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“Et surtout, notre conception des Centaures comme monstres-masques de fin d’hiver
rend compte aussi de deux autres singularités de ces êtres: la multiplicité de leur for-
mes animales; l’ambiguïté de leur caractère, tantôt favorable, tantôt funeste” (174).
2. Para los primeros Padres véase Salisbury 1994:112–114; para San Agustín: 1 y 148 y
para Santo Tomás: 134. “Cum omni pecore non coibis, nec maculaberis cum eo. Mu-
lier non succumbet iumento, nec miscebitur ei: quia scelus est” (Levítico 18:23); “Leges
meas custodite. Iumentum tuum non facies coire cum alterius generis animantibus.
Agrum tuum non seres diverso semine. Veste, quae ex duobus texta est, non indueris”
(Levítico 19:19).
3. Para las teorías, en el siglo XIII, sobre el comportamiento “inteligente” de los ani-
males, su (in)capacidad de raciocinio (ratio) y de concebir universales, véase todo el
estudio de Sobol 1993, quien, a partir de Aristóteles, examina la recepción de su pen-
samiento entre los árabes (Avicena, Alhazen) y las nuevas formulaciones y propuestas
de John Blund, Roger Bacon, San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino.
4. “By the late Middle Ages, the animal that prowls within each of us became increasin-
gly evident. Thinkers moved more closely to the Greco-Roman view that saw humans
along a continuum with animals, with the potential of lowering themselves to the bes-
Centauros Hispanomedievales 11
tial level by their actions. This view that we can see emerging in the twelfth century
dominated Renaissance thought. Yet, the Christian Middle Ages never fully embraced
this attitude, however” (Salisbury 1994:167). La coexistencia entre ambas ideas, si no
su conflicto, puede apreciarse claramente, por ejemplo, en el Libro del cauallero et del es-
cudero de Don Juan Manuel: “animal mortal razonal” (1982–1983, I:79), el ser humano
está dotado de razón, de la que ciertamente están desprovistos los animales; sin em-
bargo, páginas más adelante, todavía insistiendo en esta diferencia, se entrevé la po-
sibilidad de que exista una jerarquía entre todos los seres vivientes, dispuestos ahora
según una escala continua con los hombres en la cima y el reino vegetal en la base: “Et,
fijo, todas estas bestias son animalias et son entre los omnes et los arboles et las plan-
tas. Ca las animalias cresçen et mantienen se asi commo los arboles et las plantas, et an
mas que ellos: que sienten et que engendran; et an menos que los omnes la racion. Et
segund el mi poco saber, tengo que en esta manera son las vestias” (1982, I:89). En tér-
minos aristotélico-medievales, plantas, animales y humanos comparten las facultades
vegetativas; las sensitivas son propias de los animales y los humanos y solamente a estos
últimos les pertenecen las facultades intelectivas: véase Sobol 1993:109–110.
5. Para la idea del microcosmos en la literatura española medieval véase el estudio de
Rico 1970; para don Juan Manuel véase Blecua 1982–1983, I:85–90.
6. Es ésta una de las tres características más típicas de los centauros según Dumézil
(1929:170–171): provenir del mundo salvaje de la naturaleza.
7. Para esta oposición véase, por ejemplo, Kirk 1970:155–162 y Lecouteux 1993:159–160,
quien resume así la cuestión: “Centaures: ils sont connus sous deux aspects. L’un, po-
sitif, est l’écho de l’histoire de Chiron, le précepteur d’Achille, excellent archer, mu-
sician accompli, joueur d’échecs et habitant le mont Péléon; l’autre, negative, a pour
source les récits de la guerre des Lapithes contre les Centaures. Les écrivains ont tenté
d’expliquer et de justifier leur existence. Selon Servius, il s’agit à l’origine d’un cavalier
thessalien aperçu au moment où, entré dans l’eau d’un fleuve, il abreuvait sa monture.
Pour Galien, ils sont le fruit d’un accouplement contre nature. Selon les Trois Mytho-
graphes du Vatican, ils naquirent des amours d’Ixion”. Y si los centauros obran sin res-
peto por ninguna ley ni sentido de la justicia, Homero llamará a Quirón, en completa
antítesis, el más justo de los centauros (Ilíada “ dikaiovtatoı Kentauvrwn” XI, 832);
véanse también los comentarios de Benton 1992:25-26, Blanckenhagen 1987:87–89 y
Padgett 2003:17–20. A diferencia de los otros centauros, Quirón era hijo de Cronos.
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las que tradicionalmente se los asocian con las amazonas cuanto por las
que también se les deben atribuir con algunas razas monstruosas.10 Pero
mientras la hibridez de las amazonas queda comprendida dentro de los
límites de lo humano y la de las razas plinianas presenta casos más pro-
blemáticos, en una frontera muchas veces indecisa entre las especies, la de
los centauros, en cambio, las trasciende, llamando la atención ante todo
sobre las relaciones entre sus dos naturalezas, humana y equina.11 Más es-
pecíficamente, la existencia de los centauros replantea aún más aguda-
reptil), sirena (pájaro + mujer), grifo (león + águila) y centauro (caballo + hombre)
(Benton 1992:21–23).
10. El título del libro de du Bois lo hace explícito, pero no es la única en haber insis-
tido en las semejanzas entre centauros y amazonas: véase Tyrrell 1986:20 y 82. Esta
relación fue establecida ya en el Partenón, con el agregado de un tercer elemento,
el mundo oriental: “Las espléndidas metopas del Partenón proporcionan el equiva-
lente iconográfico de esta polarización de conceptos: la Centauromaquia muestra el
combate de los lápitas contra lo animal y lo salvaje; la Amazonomaquia representa
la batalla del hombre griego contra el principio femenino en rebeldía; y, en tercer
lugar, la representación del saqueo de Troya muestra la primera gran victoria sobre la
barbarie asiática. En todos estos casos, el orden impuesto por los tres principios que
califican al ideal termina por imponerse definitivamente, y así el Partenón, construido
tras el triunfo sobre los Persas, se lo anuncia orgullosamente al mundo” (Sala Rose
2002:293); véanse también Barron 1972:31; Brommer 1967, I:228–238 y II, láminas
149–239; du Bois 1991:56 y 66-68. En un friso del templo de Apolo en Bassae (Arcadia,
siglo V a.C.) se ven las imágenes de los combates entre centauros y lapitas, y griegos y
amazonas (Barron 1972:31) y lo mismo en una crátera (ca. 460 a.C.), que representa,
en el cuerpo, la batalla entre griegos y amazonas (vestidas a la usanza persa) y, en el
cuello, la lucha entre lapitas y centauros (Beard 1991:32–33). En el arte griego, gigan-
tes, centauros y amazonas servirían de “sustitutos alegóricos” de los pueblos bárbaros
(Coleman 1997:194) y de allí que, a estas criaturas míticas, se les haya sumado también
a los persas (Nippel 2002:291, nota 110 y Padgett 2003:17). Para los centauros en el
arte medieval véanse, entre otros, Benton 1992:24–30, Klingender 1971:578, “Index of
Animals”, s.v. centaur, y Rowland 1973:53–54 y especialmente las copiosas referencias
a las imágenes en los márgenes de manuscritos góticos en Randall 1966:76-79, “In-
dex of Subjects”, s.v. centaur. De particular interés iconográfico son las láminas 77: un
caballero-centauro ataca a un monstruo de cinco cabezas; 387: un centauro dispara
sus flechas; 550: centauro como clérigo; 557: centauro con salterio y 582: centauro con
chirimías. Los centauros (“quid monstruosi centauri?”) figuran en la lista de las imáge-
nes escultóricas de los claustros de los monasterios cluniacenses denunciadas por San
Bernardo: véanse Bovey 2002:42–43; Camille 1982:58–62; Klingender 1971:335–336 y
433; Pânzaru 2006; Randall 1966:3–5; Shapiro 1977:6–10, para el pasaje pertinente de
San Bernardo (Apologia ad Guillelmum Sancti Theoderici Abbatem, 1125) y otras reaccio-
nes semejantes. Para los centauros, monstruos e híbridos en el contexto general de la
obra de San Bernardo y del siglo XII, véase Bynum 2005:113–162. Roger II de Sicilia
hizo pintar centauros en las paredes de su cámara (Zumthor 1993:269).
11. A propósito de la literatura medieval (Perceval, Lancelot, Gauvain), Zumthor
(1993:179) observa cómo se borra la frontera entre el caballo y el caballero que lo
monta, como sucede con los centauros. Y con respecto a los animales representados
en los márgenes de los manuscritos góticos de los siglos XIII a XV, nota Salisbury
(1994:135) que los ejemplos más comunes de seres mitad humanos y mitad animales,
además de los centauros, eran los monos y los hombres salvajes. La lista de especies
híbridas, por supuesto, es muy extensa y a ella pertenecen, por citar un ejemplo más,
aquellos “ypotames” de Bakeria (Bactria) mencionados por Mandevilla, que “son me-
dio hombre et media bestia et comen las gentes quando eillos las pueden auer” (Rodrí-
guez Temperley 2005:138).
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mente los problemas, que en el fondo son uno solo, de fijar límites claros
entre las especies y establecer definiciones precisas para cada una de ellas.
Ambos problemas ya se hallan, por ejemplo, en los hipocentauros del Li-
ber monstrorum, que los describe de naturaleza híbrida, de cabeza animal,
pero también humana, y como seres que pueden empezar a hablar, pero
sin lograrlo plenamente:
Hippocentauri equorum et hominum habent conmixtam naturam, et more
ferarum sunt capite setoso, sed ex parte aliqua humanae normae simillimo,
quo possunt incipere loqui: sed insueta labia humanae locutioni nullam in
verba vocem distinguunt. (LM I, 7)12
12. Por su combinación de formas animales, los centauros se pueden asociar también con
la Esfinge, el Minotauro y los sátiros (Williams 1996:179–183); la relación entre centau-
ros y sátiros fue indicada también por Olmos Romera 1983:381–385 y Padgett 2003:4 y
mucho antes también por Dumézil (1929:169–170). Para la creencia en la existencia de
los centauros entre los griegos y en especial para la actitud de Galeno frente a este pro-
blema véase Veyne 1983:65–67. Para Cohen 2000:6–7, las criaturas híbridas resisten
todo intento de estructuración sistemática y clasificación y, debido a su “liminalidad
ontológica”, exigen una revisión radical de los conceptos de “límite” y “normalidad”.
El Liber monstrorum incluye también a los onocentauros, híbridos de humanos y asnos:
“Onocentauri corpora hominum rationabilia habere videntur usque ad umbilicum,
et inferior pars corporis in Onagrorum setosa turpitudine describitur. Quis sic diver-
sorum generum varia naturaliter coniungit Natura” (LM I, 10). En esta obra, los seres
híbridos quedan excluidos de la humanidad: “Hybrids, on the other hand, are usually
shown clearly to be not human, precisely because their association with the animal
world precludes their membership in the human race” (Verner 2005:106), tal como les
sucede a los cinocéfalos. Por su parte, Strickland (2003:8–9 y 42) inicia su estudio con la
premisa de que la representación de las razas plinianas y los demonios fue crucial para
el desarrollo posterior de las imágenes literarias y artísticas de etíopes, judíos, musul-
manes, mongoles y otros grupos marginados de la sociedad.
13. HTPV 315–318, SHT 120–121 y 194–198, VRT 142–145 = CT 398–401: Sagitario; GE II
2 15 b 2–19 a 24: lucha entre lapitas y centauros (que corresponde al relato de las Meta-
morfosis XII, 210–535) y 26 a 31–28 a 19: Neso, Hércules y su esposa, Deyanira (= Met.
IX, 103–133). Los paralelos con Ovidio se han de indicar en cada caso, pero quede
para otro estudio la comparación y el análisis de la reelaboración a que la estoria al-
fonsí somete a su fuente.
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14. Para Lucrecio, en su De rerum natura la percepción de los centauros y de otros seres
semejantes se debe a un engaño de los sentidos o ilusión óptica, más específicamente,
la combinación accidental de imágenes mentales que no corresponden a una realidad
dada (Rouse 1977, IV:732–743); tampoco puede concebirse la existencia de estas cria-
turas de dos naturalezas y de cualidades y capacidades tan divergentes e incompatibles
y con ritmos de crecimiento tan dispares como para poder darse en un mismo ser
(V, 878–891); véanse Benton 1992:26 y Demats 1973:13. Por otro lado, en favor de su
existencia, Plinio aduce los testimonios de Claudio sobre un hipocentauro de Tesalia,
nacido y muerto en un día, y de él mismo (“uidimus”), al referirse a uno enviado al em-
perador desde Egipto y conservado en miel: “Claudius Caesar scribit hippocentaurum
in Thessalia natum eodem die interisse, et nos principatu eius adlatum illi ex Aegypto
in melle uidimus” (Schilling 1977, VII:35; véase Healy 1999:56). “Many have suggested
these hybrid creatures resulted from a misunderstanding of the mounted horsemen
who spread rapidly across the Eurasian steppe late in the second millennium B.C.,
when horseriding came into vogue. Some nomadic riders seldom dismount, as if per-
manently attached to their horses. We need only lose the ‘as if’ to restructure our idea
of them into creatures born as hybrids” (Barber y Barber 2004:147); “Pour passer du
mythe à l’histoire, il suffira donc de rectifier des erreurs, qui sont souvent de simples
confusions de mots. Les Centaures dont parlent les poètes sont impossibles, car, si des
êtres hybrides avaient existé, il y en aurait encore aujourd’hui; un instant de réflexion
permet de voir d’où est sortie la légende: pour tuer des taureaux sauvages, quelqu’un
inventa de monter à cheval et les percer d’un javelot (kentô)” (Veyne 1983:77). Para los
orígenes de los centauros y de su nombre y para una revisión de las teorías del mito,
véase Kirk 1970:152–162, quien concluye que, con toda probabilidad, se trata de una
creación específicamente griega: “Much remains uncertain; but whichever choice is
made (Neolithic influence of Proto-Greeks in the Balkans, or Greek imaginative deve-
lopment of Asiatic horses late in the second millennium), Centaurs in their developed
mythical form look like a peculiarly Greek phenomenon —and there are few other
parts of Greek mythology of which that can be said” (1970:157). Mas indicaciones so-
bre el probable origen babilónico de los centauros y su transmisión al mundo griego se
encuentran en Kollmann 1987:225–227; por su parte, Padgett 2003:5–9 se muestra es-
céptico frente a los orígenes de los centauros en el Cercano Oriente (con Chipre como
intermediario) ante la falta de correspondencias exactas en la iconografía de ambas
regiones. El centauro-arquero corresponde al Sagitario del Zodíaco: sobre su origen
véanse Dumézil 1929:173–174 y Padgett 2003:6.
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15. En español, la ortografia vacila entre lápitas y lapitas: aquí se prefiere esta segunda
forma, de acuerdo con su etimología, lapivqai. Para las varias etimologías propuestas
para centauro véanse Kollmann 1987:229 y Padgett 2003:14. El texto alude a los dos-
cientos caballeros ordenados por Alfonso X en Sevilla, en el año 1253, con el fin de
custodiar la tumba de su padre, Fernando III (Gómez Redondo 1998, I:691).
16. “E los çentauros non se me pudieron defender” (GE II 2 45 a 5) = “nec mihi Centauri
potuere resistere” (Met. IX, 191). Así se narra la intervención de Hércules en la lucha
contra los centauros: “E en esto salio Ercules a ellos con el su arco et con la su porra; e
los golpes e la mortandad que en ellos fi zo serie mucho de contar. E nunca quedo de
ferir en ellos fasta que mato los mas, e segudo los otros; e los otros le tollio la noche. E
fi zo ayuntar las duennas, e venir a su talamo, e conplir su boda e sus onrras. Pero que
en aquella mortandad no podie aver el alegria que ouieran de otra guisa; ca maguer
vençio Ercules, muchos murieron y de los lafitas que eran de la parte de Piriteo” (GE
II 2 17 b 5). Para este combate en el arte griego véase Padgett 2003:22–23 y Padgett
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Diz el cuento que este Sagitario era del ombligo a fondon todo fechura de
cauallo. Et era tant ligero et tant corredor que non a cosa quel fuyesse, njn
otra quel alcançasse. Et del ombligo a çima en el cuerpo et en los braços et en
el rostro, todo auya fechura de omne. (VRT 142 = CT 398)20
19. Menciones de Palefato se encuentran también en GE II 1, 294 b 25, 305 b 11, 319 a 14,
19, 325 a 39 y, en relación con los centauros, 387 a 37: “Andados xxxviij annos dell sen-
norio de Gedeon, assi como cuenta Palephato, las lauffitas e los centabros, caualleros
muy nobles de Tesalia, fueron en este tienpo del acabamiento de Gedeon, juez de Isra-
hel”. También se refiere a este autor Paulo Orosio (Arnaud-Lindet 1990–1991, I:13, 3):
“Isdem diebus Lapithae et Thessali famosis nimium certauere conflictibus; sed Thes-
salos Palefatus in libro primo Incredibilium prodit ipsos a Lapithis creditos dictosque
fuisse Centauros eo, quod discurrentes in bello equites ueluti unum corpus equorum
et hominum uiderentur”. “This is actually a very old method of analysis, known as ra-
tionalism, familiar from the Classical period. Rationalism’s most masterful proponent
was Palaephatus, who in the fourth century B.C. made one of the earliest attempts to
debunk the existence of various mythological creatures in his treatise, On Unbelievable
Tales. In this work, Palaephatus rationalizes such creatures as the centaurs, the Ama-
zons, Pegasus, and Scylla, by attributing their ‘existence’ to a pun, a misunderstanding
of a name, or a misreading of a physical form. Believers in the subsequently discredi-
ted creatures are inevitably characterized as feeble-minded” (Gravestock 1999:121).
20. “Dès le nombril enjusqu’a val / Ot cors e forme de cheval. / Il n’est rien nule, si’il
vouisist, / Que d’isnelece l’atainsist. / Cors, braz et chiere aveit semblanz / as noz,
mais n’ert mie avenanz” (RT 12355-12360). Para la doble naturaleza de los centauros
y su representación en el arte griego véanse Dumézil 1929:167–168, Kirk 1970:154 y
160, Padgett 2003:11 y Woodford 1993:27–28, quien describe así los dos tipos más co-
munes: “either as human down to the waist and below that, horse [como el Sagitario y
los centauros de Ovidio: Met. XII, 397–400] or as fully human in front, with the horse
part attached behind the buttocks. The former type seems more ‘natural’, if one can
say such a thing about a composite monster”; al segundo tipo, corresponde, por citar
un solo ejemplo del mundo ibérico, el Centauro de Royos, en el Museo Arqueológico
Nacional de Madrid (Cabrera Bonet y Sánchez Fernández 1998:259, Padgett 2003:12
y Padgett et alii 2003:162–163). En el pecho (‘petto’) es donde se unen las dos natu-
ralezas del centauro: “dove le due nature son consorti” (Dante, Infierno XII, 84). A
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estos dos tipos se les agregaría uno más, intermedio, de seis pies, resultado de la jux-
taposición del cuerpo de un caballo al de un hombre (Dumézil 1929:168). Además de
los centauros, hay que recordar a los onocentauros, o combinación de hombre y asno
(Fisiólogo XV), los hipocentauros, cuya parte animal no siempre es clara en las represen-
taciones artísticas, y los centauros bovinos, que tienen las pezuñas hendidas; entre los
mismos centauros equinos, pueden distinguirse todavía el hombre hipópodo y el caballo
androcéfalo: véanse estas indicaciones de Guglielmi (1971:91, nota 87) a su edición del
Fisiólogo y Dumézil 1929:174–175. San Isidoro de Sevilla (Lindsay 1971, XI:iii, 39) había
ya dictaminado: “Onocentaurum autem vocari eo quod media hominis specie, media
asini esse dicatur; sicut et Hippocentauri, quod equorum hominumque in eis natura
coniuncta fuisse putatur”.
21. La asociación de los centauros con las razas plinianas viene de larga data: se los ve, por
ejemplo, en la misma página de un manuscrito del siglo XI de De Universo de Rabano
Mauro (Friedman 2000:133) y en una representación en marfil del siglo IX de Tours,
Adán y Eva están en el Edén junto con varios animales y monstruos, entre ellos cinocéfa-
los, satiros, sirenas y centauros (Klingender 1971:170).
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22. La misma descripción se puede deducir en la Historia troyana en prosa y verso, a pe-
sar de la interrupción del manuscrito: “E desy dexauan cresçer las baruas e los ca-
bellos, e cobrianse todos con ellos, e non auian cuydado de otras vestiduras e [. . .]”
(HTPV 316). Por el contrario, Quirón, el centauro humano y civilizado, aparecerá en
la iconografía griega vestido como un hombre: véase Padgett 2003:18 y Padgett et alii
2003:200–209.
23. Como animales velludos o peludos los había descripto Homero (Ilíada II, 743) y así
aparece ya representado en una estatuilla de Atica de ca. 530 AC (Padgett 2003:14 y
Padgett et alii 2003:158–161).
Centauros Hispanomedievales 21
196, RT 12425–12426, VRT 143 = CT 400); al igual que otras razas plinia-
nas, inspiraba un profundo terror entre quienes llegaban a verlo: “E era
tan brauo e tan dubdoso e tan espantoso que non ha omne en el mundo
que le viese que del non ouiese grand pauor e espanto”, dicen las Sumas
de historia troyana (SHT 195), y, con exactamente las mismas palabras, lo
describen otras dos obras del ciclo troyano (VRT 142 = CT 399).24 Y es que
no se trata solamente de la fealdad que los centauros compartían con al-
gunas razas plinianas —los egipcianos, “fechos, segund dize Plinio, como
las ymagenes de la pintura antigua e fea” (GE I 311 b 41), o los mirminos,
“onbres muy feos” (HTPV 383), para citar sólo dos casos—, sino más aún
el verdadero pavor que pueden llegar a provocar en sus enemigos, como
sucedía con los hunos, “feos et espantosos de uista” (EE 226 b 13), los çi-
nopes y los blemnios, ambas especies “muy espantables” (SM 61), y aquella
otra raza de la India, también mencionada en la Semeiança del mundo, de
cuerpos amarillos y cubiertos de cerdas retorcidas, de cabeza y boca enor-
mes, de cuernos y de piel tan dura que era impenetrable incluso al mismo
hierro (SM 61).
Aunque quede sin resolver el verdadero carácter de los centauros, es
decir, que se los considere completamente humanos o como una especie
híbrida, todas las descripciones recogidas hasta ahora concurren en una
serie de rasgos que los aproximan tanto a los animales como a las razas
plinianas: con las bestias comparten, obviamente, algunas características
de los caballos (la velocidad, los relinchos, la espuma de la boca) y con las
sociedades plinianas, la desnudez y vellosidad del cuerpo, la carencia de
lenguaje y el espanto y pavor que pueden provocar la fealdad de sus ros-
tros y la esquividad de su aspecto.25
Centauros contra lapitas. Al igual que las amazonas, los centauros,
criaturas de los “extremos”, constituyen una grave amenaza contra el
orden establecido en el “centro”: situados en los límites entre los sexos
(masculino / femenino), las especies (humana / animal), las culturas
(civilización / barbarie), unas y otros pueden irrumpir violentamente en
el mundo civilizado, quebrantando sus normas morales y jurídicas y po-
niendo en peligro sus instituciones.26 Así lo hacen los caballeros armados:
“E [an]duan estos çient caualleros por toda Greçia, e trastornauan grand
tierra en poca sazon d[estru]yendo e faziendo por ella lo que querien, que
24. Y en el Roman de Troie: “Tant par aveit la chiere orrible, / Soz ciel n’a nule rien qui vive
/ Que de lui ne preïst freor” (12369–12371).
25. La animalidad de los centauros fue afirmada ya por Homero en la Ilíada I, 268 y II,
743, donde se refiere a ellos con derivados de qhvr, “animal”, “fiera”, “monstruo”. “Mon-
taraces” e “hirsutos”, así traduce Segalá y Estalella (1983:44 y 71) ambos términos.
26. Sobre estas ideas véanse du Bois 1991:27–32 y 66–71. Justamente, Dante y Virgilio en-
cuentran a los centauros en el séptimo círculo, el de los violentos contra el prójimo
(Infierno, XII, 55–139), donde los recibe otro ser híbrido, el Minotauro, mitad hombre,
mitad toro y consumido por la ira: véanse Kollmann 1987:233–234 y Tardonato Faliere
2006:371–373.
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27. Para la distinción entre violencia humana, “lógica”, y animal, irracional, véase Salis-
bury 1994:5. Sin embargo, su hibridismo plantearía un interesante problema de lími-
tes: afirma Williams (1996:137 y 140) que la combinación de una cabeza humana y un
cuerpo animal conserva el uso de la razón y, a la inversa, en un cuerpo humano con
cabeza animal predomina la naturaleza bestial. Así, los centauros (“humanos defor-
mados”) serían más racionales que los cinocéfalos (“animales deformados”), afirmación
que no podría confirmarse en todos los casos. Williams (1996:182) observa también
que la iconografía del centauro (mitad hombre, mitad animal) corresponde a la ten-
sión de la psiquis humana, dividida entre las fuerzas del intelecto y del instinto.
28. “ dufuã t “vameikton Ôippobavnoma strato;nÉqhrw`n, uJbristhvn, a“nomon, uJpɛ́rocon bivan”
(Las traquinias, 1095-1096 [Dawe 1979]).
29. “ tetraskelɛ́ı q j u{brisma kentanvrwn gɛ́noı” (Hércules, l. 181 [Diggle 1981]).
30. Hay en la Antigüedad dos tradiciones divergentes en relación con los centauros (Ba-
rron 1972:25–26 y 30–31; Kollmann 1987:231–232): en la versión arcaica, sólo Eurito va
a las bodas de Pirítoo e Hipodamia y de allí será expulsado por sus excesos cometidos
bajo los efectos del vino, tal como lo narra Homero: “El vino dañó al ínclito centauro
Euritón, cuando fue al país de los lápitas y se halló en el palacio del magnánimo Pi-
rítoo. Tan luego como tuvo la razón ofuscada por el vino, enloquecido, llevó al cabo
perversas acciones en la morada de Pirítoo; los héroes, poseídos de dolor, se arrojaron
sobre él, y arrastrándolo hacia la puerta le cortaron con el cruel bronce orejas y nari-
ces; y así se fue, con la inteligencia perturbada y sufriendo el castigo de su falta con su
ánimo demente. Tal origen tuvo la contienda de los centauros con los hombres; mas
Centauros Hispanomedievales 23
aquél fue quien primero se atrajo el infortunio por haberse llenado de vino” (Odisea
XXI, 295–304; traducción de Segalá y Estalella 1983:302–303). La centauromaquia
tendrá lugar meses después de este episodio, cuando los centauros busquen la ven-
ganza por la afrenta sufrida por Eurito. Según la otra versión, fueron invitados Eurito
y un contingente numeroso de centauros y el combate tendrá lugar durante la boda.
En una combinación de ambas tradiciones, la lucha empieza allí pero se continúa a
campo abierto: es la versión que sigue Ovidio y se continuará en Alfonso X. En efecto,
la lucha comienza en la sala del banquete, empleándose como armas y proyectiles todo
objeto que estuviera al alcance de los contendientes: “E diziendo estas palauras, fue
[Teseo] e tirolos todos aparte, e echo mano de la duenna [Hipodamia] por toller gela.
E Eurito non le dixo nada, mas fue a el a manos, e quisolo ferir en la cara, e diol en
los pechos. E estonçes se boluieron todas las conpannas, e demandaron todos armas
a grand priesa; e fasta que les llegaron, ferianse con que quier que fallauan. E ma-
tauanse fiera mente de ambas partes” (GE II 2 16 b 46); la refriega se traslada acto
seguido a las afueras: “E en todo esto salieron fuera de la villa” (GE II 2 17 a 8), donde
ahora sí se peleará con armas (GE II 2 17 a 18), si bien los centauros echarán mano a
los árboles del lugar para sepultar bajo su peso a Caeneo (GE II 2 17 a 43). Hércules,
armado de su arco y su garrote (‘porra’) acabará por decidir la lucha en favor de los
lapitas (GE II 2 17 b 5). El empleo de ramas de árboles como armas (y con las cuales
se los puede ver representados también en la iconografía: Olmos Romera 1983:378)
confirma el carácter salvaje de los centauros (Dumézil 1929:171).
31. Con versos omitidos en la traducción alfonsí, había dicho Ovidio: “‘heu dedecus in-
gens!’ / Monychus exclamat ‘populus superamur ab uno / uixque uiro; quamquam
ille uir est, nos segnibus actis / quod fuit ille, sumus. quid membra immania prosunt,
/ quid geminae uires et quod fortissimo rerum / in nobis duplex natura animalia
iunxit? / nec nos matre dea nec nos Ixione natos / esse reor, qui tantus era, Iunonis
ut altae / spem caperet; nos semimari superamur ab hoste’” (Met. XII, 498–506). En el
relato de las Sumas de historia troyana, el centauro (allí llamado Satalion) omite la refe-
rencia a la doble naturaleza de su especie, pero agrega que éstos e Ixión “a los dioses
pusieron espanto” (SHT 121).
24 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011
32. Más extensamente narrado en las Metamorfosis: “dixit et insane deiectam uiribus Aus-
tri / forte trabem nactus ualidum coniecit in hostem / exemplumque fuit; paruoque
in tempore nudus / arboris Othrys erat, nec habebat Pelion umbras. / obrutus im-
mani cumulo sub pondere Caeneus / aestuat arboreo congestaque robora duris / fert
umeris; sed enim postquam super ora caputque / creuit onus neque habet quas ducat
spiritus auras, / deficit interdum, modo se super aera frustra / tollere conatur iactas-
que euoluere siluas, / interdumque mouet, ueluti, quam cernimus, ecce, / ardua si
terra quatiatur motibus Ide” (Met. XII, 510–521). Versión parecida a la de la General
Estoria se lee en las Sumas de historia troyana (SHT 121). Sobre Caeneo véase Dumézil
1929:179–181 y sobre su muerte en la iconografía griega véase Padgett 2003:15–16.
33. “As liminal characters, the Centaurs may be understood most fully if their sexual na-
ture is taken into account. They are not simply nature spirits, or river creatures, but
also hybrid monsters whose existence in myth permitted speculation about boundaries
and kinds. The Centaurs formed an asymmetrical, overly masculine, violently bestial
alternative to the norm of what was seen by the Greeks as human culture. They were
hyper-masculine, the violence and sexuality of horses was super-added to human viri-
lity in their bodies” (du Bois 1991:31); para lo “hipermasculino” como característica de
lo monstruoso véase también McAvoy 2003:66–67.
34. En el Fisiólogo (xv) y los bestiarios medievales aparecen a menudo asociados verbal y/o
visualmente los centauros y las sirenas: además de compartir una misma condición
híbrida y de estar gobernados más por los instintos de su mitad animal que por la
razón de su parte humana, ambas especies encarnan en la Edad Media los pecados
de soberbia y lujuria: véanse los comentarios de Baxter (1998:35–36, 43 y 131), Bovey
(2002:25–27), Camille (1982:19) y Hassig (1995:105–106 y 113 y figuras 105 y 106). Para
las iluminaciones de los bestiarios véase Bovey 2002:21–27.
Centauros Hispanomedievales 25
[= Hipodamia], tanto se pago della que por poco estido que la non fue
luego tomar por fuerça” (GE II 2 16 b 2);35 trama luego con los suyos el
rapto de ella y de las otras mujeres —“E apartose con sus conpanneros, e
fablaron que yantasen e desi que fuesen; e que tomarie el a Ypodame, e los
otros cada vno a qual de las duennas quisiesen o alcançasen” (GE II 2 16
b 7)— y precipita la tragedia cuando a su carácter (“brauo e malo”) y a su
natural inclinación (“de su natura amaua mucho mugeres”), se les sume el
efecto del “escalentamiento del mucho vino”, al que no estaban acostum-
brados (GE II 2 16 b 20 = Met. XII, 242: “uina dabant animos”).36
A partir de ese momento, Eurito va a actuar ya sin frenos (“con locura
andaua”, GE II 2 16 b 27) y lo mismo los otros centauros, de naturaleza
no menos bestial y violenta y capaces de extraordinaria fuerza (como los
describen Las traquinias):
E leuantose [Eurito] e todos sus çentauros con el —e eran mas que todas las
otras conpannas, ca estauan en su tierra—, e fueron al talamo do seyen las
duennas. E tomo Eurito a Ypodame por los cabellos, e los otros çentauros a
las otras duennas cada vno a la que alcançaua. (GE II 2 16 b 27)37
Una vez más, se asocian aquí la violencia física y la lujuria, ambos in-
dicios seguros de la incapacidad para el uso de la razón por parte de los
centauros.38 Tal como lo explica Sobol (1993), en los debates que tuvieron
35. “nam tibi, saeuorum saeuissime Centaurorum, / Euryte, quam uino pectus tam uir-
gine uisa / ardet, et ebrietas geminata libidine regnat” (Met. XII, 219–221). La General
Estoria elogia así la belleza de la novia que desencadena la lujuria del centauro: “E pues
que las mesas fueron guisadas, vino Ypodame con grand conpanna de duennas muy
onrradas e que eran muy fermosas, mas Ypodame mas que todas: tanto que dixeron
los que la vieron esora, segunt dize Nestor que estaua y e que cuenta esta batalla, que
era Piriteo bien casado e de buena ventura con aquella muger, lo que non contesçiera
asi por muy poco” (GE II 2 16 a 37 = Met. XII, 215–219); como testigo de esta lucha, la
menciona muy brevemente Néstor en la Ilíada I, 267–268.
36. Pero mientras que, bajo la influencia del vino, disminuyen las fuerzas físicas, la disipa-
ción de sus efectos permite recuperarlas: “E desque fueron los çentauros perdiendo el
vino e entrando en su acuerdo, firieron muy de rezio en los lafitas [= lapitas], tanto
que estauan por se vencer” (GE II 2 17 b 1). El rapto de las mujeres es uno de los com-
portamientos más definitorios de los centauros en el mundo griego y también en otras
tradiciones indoeuropeas (Dumézil 1929:175–176).
37. “nam tibi, saeuorum saeuissime Centaurorum, / Euryte, quam uino pectus tam uir-
gine uisas / ardet, et ebrietas geminate libidine regnat. / protinus euersae turbant
conuiuia mensae, / raptaturque comis per uim noua nupta prehensis. / Eurytus Hip-
podamen, alii quam quisque probabant / aut poterant rapiunt, captaeque erat urbis
imago” (Met. XII, 219–225).
38. En otra parte de la General Estoria se refiere así el combate en lapitas y centauros: “An-
dados xxxviij annos dell sennorio de Gedeon, assi como cuenta Palephato, los lauffitas
e los centabros, caualleros muy nobles de Tesalia, fueron en este tienpo del acaba-
miento de Gedeon, juez de Israhel. Et lidiaron en uno; e la su contienda e aquella su
batalla contescio sobre casamiento que fazie Piritoo con una duenna que auie nonbre
Ypodame. Et assi como cuenta Ouidio, era ella del linnage de los centabros. Mas por
que la cuenta desta batalla uiene en las razones del destroymiento de Troya, dexamos
de dezir la aqui e contar la emos en aquellas razones de Troya” (GE II 1 387 a 37). Con
variantes que no afectan lo esencial del mito, narran así este episodio las Sumas de
26 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011
historia troyana: “Entre aquellos que deximos venia vno commo mayor dellos, e abia
nonbre Satalion. E este estando muchas veces con la nouia en estas fiestas enamorose
della, a tanto que ovo de fablar con todos aquellos de su parte que queria tomar aque-
lla nouia para sy, ca entendia que por fuerça que lo podia bien fazer. E vn dia que
Hercoles e Theseo eran ydos alli çerca del lugar a correr monte por fazer onrra a las
bodas, los gentauros entraron en el talamo del nouio e echaron mano de la nouia. E
ella començo a dar muy grandes apellidos; e allegaronse las gentes e veyendo tan mal
fecho como este, los que alli se açercaron del nouio, e otrosi los parientes de la nouia,
començaron a pelear defendiendo la nouia, mas los gentauros eran muy valientes e
non los podian durar” (SHT 120).
39. A Neso también se lo llama Sagitario en la General Estoria (GE II 2 42 b 16, 43 a 30, b 35,
44 a 2). Para la representación de estos episodios en el arte griego (Neso transpor-
tando a cuestas a Deyanira en el cruce del río, Hércules dando muerte al centauro)
véase Woodford 1993:48–50; en el infierno, Neso sera el guía de Dante y Virgilio en
parte de su recorrido por el círculo de los violentos (XII, 97–139); más aún, Virgilio
le pide a Quirón que uno de los centauros les muestre dónde vadear el río, llevando a
grupas a Dante: “e che ne mostri là dove si guada, / e che porti costui in su la groppa”
(XII, 94–95). La orden recaerá precisamente en Neso. Para los trabajos de Hércules en
general véase Brommer 1986. La relación de Neso con un río corrobora la vinculación
de los centauros con el mundo natural, incluyendo ríos y mares, además de montañas
y selvas (Dumézil 1929:170–171 y 188). Fuera de los propósitos de este análisis queda
el estudio de toda la estoria de Hércules y sus trabajos en la obra de Alfonso X: queda
narrada en la General Estoria II 2 1 a 1–46 b 46. Recuérdese también que no es éste el
primer combate contra un ser híbrido que Hércules debe librar por la posesión de
Deyanira: para ganarla como esposa, debe vencer al otro pretendiente, Aqueloo, el
dios-río (GE II 2 27 a 4), que, entre otras formas, adopta la de un ser con cuerpo de
hombre y cabeza de buey, según Sófocles (Las traquinias 12-13); en el relato alfonsí,
Aqueloo hace referencia a su “cerviz” (GE II 2 25 b 22 = Met. IX, 60). Aparece repre-
sentado en un cáliz-crátera de la segunda mitad del siglo IV AC (Trendall y Webster
1971:171) y narran esta lucha Ovidio en sus Metamorfosis (IX, 1–88) y Alfonso X en su
General Estoria (II 2 24 b 15–26 a 26 y 43 a 28 = Her. 9, 139–40). Para el ataque de Neso
Centauros Hispanomedievales 27
contra Deyanira y la muerte del centauro por Hércules véanse los relatos de Sófocles
(Las traquinias 562–577) y Ovidio (Met. IX, 103–133). Para la oposición en Sófocles
entre lo divino y lo bestial, la civilización y el salvajismo véase Segal 1986a:26–27 y para
este episodio en el arte griego véase Padgett 2003:23–25 y Padgett et alii 192–199.
40. “Like the Jews, the Greeks set the life of men who lived under some law over against
that of men without the law, the order (cosmos) of the city over against the turbulence
(chaos) of the countryside. Those who were capable of living outside the city, beyond
the rule of law, Aristotle insisted, had to be either animals or gods. [. . .] Thus, over
against, and balancing, the lives of gods and heroes, who differed from ordinary men
only by the magnitude of their power or talent, there stood such creatures as satyrs,
fauns, nymphs, and sileni; beneficent [?] monsters such as the centaurs; and malignant
ones such as the Minotaur, born of a union of a woman, Pasiphaë, and a bull. These
creatures played much the same role for the classical imagination that the Wild Man
did for the Medieval Christian” (White 1992:169–170; subrayado de White). Nótese el
carácter híbrido de todas estas criaturas.
41. “Theseus’ defeat of these women [las amazonas] is as much a part of Athenian self-
projection as the Lapiths’ defeat of the half-beast, half-man centaurs —another fight to
protect the inviolability of marriage. Both Theseus’ and the Lapiths’ victorious battles
against the forces of wild anarchy and the corruption of sexual roles were popular sub-
jects for state-financed temple sculptures: like modern political murals, the triumph of
the forces of good marks the self-glorification of the state and its ideology” (Goldhill
1986:127).
28 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011
42. “Duxerat Hippodamen audaci Ixione natus / nubigenasque feros positis ex ordine
mensis / arboribus tecto discumbere iusserat antro” (Met. XII, 210–212). Sobre el con-
cepto de xénia y su violación por parte de los centauros véase du Bois 1991:28. Justa-
mente, es ésta la misma conducta de Ixión, invitado a la mesa de Júpiter, quien cas-
tigó su ingratitud sometiéndolo al tormento de estar amarrado a una rueda que gira
eternamente. Véase Dumézil 1929:190–193 para una interpretación del mito de Ixión
como padre de los monstruos-máscaras de fin de invierno y en relación con las “ruedas
solares” indoeuropeas y los solsticios y equinoxios.
43. “femineo clamore sonat domus; ocius omnes / surgimus, et primus ‘quae te uecordia’
Theseus, / ‘Euryte, pulsat’ ait, ‘qui me uiuente lacessas / Pirithoum uiolesque dous
ignarus in uno?’” (Met. XII, 226–229). Al parecer, el vino circulaba con generosidad
entre los comensales; en relación con el sexo, las inclinaciones libidinosas de Eurito
y sus compañeros se desatan ante la contemplación de la novia y de las otras mujeres
de su séquito; y, finalmente, en cuanto a la comida, nada habría faltado para saciar el
apetido de los invitados: “E los manjares eran tan estrannos, e tan buenos, e tantos que
non auia y cuenta; e otrosi los vnos [¿vinos?] de muchas naturas, segunt dize Nestor”
(GE II 2 16 b 13). Pero hay que notar que los centauros, seres pertenecientes más al
mundo natural y salvaje que al humano y civilizado, sólo comen carne cruda y nunca
cocida (Dumézil 1929:163–164). A la estrecha amistad entre Pirítoo y Teseo se refiere
así Alfonso X: “E Teseo, fiio del rey de Atenas, era su conpannero; e tanto se amauan
que fallaredes que los llamaron los abtores de los gentiles vn par de amiztad, que non
dixeron de otros fasta aquella sazon” (GE II 2 16 a 15).
Centauros Hispanomedievales 29
44. Así narra la estoria alfonsí la decisiva intervención de Hércules en la batalla entre los
centauros y los lapitas que ocasiona la inquina que por él siente Neso: “E en esto salio
Ercules a ellos con el su arco et con la su porra; e los golpes e la mortandad que en
ellos fi zo serie mucho de contar. E nunca quedo de ferir en ellos fasta que mato los
mas, e segudo los otros; e los otros le tollio la noche” (GE II 2 17 b 5).
45. Para Medea contra el matrimonio véase Biglieri 2005:128–133. “Du Bois has also
shown that the Centaurs embody the negation of marriage in that they are descended
from a breach of marriage. When Hera reported that Ixion had tried to rape her, Zeus
fashioned an image of her from clouds and put it in bed with Ixion. Ixion impregnated
it with Centaurus, who later became the father of the Centaurs by mating with ma-
res. At the wedding feast the Centaurs attack the marriage bond at its crux —the ex-
change of women by men. The two episodes clearly have the same meaning: an assault
on marriage from without, one by lust (Centaurs), the other by weapons (Amazons)”
(Tyrrell 1986:82). Nefele (< Nefɛ́lh < nɛ́foı, nephos ‘nube’) fue la madre de esta raza y
las yeguas provenían de Magnesia, al pie del monte Pelión, en el sudeste de Tesalia.
46. Para todos estos problemas véase du Bois 1991:29, 38–42 y 70–71 y para la oposición
entre los centauros y la pólis, 63 y 96. La excepción entre los centauros es otra vez Qui-
rón, quien se casa con la ninfa Cariclo (Padgett 2003:18): véase una representación de
sus bodas en una crátera del siglo V AC en Padgett et alii 2003:200–202.
30 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011
47. Como indica Lacroix (1974:41–43), la lucha de Hércules contra los centauros se justi-
fica por las mismas razones dadas por los autores antiguos a propósito de algunos de
sus otros trabajos: héroe civilizador, su misión es liberar a la raza humana de bestias y
seres salvajes, rebeldes y enemigos a toda forma de civilización.
48. Sobre este aspecto del mito véase du Bois 1991:27–28. Lo narran Píndaro en su se-
gunda Pítica (21–49) y Lucano en la Farsalia: “illic semiferos Ixionidas Centauros /
feta Pelethroniis nubes effudit in antris” (DBC VI, 386–387); lo traduce así Alfonso X:
“los çentauros fijos de Vxio medio omnes & medio cauallos & fi zo los en vna nuue & la
nuue echoles en tierra de Thesalia” (GE V, fol. 80r). Nótese también las descripciones
de Ixión como un “gigante” y de los centauros “commo gigantes” en la Sumas de historia
troyana (SHT 120).
Centauros Hispanomedievales 31
49. Pasaje que traduce libremente, amplificando, a Ovidio Met. XII, 120–124.
50. “Et assi como cuenta Ouidio, era ella [Hipodamia] del linnage de los centabros” (GE
II 1 387 b 6); “E Piriteo yua casar estonçes con vna duenna, que era del linage de los
çentauros, que auie nonbre Ypodame; e era parienta de Piriteo, ca dese linage vinie el”
(GE II 2 16 a 11); “Despues que Ercules ovo vençido a Ateloo, dieronle el rey e la reyna
a Daynira por muger; e Ercules fi zo luego sus bodas con ella. E ayuntaronse y todos los
fiios dalgo del reyno e muchas otras gentes de Calidon; e vino y vna grand conpanna
de los çentauros. E auie y vno dellos a que dezien Nesso, e segunt su fechura de aquella
gente era grande e muy valiente” (GE II 2 26 a 34). La genealogía de Pirítoo se explica
así en otro pasaje de la General Estoria: “e Piriteo, fiio de Axsion [Ixión], fiio de Titano,
que fue el primero gigante donde vinieron los gigantes, segunt dize en el Libro de los
linages de los gentiles” (GE II 2 15 b 35).
32 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011
51. Opinión que se corroborará páginas después: “E los gentiles, maguer que se casauan
en aquel tienpo, non auien ley de estar el varon con la muger nin ella con el sinon
quanto tienpo se pagasen el vno del otro, e mayor mientre los nobles. E avn esa su ley
que ellos tenien que fascas que non era ninguna cosa; e mandauales aver muchas mu-
geres. E tomo Ercules a donna Yolante [= Iole], maguer que su presa era, e caso con
ella” (GE II 2 39 a 45).
52. “Tout mythe, indépendamment de sa nature, énonce un événement qui a eu lieu in illo
tempore et constitue, de ce fait, un précédent exemplaire pour toutes les actions et ‘si-
tuations’ qui, par la suite, répéteront cet événement” (Eliade 1994:360). Euritoo, Neso,
los centauros, todos repiten el modelo “ejemplar” sentado por Ixión.
53. “E Neso queria mal a Ercules por lo que fi ziera a sus parientes, e tenie gelo guardado
si ora viese en que le pudiese fazer lo que le pesase en ello” (GE II 2 26 b 37; véase tam-
bién GE II 2 27 a 17).
54. Así recuerda los hechos Deyanira en la epístola que le envía a Hércules: “Mas quando
me vos encomendaste a Neso, el sagitario, a pasar del rio quando vos yuades de casa de
mio padre conmigo e me leuauades a vuestra tierra, e se yua conmigo aquel traydor e
le feristes vos con la vuestra saeta que enpoçonnarades vos en el venino de la serpiente
de Lerne, donde le salio tanta sangre por que cayo de muerte, dixo por que lo oyese
yo e murieses tu por esta razon si verdad es: ‘En esta mi sangre a muy grand fuerça de
cobrar amor’” (GE II 2 43 b 34) = “Nessus, ut est avidum percussus arundine pectus, /
‘Hic’ dixit ‘vires sanguis amoris habet’” (Her. IX, 161–162). Y Dante, al narrar el en-
cuentro con los centauros: “Quegli è Nesso, / che morì per la bella Deianira / e fe’ di
sé la vendetta elli stesso” (Infierno XII, 67–69). Deyanira recordará la muerte de Neso
Centauros Hispanomedievales 33
E deziendo esto [Hércules] metio mano al arco, e tirole vna saeta, e diole por
el costado çerca de la espalda, e echogela por los pechos. E pero que Neso era
muy grande, tamanna era el asta de la saeta de Ercules que de amas partes
paresçio mucho della. E tomola Neso e sacosela, e començo a salir mucha san-
gre de amas partes. E dizen que la sangre destos çentauros que era enpoçon-
nada como si fuese venino de serpiente. (GE II 2 27 b 15)55
los fundamentos de la civilización griega frente a los centauros, las amazonas y otras
sociedades “bárbaras”.
58. “E diziendo esto metio mano al arco, e tirole vna saeta, e diole por el costado çerca de
la espalda, e echogela por los pechos” (GE II 2 27 b 15) = “ultima dicta / re probat et
missa fugientia terga sagitta / traicit; exstabat ferrum de pectore aduncum” (Met. IX,
126–128).
59. Para Dumézil (1929:171–172), el pasaje de la Eneida alude a una de las tres caracterís-
ticas típicas de los centauros, su relación con el mundo infernal y de los muertos y de
allí la frecuencia con que aparecen representados en sarcófagos y otros monumentos
funerarios; sobre este tema véase también Olmos Romera 1983:380–382. “As liminal
beings, half-horse, half-men, they tested the boundaries between man and beast, be-
tween nature and culture. In addition, they raised the question of male and female
difference, since their bodies and their behavior indicated that they were an exclu-
Centauros Hispanomedievales 35
Para concluir, hay que observar una notable inversión con respecto
tanto a la conducta de Hércules al regresar a su hogar en compañía de
Iole (Yole, Yola), cuanto a la representación de los centauros en otras ver-
siones de los mitos. Con relación al primero, Foley ha observado cómo
en Las traquinias de Sófocles (y en sus sucesores) el obrar de Hércules, al
perder el control sobre el erôs, borra los límites entre esposa y concubina,
reemplazando a una por la otra y sembrando así el caos en el óikos que
comparte con Deyanira y su hijo Hilo (Yloyolao en GE II 2 28 a 19), con re-
sultados tan desastrosos para todos: la muerte del héroe, abrasado por la
túnica envenenada de Neso, el suicidio de su esposa y el matrimonio que
Hércules le impone a su hijo con Iole (Foley 2001:95–97).60
Para seguir investigando. No sería prudente cerrar este artículo con
conclusiones que aspiren a ser más o menos definitivas. Y no lo pueden ser
porque el tema de los centauros es, como podrá haberse visto a lo largo de
estas páginas, sumamente complejo y con numerosas ramificaciones. En
efecto, toda una serie de cuestiones, algunas de ellas muy de actualidad,
se relacionan con estas criaturas, tales como los temas de las “fronteras”,
la “hibridación”, la concepción del sexo y el género, etc. Y asimismo, cabe
preguntarse en qué medida los centauros pueden recibir nuevas lecturas
e interpretaciones a partir de lo que hoy se llaman animal studies y, recí-
procamente, hasta qué punto esta disciplina (por llamarla de alguna ma-
nera) puede beneficiarse, o no, de un nuevo acercamiento a este tema y
enriquecerse con nuevos planteamientos. Ahora sólo cabe apuntarlo, pero
el lector interesado en internarse en este ya vasto campo de investigación
puede comenzar con la lectura del trabajo de Wolfe (2009) y de los doce
artículos que lo acompañan en el mismo número de PMLA, donde se han
de encontrar abundantes referencias bibliográficas y un resumen del es-
sively masculine species, doubly potent in possessing the sexual attributes of both hu-
man male and animal. There was no account of reproduction of the Centaur species.
They engaged in hunting, drinking, and fighting without any suggestion of domestic
life or of reproduction through female Centaurs, until quite late. Thus the myth is an
ideal one for reflection on the nature of human and animal, male and female” (du
Bois 1991:32). Lecouteux (1993:9–10, 87, 92 y 142) insiste varias veces en los monstruos
como agentes del desorden y del caos. Hay que recordar también aquí la “hipervirili-
dad” de los bárbaros, más específicamente los egipcios, en Las suplicantes de Esquilo
y Helena de Eurípides: “If a tragedy represents white men saving black women from
black men, as in Suppliants, or a white man saving a white woman from a black man, as
in Helen, a whole series of questions is raised concerned with national identity, includ-
ing those bound up with ethnicity, gender, and self-fashioning. Again, questions about
ethnicity, gender, and self-fashioning are raised when, in Suppliants and Helen, sensual
excess is displaced in such a way that Egyptian hypervirility demands the intervention
of Hellenic men” (Vasunia 2001:38).
60. Ovidio narra esta fase final de la vida de Hércules en Met. IX, 136–280 y Alfonso X en
GE II 2 44 a 21–46 a 19. La estoria alfonsí informa que Hércules se casó tres veces: “la
primera con Mera, la segunda con Dayanira, la terçera con donna Yolante [= Iole]”
(GE II 2 15 a 8).
36 Romance Philology, vol. 65, Spring 2011
61. “In short, the principal hazards facing Homeric women stemmed from the darker as-
pects of Homeric men: their propensities for violence, and for promiscuous and coer-
cive sexual activity” (Gottschall 2008:102).
62. “Half horse and half man, they stand —like humanity itself— with legs in two worlds,
between the rough freedom of nature and the reasoned ascent that is human culture.
In their ambivalent characters lies a key to the Greek soul, and by examining their
role in early Greek art, we may find clues both to their essential meaning and to their
particular significance in Greek culture” (Padgett 2003:5); Padgett concluye su estudio
con otra hipótesis: “In the plains of Thessaly and Euboia, where a man’s horses defined
his worth, centaurs may have been bearers of aristocratic values. The heroes of legend
needed worthy foes, otherworldly creatures endowed with preternatural power. Their
initial form suggested by foreign models, the centaurs rapidly took their place in the
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renewed figural imagery of Iron Age Greece, slipping into established narratives and
inspiring new tales of courage, hubris, and violent desire” (Padgett 2003:27).
63. “A través de este personaje híbrido los griegos quisieron superar la profunda e insalva-
ble contradicción entre la naturaleza (la hybris, el exceso) y el mundo civilizador de las
normas, de la medida, del nómos. Ello llevó a la plasmación mítica del centauro sabio
y educador (Quirón) y del centauro hospitalario, temeroso de las leyes de los dioses
(Pholos). Pero, por otro lado, surgió la vertiente desbordada de los centauros amantes
del vino, de la soberbia y de la hybris, de los centauros que, como los sátiros, raptan a
la mujer por lascivia (Neso; episodio de los centauros y las mujeres lapitas, etc.) y que,
vinculados a la selva, combaten en su primariedad con ramas y con rocas” (Olmos Ro-
mera 1983:386).
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