen el poder de sacarlo del camino.
Para pasar los anteriores portales usted habrá tenido que decidir un objetivo,
emprender las acciones correspondientes, concentrarse en esas acciones, evitar
los placeres banales y, ahora, en esta dimensión, deberá repetir ese proceso
51
cuantas veces resulte necesario a pesar de todo lo que pueda pasar. Por ejemplo:
deberá entrenar con la espada de Excalibur todos los días durante el tiempo
previamente establecido así llueva, truene o relampagueé.

- Sexto portal: El rechazo (“poner la otra mejilla”)


Si llega a esta dimensión, de antemano, permítame felicitarlo. Aquí el enemigo es
uno solo, pero poderoso. Tras haber pasado las anteriores cinco dimensiones,
deberá enfrentarse al temido rechazo, a que nadie más que usted se interese
realmente en su objetivo y, de hecho, a que lo desprecien. Pero, a su majestad eso
no deberá importarle, recuerde siempre que el objetivo es suyo y no tiene que ser
compartido por otro.
Por ejemplo: si otro rey lo llamase loco al verlo practicar con su espada de Excalibur
bajo la lluvia durante una fría noche de invierno, sabrá usted que no se enfrenta a
ese rey, se enfrenta a usted mismo, se enfrenta al efecto de aquellas necias
palabras… se enfrenta al rechazo. Si logra vencerlo, de manera inevitable, estará
de cara a la soledad, nombre del siguiente portal.

- Séptimo portal: La soledad (“como un lobo estepario”)


En esta dimensión el único enemigo es la necesidad de compañía constante, por
ende, para derrotarlo deberá aprender a ser como el lobo estepario. Esta especie
de lobo es extremadamente solitaria y sus condiciones de vida no son las mejores,
sin embargo, este lobo no evolucionó desarrollando herramientas que le hicieran
más fácil su existencia y su vida en manada, por el contrario, se aferró a su destino
y a su soledad sin lamentarse; transformándose en un ser autónomo, independiente,
feliz consigo mismo, demasiado ocupado en sus asuntos para notar la ausencia de
compañía.

- Octavo portal: El fallo (“descubre maneras de no hacerlo”)


Dicen que solo fracasa quien no lo intenta o quien desfallece, algo absolutamente
cierto, especialmente en esta dimensión. Aquí el enemigo a superar es el fallo, es
no lograr el objetivo después de haber superado los enemigos de todas las demás
dimensiones y haber pasado cada uno de los portales.
Este hecho lo puede interpretar de dos maneras: una de ellas, es como un fracaso,
situación en la cual estaría totalmente derrotado por los enemigos de esta dimensión
(tal como le pasa a la mayoría de los guerreros que llegan hasta aquí); la otra, es

52
interpretar el hecho como un simple fallo, como el descubrimiento de un camino que
no conduce a su objetivo, pero que, aun así, lo sigue conduciendo a la meta por
ensayo y error.

- Noveno portal: Morir al deseo que te impulsa. (“haré todo lo que pueda, pero
sabiendo que no puedo hacerlo todo”).
Esta dimensión es la más difícil de comprender y para vencer al enemigo que la
habita deberá morir al deseo que lo ha impulsado desde el primer portal.
Para ello, su majestad no deberá morir en sentido literal, deberá morir al objetivo
con el cual pasó los demás portales, en otras palabras, deberá poder aceptar
tranquilamente un hecho ajeno a su voluntad que le imposibilite llegar a la meta
propuesta al comenzar la batalla.
Conociéndolo, sé que su mente en este momento está rondando dos preguntas:
La primera, ¿cómo diferenciar un hecho que me imposibilite llegar a mi objetivo de
un hecho que no lo haga? La respuesta a este cuestionamiento es simple, si logra
encontrar una manera de hacerlo, entonces no era imposible.
La segunda, ¿cómo puedo desear algo con todas mis fuerzas y, sin embargo, estar
tranquilo si no lo consigo? Aunque le parezca paradójico, si logra comprender el
conocimiento que encierra esta dimensión, su majestad vencerá al último enemigo
y habrá dominado un poder excepcional. Para comprenderlo, debe reconocer que
el control que tiene sobre la ocurrencia o no de las cosas es extremadamente
limitado, por más que pretenda lo contrario y su condición de rey lo lleve
irremediablemente a la ilusión de que puede controlarlo todo. Solo entonces sabrá
que es posible desear algo y luchar por ello con todas las fuerzas, tanto como
aceptar tranquilamente no conseguirlo.
Trataré de explicarlo con un ejemplo, refirió el mago Merlín: imagine que participa
en una carrera de atletismo, por consiguiente, lo único que depende de usted para
llegar a la meta en primer lugar es correr con todas sus fuerzas, ya que no puede
garantizar plenamente alcanzar tal objetivo, puesto que serían infinitas las variables
que deberían concurrir para que su majestad llegara de primero: que no se caiga,
que no se acalambre, que el sol no lo encandile, que un mosquito no se le meta en
el ojo, que le caiga bien el desayuno, que amanezca con vida… De modo que lo
único que le debe importar, más allá de llegar en primer lugar, es correr con todas
sus fuerzas, porque eso es todo lo que puede controlar. Si deseas que todo ocurra
según tus deseos, son tus deseos los que se deben adecuar a las cosas y no al
contrario.

53
Entendiendo lo anterior es como puede aceptar con tranquilidad la posibilidad de no
conseguir el objetivo propuesto y, entonces, habrá muerto al deseo que lo
impulsaba, venciendo, con ello, al último enemigo…-
En ese momento, el rey Arturo atravesó el primer portal, finalizando el sueño.
Al despertar, Arturo notó que había dormido durante varias horas, puesto que ya el
sol se había ocultado y en el clima se sentía su ausencia. Al bajar a la base de la
Montaña Infinita, el rey encontró a Merlín sentado frente a un pequeño arbusto
leyendo un libro en plena oscuridad, entonces le preguntó: - ¿cómo puedes leer sin
luz? – el mago levantó la cabeza y respondió:
- Los libros que contienen verdadera sabiduría se leen con los ojos del espíritu, mi
apreciado rey, y esos ojos tienen luz propia. Ahora, vamos por algo de beber, tanta
lectura siempre me causa sed. –
El rey Arturo estuvo de acuerdo con su amigo.”

54
CAPÍTULO 7. DE LAS ADICCIONES Y LAS MALAS AMISTADES

“El amor verdaderamente activo debe ser antes que todo un deseo de
transformación y de progreso.”

Jean-Marie Guyau

Es muy probable que, hasta aquí, este libro para lo único que te haya servido es
para promover en tu mente un debate filosófico frente a la enorme amalgama de
temas que hemos tratado, caso en el cual habré cumplido mi objetivo menos
pretensioso, considerando que, como lo sugiere el título de esta obra, mi finalidad
última es impactar, en cualquier aspecto y grado de intensidad, tu vida. No obstante,
en este capítulo quiero compartirles algo que podría resultarles bastante útil para
ayudar a otras personas.
Yendo al título, para mi es claro que muchas cosas pueden ser consideradas “vicios”
o “adicciones”, en últimas, el ser humano busca siempre la manera de
autodestruirse. Sin embargo, en este capítulo me referiré a aquellas cosas que son
consideradas “adicciones” en la sociedad contemporánea, tales como la
“dependencia” y el “abuso” de la heroína, la cocaína, la marihuana, el alcohol, las
apuestas, la comida, etc.
Todos conocemos a alguien, tenemos un familiar o hemos vivido en carne propia
algún tipo de adicción, a causa de ello, sabemos que una de las cosas más difíciles
de lograr es salir de dicha condición o ayudar a otra persona a lograrlo. La sociedad
ofrece un sinfín de soluciones, cual panaceas29 contra las adicciones; lugares de
internación, técnicas de autocontrol, terapias de choque, libros de superación
personal o, incluso, hacerse adicto a un medicamento producido por una
farmacéutica multinacional como la Metadona (asunto, por decir lo menos,
paradójico) … Sin embargo, lamentablemente, debemos aceptar que son más los
casos de personas que afirman que nada les ha servido en su propósito de dejar
una adicción o ayudar a otro a hacerlo, que las que pueden atribuirle su éxito en ese
propósito a alguna de aquellas soluciones.
Con lo referido no quiero desanimarlos, por el contrario, quiero alentarlos, pero a
intentar algo totalmente nuevo, enfocándose en la solución y “olvidando” el
problema. Ya sé que muchos han dicho que hay que enfocarse en las soluciones y
no en los problemas, eso no tiene nada de innovador, como tampoco lo tiene el
hecho de que no es posible enfocarnos en una solución que no conocemos. Bueno,

29
La panacea era una especie de medicamento que se ofrecía en la antigüedad como cura a cualquier
enfermedad.

55
pues les puedo asegurar que la solución en la que hay que enfocarse es en EL
AMOR. Ahora, les explicaré lo innovador que me gustaría que intentaran para
ayudar a otros a dejar una adicción, mediante una anécdota personal:
Hace varios años, por motivos ajenos a mi voluntad, tuve la fortuna de pasar unas
vacaciones en Cartagena de indias con dos amigos extranjeros, ciertamente,
adinerados. Fui el primero en llegar a la Ciudad Amurallada, de modo que decidí
pasear por el lugar mientras agradecía a Dios por la oportunidad de disfrutar las
vacaciones de ensueño que se veían venir.
Quizás en un intento desesperado por retribuirle de alguna manera al universo su
generosidad, decidí invitarle el almuerzo a un habitante de calle en un buen
restaurante cerca al Centro Histórico de la ciudad. El impacto de la “droga” en su
vida resultaba evidente, estaba sucio, su cabello era abundante y descuidado, en
fin.
Al llegar al lugar, naturalmente, iban a impedirle entrar, sin embargo, afirmé con
seguridad que él venía conmigo y no dudaron en dejarlo entrar. Nos sentamos y
trajeron la carta. El tipo estaba atónito y yo lleno de una extraña confianza. Le
pregunté si sabía leer y asintió. Noté que se ocupó más de mirar el contraste que
hacían sus dedos sucios con la blanca pulcritud de la carta que del mismo menú.
No recuerdo qué pedí ese día para almorzar, pero él dijo que quería lo mismo que
yo. Mientras almorzábamos, conversamos sobre varias cosas que tampoco
recuerdo, pero lo que sí recuerdo es que el hombre evitaba a toda costa el contacto
visual con los demás comensales y enfocaba su mirada en los objetos. Al final del
almuerzo le entregué algunos pesos y cada cual tomó su propio rumbo.
Al día siguiente, cuando ya mis amigos habían llegado a Cartagena, mientras
paseábamos por el Centro Histórico, nuevamente, me encontré al tipo. Pero estaba
diferente: tenía el cabello corto, se había bañado y su ropa, aunque no era nueva ni
mucho menos lujosa, estaba limpia y su actitud era otra. Me sentí feliz y le pregunté
a qué se debía ese cambio tan drástico. El hombre afirmó que el día anterior,
mientras almorzábamos, había sentido mucha vergüenza y pena de sí mismo y que
no quería volver a sentir eso cuando alguien decidiera invitarlo a comer algo, así
que se había aseado y había gastado los pesos que le regalé en pagar una visita a
la peluquería y comprar algo de ropa de segunda mano. Bromeando, le dije que, si
seguía así, probablemente, una hermosa turista se enamoraría de él. Luego, entre
risas nos despedimos.
Después de eso, jamás lo volvía a ver, pero no pude dejar de pensar en lo poderosa
que había resultado mi actitud de amor hacia ese desconocido para ayudarlo a
cambiar su rumbo hacia lo que él realmente quería de sí mismo. Entonces, pensé
que, si otras personas hicieran lo mismo, era muy probable que ese hombre dejara
56
las drogas y empezara a pensar de nuevo en sus sueños de niño. Todo se trataba
de amor desinteresado hacia el otro y eso es lo innovador de esto, pues ese tipo de
amor resulta escasísimo en nuestro mundo. De hecho, esa fue la única vez que hice
algo tan “extremo” por un desconocido, pues nunca paso de regalar algunas
monedas a quien me las pide por la calle.
Cuando de adicciones se trata, lo más recurrente es que la sociedad y la misma
familia se encarguen de señalar y juzgar de una manera bastante cruel al adicto,
considerándolo como una persona que no es digna de ser amada en igualdad de
condiciones que los demás. El aislamiento familiar es automático y la sociedad pasa
a percibir la persona como un problema, definiéndolo de manera exclusiva desde
su adicción, anulando todos sus demás roles; ya no es padre, no es hermano, no
es hijo, no es amigo, no es sobrino, no es esposo…ahora es, únicamente, un adicto,
un prospecto para enviar a zonas apartadas de la civilización en “campos de
rehabilitación” que se ocuparán del problema y por una exagerada suma mensual,
con suerte, le devolverán a la sociedad un autómata que en cuestión de meses
volverá a consumir.
De hecho, de manera absolutamente lamentable e inhumana, en Colombia el
adjetivo “desechable” que se predica exclusivamente de las cosas, se llegó a
transformar en un sustantivo para designar a las personas en estado de indigencia.
Las consecuencias de esa pequeña variación en el lenguaje son demasiado
peligrosas, toda vez que despojar a un ser humano de su condición humana a través
de la palabra es el primer paso a la atrocidad. Contrario a ello, en los lugares donde
nuestra presencia personal es importante y valorada, tales como bancos, centros
de votación, instituciones educativas, etc. Se refieren a nosotros a través de nuestro
nombre y apellidos completos. Pregúntale a alguien en estado de indigencia hace
cuánto no escucha su nombre completo de boca de otra, entonces sabrás que,
infortunadamente, en sus circunstancias ya nadie lo valora como persona y como
miembro de una familia. Entonces, dile su nombre completo cada vez que lo veas,
te sorprenderás del efecto tan positivo que tendrás en él.
Son varios los ejemplos históricos de deshumanización deliberada por medio de la
palabra y sus desastrosos efectos. Durante la segunda guerra mundial, la enorme
y calculada publicidad del partido nacional socialista se encargó de utilizar el
lenguaje como herramienta para sus comportamientos más abyectos al referirse a
la población judía como “insectos” y al enorme genocidio que cometieron como un
“exterminio”, pues solo se exterminan las plagas y al hacerlo se supone que se
favorece a las personas. Así mismo, durante los siglos XVI al XIX se produjo un
grave problema, que permanece en múltiples contextos sociales actuales, cuando
las personas provenientes de los grandes imperios colonialistas se referían a los de
piel oscura como “simios”, en una cínica exhibición de discriminación racial que,

57
entre otras cosas, permitió que los africanos fueran negociados durante el
abominable comercio triangular30. El lenguaje es una herramienta muy poderosa,
por desgracia, Hitler lo supo; por fortuna, Gandhi también.
En tal contexto, cuando el adicto mismo, quizás sin saberlo, se apropia de esa
percepción que la sociedad tiene de él y se autodetermina como un problema,
remata reduciendo su existencia a la mera adicción, cayendo en el verdadero circulo
vicioso. En la maravillosa, por decir lo menos, obra de Antoine de Saint-Exupéry
denominada “El Principito” vemos plasmado lo anterior de manera increíblemente
sencilla en los términos del siguiente relato:
“El planeta estaba habitado por un bebedor. Esta visita, aunque muy corta, sumió al
principito en una gran melancolía.
–¿Qué haces ahí? – preguntó al bebedor que estaba sentado en silencio frente a
un gran número de botellas vacías y otras tantas llenas.
–¡Bebo! – respondió el bebedor con aire sombrío.
–¿Por qué bebes? – volvió a preguntar el principito.
–Para olvidar.
–¿Para olvidar qué? – investigó el principito sintiendo compasión.
–Para olvidar que siento vergüenza – confesó el bebedor agachando la cabeza.
–¿Vergüenza de qué? – volvió a preguntar el principito deseoso de ayudarle.
–¡Vergüenza de beber! – concluyó el bebedor, que se encerró definitivamente en el
silencio.
Y el principito, turbado, se alejó diciendo: "No hay la menor duda: las personas
mayores son muy, muy, extrañas".
Cuando la persona se percibe y se define como un adicto, cae en el círculo vicioso
que cayó el borracho en “El Principito”. Después, ya sumido en la adicción, no puede
evitar, como cualquier ser humano, sentir la necesidad de ser parte de algo, de
pertenecer a un grupo social donde no sea señalado y juzgado cruelmente.
Es entonces cuando llegamos a las denominadas “malas amistades”, que no son
otra cosa que tribus que interiorizaron el papel que la sociedad les otorgó como
problemas y se autodeterminan “adictos” o “viciosos” sin ningún tipo de reproches
mutuos. Una tribu es un grupo de personas conectadas entre sí, a un líder y a una
idea. Durante muchos años, los seres humanos han sido parte de una tribu u otra.

30
El término comercio triangular hace referencia a la forma de la ruta comprendida entre América, Europa y
África que utilizaron los imperios colonialistas para explotar el “nuevo mundo” y mantener su poderío.

58
Un grupo necesita sólo dos cosas para ser una tribu: un interés común y una forma
de comunicarse. (Godin, 2008)
Las personas que pertenecen a las citadas tribus tienen en común el interés por
determinada(s) “droga(s)”. En cuanto a los líderes de esas tribus, son aquellos que
utilizan a los adictos como zombis para alimentar su codicia; no es un secreto que
son millonarios los titiriteros que manejan los hilos de la indigencia y la adicción. En
lo que a su forma de comunicarse se refiere, las jergas de las “ollas”31 son bastante
peculiares y algunas veces tienen una finalidad práctica como confundir a la policía.
De ahí que existan enormes grupos sociales como las denominadas “barras
bravas”, las cuales se componen por un gran número de personas que se
autodeterminan y se perciben desde esa etiqueta social que les fue impuesta. La
mayoría de los jóvenes que entregan su vida a esos grupos sociales lo hacen sin
tener conciencia de que lo que buscan es pertenecer a algo, sentirse humanos, salir
del anonimato, ocupar un lugar en el mundo, notarse apreciados, así sea como el
que toca el tambor cada domingo en el estadio o el que lleva los cigarrillos a los
partidos; es decir, ellos buscan lo contrario a lo que encuentran en la sociedad y en
el seno de su misma familia: rechazo, aislamiento, reproches, ataques, injurias y
calumnias a las cuales responde, naturalmente, como un perro rabioso. Mientras en
su propia casa algunos de sus familiares descansarán tras su muerte, en la barra le
darán un nuevo nombre al ingresar y pintarán murales con su rostro por las calles
de la ciudad para inmortalizarlo. ¿Cómo reprocharles su actitud y asegurar que se
matan sólo por unos colores? No los justifico, pero los comprendo, además, porque
no son ellos los únicos que buscan desesperadamente encontrar una entidad que
les brinde la posibilidad de sentirse parte algo, que les suministre un punto de
referencia para definirse y para solucionar de manera homogénea sus problemas,
puesto que todos los puntos de referencia “clásicos” están en crisis; el Estado, la
religión, la familia, los partidos políticos, el derecho…32 De modo que la falta de
identidad es un mal de nuestros tiempos que no es egoísta sino filantrópico y, por
estos días, abraza con el mismo furor a toda la humanidad.
Volviendo al tema del amor desinteresado, considero que puede llegar a ser
extremadamente efectivo para ayudar a las demás personas a abandonar
comportamientos nocivos como las adicciones, al colocarlos de cara con lo que se
han convertido de una manera amable. Esa podría ser una razón suficiente para
ponerlo en práctica con alguien que apreciemos, empezando por enfocarnos en la

31
En varias partes de Colombia se le denomina “olla” a un lugar donde abundan los expendios de sustancias
prohibidas como el bazuco, la heroína, la cocaína, la marihuana, etc.
32
Para profundizar en el problema de la crisis de las instituciones resulta invaluable la lectura de la obra
“Modernidad Líquida” de Zygmunt Bauman.

59
persona y no en el problema que la domina, total, como pocas cosas, el amor no se
nos acaba al entregarlo a los demás.
La pregunta es, ¿qué tan dispuesto estás a aceptar y a mostrarle al mundo con
seguridad la persona que hoy ocultas avergonzado y convertirte así en su prójimo?
Dicha tarea no es para nada sencilla, y el mismo Jesús fue consciente de ello al
explicarle a un experto en la ley judía quién era el prójimo a través de la famosa
parábola del buen samaritano.
Cuenta Jesús que un hombre judío bajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por
ladrones. Le quitaron la ropa, le pegaron y lo dejaron medio muerto al costado del
camino.
Un sacerdote pasó por allí de casualidad, pero cuando vio al hombre en el suelo,
cruzó al otro lado del camino y siguió de largo. Un ayudante del templo pasó y lo vio
allí tirado, pero también siguió de largo por el otro lado.
Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió
compasión por él. Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se
las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento,
donde cuidó de él. Al día siguiente, le dio dos monedas de plata al encargado de la
posada y le dijo: “Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te
pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí”.
Ahora bien, ¿cuál de los tres te parece que fue el prójimo del hombre atacado por
los bandidos? - preguntó Jesús. El hombre contestó:
-El que mostró compasión. -
Entonces Jesús le dijo:
-Así es, ahora ve y haz lo mismo. (Lucas 10: 30-37)
Según el relato bíblico, no somos prójimos entre sí de manera natural y automática,
sino que esa es una condición que tenemos la facultad de otorgarle a otros en
relación con nosotros, en otras palabras, Jesús sugiere que con nuestros actos
decidimos de quién somos prójimos, lo que de nuevo nos conduce a la pregunta:
¿estás dispuesto a aceptar y a mostrarle al mundo con seguridad la persona que
hoy ocultas avergonzado y convertirte así en su prójimo?
Con todo ello, es válido pensar que la familia debería ser el único grupo humano
desde el cual un individuo se defina correctamente, por ende, su tribu no debería
darle la espalda en ninguna circunstancia, pues, al hacerlo, aquel se vería obligado
a buscar o iniciar una tribu que comparta su indignación, su sufrimiento, su
resentimiento y sus demás adicciones; con todo lo que ello implicaría para la
sociedad, sobre todo cuando acuden a vías de hecho para mostrar su enojo.
60
Para terminar este capítulo considero necesario que hagamos referencia
ligeramente a aquellas personas que piensan que por tener dinero y poder (o en
ausencia de ambas) pueden imponer su adicción y sus condiciones al mundo, sin
sentir ningún tipo de vergüenza ni malestar por ello. En ese caso, es obvio que no
debemos molestarnos en brindar una solución a quienes consideran que no tienen
ningún problema: “¡No arrojen sus perlas a los cerdos! Pisotearán las perlas y luego
se darán vuelta y los atacarán.”33

33
Mateo 7: 6.

61
CAPÍTULO 8. DEL ODIO Y LA MUERTE

“Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y


el único perdón.”
Jorge Luis Borges

Alguien dijo que odiar es como tomar veneno y esperar que otro se muera. Estoy
de acuerdo. Es muy probable que también coincida con el autor de esa frase cuando
pienso que el perdón, igual que el odio, tiene más impacto en quien lo pone en
práctica que en el otro. El perdón no es algo que se entrega sin recibir nada a
cambio, de hecho, es un acto que beneficia más a quien perdona que al perdonado,
aunque muchos piensen lo contrario. Es por lo que en reiteradas ocasiones hemos
escuchado, incluso, de nuestra propia boca, que existen cosas que no
perdonaríamos.
Pero ¿por qué algo se nos torna imperdonable? La primera razón, como ya se
refirió, es por considerar que el perdón es un regalo dirigido a quien nos lastimó, y,
lógicamente, nadie quiere dar un premio a quien lo ha ofendido o herido; esa es la
primera impresión que cualquiera tendría de la situación. Pero, si se analiza
detenidamente, podremos percibir que con el paso del tiempo la semilla del odio
germina dentro de quien odia y no dentro del odiado, de modo que, naturalmente,
empezará a crecer una planta que, si alimentamos decididamente y nos atrevemos
a adoptar como nuestra, se transformará en un enorme árbol cuyo fruto envenenado
brindaremos al mundo y acabará por matarnos a nosotros mismos.
Todo ello ocurre mientras el ser odiado, posiblemente, no se da ni por enterado de
la autodestrucción que está teniendo lugar, a modo de diversas patologías, en el
cuerpo, la mente y el espíritu de quien lo odia. Así que, la próxima vez que sientas
que la semilla del odio está germinando en ti, tienes dos opciones: o la arrancas de
raíz con el perdón, o te aferras a ese odio y asumes las consecuencias de haber
dejado crecer ese árbol en tu jardín.
Ahora bien, no faltará quien piense que si logra vengarse de aquel que lo lastimó
habrá cambiado su ofensa y sus heridas por un trofeo de guerra. Esas personas
deben saber que la herida seguirá ahí tras la venganza, que el árbol del odio se
hará más fuerte y sus frutos seguirán repartiendo veneno mortal por doquier,
salpicando hasta sus seres más queridos, y que caerán en la mecánica de las
peleas de los niños, donde siempre alguna de las partes considera que la respuesta
no fue proporcional al ataque, descendiendo en una espiral infinita que redunda en
una batalla campal. La diferencia es que, de manera absolutamente ajena a
62
cualquier comportamiento maduro y racional, cuando adultos con poder caen en
esa mecánica infantil no se quedan en los insultos y las peleas de manos sino que
promueven desastrosas guerras cuya motivación entregan por herencia a los suyos
durante varias generaciones y que, algunas veces, se ha encargado de colocar en
jaque la existencia de la especie humana, al poner, de manera increíblemente
paradójica, todos los avances tecnológicos y el conocimiento de la humanidad al
servicio de nuestros impulsos más viles, irracionales e inhumanos. No creo que
pueda encontrar un ejemplo de algo más inverosímil que el caso de un ser vivo que
habita un planeta que han denominado Tierra (sin importar que el 70% de su
superficie esté cubierta por agua), cuyos mayores “avances” en términos de
conocimiento, ciencia y tecnología se enfocan en encontrar la manera más efectiva
de asesinar en masa a los de su misma especie. Bien lo dijo el genio Nicola Tesla:
“si no tiene como finalidad la mejora de las condiciones humanas, la ciencia es tan
solo una perversión.”
De cualquier modo, otra razón por la cual algo se nos torna imperdonable es por la
percepción que tenemos de las cosas, más que por las cosas mismas. Por ejemplo,
la mayoría de las personas en occidente aseguran que no perdonarían una
infidelidad de sus parejas (sabiendo que las probabilidades de que eso ocurra son
significativamente altas). La razón por la cual se adopta esta posición se encuentra
en la cosmovisión y los juicios de valor en torno a las relaciones de pareja
preestablecidos en la sociedad por diversos factores de manera previa al nacimiento
del individuo, quien termina apropiándose de ellos durante su formación, sea o no
consciente de ello, al crecer inmerso en determinado grupo humano. Por la misma
razón, frente al tema de la infidelidad, posición opuesta a la nuestra adoptarían un
sinnúmero de comunidades humanas donde se practica la poliginia y la poliandría,
puesto que, al no estar la infidelidad dentro de su cosmovisión, resulta imposible
que sostener relaciones con múltiples parejas sea sinónimo de un error
imperdonable y, por ende, causa de conflicto alguno.
Aclaro que terminar o no con una relación de pareja a causa de una infidelidad es
decisión de cada cual, de modo que no diré nada al respecto, pero sea cual sea su
decisión, involucre el perdón en la ecuación si quiere que el resultado no interfiera
con su paz. Ahora, si usted prefiere la guerra a toda costa, no tendrá problema
alguno en pasar por alto estas líneas y argumentos, o llegar a desvirtuarlos, caso
en el cual lo animo a escribir unas cuantas letras de su propia apología al odio para
personas infelices; probablemente, vendería muchos ejemplares en un mundo
donde el odio mueve más masas que el amor y donde los pueblos se unen de forma
increíblemente efectiva en un solo deseo cuando este supone la destrucción de
aquello que se odia.

63
La cuestión es que el odio llega de tal manera que sus estratagemas le permiten
resultar acogido por el corazón de la mayoría de los seres humanos actuales y, una
vez establecido allí, toma presa a la razón, enviándola a una cárcel de la cual
difícilmente saldrá. De este modo, ausente la razón, el odio se apodera totalmente
de la persona; ésta última lo abraza e ingenua se apropia de él, lo defiende como a
un amigo porque lo lleva en el alma y se sume en un síndrome de Estocolmo 34,
perdidamente enamorada de su peor verdugo. Esas personas, como no podría ser
de otra forma, disciernen linealmente, colocando el odio en el lado opuesto al amor
de tal manera que olvidan todos los matices que hay en medio, lo que los conduce
inevitablemente a redundar en ideas tan perjudiciales que inyectan veneno en frases
como: “el que no está conmigo, está contra mí”, “Dios escupe de su boca los tibios”,
y otras tantas con las cuales invitan a sus interlocutores a odiar lo mismo que ellos
odian, de lo contrario, estos serán objeto de ese mismo odio. Una persona con
discernimiento circular sabe que amar algo no equivale a odiar lo contrario; que
disfrutar la soledad no significa que nos desagrade la compañía, que preferir la
pasta no quiere decir que se aborrezca el arroz, que ser aficionado de un equipo de
fútbol no deviene en detestar al rival de patio, que dar la vida por un hijo y no por el
cajero del banco no significa que odiemos al éste último…
No me cabe duda de que cuando una sociedad se enamora del odio, ciertamente,
va a descender a la penosa situación de justificar los comportamientos más
abyectos y salvajes en contra de otros, común denominador en una sociedad donde
se encuentra presa la razón y la humanidad ha quedado transformada en una bestia
despiadada.
Muestra de esa ausencia de la razón es el racismo, un adefesio producto del odio.
Prueba preguntar a una persona racista las razones de su odio y obtendrás
respuestas de todo tipo, menos razonables. De hecho, lo más probable es que
reconozca su incapacidad de justificar lógicamente la posición racista que adoptó y
se vaya en tu contra de una forma agresiva por haberla puesto frente a su propio
“demonio”; en ese caso, mantén la calma, recuerda que lidias con el odio y no con
la razón.
En ese punto, habrás podido notar que, dando los primeros pasos hacia la barbarie,
el racista utiliza de manera muy normal un lenguaje que se refiere al otro como
determinado animal, despojándolo de su condición humana desde la palabra, que
es la materia prima de lo que llamamos realidad. Ello, tiene como efecto una
sociedad donde determinado grupo humano es llamado, percibido y tratado como
un animal, por ende, su vida nunca se podría equiparar a la de los demás.

34
El síndrome de Estocolmo es un trastorno psicológico que consiste en que la víctima empieza a justificar la
conducta del secuestrador al punto de llegar a enamorarse de él.

64
Por todo ello, con desazón, tuve que abrigar la idea de que el odio también es una
excelente herramienta política, toda vez que los ejemplos fácticos son tantos y tan
notorios que tratar de argumentar que la política actual contiene algo de “amor” es
tan absurdo como la cantidad de dinero que nos gastamos en armas que acentúen
las divisiones, el odio y el temor entre las personas.
Son múltiples las veces que la humanidad ha utilizado políticamente un panorama
fabulesco a la inversa35 como herramienta de destrucción de grupos humanos a
gran escala, por tanto, me referiré, nuevamente, a dos: el primero es que, durante
la Segunda Guerra Mundial, los nazis insertaron en la sociedad alemana un
vocabulario donde los judíos eran insectos, de ahí que (de manera equivocada, a
mi pensar) nos refiramos a ese inconmensurable genocidio como un “exterminio”;
el segundo ejemplo es que, hace menos de doscientos años, los europeos que
entraron en la carrera invasora tuvieron la “razonable” idea de hacer zoológicos
humanos en sus países de origen para exhibir seres humanos cuyas características
étnicas eran vistas como “primitivas” o “salvajes”, intentando realzar su débil y
maleable “supremacía” cultural con una burda exhibición de salvajismo, por cierto,
muy superior al que pretendían mostrar en el zoológico.
Tal parece que en miles de años de historia, el ser humano no ha entendido que la
tierra a la cual se place dividiendo en porciones para ser repartida o monopolizada
cada tanto por algún loco ebrio de poder bajo algún título legal obtenido a sangre y
fuego, probablemente ya había sido reclamada como propia por Gengis Kan, por
Calígula, por Pakal “el Grande”, por Alejandro Magno, por Hunzahúa, por Napoleón,
por Hitler… y ella seguirá allí, enterrando en la profundidad de sus haberes
cadáveres de grandes emperadores y terratenientes que se proclamaron sus
dueños, mientras observa cómo el ridículo espectáculo de la propiedad se disuelve
ante la mortalidad del hombre.
Así las cosas, ¿qué sería realmente nuestro si todas las propiedades pasarán a ser
de otros tras la muerte, si la belleza se esfuma con el tiempo, si el cuerpo yacerá
inerte a merced de la descomposición, si el dinero pasará de nuestra cuenta
bancaria y nuestros bolsillos a los de otros, si nuestro nombre se eliminará de los
registros estatales, si somos el olvido que seremos36?
Obviamente, la respuesta se encuentra bajo el ala de la muerte. Tan natural como
comer, dormir o respirar, tan constante como el sol, tan nuestra como la vida; pero
temida, incomprendida e inevitable como sólo ella. Así es, atrás han quedado los
días en que las sociedades hacían pactos con la muerte a través de complejos ritos

35
Las fábulas son un género literario que se identifica por colocar en sus relatos animales con características
humanas, para terminar con una moraleja o enseñanza. En un panorama fabulesco a la inversa, se traslada
la condición animal al ser humano, para terminar tratándolo, “justificadamente”, de forma inhumana.
36
“El olvido que seremos” es el título de un profundo poema de Jorge Luis Borges.

65
religiosos que hoy son vistos como poco más que expresiones culturales sin ningún
fundamento más allá de la mera superstición propia de comunidades “sin
educación”. En la medida de lo posible, hoy mantenemos la muerte alejada de la
cotidianidad; no pensamos en ella, no hablamos de ella, la confinamos a las camas
de hospital y al olvido del sepulcro. Aun así, la muerte sigue siendo un espectáculo
cuando del otro se trata, si es ajena deja de ser tabú para convertirse en un
espectáculo mediático que se aprecia igual si se trata de una película de Hollywood
o de la vida real. Por ejemplo, recuerdo que en los años 90´s, la mayoría de los
colombianos almorzaban mientras veían en el noticiero nacional los cadáveres
desmembrados y en ropa interior que producía la violencia interna; era yo un niño
cuando apreciaba los montones de muertos en la televisión como si fueran muñecos
en un basurero mientras mi familia se pasaba tranquilamente la jarra con el jugo y
la salsa de tomate sin despegar los ojos de las dantescas escenas. Ese tipo de
hechos son sinónimo de una sociedad enferma y extremadamente violenta que
requiere cambios estructurales, pero eso es tema de otra conversación.
Alejada la muerte de cualquier discusión seria, es apenas lógico que se convierta
en un tema absolutamente desconocido. Ahora, bien es sabido que imprimimos
mayores dosis de temor hacia lo desconocido que hacia lo perjudicial. No entramos
en una cueva oscura tanto por miedo de lo que allí se encuentre como por no tener
certeza de ello. Efectivamente, pensamos igual acerca de la muerte, dejando
descansar nuestro temor en la imposibilidad de saber a ciencia cierta lo que “pasa”
después de morir, puesto que nadie ha vuelto del “más allá” para contárnoslo.
Entonces, decidimos poner la muerte en el baúl olvidado de las cosas para las
cuales no encontramos respuesta o para las cuales encontramos una respuesta
que, aunque no nos convence, tampoco estamos interesados en comprobar o
refutar. Sin embargo, para una mente dada a la filosofía son un delicioso manjar
aquellos temas donde se requiere dejar de lado la percepción de los sentidos para
lograr obtener respuestas, acudiendo por ellas, obligatoriamente, dentro de sí
misma.
De tal modo, debiendo utilizar un término para referirme a las dos manifestaciones
que haré frente al gran misterio de la muerte y de lo que “éramos” antes de nacer,
diré que se trata de meras hipótesis que quise poner a consideración del lector,
aunque aclaro que para mí significan muchísimo más que eso. Además, qué se me
podría reprochar cuando de meras hipótesis se compone la ciencia misma, sobre
todo si se trata de temas que no puede ver a través de un potente microscopio o
telescopio.

- Primera hipótesis: teoría cíclica (afín a la resurrección)

66
Imaginen que son el único ser vivo en el planeta tierra. En tal caso, al quedarte
dormido y perder la noción de la realidad, las cosas que estaban afuera antes de
dormirte bien podrían seguir ahí, o desaparecer, o no haber estado nunca y ser fruto
de tu imaginación cuando estás en estado de vigilia (quizás por eso los seres
humanos nunca se queden dormidos todos al mismo tiempo). Este ejemplo es algo
así como un experimento inverso al del gato de Schrödinger, pero pretendiendo
plantear el mismo problema acerca de la percepción de la realidad y de la posibilidad
de múltiples universos simultáneos que se contraponen dependiendo de quien los
perciba.
Pero, llevemos el ejemplo más allá, suponiendo que, cuando despiertas, ya no estás
solo, yaces en una cama de hospital y te dicen que acabas de despertar de un coma
profundo, que nada de lo que recuerdas existe realmente, que con varias sesiones
de terapias volverás a recordar lo que eras en realidad y olvidarás esos recuerdos
falsos que te atormentan. Entonces, decides buscar desesperadamente demostrar
que tus recuerdos son reales, para terminar por darte cuenta de que todos tienen
razón y que nada de lo que crees recordar existe en ese plano de la realidad.
Es innegable que en nuestros sueños todo parece tan real que la única manera de
saber que no son parte de la “realidad” es despertando e interactuando con ella.
Pero ¿qué tiene que ver eso con la muerte? Pues que, en palabras del mismísimo
Shakespeare, morir es dormir... y tal vez soñar37, pudiendo ser esta vida el sueño
de una muerte anterior y nuestra próxima muerte el inicio de un nuevo sueño, de
una nueva vida.

- Segunda hipótesis: teoría del retorno al todo


Puesto que poco interés despertarían especulaciones sin base alguna, máxime
cuando se trata un tema que tiene lugar por fuera de cualquier estado cognoscitivo,
me remitiré a expresar esta hipótesis con fundamento en la siguiente expresión del
filósofo existencialista francés Jean Paul Sartre: “antes de nacer, no somos nada,
después de morir no somos nada, la vida es un intermedio entre la nada y la nada,
de dudosa importancia".
Según la anterior cita, no somos nada antes de nacer ni al morir, lo que considero
plausible tener como una premisa verdadera. Sin embargo, también debe aceptarse
como cierto que de la “nada” se produjo todo lo que existe, de modo que la expresión
de Sartre bien podría contemplar que somos todo antes de nacer y seremos todo al
morir. Es decir, podemos elegir entre creer que esta vida humana es todo lo que
tenemos y desaparece con el cuerpo material, o que pertenecemos a un todo al que

37
Esta frase la encontramos en la famosa obra literaria denominada “Hamlet”.

67
retornaremos ineludiblemente para vivir eternamente en un plano extracorporal.
Pensamiento último que, a mi manera de ver, le da sentido a otra de las promesas
de Jesucristo, la contenida en San Juan 11:25-26 en los siguientes términos:
“Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun
después de haber muerto. Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá. ¿Lo
crees, Marta?38”
Tras la lectura, muchos pensarán que creen en Jesús decididamente y no albergan
duda alguna de su existencia y, por tanto, vivirán después de haber muerto, tal como
lo prometió Jesús, pero no se trata de eso. Creer en la existencia de Jesús como
personaje histórico no tiene mérito alguno, es lo mismo que creer en Hitler o en
Gandhi, a quienes no conocimos personalmente, pero creemos decididamente que
existieron por haber pruebas fehacientes de ello. Cuando Jesús habló de creer en
él, habló de creer en su palabra, no en su existencia humana, y para creer en las
palabras de Jesús hay que entenderlas, asunto que requiere preparación y, ante
todo, disposición. Sino ¿cómo entender desde la lógica el asunto de la vida eterna
si está claro que nuestra humanidad es todo menos eterna?, ¿cómo elegir creer en
la vida eterna si ni siquiera la comprendemos?
Finalmente, no podemos perdernos de nuestro horizonte, el cual estaba delineado
desde el inicio de este capítulo para responder la pregunta ¿qué sería realmente
nuestro si todas las propiedades pasarán a ser de otros tras la muerte, si la belleza
se esfuma con el tiempo, si el cuerpo yacerá inerte a merced de la descomposición,
si el dinero pasará de nuestra cuenta bancaria y nuestros bolsillos a los de otros, si
nuestro nombre se eliminará de los registros estatales, si somos el olvido que
seremos? Bueno, de forma residual, podríamos afirmar que lo único que quedaría
después de despojarnos de cualquier rastro de existencia humana es el espíritu, por
tanto, eso es lo único que nos pertenece a todos. Espíritu cuya existencia conocían
todas las culturas antiguas y ahora reaparece como el último grito de la ciencia
contemporánea.

38
Nótese que Jesucristo pregunta a Marta si lo cree, sugiriendo que es nuestra potestad creer en la vida
eterna y las palabras de Jesús o no.

68

También podría gustarte