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El miedo no me deja crecer

Había una vez una señora que vivía en una cueva, muy cerca del rio
Magdalena. Era de pelo oscuro tés amarilla y grandes ojos oscuros. Llevaba
gafas para la miopía, una capa de cuadros rojos, un pequeño bastón y una pipa en
la que simulaba fumar pues no le gustaba el tabaco, pero sí su imagen en el
espejo con la pipa en la boca.
Le decían la bruja del rio Magdalena, y, como seguro habéis adivinado, se
dedicaba, en sus ratos libres, a su mayor afición: resolver todos los enigmas y
misterios que le ponían por delante sus vecinos. Un buen día, mientras
desayunaba en la terraza, un plato de ricas frutas con miel, vio de repente
aparecer una lujosa carroza tirada por dos caballos albinos. Venía a toda
velocidad por orilla del rio, aquel que llevaba al rio.
Se detuvo de pronto y de un brinco se bajó del pescante una pequeña niña
vestida elegantemente con pantalones bombachos, blusa rosada y sombrero azul.
Era la chuca, la hija del señor pescador, quien, llegó en un santiamén a presencia
de la bruja, y sin más preámbulos ni explicaciones alargó una de sus manos
entregando un pergamino enrollado a la asombrada bruja. —Veamos qué dice la
misiva —murmuró la bruja para sí—.
Ajá, uhum, ya veo... —Asintió con la cabeza—. Vamos, chuca, no hay
tiempo que perder, tu padre me necesita. En veinte segundos las dos se
encontraban montadas en la carroza destino a casa de la niña que vivía en su
padre y el mayordomo. Por el camino, la chuca fue contando a la bruja que el su
padre se comportaba de manera muy extraña hacía ya algún tiempo, y ella tenia
miedo de que algo le estuviera pasando. Que durante el día estaba como ausente,
con una gran congoja, bostezando todo el rato y emitiendo grandes suspiros. Y
por las noches permanecía en su habitación dando vueltas sin querer irse a
dormir.
En mi opinión dijo la bruja a la chuca, su padre estaba completamente
agotado, cansado, desganado, y preocupado, el motivo la edad, la vejez,
recordándote que nacemos, crecemos, nos reproducimos y envejecemos, para
finalmente morir, todo esto lo decía sin haber visto aun al viejo, la bruja por lo que
escuchaba de la niña sabia que ese el motivo por el cual el viejo sufría. La bruja le
hablaba pensativa mientras simulaba fumar en su bonita pipa. Cuando llegaron a
casa de su padre, la churca la condujo a los aposentos de su padre.
Su padre descansaba reclinado en un gran diván de color rojo mientras el
fuego de la chimenea hacía arder dos troncos macizos de madera de cedro. El
mayordomo, un señor mayor vestido de traje, arreglaba entretanto la manta que
cubría el cuerpo del viejo, -padre —anunció la chuca con una exagerada
reverencia—. La bruja a tu servicio, como me pediste aquí esta para venir a
ayudarte. —Ah, bien, bien —contestó el padre, levantando su imponente cabeza
con evidente desgana—. Y ahora retiraos, dejadme a solas con ella. Sí, tú
también, Cosme — le dijo al mayordomo. —Dicen que eres la mejor bruja que hay
en Puerto Boyacá, y que has ayudado a muchas personas en estos padeceres,
¿es verdad eso?, ¿crees que podrás ayudarme? —preguntó el padre a la bruja
mientras el mayordomo terminaba de cerrar las puertas del dormitorio. —Señor —
respondió ella—, te serviré lo mejor que pueda, pero primero necesito que confíes
en mí. En tu carta solo explicas que un gran peligro se cierne sobre usted... Dime,
gran señor ¿cuál es el problema? ¿A qué tienes tanto miedo que ni siquiera por
las noches puedes descansar? El padre se levantó de un salto como si lo moviera
un resorte automático. Irguió su cabeza y mostró los una cara de gesto
amenazante, muy enfadado de repente con la bruja. —¿Miedo? ¿Miedo, dices?
¿Miedo yo,? ¡Yo no tengo miedo! En ese momento una ráfaga de aire inoportuna
abrió de golpe la ventana del dormitorio, formando un gran estrépito. El padre dio
un brinco poniendo cara de terror y como una flecha salió disparado a esconderse
debajo de la cama. La bruja saltó detrás, se colocó a su lado, y le susurró: —
señor, no pasa nada, solo ha sido el viento que ha abierto la ventana de repente...
El padre miró a la bruja todavía con ojos de susto, y del miedo pasó a la
vergüenza. —Por supuesto, por supuesto, solo quería probarte para ver si podía
confiar en ti... —contestó, y a continuación dos grandes lágrimas rodaron por sus
mejillas. A la bruja le causó mucha pena de pronto ver a un señor tan poderoso
llorando como un niño. —¿Te das cuenta ahora de por qué estoy en peligro? —le
preguntó—.¡Un padre no puede tener miedo nunca! —Bueno, bueno —le consoló
la bruja, dándole unos suaves golpecitos en la pata con el bastón—. Todo el
mundo tiene miedo alguna vez, hasta los mas fuertes, hasta los reyes. Si no
tuvieras miedo nunca, ¿cómo te darías cuenta de que hay un peligro? La pregunta
es ¿qué es lo que te da tanto miedo? Pues a lo mejor el peligro solo está en tu
imaginación. —De acuerdo —consintió el viejo —, te lo contaré, pero no vayas a
pensar que me he vuelto loco. Tengo miedo a la muerte, no quiero morir y dejar a
mi hija sola, soy lo único que tiene en la vida, —pero señor, y ¿cómo sabes que
vas a morir? —preguntó la bruja muy interesada en el relato del viejo. —Pues es
obvio: estoy enfermo, me siento cansado, agotado —Uhmm, ya veo —dijo la bruja
muy pensativa, y se quedó un buen rato meditando en todo ello, haciendo como
que fumaba en su pipa. Aquella noche bruja concertó con el viejo realizar un
remedio para ayudarle a estar mas tranquilo, preparo su olla, y coloco algunas
matas, esencias, entre otros ingredientes, que ayudarían al vieja a sentirse mejor,
lo sirvió en una taza y se la llevo al viejo, quien la tomo con mucho cuidado, ya
que estaba caliente, al terminar de tomarse dicha infusión, se recostó y descanso
un rato. Mientras la bruja salió de la habitación y fue directo a hablar con la niña,
comento con ella todo lo que ella dedujo al escuchar a su padre.
Pasaron las horas y el viejo despertó con otro semblante, ms recuperado y
fuerzas para caminar, se vistió y salió de su habitación; se reunió con su hija y la
bruja; charlaron de muchas cosas y recordaron muchas anécdotas de pasado, era
increíble lo bien que le cayo ese remedio, lo bueno que era, estaba tan feliz la
churca de ver a su padre alentado y con ganas de vivir sin ningún miedo. Aunque,
aun por las noches sentía un poco de miedo ya que lo seguía atormentando la
oscuridad, y pensaba mucho en dejar esta tierra y no poder estar con su hija. –
pensaba- será que al final debo aceptar que el miedo a la muerte es así, a veces,
no nos deja pensar con claridad y somos capaces de creer cualquier cosa de
pensar en todo nos pasa la vida en un minuto como en cámara lenta, es como si
volviéramos al pasado desde el momento que nacemos.
El viejo, que seguía desconcertado y muerto de miedo, salió de la cama.
Se puso la bata encima del pijama y empezó a seguir a la bruja a través de los
pasillos de su casa. Ella se adelantaría para reconocer el terreno, pues ante ellos
se extendía un hermoso prado en donde cientos de tiendas de campaña diminutas
se habían desplegado acá y acullá. En medio de todas, una fogata, y alrededor,
personas, cantando, jugando, encogiéndose, extendiéndose, abrazándose,
peleándose y haciendo todo lo que en una fiesta de celebración suele pasar. A la
bruja se le iban a salir los ojos por ver tanta comida junta y provecho de comer
cuanto plato delicioso había. En un santiamén se merendó una taza de te y un
pastelillo. Mientras el viejo preocupado por que el miedo se ha apoderado de él.
Aunque nunca había perdido su fe, sentía que por fin la había recuperado. Este
pavoroso suceso le deja sumido en un estado de miedo continuo y preocupación,
ya que no puede contárselo a nadie, su pena de perder su vida y dejar sola su
hija; de modo que acude a la bruja, quien le ayuda a volver a tener fe.
Y finalmente, el viejo volvió a recuperar la fe y dejo de tener miedo a morir,
ya que entendió que es un proceso de vid a la hora de crecer. Pasaron los años y
la churca ya grande estudiada, se caso, y formo una hermosa familia, con dos
bellos hijos que adoraban a su abuelo. Tres meses después murió su padre; con
una sonrisa de felicidad, porque aprendió a no tener a la muerte, y disfruto de la
hermosa familia que su hija le dio.

Fin…

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