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AMISTADES PARA SIEMPRE

En un pueblito muy hermoso de Mérida, vive Don Andrés, un hombre


inteligente, amable y educado creció en una buena familia. Es alto y delgado, se
viste con ropa muy fina, trajes elegantes no acordes al campo teniendo en cuenta
que era más citadino, al llegar al campo intento usar pantalones cortos, camisas
de botones, y su sombrero una barba muy peculiar que a todos ha de saludar.

– «Don Andrés ¿cómo está?» – le decía mi mamá.

– «Buenos días Doña Carmen. ¿Y Don Luís, cómo está?»

Después de un rápido saludo, se despedía Don Andrés. Todos quedaban mirando


la expresión en su cara y ver con la atención que trataba su esposa y su hija.

A pesar de la buena estadía Don Andrés se sentía fuera de su zona de confort, no


se acostumbraba a la gente a las costumbres entre otros. Se la pasaban
encerrados día y noche sin salir a saludar solo se les veía cuando las compras
han de realizar.

De pronto todos los habitantes del pueblo empezaron a hablar, y comentar


sobre la familia Monterrey, pensaban que familia tan sola sin amigos y nadie con
quien compartir, era muy común en ese pueblo que las personas fueran muy
amistosas, y les preocupaba que hubiera una familia solitaria, así que decidieron
hacer una fiesta en el pueblo para darlos a conocer y presentarlos antes todos los
vecinos.

Mientras los vecinos se reunían y hacían dichos preparativos para la


celebración, los Monterrey se iban preparando para dejar el pueblo y no volver
más, sentían que no tenían nada que hacer en un pueblo tan pequeño eran más
de ciudad. Salieron sin aviso dejando todo atrás.

Todos salimos a buscarlos, pero ya iba muy lejos, qué rápido andaban en su
carro, sin pensarlo sin despedidas, todo tan rápido y sin explicación alguna.

Don Andrés, solo pensaba en llegar a su casa en la ciudad y volver a su rutina de


todos los días. Pensaba en su familia, en el taller, porque era carpintero, filósofo y
estudioso, todo eso lo extrañaba, por tal motivo no se adaptó al campo a los
buenos vecinos.

Una tacita de café los acompañaba, mientras Doña Norma cocinaba una


deliciosa tarta, acompañada de una rica lasaña, el especial para las visitas que
preparaba con tanto amor, mientras le ayudaba su criada de confianza. Todo era
como siempre ellos lo esperaban en casa, con la bulla de los carros, el cantar de
las sirenas, las luces de la ciudad, entre muchos más aspectos importantes que
ellos habían de extrañar. Recordar la experiencia en el campo le causaba una
gran angustia, ya que no quería volver a pasar por ese lugar.

Al cabo de unos años, Doña Norma se enfermó, y por razones del destino


se tenían que trasladar al pueblo aquel donde no querían volver, ya que la
situación fue empeorando por los gastos médicos y otras responsabilidades más,
al cabo de unos días ya instalados en el campo los vecinos llegaban a su casa a
recibirlos los buenas atenciones y a invitarles a todas las reuniones, Doña Norma
se iba encariñando poco a poco con todo lo relacionado al campo sus vecinos y
sus costumbres, mientras que Don Andrés se le hacía cada día más difícil el
hecho de vivir y pasar el resto de su vida en el campo, para él era algo que no le
era armonioso, ya que extrañaba a sus amigo y los lugares de la cuidad, pero ya
estaba en el campo y debía adaptarse por su esposa y por la situación que los
puso ahí. Mientras que Dona Norma se adaptó de tal manera que fue una gran
vecina ayudaba siempre al que lo necesitaba y participaba en todo los eventos y
programas que se preparaban en el pueblo, los vecina se encariñaron mucho con
ella y siempre estuvieron pendiente de cualquier cosa que necesitara, su
enfermedad era delicada, poco a poco empeoro y murió, dejando a todos muy
tristes ya que fue una gran Maestra, amiga y madre, nos dejó un gran legado: una
escuela muy especial, cuyo nombre ha de llevar, Norma Monterrey de Pérez tu
nombre será inmortal. Desde el cielo brillarás y siempre te vamos a recordar.
Fueron las palabras de todos los habitantes del pueblo a tan maravillosa mujer.

Siguieron pasando los años y aquel hombre veloz, sus caminos retomó, regreso a
su ciudad para no mirar nunca más atrás, su hija Raquel siguió estudiando y
mientras él trabajando, sus caminos iban forjando, y nuevos momentos
guardando, siempre recordando a su amada esposa. En casa con sus amigos
hablaban de lo sucedido, contaba que el pueblo donde llegaron era un gran lugar
los vecinos ms calurosos con su amistad, fueron en la vida de su esposa una gran
ayuda para su malestar, se sentía alegre, con vida, a pesar de su enfermedad. Los
vecinos lo ven llegar y dicen sin parar.

– «Allá viene Don Andrés «, vamos a saludar.

– «¡Mira lo bien que se ve! – ¡Cuánta energía tiene el Don! – tenerla quisiera yo.»

¿A dónde irá con tanta prisa? Siempre se preguntaban, decía él, es que el tiempo
vale oro y no se puede perder. Voy a la tumba de mi esposa a dejar estas
hermosas flores, luego iré a su casa a tomar café. Los vecinos preparan un gran
banquete para Don Andrés, que en templo se encontraba muy triste y cara baja.

Llego la noche y todos a disfrutar de todas las delicias que ha de preparar, entre
música e historias han de pasar una velada alegre y con cuentos sin parar.

Don Andrés unas palabras a de recitar para todos los vecinos que hoy les ha de
acompañar.

Para ustedes es mi cariño, y mi amistad, mis amigos, cuanto les agradezco por
todo lo sucedido, mi esposa desde el cielo disfruta con nosotros este día tan
especial, no tengo palabras ni actos con los que pueda pagar todo el cariño y
aprecio que nos han de dar.

Me despido de ustedes.

Don Andrés.

FIN .

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