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2022
3 medio hermanas
© BERNARDINO HERRERA LEÓN / 2022
1 Elisa / 3
2 Lucía / 10
3 María / 20
4 Dos hermanas / 30
5 Tres hermanas / 37
7 Buscando a Lucía / 59
Isabel Corral.
PD: Lucía Méndez Corral, tu hija, es profesora de economía en la Universidad de
Sevilla. Te será fácil encontrarla porque es muy apreciada”
María salió de su reunión de la universidad camino a su casa del sector norte de la capital
dominicana. Fue su última sesión académica. Sólo restaba los trámites para su graduación.
Quería celebrar con su papá la noticia. Ya era licenciada en programación, de hecho. Y sólo
hacía falta el trámite del grado para que lo fuera de derecho.
Tomó el teléfono para llamarlo, pero se encontró con un mensaje de texto de su padre:
“Amada hija:
Tuve que viajar repentinamente a España. No te preocupes. Todo está bien. Te
llamo cuando llegue. De pronto, regreso con una gran noticia.
No te preocupes por mí. Hazte cargo de todo.
Te adora
Tu Padre”
¿A España?
María estaba acostumbrada a los frecuentes viajes de su padre, acompañando orquestas y
grupos musicales que le contrataban para eventos puntuales. Pero siempre le informaba a
ella con anticipación. Su padre le había dicho que se tomaría un descanso vacacional. Que
por un tiempo no tenía planes de viajar ni de aceptar contratos fuera del país. Pero esta vez,
esa mañana, Fabricio se había marchado de viaje sin avisarle antes.
“De pronto regreso con una gran noticia” … ¿Qué sería? Se preguntó en voz alta.
Debe ser algún buen contrato, una grabación, un espectáculo o, quien quita, musicalizar una
película. Ah, mi talentoso padre, pensó en voz alta… ¡Es un hombre con mucha suerte!
¡Tanto, que hasta me tuvo a mí! Y yo a él, se dijo para sí misma, sonriendo. Estaba feliz. Y
tenía razones para estarlo. Por fin cerraba el ciclo de su licenciatura universitaria.
Subió a su pequeño automóvil y se dirigió a la tienda de computación que había logrado
fundar con la ayuda financiera de su padre. Todo estaba en orden. Los empleados
venezolanos que tenía contratado eran responsables y confiables. Muchos de sus
compatriotas tuvieron que salir por la crítica situación económica, social y política de
Venezuela. De modo que, países como República Dominicana, se beneficiaban de muchos
profesionales que migraban, huyendo de la pobreza, la hambruna y la inseguridad. Una
tragedia inexplicable, de la que María tenía algunos recuerdos cuando vivía allí, siendo
adolescente. Además de ayudar a sus compatriotas, su pequeña empresa se beneficiaba de
excelentes profesionales. Una relación de mutuo beneficio, pensaba.
Ese día hizo un chequeo de la marcha de la empresa y todo iba bien. Estaba satisfecha por
el rendimiento que mostraba su proyecto empresarial.
Se quedó trabajando un poco más, para adelantar un programa pendiente. Luego, aún más
satisfecha con su desempeño del día, fue a casa a descansar.
La mañana siguiente era día viernes. A María le tocaba acudir al Hotel Intercontinental, la
misma empresa donde trabaja su padre. También trabajaba allí a medio tiempo, a cargo del
mantenimiento de los programas computarizados de control inventario y de los
administrativos del hotel.
María ya había cumplido 20 años de edad. Terminaba su carrera de Ingeniería en Sistemas
Computacionales, pero ya mostraba una experiencia de dos años trabajando en el campo de
la programación informática. Le estaba yendo bien.
Al llegar al hotel, la recepcionista le informa que, más temprano, alguien había dejado un
mensaje para su padre. Una nota escrita a mano, con caligrafía perfecta. En los tiempos de
la mensajería electrónica, una nota escrita a mano resultaba llamativa. María tomó el sobre
con confianza. Su padre no tenía secretos para con ella. Ni ella para con él. En seis años,
ambos habían logrado compenetrarse al punto de sentir que se conocían de toda la vida.
Fabricio, había compensado, por mucho, la ausencia de su madre. Y le inspiraba a María
tanta confianza, que hasta compartía con él sus experiencias personales con amigos y hasta
de sus romances juveniles. Su papá era su principal asesor sobre cómo tratar a los chicos.
Ya en la soledad de su oficina, María sintió curiosidad. Vio el sobre: “Para Fabricio León
Hernández. De Elisa Ramírez Fernández”.
Sacó la nota dentro del sobre. De todos modos, tendría que leérsela a su padre, cuando la
llamara, desde España. Decía:
“Sr. Fabricio León Hernández
Estimado señor
Le escribe Elisa Ramírez Fernández.
Lamento ser portadora de una triste noticia.
La señora Sofía Fernández de Ramírez falleció recientemente, de una larga y
penosa enfermedad degenerativa. Antes de morir, me pidió que me pusiera en
contacto con usted, para dejarle un importante mensaje, de parte de ella.
Por favor, le ruego que me busque o que me llame. Es importante que escuche lo
que tengo que decirle. Sólo puedo decírselo personalmente.
Estaré en el Hotel Riazor de la avenida Independencia, entre las calles Hermanos
Delingne y Joaquín Pérez. Mi número telefónico es de México. Puede llamarme al
+52 1 776 112 2044.
A la espera de su respuesta, quedo de usted, atentamente:
Elisa Ramírez Fernández”
De México…
Por los apellidos, la persona que escribe la nota, Elisa, debe ser hija de la mujer fallecida.
María sabía que su padre estuvo algún tiempo en México. Le había contado de una gira
musical. También, que tuvo un romance en Ciudad de México, pero que se había
terminado, sin más consecuencia.
¿Será esa señora, Sofía, la del romance mexicano de su padre? Se preguntó…
Han sido muy pocas, las historias románticas que Fabricio le ha contado a María. Ni
siquiera su alocada aventura y tormentosa relación con que tuvo con Beatriz. Sólo le contó
sobre dos de sus romances. Pero María contabilizaba tres. El de España, el de México y el
de Venezuela, con su madre. De resto, Fabricio era hermético. Poco hablaba de sus
sentimientos amorosos. Desde que María vive con Fabricio en Santo Domingo, hace algo
más de seis años, no le ha descubierto a su padre algo parecido a un amorío. De él, sólo
conoce su dedicación al trabajo, unos muy pocos amigos y ella, su hija. Esos eran los
motivos que le ocupaban el tiempo. Si tenía alguna aventura, y María no podía descartar
que las tuviera, eran muy discretas. Lo suficientemente discretas como para ella no se
enterase.
María intentaba más bien animar a su padre para que buscara una pareja. Hasta intentó, en
plan de cupido, presentarle a una profesora de la universidad donde estudiaba. Pero,
Fabricio no mostró interés en ella.
¿México?
Regresó al contenido de la nota que acababa de leer…
Hacía mucho que su padre no viajaba a México. Al menos desde aquella gira con romance
hace ya, muchos años.
Es muy probable que Sofía Fernández sea la mujer de aquel romance en México.
Sólo había una forma de averiguarlo.
María se sentía lo suficientemente autorizada como para atender los asuntos privados de su
padre. Así que… llamó a Elisa Ramírez.
Elisa: Aló…
María: Buenos días… ¿Hablo con la señora Elisa Ramírez Fernández?
Elisa: Sí, con ella... ¿Con quién hablo?
María: Soy María León, la hija del señor Fabricio León Hernández… Usted dejó
una…
Elisa: (Interrumpiendo a María) ¿Hija? … Disculpe, no sabía que el señor Fabricio
tuviera hijos. La verdad, no lo sabía…
María: Sí, señora, soy su hija… La llamo para informarle sobre mi padre…
Elisa: (Algo nerviosa y volviendo a interrumpir): Señorita María… Tengo un
mensaje muy importante que darle a su padre, de parte de la señora Sofía
Fernández, mi madre.
María: De acuerdo… Imagino que debe ser muy importante para usted, como para
haber venido desde México para contactarlo personalmente.
Elisa: Así es. Es muy importante y debo darle el mensaje al señor Fabricio, en
persona.
María: Lamento mucho decirle que, justamente ayer, mi padre tomó un vuelo
internacional. Así que, él ahora no está…
Elisa: ¡Ah!... Caramba… ¿Y no sabe cuándo va a volver?
María: Seguramente vendrá tan pronto cuando concluya el motivo de su viaje.
Estimo que dos o tres días.
Elisa: ¡Ah!… ¡Qué contrariedad! Tendré que esperarlo…
María: (Tratando de conseguir más información sobre la misteriosa joven
mexicana) Si usted lo desea, podríamos conversar sobre mi padre, mientras
esperamos noticias de él.
Elisa: ¿Conversar usted y yo? La verdad que… Sí, claro, sí que me gustaría
conversar con usted.
María: Seguramente, mi padre llamará en la tarde o en la noche ¿Le parece que
cenemos esta noche, aquí mismo en el Hotel Intercontinental, donde dejó usted su
nota? Yo invito. De pronto mi padre llama mientras estoy con usted y se lo pongo al
teléfono para que conversen.
Elisa: ¿Usted leyó la nota que le dejé al señor Fabricio?
María: Sí, pero no se preocupe. Mi padre me confía sus asuntos personales, así que
tuve que leerla para informarle cuando sea el momento. Descuide, seré muy
discreta. Puede estar tranquila. Mis condolencias por el fallecimiento de su madre.
Elisa: Gracias, señorita. ¿Usted podría darme el número de teléfono del señor
Fabricio para llamarle?
María: No se lo tome a mal, señora Elisa, pero no puedo darle esa información, sin
antes pedirle autorización a mí padre. Espero que lo entienda.
Elisa: Sí… lo entiendo. Claro que lo entiendo. En su lugar yo haría lo mismo. Por
cierto, aún no me caso (sonrió). Tengo apenas 25 años. Es que me llamó señora. ¿Y
usted qué edad tiene?
María: Gracias por comprender, señorita Elisa. Yo acabo de cumplir 20 años. Y
también soy soltera (ambas sonrieron).
Elisa: De acuerdo, acepto su invitación a cenar…
María: Excelente. Mi nombre completo es María de los Ángeles León Rosales.
Elisa: Ya lo apunté. De acuerdo, María. Gracias por la invitación. Entonces, nos
vemos para cenar… ¿Cómo a las seis estaría bien?
María: Perfecto. ¿Viene en taxi o prefiere que la vaya a buscar a su hotel? Tengo
automóvil y no tengo problema en irla a buscar.
Elisa: No, no se preocupe. Iré en taxi hasta el hotel. Aprovecho para salir y conocer
un poco la ciudad. Es que acabo de llegar muy temprano en la mañana de hoy,
precisamente. Apenas llegué y fui directo al hotel donde trabaja su padre y luego al
de mi hospedaje.
María: Muy bien, señorita Elisa. La estaré esperando, desde las seis en el
restaurante del hotel. Avíseme en caso de cualquier retraso, que yo con gusto la
esperaré.
Elisa: Es usted muy amable, María. Gracias. Allá nos vemos a las seis, seré puntual.
Ambas colgaron.
Elisa sintió una extraña sensación de familiaridad. De ser cierto que Fabricio es su padre
biológico, entonces, la joven con la que acababa de hablar por teléfono sería su hermana.
Su media hermana. Pensó en ello. Se sintió extrañamente novedoso saberlo. Elisa fue hija
única. De modo que, posiblemente, ella tendría ahora una hermana menor. Y María, tendría
una hermana mayor. Media o completa, era irrelevante. Elisa pensó en lo que significativo
de tener una hermana. Estaba tan concentrada en el señor Fabricio que no se esperaba
encontrarse con alguno de sus hijos. Y, casualmente, acababa de hablar con uno.
Sintió en la voz de la joven María un tono muy familiar. Le extrañó el acento. No era
dominicano sino venezolano. Reconoció ese acento por unos amigos venezolanos. ¿Será
que Fabricio es venezolano? Salvo el acento de la joven María, su voz se parecía a la de
ella. Es como si se escuchara a sí misma hablando al teléfono.
El encuentro con este nuevo personaje, posiblemente su hermana, inspiró en Elisa una
sensación de bienestar que hacía mucho no sentía. Sobre todo, desde que su madre
enfermara. Había algo dulce en esa voz. Una calidez especial. Una voz amable y
preocupada. Fue agradable saber que una joven así tuviera tal cercanía y confianza estrecha
con su padre.
A medida que pensaba en la conversación que tuvo con María, su curiosidad se iba
concentrando en esa joven de acento venezolano. Obtuvo de ese modo una primera
referencia acerca de cómo era su padre biológico que vino a conocer.
Elisa ya tenía padre. El padre con el que creció desde que ella naciera. Amaba a su padre,
Eliécer. Pero le habría gustado que entre ambos fluyera una relación como la que, en breves
segundos, percibió captar entre la joven María y el señor Fabricio, que estaba por conocer.
Eliécer ha sido un buen padre. Cariñoso y consentidor. Pero distante y poco comunicativo.
¿Acaso no son así todos los padres? Prudencialmente distantes con sus hijas. No parecía ser
el caso de su posible hermana y su posible padre.
Con muchas emociones fluyendo, Elisa se preparó para reunirse con María. Estaba
contenta. El ánimo sombrío de su llegada le había cambiado súbitamente a otro más
animado. Sintió que su viaje podía haber valido la pena.
Bajó a almorzar a un restaurante cercano a su hotel. Después, subió a tomar una ducha y
descansar el cansancio normal de su viaje. Volvió a salir alrededor de las tres de la tarde,
para comprarse algo ligero de vestir. Sus ropas para el clima de su Puebla natal no
encajaban con el caluroso clima de la isla dominicana. No se había comprado nada,
previendo una estadía breve. Le gustó un vestido anaranjado de flores tropicales, sencillo y
fresco, pero elegante. Y lo compró. Regresó a su hotel para cambiarse y esperó la hora de
pedir un taxi que la llevara al Hotel Intercontinental.
Así que se llama Elisa Ramírez Fernández, de México... Pensó María en voz alta.
Quedó aún más intrigada con la conversación que con la nota escrita a mano de Elisa.
Estaba casi convencida de que la mujer fallecida de la nota, tenía que ser la misma del
romance mexicano, que le contó su padre.
Además de notificar su muerte, qué otro asunto podía ser tan importante, como para que la
hija de aquella mujer realizara un viaje tan largo. ¿Sólo para hablar? Bastaba con un
mensaje o una llamada telefónica. ¿Qué podía ser tan importante que debía ser hablado en
persona?
La voz de Elisa le pareció muy familiar. Fuera de su suave, refinado y agradable acento
mexicano. Ese detalle le agregaba algo de misterio a este asunto de México.
¿Qué podría ser tan importante? Se volvió a preguntar María. ¿Una herencia compartida?
¿A qué exactamente vino esa joven desde México?
Su padre es de España. Su familia, casi todos fallecidos. Sus primos dispersos y casi sin
contacto con él. A menos que su padre se lo haya ocultado, él no tenía ni inversiones ni
negocios pendientes en México.
Según su padre, estuvo en México sólo una vez. Hace unos… Calculó mentalmente ¡25
años!
Fue a cumplir con una gira musical, le dijo, contratado por una orquesta. La única conexión
lógica que conectara a Elisa con aquel viaje de México tenía que ser el romance que tuvo
con aquella mujer que su padre refirió como un bello amorío que no pudo concretarse.
¿Amorío sin consecuencias? María recordó la historia de Fabricio con Beatriz. Ella fue
consecuencia de un ¡amorío sin consecuencia! ¿Era muy atrevido pensar en esa
posibilidad?
Su lógica de programadora en computación le decía que, la joven con la que había
hablado… ¿Podría ser hija de su padre?
¿Por qué no? ¿Es descabellada esa conclusión? ¿Qué otra explicación posible cabría?
Bueno, concluyó María, la idea es, por supuesto, una especulación. Pero una especulación
que comenzaba a sustentarse rápidamente, si se suman los elementos del todo: Mensajera
de México, hija de una mujer desconocida, más un romance mexicano, más un viaje
misterioso, más la coincidencia de los tiempos, más la voz familiar de Elisa…
Sumando todo… Claro que es posible, que la hija de la señora fallecida…
¡También es hija de su papá!
¡Mi papá tiene otra hija! Dijo en voz alta, como gritando eureka.
¡Por Dios! Volvió a decir en voz alta, ya casi segura…
¡Acabo de hablar con mi hermana! Gritó emocionada.
O con su media hermana. Daba igual, porque ella no tenía hermanos. Y cuando no se tiene
hermanos, un medio hermano equivale a un hermano completo.
¿Pero qué cosas estoy pensando? Se preguntó en voz alta. Primero debo estar segura.
Ahora todo le daba vueltas alrededor de la emoción sobre una posible hermana. Un
remolino en su pecho parecía querer salir impulsivamente. Ni siquiera el joven más
atractivo de la universidad le había provocado esa sensación tan inquietante. Y se iba a
reunir con ella. La conocería personalmente. Ni siquiera lo habría imaginado. En pocas
horas, su mundo había cambiado de nuevo. Exactamente como ocurrió desde aquel
momento en que su madre le confesó que su padre estaba vivo. Este es otro nuevo vuelco.
Alrededor de las 4 pm, recibió un mensaje de texto de su padre. Le decía que estaba bien.
Que estaba en Sevilla y que luego la llamaría.
¿En Sevilla? Trató de recordar algo que relacionara a su padre con esa ciudad… Pero no
recordó nada… Por lo pronto, su concentración estaba en resolver el misterio de México.
María decidió no llamar aún a su padre, sino responder con un cuídate papá. Antes debía
estar segura, como para hacerle algún comentario. Pero hizo un esfuerzo para contenerse.
Bueno, su padre ya avisó que está bien. Así que… Perfecto. Le daría tiempo de corroborar
sus conjeturas sobre la misteriosa mexicana, antes de adelantarse con la noticia a su padre.
Pero ya tenía ganas de llamarlo, imaginando un diálogo con él:
Hola papá… ¿Qué tal? ... ¿Yo? ¡Aquí en compañía de tu otra hija! ¡Tu hija mexicana! …
Sacudió la cabeza en sentido negativo… No, claro que no le diría eso.
Respetaría ese momento sublime en el que su padre se encuentre con su nueva hija. Pero sí
que estaba dispuesta a planificar ese momento. Le encantaba planear sorpresas. Y esta
sorpresa en particular es muy buena. Así que terminó su trabajó del día con entusiasmo
inesperado. Se vistió para la ocasión. Ordenó que le trajeran sus flores favoritas, narcisos
amarillos, para engalanar así su encuentro con su posible hermana mayor.
¡Qué emoción! Dijo en voz alta y gesticulando alegría con las manos.
5
Tres hermanas
María ya se encontraba sentada en una mesa del lujoso restaurante del Hotel
Intercontinental de Santo Domingo. Había terminado su trabajo del día y realizado las
llamadas rutinarias de chequeo a su empresa. Tomó una ducha en el hotel y se cambió de
ropa, con una muda que siempre traía consigo en su automóvil, para casos de emergencias.
Llegó una hora más temprano de la hora pautada con Elisa. Dispuso un florero en el centro
de la mesa, con un ramo de sus flores favoritas y pidió una copa de vino, para permitirse
pensar mientras esperaba. Su padre le enseñó a beber una copa de vino cuando algún evento
le causara ansiedad. Y este era el caso.
Pensaba en el qué hacer, después de confirmarse que la joven que conoció al teléfono esa
mañana sea realmente su hermana. No sabía lo que era tener una hermana. Ni cómo se
sentía tener una. Sumergida en sus pensamientos, fue interrumpida por la recepcionista del
hotel.
Recepcionista: Señorita María, una joven acaba de preguntar por su padre en la
recepción.
María: Ah sí… Debe ser la misma de esta mañana ¿No? Ya estoy informada,
gracias…
Recepcionista: No, señorita, no es la misma de esta mañana. Es de hace unos
minutos. La persona que acaba de preguntar está justo en aquella otra mesa
(señalando hacia la izquierda).
María giró su mirada y vio sentada, algunas mesas más adelante a una mujer, algo mayor
que ella, de unos 30 años de edad, aproximadamente. Miraba entretenida a su teléfono.
María: ¿Le comentaste algo sobre mí?
Recepcionista: No, señorita. No le comenté sobre usted. Le dije que trataría de
localizar al señor Fabricio. La invité a esperar en la sala del hotel, hasta darle razón
de su padre. Pero, ella prefirió sentarse aquí en el restaurante. Me dijo que
necesitaba hablar con el señor Fabricio, sobre un asunto personal muy importante.
Dejó sus datos en esta tarjeta para que la contactara, en cuanto supiera de él.
María: De acuerdo, Yanet. Déjame este asunto. Yo hablaré con ella. Gracias, eres
muy amable.
Recepcionista: Es mi deber, señorita, no se preocupe.
María leyó la tarjeta con los datos de la joven de la otra mesa:
“Lucía Méndez Corral. Móvil: +34 640 14 25 78”.
Es un número de España. ¿Tendrá que ver con el viaje tan repentino de mi padre? Miró su
reloj. Aún le quedaba algo de tiempo antes de que llegase Elisa. Así que se levantó y se
dirigió a la mesa donde se encontraba la joven que preguntaba por su padre.
A un paso de distancia, María percibió en su físico algo que se le hacía familiar. Preguntó:
María: Buenas tardes, señorita. Me informan en la recepción que está usted
preguntando por el señor Fabricio León Hernández.
Lucía: Sí, señorita… ¿Ya llegó?
María: No, señorita. El señor León aún no ha llegado. No creo que lo haga hoy,
porque el señor Fabricio se fue ayer de viaje.
Lucía: ¿De viaje?... ¿No me diga que viajó a España?
María: (Ahora más intrigada) Señorita… (miró la tarjeta) … Lucía Méndez Corral
¿No?
Lucía: Sí, señorita… Por favor, es importante que sepa si el señor Fabricio ha
viajado a España. Por favor, le ruego que me diga. No es nada grave. Es algo muy
personal. Es que debo informarle al señor Fabricio algo muy importante.
María no lo podía creer. El mismo día que su padre viaja repentinamente y sin avisarle, se
aparecen dos personas, de dos países distintos, buscándolo. Algo debía estar ocurriendo.
Por su parte, Lucía miraba a María con una mezcla de ruego y expectativa. María demoró
unos segundos pensando qué responder.
María: ¿Puedo sentarme?
Lucía: Sí, por favor, siéntese… ¿Quiere usted tomar algo?
María: Pensándolo mejor, deme un momento. Buscaré la copa de vino que dejé a
medio beber en aquella mesa. Creo que me hará falta. No tardo.
Lucía: (Extrañada) Sí, sí claro, la espero…
María fue a su la mesa. Tomó la copa y miró hacia la salida a la calle del restaurante. Para
comprobar si había llegado Elisa. Aún no llegaba. Miró su reloj de pulsera que le regaló su
padre. Marcaba las seis menos quince minutos. Tenía tiempo. Debía averiguar qué se traía
esta joven de acento español. Más concretamente de acento andaluz. Conocía ese acento
porque su padre es andaluz y aún lo conservaba un poco.
Antes de girar hacia la otra mesa, pensaba rápidamente. Su padre estaba en Sevilla y
alguien, posiblemente de ese lugar, pregunta por él. Debe haber una relación. Tomó la
copa, en una mano, el florero de narcisos amarillos, en la otra y regresó a la mesa donde la
esperaba Lucía. Es vez, fue directa:
María: (Mientras se sentaba y colocaba el florero con los narcisos en el centro de la
mesa) ¿Usted viene de España, cierto?
Lucía: (Mirando sorprendida los narcisos amarillos) Sí, señorita. De Andalucía.
María: ¿De Sevilla?
Lucía: Sí, vivo en Sevilla. Bueno, nací en Huelva, pero ahora vivo en Sevilla.
María: Muy bien, señorita Lucía. Permítame presentarme… (Le extendió la mano a
Lucía que Lucía estrechó de inmediato) Soy María de los Ángeles León Rosales,
hija del señor Fabricio León Hernández…
Lucía: (Aún con estrechando la mano de María, pero interrumpiendo el movimiento
sorprendida) ¿Su hija? No, no sabía que el señor Fabricio…
María: Sí, no se preocupe. Lo entiendo, señorita. No tiene por qué saber que el
señor Fabricio tiene una hija o dos hijos (Tratando de entrar en confianza). Pues…
Sí, Fabricio es mi padre. Vivo aquí en Santo Domingo con él. Él es el gerente de
relaciones públicas de este hotel. Y yo también trabajo aquí de programadora,
aunque a medio tiempo...
Lucía: Ah… Entiendo, usted… El señor Fabricio está casado. Usted vive con él y
con su madre…
María: (Haciendo un gesto negativo con la cabeza y sonriendo al mismo tiempo)
No. Sólo somos mi padre y yo. Mi padre no está casado ni nada parecido.
Lucía: Me disculpa, señorita, no quise ser indiscreta… Es que no sé mucho del
señor Fabricio.
María: (Interrumpiéndola suavemente) Nada qué disculpar… El caso, señorita
Lucía… El caso es que mi padre, en este momento, está en Sevilla…
Lucía: ¡Se fue a Sevilla entonces! … (Los ojos de Lucía se abrieron por completo)
Quiere decir que Fabricio sí lo leyó… ¡El email de mi madre!...
María: (Más intrigada aún y pensando lo más rápido posible) ¿Mi padre fue a
encontrarse con su madre?
Lucía: Me temo que sí…
María: ¿Acaso usted o su madre tienen que ver con el mundo del espectáculo,
relacionado con la música?
Lucía: Oh, no, no, señorita... Para nada… Verá, soy economista y profesora en la
Universidad de Sevilla. Sólo vine porque necesito hablar con su padre de algo
muy… Muy personal…
María: Es que no entiendo lo de personal… (Haciendo un gesto de aclaratoria)
Entiéndame, señorita Lucía, puede parecer una intromisión inapropiada. No se trata
de eso, de veras que no. Pero tiene que ver con mi padre y yo suelo atender todos
sus asuntos personales ¿Comprende? ¿Podría usted explicarme?
Lucía: No, yo entiendo, señorita María. No malinterpreto su pregunta. Es muy
lógico que me pregunte usted… (Titubeando un poco) Bien, de acuerdo… Mejor se
le explico… Mi madre acaba de fallecer. Pero el señor Fabricio aún no lo sabe. Así
que vine a entrevistarme con él porque… Verá…
En ese justo momento, Elisa se acercó a la mesa. Interrumpiendo la conversación preguntó:
Elisa: Por favor… disculpen que interrumpa … (dirigiéndose a María) ¿Es usted
María de los Ángeles León?
María: (mirando con detenimiento a Elisa no pudo evitar exclamar) ¡Ay por Dios!
¡Usted se me parece!...
Las tres jóvenes se quedaron sorprendidas unos segundos, mirándose sucesivamente entre
ellas…
María: (Poniéndose de pie y extendiendo la mano a Elisa) Sí, yo soy María de los
Ángeles León… Y usted debe ser Elisa Ramírez Fernández.
Elisa: Sí, soy yo. Encantada de conocerte María de los Ángeles… (Con emocionada
sonrisa)
Lucía también se había puesto de pie…
Lucía: (Interrumpiendo las miradas de Elisa y María) Discúlpenme ustedes a mí…
Pero… ¿Tienen una reunión ahora?
María: Ah… No, Lucía espere, por favor… Señorita Elisa, le presento a la señorita
Lucía Méndez Corral (dijo leyendo de nuevo la tarjeta para no equivocarse).
Lucía: Es un placer, señorita Elisa.
Elisa: (Mirando a Lucía con detalle) El placer es mío, señorita Lucía. Usted se me
hace familiar. ¿Nos conocemos?
Lucía: No, creo que no. No recuerdo haberla visto antes, pero usted también me
resulta familiar.
María: (Mirando alternativamente a Lucía y a Elisa) Bueno… Ya estamos
presentadas (Respirando profundo y levantando sus cejas). Creo que debemos
sentarnos, por favor… (Hizo el gesto de señalar las sillas).
Elisa y Lucía asintieron. Aún se miraban en silencio, detallándose entre ellas. María
también las miraba, mientras pensaba lo más rápido que le permitía la circunstancia.
Asumió que hacía de anfitriona. Así que tomó la iniciativa:
María: (Dirigiéndose a Lucía) Señorita Lucía, yo invité a la señorita Elisa a cenar.
Lucía: Ah… entiendo., es su invitada. No hay problema, podemos conversar en otro
momento…
María: No, por favor quédese con nosotros un momento… La verdad es que…
Elisa vino desde México buscando también al señor Fabricio León Hernández.
Elisa: (Dirigiéndose a Lucía) ¿También usted busca al señor Fabricio?
María: (Haciendo señas a Lucía antes que le respondiera a Elisa) Pero, ahora…
Pero ahora, también quiero invitarla a usted, Lucía. Por favor. Acompáñenos…
(Dirigiéndose ahora a Elisa) Señorita Elisa, decía que la señorita Lucía vino desde
España buscando también a la misma persona que usted busca. Por tanto, creo que
la misma razón que me hizo invitarla a usted es, posiblemente, la misma razón que
trajo a la señorita Lucía a Santo Domingo.
Lucía: (A Elisa) ¿Y usted, señorita Elisa, qué razón la trajo a Santo Domingo a por
el señor Fabricio?
Elisa: (A Lucía, sonriendo) Pensaba hacerle la misma pregunta a usted, señorita
Lucía…
María: (Interrumpiendo un posible conato de hostilidad) La verdad es que ya tengo
hambre…. ¿Ustedes no, señoritas?
Lucía: (Más calmada) Buena idea, también me apetece comer algo. Pero, por favor,
María, tutéeme. Llámeme simplemente Lucía.
María: Claro, Lucía… ¿Debe usted tener unos 28 años? Si no es una indiscreción la
pregunta…
Lucía: Para nada, tengo 29 años, ¿Y ustedes?
María: 29 años… Naciste en 1993…
Lucía: Sí, el 7 de enero de ese año, día de reyes.
María: Mi padre aún vivía en España en ese año, creo. En Granada…
Lucía: Ah… el señor Fabricio es andaluz…
María: Yo tengo 20 años y unos meses. Y la señorita Elisa me dijo que tiene 25
años… Nacida por allá en 1998. Mi papá estuvo en ese año en México, por cierto.
Elisa: Yo también le pido, María, que simplemente me llame Elisa. Por favor, si no
es molestia para usted.
María: Y ustedes, tutéenme a mí… Soy la menor aquí…
Lucía: Muy bien, María. Así que el señor Fabricio estaba en España cuando yo nací
y en México cuando nació… ¿Me permite tutearla también Elisa?
Elisa: Sí, Lucía, puede tutearme…
Lucía: Puedo explicarles a ustedes la razón que me trajo hasta aquí, para
entrevistarme con el señor Fabricio… ¿Podrías, Elisa, compartir sobre tu relación
con él?
María miraba escrutadoramente, primero a Lucía y luego a Elisa. Respiró hondamente.
Debía intervenir, no vaya a ser que el momento se saliera de control.
María: ¿Y bien? Lucía, Elisa… ¿Aceptan mi invitación a cenar?
Lucía: Yo encantada … también muero de hambre y… de ganas de saber lo que
ustedes me van a comentar.
Elisa: Yo, ya había aceptado la invitación a cenar de María. Pero… Veo que esto se
pone más interesante (Dijo mirando con curiosidad a Lucía). Así que… te vuelvo a
aceptar la invitación, María. A ver si entiendo… Lucía ¿Tiene que ver contigo o con
el señor Fabricio?
María: (Extendiendo las palmas de sus manos al nivel de sus hombros) No me vas a
creer, Elisa… También quiero saberlo. Lucía acaba de llegar hoy de España. La
acabo de conocer hace apenas unos minutos, mientras te esperaba.
Elisa: Ah… interesante…
Lucía y Elisa levantaron sus cejas hacia María en señal de estar esperando que siguiera
hablando.
María: (Mirando a Lucía) Igual que tú, Lucía, Elisa, que acaba de llegar de México
esta mañana. La conocí por teléfono antes del mediodía. Bien… Ambas vinieron a
este Hotel buscando a mi padre. Como ambas coinciden en un mismo propósito, qué
mejor que invitarlas a cenar a las dos para que conversemos sobre el asunto que las
trajo. Quien mejor que la hija y asistente personal en ausencia de la persona que
están buscando para atenderlas ¿No?
María hizo una señal acostumbrada a un mesero que, al poco, llegó con una botella de vino
tinto y tres copas.
María: (Al mesero) Gracias Ernesto… (A Lucía y Elisa) Algo me dice esta noche
será de muchas sorpresas. ¿Qué tal si abrimos esta botella de vino para comenzar a
entrar en ánimo de plática amena, antes de ordenar el menú? Yo invito… ¿O ya
tienen ganas de ordenar?
Elisa: Acepto la entrada del vino. Pero ¿Lo vas a pagar tú sola, María?
Lucía: ¡También acepto! Y podríamos pagar entre todas… Bebamos vino y luego el
menú…
María: No se preocupen por la cuenta. Trabajo aquí… Me hacen muy buenos
descuentos. Y más si se trata de mi padre. El descuento es mayor. Fabricio trabaja
aquí desde hace muchos años y es muy consentido por la empresa, créanme.
El mesero venía en camino con el menú.
Elisa: Al llegar, me llamó la atención la mesa adornada con los narcisos amarillos.
Las puso el hotel o…
María: (Al mesero que trajo las cartas del menú) Gracias Ernesto, pediremos en
unos minutos. No, Elisa, el ramo de flores lo traje yo. Es un detalle muy personal de
mi parte. Consideré que reunirme contigo evocaría una ocasión muy especial. Creo
que sabes a qué me refiero con lo de “ocasión especial” ¿Verdad?
Elisa: Sí. Creo saber a qué te refieres. Te confieso que para mí también significa
una ocasión muy especial. Mira… (Se levanta y hace el gesto de mostrar el vestido
que llevaba puesto) Hasta me compré este vestido, especial para esta ocasión.
Lucía: Es hermoso tu vestido, Elisa…
María: ¡Caramba, ya veo! ¡Qué lindo vestido! Muy a lo dominicano. Entonces
coincidimos. Yo siempre trato que las ocasiones especiales sean adornadas por
narcisos… Narcisos amarillos.
Elisa: ¿Sabes qué?… Los narcisos amarillos siempre han sido mis flores favoritas.
María: ¡Pues mira! (Haciendo un gesto de grata sorpresa, con las manos señalando
al florero) Los narcisos amarillos también han sido, desde que recuerdo, mis flores
favoritas. Las compro cuando presiento que algo bueno e importante va a ocurrir.
Para bendecir el momento. Los narcisos representan el renacimiento o el nacimiento
de algo nuevo. Nuestra conversación de esta mañana, Elisa, me hizo sentir que usted
me va dar una importante noticia, justo ahora.
Elisa: (Sorprendida mirando y acariciando las flores) Qué hermosos están estos
narcisos… Sí, María, es cierto. Ahora, debo darte una información importante
relacionada con tu padre.
María: Y ahora, también creo que esa noticia no sólo será importante para mí. Creo
que también lo será para Lucía.
Lucía: ¡Qué coincidencia! Yo también tengo algo importante que decirte María. Y
muy importante. Aún no sé si lo que te tengo que decir tenga relación con lo que te
va a decir Elisa. Aun no entiendo mucho... Pero, qué tal si comenzamos a degustar
este vino antes…
Lucía tomó la botella y sirvió en las tres copas. Elisa y María la observaron en silencio
expectante…
Lucía alzó su copa haciendo el gesto de brindis y las jóvenes siguieron el ritual. Bebieron
un sorbo.
Lucía: (Saboreando el vino con gusto y mirando a la botella) ¡Exquisito! Es un vino
de la Rioja, no podía ser mejor… ¿Por qué brindamos? (Mirando a María, a Elisa y
alzando la copa en alto).
Elisa: Brindemos por… por… (Mirando a María).
María: ¡Por los narcisos amarillos! Brindemos por los narcisos amarillos. Dinos,
Lucía, ¿Cuáles son tus flores favoritas?
Lucía: (Sonriendo) No me lo van a creer… Pensarán que trato de agradarles... Mis
flores favoritas siempre han sido… ¡Los narcisos amarillos!
María: (Con gesto de picardía) No sé por qué, pero… Yo te creo, Lucía.
Elisa: ¡Qué coincidencia!
María: Entonces… Nos parecemos un poco las tres… Nuestras voces también son
bastante parecidas… Nos gusta este vino de La Rioja… A las tres nos gustan los
narcisos amarillos y… Lo más importante… las tres tenemos que algo ver con el
señor Fabricio León Hernández. ¿Cierto? (Hizo un gesto de comprobación
afirmativa con su rostro y con la copa en la mano).
Lucía y Elisa hicieron el gesto de afirmar muy lentamente… Siguen a la expectativa y en
silencio escuchando atentamente a María… Por instinto las tres vuelven a levantar sus
copas en señal de brindis…
Lucía: Entonces, que este otro brindis sea por las coincidencias…
María: Ah… Mi padre me enseñó a degustar vinos. A él le gustan todos los vinos.
Pero a mí me fascina este, en particular, el de La Rioja. No conozco aún esa región
de España. Pero creo que, en mi próximo viaje a ese hermoso país de mi padre y
que también es mío ahora, tendré que visitar a Logroño y sus alrededores. Por donde
abundan los viñedos. ¿Ustedes me acompañarían?
Lucía: (Sonriendo) Sí, me gustaría. Soy de España, pero aún no conozco Logroño,
ni ningún lugar de La Rioja. Qué descuido.
Elisa: Yo fascinada. También me gustaría acompañarte. No conozco España. La
verdad, he viajado poco fuera de México.
María: ¡Excelente! Ya tengo a mis posibles compañeras de viaje… (Picando un ojo
a Elisa) Presiento, Elisa, que pronto vas a conocer a España. Es la tierra natal de la
persona que viniste a buscar.
Volvieron a llenar las copas y a brindar con los brazos alzados…
María: Y hablando de la persona más buscada pero que está ausente… Creo, mis
queridas Lucía y Elisa… Creo que de lo que realmente quieren hablar no es de
vinos, ni de España ni de flores… Creo que quieren que hable de mi padre ¿Me
equivoco?
Lucía: (sirviéndose más vino en su copa) Bueno, vine a hablar con el señor Fabricio.
Pero, desde me abordaste, María. Desde que me dijiste que eres su hija… Bueno, te
he observado porque… ¡Ay, deja ver cómo te lo digo… Bien, te lo diré de la
manera más directa posible… Lo que pasa es que es muy posible que tú y yo
seamos hermanas.
Las tres se miraron entre sí, calladas por unos instantes… María, respiró profundo, se
repuso y rompió el silencio.
María: ¡Ah!… ¡Qué sorpresa! Fíjate, Lucía, que yo invité a Elisa a cenar,
justamente con el propósito de averiguar mis sospechas sobre si ella y yo somos
hermanas. Y, si Elisa y yo somos hermanas, entonces, es también muy posible que
Elisa y tú… ¡También sean hermanas!
Elisa: (Mirando sonriente a María) Yo, en cambio, supe que eres mi hermana,
María, nada más al escuchar tu voz por teléfono.
No sólo porque me dijiste que eras la hija de Fabricio. Sino por tu voz. Me resultó
demasiado familiar. Más que familiar, tienes mi timbre de voz. Y me dije, no es
posible tanta coincidencia.
María: (Tratando de recuperarse de la sorpresa) A ver… Ustedes deben saber algo
sobre mi padre que yo no sé. Y creo que ustedes están esperando que sea yo la
primera que les cuente sobre él. ¿Cierto?
Lucía: (Sonriendo) La verdad sí. Pero entiéndeme… Vine para asegurarme que sea
cierta la confesión de mi madre… ¡Que Fabricio sea mi padre! Por eso necesitaba
entrevistarme con él en persona… Pensaba que sólo él me lo podía confirmar. Pero,
al conocerte, María, creo que mis dudas ya se han despejado por completo.
Elisa: Pues yo vine desde México a averiguar lo mismo que tú, Lucía. Con un
mensaje para Fabricio, que mi madre me hizo llegar con su esposo, poco antes de
morir. Ni siquiera se lo escuché a ella personalmente. Y claro, tenía mis dudas.
Quería que el mismo Fabricio me las despejara. Pero, al conocerte, María, me has
confirmado que es cierto, lo que mi madre mandó a decirme sobre… Ya saben.
Un nuevo silencio entre las tres jóvenes… Esta vez, sólo bebieron de sus copas, más
pensativas.
María: Bueno… Lo único que sé es que, los lugares desde donde vienen ustedes,
coinciden con los dos grandes amores que mi padre me contó que tuvo. El primero,
el de España. Y el segundo, el de México. Por eso me llamó la atención sus fechas
de nacimiento… Ah… Claro… Incluye también, el muy fugaz amorío de papá en
Venezuela (hizo el gesto de señalarse a sí misma). Obvio ¿No?
Las jóvenes rieron…
María: Pero eso es todo lo que sé. De verdad. Ignoraba que ustedes existían hasta
hoy… Creo, que mi privilegiada condición de hija única, acaba de llegar a su fin.
Elisa: Pues también yo dejé de ser hija única. Tú, María, al menos, eres la menor, la
que suele ser más consentida.
Lucía: Pues… También yo perdí el sitial exclusivo de hija única. Y ahora soy, la
hermana mayor. La que, casi siempre, carga con la responsabilidad del resto de sus
hermanas. ¿No tenemos más hermanos por ahí verdad?
María: No, no tenemos más hermanos. Aunque, eso mismo decía yo esta mañana.
Callaron por un momento y luego comenzaron a reírse simultáneamente. Los ojos de las
tres jóvenes comenzaron a humedecerse mientras se miraban en silencio.
Lucía: Hace muy poco me enteré de la existencia de Fabricio. Justo hace una
semana. El mismo día que falleció mi madre, Isabel.
María: (Mirando con tristeza a Lucía) Mis condolencias Lucía, no te las había dado,
discúlpame…
Lucía asintió poniéndose la mano derecha en el pecho.
María: ¿Isabel?… Creo que así se llamaba el gran amor del que mi padre me habló,
de hace muchos años, en España… Isabel… ¿De Granada?
Lucía: ¡Esa misma! Isabel… Es el nombre de mi madre… En Granada fue donde se
conocieron.
María: (Mirando a Elisa) También me contó mi padre, que cinco años después de
perder de vista a Isabel, vivió un hermoso romance en Ciudad de México… No
recuerdo el nombre que me dijo…
Elisa: Sofía, se llamó Sofía Fernández… (Con nostalgia) Mi madre.
María asintió con un gesto. Tomó de su copa con parsimonia y melancolía. Lucía y Elisa
hicieron lo mismo.
María: ¡Uy! No recordaba… Lucía, la madre Elisa acaba de fallecer.
Lucía: (Mirando con condolencia a Elisa) Cuánto lo siento Elisa.
Elisa: Falleció hace un mes… Tu mamá, Lucía, hace una semana… Lo siento
mucho.
María: ¡Dios mío! Estamos de luto (Inclinándose) … Elisa, Lucía, lo siento
mucho… No tuve tiempo de expresarles mis condolencias… Qué descuido de mi
parte…
Lucía y Elisa asintieron cerrando los ojos en señal de duelo y luego bebiendo sorbos de la
copa…
María: Mi madre murió hace seis años… Antes de morir, se vio obligada a buscar a
Fabricio para, primero, reconocerle finalmente como mi padre. Y segundo, para
que, en adelante, él se hiciera cargo de mí… Así que somos huérfanas de madre. Y
estamos de luto…
María bebió nuevamente y puso luego la copa lentamente en la mesa. Miró a Lucía y a
Elisa…
María: Entonces… Lucía, Elisa… ¿Somos hijas de un mismo hombre llamado
Fabricio León Hernández? ¿Es así? ¿Ya podemos declararlo oficialmente? ¿O hay
que esperar hasta que mi padre nos lo confirme personalmente?
Lucía y Elisa se miraron entre ellas. Luego a María y respondieron al unísono… “Sí, es
así”.
Lucía: ¡Somos oficialmente hermanas!
Elisa: De mi parte, ya está oficialmente reconocido y declarado. A partir de este
momento, somos hermanas…
María: Entonces, nuestro padre, el maravilloso y talentoso Fabricio León
Hernández…
Se paró de su silla, levantó el brazo derecho con la copa llena en la mano… Lucía y Elisa
hicieron lo mismo…
María: Entonces… (Alzando la voz en tono ceremonioso) ¡Fabricio! ¡Qué
afortunado eres! ¡Ahora tienes a tres hermosas mujeres como tus hijas! ¡Somos las
tres medio hermanas! ¡Brindo por las tres medio hermanas!
6
Tres medios hacen uno y medio
En la madrugada del domingo, Lucía, Elisa y María regresaron a la casa de Santo Domingo,
tras hacer un recorrido por el sureste de República Dominicana. Esta vez, María preparó
una habitación a cada una de sus hermanas, de las cinco que tenía la casa. Se fueron todas a
dormir y despertaron bien avanzada la mañana.
María fue la primera en despertar, poco después de las 9 de la mañana. Preparó café, y esta
vez un desayuno rápido de huevos fritos con tocineta, pan tostado y frutas. Esperó que
Lucía y Elisa se despertaran por su cuenta. Cuando ambas se levantaron, les sirvió el
desayuno.
Mientras esperaba a sus hermanas, escribió un mensaje de texto a su padre:
“Papá, buenos días.
Es importante que me llames cuando leas el mensaje.
La persona que buscas en Sevilla, Lucía, está aquí en Santo Domingo.
Espero tu llamada.”
Después de desayunar, María ayudó a Elisa y a Lucía a bajar sus equipajes del automóvil.
Lucía pudo abrir su ordenador portátil para revisar los mensajes en su buzón personal. No
se le ocurrió revisar el buzón de correo institucional de la universidad, en ese momento,
justo el buzón a donde le había escrito Fabricio.
María mostró, con más detalle, la casa a sus hermanas. Los detalles del estudio de trabajo
de su padre, que incluía un hermoso piano de cola y las paredes con anaqueles para sus
libros. Se distrajeron mirando un álbum con fotografías de ella con su padre. Lucía y Elisa
se iban poco a poco familiarizando con los detalles del padre, que aún no conocían en
persona.
Al medio día, María llamó al número de su padre, pero el teléfono se encontraba apagado o
fuera de cobertura. Eran las seis de la tarde en Sevilla. Ya comenzaba a preocuparse. Le
parecía extraño que no se haya comunicado.
Lucía revisó esta vez su buzón institucional de la universidad, para comprobar. Y allí estaba
el email que le enviara Fabricio en la noche del viernes. Se disculpó por el descuido con sus
hermanas y lo leyó en voz alta.
De inmediato, llamaron al Hotel Barceló. La recepcionista les informó que Fabricio no se
encontraba en ese momento en el hotel. Había salido temprano en la mañana hacia Huelva,
en un coche de alquiler, dejando un número telefónico de España, para que se lo dieran a
doña Lucía Méndez Corral. De inmediato, María llamó al número que le indicó la
recepcionista. Puso el teléfono en audio abierto para que lo escucharan sus hermanas.
El teléfono de Fabricio replicó varias veces. María insistió hasta que, por fin, alguien
respondió:
Persona desconocida: ¡Aló! (Dijo una voz masculina)
María: Aló, buenas noches, por favor… ¿Ese el número del señor Fabricio León
Hernández?
Persona desconocida: Deme un momento, ya le informo…
Las jóvenes escucharon voces dialogando, hasta que aparece una voz femenina.
Voz femenina: Aló… Sí, este es el número de don Fabricio León… ¿Es usted
familiar de él?
Lucía: Sí, soy su familiar… ¿Nos puede poner a don Fabricio? Por favor...
Voz femenina: Le hablo desde el centro de enfermeras del Hospital Universitario
Virgen Macarena de Sevilla. Soy la enfermera de guardia. El dueño de este teléfono,
don Fabricio León, está siendo atendido en la unidad de emergencia traumatológica,
debido a una contusión craneal, producto de una caída. Al parecer por una pelea en
una calle, cerca del puente de San Telmo.
Lucía: (Nerviosa) Pero… está bien… ¿Cómo se encuentra ahora?
Enfermera: El Estado del don Fabricio León es estable, por el momento. Está en
cuidados intensivos. Ahora está bajo un coma inducido, hasta que logren reducir la
presión del trauma cerebral. El médico confirmó que está fuera de peligro, pero
tendrá que permanecer en coma y en reposo absoluto hasta que logren estabilizarlo
del todo.
María: (Angustiada) Enfermera, escuche por favor, la estamos llamando desde
Santo Domingo, República Dominicana. Le habla María León, la hija menor del
señor Fabricio León. Si él despierta, por favor, infórmele que sus hijas van a tomar
el primer vuelo que consigamos a España.
Enfermera: De acuerdo, ya estoy anotando su mensaje, en el parte familiar.
Entonces la estaremos esperando, en la sección UCI de traumatología del hospital.
María: Muchas gracias, ya vamos saliendo. Estaremos llamando.
Lucía y Elisa ya estaban preparando un equipaje de mano. María improvisó un bolso con lo
esencial, tan pronto como colgó la llamada. Lucía ya había solicitado un taxi por teléfono.
Varios minutos después, partieron las tres hacia aeropuerto internacional Las Américas, de
Santo Domingo. Tuvieron suerte en conseguir tres asientos, aunque en primera clase, para
Madrid, que despegaba a las nueve de la noche. La espera en la antesala de la puerta de
embarque se sintió interminable. Las tres hermanas se sentaron en la mesa de un café cerca
de la puerta de embarque y pidieron té de manzanilla, para intentar calmarse. Se
mantuvieron tomadas de la mano, por largo rato, para darse ánimo, hasta que fueron
llamadas a embarcar. Se miraron con los ojos húmedos. Fue Lucía la que pronunció las
palabras de aliento:
Lucía: Papá va a estar bien. No estará solo. Ahora nos tiene a las tres. Lo
cuidaremos.
Elisa y María asintieron. Antes de abordar el avión llamaron al hospital. Fabricio seguía
igual.
Llegaron a Barajas poco antes del mediodía del lunes. Tras pasar por migración, Lucía se
adelantó para comprar los boletos del primer vuelo que encontrara a Sevilla. Consiguió
pasajes con salida en hora y media. Llamaron nuevamente al hospital y les informaron que
Fabricio seguía estable y en coma inducido. Se apresuraron en salir de la Terminal 4 hacia
la Terminal 1, logrando abordar el siguiente avión.
Llegaron al aeropuerto de Sevilla con sus maletas de mano a rastras. Consiguieron el
primer taxi que vieron en la puerta principal del terminal. “Al Hospital Universitario Virgen
Macarena de Sevilla”, por favor, dijo Lucía al conductor. Sin darse cuenta ya estaban en la
calle Dr. Marañón que daba al acceso norte del hospital. Corrieron hacia el área de
Cuidados Críticos de Urgencias.
Ya era algo más de las tres de la tarde, cuando llegaron al mostrador del puesto de
enfermeras de Cuidados Críticos. Se encontraron con dos enfermeras y un oficial de la
Guardia Civil.
Lucía: Buenas tardes. Somos los familiares de don Fabricio León Hernández. Por
favor díganos cómo está.
Una de las enfermeras las miró rápidamente y buscó en la base de datos del ordenador.
Enfermera: Debo apuntar aquí a un familiar responsable… ¿Me indican por favor?
Se miraron entre ellas. María es la hija oficial de Fabricio.
María: Sí, soy yo. María de los Ángeles León Rosales, hija menor de don Fabricio
León Hernández. Tenga mi DNI.
Fabricio había gestionado la nacionalidad española de María, luego de cumplir los quince
años de Edad. Viajaron juntos a España en tres oportunidades, de vacaciones.
Enfermera: Don León está estable, pero sigue en coma. Hay que esperar, pero todo
indica que está mejorando. Pueden pasar a verlo, pero sólo un familiar a la vez.
Una vez apuntada como familiar responsable, el oficial de la Guardia Civil se dirigió a
María, quien tomó por el brazo a Lucía y a Elisa para atraerlas hacia ella, como buscando
protección.
Oficial de la Guardia Civil: Estoy aquí para tomar el testimonio de don Fabricio
León Hernández, como parte del expediente policial. Los testigos indicaron que don
León fue empujado deliberadamente por unas escaleras, causándole el traumatismo
que lo tiene ahora en coma. El presunto victimario, está identificado como don
Antonio Méndez Alcántara… ¿Lo conocen?
Lucía: (sorprendida) Sí… Es… es mi padre… Mi padre de crianza.
Oficial de la Guardia Civil: Entiendo, señorita. Su padre ha sido detenido
preventivamente, hasta tanto obtengamos la declaración de la presunta víctima, don
Fabricio León. Pero me informan que va a permanecer en coma inducido por unas
horas. Así que don Antonio Méndez tendrá que seguir retenido en la Comandancia
de Eritaña.
Lucía: (Con un gesto de ansiedad) Oficial… ¿Podría ir a visitarlo?
Oficial de la Guardia Civil: (Mirando su reloj) Hasta las cinco de la tarde tiene
oportunidad. Debe darse prisa. No está muy lejos de aquí. Si lo desea, puede venir
conmigo. Me dirijo hacia allá.
Lucía: Muchas gracias. Iré con usted… (Dirigiéndose a sus hermanas). Hablaré con
Antonio, para averiguar qué fue lo que pasó y me regreso de inmediato. Me quedaré
con ustedes, aquí en el hospital.
María: Yo prefiero que vayan ustedes a descansar esta noche, porque sólo permiten
un acompañante nocturno… (dirigiéndose a la enfermera) ¿Cierto enfermara? (La
enfermera asintió).
Lucía: María… Regreso pronto y lo hablamos ¿Vale? Tranquila, Elisa y yo estamos
bien. Mientras papá esté estable, sólo es cuestión de horas para que se recupere.
Regreso pronto. Elisa, por favor, acompaña a María. Ya vuelvo.
Lucía y el oficial de la Guardia Civil se marcharon. María y Elisa preguntaron más detalles
sobre el estado de Fabricio. Al parecer estaba reaccionando bien al tratamiento. María entró
al cubículo donde era atendido su padre y lo vio profundamente dormido, con un vendaje
en la cabeza y conectado a una bolsa de hidratación, que terminaba en un catéter en el brazo
izquierdo. Luego salió para hablar con Elisa, quien entró unos minutos. Ambas se
tranquilizaron y de inmediato le enviaron un mensaje de texto a Lucía con la última
información, para que también se calmara.
Lucía entró al pequeño recinto de visitas del retén judicial de la Guardia Civil de Civil de
Eritaña, en pleno centro de Sevilla, muy cerca del Hospital Universitario. Vio entrar por
una de las puertas internas a su padre Antonio. El rostro de Antonio acusaba cansancio y
preocupación. Era la primera vez, en dos años, que Lucía podía conversar con él. Antonio
se había marchado repentinamente de la casa de Huelva y nunca quiso recibir ni hablar ni
con ella ni con su madre.
Lucía: (Mirando a Antonio con preocupación) ¿Cómo estás?
Antonio: Estoy bien, hija, pero muy preocupado… Lastimé a alguien, pero no fue
intencional, fue un lamentable accidente.
Lucía: (Con lágrimas en los ojos) Lo sé. Sé quién es la persona del accidente,
Antonio.
Antonio: ¿Antonio? Ya no me dices padre como siempre.
Lucía: Siempre serás mi padre, Antonio.
Antonio: ¿Ya lo sabes todo?
Lucía: Sí, leí las cartas de mamá.
Antonio: (En todo triste) Ah… tu madre te contó antes de morir.
Alicia: No, Antonio. Me enteré por pura casualidad, buscando un documento de
mamá en su ordenador. La sepulté en el cementerio de Huelva. Ni siquiera te
dignaste a venir a su funeral. Te avisé varias veces.
Antonio: No pude… No pude, Lucía… Estaba… estaba muy adolorido, con mucha
rabia. No pude… (Bajando la cabeza y poniendo la palma de su mano derecha sobre
sus ojos)
Lucía: Dos años, Antonio. Hace dos años que te marchaste. Y ni siquiera
consideraste que mi madre vivió contigo por casi treinta años… (Respiró mirando
hacia el techo color blanco del cubículo, tratando de calmarse).
Antonio: (Sollozando) No pude, Lucía…No pude soportarlo…
Lucía: Sepulté a mamá y me fui viajé a República Dominicana para buscar y
conocer a Fabricio. Contarle que soy su hija. Ya sabes quién es él ¿Verdad?
Antonio: Sí, Lucía… Claro que sé quién es… Me enteré por sus cartas y cuando tu
madre me confesó todo, que no eres mi hija… No supe qué hacer ni cómo
reaccionar… Traté de huir… De alejarme de todo.
Lucía: Cuando llegué a Santo Domingo, Fabricio ya estaba en Sevilla. Mamá le
escribió rogándole que viniera a conocerme, para decirme personalmente que él es
mi padre biológico. Por supuesto que Fabricio no me encontró. Imagino que trató de
conseguirme a través de ti ¿Cómo es posible que lo hayas lastimado?
Antonio: No, no… Lucía. Yo no lo lastimé. Es decir, sólo reaccioné mal cuando me
dijo quién era. Me acerqué para gritarle, no para golpearlo, pero él retrocedió y cayó
por las escaleras… Fue un lamentable accidente. Por favor, créeme. Dime cómo
está ahora el señor Fabricio.
Lucía: (Respirando profundo) Parece que ya está fuera de peligro… pero aún lo
tienen en coma. Quizás haya efectos secundarios por el golpe en la cabeza. No lo
sabremos hasta que recupere la conciencia. Hasta ahora, el informe médico luce
optimista. Tenemos esperanza de que se recupere pronto y que él va a estar bien.
Antonio: (Respirando aliviado) Qué alivio… Gracias a Dios… Yo no quiero que le
pase nada malo al señor Fabricio, créeme. Fue una reacción de celos y rabia inicial.
Pero, jamás le hubiera hecho daño. De verdad. Estoy dispuesto a asumir los gastos
médicos. Y asumiré cualquier responsabilidad, en caso de que me denuncie. Pero
todo fue un desafortunado accidente. Ha tenido que pasar la muerte de Isabel, y
ahora esto, para que yo reaccione. Ya debo superarlo. Prometo hacerlo. Superar
esto, Lucía.
Lucía: Te creo Antonio, te creo. Sé que no eres una persona violenta, aunque tengas
muy mal carácter. El guardia civil me informó que te acusan de intento de
homicidio. Pero hasta que Fabricio no preste declaración, estarás retenido bajo esos
cargos. Hay que esperar a que esté consciente. Regresaré ahora al hospital. Buscaré
el modo de tenerte informado. Puedes llamarme a mi móvil, cuando te lo permitan,
yo te responderé.
Antonio: Lucía… he tenido tiempo de pensar. Ese hombre no tuvo culpa de nada.
Yo… Yo no tengo porqué sentir nada en contra de él. Él es tu verdadero padre. Lo
sé. Estás en todo tu derecho de conocerlo y él de conocerte. Por las cartas que envió
a tu madre creo que debe ser un buen hombre. Sé que se enamoró sinceramente de
tu madre y que no sabía nada más. El resto de la historia tiene que ver sólo con tu
madre y conmigo. Pero lo superaré.
Lucía: Gracias por comprender, padre.
Antonio: Yo… (rompió a llorar) Yo fui incapaz de hacer que tu madre se volviera a
enamorar de mí. Es mi culpa. Lo supe muy tarde. Entré en cólera cuando descubrí
que ella aún recordaba a Fabricio, después de tanto tiempo. Luego, saber que yo no
era tu verdadero padre me destrozó por completo. No lo pude resistir. No pude
verlas a la cara. Te pido que me perdones por mi absurdo proceder. Sé que lo voy a
superar. Cuando despierte el señor Fabricio, te ruego por favor, dile de mi parte que
lo lamento profundamente. Que siento mucho haberle causado esto (El llanto lo
interrumpe) …
Lucía: (Llorando también) Padre, yo le explicaré a papá… (titubeando) … a
Fabricio. Le haré llegar tu mensaje. Yo aún no lo conozco personalmente. Pero
tengo la intuición de que él lo comprenderá todo. Pronto vas a salir. No te preocupes
por los costos médicos. Fabricio es español y está asegurado. En cuanto él preste
testimonio saldrás de aquí sin ninguna acusación. Fabricio comprenderá y te
perdonará, estoy segura. Él tiene otras dos hijas.
Antonio: ¿En serio? Tienes dos hermanas… ¿Las conociste?
Lucía: Sí, me encontré con ellas en Santo Domingo. Son bellas personas. Me sentí
muy feliz de conocerlas. Han aliviado la tristeza de la muerte de mamá. Ahora me
siento mucho mejor.
Antonio: Lucía, no te he dicho que lamento mucho la muerte de Isabel. Ese día,
parte de mí murió con ella. Fue parte esencial de mi vida. Ahora sólo me queda
recordarla y suplicarle que me perdone, donde quiera que ella esté.
Lucía: Ha sido muy doloroso para todos, padre. Pero saber que has entendido toda
esta situación me alivia de veras. Espero que tú también encuentres sosiego. Espero
que en cuando salgas, vayas al cementerio y visites a mamá. Por favor, perdónala.
Sé que ella cometió un grave error. Un error que pagó a lo largo de su vida. Ahora,
honrémosla. Por favor, ve y perdónala. Te hará bien a ti. Te dará paz…
Antonio: No, Lucía… Es Isabel quien tiene que perdonarme. Iré, pero a pedirle
perdón…
A Lucía le avisan desde la puerta del recinto que la hora de visita ha terminado.
Lucía: Ya debo irme, padre. Vendré en cuanto sea posible. Pero, seguramente ya
estarás libre. Cuídate por favor.
Antonio: (Extendiendo la mano a Lucía a través del cristal de seguridad sonorizado)
Lucía, perdóname tú a mí. Estos dos años sin tratarte. No me he portado como un
padre. Pero te quiero, hija. Seguirás siendo mi hija. Y siempre te voy a querer. En
adelante trataré de ser tu amigo. Lo prometo.
Lucía: (Levantándose para salir) Antonio, siempre vas a ser mi padre. Y como dice
la ocurrente de mi hermana menor, mejor que un solo padre, es tener dos padres
(sonrió mientras hacía un gesto de despedida con la mano).
Lucía regresó al hospital y se reunió con sus hermanas, para cenar en un restaurante del
hospital. Les explicó los detalles del accidente y sobre su conversación que tuvo recién con
Antonio en el centro de retención.
María: Es un alivio saber que fue un accidente, un malentendido.
Elisa: Pienso lo mismo. Ya le escribí a Eliécer contándole. Ha estado muy
pendiente.
Lucía: Sólo falta que papá despierte, que esté bien y que todo se resuelva.
María: Estoy segura que será pronto. El médico a cargo nos dijo, recién, que ya está
mostrando signos de recuperación. Mañana en la mañana lo evalúan para decidir si
le retiran el coma inducido. Mañana, queridas hermanas, prepárense porque seré yo
quien las presente con papá.
Lucía, Elisa y María se miraron con ojos húmedos, más tranquilas y esperanzadas,
sonriendo al mismo tiempo.
María: Por favor, Elisa, Lucía, vayan a casa. Descansen, yo me quedaré en la
camita del acompañante. Ya saben que soy, de momento, el familiar legal.
Cualquier información las llamaré de inmediato, se los prometo.
Lucía: Está bien, pero no dejes de llamar a la hora que sea. Pondré el móvil en
volumen alto, con un timbre escandaloso. Mi apartamento está relativamente cerca,
en la avenida Santa Cecilia del barrio de Triana. Por cierto, es un piso muy bonito,
les va a gustar. Cuando a papá le den de alta, nos iremos todos a la casa de Huelva.
Es un lugar muy bonito. La casa es grande, espaciosa y con una vista preciosa del
Golfo de Cádiz. Allí podemos estar el tiempo que necesite papá para recuperarse
hasta que puedan regresar a Santo Domingo.
María volvió a hacer la pregunta que quedó sin respuesta, en el desayuno de la mañana del
sábado.
María: ¿Y qué tal si nos vamos todos a vivir a Santo Domingo?
9
Te presento a tus hijas
Un médico despertó llamando a María, que aún dormitaba en la silla de la sala de espera de
la sala de urgencias.
Médico de guardia: Su padre ha evolucionado muy bien. Decidimos retirarle los
barbitúricos del coma, al medio día de hoy. Así que estimamos que ya esté despierto
y consciente alrededor de las dos de la tarde. Opino que no tendrá mayores
problemas. En el examen de ultrasonido no parece mostrar nada que temer.
María: (Espabilándose y sonriente) Gracias, doctor, muchas gracias, qué buena
noticia. Ya voy a llamar a mis hermanas.
Lucía: (Despertándose) Aló… María, ¡cómo amaneció papá! (Puso el móvil en
manos libres para que Elisa, que se acercaba, pudiera escuchar)
María: ¡Le quitarán los medicamentos del coma al medio día! … Despertará como a
las dos… ¡Pónganse bonitas, que hoy papá las va a conocer! …
Lucía: ¡Qué alegría! ¡Qué alegría! (Se escuchaba también la voz alborozada de
Elisa). María, escúchame bien, debes venir a mi casa… Elisa irá ahora en un taxi
para suplirte. Ven para que tomes una ducha, comas y te refresques, debes estar
muy cansada.
María: (Imitando la voz en tono militar) Sí, mi hermana mayor… A la orden mi
hermana mayor.
Lucía y Elisa rieron la salida de su hermana menor.
Lucía llamó al Guardia Civil que tuvo la gentileza de llevarla hasta la comandancia donde
se encontraba retenido Antonio, pero ya en la Guardia Civil estaban informados de la
posible hora en la que podían tomar la declaración de Fabricio.
Elisa llegó en taxi al hospital. Y ya frente a María intentó acordar con ella la posibilidad de
darle prioridad a la declaración oficial de Fabricio, para saber a qué atenerse con respecto a
Antonio.
María: No te preocupes Elisa, soy la primera interesada en que se resuelva este
lamentable malentendido. Y que el señor Antonio pueda salir libre y sin cargos,
cuanto antes. Estoy segura de que papá va a declarar que fue un accidente. Sé que
Lucía está muy nerviosa con esto. Yo me encargaré de calmarla. Por favor está
pendiente y si sabes de alguna reacción de papá, me llamas. En todo caso, si papá
despierta antes, trata de que sea primero el Guardia Civil quien lo entreviste. Sé que
sabes, mejor que yo, qué hacer en estos casos. Pero, por favor, déjame que sea yo
quien hable con papá antes de que las conozca a ustedes. Quiero tener el privilegio
de ser quien le presente a sus hijas, mis adoradas hermanas recién adquiridas.
Elisa: Claro que sí, María, descuida. Será como tú dices. Tienes todo el derecho de
ser la presentadora oficial de las hijas de papá. Eres la hermanita menor. La chispita,
como decimos en México, querida hermana.
A María le esperaba un taxi que la llevaría hasta el apartamento de Lucía, en el pintoresco
barrio de Triana. Lucía la recibió en la entrada del edificio. Y encargó a un restaurante algo
ligero de comer para el almuerzo. Luego de acicalarse. María comentó a Lucía lo que habló
con Elisa. Lucía, más tranquila, le agradeció a su hermana menor la nobleza de su
compresión.
Planearon que María sería la primera persona que vería Fabricio al despertar. Según como
esté de lúcido, María le hablará antes de su declaración y sobre el mensaje de Antonio.
Luego harían entrar a la Guardia Civil, para la formalidad.
Una vez que se hayan marchado los oficiales, María contaría a Fabricio sobre Lucía. Y,
acto seguido, llamaría a Lucía. Lo mismo con Elisa, que es la sorpresa mayor, pues
Fabricio no tiene ni idea de su existencia.
Lucía y María llegaron en el coche de Lucía. Aparcaron con calma y caminaron de igual
forma hasta la UCI de urgencias. No podían evitar estar algo nerviosas y emocionadas.
Camino al hospital, Elisa les había informado que el tratamiento de coma inducido ya había
sido retirado y esperaban que, de un momento a otro, Fabricio despertara.
En la sala de espera de urgencias se reunieron las tres hermanas. Se dieron un abrazo de
esperanza, y luego, María ingresó al interior del cubículo donde convalecía su padre.
Esperó alrededor de media hora, cuando un mensaje de texto de Lucía le informaba que ya
habían llegado dos oficiales de la Guardia Civil. Estuvieron dispuestos a esperar que les
avisen para entrar a tomar la declaración. Lucía miraba fijamente a su padre. Observó que
comenzaba a despertar. Así que se ubicó a un lado de la cama, ligeramente inclinada para
que él pudiera verla casi de frente, al despertar del todo.
Fabricio abrió los ojos lentamente y comenzó en segundos a procesar mentalmente todo lo
que le había ocurrido. Vio que estaba en un hospital y el rostro sonriente de su hija María.
Iba a decir algo, pero María le puso suavemente el dedo índice de su mano izquierda en los
labios, inclinándose para besarlo en la frente…
María: (Con voz suave) Dios te bendiga papá. Tranquilo, todo está bien. Ya estás
mejor y fuera de peligro. Fue un golpe fuerte y nada más. Mi papi es un hombre
recio y resistió muy bien ¿Dime cómo te sientes?
Fabricio: (Mirando su cuerpo y tratando de estirar sus manos y sus brazos)
Adolorido… Creo que he estado mucho tiempo acostado… ¿Cuánto tiempo estuve
dormido? ¿Cuándo llegaste a Sevilla?
María: Te ingresaron el domingo, como a las seis y media de la tarde.
Afortunadamente, el hospital queda muy cerca de donde tuviste el accidente. Llevas
como unas 40 horas dormido. Dime, cómo te sientes ¿Puedes mover tus piernas, tus
manos?…
Fabricio: Sí, hija, creo que todo está en su lugar…
María: Papá, debo llamar al médico de guardia para que te chequeen. Pero antes es
necesario que hagas algo muy importante. Dime… ¿Recuerdas todo lo que te pasó?
Fabricio: Sí, hija recuerdo todo perfectamente, menos desde que me caí y sentí el
golpe en la cabeza, hasta ahora. Siento todo mi cuerpo, creo que estoy bien.
Explícame ¿Cómo es que estás aquí?
María: Perfecto papá. Tengo muchísimas cosas qué decirte, del por qué estoy aquí.
Pero antes, debes hablar brevemente con los oficiales de la Guardia Civil que están
afuera.
Fabricio: (Sorprendido) ¿Guardia Civil? ¿Pasó algo grave?
María: Es que unos testigos declararon que tu caída fue causada por una agresión.
Así que detuvieron preventivamente a una persona, bajo el cargo de agresión o
intento de homicidio.
Fabricio: ¿Te refieres a Antonio Méndez? El padre de Lucía… ¿Sabes dónde está
Lucía?
María: Sí, papá… Sé dónde está Lucía. Ella viajó a Santo Domingo a buscarte
mientras tu venías a Sevilla. La conocí allá. Te estuvimos esperando, pero cuando
nos enteramos de tu accidente, viajamos juntas. Ella está afuera, en la sala de
espera. Ya lo sabe todo, papá. Que tú eres su padre. Se enteró el mismo día que
Isabel falleció. Yo la recibí y hablamos mucho. No te preocupes. Ella está
emocionada, pero está bien. Con muchas ganas de conocerte.
Fabricio: Entonces… ¡Lucía ya lo sabía! ¡Quiero verla! ¡Quiero verla por favor!
¿Puedes decirle que venga?
María: (Interrumpiendo a su padre mientras le acaricia el cabello que sobresalía de
los vendajes) Claro que sí, papá. Lucía también está muy ansiosa por entrar,
conocerte y hablar contigo. Pero antes, necesitamos resolver el asunto del señor
Antonio. Debes hablar, ahora, con los guardias civiles. Están afuera esperando.
Verás, Lucía fue a visitar a Antonio al retén donde todavía está detenido. Antonio le
juró que nunca tuvo intenciones de lastimarte. Sólo quería gritarte algo a la cara.
Pero tu retrocediste y resbalaste… Antonio le pidió a Lucía que te dijera que se
siente muy avergonzado y quiere pedirte perdón.
Fabricio: Claro que no fue intencional, hija… Fui yo que me asusté… No vi el
escalón detrás… Todo fue muy rápido… Estaba muy cansado y perdí el
equilibrio… ¿Intento de homicidio? ¡Por Dios, no! Dile a los oficiales que entren,
les diré que fue un accidente.
María: ¡Ay! Papá, eres tan lindo. Lucía te lo va a gradecer. Ya llamo a los oficiales.
María se asomó a la puerta e hizo una señal. Dos oficiales de la Guardia Civil ingresaron.
Oficial de la Guardia Civil: Don Fabricio León Hernández, somos los oficiales
Contreras y Alarcón, nos contenta que haya recobrado el conocimiento. ¿Está usted
consciente y en pleno uso de sus facultades como para prestar declaración sobre lo
sucedido el domingo pasado, alrededor de dieciocho horas?
Fabricio: Sí, oficial, recuerdo bien lo sucedido. Me encuentro bien y en plena
facultades.
Oficial de la Guardia Civil: Bien… Varios testigos del vecindario declararon
escuchar gritos agresivos de parte de don Antonio Méndez contra usted, antes de su
caída por las escaleras. En consecuencia y dado que aún usted no podía declarar, se
procedió a la detención preventiva del presunto agresor, bajo el cargo de intento de
homicidio, en grado de agresión. Por favor, don León ¿Fue usted agredido y
empujado con intenciones violentas en su contra?
Fabricio: No, oficial. Todo fue un malentendido. Yo interpreté una situación de
sorpresa de don Antonio Méndez y retrocedí sin darme cuenta. Mi caída fue un
accidente. Lamento mucho haber causado tantas molestias y preocupaciones.
Oficial de la Guardia Civil: ¿Entonces debemos entender que usted declara que lo
sucedido fue accidental y que no presentará cargo alguno en contra de don Antonio
Méndez?
Fabricio: Así es, mi caída fue un accidente. Y por supuesto que no presentaré
cargos contra el señor Antonio. Más bien le debo una disculpa por haber sido
detenido por este accidente.
Oficial de la Guardia Civil: Muy bien don Fabricio León, el oficial Alarcón ha
tomado debida nota de su declaración. ¿Puede usted leerla y firmarla ahora? De ser
así, avisaremos de inmediato al Comando para que don Antonio Méndez sea
liberado, cuanto antes.
Fabricio: Claro que sí. Permítame firmar (Fabricio firmó en la tabla con unas hojas
y un bolígrafo que le puso delante el oficial de la Guardia Civil).
Los oficiales salieron del cubículo y de inmediato ingresó el médico de guardia. María
permanecía al lado de su padre.
Médico de guardia: Don Fabricio León Hernández, me alegra que se haya
recuperado ¿Se siente bien?
Fabricio: Sí doctor, ya me siento mucho mejor.
Médico de guardia: No le hemos hallado nada grave ni en la resonancia ni en la
ecografía ni en los exámenes de laboratorio. Tuvimos que inducirle el coma porque
llegó usted inconsciente y con un severo trauma craneal. En esos casos, preferimos
prevenir para anticiparnos a un potencial derrame cerebral, por la presión de la
contusión. Pero ya se encuentra usted estabilizado y normal. El resto de los
exámenes generales indica que usted está muy sano. Le felicito. Estará el resto de la
noche de hoy en observación y seguramente mañana, alrededor de las 9 de la
mañana, se le dará el alta médica. Lo dejo entonces en la buena compañía de su hija.
No quiero volver a verlo por aquí don Fabricio (se despidió sonriendo el médico).
Fabricio: Trataré de no darle más lata doctor. Muchas gracias.
María esperó que el médico saliera del cubículo.
María: Ajá. No hay mal que por bien no venga. Te hicieron todos los exámenes que
siempre te niegas con la excusa de estar muy ocupado. En adelante, no te dejaré en
paz para que, cada año, te hagas los exámenes por precaución.
Fabricio: De acuerdo, hija. Te haré caso esta vez. Lo prometo.
María: Ahora (en tono de suspenso) ¿Estás preparado para conocer a tu hija Lucía?
Fabricio: Siento nervios, pero estoy listo. Por favor, hazla pasar.
María se asomó a la puerta e hizo señas. Lucía entró segundos después. María la tomó de la
mano y la llevó hacia el lado izquierdo de la cama…
María: Papá (con gestos parsimoniosos), te presento a tu hija, Lucía Méndez Corral,
mi bella hermana mayor…
Fabricio y Lucía se miraron unos segundos. Lucía se acercó a la cama y tomó la mano a
Fabricio.
Fabricio: ¡Dios mío! ¡Eres tan hermosa como Isabel! (le corrieron lágrimas por sus
mejillas y esta vez fue él quien tomó las manos de Lucía). Perdóname por no haber
estado. Por no haber insistido. Nunca supe de ti.
Lucía: Ya comenzaste a estar… Papá. Has llegado en el momento justo, cuando más
te necesitaba, cuando mamá se nos fue tan repentinamente (ambos lloran). Además,
ya comencé a conocerte a través de esta estrellita tan linda y ocurrente que es mi
hermanita menor (Fabricio y Lucía miran a María, a quien también le corren unas
lágrimas por las mejillas, mientras les sonríe).
Fabricio: (Mirando con lágrimas en los ojos a María) Gracias, hija, Gracias
(Mirando a Lucía). Me dijo María que viajaste a Santo Domingo este viernes
pasado.
Lucía: (A Fabricio) Sí. Llegué a Santo Domingo el viernes poco antes del mediodía.
En la tarde fui al hotel donde trabajas. Y desde que llegué he averiguado mucho
sobre ti. Ya te conozco en una buena parte. Lo más esencial y ¿Sabes qué? ¡Me
encantó! Eres exactamente como imaginé el padre que siempre quise tener ¡Y
resulta que sí, que lo tengo! Sólo que aún no lo sabía. Además, tengo a la más bella
y mejor hermanita menor que se podía tener en el mundo (señalando a María ya más
sonriente).
Fabricio: (Aún con lágrimas) ¿Puedo llamarte hija, Lucía?
Lucía: Ah, pues yo ya te he estado llamando papá, desde el viernes. Tenemos
mucho por delante, papá. Ahora necesitamos que te recuperes. Iremos a Huelva.
Visitaremos a mamá. Por favor guarda una reserva de lágrimas. Las vas a necesitar.
Pasaremos unos días juntos y luego veremos qué decidimos. Pero ahora, las
sorpresas aún no terminan (Mira a María con complicidad).
Fabricio: (Bromeando) ¿Sorpresas? ¿Me compraron un piano nuevo?
Lucía: (Riendo) No, papá, no te compramos un piano nuevo.
María: Bueno, bueno, ahora la siguiente sorpresa… En caso de que tener dos hijas
sea muy poco. Es decir, como si no fuera suficiente con tenernos a mí y ahora a
Lucía, queremos informarte que… (hace una fanfarria con la voz).
Fabricio: (Intrigado y más serio) ¿Qué…? Digan de una vez…
María y Lucía: (A un mismo tiempo) ¡Tienes otra hija!
Fabricio: ¡Qué! ¿Otra hija? ¿De qué hablan? Pero (Mirando a la puerta por donde
entraba Elisa).
Lucía ya había enviado un mensaje de texto a Elisa, como la señal para que entrase. Lucía y
María tomaron a Elisa de las manos desde la entrada de la puerta y la llevaron al lado de
Fabricio. Elisa y Fabricio se miraron fijamente por unos segundos. Fabricio la detalla en
silencio.
Elisa: (Con lágrimas en los ojos) Hola papá…
Fabricio: ¡No puede ser! ¡Te pareces a Sofía!
Elisa: (Sorprendida) Sí, papá… Me parezco mucho algo a mí madre y ceo que algo
a ti. Me llamo Elisa Elvira Ramírez Fernández. Soy la única hija de Sofía
Fernández. También llegué a Santo Domingo este viernes pasado, desde México,
para decirte personalmente que mi madre falleció hace un mes. Quería decirte que
lo siento mucho.
Fabricio: Sofía… Murió… (Cerró los ojos y se llevó las manos a la cara, se contuvo
de llorar, y luego miró a Elisa) ¡Ay! cuánto lo siento. Qué pena… Cuánto lo
siento…
Elisa: La última voluntad de mi madre fue que me hablaran de ti. El día de su
muerte fue que me supe de ti.
Fabricio: ¡Dios mío! Debiste sufrir mucho.
Elisa: Mamá me pidió que te buscara para conocerte. Y, a través de mí, pedirte
perdón. Perdón por no haberte esperado. Y perdón por ocultarte que tuviste una hija.
Una hija mexicana.
Fabricio: (Llorando) Todo este tiempo pensaba que Sofía me odiaba.
Elisa: Odiarte no lo creo, papá. Tuvo miedo de quedarse sola esperando un hijo. Así
que regresó a su pueblo natal, Puebla. Allí la esperaba un compromiso matrimonial
que había dejado pendiente antes de conocerte y enamorarse de ti.
Fabricio: ¿Sofía estaba comprometida? Nunca… Jamás me lo dijo.
Elisa: Se enamoró de ti, papá. Y una mujer enamorada pues… puede que pase por
alto algunas cosas de su pasado (sonrió aún con las lágrimas en sus ojos).
Lucía: (Interrumpiendo) Papá, ninguna de esas mujeres te dijo nada cuando te
conocieron. Pero todas estaban casadas o comprometidas… (Sonriendo) Dime, qué
tienes que haces que las mujeres oculten su pasado para seducirte (todas las
hermanas rieron).
Fabricio aún no salía de su asombro
María: Bueno… Pero, a cambio de los engaños de esas malvadas mujeres, te han
retribuido con una generosa compensación. Ahora tienes tres hermosas hijas. Te las
presento. Lucía (señalándola con las dos manos) es economista y doctora en
finanzas. Es además una destacada profesora e investigadora universitaria. Creo que
eso ya lo averiguaste. Es también una extraordinaria persona. Desde que la conocí,
hace cuatro días, quedé más que convencida y la recomiendo para cualquier cosa,
sin lugar a ninguna duda.
Fabricio: Encantado de conocerte, Lucía… Ahora puedo decirte que tu nombre,
Lucía, se lo sugerí a tu madre, cuando imaginaba en voz alta que algún día
podríamos tener un hijo. Lucía es el nombre de mi abuela materna. Y Fernando, de
mi abuelo, si era varón. Quedé tan sorprendido cuando supe de ti. Que Isabel te
bautizó con el nombre de Lucía. Tu mamá ya me comentó sobre ti y me sentí
plenamente orgulloso (Se le humedecen los ojos).
Antes que Fabricio volviera a llorar, María hace otros ademanes teatrales.
María: Papá… Ahora te presento a tu hija Elisa… Ella es licenciada en
administración, con una maestría en organización de empresas. Tiene su propia
firma de asesorías empresariales. Es una impecable profesional. Es, además, la
persona más dulce que he conocido en mí vida. Me encantó desde el primer
momento que la conocí y eso que fue sólo hablando por teléfono.
Fabricio: Elisa, qué hermoso nombre. Sólo Sofía pudo conseguir un nombre tan
bello. Estoy muy impresionado.
Elisa: Creo que tú la inspiraste.
María: Y yo (Sonidos de fanfarria con la voz) Tu pequeñita… Tu más consentida,
tu pequeño caos. Tu inteligente hija menor, acaba de terminar su carrera de
programación (todos aplauden). Pronto me darán el título de licenciatura. Y,
además, también soy empresaria, gracias a ti.
Fabricio miraba impresionado a sus tres hijas en la medida en que le hablaban y
gesticulaban.
Elisa: También puedes llamarme hija, papá. Yo, sin saberlo, te he esperado toda la
vida. Igual que María, me sentía incompleta de algún modo. Lo supe cuando supe
de ti. Tuve la fortuna de un buen padre que me criara, se llama Eliécer. Ya lo
conocerás y te contaré de él. Pero, desde que supe de ti, sentí que te había esperado
toda mi vida (tomando la mano de Fabricio). Es la primera vez que siento tus manos
y es como si tocara las de mi madre. Sentí lo mismo cuando escuché la voz de
María por teléfono. Y lo mismo sentí cuando conocí a Lucía. Cuando las tomé de la
mano a ellas (señalando a sus hermanas), supe que lo que me faltaba por fin había
llegado. Eres tú, papá, y contigo, llegaron mis hermanas.
Fabricio: ¡Ay! Hija… No sé qué decirte… Todo esto es tan… Tan inesperado, tan
sorprendente… ¿Cómo fue que se conocieron? Es increíble…
Elisa: Llegué el viernes muy temprano a Santo Domingo. Salí en el vuelo desde
México a la media noche del jueves. Tú ya habías partido a España en la mañana
del jueves. Es como si planearas que me encontrara primero con mis hermanas ante
que contigo. Pero todo estuvo muy bien.
Lucía: Finalmente, María fue quien nos reunió. Ella, con su intuición, sospechó que
Elisa y yo teníamos que algo ver con tus historias románticas de España y de
México. Así que nos invitó a cenar en el hotel donde trabajas. Y allí descubrimos
que somos hermanas.
Fabricio: Hijas, todo es tan increíble…
María: Concluimos que eres todo un Casanova. No nos vas a negar que tienes tus
encantos. Además, donde pones un ojo, pones la bala. ¡Mira que embarazar tres
mujeres en tan poco tiempo! (Vuelven a reír).
En ese instante entra una de las enfermeras de guardia…
Enfermera de Guardia: Veo que se siente mucho mejor don Fabricio. Lamento
arruinarles la velada, pero las visitas a esta parte de urgencias están restringidas a
una sola persona. El doctor jefe hizo una excepción, pero ya debo pedirles que, por
favor, se retiren. El paciente necesita reposo. Sólo puede quedarse un acompañante.
Fabricio: (A sus hijas) Por favor, les ruego que vayan todas a descansar del
hospital. Lucía, como la mayor, te pido que te lleves a tus hermanas a tu casa. Pero
antes, dales un buen paseo por Sevilla. Qué tal por la Plaza España o a escuchar
sevillanas con vino por Triana. Vayan a celebrar, por favor. Háganlo en mi nombre.
Me siento bien y me portaré bien, lo prometo, para que mañana me den de alta, sin
falta. Uf, ya he tenido demasiadas emociones fuertes por hoy ¿No les parece? Estoy
inmensamente feliz. Y con mucho en qué pensar. Debo ordenar ideas. Hay muchas
cosas que quiero hablar con ustedes. Qué tal si, antes que nada, van a buscar a
Antonio, cuando salga de la comandancia. Lucía, preséntale a tus hermanas. Dile,
de mi parte, que me disculpe más bien él a mí por haberlo metido en ese lío. Dile
que yo no tengo ningún resentimiento contra él. Y que espero que hablemos antes
de que me vaya.
Las hermanas se miraron.
Lucía: Tan hermoso mi padre (a sus hermanas). Creo que papá tiene razón ¿Nos
vamos? Hay mucho que hacer, visitar lugares bellos de Sevilla, escuchar sevillanas
y probar muchos vinos. Mucho por hacer en lo que queda de día. ¿Qué dicen?
María: Estoy muy de acuerdo con papá. Te vamos a complacer. Te dejaremos
descansar. Nos vamos, pero toma (le entrega el teléfono que Fabricio compró al
llegar a Madrid), para que nos llames, apenas te sientas un poquito mal o cuando
necesites que una de tus hijas venga a consentirte (todas se ríen).
Fabricio: Vayan tranquilas, disfruten Sevilla, que es una ciudad hermosa. Es
increíble verlas juntas. Déjenme procesar todo esto. Porque ya me estoy creyendo
que todos esto es un sueño y que aún estoy dormido.
Lucía, Elisa y María besaron a Fabricio casi al mismo tiempo. Se despidieron y se
marcharon. Ya a solas, Fabricio tenía mucho en qué pensar. Tres hijas. Como si de pronto
recibiera una bendición. Es más, de lo que él habría esperado.
10
Termina un ciclo, comienza un ciclo
A las ocho y media de la mañana del miércoles, las tres hermanas se presentaron en la
Unidad de Urgencias del hospital. Esperaron que la junta médica terminara su recorrido
rutinario. A la salida del área de cubículos, el médico jefe se detuvo frente a Lucía, Elisa y
María, quienes ya se habían puesto de pie.
Médico jefe: Buenos días, jóvenes... (Mirando su tabla) Don Fabricio León
Hernández, ya está dado de alta. (Mirando a las jóvenes) Por favor, cuídenlo mucho.
Lucía, Elisa y María: (A un mismo tiempo) ¡Sí doctor!
Las jóvenes entraron en el receptáculo justo cuando la enfermera entregaba a Fabricio la
ropa y lo que llevaba encima, cuando ingresó al hospital. Luego, la enfermera se dedicó a
recoger el equipo de asistencia médica. Fabrico se puso de pie, algo mareado, y sus hijas lo
ayudaron a llegar hasta el baño. Mientras, María ponía en una bolsa la ropa ensangrentada.
María sacó de un bolso de mano ropa limpia y habló en voz alta:
María: Papá… Nos tomamos la libertad de ir al hotel donde te hospedabas y
cancelamos la cuenta. Tu equipaje está en el apartamento de Lucía. Te trajimos ropa
limpia.
Fabrico: Gracias, hija… ¿Me llevarán ver a Antonio antes ir a cualquier parte?
Lucía: Ya acordé con él, papá. Desayunaremos tartas y café, todos, en La
Cacharrería (Dirigiéndose a sus hermanas). Es un sitio con desayunos exquisitos.
Tendrás oportunidad de hablar con él. También quiere pedirte disculpas.
Salieron del hospital. Fueron los cuatro, padre e hijas, en el automóvil de Lucía hacia el
café. Llegaron y ya se encontraba Antonio apartando una de las pocas mesas dispuestas del
local en la parte exterior. Lucía se adelantó y, esta vez, presentó formalmente a Antonio con
Fabricio.
Lucía: Padre, te presento a mi papá (todos sonrieron).
Ambos hombres se dieron la mano. Todos se sentaron.
Fabricio: (hablando casi al mismo tiempo que Antonio, pero éste, le cedió la
palabra) Soy yo quien debe pedirte disculpas, Antonio, por el modo tan sorpresivo
como me presenté. Lo demás fue un accidente. Lamento mucho que hayas tenido
que pasar dos noches en una celda.
Antonio: Soy quien debe disculparse contigo, Fabricio. Me siento responsable de tu
accidente. No debí reaccionar así. Por lo de las dos noches en la comandancia, no te
preocupes. Realmente, me sirvieron mucho para reflexionar sobre mis errores.
Puede usted contar conmigo señor Fabricio. Sé que a Lucía le hará muy bien
conocerlo. Y sé que a usted también, le hará muy bien conocerla. Se sentirá tan
orgulloso de ella, como lo estoy yo. Sólo me falta que Lucía sepa perdonarme, por
mi injustificable comportamiento para con ella y, sobre todo, para con Isabel.
Gracias por su comprensión Fabricio.
Lucía: Me encanta este momento (Todos sonrieron) ... Cuando la racionalidad y el
buen sentido de la vida se imponen por sobre la insensatez.
Lucía hace una pausa reflexiva y mirando a todos, habla en un tono de solemnidad.
Lucía: Padre (señalando a Antonio), papá (señalando a Fabricio), queridas
hermanas, tengo algo importante que anunciarles. (Todos la miraron expectantes)
He decidido renunciar a mi cargo en la Universidad de Sevilla.
Todos quedaron sorprendidos…
Fabricio: ¡Pero hija! ¿Estás segura?
Lucía: Muy segura, papá. El Comité de Ética acaba de enviarme un correo con su
decisión sobre mi caso. Me dieron la razón (hizo un gesto triunfal con el brazo
derecho (todos exclamaron expresiones de alegría). Desestimaron la denuncia en mi
contra y decidieron amonestar a los profesores denunciantes por denunciarme sobre
supuestos falsos. Quedé libre de toda posible acusación. El caso ya está cerrado.
Fabricio: Te defendiste y los derrotaste, hija…
Lucía: Así es papá. Sin embargo, mi ambiente de trabajo ya ha sido muy dañado.
Mis colegas acusadores no se quedarán tranquilos. Temo que empeorarán sus
acciones hostiles. La verdad, ahora no estoy en condiciones de resistir eso. Creo que
regresar a mi cátedra me haría mucho más mal que bien. Ya no podré trabajar a mi
gusto. Estaré rodeada de un ambiente irrespirable.
Todos escuchan atentamente a Lucía.
Lucía: Ya lo estaba, desde hace mucho. Créanme, es incómodo y desagradable.
Tanto que tuve que reaccionar. Y por eso me acusaron ante el Comité de Ética. No
pudieron sacarme del medio, pero el aire que se respira es tan desagradable que, en
vez de sentirme a gusto con mi trabajo, lo sufro como una tortura.
Lucía hizo una pausa reflexiva y trató de ampliar el motivo de su importante decisión.
Lucía: Quienes me han atacado y acusado son colegas. Están muy fanatizados en el
extremismo ideológico, que es incompatible con el ambiente que debe caracterizar
una universidad. El fanatismo se ha infiltrado en nuestras instituciones. Es una pena.
Pese a esto, estaba dispuesta a enfrentarlo, hasta que ocurrió la partida de mi madre,
que es muy dolorosa para mí. Reconozco que me ha debilitado. Sin embargo, estoy
segura de que me recuperaré y continuaré defendiendo la libertad intelectual en la
que me formé. Y ahora que he conocido a mi padre y a mis hermanas, pues siento
que me merezco otro ambiente, para poder disfrutar de mi familia. Ahora tengo una
familia hermosa familia que atender.
Antonio: ¿Estás segura, Lucía? Trabajaste mucho para obtener ese cargo.
Lucía: Sí, padre. Es verdad, trabajé muy duro para obtener el puesto de docente
investigadora de una universidad tan importante en España. Pero ahora, estoy muy
segura. Debo seguir adelante. Créanme, hay mucho por hacer en mi campo
científico. Y quiero hacerlo en las mejores condiciones posibles.
Elisa: Pero… Si abandonas el cargo, Lucía, tus agresores lo interpretarán como un
triunfo. Creerán que fueron ellos quienes han ganado.
Lucía: No, querida hermana. No las tienen tan fácil. Una muy querida amiga,
compañera de estudio, que egresó conmigo con honores, me aceptó el reto de
concursar por el cargo que dejaré. A los fanáticos les será muy difícil derrotarla. Mi
amiga es mucho más frontal que yo. Ella me hará un buen relevo. Se las verán con
ella. Eso me tranquiliza mucho.
María: Mi hermana mayor ha pensado en todo. Me encanta. Y (mirando a Lucía con
expectativa) ¿Qué piensas hacer, Lucía?
Lucía: Fuiste tú precisamente, María, la que me dio la idea. Nos hiciste una
pregunta a mí y a Elisa, que aún no te hemos respondido. Yo porque no pude
responder en ese momento, en medio de estos días tan intensos. Pero me hiciste
pensar mucho. Ahora, querida hermanita menor, te la voy a responder. He decidido
compensar el tiempo que dejé de disfrutarlos a ustedes. Así que pasaré un buen
tiempo cerca de mi papá. He decidido irme a Santo Domingo.
María: (Parándose de súbito y levantando los dos brazos con un grito de alegría)
¡Ay! Qué alegría… Voy a estar cerca de mi hermana mayor (mueve los brazos en
señal de alborozo y abraza a Lucía con entusiasmo).
Lucía: Soy yo la que está muy feliz de tomar esa decisión María.
Elisa: Pues yo también estoy contenta. Mucho. Lucía, yo te apoyo.
Lucía: Cuando decidí viajar a Santo Domingo a buscar a papá, me encontraba en
medio de este conflicto en mi trabajo. Ser sancionada estaba dentro de las
posibilidades. Así que eché un vistazo a las opciones de trabajo como profesora en
las universidades dominicanas o como economista en alguna empresa. Y me
encontré casualmente con el nombre de una profesora muy querida, que me dio
clases en la Universidad de Sevilla. Le escribí preguntándole qué posibilidades de
trabajo había para mí. Ella me respondió de inmediato, asegurándome que, si me
decido, podía ofrecerme una plaza segura para mí, de investigación y docencia, que
es lo que me gusta. Así que le acepté la oferta… ¡Y listo! He decidido recuperar
tiempo perdido con mi padre Fabricio y con mis hermanas.
Fabricio: Fantástico… Puedes quedarte en la casa, que también es tu casa, el tiempo
que sea necesario.
Lucía: Gracias Papá. Me quedaré un tiempo, claro que sí. Tu casa es grande y
acogedora. Luego, veremos. Ya sabes que suelo ser muy independiente,
probablemente me buscaré un hábitat para mí.
María: (Vuelve con movimientos de algarabía) ¡Qué alegría! ¡Qué alegría!... Sólo
falta Elisa. Sólo falta Elisa. Para todo este milagro esté completo.
Elisa: Pues… También me quedé dándole vueltas tu pregunta, María. Yo la tengo
más fácil que Lucía. Porque mi trabajo principal es mi firma independiente. Y ya
terminé mi maestría. Mi ancla en Puebla era mi mamá. Y ahora que ya no está,
pues, necesito retomar muchas cosas de nuevo. Mi padre Eliécer se quedará con la
casa. Ya está jubilado de su trabajo en el municipio. Estará bien y no le faltará nada.
La verdad es que me gustaron esas playas tibias de Juan Dolio. Y vi muchos
restaurantes mexicanos en Santo Domingo. Así que no extrañaré tanto la comida de
mi país.
María: ¡Excelente! ¡Genial! Entonces te vienes con nosotros. Se me ocurre…
Elisa: (Interrumpiendo a María) Se me ocurre… A ver… Qué te parece, María, si
hablamos de negocios. Si repotenciamos tu pequeña empresa de productos de
programación y tecnologías digitales. Qué tal si aporto un modesto capital que
tengo ahorrado. Soy muy ahorrativa. Pero mamá me reñía acusándome de tacaña.
Nada que no se pueda corregir. Qué tal, María, si ampliamos la empresa. O la
franquiciamos. ¿Qué te parece?
María: (Mirando a Elisa con expresión de grata sorpresa) ¡Ay! Me gusta. Me
encanta cómo suena esa idea. Tenemos que consultar a papá, que también es socio
capitalista de la empresa. ¿Qué dices, papá?
Fabricio: Que suena muy bien. Lo apruebo. Y hasta podría aportar algo más de
capital si es necesario.
Elisa: Pues listo. Lo conversaremos con más detalles. Diseñar empresas es mi
especialidad y lo que más me gusta de mi carrera.
Antonio: Y hablando de capital. Delante de todos ustedes, debo anunciarle
formalmente a Lucía, que ya casi tengo vendida la franquicia del mercadito que
Isabel y yo teníamos en Huelva. La mitad de ese dinero era de Isabel y ahora es
tuyo, Lucía. Es sólo cuestión de días para que ya puedas disponer de ese capital. No
tendrás que vender nada de tus cosas aquí en Sevilla. Tendrás suficiente para
financiar tu proyecto de mudarte a Santo Domingo. Puedes conservar tu
apartamento aquí. Y también, la casa de tu madre en Huelva. Es toda tuya. Yo te
cedo mi parte. Ya le di indicaciones al abogado para que tramita los documentos de
propiedad. Ya sabes que abrí un comercio aquí en Sevilla. Me está yendo bien. Así
que no tienes de qué preocuparte por mí.
Lucía: Ay, padre, es un gran gesto. Gracias por tu apoyo. Ya sabes que puedes usar
la casa de Huelva cuando te sea necesario. Y también quiero decirte que estaremos
en contacto. Yo vendré a Andalucía en temporadas.
Elisa: Ah… Mi hermana mayor también tiene capital. Creo que tendremos pronto,
una productiva charla de negocios entre nosotras, queridas hermanas.
María: Yo encantada de incorporar dos socias más para crecer con la empresa. Qué
tal si la rebautizamos. La podríamos llamar… “Tresher”, acrónimo de tres
hermanas.
Lucía: ¡Qué creativa eres hermanita! Elisa, tiene razón sobre María… ¡Es una
chispita!
Antonio: Ya saben que aquí en Sevilla tienen un amigo, dónde llegar. Lucía siempre
será mi hija. Y ahora, creo que, al fin, ella y yo podremos ser amigos.
Lucía: Gracias, Antonio. Tú siempre serás mi padre. Vendré a verte, lo prometo.
También podrás visitarme a la isla dominicana, cuando te plazca. Tienes invitación
abierta. Me tendrás siempre para ti por allá.
María: Ya saben… Mejor que un solo padre, son dos padres… (Risas de todos.
María mirando con sentimiento a Fabricio) No te ofendas, papá, como yo no tengo
un segundo padre, pues para mí, tú vales por dos.
Lucía: Bueno, ya es hora de partir. Tenemos un viaje a Huelva…
Fabricio: Permítanme pagar esta cuenta (a sus hijas) ustedes ya pagaron mi hotel.
Antonio: De ninguna manera, por ser yo de Sevilla, seré el anfitrión. Ya dejé mi
tarjeta antes que llegaran.
Fabricio: Te agradecemos Antonio. Gracias por aceptarme. En mí tienes un amigo.
Antonio asintió en silencio agradecido. Todos se levantaron de la mesa. Lucía toma a
Antonio del brazo y lo aparta del grupo para decirle:
Lucía: Padre, quiero decirte que siempre te estaré agradecida por todos estos años.
De lo que soy hoy, te debo buena parte a ti. Siempre tendrás mi amor, mi respeto y
mi devoción. Sé que amaste a mamá y que actuaste por amor. Quiero que sigas
siendo mi padre. Quiero que estés bien y que sigas formando parte de mi vida. Así
que, estemos donde estemos, siempre estaré pendiente de ti. Dame un abrazo
querido padre.
Antonio escuchó en silencia a Lucía. Sonrió y se abrazaron. Permanecieron así durante
unos segundos. Luego, Antonio se despidió afectivamente del grupo, que partieron al
apartamento de Lucía. Ya en el apartamento, Elisa toma de la mano a María para llevarla a
la habitación que Lucía tenía habilitada como su estudio.
Elisa: María, quiero que veas este detalle (le señala un cuadro en el centro de una de
las paredes del estudio).
María: Es una pintura de naturaleza muerta, con… ¡Con narcisos amarillos! Lucía
decía la verdad ¡Los narcisos son sus flores favoritas!
En ese momento, Lucía entra al estudio…
Lucía: ¿Les gusta mi estudio? Pienso tener una parecido en Santo Domingo.
Elisa: Admirábamos la pintura, Lucía (señalando al cuadro).
Lucía: Ah… (Sonriendo) Cuando María se sentó en mi mesa del restaurante del
hotel, con un jarrón de narcisos amarillos, quedé impresionada. Esta chica, pensé,
tiene algo que ver conmigo.
María: Ya sabemos que regalarnos entre nosotras. Quiero ofrecerte una habitación
grande para tu estudio Lucía. Y una oficina espléndida para ti, Elisa, para que des
rienda suelta a tu genio empresarial.
Lucía propuso posponer la ida a Huelva para la mañana siguiente. Insistió para que Fabricio
se quedase a descansar por recomendación médica. Viendo las miradas solícitas de sus
hijas, tuvo que aceptar. Mientras, las jóvenes decidieron continuar el recorrido turístico por
Sevilla.
A la mañana siguiente, llegaron a Huelva. Conocieron y se instalaron en la casa de Isabel.
Pasearon todos juntos por la orilla de arenas amarillas de la playa Mazagón.
En la tarde, visitaron la sepultura de Isabel, en el Cementerio Parroquial de Moguer. Cada
uno llevó un ramo de narcisos amarillos. Dejaron a solas a Fabricio, quien se quedó un
buen rato sentado al lado de la tumba de Isabel. Las jóvenes dieron una vuelta por los
alrededores, conversando entre ellas.
María: Hermanas, yo debo regresar a Santo Domingo. Tengo muchas cosas
pendientes con la universidad, con la empresa y con el trabajo en el Intercontinental.
Trataré de conseguir un vuelo para este sábado. Les pido que ustedes se queden
unos días con papá. Él necesita conocerlas. Y ustedes a él. Papá también necesita
recuperarse por completo de ese golpe en la cabeza, hasta quitarse por completo los
vendajes. En Santo Domingo lo llevaré yo misma a chequearse, para estar seguras
que esté todo bien.
Elisa: Qué les parece si de aquí nos vamos a México, a Puebla. Para que papá pueda
visitar la tumba de mi mamá. Y tú, María, viajas a México desde Santo Domingo
para reunirnos.
María: ¡Es una gran idea! Necesitaré al menos de lunes al miércoles de la semana
que viene, para resolver gestiones. Dejaré andando todo y pediré unos tres días en el
Intercontinental. Qué tal si programamos para el viernes próximo. Nos veríamos en
Ciudad de México y nos tomamos el resto de la semana, antes de regresar a Santo
Domingo.
Lucía: Es un estupendo plan. Lo apoyo. Yo sólo necesito un par de días más para
arreglar el papeleo de la universidad. Ya casi que salía de vacaciones de todos
modos. Me las tomaré en serio esta vez. Ya veré cuando me toque volver a Sevilla,
para otros trámites. Creo que será más adelante, no tengo prisa. Necesito
despejarme con ustedes. Cuenten conmigo, hermanas (mirando a María). María,
Elisa y yo nos haremos cargo de papá. Tú ve tranquila a Santo Domingo.
Elisa: Y yo me haré cargo de ustedes, allá en México. Les va a gustar. Mi país es
hermoso.
María: (Mirando al cielo en señal de pedir una explicación) ¿Por qué no las conocí
antes?
Esa noche, las jóvenes y Fabricio cenaron en un restaurante clásico, El Rincón de la Tita,
donde Lucía acordó con sus dueños invitar a su padre a tocar el piano. Fabricio aceptó tocar
a condición de que María cantase al menos una o dos canciones. La tierna voz de María
hizo callar al público para escucharla. Lucía y Elisa quedaron sorprendidas. Su hermanita
menor era toda una vocalista.
Una semana después, María esperaba a Fabricio, a Lucía y a Elisa, en el Aeropuerto
Internacional Benito Juárez, de la ciudad capital de México. Había llegado horas antes, en
vuelo desde Santo Domingo. Su padre y hermanas llegaron a tiempo. Ya reunidos,
decidieron permanecer esa noche en la bella capital mexicana, antes de partir en un vuelo,
por la tarde del día siguiente, a Puebla de Zaragoza.
La hermosísima Heroica Puebla de Zaragoza, su nombre oficial, es una de las ciudades más
antiguas de México. Situada equidistantemente entre Ciudad de México y la ciudad
portuaria de Veracruz, exhibe una arquitectura que puede resumir todas las épocas de la
cultura universal. Su agradable clima templado y su intenso ambiente cultural resulta muy
atractivo tanto para sus habitantes y en especial para sus visitantes.
En Puebla, padre e hijas decidieron cerrar el largo ciclo que los mantuvo separados por
muchos años. Juntos visitaron el Panteón de la Piedad, en el centro de Puebla, donde
descansan los restos de Sofía Fernández. Y al igual que con Isabel, llevaron narcisos
amarillos y le rindieron un homenaje a su recuerdo. Elisa lo agradeció mucho y decidió
llevarse un recuerdo de su madre para hacer un altar en su nombre en Santo Domingo, tal
como lo acordó con Lucía sobre Isabel, cuando estaban en Huelva.
Conocieron a Eliécer, el padre de crianza de Elisa. Los estaba esperando e hizo de anfitrión
los días que se hospedaron en la casa de Elisa en Puebla. Fabricio, Lucía y María le dejaron
una invitación abierta para que visitara Santo Domingo, cuando quisiera.
Padre e hijas acordaron que sólo les faltaba un viaje a Valencia, Venezuela, para concluir el
periplo visitando la sepultura de Beatriz. Se comprometieron a cumplirlo, con María quien,
desde su partida de Venezuela, no había podido regresar. Sin embargo, en cinco años la
casa materna de María se mantenía en lo posible, gracias a los aportes de María y del
cuidado de las amigas de su madre que aún vivían en la casa.
Ya de vuelta a Santo Domingo, Lucía y Elisa dedicaron tiempo para adaptarse al nuevo país
que eligieron como sede de la nueva familia que desean construir. Elisa se puso al frente de
la nueva empresa refundada, “Tresher”, donde las tres hermanas invirtieron capital junto
con Fabricio, Antonio y Eliécer, que también se sumaron a la iniciativa. Ya era una
empresa accionaria.
Lucía logró ubicarse como profesora a medio tiempo en la Universidad Nacional Pedro
Henríquez Ureña. Y el resto de su potencial tiempo laboral lo dedicó a trabajos de
investigación y asesoría financiera internacional. Su futuro profesional lucía prometedor.
Elisa se dedicó a tiempo completo en la administración empresa tecnológica, intentando
expandirla a otras ciudades del país. Mientras que María se dedicó a los inventarios de
tecnología y a algunas asesorías en programación, en su tiempo libre.
La nueva familia no perdía ocasión para dedicarse tiempo y compartir entre ellos. Estaban
superando el ciclo triste de las muertes maternas. Comenzaban a abrir un nuevo ciclo en sus
vidas.
11
El hombre del piano
Fin
Bernardino Herrera León
Es hispano-venezolano, nacido
en La Guaira, Venezuela en 1958.
Historiador, profesor jubilado de
la Universidad Central de
Venezuela.
3 MEDIO HERMANAS
Tres mujeres, nacidas en tres países distintos,
ignoraban ser hijas del mismo padre.
Tras la muerte trágica de sus madres y al enterarse
de la existencia del padre biológico, las dos mayores
deciden ir en su búsqueda, encontrándose las tres en
la ciudad de Santo Domingo.
Al descubrir que son hermanas, experimentan
cambios en sus vidas, mientras buscan al padre y
descubren la posibilidad de una familia que siempre
anhelaron.