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SEPARATA

ln¡tituto de EstudiosTurolenses
Exaru. D rput ación Prouincnl deTeruel

hruel, l$94
LA SABTDURÍn vrÉotcA EN Los ANIMALES runr,ruÁTlcos

José Julio García Arranz


Universidad de Extremadura

En todos los tratados de carácter emblemático que se


compusieron entre los siglos XVI y XVIII, incluyendo también aquellos
de tema monográfico, puede observarse, como una más de sus caracterís-
ticas comunes, una acusada heterogeneidad en cuanto a los contenidos.
E,ntre las páginas de cada uno de estos libros encontramos narraciones
bíblicas, fábulas mitológicas, personajes históricos, astros, accidentes
geográficos, fenómenos metereológicos, objetos y herramientas, animales
y plantas, alegorías, etcétera, que los convierten en auténticas recopilacio-
nes, más o menos fragmentadas, del conocimiento y la cultura de su
tiempo.

Para lograr estas síntesis sus creadores deben recurrir a las


más variadas fuentes. Textos y citas procedentes de infinidad de
autoridades, desde la más remota Antigüedad hasta su propio momento
histórico son sistematizados, comentados e ilustrados, conformando el
típico esquema gráfico-textual del emblema. De todo ello serán testimo-
nio las extensas tablas de autores consultados que preceden algunas de
las obras, o las frecuentes citas y notas al margen.

Pero tampoco pueden definirse como corpus enciclopédicos


o tratados concebidos como aporte científico. son, en realidad, obras
literarias en las que la posible verosimilitud de sus historias o afirmacio-
nes se supedita continuamente a una intención didáctico-moralizante,
herencia de una arraigada tradición anterior. Este fenómeno es especial-
mente observable al analizar uno de los bloques temáticos más habituales
en los grabados y comentarios de los libros de emblemas o empresas: el
mundo de los animales.

771
JOSE JULIO GARCÍA ARRANZ

En el presente trabajo vamos a tratar de rastrear la


evolución experimentada por algunos de estos motivos animalísticos
desde su configuración en el mundo clásico hasta su plasmación en el
libro de emblemas, en un intento de esbozar sus distintos itinerarios
iconográficos y constatar la diversidad de fuentes en las que se inspiran
los creadores de sus grabados y epigramas. Para ello hemos elegido un
grupo de tópicos emblemáticos bajo un denominador común que les
proporciona cierta unidad: la sabiduría médica atribuida tradicionalmente
a algunos de estos seres irracionales.

Ya en la Historia Natural de Plinio el Viejo aparecen


reunidos, prácticamente en un solo capítulo, todos los conocimientos que,
relacionados con distintos aspectos de la medicina, se consideraban en
poder de ciertos animales durante la Antigüedad, funcionando en muchos
iu.o. supuesto ejemplo para el aprendizaje de estas técnicas por
"o-o
parte del hombre. Algunos de éstos se convertirán en temas inspiradores
áe diversos emblemas durante los siglos XVI y XVII: así tenemos la
conducta del hipopótamo que, cuando siente un exceso de grasa a causa
de la abundancia de alimentación, busca en la orilla del río cañas
cortadas para herirse en las piernas y desangrarse hasta recuperar el
r;
estado óptimo otro caso es el del ibis, ave egipcia que apfovecha la
curvatura de su pico para Lavar con él parte de su intestino y mantener
limpio su aparato digestivoz; o el comportamiento del ciervo (o la cabra
pará otros autores) que, después de haber sido herido por una flecha,
busca inmediatamente la hierba díctamo, cuya ingestiónpermite expulsar
las flechas sin ayuda de cualquier otro instrumento'. Un poco más
adelante4 se hace referencia a la determinación del castor de autoampu-
tarse, cuando se siente acosado por los cazadores, los codiciados
testículos medicinales para salvar así la vida. Tomando este texto como
punto de arranque que aglutina a todos los elementos, vamos a examinar
á continuación sus distintos avatares hasta su incorporación al mundo de
los emblemas.

1 VIII, 96, pp. 56-57 de la


Cuyo PLINIO SEGLINDO, Historia Natural (c. 79 d.C.),
edición de A. Ernout, Paris, Les Belles Lettres, 1952.
2
lbíd"rn, 97, p. 57.
3
Ibíd"..
4
lbíd"., 109, p. 61. Vid. también XXXII, 2ó.

772
LA SABIDIJfRIA MÉDICA EN LOs AN:'IMALES EMBLEMATICOS

A. Comenzamos el recorrido por el castor y el ibis,


animales que, ¡espondiendo a los comportamienlos indicados, protagoni-
zan un intenso tratamiento textual y gáfico a lo largo de los slglos
medievales.

Respecto al primero de ellos, la cualidad de sacrificar sus


testículos, productores del castoreum, atilísimo producto empleado en
farmacia, para poder salvar así la vida, aparece citada por yez primera eu
una fábula de_Esopo (s. VI a.C.), resurgiendo en un discurso de Marco
Tulio Cicerón5, y queda consolidada en los primeros siglos de nuestra era.
Así la afirmación citada de Plinio será reproducida tamlién por el poeta
coetáneo Décimo Junio Juvenal en una de sus sátiraso, y recogida más
tarde por Julio SolinoT y Claudio Eliano, quien, además, añadá que los
castores ya mutilados se levantan sobre sus patas traseras al verse
perseguidos de n^uevo para mostrar a sus cazadores que ya no tienen lo
que ellos buscanu.

Esta conducta del animal debió resultar, al igual que la de


otros muchos, atractiva para los primeros cristianos, quienes pronto la
someten a una alegorización con finalidad didáctico-doctrinal. En la
Versión Y del Fisiólágo htinoe se adopta la historia del mamífero como
imagen evidente del cristiano que consigue extirpar de sí toda clase de
pecados y los arroja al diablo-cazador para conseguir de este modo que
cese su acoso, erigiéndose así en uno de los símbolos zoológicos de la

5
Defensa de Esc"rro (s. I a. C.), 2,7, p.186 de la edición y traducción francesa de P.
Grimal, Paris, Les Belles Lettres, 1976.
6
XII, 35, p.242 de la edición y traducción inglesa de Peter Green, Middlesex, Penguin
classics, 1967.

' Julio SOLINO, De las cosas maravillosas del mundo, traducción del
1
§glectanea rerum
memorabilium (c. 180 d.C.) a cargo de Christoval de las Casas, Sevilla, Alonso Escrivano,
1573, fol. 55 r.
- Claudio ELIANO, Historia de los animales (s. II-III d.C.), VI, 34, pp.25L-252 de la
R

edieión y traducción castellana de José Vara Donado, Móstoles, Akal, 1989.


g
- E1 Fisióloeo. bestiario medieval, edición y traducción castellana de Nilda Guglielmi y
Il. Ayerra Redín, Buenos Aires, Editorial Universitaria, 197t, p. 76. El Fisióloso es obra
c.mpuesta en el siglo II o III d.C. en, según los autores, la ciudad de Alejandría o en Siria.
\-id" también S. SEBASTIAN LÓPEZ, El Fisióloso atribuido a San Epifanio seeuido de El
be-s¡iario toscano. Madrid, Tuero, 1986, pp. VI y VII.

773
JOSE JULIO GARCfA ARRANZ

castidadlo. La idea será retomada en los bestiarios que, herederos


directos del Fisiólogo, se componen durante los últimos siglos medievales'
En los aoartados dedicados a esta criatura en las obras de Guillaume le
A;;; é:;;;;;i', 7os Bestiarios catatanestl, el Bestiario toscanor3 o el
Libellus d.e natura animaliuml4 repiten continuamente el comportamien-
to, que se configura como el más representativo del animal, Y sü
corráspondiente moralizaciln, en la que no se observan modificaciones
sustanciales.

También la patrística se hará eco, paralelamente, de esta


imagen zool1gica. Isidoro de Sevilla la incluye en sus Etimologías'"
partiendo de las fuentes clásicas ya conocidas (Cicerón, Juvenal), y la
rÓ,
ieproduce casi literalmente Rabano Mauro quien la interpreta conside-
rendola como un buen ejemplo de la prudencia animal, pero mal entendi-
da por aquellos herejes que se castran para conseguir el reino de los
cielós meáiante una asegurada continencia. En el De bestiis et aliis rebus
(erróneamente atribuido a Hugo de San Víctor), se incorpora, en fin, la
moralidad ya conocida procedente del Fisiólogo en su comentario sobre

1o
vio. L. REAU, , tomo I, Paris, Presses Universitaires
de France, 1983, p. 101, o -, p. SO, nota 171- dg las observaciones de N'
Guglielmi.
11
A*bo. textos aparecen traducidos en I. MALAXECHEVERRIA, @jj4(@!jsval,
Madrid, Siruela, 1.986, pp. 1.4, 15 y 17.

12
Bestiaris, edición a cargo de San Panunzio en dos volúmenes, Barcelona, Barcino,
t96¡.Se hace rnención a este hécho en los textos A (tomo I, pp. LL0-111), B (tomo II, pp'
80-81) y G (tomo II, p. 116).
13 i Donet y J. Sanchís i
El b"stiurio to."uro, traducción castellana de A. Serrano
Carbonell irrcluida en S. SEBASTIAN LÓPEZ, oo. cit., pp. 38-39.
14
Ed. fu".í.il de J. I. Davis, London, Dawson's of Patl Mall, 1958, de la edición de
Mondovi ent¡e 1508 y 1.5L2, cap. <<De castore».
15
leao ó86) xII, 2, 2L y XlX, 27, 4, pp. 73 y 477 respectivamente del segundo-volumen
de la ediiión bilirigüe de J. oroz Reta y M.A. Marcos Casquero, Madrid, BAC, 1983. Isidoro
relaciona el origen del nombre del animal con la palabra "castrar'.
16
D" unirr"..o (año 85ó), VIII, L, cols.222-223 de la edición de J'-P. Migne, Patrología
latina, tomo CXI.

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LA SABIDURIA MEDICA EN LOS ANIMALES EMBLEMATICOS

la naturaleza del casto.17. Eo ello resulta plenamente coincidente, como


vimos, con los bestiarios, género que empieza a proliferar en lenguas
romances por estas fechas, hacia mediados del siglo XII.

Las grandes enciclopedias recopilatorias del siglo XIII (De


animalibus de Alberto MagnoIU, De natura rerum de Tomás de Cantim-
pré19, o el Speculum maioris de Vicente de Beauvair20,.""og", la idea,
incluyéndola dentro de otras muchas observaciones naturales referentes
al castor. Pero, no sólo la desvinculan de cualquier moralización, sino
que, aunque reconocen las extraordinarias propiedades medicinales del
castoreo, se enfrentan a la tradición poniendo en tela de juicio la
conducta de autoemasculación del animal al observar que los testículos
de los castores son órganos internos, semejantes a pequeños riñones21.

A pesar de estas afirmaciones, que se confirman en los


tratados de Historia natural del siglo XVI, y que son asumidas por todos
aquellos que hacen referencia a su naturaleza, la leyenda no desaparece.
Al igual que sucede con otras muchas fábulas animales durante la Edad
Media, gracias en parte a la difusiót del Fisiólogo en estos siglos y los
posteriores, la historia se afianza en la cultura popular, y se traslada a la
Edad Moderna perdiendo, como vimos, su carácter científico para con-
vertirse en un recurso didáctico-moralizante.

Este comportamiento del castor no sólo será tratado


textualmente en los siglos medievales: también se consolida iconográfica-
mente su imagen a partir de las exhaustivas descripciones que sobre é1 se

17
lano 1,1,42), 11,9, col. 64 de la edición de J.-P. Migne, Patrología latina, tomo
CLXXVII.
18
XXU, 2, fols. L75 v. y 176 r. de la edición de Marco Antonio Zimaram, Venecia,
Octaviano Scoto, 1519.
1q
^- IV. 14, pp. 16-18 de la traducción castellana de F.J. Talavera Esteso, Málaga, 1974.

20
XX, 28-32, fols. 238 r. y v. del tomo IV de la edición de Venecia, Dominico Nicolino,
15 91.

21
E¡ realidad la cuestión sobre la veracidad de este comportamiento del animal se
venía discutiendo desde la Antigüedad. Dioscórides en su De materia medica (II, 23, s. I a.C.)
¡'a refutaba esa afirmación (vid. la edición comentada en castellano de Andrés de Laguna,
-{mberes, Iuan Latio, 1555, p. 138), postura que mantienen estos autores medievales desde
t-rnales del siglo XII por las razones indicadas.

775
JOSE JULIO GARCÍA ARRANZ

van transmitiendo desde la Antigüedad. Aparte de algunas representacio-


nes con morfología de anfibio, que no nos interesan para este trabajo"",
adquiere pronto un aspecto que se repite con más o menos fidelidad y
que responde al de un mamífero con anatomía de perro (se le denomina
también perro póntico en los textos), de constitución fina y alargada, con
una piel oscura suave y hermosa, patas traseras palmípedas y delanteras
de cuadrúpedo, dientes fuertes y afilados, especialmente los dos pares
anteriores, uno arriba y otro abajo, con los que llega a talar los troncos
con que construye sus nidos, y cola ancha, semejante en su textura a las
escamas de los peces. Las interpretaciones gráficas medievales que
couocemos de esta criatura proceden fundamentalmente de las ilustracio-
nes de los bestiarios desde finales del siglo XII. En ellas, el animal
aparece, con el aspecto descrito y en forzada postura, procediendo a su
castración, en presencia de u!o o varios cazadores, en alguna ocasión
acompañado. á" su, subu.sos23.

Así pues, al llegar al siglo XVI, el castor arrastra tras de


sí una prolongada trayectoria literaria y gráfica. La popularidad de su
leyenda, apoyada sin duda por el paso a letra de molde de diversas
ediciones de historias naturales de la Antisüedad. textos zoolósicos de la
patrística, enciclopedias medievales, el Fisiólogoza, algún beitiario2s o
diversos tratados en torno a las propiedades medicinales de plantas,
piedras y animales 26 durarte los siglos XV y XVI, permitirá que el castor
pase a formar parte de los motivos emblemáticos desde el nacimiento del
género.

Pero posiblemente más decisivas para su difusión serán las


ediciones y traducción latina de la Hieroglyphica de Horapolo realizadas

22
F.M"CIJLI-OCH, Mediaeval latin and french bestiaries, Chapel Hill, University of
North Carolina Press, L960 (impreso en Valencia, Castalia, 1960), p. 95.
23 -_ .-
lbldem.

al latín por el humanista sevillano Gonzalo ponce de León, gozó


'o;^,traducida
de diversas ediciones a partir de 1587. Vid. S. SEBASTIAN LÓPEZ, op. cit., pp. XIII-XV.

25Yuh".o,mencionadolaedicióndel@publicadaen
Mondovi (Italia) entre 1508 y 151,2, o la del Bestiaire d'amour de Richard de Fournival en
París, 1529.
26El,á.conocidoydifundidoesel@deJohannesdeCuba.Hemos
consultado la edición de 1491.

776
LA SABIDI,'RIA MEDICA E\ LOS A¡iIMAIES EMBLEMATICOS

en las primeras décadas del XVI a partir de un manuscrito "descubierto"


por el humanismo florentino un siglo a¡tes27. Entre sus jeroglíficos se
incluye la autoemasculación del castor como imagen del hombre que se
daña y perjudica a sí mismo sin entrar en más consideraciones. Este
símbolo, al igual que otros de la misma obra, será tenido en cuenta por
Andrea Alciato para la composición de su Emblematum liber en 153i28.
Posteriormente el motivo se difundirá a otros tratados emblemáticos con
relativa frecuencia,siendo este comportamiento del roedor prácticamente
el único que será empleado como excusa para su incorporación en todos
29
e llos .

IJna vez seleccionado el tema, hay que buscarle una imagen


v un texto de carácter didáctico-moral para construir el típico esquema
del emblema. Para la primera existen ciertos paralelismos con las
ilustraciones medievales que comentamos: aunque la existencia de
castores en el norte de Europa permitió a los tratadistas naturales del
siglo XVI -GuillaumeRondelet, Pierre Belon, Conrad Gesner- describir
y reproducir a nuestro animal con toda exactitud, en los grabados de
emblemas y empresas hereda, comenzando por Alciato, la morfología un
tanto ambigua de pequeño perro con ancha cola, en contorsionada
postura de automutilación, en presencia o no de los cazadores con sus
perros, procedente de los siglos anteriores. Una curiosa evidencia de esta
transmisión es el doble emblema que el médico alemán Joachim
Camerarius dedica al castorru. Aunque en ambos el animal adquiere un
aspecto bastante real, para uno de ellos (emblema 93), que reproduce el
comportamiento que venimos analizando, se emplea la composición
tradicional, en tanto para el otro (emblema 96), totalmente novedoso

27
S. trutu de un texto griego compuesto en los siglos II o IV d.C. por un personaje
entre legendario y real -Horapollo-. Hacia L4L9 un monje griego llevó a la ciudad italiana
de Arno un manuscrito de la obra que incidirá con fuerza en el humanismo florentino.
T¡aducida al latín, se publica por vez primera e¡ 151-7 (vid. A. CIIASTEL, Arte y Humanismo
en Florencia en la época de Lorenzo el Maqnífico, Madrid, Cátedra,1982, pp.104-105, y J.M.
GANZALEZ de ZARATE, Emblemas resio-políticos de Juan de Solórzano, Madrid, Tuero,
1987, pp. 8,9 y L9.
)e
"" Fol. E 3 r. y v.. con el lema «Aere quandoque salutem redimendam".

29
Tun .ólo hemos encontrado una excepción en el castor que corta el tronco de un árbol
en un emblema de Joachim Camerarius, como comprobaremos más adelante.
10
"- Svmbolorum et emblematum, centuria II, Moguntiae, Ludovici Bourgeat, 1,677, pp.
186-187 y 1,92-193.

777
JOSE, JULIO GARCÍA ARRANZ

por representar al mamífero talando un árbol con los ,dientes31, se


i".rr.." a reproducir directamente un grabado de Gesner32.
También para la moralidad que emana del lema yepigrama
o texto del emblema se observa el filtro medieval. Las recopilaciones
simbólico-alegóricas como la de Filippo Picinelli reúnen las distintas
interpretaciones que tradicionalmente se han ido generando en torno a
la conducta descrita del animal, adoptando uno u otro los distintos
emblemistas en función del mensaje didáctico o simbólico que tratan de
transmitir33. D" este modo, orá. autores recogen dirJctamente el
mensaje d.el Fisiólogo y los bestiarios, viendo en el sacrificio voluntario
de esta criatura a aquellos hombres que son capaces a renunciar a las
riquezas temporales y pasiones palg poder alcar.zar la vida eterna: es el
caio de Sebaitián de'Covarrubiis3a ó albert Flamen35. El resto, por su
parte, elogia esta actuación del castor como imagen del comportamiento
prudente de quienes no escatiman en gastos, o no dudan en buscar
soluciones dañosas, con tal de salvar su vida, considerada como el bien
más valioso36: pueden encontrarse ejemplos en Andrea Alciato3T, Paolo

31
v¡¿. ¡ota29.
7,)
"- C. GESNER, Historiae animalium, Lib. I, Tigvri, Christ, Froschoverum, 1551, p. 336.
33
Picinelli, en su Mondo simbolico (Milano, Francesco Vigone, 1.680, pp. 243-244),
interpreta al eastor como símbolo del amor a la vida, castidad voluntaria, el religioso, la
perseverancia. Tiempo antes, Cesare Ripa lo incluyó en su !q!gg1q asociado a la alegoría
de la paz, pues renuncia a lo más preciado con tal de estar tranquilo (p. 185 del segundo
volumen de la traducción castellana de J. y Y. Barja y otros de la edición de Siena,
Bartolomeo Ruoti, 1.61.3, Móstoles, Akal, 1987).
34
S. d" CoVARRUBIAS oRozco, Emblemas morales, Madrid, Luis Sánchez, 1610,
centuria III, fol. 21'7 r., con el lema <<Quod su perest tutum)). Existe edición facsímil con
introducción de Carmen Bravo-Villasante, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1978.
35
Devises et emblemes d'amovr moralisez, Paris, Olivier de Varennes, 1658, pp. 88-89.
Es interesante su observación, relacionada con el animal, de que es mejor ir al ciélo manco
o cojo que descender íntegro al fondo del infierno.
36
Ad".á, de simbolizar la castidad voluntaria, en la patrística y bestiarios se hacen
frecuentes referencias a la sabia prudencia que se desprende de esta reacción del animal ante
el peligro como ya insinuaron Esopo o Eliano desde la Antigüedad.
37
Lo".
"it.

778
LA SABIDIJ'RIA MEDICA E\ LOS A.\IMALES EMBLEMATICOS

Giovio38, Joachim Camerarius 39 o Geoffrey Whitney40, eutre otros.

Similar, aunque con diversas variantes, será la trayectoria


simbólica del ibis, ave zancuda de la familia de las cigüeñas, de largo pico
curvado y costumbres fluviales. El carácter sacro que el ave, abundante
en las riberas del Nilo, disfrutó en el antiguo Egipto gracias a su supuesta
capacidad para destruir las plagas de serpeintes aladas procedentes de
Arabia, permite que existan referencias a su naturaleza desde la más
remota Antigüedaá. Herodoto a1 o Aristóteles 42 la describen mencionando
algunas de sus costumbres. Sin embargo, el aspecto que nos interesa del
ave, su costumbre de irrigar y limpiar con el pico el tramo terminal de su
intestino, aparece descrito por vez primera en el texto mencionado de la
Historia Natural de Cayo Plinioa3. Plutarco de Querone u44 y Claudio
Eliano4s reproducen la idea años más tarde corroborando la afirmación
de Plinio sobre la enseñanza que ello supone para el hombre, al observar
que este sistema de purga intestinal era imitado por la población egipcia
a partir del ejemplo vivodel ave. Sin embargo, la considerable presencia
de que goza en los escritos animalísticos grecorromanos se verá bastante
más diluida durante los siglos del medioevo.

38
Dialoeo dell'imprese militari et amorose, Lyone, Guglielmo Rouillio, 1574, pp. 156- 157.
39
Or. .it., centuria II, pp. 186-187.
40
A choice of emblemes, Leyden, Francis Raphelengius, 1586, p. 35.

41
Hirtoriu. (s. V a.C.), 11,75 y 76, pp.364-366 de la edición y traducción castellana de
C. Schrader, Madrid, Gredos, 1977.

42
Hislor=ia de=Jos a¡imales (siglo IV a.C.), IX, 61,7 b, p.509 de la edición y traducción
castellana de José Vara Donado, Fuenlabrada, Akal, 1.990.

43
R"ul.r"rrt" el ibis es ave muy popular en el siglo I a.C. y aparece mencionada en
obras de Pomponio Mela, Flavio Josefo, Julio Solino, etcétera. Oviáio y Calímaco escribieron
sendas obras críticas, dirigidas contra enemigos personales, a los que apodan en el título con
el nombre del ave-
A¿.
" 974 c, fol.272 r. de animales. traducción castellana de Diego
d.C.), incluido en Morales de Plvtarcho, Salamanca,
Alexandro de Canova, 1571
45
Oo. .it., II, 35, y X, 39, pp. 98-99 y 412, respectivamente.

119
JOSÉ, JULIO GARCIA ARRANZ

Al igual que sucede con el castor, el ibis es animal


incorporado tanto al Fisiótogo latino, en la Versión y ya citada46, como
al griego"'. Aunque no se menciona entre sus hábitos el que venimos
rastreando, sí nos resulta interesante conocer la correspondiente
moralización cristiana que se le aplica. El ave se erige, gracias a este
texto, en símbolo de la impureza por la costumbre de alimentarse del
pescado muerto que encuentra en las riberas fluviales, y en alegoría de
los pecadores que, como el ibis, no saben nadar y son incapaces de
atravesar, mediante la oración, las aguas espirituales, profundas y limpias
de la sabiduría y virtud de Dios - verdadera doctrina que nos conduce
hasta Él-,permaneciendo, por el contrario, en la sucia orilla del río -o
corrupción del pecado-oÜ. Estas connotaciones negativas se asociarán
invariablemente al ave durante los siglos medievales, y tendrán su
continuidad en la Edad Moderna.

Habrá que esperar a las Etimologías de Isido¡o de Sevilla


para volver a encontrar noticias sobre el ave. El obispo hispalense recoge
tanto la referencia a su autolimpieza intestinal como la costumbre de la
zancuda de alimentarse con huevos de serpient"49. Paro tampoco el texto
de Isidoro encontrará eco en los escritos zoológicos de la patrística
posterior: en el amplio capítulo que se dedica al ibis en De bestiis el aliis
rebus tan sólo se actualizan los planteamientos esbozados en el Fisióto-
gos0.

Igualmente los capítulos que en los bestiarios se destinan


al ave en cuestión, algo más frecuentes que en la patrística, se reiteran
en las afirmaciones de este primitivo texto cristiano, aunque también
incorporan tímidamente las dos observaciones isidorianas. Dejaado a un
lado su afición a ingerir huevos de reptiles, la autoirrigación intestinal
reaparece en algunas de estas obras: el Bestiario de philippe de Thaün,

46
oo. cit., p. 59.

47
Traducción en I. MALAXECHEVERRIA, op. cit., p. 96.

. .,.ot"Ur.":" era ya considerada impura en los textos bíblicos (Levítico 1.1, L7) lo que debió
incidir decisivamente en el Fisióloeo.
49
or. XII, 7, 33, p. 113.
"it., \
50
oo. cit., I, 57, col. 55.

780
LA SABIDURÍA MEDICA EN LOS ANIMALES EMBLEMATICOS

o el Bestiario latino de Cambridg"51. Thuür, el más antiguo de los autofes


franceses conocidos de bestiarios, establecerá, además, una moralidad
para este hábito concreto del ave: de este modo "se comportan los
calumniadores, que dicen bien por delante y mienten por detrás".

Una vez más los enciclopedistas medievales del siglo XIII


funcionan como recopiladores, en algunas ocasiones críticos, de historias
v noticias clásicas v medievales en torno al ave. Tgdos ellos (Alberto
íuugoot2, Cantimprá53, Beauvais54 o Brunetto Latiniss) hacen referencia,
con todo lujo de detalles, a la conocida conducta del ave -a la que
recurre, según eStos autores, cuando siente algún malestar o problemas
de digestión- insistiendo en la enseñanza que supone para el hombre:
Alberto recuerda una observación de Galeno en la que atribuye a esta
acción animal la invención del clíster o lavativa, y Latini asegura que
Hipócrates fue el primero en ponerla en práctica tras observar a una de
estas aves. Cantimpré llega a recoger también -aunque ello no es
frecuente- la vertiente moral de tal costumbre, reafirmándola, pese a los
mencionados beneficios que aportó a la medicina, como imagen de los
detractores que pregonan y falsean todos aquellos comentarios que
escuchan del prójimo. Y Brunetto Latini sentencia que no conoce ave
más sucia que ella, culminando así la tradición negativa plocedente del
Fisiólogo. Todos estos planteamientos se repetirán, casi s.i.n variaciones,
en los tratados sobre animales hasta finales del siglo XV".

Las representaciones del ibis durante la Edad Media Sozan'

51
Lo, frug*"ntos traducidos de ambos se incluyen en I. MALAXECHEVERRÍA, op. ci!.,
pp.97-99. Thaün (primera mitad del siglo XII) muestra confusión entre el ibis y la cigüeña
en todo el capítulo.
52
op. xxlll,24, fol. 1.93 v.
"it.,
53
oo. cit., Y,63, p. L:rZ.

54
op. .it., xvl, 96, fol. 206 r.
55
Libros del tesoro, I, 154. vid. tiarv from Brunetto Latini'
b!o'., edicióa y notas de Baldwin, University 1982, pp. 28-29. Et el texto se
atribuye este comportamiento a la cigüeña.
56
Un .¡"-plo podemos encootrarlo en el pp!9g,1 Estocolmo,
Johannem Snellartis, 1483, Diálogo 73, fol. 45 v. y 46 r. (ed. facsímil comentada por J.
Bernstróm y M. Hedlund, Upsala, 1983). Incluye una ilustración del ave autopurgándose.

781,
JOSE JULIO GARCL{ ARRANZ

de una mayor variedad temática que el castor gracias, como hemos


comprobado, a la riqueza de asuntos relativos a su naturaleza que son
reflejados en la literatura medieval. Concebida con muy distintos aspectos
debido al desconocimiento del ave en occidente, la podemos encontrar
devorando serpientes, peces uotrgs animalillos de las orillas de los ríos57,
ingiriendo huevos de serpient"'o o el momento de someterse a la
autopurga. Son varios los ejemplos que "o hemos localizado de esta última
variante, en los que aparece el ave en pie, introduciendo su largo cuello
entre las patas para irrigar el tramo final de su aparato digestivo: así
aparece en_^ una ilustracióu de finales del siglo XII que reproduce
NicCullochs', o el Dyalogus creoturarum moro-lizotus60. Éxiste también
algún ejemplo en "ola escultura monumental, como es el relieve de uno de
los medallones en el zócalo de la catedral de Lyon61.

Tal variedad en la representación gráfica y moralización del


ave se repite en los libros de emblemas y corpus simbólicos desde inicios
del siglo XVI, recogiendo todas aquellas noticias de los textos de la
Antigüedad y alegorizaciones medievales. Sin embargo, todos los autores
de estas obras coinciden en proporcionar al ibis una imagen muy
aproximada a la de la cigüeña: ave zancuda de largos cuello y pico y
breve cola. Las continuas asociaciones, a veces confusiones, que entre
ambas aves se venían produciendo desde la Edad Media -de hecho,
ambas pertenecen realmente al mismo orden zoológico- llevó poco a poco
a identificarsu aspecto, tomándose como modelo gráfico de ambas la más
conocida en Europa. Tan sólo el pequeño penacho de plumas situado en
la coronilla del ave, tal yez inspirado en las Historias naturales coetáneas,
puede servir de rasgo físico diferenciador.

De entre las diversas variantes del empleo emblemático del

57
A.í upr.""e en el Hortus sanitatis, De avibus, cap.64.
58
E, actitud la encontramos en una ilustración del Bestiario de Oxfs4l (finales del
siglo ".tu
XII), reproducida en I. MALAXECHEVERRIA, op. cit.$l2Z1l-
59
oo. cit., lámina V, ilustración 4.

6o
vl¿. nota 56.

Reproducida en v.-H. DEBIDOIT'R, Le bestiaire sculpté du moven-áee en France,


Paris, Arthaud,-1.961, p. 214 e itust. 299.

782
LA SABIDURfA MEDICA EN LOS ANIMALES EMBLEMATICOS

ibis62 fue la capacidad de autopurgarse la primera cualidad natural del


animal incorporada al género emblemático, al ser empleada por Andrea
Alciato, con el lema ..In sordidos, como símbolo de aquellos que infaman
a los demás con palabras sucias. Sin embargo, el apartado dedicado al ibis
no figurará en stt Emblernata hasta las ediciones lyonesas de L548, a cargo
de Guillaume Rouille y Mathils Bonhomme, en las que se amplió el
número de emblemas hasta l-28or. Para la representación del ave se siguió
muy de cerca la forzada disposición que ya vimos configurada en los
últimos siglos medievales, en la que posiblemente se inspire el autor del
grabado.

Pero, pese a su empleo temprano, el motivo no tendrá


demasiado éxito posterior. Piero Valeriano, que incluye dentro del amplio
capítulo dedicado al ibis un grabado del ave limliándose el intestino
como manera gráfica de simbolizar la Salubridado*, o Claude-Frangois
Menestrier, que la sitúa realizando esta actividad junto a una alegoría de
la envidiaÓ), son los únicos autores de repertorios simbólicos, además de
Alciato, en los que hemos conseguido rastrear esta imagenoo. Tal vez se
prefiriera reproducir en los tratados de emblemas o empresas el episodio
de la activa destrucción de reptiles, por parte del ibis, como excusa para
transmitir su mensaje didáctico-moral antes que una escena de autolim-
pieza, cuyo buen gusto podría ser puesto en tela de juicio.

B. Una interesante diferencia se va a observar en el caso

62
Sobr" otros empleos emblemáticos del ibis vid. el interesarite capítulo que R. García
Mahíques le dedica en su libro Empresas sacras de Núñez de Ceoeda, Madrid, Tuero, 1.988,
pp.115-117.
63
Vi¿. M. PRAZ, «A bibliography of Emblem books», Studies in seventeenth-centurv
ilqggg1¡, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1975, pp.249-250.
64__.
-' Valeriano asocia en su Hieroqlvohica (Venecia, Gio. Battista Combi, L625, pp.22l-
223) la idea de la salubridad a dos imágenes distintas del ibis: 1.) devorando las serpientes
aladas que, según la tradición, penetran en Egipto desde los desiertos arábigos, con lo que
limpia su país de bestias ponzoñosas; 2) autopurgándose. Con esta obra, publicada por vez
primera en 1556, se interrumpe la secular visión negativa que sufrió el ave, seguramente
inspirado en su concepción egipcia como ave sagrada y benéfica.
65
L'art des Emblemes, Paris, R.J.B. de la Caille, 1,684, p.297.
66
En realidad la referencia a la capacidad del ave para lavar su intestino es habitual
en loslextos europeos de cualquier índole que tratan de ella en los siglos XVI y XVII y su
relación, es inabarcable.

783
JOSE JIILIO GARCIA ARRANZ

del ciervo -ocabra para una buena parte de los autores- ysu sorprenden-
te capacidad para desprenderse de las flechas clavadas en su cuerpo por
los cazadores al reconocer e ingerir la hierba denominada díctamo.

En tanto para Plinio, como vimos, respaldado más tarde


por Julio Solino67, es el ciervo el mamífero que goia d,e este recurso,
otras muchas autoridades concederán a la cabra salvaje natural de Creta
el conocimiento de la fabulosa planta y su utilidad: desde Aristóteles68 a
Claudio Eliano6e, pasando -por Teofra.sto70, Antígono de CaristosTl,
Valerio Máximo72,^Plutu."o73, Cicerón74 o Vlrgilioñ.

Ya sea con un animal u otro, es evidente la popularidad de


que goza esta observación natural entre los escritores del mundo antiguo,
presencia literaria que se mantiene durante los siglos de la Edad Media.
Aunque el Fisiólogo no recurre a esta peculiaridad al tratar de la
naturaleza del ciervo (la cabra, por su parte, no se incluye entre los
animales que aborda), los exégetas medievales mencionan desde fechas
muy tempranas las propiedades del díctamo. Ya San Ambrosio refiere la

67
oo. xlx, 5, fol. 64 r.
"it.,
68
oo. cit., 61,2 a, p. 489.
69
E.iu hirto.iu., I, 10.
70
Historia de las plantas (s. IV-III a.C.), pp. 481.-482 de la edición y rraducción
castellana de J.M. Díaz-Regañón López, Madrid, Gredos, 1988.

''
11
Historiarum mirabilium collectanea (c. 200 a.C.), 36, p. 35 de la edición greco-latina
de Ioannes Mevrsivs, Lugduni Batavorum, Isaacvm Elzevirivm, 1619.
1)
'' Hechos v dichos memorables (s. I d.C.), I,8. 18, p. 127 de la edición y traducción
castellana de F. Martín Acera, Sant Andreu de la Barca, Akal, 1988.
73
Oo. cit., 20, fol. 272 v.
74
Sobre la naturalezq de los dioses (s. I a.C.), ll, 126,p. 102 de la edición y traducción
castellana de J. Pimentel Álvarez, México D.F., Universidad Nacional Autónoma, 1976.

'" Eneida (s. I a.C.), XII,411-415, p. 140 de la edición y traducción francesa de J.
Perret, Paris, Les Belles Lettres, 1980.

784
LA SABIDURfA MEDICA EN LOS ANIMALES EMBLEMATICOS

planta en st Hexaemeron76 como remedio eficaz para la cabra herida de


dardo. Pero parece que será la fuerte influencia Le,la Historia Natural de
'primeros
Plinio durante los siglos medievalesTT l" qu" termine por
conceder al ciervo este comportamiento entre los autores patrísticos: así
lo hace tsidoro de Sevilla. quien 1o incluve entre otras características de
la naturaleza del ciervo78.; lo reoiten ñ.abano MauroT9 o el anónimo
autor del De bestiis et aliii í"Ausso,siempre de forma bastante escueta y
sin tratar de establecer una moralización específica del hecho.

En los bestiarios se observa un esquema parecido: siempre


referidas al ciervo y no a la cabra, las alusiones a su relación con la
planta díctamo resultan siempre fugaces y carentes de cualquier carácter
didáctico-morafr. Es muy posible que exégetas y compositores de libros
de bestias prefirieran la enemistad del mamífero con las serpientes, o su
continua búsqueda de manantiales de agua, siguiendo la tradición del
Fisiólogo de raíz clásica y bíblica, para establecer las abundantes
alegorías cristianas -imagen de Cristo victorioso sobre el demonio o el
pecado, alma cristiana sedienta que anhela el agua espiritual del bautismo
o la eucaristía, la doctrina de los apóstoles...- que giran en torno al
animal82.

76
laRo 3g7) vl, 4, L23, col. 252 de la edición de J.- P. Migne, &ll4!9gÍLlg.llE, tomo
xIv.
77
e,.C, Crombie asegura en su Historia de la Ciencia: De San Aqustín a Galileo (tomo
I, V-XIII, Madrid, Alianza Universal, 1,987, p.25), que esta obra fue una de las más
siglos
influyentes del legado clásico superviviente durante la alta Edad Media, funcionando hasta
como libro de texto.

78
Q¡,-cj!, XII, 1, L8, p. 6L.
79
oo. cit.,VII, 8, col. 204.
8o
ll, t¿, col. 64.
81
D. R".i.o de Pinedo (El simbolismo en la escultura medieval esoañola, Madrid,
Espasa-Calpe, 1930, p. 82) creyó ver a dos ciervos comiendo de la planta díctamo, atrapados
dentro de sus ramas entrelazadas, en un capitel del claustro de Santo Domingo de Silos,
interpretándolo como símbolo de aquellos que buscan su salvación en la "medicina" de Cristo.
A excepción de esta discutible apreciación, no sabemos de ningún otro intento de moralización
medieval de este comportamiento del aflimal.
82
Sob." este aspecto vid. el completo capítulo que Santiago Sebastián dedica al ciervo
en su libro El Fisióloeo atribuido..., pp.34-37.

785
JOSE JULIO GARCÍA ARRANZ

Las enciclopedias bajomedievales recopilarán, como ya


comprobamos con los animales anteriores, las numerosísimas historias y
tradiciones sobre el animal, incluyendo su empleo de la hierba díctamo.
Pero la recuperación, en_tre otros, de los tratados zoológicos de Aristóte-
les a partir del siglo XIIój obligarán a replantearse la conocida interferen-
cia del ciervo y la cabra en su relación con la maravillosa planta, atribuida
exclusivamente al primero en las celturias precedentes. La cuestión se
soluciona reconociendo a ambos cuadrúpedos el conocimiento de la
planta curativa, pero, en tanto en el caso de los ciervos seguirá denomi-
nándose díctamo (o díptamo) para no contradecir la inmediata tradición,
cuando se asocia a la cabra recibe el nombre de planta polegio o pelugio:
es el caso de San Alberto Magoo84, Tomás de Óantimpré85 o Johannes
de Cuba et el Hortus sanitatiss6 auoqoe este último no dice nada del
díctamo al abordar el ciervo. Otros, como Vicente de Beauvais, optaráE
simplemente por denominar díctamo a la planta en ambos casosÜ/.
Brunetto Latini afirma, finalmente, que este vegetal no sólo expulsa"las
flechas que han herido al ciervo, sino que incluso cicatriza las llagasoo.

Aparte del problema de la confusa atribución de una


misma cualidad a dos animales, este motivo zoológico supone una
novedad respecto a los dos examinados con anterioridad: el hecho de la
curación fabulosa de las heridas de flechas mediante esa planta, no sólo
no recibe moralizaci1n alguna de la literatura medieval: tampoco gozará
de ninguna plasmación iconográfica en el arte medieval, posiblemente por
esa escasa trascendencia que los escritores dan al hecho, limitándose a

83
a.c. CRoMBIE, op. cit., tomo I, p. 131.
84 y
oo. .it., XXII, trac. 2, 1, fols, 175 r. t76 r.

E)
op. .it., IV, 19 y 22, pp.2o-22.

86
oD" animalibus», 30.

87
oo. .it., XVIII, 32 y 34, fols. 228 v.-229 r.
88 g. ., t, t77, pp.43-44.

786
LA SABIDURÍA MEDICA EN LOS ANIMALES EMBLEMATICOS

mencionarlo dentro de la mayor brevedadS9. Po, tanto cuando salta al


mundo de la Emblemática, tendrá que recibir un contenido didáctico y
una fijación gráfica totalmente novedosos.

Aunque el abad Giovanni Ferro habla de la utilización del


díctamo tanto por parte del ciervo como de la cabra salvaje en sus
capítulos correspondientes ", los emblemistas se dividen a la hora de
asociar uno u otro animal a la planta en sus tratados, aplicándoles,
además, un significado distinto.

Parece que fue Gabriele Simeoni el primero en recurrir a


la imagen del ciervo herido de flecha comiendo díctamo. Representa al
mamífero tumbado, con su costado atravesado por una flecha, portando
una rama de la codiciada hierba en la boca9l. É"ro no sólo establece la
imagen del emblema, sino también su moralidad, al convertirla en
empresa de un amigo enamorado: en tanto el ciervo sabe encontrar el
remedio a sus heridas, n-q resulta tan sencillo paliar el dolor provocado
por el mal de a*ores 92. Grabado e idea ierán reproducidos muy
iielmente por Westhovius algunos decenios más tarde93, y los recopilado-
res de .-ü1"-u. y divisas 1óiutio Cesare Capaccioe4 yi".ro9s¡ *eocio-

89
En loa bestiarios y miniaturas medievales se muestra habitualmente al animal
devorando serpientes, bebiendo de una corriente de agua o cruzando varios de ellos,
apoyándose unos sobre otros, un río profundo a nado, todo ello respondiendo a los temas
principales que se tratan en el texto (vid. F. McCULLOCH, op. cit., p- 174).

90
Teatro d'imorese (Venecia, 1623), parte II, pp. 205 y 175 respectivamente. El autor
dedica, incluso, un apartado a la hierba díctamo en el que menciona a ambos animales (parte
II, pp. 283-284).
91
T." i-.r""" heroinha ef ññrzli edición adosada a la citada de P. Giovio, p. L98.
92
Con el lema <<lJn'amico innamorato» introduce este motivo a la ya larga tradición
del ciervo herido como tema de inspiración amorosa, que procede de la Antigüedad (Eneida,
IV, ó9 y ss.) y que será potenciado por Petrarca antes de trasladarse a la Emblemática. Vid.
M. PRAZ, Imágenes del Barroco (traducción del Studies in Seventeenth-Centurv imaqery),
Madrid, Siruela, 1989, pp. 109-110.
s?
--
Emblemata, Hafniae, Ioachimi Moltkenii, 1640, p. 42 co¡ el lema «Amor inmedicabi-
le vulnus». Este mote, y el que veremos a continuación en otro emblema de Otto Vaenius,
están inspirados en textos de Ovidio (Heroidas, V, 149'o Metamorfosis, II,519).

94
Del trattato dell'imprese, Napoli, Gio. Giacomo Carlino, 1592, libro II, tol. L5 r.

787
JOSE JULIO GARCIA ARRANZ

nan inevitablemente la empesa de Simeoni al hablar del ciervo como


símbolo amoroso. Aunque mantiene el mismo sentido, Otto Vaenius
introducirá algunas_modificaciones en su representación gráfica para la
Amorum emblimata96: en ella encontramos al cuadrúpedo en pie, con la
saeta clavada en el pecho, comiendo de una mata de díctamo. A su lado
aparece el cupidillo característico de los grabados de esta obra, también
herido en el coraz1rt, alegorizando al enamorado que, señalando al
animal, se lamenta de que su mal no pueda sanar ni siquiera con hierbas
medicinales. Este emblema es recogido a finales del siglo XVII en el
variado corpus de Offelen,/.

Pero no sólo se empleará este motivo como símbolo del


amor profano. Roig Condomina, en su lectura crítica de la obra de fray
Andrés Ferrer de Valdecebro dedicada a animales cuadrúpedos, nos
recuerda que Vicenzo Ricci da San Severo en su ^§¿cr¿ impresegS compara
al ciervo con San Francisco, quien, paralelamente al ¿nimal, encontró
remedio en la mística planta del a-ot y de la caridad99.

Respecto a la cabra salvaje y su relación con el díctamo,


hemos detectado dos ejemplos emblemáticos: es posible que Girolamo
Ruscelli sea el primero en recogerla, formando parte de una artificiosa
composición en la que el animal aparece comiendo las hojas del díctamo
a la sombra de una palmera, mientras un4s- flechas caen sobre su lomo,
con el mote <<[Iinc vvlnvssalvs et vmbrar10O. E*pr"sa compuesta por el
conde Ferrante Carrafa, es empleada para significar a aquellos que, con

95
oo. parte II, p. 205.
"it.,
96
Ant,r".piu", Henrici Swingenij, 1608, emblema 78, con el lema «Nullis medicabilis
herbis», pp. 37-38 y 89 de la edición comentada de S. SEBASTIAN LÓPEZ, «Lectura crítica
de la Amorum Emblemata de Otto Vaenius>>, BoletÍn del Museo e Instituto Camón Aznar,
xII,1985.
97
Devises et emblemes anciennes et modernes, Amsterdam, Daniel de la Feuille, 1691,
p. 27, fig. 3-

98
v.n".i", 1654, p. 293 y ss.

99
v.l¡. ROIG CONDOMINA, Las emoresas vivas de frav Andrés Ferrer de Valdecebro,
Valencia, Imprenta Llorens, 1889, p. 1.7ó. Recomendamos la lectura de todo el capítulo
dedicado al ciervo.
100
Le imprese illrrstri, Venecia, Francesco de Franceschi ,15a4, p. I79.

788
LA SABIDURIA MEDICA EN LOS ANIMALES EMBLEMATICOS

un continuo estímulo de ánimo y diligencia, tratan de acceder a la


deseada victoria -lapalmera- y la suprema virtuddel amor a pesar de las
dificultades - flechas- empleando la sombra como reposo en estos
ll1,'.,11i;i;13Í;l'r#:ff T:'J"#":ñ,11.'i:1?Jli:"i#:r,qcaimagen-
C. Y en tercer lugar, analizaremos el caso del hipopótamo
yla sangría voluntaria a que se somete para contrarrestar la sobrealimen-
tación como un último ejemplo de la evolución iconográfica de un motivo
zoológico que desemboca en la Emblemática.

Son bastante escasas las noticias de la Antigüedad que


hemos logrado localizar sobre este comportamiento del gran animal. A
excepción de Plinio -quien narra con todo detalle la búsqueda de
cañaverales por parte del anfibio cuando se siente especialmente obeso
para tumbarse sobre las cañas tronchadas y,al perforar cierta vena de los
pies, expulsar la sangre sobrante hasta sentirse bien, taponando a
continuación la herida con limo-. encontramos esta observación en
Amiano Marcelinol02 o Julio Solioó103.

Igualmente será muy escaso el tratamiento que el animal


reciba en los textos medievales: las exiguas referencias patrísticas
dedicadas al animal se centran exclusivamente en su etimologla -caballo
de río-, su descripción y su carácter anfibio. El Fisiólogo y los bestiarios
ignoraron totalmente su existencia. Los enciclopedistas del siglo XIII, por
el contrario, diversificaron la tipología de animales acuáticos semejantes
a los équidos terrestres -caballo marino, caballo fluvial y caballo del
Nilo-, pero en ninguno de los casos se mencionan las habilidades
médicas del animal. Tan sólo Brunetto Latini, casi simbólicamente,
recupera de la Antigüedad esta noticia, seguramente inspirado en
Pliniol04.

101
Oo. cit., Centuria II, emblema LXIX, pp. 138-139, con el lema <<Vulnus, salus et
umbra».
102
Hirtori", (s. M.C.), XXII, 15, 23, p.291 del segundo volumen de la edición y
traducción inglesa de John C. Rolfe, Aberdeen, The Loeb classical library, 1963.
103
gp.-gj!, fols. 95 v. y 96 r. de la edición citada.
too
Q4!¡., CXXIX, «Del ypotamar>, p. 9 de la edición citada.

789
JOSE JULIO GARCIA ARRANZ

Joachim Camerarius, que hace un completo recorrido por


los autores antiguos que mencionan al hipopótamo, selecciona el episodio
de la purga del exceso de sangre para la imagen de su emblema. En ella
encontramos al animal a la orilla de un río, recostado sobre unas cañas
tronchadas para proceder a su purificacióol05. Pu., representar al animal,
abandona totalmente las fantásticas figuraciones de finales de la Edad
Media y principios del siglo XVI, en las que aparece con la mitad
anterior de caballo y la posterior de pez, para recurrir a los^grabados de
historias naturales coetáneas como la de Pierre Belon No o Conrad
107
Gesner . La imagen de Camerarius, que éste convierte en símbolo de
las purgas violentas a las que, en ocasiones, debe someterse a la
República para evitar la sedición y la discordia, es imitada, invertida y de
forma un tanto más tosca, por Giovanni Ferro en su recopilación de
108
empresas '"". A^ excepción de este autor, el motivo emblemático introduci-
do por Camerarius no parece haber tenido más repercusión entre los
autores posteriores.

De esta pequeña serie de rápidos itinerarios iconográficos


por la fauna simbólica podemos obtener diversas conclusiones.

Los autores de tratados emblemáticos conocen y consultan,


ya lo comentamos al inicio, todo tipo de textos clásicos, medievales o
contemporáneos, incluidos otros libros de emblemas, como fuentes de
información para la elaboración de sus obras. Pero llevan a cabo una
selección de aquellos motivos, historias, citas o referencias que pueden
ser útiles al fin formativo y didáctico que pretenden obtener con sus
libros, independientemente de la autoridad del escritor citado, de la
mayor o menor tradición textual o gráfica que el motivo pudiera arrastrar
desde la Antigüedad o, en muchas ocasiones, de la verosimilitud de
aquello que nos refieren. No dudarán, incluso, en recurrir a invenciones,
aunque siempre inspiradas en relatos tradicionales. En este trabajo hemos
comprobado que, tanto aquellos motivos animales con una densísima
presencia en los textos antiguos y medievales y una sólida configuración

105
Or. .it., centuria IV, emblema LXV, pp. 130-131, con el lema «Contraria prosunt>>.

106
La nature & diversité des ooissons, Paris, Charles Estienne, 1555, pp. 19 y 20. Belon
elaboró ambos grabados a partir de una medalla y un relieve de mármol de la Antigüedad.
107
Oo. .it., libro IV, pp.494-495. Gesner reproduce, invertidos, los grabados de Belon.
108
Oo. .it., parte II, pp. 416-477, con el lema «Vulnere recreor)).

790
LA SABIDURIA MEDICA EN LOS ANIMALES EMBLEMATICOS

simbólica y gráfica (automutilación del castor, purga del ibis), como


aquellos que pasaron más desapercibidos (cabra/ciervo y la hierba del
díctamo) o prácticamente ignorados (sangría del hipopótamo) en los
siglos medievales, ocupan un lugar en la Emblemática, por muy sorpren-
dentes que pudieran parecer estos comportamientos.

Exceptuando los corpus de emblemas con un marcado


carácter religioso-doctrinal, en los que las fuentes bíblicas, patrísticas o
de autores sacros tienen valor en sí como verdades indiscutibles que
apoyan a la idea trascendente que se expone en cada emblema o
empresa, el emblemista meramente didáctico no trata de convencernos
de la certeza de la narración procedente del mundo natural que sirve de
excusa a la elaboración de su emblema. Es poco probable que estos
autores quisieran defénder la credibilidad, por ejemplo, de la automutila-
ción voluntaria del castor para salvar la vida, u otras narraciones mucho
más pintorescas, especialmente cuando la ciencia se venía pronunciando
en contra desde hace años: lo realmente importante era la enseñanza
moral que de ese comportamiento, creíble o no, se podría derivar,
enseñanza que en las empresas y divisas es adoptada por distintos
personajes para convertirla en expresión gráficade su ideal de comporta-
miento. Resulta muy significativoel texto de Sebastián de Covarrubias en
el que, al tratar de esta supuesta cualidad del castor, confiesa:

"Bien me persuado que esto es fábula, porque los


buenos autores escriven tenerlos tan pegados al espinazo
que es imposible llegar a morderse dellos: pero vienenos
a orogósito, en quanto sacamos de aquí una moralidad
[..i." .

Estos libros constituyen por tanto recopilaciones, entre


otros muchos asuntos de toda índole, de diversas cuestiones naturales
que, heredadas de la Antigüedad y descontextualizadas, manipuladas
alegóricamente y transformadas en slmbolos a manos del cristianismo
medieval, son recopilados yseleccionados por los escritores emblemáticos.
Pero esta naturaleza, real o imaginada, fue progresivamente dejando de
ser durante la baja Edad Media el espejo del poder y sabidurla de Dios
a través del cual se puede llegar a Su conocimiento, y el comportamiento
de los animales pierde su trascendencia anterior. Será aprovechado a
partir del siglo XVI para mostrarnos, no dogmas de fe o verdades

109
Oo. centuria 1ll, fol. 2L7 v.
"it.,

791
JosE JULro GARCÍA
T*'
científicas, sino ejemplos entretenidos y agradables que tratan de
enmendar y perfeccionar la conducta del hombre moderno. Ello explica
la intención de Juan de Borja al observar en la dedicatoria de sus
Empresas morales al rey Felipe II:

"Y si V.M. fuere servido de passar los ojos por el


[el libro], quando alguna vez,por descansar del grave peso
y carga, que trae consigo el Govierno de la mayor parte del
mundo [...] quisiere divertirse á materias, que deleitando
la vista (por ser tan varias) den gusto al entendimiento, y
no sin fruto: avrá conseguido su Author el mayor, á que
aspiró su trabajo"11o.

110
E*i*r" edición facsírnil con introducción de C. Bravo-Villasante, Madrid, Fundación
Universitaria Española, 1981.

752
I

¡driu¡ 5' Be¡ver .i

Fig. 1.. Castor autoemasculándose y mostrando sus órganos amputados a


Miniatura del siglo XIV reproducida por F. McCulloch.

Fig. 2. Castor autoemasculándose ante los perros. Ilustración de los Hieroslvphica de Horapolo
de 1551.

793
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794
Fig. 4. Castor autoemasculándose ante los perros. Svmbolorum et emblematum de J
Camerarius. 1677.

795
Fig.5. Castor talando un árbol. Svmbolorum et emblematum de J. Camerarius, 1677.

ffi ri::ti:t:lii;itlliiii:.il

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Fig- 6. Castor. Historiae animalium de C. Gesner, 1551

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IN SORDIDOS

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¡ :.,:::, :¡.
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Fig. 9. Ibis autopurgándose junto a una representación de la envidia. t-gt!-dsSE¡g-b&¡ggq de


C.-F. Menestrier, 1684.

Fig. 10. Ciervo herído comiendo díctamo. Le imprese heroiche et morali de G. Simeoni, 1574
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Fig. 11. Ciervo herido comiendo díctamo junto a un amorcíllo. Amorum emble ata de o.
Vaenius, 1608.

Fig. 12. Cabra herida comiendo díctamo a la sombra de una palmera. Le imprese illustri de
G. Ruscelli, 1584.
Fig. 1.3. Cabra herida comiendo díctamo a la sombra de una palmera. Symbolorum et
emblematum de J. Camerarius, 1.677.

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Fig. 14. Hipopótamo desangrándose entre las cañas. Symbolorum et emblematum de J.
Camerarius, 1677.

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Fig- 16. Hipopótamo desangrándose entre las cañas. Teatro d'imprese de G. Ferro, 1623.

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