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CENTAUROS HISPANOMEDIEVALES

A riesgo de iniciar este estudio con afirmaciones no por sabidas menos


válidas, habría que comenzar aludiendo a la vasta y compleja problemática
en la que se inserta el tema de los centauros, tal como se presenta en los
autores antiguos y sus continuadores medievales. Para complicar aún más
el estudio, hay que agregar que se debe ir más allá de esta especie, ya que,
como se verá también más tarde, comparten varias características con las
llamadas razas “plinianas” o “monstruosas”. Más específicamente, y sim-
plificando la cuestión, habrá que investigar si, en su animalidad, los cen-
tauros (y las razas monstruosas) se oponen radicalmente a la humanidad
“normal” (A / no A), o se identifican con ésta (A = ‘A’), o se sitúan, según
los casos, en algún punto de un continuum entre ambos extremos (A / B,
C, D, E, F, . . . / Z).1

1. Justamente, Barber y Barber (2004:146–147) llaman “síndrome del centauro” a la per-


cepción del “otro” en su radical alteridad: “People of other times or other cultures come to be
seen as different in an absolute sense (e.g., as nonhuman, possibly as fiends or demons). Like the
broader Golden Age Phenomenon, it applies to giants and monsters, but it takes its
name from the centaurs, described by the Greeks as a race of creatures half horse and
half human, like Sagittarius” (subrayados de Barber y Barber). En el arte griego y en
varios pasajes que se han de citar a lo largo de este estudio, se establece también una
estrecha relación entre gigantes y centauros. De la copiosa bibliografía introductoria
sobre los centauros, su historia y la representación de la centauromaquia en el arte y la
literatura hasta la actualidad véanse, por ejemplo, Barron 1972:25–33, Kollmann 1987
y Padgett 2003:3–27 y la sección correspondiente a los centauros en el catálogo de la
exposición dedicada al arte griego y contenido en el mismo volumen (Padgett et alii
2003:133–224). Dumézil (1929) estudió el tema de los centauros desde la perspectiva
de la mitología comparada indoeuropea, con preferente atención a las tradiciones de
India e Irán; para Grecia y Roma véase 155–222. En brevísimo resumen, Dumézil sos-
tiene que los Pequeños Misterios de Eleusis fueron instituidos por Deméter en honor
de Hércules para purificarlo de la muerte de los centauros (157) y en relación con
el fin del año (y del invierno) y comienzo de otro; más específicamente, las tradicio-
nes asociadas con los centauros se remontarían a las fiestas del equinoxio de prima-
vera, festividades de tipo “carnavalesco” y dionisíaco, con sus cortejos de monstruos-
máscaras (mascarades), lo que explicaría la multiplicidad y ambigüedad de sus formas:

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10 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

A este vasto y complejo problema, Salisbury le ha consagrado todo un


libro (1994), de ineludible consulta por la documentación allí recogida y
por la claridad con que se exponen los numerosos e intrincados proble-
mas relacionados con la condición animal en la Edad Media. Pero, como
no podía ser de otra manera, esta obra, a pesar de su título, trata también
de los humanos, habida cuenta de que ambos términos son, en realidad,
complementarios.
El análisis de Salisbury ofrece un marco de referencia muy apropiado
para acercarse otra vez al problema de la humanidad de los centauros (y
de las razas plinianas). Sin perjuicio de tratar más tarde y con mayor de-
talle algunas cuestiones más específicamente relacionadas con este mito
en los textos hispanomedievales, conviene adelantar y resumir ahora las
líneas básicas de esta amplia y espinosa problemática. Ceñida a sus tér-
minos más esenciales, se pueden distinguir dos concepciones contrarias
sobre la naturaleza de los animales: según la primera, se define a los hu-
manos por lo que no son, animales, y de acuerdo con la segunda, que
empieza a difundirse a partir del siglo XII, comienza a borrarse la tajante
distinción entre las especies (Salisbury 1994: 8–9, 100–101 y 138).
Esta clara delimitaciøn de ambos dominios (A / no A) coincide con la
oposición cristiano vs. pagano; en efecto, a partir de Levítico 18:23 y 19:19,
el pensamiento de los primeros Padres de la Iglesia, de San Agustín y de
Santo Tomás de Aquino —éste ya en contra de las ideas dominantes de su
tiempo— se orienta hacia la defensa de una clara, neta y rígida distinción
entre humanos y animales.2 Los separa un abismo infranqueable: frente a
toda ambigüedad, estos pensadores postulan entre ellos diferencias cuali-
tativas profundas y absolutas, en particular la presencia o la carencia de
razón y entendimiento en los hombres y en los animales, respectivamente.3
A esta radical separación vendrá a sustituirla una concepción basada en la
idea de un continuum de vida que comprende por igual a humanos y ani-
males, más en conformidad ahora con la posición adoptada en la Antigüe-
dad clásica.4

“Et surtout, notre conception des Centaures comme monstres-masques de fin d’hiver
rend compte aussi de deux autres singularités de ces êtres: la multiplicité de leur for-
mes animales; l’ambiguïté de leur caractère, tantôt favorable, tantôt funeste” (174).
2. Para los primeros Padres véase Salisbury 1994:112–114; para San Agustín: 1 y 148 y
para Santo Tomás: 134. “Cum omni pecore non coibis, nec maculaberis cum eo. Mu-
lier non succumbet iumento, nec miscebitur ei: quia scelus est” (Levítico 18:23); “Leges
meas custodite. Iumentum tuum non facies coire cum alterius generis animantibus.
Agrum tuum non seres diverso semine. Veste, quae ex duobus texta est, non indueris”
(Levítico 19:19).
3. Para las teorías, en el siglo XIII, sobre el comportamiento “inteligente” de los ani-
males, su (in)capacidad de raciocinio (ratio) y de concebir universales, véase todo el
estudio de Sobol 1993, quien, a partir de Aristóteles, examina la recepción de su pen-
samiento entre los árabes (Avicena, Alhazen) y las nuevas formulaciones y propuestas
de John Blund, Roger Bacon, San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino.
4. “By the late Middle Ages, the animal that prowls within each of us became increasin-
gly evident. Thinkers moved more closely to the Greco-Roman view that saw humans
along a continuum with animals, with the potential of lowering themselves to the bes-
Centauros Hispanomedievales 11

Esta idea de un continuum, o gradación, entre todos los seres se opone


a la tesis de una radical distinción entre los humanos, por un lado, y el
resto de la Creación, por otro. Pero si el uso de la razón en el hombre deja
a salvo tal separación, más problemática se presenta otra idea, corriente
también en la Edad Media, la del microcosmos, y a la que tampoco perma-
nece ajeno Don Juan Manuel: el ser humano es un “mundo menor” (I, 83),
debido a que “todas las cosas que son en el mundo son en el omne” (I, 79).
Al referirse a lo que el ser humano incorpora en sí de la naturaleza vegetal
y de la animal, vuelve a insinuarse la idea de una escala en la cual cada
nivel posee, junto a las mismas facultades de los niveles inferiores, otras
ausentes en estos últimos (I, 80).5
Origen y naturaleza de los centauros. La imagen más difundida en la
Antigüedad hace de los centauros típicos representantes de la naturaleza y
de lo que ésta tiene de impredecible, incontrolable y salvaje.6 Pero hay otra
línea, a la que pertenece, por ejemplo, Quirón, sabio, justo y maestro de
héroes (Peleo, Aquiles, Asclepio y Jasón, entre otros) y en quien se mani-
fiestan las fuerzas antitéticas de la cultura y la civilización.7
En una serie de representaciones iconográficas se los ve de nobles
rostros y de rasgos regulares y plenamente humanos (frente a la fealdad

tial level by their actions. This view that we can see emerging in the twelfth century
dominated Renaissance thought. Yet, the Christian Middle Ages never fully embraced
this attitude, however” (Salisbury 1994:167). La coexistencia entre ambas ideas, si no
su conflicto, puede apreciarse claramente, por ejemplo, en el Libro del cauallero et del es-
cudero de Don Juan Manuel: “animal mortal razonal” (1982–1983, I:79), el ser humano
está dotado de razón, de la que ciertamente están desprovistos los animales; sin em-
bargo, páginas más adelante, todavía insistiendo en esta diferencia, se entrevé la po-
sibilidad de que exista una jerarquía entre todos los seres vivientes, dispuestos ahora
según una escala continua con los hombres en la cima y el reino vegetal en la base: “Et,
fijo, todas estas bestias son animalias et son entre los omnes et los arboles et las plan-
tas. Ca las animalias cresçen et mantienen se asi commo los arboles et las plantas, et an
mas que ellos: que sienten et que engendran; et an menos que los omnes la racion. Et
segund el mi poco saber, tengo que en esta manera son las vestias” (1982, I:89). En tér-
minos aristotélico-medievales, plantas, animales y humanos comparten las facultades
vegetativas; las sensitivas son propias de los animales y los humanos y solamente a estos
últimos les pertenecen las facultades intelectivas: véase Sobol 1993:109–110.
5. Para la idea del microcosmos en la literatura española medieval véase el estudio de
Rico 1970; para don Juan Manuel véase Blecua 1982–1983, I:85–90.
6. Es ésta una de las tres características más típicas de los centauros según Dumézil
(1929:170–171): provenir del mundo salvaje de la naturaleza.
7. Para esta oposición véase, por ejemplo, Kirk 1970:155–162 y Lecouteux 1993:159–160,
quien resume así la cuestión: “Centaures: ils sont connus sous deux aspects. L’un, po-
sitif, est l’écho de l’histoire de Chiron, le précepteur d’Achille, excellent archer, mu-
sician accompli, joueur d’échecs et habitant le mont Péléon; l’autre, negative, a pour
source les récits de la guerre des Lapithes contre les Centaures. Les écrivains ont tenté
d’expliquer et de justifier leur existence. Selon Servius, il s’agit à l’origine d’un cavalier
thessalien aperçu au moment où, entré dans l’eau d’un fleuve, il abreuvait sa monture.
Pour Galien, ils sont le fruit d’un accouplement contre nature. Selon les Trois Mytho-
graphes du Vatican, ils naquirent des amours d’Ixion”. Y si los centauros obran sin res-
peto por ninguna ley ni sentido de la justicia, Homero llamará a Quirón, en completa
antítesis, el más justo de los centauros (Ilíada “ dikaiovtatoı Kentauvrwn” XI, 832);
véanse también los comentarios de Benton 1992:25-26, Blanckenhagen 1987:87–89 y
Padgett 2003:17–20. A diferencia de los otros centauros, Quirón era hijo de Cronos.
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y ferocidad de los textos medievales que serán analizados después) y no


como miembros de una sociedad exclusivamente masculina y hostil al ma-
trimonio, a juzgar, por ejemplo, por la narración de las Metamorfosis del
amor entre Cílaro e Hilónome (“par amor est illis;”), verdadero remanso
y paréntesis de paz idílica, que interrumpe el extenso relato del combate
entre lapitas y centauros, tan vívidamente descripto en su desenfrenada
violencia por Ovidio, y en el que ambos amantes han de encontrar juntos
la muerte (Met. XII, 404–428). Es de notar, sobre todo, que, en agudo con-
traste con todas las descripciones de fealdad y desapostura de los centau-
ros, se halla la semblanza ovidiana de la centauresa, delicada, cuidadosa
de su apariencia e indumentaria y de tiernos sentimientos hacia el cen-
tauro Cílaro (Met. XII, 407–415), pasaje que Alfonso X no traduce en su
breve relato de la sangrienta lucha entre lapitas y centauros.
En otros casos, aparecen rodeados de su familia de centauresas e hijos
pequeños, como se los puede ver en un sarcófago del Vaticano (Blanc-
kenhagen 1987, lámina xxxii, 14). Por cierto, esta imagen recuerda a la
de la familia de una de las razas plinianas, los panocios, en el tímpano de
la iglesia de la Magdalena en Vézelay (Francia). Y tampoco se comportan
siempre con furia bestial, sino como criaturas juguetonas e inofensivas,
en ambientes “báquicos” y miembros del cortejo de Dionisos, embriaga-
dos, pero sin presentar ningún peligro y sin actuar con la violencia con
que lo hacen en las bodas de Pirítoo.8 Pero no es de estos centauros ni de
Quirón de quien se ha de tratar aquí, sino de Ixión y de su progenie, más
específicamente, del combate contra los lapitas y del enfrentamiento entre
Hércules y Neso.
Según Salisbury, la atracción por las razas plinianas en el siglo XIII
forma parte del mismo interés por la existencia de las criaturas híbridas
en general.9 De todas éstas, se destacan los centauros —“la meytad omnes
e la meytad cauallos” (GE II 2, 27 a 40)—, tanto por las semejanzas con

8. Véanse los comentarios y las reproducciones de las imágenes en Blanckenhagen


1987:86–90 y Padgett 2003:27.
9. “There have been a number of suggestions about why monsters became popular in the
High Middle Ages [ . . . ] I suggest that the new preoccupation with these monstrous
races by the thirteenth century was part of the same preoccupation that focused on hy-
brids. People were reconsidering the early medieval categories of human and animal”
(Salisbury 1994:149 y, en general, 138–159). “Like their ancient predecessors, medie-
val authors were fascinated with the implications of the centaur’s biform body, which
allowed him to combine the qualities of man and horse. The centaur resembled man
in his intelligence, which enabled him to fashion weapons such as the sword or bow
and arrow and allowed him to feel emotion—the centaur can cry. And he resembled
the horse in his swiftness, sureness of foot, and lustfulness. Like his ancient ancestor,
the medieval centaur was said to be fond of wine and women—but not of song, since
he could utter only animal sounds” (Benton 1992:26). Emblemático de este interés por
las criaturas híbridas en la Edad Media es el arco de mármol proveniente probable-
mente de la iglesia de Saint-Cosme de Narbonne (segunda mitad del siglo XII), actual-
mente conservado en The Cloisters de Nueva York y en el cual se representan algunas
especies híbridas: manticora (cuerpo de león, cabeza de hombre), basilisco (pájaro +
Centauros Hispanomedievales 13

las que tradicionalmente se los asocian con las amazonas cuanto por las
que también se les deben atribuir con algunas razas monstruosas.10 Pero
mientras la hibridez de las amazonas queda comprendida dentro de los
límites de lo humano y la de las razas plinianas presenta casos más pro-
blemáticos, en una frontera muchas veces indecisa entre las especies, la de
los centauros, en cambio, las trasciende, llamando la atención ante todo
sobre las relaciones entre sus dos naturalezas, humana y equina.11 Más es-
pecíficamente, la existencia de los centauros replantea aún más aguda-

reptil), sirena (pájaro + mujer), grifo (león + águila) y centauro (caballo + hombre)
(Benton 1992:21–23).
10. El título del libro de du Bois lo hace explícito, pero no es la única en haber insis-
tido en las semejanzas entre centauros y amazonas: véase Tyrrell 1986:20 y 82. Esta
relación fue establecida ya en el Partenón, con el agregado de un tercer elemento,
el mundo oriental: “Las espléndidas metopas del Partenón proporcionan el equiva-
lente iconográfico de esta polarización de conceptos: la Centauromaquia muestra el
combate de los lápitas contra lo animal y lo salvaje; la Amazonomaquia representa
la batalla del hombre griego contra el principio femenino en rebeldía; y, en tercer
lugar, la representación del saqueo de Troya muestra la primera gran victoria sobre la
barbarie asiática. En todos estos casos, el orden impuesto por los tres principios que
califican al ideal termina por imponerse definitivamente, y así el Partenón, construido
tras el triunfo sobre los Persas, se lo anuncia orgullosamente al mundo” (Sala Rose
2002:293); véanse también Barron 1972:31; Brommer 1967, I:228–238 y II, láminas
149–239; du Bois 1991:56 y 66-68. En un friso del templo de Apolo en Bassae (Arcadia,
siglo V a.C.) se ven las imágenes de los combates entre centauros y lapitas, y griegos y
amazonas (Barron 1972:31) y lo mismo en una crátera (ca. 460 a.C.), que representa,
en el cuerpo, la batalla entre griegos y amazonas (vestidas a la usanza persa) y, en el
cuello, la lucha entre lapitas y centauros (Beard 1991:32–33). En el arte griego, gigan-
tes, centauros y amazonas servirían de “sustitutos alegóricos” de los pueblos bárbaros
(Coleman 1997:194) y de allí que, a estas criaturas míticas, se les haya sumado también
a los persas (Nippel 2002:291, nota 110 y Padgett 2003:17). Para los centauros en el
arte medieval véanse, entre otros, Benton 1992:24–30, Klingender 1971:578, “Index of
Animals”, s.v. centaur, y Rowland 1973:53–54 y especialmente las copiosas referencias
a las imágenes en los márgenes de manuscritos góticos en Randall 1966:76-79, “In-
dex of Subjects”, s.v. centaur. De particular interés iconográfico son las láminas 77: un
caballero-centauro ataca a un monstruo de cinco cabezas; 387: un centauro dispara
sus flechas; 550: centauro como clérigo; 557: centauro con salterio y 582: centauro con
chirimías. Los centauros (“quid monstruosi centauri?”) figuran en la lista de las imáge-
nes escultóricas de los claustros de los monasterios cluniacenses denunciadas por San
Bernardo: véanse Bovey 2002:42–43; Camille 1982:58–62; Klingender 1971:335–336 y
433; Pânzaru 2006; Randall 1966:3–5; Shapiro 1977:6–10, para el pasaje pertinente de
San Bernardo (Apologia ad Guillelmum Sancti Theoderici Abbatem, 1125) y otras reaccio-
nes semejantes. Para los centauros, monstruos e híbridos en el contexto general de la
obra de San Bernardo y del siglo XII, véase Bynum 2005:113–162. Roger II de Sicilia
hizo pintar centauros en las paredes de su cámara (Zumthor 1993:269).
11. A propósito de la literatura medieval (Perceval, Lancelot, Gauvain), Zumthor
(1993:179) observa cómo se borra la frontera entre el caballo y el caballero que lo
monta, como sucede con los centauros. Y con respecto a los animales representados
en los márgenes de los manuscritos góticos de los siglos XIII a XV, nota Salisbury
(1994:135) que los ejemplos más comunes de seres mitad humanos y mitad animales,
además de los centauros, eran los monos y los hombres salvajes. La lista de especies
híbridas, por supuesto, es muy extensa y a ella pertenecen, por citar un ejemplo más,
aquellos “ypotames” de Bakeria (Bactria) mencionados por Mandevilla, que “son me-
dio hombre et media bestia et comen las gentes quando eillos las pueden auer” (Rodrí-
guez Temperley 2005:138).
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mente los problemas, que en el fondo son uno solo, de fijar límites claros
entre las especies y establecer definiciones precisas para cada una de ellas.
Ambos problemas ya se hallan, por ejemplo, en los hipocentauros del Li-
ber monstrorum, que los describe de naturaleza híbrida, de cabeza animal,
pero también humana, y como seres que pueden empezar a hablar, pero
sin lograrlo plenamente:
Hippocentauri equorum et hominum habent conmixtam naturam, et more
ferarum sunt capite setoso, sed ex parte aliqua humanae normae simillimo,
quo possunt incipere loqui: sed insueta labia humanae locutioni nullam in
verba vocem distinguunt. (LM I, 7)12

Los textos que se han de analizar en este trabajo pertenecen a tres


ciclos narrativos: uno se refiere a la participación del Sagitario en la gue-
rra de Troya e incluye: Historia troyana en prosa y verso (HTPV ), Sumas de
historia troyana (SHT), Versión del Roman de Troie de Alfonso XI (VRT) y su
traducción al gallego, la Crónica troiana (CT); los otros dos se encuentran
en la General Estoria (GE) y corresponden a la vida de Hércules y a uno de
sus trabajos.13
A su vez, estos textos ofrecen dos tipos de explicaciones relacionadas
con el origen de los centauros: una “científica” (o “racional”) y otra “mito-
lógica” (o “imaginaria”). Ya en la Antigüedad, Lucrecio había cuestionado
con argumentos científicos la posibilidad misma de que la naturaleza
pudiera producir tales compuestos anatómicos y, en la Edad Media, con-
cuerda con este parecer la Historia troyana en prosa y verso al narrar la inter-

12. Por su combinación de formas animales, los centauros se pueden asociar también con
la Esfinge, el Minotauro y los sátiros (Williams 1996:179–183); la relación entre centau-
ros y sátiros fue indicada también por Olmos Romera 1983:381–385 y Padgett 2003:4 y
mucho antes también por Dumézil (1929:169–170). Para la creencia en la existencia de
los centauros entre los griegos y en especial para la actitud de Galeno frente a este pro-
blema véase Veyne 1983:65–67. Para Cohen 2000:6–7, las criaturas híbridas resisten
todo intento de estructuración sistemática y clasificación y, debido a su “liminalidad
ontológica”, exigen una revisión radical de los conceptos de “límite” y “normalidad”.
El Liber monstrorum incluye también a los onocentauros, híbridos de humanos y asnos:
“Onocentauri corpora hominum rationabilia habere videntur usque ad umbilicum,
et inferior pars corporis in Onagrorum setosa turpitudine describitur. Quis sic diver-
sorum generum varia naturaliter coniungit Natura” (LM I, 10). En esta obra, los seres
híbridos quedan excluidos de la humanidad: “Hybrids, on the other hand, are usually
shown clearly to be not human, precisely because their association with the animal
world precludes their membership in the human race” (Verner 2005:106), tal como les
sucede a los cinocéfalos. Por su parte, Strickland (2003:8–9 y 42) inicia su estudio con la
premisa de que la representación de las razas plinianas y los demonios fue crucial para
el desarrollo posterior de las imágenes literarias y artísticas de etíopes, judíos, musul-
manes, mongoles y otros grupos marginados de la sociedad.
13. HTPV 315–318, SHT 120–121 y 194–198, VRT 142–145 = CT 398–401: Sagitario; GE II
2 15 b 2–19 a 24: lucha entre lapitas y centauros (que corresponde al relato de las Meta-
morfosis XII, 210–535) y 26 a 31–28 a 19: Neso, Hércules y su esposa, Deyanira (= Met.
IX, 103–133). Los paralelos con Ovidio se han de indicar en cada caso, pero quede
para otro estudio la comparación y el análisis de la reelaboración a que la estoria al-
fonsí somete a su fuente.
Centauros Hispanomedievales 15

vención del Sagitario y ofrecer una explicación “racional” de su existencia,


que podría denominarse también “histórica”, según la cual los llamados
centauros nunca existieron y los seres que recibieron este nombre no fue-
ron, en realidad, sino hombres desnudos, de barbas y largas cabelleras,
que montaban amarrados a sus cabalgaduras con correas de cuero:
e commo quier que en los libros diga que es cauallo de la çinta ayuso e omne
de la çinta arriba, mostrar vos hemos nos la verdat de todo este fecho: e sabed
que en el comienço del mundo, ante que los omnes trabajasen de caualgar,
andauan con ballestas e con arcos matando las bestias brauas del monte; mas
quando las non podian alcançar, ouo y omnes mucho sotiles e muy engenio-
sos que asmaron de alcançar las vnas con las otras, e vieron que los cauallos
eran mas ligeros e mas corredores e mas rrehezes de amansar, començaron
de caualgar en ellos; e en logar de sillas e de guarnimientos que nos agora
fazemos para caualgar, auian ellos sus cueros crudos e sus correas con que se
atauan muy fuerte a los cauallos. (HTPV 316)14

Pero mientras que aquí el relato se remonta a un pasado que, no por


lejano y distante, deja de corresponder a épocas “históricas”, otras versio-

14. Para Lucrecio, en su De rerum natura la percepción de los centauros y de otros seres
semejantes se debe a un engaño de los sentidos o ilusión óptica, más específicamente,
la combinación accidental de imágenes mentales que no corresponden a una realidad
dada (Rouse 1977, IV:732–743); tampoco puede concebirse la existencia de estas cria-
turas de dos naturalezas y de cualidades y capacidades tan divergentes e incompatibles
y con ritmos de crecimiento tan dispares como para poder darse en un mismo ser
(V, 878–891); véanse Benton 1992:26 y Demats 1973:13. Por otro lado, en favor de su
existencia, Plinio aduce los testimonios de Claudio sobre un hipocentauro de Tesalia,
nacido y muerto en un día, y de él mismo (“uidimus”), al referirse a uno enviado al em-
perador desde Egipto y conservado en miel: “Claudius Caesar scribit hippocentaurum
in Thessalia natum eodem die interisse, et nos principatu eius adlatum illi ex Aegypto
in melle uidimus” (Schilling 1977, VII:35; véase Healy 1999:56). “Many have suggested
these hybrid creatures resulted from a misunderstanding of the mounted horsemen
who spread rapidly across the Eurasian steppe late in the second millennium B.C.,
when horseriding came into vogue. Some nomadic riders seldom dismount, as if per-
manently attached to their horses. We need only lose the ‘as if’ to restructure our idea
of them into creatures born as hybrids” (Barber y Barber 2004:147); “Pour passer du
mythe à l’histoire, il suffira donc de rectifier des erreurs, qui sont souvent de simples
confusions de mots. Les Centaures dont parlent les poètes sont impossibles, car, si des
êtres hybrides avaient existé, il y en aurait encore aujourd’hui; un instant de réflexion
permet de voir d’où est sortie la légende: pour tuer des taureaux sauvages, quelqu’un
inventa de monter à cheval et les percer d’un javelot (kentô)” (Veyne 1983:77). Para los
orígenes de los centauros y de su nombre y para una revisión de las teorías del mito,
véase Kirk 1970:152–162, quien concluye que, con toda probabilidad, se trata de una
creación específicamente griega: “Much remains uncertain; but whichever choice is
made (Neolithic influence of Proto-Greeks in the Balkans, or Greek imaginative deve-
lopment of Asiatic horses late in the second millennium), Centaurs in their developed
mythical form look like a peculiarly Greek phenomenon —and there are few other
parts of Greek mythology of which that can be said” (1970:157). Mas indicaciones so-
bre el probable origen babilónico de los centauros y su transmisión al mundo griego se
encuentran en Kollmann 1987:225–227; por su parte, Padgett 2003:5–9 se muestra es-
céptico frente a los orígenes de los centauros en el Cercano Oriente (con Chipre como
intermediario) ante la falta de correspondencias exactas en la iconografía de ambas
regiones. El centauro-arquero corresponde al Sagitario del Zodíaco: sobre su origen
véanse Dumézil 1929:173–174 y Padgett 2003:6.
16 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

nes de la guerra de Troya no sólo no cuestionan la existencia de los cen-


tauros, sino que, al contrario, la dan por sentada, sin poner en duda sus
orígenes míticos y sin necesidad de proponer, por lo tanto, una explica-
ción científica alternativa. Ambas teorías se pueden encontrar en varios
pasajes de la General Estoria. En efecto, uno de ellos identifica a los centau-
ros con los “caballeros” de la Antigüedad, ni más ni menos que los orde-
nados en su reinado por Alfonso X en la Edad Media; pero adviértase que
la explicación “histórica” que cabría esperar —atribuyendo el origen, por
ejemplo, a aquellos hombres “mucho sotiles e muy engeniosos” que en la
Historia troyana en prosa y verso sólo deseaban perfeccionar sus métodos de
caza— cede el paso al mito de Ixión, rey de los lapitas, según la versión
consagrada en la Antigüedad griega:
e cuenta otrossi en la Estoria de Troya que estonces Ixion, fijo de Fflegia e
nieto de Thitano el gigant, fue el que primero fallo manera de armar caua-
llero pora sobre cauallo, e de la primera uez que esto fi zo armo .c. caualleros
desta guisa; e desi los sabios, de dar nombres naturales a las cosas e a los
fechos, tomaron esta palabra que dezimos çiento e esta otra que llamamos
armados, e ayuntaron los e compusieron dend este nombre que dezimos
çentauros, e pusol el rey Cicrops a aquellos caualleros e dixo les centauros,
que quiere dezir tanto como .c. armados, e assi ouieron nombre dalli ade-
lant quantos daquel linage ouieron, a la manera que el muy noble e muy alto
el dezeno don Alfonso [. . .] que establescio dozientas cauallerias que dio a
dozientos caualleros que las ouiessen pora siempre, [. . .] por ende, los que
escriuieron las estorias de los gentiles, llamaron centauro a este rey Cicrops,
porque uinie del linage dellos. (GE I 329 b 49)15

En la segunda parte de la General Estoria, el capítulo sobre el “linaje de


los centauros” remite a lo dicho en la primera y agrega después que estos
cien caballeros —“centauros” < “çient armados”, según una de las etimo-
logías propuestas (GE II 2 19 a 7)— se dedicaron a asolar Grecia, por lo
cual Hércules debió hacerles frente y aniquilarlos: “e çercolos en vn logar,
e prisolos, e matolos que non escapo dellos ninguno” (GE II 2 19 a 19),
victoria que a la larga ha de tener consecuencias futuras funestas para el
héroe, según se verá después.16

15. En español, la ortografia vacila entre lápitas y lapitas: aquí se prefiere esta segunda
forma, de acuerdo con su etimología, lapivqai. Para las varias etimologías propuestas
para centauro véanse Kollmann 1987:229 y Padgett 2003:14. El texto alude a los dos-
cientos caballeros ordenados por Alfonso X en Sevilla, en el año 1253, con el fin de
custodiar la tumba de su padre, Fernando III (Gómez Redondo 1998, I:691).
16. “E los çentauros non se me pudieron defender” (GE II 2 45 a 5) = “nec mihi Centauri
potuere resistere” (Met. IX, 191). Así se narra la intervención de Hércules en la lucha
contra los centauros: “E en esto salio Ercules a ellos con el su arco et con la su porra; e
los golpes e la mortandad que en ellos fi zo serie mucho de contar. E nunca quedo de
ferir en ellos fasta que mato los mas, e segudo los otros; e los otros le tollio la noche. E
fi zo ayuntar las duennas, e venir a su talamo, e conplir su boda e sus onrras. Pero que
en aquella mortandad no podie aver el alegria que ouieran de otra guisa; ca maguer
vençio Ercules, muchos murieron y de los lafitas que eran de la parte de Piriteo” (GE
II 2 17 b 5). Para este combate en el arte griego véase Padgett 2003:22–23 y Padgett
Centauros Hispanomedievales 17

El mismo capítulo, autorizándose con el dictamen de Palefato, armo-


niza también las explicaciones mitológicas con las históricas al indicar que
los centauros no son criaturas híbridas, sino cien nobles de Tesalia provis-
tos de armas y caballos por su príncipe Ixión (GE II 2 18 b 17; GE II 1 387
a 39: “caualleros muy nobles de Tesalia”). Alfonso X informa poco después
que los griegos, no acostumbrados aún a ver jinetes armados e impresiona-
dos además por la velocidad de las cabalgaduras, creyeron que éstos, más
que correr por tierra, volaban por los aires. De aquí procede el término
con que comenzaron a designarlos:
E llamaronlos por esto a aquellos caualleros centaur[os]; e tanto quiere dezir
commo çiento en el ayre, por que semejaua a los que lo non sabian que an-
dauan [en] el ayre e non en tierra por la ligereza de los cauallos que corrien
commo viento, commo es dich[o]. E esta fue ya otra razon por que les dixe-
ron este nonbre. (GE II 2 18 b 41)

Y a estos jinetes tesalianos se debe, en fin, el haber iniciado y difundido


la costumbre de montar a caballo, adoptada más tarde por los griegos:
E començauan ya de andar los omnes de bestias, e vsauanlo ya los mas de
aquellos que auer las podian, lo que non solian fazer en aquella tierra fasta
aquella sazon. E aprendieron lo algunos dellos de los çentauros de Tesalia,
que lo començaron de luengo tienpo mas en vso que otros omnes por la con-
tienda que oystes que tomaron con Ercules. (GE II 2 36 b 14)17

En estos pasajes, la General Estoria se autoriza con el método de Evé-


mero (Sicilia, fl. 316 AC), muy corriente en la Edad Media para “raciona-
lizar” la existencia de las divinidades del mundo antiguo, como las de las
Metamorfosis de Ovidio, por ejemplo. Según esta interpretación, los dioses
de la mitología clásica fueron en su origen seres humanos e históricos,
pero excepcionales por sus servicios a la humanidad y a los cuales ésta
deificó luego en señal de agradecimiento; la obra alfonsí varias veces la
recoge y aplica, como aquí, para dilucidar el origen “histórico” de los cen-
tauros. Como observó Demats (1973), con este procedimiento se le resti-
tuye al mito su verdadera significación histórica y “literal”, depurándolo
para ello de sus elementos fabulosos y “poéticos”.18

et alii 2003:177–191. El centauro ibérico de Royos (Campo de Caravaca, Murcia, hoy en


el Museo Arqueológico Nacional de Madrid) lo representaría en el momento de huir
precipitadamente de la persecución de Hércules (Olmos Romera 1983:380–381).
17. Es la explicación que ya había dado San Isidoro de Sevilla en sus Etimologías (Lind-
say 1971:XI, iii, 37) en relación con los guerreros tesalianos: “Centauris autem species
vocabulum indidit, id est hominem equo mixtum, quos quidam fuisse equites Thes-
salorum dicunt, sed pro eo quod discurrentes in bello velut unum corpus equorum et
hominum viderentur, inde Centauros fictos adseruerunt”.
18. Véase, por ejemplo, GE I 155 b 22, 163 b 12, 409 b 45 y, para casos específicos, GE I 201
a 13, 605 b 29 y GE II 1 53 a 7 (Júpiter) o GE I 260 b 42 (Prometeo); para Evémero en
la General Estoria véase Biglieri 2005:290–298, con los textos alfonsíes e indicaciones
bibliográficas. Véase también Demats 1973:12–16 y 45 y, para los centauros, sus obser-
vaciones en 13 y 33.
18 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

No es coincidencia, entonces, que, al tratar de los centauros, la estoria


alfonsí mencione explícitamente también a Palefato:
E cuenta Palefato en vn libro que fi zo a que puso nonbre el Libro de las cosas
non creybles, tanto son marauillosas, do escriuio esta batalla e la otra que
auemos contados dellos, que estos çentauros furon los nobles de Tesalia; e
dizen nobles por fiios dalgo. (GE II 2 18 b 17)19

En otros textos no sólo no se disputa la existencia de los centauros,


sino que también se acepta su doble naturaleza, humana y equina: “E di-
zen que los çentauros que eran la meytad omnes e la meytad cauallos”,
“auien los cuerpos de omnes e de cauallos” (GE II 2 27 a 39, 226 b 2); así
coinciden en describir al Sagitario varios textos del ciclo troyano:
Dize el cuento que este Sagitario era del onbligo al fondon todo fechura de
cauallo. E era tan ligero e tan corredor que non ha cosa quel fuyese nin otra
quel alcançase. E del onbligo arriba en el cuerpo e en los braços e en el rostro
todo auia fechura de omne. (SHT 195)

Diz el cuento que este Sagitario era del ombligo a fondon todo fechura de
cauallo. Et era tant ligero et tant corredor que non a cosa quel fuyesse, njn
otra quel alcançasse. Et del ombligo a çima en el cuerpo et en los braços et en
el rostro, todo auya fechura de omne. (VRT 142 = CT 398)20

19. Menciones de Palefato se encuentran también en GE II 1, 294 b 25, 305 b 11, 319 a 14,
19, 325 a 39 y, en relación con los centauros, 387 a 37: “Andados xxxviij annos dell sen-
norio de Gedeon, assi como cuenta Palephato, las lauffitas e los centabros, caualleros
muy nobles de Tesalia, fueron en este tienpo del acabamiento de Gedeon, juez de Isra-
hel”. También se refiere a este autor Paulo Orosio (Arnaud-Lindet 1990–1991, I:13, 3):
“Isdem diebus Lapithae et Thessali famosis nimium certauere conflictibus; sed Thes-
salos Palefatus in libro primo Incredibilium prodit ipsos a Lapithis creditos dictosque
fuisse Centauros eo, quod discurrentes in bello equites ueluti unum corpus equorum
et hominum uiderentur”. “This is actually a very old method of analysis, known as ra-
tionalism, familiar from the Classical period. Rationalism’s most masterful proponent
was Palaephatus, who in the fourth century B.C. made one of the earliest attempts to
debunk the existence of various mythological creatures in his treatise, On Unbelievable
Tales. In this work, Palaephatus rationalizes such creatures as the centaurs, the Ama-
zons, Pegasus, and Scylla, by attributing their ‘existence’ to a pun, a misunderstanding
of a name, or a misreading of a physical form. Believers in the subsequently discredi-
ted creatures are inevitably characterized as feeble-minded” (Gravestock 1999:121).
20. “Dès le nombril enjusqu’a val / Ot cors e forme de cheval. / Il n’est rien nule, si’il
vouisist, / Que d’isnelece l’atainsist. / Cors, braz et chiere aveit semblanz / as noz,
mais n’ert mie avenanz” (RT 12355-12360). Para la doble naturaleza de los centauros
y su representación en el arte griego véanse Dumézil 1929:167–168, Kirk 1970:154 y
160, Padgett 2003:11 y Woodford 1993:27–28, quien describe así los dos tipos más co-
munes: “either as human down to the waist and below that, horse [como el Sagitario y
los centauros de Ovidio: Met. XII, 397–400] or as fully human in front, with the horse
part attached behind the buttocks. The former type seems more ‘natural’, if one can
say such a thing about a composite monster”; al segundo tipo, corresponde, por citar
un solo ejemplo del mundo ibérico, el Centauro de Royos, en el Museo Arqueológico
Nacional de Madrid (Cabrera Bonet y Sánchez Fernández 1998:259, Padgett 2003:12
y Padgett et alii 2003:162–163). En el pecho (‘petto’) es donde se unen las dos natu-
ralezas del centauro: “dove le due nature son consorti” (Dante, Infierno XII, 84). A
Centauros Hispanomedievales 19

Estas tres obras concuerdan también en narrar que el Sagitario, des-


pués de haber infligido gran mortandad entre los griegos, termina su vida
cortado en dos partes por la espada de Diomedes: mientras la humana
queda tendida en el campo de batalla, la equina vagará todavía hasta caer
finalmente abatida por los griegos (HTPV 318, SHT 198, RT 12487–12494,
VRT 145 = CT 401).
Como era de esperarse, la Historia troyana en prosa y verso, coherente
con su explicación del origen de los centauros, rechaza esta versión:
mas aguiio Diomedes el cauallo e pusose con el, ante que la [flecha] podiese
tirar, e diol tan grand ferida por la cinta con la espada, que lo corto todo de
parte en parte, e cayo luego el cuerpo en tierra. E andaua el cauallo foyendo
muy espantado a vna parte e a otra, commo cosa montes tan braua e tan
esquiua, e las piernas del sagitario commo estauan atadas al cauallo con co-
rreas e con cueros, non podian caer del; e por esto coydauan algunos que era
medio onbre e medio cauallo, por que non traya silla, nin paresçian las pier-
nas que estauan atadas al cauallo. E asy andudo ally muy grand pieça fasta
que lo mataron los griegos. (HTPV 318)

Y de acuerdo con esta misma línea de interpretación, a la manera de


Evémero y Palefato, y a pesar de describir al Sagitario como “muy brauo
e muy esquiuo” (HTPV 316), esta obra no cuestiona nunca su condición
humana. Por el contrario, aquellas narraciones que aceptan su carácter
híbrido van a acentuar varios rasgos constitutivos de su animalidad y sal-
vajismo. Una vez más, con ligeras variantes en los detalles que no afectan
la visión de conjunto, el Roman de Troie de Benoît de Sainte-Maure, la ver-
sión de esta obra de Alfonso XI, la Crónica troiana gallega que la traduce
y las Sumas de historia troyana coinciden en ciertas cualidades del Sagitario
que lo acercan por igual a los animales y a las razas plinianas.21
En primer lugar, la fealdad: “laydo” y “desapuesto”, la cara del Sagita-
rio era roja como el fuego y sus cabellos parecían arder tanto que podía
vérselo en la oscuridad de la noche y a tres leguas de distancia. Va des-

estos dos tipos se les agregaría uno más, intermedio, de seis pies, resultado de la jux-
taposición del cuerpo de un caballo al de un hombre (Dumézil 1929:168). Además de
los centauros, hay que recordar a los onocentauros, o combinación de hombre y asno
(Fisiólogo XV), los hipocentauros, cuya parte animal no siempre es clara en las represen-
taciones artísticas, y los centauros bovinos, que tienen las pezuñas hendidas; entre los
mismos centauros equinos, pueden distinguirse todavía el hombre hipópodo y el caballo
androcéfalo: véanse estas indicaciones de Guglielmi (1971:91, nota 87) a su edición del
Fisiólogo y Dumézil 1929:174–175. San Isidoro de Sevilla (Lindsay 1971, XI:iii, 39) había
ya dictaminado: “Onocentaurum autem vocari eo quod media hominis specie, media
asini esse dicatur; sicut et Hippocentauri, quod equorum hominumque in eis natura
coniuncta fuisse putatur”.
21. La asociación de los centauros con las razas plinianas viene de larga data: se los ve, por
ejemplo, en la misma página de un manuscrito del siglo XI de De Universo de Rabano
Mauro (Friedman 2000:133) y en una representación en marfil del siglo IX de Tours,
Adán y Eva están en el Edén junto con varios animales y monstruos, entre ellos cinocéfa-
los, satiros, sirenas y centauros (Klingender 1971:170).
20 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

nudo, es decir, desconoce todo tipo de indumentaria: “non andaua el ves-


tido” (SHT 195, RT 12361–12368, VRT 142 = CT 398), como algunas razas
plinianas, tales como los omnes monteses: “Non vistié ninguno ninguna ves-
tidura;” (LA 2473 a) y los granfasantes: “andan desnuyos siempre” (GE I 311
b 34), por ejemplo.22 Así, dejaba expuesto un cuerpo animal cubierto de
pelos: “cabelludo commo bestia” (SHT 195, RT 12362: “Quar come beste
esteit peluz”, VRT 142 = CT 398), al igual que los hombres monteses: “todos
eran vellosos en toda su fechura;” (LA 2473 b).23
Características también de su animalidad eran su capacidad de correr
a “grandes saltos” (HTPV 316, SHT 196, VRT 143 = CT 400) y la rapidez
con que pueden desplazarse (SHT 195, VRT 142 = CT 398; Dante, Infierno
XII, 76: “fiere snelle”), en ésto también comparables a varias de las razas
plinianas: los ymantopades, que “corren mas que los otros omnes” (GE I 311
b 48), los trogloditas: “e estas gentes son asy ligeras de pies que alcançan a
las bestias en los montes” (SM 93), los cinocéfalos (LA 1315c), los omnes mon-
teses, más rápidos que los caballos: “Ovieron con cavallos d’ellos a alcançar
/ ca eran muy ligeros, non los podién tomar” (LA 2474 ab) y los sciapodes,
“que non an mas de vn pie, e solo con este pie corren mas que el viento”
(SM 61), “E estos corren mas que ninguna otra cosa que sea” (HTPV 384),
y a quien nadie puede alcanzar y de los cuales es imposible huir (VRT 174
= CT 439). El centauro, en efecto, corre según corresponde a su mitad
equina: “corres commo cauallo e eres ligero” (GE II 2 27 b 11), profiere
también grandes voces, gritos y balidos: “e yua dando grandes saltos e
grandes vozes e baladreaua e daua gritos tan espantosos que esto era vna
grand marauilla” (SHT 196 y 198; HTPV 316, RT 12411–12413, VRT 143:
agrega “siluaua” = CT 400) y, caballo al fin, puede relinchar y “tan fuerte
mente que toda la tierra tremia so sus pies” (SHT 198; RT 12474–12475,
VRT 144 = CT 401). Por otro lado, carece de la facultad del lenguaje, al
igual que los trogloditas, que se comunican por gruñidos o silbidos: “e non
an boz, e quando quieren fablar fazen un sueno como roydo o murmurio
en logar de boz” (GE I 311 b 26), y los cinocéfalos, que lo hacen por ladridos
(SM 59, HTPV 383, VRT 174 = CT 439): al igual que a estas razas plinianas,
a los centauros les falta uno de los elementos más esenciales de la condi-
ción humana.
Contribuye asimismo a conferirle este aspecto terrible la espuma que
sale de su boca, semejante a una llama que parece quemar el aire (SHT

22. La misma descripción se puede deducir en la Historia troyana en prosa y verso, a pe-
sar de la interrupción del manuscrito: “E desy dexauan cresçer las baruas e los ca-
bellos, e cobrianse todos con ellos, e non auian cuydado de otras vestiduras e [. . .]”
(HTPV 316). Por el contrario, Quirón, el centauro humano y civilizado, aparecerá en
la iconografía griega vestido como un hombre: véase Padgett 2003:18 y Padgett et alii
2003:200–209.
23. Como animales velludos o peludos los había descripto Homero (Ilíada II, 743) y así
aparece ya representado en una estatuilla de Atica de ca. 530 AC (Padgett 2003:14 y
Padgett et alii 2003:158–161).
Centauros Hispanomedievales 21

196, RT 12425–12426, VRT 143 = CT 400); al igual que otras razas plinia-
nas, inspiraba un profundo terror entre quienes llegaban a verlo: “E era
tan brauo e tan dubdoso e tan espantoso que non ha omne en el mundo
que le viese que del non ouiese grand pauor e espanto”, dicen las Sumas
de historia troyana (SHT 195), y, con exactamente las mismas palabras, lo
describen otras dos obras del ciclo troyano (VRT 142 = CT 399).24 Y es que
no se trata solamente de la fealdad que los centauros compartían con al-
gunas razas plinianas —los egipcianos, “fechos, segund dize Plinio, como
las ymagenes de la pintura antigua e fea” (GE I 311 b 41), o los mirminos,
“onbres muy feos” (HTPV 383), para citar sólo dos casos—, sino más aún
el verdadero pavor que pueden llegar a provocar en sus enemigos, como
sucedía con los hunos, “feos et espantosos de uista” (EE 226 b 13), los çi-
nopes y los blemnios, ambas especies “muy espantables” (SM 61), y aquella
otra raza de la India, también mencionada en la Semeiança del mundo, de
cuerpos amarillos y cubiertos de cerdas retorcidas, de cabeza y boca enor-
mes, de cuernos y de piel tan dura que era impenetrable incluso al mismo
hierro (SM 61).
Aunque quede sin resolver el verdadero carácter de los centauros, es
decir, que se los considere completamente humanos o como una especie
híbrida, todas las descripciones recogidas hasta ahora concurren en una
serie de rasgos que los aproximan tanto a los animales como a las razas
plinianas: con las bestias comparten, obviamente, algunas características
de los caballos (la velocidad, los relinchos, la espuma de la boca) y con las
sociedades plinianas, la desnudez y vellosidad del cuerpo, la carencia de
lenguaje y el espanto y pavor que pueden provocar la fealdad de sus ros-
tros y la esquividad de su aspecto.25
Centauros contra lapitas. Al igual que las amazonas, los centauros,
criaturas de los “extremos”, constituyen una grave amenaza contra el
orden establecido en el “centro”: situados en los límites entre los sexos
(masculino / femenino), las especies (humana / animal), las culturas
(civilización / barbarie), unas y otros pueden irrumpir violentamente en
el mundo civilizado, quebrantando sus normas morales y jurídicas y po-
niendo en peligro sus instituciones.26 Así lo hacen los caballeros armados:
“E [an]duan estos çient caualleros por toda Greçia, e trastornauan grand
tierra en poca sazon d[estru]yendo e faziendo por ella lo que querien, que

24. Y en el Roman de Troie: “Tant par aveit la chiere orrible, / Soz ciel n’a nule rien qui vive
/ Que de lui ne preïst freor” (12369–12371).
25. La animalidad de los centauros fue afirmada ya por Homero en la Ilíada I, 268 y II,
743, donde se refiere a ellos con derivados de qhvr, “animal”, “fiera”, “monstruo”. “Mon-
taraces” e “hirsutos”, así traduce Segalá y Estalella (1983:44 y 71) ambos términos.
26. Sobre estas ideas véanse du Bois 1991:27–32 y 66–71. Justamente, Dante y Virgilio en-
cuentran a los centauros en el séptimo círculo, el de los violentos contra el prójimo
(Infierno, XII, 55–139), donde los recibe otro ser híbrido, el Minotauro, mitad hombre,
mitad toro y consumido por la ira: véanse Kollmann 1987:233–234 y Tardonato Faliere
2006:371–373.
22 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

lo non dexauan por ninguno” (GE II 2 19 a 9). Y si este comportamiento,


como los que se han de ver enseguida, es el resultado de una propensión
a la violencia irracional, se vería aquí una confirmación más de la animali-
dad de los centauros.27
Rebelados contra un orden que desconocen o que violan deliberada-
mente y convertidos en agentes del caos social, hay en las historias de los
centauros una serie de rasgos y comportamientos que vale la pena exami-
nar ahora con más detenimiento. Y para hacerlo, lo mejor sería comenzar
con un breve paréntesis y volver a las dos tragedias griegas que tienen a
Hércules como protagonista principal, Las traquinias, de Sófocles, y Hércu-
les, de Eurípides. En la primera se designa constantemente a los centauros
con el término qhvr, que se traduce como “animal salvaje”, “fiera”, “bestia”
y “monstruo” (Diggle 1981, ll.556, 680, 707 y 1162); en esta misma obra se
ofrece, en la admirable concisión de dos versos, una de las descripciones
más exhaustivas de los centauros: son un ejército feroz de animales sal-
vajes o monstruos (qhrw`n) de doble naturaleza, y al igual que los caba-
llos, violentos, sin leyes y dotados de fuerza extraordinaria.28 Eurípides los
llama “cuadrúpedos” (181 y 1272) y salvajes que habitan en las montañas
(364–365; Ilíada I, 68) y, como en Sófocles, también alude a sus excesos y
abusos (181), aunque estos términos no les hagan completa justicia a los
empleados por ambos trágicos, derivados los dos de hybris (n”briı).29
Estos rasgos se verán, en primer lugar, en la batalla entre los centauros
y los lapitas que sigue a las bodas entre Pirítoo e Hipodame y que Ovidio
narra por extenso en sus Metamorfosis y, mucho más brevemente, Alfonso
X en su General Estoria (GE II 2 17 a 3–18 a 9).30 La mêlée fue ciertamente

27. Para la distinción entre violencia humana, “lógica”, y animal, irracional, véase Salis-
bury 1994:5. Sin embargo, su hibridismo plantearía un interesante problema de lími-
tes: afirma Williams (1996:137 y 140) que la combinación de una cabeza humana y un
cuerpo animal conserva el uso de la razón y, a la inversa, en un cuerpo humano con
cabeza animal predomina la naturaleza bestial. Así, los centauros (“humanos defor-
mados”) serían más racionales que los cinocéfalos (“animales deformados”), afirmación
que no podría confirmarse en todos los casos. Williams (1996:182) observa también
que la iconografía del centauro (mitad hombre, mitad animal) corresponde a la ten-
sión de la psiquis humana, dividida entre las fuerzas del intelecto y del instinto.
28. “ dufuã t “vameikton Ôippobavnoma strato;nÉqhrw`n, uJbristhvn, a“nomon, uJpɛ́rocon bivan”
(Las traquinias, 1095-1096 [Dawe 1979]).
29. “ tetraskelɛ́ı q j u{brisma kentanvrwn gɛ́noı” (Hércules, l. 181 [Diggle 1981]).
30. Hay en la Antigüedad dos tradiciones divergentes en relación con los centauros (Ba-
rron 1972:25–26 y 30–31; Kollmann 1987:231–232): en la versión arcaica, sólo Eurito va
a las bodas de Pirítoo e Hipodamia y de allí será expulsado por sus excesos cometidos
bajo los efectos del vino, tal como lo narra Homero: “El vino dañó al ínclito centauro
Euritón, cuando fue al país de los lápitas y se halló en el palacio del magnánimo Pi-
rítoo. Tan luego como tuvo la razón ofuscada por el vino, enloquecido, llevó al cabo
perversas acciones en la morada de Pirítoo; los héroes, poseídos de dolor, se arrojaron
sobre él, y arrastrándolo hacia la puerta le cortaron con el cruel bronce orejas y nari-
ces; y así se fue, con la inteligencia perturbada y sufriendo el castigo de su falta con su
ánimo demente. Tal origen tuvo la contienda de los centauros con los hombres; mas
Centauros Hispanomedievales 23

feroz: “E matauanse fiera mente de ambas partes” (GE II 2 17 a 6) y quizás


estaba de alguna manera preparada fatalmente por la confusión que rei-
naba entre los invitados antes de la celebración del banquete:
E ayuntaronse y grand conpanna de los çentauros e de los ricos omnes de
tierra de Emonia; e las alegrias que fazian todos eran muy grandes. E commo
auia y gentes de muchos lugares e de sennas costunbres, andauan todos mez-
clados, e non se entendien, e fazien tan grand ruydo que se non oyen nin
sabien los vnos que se dezien los otros. (GE II 2 16 a 22)

Y si Eurito se había destacado como caudillo de los centauros en las


bodas, Menico será quien, en pleno combate, reivindicará para éstos la
fuerza de su doble naturaleza. Viendo, en efecto, los estragos causados
por los lapitas y especialmente deshonrado por las hazañas de uno solo de
ellos entre los suyos, Caeneo, los increpa así:
Grand cosa es esta e grand desonrra para nos, que vn grand pueblo somos to-
dos vençidos de vn omne solo. E ¿que pro nos tiene en seer nos fiios de Exion
el gigante, e los grandes cuerpos e las grandes fuerças que auemos? E ¿por
que ayunto la natura en nos forma de dos naturas, de omne e de cauallo, por
que auemos doblados los cuerpos e las fuerças, sy asi nos a a vençer vn omne?
Mas venid e fazed todos commo yo fare. (GE II 2 17 a 32)31

aquél fue quien primero se atrajo el infortunio por haberse llenado de vino” (Odisea
XXI, 295–304; traducción de Segalá y Estalella 1983:302–303). La centauromaquia
tendrá lugar meses después de este episodio, cuando los centauros busquen la ven-
ganza por la afrenta sufrida por Eurito. Según la otra versión, fueron invitados Eurito
y un contingente numeroso de centauros y el combate tendrá lugar durante la boda.
En una combinación de ambas tradiciones, la lucha empieza allí pero se continúa a
campo abierto: es la versión que sigue Ovidio y se continuará en Alfonso X. En efecto,
la lucha comienza en la sala del banquete, empleándose como armas y proyectiles todo
objeto que estuviera al alcance de los contendientes: “E diziendo estas palauras, fue
[Teseo] e tirolos todos aparte, e echo mano de la duenna [Hipodamia] por toller gela.
E Eurito non le dixo nada, mas fue a el a manos, e quisolo ferir en la cara, e diol en
los pechos. E estonçes se boluieron todas las conpannas, e demandaron todos armas
a grand priesa; e fasta que les llegaron, ferianse con que quier que fallauan. E ma-
tauanse fiera mente de ambas partes” (GE II 2 16 b 46); la refriega se traslada acto
seguido a las afueras: “E en todo esto salieron fuera de la villa” (GE II 2 17 a 8), donde
ahora sí se peleará con armas (GE II 2 17 a 18), si bien los centauros echarán mano a
los árboles del lugar para sepultar bajo su peso a Caeneo (GE II 2 17 a 43). Hércules,
armado de su arco y su garrote (‘porra’) acabará por decidir la lucha en favor de los
lapitas (GE II 2 17 b 5). El empleo de ramas de árboles como armas (y con las cuales
se los puede ver representados también en la iconografía: Olmos Romera 1983:378)
confirma el carácter salvaje de los centauros (Dumézil 1929:171).
31. Con versos omitidos en la traducción alfonsí, había dicho Ovidio: “‘heu dedecus in-
gens!’ / Monychus exclamat ‘populus superamur ab uno / uixque uiro; quamquam
ille uir est, nos segnibus actis / quod fuit ille, sumus. quid membra immania prosunt,
/ quid geminae uires et quod fortissimo rerum / in nobis duplex natura animalia
iunxit? / nec nos matre dea nec nos Ixione natos / esse reor, qui tantus era, Iunonis
ut altae / spem caperet; nos semimari superamur ab hoste’” (Met. XII, 498–506). En el
relato de las Sumas de historia troyana, el centauro (allí llamado Satalion) omite la refe-
rencia a la doble naturaleza de su especie, pero agrega que éstos e Ixión “a los dioses
pusieron espanto” (SHT 121).
24 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

Poniendo manos a la obra y confirmando la posesión de las fuerzas


sobrehumanas propias de su especie, continúa así el relato:
E fue [Menico] e tomo vn grand arbol acuestas, e los otros otrosi cada vno el
suyo quando aquello vieron; e echaronlos a Çeneo Perrebo de suso. E fueron
los arboles tantos que se fizo dellos vn monton tan grande que semejaua vn
grand otero; e afogaron lo alli. E desque fueron los çentauros perdiendo el
vino e entrando en su acuerdo, firieron muy de rezio en los lafitas, tanto que
estauan por se vençer. (GE II 2 17 a 43)32

Una característica definitoria y clave para entender sus acciones es la


que du Bois llama su “hipermasculinidad”, enraizada tanto en su linaje
mítico como en su naturaleza medio equina, que les duplica el físico y las
fuerzas, como lo indicó Sófocles y como Menico lo afirma en el pasaje ya
citado.33
Y además de las dos naturalezas, hay en los centauros un exceso, una
des-mesura, la hybris de Sófocles y Eurípides: “Neso de dos formas, desme-
surado eres”, increpa Hércules al raptor de su esposa Deyanira (GE II 2 27
a 43 = Met. IX, 121: “biformis); y otro tanto, y por razones análogas, puede
decirse de Eurito, cuya incontenida lascivia durante las bodas de Pirítoo
ha de desencadenar la lucha contra los lapitas.34 Típico representante
de una “sociedad exclusivamente masculina” (para decirlo con palabras
de du Bois), Eurito, de todos los centauros “el mas fuerte e el mas cruel”
(= Met. XII, 219: “saeuorum saeuissime Centaurorum”), apenas puede
controlarse ante la presencia de la novia: “E asi commo vio este a Ypodame

32. Más extensamente narrado en las Metamorfosis: “dixit et insane deiectam uiribus Aus-
tri / forte trabem nactus ualidum coniecit in hostem / exemplumque fuit; paruoque
in tempore nudus / arboris Othrys erat, nec habebat Pelion umbras. / obrutus im-
mani cumulo sub pondere Caeneus / aestuat arboreo congestaque robora duris / fert
umeris; sed enim postquam super ora caputque / creuit onus neque habet quas ducat
spiritus auras, / deficit interdum, modo se super aera frustra / tollere conatur iactas-
que euoluere siluas, / interdumque mouet, ueluti, quam cernimus, ecce, / ardua si
terra quatiatur motibus Ide” (Met. XII, 510–521). Versión parecida a la de la General
Estoria se lee en las Sumas de historia troyana (SHT 121). Sobre Caeneo véase Dumézil
1929:179–181 y sobre su muerte en la iconografía griega véase Padgett 2003:15–16.
33. “As liminal characters, the Centaurs may be understood most fully if their sexual na-
ture is taken into account. They are not simply nature spirits, or river creatures, but
also hybrid monsters whose existence in myth permitted speculation about boundaries
and kinds. The Centaurs formed an asymmetrical, overly masculine, violently bestial
alternative to the norm of what was seen by the Greeks as human culture. They were
hyper-masculine, the violence and sexuality of horses was super-added to human viri-
lity in their bodies” (du Bois 1991:31); para lo “hipermasculino” como característica de
lo monstruoso véase también McAvoy 2003:66–67.
34. En el Fisiólogo (xv) y los bestiarios medievales aparecen a menudo asociados verbal y/o
visualmente los centauros y las sirenas: además de compartir una misma condición
híbrida y de estar gobernados más por los instintos de su mitad animal que por la
razón de su parte humana, ambas especies encarnan en la Edad Media los pecados
de soberbia y lujuria: véanse los comentarios de Baxter (1998:35–36, 43 y 131), Bovey
(2002:25–27), Camille (1982:19) y Hassig (1995:105–106 y 113 y figuras 105 y 106). Para
las iluminaciones de los bestiarios véase Bovey 2002:21–27.
Centauros Hispanomedievales 25

[= Hipodamia], tanto se pago della que por poco estido que la non fue
luego tomar por fuerça” (GE II 2 16 b 2);35 trama luego con los suyos el
rapto de ella y de las otras mujeres —“E apartose con sus conpanneros, e
fablaron que yantasen e desi que fuesen; e que tomarie el a Ypodame, e los
otros cada vno a qual de las duennas quisiesen o alcançasen” (GE II 2 16
b 7)— y precipita la tragedia cuando a su carácter (“brauo e malo”) y a su
natural inclinación (“de su natura amaua mucho mugeres”), se les sume el
efecto del “escalentamiento del mucho vino”, al que no estaban acostum-
brados (GE II 2 16 b 20 = Met. XII, 242: “uina dabant animos”).36
A partir de ese momento, Eurito va a actuar ya sin frenos (“con locura
andaua”, GE II 2 16 b 27) y lo mismo los otros centauros, de naturaleza
no menos bestial y violenta y capaces de extraordinaria fuerza (como los
describen Las traquinias):
E leuantose [Eurito] e todos sus çentauros con el —e eran mas que todas las
otras conpannas, ca estauan en su tierra—, e fueron al talamo do seyen las
duennas. E tomo Eurito a Ypodame por los cabellos, e los otros çentauros a
las otras duennas cada vno a la que alcançaua. (GE II 2 16 b 27)37

Una vez más, se asocian aquí la violencia física y la lujuria, ambos in-
dicios seguros de la incapacidad para el uso de la razón por parte de los
centauros.38 Tal como lo explica Sobol (1993), en los debates que tuvieron

35. “nam tibi, saeuorum saeuissime Centaurorum, / Euryte, quam uino pectus tam uir-
gine uisa / ardet, et ebrietas geminata libidine regnat” (Met. XII, 219–221). La General
Estoria elogia así la belleza de la novia que desencadena la lujuria del centauro: “E pues
que las mesas fueron guisadas, vino Ypodame con grand conpanna de duennas muy
onrradas e que eran muy fermosas, mas Ypodame mas que todas: tanto que dixeron
los que la vieron esora, segunt dize Nestor que estaua y e que cuenta esta batalla, que
era Piriteo bien casado e de buena ventura con aquella muger, lo que non contesçiera
asi por muy poco” (GE II 2 16 a 37 = Met. XII, 215–219); como testigo de esta lucha, la
menciona muy brevemente Néstor en la Ilíada I, 267–268.
36. Pero mientras que, bajo la influencia del vino, disminuyen las fuerzas físicas, la disipa-
ción de sus efectos permite recuperarlas: “E desque fueron los çentauros perdiendo el
vino e entrando en su acuerdo, firieron muy de rezio en los lafitas [= lapitas], tanto
que estauan por se vencer” (GE II 2 17 b 1). El rapto de las mujeres es uno de los com-
portamientos más definitorios de los centauros en el mundo griego y también en otras
tradiciones indoeuropeas (Dumézil 1929:175–176).
37. “nam tibi, saeuorum saeuissime Centaurorum, / Euryte, quam uino pectus tam uir-
gine uisas / ardet, et ebrietas geminate libidine regnat. / protinus euersae turbant
conuiuia mensae, / raptaturque comis per uim noua nupta prehensis. / Eurytus Hip-
podamen, alii quam quisque probabant / aut poterant rapiunt, captaeque erat urbis
imago” (Met. XII, 219–225).
38. En otra parte de la General Estoria se refiere así el combate en lapitas y centauros: “An-
dados xxxviij annos dell sennorio de Gedeon, assi como cuenta Palephato, los lauffitas
e los centabros, caualleros muy nobles de Tesalia, fueron en este tienpo del acaba-
miento de Gedeon, juez de Israhel. Et lidiaron en uno; e la su contienda e aquella su
batalla contescio sobre casamiento que fazie Piritoo con una duenna que auie nonbre
Ypodame. Et assi como cuenta Ouidio, era ella del linnage de los centabros. Mas por
que la cuenta desta batalla uiene en las razones del destroymiento de Troya, dexamos
de dezir la aqui e contar la emos en aquellas razones de Troya” (GE II 1 387 a 37). Con
variantes que no afectan lo esencial del mito, narran así este episodio las Sumas de
26 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

lugar en la Edad Media sobre el “comportamiento inteligente” de los ani-


males y su capacidad, o incapacidad, de raciocinio, se planteó el problema
del “instinto natural”: para Roger Bacon y Santo Tomás de Aquino, por
ejemplo, los animales actúan en forma instintiva e inconsciente y habría
que preguntarse, entonces, si todo el comportamiento de los centauros en
los episodios aquí analizados se pueden explicar a partir de fuerzas instin-
tivas, apetitos incontrolables y respuestas automáticas o si ellos también,
por lo que tienen de humanos, están en posesión del libre albedrío y son
capaces, por lo tanto, de conducirse prudente y sabiamente.
Neso contra Hércules. Todos estos impulsos bestiales se manifestarán
de nuevo en el episodio que tiene por protagonistas al centauro Neso, a
Hércules y a su esposa, Deyanira. Como los de su especie, Neso era tam-
bién “grande e muy valiente” (GE II 2 26 a 42; Met. IX, 101: “ferox”; Dante,
Infierno XII, 104: “gran”), pero, como Eurito, cederá igualmente a su “hi-
permasculinidad” cuando intente por la fuerza apoderarse de Deyanira,
confiada por Hércules a su cuidado para ayudarla a atravesar el río Evenus,
más caudaloso que de costumbre a causa de los deshielos de finales del
invierno y cuyos vados desconocía, por no ser natural de la tierra, como
Neso (GE II 2 26 b 1 = Met. IX, 103–106).39 Todos, pero especialmente Eu-

historia troyana: “Entre aquellos que deximos venia vno commo mayor dellos, e abia
nonbre Satalion. E este estando muchas veces con la nouia en estas fiestas enamorose
della, a tanto que ovo de fablar con todos aquellos de su parte que queria tomar aque-
lla nouia para sy, ca entendia que por fuerça que lo podia bien fazer. E vn dia que
Hercoles e Theseo eran ydos alli çerca del lugar a correr monte por fazer onrra a las
bodas, los gentauros entraron en el talamo del nouio e echaron mano de la nouia. E
ella començo a dar muy grandes apellidos; e allegaronse las gentes e veyendo tan mal
fecho como este, los que alli se açercaron del nouio, e otrosi los parientes de la nouia,
començaron a pelear defendiendo la nouia, mas los gentauros eran muy valientes e
non los podian durar” (SHT 120).
39. A Neso también se lo llama Sagitario en la General Estoria (GE II 2 42 b 16, 43 a 30, b 35,
44 a 2). Para la representación de estos episodios en el arte griego (Neso transpor-
tando a cuestas a Deyanira en el cruce del río, Hércules dando muerte al centauro)
véase Woodford 1993:48–50; en el infierno, Neso sera el guía de Dante y Virgilio en
parte de su recorrido por el círculo de los violentos (XII, 97–139); más aún, Virgilio
le pide a Quirón que uno de los centauros les muestre dónde vadear el río, llevando a
grupas a Dante: “e che ne mostri là dove si guada, / e che porti costui in su la groppa”
(XII, 94–95). La orden recaerá precisamente en Neso. Para los trabajos de Hércules en
general véase Brommer 1986. La relación de Neso con un río corrobora la vinculación
de los centauros con el mundo natural, incluyendo ríos y mares, además de montañas
y selvas (Dumézil 1929:170–171 y 188). Fuera de los propósitos de este análisis queda
el estudio de toda la estoria de Hércules y sus trabajos en la obra de Alfonso X: queda
narrada en la General Estoria II 2 1 a 1–46 b 46. Recuérdese también que no es éste el
primer combate contra un ser híbrido que Hércules debe librar por la posesión de
Deyanira: para ganarla como esposa, debe vencer al otro pretendiente, Aqueloo, el
dios-río (GE II 2 27 a 4), que, entre otras formas, adopta la de un ser con cuerpo de
hombre y cabeza de buey, según Sófocles (Las traquinias 12-13); en el relato alfonsí,
Aqueloo hace referencia a su “cerviz” (GE II 2 25 b 22 = Met. IX, 60). Aparece repre-
sentado en un cáliz-crátera de la segunda mitad del siglo IV AC (Trendall y Webster
1971:171) y narran esta lucha Ovidio en sus Metamorfosis (IX, 1–88) y Alfonso X en su
General Estoria (II 2 24 b 15–26 a 26 y 43 a 28 = Her. 9, 139–40). Para el ataque de Neso
Centauros Hispanomedievales 27

rito y Neso, obran incitados por sus instintos arraigados en su naturaleza


equina: además de poseer la rapidez de los caballos, muestran también la
lascivia que tradicionalmente se les atribuía a estos animales y que el Libro
del tesoro, por ejemplo, recomienda refrenar cortándoles las crines: “& po-
dedes refrenar la luxuria dellos si les trasquilaredes las crines” (88b).
Los centauros, raza salvaje que habita en las montañas, irrumpen en
el mundo civilizado con extrema violencia y lo conmueven en sus mismos
fundamentos: así ocurre con las incursiones de las amazonas y con la obra
destructora de la bárbara Medea en el hogar, la ciudad y la naturaleza. En
efecto, cuando la Historia troyana en prosa y verso describe al Sagitario como
“cosa montes tan braua e tan esquiua” (HTPV 318) y los paralelos con los
omnes monteses lo corroboren, no hacen sino remontarse a Eurípides, quien
había hecho ya explícita la naturaleza montaraz de los centauros (364–
365). La misma Historia troyana en prosa y verso alude también al carácter
agreste de su habitat cuando recuerda que los hombres posteriormente
concebidos como centauros “ante que los omnes trabajasen de caualgar,
andauan con ballestas e con arcos matando las bestias brauas del monte”
(HTPV 316). En este sentido, White (1992) ha indicado que los griegos
oponían el orden de la ciudad al caos del mundo natural y, recordando a
Aristóteles, observa también que quienes vivían fuera de la ciudad, y de la
ley, tenían que ser o dioses o animales, como los centauros.40 El análisis de
estos episodios en los textos medievales conducirá a las mismas conclusio-
nes a las que permite llegar el examen del mito en sus versiones clásicas:
los centauros se vuelven contra varios valores sociales como la hospitali-
dad, la amistad y la honra y, sobre todo, contra la institución social del
matrimonio, en lo cual coinciden con las amazonas.41

contra Deyanira y la muerte del centauro por Hércules véanse los relatos de Sófocles
(Las traquinias 562–577) y Ovidio (Met. IX, 103–133). Para la oposición en Sófocles
entre lo divino y lo bestial, la civilización y el salvajismo véase Segal 1986a:26–27 y para
este episodio en el arte griego véase Padgett 2003:23–25 y Padgett et alii 192–199.
40. “Like the Jews, the Greeks set the life of men who lived under some law over against
that of men without the law, the order (cosmos) of the city over against the turbulence
(chaos) of the countryside. Those who were capable of living outside the city, beyond
the rule of law, Aristotle insisted, had to be either animals or gods. [. . .] Thus, over
against, and balancing, the lives of gods and heroes, who differed from ordinary men
only by the magnitude of their power or talent, there stood such creatures as satyrs,
fauns, nymphs, and sileni; beneficent [?] monsters such as the centaurs; and malignant
ones such as the Minotaur, born of a union of a woman, Pasiphaë, and a bull. These
creatures played much the same role for the classical imagination that the Wild Man
did for the Medieval Christian” (White 1992:169–170; subrayado de White). Nótese el
carácter híbrido de todas estas criaturas.
41. “Theseus’ defeat of these women [las amazonas] is as much a part of Athenian self-
projection as the Lapiths’ defeat of the half-beast, half-man centaurs —another fight to
protect the inviolability of marriage. Both Theseus’ and the Lapiths’ victorious battles
against the forces of wild anarchy and the corruption of sexual roles were popular sub-
jects for state-financed temple sculptures: like modern political murals, the triumph of
the forces of good marks the self-glorification of the state and its ideology” (Goldhill
1986:127).
28 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

En la organización muchas veces binaria y dualista del universo me-


dieval (y clásico), fundado en oposiciones dicotómicas del tipo positivo ver-
sus negativo, la única alternativa al orden de los lapitas era el caos de los
centauros: provenientes éstos de la naturaleza salvaje e irracional (wilder-
ness), irrumpen violentamente en la ciudad, para, en primer lugar, des-
conocer las normas más elementales a que los obligaba la hospitalidad
(xenia, xɛ́nia) con que Pirítoo los agasaja durante el banquete nupcial: “E
desque fue ora de yantar, mandaron poner las mesas. E Piriteo, que an-
daua reglando las conpannas, asento luego a los çentauros por los onrrar
mas. E el palaçio estaua todo cubierto de arboles e de ropas preçiadas”
(GE II 2 16 a 32).42 Pero, como ya se vio páginas atrás y siempre siguiendo
el relato ovidiano, a impulsos de su propia naturaleza lasciva, de los efec-
tos del vino y de su carácter cerril, Eurito no puede ni siquiera esperar a
que se levanten las mesas del festín: “non espero que leuantasen las mesas,
mas dio con ellas aluenne de guisa que todas las trastorno con quanto
ellas seya” (GE II 2 16 b 23), para dirigirse acto seguido, en compañía de
los otros centauros, a la cámara de Hipodamia: “E leuantose e todos sus
çentauros con el —e eran mas que todas las otras conpannas, ca estauan
en su tierra—, e fueron al talamo do seyen las duennas” (GE II 2 16 b 27).
Todas estas acciones, dictadas por los impulsos de la comida, el alcohol y
el sexo, no violan solamente la hospitalidad, sino también atentan contra
la honra de los anfitriones, como Teseo, amigo de Pirítoo e invitado tam-
bién a su boda, se lo reprocha vehementemente a Eurito: “¿Que locura es
esta que te tomo e te trae? Seyendo yo biuo, ¿eres tu osado de buscar mal
a Piriteo, demas tal desonrra commo aquesta? E ¿non entiendes commo a
todos nos desonrras en ello?” (GE II 2 16 b 41).43
Y lo mismo con Neso, según los relatos de las Metamorfosis (IX, 103–

42. “Duxerat Hippodamen audaci Ixione natus / nubigenasque feros positis ex ordine
mensis / arboribus tecto discumbere iusserat antro” (Met. XII, 210–212). Sobre el con-
cepto de xénia y su violación por parte de los centauros véase du Bois 1991:28. Justa-
mente, es ésta la misma conducta de Ixión, invitado a la mesa de Júpiter, quien cas-
tigó su ingratitud sometiéndolo al tormento de estar amarrado a una rueda que gira
eternamente. Véase Dumézil 1929:190–193 para una interpretación del mito de Ixión
como padre de los monstruos-máscaras de fin de invierno y en relación con las “ruedas
solares” indoeuropeas y los solsticios y equinoxios.
43. “femineo clamore sonat domus; ocius omnes / surgimus, et primus ‘quae te uecordia’
Theseus, / ‘Euryte, pulsat’ ait, ‘qui me uiuente lacessas / Pirithoum uiolesque dous
ignarus in uno?’” (Met. XII, 226–229). Al parecer, el vino circulaba con generosidad
entre los comensales; en relación con el sexo, las inclinaciones libidinosas de Eurito
y sus compañeros se desatan ante la contemplación de la novia y de las otras mujeres
de su séquito; y, finalmente, en cuanto a la comida, nada habría faltado para saciar el
apetido de los invitados: “E los manjares eran tan estrannos, e tan buenos, e tantos que
non auia y cuenta; e otrosi los vnos [¿vinos?] de muchas naturas, segunt dize Nestor”
(GE II 2 16 b 13). Pero hay que notar que los centauros, seres pertenecientes más al
mundo natural y salvaje que al humano y civilizado, sólo comen carne cruda y nunca
cocida (Dumézil 1929:163–164). A la estrecha amistad entre Pirítoo y Teseo se refiere
así Alfonso X: “E Teseo, fiio del rey de Atenas, era su conpannero; e tanto se amauan
que fallaredes que los llamaron los abtores de los gentiles vn par de amiztad, que non
dixeron de otros fasta aquella sazon” (GE II 2 16 a 15).
Centauros Hispanomedievales 29

133) y de la novena Heroida, ambos reelaborados por Alfonso X (GE II 2


26 a 31–28 a 19 y GE II 2 40 b 8–44 a 19, respectivamente). A las bodas de
Hércules y Deyanira fueron invitados también los centauros, oportunidad
que Neso, aguijoneado por la lujuria hacia ella y asimismo por el deseo
de vengarse de la victoria del héroe sobre los suyos, tratará de aprovechar
también de mancillar la honra del héroe:
E el [Neso] corrie mucho; e asmo que desque se alongase ya quanto, que lo
non alcançaria Ercules, e que faria el de Daynira lo que quisiese, e que serie
esto para Ercules grand desonrra —la qual nunca le pudieran fazer todos los
çentauros sus parientes— e serie vna vengança del mal e del quebranto que
auien tomado del todo su linage. (GE II 2 27 a 18)44

Y, además, rechaza la amistad que Hércules le manifiesta al encomen-


darle nada menos que el cuidado de la mujer con quien acababa de ca-
sarse, sin desconfiar para nada del centauro: “E Ercules non se guardaua
de Neso, nin asmaua que ninguna tal cosa osase cometer contra el” (GE
II 2 26 b 27 = Met. IX, 112: “tradidit Aonius pauidam Calydonida Nesso”),
amistad y confianza que, en cambio, éste retribuye con la profunda in-
quina que “le tenie en su coraçon” (GE II 2 27 a 16). A la hospitalidad y a
la amistad como vínculos del orden social, se les une otra institución, la
del matrimonio, todavía más esencial para la estabilidad y la continuidad
de la pólis. Y aquí deben recordarse otra vez el paralelo con las amazonas
y las semejanzas que cabría notar entre las acciones de Medea y las de
Neso.45 Todos estos episodios se comprenderán mejor a la luz de varias
ideas estudiadas por du Bois para las versiones clásicas de los mitos y no
menos pertinentes para sus reelaboraciones medievales. En primer lugar,
el matrimonio —como la ciudad— es uno de los elementos definitorios de
la cultura y de sus límites que, al instituir el “intercambio ordenado” (or-
derly exchange) de mujeres, permite distinguir tajantemente a los humanos
de los animales.46 Justamente, este intercambio será restaurado cuando

44. Así narra la estoria alfonsí la decisiva intervención de Hércules en la batalla entre los
centauros y los lapitas que ocasiona la inquina que por él siente Neso: “E en esto salio
Ercules a ellos con el su arco et con la su porra; e los golpes e la mortandad que en
ellos fi zo serie mucho de contar. E nunca quedo de ferir en ellos fasta que mato los
mas, e segudo los otros; e los otros le tollio la noche” (GE II 2 17 b 5).
45. Para Medea contra el matrimonio véase Biglieri 2005:128–133. “Du Bois has also
shown that the Centaurs embody the negation of marriage in that they are descended
from a breach of marriage. When Hera reported that Ixion had tried to rape her, Zeus
fashioned an image of her from clouds and put it in bed with Ixion. Ixion impregnated
it with Centaurus, who later became the father of the Centaurs by mating with ma-
res. At the wedding feast the Centaurs attack the marriage bond at its crux —the ex-
change of women by men. The two episodes clearly have the same meaning: an assault
on marriage from without, one by lust (Centaurs), the other by weapons (Amazons)”
(Tyrrell 1986:82). Nefele (< Nefɛ́lh < nɛ́foı, nephos ‘nube’) fue la madre de esta raza y
las yeguas provenían de Magnesia, al pie del monte Pelión, en el sudeste de Tesalia.
46. Para todos estos problemas véase du Bois 1991:29, 38–42 y 70–71 y para la oposición
entre los centauros y la pólis, 63 y 96. La excepción entre los centauros es otra vez Qui-
rón, quien se casa con la ninfa Cariclo (Padgett 2003:18): véase una representación de
sus bodas en una crátera del siglo V AC en Padgett et alii 2003:200–202.
30 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

Hércules, agente de la civilización, después de la derrota de los centauros


en la batalla contra los lapitas, “fizo ayuntar las duennas, e venir a su ta-
lamo, e conplir la boda e sus onrras” (GE II 2 17 b 11).47
Excluidas de la cultura, y quizás tal vez de una condición plenamente
humana, quedan aquellas sociedades que desconocen o rechazan la ins-
titución matrimonial: aquí, claro está, se incluyen, en general, a los cen-
tauros y a las amazonas —y, en la Grecia clásica, también a los persas—
y, en particular, a Neso, quien, en Las traquinias y en la General Estoria,
trastorna ese “intercambio ordenado” de mujeres y provoca a la postre la
ruina de la casa de Hércules (du Bois 1991:98 y 102–103). Y ahora hay que
recordar también lo ya dicho a propósito de otras sociedades, como los
efemineos —quienes, al igual que las amazonas, pero a la inversa, excluyen
al otro sexo de la organización social: “entre ellos nunca acaesçe fenbra”
(LT 60a)—, y ciertas razas plinianas desconocedoras del matrimonio mo-
nógamo y entregadas a una completa libertad sexual, como los garamantes,
que “non se casan nin an mugeres connosçudas, cada uno biue con qual
quier dellas que se le acaesce, e ellas otrosi con ellos” (GE I 311 b 29),
“non saben que sea casamiento, mas an las mugeres de comun de todos”
(LT 65a).
A todas las causas hasta aquí aducidas para explicar las acciones de los
centauros, hay que agregarles el hecho de que su naturaleza constitutiva,
libidinosa ante todo, vendría determinada desde los orígenes mismos de
la especie. Según la explicación mitológica, que la General Estoria incluye
en el mismo capítulo en que expondrá luego la versión “histórica”, Ixión,
rey de los lapitas, requiere el amor de Juno (Hera), quien se defiende con
una nube:
Cuentan los abtores de los gentiles que Exion el gigante, fiio de Flegias, her-
mano del rey Saturno, que era muy priuado de la reyna Juno e consegero de
las sus poridades. E demandole su amor, asi que dizen que vn dia que quiso
trauar della. E Juno con sus encantamentos muchos que sabie fizo deçender
vna nuve, e metiola entre si e el, e defendiosele por esta guisa. E Exion con la
tiniebla de la nuue que se fazie muy escura, cuydando que trauaua de donna
Juno, trauo de vna de sus duennas que estauan con ella. E dizen que fizo en
aquella duenna el linage donde vinieron estos çentauros; e salieron omnes
muy ligeros, et muy fuertes e entendidos. (GE II 2 18 a 26)48

47. Como indica Lacroix (1974:41–43), la lucha de Hércules contra los centauros se justi-
fica por las mismas razones dadas por los autores antiguos a propósito de algunos de
sus otros trabajos: héroe civilizador, su misión es liberar a la raza humana de bestias y
seres salvajes, rebeldes y enemigos a toda forma de civilización.
48. Sobre este aspecto del mito véase du Bois 1991:27–28. Lo narran Píndaro en su se-
gunda Pítica (21–49) y Lucano en la Farsalia: “illic semiferos Ixionidas Centauros /
feta Pelethroniis nubes effudit in antris” (DBC VI, 386–387); lo traduce así Alfonso X:
“los çentauros fijos de Vxio medio omnes & medio cauallos & fi zo los en vna nuue & la
nuue echoles en tierra de Thesalia” (GE V, fol. 80r). Nótese también las descripciones
de Ixión como un “gigante” y de los centauros “commo gigantes” en la Sumas de historia
troyana (SHT 120).
Centauros Hispanomedievales 31

todo lo cual explica otra de las etimologías propuestas para la palabra


centauro:
E leuaron por ende los autores de los gentiles su fabla dello, e dixeron que
en el ayre e en aquella nuue fiziera Exion el linage donde viniera aquella
conpanna. E por que dezimos en latin aura por orage, e por orilla, e por
ayre —ca por todo esto es aura— e gignere por engendrar, tomaron destas
dos palauras e fizieron dende este nonbre que dizen çentauros. (GE II 2 18
a 42)

Como puede verse, en el principio mismo de la especie se anticipa ya


la futura conducta de los centauros: Ixión ataca la relación matrimonial
entre Júpiter (Zeus) y su esposa-hermana Juno y del mismo modo proce-
derán los centauros, al querer apoderarse de las mujeres lapitas, y Neso,
cuando quiera hacer otro tanto con Deyanira. Precisamente así se lo re-
cordará Hércules:
Digo, Neso, e dexa lo que te encomendamos [Deyanira], ca nuestro es. E ¿por
que non lo dexas por mi nin por la mi verguença? ca escarmentar e castigar
te deuies por el fecho de tu padre Exsion que demando a la reyna Juno lo que
non deuie, commo lo que tu quieres cometer, por que murio penado; que tu
otrosi non fueses atreuido de querer leuar lo que non es tuyo nin te conviene.
(GE II 2 27 a 47)49

Y, como ya se habrá advertido, no es por mero azar que la lucha contra


los lapitas y el intento de Neso de raptar a Deyanira tengan lugar, respec-
tivamente, durante el banquete con que se celebran las nupcias de Pirítoo
e Hipodamia (ambos, por otra parte, del linaje de los mismos centauros)
e inmediatamente después de la boda de Hércules y a la cual los centau-
ros también habían sido invitados.50 Según queda dicho, en ambos casos,
y en el de Ixión, paradigma mítico que sus descendientes repiten, éstos
violan las leyes de la hospitalidad y atacan el orden instituido en uno de
sus fundamentos más firmes, el matrimonio, cuya laxitud, sin embargo,
Neso atribuye a todos los “gentiles” cuando le advierte a Deyanira sobre
la futura infidelidad de su esposo: “E por ventura avn verna tienpo que te
dexara Ercules por otra [Iole], ca asi contesçe muchas vezes —e mas entre
nos los gentiles que non somos estrennidos en los casamientos por alguna

49. Pasaje que traduce libremente, amplificando, a Ovidio Met. XII, 120–124.
50. “Et assi como cuenta Ouidio, era ella [Hipodamia] del linnage de los centabros” (GE
II 1 387 b 6); “E Piriteo yua casar estonçes con vna duenna, que era del linage de los
çentauros, que auie nonbre Ypodame; e era parienta de Piriteo, ca dese linage vinie el”
(GE II 2 16 a 11); “Despues que Ercules ovo vençido a Ateloo, dieronle el rey e la reyna
a Daynira por muger; e Ercules fi zo luego sus bodas con ella. E ayuntaronse y todos los
fiios dalgo del reyno e muchas otras gentes de Calidon; e vino y vna grand conpanna
de los çentauros. E auie y vno dellos a que dezien Nesso, e segunt su fechura de aquella
gente era grande e muy valiente” (GE II 2 26 a 34). La genealogía de Pirítoo se explica
así en otro pasaje de la General Estoria: “e Piriteo, fiio de Axsion [Ixión], fiio de Titano,
que fue el primero gigante donde vinieron los gigantes, segunt dize en el Libro de los
linages de los gentiles” (GE II 2 15 b 35).
32 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

ley” (GE II 2 27 b 39).51 Irónicamente, Hércules, que defiende la institu-


ción matrimonial del ataque de los centauros (GE II 2 17 b 11), atentará
contra esta institución en general y su matrimonio mismo en particular,
con consecuencias fatales para su propia vida.
Hay que notar asimismo otro rasgo en la conducta de Neso, la ven-
ganza, también prefigurada en los inicios mismos de la especie: “E este
gigante Exion era biuo avn estonçes, e principe muy poderoso, e muy
cruel, e muy fuerte; e touose por desonrrado e querantado mala mente
por aquellos del su linage que asi fueran vençidos” (GE II 2 18 b 23). Cruel,
fuerte, vengativo, Ixión es el modelo de su futura descendencia. Más espe-
cíficamente, tal como lo explica Eliade, una de las funciones de los mitos
es la de estipular modelos paradigmáticos de toda creación, acción y con-
ducta humanas y así, los centauros repiten el modelo arquetípico, aquella
“historia ejemplar” que tuvo lugar in illo tempore en los comienzos de su
estirpe.52
Y también debe recordarse que la naturaleza animal e “hipermascu-
lina” de Neso terminará por imponerse aun después de su muerte, víctima
de los flechazos de Hércules. Y es que su violencia no se manifiesta sola-
mente en su irreprimible sexualidad, sino también en el deseo de vengar
la derrota de los suyos en las bodas de Pirítoo;53 lo que se ha de cumplir
después de su muerte, como él mismo lo vaticina, para sí mismo y sin que
lo oiga Deyanira, en los últimos instantes de su vida: “Morre yo, mas non
syn vengança” (GE II 2 27 b 36 = Met. XII, 131: “neque enim moriemur
inulti”).54 Hércules, en efecto, morirá víctima de la sangre de Neso, enve-
nenada por las flechas del héroe:

51. Opinión que se corroborará páginas después: “E los gentiles, maguer que se casauan
en aquel tienpo, non auien ley de estar el varon con la muger nin ella con el sinon
quanto tienpo se pagasen el vno del otro, e mayor mientre los nobles. E avn esa su ley
que ellos tenien que fascas que non era ninguna cosa; e mandauales aver muchas mu-
geres. E tomo Ercules a donna Yolante [= Iole], maguer que su presa era, e caso con
ella” (GE II 2 39 a 45).
52. “Tout mythe, indépendamment de sa nature, énonce un événement qui a eu lieu in illo
tempore et constitue, de ce fait, un précédent exemplaire pour toutes les actions et ‘si-
tuations’ qui, par la suite, répéteront cet événement” (Eliade 1994:360). Euritoo, Neso,
los centauros, todos repiten el modelo “ejemplar” sentado por Ixión.
53. “E Neso queria mal a Ercules por lo que fi ziera a sus parientes, e tenie gelo guardado
si ora viese en que le pudiese fazer lo que le pesase en ello” (GE II 2 26 b 37; véase tam-
bién GE II 2 27 a 17).
54. Así recuerda los hechos Deyanira en la epístola que le envía a Hércules: “Mas quando
me vos encomendaste a Neso, el sagitario, a pasar del rio quando vos yuades de casa de
mio padre conmigo e me leuauades a vuestra tierra, e se yua conmigo aquel traydor e
le feristes vos con la vuestra saeta que enpoçonnarades vos en el venino de la serpiente
de Lerne, donde le salio tanta sangre por que cayo de muerte, dixo por que lo oyese
yo e murieses tu por esta razon si verdad es: ‘En esta mi sangre a muy grand fuerça de
cobrar amor’” (GE II 2 43 b 34) = “Nessus, ut est avidum percussus arundine pectus, /
‘Hic’ dixit ‘vires sanguis amoris habet’” (Her. IX, 161–162). Y Dante, al narrar el en-
cuentro con los centauros: “Quegli è Nesso, / che morì per la bella Deianira / e fe’ di
sé la vendetta elli stesso” (Infierno XII, 67–69). Deyanira recordará la muerte de Neso
Centauros Hispanomedievales 33

E deziendo esto [Hércules] metio mano al arco, e tirole vna saeta, e diole por
el costado çerca de la espalda, e echogela por los pechos. E pero que Neso era
muy grande, tamanna era el asta de la saeta de Ercules que de amas partes
paresçio mucho della. E tomola Neso e sacosela, e començo a salir mucha san-
gre de amas partes. E dizen que la sangre destos çentauros que era enpoçon-
nada como si fuese venino de serpiente. (GE II 2 27 b 15)55

Con esa sangre, Deyanira va a impregnar la camisa que, años después,


le entregará a su infiel marido, con la esperanza de recuperar el amor que
Hércules sentía por Iole, siguiendo precisamente los consejos del centauro
(GE II 2 28 a 1).56 Trágicamente, la esposa ejemplar se convertirá en el
inocente instrumento de la muerte de Hércules, víctima de la ponzoña
de sus propias flechas, todo lo contrario de Medea, agente consciente del
caos, y de Neso, miembro de una especie concebida simbólicamente en la
“tiniebla” y la “oscuridad”:
E Exion con la tiniebla de la nuue que se fazie muy escura, cuydando que
trauaua de donna Juno, trauo de vna de sus duennas que estauan con ella. E
dizen que fizo en aquella duenna el linage donde vinieron estos çentauros; e
salieron omnes muy ligeros, et muy fuertes e entendidos. (GE II 2 18 a 35)

Y otra vez la etimología alude a los orígenes de los centauros:


E avn fallamos que les dixeron este otro nonbre nubigenas, que es tanto
commo engendrados en nuve. E esto fue otrosi por razon de aquella seme-
jança de aquella nuue que dizen los gentiles que metio Juno entre si e Exion,
por do se defendio del, en cuya escuridad fueron fechos los çentauros. (GE II
2 18 b 9)57

en otros pasajes de su carta a Hércules: GE II 2 42 b 16 = Her. IX, 99–100; 43 a 30 =


Her. IX, 141–142. A ella se refirió también Lucano: “teque, per amnem / improbe Ler-
naeas vector passure sagittas” (DBC VI:391–392), a quien traduce así la estoria alfonsí:
“Et Anesso que paso por el rrio Aveno la rreyna Deyanjra & le mato Hercoles su ma-
rido por que cometiera de forçar la” (GE V, fol. 80r).
55. También Deyanira mencionará la muerte de Hércules varias veces en su epístola: GE II
2 43 a 34 (= Her. IX, 143–144), b 28; 44 a 31, b 7, 45 b 18. No siempre murió Neso como
consecuencia de las flechas envenenadas de Hércules: en el arte griego arcaico, éste lo
ataca con un garrote o una espada (Padgett 2003:25).
56. Así la engaña Neso: “En esta mi sangre yaze muy grand fuerça de amor [. . .] Mas si
tienes en que tomar della e si conteçiere que te dexe, con esta sangre faras oluidar las
otras [mujeres], e cobraras su amor, e lo tornaras a ty” (GE II 2 27 b 37; Las traquinias
569–577). Más sobre la camisa que Deyanira le ha de enviar a su marido puede leerse
en otro pasaje del relato alfonsí (GE II 2 40 a 19) y en la epístola que también le escribe
(GE II 43 b 47 = Her. IX, 163).
57. Para Deyanira, esposa ejemplar, virtuosa, casta, sumisa y “bien casada”, no obstante la
relación de su marido con su concubina Iole, véase GE II 2 28 a 3, 39 b 49, 41 a 20, a 40,
etc. En este sentido, se ha notado repetidamente la oposición entre Deyanira y Andró-
maca frente a Medea y Clitemnestra con respecto a la conducta que todas ellas asumen
ante las infidelidades de sus maridos, Hércules, Héctor, Jasón y Agamemnón, respec-
tivamente: véanse, por ejemplo, Barlow 1989:158; Hall 1997:108; Iriarte 2002:161–162;
Mimoso-Ruiz 1982:200–201; Segal 1986b:57–58 y Seidensticker 1995:160–164. Para las
Las traquinias y el tema de las “concubinas trágicas” en el teatro griego véase Foley
2001:87–105. Todo lo cual replantea otra vez el problema del matrimonio como uno de
34 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

“Entendidos” los llama la General Estoria, pero a ésto se limita toda


visión positiva de los centauros en la obra alfonsí. Todo su obrar, por el
contrario, los presenta como los agentes del caos y no sólo en sus accio-
nes, que con todo detalle exponen su naturaleza animal, sino también con
expresiones que, aun al pasar, la recuerdan con no menos claridad. Así,
cuando Hércules sube a Deyanira a cuestas de Neso para atravesar el río,
se dice que la puso “commo la pornie en vna bestia” (GE II 2 26 b 33): ¿De-
yanira monta en el lomo o en la espalda del centauro? Párrafos más ade-
lante, cuando Hércules ataca a Neso, se dice que una flecha le dio “por el
costado, çerca de la espalda” (GE II 2 27 b 16);58 pero su doble naturaleza
humana y equina le había sido enrostrada poco antes por el mismo Hér-
cules cuando lo acusa de ser de “dos formas” y, además, “desmesurado”
(GE II 2 27 a 43).
Es a esta doble condición a la que hay que volver una vez más para
concluir este estudio. Todo en el comportamiento de Ixión y de su descen-
dencia, de Eurito, de Neso y de los centauros, pertenece a la des-mesura
y al exceso. Aquí hay que recordar otra vez la “hipermasculinidad” que
los caracteriza, uno de los varios rasgos con que se manifiesta esa incli-
nación, en ellos natural e inscripta en los orígenes mismos de la especie,
a lo desmedido y lo inmoderado, al abuso y la extralimitación, al desmán
y al desafuero. Ebrios y bestiales, monstruos incluso —si se prefiere tra-
ducir así el término con que los designa Sófocles: qhvr—, incontrolables,
violentos contra los hombres en la guerra y en la paz contra las mujeres,
violadores de la amistad y la hospitalidad, movidos al adulterio y enemigos
del matrimonio, todo en ellos es fuerza bruta, sin normas sociales y sin
leyes (como también los describió Sófocles), agentes, en fin, de la barbarie,
del desorden, de la anarquía y del caos. Son los “centauros montaraces”
de Homero (Ilíada I, 268), los habitantes del mundo infernal de la Eneida:
“multaque preaterea uariarum monstra ferarum, / Centauri in foribus
stabulant . . .” (Conte 2009, VI:285–286) y de la Divina Comedia, las cria-
turas liminales en conflicto permanente con la pólis, la civilización y sus
instituciones.59

los fundamentos de la civilización griega frente a los centauros, las amazonas y otras
sociedades “bárbaras”.
58. “E diziendo esto metio mano al arco, e tirole vna saeta, e diole por el costado çerca de
la espalda, e echogela por los pechos” (GE II 2 27 b 15) = “ultima dicta / re probat et
missa fugientia terga sagitta / traicit; exstabat ferrum de pectore aduncum” (Met. IX,
126–128).
59. Para Dumézil (1929:171–172), el pasaje de la Eneida alude a una de las tres caracterís-
ticas típicas de los centauros, su relación con el mundo infernal y de los muertos y de
allí la frecuencia con que aparecen representados en sarcófagos y otros monumentos
funerarios; sobre este tema véase también Olmos Romera 1983:380–382. “As liminal
beings, half-horse, half-men, they tested the boundaries between man and beast, be-
tween nature and culture. In addition, they raised the question of male and female
difference, since their bodies and their behavior indicated that they were an exclu-
Centauros Hispanomedievales 35

Para concluir, hay que observar una notable inversión con respecto
tanto a la conducta de Hércules al regresar a su hogar en compañía de
Iole (Yole, Yola), cuanto a la representación de los centauros en otras ver-
siones de los mitos. Con relación al primero, Foley ha observado cómo
en Las traquinias de Sófocles (y en sus sucesores) el obrar de Hércules, al
perder el control sobre el erôs, borra los límites entre esposa y concubina,
reemplazando a una por la otra y sembrando así el caos en el óikos que
comparte con Deyanira y su hijo Hilo (Yloyolao en GE II 2 28 a 19), con re-
sultados tan desastrosos para todos: la muerte del héroe, abrasado por la
túnica envenenada de Neso, el suicidio de su esposa y el matrimonio que
Hércules le impone a su hijo con Iole (Foley 2001:95–97).60
Para seguir investigando. No sería prudente cerrar este artículo con
conclusiones que aspiren a ser más o menos definitivas. Y no lo pueden ser
porque el tema de los centauros es, como podrá haberse visto a lo largo de
estas páginas, sumamente complejo y con numerosas ramificaciones. En
efecto, toda una serie de cuestiones, algunas de ellas muy de actualidad,
se relacionan con estas criaturas, tales como los temas de las “fronteras”,
la “hibridación”, la concepción del sexo y el género, etc. Y asimismo, cabe
preguntarse en qué medida los centauros pueden recibir nuevas lecturas
e interpretaciones a partir de lo que hoy se llaman animal studies y, recí-
procamente, hasta qué punto esta disciplina (por llamarla de alguna ma-
nera) puede beneficiarse, o no, de un nuevo acercamiento a este tema y
enriquecerse con nuevos planteamientos. Ahora sólo cabe apuntarlo, pero
el lector interesado en internarse en este ya vasto campo de investigación
puede comenzar con la lectura del trabajo de Wolfe (2009) y de los doce
artículos que lo acompañan en el mismo número de PMLA, donde se han
de encontrar abundantes referencias bibliográficas y un resumen del es-

sively masculine species, doubly potent in possessing the sexual attributes of both hu-
man male and animal. There was no account of reproduction of the Centaur species.
They engaged in hunting, drinking, and fighting without any suggestion of domestic
life or of reproduction through female Centaurs, until quite late. Thus the myth is an
ideal one for reflection on the nature of human and animal, male and female” (du
Bois 1991:32). Lecouteux (1993:9–10, 87, 92 y 142) insiste varias veces en los monstruos
como agentes del desorden y del caos. Hay que recordar también aquí la “hipervirili-
dad” de los bárbaros, más específicamente los egipcios, en Las suplicantes de Esquilo
y Helena de Eurípides: “If a tragedy represents white men saving black women from
black men, as in Suppliants, or a white man saving a white woman from a black man, as
in Helen, a whole series of questions is raised concerned with national identity, includ-
ing those bound up with ethnicity, gender, and self-fashioning. Again, questions about
ethnicity, gender, and self-fashioning are raised when, in Suppliants and Helen, sensual
excess is displaced in such a way that Egyptian hypervirility demands the intervention
of Hellenic men” (Vasunia 2001:38).
60. Ovidio narra esta fase final de la vida de Hércules en Met. IX, 136–280 y Alfonso X en
GE II 2 44 a 21–46 a 19. La estoria alfonsí informa que Hércules se casó tres veces: “la
primera con Mera, la segunda con Dayanira, la terçera con donna Yolante [= Iole]”
(GE II 2 15 a 8).
36 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011

tado de la cuestión. La “construcción” de los animales por los humanos


(¿y viceversa?), las especificidades de los “animales humanos” y de los “ani-
males no humanos” (según la terminología de Wolfe), los animales como
“entidades materiales” y como “discursos”, cómo el humanismo los estudia
a partir de una perspectiva “antropocéntrica” y “antropomórfica”, negán-
doles o aceptándoles la capacidad de pensamiento y lenguaje, qué reno-
vación en estos estudios puede esperarse del llamado “posthumanismo”,
estos y otros problemas enumerados por Wolfe son algunos de los muchos
temas estudiados por esta rama de los “estudios culturales”. Quede para
futuras investigaciones decidir si corresponde releer los textos clásicos y
medievales que tratan de los centauros a la luz de estas interpretaciones y
propuestas y comprobar qué aportes unas y otras pueden hacerles a estos
estudios.
Y lo mismo con respecto a un tema constantemente aludido en este
trabajo, el de la violencia y, más específicamente, el de los conflictos que
provocan los hombres en su intento de apoderarse, y no sólo sexualmente,
de mujeres reclamadas o reivindicadas para sí por otros hombres: los cen-
tauros tratando de llevarse a Hipodamia y a las mujeres de los lapitas pre-
sentes en las bodas, Neso, intentando robarle Deyanira a Hércules. Este
tema ha sido recientemente replanteado, sobre nuevas bases y a propósito
del mundo homérico, por Gottschall (2008): no es éste el momento de re-
sumir sus planteamientos y propuestas, ni menos de abrir juicio sobre los
fundamentos últimos de unos y otras, pero sí sugerirles la lectura de esta
obra a quienes tengan interés en acercarse al tema de la violencia en los
poemas homéricos y quizá también en los textos hispanomedievales. Así,
por ejemplo, cabría interrogarse, a partir de Gottschall, si los centauros
no serían símbolos de los aspectos más “oscuros” de los hombres (¿inclui-
dos los medievales?) en lo que éstos tienen de más violentos e inclinados,
en feroz competencia entre ellos, por la posesión física de las mujeres.61 O,
por otro lado, preguntarse con Padgett si en la naturaleza ambivalente de
los centauros se puede encontrar la “clave del alma griega” o si son ellos
los portadores de los valores aristocráticos de una época pretérita ¿y no
sólo griega, sino también hispanomedieval?62 El mito de los centauros, en

61. “In short, the principal hazards facing Homeric women stemmed from the darker as-
pects of Homeric men: their propensities for violence, and for promiscuous and coer-
cive sexual activity” (Gottschall 2008:102).
62. “Half horse and half man, they stand —like humanity itself— with legs in two worlds,
between the rough freedom of nature and the reasoned ascent that is human culture.
In their ambivalent characters lies a key to the Greek soul, and by examining their
role in early Greek art, we may find clues both to their essential meaning and to their
particular significance in Greek culture” (Padgett 2003:5); Padgett concluye su estudio
con otra hipótesis: “In the plains of Thessaly and Euboia, where a man’s horses defined
his worth, centaurs may have been bearers of aristocratic values. The heroes of legend
needed worthy foes, otherworldly creatures endowed with preternatural power. Their
initial form suggested by foreign models, the centaurs rapidly took their place in the
Centauros Hispanomedievales 37

sus versiones antiguas y en las de sus continuadores medievales, y tal como


lo hace Homero en la Ilíada y en la Odisea (Gottschall 2008:161), ¿“antropo-
morfiza” a los animales y “zoomorfiza” a los humanos? En fin, ¿se podrían
extrapolar todas estas propuestas a la Edad Media europea y española?
Y, volviendo al comienzo de este artículo, habría que recordar también
que en el libro que Salisbury les dedica a los animales en la Edad Media,
si la introducción se titula “¿qué es un animal”?, la conclusión acaba por
plantearse la pregunta “¿qué es un ser humano?”. Y, en definitiva, el mito
de los centauros plantearía, una vez más, el conflicto que, desde el mundo
antiguo, llega hasta el presente entre naturaleza y cultura.63

Aníbal A. Biglieri
University of Kentucky

Ediciones
CT : Crónica troiana Lorenzo 1985
Dante Alighieri, Infierno Chiappelli 1965
DBC: Lucano, De bello civili Shackleton Bailey 1988
EE: Estoria de Espanna Menéndez Pidal 1979
Fisiólogo Guglielmi 1971
GE I: General Estoria, Primera parte Solalinde1930
GE II: General Estoria, Segunda parte Solalinde et alii 1957, 1961
GE V: General Estoria, Quinta parte Kasten et alii 1997
Her.: Epistulae Heroidum Henricus Dörrie 1971
HTPV: Historia troyana en prosa y verso Menéndez Pidal 1976
Ilíada Segalá y Estalella 1983
Infierno Chiappelli 1965
don Juan Manuel: Libro del caballero . . . Blecua 1982–1983
LA: Libro de Alexandre Casas Rigall 2007
Levitico Biblia sacra 1965
LM: Liber monstrorum . . . Bologna 1977
LT: Brunetto Latini, Libro del tesoro Baldwin 1989
Met.: Metamorphoses Tarrant 2004
Odisea Segalá y Estalella 1983
Píndaro: Odas y fragmentos Ortega y García Gual 1984
Plinio: Histoire naturelle Schilling 1977

renewed figural imagery of Iron Age Greece, slipping into established narratives and
inspiring new tales of courage, hubris, and violent desire” (Padgett 2003:27).
63. “A través de este personaje híbrido los griegos quisieron superar la profunda e insalva-
ble contradicción entre la naturaleza (la hybris, el exceso) y el mundo civilizador de las
normas, de la medida, del nómos. Ello llevó a la plasmación mítica del centauro sabio
y educador (Quirón) y del centauro hospitalario, temeroso de las leyes de los dioses
(Pholos). Pero, por otro lado, surgió la vertiente desbordada de los centauros amantes
del vino, de la soberbia y de la hybris, de los centauros que, como los sátiros, raptan a
la mujer por lascivia (Neso; episodio de los centauros y las mujeres lapitas, etc.) y que,
vinculados a la selva, combaten en su primariedad con ramas y con rocas” (Olmos Ro-
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